PONENCIA INDIVIDUAL SUB-TEMA I LA INSTITUCION DE LA PRUEBA Y EL PRINCIPIO SOLVE ET REPETE EN EL PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO TRIBUTARIO GUILLERMO RUIZ SECADA * I. ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS 1) Partimos de la premisa que los llamados actos procesales que desarrolla el Estado a fin de cumplir con una de sus actividades primordiales, como es la aplicación y percepción de tributos, deben ser realizados de forma tal que respeten rigurosamente los derechos del contribuyente. En este aspecto consideramos que las normas señaladas en el procedimiento tributario constituyen verdaderos límites a la actuación del Estado en defensa y protección de los derechos del contribuyente, y no como probablemente algunos funcionarios de la Administración piensan, derechos preponderantemente en beneficio del Fisco para el desenvolvimiento de sus actividades. * Por esta razón compartimos el criterio de GIULIANI FONROUGE1 cuando sostiene que “no se trata, únicamente de prestarles amparo a los contribuyentes frente a las extralimitaciones de los funcionarios, sino, esencialmente, de evitar que las normas y principios jurídicos resulten desvirtuados en los hechos”. La no comprensión de este criterio mantiene vigente la afirmación de DE JUANO2 cuando señala que la lucha entre el discrecionalismo administrativo o fiscal y la necesidad de fundamentar las decisiones tributarias sobre el postulado de justicia tiene una permanencia cuyo punto final resulta verdaderamente imprevisible, como consecuencia de la frecuente resistencia de los funcionarios recaudadores a someterse a un régimen de derecho. Abogado; Miembro del Instituto Peruano de Derecho Tributario. 127 2) Resulta importante tener en cuenta que en el Proceso Administrativo Tributario existen dos etapas, estas son la puramente administrativa y la contenciosa administrativa, existen pues dos procesos y dos procedimientos. La primera ejecuta la legislación, en ella existe un proceso administrativo que se realiza mediante un procedimiento que significa el orden regulado, y que constituye un medio de realización y no un fin. La segunda aplica el derecho a la contienda, por lo que hay un proceso contencioso administrativo que supone enjuiciamiento de la Administración ante un órgano independiente, con su correspondiente procedimiento. Esta distinción es formulada por FIORINI,3 la cual compartimos. 3) Un aspecto fundamental a tomar en cuenta consiste en que es necesario que en la primera etapa del procedimiento la normatividad sea todo lo clara posible, precisamente como una garantía en el correcto desenvolvimiento de la Administración. Puesto que así ésta tenga facultades discrecionales, esto en modo alguno significará que se pueda actuar arbitrariamente, porque sería atentar contra el orden jurídico. De allí que recogemos la sugerencia de la necesidad de reglamentar los procedimientos administrativos de la etapa anterior a la contenciosoadministrativo asegurando derechos mínimos como la publicidad, acceso 128 al expediente, motivación de la decisión entre otros. 4) Respecto a la segunda etapa, o al procedimiento contencioso tributario, diremos que resulta aparentemente contradictorio que el órgano que ejerce determinado acto administrativo, que muchas veces termina vulnerando derechos del contribuyente, sea el encargado de fallar sobre el fondo del asunto. Al respecto nos ilustra GIULIANI FONROUGE señalando que es una incongruencia conferir funciones decisorias a la propia autoridad que creó la situación jurídica a dilucidar, por ser inherente a la jurisdiccionalidad que la función de juzgar pertenezca a un órgano independiente de los contendientes. Agrega que no es forzoso que corresponda al poder judicial, que lo importante es la situación de independencia y no el ámbito en que está enmarcado el organismo, de modo que si es posible asegurarla en forma efectiva en la esfera administrativa especialmente mediante la inamovilidad de los miembros. Finalmente la posibilidad de interponer un recurso de revisión ante la Corte Suprema, salva cualquier escrúpulo fundado en la invasión del ejercicio de funciones judiciales por parte del poder ejecutivo. Sobre el mismo tema resulta ilustrativo ver el criterio adoptado por la Corte Suprema de Argentina que señala que las facultades jurisdiccionales a órganos administrativos