REVISTA CUBANA DE PSICOLOGÍA Vol. V, MO. 2, |9S8 Psicología g medios de difusión masiva. ¿ En qué punto estamos? Pablo Ramos Rivero, Departamento de Investigaciones Cinematográficas R E S U M E N En e-4l trabajo se hace una somera panorámica del desarrollo que ha tenido la investigación sociopsicológica de la Difusión Masiva y se plantea la necesidad impostergable, desde las posiciones de la psicología de orientación mar*ista-leninista, de sistematizar, tanto teórica como metodológicamente, la experiencia acumulada y perfeccionar el estudio científico de este campo. This .paper tries to show a shallow panoramical of the development that the sociopsychological investigations of the mass media has had} at the time, since position marxistr-leninist of psychology, attempts to systematize, both theoretically &t%0 methodologically, the accumulated experience and to improde. the scientific study of this field. . .". De todos modos, es este un asunto que se halla por encima o por debajo del entendimiento del prefecto. Jamás se le ocurrió como probable que el ministro haya dejado la carta delante de las narices del munao entero, a fin de impedir q.ue una parte de ese mundo pudiera verla. Edgar Alian Poe Como en el caso del. prefecto parisiense de La carta robada, ha sido frecuente en la historia de la Psicología que lo cotidiano y evidente haya permanecido desestimado, antes de convertirse en objeto de investigación científica „,. $¿n, embargo, los materiales de que se nutrirían las más impor— tantes tcorrientes del pensamiento psicológico contemporáneo podían encon- trarse en cualquier -feria del siglo XIX: en el carromato dé la adivinadora de sueños, en la barraca donde se pregonaban las maravillas de las imágenes en movimiento o en la carpa del domador de perros y leones. A Freud, Wertheimer y Pavlov les corresponde, por sobre cualquier otra consideración, el mérito de demostrar la importancia que para nuestra ciencia tiene lo aparentemente trivial e intrascendente. En el terreno de la Psicología Social, no -fue sino ante la obstinada y siempre renovada presencia de los Medios Masivos que estos pasaron a ser centro de interés de algunos, aún escasos, investigadores. Como irónicamente han expresado De Fleur y Bal1-Rokeach, a pesar de la asombrosa importancia del proceso de la comunicación para todo ser humano, todo grupo y toda sociedad, ¿sabemos menos de ello que del ciclo vital del murciélago o que la composición química del suelo de Marte! { 1 >. «Durante la I Guerra Mundial, y mientras en los mapas las -fronteras europeas tenían que ser delineados casi a diario, muchos vieron en la propaganda l a b a l a mágica para actuar sobre las conciencias ciudadanas. Nacían las primeras formulaciones teóricas sobré el poder de los Medios, que tenían como pilares, de sustentación la consideración de los mecanismos biológicos heredados, la esencia irracional o emocional de tales mecanismos, la naturaleza humana como uniforme y básica, y el individuo como un ente aislado, carente de controles sociales informales. Sobre esta base se pensaba que si se elaboraban hábilmente los mensajes -y hábilmente significaba apelar a recursos emocionales-, llegarían a todos los miembros de la sociedad a través de los Medios Masivos y que cada persona los percibiría y reaccionaría ante ellos de manera más o menos uniforme. Es la época en que se cargaba a los Medios con virtudes y culpas muc-has veces ajenas. Estas teorizaciones del tipo aguja hipodérmica o transmisión en cadena comenzaron a achacarle a la Difusión Masiva - y con particular saña, al cine-, la causa de los grandes males sociales, como la delincuencia juvenil o la falta de fe en los valores tradicionales. La campaña presidencial de Roosevelt y el pánico desatado por la versión de Orson Welles de La guerra de los Mundos,- hizo pensar en el poder sin límites de la radio. El interés por demostrar empíricamente estas aseveraciones y, por otro lado, los avances que, aunque lentos, se producían ^n la comprensión de los fenómenos sociopsicológicos, ayudaron