NOCIONES DE ESTÉTICA MUSULMANA I. INTRODUCCIÓN La

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NOCIONES DE ESTÉTICA MUSULMANA
I. INTRODUCCIÓN
La estética musulmana, vista desde una perspectiva artística, no consiste en
una exposición detallada de monumentos aislados o en una serie de
consideraciones, en ocasiones bastante abstracta, sobre problemas generales
o series completas de monumentos, sino de la confluencia en la temática del
arte, de todos los planteamientos de tipo religioso-filosófico que tanto han
incidido en la aparición de un arte especial, diferente al de la órbita occidental.
La personalidad del arte islámico lo ha diferenciado de las obras maestras de
otras tradiciones artísticas.
El espacio, en el arte islámico, tienen una concepción y unas cualidades
diferentes al occidental, ya que el constructor árabe realiza la arquitectura
como objeto de placer para los sentidos, no nace para satisfacer unas
necesidades, sino como una exaltación de la fantasía.
II. ACTITUDES ISLÁMICAS ANTE EL ARTE.
Se ha escrito que la teología del Islam se oponía a la representación de seres
vivos, aunque en la actualidad se sabe bien que el Corán no contiene
preceptos que supongan la prohibición de tales representaciones. Las
incontestables denuncias de artistas y representaciones encontradas en
muchas leyendas sobre la vida del Profeta, son interpretadas como
representaciones genuinas de la original actitud musulmana.
Los intentos de proporcionar fechas seguras, e incluso localizaciones
específicas de la formación de actitudes más tolerantes, han sido menos
frecuentes.
Algunos intentaron justificar la prohibición de la representación de seres vivos
por diferentes principios teológicos, mientras que otros, trataron de minimizarla
considerándola, tan sólo como una faceta del Islam vivo, pero de ningún modo,
canónicamente obligatoria o predominante.
Todo ello lleva a plantearse si en la etapa de formación de la civilización
islámica, surgió algún principio doctrinal que, directa o indirectamente, afectara
a las artes y si estos principios existieron, ¿tuvieron una magnitud y originalidad
como para imponer una dirección única en el arte islámico?.
En el pensamiento místico posterior, la idealización emocional y piadosa del
lugar mas sagrado del Islam apenas aparece o se manifiesta en los primeros
tiempos.
La ostentación arquitectónica no era, ni es, una característica típica de la
sociedad árabe tradicional.
Respecto a las otras artes, se produjo muy poca escultura, pintura o
manufactura de objetos, que no fueran puramente utilitarios. La mayor parte de
los objetos costosos procedían de otros lugares, aunque eran importados a
través de las rutas comerciales dominadas por los árabes.
Hay un hecho cierto y es que la tradición musulmana posterior, despreció la
existencia de cualquier tipo de arte.
Sobre este hecho confluyen dos hipótesis:
- Una es que los musulmanes pudieron haber rechazado la creatividad
artística, en general, o sólo determinados aspectos de esta actividad,
debido a su asociación con determinados grupos sociales.
- La otra hipótesis se basa en que la obra de arte, al menos en
determinadas circunstancias, tiene un significado social, siendo este
aspecto el predominante.
Un texto, cuyo análisis es ineludible, es el Corán, aunque dista mucho de poder
utilizarlo como una fuente, ya que en la mayoría de las suras, no nos pone un
significado concreto, si no que deben ser interpretadas.
Hay una sura en el Corán que nos puede interesar es la 34,11/12:
“Entre los genios, algunos con el permiso de Dios, trabajaban delante suyo, y
al que de ellos se hubiera apartado de nuestra orden le habríamos hecho
gustar el tormento del fuego; hicieron para él cuanto deseó, lugares de
veneración, estatuas, escudillas como artesas y marmitas ancladas”.
Este pasaje referido Salomón puede sugerir varias cosas:
- Primero se refiere a las estatuas, pero no hay que tomarlo bajo la
significación occidental, ya que no se refiere a estatuas tridimensionales.
Se debe referir a la representación de seres vivientes.
