ENTREVISTA GENERAL RAFAEL DE CÁRDENAS GONZÁLEZ Protagonista de excepción de nuestra historia colonial africana E n el devenir de los pueblos existen acontecimientos que de no ser contados por sus protagonistas el tiempo se encarga de borrarlos como si nunca hubieran existido, esos protagonistas de la Historia son personajes singulares que albergan en su memoria las claves de un pasado que sólo ellos conocen, que sólo ellos pueden narrar con el detalle de las propias vivencias. Uno de esos hombres es Rafael de Cárdenas, general de Infantería, protagonista de unos hechos que lo sitúan entre los grandes de nuestra reciente historia colonial africana. Medalla del Ejército, la más alta condecoración que se concede a un militar en tiempo de paz, el general Cárdenas presenta una impresionante hoja de servicios. Ha mandado diferentes unidades de La Legión, Policía Territorial de Guinea y del Sahara, y finalmente, como broche de su carrera, la Guardia de S. M. el Rey. Hoy, retirado del Ejército por edad, pero siempre atento a cuanto se relaciona con la Defensa Nacional, nos ha concedido una entrevista que a buen seguro contribuirá al mejor conocimiento del Ejército español del siglo xx. ­—Nací en la localidad gaditana de San Roque, aunque mi infancia y adolescencia se desarrollaron en Larache, donde se hallaba destinado mi padre, un excelente militar. De allí es de donde guardo los primeros recuerdos, recuerdos siempre relacionados con el Ejército: toques de corneta, desfiles, soldados… Un mundo muy especial proyectado en la propia casa. —¿Influyó en su futuro profesional la figura de su padre? —Como ejemplo, sí; en ningún caso como imposición. Mi padre fue un gran militar, puedo señalar que fue el primer oficial del Arma de Caballería destinado a La Legión, al entonces recién creado Escuadrón de Lanceros del Tercio de Extranjeros. Años más tarde mandó la Guardia Mora del Generalísimo. Por otra parte, mi madre, andaluza de sangre escocesa, era nieta de un teniente El general Cárdenas en un momento de la entrevista. MILITARES 86 6 MARZO 2009 coronel del Ejército británico, jefe del Regimiento y gobernador adjunto de Gibraltar. Como veis, lo militar me viene de lejos Desde niño tuve muy claro cual sería mi dedicación. —Y lo consiguió cuando en 1958 ingresó en la Academia General. —Después de cursar el bachillerato en el Colegio de los Hermanos Maristas de Larache, me presenté a ingreso en la Academia, diríase que logré el primer paso hacia lo que había sido mi objetivo. Al cabo de El general Cárdenas con el coronel Leopoldo Muñoz, presidente de AME. cinco años reglamentarios de estudio ascendí a teniente formando parte de la XVIII promoción. Ahora venía de verdad el ejercicio de la profesión. —De su hoja de servicios se deduce un marcado interés por las tierras africanas, ¿condicionaron de alguna manera sus vivencias en al antiguo protectorado para solicitar siempre destinos en África? —Sin duda, desde mi ingreso en la Academia tuve la intención de prestar servicio en unidades del territorio. Mi primer destino hubiera querido que fuese el Sahara, pero por falta de vacantes solicité Ceuta, concretamente el Regimiento de Infantería Ceuta número 54; allí permanecí un año, hasta que pasé al Batallón Independiente de la Palma. Por fin en 1965 obtuve vacante en el Sahara, el Batallón de Instrucción número 1. Mi siguiente objetivo sería pertenecer a La Legión y en 1967 tuve la inmensa «Las vivencias personales en el Sahara me han acompañado durante toda la vida». satisfacción de pasar destinado al Tercio Don Juan de Austria, de guarnición en El Aaiún. —Ya estaba en La Legión, como quería, ¿se justificó su interés por esa unidad como oficial? —Plenamente, en lo profesional no podía encontrar destino más apropiado a mis aspiraciones, La Legión es una magnífica escuela de soldados. Para mí supuso además pertenecer a un mundo donde el espíritu aventurero de un joven oficial se veía resaltado por el marco geográfico del desierto. Las