a establecer que la relación entre los Medios y sus públicos no era tan simple como se creia., ni los efectos atribuidos" a los mensajes, tan directos. En esta etapa, que se extiende desde principios de los '30 hasta poco después de terminada la II Guerra Mundial, la investigación pone al descubierto muchos de los factores intermediarios en el proceso de Difusión Masiva. A fines de la década del 40 existía toda una serie de datos acumulados sobre una diversidad de factores, tanto individuales como sociales, que intervenían en el llamado proceso de comunicación masiva, pero- como ocurrió en la época de los grandes descubrimientos geográficos y, en » gran medida, debido a las limitaciones positivistas en el tratamiento experimental, más de uno confundía una isla con un continente y absolutizaba la importancia de un factor sobre los demás, sin establecer los nexos y dependencias recíprocas entre ellos. A la pregunta paradigmática de ¿quién dice qué, en qué canal, a quién, con qué efecto?, planteada por L a s w e l l < 2 > , la respuesta más sensata fue la dada por Bernard Berelson: ciertos tipos de comunicaciones, sobre ciertas clases de problemas, dirigidos a ciertas clases de personas, que se encuentran en ciertas condiciones, producirán cierta clase de efectos' 3 '. La segunda mitad del siglo XX está mar cada por la expansión ararlerada de la Televisión. El público no tiene que salir de sus casas para disfrutar de las imágenes audiovisuales que antes sólo podía encontrar en el cine. La entrada de la T.V. en el hogar modificó hábitos y la estructura del tiempo 38 libre en detrimento de las salas cinematográíicas y redefinió las funciones que el resto de los Medios satis-facían. Los investigadores sociales se ponen a la caza de comparaciones entre poblaciones que disponían de televisión y otras que no lo poseen o, en una misma localidad, antes y después de la llegada de este Medio. Los estudios de Himmelweit, Oppenheit y Vince," en Inglaterra**', y de Schramm, Lyle y Parker, en Estados U n i d o s " " , son representativos de este tipo de indagación. Viejos temas, como el de la relación entre las conductas delictivas y el contenido de los Medios son retomados desde una perspectiva experimental: proyectando durante 10 minutos un material fílmico y midiendo reacciones a partir de expresiones verbales, shocks eléctricos o pateaduras a muñecos inflables, se pretendía (y aún se pretende), establecer si la violencia televisada puede tener algún efecto catártico <S. Feshbach t4,í > , un papel estimulante de la agresividad (Berkowitz, <7>), o propiciaba el aprent o > dizaje de respuestas agresivas o antisociales en general (Banditra, ). Pero más que las críticas metodológicas, debe situarse en primer plano, al hacer una valoración de estos enfoques, la casi total abstracción que hacen del contexto social en que se desarrolla el individuo y que condiciona la aparición de conductas agresivas y comportamientos delictivos. Años antes, de 1941, al referirse a los efectos criminóg'enos atribuidos al cine, alguien, no precisamente un psicólogo ni sociólogo, sino un actor comento: No hace mucho tiempo, examiné algunos mapas que mostraban los índices de delincuencia Juvenil, difteria, tuberculosis y asesinatos en un número de ciudades desde Nueva Orleans a Los fifageles. Lo's mapas eran todos similares. Lai - en-fermedad, • el crimen y la delincuencia estaban invariablemente agrupados en las mismas partes de las ciudades en los barrios bajos.. Esta, y no las películas, es la causa del crimen.