En anterior jurisprudencia se ha sostenido, siguiendo el criterio

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47-2000
Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia: San Salvador, a las ocho
horas con cinco minutos del día veintiocho de junio del año dos mil.
Examinada la demanda de amparo y escrito de cumplimiento de prevención presentados
por la señora Odilia Oliva viuda de Ayala, conocida por Odilia Oliva Elías de Ayala, y por
Odilia Oliva de Ayala, esta Sala hace las siguientes consideraciones:
I. Manifiesta la parte actora, en lo pertinente, que el acto concreto contra el cual reclama es
la falta de notificación de la sentencia definitiva proveída el día veintisiete de noviembre de
mil novecientos noventa y cinco, por el Juez Quinto de lo Mercantil en el proceso ejecutivo
mercantil promovido en su contra por la sociedad Pecosa Inversiones, S.A. de C.V., lo cual
le privó de interponer el recurso ordinario de apelación ante el mismo, y poder así alegar su
derecho en segunda instancia, coartándole directamente su derecho de defensa.
II. Para resolver adecuadamente el caso subjúdice resulta indispensable analizar el
concepto de pretensión, para luego examinar las peculiaridades de dicho concepto en el
ámbito del derecho procesal constitucional, específicamente en el proceso de amparo, para
así referirnos a un requisito de la pretensión que interesa a efectos de este proceso.
Doctrinariamente, pretensión es el medio de materialización del derecho de acción; es
decir, la declaración de voluntad dirigida ante un tribunal y frente a un sujeto distinto del
autor de la declaración, sobre un determinado bien jurídico, reclamando con fundamento en
hechos concretos -sustrato fáctico- y disposiciones legales específicas –fundamento
jurídico-.
En cuanto a la estructura de la pretensión se afirma que en ésta se encuentran presentes los
tres grupos de elementos clásicos que integran cualquier institución jurídica: el elemento
subjetivo, el elemento objetivo y el elemento causal.
Analizando los precedentes fundamentos a la luz del derecho procesal constitucional, se
observa que el amparo, en cuanto proceso constitucional, constituye un instrumento de
satisfacción de pretensiones que una persona deduce frente a una autoridad o persona
determinada; en consecuencia, todo proceso de amparo supone una pretensión que es su
objeto, esto es, la materia sobre la cual recae el complejo de elementos que el proceso
constituye.
Por ello, puede afirmarse que la pretensión de amparo, la cual en la generalidad de casos se
encuentra implícita en la demanda, condiciona la iniciación, el desarrollo y la conclusión
del proceso, con su propio nacimiento, mantenimiento y conclusión. Esto ante el efectivo
cumplimiento de una serie de requisitos legales y jurisprudenciales vinculados al actor, la
autoridad o particular demandado y el ente jurisdiccional, así como al objeto y a la causa de
la misma.
III. Ahora bien, es preciso acotar ciertos aspectos acerca de los elementos objetivos y
causales de la pretensión, a fin de clarificar los fundamentos jurídicos de la decisión a
dictarse.
El elemento objetivo, de acuerdo al procesalista Jaime Guasp Delgado, es "el sustrato
material sobre el cual recaen las conductas humanas integrando así el soporte básico,
ubicado como trascendente, de cada persona actuante y de cada actuación personal". Por
su parte, Beatriz Quintero y Eugenio Prieto sostienen que toda pretensión tiene por objeto
un elemento no personal, de derecho sustancial, que idealmente se configura como
susceptible de constituir el objeto de una relación jurídica sustancial.
Aparece así este elemento como el sustrato de la pretensión misma, a saber: aquel bien
transpersonal, material o ideal, que por su aptitud para satisfacer ciertos intereses de
las partes cabe denominar bien de la vida. Es decir, se trata de la materia sustancial a la
que se refieren fundamentalmente los sujetos de la pretensión y que condiciona la actividad
procesal que despliegan, en aras de satisfacer necesidades o conveniencias objetivamente
determinables. Acordando además que éste objeto debe reunir ciertas características, siendo
éstas, el ser física y moralmente posible e idóneo.
