El hombre celebrante - Encuentro Nacional de Docentes

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Título: El hombre celebrante.
Resumen: La cultura actual inclinada a la cientificidad y al ejercicio de la razón
instrumental, privilegia sobremanera al hombre cerebrante. Pero al ser vibrar sólo la
cuerda de su racionalidad -tan asociada, por lo demás, a las empresas de dominio y
de utilidad-, el hombre pierde hondura, flexibilidad, gracia rítmica y sobre todo
orientación. Este estrecho ejercicio de la razón, perturbada por un positivismo
excluyente, viene siendo cuestionada. Se multiplican las voces peticionando nuevas
metas y climas espirituales porque se advierte como una fatiga en el esfuerzo
unilateral dentro de la frígida área racional. Sería la oportunidad para el
advenimiento de un hombre celebrante. De aquel que se siente ganado por la
totalidad irreductible de su persona, movilizando todas sus potencias espirituales y
no sólo las racionales, para tener un encuentro y diálogo fructífero con el misterio
del ser a partir del embarcadero de lo sensible; misterio que es el mejor regalo para
la vida de la inteligencia. La perplejidad ante lo dado, con una suerte de candidez
niña, ha mostrado que cuando se la cultiva debidamente, la propia realidad expone
sus mejores galas de sentido que se ocultan, en cambio, al vigilante ojo utilitario. El
hombre celebrante es el que deja hablar a la verdad y realidad de las cosas desde
su propio estatuto de ser. Las corteja con su talante celebrador para que muestren y
digan lo más reservado de ellas. En la escucha dócil, en la entrega obediente a lo
que es se puede alcanzar la auténtica sabiduria.
Datos del autor
Nombre y Apellido: Alberto Lago Freire.
Título académico: Profesor en Filosofía por la Universidad Católica Argentina
Lugar de Trabajo: Profesor titular de Filosofía de la Universidad Católica Argentina
(retirado)
Ponencia:
Desde hace tiempo se viene privilegiando al hombre cerebrante tan
asociado, por lo demas, a sus empresas de dominio y utilidad. En semejante
contexto la realidad y verdad de las cosas -y el hombre mismo- quedan
subordinados a emprendimientos cada vez más pragmáticos. La sola razón
calculadora compromete y empobrece todo lo existente al situarlo en el rígido código
de un positivismo excluyente. En esta atmósfera se desenvueve, lamentablemente,
la actual cultura inclinada a la mera cientificidad y al ejercicio de la razón
instrumental.
Este progresivo afán de pura racionalidad, sin darse siquiera un asueto
ocioso, explica a su vez otro empobrecimiento : el del lenguaje al ser sacado de sus
mejores pulpas semánticas para ser sustituído por el módico y triste idioma de las
cifras y siglas, propio de un eficientismo cada vez mas tecnificado. Idioma gris que
manipula al hombre sin dejarlo tener relaciones y diálogos vivos y directos con los
semejantes y con las cosas. “H2O” es una simple fórmula.Pero jamás podrá agotar
la definición del agua, porque también es lluvia sobre el tejado y un niño
chapoteando en élla como decía bellamente Max Picard.. Se asiste entonces a una
reducción progresiva de los espacios y de los tiempos para dificultar, cuando no
impedir, que el ser humano y las demas creaturas puedan hacer valer y expresar su
propio estatuto de inefabilidad y misterio. La misma razón ni siquiera cuenta ya con
su compañia cordial : la del co-razón.Obsérvese -para poner un ejemplo entre otros
mas- la alarmante crisis en que ha caído la poesia. Consúltense los suplementos
literarios de los últimos años, nacionales o foráneos y se confirmará el escaso, por
no decir nulo, registro poético. Ante semejante panorama daría la impresión que se
cumple la dolorosa sentencia de Antonio Machado: el intelecto no canta.
Pero ocurre, paradójicamente, que al tensar y hacer vibrar sólo la cuerda de
la razón instrumental, el hombre no atina a ser debidamente cuerdo. Su razón va
perdiendo calado, flexibilidad, gracia rítmica y sobre todo orientación.Esto es
alienante. Chesterton ya advertía que, en semejante contexto, el loco no es el que
ha perdido la razón sino el que la ha encontrado.
Sin embargo, esta estrecha visión va siendo cuestionada. Se multiplican las
voces peticionando nuevas metas y climas espirituales. Como si se advirtiera que
hay que salir de esa grave fatiga por el esfuerzo insistente y exclusivo dentro de la
frígida y desvirtuada área racional. Que es menester movilizar sin demora todas las
demás facultades y potencias del hombre desatendidas, para otorgar debida
audiencia a la gratuidad de lo dado. Se experimenta la necesidad de volver a
regalarse algún giro poético, de frecuentar la fantasia, de no acallar la imaginación y
hasta de procurarse el deleite como coronación del buen discurrir conceptual. Se
habla entonces de ensayar otras conductas, de hacer sitio
a un nuevo
encantamiento del mundo o alcanzar al menos un nuevo paradigma, vocablo éste
que tiene amplia acogida entre los propios estudiosos de las denominadas ciencias
duras.