*** . Al parecer, Humphrey Bogart demostró, al menos mejor juicio que muchos investigadcres sociales. en estas palabras, un Ciertos autores sienten la necesidad de sistematizar e integrar los resultados de las investigaciones que se habían realizado -y se continúan realizando-, sobre aspectos aislados del proceso de Difusión Masiva. Hovland <1 ' 0> realize una exhaustiva exposición de los principales logros investigativos hasta fines de la década del 40, pero esta carecía de una elaboración teórica apropiada. Los intentos más serios fueron hechos por W. Schramm, J.T. Klapper y J.D. Hé.llbran. En fecha más reciente el germano occidental Gerhard M a l e t z k e 5 l l > , se dio a esta tarea y sus resultadas quedaron plasmados en la obra Sicología de la comunicación colectiva, de amplia divulgación en Iberoamérica. Enrique Guinsberg ha formulado valiosas críticas a todas estas elaboraciones, señalando como limitaciones: 1)•la idea de una realidad social y política consensual, sin contradicciones mayores y, por tanto, con conflictos generalmente no antagónicos, 2) tin pape4 de los medios donde las diferencias entre ellos tampoco son antagónicas* respondiendo a variantes menores de una realidad no conflictiva, 3) un análisis de los efectos que se dirige Casi exclusivamente a aspectos puntuales -violencia, consumo, por ejemplo-, sin entender como prioritarias incidencias más profundas, entre ellas los efectos a largo plazo de los contenidos ideológicos de mensajes reiterados y congruentes en distintos grados entre sí, y la vinculación de estos con las necesidades de construir el sujeto adecuado al mantenimiento y reproducción de la misma. En esta estructura ideológica de estudio de los Medios no nay lugar para el análisis de su papel en la formación psicosocial.' 1 = *. A . Guinsberg, a su vez, cuestiona a aquellos otros autores que, desde posiciones no psicológicas, logran entender el lugar que los sistemas de dominación asignan a los Medios, pero confunden como similares contenidos y efectos, es decir, consideran que los contenidos de los mensajes (deter- 39 minados por un análisis teórica-ideológico), son los mismos que percibe el receptor. Criterio en el que subyace una visión de este receptor como un sujeto pasivo que absorbe automáticamente lo que le llega. Aunque compartimos los puntos de vista críticos señalados por Guinsberg, este al tratar de integrar el análisis de los Medios a partir de los niveles sociales y psicológicos, parte, en la consideración de este último nivel, del esquema psicoanalítico, con su división de la personalidad en los estratos de ello, el yo y el super yo, y la primacía del inconsciente por sobre la conciencia, esquema que nq se corresponde con nuestra concepción psicológica^del hombre. Otro interesante intento abárcador es el que se propone De Fleur y BallR o k e a c h . < 1 3 > . Para ellos las relaciones de interdependencia de los Medios con otros sistemas sociales (en particular económico y político) son los que moldean la naturaleza y el alcance de cómo los individuos pueden apoyarse/ en los Medios; la naturaleza de esta relación tripartita, públicoMedios-sociedad, es la que en -forma más directa determina muchos de los efectos que los Medios ejercen sobre las personas y la sociedad. En el caso de los efectos, consideran que los verdaderamente relevantes no son aquellos fácilmente detectados en experimentos de laboratorio o en estudios antes-y-después, sino los referidos a la ampliación de creencias en las personas que los nuevos Medios .promueven, a" la formación de actitudes frente a un constante flujo de nuevos temas, a sutiles cambios en el sentimiento individual y colectivo, y a una cantidad de otros cambios en todo el ámbito social. En el análisis psicológico del encuentro del receptor con los Medios podemos encontrar valiosas sugerencias, sobre la base de lo que los autores han dado en llamar la orientación cognitiva» que tiene su origen en la Gestalt, las teorí.as de campo de Lewin y la psicología social experimental. Pero en los análisis sociales pecan de ¿un mayor eclecticismo, en el que se sitúan a un mismo nivel teórico los paradigmas sociológicas del funcianal-estructuralismo, del evolucionismo.social, del intercambio simbólica y del modelo del conflicto social, donde incluyen al marxismo. En América Latina., la investigación sobre la Difusión Masiva responde, en sus inicios, a las necesidades de las grandes transnacionales. La descripción dada por Leoncio Barrios' 1 4 ' con relación a Venezuela puede tipificar lo acontecido en el