LA PSICOSIS EN LA OBRA DE J

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LA PSICOSIS EN LA OBRA DE J. LACAN
Horacio Martinez.
En la obra del psicoanalista francés Jacques Lacan pueden hallarse al menos tres formulaciones acerca del tema de las psicosis. La primera, propuesta en su tesis de doctorado
del año 1932 y retomada en escritos posteriores, centra sus planteos sobre el tema del yo
y sus vicisitudes, fundamentalmente respecto a la paranoia. La segunda, que ocupa un
lugar nuclear en su seminario de los años 1955/56, introduce la noción de significante
del Nombre del Padre como concepto capital para comprender tanto el Complejo de
Edipo freudiano como la organización de la neurosis. A partir de allí la psicosis es pensada como una suerte de estructura deficitaria, definida por la falta de este significante –
pivote. Por último, en su seminario del año 1975/76, y a partir de la teoría de los nudos,
Lacan redefine la función del Nombre del Padre, y por tanto aporta nuevas formulaciones para repensar el tema de la psicosis.
Dada la importancia que estas teorías tienen hoy día en el trabajo clínico con sujetos
diagnosticados de psicóticos, proponemos un recorrido detallado por cada una de ellas,
indicando, en cada caso, las nuevas lecturas a que han dado lugar en el presente.
a) El período 1930/50.
Lacan escribe, en 1932, su tesis de doctorado sobre el tema "Psicosis paranoica y sus
relaciones con la personalidad". La tradición francesa iniciada por Morel y profundizada
por Magnan, estudia a la paranoia como un cuadro del grupo de las locuras funcionales,
para el que estos autores habían propuesto la hipótesis de un origen degenerativo hereditario. Lacan la sitúa dentro del grupo de las psicosis, a las que explica del siguiente modo: "(...) en ausencia de todo déficit detectable por las pruebas de capacidad (...), y en
ausencia de toda lesión orgánica solamente probable, existen trastornos mentales que,
relacionados, según las doctrinas, con la 'afectividad', con el 'juicio', con la 'conducta',
son todos ellos trastornos específicos de la síntesis psíquica".1
Dentro del grupo "psicosis" ubica a aquellos cuadros que se han venido llamando locura, vesania, paranoia, delirio parcial, esquizofrenia, y le opone el grupo de las "demencias", entendido como aquel que agrupa los cuadros en los que se presenta un déficit
correlacionado con una lesión orgánica. Si las psicosis, en cambio, no presentan una tal
correlación, ¿dónde buscar su etiología? En una perturbación de la síntesis psíquica o,
dicho de otro modo, en la personalidad.
"¿Representa (la paranoia) un desarrollo de la personalidad, y entonces traduce una
anomalía constitucional(...)? ¿O es, en cambio, una enfermedad autónoma, que recompone la personalidad al quebrar el curso de su desarrollo?". Estas preguntas, de clara
inspiración jasperiana, conducirán la tesis. Las conclusiones a las que arribará Lacan le
permitirán afirmar que, si bien puede suponerse, como causas ocasionales, ciertos procesos orgánicos no característicos, las causas específicas serán anomalías en la evolución de la personalidad, lo cual permite confirmar que la paranoia es un desarrollo.
Los signos clínicos de la paranoia se dividirán en: fenómenos elementales (formas de
comienzo: interpretaciones, estados pasionales, ilusiones de la memoria, alucinaciones);
y delirios sistematizados, que expresan, a través de simbolismos, los conflictos vitales
esenciales del paciente.
El análisis "comprensivo" de las psicosis se continúa en la década del '40 con varios
textos (La agresividad en psicoanálisis, Sobre la causalidad psíquica, El estadio del
1
Lacan (1932): De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. (Siglo XXI, México,
1987).
1
espejo) dedicados sobre todo a estudiar la participación del yo en estos cuadros. Así,
Lacan postulará un fino análisis del fenómeno de la identificación que, sucintamente,
plantea lo siguiente:
 Existe una "matriz simbólica" que preexiste al yo y predetermina sus características
formales.
 Existe, a su vez, una divergencia entre el sentimiento de incoordinación motriz que
experimenta el niño en el estadio infans (es decir, anterior a la adquisición del lenguaje) y el efecto de completud que le otorga la imagen de sí con la que se identifica.
 Por último, es esencial al proceso de identificación las diversas figuras del otro que
en él participan: la del otro con minúscula, partenaire imaginario con quien el yo se
identifica, y el Otro con mayúscula, "matriz simbólica" de la que hablábamos en el
primer punto.
La paranoia entendida como "psicosis pasional" despliega su fenomenología en el plano
de las relaciones imaginarias del yo y sus semejantes, respecto de los cuales el yo genera los sentimientos de persecución, sospecha, complot, etc. La "angustia persecutoria",
presentada por Klein como el temor del yo de ser destruido por el objeto que busca vengarse de las agresiones del sujeto, encuentra en Lacan una versión ajustada a la fenomenología del estadio del espejo: el temor a la aniquilación expresado bajo la forma de la
"fantasía del cuerpo fragmentado", que revive en el yo el sentimiento de divergencia
descripto más arriba.
b) En torno al Seminario de "Las Psicosis"
a) Antecedentes del concepto de “forclusión” en la obra de Freud.
A lo largo de su obra Freud habla, en varias oportunidades, de un mecanismo de defensa
más radical que la represión. La primera mención aparece en su texto Las neuropsicosis
de defensa (1894), en el cual distingue la defensa propia de la histeria (represión) de
aquella que aparece en las psicosis alucinatorias agudas. En estos casos se trata, dirá
Freud de “otra forma de la defensa mucho más enérgica y eficaz, consistente en que el
yo rechaza la representación intolerable conjuntamente con su afecto y se conduce como si la representación no hubiese jamás llegado a él”. Por efecto de éste mecanismo
“el yo se separa de la representación intolerable, pero esta se halla inseparablemente
unida a un trozo de la realidad, y al desligarse de ella, el yo se desliga también, total o
parcialmente, de la realidad”. El término realidad parece hacer referencia aquí a la
realidad exterior, y por tanto se trataría del rechazo de una percepción, y su reemplazo
por una representación más acorde con el deseo del paciente (lo que da por resultado
una alucinación).