Sería pues la oportunidad para el advenimiento de un
hombre
celebrante.
¿Qué entendemos aquí por hombre celebrante?.Por lo pronto no se trata
del celebrador que participa en las festividades comunitarias de los grandes
fastos.Es
propio de toda sociedad bien armonizada celebrar sus magnos
acontecimientos pues hacen a la unidad, a la tradición, a la cultura y al fervor
religioso y cívico dentro del suelo en que se nace y vive. Lo que aquí examinamos
es la de ejercitar un talante personal celebrativo que no debe ser ocasional,
sino habitual. Por hombre celebrante entendemos aquel que se ve ganado por la
totalidad irreductible de la persona, movilizando todas sus potencias espirituales y
no sólo las racionales, para tener un encuentro y diálogo fructífero con el misterio
del ser a partir del embarcadero de lo sensible. Aquel que busca comulgar con la
realidad desde el asombro y el agasajo, sin los previos condicionamientos de una
pétrea racionalidad que se ha erigido como la única aduana del saber.
En el frontispicio de su Metafísica Aristóteles nos dice que todos los
hombres tienen, por naturaleza, el deseo de conocer. Pero el Filósofo añade de
inmediato:lo prueba el placer causado por las sensaciones, pues, aparte de su
utilidad, nos proporcionan goce por si mismas, y, sobre todo, la sensación visual.
Efectivamente, no sólo para obrar, sino incluso cuando no nos proponemos acción
alguna, preferimos, por decirlo así, la vista a todo lo demás. (1) Mas adelante y
siempre dentro del mismo Libro I, afirma que el principio de todas las ciencias es el
asombro de que las cosas son lo que son. (2)
Quiere decirse que las ciencias no han nacido a partir de un afán
pragmático o utlitarista, sino por ese talante y talento innatos en el hombre de
quedar fascinado ante lo que es, simplemente porque existe.Mas todavia.
Aristóteles, antes de historiar en el mismo cuerpo de su Metafísica cuanto se
teorizó acerca de la naturaleza de las cosas, afirma que las ciencias se originaron
entre quienes disponian de ocio y eran amigos de mirar (3). Las ciencias fueron
brotando de la cabeza de ociosos maravillados ante la realidad. No se nos olvide
que Tales de Mileto de tanto tener alzada la vista oteando el firmamento, tropezó en
un pozo y una vieja Tracia se rió de él por su falta de “realismo”.
La perplejidad ante lo dado, con una suerte de candidez niña, ha mostrado
que cuando se la cultiva debidamente, la propia realidad expone sus mejores galas
de sentido que se ocultan pudorosas ante el vigilante ojo de dominio utilitario. El
hombre celebrante es el que deja hablar a la verdad y realidad de las cosas desde
su propio estatuto de ser. Las corteja, las piropea, con su permanente loa para que
muestren y digan hasta lo más reservado de ellas. El ánimo del celebrador es llevar
esa verdad y realidad a su mejor epifania.
Si el asombro fué entonces el inicio del saber y por tanto de la misma
filosofia, también es cierto que en la perplejidad va implícita la celebración de todo lo
que es. El talante admirativo de suyo agasaja.Porque asombrarse, admirarse,
quedar maravillado significa, por lo pronto, un saborear lo existente. El alma ansia
llenarse de esos sabores que están en el profundo jugo del ser; Quiero decir, en su
misma sustancia ontológica El vocablo intus-legere del que proviene inteligencia,
significa precisamente un estar leyendo adentro de la pulpa de la realidad;
cavilando en lo más hondo de ella, gustándola en su misma “salsa” de identidad
e irrepetibilidad.. Y cuando hay estos anticipados sabores se puede acceder recién
a los saberes y no antes. La etimologia del vocablo saber toma su origen
justamente en el sabor, en el paladeo de la verdad, del bien y de la belleza. Y en su
mejor sentido este sabor es dulce, al modo como Homero hablaba de la Sophia
farmaka ( “dulces medicinas”) o, mejor aún, como lo designa la palabra “suf” que en
el antiguo hebreo significa “alveolo de miel” (4)
Cuán gratificante resultan estas incursiones etimológicas para concluir
que el vocablo “sabiduria” sabe a la buena miel que proviene del mejor panal
entitativo.Dicho de otro modo: que el ser tiene suma suculencia.