vivencias personales en el Sahara me han acompañado durante toda la vida. Un teniente en Guinea Ecuatorial La vocación africana del teniente Cárdenas no se limitó a las arenas del desierto. España poseía otro territorio en el mismo continente, mucho más al sur y completamente distinto al Sahara, la Guinea Ecuatorial; allí se le encuentra en los tiempos de la independencia. —Mis ganas de viajar, de conocer lugares desconocidos, me llevaron a solicitar una vacante de teniente en la MILITARES 86 7 MARZO 2009 Guardia Territorial de Guinea. Curiosamente mi incorporación al nuevo destino la hice acompañado de mi esposa. Acabábamos de casarnos y el viaje de novios lo realizamos a bordo del vapor «Ciudad de Pamplona». Zarpamos desde Tenerife rumbo a Santa Isabel de Fernando Poo, hoy Malabo, haciendo escala en Monrovia y Lagos. En la colonia existía como fuerza militar española la Guardia Territorial, inicialmente llamada Policía Indígena y Guardia Colonial. A mí me destinaron sucesivamente a los destacamentos de Acurenam, Mongomo de Guadalupe y Evineyong, en el interior del continente, en plena selva y a cientos de kilómetros de Bata. —Hoy pocos conocemos detalles de la presencia española en Guinea, el tiempo y el silencio parecen haber borrado por completo aquel pasado no tan lejano, ¿podría señalar cuál era el despliegue de la Guardia Territorial en los años anteriores a la independencia? —No sólo en los años finales de los sesenta, sino mucho antes. La Guardia estaba formada por cinco compañías. La 1ª tenía su cabecera en Santa Isabel con secciones en esa plaza y San Carlos, ambas en la isla de Fernando Poo. La 2ª, en Bata y dos secciones más en Benito y Cogo. La 3ª tenía su cabecera en Ebebiying y secciones en Mongomo de Guadalupe y Nsork. La 4ª residía en Sevilla de Niefang, con secciones en Niefang, Evinayong y Acurenam. Finalmente, la 5ª con cabecera en Micomeseng y las dos secciones restantes en Afanening y Valladolid de los Bimbiles. He de señalar que además de este despliegue, existían dos compañías móviles de la Guardia Civil, una en Santa Isabel y otra en Bata. —Ha mencionado las secciones y destacamentos de Acurenam, Mongomo…, lugares y unidades en las que prestó servicios como oficial, ENTREVISTA «La Legión es una magnífica escuela de soldados». ¿en qué consistía exactamente su tra­ bajo? —En estos destacamentos, el ofi­ cial que los mandaba era la máxima autoridad, ejercía funciones de co­­ mandante militar, delegado guberna­ mental, juez de distrito…, todo sobre una población de quince o veinte mil habitantes. Esta experiencia es la más rica en conocimientos humanos que cabe imaginarse, a mí me ha dejado un recuerdo imborrable y me consta que igual le ha ocurrido a los compa­ ñeros que desempeñaron cometidos similares. —Aparte de los militares, ¿qué españoles residían en Guinea y a qué se dedicaban? —En 1967 existía un censo total de 250.000 personas, de ellas 7.000 españoles, funcionarios, comercian­ tes, agricultores, empresarios, sanita­ rios, etcétera. Generalmente residían en los dos núcleos urbanos más importantes: Santa Isabel y Bata. —¿Y cómo eran las relaciones entre españoles y nativos? —Excelentes, nunca hubo proble­ mas. Ha de tenerse en cuenta que en aquella época Guinea contaba con una asistencia sanitaria de lo mejor del continente, e igualmente la ense­ ñanza en sus áreas de primaria y bachillerato. Por otra parte, los nive­ les de ocupación de la población eran similares a los de la metrópoli, tanto en salarios como tipos de trabajo. Sólo en los últimos meses, anteriores y posteriores a la independencia, sur­ gieron algunos grupos radicales antiespañoles, un fenómeno, por lo demás, muy similar a otros localiza­ dos en los nuevos países de África. —Para un español y especialmen­ te si, como usted, era militar, y perte­ El Príncipe Juan Carlos, jefe de Estado en funciones, impone la Medalla del Ejército al entonces capitán Rafael Cárdenas. neciente a la Guardia Territorial, los episodios