LA ORACIÓN COLECTA El último de los ritos iniciales es la oración llamada “colecta”, respecto de la cual leemos en la Instrucción General del Misal Romano: «[…] el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, juntamente con el sacerdote, guardan un momento de silencio para hacerse conscientes de que están en la presencia de Dios y puedan formular en su espíritu sus deseos. Entonces el sacerdote dice la oración que suele llamarse “colecta” y por la cual se expresa el carácter de la celebración. Por una antigua tradición de la Iglesia, la oración colecta ordinariamente se dirige a Dios Padre, por Cristo en el Espíritu Santo y termina con la conclusión trinitaria […]» Aunque este numeral cincuenta y cuatro es bastante claro, no está de más detenerse a considerar las implicaciones de lo que apunta. En primer lugar, fijémonos que la oración colecta está precedida de un momento de oración que podríamos llamar personal; ya que después de decir o cantar «Oremos» y antes de empezar a rezar la plegaria prescrita en el Misal Romano, el sacerdote deja un espacio de silencio. Este lapso podría pasar desapercibido y pensarse que se trata simplemente de esperar a que el acólito -o en su defecto, el monaguillo- llegue con el libro donde está impresa la plegaria que debe rezarse, pero nada más lejos de la realidad. Al contrario, es necesario educar a todos los fieles para la provechosa vivencia de este momento. Ciertamente, es importante que el espacio de tiempo sea lo suficientemente prolongado para cumplir con su cometido, pero, ante todo, es esencial que cada persona participante en la eucaristía se acostumbre a presentarle al Señor sus necesidades, las intenciones particulares que tiene para esa celebración litúrgica. Una vez que ha pasado ese lapso suficientemente prolongado, el sacerdote pronuncia la “oración colecta” que el Misal Romano tiene prevista para las distintas celebraciones a lo largo del año litúrgico. Con esta plegaria se recogen, resumen y presentan al Señor todas las intenciones que los fieles han expresado personalmente en el silencio de su corazón. Es un maravilloso ejemplo de cómo la liturgia sabe integrar perfectamente los espacios de oración personal verdaderamente necesarios, haciendo que deriven o prolonguen la plegaria comunitaria. A propósito de esa oración pronunciada por el sacerdote en nombre de todos los fieles, quizá convenga agregar una breve consideración respecto de la actitud corporal que la acompaña; pues el sacerdote la dice con las manos extendidas. En efecto, el Ceremonial de los Obispos recuerda que «Es costumbre en la Iglesia que los Obispos o los presbíteros dirijan a Dios las oraciones estando de pie y teniendo las manos un poco elevadas y extendidas» (n° 104). Esta manera de colocar los brazos concuerda perfectamente con el sentido de la oración colecta tal y como se acaba de explicar. Es cierto que en virtud de la condición sacerdotal derivada del Bautismo, todos los fieles pueden dirigirse a Dios para invocar su protección y recibir sus bendiciones, pero en las celebraciones litúrgicas debe manifestarse que algunos miembros de la Iglesia han recibido el especial encargo de orar de manera particular por los hermanos cuya cura pastoral se les ha confiado. No debe extrañar -entonces- que en el contexto de una celebración litúrgica ese gesto aparezca reservado para aquellos a quienes se les ha confiado un ministerio ordenado. Así lo muestran también las indicaciones del Bendicional; en donde se dice que cuando las bendiciones son hechas por un laico, éste dice la oración respectiva con las manos juntas. Más aún, es interesante anotar que, al desempeñar su ministerio propio en el contexto de la celebración eucarística, al mismo diácono se le pide no extender las manos ni siquiera en el rezo del “Padre nuestro”1. Finalmente, como bien lo apunta la Instrucción General del Misal Romano, debemos subrayar que la “oración colecta” también tiene la función de expresar el carácter de la celebración. Esto se nota de manera particular cuando se trata de una festividad, tanto del “Propio del tiempo” como del “Santoral”; la “colecta” muestra la naturaleza de la celebración litúrgica que se está viviendo, la oración colecta es un elemento fundamental para saber cuál es el tema que la Iglesia nos invita a reflexionar en una determinada celebración. Tanta importancia tiene esta plegaria, que se constituye incluso en un criterio de interpretación para las lecturas bíblicas de una Misa u otra, pues los textos bíblicos que acompañan una celebración han sido escogidos en función de su sentido principal, que es expresado de manera particular por la oración colecta. Algunos piensan que este principio no encuentra aplicación en tiempo ordinario. Pero aunque no podemos negar que su fuerza sea menor que en otros momentos, también en el periodo “per annum” la oración colecta resulta importante en la determinación de la línea temática: es un elemento más para el establecimiento de un hilo conductor para toda la celebración eucarística. Todo esto hace entender por qué la Instrucción General del Misal Romano pide que, al contrario de lo que se hizo en otros tiempos, hoy en día «En la misa siempre se dice una sola oración colecta». Lo contrario atentaría contra la unidad temática que debe tener toda celebración. «Terminada la doxología de la Plegaria Eucarística, el Obispo, con las manos juntas, hace la monición previa al Padrenuestro, que todos cantan o rezan. Tanto el Obispo como los concelebrantes están con las manos extendidas». C.O., n° 159. 1