Transcripción LITERATURA Y CULTURA TRADICIONAL DE MÉXICO Dr. Aurelio González III. CORRIDOS Y ROMANCES 1. Poesía narrativa: la balada Cuando hablamos de la canción, distinguimos que había una poesía lírica y una poesía narrativa. Esto es, una forma de cantar que nos hablaba de sentimientos, que era descriptiva, y una que nos contaba historias. Y probablemente la forma más difundida de esta poesía narrativa de tradición oral sea el género que conocemos como balada. Entendiendo como balada un género épico-lirico, que acepta una multitud de elementos distintos. Esto es, puede por un lado incluir elementos noticieros, elementos épicos, elementos que nos hablan de acontecimientos históricos o también aquellos otros que son más liricos, más descriptivos, novelescos, amorosos. Eso es la balada. Y por otra parte, cuando decimos balada, muchas veces se acompaña de una adjetivación diciendo balada internacional. Y, ¿por qué? Porque parece ser algo universal, esto es, baladas las hay en todo el mundo. Obviamente en cada lugar, en cada momento tienen una particularidad, pero todas son baladas. En principio las baladas, como lo dice su nombre, están compuestas para el canto, con o sin acompañamiento instrumental, y a lo largo de los siglos han tenido una larga e intensa vida comunitaria, pues lo mismo se han compuesto para acompañar al baile, que para mantener el ritmo en las faenas agrícolas o simplemente para aligerar el trabajo en la casa o para arrullar a los niños, como canciones de cuna. Pero también pueden ser composiciones estrictamente noticieras, composiciones que recogen acontecimientos sucedidos en lugares lejanos y que nos traen a la memoria y conservan hazañas de héroes, tragedias o incluso estar íntimamente relacionadas con un sentido de héroes épicos que corresponden a valores nacionales en momentos de crisis. Eso es la balada. Y una de las formas más vitales de la balada es el Romancero, el cual podríamos calificar simplemente como la expresión hispánica de la balada. El corpus del Romancero abarca más de siete siglos de documentación y está extendida desde luego por toda la península ibérica, pero también en todo el continente americano, en las islas atlánticas, como las Canarias, Azores, Madeira, de donde salieron, en el caso de estas últimas, migrantes portugueses para ir a Canadá, o en el caso de las Canarias para ir a Luisiana o a Venezuela. Se extiende también por todo el Mediterráneo, el norte de África, en especial Marruecos, y en la parte oriental en Salónica, Bosnia, Siria, cuando la expulsión de los grupos sefardíes de la península ibérica. Podemos decir que en realidad todas las comunidades del mundo hispánico, independientemente que hablen castellano, catalán, gallego, o incluso vasco, tienen como forma de expresión baladística el Romancero. Es obvio que el romance está presente en México y, cuando decimos este “Romancero tradicional”, es también un Romancero tradicional mexicano. Hoy en día el corpus del Romancero es probablemente el más difundido, el más importante entre lo que llamó Diego Catalán el homo loquens, el hombre que habla, el hombre que transmite, el hombre de la oralidad. La presencia del Romancero en México se constata desde 1519 con el dialogo que tienen Hernán Cortés y Alonso Hernández Portocarrero al divisar las costas de lo que después sería Veracruz. Este tipo de testimonios nos llega por Bernal Díaz del Castillo, pero otros cronistas del mundo americano también nos dan noticia de él. Da lo mismo que sea Fernández de Oviedo, Pedro Cieza de León y Diego Fernández de Palencia nos hablan del uso del romance en el dialogo. Aquel ya legendario dialogo entre Cortés y Portocarrero dice: Cata Francia, Montesinos, cata París, la ciudad, Cata las aguas de Duero, do van a dar en la mar; Y la respuesta que le da Cortés es con los dobles octosílabos del romance de Gaiferos: Denos Dios ventura en armas, como al paladín Roldán. Después llegaron cancionerillos, romanceros, pliegos sueltos, que hicieron que se afirmara el romance como una expresión tradicional en el Nuevo Mundo. ¿Por qué?, porque el romance vino con los hombres y mujeres que llegaron al nuevo continente y reflejaban los valores de aquella comunidad que se estaba estableciendo en México. Podemos decir que un copioso Romancero pasó a México y se hizo mexicano. Ahora, no solamente llegaron romances, también en el Nuevo Mundo, no sólo en México, sino en todos los otros territorios del nuevo continente generaron baladas, textos romancísticos. No importaba que fuera un bachiller letrado, un villano o un elemento del pueblo, pudieron crear, recrear estas baladas y seguir conservándolas en la memoria con el paso de los siglos, ¿por qué?, porque finalmente estos textos, estas baladas contaban historias, hablaban de personajes que representaban los valores que funcionaban plenamente en aquella comunidad. Sí, el Romancero hispánico es también el Romancero mexicano. *****