es uno de los aspectos que en mayor grado atribuyen nueva fisonomía al principio de la división de los poderes, constituyendo una típica modalidad que responde, en forma pragmática, al premioso reclamo de los hechos que componen la realidad de este tiempo y que no pudieran imaginar los constituyentes del siglo pasado. Ello es compatible -agrega la Corte- con la ley fundamental, pues la creación de órganos, procedimientos y jurisdicciones especiales -de índole administrativa- permite que sea más efectiva y expedita la tutela de los intereses públicos por la creciente complejidad de las funciones de la administración; pero sin que tal doctrina implique el otorgamiento incondicional de atribuciones, pues la actividad de tales órganos se encuentra sometida a limitaciones de jerarquía constitucional que no es lícito transgredir, y entre ellas se cuenta, ante todo, la exigencia de control judicial suficiente. Esta exigencia de “control judicial suficiente” nos permite compartir lo dicho por el uruguayo VALDEZ COSTA de que “la Administración no puede nunca tener las facultades de decidir definitivamente sus relaciones jurídicas con los contribuyentes”, porque repugna a la equidad y al concepto de una justicia verdadera, ser juez y parte. DE JUANO sobre el tema nos dice que el juez viene aquí a ser juzgador de sus propios actos, por cuanto primero actúa como funcionario de la llama- da Administración activa (primera fase del proceso administrativo tributario) al recaudar el impuesto y luego a decidir en base a una actividad jurisdiccional, separándose ambas esferas lo que, en realidad de las cosas resulta ilógico si se la mira desde el basamento de la Justicia. DE JUANO citando a GIULIANI FONROUGE señala que no se puede pretender que el funcionario cambie su mentalidad y se aísle del medio en que actúa, deje a un lado la solidaridad con el cuerpo y se ubique en la situación de imparcialidad necesaria para decidir las contiendas en que el mismo o sus partes han actuado. Agrega, que hasta la propia “mentalidad administrativa” se opone a esa solución. Todos estos interesantes planteamientos nos deben llevar a meditar a fin de preservar el principio de justicia que es el fin en sí del derecho y esforzarnos en seguir la recomendación señalada en el punto 3) a fin de lograr una correcta y justa normatividad del procedimiento administrativo en sus dos etapas, que constituya un verdadero dique de contención a la inevitable “mentalidad administrativa”, y así evitar la consecución de actos arbitrarios. La historia ha registrado que el mecanismo que el poder ejecutivo tiene en sus manos de ser juez y parte, puede llevar a generar recelo y suspicacia, pues los contribuyentes pueden ir perdiendo la fe en la justicia tributaria debido a que las resoluciones y decisiones impositivas no satisfacen este principio. Cabe señalar el notable 129 ejemplo que nos muestra DE JUANO de este recelo y desconfianza, el mismo que generó resistencias colectivas de tipo violento con el movimiento POUJADE que reflejara activamente la rebelión de los contribuyentes. La falta de equidad en lo contencioso fiscal dícese era “lo que más sublevaba a los contribuyentes de Francia”. 5) En el procedimiento contencioso tributario existen temas como el de La Prueba y el del Principio SOLVE ET REPETE, temas que a continuación desarrollaremos como ejes centrales del presente trabajo. II. LA PRUEBA Considerando que la Institución de la Prueba se encuentra amplia y extensamente desarrollada en el campo del Derecho Procesal Civil, nos limitaremos únicamente a dar nuestro punto de vista sobre las peculiaridades de la misma en el campo del derecho contencioso-tributario. El articulado de esta institución, en nuestra legislación la consideramos lacónica, pues se regula únicamente en cinco artículos. Cuatro de éstos (arts. 123, 124, 131 y 141) están ubicados en el Capítulo IV, bajo la denominación Del Procedimiento, del Título Primero con la denominación Del Procedimiento en Vía Administrativa, del Libro Tercero con la denominación De Las Reclamaciones y Recursos, del Código Tributario. El quinto artículo (141) se encuentra ubicado en el Título II bajo 130 la denominación Del Procedimiento Ante el Poder Judicial, del mismo Libro Tercero. El hecho de que no exista una frondosa legislación en modo alguno significa que la misma sea