12.Salmo_86

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Salmos e Himnos para la lectura orante
Universidad Pontifica Comillas
Salmo 86
1
Inclina tu oído, Yahveh, respóndeme,
que soy pobre e indigente;
2
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, el que confía en Ti.
3
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a Ti te estoy llamando todo el día;
4
Alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia Ti;
5
Porque Tú, Señor, eres bueno y perdonas,
rico en amor con los que te invocan.
6
Yahveh, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
7
En el día del peligro te llamo,
porque me respondes.
12
Te alabaré de todo corazón, Señor, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
13
porque tu amor es grande conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
14
Oh Dios, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a Ti.
15
Pero tú, Señor, Dios misericordioso y clemente,
lento a la cólera y rico en amor y fidelidad,
16
mírame, ten piedad de mí;
da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
17
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque Tú, Yahveh, me ayudas y consuelas.
8
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
9
Todos los pueblos que has creado vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
Glorificarán tu nombre:
10
Grande eres Tú, y haces maravillas;
Tú eres el único Dios”.
11
Enséñame, Yahveh, tu camino,
y caminaré en tu verdad;
Mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
 Cuando
leas
 El salmo 86 es un salmo de súplica individual. En él podemos distinguir tres partes:
1. Súplica (vv. 1-7b): El salmista multiplica sus peticiones: “inclina tu oído”, “respóndeme” (1),
“protégeme”, “sálvame” (2), “ten piedad de mí” (3), “alégrame” (4), “escucha”, “atiende” (6).
Observa que estas súplicas están acompañadas por una motivación con la que el salmista pretende
conmover a Dios, o provocarle, para que actúe. Estas motivaciones están introducidas por la
conjunción “porque” (kî), en ocasiones haciendo alusión al salmista (porque soy pobre e indigente,
soy un fiel tuyo, a Ti te estoy llamando, levanto mi alma a Ti...), en ocasiones, a Dios (porque Tú eres
bueno y perdonas...)
2. La segunda parte mezcla un himno de alabanza (8-10), una súplica (11) y una acción de gracias (1213). El himno es una confesión de la unicidad de Dios: “Tú eres el único Dios”. Sólo Dios es capaz de
hacer obras incomparables. Sólo Dios es capaz de salvar (cf. Is 45,15-26). Y el salmista sueña con el
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día en que todas las naciones reconozcan al Dios de Israel como el único Dios capaz de obrar
maravillas de liberación y vengan a postrarse en su presencia (cf. Is 2,2-5; 45,14; 60,6).
Al himno sigue una súplica: “Enséñame, Yahveh, tu camino, y caminaré en tu verdad”. Y traduce
Schökel: “Unifica mi corazón en el respeto de tu nombre” (v. 11b). Unificar el corazón en el Dios Uno
significa dejar fuera todos los ídolos que tiran de él, lo dividen o lo dispersan, impidiendo que viva
ante Dios con total entrega, reverencia y adoración.
A continuación viene una breve acción de gracias, como si la persona ya hubiera sido liberada o,
movida por su profunda confianza en Dios, se sintiera de antemano liberada del conflicto que la afligía
(12-13).
3. La tercera parte (vv. 14-17) vuelve a ser una súplica confiada, que detalla más la situación de
conflicto y angustia del orante. Su situación parece ser la misma que la del autor del salmo 54: un
peligro de muerte a manos de soberbios e insolentes que no tienen en cuenta a Dios. Vuelven las
súplicas iniciales precedidas de la enumeración de las cualidades de Dios que se revelan en el Éxodo:
“misericordioso y clemente, lento a la cólera y rico en amor y fidelidad” (Éx 34,6).
El salmo termina como comenzó: se repiten expresiones como “siervo”, “ten piedad”, “salva”,
“Yahveh”, formando una inclusión con los versículos iniciales.
 Cuando
medites
 Dios es el protagonista del salmo 86 y está omnipresente en él con diversos nombres, atributos y
acciones. Fíjate en esos nombres (Yahveh, Elohim y El, traducidos como Dios, Adonai, traduc.
Señor), en el pronombre Tú; en sus rasgos: eres bueno y perdonas, eres rico en amor, eres grande,
misericordioso y clemente, paciente y rico en amor y fidelidad... Fíjate en los verbos que se
refieren a lo que hace Dios: perdonas, respondes, salvas, ayudas, consuelas... ¿Cuál es el rostro
de Dios que todos estos verbos, atributos y nombres dibujan para ti? Haz memoria de un
episodio reciente en el que hayas experimentado al Dios misericordioso, compasivo, rico en amor,
que rescata del abismo profundo...
 Pon ahora los ojos en el salmista tan sumamente insistente. ¿Cómo se describe a sí mismo y
cómo es la oración que dirige a Dios? ¿Se parece a tu oración, en momentos de apuro, angustia, o
amenaza?
 Otros textos: Salmo 62,9: “Pueblo suyo confiad en Él, desahogad ante Él vuestro corazón, que
Dios es nuestro refugio”; 1 Pedro 5,7: “Descargad en él todo vuestro agobio, que él cuida de
vosotros”; Flp 4,6: “Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y la súplica con
acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios”.
 Contempla a Jesús como la encarnación del amor y la fidelidad del Padre para todos (cf. Jn
1,14.17), pero de modo preferente para los pobres y humildes. Contémplalo volcado en la
liberación de los pobres, sanando a los enfermos, dando consuelo a los afligidos, rescatando
muchas vidas del abismo profundo... El rostro compasivo de Dios y de Jesús te invita a hacer tú lo
mismo (cf. Lc 10 37).
 Cuando
ores
 Suplícale a Dios, con infinita confianza, tu necesidad de ser salvado de aquello que “amenaza”
tu vida, que te sumerge en un abismo profundo, que te roba vida, alegría, fuerza, paz...
 Preséntale aquellas personas cuyas vidas conoces amenazadas o en peligro por diversas causas.
 Dale gracias porque su amor es grande para contigo, y reconoce las experiencias de salvación
que Dios ha obrado en ti y a tu alrededor.
 Contempla a Jesús como posible orante del salmo 86, en las ocasiones en que su vida estuvo
amenazada (cf. Lc 4,29; Jn 8,59; 10, 31-33) y en su entrega final: “Cristo, en los días de su vida
mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte,
cuando en su angustia fue escuchado” (Hb 5,7). Su resurrección es garantía de nuestra esperanza.
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