relacionados con la inde­ pendencia deben traerle recuerdos difíciles de olvidar aún hoy, después de cuarenta años. —Son tantos…, que cuesta traba­ jo ordenarlos. Como primeros pasos hacia la independencia ha de recor­ darse que el 9 de agosto de 1963 las Cortes aprobaron un régimen de autonomía, ratificada el 15 de diciem­ bre. A partir de aquí, la ONU presio­ nó al Gobierno español para que fuese dando los pasos necesarios a fin de conceder la independencia al territorio. Así, tres años más tarde, concretamente el 22 de diciembre de 1966, nuestro Gobierno convocó una conferencia para decidir el futuro del territorio; conferencia que se desa­ rrolló en dos sesiones, llevadas a MILITARES 86 8 MARZO 2009 cabo entre octubre y noviembre de 1967, y abril y junio del año siguien­ te. Al final se acordó que en octubre, concretamente el día 12, se declarase formalmente la independencia. —Con Macías como presidente. —Antes del nombramiento de Ma­­ cías se realizaron elecciones presiden­ ciales. Unas elecciones exquisitamen­ te limpias. Los candidatos fueron el expresidente del Gobierno Autónomo, Bonifacio Ondo, persona moderada y proespañol, De otra parte, Francisco Macías, vicepresidente del Gobierno Autónomo, un hombre culto, ameno y de acusada personalidad; había ejerci­ do durante años como administrativo en nuestras oficinas. En ese momento se mostraba poco favorable a España. Ganó por muy estrecho margen y fue proclamado presidente. —¿Tuvo algún protagonismo la Guardia Territorial por aquellos días? —En efecto. Para los actos solemnes de la firma de la declaración de independencia fue requerida mi presencia en Bata, la capital. Mi principal cometido consistía en dar escolta al ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, en todos sus desplazamientos. El día anterior, a falta de otros oficiales, tomé parte activa al mando de mi sección en la represión de graves disturbios, tales como saqueos a comercios e industrias; he de decir que con total éxito. En menos de una hora se volvió a la normalidad sin grandes problemas. El mismo día 12 por la tarde recibí la orden del ya presidente de la Nación para hacerme cargo, con plenos poderes, del distrito de Evinayong, cuyos habitantes pertenecían a la misma tribu de su adversario Bonifacio Ondo, temiendo posibles revueltas, que no se produjeron. —A partir del 12 de octubre de 1968 Guinea Ecuatorial era ya un Estado soberano, pero ¿qué ocurrió con la Guardia Territorial y en concreto con los militares españoles que la mandaban, entre ellos usted? —De momento permanecimos en nuestros destinos, a la espera de órdenes. En mi caso he de reseñar que a mediados de noviembre, con motivo de una visita de Macías a mi distrito, se alojaba en mi casa, me propuso hacerme jefe supremo de las futuras Fuerzas Armadas del país, lo que suponía adoptar la nacionalidad guineana; obviamente recha- Dos imágenes de Rafael Cárdenas en la Policía Territorial del Sahara. En la segunda, de patrulla. MILITARES 86 09 MARZO 2009 «Macías me propuso hacerme jefe supremo de las Fuerzas Armadas de Guinea». cé esta propuesta. Ya por entonces las relaciones entre España y Guinea se iban deteriorando a pasos agigantados, las arengas radiofónicas del Presidente fomentando el odio a España hacían presagiar para nosotros un final cuando menos desagradable. —Y el Gobierno español, ¿dónde estaba? —En Madrid, y nunca mejor dicho, a miles de kilómetros de nosotros, una desastrosa gestión diplomática española, unida al catastrófico estado económico de Guinea, dieron lugar a la ruptura de relaciones entre los dos países. Pero allí seguíamos nosotros, los militares, prestando servicios en una unidad extranjera de un país recién creado, convulso y caótico, sin recibir órdenes de nuestros mandos naturales ni noticias de nuestro Gobierno. —¿Cuánto tiempo duró esta situación irregular, kafkiana o surrea­lista? —Con esos y otros adjetivos se podría haber calificado. Para mí duró seis meses. Hasta que nuestro cónsul en Bata