Diario de Mallorca 6 MARTES, 3 DE FEBRERO DE 2015 Mallorca Nathalie Detry Vicepresidenta y socia de Barna Consulting Group. Nathalie Detry acude esta mañana a la sede de CaixaForum para dar una conferencia por invitación de la Asociación Balear de Directivos (ABD) sobre Las claves del liderazgo personal y profesional: protagonista o espectador. Y entre esas claves, señala la “actitud” de directivos y colaboradores como fundamental. “El comportamiento de los jefes es clave en el rendimiento de los colaboradores” F. GUIJARRO PALMAA —¿Qué define un liderazgo? —Hay un verbo que lo define mucho: influir. El punto de partida del líder hoy en día, si quiere transformar las organizaciones, es dar sentido al cambio, que la gente lo entienda. El liderazgo ya no recae solo en el gran jefe, sino que todos somos líderes. Para ello es muy importante el compromiso, la implicación, la motivación de las personas. Todo eso lo puede conseguir el líder si es capaz de hacer cuatro cosas. Por un lado, que es lo fácil, implementar las políticas que te vienen de arriba. Luego hay otra faceta que es trabajar con tu equipo. La tercera dimensión, que comienza a ser importante, es trabajar el trato individualizado con cada persona de ese equipo, porque cada una tiene sus características y su talento. Y hay una cuarta fundamental, que es la de liderarse a uno mismo. En este último punto suspendemos un poquito. Estamos más dedicados a manejar temas de estrategia y dedicamos muy poco a ese trabajo interno, a trabajar un poco la conciencia de uno mismo, que es el punto de partida para luego gestionar las relaciones con los demás. —¿La crisis económica ha sacudido también la forma de ejercer liderazgos? —Estamos en ello, y la transformación de las organizaciones parte de la persona. Durante estos años hemos tenido que trabajar muchos aspectos relacionados con situaciones más ligadas a las cifras de negocio, a la competencia o a los clientes. Pero hemos comenzado a trabajar en este cambio porque en los momentos difíciles es cuando es más importante la gestión de uno mismo y de las emociones. Si en lugar de amenazas vemos oportunidades, trasladamos al equipo una ilusión, ganas de mejorar, compromiso... Eso se contagia. —¿A la hora de motivar no se ha abusado del miedo durante esta crisis? —Algunas organizaciones han abusado del miedo, pero está demostrado que el miedo paraliza, hace que las personas se bloqueen y que los equipos no sean creativos. Hay empresas que no han salido adelante, y parte de ese fracaso tiene que ver con los estilos de liderazgo. La empatía es fundamental en las épocas de crisis, la capacidad de ponerme en el lugar del otro, ya que así transmitimos unas energías que mejoran el compromiso y la actitud del equipo. El del éxito profesional depende de la actitud. ¿Quién tiene que velar para mejorar esa actitud del equipo? El jefe más directo. Ser líder implica ir más allá y no consiste solo en exigir, sino tener la capacidad de dar, de escuchar, de comprender, de conversar... —¿Para dar lecciones primero hay que dar ejemplo? Nathalie Detry dará una conferencia hoy en Palma por invitación de la Asociación Balear de Directivos. G. BOSCH —Por supuesto. No hay cosa mejor que el ejemplo. El poder me lo dan, pero la autoridad la ejerzo con mis equipos, y el ejemplo ayuda. El comportamiento de los jefes es uno de los factores que más influye en el rendimiento de los colaboradores. —¿Es más importante la aptitud o la actitud? —Líderes natos hay un . El resto es aprendizaje. Tenemos que saber y saber hacer. Pero lo que marca la diferencia es la actitud. Ser responsable, proactivo, automotivado, empático, disponible, sincero, leal, simpático, dinámico... son actitudes que al final determinan gran parte del éxito. Conocimientos se pueden tener muchos, pero si la actitud equivale a cero, el resultado final es cero. Hay que saber, hay que poder, pero sobre todo hay que querer, que es la energía que todo lo mueve. —¿Un exceso de presión no termina haciendo que el tornillo se pase de rosca y acaba con esa actitud? —Hay que presionar y nos tenemos que presionar a nosotros mismos. Pero si hacemos que las personas no entiendan solo el qué y el