- Segundo, aquello que se representa se asocia con objetos muy prosaicos
de la vida cotidiana y tenemos el primer indicio de dotación de calidad
estética a los objetos cotidianos más comunes. Por lo tanto la referencia a
estatuas o figuras, no las identifica como creaciones artísticas realizadas
por el hombre, sino como símbolos de la inspiración divina y de la singular
posición de Salomón como rey-profeta.
Este mismo contexto se puede dar a otro pasaje del Corán, es la sura 3/43, que
ha sido muy utilizada por los defensores de la representación de imágenes del
Islam:
“He venido a vosotros con una señal de vuestro Señor. Creará para vosotros
de arcilla, el retrato de un pájaro, con la venia de Dios”.
En este pasaje, el énfasis se deposita en el hecho de que sólo Dios crea el
valor que hay que dar a una representación y dicha representación pertenece a
los “signos” que Dios envía al hombre.
En realidad existen pocos pasajes en los que quede clara la representación de
seres vivos y la aplicación de éstos a la comprensión de las artes es accidental,
mínima, y en la mayoría de las ocasiones dependen del hecho en sí.
En tiempos del Profeta, el problema de la creatividad artística y de las
representaciones no se presentaba como un problema importante, el cual
requiriera una legislación especial.
El Corán no se presta a ser traducido a imágenes visuales, ya que no contiene
secuencias narrativas importantes, en cuanto a este tema, pero su atractivo
estético reside en el sonido de sus palabras. Palabras procedentes de la
inspiración divina.
El principal mensaje del Corán es el carácter único y absoluto y total del poder
de Dios. Solamente él es un musawwir, aquel que da forma, por lo tanto como
único creador no puede admitir competidores, de aquí la oposición a los ídolos,
ya que por asociación, no pueden convertirse en oposición a las
representaciones. Hay que recordar, que las representaciones figurativas no se
encuentran en los edificios religiosos, pero sí se pueden encontrar en las obras
civiles, en objetos decorativos o en los libros.
El arte musulmán no imita, sino que habla. Habla de la naturaleza y de su
fundamento, aunque vistos desde una perspectiva y significación diferente a la
occidental.
En la significación del arte habrá que tomar en cuenta otro término muy
importante, la tabia que significa huella, impronta, marca, pero esta “huella” no
supone ninguna materia sobre la que se imprima, ya que todo es huella.
En el Islam, el fundamento de la naturaleza-huella se basa en un Dios
totalmente uno, transcendente, compasivo, misericordioso y por lo tanto
incognoscible y, además, en su labor creadora. Dios creó el mundo de la nada
en un acto radicalmente libre y su existencia es posible gracias a su
benevolencia.
La “nada” originaria de la naturaleza y de la libertad de Dios, penetran tan
hondo en la realidad total que por ello ha sido calificado como “huella”.
Por este motivo, y teniendo en cuenta estos supuestos, resulta obvio que el
arte evite, a toda costa, cualquier materialización de una imagen de Dios,
aunque por otra parte, es inevitable que el arte indique, aluda o simbolice ,de
algún modo, a aquel que deja huella y por lo tanto su creación queda,
totalmente, en manos de Dios.
El arte islámico tiene formas de introducirnos en un mundo lleno de belleza
(husn), de formas, de colores, de tonos, de átomos que arrastran al ser
humano para que sea transportado a otro mundo, al mundo de las luces y
claridades, símbolo de la unidad absoluta, del fundamento único y mistérico de
Dios.
Tan palabra de Dios es el Corán, como la hierba del campo, las estrellas, los
animales, e incluso el propio hombre.
La escritura de la lengua árabe tiene unas características peculiares que la
diferencian de cualquier otra lengua occidental. Cada “palabra” no sólo se
refiere a contenidos universales y conceptuales, sino que expresa la realidad
circundante con la cual se identifica. A través de la escritura se libera la
naturaleza, ya que ésta no puede tomarse como algo estático y cerrado,
confiriendo a la escritura árabe la forma estética que la caracteriza.
El hablante, no sólo emite palabras, sino que éstas están acompañadas por el
ritmo, el tono y el compás del movimiento de la realidad que expresan, que
variarán según el momento, las circunstancias y el sentir. Por ello el hablante
se identifica, vitalmente, con la realidad que vive.
