Qubit 40 - Scholar Commons - University of South Florida

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Digital Collection - Science Fiction & Fantasy
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Digital Collection - Science Fiction & Fantasy
11-1-2008
Qubit 40
Cubit
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Cubit, "Qubit 40 " (2008). Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Publications. Paper 40.
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2 Índice:
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Casi un siglo de cuento dominicano. René Rodríguez Soriano.
La mancha indeleble. Juan Bosh.
La última aventura de Charlot. Tomás Hernández Franco
Placeres muertos. Iván de Paula.
Glooning. Mario Dávalos.
Del Realismo mágico a la ciencia ficción. Linda Morales Caballero
El Nahual. Fernando Ureña Rib
Reseña: Unión, de Yerry Batista. ¿Primera novela dominicana de ciencia
ficción?
• Código naranja. Yerry Rivera
• Miedo pánico / Juego 007. René Rodríguez Soriano
• Amanecer entre los vientos. Amelia del Mar Hernández
• Revolución. Rey Emmanuel Andujar
• Historia del cine ciberpunk. 1995. Screamers. Asesinos cibernéticos.
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3 Casi un siglo de cuento dominicano
René Rodríguez Soriano
Talismán o resguardo contra el pasmo, las paperas y el mal gusto, siempre
traigo conmigo mi cuaderno azulito de finales del bachillerato. No es rojo ni escarlata,
mi cuaderno azulito de cimarrona estampa. Ni son mías las palabras,
pero cuánto quisiera, contar lo que me cuentan en sus textos mis paisanos.
Del Sena al Camú.
Si nos aventuráramos a trazar una línea casi recta desde las noches parisinas, donde Tomás
Hernández Franco da forma y cincela los textos de “El hombre que había perdido su eje”
(1925), hasta las mil veces borradas riveras del Camú, donde Pastor de Moya urde su
insólito “Buffet para caníbales” (2001), veremos que, aunque ha corrido mucha agua bajo
los puentes, la joven cuentística dominicana no ha cumplido el siglo todavía. Juan Bosch,
considerado por muchos como el gran estilista de la cuentística dominicana, escribiría su
primer cuento (“La mujer”) en el año 1932; y se animaría a publicar “Camino real”, su
4 primer libro de cuentos, el 24 de noviembre de 1934.
Mucho antes de Bosch, en los albores del siglo y con mucho tiempo de anticipación a una
sistematizada práctica escritural del género en el continente, y contestes con las autorizadas
palabras de Américo Lugo, Virginia Elena Ortea con los textos de su libro “Risas y
lágrimas” (1901), señalaría un “nuevo rumbo a la corriente literaria nacional.” Después
vendría, incluso anticipándose al famoso decálogo de Horacio Quiroga –quien a la sazón
tenía apenas 25 años de edad-, José Ramón López con su libro “Cuentos puertoplateños”, en
1904 . Años más tarde, en 1923, en “El Mundo” de México, Pedro Henríquez Ureña
publicaba, sin firma, sus “Cuentos de la Nana Lupe”.
En “El hombre que había perdido su eje”, un libro escrito en pleno primer cuarto del siglo
XX, vamos a encontrar, sino el primer cuento dominicano escrito con el objetivo de
relatarnos una historia maravillosa, jamás contada; valiéndose de reglas y parámetros que
hoy, a la vuelta de casi un siglo, mantienen una novedad y una vitalidad que nos envuelve y
nos atrapa por el ritmo con que ha sido escrita. “La última aventura de Charlot”, un texto
vertiginoso, audaz, donde lo surreal y lo fantástico se tutean con una familiaridad y un
desenvolvimiento singularísimo, constituye una aplastante alegoría contra la insensibilidad y
la ceguera del mundo.
La comunicación viajaba en barco de vapor entonces y, por cualquier mirar de medio lado,
un general se alzaba con un bando; Santo Domingo era una aldea a la que los aires de
vanguardia que hervían en Europa no le fueron ajenos. Fabio Fiallo y sus amigos bebieron
de las fuentes mismas del modernismo, otros lo harían en el naturalismo, el costumbrismo o
el criollismo, que ya tomaba cuerpo en los suelos de América, y en todos los suelos bullían
los aires de apertura y de expansión. No debemos dejar pasar por alto que, desde el 29 de
agosto de 1916, Santo Domingo había sido ocupada por el ejército de los Estados Unidos,
presencia que se mantuvo en nuestra tierra hasta el 12 de julio de 1924, cuando los Marines
salen definitivamente del país.
Para esos mismos días, si se recuerda, era dado a conocer en París, inquietante libro de
Tomás Hernández Franco (“El hombre que había perdido su eje”, 1925), y en La Habana,
Cuba, Ricardo Pérez Alfonseca publicaría “El último evangelio”, (Editorial Hermes 1927).
En la mediaisla, en cambio, Juan Bosch comenzaba a publicar sus primeros textos y poemas
bajo el seudónimo de Rigoberto Fresni. Luego viajaría por España y Venezuela,
sorprendiéndolo fuera del país dos acontecimientos demoledores. El primero, la ascensión a
la presidencia de Rafael Leonidas Trujillo, el 16 de agosto de 1930; y el segundo, el 3 de
setiembre del mismo año, el paso del ciclón San Zenón devastando la ciudad de Santo
Domingo.
Baní no era una fiesta
A mediados de 1931, Bosch regresa a Santo Domingo. El 24 e3 noviembre de 1932 dará a
conocer “Camino real”. Libro que inaugura, indiscutiblemente la cuentística formal
dominicana. Tanto estilísticamente, como por el ritmo y el enfoque con los que el autor se
enfrenta al texto y a la época que vive su país y el mundo que conoce, los textos de Juan
Bosch, plantean una distancia abismal con el trabajo que venían realizando los escritores
dominicanos de entonces y, muy importante, podían advertirse lazos comunicantes con lo
que ya venía aconteciendo en la tierra ancha del continente americano, en el género. En ese
interregno habían publicado sus primeros trabajos los uruguayos Horacio Quiroga y
5 Felisberto Hernández; en Venezuela Julio Garmendia Publicaba “Tienda de muñecos”
(1927); y en Argentina, Jorge Luis Borges daría a conocer su “Historia universal de la
infamia” en 1935. En el 1936 aparecía traducida al francés la colección “Cuentos negros de
Cuba” de Lydia Cabrera; y el chileno Juan Emar, ya para el 1937 daba los primeros toques a
su colección que habría de titularse “Diez”.
El tiempo de la efervescencia en el continente de las letras le tocó a Ramón Marrero Aristy,
Néstor Caro, José Rijo, Sócrates Nolasco, Julio Vega Batlle, Manuel del Cabral, Ramón
Lacay Polanco, y Ángel Rafael Lamarche, quien, como un testimonio de su divagar por el
mundo daría a la estampa sus “Cuentos que Nueva York no sabe”, en 1949 en México. Todo
acontecía a ritmo inusual. Como en el cine, con planos contrapuestos y, aunque eran muy
primarios los medios de comunicación, se transmitían los lazos comunicantes. Entre los años
en que el colombiano Gabriel García Márquez escribía “Los funerales de La Mama Grande”,
el argentino Julio Cortázar publicaba su “Bestiario” (1951); Juan Rulfo en México, “El llano
en llamas” (1953); el guatemalteco Augusto Monterroso, “Obras completas y otros cuentos”
(1959), y Roa Bastos en Paraguay, “El trueno entre las hojas” (1953); otro tanto hacía Juan
Bosch, sus libros “La muchacha de la Guaira” (1948), “Cuento de Navidad” (1955) y
“Apuntes sobre el arte de escribir cuentos” (1956), veían la luz en La Habana, Cuba, el
primero, y en Santiago de Chile, los dos restantes. En Santo Domingo, en pleno fragor de los
aprestos para el montaje de la Feria de la Paz y la Confraternidad del mundo libre que
apantallaba los monumentales desafueros y desmanes que ya venía cosechando el “Padre de
la Patria Nueva, Primer Maestro, benefactor de la iglesia y mejor amigo de los hombres de
trabajo, el generalísimo y doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina, harían su aparición
“Cibao” (1951) de un Tomás Hernández Franco que, aún guarecido bajo las alas del cuervo,
no dejaba de ser torrencial y brillante; Hilma Contreras con “Cuatro cuentos” (1953),
abriendo nuevas trochas de expresión y búsquedas; Virgilio Díaz Grullón “Un día
cualquiera” (1958); J.M. Sanz Lajara “El candado” (1959), y Juan Bosch, en exilio, más o
menos por los mismos días, escribe “La mancha indeleble”. Aquí, por el momento, paro de
contar.
El 30 de mayo del 1961, en una emboscada en la carretera de San Cristóbal, amigos y
enemigos del tirano ponen fin a su insana vida. El país, adormecido y expoliado por más de
30 años, comienza a desperezarse. Las letras también. René del Risco Bermúdez sale de las
ergástulas de la tiranía donde, por más que le pisotearon y ultrajaron, nunca pudieron
borrarle su pinta de dandy, buen conversador y meticuloso urdidor de historias que habrían
de solidificar y afianzar los avances que en las lides del cuento ya habían sentado sus
antecesores. Armado de magníficas lecturas y dueño de una impecable técnica de narrador;
bajó una tarde al mar a tutearse con los peces y medusas. En su efímero tránsito por nuestras
letras dejó uno de los textos más entrañablemente tiernos y venerados por generaciones de
dominicanos: “Ahora que vuelvo Ton”.
Entre finales del año 1950 y principios de los sesentas, cobró cuerpo y comenzó a gestarse
una estirpe de narradores que habrían de abordar la escritura del cuento con un rigor y una
entrega espartanos. Discípulos directos de Bosch, lectores avezados y tenaces que, además
de desentrañar claves y técnicas que sacaban a flote los escritores del Boom latinoamericano,
abrevaban en las fuentes de los maestros indiscutibles del género, ya en sus propias lenguas
o en muy bien cuidadas traducciones, que para la época coparon las librerías y bibliotecas
abiertas del país.
En el 1972, Roberto Marcallé Abreu, un escritor que había presentado credenciales desde
6 mediados de los sesenta, radiografiando y proyectando la violencia y desolación que
campeaba en los barrios de la parte alta de la ciudad de Santo Domingo, en un relato
descarnado hasta el vómito, tuvo el pulso y el valor de congelar este momento espeluznante
de la historia civil de la República Dominicana. “Las pesadillas del verano”, navegando en
los litorales de la crónica periodística y la ficción, plasma en blanco y negro una imagen
perdurable del despotismo y la ignominia:
Batiendo un bien templado tambor pluralista, y haciendo galas de un excelente dominio no
sólo en los linderos del poema o de la música, entra en el ruedo Manuel Rueda con “La Bella
nerudiana” y “De hombres y de gallos”; textos en los que la voz femenina asume un papel
protagónico, contestatario, que se antepone abiertamente al discurso representado por
“Anselma y Malena” en los textos de Hernández Franco del 1951. Hábilmente, el narrador
nos introduce en un mundo tan parecido al nuestro, tan maravilloso y tan tortuoso, que no
queremos soltar la historia hasta un final abierto, golpeante y absurdo. La mayoría de edad
del cuento dominicano ha llegado, no caben dudas. Léanse también Una artista del pueblo,
hermosa metáfora que nos lleva de lo más elemental a lo sublime de los sentimientos y las
sensaciones.
Balaguer, el PRD, los huracanes caribeños y el precio del petróleo cada día encareciendo
más la vida y las relaciones de los individuos, no impiden que en el 1980 Marcio Veloz
Maggiolo logre configurar en uno solo al ser que ama y al amado, de ida y vuelta. Gabriel y
Emilia, en un relato envolvente, sobrecogedor, llegan a compenetrarse tanto que terminan
encarnándose el uno en el otro, intercambiándose los roles y las actitudes: “La fértil agonía
del amor”.
De pérdidas y hallazgos
Lo fantástico, el fluir de conciencia y todas las técnicas del cine, de la música, de la
fotografía, y hasta de la simple artesanía, pasan a ser herramientas utilizables por los
narradores dominicanos. José Alcántara Almánzar, se encarna en la psiquis de un fisgón que,
para hacerle frente a la espantosa sinfonía de Ruidos que invaden el apartamento donde se ha
mudado. Desde la otra acera, Pedro Péix le ajusta cuentas a la burocracia trujillista. Como un
hurón, hurga en los sentimientos más ocultos del licenciado Lotario Montaño y Carvajal.
Contraponiendo planos, valiéndose del humor y la ironía [“Pormenores de una
servidumbre”], nos lleva a conocer los más bajos fondos de la degradación humana. Con un
excelente manejo del nivel de lengua, un equilibrado y dinámico ritmo, Pedro Péix hace un
corrosivo y mordaz ajuste de cuentas con la tiranía, sus acólitos y demás hierbas aromáticas.
Y hablando de aromas y fragancias, en el 1988, Ángela Hernández nos desvela ciertos
derroteros de “Cómo recoger la sombra de las flores”. Interpolando planos, puntos de vista,
y con un vertiginoso ritmo, nos inserta en el centro mismo del conflicto de una familia
tradicional que lucha por encontrarle respuesta al repentino desquiciamiento de la hija, que
comienza a desvariar ante la partida del esposo para Nueva York.
Un año más tarde, en 1989, le toca el turno al matatán. El fondo se va totalmente a negro, sin
mediotonos. Hace su aparición en escena el más corrosivo carajo de este barrio, de todos los
barrios. Todo gira en torno a New York: ropa, música, el amor, el sexo, todo lo mejor viene
desde allá, en un fluir de conciencia que nos deja mal parados a todos. Un texto altamente
sicológico, maltratado y maldito que, utilizando “El recurso de la cámara lenta”, nos
7 proyecta la película que nos retrata de cuerpo entero.
¿Qué queda de aquellos días de cazar mariposas y enarbolar banderas libertarias en los
patios de la tarde? El narco, el político o militar empresario corrupto controla. Compra.
