Prevención de riesgos laborales: entre lo posible y lo probable

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Prevención de riesgos laborales: entre lo posible y lo probable
La entrada en vigor de la Ley de prevención de riesgos laborales ha traído un cambio muy
importante en las formas de entender la prevención y, en particular, en la forma de analizar los
riesgos con respecto a como habíamos venido haciendo hasta ese momento.
Anteriormente, cuando analizábamos los riesgos existentes en un puesto de trabajo, nos
basábamos en dónde existía posibilidad de generarse un riesgo y, en consecuencia, un daño al
trabajador. Por ejemplo, si existía posibilidad de que un trabajador se callera de un altillo a
metro y medio del suelo, tomábamos la decisión de instalar una barandilla porque era posible
la caída.
Desde la publicación de la ley nos basamos, tanto desde un punto de vista jurídico como
técnico, en la evaluación de riesgos y nos hemos encontrado con una nueva forma de entender
el riesgo, la probabilidad.
Ahora para cada factor de riesgos analizamos la probabilidad de que se materialice y las
consecuencias que se pueden generar para el trabajador. Es decir, en el ejemplo del altillo,
ahora calculamos la probabilidad de que el trabajador se caiga y las posibles consecuencias.
Pero, ¿cuál es la probabilidad de que el trabajador se caiga?, está ésta en base al número de
veces que sube al altillo, o en base a la distancia que trabaja del borde, o ….
A su vez, como también tenemos que decidir cuáles son las posibles consecuencias, por
ejemplo de la caída, lo cual nos da un amplio abanico de posibilidades, ya que nos podemos
encontrar que alguien que lo valore puede establecer desde que no va a hacerse
prácticamente nada hasta matarse.
Es la por la subjetividad que se genera consecuencia del producto de los factores de
probabilidad y consecuencias, por lo que puede darse la situación de que para un técnico el
riesgo sea muy alto y para otro el riesgo sea bajo, y no porque ninguno este más o menos
equivocado, ambos pueden tener razón y ninguno de ellos tenerla, sólo el tiempo nos puede
decir quien la tenia. Y es aquí donde está la diferencia que planteábamos al principio, cuando
hablábamos de posibilidad de caerse del altillo, todos los técnicos estábamos de acuerdo y,
por lo tanto, colocábamos barandilla. Sin embargo, como actualmente la mayoría de los
métodos priorizan el riesgos y la necesidad de poner medidas en base a producto de
probabilidad y consecuencia, ahora nos podemos encontrar que para un evaluador el riesgo
sea trivial y, por lo tanto, no requiere medida de prevención, mientras que para otro ser un
riesgo incluso intolerable y, por lo tanto, no sólo hay que poner barandilla, sino que debe
pararse la actividad hasta que esta se ponga.
Esta diferencia es además generadora de un cambio importante, el paso de la posibilidad a la
probabilidad esconde un concepto economicista, cuando hablamos de proteger lo posible, no
nos queda capacidad de decidir que no y, por lo tanto, protegemos. Sin embargo, cuando
hablamos de proteger lo probable, y lo valoramos como poco probable, podemos estar
introduciendo un criterio economicista, “dado que lo valoro como poco probable, no pongo
medida preventiva y me ahorro el coste de esta”, sigo cumpliendo con la legislación, el riesgo
está identificado e incluido en la evaluación de riesgos, pero el riesgo sigue existiendo.
Incluso en el caso de un accidente, deberíamos entrar en la discusión subjetiva si la valoración
estaba o no bien realizada ya que cuando jugamos con probabilidades el accidente puede
producirse la primera vez que subimos al altillo, la duodécima vez o, incluso, no producirse por
mucho que subamos. Es decir, incluso el hecho de que se produzca en la primera subida no
quiere decir que quien lo valoro como poco probable no tuviera razón o, si nunca se produce,
que quien lo valoro como muy probable estuviera equivocado. Es el juego de las
probabilidades el hecho puede materializarse a la primera vez o a la última, algo muy peligroso
cuando hablamos de la salud de un trabajador. Por ello, quizás deberíamos pensar en si hemos
hecho bien en pasar de lo posible a lo probable.
Juan Carlos Bajo Albarracín
[email protected]
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