En relación al elemento causal, se ha sostenido que se encuentra íntimamente vinculado con
el elemento objetivo. Tal es la postura sostenida por Enrique Vescovi, quien afirma que
elemento causal es la razón de la pretensión, la causa de pedir (causa petendi). Se trata del
conjunto de hechos que constituyen el relato histórico del que se pretende deducir lo que se
pide, y la afirmación jurídica que de ello se deriva. Jaime Guasp, por su parte, hace alusión
a este elemento de la pretensión calificándolo como actividad, y lo concibe como el
elemento modificativo de la realidad, que doctrinariamente ha sido definido como la
petición fundada para ser debatida entre los sujetos que en ella intervienen y acerca del
objeto sobre el cual recae.
Se refiere, en términos generales, el elemento causal a la petición jurídicamente
significativa deducida por el actor, que consiste básicamente en señalar los hechos que
constituyen el supuesto fáctico que prevé la norma a fin de que se realice la consecuencia
jurídica respectiva. Aclarando que el eficaz ejercicio de la actividad se encuentra articulado
a condiciones de lugar, tiempo y forma.
IV. Establecida la importancia y trascendencia de la pretensión como condicionante del
proceso y la caracterización de sus elementos objetivo y causal, corresponde ahora precisar
que ante la existencia de vicios en la pretensión, cualquiera que fuese su naturaleza, que
generen la imposibilidad por parte del Tribunal de juzgar el caso concreto o torne estéril la
tramitación completa de todo el proceso, la demanda puede ser rechazada in limine o in
persequendi litis.
En relación al empleo ab initio de tal facultad jurisdiccional, Jorge Walter Peyrano en su
obra "El proceso atípico", afirma que dicha prerrogativa -en un sistema en que no existe
previsión legal que faculte expresamente al tribunal para rechazar liminarmente la
demanda- representa una expresión del género "atribuciones judiciales implícitas", que
encuentra su fundamento en los principios de autoridad y economía procesal. Fundamenta
su postura el precitado autor en la afirmación de que "los tiempos que corren no admiten
que los jueces deban permanecer impasibles ante la proposición de demandas cuya
sustanciación sólo se traducirían en un inútil dispendio de la actividad jurisdiccional".
Siguiendo la misma línea argumental, Véscovi sostiene que la moderna tendencia procesal
se inclina hacia el aumento de los poderes del juzgador, con el objeto de lograr la defensa
del interés público. Razonando "que los poderes del magistrado conducen a la búsqueda de
una solución más correcta y justa desde el punto de vista objetivo, saliendo, en lo posible,
del círculo en que las partes lo colocan". Con base en esta corriente doctrinaria se dice que
el proceso se hace más público, se democratiza y se socializa.
El aumento de los poderes del juez se encuentra articulado a una multiplicidad de
situaciones procesales, entre las que se destaca, el rechazo de la demanda sin trámite
completo, prevenir nulidades, rechazar peticiones o incidentes infundados, adecuar el
trámite procesal; y en general, se hace referencia a la dirección del proceso, adoptando el
juzgador ya no una actitud pasiva o de simple espectador de la litis, sino interviniendo en
ésta activamente y con protagonismo, con el propósito de lograr una mejor y más eficaz
protección de los derechos de las personas justiciables.
Las corrientes doctrinales descritas reafirman la facultad de este Tribunal de proceder al
rechazo de las demandas de amparo, ya sea al inicio o en la sustanciación procesal,
cuando resulte evidente e inobjetable la existencia de vicios en los elementos de la
pretensión de carácter insubsanable, que impidan o vuelvan ineficaz el desarrollo
normal del proceso para proceder al análisis y decisión definitiva sobre el reclamo
planteado.