Suelta y ovilla los hilos del poder. La Victoria es la mayor derrota del decoro y la dignidad
de los dominicanos, la real mentira de nuestra verdad. Afuera hay más que adentro, y Pastor
de Moya pasa un ajustado balance de la vida que se fuman allí dentro los que pagan los
platos rotos. Nacido en pleno carnaval vegano en el 1965, parece haber absorbido todo el
desparpajo y colorido de comparsas y diablos cojuelos. Sus textos, a más de corrosivos,
incisivos, blasfemos y cortantes, representan a la fecha el tempo más descocadamente cuerdo
de la narrativa breve dominicana. Pastor, por lo atrevido y hermoso de su manejo del
lenguaje, y la economía con la que utiliza los elementos narrativos, deviene en algo así como
el eslabón que entronca con las visionarias transgresiones con las que Tomás Hernández
Franco, alborotó las noches parisinas en el primer cuarto del siglo XX. “Más allá de la
línea”, además de un texto irreverentemente bien escrito; desde la perspectiva más
degradada de un ser humano atrapado por el vicio y la demencia, nos presenta la más lúcida
fotografía a toda color de ese vergonzante antro que la sociedad dominicana mantiene como
espacio para la rehabilitación de los pocos seres que esa misma sociedad empuja o deja
escapar de las alfombradas sendas de la moral y las buenas costumbres (entre comillas).
A vuela pluma, tras esa imaginaria y casi línea recta que se perfila en los textos del Tomás
Hernández de principios de siglo, y se redefinen y solidifican en el Pastor de Moya
finisecular, podemos encontrar esas historias [“jamás contadas”] que nos cuentan, nos
cuestionan y dimensionan más allá de lo que, desde antes de ser, hemos sido y seremos.
Leerlas será leernos nosotros mismos de cuerpo entero.
Y ese, precisamente, es el caso de los ignorados, váyase a saber por qué, Tomás Hernández
Franco [Anselma y Malena], J. M. Sanz Lajara [Hormiguitas] y Manuel Rueda [De hombres
y de gallos]; ya que pocos se atreverían a impugnar los méritos acumulados de un Juan
Bosch [La mancha indeleble], un Virgilio Díaz Grullón [La enemiga], un Marcio Veloz
Maggiolo [La fértil agonía del amor], o un René del Risco Bermúdez [Ahora que vuelvo,
Ton]; ni mucho menos la pericia y el dominio con que han dejado su impronta en la
cuentística dominicana José Alcántara Almánzar [Ruidos], Roberto Marcallé Abreu [Las
pesadillas del verano] y Pedro Péix [Pormenores de una servidumbre]. Méritos que, salvando
las distancias y, a fuerza de tesón y de trabajo con el más adecuado instrumental del oficio,
se labran en la actualidad Ramón Tejada Holguín [El recurso de la cámara lenta], Ángela
Hernández Núñez [Cómo recoger la sombra de las flores] y Pastor de Moya [Más allá de la
línea]. Todos ellos, dentro de sus ambientes y sus temas, de una manera maravillosa,
puntual, punzante y vertiginosa han logrado contarnos esa historia “jamás contada” que
espera todavía aquel Califa que le cuente Mohamed, dentro o fuera de las páginas de “Las
mil y una noches”.
8 La mancha indeleble
Juan Bosch
Todos los que habían cruzado la puerta antes que yo habían entregado sus cabezas, y yo las
veía colocadas en una larga hilera de vitrinas que estaban adosadas a la pared de enfrente.
Seguramente en esas vitrinas no entraba aire contaminado, pues las cabezas se conservaban
en forma admirable, casi como si estuvieran vivas, aunque les faltaba el flujo de la sangre
bajo la piel. Debo confesar que el espectáculo me produjo un miedo súbito e intenso.
Durante cierto tiempo me sentí paralizado por el terror. Pero era el caso que aún
incapacitado para pensar y para actuar, yo estaba allí: había pasado el umbral y tenía que
entregar mi cabeza. Nadie podría evitarme esa macabra experiencia.
La situación era en verdad aterradora. Parecía que no había distancia entre la vida que había
dejado atrás, del otro lado de la puerta, y la que iba a iniciar en ese momento. Físicamente, la
distancia sería de tres metros, tal vez de cuatro.
Sin embargo lo que veía indicaba que la separación entre lo que fui y lo que sería no podía
medirse en términos humanos.
-Entregue su cabeza -dijo una voz suave.
-¿La mía? -pregunté, con tanto miedo que a duras penas me oía a mí mismo.
-Claro -¿Cuál va a ser?
A pesar de que no era autoritaria, la voz llenaba todo el salón y resonaba entre las paredes,
que se cubrían con lujosos tapices. Yo no podía saber de dónde salía. Tenía la impresión de
que todo lo que veía estaba hablando a un tiempo: el piso de mármol negro y blanco, la
alfombra roja que iba de la escalinata a la gran mesa del recibidor, y la alfombra similar que
cruzaba a todo lo largo por el centro; las grandes columnas de mayólica, las cornisas de
9 cubos dorados, las dos enormes lámparas colgantes de cristal de Bohemia. Sólo sabía a
ciencia cierta que ninguna de las innumerables cabezas de las vitrinas había emitido el
menor sonido.
Tal vez con el deseo inconsciente de ganar tiempo, pregunté.
-¿Y cómo me la quito?
-Sujétela fuertemente con las dos manos, apoyando los pulgares en las curvas de la quijada;
tire hacia arriba y verá con qué facilidad sale. Colóquela después sobre la mesa.
Si se hubiera tratado de una pesadilla me habría explicado la orden y mi situación. Pero no
era una pesadilla. Eso estaba sucediéndome en pleno estado de lucidez, mientras me hallaba
de pie y solitario en medio de un lujoso salón. No se veía una silla, y como temblaba de
arriba abajo debido al frío mortal que se había desatado en mis venas, necesitaba sentarme o
agarrarme de algo. Al fin apoyé las dos manos en la mesa.
-¿No ha oído o no ha comprendido? -dijo la voz.
Ya dije que la voz no era autoritaria sino suave. Tal vez por eso me parecía tan terrible.
Resulta aterrador oír la orden de quitarse la cabeza dicha con tono normal, más bien
tranquilo. Estaba seguro de que el dueño de esa voz había repetido la orden tantas veces que
ya no le daba la menor importancia a lo que decía.
Al fin logré hablar.
-Sí, he oído y he comprendido -dije-. Pero no puedo despojarme de mi cabeza así como así.
Deme algún tiempo para pensarlo. Comprenda que ella está llena de mis ideas, de mis
recuerdos. Es el resumen de mi propia vida. Además, si me quedo sin ella, ¿con qué voy a
pensar?
La parrafada no me salió de golpe. Me ahogaba. Dos veces tuve que parar para tomar aire.
Callé, y me pareció que la voz emitía un ligero gruñido, como de risa burlona.
-Aquí no tiene que pensar. Pensaremos por usted. En cuanto a sus recuerdos, no va a
necesitarlos más: va a empezar una nueva vida.
-¿Vida sin relación conmigo mismo, si mis ideas, sin emociones propias? -pregunté.
Instintivamente miré hacia la puerta por donde había entrado. Estaba cerrada. Volví los ojos
a los dos extremos del gran salón. Había también puertas en esos extremos, pero ninguna
estaba abierta.
El espacio era largo y de techo alto, lo cual me hizo sentirme tan desamparado como un niño
perdido en una gran ciudad. No había la menor señal de vida. Sólo yo me hallaba en ese
salón imponente.
Peor aún: estábamos la voz y yo. Pero la voz no era humana, no podía relacionarse con un
ser de carne y hueso. Me hallaba bajo la impresión de que miles de ojos malignos, también
sin vida, estaban mirándome desde las paredes, y de que millones de seres minúsculos e
invisibles acechaban mi pensamiento.
-Por favor, no nos haga perder tiempo, que hay otros en turno -dijo la voz.
No es fácil explicar lo que esas palabras significaron para mí. Sentí que alguien iba a entrar,
que ya no estaría más tiempo solo, y volví la cara hacia la puerta. No me había equivocado;
una mano sujetaba el borde de la gran hoja de madera brillante y la empujaba hacia adentro,
y un pie se posaba en el umbral. Por la abertura de la puerta se advertía que afuera había
poca luz. Sin duda era la hora indecisa entre el día que muere y la que todavía no ha cerrado.
10 En medio de mi terror actué como un autómata. Me lancé impetuosamente hacia la puerta,
empujé al que entraba y salté a la calle. Me di cuenta de que alguna gente se alarmó al verme
correr; tal vez pensaron que había robado o había sido sorprendido en el momento de robar.
Comprendía que llevaba el rostro pálido y los ojos desorbitados, y de haber habido por allí
un policía, me hubiera perseguido. De todas maneras, no me importaba. Mi necesidad de
huir era imperiosa, y huía como loco.
Durante una semana no me atreví a salir de casa. Oía día y noche la voz y veía en todas
partes los millares de ojos sin vida y los centenares de cabezas sin cuerpo. Pero en la octava
noche, aliviado de mi miedo, me arriesgué a ir a la esquina, a un cafetucho de mala muerte,
visitado siempre por gente extraña. Al lado de la mesa que ocupé había otra vacía. A poco,
dos hombres se sentaron en ella. Uno tenía los ojos sombríos; me miró con intensidad y
luego dijo al otro:
-Ese fue el que huyó después que estaba...
Yo tomaba en ese momento una taza de café. Me temblaron las manos con tanta violencia
que un poco de la bebida se me derramó en la camisa.
Mi mal es que no tengo otra camisa ni manera de adquirir una nueva. Mientras me esfuerzo
en hacer desaparecer la mancha oigo sin cesar las últimas palabras del hombre de los ojos
sombríos:
-Después que ya estaba inscrito.
El miedo me hace sudar frío. Y yo sé que no podré librarme de este miedo; que lo sentiré
ante cualquier desconocido. Pues en verdad ignoro si los dos hombres eran miembros o eran
enemigos del Partido.
Ahora estoy en casa, tratando de lavar la camisa. Para el caso, he usado jabón, cepillo y un
producto químico especial que hallé en el baño. La mancha no se va. Está ahí, indeleble. Al
contrario, me parece que a cada esfuerzo por borrarla se destaca más.
Juan Emilio Bosch Gaviño nació en La Vega, República Dominicana, el 30
de junio de 1909 y murió en el 2001. Después de la asunción de Rafael
Leónidas Trujillo, se marchó al exilio. Vivió en el exilio en Puerto Rico y
Cuba. Durante la década del 50 viajó por diferentes países de América y de
Europa, solicitando apoyo para la instauración de la democracia en la
República Dominicana. Se instaló en Chile, donde hizo amistad con
intelectuales, artistas y políticos: Salvador Allende, Pablo Neruda, y otros.
Fue Presidente de la República Dominicana en 1962, iniciando un programa
reformista , abortado en 1963 por un golpe militar. Viajó y se radicó un
tiempo en Europa y regresó al país en 1970. Ha sido candidato electoral en
varias elecciones posteriores. Bosch es cuentista, novelista, educador,
ensayista, historiador, biógrafo. Su abundante obra , escrita dentro del país o en el exilio, refleja la
realidad sociocultural de los campos dominicanos; sus tragedias, sus conflictos, sus sufrimientos y
sus luchas. Escribió su primer cuento en su adolescencia: "Camino Real" en 1933. En 1936 publica "La
Mañosa", obra que en realidad era una crítica a las malas costumbres que arrastraba el pueblo dominicano
desde sus inicios y hasta entonces, fruto de la irresponsabilidad de los líderes que habían guiado este pueblo.
Como escritor, entre sus muchas obras se cuentan las siguientes: Libros de cuentos: Camino real. El algarrobo.
Cuentos escritos antes del exilio. Cuentos escritos en el exilio. Más cuentos escritos en el exilio. Cuentos Más
que Completos. Novelas: La mañosa; El oro y la paz.
11 LA ÚLTIMA AVENTURA DE CHARLOT
Tomás Hernández Franco
Charlot está definitivamente arruinado. A cada lado de su bigotillo una mala arruga encierra,
en un paréntesis de espanto, su boca.
Charlot sonríe y con la manga de su americana lustrosa se enjuaga una lágrima tenaz.
Una lágrima gruesa como un melocotón.
Pero Charlot sonríe. Sonríe porque sí. Pasea por su habitación como deben hacer los
hombres preocupados y hace piruetear su junquillo. De repente, ensaya un nuevo paso de
shimmy. Las lágrimas gruesas como melocotones le aplastan la nariz.
Una gran carcajada que viene de los cinco continentes llega hasta él.
Charlot sonríe y tira una pequeña coz, como un asno joven.
II
Charlot sonríe siempre y hace preparativos de suicidio.
Sus zapatones chapolotean en un gran lago de lágrimas.
Con sus tirantes Charlot prepara un nudo para ahorcarse de veras. Un gran hipo de miedo le
contorsiona el rostro. Sonríe.
Pero Charlot quiere suicidarse.
12 Considerándose ya muerto, entona la Marsellesa por el descanso de su alma. Luego, se signa
con las dos manos a la vez.
Y el cuello bien ligado por sus tirantes se suspende de un clavo que hay en la pared.
En el fondo de la Patagonia, una madre levanta su hijito en los brazos para que vea la muerte
de Charlot.
III
Pero los tirantes se han ido extendiendo poco a poco y Charlot toca de nuevo el suelo con
sus zapatos descomunales. Sus pantalones caídos son como un par de grillos.
Encuentra que la vida es agradable y sonríe. Deshace el nudo y contempla los tirantes
mugrientos que oscilan pendidos del clavo. Charlot hace una mueca de asco a la pared.
Ajusta sus pantalones con una corbata roja y baila.
La última aventura de Charlot.
Silba un aire conocido: It is a long way…
Cerca del río Mackenzie unos mineros gritan: ¡Hurrah!