Por eso toda buena inteligencia es dionisíaca. Porque el espíritu es el
enólogo de la realidad. El que le toma el sabor al ser.
Pero sigamos unos instantes mas en esta grata estancia semántica, para
indagar en el rico contenido de esta dupla de sabores y saberes. Se advierte que
el vocablo griego sophia además porta un entramado lúdico. Que la sabiduria es
juguetona.Sin duda, Sophia tiene una fuerte urdimbre de significaciones: habilidad,
destreza, experiencia, prudencia, ingenio, cordura, agudeza, sagacidad, perspicacia,
ciencia... Pero dice asimismo del arte del “carpintero habilidoso”; del arte del
encantador y del poeta. En esta economia de ideas, el teólogo de Tubinga, Erich
Pryzwara, ha reflexionado con entonada expresividad al decirnos que Santo Tomás
llama al Logos el “ars Patris”, la inteligencia artística creadora, que por lo mismo
aparece en los Proverbios tanto como “sophia poética”, como sophia juguetona.
(5) Recuérdese que en el pensamiento que guió la construcción de las grandes
catedrales góticas estaba también este reconocimiento al Dios creador como
habilidoso arquitecto que compuso y armonizó la variedad de las cosas creadas
mediante las sutiles cadenas de la consonancia musical. Esto constituía un
entendimiento corriente entre los hombres de la Escuela de Chartres. (6) Pues se
trata de la Sabiduria, según el Sagrado Texto, que estaba al lado del Padre creador
para deleitarlo dia tras dia pero también recreándose delante de él en todo tiempo,
recreándose sobre la faz de la tierra y su delicia era estar con los hijos de los
hombres (Prov. 8,30.3l) Las cosas portan esta gracia de armonia festiva desde su
mismo manantial creativo; gracia cantarina y a la vez lúdica. Tal como leemos en el
Salmo l04:
Cantaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista
Y podemos completar este discurrir con el conmovedor versículo del Génesis
cuando el Señor Dios llamando al hombre pecador lo hace paseándose por el jardín,
a la hora en que sopla la brisa. (Gn.3.8). ¡Cuánta belleza decidora hay
aquí!.Obsérvese que no se paseaba el Padre Creador por cualquier lugar y a
cualquier hora sino que da entender que lo hacía habitualmente, para gratificarse
con su obra, dentro del mismo huerto donde puso al hombre y al final de cada
jornada buscando ese instante vespertino, sereno, acogedor. A la caída de la tarde,
hora que va emponchando las formas y los colores llamando al recogimiento y al
descanso. De ahí que podemos afirmar que el primer bardo, el primer celebrante
de la Creación ha sido su mismo Autor. Pues no sólo dijo que todo era bueno o
muy bueno. También gustó de lo estético en el mismo predio, el huerto, en el que
colocó, repito, a nuestros primeros padres, lugar grato a la vista y donde están los
frutos apetitosos.
De ahí en más,hasta la misma filosofia gusta del encanto lúdico. A veces
ganados por su severa austeridad conceptual nos olvidamos de sus primicias
joviales, como lo supo entrever el agudo pensamiento de Ortega (7): si bien es
cierto -dice el autor de “La rebelión de las masas”- que el tema y el contenido de ella
tiene un carácter intensamente dramático y patético, al ser teoria y mera
combinación de ideas, su índole propia es jovial como corresponde a un juego.(8) La
filosofia que nació en Grecia provocada por el asombro ante lo que es,instala
definitivamente su modo de decir en un estilo risueño propio del certamen y la
competencia agonal. Como se juega al disco y al pancracio, se juega a filosofar (9)
Y concluye Ortega: ese estado de ánimo, a este temple...llamaron los antiguos -que
de estas cosas sabían más que nosotros- jovialidad,esto es, el tono vital propio de
Jove, de Júpiter o Dios Padre. La filosofia resulta así una ‘imitación de Jove’ (10)
.