Otro principio fundamental en el Islam son dos conceptos más sobre la palabra
son: “zahir” que es lo aparente, lo manifiesto y “batin” lo oculto de cada palabra.
Se trata de un lenguaje expresivo, en el que el propio hablar del arte, obedece
a los mismos registros que el habla humana o divina.
El hecho de que se encuentren tantas inscripciones de textos coránicos en la
arquitectura islámica, no debe interpretarse como un añadido superpuesto, sino
como otra forma del mismo “decir” arquitectónico.
El arte islámico no tiene sentido, si en su contemplación, no se evidencia la
variabilidad, la evanescencia y el movimiento del mundo, de modo que tras él
veamos, el símbolo de la luz que allí encontramos como la unidad de Dios.
III.LA ESTÉTICA EN LA ARQUITECTURA
El monoteísmo tiene una importancia esencial en el arte musulmán, ya que el
concepto de la divinidad, es el determinante de muchos de sus aspectos.
La visión de Dios es tan total y única, que anula a la criatura. Esta es la clave
para explicar enigmas como la fragilidad de la arquitectura islámica.
La ortodoxia musulmana, exige una radical distinción entre el tiempo de Dios y
el de las criaturas. Mientras que Dios es eterno y su esencia es la
permanencia, el resto de las criaturas son perecederas y su adoración a la
divinidad se manifiesta en el reconocimiento de su ser temporal y caduco.
La separación absoluta de Dios y de las criaturas, es uno de los motivos para
poder explicar el “horror vacui” de la cultura musulmana. Entre Dios y el
hombre no existe la distancia sino el vacío. La forma materializada de este
vacío, es el espacio, de ahí que el musulmán sienta la angustia del espacio
despejado y por ello procura impedir esta espacialidad, que es la
representación del no-ser.
Por este motivo se crea esta multiplicidad de interrupciones en la perspectiva
por medio de columnas, muros, fuentes…objetos que se disponen en
diferentes planos sucesivos, que detienen la mirada y evidencian esa angustia
que produce la idea de un horizonte sin fin.
En el pensamiento islámico no hay un espacio que pueda servir como
intermediación entre el hombre y Dios. En este tema Avicena nos dice que no
existe ninguna relación entre la Providencia y los seres concretos, así como
nos explica que la creación del mundo se produce a través de la adaptación de
los individuos al orden universal.
Es el momento de intentar aplicar todos estos conceptos y nociones en la
arquitectura y para ello nada mejor que hacerlo en uno de los máximos
exponentes del arte islámico: La Mezquita.
3.1. LA MEZQUITA
Habitualmente se acostumbra a separar los motivos seculares de los religiosos
en la formación del arte. Pero desde un punto de vista específico, lo que en
primer lugar ha de tratarse, es la identificación de aquellos elementos o fuentes
de la que toma la inspiración el arte islámico y que de otra forma no hubiera
podido existir y de qué manera influye en el arte la creación de una nueva fe y
el modo de vida que ésta impuso.
La mezquita es el lugar más sagrado para el culto musulmán. Su nombre
proviene de la palabra árabe “masyid” y por lo tanto del verbo “sayada”
(postrarse, inclinarse), quedando su definición como “lugar de postración “.
Aunque la mezquita sea el edificio más representativo del arte islámico, en el
Corán no aparecen demasiadas alusiones, de forma específica, hacia este tipo
de edificio.
La sura 9, 18 nos dice:
- “Solamente cuidará los santuario de Dios (masachid Allah) aquel que cree
en Dios y en el Último Día y observa el culto apropiado y paga lo debido al
pobre y no teme a nadie sino a Dios”.
Este pasaje nos habla de los santuarios, pero no nombra de una forma
específica, que los santuarios se denominarán mezquitas.
En otro pasaje aparecen otros tipos de construcciones, es la sura 22, 41/40:
-“A quienes fueron expulsados, sin derecho de sus casas, porque decían:
“nuestro Señor es Dios”. (Si Dios no hubiese rechazado a unos hombres con
otros, se hubiesen destruido las ermitas, las sinagogas, los oratorios y las
mezquitas en las que se menciona muchísimo el nombre de Dios)”.