IV
Escondido entre un montón de números viejos del New York Herald, un muchachito rubio
grita:
— ¡ Charlot, tengo hambre!
Es el hijo de Charlot.
La parrafada no me salió de golpe. Me ahogaba. Dos Charlot se encoge de hombros y sonríe.
Llora. Está desolado. Registra toda la habitación buscando para. Él sabe que no hay nada
pero quiere olvidarlo.
Súbitamente se da una palmada en la frente. Evidentemente, ha encontrado una idea.
Con su brocha de afeitarse y un resto de la crema negra con que lustra sus botines pinta en
cartón una cara grotesca.
Su hijo sonríe y grita:
— Charlot, tengo hambre.
Charlot se tapa los oídos y llora. Sonríe. Con unas tijeritas se corta una mano y se la tira al
niño:
— ¡Come!
El hijo de Charlot se come la mano y grita:
— Charlot, tengo hambre!
En una aldea de Siberia unos hombres barbudos aplauden.
V
Bruscamente se quita su americana y su camisa. Se acuesta en el suelo y sonríe.
Llora.
La última aventura de Charlot.
13 Llama a su hijo y le da las tijeras diminutas:
— ¡Escarba aquí!
—Aquí- es el corazón de Charlot.
El niño escarba, y saca un corazón sangriento con sus manecitas blancas;
— ¿Qué es esto, papá?
Charlot no responde. Está muerto.
El muchachito rubio medita un momento y se come el corazón. Después sonríe:
—Es un beefsteak…
Una gran carcajada va rodando por la humanidad entera…
(Tomado de El hombre que había perdido su eje, 1926) Tomás Hernández Franco: Poeta, narrador, ensayista, diplomático y
funcionario público. Nació en Peña (Tamboril) el 29 de abril de 1904; murió
en Ciudad Trujillo el 1 de setiembre de 1952. Vivió en Europa durante los
años veinte. En Francia, siendo todavía adolescente, publicó uno de sus
primeros libros. Su obra fundamental el poema Yelidá, constituye una de las
cumbres de la literatura dominicana contemporánea. Como narrador y
ensayista escribió varios textos que lo definen como un intelectual
familiarizado con teorías y procedimientos de gran actualidad en su época, y
como un cuentista lleno de imaginación profundamente enraizado en su
tierra. Obras publicadas Capitulario (1921), Rezos bohemios (1921), De amor, de inquietud y de
cansancio (1923), La poesía en República Dominicana (Edición en francés, 1923), El hombre que
había perdido su eje (1926), La más bella revolución de América (1930), La fuerza espiritual de un
pequeño país (1931), Canciones del litoral alegre (1936), Apuntes sobre poesía popular y negra en
las Antillas (1942), Yelidá (1942), Cibao (1951), Poemas de mi otro yo (1960), Obras literarias
completas (Estudio, notas y compilación de José Enrique García, 2000).
14 Placeres Muertos
Ivan de Paula
Había una vez un novel cuentista, muy elogiado por la prensa cultural y los editores de cyber-revistas
literarias. Su nombre se convirtió en objeto de culto luego de publicar en un Espacio Pagado un
manifiesto sobre las seis maneras más económicas para suicidarse, muchos creyeron que se trataba
de alguna nueva estrategia de marketing para vender seguros de vida. No era así.
Su nombre volvió a sonar dos semanas después de aquella afrenta, luego de que por lo menos quince
personas se mataran sin dejar cartas ni ninguna explicación más que aquel recorte de prensa
ensangrentado. El confesó que sólo bromeaba y que nunca atentaría contra su vida, luego fue
demandado por las familias de los difuntos, pero la fama lo cubrió bajo su faldón y nunca recibió
ningún rasguño ni una simple amenaza telefónica que alterara el ritmo de sus pesadillas nocturnas,
pareciera como si también estuviera protegido por el gobierno o por algún militar encumbrado, él
juraba que era desafecto al Sistema (¿?)
Su primer libro se publicaría en menos de una semana - edición de bolsillo de segunda color negro
grasiento - era una colección de trece cuentos pretendidamente malditos en donde el autor se
regodeaba con la muerte en sus diversas manifestaciones. Sin embargo, a pesar de los elogios que de
vez en cuando recibía por encargo a través de la prensa y de programas culturales de TV y radio, si
revisábamos detenidamente sus relatos, nos percataríamos inmediatamente de que estos escritos no
eran más que unas burdas copias del estilo de Quiroga, con sus finales trágicos y desgarradores. Por
otra parte, era notable su poca dedicación a la revisión de la redacción de los mismos, bastaba con
leer un par de párrafos para decepcionarse y detenerse en la lectura.
No quiero que la “puesta en circulación “ se realice dentro de una desabrida librería - café del centro
de la ciudad, dijo el autor endiosado, vestido como siempre de negro incluyendo las uñas, mientras
sus súbditos se arrodillaban complacientes y a la vez le mataban el calor con sus abanicos de mano:
Quiero que se celebre en el Cementerio de la Máximo Gómez, delante de la tumba del Barón, a El le
debo mis inspiraciones cuando no estoy lo suficientemente “high”. Al principio hubo cierta reticencia
de la editora, cierta indecisión de los editores culturales y cierta mala actitud de los cybereditores,
15 pero al fin y al cabo, su talento y don de mando volvieron a imponerse, los demás callaron y como
siempre obedecieron dócilmente.
El día 22 de mayo a las nueve treinta de la noche, fue celebrada la puesta en circulación del libro
“Placeres Muertos”, la entrada fue necesariamente por la Avenida Máximo Gómez. Hubo mucho
espacio para parquear carros, ya que la mayoría de los asistentes eran viles y sudorosos peatones,
entre ellos: estudiantes universitarios, rockeros de todas las tendencias, matronas villamelleras, varios
curiosos de Villas Agrícolas....todas las ex del autor, quienes iban acompañadas de sus parejas
actuales lo cual ocasionó ciertos percances con la Seguridad que pretendía mantener a los intrusos
dentro de un círculo de espinas. No podía faltar la familia unitaria, la madre se mantuvo todo el
tiempo llorando emocionada (aunque nunca había leído nada de su hijito) mientras escondía su rostro
detrás de un abanico para evitar saludar a aquellas hipócritas quienes en algún momento antiguo
pudieron ser sus nueras, gracias al Demonio se cumplieron sus pronósticos y su hijo posiblemente
llegaría a viejo solterón y sin querencias, quizás por insoportable o quizás por ser un dependiente
afectivo quien nunca pudo superar sus percances conductuales por más terapias recibidas o cambios
de consultorios.
Para la ocasión se ubicó un mesón delante de la tumba del respetado Barón en donde se sentó el autor
totalmente vestido en negro con unas gafas semioscuras, encima dos bocinas gigantescas alteraban la
quietud de los difuntos gracias al metal caribeño de JLS. Debajo, un centenar de girasoles mustios
flanqueaban el área desde donde el cuentista acariciaba un ejemplar de su libro, a través de un
micrófono cornudo intentaba explicar a los invitados de qué trataba su obra, mientras que su séquito
– ubicado en un área exclusiva detrás suyo - simplemente asentía o aplaudía mecánicamente.
El público casi no prestaba atención, se inquietaron preguntándose por qué la tierra temblaba, de
donde emergían esos hedores a letrinas repletas de huevos podridos, alguien señaló el asfalto, se
apretó la nariz, se persignó y buscó a los culpables en las oscuridades del Cielo... ¿qué pudo ver usted
que no pude ver yo?
Los muertos emergieron de sus tumbas reclamando el espacio que les correspondía según el Tribunal
de Tierras... no lucieron tan regios porque la verdadera Muerte era asquerosa y no tenía nada que ver
con maquillados dentro de un ataúd de baratija...al principio salieron de a docenas rompiendo lapidas
y nichos sin impórtales que las cruces de cemento se resquebrajaran, luego centenares quienes se
dirigieron hacia la multitud que corría desaforadamente hacia la salida, algunos sostenían palas y
aplastaban cabezas cercanas, cuando acertaban algún golpe la victima caía arrodillada sosteniendo
sus sesos y luego se desplomaba, la sangre vertida hacía resbalar a ciertos desesperados que casi
alcanzaban la puerta, rodaban por el suelo y eran aplastados quedando tan aplastados como purés
humanos sin sal .... otros agarraban tridentes y ensartaban carnes sin importar la edad o el color
siempre y cuando estuviera fresca o jugosa... los muertos más acuciosos vistieron sus galas
16 manchadas de sangre, lodo y pus para impresionar, otros avanzaron desnudos destilando lombrices o
larvas de gusanos por todos los poros, otros danzaban con su epidermis incompleta debido a las
mordidas continuas de gusanos hambrientos quienes segundos después se desintegraban al contacto
del oxígeno nocturno.....
Se acercaron hasta el escritor y mientras el público huía temiendo cualquier contacto físico con
aquellos despreciables “invitados”; (o creían huir, ya que algunos cayeron estrepitosamente dentro de
las grietas) éste abrió los brazos emocionado, ya que jamás imaginó que sus musas le felicitarían en
persona, con abrazos, besos y demás caricias.
Sacó de su bolsillo un porrito de marihuana y una botella de “Night Train”, apenas la noche
comenzaba y no pensaba pasarla solo. Caminó hasta la salida tropezando ocasionalmente con
algunos cuerpos todavía calientes. Se detuvo delante del portón; miró hacia ambos lados de la
avenida, quizás alguna de sus “ex” se salvó del Holocausto y podría acompañarle a su apartamento
hasta el amanecer.
Tomado de http://www.cielonaranja.com/ivandepaula_placeres.htm
Iván de Paula. Escritor nacido en Santo Domingo. Especialista en software de
computadoras. Sus cuentos han aparecido en múltiples sitios webs como
www.margencero.com y www.letralia.com. Está por publicar sus libros de
cuentos Matador de conciencias, Escritos corrosivos y Cuentos obtusos.
Mantiene un blog http://tecnologicodominicano.blogspot.com
17 GLOONING
Mario Dávalos
Un glooning verde y pequeño tan pequeño como una cereza cayó debido a malas direcciones
en un planeta o lugar en el que no se suponía debía parar. El glooning, como todos los
gloonings, siempre curiosos aunque un poco descuidados ignoró la mala suerte y se dedicó a
la observación del nuevo terreno. Descubrió seres inmóviles cubiertos de pelos o cosas
verdes atados al suelo por secciones de unos cuerpos ásperos y crujientes. Unos más grandes
y otros no tanto pero todos alegres y verdes verdes verdes a veces rojos.
Otros seres se movían arriba de cuatro ejes dos delante y dos atrás, cuatro rebanadas del ser
que se apoyaban en el suelo y se movían casi siempre articulando la mitad inferior de la
parte del cuerpo que pegaba al suelo hacia atrás y luego hacia delante sincronizando siempre
el movimiento asimétrico de todas las partes, la delantera derecha se movía al mismo tiempo
que la trasera izquierda, etcétera. Estos seres estaban a veces cubiertos de muchos pelos y
otras no tanto, además tenían aproximadamente cinco orificios dispersos, a veces más a
veces menos. De uno de los varios orificios, el más grande, dejaba caer hacia afuera una
sección húmeda porosa y rosácea que jugaba a entrar y salir del orificio que la contenía a
una velocidad considerable emitiendo un sonido leve y pausado. En la parte contraria a la
proa tenían otra franja que se movía de lado a lado arítmicamente y sin ningún cálculo o
18 motivo aparente. Estos eran seres en su mayoría dóciles y alegres como un glooning
verdeverdeverde Entre tantos seres nuevos para el glooning verdeverdeverdeverde que
tomaba notas y hacía bocetos de todo de todotodotodotodo para evitar que lo volvieran a
llamar mentirososososo le llamó la atención en particular el ser que avanzaba articulando las
mismas partes que el anterior pero solo avanzaba sobre dos ejes y los otros dos le colgaban
de los lados. La cantidad de pelo de este último ser no era consistente ni en él ni de uno a
otro. Había muchos por todos los lados en todas las direcciones en todas las formas tamaños
y velocidades. No tenían función aparente construían cosas grandes o pequeñas en su
mayoría
por
un
placer
ajeno
para
nuestro
glooning
verdeverdeverde
y
pequeñopequeñopequeño. Estaban cubiertos de un material interesante colorido y lleno de
pliegues que bailaba alrededor de ellos o ellas -quizas no era otro material- pensó el
glooning pero algún microbio que se había adherido a los seres bípedos y juntos
deambulaban deambulando. Estos no mostraban ningún tipo de aprecio ni sensibilidad por
los otros, ni por los peludos en cuatro ejes, ni por los pintos de cuerpo lánguido ni por los
pequeñitos en muchas secciones ni por la masa inmensa del material azul que se movía y
bailaba ni por los que se movían sin suelo por debajo y tenía una parte dura en el frente ni
por nigunoningunoninguno. El glooning pensó que los gloonings no le creerían y el gran
glooning azul lo condenaría por mentirosososo Uno de estos seres descubrió al glooning
sentado en algo inmóvil y duro del color de las lunas y lo agarró con dos antenas de las diez
que tenía en las dos partes que le colgaban de cada lado (cinco antenas por lado)
introduciéndolo en un recipiente impermeable y transparente pero flexible. Este ser llevaba
una armadura con dos pedazos redondos de otro material impermeable y transparente pero
de mayor consistencia en la parte ovalada y superior de su enteridad sobre dos orificios
cubiertos de otras dos piezas mojadas y bellas y el pelo era más escaso y descolorido que la
mayoría. Metió al glooning en una caja del mismo material impermeable y transparente pero
ahora consistente y entonces vió luces y aparatos raros y punzantes. Después, una
proyección muy parecida sino igual a la de él en trozos de un material plano y opaco de un
color de nube rabiosa con manchas geométricas del color de la oscuridad. El glooning se dio
cuenta de que un montón de seres lo rodeaban y lo miraban y lo admiraban y sacaban a
relucir piececitas blancas del orificio donde también habitaba la parte húmeda y porosa. Y le
gustó. Le gustó la acumulación de partes blancas en su mayoría algunas mas amarillentas y
manchadas, todas apuntando hacia él. El glooning era motivo de partecitas blancas que
salían y volvían a entrar y plegaban la cubierta de los seres y enrojecían e inyectaban
líquidos en sus orificios y volvían a brillar las partecitas blancas como constelaciones. Los
19 seres extraños juntaban precipitadamente las dos partes que finalizaban, las otras dos que le
colgaban de los lados, lo hacían rítmicamente y todos juntos al mismo tiempo que lucían las
partecitas blancas apuntando donde el ser que lo había descubierto (al glooning
verdeverdeverde) provocaban con esta unión una especie de estallido que parecía generar
con más frecuencias las partecitas blancas y el pliegue y enrojamiento de la parte ovalada
superior
de
los
susodichos
ilógicamente
por
supuesto
para
el
glooning
verdeverdeverdeyanotanto. El glooning verdeverdeverdeyanotanto se cansó de disfrutarse y
elogiarse y como todo glooning cansado y yanotanto (sin importar color o tamaño) empezó a
chillar a silbar y a brincar de arriba a abajo y a dar vueltas en el aire. Los seres en dos ejes
también cansados de juntarse unirse y emitir soniditos explosivos hartos de lucir los orificios
llenos de manchitas blancas dejaron al glooning en su caja del material trasnparente y
consistente y traspasaron el gran orificio en la gran área blanca en el inmenso espacio vacío
con tres más grandes áreas blancas y una gran luz arriba. Y allí se quedó nuestro glooning
verdeverdeverdeyanotanto hasta que se fue poniendo rojororjorojoyanotanto y luego
azulazulazulyanotanto y luego dejó de ser glooning y fue luz y microbio y bacteria y mordió
y mordió a todos y a todotodotodotodo.
