La utilización de obras, interpretaciones y fonogramas en Internet. Antecedentes y demostración práctica. Cuestiones relativas a la gestión colectiva. Dr. Gustavo Máximo Sáenz Paz. LA INFRAESTRUCTURA GLOBAL DE LA INFORMACIÓN, SU INCIDENCIA EN LA SOCIEDAD. Las autopistas de la información son hoy una realidad masiva y su utilización crece a diario. Jeremy Rifkin en su obra "La era del acceso" bien señala que el concepto actual de propiedad está sufriendo un cambio radical. La economía capitalista nació y se desarrolla fuertemente atada a la idea de propiedad privada y mercado. En cambio en la economía digital los mercados tradicionales son paulatinamente reemplazados por las redes y el acceso y los vendedores y compradores se sustituyen por proveedores y usuarios. Antes se intercambiaban bienes físicos y servicios. Hoy, en el ciberespacio, los servidores y los clientes básicamente intercambian información, conocimiento, experiencias e incluso fantasías. Se consolida así la era de la cultura por encima de la basada en la propiedad. En este nuevo entorno no serán ya protagonistas aquellos que acumulen bienes de capital sino los dueños del capital intelectual, responsables de imponer a futuro las condiciones y los términos en que todos y cada uno de los usuarios accederán a las ideas, al conocimiento a las técnicas disponibles y por ellas. Esto nos conduce sin retorno de la producción industrial a la producción cultural. La capacidad, la creatividad, el talento individual se impondrán por sobre la acumulación de riqueza que nos ha caracterizado hasta el presente. Así como la imprenta, el fonógrafo, la televisión y el teléfono supieron con su llegada alterar las conductas humanas y transformaron el mundo en pocos siglos, no es menos cierto que la computadora anticipa un efecto similar, cuyo impacto posiblemente se irá acentuando en el futuro digital. Internet configura hoy la red de redes y es un hecho que intercomunica computadoras emplazadas a lo largo y ancho del orbe en tanto desdibuja desde esa virtual conexión las fronteras políticas y mercantiles de la actualidad, dejando una sensación de apertura, de acceso cuasi ilimitado al que esté en red. En este orden de ideas las economías de velocidad reemplazan a las llamadas economías de escala. La era industrial se caracterizó por la acumulación de capital y de propiedad física, la era de la infraestructura global de la información en cambio, valoriza prioritariamente a la formas intangibles de poder. Poder que se forma y sustenta en tener la mayor y mejor información y en los activos intelectuales del hombre moderno. Ser capaz de gobernar y conducir las ideas rectoras del nuevo mercado permitirá a las empresas alzarse con el control de toda una industria. La propiedad de intangibles, esto es, las ideas en forma de patentes, la propiedad intelectual, las marcas registradas, los secretos y las relaciones comerciales constituirán invalorables instrumentos para forjar un sólido poder económico comandado por los mega proveedores que concentrarán el funcionamiento de las redes de usuarios que sigue su rápido curso de expansión. La era industrial propició el desarrollo de nacionalismos y con ello creó la noción de los Estados Nación. La autoría elevó al individuo a una posición singular, independizándolo y destacándolo del resto de la sociedad. Los derechos de autor convirtieron la comunicación por vez primera en una mercancía valiosa. Nadie duda que la computadora ha revolucionado la organización de esa comunicación y se convirtió en herramienta ideal para conectar al hombre a esa economía fundada en el acceso, en el marketing de recursos culturales y en las experiencias de vida, al tiempo que cambia en forma gradual la naturaleza de nuestra conciencia y percepción de todo aquello. La aparición de las obras multimedia en las que convergen diversos autores de obras independientes entre sí nos obliga a reformular nuestros conceptos de exclusividad y autonomía. El Yo Solitario - autor - cede paso al Yo Relacional propio de la interacción grupal. La computadora sin dudas fomenta y alienta esta nueva formal relacional de conciencia, tal y como la imprenta reforzó y apoyó en su momento la idea de autonomía. Los valores culturales que unen e identifican a las comunidades regionales o nacionales parecen correr peligro de ser aplastadas por la fuerza implacable del mercado mundial. Se plantea entonces, el interrogante de cómo afrontarán las sociedades