Todas estas palabras aluden a edificios religiosos conocidos. Las primeras
aluden a instituciones específicas de otras religiones, mientras que la última
determina al lugar sagrado musulmán.
La comunicación entre Dios y el resto de las criaturas no se realizaba por la
mística del amor, sino por la mística de anulación, por la pura sumisión a la
letra del Corán.
El Corán instituyó, para todos los hombres, una regla que será crucial en la
historia de la arquitectura de la mezquita, la obligación de efectuar plegarias,
oraciones o rezos.
La plegaria, por un lado, es un acto privado y la tradición musulmana establece
que todo lugar donde alguien reza hay un “maschib”. Por otro, la oración
también se convierte en un acto colectivo propio de la comunidad.
Las formas prácticas adoptadas por la oración y su transformación en una
práctica colectiva, no fueron una creación coránica, sino una consecuencia de
la vida de la comunidad musulmana.
Especialmente importantes para comprender la arquitectura, las siguientes
características de la plegaria musulmana:
-Creación de un ritual de plegaria.
- La plegaria tenía lugar una vez a la semana, los viernes al mediodía.
- En esta plegaria participa toda la comunidad.
- El Profeta o su representante asumían el papel de “imán” o conductor de la
oración colectiva. En la ceremonia oficial el “imán” aparece de pie frente a los
otros fieles, situado cerca del muro de la qiblah.
-La plegaria del viernes, era asimismo, la ocasión en la que se producía la
comunicación entre la comunidad y sus líderes, considerados como los
guardianes del lugar de la oración.
Todos los acontecimientos y la mayoría de las prácticas tenían algo en común,
que propiciaban el fortalecimiento de los lazos formales de la comunidad
musulmana, pero también servía para mantenerla separaba del resto de las
comunidades como la judía, cristiana o pagana.
Esta unidad de toda la comunidad, no sólo era un objetivo de índole religioso,
sino que abarcaba todas las actividades, haciendo que todo funcionase como
el engranaje de una máquina.
La mezquita tiene grandes diferencias con respecto al templo cristiano. El
templo cristiano aísla al creyente creando una atmósfera propiciatoria para el
contacto con el infinito, mientras que en la mezquita tiene una sola función,
contener a la multitud de los fieles y será esta calidad multitudinaria, de la
concepción espacial de la mezquita, la que condicione su arte.
Este espacio no debe ser una irrealidad, cuya función sea alejar al creyente de
su vivir cotidiano, sino, por el contrario, debe repetir las formas más
comprensibles e inmediatas, sin más visión que la puramente receptora de
multitudes.
En la mezquita no hay un punto central. En ella lo que determina el interés de
los creyentes no es un punto, sino una línea, el horizonte. Es la orientación
hacia este horizonte lo que condicionará la estructura de la mezquita.
Esta concentración del interés religioso explica la falta de sistema en la
construcción. La Iglesia cristiana está concebida, de manera que todos sus
elementos exalten y concentren la atención del creyente sobre el santuario. En
la mezquita, por el contrario, si se necesita más espacio para albergar a una
mayor cantidad de fieles, sólo se han de añadir nuevas naves, sin ninguna
condicionalidad.
El creyente, situado en cualquier punto de la mezquita, siempre se hallará
frente a la línea del horizonte que señala el lugar sagrado, el mihrab, por lo
tanto el mihrab es un signo de dignificación de este mundo.
El ambiente de la mezquita se distingue de todo cuanto es efímero y en virtud
de esta arquitectura, el más allá, no es solamente un objetivo, sino es algo vivo,
algo a lo que se debe aspirar.
Este sentido cósmico y religioso también se puede aplicar a la interpretación de
las cúpulas. Las cúpulas no sólo se encuentran en las mezquitas, también las
encontramos en edificios civiles o seculares, como los palacios.
