una desviación del amor maternal

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UNA DESVIACIÓN DEL AMOR MATERNAL
AUTORES:
Dras. María Ferrando, Silvana Borges, Alejandra Levy, y Asist.Dra. Adriana Martínez
Schiavo. Coordinadora: Prof. Agda. Dra. Maren Ulriksen de Viñar.
Clínica de Psiquiatría Pediátrica, Prof, Dr.Alberto Weigle, Centro Hospitalario Pereira
Rossell. Facultad de Medicina, UDELAR
Un equipo de residentes y docentes de la Clínica de Psiquiatría de Niños y
Adolescentes - Centro Hospitalario Pereira Rossell- y de la Clínica de Psiquiatría Hospital de Clínicas, Facultad de Medicina, UDELAR, nos hemos visto confrontados a
un trastorno poco frecuente, de difícil diagnóstico y comprensión psicopatológica, y de
complejos desafíos terapéuticos: el Síndrome de Münchausen by Proxy (o trastorno
facticio por poder). Este diagnóstico reconoce en un niño la inducción de síntomas
físicos y/o psíquicos por el adulto que lo tiene a cargo.
Al desmentir el estatuto de sujeto del hijo, la madre, a través de su discurso y de
sus actos, se apropia del cuerpo biológico del niño, que se constituye en rehén, lugar
donde deposita, expresa y manipula sus propios conflictos intrapsíquicos. En el niño se
generan a su vez, fallas en la estructuración subjetiva que se expresan en
indiscriminación yo- no yo, en momentos de experiencias psicóticas y alteraciones del
desempeño cognitivo.
Apoyándonos en la teoría psicoanalítica, presentaremos la complejidad de las
características del funcionamiento psíquico, tanto de la madre como del niño, y de su
interrelación, así como las dificultades generadas en el manejo clínico y terapéutico por
la perpetuación en los médicos de los propósitos maternos.
Alba tiene 52 años cuando trae a su hijo Gervasio de 11 años a la primera
consulta. Nos llama la atención en la historia de la madre los años dedicados mucho
antes del nacimiento de su hijo a cuidar personas de su entorno con enfermedades
terminales. A los 26 años se traslada a vivir a otro país donde se reencuentra por azar
con Mario “el amor de su vida”, iniciando una relación de amantes. Su esposa estaba
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internada por una enfermedad crónica. Alba logra introducirse en la clínica como
familiar, lo que le permite acceder a los informes médicos y acompañar a su amante
durante meses mientras cuida a su mujer hasta su muerte. Al poco tiempo, Mario le
propone matrimonio que Alba rechaza. Vuelve a Montevideo a cuidar esta vez a su
madre enferma de cáncer.
En la visita de despedida de su amante, antes de emigrar a Europa, Alba se
embaraza. Gervasio nace poco antes de la muerte de su abuela materna y sin
conocimiento de su padre. El niño nace con malformaciones vasculares externas en
manos, cabeza y tórax, e internas en abdomen, que sólo requieren controles médicos
periódicos, sin riesgo vital.
La madre deja al niño, “la luz de sus ojos”, al cuidado de terceros durante 12
horas diarias desde lactante hasta los 10 años, aduciendo razones laborales. Cuando
Gervasio cumple 10 años, desmejora sensiblemente la situación económica de la madre,
quedando el niño al cuidado exclusivo de esta.
En este momento comienzan las múltiples consultas médicas e internaciones del
niño en diferentes centros de salud de MSP, Hospital Militar, BPS y emergencias
móviles a instancias de la madre.
A los 11 años el niño ingresa a una clínica pediátrica del Centro Hospitalario
Pereira Rossell donde se solicita la interconsulta con Psiquiatría Pediátrica para apoyar a
una madre y su hijo desbordados frente a una enfermedad crónica. En este contexto
emocional el equipo se
identifica con el sufrimiento expresado por la madre y la
incertidumbre respecto a la salud del niño. Comenzamos un trabajo en sala de
observación y seguimiento diarios.