cómo, sino también el porqué, conseguiremos que ese tornillo no se pase de rosca. Hay que buscar un equilibrio entre cabeza y corazón. Si solo traslado presión, no comprendo las emociones de los demás, y el problema es que una vez te has pasado de rosca, ya es muy difícil volver atrás. Además, en este nuevo ciclo de inicio de la recuperación, el modelo de presión no funciona. Los equipos ne- “Se ha abusado del miedo en esta crisis, pero está demostrado que el miedo quita creatividad” “El directivo que solo se queda entre las cuatro paredes de su despacho se va a equivocar” “Es fácil copiar, pero lo que realmente fideliza a los clientes y marca la diferencia son las personas” cesitan algo más. —¿Las estructuras de mando deben ser verticales o hay que apostar más por la horizontalidad? —Lo del jefe y los indios ya no tiene ningún sentido. Cada uno tiene que ejercer un liderazgo personal y cada vez más hemos de trabajar en equipo y cooperar. La comunicación es cada vez más necesaria. La responsabilidad del directivo intermedio es cada vez más fundamental para que la estrategia se convierta en acción. —¿No es más fácil buscar la obediencia que la colaboración? —A corto plazo, sí. Pero si no comunicas y no argumentas, malo. A largo plazo, si no somos capaces de influir en nuestros equipos, difícilmente vamos a conseguir los objetivos. —¿No se aplican estrategias de tierra quemada? Yo consigo mis objetivos de cualquier forma, me ascienden, y el que venga detrás de mí que se apañe. —Eso es una irresponsabilidad. Es una estrategia cortoplacista, que da resultados hoy pero a cambio del éxito de mañana. Hay que pensar en lo que dejamos detrás. —¿Hora de despacho, hora perdida? —Hay que moverse, hay que salir a la calle, hay que escuchar, hay que estar con los equipos... Porque solo así vamos a entender, ayudar y poder influir. Es evidente que el directivo tiene que dedicar tiempo a pensar, pero si te quedas en tu superdespacho de cuatro paredes, te vas a equivocar. —¿El gran pecado español es optar por los amigos a la hora de formar los equipos? —Creo que es un tópico. Las empresas españolas han avanzado mucho. Solo con amiguismo no se consigue demasiado. —¿Hay un excesivo presentismo en las empresas, obligando a los trabajadores a estar demasiadas horas en su puesto? —Hay que buscar elementos de conciliación tanto para el hombre como para la mujer, porque es un ejercicio de responsabilidad incluso para nuestros niños. En Italia o Portugal, que también son países del sur, hay horarios muy diferentes a los nuestros, y allí se cena a las de la tarde. A veces mientras el jefe está tú no te puedes ir, y eso son elementos que hay que transformar. —¿Las mujeres lo siguen teniendo difícil para que se las re- conozca el liderazgo? —A veces son las propias mujeres las que se ponen barreras, pero precisamente por la dificultad para conciliar la vida profesional con la familiar, ya que las cargas familiares siguen recayendo sobre nosotras en la mayoría de los casos. Hombres y mujeres tienen que liderar juntos y trabajar juntos. El estilo de liderazgo puede ser diferente, pero ahora hablamos de equipos, y la unión hace la fuerza. Las mujeres todavía estamos en minoría, pero quiero creer que cuando mi hija tenga años, la situación habrá cambiado. —Un elemento que se repite hasta la saciedad es que ahora las empresas están obligadas a fidelizar a los clientes. —Ya no podemos colocar, ahora tenemos que vender. Si captar a un cliente vale cinco, y recuperarlo vale diez, fidelizar vale uno. Es mucho más rentable. Las ventajas de fidelizar a los clientes son muchas, pero para conseguirlo hace falta trabajar una oferta de valor que sea mejor que la de la competencia. Tenemos que pensar que todos tenemos un cliente, que es el que nos paga las nóminas. Y tenemos que trabajar también para fidelizar el talento y que no se nos vaya de las empresas. Es fácil copiar, pero lo que realmente fideliza al cliente son las personas y eso es lo que marca la diferencia. —Pero la sensación es que se prefiere al trabajador barato antes que el que tiene experiencia. —Así nos ha ido. La ecuación potente es combinar experiencia con juventud. Es la formula ideal.