El Islam se considera asimismo como la renovación de la religión primordial de
la humanidad. La “Verdad” divina les ha sido revelada por medio de los
profetas o “enviados” y esta perspectiva predispone a la civilización islámica
para asimilar y ser garantes de las tradiciones más antiguas, despojándolos de
toda mitología y revistiéndolos de conceptos más “abstractos” conformes a la
doctrina de la Unidad.
El Profeta cuando habla de su ascensión al cielo, describe una inmensa cúpula
de nácar blanco, sostenida por cuatro pilares angulares, sobre los que se leen
las cuatro palabras de la fórmula coránica:
“En nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”.
Esta parábola, presenta el modelo espiritual de cualquier edificio con cúpula. El
nácar o perla blanca, es el símbolo del Espíritu, cuya cúpula engloba toda la
creación. El Espíritu Universal, que fue creado antes que las demás criaturas,
es también el Trono Divino que abarca todas las cosas. Este trono tiene como
símbolo el espacio invisible que se extiende más allá del cielo estrellado.
Desde un punto de vista terrestre o terrenal, los astros se mueven en esferas
concéntricas, más o menos alejadas de la Tierra. Estas esferas están rodeadas
por un espacio ilimitado, que a su vez es englobado por el Espíritu universal, en
calidad de “lugar” metafísico de toda percepción o conocimiento.
Si la cúpula, en un edificio sagrado, representa el Espíritu Universal, el tambor
octogonal que la sostiene, simboliza a los ocho ángeles portadores del Trono,
que a su vez se corresponde con las ocho direcciones de la “rosa de los
vientos”.
La pared cúbica del edificio representa el Cosmos, del cual son elementos los
cuatro pilares angulares que representan lo terrenal.
Para comprender este sentido de las cúpulas, es de vital importancia, el estudio
de las existentes en el Palacio de la Alhambra.
En la cúpula de la Sala de Comares, en la Sala de las dos hermanas, el
Mexuar o en el Mirador de Daraxa, la decoración de sus cúpulas están llenas
de este simbolismo astral, relacionadas con la personificación de la figura del
soberano, que a su vez se identificará con el Sol.
En la sala de Embajadores hay un número poco frecuente de inscripciones, en
las cuales podemos ver una afirmación muy solemne de poderío cósmico, entre
ellas cabe destacar:
“Desde mí recibes la salutación que por la mañana
y por la tarde te dirigen bocas de bendición, de
bendición, de felicidad, de dicha y de amistad íntima.
Esta es la cúpula excelsa y nosotras somos sus hijas;
más para mí es la distinción y la gloria en mi familia.
Soy lo que el corazón es para los miembros, pues
estoy en medio de ellos, y en el corazón reside la
la fuerza del aliento y del alma.
Y si existen los signos zodiacales en su cielo,
En mí, se encuentra el sol de la nobleza”.
La idea de una sala del trono con una cúpula repleta de símbolos cósmicos en
la Alhambra no tiene nada de sorprendente.
La cúpula de la Sala de las Dos hermanas, tiene otra peculiaridad, cambia de
aspecto dependiendo si se observa de día o de noche.En esta cúpula giratoria
se refleja el ciclo diario de luz y oscuridad, así como las posiciones cambiantes
de las constelaciones. En ella, en vez de símbolos bidimensionales y
esquemáticos, nos encontramos con una superficie rota, en lo que parece ser
un número, casi infinito de facetas, que forman una ilusión de giro.
La cúpula está iluminada por ventanas situadas en la parte inferior, y
dependiendo de la fuente de luz que la ilumine, el sol o la luna, cambia de
posición, quedando así iluminadas diferentes combinaciones de facetas.
3.2 LOS JARDINES
En cuanto a la concepción de los jardines, vemos como todas las mezquitas
poseen un patio con una fuente, donde los fieles hacen sus abluciones antes
de realizar sus plegarias. Esta fuente, a veces, está protegida por una pequeña
cúpula, en forma de baldaquino. Tanto el patio, como la fuente se encuentran
en el medio, como el jardín cerrado y regado por cuatro corrientes de agua que
brotan del centro, estando realizadas a imagen y semejanza del Paraíso, ya
que en el Corán se describen los jardines de la Bienaventuranza, en el cual
brota una o dos fuentes en cada uno de los jardines y éstos están habitados
por las vírgenes celestiales. Allí nada es efímero, sino eterno y será morada de
los hombres constantes y piadosos donde disfrutarán de salud y paz. Esta
última morada es la aspiración de todo buen musulmán.