V. Ratificada la habilitación jurisdiccional para el rechazó fundado de las pretensiones
incoadas, resulta indispensable reparar en la peculiaridad de que tal, puede configurarse
liminarmente en un caso específico mediante un criterio jurisprudencial desestimatorio
precedente cuyo fundamento es idéntico a la queja social actual, en tanto que equivale y se
interpreta como un defecto objetivo de la pretensión, de tal trascendencia e
insubsanabilidad, que justifica el pronunciamiento de un proveído que concluya
anormalmente el proceso. Para lograr el correcto entendimiento de la afirmación expuesta,
es preciso definir sus fundamentos jurídicos.
1. En efecto, el proceso se encuentra articulado por una serie progresiva de actos que deben
guardar necesaria correspondencia entre sí; tal circunstancia se comprueba con mayor
claridad a través del principio de congruencia, que rige la actuación de este Tribunal, en el
entendido de que este principio -como ya se ha sustentado en anterior jurisprudenciaobtiene su concreción en el proveído final del juzgador, entiéndase la sentencia definitiva,
ya que es el momento que representa, frente a la tutela efectiva y normal de los derechos de
los gobernados, la obligación de circunscribirla a la pretensión del actor. En otras palabras,
la pretensión como objeto determinante de la génesis y terminación del proceso, se haya
estrecha e indisolublemente ligada al acto definitivo de decisión de la controversia, esto es,
la incidental sentencia definitiva que dicte el tribunal.
2. Manifestado lo anterior, conviene ahora precisar que al interior de todo proceso, en la
generalidad de casos, se plantea una situación procesal que se conoce con el calificativo de
acontecimiento incierto de la litis, haciendo referencia tal situación, a la contingente
estimación o desestimación jurisdiccional de la pretensión formulada por la parte actora;
dado que mediante el desenvolvimiento del proceso se pretende dilucidar la veracidad o no
de las situaciones y hechos alegados por las partes. De ello se desprende que cualquier
juicio formulado antes de la decisión definitiva resulta azaroso e infundado, en virtud de
que no existe plena certeza sobre los hechos que configuran el sustrato fáctico y sobre la
debida fundamentación de los mismos en disposiciones jurídicas que justifiquen la
resolución favorable de las peticiones esgrimidas por los sujetos de la relación jurídicoprocesal. No obstante lo anterior, es procedente acotar que la situación inicial de
incertidumbre sobre el resultado final del proceso, es decir, el presupuesto del
acontecimiento incierto de la litis, se torna ilusorio o desaparece cuando existe ya un
precedente establecido vía jurisprudencial acerca de un supuesto idéntico al que es
objeto de conocimiento del órgano jurisdiccional.
Este argumento encuentra un asidero equilibrado y firme en las elaboraciones jurídicopositivas formuladas por este Tribunal. Ya en la sentencia del proceso de
inconstitucionalidad número 1-92 y acumulados, pronunciada a las nueve horas del día
diecinueve de julio de mil novecientos noventa y seis, esta Sala reconoció como garantía
técnica de la interpretación constitucional el principio de stare decisis. Fundamentando en
los principios constitucionales de seguridad jurídica e igualdad jurídica, la necesidad de
que, ante supuestos fácticos iguales, la decisión de este Tribunal sea igual, siempre que
ambos supuestos sean análogos, tanto en su relación lógica como en las condiciones que
hagan necesario el tratamiento igualitario de los mismos.
3. Tornando como base el reconocimiento del principio de stare decisis, articulado a los
principios de seguridad e igualdad jurídicas, es plenamente posible admitir la viabilidad de
su aplicación primigénea en las pretensiones de amparo sometidas a la decisión de este
Tribunal, siempre que se constate con certeza y de forma clara la existencia de supuestos
fácticos, objetiva y causalmente idénticos, es decir, que frente a la proposición de una
controversia análoga en sus elementos objetivo y causal, a otra ya decidida con
anterioridad esta Sala se encuentra obligada en consecuencia a observar y respetar los
conceptos y principios establecidos por ella misma en su jurisprudencia.