el impacto de la globalización de modo que esas culturas locales y la creatividad que las sustenta, no resulten dañadas y podamos así, preservarlas y mejorarlas - World Culture Report 1998 de UNESCO -. Por todo ello, encontramos serias dificultades en comprender acabadamente los alcances de las nuevas tecnologías y ello nos lleva a preguntarnos detenidamente : cómo funcionarán en definitiva? Qué alcance tendrán? Y por sobre todas las cosas, cómo se encuadrarán legalmente? Precisando en especial, qué derechos estarán comprendidos en su uso, cómo se gestionarán y quienes serán los responsables de esa utilización y del pago de los derechos que de ello resulten. El mundo de las nuevas tecnologías aumenta la calidad de vida a través de las ventajas que derivan de la mejor y mayor información disponible. El fácil acceso a esa información mediante una comunicación eficiente es y será la clave medular de todo negocio que procure ser exitoso. Los sistemas creados para transmitir información han sido aprovechados sobre todo por las empresas dedicadas a satisfacer demandas de esparcimiento. Se impone entonces dominar estas nuevas tecnologías. Caso contrario nos convertiremos en los analfabetos de ese futuro que ya llegó, ocasionando severas pérdidas de posibilidades laborales por no llenar el perfil exigido por los avatares del cambio. También es dable destacar que el mundo de las utilizaciones de obras intelectuales resulta eminentemente jurídico porque comercialmente está basado en la administración de los derechos que conlleva. APRECIACIONES TECNLÓGICAS Y SUS CONSECUENCIAS Como sabemos, la tecnología digital se sirve del lenguaje binario. Este reduce la información disponible a símbolos de 0 y 1 de tal suerte que queda homogeneizada, permitiendo por ello un fácil y ágil acceso para todos. La Red es un sistema global de intercomunicaciones que permite unir un invisible entramado de señales entre distintos puntos remotos, conectando al instante a todos aquellos que estén incorporados técnicamente al sistema. Esas señales son digitales, y a los tradicionales sistemas de comunicación como la telefonía, la televisión por cable y la distribución satelital, debemos hoy sumar la fibra óptica y tantos otros que nos permiten incluir mayor número de señales. Las principales capacidades de la tecnología digital son: a) Homogeneizar la información. b) Comprimir dicha información. c) Posibilitar la manipulación o el tratamiento de la información ya digitalizada. Al homogeneizar la información se permite su fácil acceso desde cualquier lugar y por cualquier medio. Al comprimirla se libera espacio que puede ser ocupado por otra información que en nuestro caso serán obras. Y al posibilitar la manipulación podemos modificar esa información. EL DERECHO MORAL. Esta manipulación nos lleva a la primera pregunta: Qué ocurre con los derechos morales? Al distribuir las obras en un formato que permite su modificación, tanto por parte del productor como de quien administra la base de datos y de aquellos que efectúan la transmisión o del público destinatario, se lesionará el derecho moral del autor o del artista intérprete? Antes de responder los interrogantes planteados, cabe destacar que si bien en el derecho anglosajón se contempla como un derecho de la personalidad, nuestras conclusiones son aptas de aplicación indistinta al Copyright y a nuestro sistema continental europeo. Pero, para precisar debidamente el alcance de este derecho conviene desmenuzar la letra del artículo 6 bis del Convenio de Berna que, "mutatis mutandi" fuera la inspiración tanto del texto del Tratado de la OMPI sobre Interpretación o Ejecución y Fonogramas, como del proyecto de tratado referido a las Interpretaciones o Ejecuciones Audiovisuales. Dicho artículo establece: "Independientemente de los derechos patrimoniales e incluso después de la cesión de estos derechos, el autor conservará el derecho de reivindicar la paternidad de la obra y de oponerse a cualquier deformación, mutilación u otra modificación de la misma o a cualquier atentado a la misma que cause perjuicio a su honor o a su reputación". Diversas legislaciones son contestes en afirmar que el derecho moral es perpetuo, imprescriptible, inalienable e irrenunciable, con lo cual se podría configurar un problema en la utilización de obras en las autopistas de la información, pues no sería viable pedir autorización previa para cada uso, sumado a que siendo interactivas no podrían