Tomado de http://www.cielonaranja.com/davalos_glooning.htm
Mario Dávalos: Pintor, músico y escritor dominicano; nació en
1978. Cursó estudios de Bellas Artes en Altos de Chavón, en la
Parsons School y en el Instituto Superior de Arte de La Habana. Su
exploración artística ha penetrado las vertientes más vanguardistas
del arte; sin embargo, se centra en la pintura que alterna con la
ficción breve. Sus cuentos presentan alucinaciones postmodernas a
la dominicana. El mundo del pastiche, de las yuxtaposiciones, el peso de las apariencias y el
sentido de la levedad son algunas de sus preocupaciones básicas. Ha publicado una antología
de cuentos breves bajo el título de Narraciones para incriminarme, 2003.
www.mariodavalos.com
Otros blogs
(http://davalette.blogspot.com/)
http://enlaboca.blogspot.com/ 20 DEL REALISMO MÁGICO A LA CIENCIA FICCIÓN Por Linda Morales Caballero Es difícil abarcar una novela como The Brief
Wondrous Life of Oscar Wao (algo así como La corta y
fantástica vida de Oscar Wao) de Junot Diaz merecedora
del Premio Pulitzer a la mejor novela de 2007.
El trabajo contiene muchos ingredientes literarios que
derivan en géneros y subgéneros los cuales hacen que la
narración se vaya abriendo como una caja de Pandora
que disparará su contenido en todas las direcciones hasta
hacer blanco en el lector.
Describir la historia se hace complejo ya que, aparte de
lo antes mencionado, el argumento se basa en gran parte en el conocimiento de los comics
y la ciencia ficción (no es requisito pero si un buen referente para no perder la gracia de la
que sólo participan los conocedores) Díaz, también, saca buen provecho de la curiosidad
del anglo-sajón para quien las culturas que pueblan gran parte de sus ciudades son aún un
misterio por descubrir.
La presencia del lenguaje contemporáneo invita al lector joven, y la fascinación ante la
extrañeza de un protagonista de ghetto que no encaja en los estereotipos desarma la
expectativa del lector.
Díaz lleva, especialmente al norteamericano, a tratar de comprender a los nuevos
inmigrantes, en este caso dominicanos, jóvenes de los 80´s a través de la sorpresa que
produce un héroe, o mejor un antihéroe dominicano nada convencional quien ni siquiera
sueña con jugar al baseball.
La realidad que nos cuenta Díaz está cercada por la familiar extrañeza de un Nueva
Jersey dominicano insertado en un barrio hispano y dónde, muy probablemente, la mayoría
de sus lectores nunca ha incursionado en persona. Es decir, Díaz nos cuenta la historia de
unos seres contemporáneos pero que a la vez representan un grupo misterioso para la
mayoría de los habitantes de este país.
21 Creo que éste es uno de los grandes aciertos de la novela, llevar puertas adentro, historia
adentro a los lectores, sumergirlos en las razones por las cuales los personajes y a la vez la
sociedad que él retrata, es y actúa como lo hace. La novela nos ilustra un mundo visto
desde dentro y fuera de la Republica Dominicana, nos habla de los traumas heredados por
estos inmigrantes, y por lo tanto, nos aclara el por qué de ciertas actitudes antisociales,
rebeldes, indiferentes o nerds de los personajes y hasta cierto punto de una nacionalidad
que a pesar del tiempo transcurrido todavía arrastra el fantasma de la época del trujillato,
más presente aún en aquellos que se sienten presos por esa maldición hereditaria llamada
“fukú” como la familia Cabral a la que pertenece Oscar.
¿Podríamos, tal vez, agrupar todo este mundo, ya posterior al Realismo Mágico y decir
que con Díaz llegamos a la ciencia ficción dominicana? De alguna manera esa realidad de
la novela trasmitida a través de demasiados géneros y subgéneros para encasillarla, me
produce la sensación de extrañeza que me da la ciencia ficción, y aunque no se trate de una
novela Sci-fi, la realidad en ella parece tener algo de ese género porque en el vive el
desconcertante protagonista y su mundo.
Como en la ciencia ficción esta realidad es inasible, ya que es de
una dimensión desconocida para casi todos los lectores, la que a la
vez que nos integra nos aleja de la cotidianeidad. Quizás por esta
razón o tal vez, por que la realidad siempre supera la ficción:
rompe estereotipos, toca verla con otros ojos, aceptar otras
perspectivas, nuevas posibilidades y teorías aunque no siempre sea
cómodo romper los clichés.
¿Pero que más tiene de especial la novela de Díaz? ¿Qué es lo que ha llamado tanto la
atención del público y la crítica? Quizás como dijo él mismo en una entrevista otorgada a
Authors@Goolge, es que en la cultura americana siempre están buscando quien les
explique lo que no entienden de una comunidad en vez de sumergirse en ésta y entender su
riqueza.
Díaz nos presenta la realidad dominicana desde la interpretación de unos personajes que
se encuentran entre dos culturas siendo por lo mismo únicos; y como dice también en la
entrevista antes citada: el público (léase anglo) suele ver a través de un escritor de “color”
(como se denomina a sí mismo el autor) al colectivo de la etnia a la que pertenece,
añadiendo que para representar la nacionalidad dominicana habría que escribir 10 millones
22 de novelas y aún así esa sólo sería el primer pasado de la realidad de su país,
desvinculándose así de ser vocero de su comunidad sin dejar de pertenecer a ella.
Al respecto de la comunidad a la que pertenece y al individualismo de los seres humanos
Díaz utiliza la novela para ejemplificar esto, para romper estereotipos. Oscar Wao (Wao
siendo un sobre nombre de una pronunciación dominicana de Wilde) es un ser único (como
lo somos todos) pero este es único y raro, es dominicano, pero no es conversador y
dicharachero, tampoco un macho de gran actividad sexual, sin dejar de ser enamoradizo.
Oscar es único porque es un “nerd”. Oscar es también un excelente retrato de alguien como
Junot Díaz su creador, escritor dominicano que sorprende quizás especialmente porque
rompe con los clichés que pesan sobre su comunidad ya que éstos borran al individuo y su
individualidad, su originalidad, lo cual no está en contra de que ese individuo sea a su vez
parte de un colectivo. Según Díaz en la misma entrevista antes mencionada todos somos
individuos pertenecientes a un contexto sin el cual no podríamos ser los individuos que
somos.
Pero para lanzar un poco de luz a la asimilación de la novela quisiera mencionar que el
libro, linguisticamente hablando, está escrito en inglés coloquial con frases en un español
de modismos dominicanos, el que irrumpe de golpe porque no hay otra forma mejor de
decir lo que se dice en ese momento, esa voz es propia del personaje y en inglés no tendría
sentido. No recuerdo haber encontrado una sola palabra de lo que personalmente entiendo
por Spanglish: una suerte de híbrido de una palabra inglesa españolizada, en The Brief
Wondrous Life of Oscar Wao lo que leemos, como dije antes, es el español local
irrumpiendo en el inglés del narrador en una historia es bilingüe por naturaleza.
Por otro lado cada personaje tiene una voz muy propia y por lo tanto identificable
consigo mismo y con el lector. Por ejemplo, podemos identificarnos con la maternal La
Inca; o con la rebelde y socialmente comprometida adolescente y hermana de Oscar: Lola;
tal vez con el mujeriego narrador que además fue protagonista de Drown (el trabajo
anterior de Díaz) y aún otros se identificarán con Belicia y su orgullo hermético, casi
inhumano, legado de un pasado inmencionable.
Oscar, el protagonista hará uso del lenguaje de manera fantástica casi críptica, a la
manera de los comics, libros, series o películas de ciencia ficción, los mismos que ocupan
la mayor parte de su tiempo útil ya sea leyendo, viendo (en series, juegos y videos) o
escribiendo historias interminables en un lenguaje codificado que lo lleva a creer que
23 algún día podrá ser el equivalente a un Tolkien dominicano. Sin embargo dicho lenguaje
parece ser la expresión de lo que no puede expresarse y lo restringe a su mundo, es parte de
su cárcel, tanto como lo es su cuerpo obeso. Además, Oscar es también enamoradizo y para
complicar más las cosas su falta de belleza física y su calidad de “nerd” lo hacen patético,
con poquísimas relaciones sociales, proclive a la depresión y suicida en potencia.
El final tal vez podríamos leerlo como Oscar volviendo a las raíces y por lo tanto
volviendo a caer en la maldición del pasado en un presente no menos brutal y por lo tanto
mucho más fácil de identificar y hacer convergir con los lectores acostumbrados a la
realidad de noticiero que toman los hechos para el protagonista.
La obra también cuenta con curiosas notas a pie de página
que casi siempre ensanchan la narrativa guiándonos a través
un pasado que incluye todo tipo de información, tanto
anecdótica como histórica: la invasión norteamericana a la
República Dominicana, el playboy Porfirio Rubirosa, la
actriz María Montez, notas personales del narrador y por su
puesto la tristemente legendaria y brutal dictadura de Trujillo,
y dónde a veces los datos de la tradición oral son tanto o más
importantes que lo que conocemos de los libros de historia.
Parte de esa tradición oral es la creencia en el fukú y el zafa para protección de
calamidades, lista a la que podemos añadir al mágico personaje sin rostro que anuncia la
muerte muy propio de las tradiciones orales de los pueblos latinoamericanos y que tanto
alimentaron al Realismo Mágico.
La religiosidad, el amor y el sexo tienen un lugar preponderante en la historia. Yo
hubiera dicho que lo que mueve a Oscar Wao es el amor, pero su autor dice que es la
soledad y habrá que tomarlo en cuenta. El trato desinhibido que da Díaz al sexo, la
desenvoltura con que trata el tema, el lenguaje insolente con el que naturalmente se expresa
son muy propios de la cultura a la que pertenece. ¿Será que como dice el autor que todos
alimentamos los estereotipos al creer en ellos? Pienso que hay “maneras de ser” que no
necesariamente aplican al individuo pero que siempre estarán ligadas a una nacionalidad o
etnia a menos que con la globalización lleguemos todos a ser muy parecidos y ya no haya
nada que nos identifique. Creo también que la individualidad hay que ganársela y que
además tiene un precio que no todos están dispuestos a pagar.
24 Respecto al tema del sexo sorprende la exactitud de los puntos de vista femenino y
masculino que parecen haber sido escritos por personas del sexo de quien habla.
Como buen latino (y he aquí otro cliché) Díaz hace gala de un contagioso sentido del
humor y a pesar de la tristeza que debiera desolarnos, alcanza un balance a través de toda la
novela que es también un positivo hilo conductor para nuestras emociones, a propósito de
que en la antes citada entrevista, el escritor dice que: el equilibrio, es lo más difícil de
lograr.
Por el revuelo que ha causado en los medios anglosajones es de esperar que Junot Díaz
vuelva con un próximo trabajo quizás antes de lo esperado ya que entre éste y el anterior
hubo un lapso de 11 años. No veo inconveniente en demorar lo necesario para lograr el fin
deseado. Mientras tanto espero la versión al castellano que permita a otros opinar desde
otras perspectivas. ¡En hora buena!
25 EL NAHUAL
FERNANDO UREÑA RIB
Son casi las doce de la noche. Vicente cojea, arrastrando una pierna. Se exaspera al oír
cómo el estruendo bombardea el espacio y sus ondas lo multiplican en reverberaciones
sucesivas. El fragor de las luces estroboscópicas le aturde, le ciega. Tropieza. Siente un
dolor súbito en la rodilla derecha. “¡Es el menisco!”, maldice. Recuesta su anatomía sobre
una columna e intenta recomponerse. Intranquilo y sudoroso observa a los turistas bailar
ritmos extraños, pegando saltos, con convulsiones y sacudidas, poseídos por una histeria
desenfrenada y ajena a su mundo de pescador tranquilo y solitario.