Al lograrse el acuerdo entre los técnicos intervinientes acerca del diagnóstico del
niño y el mantenimiento de una conducta expectante, la madre insiste en que se le
practique una intervención quirúrgica de gran riesgo vital para el niño, argumentando
que los médicos están equivocados y que su hijo está gravemente enfermo. La madre se
muestra incluso más interesada por los médicos y la enfermedad que por el sufrimiento
de Gervasio.
Nos impacta la naturalidad de todo el relato de Alba, narración sin fisuras, sin
angustia, sin culpa, omitiendo la dramática que conmueve y angustia al equipo.
Gervasio es un niño de 11 años delgado, de piel muy blanca, con grandes
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anteojos que lo afean, aseado y bien vestido. Se presenta como un niño de menor edad,
desvalido, pero no inspira ternura. Su lenguaje es adecuado en lo formal; por momentos
su discurso se vuelve incoherente, pierde el hilo conductor, se contradice, falla en el
razonamiento lógico, no arma relatos, no comprende las metáforas. Se adhiere al
discurso y a la afectividad del otro. Tiene un vínculo indiscriminado con el personal de
salud, presentando una afectividad inadecuada a las distintas situaciones o adecuada
pero lábil. Es un niño inconsistente tanto en el discurso como en sus afectos.
Su rendimiento escolar fue bueno hasta quinto año. En sexto año escolar su
asiduidad fue irregular, presentando dificultades conductuales. No logra acceder a los
objetivos básicos para su promoción. Pese a ello, la madre conmueve a las autoridades
escolares con “la terrible historia de enfermedad” de su hijo y logra su promoción a la
educación secundaria. En pimer año liceal su incapacidad adaptativa hace imposible su
permanencia en dicho ámbito; se pierde en los pasillos, permanece en un rincón en
posición fetal reclamando por su madre. No comprende las consignas más simples. Nos
preocupa que estos trastornos se constituyan en un modelo de funcionamiento fijo.
En el último tiempo surge un abanico de expresiones de agresividad. Realiza tres
intentos de autoeliminación que aparecen directamente vinculados al acoso de la madre.
Estando hospitalizado Alba le dice: “a las dos de la tarde me voy a ir y no voy a volver
más”. A las dos de la tarde Gervasio ingiere comprimidos ante los ojos de la madre que
no es capaz de detenerlo.
En otra oportunidad, Gervasio es traído por su madre a la emergencia. Lo
encontramos en posición fetal, gimiendo “quiero que me operen, pinchame, sacame
sangre”. Se vuelca intencionalmente la leche y dice “ahora me quemé, me tenés que
internar”. Frente a esta situación caótica para el equipo sanitario, la madre permanece
sentada a un lado; observando pasivamente dice: “yo no tengo nada que ver, es él el que
quiere que lo operen. Si no le sacan el bazo se va a matar, tengo un revolver en casa."
Al recibir mensajes contradictorios de su madre (por ejemplo, le da un regalo y
le prohibe usarlo, lo amenaza con institucionalizarlo a la vez que mantiene colecho),
Gervasio presenta conductas heteroagresivas hacia su madre; ella responde de igual
manera. En alguna ocasión incluso, los hematomas provocados por estas agresiones
mutuas fueron interpretados como evidencia de alguna enfermedad por el equipo
médico y motivaron la internación de Gervasio y exámenes paraclínicos para ambos.
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Llama la atención como recurre en los integrantes del equipo la creencia en los relatos
maternos,
la captura en el otro de las proyecciones de la madre. La fuente de
información de los pediatras son las madres de los niños y, por tanto, confian en su
discurso basados en la premisa “las madres cuidan a sus hijos”.
Esta confianza implícita, la ausencia de una historia hospitalaria única, la
creciente superespecialización médica, las fallas en la coordinación entre técnicos,
hacen vulnerable al sistema de salud por cuyas grietas se introducen los fines perversos
de la madre. Más aún, cuando el sistema funciona, el poder de los padres que inducen
este tipo de maltrato logra filtrarse y contrabandear sus propósitos. Este síndrome
“hacker” atraviesa todas las barreras y sistemas de protección del niño, haciendo
frecuentemente necesaria su separación de la madre perpetradora.
Marzo 2002.
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