Estos planteos nos exigen concebir al yo y la realidad como un conjunto articulado de
representaciones que conforman una unidad indivisible:
YO
REALIDAD
2
Rechazar un aspecto de la Realidad equivale a romper este tejido en algún punto: la
trama yo – realidad se rompe, y el agujero irá a rellenarse con la alucinación2
Más adelante, en su historial sobre El hombre de los lobos (1918), Freud retoma esta
idea, pero ahora aplicada a una percepción particular, la del genital femenino que introduciría la diferencia de los sexos sobre el horizonte de la premisa universal del pene,
hecho que traería aparejado el inicio del Complejo de Castración. Respecto a esto Freud
dice: “La posición inicial de nuestro paciente ante el problema de la castración nos es
ya conocida. La rechazó y permaneció en el punto de vista del comercio por el ano 3. Al
decir que la rechazó nos referimos a que no quiso saber nada de ella en el sentido de la
represión. Tal actitud no suponía juicio alguno de existencia, pero equivalía a hacerla
inexistente”.
Para comprender esta afirmación debemos tomar en cuenta algunos conceptos que
Freud expone en un texto posterior, La Negación (1925). En él afirma que el aparato
psíquico opera con dos tipos de juicios: en primer lugar el juicio de atribución (o de
realidad), que acepta (Bejahung) o rechaza (Austossung) una percepción, incluyéndola
o no en el sistema de huellas mnémicas que conforma el sistema Preconciente – Inconciente; en segundo lugar, el juicio de existencia, que relaciona una nueva percepción
con una huella mnémica, estableciendo coincidencias y diferencias. Es con relación al
primer tipo de juicios que Freud afirma, respecto de su paciente, que “tal actitud no supone juicio de existencia”: es decir, que a través de un rechazo (Austossung) no ha de
establecer un juicio de existencia acerca de la percepción del genital femenino.
En el interior de su primer seminario (Los escritos técnicos de Freud, 1953/54), Lacan
pedirá un comentario del texto de Freud La Negación al filósofo Jean Hyppolitte4. A
partir de los elementos que destaca el filósofo, Lacan propondrá una primera versión del
concepto de forclusión, homologándolo con el de austossung. De allí que su lectura del
párrafo de Freud citado más arriba acentúa la idea de un mecanismo distinto al de la
represión: “Este sujeto, nos dice Freud, de la castración no quería saber nada en el
sentido de la represión (...). Y para designar este proceso emplea el término Werverfung (...). Su efecto es una abolición simbólica (...). El proceso del que se trata aquí
(...), y que no ha sido, que yo sepa, objeto de una sola observación un poco consistente
en la literatura analítica, se sitúa muy precisamente en uno de los tiempos que el señor
Hyppolitte acaba de desbrozar para ustedes en la dialéctica de la Verneinung (negación): es exactamente lo que se opone a la Bejahung primaria y constituye como tal lo
que es expulsado”. (...)
“Pero ¿qué sucede pues con lo que no es dejado ser en esa Bejahung? Freud nos lo ha
dicho previamente, lo que el sujeto ha cercenado (verworfen) así, decíamos, de la abertura al ser no volverá a encontrarse en su historia (...). Porque, les ruego observar
cuan impresionante es la fórmula por carecer de ambigüedad, el sujeto no querrá ‘saber nada de ello en el sentido de la represión’. Pues para que hubiese efectivamente de
conocer algo de ello en ese sentido, sería necesario que eso saliese de alguna manera a
la luz de la simbolización primordial. Pero, una vez más, ¿qué sucede con ello? Lo que
sucede con ello pueden ustedes verlo: lo que no ha llegado a la luz de lo simbólico
aparece en lo real”.
Este planteo será retomado por Freud en sus textos “Neurosis y psicosis” y “La pérdida de la realidad
en neurosis y psicosis”, de los que hallarán un comentario en el cuadernillo “Los debates sobre la esquizofrenia”.
3
Es decir, una regresión a desde la fase fálica a la sádico – anal.
4
El comentario de Hyppolitte y los comentarios de Lacan al respecto están incluidos en los Escritos.
3
2
Este es un primer antecedente de la concepción de la psicosis como una estructura diferente de la neurosis.
Pero volvamos al texto de Freud. Este episodio inicial de rechazo será seguido, en el
tiempo, por una aceptación: “Se había resistido al principio y había cedido luego; pero
ninguna de estas reacciones había suprimido a la otra, y al final coexistían en él dos
corrientes antitéticas, una de las cuales rechazaba la castración, en tanto que la otra
estaba dispuesta a admitirla”. A su vez, subsistía una tercer corriente, la más antigua,
“que se había limitado a rechazar la castración sin emitir juicio alguno sobre su realidad”. Para Freud parece tratarse de una coexistencia dinámica: en la vida posterior del
paciente, cada una de estas corrientes antitéticas luchará por comandar la actividad psíquica, es decir que en algunos momentos el paciente aceptará la castración y sus efectos,
y en otros momentos la rechazará. No parece haber trazas de ningún planteo de tipo
estructural, que sostuviera que al instalarse un mecanismo (por ejemplo, el de rechazo
de la castración) éste determina un tipo de estructura clínica fija que de allí en más
siempre comandará la actividad psíquica. Será Lacan quien resalte esta lectura.
En cambio la idea de “corrientes antitéticas coexistentes” será retomada por Freud en
textos posteriores. Así, por ejemplo, en su texto Fetichismo (1927), postulará una explicación dinámica del fenómeno fetichista5 que supone en la base la coexistencia de corrientes antes mencionada: la “condición fetichista” representa una fijación a un elemento perceptivo que funciona como rechazo a la castración. Pero en presencia de este elemento, el fetichista puede abordar al objeto femenino, aceptando por tanto su condición
de “castrado”. Freud dirá también en este texto que no es necesario acuñar un nuevo
término para definir el mecanismo de “rechazo de la castración”. Prefiere mantener el
término represión para dar cuenta de lo que ocurre con el afecto ligado a una representación, y el de denegación para dar cuenta de lo que ocurre a nivel de la representación
misma. En el fetichismo se trataría de un conflicto entre una percepción (juicio de realidad) y un deseo: el fetiche, a la manera de los síntomas neuróticos, resultaría ser una
formación de compromiso entre el deseo y la realidad. Freud incluso se pregunta si esta
coexistencia de mecanismos daría por resultado una psicosis, y responde que desde luego no en el caso del niño, pues supone que este tipo de coexistencias son propias de la
vida psíquica infantil.