dio la orden de evacuar a todos los españoles y conducirlos a aquella capital para su repatriación. —¿Fue difícil la operación de repliegue de nuestros compatriotas civiles sobre el puerto de Bata? —Dentro de las dificultades, yo pude llevar a cabo esa misión en mi distrito, otros compañeros quedaron retenidos y no pudieron realizarla. A lo largo de 145 kilómetros, por carreteras o más bien caminos en la selva, una caravana de varios vehículos con unas 30 personas tuvimos que atravesar poblados donde vecinos exaltados ENTREVISTA Rafael Cárdenas, de teniente coronel legionario. habían levantado obstáculos con bidones y troncos para impedirnos el paso. En la mayoría de ellos, rompimos las barreras con los propios vehículos. En algunos nos hicieron fuego, hasta el extremo de que cuando por fin logramos llegar a las inmediaciones de Bata llevábamos muchos la carrocería agujereada, la chapa completamente arrugada y sin cristales en los parabrisas. —¿Qué fue de su familia, se encontraba en Guinea por esas fechas? —Sí, mi mujer, Sonsoles, de sólo 19 años de edad, llevaba en los brazos a nuestro hijo Rafael, un hermoso bebé de sólo seis meses. Si salimos vivos fue por puro milagro, porque entre los coches, el que se llevó la peor parte fue el mío. mn—Y una vez en Bata, ¿cómo se produjo la repatriación? —Sería largo de contar las peripecias previas a nuestro embarque rumbo a Canarias, pero al fin todo se superó y logramos llegar sanos y salvos a España. La repatriación de los últimos españoles de Guinea fue uno de los episodios menos conocidos de nuestra historia reciente. A partir de ahora, creo que ya lo será un poco menos, supongo. Capitán de una tropa legendaria en el desierto De regreso a España, tras la independencia de Guinea, el teniente Cárdenas obtuvo nuevamente destino en el Sahara, ahora en la Policía Territorial, magnífica unidad compuesta por MILITARES 86 10 MARZO 2009 los más aguerridos saharauis; en este destino permaneció hasta la independencia del territorio. —Cuando me incorporé a mi nueva unidad en 1972 era teniente, al año siguiente ascendí a capitán y me fue asignado el mando de la 3ª compañía de la Policía, con base en Smara y destacamentos desplegados a lo largo de la extensa zona noreste del territorio, una extensión similar a la de Andalucía, cubriendo las fronteras con Marruecos, Argelia y Mauritania. La plantilla de mi compañía era de 750 hombres, casi todos nativos, excelentes soldados: valientes, duros y leales como nadie. La verdad es que tuve la suerte de mandar una unidad envidiable. —Con una extensión territorial tan considerable y rayando con tres fronteras no le faltaría trabajo. —En absoluto, de hecho, asistimos al nacimiento de los movimientos de liberación del territorio, especialmente el Frente Polisario, cuyos miembros atacaban con frecuencia nuestros destacamentos dispersos por el desierto. Para mantener la seguridad, las patrullas, motorizadas y a camello, duraban varios días, recorriendo cientos de kilómetros, rastreando y siguiendo las huellas de los grupos rebeldes. Los guardias podían determinar el número de hombres, el tiempo que hacía que habían pasado por el lugar y hasta el tipo de armamento, eran magníficos en todos los sentidos. —¿En alguna ocasión tuvieron enfrentamientos armados con esos grupos de rebeldes? —Varios, pero especialmente tres. El primero ocurrió en el mes de diciembre de 1973 cuando al mando de una patrulla de la zona de UadAarred-El Yam localizamos a un grupo infiltrado desde Marruecos. Al darles alcance se atrincheraron en unas cuevas próximas a la frontera y desde allí nos hicieron fuego. Logra- mos detener a cinco de los nueve componentes, sin que por nuestra parte sufriésemos ninguna baja. El segundo enfrentamiento de importancia tuvo lugar en marzo de 1974, en la zona conocida como Aucaiera. Un grupo de polisarios tiroteó los puestos de Hausa y Edchera. El saharaui, como ya he señalado, es un guerrero que no conoce el miedo, cuando llegamos hasta