Cuánto sabor queda en los espíritus al anoticiarnos, en
cualquier manual de historia de la filosofia, que este singular juego se solía llevar a
cabo también en forma peripatética, es decir caminando. Gratifica saber que esta
amenidad paseante, tranquila, con ritmo suelto, sin prisa, en el dialogar sapiencial,
era corriente entre maestros y discípulos. Y hasta se llevaba a cabo con buen humor
como consta, por lo demás, en algunos Diálogos platónicos
Desde que hubo una Palabra que se pronunció para que las creaturas
sean, nunca han perdido la jovialidad inicial ni tampoco el resplandor que les viene
del rutilante Taller de la Sabiduria eterna. Cuanto más ancianas, cuando más pátina
tienen, más bellas mozas son y más fulguran en ellas el frescor de origen como si el
tiempo les encimara constante juventud. Por eso a la inteligencia se la asoció
tempranamente con lo auroral, con la luz. Y, a su vez, con el ver. Este sentido, el de
la vista, no sólo permite adquirir mayores conocimientos sino también descubrir
múltiples diferencias, que es como decir sensibilizarnos ante los variados portentos
del ser. Es que la inteligencia ve; ve la interioridad de las cosas iluminandolas e
iluminándose En realidad se trata de un resplandor mutuo en el que se dan cita las
cosas y el espíritu del hombre..Claro, la inteligencia tiene que ir al encuentro de esa
luz de las cosas porque las cosas a su vez, cabe reiterarlo, buscan afanosas la luz
del espíritu del hombre para que éste las diga, las exprese.Garcia Bacca sostiene
que el hombre es el altavoz viviente de la creación, porque ella resuena
enteramente en su espíritu. (11). Y esto da siempre juventud cantarina al alma.No
interesan las edades. El que se asombra siempre está en estado de sorpresa y
alegria niñas. Oportuno es traer aquí la sentencia de Unamuno : si el ojo es para
algo mas hondo que ver es para alegrar el alma. Ahí está lo suculento de todo saber
agasajante, ser coronado por la alegría, por la delectación.
El ser nos gratifica pues con su sola presencia. Por eso un buen-ver lleva
a un buen-decir; es bendecir (benedicere) al otro y lo otro porque son. Me alegra
que existas, decía insistentemente Gabriel Marcel.
El buen talante celebrativo es, por lo tanto, un asentimiento vivo y
espontáneo que brota de un corazón agradecido al reconocer que lo existente
conlleva de suyo un frescor, un embelesamiento desbordante, una virginidad, una
dignidad, un esplendor, secuencias todas de un sentido, de un argumento y de un
amor que lo trabaja y sostiene.
Claudel en su obra El libro de Cristobal Colón, pone en boca del
descubridor: mi misión no es rehacer el mundo, sino descubrirlo :
¡Abrid los ojos, el mundo está intacto todavía, es virgen como el
primer dia, fresco como la leche! (l2)
Y en El zapato de raso (13), don Rodrigo expresa la emoción de su alma
encantada ante lo creado:
¡Cuánto amo ese millón de cosas que existen juntas!
¡No hay alma tan herida en quien la vista de ese
inmenso concierto no despierte una débil melodia!
En la escucha dócil, en la entrega obediente a lo que es, espera donosa la
sabiduria. Una sabiduria participativa de aquella que estaba, como nos dice la
Sagrada Escritura, antes y durante la Creación. Celebrar asi es una vivencia
existencial impregnada de encuentros gratificantes, sobre todo con Quien ha puesto
desde la nada todas las presencias y que además las sustenta o si se prefiere
decirlo de otro modo, las providencia. Frente a esta simple proximidad a lo creado
los sentidos aprehenden,ciertamente, una realidad, pero el talante agasajante la
recrea con su jubiloso y asombrado reconocimiento.Es como si estuviese gozoso en
la primera mañana de la fuente creativa.Como en los inicios de la creación
deleitándose como un niño ante cada fiat del Señor. Y esta epifania loante se puede
manifestar silenciosamente o expresarse con una simple interjección El ¡ah! o el ¡oh!
son quizás mas decidores que un largo discurso conceptual, cuando el espíritu está
sobrecogido ante la bondad de un rostro, la belleza de un paisaje o frente a la
verdad descubierta y bien asumida.
Y hasta el celebrador puede ser movido al aplauso, pues el aplaudir es
también un efusivo loar. En una ocasión oí narrar que en un pueblito de Cataluña
cercano al Mediterraneo, se encontraban Salvador Dalí y un amigo contemplando la
caída del sol sobre los Pirineos. El espectáculo les fué tan conmovedor, que
aplaudieron alborozados pidiendo: “¡Que salga el autor...¡Que salga el autor..! Es
precisamente el resplandor de la Sabiduria creadora la que atrae, porque es ella la
que anhela entablar un diálogo constante y entrañable con quien está hecho a su
imagen y semejanza. Ante la gratuidad absoluta de lo creado que aparece y se
ofrece al hombre solicitando su reconocimiento y buen cultivo, es la Sabiduria divina
la que convoca, la que vocea fuertemente en sus creaturas, para ser reconocida y
entrar en conversación con el hombre.Y cuando celebramos es porque
respondemos afirmativamente, es decir, deseamos que las cosas sean el asiento de
un diálogo profundo entre el Creador y su criatura. Lo creado tiene su logoi
que le viene de la Palabra creadora. El celebrador con su buena escucha
divulga luego su propia palabra. El verbo humano acompaña a la Palabra
divina.Quizás sea balbuceante. No importa.Sólo interesa lo que carga de asombro y
entendimiento Y entonces sí que se cumple acabadamente aquello que Dios vocea
por boca de Isaias:
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber
empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé semilla al
sembrador y el pan al que come. Así sucede con la palabra que sale de su boca:
ella no vuelve a mi estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión
que yo le encomendé ( Is. 55.l0-ll)
En este contexto bien vale recordar también el bellísimo tramo
poético del salteño Manuel J. Castilla: Me dejo estar sobre la tierra porque soy el
gozante / El que bajo las nubes se queda silencioso / Pienso: si alguno me tocara
las manos / se iría enloquecido de eternidad (14)
Todo esto es fiesta, alegría. El hombre celebrante estalla
constantemente de júbilo, porque es como si sintiera que está constantemente
“viviendo de arriba”. Que todo son dones que se encuentran ahí permanentemente
ofrecidos, no pidiéndose nada a cambio. Que son tesoros que no se venden ni se
cotizan en las Bolsas. Son gratuitos; nuestros. Están puestos para nuestra
admiración, gozo y cuidado.