insuficiente, por el contrario, debido a la opción legislativa asumida consideramos que es suficiente. Las normas referidas a la Prueba deben ser interpretadas en concordancia con las normas del Código de Procedimientos Civiles y con las normas pertinentes del Reglamento de Procedimientos Administrativos. Sumados estos tres cuerpos legales veremos que nos encontramos frente a una abundante legislación, la misma que finalmente se complementa con las Resoluciones del Tribunal Fiscal de observancia obligatoria. A continuación señalamos los aspectos que consideramos más importantes. Las Pruebas Actuables Según el art. 122 del Código Tributario las únicas tres pruebas de las que el contribuyente puede hacer uso en el Procedimiento de Reclamación son las siguientes: 1. La instrumental. 2. La pericial. 3. La de inspección por la administración tributaria. Ateniéndonos a lo establecido en los artículos 75 y 77 del Reglamento General de Procedimientos Administrativos, podemos agregar una cuarta prueba actuable y esta es la solicitud que puede formular el contribuyente al Organo de Resolución de informes, opiniones o dictámenes de otros órganos de la administración pública sobre aspectos del asunto controvertido. La primera cuestión a dilucidar es la de establecer cual fue la razón que llevó al legislador del Código Tributario a limitar sólo la actuación de estas pruebas. En nuestro ordenamiento procesal civil existen en términos generales la posibilidad de ofrecer y actuar las siguientes pruebas: 1. La confesión. 2. Juramento Decisorio. 3. Inspección Ocular. 4. Instrumentos. 5. Testigos. 6. Peritos. Primeramente diremos que no es exclusividad del Procedimiento Contencioso Tributario el limitar la actuación de determinadas pruebas. En determinados procedimientos civiles la propia ley ha limitado la actuación de pruebas como el caso del juicio por pago de intis por adeudos de arriendos de inmuebles (art. 958 del C.P.C.). El Principio de Economía Procesal es la razón que justifica esta limitación. Sin embargo debemos reparar que en los casos en que la ley procesal civil introdujo estas limitaciones, lo hizo atendiendo a la singularidad y especificidad de la contienda. Estas no se dan en el caso de los procedimientos contenciosos-fiscales, pues existe una infinidad de situaciones distintas y complejas que no permite el encasillamiento logrado en la ley procesal civil. Hay quienes afirman que de no ponerse límites en cuanto a las pruebas actuables, puede llegarse a extremos absurdos que llevarían a dilatar innecesariamente un procedimiento. Sin embargo, ante lo justo de esta apreciación, hay que estar sumamente atento a fin de evitar un recorte abusivo en el legítimo derecho a la defensa del contribuyente. El Principio de Economía Procesal bien dosificado resulta sumamente conveniente, mal dosificado constituirá un despropósito que terminará vulnerando derechos fundamentales de los contribuyentes. Estas limitaciones en cuanto a las medidas de prueba utilizables en el Proceso, no se dan en la mayoría de los países. En este sentido cabe señalar las normas del Código Fiscal de Estados Unidos, que autoriza a la TAX COURT a requerir la concurrencia y declaración de testigos y la producción de toda clase de declaraciones juradas, libros, papeles, documentos, correspondencia y otras pruebas, y al Código Fiscal de México, que declara “Admisible toda clase de prueba, excepto la de confesión de las autoridades y las que no hayan sido ofrecidas ante la autoridad demandada en la fase oficiosa del procedimiento”. En el 131 caso de Argentina puede decirse que en principio son admisibles todos los medios probatorios aceptados por la legislación procesal en materia civil, que reconoce aplicación supletoria. GIULIANI FONROUGE sostiene que las características de la materia tributaria, que por lo general se relaciona con hechos económicos y en medida preponderante con operaciones comerciales, determina que las pruebas de mayor relevancia sean la documental (exhibición o revisión de libros, balances, correspondencia, etc.), la de informes (de reparticiones oficiales, entidades o cámaras gremiales, comerciantes o industriales) y la pericial especialmente la de orden contable. Queremos dejar sentada nuestra posición respecto a las limitaciones de los medios probatorios a utilizarse. Nos parece sumamente importante, atendiendo