impedir alteraciones por parte del usuario. Por ello algunos juristas han propuesto derogar las normas que así lo establecen y con ello permitir que se pueda renunciar, o más aún, eliminar el derecho a la integridad. Personalmente me permito contradecir esta posición. La prioridad es continuar protegiendo el derecho moral, aunque reconocemos que eventualmente deba adecuarse utilizando las normas referidas a la creación de obras derivadas o de adaptación. De cara a las nuevas tecnologías parece excesivo permitir a un creador impedir cualquier modificación, pero también los es que no pueda impedir nada. Habrá que encontrar el justo medio. En consecuencia, entiendo que este derecho se deberá adaptar de modo que permita realizar toda modificación que no le cause al autor o al artista intérprete un perjuicio concreto a su honor o a su reputación personal. Frente al ejercicio de este derecho, cuando el titular deba autorizar o no la inclusión de su obra, se encontrará con distintas opciones. Habrá bases de datos que condicionarán su inclusión a que el autor no impida modificaciones, en tanto que otras propondrán restricciones que serán aceptadas o no por el titular, pudiendo denegar en este último caso la inclusión de su obra en ese sitio. Aclaremos que siempre deberá mantenerse la obligación de mencionar la titularidad de la obra originaria, esto es, la paternidad, como así también el derecho a reivindicar ser identificado como su artista intérprete. Concluyendo si un autor o un artista intérprete prestan su consentimiento para incluir su obra o su interpretación en una base de datos dada, se entenderá que permite que la misma sea usada y modificada según lo antes enunciado. En otras palabras, las modificaciones deben configurar una deformación o mutilación que cause verdadero perjuicio, sobre todo teniendo en cuenta que comprimir la información es una característica propia y necesaria de la tecnología digital. Cuando la modificación no tuviere entidad suficiente para causar ese perjuicio, estaríamos ante una obra derivada, lo cual y con el fin de no impedir la dinámica de la transmisión o comunicación, conlleva la obligación de mencionar a la obra primigenia, al autor y al artista intérprete que no prestaron la autorización previa, preservando de este modo las ventajas funcionales y comerciales emergentes de la red. EL CONTROL DE LA ADMINISTRACIÓN DEL DERECHO DE LOS ARTISTAS INTÉRPRETES O EJECUTANTES Y PRODUCTORES DE FONOGRAMAS. En este contexto jugará un papel preponderante el control. Fue nadie menos que Bill Gates quien señaló que será más fácil proteger los derechos de todos los titulares en las autopistas de la información de lo que ha sido posible hacerlo hasta hoy en la era analógica. Sabemos de sobra que en la piratería de soportes cuesta descubrir quién copia sin autorización. En cambio Internet permitirá que el sistema detecte cada uso y verifique si fue transmitido a otro o a miles de usuarios de la misma red. También pronosticó el mega empresario de la informática, que las modificaciones por parte del usuario receptor quedarán imposibilitadas de ser almacenadas en su computadora. Sólo depende de cómo se instrumente el sistema y por ello sigue pendiente precisar el alcance de los derechos involucrados. Con este fin y ante la posibilidad de burlarse de las medidas de seguridad, en los Tratados de la OMPI sobre la agenda digital de 1996 y en el Protocolo sobre interpretaciones audiovisuales se incluyeron expresas disposiciones en ese sentido. En el Tratado sobre Derechos de Autor, artículos 11 y 12 y en el Tratado sobre Ejecución y Fonogramas en sus artículos 18 y 19 se regula específicamente la obligación de las Partes Contratantes de proporcionar protección jurídica contra toda acción de eludir las medidas tecnológicas utilizadas por los autores, intérpretes y productores de fonogramas en relación con el cabal ejercicio de sus derechos y contra todo aquel que suprima o altere sin autorización previa cualquier información electrónica sobre la gestión de sus derechos, o distribuya, importe para su distribución, emita o comunique al público ejemplares de obras sabiendo que dicha información ha sido suprimida o alterada sin el debido consentimiento (en igual sentido los artículos 14 y 15 del protocolo sobre interpretaciones audiovisuales). Debemos asimismo destacar que controlar utilizaciones será uno de los desafíos fundamentales del futuro, pero que a nuestro criterio será