resto de los países latinoamericanos. Según Sarrios, el interés' suscitado en EE.UU., por los procesos comunicacionales a partir de los 40 y el boom de la T.V. en ese país, junto con el egreso de las universidades nacionales de las primeras promociones de profesionales con formación teórica y metodológica sobre investigación social, fueron los determinantes para el surgimiento de un grupo, interesado en estudiar lo que en este aspecto estaba sucediendo en el país. Para José H. Jiménez Méndez < l!s> , de 1* Universidad Autónoma Xochimilco, México, la expresión ciencia o ciencias de la comunicación o dé la información colectiva, aparece en América Latina en los años '50. Ciertas políticas parlamentarias y sobre todo, el impacto de la Revolución Cubana, propiciaron un tlima para la gestación de un nuevo enfoque en las Ciencias Sociales que intentaba superar las limitaciones de las teorías desarrol1istas y -funcionalistas. Pese a ello, la falta de un marco conceptual propio, la adopción acrítica de metodologías adecuadas, el énfasis en los enfoques descriptivos y cuantitativos, el análisis al margen del contexto político, son algunas de las limitaciones que han lastrado la investigación comunicacional en los países del área.. En otra p a r t e < 1 6 > nos hemos referido a los problemas que en los países socialistas han incidido en el "estudio sociopsicológico dé la Difusión Masiva. Galina M., Andreiva ha comentado cómo, a pesar de la importancia del sistema de los medios de comunicación y propaganda dentro del organismo social, y de las numerosas resoluciones oficiales que subrayan la> necesidad de investigaciones -incluidas las psicológicas-, este sector no había definido sus relaciones con la psicología social, a diferencia, por ejemplo, de la producción industrial. El problema estribaba, según ella, en el hecho de 40 que las~propias instituciones ligadas a la organización de la información» y la propaganda masiva no contabam -al menos hasta 1984- con cargos especíeles para los psicólogos sociales o para los psicólogos en general ..<1X > . / Uno de los autores soviéticos que ofrece una profuntíización teórica en el campo que nos ocupa es*Yu. A. Sherkovin. En su libro Problemas psicológicos de los procesos masivos de información* lB> , expone, con criterios desarrollados a partir de los logros alcanzados por la psicología marxista, los mecanismos fundamentales en la recepción de los mensajes. No concordamos con Sherkovin en sus planteamientos de que los procesos psicológicos que tienen lugar en la Difusión Masiva se reducen a aquellos que se manifiestan en los intercambios humanos habituales; a nuestro juicio, con ello no se logra caracterizar las diferencias cualitativas que distinguen a ambos fenómenos. El Centro de Investigaciones de la Comunicación Masiva de Hungría, que en 1984 contaba con investigadores de diversas especial idadesi, entre ellos psicólogos, es tina prometedora posibilidad para el abordaje interdisciplinario de la Difusión Masiva en las condiciones de una sociedad socialista, Dero la fragmentaria.bibliografía que hemos recibido de este Centro nos indica que los intereses empíricos son los predominantes. Esta visión par— cial, y por- tanto, sujeta a modificación, es, repetimos, consecuencia de la limitada información a que hemos tenido accesQ. ( l " En Cuba, salvo rutinarias mediciones del rating de audiencia a/ los programas de radio o televisión, y alguna que otra evaluación de campañas publicitarias, no existía una tradición teórica ni metodológica en el estudio de la Difusión Masiva. Es a partir de 1976 que en distintos organismos rectores de la actividad de los Medios, comienzan a crearse grupos interdisciplinarios dedicados a este fin. Los investigadores hemos trabajado carentes de formulaciones teóricas acabadas. Muchas veces urgidos por imperativos prácticos inmediatos, los estudios realizados no escapan a defectos similares a los anteriormente señalados. El mayor volumen se concentra en sondeos descriptivos que tienen como base metodológica las encuestas