Afirma el lúcido teólogo ortodoxo Olivier Clément: La fiesta es espontaneidad
y gratuidad, es el gran sí dado a la existencia, la gran celebración que une a lo
ilimitado (15).
No somos los mismos después de contemplar un amanecer, ni
experimentar la fragancia de una flor, escuchar el canto de un pájaro o ver la niña
haciéndole mimos a su muñeca al tiempo que le dice: “¡mi tesoro!”. Alguna
transformación, poca o mucha -esto se nos escapa-, se ha operado en nuestra
persona luego de esas o similares experiencias. Al abrirnos al asombro,
acaudalamos una cierta paz y felicidad que posibilita armoniosas solidaridades. Y
acaso sea una ocasión para dar nuevo giro a nuestras vidas. No sabemos, quizás
nunca lo sepamos, cómo a su vez se ha favorecido aquello que ha sido objeto de
nuestra simpatía y admiración, por pétreo que siga apareciendo ante nuestros
sentidos. Hay en verdad un espléndido movimiento en los intercambios de dones,
desde que todo está misteriosamente trabajado por un eros fundante y fecundante.
Muchas veces en el ser oscuro habita un Dios escondido / ¡Y como un ojo que nace
cubierto por su párpado / Un espíritu puro crece bajo la apariencia de las piedras!
Así cantaba Gérard de Nerval en el tramo final de uno de sus poemas (16)
El celebrar y conocer son un verdadero poema de amor, si se alcanza la
debida unión entre sujeto/objeto, es decir, cuando hay auténtica y profunda
adecuación. A la sabiduria que está pulposa en la verdad y realidad de las cosas le
gusta que previamente la cortejen y luego contraigan con ella nupcias duraderas.
Recuérdese que la propia palabra philo-sophia, conlleva este encuentro festejante y
de unión: amor a la sabiduria. La misma Biblia usa la palabra conocer cuando habla
de la intimidad total, absoluta entre los esposos. Cuando alcanzan a ser una sola
carne. También el sujeto y objeto se hacen uno en el celebrar y conocer. Se
entiende, intencionalmente, no por modo de abandono de sus propias naturalezas
para asumir otra distinta. Es una unión de amor al modo conyugal.
La intuición misma es celebrativa pues se nutre de esos sabores y saberes
primerizos que posteriormente el discurso conceptual explicitarán.Toda buena
inteligencia empieza desde una intuición y concluye en otra.Entre ambas está el
proceso discursivo. Y cuando esto se completa adviene el regocijo. Lo entendido
se corona con un deleite espiritual.
Este sería pues el regalo mayor para la inteligencia: un verdadero encuentro
y comunión con el sentido de lo real, desde que las cosas a su vez buscan reiterarlo nunca cansa- refractarse en el espíritu del hombre, para que el hombre
diga lo que ellas dicen.
Agradecer, cantar, jugar, alegrarse, asentir, emocionarse, pregonar,
testimoniar, amar, orar y otros vocablos parecidos, forman la rica cohorte de la
celebración, a la que el dinamismo del espíritu, por imperio de la maravilla del ser,se
ve arrastrado y que lleva a un aunténtico conocimiento, a un verdadero saber, con
sabor y ciencia simultáneos.
Por eso las grandes obras de la literatura universal, suelen iniciarse
con una celebración, al mismo tiempo que se peticiona la protección divina.
Borges ha dicho que uno de los procedimientos a seguir para que los
hombres ejecuten libros inmortales, es el que suele comenzar por una invocación a
los númenes o al Espíritu Santo.Así obró Homero o los rapsodas que llamamos
Homero cuando rogó a la musa que cantara el encono de Aquiles o los trabajos y
las navegaciones de Ulises; así obró Milton, cuando se supo destinado a la
redacción de un volumen que las generaciones ulteriores no se resignarían a
olvidar; asi obraron Tasso y Camoens (17).