De lo que se colige, que comprobada in limine la posibilidad de aplicación de un
precedente desestimatorio de la pretensión en el caso concreto, ello define lo infructuosa
que resultaría la sustanciación completa del proceso hasta llegar a la eventual sentencia
definitiva -dado que en esta se deberá necesariamente, siguiendo con el principio de stare
decisis, confirmar el criterio sustentando por el tribunal previamente en el sentido de
desestimar la pretensión incoada por el demandante-. Por lo que resulta atinado denegar
ab inicio tal declaración subjetiva de voluntad. De tal forma, con base en el principio de
economía procesal, y a fin de evitar la pérdida de tiempo, de esfuerzo y de gastos que
representa la relación continuada y progresiva de actos procesales tanto para las partes
como para el Tribunal, queda expedito al órgano jurisdiccional utilizar el precedente
jurisprudencial desestimatorio de forma liminar para el rechazo sin trámite completo de
la demanda de amparo, esto siempre que exista una sentencia de fondo desestimatoria
por haberse controvertido plenamente la prueba y establecido la inexistencia del derecho.
4. En abono de las afirmaciones realizadas, es válido señalar que cuando en una sentencia
definitiva de amparo se comprueba y establece de manera precisa e inexpugnable la
inexistencia de cualquier derecho constitucional para una determinada categoría de sujetos
en situaciones fácticas análogas, tal aseveración se configura como un razonamiento
trasladable a supuestos idénticos al que se analizó; es decir, que el no reconocimiento de
efectos positivos desplegados por una disposición constitucional en un caso concreto
incidirá de modo semejante en las litis que posean manifiesta identidad objetiva y causal y
que en lo sucesivo se planteen ante el Tribunal.
En otros términos, la ausencia de efectos positivos de la norma que sustenta la invocación
del derecho en que se funda la pretensión equivale a un defecto en el bien de la vida y en el
fundamento que delimita la misma, por lo que ésta puede ser repelida a través de las
formas anormales de terminación del proceso.
VI. Aclaradas las anteriores nociones, toca ahora examinar -para la mejor y más clara
comprensión de la decisión a adoptar- el criterio sentado por este Tribunal en la sentencia
pronunciada el día dieciocho de octubre de mil novecientos noventa y ocho, en el proceso
de amparo número 150-97, por tratarse en este caso evidentemente una situación análoga en sus aspectos objetivo y causal- a la situación ya debatida y resuelta en el antedicho
proceso.
Dicha sentencia, delimita el supuesto que recoge el artículo 532 Pr. C. -en relación a las
consecuencias procesales derivadas de la declaratoria de rebeldía- en el sentido de
circunscribir aquellos casos en los que debe ser inaplicado, los cuales son: a) en todas
aquellas resoluciones que modifican la situación jurídica de las partes; y b) las que
conllevan un acto privativo de derechos o posibilitan el ejercicio de otros derechos
constitucionalmente reconocidos.
Asimismo este Tribunal ha afirmado que al establecerse excepciones a la regla contemplada
en la disposición precitada se modificó parcialmente el contenido de la misma y, en
consecuencia, se integró el derecho ordinario adicionándole jurisprudencialmente un
mandato normativo distinto pero apegado a la Constitución, el cual incluye las excepciones
antes expresadas, lo cual representa la aplicación directa e inmediata de la normativa
constitucional en reordenación de una disposición infraconstitucional.