En la naturaleza de los jardines del Paraíso, está el ser oculto y secreto, que
corresponde al mundo interior, a las profundidades del alma. A este mundo
debe parecerse la casa musulmana, perfectamente cerrada al mundo exterior,
dando lugar al intimismo musulmán, por el cual todo se organiza hacia el
interior, protegiendo la intimidad y la privacidad.
Todo lo que hace feliz al hombre en la Tierra puede ser transferido al Paraíso,
pero con una realidad más concreta. El mundo terrenal sólo existe por
creación divina y puede ser considerado como la exteriorización del poder de
Dios.
Es en los Paraísos celestes donde el musulmán coloca la transcendencia y la
realidad más tangible y fuerte y para poder disfrutar de estos paraísos en el
mundo terrenal se realizaron los jardines, que sólo nacerán para el placer de
los sentidos y el disfrute.
3.3 LA DECORACIÓN ÁRABE
En cuanto a la decoración árabe: los árabes idearon un sistema de
decoración puramente abstracto y geométrico, en el cual el problema de la
relación entre superficie y ornamentación no existe, ya que los temas
ornamentales no están concebidos como tales, sino como puras formas
mentales, independientes del tiempo y el espacio.
Dentro de la decoración hay que destacar, el papel importantísimo que tiene en
ella la escritura.
La caligrafía es el arte visual más noble en el mundo del Islam. La escritura
coránica constituye el arte sagrado por excelencia, cuyo papel es la
representación visible de la palabra Divina.
En las transcripciones sagradas, las letras árabes pueden aparecer en
combinación con otras formas decorativas, como el arabesco o, simplemente,
hacerlo solas, ya que la caligrafía árabe encierra unas posibilidades
ornamentales y unas variaciones de una riqueza inagotable.
La riqueza de la escritura se fundamenta en.
- el pleno desarrollo de sus dimensiones,
- la verticalidad, que confiere a las letras su dignidad hierática y afirma el
carácter inalterable de cada letra.
- La horizontalidad, que las une en un flujo continúo, expresando el devenir
o la materia, que vincula las cosas entre sí.
La ornamentación ha existido siempre, aunque el Islam ha impuesto una serie
de limitaciones en los significados iconográficos y no parece tener un
contenido intelectual o cultural. Sólo tiene una función de embellecimiento y
dota de belleza plástica al monumento en el que se encuentre.
Si la definición de un tema o su valor ornamental es el primer problema con el
que nos encontramos, cuando definimos la decoración árabe, el segundo será
la ambigüedad o ambivalencia de este arte. Una característica determinada
puede prestarse a dos interpretaciones simultánea y en parte pueden ser
contradictorias. Una interpretación es la iconográfica y otra es la interpretación
ornamental.
Las técnicas utilizadas en el arte musulmán son numerosas, destacando el
estuco, la piedra, el mosaico, la cerámica, la madera, el marfil y
ocasionalmente, el cristal o el metal.
3.4. LA ORNAMENTACIÓN
En cuanto a la ornamentación, independientemente de la técnica, es de gran
importancia el estuco. Aunque su utilización no es nueva, es una técnica que
se extendió rápidamente por los centros de influencia islámica.
El estuco es una técnica de decoración de superficies que podía transformar un
edificio de un modo barato.
Casi todas la innovaciones del arte islámico, consisten en efectos de superficie:
decoración de reflejos metálicos, esmaltes opacos, fijación de los colores en la
cerámica… Con ello se intentaba destacar las superficies sobre las formas. Fue
un arte de ilusión.
Destaca la gran cantidad y variedad de motivos, muchos de los cuales son
independientes de los propios temas.
Los temas decorativos se pueden agrupar en tres grupos:
- Elementos vegetales.
- Elementos geométricos
- Elementos de categoría miscelánea.