una tarea de imposible cumplimiento en cabeza de cada autor o de cada intérprete. Por ello recomendamos que dicho control sea ejercido por las sociedades de gestión colectiva que gracias a sus estructuras organizativas están mucho mejor capacitadas para llevar dicha tarea exitosamente a buen puerto. En la comercialización de soportes es necesario contar con una estructura de distribución que hoy sólo poseen las grandes empresas. Pero en el mercado "on line" el autor o artista intérprete poseedor de capacidad productiva, conocimiento de la comercialización y disponibilidad de recursos, realiza independientemente sus producciones fonográficas y/o audiovisuales obra por obra. Esto le brinda mayores ventajas y menores costos, permitiéndole acceder directo y por las suyas a la demanda global. Pero ello no obsta que le será imposible ejercer el control día a día o realizar la debida promoción de su obra. La tarea de otorgar licencias, controlar su uso, recaudar y distribuir los derechos debería quedar reservada a las sociedades de gestión colectiva, a los productores y a los editores, pues seguiría siendo de imposible cometido para el solitario autor o artista intérprete que añore el control integral y el esperado beneficio económico que retribuya su creación. LA TERRITORIALIDAD Y LA ARMONIZACIÓN. El principio de territorialidad basado en el concepto de soberanía, con una legislación interna acorde con los tratados internacionales viene funcionando adecuadamente para la comercialización de soportes. Pero en las autopistas de la información y con la utilización por una o varias personas simultáneamente desde cualquier punto remoto, se impone homogeneizar las disposiciones legales como condición necesaria para el correcto funcionamiento del sistema y de sus controles. También resta el desafío de armonizar el sistema continental con el copyright. Para ello contamos con la flexibilidad que caracteriza a las normas de propiedad intelectual que han demostrado poder adaptarse fácilmente a las nuevas formas de distribución, comunicación y de formatos. LOS DERECHOS PATROMONIALES. Los derechos patrimoniales son aquellos ejercidos por el autor y el artista intérprete en relación con la explotación de la obra. En el mundo de la comercialización de soportes y según la modalidad de explotación, encontramos el derecho de sincronización y de reproducción, de distribución y de ejecución pública. La creación multimedia, incluye por su parte obras audiovisuales, musicales, e interpretaciones fijadas en ellas o previamente en fonogramas, conjuntamente con textos, gráficos y/o dibujos. Al momento de la creación de esta obra colectiva, que incluye obras originarias, podemos hablar del derecho de sincronización y de reproducción. Pero una vez incluidas en la base de datos respectiva, otro creador puede realizar un obra propia o derivada de obras de terceros, previamente incorporada a la misma. Por su parte el usuario circulará por la autopista siguiendo el recorrido trazado por el creador o seguirá caminos que él mismo elija entre las distintas opciones disponibles en la red. No debemos olvidar también, que la interactividad es la base de nuestro sistema de comunicaciones. Esto significa que el usuario no se limitará a disfrutar pasivamente de una obra de su agrado, sino que tendrá la posibilidad activa de seleccionar variantes que le permitirán no sólo ver u oír, sino también modificar la obra elegida. Como dice Antonio Millé en su trabajo "El derecho de autor, las autopistas de la información y los productores de fonogramas" los resortes legales proveerán la facultad de prohibir o de autorizar bajo términos y condiciones determinadas los siguientes derechos: a) El derecho de acceso del usuario a la base de datos. b) El derecho de transmisión de los archivos digitales que incluyan la obra, desde la base de datos a la computadora del usuario. c) El derecho de uso resultado de las diversas utilizaciones de la obra: comunicación por pantalla, parlantes e impresora, reproducción en memoria o medios de almacenamiento digital, ejecución de programas, ingreso interactivo de datos... A su vez Mihály Ficsor en su obra "Legislar las nuevas tecnologías" nos dice que con la aplicación de la tecnología digital, se borran cada vez mas las fronteras entre el derecho de reproducción, el derecho de puesta en circulación y el derecho de comunicación pública. El derecho fundamental será el de reproducción, sin descuidar el de