Vicente se empecina y sigue. Se escurre a duras penas entre los parroquianos, entre
hombres jóvenes que se estrujan unos a otros, enfundados en modernas chaquetas de cuero
negro. En el atestado recinto, el aire ahumado sofoca los gritos de mujeres eufóricas que se
le abalanzan jadeantes, enloquecidas por substancias que Vicente desconoce. Le halan. Las
rechaza. Escapa. Sólo busca una mujer, la suya. Una hechicera le ha dicho que habría de
hallar a Laura detrás del bar, baba en boca, con mirada de perro perdido, fría, el pulso débil
y la piel manchada y áspera.
Detrás del bar no hay otra cosa que mugre, cerveza podrida, restos de alimentos y
botellas rotas. Intenta meter la cabeza bajo el mostrador y un hombrote de seguridad le da
un jalón por el hombro, lo tira del codo, lo empuja y lo tumba de rodillas sobre el piso. Esta
vez el dolor del menisco es inaguantable. Rosa, una camarera de muchos años que habla
26 con el dejo maya de la gente de Yucatán, interviene e impide lo peor. Ella le ayuda a
arrastrarse a un pequeño cuarto contiguo y le echa sobre un sillón azul, sentándose a su
lado. “Pareces estar fuera de lugar. ¿Quién eres tú y qué buscas aquí?” le preguntó Rosa
apenas recobró el aliento. “Busco a Laura, mi mujer.”
Laura parecía una sirena fuera del agua cuando Vicente la encontró en Cayo Arenas, una
noche de luna. “Quiero que me lleves en tu barca, pescador” le dijo sin mirarlo. “Quiero
que me lleves a ese cayo de dunas que se ve allá a lo lejos. “ Bordearon el Arrecife de los
Alacranes, canales, rocas y manglares. Ella se echó desnuda al agua en un banco de corales
y no volvió a la superficie hasta tres horas después, ebria de luna y sal. Subió a la barca con
un róbalo grande y así desnuda se echó a dormir sobre la proa. Vicente la cargó en sus
brazos y en su cabaña la tendió sobre una hamaca de redes. A la mañana siguiente rajaron
el pescado en dos y lo asaron sobre las brasas con yerbas frescas.
Más o menos lo mismo continuó ocurriendo cada luna, durante todo aquel verano.
Aparecía a medianoche, los dos bogaban por una hora y luego ella se zambullía,
perdiéndose entre algas y corales y no resurgía sino hasta que el sol tocaba las primeras
nubes. Durante el día la cabaña de Vicente no se abría y nada ni nadie entraba ni salía de
ella, salvo el rumor marino. El amor era su pan y su alegría. Amor que crecía y menguaba
como la marea según fueran los días de luna, porque al decrecer la luna Laura desaparecía
al alba sin decir adiós mientras Vicente dormía los sueños del amor. Su nombre y su
manera de amar eran todo lo que sabía de ella.
Al final del verano Laura no volvió más. Y así fue como empezaron las tribulaciones de
Vicente, quien la buscó cayo por cayo, manglar por manglar, muelle por muelle. “Esto no
puede haber sido una ilusión. Yo tengo que encontrarla”, se decía. Una mañana, en esas
búsquedas, Vicente se enterró en un banco de arena, lastimándose de mala manera su
rodilla derecha y aumentando su angustia. Al final de la tarde y en las noches iba a los
bares del puerto y en ellos apuraba un trago de tequila o de mezcal.
Así, aturdido de tequila y sol, lo encontró en un bar una tarde la hechicera de Uxmal.
“Ven a verme a las diez,” le dijo, “Yo sé lo que buscas.” Era un cuarto estrecho y oscuro
que olía a sahumerios de incienso y de copal. “Hay una mujer en tu vida.” susurró ella
tomándole sus manos y mirándole fijamente a los ojos. “Pero no te conviene. No te
conviene. Tienes que oírme. Tienes que oírme.” Repetía. “Si quieres olvidarla tienes que
tomar hoy mismo, aquí, antes de la medianoche, un baño de ortigas, retama y sal.” “Quiero
27 encontrarla.” “No te conviene. No te conviene.” Repetía. “Pero si eres fuerte, entonces
entra al Bar de La Iguana a medianoche y la encontrarás detrás del mostrador, baba en
boca, con mirada de perro perdido, fría, el pulso débil y la piel manchada y áspera.”
Rosa oyó la historia de Vicente con una mezcla de miedo, asombro y duda. Le dio un
trago de pulque, lo ayudó a incorporarse, y lo condujo de nuevo al ruidoso salón y al bar
para mostrarle el único ser que había en el mugriento piso, detrás del mostrador. Atada con
cadenas a una viga, entre botellas rotas y restos de pescado, estaba una iguana verde, baba
en boca, mirada de perro perdido, fría, el pulso débil y la piel manchada y áspera. “Se
llama precisamente Laura”, dijo Rosa.
Fernando Ureña Rib. Nació en la Romana, República Dominicana el
21 de marzo de 1951. Inició sus estudios de pintura en la Escuela de Bellas Artes
de San Francisco de Macorís en 1963 obteniendo una beca del Estado de estudios
en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1968, donde concluye bajo la guía del
maestro Jaime Colson. Se gradúa como Bachiller en Filosofía y Letras en 1968 y
realiza
estudios de lenguas extranjeras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Ureña Rib lee, escribe y habla con fluidez Español, Inglés, Francés, Alemán e
Italiano. Durante 1973 y 1974 reside en España y realiza extensos viajes de
estudio por Europa Central y el Norte de Africa. Con el aval del insigne escritor español, don Gregorio
Marañón, exhibe en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid y en los homólogos institutos de Barcelona y
Soria y en el Museo de Bellas Artes de Málaga. Desde 1975 Ureña Rib exhibe sus obras en museos y galerías
de Europa, sobresaliendo las exposiciones presentadas en el Deutsche Bank, de Bonn, Alemania en 1982 y la
muestra del 12 de Octubre de 1988 en el Istituto Italo Latinoamericano de Roma, a la que asiste en pleno el
cuerpo diplomático y altos dignatarios de la Iglesia. En 1977 recibe una invitación del Departamento de
Estado de los Estados Unidos para conocer los Museos e Institutos de Arte mas importantes de ese país.
Ureña Rib ha servido a su país como Profesor de Dibujo en la Escuela Nacional de Bellas Artes y como
Director de la Escuela de Artes de la Universidad APEC. Es colaborador de los periódicos Ultima Hora,
Listín Diario y El Siglo.
28 Reseña: Unión, de Yerry Batista. ¿Primera novela
dominicana de ciencia ficción?
UNION trata el punto en que la humanidad debe unificar Ciencia, Política, Religión y Cultura para superar una catástrofe global, consecuencia de una gran gurerra. Los hombres son casi exterminados por las ambiciones personales de un líder que no sabía el elcance destructivo de unas nuevas armas que había desarrollado. Para poder sobrevivir los humanos eligen a Seis grandes líderes, llamados "Escogidos", que fueron hechos inmortales y omnipotentes. Un proceso difícil ya a la vez una gran lección, pues desde que los primeros registros históricos empezaron a escribirse siempre sa ha notado el mismo patrón "división" una y otra vez. Después de innumerables luchas y sacrificios, la humanidad vuelve a florecer y son construidas las nuevas sociedades y el ser humano se expande hacia las estrellas. UNION, sugiere como pueden ser los procesos de unificación religiosa, señala que más son los puntos que nos unen, en comparación con los que nos separan, y que no debemos dejarnos fanatizar por nuestras preferencias de marcas, deporte, política o religión como son: Windows vs Linux, Pepsi vs Coca cola, Nintendo vs Sony, Cristianos vs Judíos o Liberales vs Conservadores. 29 El Código Naranja
Yerry Batista Había una vez un planeta 40 veces más grande que la tierra, a 90 años luz de nuestro
sistema solar. El planeta orbitaba la estrella 47 Ursa Majoris. En este planeta habitaban unos
seres parecidos a los humanos, con la diferencia de que eran más “Cabezones”, su cabeza era
casi el doble del tamaño comparado con una cabeza humana.
Los Cabezones llamaban a su planeta “Aldania” y entre ellos se denominaban “Aldanos”.
Todo el planeta estaba gobernado por una sola persona de nombre “Orosio”. El era el Rey
de ese planeta; Orosio gobernaba con mucha sabiduría y justicia, por eso todos estaban muy
contentos y lo amaban mucho.
Un día mientras comía se le ocurrió una idea, inmediatamente dejó de comer y llamó a sus
científicos al salón de reuniones. Dos meses después Orosio anunció en todos los canales de
televisión y en las estaciones de radio un nuevo plan tecnológico llamado “El Código
Naranja”.
El plan consistía en un pequeño dispositivo de color naranja que debía ser insertado en el
cuerpo de cada ciudadano, específicamente entre los músculos del hombro izquierdo, muy
cerca de donde nace el cuello. Este sistema permitía saber exactamente donde estaba cada
persona en el planeta y así el gobierno podría manejar mejor a la gente. Los datos de todos
serían manejados por una computadora especial que se construiría llamada “GilgaMech”.
En vista de que Orosio era tan buen gobernante, nadie se le opuso y todos creyeron que era
para bien… primero fue construida la gigantesca computadora que era del tamaño de un
edificio de 100 pisos; la construcción duró más de un año. Una vez puesta en marcha la
30 computadora todos en el planeta se colocaron el dispositivo del “Código Naranja” en el
hombro izquierdo cerca del cuello.
Casi de inmediato la población empezó a beneficiarse de la información que GilgaMech
les enviaba. Los hijos ya no se perdían porque sus padres siempre sabían dónde estaban, se
acabaron los ladrones porque según la posición de la persona se podía saber si se dirigía
hacia su casa o si entraba en la casa de otra persona sin permiso, entonces la policía podía
interceptarlo y capturarlo justo cuando entraba en la casa de otros sin autorización. La
computadora podía incluso saber si eras amigo o no de otra persona.
Las cárceles ya no tenían barrotes, a los presos no les interesaba escaparse porque la
policía siempre sabía dónde estaban. No había embotellamientos ni problemas de tránsito en
la calles porque la computadora controlaba los automóviles y sabía donde se dirigía cada
persona, entonces podía programar las rutas antes de que los ciudadanos salieran de sus
casas o centros de trabajo.
Después de varios años Orosio propuso varios cambios al programa de la computadora.
Ahora GilgaMech controlaba el lugar en donde cada persona podía estar y todos los artículos
de la casa, los autos, los juguetes, la ropa, todo lo que usaban los ciudadanos transmitía
información y entonces GilgaMech decidía qué hacer.
Una mañana Orosio despertó asustado porque sonó la sirena de Alarma, rápidamente se
puso en pié y trató de ponerse su ropa lo más rápido que pudo pero fue interrumpido por la
voz de GilgaMech que dijo:
Ropa Incorrecta, este es el traje de los jueves, hoy es miércoles.
Entonces Orosio suspiró y se quitó el traje de los jueves y se puso el traje correcto, porque
si no lo hacía así no se abriría la puerta de su habitación… las puertas se abrieron y entonces
Orosio corrió lo más rápido que pudo hacia el cuarto de controles del palacio, pero no pudo
llegar tan rápido como quería porque la voz del GilgaMech le dijo por los altavoces del
pasillo:
Velocidad excesiva, la velocidad permitida en los pasillos del palacio es de 20
kilómetros por hora, usted viaja a 22 kilómetros por hora… baje la velocidad.
A Orosio no le quedó más remedio que obedecer y correr no tan rápido, cuando llegó al
cuarto de controles se dio cuenta de la emergencia cuando miró la gran pantalla de televisión
del centro de la sala… miles de puntos naranja eran llevados por el río que pasaba en medio
de la ciudad hacia el mar.
Pensando que era una catástrofe preguntó a GilgaMech:
GilgaMech… ¿Cuál es el origen de esta catástrofe?
GilgaMech respondió:
No ha habido terremotos ni inundaciones en las pasadas 24 horas, he enviado
varios escuadrones de bomberos y policías para que rescaten a las personas.
Orosio todavía se preguntaba sobre el origen de la catástrofe cuando fue interrumpido por
un gran estruendo como de muchas voces que se oían fuera del palacio. Comprendiendo que
eran muchas personas quiso salir por la puerta automática, pero se dio un golpe en la nariz
porque no se abrió. Todavía con la mano en la nariz y con voz como de ñato Orosio dijo:
GilgaMech… abre esta puerta.
31 GilgaMech respondió:
Negativo Orosio… el gobernante debe pasar 4 horas de trabajo en esta sala hasta la
hora de almuerzo.
Orosio se enfadó y dijo:
GilgaMech… ¿no te das cuenta que hay muchas personas allá afuera que quieren
verme?
GilgaMech respondió:
No se detectan personas en las afueras del palacio… petición para apertura de
puerta denegada.
Entonces Orosio ya rojo por la ira llamó a dos de sus militares que eran sus guardaespaldas
y les dijo mientras apuntaba con su dedo:
Derriben esta puerta… ¡ahora!
Los dos guardaespaldas se miraron a la cara el uno a otro y sonrieron como si hubieran
estado esperando algo de acción, pero como no tenían armas usaron las sillas de los
escritorios para abrir la puerta. Una vez fuera del cuarto Orosio ordenó a los dos
guardaespaldas que buscaran sus viejas armas y llamaran a todos los generales y la guardia
nacional para una reunión en las afueras del palacio.
Tuvieron entonces que romper también la puerta principal del palacio porque tampoco se
quiso abrir. Cuando las puertas cayeron Orosio se sorprendió al encontrarse frente a una
gigantesca multitud que gritaba enojada. Orosio levantó sus manos como señal de que
hicieran silencio, pero nadie se callaba; entonces Orosio vio que uno de los que gritaba en la
multitud se acercaba para hablar con él.
Mientras el hombre todavía caminaba Orosio miró hacia su hombro izquierdo y vio que
tenía una herida, entonces supuso que se había quitado el dispositivo y que todos habían
hecho lo mismo. Cuando el extraño llegó se arrodilló para hacer reverencia al rey, entonces
Orosio le preguntó:
¿Dime quién eres y que quiere toda esta multitud?