a criterios de economía procesal, que se establezcan algunas limitaciones, pero resulta un despropósito que por estas razones se terminen poniendo en riesgo legítimos derechos de los contribuyentes. Ha quedado perfectamente claro que la materia tributaria se relaciona fundamentalmente con hechos económicos y con apreciaciones de índole mercantil, es por ello, que no cabe duda alguna, que las principales pruebas, o las de mayor relevancia, son las recogidas por nuestro Código Tributario. Sin embargo, nos parece que el legislador al impedir el ofrecimiento y 132 actuación de los otros medios probatorios establecidos en el Código de Procedimientos Civiles, ha puesto en riesgo la posibilidad que se vulneren derechos de los contribuyentes. Debemos de insistir en que jamás un legislador debe de perder de vista el norte que orienta su actuación. No debe traicionar el fin en si del derecho, que es el de justicia, por otros valores importantes pero subalternos. Creemos que existen otros caminos que se pudieron haber seguido, y que en modo alguno se contraponen con los afanes de la economía procesal. Por ejemplo, se pudo haber dado facultades al órgano administrativo correspondiente a fin de que él sea quien aprecie la pertinencia o no de las pruebas ofrecidas, y que en tal sentido emita una resolución frente a la cual se pudiese apelar ante el órgano superior jerárquico. No cabe duda que este procedimiento probablemente dilate un poco más el proceso, pero en aras de la justicia tiene plena justificación. La economía procesal es importante sin duda alguna, su finalidad es evitar una demora excesiva. Pero a diferencia del Proceso Civil, que busca dar contenido al concepto que establece que “justicia que tarda no es justicia”; en el caso del Proceso Contencioso Tributario no sucede lo mismo. La única finalidad que busca el Estado, y de ahí su interés de celeridad procesal, es lograr obtener el ingreso económico al que se cree con derecho. La demora no beneficia al contribuyente, pues el mecanismo implacable de la indexación de la deuda tributaria, hace que éste viva en constante angustia, que éste sea el principal interesado en que la contienda finalice lo antes posible. El transcurso innecesario y excesivo del tiempo, pueden ponerlo en una situación económica grave tomando en consideración las actuales circunstancias de hiperinflación que soportamos Esta argumentación no hace sino poner en evidencia que la limitación en la utilización en los medios probatorios establecidos en el art. 122 de nuestro Código Tributario, ha devenido en obsoleta, En otros tiempos, en donde no existía el mecanismo del reajuste de la deuda tributaria, era correcto suponer que el excesivo dilatamiento del proceso, beneficiaba económicamente al contribuyente malicioso. Pues para éste era un buen negocio posponer el pago lo máximo posible, para que así logre una rentabilidad del dinero destinado a pagar tributos. El Estado en estas circunstancias sufría un menoscabo importante en su efectiva recaudación. Esto hoy no ocurre. La economía procesal es un principio frente al cual el contribuyente es el principal interesado en que se cumpla y respete; por lo que carece de fundamento suponer que hoy, algún contribuyente pretenda actuar pruebas innecesarias con el fin de dilatar el procedimiento en su beneficio. Resulta pues importante, a nuestro entender, empezar a meditar en una modificación del art. 122 de nuestro Código Tributario. Pues todo indica que los gobiernos de los países mencionados, cuyas legislaciones permiten la utilización de todos los medios probatorios, han logrado conciliar el problema de la economía procesal con el disfrute por parte de los contribuyentes del pleno ejercicio de la defensa. No nos cabe la menor duda que los fallos de la Administración en estos países, gozan de una mayor aceptación y legitimidad que en países cuya legislación en esta materia es como la nuestra. Art. 123 del Código Tributario Queremos llamar la atención en la manera como está redactado el artículo 123; en él se establece que el órgano encargado de resolver puede, en cualquier estado del procedimiento ordenar de oficio “las pruebas que juzgue necesarias”. Nos parece correcto que el órgano encargado de resolver, pueda tener esta potestad, porque de lo que se trata en definitiva, es de que quien resuelva la contienda, tenga