La decoración da unidad al arte musulmán, ya que en cuanto a la forma, se
halla subordinada a determinados principios abstractos, Nada queda sin
decorar y para ello, los motivos decorativos pueden desarrollarse hasta el
infinito. Por lo tanto la ornamentación se convierte, al mismo tiempo, en el
esclavo y el amo del espacio en el que aparece, en un ejercicio práctico y una
meditación intelectual.
En cuanto al ritmo musulmán, destruye los ejes de equilibrio y se basa en la
repetición y lo único que exige esta repetición son leves pausas de vacío o de
temas contradictorios. Con ello quieren provocar un reencuentro, cada vez más
obsesionante, con el tema representado.
La primera consecuencia de este ritmo es la desvitalización, confiriéndole un
carácter puramente mecánico y abstracto.
Cualquier objeto, cualquier producto fantástico o real, adquiere prestancia y
eficiencia sobre nuestra sensibilidad, en cuanto es rítmicamente repetido y por
ello adquiere un valor decorativo, sugiriendo un principio de embriaguez
religiosa.
La estética musulmana ha salvado la necesidad de contrastar cada tema
ornamental por medio del color. Cada forma ornamental de las que forman la
maraña decorativa, se resalta con un color distinto y vivo. Normalmente los
más utilizados son los rojos y azules.
En los espacios arquitectónicos, este ritmo de repetición se consigue con la
sucesión, aparentemente indefinida, de los soportes, con lo cual este elemento
arquitectónico se transforma en un órgano plástico, alcanzando una pura
valoración rítmica.
3.5. EL SISTEMA ESPACIAL ÁRABE
La misma claridad de apoyos impone un sentido de amplitud del plano de
superficialidad. Los vastos espacios repugnan a la sensibilidad árabe que
necesita fragmentarlos y disolverlos en menudos receptáculos, pulverizados,
aún más por el juego de haces de claro-oscuros.
El creyente tiene siempre delante una configuración espacial, estructurada por
un enjambre de apoyos y complicadas arquerías que se despliegan con
calidades de relieve.
Este sentido espacial está íntimamente ligado a la concepción espiritual de
cada cultura. El misterio cristiano exige la profundidad, en cambio, el enigma
musulmán tiene un sentido laberíntico, estando integrado por fórmulas
exotéricas cuya repetición coloca la creyente en el seno de la verdad.
Una de las características de la estética árabe, es el contraste. Cada cosa no
es continuada por otra, sino es contrapesada por ella. Así el contraste, no
solamente se consigue por el sucesivo despliegue de elementos de signo
contrario, si no por la incompatibilidad entre la forma de los elementos y su
función.
Esta ley del contraste es la que rige la organización interior de los espacios y la
que consigue sus máximos efectos en la literatura.
Todas las alusiones poéticas se refieren dos planos:
- El de la realidad.
- El de la creación imaginativa.
El poeta se recrea en el juego de los hallazgos sorprendentes, de las
semejanzas imprevistas, de las conexiones con universos no similares. El
poeta queda prendido en la seducción de unas formas bellas por sí mismas.
En las narraciones en prosa, este contraste, es lo que motiva el juego de la
acción.
El lector o el espectador no se detienen a pensar en la psicología o en las
entrañas artísticas del monumento o de la obra, sino que las contempla como si
fuera un espectáculo, atento a sus efectos y deslumbramientos, donde la
atención queda suspendida, creando un gran interés.
Este carácter mágico, puede ser que sea el fondo de la técnica de la
poetización del mundo oriental, transmutando o cambiando unos seres por
otros.
El único criterio constante, en cuanto a la elaboración de los temas literarios, es
que son concebidos en forma de serie, así cada tema enlaza con los anteriores
y con los posteriores, con lo cual, la exigencia numérica se convierte en el
eslabón de un proceso ilimitado, quedando concebido el infinito, como una
sucesión, en lugar de la total inmersión intemporal, que es como se concibe en
el mundo occidental. No hay que olvidar, que el musulmán percibe el mundo
como una perpetua interferencia entre la realidad y la ilusión.
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