En los poetas bucólicos griegos sobreabundan los cantos a las cosas de la
naturaleza.Por ejemplo en los Idilios de Teócrito.Recuérdese el VIII: Menalcas
desafia a Dafnis a cantar.Y en el torneo poético se entregan a una sinfonía
celebrativa que sorprende a todo lector atento. Y no se sabe quien triunfa en la puja
cantarina, quien será el favorecido, pues el lenguaje de ambos se hace
suntuosamente loante. Hay una golosa expresión adjetivante; enumeraciones
hímnicas en los cantos alternativos.Hasta se conceden mutuamente el primer
puesto ¡Sé tu primero!; no, primero tú la voz levanta. ¡Ea! Formad al modular dos
coros. (18)
Y Tirsis agasaja el susurrar del pino que junto al claro manantial
resuena y pide al cabrero que principie un canto con la zampoña, mientras por su
parte cuida de los cabritos. (19)
En la literatura latina (Virgilio, Lucrecio, Ovidio, Tácito, Plinio el joven,
Horacio o Ciceron, la nómina no es exhaustiva) se puede comprobar similares
aportes celebrativos. Horacio habla con nostalgia del ganado, del gañán y los
prados que blanquean con la nieve de la escarcha.
Esta gozosa auditoria no es para ellos un recurso erudito para adornar
un pasaje literario, es el asombro frente a una realidad, mensajera de incontables
dones.
Ya en los primitivos relatos cosmogonicos el universo entero se lo
consideraba sagrado y por lo tanto era objeto de respeto y agasajo. No pocos
pueblos lo asumían como un regalo de la divinidad. Y todo ello contribuía a forjar el
culto que toda celebración conlleva.El cosmos era la casa mayor y la tierra no era
vista como mera despensa, sino como espacio sagrado protector y lleno de
mensajes simbólicos.
Dentro de la greda primordial se construia la morada para habitarla
por ser sitio elegido y nombrado para la aventura existencial. No se trataba de un
simple lugar, entre otros, sino que constituía una tierra debidamente nombrada; una
sede con historia y para la celebración. La tierra así se la sentía como topofilia, esto
es, lugar amado.Todo este sentido regulaba las fundaciones de las ciudades. Habia
un rito fundacional que tenía sentido sagrado. La fuerza y autoridad de la Ciudad
llevaba estos reconocimientos. Por algo Edipo y Orestes piden amparo y paz a
Atenas, al pueblo y a sus dioses.Y Eteocles, en la Los siete contra Tebas, se dirige
a los ciudadanos del pueblo de cadmo solicitando honrar a los dioses y alabar la
tierra que hay que defender pues es madre y nodriza amadísima que trata con
benevolencia a los niños que gatean por el suelo.(20) Traígase a la memoria
también del mismo Esquilo la larga plegaria de La Pitia al comienzo de Las
Euménides (21) y se comprobará que en el orden de las prioridades siempre está lo
sagrado y la celebración. La contemplación y la loa está por encima de todo, por ser
a la postre theoria, ver. La palabra viene de theoros,el ministro religioso de las
fiestas, y designa en su sentido originario, todavia asequible en Aristóteles, la
contemplación solemne sagrada.(Wolfang Schadewald).
El Enuma Elish babilónico y el Rig-Veda de la religión brahmánica están
también repletos de referencias efusivamente laudatorias . Hay un deseo de contar
y cantar los origenes por ser el fundamento de las cosas. Lo mismo sucede en las
culturas madres americanas (Azteca, Incaica, Maya y Maya-Quiché). Hay
entusiastas expresiones loantes, en el Popol Vuh y en el Libro de Chilam Balam o
del Consejo que constituyen los textos fundamentales de la cosmovisión maya. El
trípode en el que descansa la mentalidad mayense: divinidad - cosmos - hombre,
están en fluídas interrelaciones. El hombre de estas culturas amerindias, siente
la necesidad de saludar, de llevar su palabra loante ante la mesa del Señor Dios.
En la lengua maya hay un vocablo ricamente expresivo: Ich, Tiene una
doble significación aunque concurren hacia un mismo sentido: mirar y dentro. Por el
mirar el maya alcanza el reconocimiento de la condición epifánica de la naturaleza,
de toda la Creación. Mirando y contemplando o trascendiendo la realidad de lo que
la mirada capta. El “dentro”, tiene un sentido de fecundidad, designa al ser que es
portador de la capacidad de engendrar nuevas vidas, que participará de y en la Vida
que la epifánica naturaleza manifiesta (22)
En este contexto semántico, ich viene a significar enriquecer lo que ya
se conoce y se suma a ello, no por acumulación, sino por abundamiento. (23)
En las fuentes mexicanas de la cultura Náhualtl, según los textos de los
informantes de Fray Bernardino de Sahagún, existen alusiones a la gozosa
celebración de una religión que también impregnaba la totalidad de la existencia de
la población azteca, “cantos que se decían a honra de los dioses en los templos y
fuera de ellos”.La poesia de entonces se afana por encontrar las “palabras
verdaderas” para decir todo cuanto se siente.