ellos nos hicieron frente. En el tiroteo, que fue muy intenso, murieron dos, que fueron abandonados por los suyos. Finalmente, en mayo de 1975, un grupo de polisarios compuesto por seis hombres atacó una vez más el puesto de Hausa. Iniciamos la persecución y los localizamos cerca de la frontera de Mauritania. Se hicieron fuertes en un montículo, produciéndose un tiroteo en el que hicimos tres prisioneros, con tres bajas de ellos y ninguna por nuestra parte. Esto era el pan nuestro de cada día en los últimos meses de presencia española en el Sahara. —¿Fue por estas acciones por lo que se le concedió la Medalla del Ejército Individual? —Por éstas y por mi actuación en la evacuación del personal en Guinea. Esta condecoración se creó con el objeto de recompensar a quienes, en tiempo de paz, realicen un hecho que suponga Valor Distinguido, el mismo de la Medalla Militar, unido a las virtudes profesionales sobresalientes. El Consejo Superior del Ejército realizó el preceptivo expediente y lo remitió al Consejo de Ministros. Y en el Diario Oficial número 202, de fecha 7 de septiembre del año 1975, me fue concedida; entonces era capitán. Medalla del Ejército En este momento de la entrevista el general Cárdenas guarda silencio, toma su cartera de mano y extrae de Medalla del Ejército concedida al general Cárdenas cuando era capitán. ella una condecoración con la cinta de color verde, es su Medalla del Ejército. Nos la muestra y nosotros, con la reverencia que imponen los objetos sagrados, la tomamos en nuestra mano y se la devolvemos. Para los entrevistadores era la primera vez que veíamos y tocábamos esa condecoración. —Esta misma Medalla es la que me fue impuesta en El Aaiún por el entonces Príncipe de España en funciones de Jefe de Estado. El acto, por las características históricas en que tuvo lugar, unos días antes de la «Marcha verde», adquirió especial relieve para mí. Hoy creo que sólo somos dos los militares vivos que la poseemos. —¿Quiénes fueron los otros? —El capitán Galera, paracaidista, y los tenientes León, de Ingenieros, y Morejón, de Operaciones Especiales, todos fallecidos. También un sargento de la Guardia Civil, hoy oficial, que resultó gravemente herido en un enfrentamiento con ETA, y cuyo nombre lamento no recordar ahora. MILITARES 86 11 MARZO 2009 —Y con su brillante Medalla del Ejército en la guerrera asistió usted a las últimas operaciones en el Sahara. Después, cuando se entregó el territorio, ¿cómo quedó el capitán Cárdenas? —Podéis imaginarlo, como todos los militares, desconcertado. El Sahara fue para miles de compañeros su mejor escuela, su segunda patria, su propia tierra, por la que habían dejado lo mejor que tenían humana y profesionalmente. En mi caso volví a mi tierra natal, a San Roque, donde obtuve vacante en el Regimiento de Infantería. A los pocos meses me hallaba destinado en La Legión, en el tercio Duque de Alba, de guarnición en Ceuta. Legionario por segunda vez, ahora en los empleos de capitán y comandante. Los años de madurez del militar, vistiendo el uniforme de la legendaria unidad, permiten al general Cárdenas emitir un juicio sobre aquellas tropas y su papel en el organigrama del Ejército español de antes y de hoy. —La Legión, desde su fundación, ha sido la unidad a que todo militar le hubiera gustado pertenecer. Desde mi punto de vista, conserva las virtudes de siempre, y con el paso del tiempo ha mejorado, ha pulido muchos defectos. Hoy se encuentra a la vanguardia de las unidades más operativas y mejor adiestradas de Europa, como está demostrando en las diversas misiones internacionales en las que participa. Por mi parte, he de decir que me siento legionario de los pies a la cabeza, once años en el Tercio creo que me permiten esta pequeña vanidad personal. «La Medalla del Ejército me fue impuesta en el Aaiún por el entonces Príncipe de España en funciones de Jefe de Estado». ENTREVISTA Coronel Jefe de la Guardia Real —Después de La Legión pasó a la Guardia Real de la Casa