Retomará esta misma idea en su texto Escisión del yo en el proceso de defensa (1938),
resaltando aquella característica de los procesos psíquicos infantiles. El problema surgirá después, ya que las corrientes antitéticas persisten a lo largo del tiempo y profundizan
sus diferencias. Esto, dice Freud, “ha de ser pagado de un modo u otro, y el éxito se
logra a costa de un desgarrón del yo que nunca se cura, sino que se profundiza con el
paso del tiempo”.
b) El Seminario sobre “Las Psicosis”.
Entre los años 1955 y 1956, y dentro del ciclo de seminarios públicos que había comenzado a dictar unos años antes, Lacan toma como tema "Las psicosis". Hay en él un evidente esfuerzo por ir más allá de la fenomenología, y ese más allá es planteado en términos de "estructura".
"La confianza que tenemos en el análisis del fenómeno es totalmente diferente a la que
le concede el punto de vista fenomenológico (...). Desde el punto de vista que nos guía,
El fetichismo es un tipo de perversión que establece una “condición exclusiva” para le elección de objeto.
4
5
no tenemos esa confianza a priori en el fenómeno, por la sencilla razón de que nuestro
camino es científico, y que el punto de partida de la ciencia moderna es no confiar en
los fenómenos, y buscar algo más sólido que lo explique"6 .
Ese algo más sólido será la estructura, que Lacan conoce en esos años a través de los
análisis que lleva a cabo el antropólogo Claude Levi – Strauss acerca de las estructuras
elementales del parentesco. La estructura es una organización simbólica que establece
leyes que determinan el campo de posibilidad de los actores involucrados. Por ejemplo,
las estructuras de parentesco determinan, a través de la asignación de lugares dentro de
la organización familiar, y de reglas de exclusión respecto a los matrimonios permitidos,
combinaciones posibles o prohibidas que cada individuo deberá acatar. Esta organización es la que Lacan supone que es aportada por el complejo de Edipo, que resultaría ser
el intermediario entre la ley social y la transmisión individual de dicha ley. Reemplaza
de este modo las hipótesis energéticas freudianas por un planteo estructural que supone,
en el origen de la sociedad humana, la existencia de una ley simbólica que organiza y
determina lugares y funciones.
"Si Freud insistió tanto en el complejo de Edipo que llegó hasta construir una sociología de tótemes y tabúes, es, manifiestamente, porque la ley está ahí ab origine. Está
excluido, en consecuencia, preguntarse por el problema de los orígenes: la Ley está ahí
justamente desde el inicio, desde siempre, y la sexualidad humana debe realizarse a
través de ella. (...) Esto quiere decir el Edipo".
Desde el esquema llamado Lambda, Lacan propone un modo de graficar la relación del
sujeto con la ley:
Sujeto
a' (yo)
a (otro)
Otro (Ley)
El sujeto recibe del Otro su posición respecto de la ley, y si la ley en juego es la del
Edipo, el resultado debe permitir al sujeto asumir un rol sexual. El yo (campo imaginario representado por el vector a'...a) aparece, como ya lo expresamos al hablar de los
textos de la década del '40, determinado desde una matriz simbólica: la asunción de una
imagen sexual es posible por la existencia de una ley.
Ahora bien, esta ley, expresada en significantes, no significa nada. Me dice, por ejemplo, que como varón puedo establecer vínculos sexuales con tales mujeres y no con tales
otras, pero nada me dice acerca de qué es ser un varón o una mujer. Esta pregunta es
formulada por cada sujeto a nivel de su yo, y la forma que adquiere el yo de cada uno es
el modo de respuesta que cada cual encontró, es decir, su significación.
"(...) el neurótico hace su pregunta neurótica, su pregunta secreta y amordazada, con
su yo. (...) La estructura de una neurosis es esencialmente una pregunta."
Si la ley simbólica funcionara de manera perfecta no dejaría resto para realizar una pregunta. La neurosis es posibilitada por la existencia de la dimensión imaginaria que, más
allá de los significantes de la ley, requiere de significados que digan qué cosa soy. De
todos modos, la neurosis, en lugar de formular la pregunta por el significado del ser,
Lacan (1955/56): El Seminario, libro 3 “Las Psicosis”. (Paidós, Barcelona, 1984). Todas las citas de
este apartado pertenecen a ese texto, salvo indicación.
5
6
construye una imagen a la que se identifica. La construcción de esta imagen (yo ideal)
es dada por la existencia previa de la ley simbólica.
Ahora podemos pasar a la explicación estructural que Lacan intenta de la psicosis. Está
basada en la siguiente idea: en el ámbito de la estructura simbólica, en el sujeto psicótico asistimos a la falta de un significante: "¿De qué se trata cuando hablo de Verwerfung7? Se trata del rechazo, de la expulsión, de un significante primordial a las tinieblas exteriores, significante que a partir de entonces faltará en ese nivel. Este es el mecanismo fundamental que supongo está en la base de la paranoia. Se trata de un proceso primordial de exclusión (...)"
El significante, rechazado de lo simbólico, reaparecerá en lo real (dimensión que, en
este seminario es concebida como "los discursos efectivamente pronunciados"). Cuando
el sujeto psicótico sea interrogado acerca de ese significante que fundamenta su posición como ser sexuado, no podrá responder, pues en su lugar sólo hallará un agujero.
Esto desencadenará su psicosis que presentará, como fenómenos de inicio, formas de
retorno en lo real: es decir, los ya mencionados fenómenos elementales (alucinaciones,
interpretaciones, estados pasionales, etc.)
La pregunta no será formulada por el sujeto, sino que provendrá de otro, y como tal recaerá sobre el yo. Es por eso que la fenomenología de la psicosis se evidencia en la dimensión imaginaria. "(...) no parecerá extravagante que diga que también es posible
que la pregunta se haya hecho primero, que no sea el sujeto quien la haya hecho. Como
mostré en mis presentaciones de enfermo, lo que ocurre en la entrada en la psicosis es
de este orden".
Se establece así una sucesión de etapas:
 Un estadio previo, en el cual no se manifiesta ningún indicio de enfermedad, y que
suele implicar una "compensación imaginaria" del elemento simbólico ausente
(comparable al mecanismo del "como sí" del que habla Helene Deutsch respecto de
la esquizofrenia).
 A partir de la formulación de la pregunta (propuesta como un llamado que proviene
del campo del otro) el sujeto se ve enfrentado al agujero en la dimensión simbólica,
momento que Lacan califica de pre – psicosis, "la sensación que tiene el sujeto de
haber llegado al borde del agujero. (...) cuando la falta se hace sentir en cuanto
tal". Fenomenológicamente puede presentarse como un momento de perplejidad.