En la civilización incaica, la celebración a la Pachamama, que presidía los
numerosos númenes tutelares, es igualmente muy loante toda vez que hay una
asociación cósmica del hombre desde su ámbito telúrico.
El trabajo mismo de la tierra tiene en estas culturas indígenas un sentido
hímnico por estar ligado a la fervorosa comunión con la greda primordial Nadie se
animaba a transitar por los campos cultivados sin cantar plegarias especiales. Para
la civilización incaica todo era viviente. (24)
Aquí sería por demás interesante rastrear en el rico pensamiento de
nuestro compatriota Rodolfo Kusch que ha estudiado y vivido muy a fondo estas
culturas.
En el noroeste argentino es indicativo el mito de Coquena, duendecillo
que protege las vicuñas y guanacos. El poeta salteño Juan Carlos Dávalos, entre
otros, ha celebrado la leyenda de este enanito que gasta diminutas hojotas de
duende.Esta leyenda es análoga a la del Llastay, el dueño de las aves, a la que se
rinde culto en los valles calchaquies y que también protege al ganado de los
cazadores depredadores.
Lo mismo puede decirse entre los guaranies. Sus creencias incluyen
al Curajhy-Yara. En su religiosidad se encuentra el mbyá que eleva cada mañana al
Creador una plegaria de agradecimiento por la permanencia de los hombres sobre
la tierra en virtud de la voluntad del verdadero Padre Ñamandu Ru Ete,de corazón
grande (25).
Las cosmogonias de los pueblos antiguos podian ser ingenuas pero
eran protectoras.El
racionalismo petulante las tacha
de supersticiosas u
oscurantistas por no haber alcanzado esos pueblos la verdadera ‘ciencia’. Se
entiende: la ciencia de una civilización que pretende eregirse en modelo de todos los
saberes y de todas las comunidades; civilización que mira el pasado como mero
peldaño o etapa del imparable progreso lineal material. Pero ocurre que la
verdadera ciencia desautoriza esta pobre y altanera visión cientificista.
Hay que releer los estudios de los padres de la ciencia moderna: Copérnico,
Galileo, Kepler y Newton. Son ante todo celebrativos, creían estar alabando la obra
de Dios al buscar descubrir las leyes y armonias de la naturaleza. En Kepler, por
ejemplo, su talante laudatorio alcanzó por momentos la sublimidad de un himno
sacro que recuerda el ritmo loante del Salterio. El último volumen de su Armonia del
universo, concluye así:
“ Te doy gracias a Ti, Dios Señor y creador nuestro, porque me dejas ver
la belleza de tu creación, y me regocijo con las obras de tus manos. Mira, ya he
concluído la obra a la que me sentí llamado; he cultivado el talento que tu me diste;
he proclamado la magnificencia de tus obras a los hombres que lean estas
demostraciones, en la medida en que pudo abarcarla la limitación de mi espíritu”
(26)
La ciencia de punta de hoy dia, en sus más diversificadas expresiones
disciplinarias,ratifica a su modo esas expresiones de Kepler.Sus planteos y
vocabulario así lo demuestran. Viene descubriendo presencias que no están sólo en
la ruta de una específica investigación. Invaden todas las especialidades. Se trata
de otras realidades que piden audiencia en el análisis y que traen incluso el eco de
otras más lejanas. Son realidades que brotan, aquí y allá, sorpresivas, como
duendes que van y vienen.Con sus sosfisticados avances técnicos y matematicos
los científicos descubren que la propia realidad es fuente de maravilla y asimismo de
simbolismo, pues tiene un “metá” agazapado. Al cuarto Quartz se lo denomina
“encanto” y algunos hablan de gracia, utilizando un término sacado del credo
cristiano. Otros de poesía,ya que la realidad pareciera que se muestra y expande
como un amasijo de palabras. Cuando surge el asombro se quieren las palabras
mas expresivas.Si la gramatica común no alcanza,entonces el neologismo avanza.
Vayamos a una reflexión final.