en sus manos todos los elementos necesarios que le permitan formarse un criterio. Sin embargo no hay que perder de vista que precisamente el órgano que resolverá goza de esa mencionada facultad de ser juez y parte. Por más objetividad que pretenda, nos parece imposible que pueda desarraigarse de lo que algunos tratadistas señalan como “mentalidad administrativa”. Esto, sin embargo, puede ser bien encausado si las propias normas limitan la actuación del órgano administrativo. En esta línea de pensamiento, consideramos que por un 133 principio elemental de equidad, la interpretación sobre cuales son los medios probatorios que puede utilizar la Administración, a que se refiere el art. 123 mencionado, deben limitarse a los mismos medios probatorios que se le permiten a los contribuyentes. De no ser así, significará el rompimiento de un equilibrio indispensable que debe existir para las partes de un proceso. Sin la existencia de un sano equilibrio no hay posibilidad de lograr una correcta administración de justicia. Manual del Código Tributario, nos señala cuatro situaciones en las que no se aplica la regla general de la carga de la prueba por presumirse el hecho alegado. Estas presunciones operan bajo diversos fundamentos entre los cuales mencionamos los siguientes: 1. Presunción de un hecho por ser la necesaria consecuencia de otro. 2. Presunción de un hecho al demostrarse otro cuya realización normalmente precede a la de aquél. De la Carga de la Prueba Respecto a la carga de la prueba, pensamos que resulta aplicable el principio general que establece que quien afirma un hecho es el interesado en probarlo y debe preocuparse en su demostración; como en el procedimiento contencioso-tributario, es el contribuyente quien recurre, por tanto a éste incumbe la carga de la prueba. Este parece ser el criterio adoptado en la mayoría de las legislaciones. Este principio general, según nos lo manifiesta GIULIANI FONROUGE, reconoce excepciones, como por ejemplo, cuando en la Argentina, la administración practica una determinación de oficio con base presunta y el contribuyente la impugna por irrazonable o arbitraria, en este caso el órgano jurisdiccional puede exigir a la Administración que pruebe y justifique sus actos. Sobre este mismo tema la Editorial Economía y Finanzas, en su obra 134 3. Presunción de un hecho por conformarse a lo que sucede generalmente. 4. Presunción de un hecho al no ocurrir otro que normalmente habría ocurrido si el primero no se hubiese realizado. Lo hasta aquí señalado pensamos, nos da algunas pautas y criterios a tomar en cuenta en una próxima reforma del procedimiento contencioso tributario vinculado al tema. III. EL PRINCIPIO REPETE SOLVE ET Origen FONROUGE nos da algunas pistas. Se origina en el Derecho Romano cuando en tiempos de la República, el edicto del pretor invirtió el orden normal del procedimiento asignado al contribuyente la condición de “parte actora” para llegar a la declaración de ilegitimidad de la pignoris, causa otorgada a los publicanos; de allí habría pasado al derecho imperial, concretándose luego en la ley italiana de 1865 sobre contencioso-administrativo y en las normas tributarias de otras naciones. Antes de entrar a analizar como funciona este principio en nuestra legislación, veamos que nos informa la doctrina. Para HÉCTOR VILLEGAS4 significa que cualquier contribuyente que en una contienda tributaria discuta al fisco la legalidad de un tributo, previamente debe pagarlo. Considera que en los actuales tiempos no tiene razón de ser y que no puede darse a este principio una fundamentación jurídica, dado que su finalidad es puramente económica: impedir que mediante la controversia el contribuyente obstaculice la recaudación. Para GIULIANI FONROUGE, ninguna de las explicaciones propuestas para justificar el “solve et repete” resulta plenamente satisfactoria. Sostiene que todas encierran algo de verdad y algo de artificio. Considera que la más adecuada a la independencia del derecho financiero y al funcionamiento de la regla, es la proporcionada por GRIZIOTTI, que la considera una institución autónoma con finalidad protectora de las finanzas públicas. Señala que no es una institución que se imponga por tener una clara fundamentación jurídica. Finalmente conclu- ye su punto de vista señalando que, si bien es verdad que debe asegurarse el interés fiscal, poniéndolo a cubierto de malévolas argucias y expedientes dilatorios, tal finalidad puede obtenerse por diversos medios -penas y recargos, fianzas, etc.