 Le sigue un desencadenamiento, en el cual "la falta de un significante lleva necesariamente al sujeto a poner en tela de juicio el conjunto del significante". Todo el orden simbólico es puesto en cuestión, y será necesario una tarea de reconstrucción.
Antes de ella, este período muestra los efectos de la devastación: "disociación,
fragmentación, movilización del significante en tanto palabra, palabra jaculatoria,
insignificante o demasiado significante, plena de insignificancia, descomposición
del discurso interior".
 Finalmente, un movimiento restitutivo, que busca recomponer el "orden simbólico
roto" a partir de la introducción de una metáfora delirante, es decir, algo que ocupe
el lugar del significante ausente y permita, a partir de él, reconstruir el universo simbólico.
Si se toma como ejemplo el caso Schreber, hallamos en él un largo estadio previo, que
se desestabiliza a partir de una pregunta que, fenomenológicamente, se manifiesta a
7
Verwerfung: traducido como forclusión, es el mecanismo de expulsión que Lacan supone como propio
de la psicosis, y que encuentra en la obra de Freud en textos tales como Las neuropsicosis de defensa y en
el historial del Hombre de los lobos.
6
través de la fantasía "debe ser bello ser una mujer en el momento del coito". A partir de
allí surgen diversos fenómenos elementales (alucinaciones, ideas persecutorias). El
desmoronamiento del orden simbólico se patentiza en la "fantasía del fin del mundo",
que cobra a su vez sentido a partir de la organización delirante: Dios creará una nueva
raza de seres, y para ello es necesario que Schreber se convierta en mujer y engendre en
su vientre esa nueva raza. El delirio reorganiza el mundo y le devuelve a Schreber una
significación que sirve como respuesta a la pregunta por su ser: "tú eres la mujer de
Dios".
c) Debates con la escuela inglesa.
Son varios los puntos de confrontación entre los analistas de habla inglesa y los de habla
francesa (en general nucleados en torno a Lacan) respecto del tema de las psicosis. Tomaremos para nuestro recorrido dos de esos puntos, que representan claramente las particularidades de los puntos de vistas de cada corriente.
 Los casos borderline:
A través del concepto de transferencia, entendido como la derivación de la libido desde
el síntoma hacia la figura del analista o la escena analítica, Freud crea la categoría de
neurosis de transferencia (que incluye a las psiconeurosis), y la opone a las llamadas
neurosis narcisistas (paranoia, parafrenias) que no logran crear vínculos transferenciales
porque retrotraen la libido al yo. En la medida en que la transferencia se convierte en la
batalla final contra las neurosis, y por lo tanto en un punto crucial de la cura, las neurosis narcisistas no resultan tratables por el método analítico, dado que en ellas el fenómeno transferencial resulta imposible.
A partir de la década del '20 varios analistas (Ruth Mack Brunswick, Hanna Segal, Herbert Rosenfeld, Harold Searles entre otros) comenzaron a cuestionar esta opinión de
Freud, investigando, a través del tratamiento de pacientes que padecían neurosis narcisistas, las formas que en ellas adquiere la transferencia. Se establece así el nombre de
psicosis de transferencia, forma particular de transferencia en los cuadros narcisistas,
que de este modo consiguen su derecho de admisión en las curas psicoanalíticas. Son
varios los textos que se publican durante las décadas del '50 y '60 relatando curas de
pacientes psicóticos.
El avance de las investigaciones en este terreno comenzó a delimitar una geografía en la
cual se establecía una amplia zona intermedia entre los territorios de las neurosis y las
psicosis: el territorio borderline. En líneas generales se lo define como "alguien que no
está simplemente a mitad de camino entre la neurosis y la psicosis sino que presenta un
cuadro particular y estable que no debe entenderse como un mero lugar de tránsito. El
borderline presenta no sólo características clínicas especiales sino también una forma
singular de transferencia, donde predomina el narcisismo y se establece una relación
de extrema dependencia, acompañada de fuertes fenómenos de idealización y persecución, que de por sí hablan de un perturbado sentido de la realidad."8
Las nociones de borderline y pre – psicosis se emparentaron, designando el mismo fenómeno. El uso que hace Lacan de la noción de pre – psicosis en el Seminario III, tomada a su vez de otro analista, Maurice Katan, tiene otro sentido: no se trata de una
estructura estable, distinta de neurosis y psicosis. La pre – psicosis es, para Lacan, un
momento en el ciclo de desencadenamiento de una psicosis.
Las posiciones de analistas posteriores a Lacan y enrolados en su corriente de pensamiento, al establecer con mayor nitidez las nociones de estructura neurótica y estructu8
Etchegoyen (1990): Psicosis de transferencia. (En: Revista "Diarios Clínicos" N° 2, Bs. As., 1990).
7
ra psicótica, desestiman a su vez la noción de borderline, considerándola inexistente. En
los últimos años ha habido sin embargo un retorno a esta categoría, en un intento por
"clasificar" algunos pacientes que no parecen respetar los presupuestos teóricos que
definen las formas de neurosis y psicosis.
Toda una tradición en lengua inglesa, que se abre en buena medida a partir de los trabajos de Bion y su teoría de las partes neurótica y psicótica de la personalidad, aporta nuevo elementos al debate. Así, en el texto antes citado, Etchegoyen propone la idea de que
en todo análisis hay manifestaciones de transferencia neurótica y psicótica, en tanto
todo paciente posee una parte neurótica y una psicótica en su personalidad (esta teoría
ha producido una gran influencia en el pensamiento psicoanalítico argentino, sobre todo
a través de la obra de José Bleger). "Me refiero a (la aparición de la psicosis de transferencia) en el análisis, ya que en todos los seres humanos operan simultáneamente una
parte neurótica y una parte psicótica. Deseo señalar que si operamos con una técnica
adecuada y no obstruimos la expresión de la psicosis la veremos aparecer fugaz pero
inequívoca en el material de las sesiones". Tomando estas consideraciones en juego la
técnica analítica deberá ajustarse a estas posibilidades. Confróntese con la siguiente
afirmación de Lacan, quien postula modos de dirección de la cura absolutamente diferentes para el análisis de neuróticos y psicóticos en tanto los considera opuestos en determinados aspectos: "sucede que tomamos pre – psicóticos en análisis, y sabemos cuál
es el resultado: el resultado son psicóticos. La pregunta acerca de las contraindicaciones del análisis no se plantearía si todos no tuviésemos presente tal caso de nuestra
práctica, o de la práctica de nuestros colegas (...)".