¿Entrará el hombre al tercer milenio con pié y voz celebrantes?. Esta
pregunta en la hora ecuménica que transcurre podría dar a entender que se está
indiferente al rostro sufriente del hombre-Job de nuestros días. Siguen siendo
lascerantes las palabras de Camús, cuando decía que no hay armisticio para una
madre a quien le han matado al hijo, ni para el hombre que entierra un amigo. En
efecto, con qué ánimo celebrar cuando el hambre, la guerra y otras múltiples
miserias son mostradas a diario por los diversos medios de comunicación. Loar
qué, cuando las ilusiones se frustran y el desierto espiritual crece por doquier
Hay que volver a tomar contacto con el Job bíblico pues en Job nos
reconocemos todos con nuestras personales cruces. El dolor que Job juzga injusto
deriva hacia un diálogo personalísimo con Dios, para recriminarle primero y alabarle
más tarde. El Libro hace notarial inventario de los crueles padecimientos. Pero
también hay -y esta es la gran paradoja-, un mensaje celebrativo. Dios obligará al
hombre-dice Chesterton- a ver cosas, aunque más no sea contra el negro trasfondo
de la nada.... Despliega ante Job un extenso panorama de objetos creados: el
caballo, el águila, el cuervo, el asno montés, el pavo real, el avestruz, el cocodrilo, y
los describe de tal manera que parecen monstruos que pasearan al sol. El conjunto
es una especie de salmo o rapsodia del sentido del asombro. El hacedor de todas
las cosas se muestra sorprendido ante las cosas que El mismo hizo. (27)
No se trata con esto de ofrecer un analgésico para dar breve asueto al
homo patiens si luego el sufrir será igual o quizás más fuerte.Con todo, en la
sequedad también se puede florecer. Como lo hacen las cactáceas en los páramos
y que paradójicamente se llaman plantas suculentas. El cardón es una de ellas. Es
una penca que habita nuestra América. Esa elevada y rústica cisterna vegetal
cubierta de espinas se desarrolla en un medio inhóspito. Padece los solazos y los
frios nocturnos más intensos. Se eleva al cielo en oración como un cirio pidiendo
auxilio. No teme porque confia en lo alto. Aprovecha todo lo escaso que le ofrece el
ambiente, para alimentar su suculencia interior y seguir acunando su sueño:
florecer. En su taller vegetal prepara las formas y los colores de la flor. Y cuando
llega la estación, en la cúspide, aparece el pompón de su pompa. Son flores de una
belleza impar. Quienes vayan por nuestro Noroeste, siguiendo la ruta calchaquí,
verán florecer los cardones en el mes de noviembre. (28). Imitemos al que hizo
flores de sus penas, y hagamos nuestro el canto del poeta José Ramón Luna : Por
fuera espinas / y adentro ternura / -así es el cardón- / cacharrito fiero / ieno de agua
pura / lo mesmo que io. (29).
NOTAS
1. Mt. I.1. 980 a
2. id. Y.2. 983 a
3. id I 98l b.
4. A.Bonilla y San Martín.Historia de la Fil.Española.T.l.Madrid l908,p.37,nota l
5. El cristianismo según San Juan. Ed. Dinor. l96l, p.5l
6. Otto von Simson La catedral gótica. Madrid l995 pp.52-53
7. La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoria deductiva.Bs.As.l958
8. ob.ct. p.377
9. id.
10. ob.ct. pp.389-390
11. D. García Bacca Tipos del filosofar físico.Tucumán l94l, p.4l
12. El libro de Cristóbal Colón . Ed. Losada. Buenos Aires l955
13. El zapato de raso. Ed. Sudamericana .Bs.As. l955
14. Cantos del gozante.San Salvador de Jujuy l972, p.l3
15. Olivier Clément Sobre el hombre Madrid l983, p.258
16. Cf. Gabriel Marcel en Filosofia para un tiempo de crisis. Trad. Fabian GarciaPrieto
Buendia. Ed. Guadarrama l97l, p.243
17. Página sobre Shakespeare. Rev. “Sur” año 1964, Nos. 289-290, p.28
18. Poetas bucólicos griegos. Madrid l888
19. ob.ct. Idilio I
20. Esquilo Tragedias Biblioteca Gredos. Madrid 2000
21. En Tragedias ed.ct.
22. La mentalidad Maya. Ed. Nacional. Madrid l98l, p.42
23. id.
24. Es abundante la literatura, sobre todo hispanoamericana, acerca de este tema.
25. Rev. “Humboldt” nº 28, año l966, p.6l
26. Cf. W. Heisemberg La imagen de la naturaleza en la física actual. Ed.Ariel.
27. La paradoja, máximo consuelo del hombre en El libro de Job.Venezuela
l970,p.l9l
28. Se ocuparon del tema, con erudición y sensibilidad poética, Carlos B.Quiroga,
Luis Franco, J.W. Abalos y José Rexach.
29. Guascha Locro. p.l7
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