El extraño no le respondió inmediatamente, se puso de pié y se volteó hacia la multitud
levantando los brazos… esta vez sí hicieron silencio; luego el extraño volteó de nuevo y
mirando a la cara a Orosio dijo:
Mi nombre es Tanús, y venimos a exigirte que apagues a GilgaMech y que nos
devuelvas nuestra privacidad y nuestro mundo.
Orosio se sorprendió por lo que dijo Tanús y respondió:
Pero… ¿Cómo te atreves a pedirme eso?, yo soy el gobernante de Aldania, yo soy
el que da las ordenes.
Tanús respondió:
¿Estás seguro?... si tú eres el gobernante y mandas en todo, dime por qué tuviste
que romper esa puerta para salir de tu propio palacio.
Orosio con ligero nerviosismo respondió:
Bueno… es que GilgaMech no quería abrir la puerta porque entendió que no había
ninguna emergencia.
Tanús entonces le dijo:
32 Ese es el problema… que todos estamos sujetos a los juicios de GilgaMech… una
máquina.
Orosio se llenó de orgullo y dijo:
Si, es una máquina que no comete errores y además…
No había terminado de hablar Orosio cuando fue interrumpido por muchos policías y otros
militares armados que rodearon el palacio; Orosio al ver a los policías y militares se sintió
seguro y dijo a Tanús:
¿Ves que GilgaMech no comete errores…? Aunque ustedes no tengan los
dispositivos del Código Naranja en sus cuerpos ella sabe que están aquí y ha
mandado estos policías y militares para que los arresten… ja, ja, ya as a ver…
Orosio entonces se quedó esperando que los policías dispersaran a las personas pero se
sorprendió cuando de un altoparlante oyó la voz del jefe de la policía decir:
Entréguese Orosio… queda arrestado por haber destruido las puertas del palacio de
Orosio.
Orosio se puso la mano derecha en la cara sintiendo vergüenza porque le pareció que era
muy tonto lo que decía el jefe de la policía, entonces Tanús, sonriendo como de burla, le
dijo:
Entonces… ¿Quién me dio que era el gobernante de Aldania?
Orosio bajó la cabeza y dijo:
En verdad pensé que sería una buena idea que mi gobierno pudiera saber las cosas
que hacen todos.
Orosio se sorprendió al ver a Tanús arrodillarse de nuevo y decirle:
El problema es que eso nos quitó la privacidad, nos quitó muchas cosas
maravillosas que se tienen que hacer en silencio sin que los demás se enteren.
Además cuando GilgaMech fallaba nos hacía la vida más complicada… Por eso
estamos aquí… y no hablo solamente por mí, hablo en nombre de toda esta gente…
cada uno de ellos tiene una historia que contar y queremos que nuestro rey la oiga.
Entonces Orosio, suspirando para tomar ánimo, bajó hacia donde estaban los policías y los
convenció de que no lo arrestaran por derribar las puertas de su propio palacio, también les
pidió que ignoraran la señal de que su trono había sido robado porque lo usaron para derribar
la puerta. Orosio en gran gesto de humildad no se sentó en su trono para escuchar las quejas
de la gente, en cambio se sentó en los escalones del palacio. Uno por uno fueron pasando
los ciudadanos y le fueron contando los problemas que habían tenido por las fallas de
GilgaMech.
Uno de los Cabezones llamado Canmus le contó que fue arrestado porque fue al baño a
hacer pipí y se le cayó la crema de afeitar en el escusado, entonces escuchó unos golpes en
su puerta y al abrirla se encontró con dos policías que lo arrestaron por consumo de drogas.
Al principio los escusados analizaban la orina de la gente para saber si alguna persona estaba
enferma, pero después GilgaMech hizo que se hicieran pruebas para saber si había consumo
de drogas… los policías no se dieron cuenta de que la combinación de la orina con la crema
de afeitar dio una mezcla parecida. Para culminar Canmus dijo:
El gobierno no tiene derecho a saber cuántas veces voy al baño, analizar mi pupú,
o saber si mi pipí es blanco o amarillo.
33 Cuando le tocó su turno un niño llamado Jaxa se acercó a Orosio para hablar con él,
Orosio con un gesto paternal subió al niño en su pierna derecha, el niño suspiró varias veces
como tomando valor, luego dijo:
A mí me gustaría salir de la ciudad al campo a hacer travesuras sin que mis padres
se enteren… yo como niño tengo derecho a hacer travesuras…
Eso fue suficiente para Orosio, quien después de dar un beso a Jaxa se puso de pié y dijo:
Ya he tomado mi decisión… GilgaMech debe ser destruida.
Mientras todo el pueblo gritaba de alegría Orosio se puso de pie y conversó brevemente
con los jefes de la policía y el ejército; luego todos empezaron a movilizarse, pero al subir a
sus vehículos se dieron cuenta de que no funcionaban y que GilgaMech no les daba permiso
para moverse porque la emergencia no había terminado.
Entonces los generales ordenaron a los militares especialistas en vehículos sacar los
transmisores y toda la electrónica y usarlos de forma manual… así pudieron llegar al edificio
de GilgaMech y usando sus armas, misiles y explosivos destruyeron el gigantesco
computador.
Dos días después Orosio pidió perdón a todos los habitantes de Aldana y prometió respetar
la vida privada de cada persona.
Yerry Batista, en 1997 publica su primer libro titulado “El Pastor de
Nuestros Hijos”, en el que analizaba desde un punto de vista religioso el
contenido de los programas para niños y advertía sobre las consecuencias
de dejar que los niños presencien estos programas sin supervisión. En el
2003 escribió su primer poemario titulado “Alma Transparente” compuesto
de 32 poemas ilustrados de verso tradicional. Es fotógrafo profesional
desde el 2003, graduado de la escuela de Altos de Chavón, se especializa
en fotos panorámicas, fotografía artística, y fotografía de escena para cine. En el año 2006
su sitio Web personal queda entre los 10 finalistas del concurso Arroba de Oro que premia a
los mejore sitios Web de la República Dominicana. En el año 2007 diseña el sitio Web de la
Película Mi Novia está de Madre protagonizada por Roberto Ángel Salcedo y Patricia
Manterola.
Para mayor información visite el portal www.yerry-batista.com
34 MIEDO PÁNICO
René Rodríguez Soriano
Uno de los deportes favoritos de los
símpidos es la cacería de infantes. Nos
pasamos los primeros seis meses del año
preparando los detalles para, entrado julio,
con los agobiantes calores del verano,
internarnos en las espesuras y furnias de los
montes hasta dar con las más disímiles e
inimaginadas
madrigueras
de
esta
bulliciosa especie que se expande silvestre
por los valles del médano.
Habría que estar allí para gozarse de lo
lindo en esta original entretención que
hemos cultivado por años y años en estas
pacíficas tierras. Los niños, terribles diablillos que lo destruyen todo, huyen y gritan como
almas que lleva el diablo. Se esconden. Saltan. Trepan. Y, la mar de las veces, se vuelven
furiosos y la emprenden a arañazos y mordidas contra sus captores.
A veces, la cacería se torna sangrienta, alocada y terrible. Muchos son los cazadores que han
perdido miembros o que han tenido que guardar cama por varios días, fruto de la agresión de
estas pequeñas bestias. Pero, al final, vale la pena tanto afán y empeño. Capturadas las
presas, maniatadas y embozadas, los cazadores las amarran fuertemente a las monturas de
sus mulas y las arrastran hasta el poblado, para luego, en octubre, en las festividades de
nuestra patrona, Nuestra Señora de Los Milagros, exhibirlos en grandes jaulas, siempre
cuidando que no se escapen y vaya a ser que nos agredan o contagien su extraña forma de
vivir.
Juego 007
–Se conoce con el nombre de los símpidos a los antiguos pobladores de la meseta
suprarrenal de La Alfalfa, que guerrearon solípedamente con los nísperos y sus vecinos los
gélidos, y luego se establecieron linfáticamente en la ribera vaginal del Tábano. Aunque,
indefectiblemente, no ha podido ser científicamente comprobada su aparición sobre la
superficie terrestre, a pesar del empeño de los investigadores, se cree que en la era
cuaternaria –milenios de años antes de la entrada triunfal del merengue a los salonesiniciaron los símpidos su peregrinar y florecimiento por los pliegues y médanos pendulares
del Tábano y toda esa ebúrnea región, dejando sentada su cultura milimétrica y plural;
35 residuos de la cual han llegado a nuestros días llenándonos de luz, melcocha y catibía,
demostrándonos la elucubrez meteorítica de sus patafísicos conocimientos en todas las
ramas del saber. Entre los grandes hallazgos aportados por estos prohombres de la
humanidad al desarrollo de las ciencias y la perfumería es bueno destacar la utilidad
doméstica y social del bostezo de dos puertas, inventado por los símpidos en los tiempos de
las glaciaciones, cuya importancia esquemática radica en la repelencia antiescatológica y
célibe a toda perorata extensa y cervical de un entendido endomingado en la túnica torcaz
que generan los corpúsculos, generalmente microscópicos, que representan la unidad viva
más elemental...
– ¡Huuum! ¡Siéntese, Vicente!
– ¡Profesora, también puedo hablar de los sóplidos!
René Rodríguez Soriano, nació en Constanza, República Dominicana,
en 1950. Ha obtenido el Premio Nacional de Cuentos "Casa de Teatro"
(Losing my religión, 1996) y "José Ramón López" (La radio y otros
boleros, 1977). Ha publicado: Raíces con dos comienzos y un final
(1977-1981); Canciones rosa para una niña gris metal (1981); Muestra
gratis (1986); Todos los juegos el juego (1986); Su nombre, Julia (1991);
La radio y otros boleros (1996); El diablo sabe por diablo (1998) y
Queda la música (2003), entre otros. Desde 1998 reside en Miami, Florida donde se
desempeña como editor, corresponsal de importantes medios de comunicación tanto de su
país natal como del mundo hispano de Estados Unidos. Actualmente publica en El Caribe, su
columna semanal Crónicas crónicas. La misma se reproduce y redifunde en varias revistas,
portales y listados de Latinoamérica y el Caribe.
36 AMANECER ENTRE LOS VIENTOS Amelia del Mar Hernández
¡Cuánto tarda en amanecer cuando uno quiere que amanezca! ¡Cuánto tardó en amanecer
para aquel pueblo perdido entre los acordes del viento!
Cuenta la leyenda que se trataba del lugar más simple de todo el planeta; pero su simplicidad
venía de su compleja existencia, que al ser tan compleja hacía que todo lo demás fuera
simple. Existía sólo en las noches estrelladas y frescas, esas que son tan claras y a la vez
profundas.
Su naturaleza estaba encantada; sobre todo, las orquídeas que deliberadamente se apropiaban
hasta del más ínfimo milímetro de tierra. El canto de las aves no tenían límites, ni tiempos;
cantaban porque podían, debían y vivían; entonces, nada más importaba. Del corazón de la
naturaleza apasionada se levantaba un imponente palacio de fuego y oro. Todo era
esplendor, en su interior miles de extensas alfombras narraban en sus centros la historia del
pueblo.
Contaban que había reinado 5000 años una princesa con una cascada en la cabeza. Ella había
dispuesto que se escribiera la historia en alfombras, en vez de libros, al considerarlos
impersonales y fríos. Como todos al principio rehusaron obedecerla, decretó congelar todo el
pueblo por 200 años en lo que ella misma tejía las alfombras que servirían de base para el
relato. Cuando permitió que se despertaran, ordenó que todos los historiadores tiraran la
historia al mar, anunció que desde ese momento hasta su muerte la historia no existiría y que
luego de su extinción, su hijo el inmortal se encargaría de tejerla en las alfombras.
37 Le llamaban Sofía, la tejedora; sin embargo no todo en su reinado fue tejer alfombras. Se
dice que fue la reina más sabia que había existido, no por sus extensos conocimientos, sino
porque supo resolver todos los problemas habidos y por haber; por lo que nunca más hubo
problemas en el pueblo.
El último inconveniente se presentó en el segundo milenio de su reinado. Una terrible
epidemia azotó al pueblo, se transmitía con mirarse directamente a los ojos y producía que el
infectado caminara de cabeza sobre sus manos todo el tiempo. La sabia reina tomó cartas, y
después de jugar el dos de espadas y el tres de trébol, ordenó que todo el pueblo cerrase los
ojos. Y así permanecieron por más de 500 años, deambulando a tumbos [tienes que
decidirte, si es “deambulando” o a “tumbos”, ya que los dos conceptos se parecen],
chocando unos con otros; hasta que la reina se cansó de jugar cartas con adversarios ciegos,
a los que descubrió que se les podía ganar fácilmente, y ordenó que abrieran los ojos.
Entonces se organizó una feria para festejar la erradicación de la epidemia, donde la
actividad principal fue un concurso para ver quien se había partido más huesos a lo largo de
estos años. El hijo inmortal de la reina que escribió la historia en las alfombras, nos explica
que ahí fue decidido su nombre. El fue declarado por su madre como rey de la feria y el
presentador entendió que decir “el hijo inmortal de la reina que escribirá la historia en las
alfombras” cada vez que tuviera que presentarlo era un poco pesado; así que se acercó a él y
lo miró fijamente por muchas horas, afirmando con la cabeza como si examinara un
problema matemático. Cuando ya la ansiedad inundaba a todo el pueblo, gritó de alegría y
dijo “Tú”. De ahí en adelante le han llamado Tú.
Pero no toda la historia de este pueblo ha navegado en el absurdo. Tú nos cuenta que hubo
tiempos en los que todo era cordura. Incluso las aves estaban cuerdas y cantaban todas a la
misma vez, como un coro bien acoplado. Se vivía, según las leyes que dictaba el viento, sólo
en las noches estrelladas; el resto del tiempo no existía.