 Las locuras histéricas:
Otra forma de la discusión entre las concepciones inglesas y francesas se estableció respecto del diagnóstico. Los franceses sostienen que hay una frontera infranqueable entre
neurosis y psicosis, y por tanto el tratamiento de una psicosis no reconduce al paciente
hacia el territorio de la neurosis. Los ingleses, por su parte, no piensan en la existencia
de una tal frontera, y por tanto suponen que la cura de un paciente psicótico debería, al
menos idealmente, culminar en su sanación definitiva exactamente de la misma forma
que la cura de un neurótico. Publican entonces, como ya lo hemos mencionado, curas
de psicóticos que recuperan su estado de "normalidad". Y entonces los analistas franceses comienzan a discutir los diagnósticos. El debate se centra en la siguiente idea: "si
han logrado curarlos, es porque nunca fueron psicóticos. Se trataba de pacientes neuróticos mal diagnosticados".
Uno de los autores que más lejos avanza en esta dirección del debate es Jean Claude
Maleval, quien en 1981 publica su libro "Locuras histéricas y psicosis disociativas"9.
En él va al rescate de esta vieja noción de la psiquiatría del siglo pasado, para postular, a
través de ella, lo siguiente: muchos cuadros que suelen confundirse con psicosis esquizofrénicas resultan ser locuras histéricas, es decir, una forma de histeria particularmente
grave en la cual se presentan alucinaciones e ideas delirantes, pero que mantiene su organización dentro de la estructuración neurótica. Incluso la idea misma de esquizofrenia, tal como Bleuler la postula, es puesta en duda, en tanto el mecanismo fundante, la
spaltung o disociación, es para Lacan un rasgo propio de la estructura neurótica 10. Así,
desde la teoría lacaniana de la psicosis, que establece el mecanismo de la forclusión
como el modo de explicar lo esencial de la estructura psicótica, se privilegia a la para-
9
Maleval Jean Claude (1981): Locuras histéricas y psicosis disociativas. (Paidos, Bs. As., 1996)
Se refiere a la escisión del sujeto ($) dividido por efecto del significante entre S 1 y S2.
8
10
noia como forma princeps, en desmedro de la esquizofrenia, cara al pensamiento psicoanalítico inglés.
d) Lecturas postlacanianas del concepto de Forclusión.
Proponemos ahora recorrer brevemente dos lecturas acerca del concepto de forclusión,
llevadas a cabo por dos analistas de la corriente lacaniana contemporánea, el argentino
Juan David Nasio y el italiano Contardo Calligaris.
La lectura propuesta por Nasio la encontramos en su libro Los ojos de Laura11. En ella
hallaremos una tentativa de profundizar la teoría en torno al mecanismo de la forclusión,
buscando dar cuenta de una gama de fenómenos clínicos hasta entonces poco explorados por los psicoanalistas, intentando al mismo tiempo desligar este mecanismo de la
noción de psicosis, para darle una extensión teórica mayor. Sus planteos se inician a
partir de una distinción: los fenómenos que suelen presentarse en el interior de una cura
psicoanalítica, y que suelen englobarse bajo el rótulo de formaciones del inconciente
(síntomas, sueños, lapsus, etc.) pueden definirse como fenómenos de lenguaje, en un
doble sentido: porque en ellos se demuestra la tesis lacaniana que dice que el inconciente está estructurado como un lenguaje (y por tanto sus manifestaciones seguirán la lógica del lenguaje tal como la estudia la lingüística moderna), y porque la materialidad de
estos fenómenos hace suponer su procedencia del registro Simbólico (aquel compuesto
por significantes). La distinción que propone Nasio busca rescatar ciertos fenómenos
propios de la clínica psicoanalítica que, por su forma, no parecen hallar sentido en la
lógica del lenguaje. Se refiere a manifestaciones tales como una alucinación, un pasaje
al acto, una lesión psicosomática. Propone reservar para este tipo de presentaciones el
nombre de formaciones de objeto a.
¿Porqué de “objeto a”? Sintéticamente dicho, porque Nasio propone que esta noción
lacaniana es su forma de conceptualizar el goce, entendiendo por tal aquel modo de satisfacción que escapa a nuestra forma de percibir y organizar la realidad a través de significantes. Se trata, dirá Nasio, de una categoría formal, no descriptiva.
Entonces, según la propuesta inicial de este autor, existirían formaciones del inconciente, de materialidad significante y vinculadas al proceso de represión y retorno de lo reprimido, y formaciones de objeto a, con una materialidad diversa de acuerdo al “medio”
en que se manifiesten. Si el medio está conformado por una trama represiva (la misma
de las formaciones del inconciente), la materialidad que adquiere en él el objeto “a” será
la del objeto fantasmático12. Si el medio está conformado por una trama forclusiva, el
objeto “a” ha de materializarse como un objeto errático que puede manifestarse a través
de una alucinación, un pasaje al acto o una lesión psicosomática.13
A partir de esta distinción, Nasio avanzará en la dirección del mecanismo forclusivo,
para delimitar mejor su función. Lo primero que ha de plantear es que resulta necesario
11
J. D. Nasio: Los ojos de Laura. Amorrortu, Buenos Aires, 1987.
Lacan propone, como notación del fantasma, el algoritmo $◊a. Para comprender su significado, debe
tomarse en cuenta que $ representa al sujeto barrado, es decir, afectado por una falta, y “a” representa
aquello que, justamente, falta al sujeto para pensarse completo. Nuevamente: el objeto a es una entidad
formal, que cada sujeto, en diversas circunstancias de su vida, podrá caracterizar como tal o cual cosa.
Esa tal o cual cosa puede emerger en el discurso del paciente, y entonces adquiere el estatuto de “formación del inconciente”, o bien puede aparecer bajo el modo de una acción, un hacer no discursivo, por
ejemplo: un acting out, o una formación terapéutica negativa.
13
Nasio también menciona un tercer tipo de materialidad de “a”, a través de un medio imaginario. Aquí
quien percibe el objeto es el yo, y el resultado suele manifestarse como angustia, que entendemos como
una señal que se produce en un sistema, el yo, que se imagina completo y unitario, cuando se enfrenta con
algo que le sugiere su incompletud.