distribución, de puesta a disposición del público y de comunicación pública en las formas tradicionales o novedosas y la importancia que va adquiriendo el derecho de puesta a disposición en el sistema de redes informáticas. Queda claro para las legislaciones de tipo continental que la reproducción transitoria en una memoria informática es un acto de reproducción. En el derecho anglosajón en cambio, se denomina "copy" tanto al acto de reproducir y a los ejemplares publicados, con lo cual se plantea el absurdo que la transmisión de una memoria configura la reproducción de un ejemplar. En el Tratado de OMPI sobre Derecho de Autor, adoptado por la Conferencia Diplomática el pasado mes de diciembre de 1996, el derecho de reproducción queda configurado conforme los términos del artículo 9 de la Convención de Berna, los cuales considero apropiados y suficientes. Todo parece confirmar la importancia que tiene para cada titular mantener el estatus de los derechos que detenta y así ejercer la facultad de autorizar o prohibir e uso respectivo. Resultó sin embargo necesario modificar el concepto de uso público, lo cual se efectuó en los recientes Tratados de la OMPI al plasmar una nueva definición en los artículos referidos al derecho de comunicación pública y al derecho de puesta disposición del público cuando dice: "de tal forma que los miembros puedan acceder a estas obras desde el lugar y en el momento que cada uno de ellos elija". Por otra parte en el área de la administración de los derechos nos topamos con un gran avance pues ahora podemos conocer la cantidad de veces que se utiliza una obra, cuándo y quién lo hace y si ha pagado los derechos correspondientes o de los contrario, efectuarle el débito pertinente. Será de vital importancia tener un código único mundial, tal como se propone en el CIS (Sistema Común de Información). Sería también importante fijar individualmente y caso por caso el valor del uso de cada obra, siempre y cuando las necesidades comerciales lo permitieran. Si bien es cierto que el titular podría hacerlo per se en determinadas circunstancias, se le dificultaría notablemente realizarlo en el día a día y ante cada utilización. La solución quedará - sin dudas - en las sociedades colectivas de gestión de derechos y en la tarea comercial desarrollada por los productores y editores que estarán habilitados para conceder la autorización de cada uso o percibir los derechos económicos por ellos generados y poder otorgar y fijar las condiciones de licenciamiento de la obra en utilizaciones interactivas, en producciones o en transmisiones multimedia. Teniendo también en cuenta las necesidades de marketing propios de toda venta, la tan importante promoción y la no menos relevante distribución de la obra, todo ello con alcance mundial y con acceso directo a millones de usuarios, requiriendo al efecto una correcta difusión, a las claras se resalta la inviabilidad de abarcarlo todo en forma individual. Ello resguarda la importancia de contar con un productor y de un editor, o bien de una sociedad colectiva de gestión de derechos que puedan brindar estos servicios a favor de sus representados. La pretensión de las empresas operadoras de sitios para que la utilización de obras en las redes sea libre (que no requiera la autorización previa de su titular) y aún cuando se abone un abono fijo por los derechos correspondientes no siempre equitativo (mediante licencia legales) para asegurar la dinámica y celeridad del sistema, diremos que ello no resulta sustentable pues la velocidad que caracteriza a las autopistas de la información no queda afectada por autorizaciones globales, tal y como se viene realizando desde hace años con los productores fonográficos con quienes las sociedades de gestión acuerdan condiciones de licenciamiento para reproducir las obras musicales en sus fonogramas. De este modo, el operador tendrá a su disposición un repertorio y cada titular mantendrá la posibilidad de prohibir cualquier incumplimiento de las condiciones pactadas o de toda actitud ilegal que pudiere acaecer en su perjuicio. Los titulares están efectuando un exhaustivo análisis para determinar el sujeto que quedará obligado al pago de los derechos, la fijación de su monto y las modalidades inherentes al mismo. LA PROTECCIÓN INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS DE LOS ORGANISMOS DE RADIODIFUSIÓN. Las nuevas tecnologías en el mundo globalizado también permiten que los programas