Por esos años se decidió alabar los sonidos; así que cuando chillaba avasallante la reina
todos callaban y sin apresurarse nadie se organizaban por turnos para ofrecer un sonido al
silencio. Primero la reina y sus hijos, luego los nobles, artesanos, trabajadores, animales,
plantas y por último los objetos inanimados. Cuando todos habían ofrecido sus sonidos, el
silencio les ofrecía a cambio su silencio y todos alcanzaban la paz.
Este ritual fue rápidamente sustituido con la llegada al pueblo de unas extrañas y diminutas
criaturas que enseguida llamaron la atención, y pronto se convirtieron en el santo y seña de
todo el pueblo. Según se dice llegaron con la brisa del oeste, montadas en una hoja de palma.
Rápidamente se instalaron en el centro del palacio cerca del trono de la reina, quien quedó
tan impresionada que pasó tres meses observándolas ciegamente. La primavera siguiente a
su llegada fue dedicada a ellas y entonces la reina decidió llamarles hormigas; ya que le
recordaban a las migajas del pan.
Las hormigas, poco a poco, fueron ganando su espacio en el pueblo; en los hogares les
construían camitas, mesitas y pequeñas sillas para que estuvieran cómodas. La reina les
cedió su espacio en el buffet real y además la habitación principal del palacio con vista al
jardín de las orquídeas flotantes. Un día el hijo mudo del conde Rebuscado, visitaba a la
reina con su madre y al entrar al palacio vio las hormigas caminando libremente y decidió
seguirlas. Su madre se preocupó al principio pero luego la reina empezó a seguir las
hormigas también y entonces no tuvo más remedio que seguirlas y olvidarse del niño. De
38 repente todo el pueblo seguía las hormigas y para que las personas no se cansaran, la reina
decretó que el tiempo estaba prohibido. El pobre tiempo fue obligado a abandonar el pueblo
para que todos pudieran seguir las hormigas, sus últimas palabras fueron “ yo sólo quería
seguir a las hormigas”.
Todas las actividades del pueblo seguían normalmente, al ritmo de las hormigas. Tú dice que
estos fueron los peores años de su vida, ya que las odiaba y ellas a él, por lo que lo llevaban
siempre por los caminos más difíciles y pedregosos. Ya habían pasado 2000 años cuando
decidió que no tenía que seguirlas; su madre no pudo soportar la noticia y murió al instante
de oír sus rebeldes palabras. Tú no podía creerlo, pero ante todo estaba la responsabilidad,
por lo que corrió enseguida a donde se habían guardado las alfombras y empezó a tejer la
historia.
El pueblo siguió igual, persiguiendo hormigas, a pesar de que se pensaba que sin la reina
todo acabaría. El hijo mayor que andaba dando saltos, tomó en uno de sus brincos la corona.
Lo único bueno que ha hecho es firmar la independencia de las orquídeas hace ya unos años.
Gracias a esa ley las orquídeas son libres de crecer donde quieran, lo que en su tiempo evitó
que se levantaran a mano armada en contra del pueblo.
Hasta ayer Tú había escrito toda la historia pasada y gran parte de la futura, en sus tiempos
libres se bañaba en las estrellas formando nuevas constelaciones. Cuando anoche jugueteaba
entre la osa mayor y la menor, un extraño rayo de luz se posó sobre su nariz. Quedó inmóvil,
al ver cómo lentamente surgía un horizonte separando el cielo y la tierra. En el pueblo las
hormigas se detuvieron dejando a todo un pueblo petrificado, incluso el rey quedó
suspendido en uno de sus saltos y no se pronunciaron más palabras. La existencia también se
suspendió y el sol con mucha paciencia se fue apoderando de ella; bañando cada centímetro
de aquel lugar encantado que, por primera vez, no huía de la claridad.
Un ruiseñor abrió el día, el primer día verdadero, con su hermoso canto; rompiendo así el
trance que se vivía en el pueblo. Todos respiraron y, ese que una vez fue un pueblo absurdo,
se convirtió en la cuna de una civilización francamente humana, totalmente libre de reinas
poco cuerdas y hormigas tiránicas. Todos y cada uno encontraron su justo lugar y
mágicamente las cosas encajaron como las piezas de un rompecabezas. El rey saltarín abrió
un circo a las afueras del pueblo y las hormigas se convirtieron en insectos insignificantes,
amenazados por toda clase de organismos mayores. Tú sigue tejiendo historias, ahora en las
grandes alfombras de la memoria, por si el viento sopla muy fuerte, no arrastre al pueblo
entre sus acordes.
Amelia del Mar Hernández. Tiene 21 años y uno siente que la tinta pesa,
que las letras van saliendo como tras un lento respirar -tal vez las nubes de
Santo Domingo no sean suficientes y por eso estas madrugadas y esta isla que
no cesa-. Nos alegramos de poder integrar en esta familia del espíritu a una
autora que aflora, que nos invita, que eclosiona. Actualmente se encuentra
estudiando en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de
los Baños, en Cuba. Cuentos y poemas de su autoría han aparecido en diferentes
sitios Webs de República Dominicana como en la www.cielonaranja.com
39 REVOLUCIÓN
Rey Emmanuel Andújar
¿Quería eso, mi chino?
Garrido, Alberto
El muro de las lamentaciones
Era el pez con mejores caderas,
del mar del amor…
Sabina, Joaquín
Yo también se jugarme la boca
… algo no andará bien pronto.
Alábalo que él vive.
Cabiya, Pedro
Historias Tremendas
Ahora que lo piensa insistentemente,
se percata de que nunca ha podido mirarlo al rostro
Germán, Ariadna Vásquez
Ángeles
Lo segundo que recuerdo es la imagen de Jonás lavando mi ropa interior de manera
penitente en una esquina de la habitación (Sollozaba. Tenía la cabeza gacha). Metía y sacaba
los panties morados del agua sucia. Los enjuagaba, los exprimía. Lo último que recuerdo: la
extraña secuencia de cuadros halógenos. El bailoteo de la botella de suero a un costado de la
camilla. El olor antiséptico del interminable pasillo. El sabor a mierda en mi boca. El cuerpo
era un solo bloque de dolor que no podía reconocerse. Que iba desvaneciéndose a medida
que avanzaba de velocidad. Recuerdo (Puedo ahora usar con propiedad esa palabra). La
rápida intermitencia lumínica del techo. La mano blanca y espesa que se extendió hacía mí
en el momento de la inevitable caída.
************************
¿Estaba Ariadna realmente interesada en serio en la Revolución? ¿En esta, en cualquier
Revolución? Siendo justos, hay que reconocer que se mostraba atenta en el Círculo de
estudio. Más de una vez se ofreció a pegar carteles en las calles, cosa que yo rechazaba con
energía ya que podría ser peligroso. Hace días, la hicieron presa. La pescaron in fragantti
40 haciendo graffiti en las grandes casas de la calle Francia. Podríamos afirmar que este hecho
de soberana estupidez y valentía bien le habían ganado el respeto de los demás miembros del
Círculo. Pero en sus ojos, siempre noté el desgano de la escritora. La silenciosa sumisión a la
angustia. La disposición de hacer esas cosas porque definitivamente aquí ya no habría nada
mas en que dejarse la vida. Ahora, desde esta blanca esquina, solo puedo verla luchar
ayudada por tubos que entran y salen de ese cuerpo tan deseable. Puedo (y no quiero) ver la
cara inmensa y morada, los brazos llenos de mallugaduras. Escucho este silencio de piedra,
que se intercala con su accidentada respiración de fuelle. Una vez me dijo que estaba
cansada de esta vida. Ahora, viéndola aferrarse en estos últimos instantes, realizo que
grandes mentiras podemos elaborar en los momentos de desidia.
**************************
Lo primero fue el chirriar de las gomas. Me dije a mi misma, Ya no hay pa' donde coger,
mija. El sonido inmenso de la gran maquina en su fallido intento de frenar de golpe. El olor
del asfalto quemando goma quedó impregnado en el aire. No sentí el golpe. Ahora
compruebo que los que por dolor padecen, no pueden sentir nada cuando éste es tan fuerte,
intenso y contundente. El cuerpo (Este perfecto artefacto) tiende a asimilar el dolor, a
asumirlo como una extensión, como una extremidad cualquiera (Una mancha, un brazo, una
uña). El asunto es que luego de este largo periodo de agonía (De ahora en adelante el tiempo
para mi no existe. No es más que una sustancia hecha de melcocha y recuerdos. Un híbrido
entre gas y ceniza) ya no siento la parsimonia eterna del dolor. Me siento nítida. Liviana
como una pluma.
*******************************
Cerrar los ojos y estar con ella ahora no tiene sentido. Mi vida, (Si a esto sin ella puede uno
llamarlo así) guiada por dos cosas: Ariadna y la Revolución. Pudo haber sido:
LaRevolucionyAriadna. Eso en realidad, siempre fue mi deseo verdadero. Hubiese querido
por momentos que ambas se fundieran en una sola cosa. Poder disfrutar de ambas en todo
momento. Para mí, la Revolución es respirar, para ella, habían siempre más cosas: parques,
lagartos pequeños navegando en la floresta, el olor del mar que se escapa de los corales, la
sal de las arenas, las tazas de café con nuez moscada. Ariadna es una lindura. Ella completa
es una sucesión de hermosuras en un mundo nuestro lleno de represión, sirenas de
ambulancias y patrulleros, toques de queda, discursos abusivos que insultan nuestra
inteligencia, demagogias, largas caminatas, manifestaciones. Ahora, que en medio de la
madrugada fría, froto mis manos para generar calor, quisiera cerrar los ojos y buscarle
sentido al asunto éste de plantearme estar con ella en medio de un campo lleno de girasoles y
flores africanas silvestres.
***************************
Es increíble, de un momento a otro dejé de recordar y caminaba ya en la calle, haciendo
adioses y sonriendo. El mundo era un cosa que olía a limpio, como si le hubiesen dado una
gran lavada al aire y una mano de pintura a las paredes. El verde tan verde, los sabores.
41 Como si con el accidente el paladar se me hubiese renovado y el helado de RonPasa es ahora
un orgasmo. Jazmines a las siete de la noche justo antes de la cena. Ya no odio más el barrio.
He vuelto y la gente me espera sin rencores aunque hace mucho ya que me fui para no
volver jamás ni nunca. Caminando con destino a la casa de la vieja, tengo que hacer una
parada inevitable en el café La Bodega. El olor. Pedir un cortadito con más leche que café,
pasear mi vista por los cuadros viejos, la vellonera, las botellas perfectamente alineadas y sin
polvo. En una mesa de la esquina, está él, impecablemente peinado y mal vestido con jeans
sucios, camiseta roja y gastada, sentado frente a un trago de Anís del Mono. Puedo ahora,
reconocer la mano blanca y espesa que se me ha ofrecido en la oscuridad tiempo atrás. No he
podido resistir la tentación de acercármele.
*************************
Aparatoso accidente
Provincia de Anaconda.- Una joven que se disponía a atravesar la intersección que hacen las
calles Matafuegos y Giratorias, fue embestida la mañana de ayer por un vehículo de carga
color rojo. Según su novio, testigo único de la tragedia, este hecho, mas que un mero
accidente, es un claro atentado contra la Juventud Revolucionaria, luego de que la joven
fuese identificada como autora de las (continua en la Pág. 5)
*****************************
Luego de las infinitas explicaciones y los interminables abrazos, he logrado al fin llegar a mi
cuarto, cerrar los ojos. Ya en el camastro, mi cuerpo se amolda blandamente a la vieja
superficie y con la sabana gris en la cara, completo la fase añorada por días. Todo olía a
nuevo, y sentía el calor pesado. Tú, caminabas con ese pelo rizado al otro lado de la calle y
sonreías con malicia. Te paras y con el dedo me haces una señal “Ven acá, tonto, te he
estado esperando”. Tiro los libros y corro hacia a ti sin mirar a ambos lados de la calle.
Tropiezo. Caigo rendido a tus pies y tu sonrisa se interrumpe para preguntar si me he hecho
daño. Sonrío ridículo y digo que no. Levanto la cabeza y te encuentro hermosa sonriendo de
nuevo. Caminamos. Detrás de nosotros, un muchacho con cara de viejo resignado, una barba
de varios días, jeans sucios, camiseta roja gastada.
************************
Soy un ángel, me dijo al momento de sentarme. El muchacho de la barra me trajo el café
hasta la mesa. Permanecimos un rato en silencio. Yo trataba de comprobar su procedencia
celestial. El me aconsejaba endulzar y tomar mi café, Después que se enfría es imposible
beberlo, me dijo. Luego, pregunté, Porqué he yo de conocer un ángel, él me respondió, luego
de un largo trago de anís, que ni él estaba listo para decírmelo, ni yo para escucharlo. Lo
debí suponer desde un principio, estas cosas de ángeles siempre están sujetas a dudas, a
caminos secretos, a dispositivos armados que estallarían de un momento a otro. Es tu deseo
que yo esté aquí, es mi deseo también, me decía mientras se pegaba otro trago y todo se me
aclaró. Aunque solo puedo articular el recuerdo de la última reunión del Círculo, donde un
poema mío que hablaba de rosas, espinas y septiembres, fue refutado y requeterefutado por
42 los jóvenes comprometidos por un ideal, mientras yo solo deseaba o que la Revolución se
definiera y triunfara o que todos nos acabáramos de joder, que mas da. Traté de salir de la
abstracción con un trago de café frío y amargo. El ángel mostró su mano de nuevo para
decirme, Vete a la cita, yo estaré por ahí. Cómo te llamas, dije con la cara arrugada por el
trago amargo, Demasiadas preguntas, dijo, En fin, llámame Mirtilio, soy el Ángel Enviado.
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En el sueño (creo que soñaba) te besé. Sentí que un peso se me había quitado de encima.