9
12
diferenciar forclusión de psicosis. La forclusión, dirá, “es un mecanismo local determinante de hechos locales. (...) Esta proposición no se sostiene salvo si liberamos a la
forclusión misma del prejuicio que la confina al cuadro ambiguo de la psicosis”. Así, el
autor nos pedirá que ensayemos desterrar una serie de prejuicios que hacen infecundo el
pensamiento relativo a estos temas. Enumeremos brevemente estos prejuicios:
 La forclusión es un mecanismo local, es decir, siempre relativo a un grupo acotado
de fenómenos. Calificar a estos fenómenos de psicóticos no nos autoriza a extender
esta calificación a todas las producciones, acontecidas o por venir, de un determinado individuo. El diagnóstico no recae sobre el individuo en su conjunto, sino que se
convierte en el nombre de una manifestación particular.
 El elemento sobre el que recae la forclusión no es un ente sustancial: la representación no es una sustancia.
 No existe en el psiquismo nada parecido a una frontera que divida interior y exterior. Ya vimos, cuando hablamos de los antecedentes freudianos del concepto de
forclusión, que la realidad surge de un entramado en donde el yo y el exterior se entremezclan. No hay un sujeto que, desde su interioridad, percibe una realidad exterior. Él es en esa realidad, formando una sola cosa con ella.
Para despejar mejor el segundo prejuicio, Nasio avanza en la explicación del mecanismo forclusivo. Para resumir sus argumentos acudiremos a un esquema:
S1
a’
a
S2
La línea punteada S1- S2 representa la cadena significante en funcionamiento. La línea a
– a’ representada a la Realidad, como un entramado entre el yo y los objetos. Cada uno
de estos entramados requiere que el conjunto de significantes (S2) provea de un elemento (S1) para ocupar el puesto que permite el despliegue de esa trama. “Nuestra realidad
está tejida así: una tela en que constantemente hay un hilo que parte y un borde que se
renueva”.
Si se entiende el funcionamiento de este mecanismo de conformación de la realidad, el
paso siguiente será plantear a la forclusión como una detención del mismo: “el elemento
simbólico que habría debido ex - sistir14 y hacer consistir a la realidad, es decir que
habría debido llegar al puesto exterior de sucesor (...), no ha llegado allí. Ningún borde
entrama, ningún rasgo distingue, ningún nombre nombra, como si faltara el acto de
nacimiento de la organización simbólica de cierta realidad”.
Nasio utiliza aquí el neologismo lacaniano ex – sistir, que indica un tipo de existencia por fuera de algo
(en este caso, por fuera del conjunto formal de los significantes, S2) que al mismo tiempo le permite a ese
conjunto lograr su consistencia como tal.
10
14
“La forclusión, en consecuencia”, concluye el autor, “no es ni rechazo ni expulsión,
sino un accidente de itinerario, la detención de un movimiento, la interrupción de un
proceso”.
¿Cuáles son las consecuencias de esta detención?
1. Se suspenden los movimientos de condensación y desplazamiento entre significantes, lo cual trae como resultado el borramiento de las diferencias formales entre S1 y
S2, y por tanto, una modificación en la red de significantes.
2. El conjunto significante, atraído por fuerzas centrípetas, tiende a solidificarse, compactándose según dos posibilidades:
 Siguiendo el modo del S1, conformando un bloque unificado.
 Siguiendo el modo del S2, dispersándose en fragmentos.
Tómese en cuenta, para comprender este resultado, que el movimiento “natural” de la
cadena, cuando ésta funciona y conforma realidades, sigue un modelo centrífugo (desde
el centro de la red, S2, hacia su periferia, S1). La detención de ese movimiento invierte el
modo de centrífugo en centrípeto, y de allí surgen dos opciones: compactación o fragmentación, modos que pueden ilustrarse respectivamente con los fenómenos de la alucinación y de la fragmentación del yo en la esquizofrenia.
La segunda lectura a la que haremos referencia es la que presenta Contardo Calligaris en
su libro Introducción a una clínica diferencial de las psicosis15. Si bien este autor parte
de los postulados de Lacan, en un intento por despejar la estructura de la psicosis, cuestiona su modo de caracterizarla: “Ustedes saben que la cuestión preliminar (se refiere al
texto de Lacan De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis), a
veces, se resume así: que lo propio de la psicosis sería la forclusión del nombre del
padre. Esta afirmación es impropia por la siguiente razón: que lo propio de la psicosis
sea la forclusión del nombre del padre es una afirmación negativa, según la cual la
psicosis no es la neurosis, y solamente. Desde este punto de vista es un concepto preliminar, que permite un abordaje de la psicosis, pero que podría difícilmente ser tomado
como ‘propio’, o sea, la definición propia de psicosis”.
Por tanto, Calligaris intentará avanzar en la búsqueda de ‘lo propio’ de la psicosis. El
primer paso será caracterizar ‘ lo propio’ de la neurosis, que sintetizaremos en dos puntos:
 La organización de las significaciones: “el sujeto neurótico (...) habita un mundo
orientado, organizado alrededor de un polo central al cual se deben y con el cual se
miden todas las significaciones”.
significaciones
polo central =
nombre del padre
Este polo central funciona a la manera de un punto de capitón (o basta de acolchado)
15
C. Calligaris: Introducción a una clínica diferencial de las psicosis (Nueva Visión, Buenos Aires,
1991).
11

La forma que adquiere el Saber: “Cualquier tipo de estructuración del sujeto, sea
neurótica o psicótica, es una estructuración de defensa (...), en la medida en que
subjetivarse, existir como sujeto (...) es necesario para que el sujeto sea algo distinto de lo Real de su cuerpo, algo Otro y más que unos hilos de carne. (...) ¿De defensa contra qué? Contra lo que sería, imaginariamente, su destino si no se defendiera
estructurándose: ser – reducido a su cuerpo – el objeto de una Demanda imaginaria del Otro. La operación de defensa implica cierto tipo de metáfora, o sea, (...)
que la significación puede prevalecer, que puede sustituir al pedazo de carne una
significación subjetiva.16 (...) Hace falta que algo prevalezca sobre la Demanda
imaginaria de la cual seríamos objeto y, de preferencia, un saber sobre esa Demanda misma”.
El neurótico sostiene el Saber del Padre: existe al menos uno que sabe lidiar con el
deseo del Otro. Hay, entonces, en la neurosis, un sujeto supuesto al saber (el Padre),
respecto del cual el neurótico queda en posición subordinada.
