¡Clama a mí en el tiempo de la angustia Yo te libraré y tú me honrarás

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¡Clama a mí en el tiempo de la angustia Yo te libraré y tú me honrarás!!!
¡Díganlo los redimidos de Jehová!!!
El Hoy es mejor que Ayer
Las hermanas de la femenil estaban a su lado orando por ella, su cuello tenía un
inflamación, no quería entrar en pánico, total dejaba las cosas en manos de “los
que saben”, sin embargo al día siguiente en la opinión de los “expertos” las cosas
ahora si estaban por “salir de control”, ese día la internaron, y yo la vi hasta el
viernes con un absceso amenazante que traía consigo angustia por el tiempo que
pasaba sin que nadie atendiera, el “mejor” especialista al ver la situación huyó por
no cargar a su cuenta un punto desfavorable y no lograr para su cuenta unos
pesos de mas, y nadie quería operar, ex directores de hospitales importantes,
médicos con amplia experiencia y distinguidos profesionales en la materia pasaron
y dijeron que otro opere, no puedo arriesgarme por un caso inútil, no quiero tener
un punto negativo en mi curriculum por un caso perdido. Sin embargo, lo que
estos médicos no sabían es que Dios les estaba dado una oportunidad de
incrementar su palmarés y el éxito de un caso que era imposible para los hombres
pero posible para Dios, lo que estos médicos estaban despreciando era el ser
instrumentos en manos de un Dios vivo que obra maravillas y restaura la vida de
sus hijos aun cuando los más eminentes digan que es imposible.
Finalmente el más pequeño llegó; un medico con menos años de experiencia y el
decir de sus palabras fue que estábamos perdiendo el partido, la habíamos
llevado demasiado tarde, el absceso que se observaba llegaba de extremo a
extremo, era un globo de pus, materia, gas y sangre descompuesta, este absceso
estaba a punto de invadir el sistema respiratorio, y con ello llegaría la asfixia y la
muerte, esa materia había invadido canales irrigados por sangre buena y la pus
había hecho unas “conejeras” que eran cabidas amenazantes de infecciones y
muerte, estaba con ello el riesgo de que esta infección llegara a invadir el sistema
sanguíneo y con ello una septicemia o que en palabras llanas es una infección
generalizada de todo el cuerpo que ningún antibiótico podría controlar y con ello la
muerte.
El riesgo era mayor e inminente al ser la paciente diabética, el azúcar alta en la
sangre incrementaba el alimento de las bacterias, al operar y tener una herida
abierta se abría cancha para los nuevos jugadores: las bacterias que se hacían
más poderosas y proliferaban al tener comida suficiente en una sangre azucarada,
por otro lado la sangre al no ser suficientemente coagulante no favorecía a la
cicatrización y el compromiso de los órganos vitales estaba a unas horas, no
faltaba mucho para que el hígado, riñón, pulmones o corazón se vieran
comprometidos, y sin embargo bajo todo este panorama desfavorable, ahí,
cerca… estaba Dios.
Dios nunca se hizo presente, porque siempre estuvo ahí; el no apareció de un
momento a otro, porque nunca se fue; incluso envió a sus ángeles como dice su
palabra; ángeles que vimos con nuestros ojos, que identificamos, que tuvimos
cerca y que conocemos sus nombres, uno de ellos se llama Cristina Fuente de
Miranda, quien se angustió con nosotros, quien recibió las malas noticias con
nosotros, quien lloró con nosotros y quien arriesgó incluso su empleo al “mentir”
según el médico quien pidió que un pariente cercano recibiera las partes medicas
y ella sin dudar dijo yo soy el pariente más cercano pero que no mintió por que dijo
verdad y que al ser cuestionada respondió con aplomo “la hermana Heidi podrá
no tener mi apellido pero ella es mi hermana, y que se le atienda como a un
pariente cercano de esta institución”, por ello, la hermana Cristina ha sido
adoptada dentro de nuestra familia con todos los derechos que a ello corresponde,
todos los que lleven el apellido Santos o Montalvo, sabrán lo que Dios ha hecho
por nosotros a través de las manos de este ángel y ella tendrá todas las
consideraciones que por derecho le corresponden.
La palabra de Dios promete a sus hijos, el ángel de Jehová acampa alrededor de
los que le temen, y era muy evidente ver a todos esos ángeles acampando a las
afueras del hospital, las hermanas Eloisa y Esther Chan, Socorro Collí, Martha y
Rosario Chuc, el pastor Pedro Villatoro y su esposa, hermanas de la femenil
Parientes cercanos y toda la congregación, representantes de la Unión Misionera
Femenil y del Presbiterio, y aun los hijos norteamericanos de Presbiterios fuera de
esta frontera, sin duda la promesa de Dios se cumplió y todos esos ángeles
cumplieron su función. La familia Santos Montalvo estará en deuda permanente
con estos ángeles.