Que la cruz había sido depositada lejos, en otro lugar. Sentía un
amargo-gris dentro del pecho, por una culpa que debía confesarte. Entonces decidimos ir a
La Bodega en el barrio viejo. Tú te pediste tu café cortado y yo el trago de ron blanco. Quise
que ese momento durara por siempre en la víspera. De pronto, vi al muchacho hermoso en la
esquina del bar y notaste mi nerviosismo. Me dijiste que no me preocupara. Yo te dije,
incrédulo, Nos sigue. No pensé que fuese un policía secreto o algo así. Entonces me lo
soltaste a boca de jarro, Es un ángel. No me pareció extraño pero mi pálpito aumento, y
decidí decirte toda la verdad. Lo pensé en voz alta, y me asuste hasta el tuétano cuando, justo
al final de ese pensamiento, el ángel tuyo asintió levemente.
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Luego de las confesiones, Mirtilio me aconsejó seguir. Ese café no sirve, no te lo bebas así,
ve donde la vieja, que ella te cuele uno. ¿Cómo el ángel sabía que yo iba a enfrentarme a la
abuela? ¿De donde coño había salido ese ángel? Cómo sabes tú que tengo que ir a visitar a la
doña, le dije entre extrañada y perpetua, Hay cosas que debo saber y punto, dijo, callándome
la boca. Puse doscientos pesos debajo del cenicero y arranqué en bola de humo para donde
mamá. De seguro ahora estará Mirtilio preguntándose porqué iba llorando. Ah, se me
olvidaba, el maricón del ángel lo sabe todo.
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Claro que quise contártelo todo: la proposición del Círculo, mi primera negativa, la nausea
de solo pensarlo, la noche interminable antes del Día Cero, la frialdad de mis palabras
cuando me llamaste por teléfono esa misma noche y te mandé al carajo, el deseo de que me
odiaras por siempre. Luego, poco a poco, según iba pasando la madrugada, espesa, el
ejercito de salamandras en mi espalda, ese tintineo en el pecho, el corazón hecho espuma, un
solo pensamiento en mi cabeza: No quiero pero coño, que viva la Revolución. Amén.
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La doña disimuló muy bien el júbilo. Se quedó inmóvil. Solo era la mecedora y el viento en
la galería. Bendición mamá, Dios te Bendiga, dime, cómo te ha ido. No me invitó a sentarme
pero tomé una silla. Ya bebiste café, preguntó, sin mirarme a la cara. Casi, le dije. Llamó
militarmente a Vochola, que me cortó los ojos cuando me vio. Café, dijo mamá, Lo que
mande la señora, contestó la morena, y desapareció rauda por donde vino. No hubo muchas
palabras. No las esperaba, nunca esperé muchas palabras desde el día que me fui de la casa
43 donde aprendí a leer y a escribir, donde leí los primeros cuentos debajo de su maquina de
coser, cuando era niña y todo olía a como la vida me huele ahora luego del accidente, un
accidente que ella no comentó, como si el dolor de verme postrada en la cama de un hospital
no la dejara hablar del pasado reciente. Has llorado, lo descubrió en mis ojos rojos,
hinchados. Me pasó una vaina rarísima camino aquí. Por primera vez me miró, como
preguntándome que había pasado. Me encontré con un ángel. Vochola llegó con la bandeja
dispuesta, las tazas, el olor, azúcar, leche, No gracias, lo tomo negro. Luego del primer sorbo
de la hirviente infusión la vieja dijo, Eso no es raro, el cielo, en estos días, tiene un hoyo.
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Será una camioneta roja, me dijeron. ¿Yo tendría que convencerte de irnos por ese camino?
Sería difícil, ya que tú ibas a querer ir caminando por La Francia para ver tu obra maestra.
¿Yo te llevaría por Matafuegos? Sí, en la esquina indicada hay un puesto de jugo de caña, yo
iría a comprar para ambos. ¿Te dejaría sola en la calle, sólo por unos minutos? Ahí mismo
llegaría el Red Assassin Machine. ¿Te destrozarían delante de mis ojos? Yo gritaría para que
pareciera más real ¿Incluso lloraría lagrimas de cocodrilo, me tiraría en el piso, pediría
ayuda como un perro? ¿No sería todo tan real y repugnante? ¿Tendría el valor de ver tu
sangre? ¿Valdría la pena hacerlo?
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¿Más palabras con mamá? Ya no tenía sentido. Ella me había arruinado. Su indiferencia me
había arruinado, había creado un abismo entre ambas. Carajo, mi hija, está bien lo de la
poesía, te lo perdono, pero de ahí a estar pegando carteles, reuniones con un grupo de vagos
hasta las quince de la mañana, y esto último, lo del graffiti. ¿Acaso no crees que ya está
bueno? ¿Es que no entiendes que eso me hiere? Ya en la acera, sentí el viento frío en la
nuca. Era Mirtilio, y las cosas, empezaron a ponerse grises, la sonrisa se me había esfumado
de la cara. Dime qué es lo que quieres, Ando reclutando, me dijo. Cómo es eso, le dije
cuando llegamos al jardín, no me sorprendió ver que las trinitarias ni las cayenas seguían
rojas, indelebles. Y recordé la sangre. Ando reclutando, repitió, ofreciéndome un cigarrillo,
no me sorprendí de que los ángeles anden fumando, como van las cosas. Hay una
Revolución que viene por ahí, Pero cómo, dije sorprendida, Otra Revolución, pero no están
ya satisfechos con la que hay, para qué otra, No, me dijo, Lo de aquí abajo es práctica, viene
una Revolución nueva, en el cielo, vamos a remenear la mata, de abajo para arriba, el
Hombre debe caer.
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Aparatoso (viene de la pág. dos) pinturas encontradas hace tres días en las casas de la calle
Francia, donde se sabe, habitan sujetos acaudalados que abiertamente han manifestado su
oposición a las reformas planteadas por el Colectivo Opositor. La joven, al ser interrogada,
asumió toda la responsabilidad del acto vandálico y no reveló nombres ni dio pistas para
someter al resto de la célula a la cual pertenece. Solo ayer, un joven de extraño aspecto,
asegurando ser el autor intelectual del hecho, se entregó a las autoridades. El joven en
44 cuestión, dijo llamarse Mirtilio. Las frases en las paredes decían cosas como “Yo también se
jugarme la boca” “Aguanta. Bloquea el bloqueo” y la agresiva “Métete los Bonos Soberanos
por el culo, calvo de mierda”.
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Pero que caradura, venir a mí a hablarme de revoluciones. Solo hizo decirlo y ya las cayenas
no brillaron más. Todo empezó a oler a pasado, a cosas viejas, enmohecidas en los rincones.
En el pecho se me empezaron a generar espinitas. La garganta se me cerró y sentí una
infinita tristeza. Un dolor inmenso en las costillas. Un golpe rotundo en el estómago. Un
sabor a sangre en la boca. Dientes.
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de ti
quisiera las palabras
de tu casa
el equipaje de ladrillos
los rizos que tu pelo adornaba
miles de puntos negros
ollas de tristezas hervidas
amarillo de mediodía
las exigencias
los viajes
la tristeza
la vaguada de cariño intermitente
de ti
el tatuaje
de tu espalda
el anillo urbano
el polvo alegre
la candela de las escobas
de ti
los periódicos amontonados
el telegrama con pausa
un puente de ajo
un pezón fantástico
45 la muerte del espejo
bachatéame
acabállate
de ti
tu guarida
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No me pidas nada. Ya te he pedido todo y ni te has enterado. No quiero nada, ya lo tuve,
tuve ese todo. Qué quieres ¿despertar? Quizá. ¿Despertaremos? Tropezarás. Tropezaré con
uno de los cirios en mi propio funeral. Nunca te confíes de los ángeles, de ninguno, ni de los
revolucionarios, siempre le vi a ese las alas negras, locas por salir, en la espalda. Yo soy el
que llora tu muerte, de manera hipócrita, en este salón funerario. La Revolución, ¿Seguiría?
Sí, mientras exista un Dios en el cielo, sí. Ten cuidado, ese es el mismo que tuvo los cojones
de enviar a su propio hijo a morir. Recuerdo (Puedo usar esa palabra ahora, con la propiedad
de los ángeles) eso, eso es lo primero que recuerdo.
Rey Emmanuel Andujar. Narrador, poeta, dramaturgo y ensayista. Nació en
Santo Domingo. Ganador de varios concursos de cuentos (Banco Central, 2002.
Casa de Teatro 2003, 2004. Alianza Cibaeña 2005). Estudia dentro de un
laboratorio permanente para investigar la Dramaturgia del Cuerpo del Escritor;
reside en Puerto Rico. Es el autor de la pieza performática Ciudadano Cero, con
la cual ha recorrido importantes escenarios del mundo. Con su libro Amoricidio
obtuvo el Premio de la Feria Internacional del Libro 2007. Ha publicado: El
hombre triángulo (2005), El Factor Carne (2005), Candela (2007).
46 HISTORIA DEL CINE CIBERPUNK 1995: Screamers (Asesinos
cibernéticos)
En la Tierra se desarrolla una nueva guerra fría entre corporaciones debido a la escasez de
fuentes de energía. Mientras tanto en un planeta lejano se ha encontrado la solución al
problema, un mineral radioactivo muy energético, pero este descubrimiento desata el
conflicto entre las empresas que pugnan por la explotación del mineral. Tras años de guerra
nuclear el planeta a quedado trasformado en un gran desierto. Ahora los pocos
supervivientes tendrán que hacer frente a la peor de las pesadillas.
Año 2078. En un planeta lejano, científicos han creado un arma perfecta: artefactos asesinos
que se reproducen por sí mismos, conocidos como Screamers, diseñados con el único
propósito de encontrar y destruir a todo enemigo viviente. Ahora los propios artefactos se
han revelado contra los humanos y tienen una nueva misión: destruir toda huella de vida.
47 Posiblemente sea la adaptación menos conocida de un relato de Philip K. Dick. El guión
corre a cargo de Dan O'Bannon, responsable también del de Alíen, y director de El Regreso
de los Muertos Vivientes entre otras. La trama se desarrolla en el devastado planeta SIRIUS
6B en el año 2078. En la Tierra se desarrolla una nueva guerra fría entre corporaciones
debido a la escasez de fuentes de energía. Mientras tanto en ese planeta lejano se ha
encontrado la solución al problema, un mineral radioactivo muy energético, pero este
descubrimiento desata el conflicto entre las empresas que pugnan por la explotación del
mineral. Tras años de guerra nuclear el planeta ha quedado trasformado en un gran desierto.
Ahora los pocos supervivientes tendrán que hacer frente a la peor de las pesadillas.
Mezclando ciencia-ficción con terror, la película dirigida por Christian Duguay es un
meritorio film fantástico, con unos excelentes decorados y localizaciones. Los efectos
especiales sufren la falta de presupuesto pero esto no resta ni un ápice de interés por la
historia. Protagonizada por un competente Peter Weller, Asesinos Cibernéticos es otra
muestra de la batalla entre hombres y máquinas.
Asesinos cibernéticos (estúpido título español, por Crom) supone la tercera adaptación de
Philip K. Dick, tras Blade Runner y Desafío total. Dirigida por Christian Duguay, realizador
de las nefastas Scanners 2 y Scanners 3, tal vez arropado por una buena historia y un buen
guión ha conseguido con esta película un interesante logro muy por encima de sus trabajos
previos. El film semeja una especie de mezcla entre la referida Blade Runner y Mad Max II,
con una atmósfera que remite a 1997: Rescate en Nueva York, lo cual sin duda procede del
trabajo guionístico de Dan O'Bannon, habitual colaborador de John Carpenter. Los actores
parecen más dirigidos por la historia que por el propio realizador, efectuando una labor
interpretativa, sin embargo, de apreciable valía, principalmente Peter Weller, Jennifer Rubin
y el niño, este último sensible, tímido y aterrador, con una ductilidad que ya quisiera para sí
Macauly Culkin.
Los decorados son impresionantes: edificios derruidos, en un paisaje estremecedor que
recuerda a muchas ciudades reales, y en los cuales está patente la guerra. La guerra es
precisamente lo que cuenta esta película, basada en "The Second Variety", historia
enclavada en una serie de relatos cortos, todos ellos contando la evolución de unos robots.
Éstos fueron creados para destruir a los humanos y evolucionar por sí mismos, siendo su
programación perfecta en todos los sentidos, y escapando al control de aquéllos. Lo que a
continuación acontece es la lucha por sobrevivir de un grupo de personas en un mundo
hostil, perseguidas por los screamers, dando un paso adelante en todas las iniciativas
tomadas por las presas. Los hombres de este grupo, atrapados en un planeta por la decisión
de sus jefes, que no están involucrados activamente en la miseria de esta guerra, desean salir
de ese mundo y recuperar sus vidas anteriores. Recuperar esa vida previa es lo que motiva a
estos hombres, aunque ello conlleve la muerte.
La segunda variedad de screamers está muy lograda, siendo la escena de los niños terrorífica
e inesperada; las otras variedades son predecibles, pero mostradas en su momento justo,
haciendo que lo predecible, por pura evolución, sea impactante y a la vez comedido.
La película, como se decía, habla de la guerra, pues por mucho que el hombre evolucione,
siempre llevará esta a cuestas, en este caso al espacio, a otro planeta, creando robots para
que luchen por ellos y contra ellos; habla de la guerra, no ensalzándola, sino enjuiciándola, y
ni siquiera tiene un final feliz que invalide el sentido crítico del film.
48 Ficha Técnica:
Título original: Screamers
Año: 1995
Compañía: Allegro Films, Triumph Films,
Columbia Pictures
Director: Christian Duguay
Guión: Philip K. Dick, Dan O'Bannon
Actores:
Peter Weller .... Hendricksson
Roy Dupuis .... Becker
Jennifer Rubin (I) .... Jessica
Andrew Lauer .... Ace Jefferson
Charles Powell .... Ross
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