al público, y en los que el peso de las variables descansa en factores sociodemográficos y no propiamente psicológicos. Pocos trabajos se han hecho de carácter sociopsicológico sobre eli tipo de relación mantenida entre los espectadores y los Medios. Varios h¿n sido los factores que han incidido -e inciden-, en esta situación. No es nuestra intención tampoco analizarlos, pero .sí nos detendremos en algunos sobre los que quisiera llamar la atención. , Unido a la falta de una adecuada formación profesional, los investigadores se ven compulsados por las propias exigencias que les plantean las instituciones a las que pertenecen, lo que posterga la ejecución de trabajos de un perfil psicológico más profundo. Falta consolidar los vínculos disciplinarios entre los investigadores de los diferentes centros de estudio de los Medios de Difusión Masiva entre sí y con ' otras instituciones científicas, docentes y culturales. Pero, por sobre estos proDlemas* una cuestión que demanda la urgente atención de todos aquellos de una u otra forma vinculados con la Difusión Masiva, es la concepción del público que, al parecer, subyace en la mente de algunos. En oposición a la naturaleza irracional de individuo sostenida en la década del 20, nos encontramos con la idea de una naturaleza.irracionalmente racional. En el terreno de la creación cultural, algunas películas o programas de T.V. pecan, en su tratamiento, de urt exceso de didactismo, al punto que algunos de 'sus diálogos nos remiten rtás a aburridas clases de historia que a una narración dramática. En la práctica de la labor propagandística parece haber una confusión entre los términos de agitación y propaganda y esta última se ha convertido en la reiteración de esquemas retóricos que no logran ni activar intelectualmente ni, menos aún, impactarse emocionalmente. Desde-el punto de vista científico, se ha creado una 41 actitud ambivalentes por un lado, se sobrevalora en elemento consciente y, por otro, se teme a las consecuencias que para el receptor pudiera tener el exponerse a los llamados mensajes subliminares. Al tratar de elucidar las responsabilidades específicas de la Difusión Masiva, la investigación científica debe, parafraseando la cita bíblica, darle a los Medios lo que es de los Medios..,, y poner a la luz las complejas mediaciones y determinaciones sociales y psicológicas de la relación publicos-rMedios-Sociedad . Las formulaciones básicas de la psicología de orientación marxista-leninista y el desarrollo que dentro de ella han tenido algunas posiciones teóricas y metodológicas nos ofrecen una pauta para, junto a la asimilación crítica de los innegables aportes de la psicología no marxista, delinear una estrategia coherente de indagación sociopsicológica. Estamos pues, en el justo punto en que se hace imprescindible un salto que nos haga sobrepasar las lamentaciones que, como constante, aparecen en casi todos los libros sobre la Difusión Masiva^ y comenzar seria, desprejúlciada y rigurosamente a trabajar. En esta, como en otras, tareas que la psicología tiene por delante, -como diría el poeta peruano César Vallejo-, muchísimo que hacer. Q X B L I Q G R H F i hay f\ 1. Fleur, M.L. de y Sandra J. Ball-Rokeach Teorías de las comunicaciones de masas. Barcelona - Buenos Aires, 19S2. pp. 159-160. Editorial Paidós. x 2. Laswell, H.D. The Structure and Function of Communication in Society, en i.. Bryson (ed). The Communications of Ideas, Haper & Row, New York, 1948. 3. Berelson, B. Communications and public opinions, en W. Scharamm Communications, University of Illinois Press, p. 500. 4. Himmelweit, H.; A. Oppenheim y P. A/ince La televisión y «l niño. Editorial Farina, 5. Schramm, W.; J. Lyle y E. Parker Television in the lives Press, California, 1961. t of Buenos (comp. >- Mass Urbana 1949. Aires, 1962. our children, Stanford University 6. Feshbach, S. , The catharsis hypothesis, aggressive drive and tne reduction of aggression, en: Aggressive Behavier, No. 10, 1984. pp. 91-101. 7. 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