de S. M. el Rey, ¿puede considerar esta destino como el broche de oro de su carrera militar? mn—Sin duda. Yo he pertenecido a ella, primero como teniente coronel y después, ya coronel, como primer jefe. Esta unidad presenta unas carac­ terísticas que la hacen distinta a las demás de nuestras Fuerzas Armadas; entre otras, por su especial misión, que es garantizar la seguridad y rendir honores a S. M. el Rey y demás miembros de la familia Real, además de prestar análogos servicios a los jefes de Estado extranjeros. Por estar formada por personal de los tres Ejér­ citos, Guardia Civil y Cuerpos Comu­ nes puede calificarse de excepcional. —Cabe suponer que para realizar esas misiones los componentes de la unidad poseerán una considerable preparación militar. —En el aspecto operativo, la Guar­ dia Real está perfectamente prepara­ da. Nunca se abandonan la instruc­ ción ni los ejercicios de tiro ni manio­ bras en el campo. La unidad puede constituirse, en caso necesario, como unidad de combate, tipo agrupación táctica sobre la base de sus dos bata­ llones armados. Lo único que precisa es apoyo de fuego y apoyo logístico en determinas circunstancias. —Al ascender a general cesa en el mando de la Guardia Real, ¿cuál fue su siguiente destino? —Entre todos los posibles, que para un general no son tantos como para el joven teniente de antaño, opté una vez más por Ceuta, en esta querida ciudad desempeñé el cargo de Segundo Jefe de la Comandancia General. Este fue el cierre de mi vida profesional. Comenzamos en el Estrecho, con el nacimiento y primer destino, y terminamos en el Estrecho, no se puede ser más consecuente con una Ya de coronel, Rafael Cárdenas mandó el Regimiento de la Guardia Real. vocación y con una tie­ rra. Como cierre de esta entrevista formulamos la pregunta que se dedu­ ce de cuanto hemos venido hablando, las vi­­ vencias excepcionales de un pasado singular, y la huella que han dejado en el alma del soldado. —Usted ha vivido en primera persona los procesos de indepen­ dencia de los últimos territorios coloniales de España, ¿qué le queda de cada una de ellas? —La independencia de Marruecos me cogió en la Academia, si bien volví a Larache, a casa de mis padres, meses después; la de Guinea, ya lo he dicho, fue mi prime­ ra experiencia profesional y humana; en cuanto al Sahara, vi con dolor cómo se arriaba nuestra Bandera. En el pri­ mero de los casos me quedó el recuer­ do de una infancia y juventud ya lejana, con amigos que aún conservo; la segun­ da me dejó los recuerdos de un paisaje excepcional, de la selva, de las formas de vida de sus habitantes; y la tercera, sin duda, el recuerdo del hombre, del saharaui, del guerrero noble y valien­ te como ningún otro conocido por mí. Es difícil sintetizar en unas frases la experiencia de toda una vida. En el Centro Cultural de los Ejér­ citos, donde realizamos esta entrevis­ ta, alguna mirada se cruza con la nuestra, es la de algunos socios que reconocen al general, pasan como de «En el aspecto operativo, la Guardia Real está perfectamente preparada». MILITARES 86 12 MARZO 2009 puntillas a nuestro lado y se acomo­ dan cada cual en su sillón de siempre. Nosotros vamos recogiendo los pape­ les llenos de notas y se dispara un par de veces el flash de la cámara de fotos. Pero antes de acabar lanzamos la última de las últimas preguntas, una pregunta que no quisiéramos que se nos quedase en la recámara. —Desde su experiencia de man­ do, ¿cómo ve el futuro de nuestras Fuerzas Armadas? —Nuestras Fuerzas Armadas tie­ nen ya un carácter multinacional, par­ ticipando cada vez más en conflictos internacionales. Son diferentes a las de hace unos años, pero a la vez son las mismas de siempre, diferentes por las misiones, pero idénticas por el espíritu de sus hombres y su preparación. Hoy, pese a la drástica disminución de sus efectivos, están perfectamente prepa­ radas y dotadas para desempeñar un excelente papel tanto en España como en cualquier parte del mundo. Equipo MILITARES