¿Qué ocurre en la psicosis? Con relación al primer punto: no hay amarre central, y por
tanto, las significaciones no están organizadas. “Ningún punto define el valor de los
otros”, cada uno vale por sí mismo. Se suele hablar de la “creencia psicótica”, pero en
verdad el “creyente” es el neurótico: cree en la justicia, cree en la veracidad de los discursos, en la medida en que su sistema se organiza en torno a una fe central. El psicótico
no tendría esa suerte. Pero a la vez, no habiendo nada que funcione como “centro” tampoco hay un Saber central, ni un sujeto supuesto a él. Por tanto la tarea recae sobre sus
espaldas: “la tarea de sustentar, de producir la red, el tejido de ese saber, le corresponde al sujeto mismo. De allí la necesidad de una errancia infinita que de hecho es
como la tarea de una araña que tratara de encapsular a un peligroso enemigo del tamaño del mundo”.
Estos puntos caracterizarían la estructura psíquica del psicótico “fuera de la crisis”, es
decir, en el tiempo previo al desencadenamiento, tal como éste es definido por Lacan en
el Seminario 3. El desencadenamiento se produciría por una imposición, que obligaría al
psicótico a referirse a un amarre central del que carece. Estas imposiciones son posibles
porque la red social está organizada, según Calligaris, al modo neurótico, y por tanto las
referencias al polo central organizador son constantes. El fracaso del psicótico, al no
poder dar cuenta de este amarre central, traería por resultado la crisis psicótica, que sigue este recorrido típico:
a) Estado crepuscular: “lo que era saber del sujeto (...) entra en estado crepuscular,
queda sin ningún tipo de significación. (...) Los significantes que fueron evocados
por la imposición misma de referirse a una función paterna (...) van a hablar en lo
Real” (alucinaciones auditivas).
b) Intento de constitución del delirio: “¿cómo construir una metáfora análoga a la
metáfora neurótica, esto es, un amarre central que pueda distribuir todas las significaciones subjetivas, pero que va a ser delirante?” La diferencia entre el amarre
central en la neurosis y en la psicosis, que le da a éste último su carácter de delirante, radica en su ubicación: mientras que el amarre neurótico es simbólico (significante Nombre del Padre), el amarre delirante se mantendrá en lo Real. Este es quizá
uno de los puntos más polémicos y difíciles del planteo de Calligaris, ya que él sostiene la idea que el delirio funciona como un S1 pero en lo Real: desde allí organiza
16
Esto es la acción propia de la metáfora paterna: sustituir el deseo del Otro, para el cual el niño se reduce
a su cuerpo, por una significación fálica.
12
el universo significante (S2) en torno a sí, a la manera de un amarre central, que sin
embargo ha de permanecer ajeno al juego significante, como un valor inmodificable
en el tiempo.17
Por otra parte es importante remarcar la insistencia de Calligaris en no considerar a la
psicosis como un cuadro “deficitario” (como una suerte de neurosis con algo en menos):
“el saber psicótico es positivamente otro respecto del saber neurótico. (...) Esto no
quiere decir que el saber psicótico esté agujereado. Desde cierto punto de vista, es el
delirio lo que puede considerarse agujereado, porque trata de organizar el saber como
un saber neurótico, alrededor de un polo central que va a permanecer en un registro
Real, no simbolizado”. Es decir que en el mundo existirían dos saberes, dos modos de
defensa: el neurótico y el psicótico. Pero mientras que el saber neurótico tiende a generar redes, a socializarse, el saber psicótico es un saber solitario. Si el psicótico se mantuviera aislado, si el mundo neurótico no le originara imposiciones, su saber le bastaría.
Pero confrontado a dar cuenta de un amarre central del que carece, entra en crisis, y
reorganiza su saber, fallidamente, al modo neurótico.
Vemos aparecer también, en sus planteos, algunas de las premisas que Nasio utiliza para
pensar el problema de la forclusión: “No estamos hablando del hecho de que los significantes paternos no estarían simbolizados, que su saber tendría un límite, así, cuando se
trata del padre, ahí, no tiene nada. Tanto que cualquier paciente psicótico en verdad
puede perfectamente reconstruir su historia, incluso edípica. (...) Es importante considerar que lo que está forcluido no son los significantes relativos al padre (...) sino que
lo que está forcluido es la función organizadora del nombre del padre. (...) Se trata de
la forclusión de una función”.
De todas formas, para Calligaris (y a diferencia de Nasio) forclusión y psicosis van indisociablemente juntas. Afirma que, para hablar de ciertos episodios psicóticos en pacientes neuróticos, preferiría recurrir a la idea de “formas de no simbolización” distintas de
la forclusión.
3. Introducción a la teoría de los nudos.
El seminario 23 de Lacan lleva por título Le Sinthome.18 Fue dictado entre los años
1975/76. Desde hacía ya cuatro años Lacan venía trabajando con una figura topológica,
el nudo borromeo. Este nudo tiene como característica principal (aquella que, justamente, le da su cualidad “borromea”) la de anudar tres redondeles de un modo tal que, desanudando cualquiera de ellos, se desanudan los tres. La figura que más comúnmente los
representa es la siguiente:
17
En este sentido se trata de un planteo estructuralista, diferente al de Nasio, quien incorpora la categoría
“tiempo” tanto en su modo de concebir el sistema significante como una maquinaria en funcionamiento
constante, como en la idea de pensar la vida de un sujeto como una sucesión de realidades organizadas a
partir de ese funcionamiento.
18
Sinthome es una antigua grafía, ya en desuso en lengua francesa, de la palabra “síntoma”, que en la
actualidad se escribe symptôme. La versión castellana del seminario traduce el término como “sinthoma”.
13
Pero es posible también figurarlo mediante el siguiente dibujo:
En él se puede vislumbrar el hecho de que la cadena borromea de tres redondeles es la
que da la forma mínima del nudo borromeo, pero que ésta podría extenderse al infinito,
manteniendo su propiedad característica.
El nudo borromeo de tres redondeles le sirve a Lacan para proponer un nuevo modo de
concebir la relación entre los tres registros:
Real
Simbólico
Imaginario
Esta se propone ahora como un “anudamiento”, entendiendo por tal lo que “aporta
consistencia al espacio habitado por el ser hablante”.19
A su vez, la figura del nudo vuelve a interrogar los conceptos lacanianos, produciendo
cierta reacomodación.20 Lacan había postulado a fines de la década del ’50 la existencia
de un significante – maestro que comanda la posición del sujeto, el significante del
Nombre del Padre. ¿Cómo funciona éste significante en la dimensión del nudo borromeo?