- sin necesidad de recurrir a un medio justamente condenado como “inicuo” e “instrumento de tortura” llamado a desaparecer. Adelantando opinión, manifestamos que compartimos los criterios de VILLEGAS Y FONROUGE. Consideramos que la mejor manera de comprender a cabalidad en qué consiste este principio, puede ser logrado si prestamos atención a algunas de las explicaciones o justificaciones a esta institución que han sido ensayadas. A continuación las señalamos: a. Una primera corriente (MATTIROLO, QUARTA, UCKMAR, SCANDALE, MOFFA, entre otros) considera este principio como un privilegio del fisco, establecido con la finalidad práctica de que la actividad del Estado no resulte perturbada por dilaciones en la oportuna percepción de los tributos. Los juristas italianos rechazan esta explicación ya que de ser exacta, resultaría incomprensible que el pago previo no fuera exigido en las impugnaciones ante Organismos Administrativos, pues tan dilatorio sería ello como la discusión ante la autoridad judicial. 135 b. Como rechazo a la primera corriente aparece la tesis administrativista de MORTARA, compartida por BODDA, VITTA, ORLANDO, BORSI, D’ALESSIO Y BIELSA. Se señala que no sé trataría de una norma de excepción en favor del fisco, que invierte principios procesales al establecer la ejecución antes que la decisión, sino en una consecuencia normal de la actividad de la Administración, que constituye un complemento lógico de las limitaciones al ejercicio del poder jurisdiccional sobre los actos de aquella. Este principio deriva de los principios de legitimidad y ejecutoriedad del acto administrativo. Se ha objetado esta corriente señalando que no existe una relación necesaria entre los principios de legitimidad y ejecutoriedad, por una parte, y el solve et repete, por otra, pues en muchos países en que también imperan aquellos, el pago previo no es condición requerida para la discusión ante la autoridad judicial. c. Para GRIZIOTTI, el principio constituye una institución autónoma del derecho financiero, y reviste el carácter de “medida protectora de política financiera”, cuya finalidad, función o motivo, es proteger las finanzas públicas, erigiendo una valla contra los contribuyentes de mala fe. De la Legislación Comparada 136 Creemos importante señalar que el requisito del pago previo es desconocido en las principales legislaciones tributarias. En Inglaterra se suspende el procedimiento de ejecución, si el interesado deduce oposición al reclamo fiscal y en Alemania ocurre otro tanto, aunque mediante caución; en Suiza existe el “recurso de impuesto”, interruptivo de los efectos de la Administración, aparte de que en el proceso de ejecución aún puede deducirse “oposición”, lo cual permite la discusión sobre el crédito tributario; en Estados Unidos la determinación administrativa puede ser materia de amplia discusión ante la TAX COURT, con efecto suspensivo de la obligación; y aún se permite ulterior controversia ante el Poder Judicial sin pago previo, a menos que las Cortes de Justicia, ejercitando sus amplios poderes exijan el pago o el afianzamiento; en Francia, el proceso se formaliza sin el pago previo y en México es menester asegurar el interés fiscal al interponer demanda contenciosa ante el Tribunal Fiscal de la Federación pero, sin efectuar el pago, pues el procedimiento de ejecución administrativa puede suspenderse por otros medios, tales como la fianza, prenda o hipoteca, depósitos de dinero, secuestro convencional, etc. En la Legislación Nacional Para nosotros este principio lo recoge el art. 139 del Código Tributario, al establecer que para ser admitido el recurso de revisión “será requisito indis- pensable la presentación del comprobante de pago de la deuda tributaria o de la fianza bancaria por el monto de la misma”. Debemos reconocer que el legislador flexibilizó este concepto con la alternativa del otorgamiento de la fianza alejándonos en este aspecto de la Ley Nacional Argentina 11683 considerada como una “ley que adoptaba el principio con excesivo rigor”, y más bien acercándonos al modelo mejicano que permite asegurar el interés fiscal sin el pago previo, mediante el otorgamiento de fianzas, prendas, hipotecas, entre