La hermana Ruth Interián, testigo y protagonista de estos acontecimientos nos dio
fuerza y esperanza reclamándole a su Dios porque la Hermana Heidi le era
necesaria para su labor, en su oración ella dijo: Señor ella es tuya, te la puedes
llevar pero me es útil, permíteme reclamártela ella es mi secretaria y me sirve, tu
eres el dueño pero si tu quieres puedes dejármela, la hermana Ruth no solo
consiguió que Dios respondiera su oración al permitirle un tiempo más a su
secretaria, si no con ello también el apoyo incondicional y recursos de todos los
hijos y nietos de la familia Santos Montalvo.
Alguien pregunto por qué tanta gente se preocupó por su salud, yo no puedo
responder, solo puedo recordar a cada una de las personas que estaban en el
hospital aun a sabiendas de que por lo grave de la enfermedad no podrían verla,
personas que pasaron largas horas esperando por escuchar alguna noticia aún
cuando lo único que se oía eran “malas noticias”, puedo perfectamente identificar
a personas a quienes la Hermana Heidi, alguna vez les había dado de comer aún
cuando no había suficiente en la olla, les había dado en alguna ocasión albergue
cuando todo los cuartos estaban ocupados y había estado con ellos en el tiempo
de angustia cuando todos ya se habían ido, gente que ella había adoptado y
defendido como hijos propios aún cuando no los fueran y personas que habían
sido consoladas por ella en tiempos de aflicción; gente que de cualquier origen y
estrato social, tanto de pequeños pueblos como de grandes urbes quienes habían
sido amadas por la hermana, personas que en cualquier navidad de cualquier
tiempo que a pesar de haber llegado de improviso habían recibido algún regalo
por parte de ella aún cuando no estaban en cuenta en la lista de regalos.
Hoy a la hermana Doña Heidi le queda una cicatriz en el cuello, quizás si usted se
fija bien note a la hermana inclinando la cabeza hacia su hombro izquierdo quizás
como toda vanidosa mujer tratando de enseñar su mejor ángulo, sin embargo su
mejor lado sin duda para todos los que la queremos es el lado que ella trata de
cubrir porque esa cicatriz es el recuerdo de una victoria ganada, es el trofeo más
grande de la fidelidad de su Dios y porque esa cicatriz carga en ella la
manifestación y el testimonio del movimiento de la mano de Dios por las oraciones
de todo un pueblo, un pueblo que le demando a su dueño por la vida terrena de su
hermana amada.
Quizás era el tiempo de Dios, y sin embargo como buenos calvinistas creemos
que Dios, quien no se equivoca es siempre puntual, y que nada escapa de sus
designios, también creemos en el misterio de que la “oración mueve la mano de
Dios”. Quizás el propósito de la vida de la hermana en esta tierra no esté
concluido, o quizás Dios nos dio la oportunidad de concluir las cuentas que
tenemos pendiente con El a través de la vida de la Hermana, quizás falte mas
amor para dar, quizás falta más generosidad que mostrar, pero sin duda, el Hoy es
mejor que ayer y el mañana será mejor que Hoy, el Hoy somos mejores que ayer y
el mañana seremos mejores que Hoy
La hermana Heidi tiene en su cuerpo la prueba de que el Dios al que sirve existe y
es real, y como ella misma ha manifestado “si tuviera otra vida la dedicaría por
completo al servicio de mi Dios, tiempo me falta para servirle a mi señor”, es
posible que esta sea la nueva vida que ella había deseado.
El día de Hoy es para regocijarnos y honrar a aquel que ha librado grandes
batallas por nosotros, Hoy venimos a decirlo no podemos negarlo; queremos
cumplir su palabra “Díganlo los redimidos de Jehová”,
Nosotros los hijos de la Hermana Heidi somos: hombres, mujeres, niños, niñas,
cirujanos, vendedores, dentistas, promotores, ambientalistas, madres de familia,
pizeros, ingenieros, administradores deportistas, cocineros electricistas, plomeros,
compositores, misioneros, taxistas, maestros, músicos estudiantes y poetas, no
somos huérfanos, amamos la vida, amamos a Cristo, servimos a su Iglesia y
hemos visto la mano poderosa y misericorde de Dios en nuestra vida. Donde Dios
y su pueblo nos necesiten ahí estaremos.
¡A El sea la Gloria!”!.
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