Lacan se interroga respecto de este asunto a lo largo de varios seminarios. Por ejemplo,
en el seminario 22 (R. S. I., años 1974/75): “¿Es preciso necesariamente, para que se
anuden estos tres, uno más, cuya consistencia habría que referir a la función del Padre?”.21
Llegamos así al seminario 23, donde la respuesta a esta pregunta adquiere la forma de
un cuarto nudo que vendría a dar consistencia borromea a los otros tres, cuarto nudo al
que llama sinthome y al que liga con la función del Padre: “El nudo borromeo es eso: es
19
Lacan: Seminario 21, clase Nº 1, y Seminario 22, Clase del 14/1/75. (Ambos pueden consultarse en
versión de la Escuela Freudiana de Buenos Aires).
20
Entiéndase como “reacomodación conceptual”, es decir, una nueva relación entre conceptos, de una
manera similar a la que se produce en la teoría freudiana a partir de la introducción de la segunda tópica.
21
Clase del 11/2/75, versión E.F.B.A.
14
la sanción del hecho de que Freud hace sostener todo sobre la función del padre (...) en
nombre de que el padre es el portador de la castración”. 22
La “reacomodación conceptual” recae también sobre la noción de forclusión: si en la
década del ’50 el Nombre del Padre era un significante, y por tanto la forclusión era
pensada como la expulsión de ese elemento del Tesoro de los significantes (lugar virtual, llamado también Otro, que representa el punto intermediario entre la lengua y el
sujeto), en la década del ’70, y dentro de la teoría de los nudos, la función del Nombre
del Padre es representada por un anudamiento, y la forclusión se piensa entonces como
no - anudamiento, inconsistencia de la cadena borromea. En su seminario 23 Lacan propone algo más al respecto: en la psicosis el sujeto podría “suplir” la carencia de nombre
del padre a través de un sinthome, un cuarto nudo que viene a reunir a los tres redondeles (Real, Simbólico e Imaginario) que permanecerían separados por efecto de la forclusión. Pero este sinthome no adquiere necesariamente la forma de un delirio. Podría tratarse, por ejemplo, de algún tipo de producción (una obra de arte, tal como Lacan lo
trabaja con relación al escritor James Joyce), que ocupa, para ese sujeto definido en esa
estructura borromea, el lugar del cuarto elemento que formaliza la cadena.
A
B
D
C
(NOTA: A, B y C son tres redondeles sin anudar. El cuarto lazo, D, anuda a los otros
tres creando una cadena con propiedades borromeas, en este caso, supliendo el anudamiento que el lazo C no logra constituir).
Algunas lecturas posibles.
Frente a estos planteos de Lacan relativos al cuarto nudo se han producido lecturas diferentes. Una de ellas reduce la función del Nombre del Padre al cuarto nudo, entendido
como aquel que da consistencia borromea a tres redondeles (R, S e I) hasta entonces
sueltos. De esto puede deducirse que la forclusión del Nombre del Padre es entendida
como ausencia del cuarto nudo, y por lo tanto como inconsistencia de la cadena borromea. El delirio, como sustituto del Nombre del Padre, rearmaría el nudo aportando un
cuarto lazo suplementario.
Otra lectura identifica al Nombre del Padre con el anudamiento de los tres lazos en la
cadena borromea, sin necesidad de un cuarto nudo. Este nudo de tres daría cuenta de la
estructura de la neurosis. En las psicosis los tres redondeles estarían sueltos. En esta
lectura la emergencia del cuarto nudo da por resultado una nueva estructura, llamada
estructura sinthomada, que no sería ya ni neurosis (tres redondeles anudados borromea-
22
Lacan: Seminario 23, clase del 11/5/76.
15
namente) ni psicosis (tres redondeles sueltos). Se trataría de una “compensación de la
carencia paterna (...) que evita el desencadenamiento”.23
A su vez, encontramos en Jeanne Granon - Lafont24 una lectura que conjuga aspectos de
las dos anteriores: “Parece que este cuarto término cumpliese una función diferente:
sea de manera general, bajo el término de sinthome, Lacan generaliza la necesidad de
un cuarto nudo para anudar los tres R, S e I; sea de manera particular, el término suplencia designa la ‘reparación’ de una incorrección en el anudamiento de R, S e I”.
Ahora bien, si en una cadena borromea de tres es el tercer término el que “abrocha” la
cadena, dándole consistencia (recuérdese que los dos primeros lazos están sueltos entre
sí), el cuarto nudo, funcionando como “suplencia”, puede suplir la función del tercero
que podría estar ocupada por R, S ó I. Lo que propone Granon – Lafont es que, según se
supla a cada uno de los registros, la estructura sinthomada resultante será diferente. “Si
la neurosis se define por una duplicación, denominada ‘sinthome – fantasmática’, de lo
Real, y la psicosis por una duplicación de lo Simbólico, ¿se puede caracterizar a la
perversión por una duplicación de lo Imaginario?
En todos los casos se trata, entonces, de “estructuras sinthomadas”, es decir, suplidas
por un cuarto nudo, que al redoblar la función de consistencia sobre R, S o I determina
organizaciones diferentes. En el caso de la neurosis, el cuarto nudo estaría representando al “fantasma”, que permite anudar Simbólico e Imaginario con lo Real, introduciendo la dimensión del goce (es decir, del objeto perdido).
En el caso de la psicosis el sinthome suple el anudamiento no producido por lo Simbólico:
I
sinthome
S
R
Como corolario de todo el desarrollo encontramos que, a lo largo de 40 años, las teorizaciones de Lacan aportaron elementos claves para pensar la cuestión de las psicosis, en
un intento de buscar solución a diferentes problemas clínicos. No podríamos afirmar
que el paso del tiempo implicó un progreso en sus teorizaciones: al contrario, diremos
que cada problema encuentra un modo de ser pensado, en cada época, a partir de cuerpos conceptuales diferentes, y cada uno de ellos sigue siendo hoy día una fuente de recursos para los analistas en la tarea de pensar acerca de las realidades con las que cada
paciente los enfrenta.
Mazzuca Roberto: Algunas cuestiones sobre la prepsicosis. (En: “Clínica diferencial de las psicosis”,
Manantial, Buenos Aires, 1987).
24
Granon – Lafont: Topología lacaniana y clínica psicoanalítica. (Nueva Visión, Buenos Aires, 1992)
16
23
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