Desde la anterior perspectiva, en la sentencia del proceso de amparo número 89-99
pronunciada a las quince horas del día veinte de diciembre de mil novecientos noventa y
nueve, esta Sala precisó en relación a los efectos temporales de la sentencia dictada el día
trece de octubre de mil novecientos noventa y ocho, concerniente a la notificación de la
sentencia al demandado declarado rebelde, que los mismos se proyectan desde la fecha en
que se integró el derecho en el sentido de establecer un nuevo contenido conforme a la
Constitución al artículo 532 Pr.C., es decir, a partir de la fecha ya relacionada en que se
emitió dicho pronunciamiento.
Lo anterior debe entenderse pues, en el sentido que la obligación de los jueces de notificar
la sentencia al demandado rebelde surge a partir de la jurisprudencia de este Tribunal,
puesto que con base en ésta se estableció que la ausencia o presencia de aquélla (la
notificación) condiciona el ejercicio efectivo de otros derechos constitucionales.
En conclusión, se estimó en la resolución en comento que la omisión del juzgador de
notificar la sentencia al declarado rebelde cuando el contenido del artículo 532 Pr. C. lo
habilitaba para ello, en virtud de no haber sido todavía integrado -entiéndase antes del
18/X/98-, no deriva en puridad en una violación constitucional; pues no resulta razonable
exigirle a un juez que se anticipe a un criterio que a la fecha de sus actuaciones no había
sido emitido.
VII. Expuesto el anterior criterio jurisprudencial, y para efecto de la decisión a dictarse en
el caso subjúdice, es necesario relacionar en síntesis que el presente reclamo se encauza en
la omisión por parte del Juez Quinto de lo Mercantil de esta ciudad de la notificación de la
sentencia pronunciada el día veintisiete de noviembre de mil novecientos noventa y cinco,
en el proceso promovido en contra de la parte actora por la Sociedad Pecosa Inversiones,
S.A. de C.V.
Ahora bien, tal como lo expresa la actora en su demanda, se advierte que la sentencia cuya
notificación se omitió, fue dictada y declarada ejecutoriada antes que el elemento
jurisprudencial de integración normativo proveído e incorporado al ordenamiento el trece
de octubre de mil novecientos noventa y ocho. Ello significa que la jurisprudencia de esta
Sala nunca había hecho referencia a la constitucionalidad o no del referido artículo, por
ello, la notificación de la sentencia mercantil anteriormente relacionada a la actora del
presente proceso, se regía por el contenido del artículo 532 Pr.C. tal como estaba hasta
antes de la jurisprudencia de este Tribunal del trece de octubre de mil novecientos noventa
y ocho.
En tal virtud, se colige que la solución a la situación procesal de notificar o no la sentencia
al demandado rebelde, antes del trece de octubre de mil novecientos noventa y ocho, fecha
en la que se dictó la sentencia pronunciada en el amparo número 150-97, se encontraba
reglada de conformidad a lo expresado en el precitado artículo, y por ende es a partir de la
misma que los jueces tienen la obligación de notificar la sentencia al demandado rebelde,
puesto que la ausencia o presencia de aquélla (la notificación) condiciona el ejercicio
efectivo de otros derechos constitucionales.
En consecuencia, existiendo un defecto objetivo de la pretensión constitucional de amparo,
derivado de la existencia de una decisión jurisdiccional desestimatoria previa, cuya relación
lógica y presupuestos jurídicos coinciden con el presente caso y condicionan asimismo un
tratamiento igualitario, y con el fin de prescindir de una tramitación procesal que implicaría
una inútil gestión de la actividad jurisdiccional, es procedente la terminación anormal de
este proceso a través de la figura de la improcedencia.
Por tanto, con base en las razones expuestas en los acápites precedentes, esta Sala
RESUELVE: (a) Declárase improcedente la demanda de amparo presentada por la
señora Evelyn Yanira Novoa Rodríguez, por existir vicios en el objeto de la pretensión; y
(b) Notifíquese a las partes. ---R. HERNANDEZ VALIENTE---MARIO SOLANO---O.
BAÑOS P.-- PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO
SUSCRIBEN---A. E. CADER CAMILOT---RUBRICADAS
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