otras. Creemos que no resulta difícil aceptar los criterios de VILLEGAS Y FONROUGE si observamos cuál es el verdadero sustento de este principio. Es irrefutable la afirmación que considera que a este principio no se le puede dar una fundamentación jurídica no obstante los interesantes pero inconsistentes criterios de quienes plantearon la tesis administrativista (BIELSA, D’ALESSIO entre otros). Habiendo fracasado la posibilidad de una fundamentación jurídica del principio solve et repete, coincidimos con GRIZIOTTI que el mismo constituye una medida protectora de política financiera. Si hemos llegado a aceptar que la única finalidad de este principio es la de servir de protección a las finanzas públicas, creemos que resulta interesante tomar en cuenta como se llega a esta misma finalidad en otros países, sin tener que recurrir a este principio, el mismo que realmente constituye una tortura al contribuyente. El simple sentido común nos señala que este principio atenta contra los derechos del contribuyente y contiene una alta dosis de arbitrariedad, puesto que, si se está en plena contienda, finalmente, ¿por qué el Estado debe ser el que se garantiza en detrimento del contribuyente?, en contrapartida, ¿qué garantía se le da al contribuyente? A simple vista podemos observar un desequilibrio abusivo que no contribuye en nada a legitimar la potestad jurisdiccional que se le ha otorgado a la Administración. Las partes que se encuentran en contienda deben de gozar exactamente de los mismos derechos y garantías, de lo contrario podríamos empezar a dudar de la imparcialidad del órgano actuante. Será pues para nuestra legislación un grave avance recoger los planteamientos de la Doctrina moderna y dejar de lado este obsoleto y jamás bien justificado principio. Nuestro legislador, como lo hemos señalado, ha flexibilizado el principio del solve et repete mediante la fianza. Esta medida en principio nos parece correcta, sin embargo consideramos que cuando la misma fue diseñada, no estuvo en mente del legis- 137 lador el preveer que nuestro país ingresaría a la actual situación de crisis económica. En países con cierta estabilidad económica, el que un contribuyente recurra al sistema financiero en busca de una fianza es algo tan común que nadie imaginaría la posibilidad de tener problemas para su acceso. Sin embargo, esto no lo podemos afirmar en nuestro medio. La actual situación de parálisis y postración económica en la que nos encontramos, la desaparición casi absoluta del crédito, la situación de iliquidez reinante, las altas y variantes tasas de interés son sólo algunos de los elementos que nos permiten deducir que quien recurre en busca de una fianza, por lo menos encontrará algunos inconvenientes. Esta situación se ha venido agravando a tal extremo, que los bancos y financieras, muchos de ellos al borde del colapso, tengan innumerables dificultades para otorgarlas. Si la posibilidad de acceso a las fianzas se comienza a dificultar, como hoy viene ocurriendo, sin tocar el tema de su alto costo, costo absolutamente irrecuperable e injusto que soportará el contribuyente, llegaremos a la conclusión que la flexibilización de la que hablamos se está evaporando, y que el único camino que le estaría quedando al contribuyente es el pago previo inevitable del tributo. Si éste, como es algo común en nuestro medio, carece de los recursos económicos suficientes, se encontrará impedido de ejercer el recurso de revisión, lo que significará que se le está impidiendo la utilización de una instancia, que precisamente es la judicial en clara violación a su derecho de defensa. Creemos que lo dicho hasta aquí, justifica plenamente la afirmación de que es de imperiosa necesidad, en aras de los principios de justicia y equidad, que se suprima el principio SOLVE ET REPETE en nuestra legislación, o por lo menos se invierta su aplicación generalizada, tal como se ha hecho en los Estados Unidos, en donde las Cortes de Justicia tienen la facultad de exigir el pago o el afianzamiento atendiendo a cada situación. Lima, Perú, Octubre 1990. BIBLIOGRAFIA 1 2 3 4 Giuliani Fonrouge, Derecho Financiero - Volumen 2. Fiorini, Proceso Administrativo y Proceso Contencioso Administrativo. Manuel de Juano, Curso de Finanzas y Derecho Tributario, Tomo I. Héctor Villegas, Curso de Finanzas, Derecho Financiero y Tributario, Tomo I. 138