radiofónicos (web-casting o simul-casting) y también televisivos sean susceptibles de por la red mediante utilizando señales satelitales. Ello conlleva necesariamente a replantearse la adecuación de la protección de sus derechos: transmisión o retransmisión, la transmisión diferida, la tele distribución, la decodificación de las emisiones codificadas, especialmente aquella tendiente a impedir la piratería de señales y el robo de los contenidos transmitidos. Por otra parte los radiodifusores pretenden se les conceda, además de las protecciones contra el uso no autorizado de sus emisiones, la consagración adicional de derechos equiparables a los ya otorgados a los artistas intérpretes y productores de fonogramas, esto es, sobre la fijación sobre una base material, la reproducción de las fijaciones, la comunicación pública y la puesta a disposición del público de las fijaciones de sus emisión, es decir cuando además de radiodifusores, actúen cómo productores. Este debate motivó la convocatoria del comité de expertos de la OMPI para analizar exhaustivamente los alcances de la protección reclamada y la elaboración de un posible tratado. En dichas reuniones se analizaron ambas posibilidades primando ampliamente hasta el día de hoy el criterio por la negativa de ampliar la protección de los derechos adicionales mencionados. Creo personalmente que se debe proteger a los radiodifusores en cuanto a tales y respecto a las novedosas posibilidades de uso indebido de sus emisiones por la red. Pero también coincido con aquellos juristas que consideran errado otorgarles derechos sobre los contenidos porque, en ese caso particular, están actuando bajo un rol completamente distinto, cual es el de productor audiovisual y en esa calidad, que no es la de radiodifusor aunque también lo fueren, ya gozan de todas las protecciones y resortes legales concedidos a los primeros. CONCLUSIÓN. Las nuevas tecnologías revolucionan a diario las condiciones de explotación y el derecho positivo deberá adecuarse con la mayor celeridad posible para no perderse en los vericuetos de la inoperancia jurídica. Caso contrario nos encontraremos con la obsolescencia legal en tanto se verificarán utilizaciones ajenas a las normas existentes y los titulares y derechohabientes sufrirán el vació normativo de no tener defensa en sus legítimos derechos, con más la pérdida de ingresos económicos por las explotaciones que realicen terceros de sus creaciones. En los tiempos que se avecinan serán más comunes las obras colectivas o en colaboración. Se modificarán las formas de producir y de distribuir obras y se revigorizará la figura del autor o artista intérprete productor o del productor independiente que requerirá una inversión mucho menor para incluir su obra en una de las tantas bases de datos disponibles. Pero no será ni la técnica, ni este nuevo enfoque del mercado lo que cause la desaparición de algún agente. Más bien podremos culpar a la falta de ese necesario cambio de actitud que deberá producirse en cada uno de ellos. En este mundo virtual la transformación de la creación y de la forma de hacer llegar al público las obras nos llega en forma de realidad inevitable y ello potenciará notablemente el rol de cada partícipe en apoyo de los creadores. Esta tarea deberá ser llevada adelante por las sociedades de gestión colectiva, los productores y los editores. Sin embargo, serán las sociedades de gestión colectivas representativas de los autores y de los artistas intérpretes quienes deberán apoyar las creación, difundir la obra, intervenir para lograr más y mejores utilizaciones de la obras o de las interpretaciones, negociar la fijación del monto que pagarán los usuarios conforme a la obra u obras que consuman, cómo así también el de realizar los máximos esfuerzos posibles para asegurarles a los creadores el cobro de los derechos en cualquier lugar del mundo y así preservar - en su nombre - el adecuado control sin lo cual no se podría obtener tan buenas retribuciones a sus esfuerzos creativos. Si ello no ocurriera, la Infraestructura Global de la información resultaría en lo concerniente al mundo de las artes un contexto que iría paulatinamente careciendo y perdiendo la tan añorada "información" en que basa su existencia misma y que desea ofrecerle al hombre destinatario de dichos adelantos técnicos. Habrá que cuidar al perro para que dentro de una regulación jurídica moderna y actualizada no se termine mordiendo su propia cola.