El desarrollo como construcción múltiple.

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Medellín, Octubre 8 y 9 de 2012
El desarrollo entendido como Construcción socio
cultural múltiple, un enfoque desde el ser humano
Por María Cecilia Múnera López
Introducción:
Resignificar el Desarrollo como Construcción Socio Cultural Múltiple, Histórica y
Territorialmente Contextualizada, ha implicado una aproximación a la
comprensión de la noción misma de desarrollo, de su origen, del inicio de su
aplicación en la sociedad, de los paradigmas de pensamiento y de operación
que la sustentan, de distintas propuestas alternativas de desarrollo y “al”
desarrollo. Así mismo ha implicado indagar por componentes propositivos
derivados de posiciones críticas de diferentes autores y gestores de dinámicas
de desarrollo de carácter no convencional, para finalmente hacer un acopio de
características de lo que podría significar una nueva apuesta por un tipo de
desarrollo que no se limita a una o varias de ellas. La denominación de este
enfoque de desarrollo como Construcción Socio Cultural Múltiple, Histórica y
Territorialmente Contextualizada, expresa algunas de las características más
significativas de la compilación realizada.
Aproximación semántica y discursiva al desarrollo.
Desde la perspectiva semántica la noción de desarrollo se relaciona con un
proceso de transformación que parte de una situación inicial y llega a una
situación final. Dicha noción está asociada la de “desenvolver”, que alude a
unas posibilidades intrínsecas de aquello que se transforma; por lo tanto el
resultado del desarrollo está marcado desde el inicio.
Como noción, es notoria su adscripción inicial a las ciencias naturales y su
utilización para comprender los procesos de transformación de los seres vivos.
Cornelius Castoriadis lo expresa afirmando que “El desarrollo es el proceso
mediante el cual el germen, el huevo, el embrión, se despliega, se abre, se
extiende, en que el ser viviente en general llega a su estado de “madurez”
(Castoriadis, 1980: 211). Sin embargo, este concepto ha sido aplicado para dar
cuenta de procedimientos no orgánicos, en algunos casos materiales y en otros
abstractos. Se habla, por ejemplo, de “desarrollar” una fotografía a partir de un
negativo que contiene en sí mismo toda la información de una imagen; pero,
igualmente de “desarrollar” una idea, un proyecto, una obra, a partir de una
intuición inicial.
Es claro entonces que existen elementos comunes en la aplicación de la noción
a procesos materiales orgánicos y no orgánicos y a procesos abstractos: la
determinación de una situación inicial que contiene todas las posibilidades de
transformación de aquello que se va a desarrollar, el proceso de transformación
y el resultado final.
Con relación a las potencialidades en su situación inicial, los seres orgánicos
tienen su dotación desde el momento mismo de su origen biológico, a menos
que hallan sido intervenidos genéticamente; lo mismo sucede con los entes
materiales no orgánicos, cuya posibilidad de transformación está determinada y
generalmente conocida desde el principio. En referencia a los entes abstractos,
las potencialidades intrínsecas no son tan fáciles de determinar, pues siempre
puede haber ideas latentes e intuiciones que no logran visualizarse ni
explicitarse al inicio. En relación con los procesos de transformación, se resalta
la importancia de tener en cuenta los elementos del ambiente para que las
potencialidades evolucionen hacia su realización; así mismo se señala para
algunos casos de transformaciones de entes no orgánicos, el requerimiento de
avances tecnológicos específicos.
Por último, es importante analizar las finalidades posibles de los procesos de
los tres tipos de entes. Para el caso de los entes orgánicos, la finalidad como
posibilidad de transformación está marcada, en principio, por la naturaleza; se
habla de una “equifinalidad” o finalidad similar para organismos de una misma
especie. Para los entes no orgánicos la posibilidad de transformación y
resultado final está dado por la intención de quien dirige el proceso, además de
sus condiciones iniciales, ambiente y recursos tecnológicos para realizarlo.
Vale la pena señalar que entre los entes materiales no orgánicos y los no
materiales o abstractos, existe una diferencia dada por la existencia de
condiciones materiales iniciales de los primeros, inexistente en muchos casos
en los segundos.
Preguntemos ahora: ¿son los procesos de desarrollo de la sociedad, procesos
naturales -orgánicos o inorgánicos- o procesos abstractos? La respuesta a la
pregunta puede ayudarnos a comprender el sentido de la noción de desarrollo
y sus implicaciones en las dinámicas de la sociedad.
En principio, se puede reconocer una base material para las dinámicas de
transformación de la sociedad, pero a diferencia de los procesos orgánicos, la
finalidad de éstos no está marcada por la naturaleza sino, como en el caso de
los procesos no orgánicos, por los seres humanos. Ahora bien ¿se trata de
procesos materiales o abstractos? En principio se podría reconocer una
combinación de características de ambos procesos, teniendo presente que las
finalidades de ellos son otorgadas por grupos humanos que deberían partir de
las condiciones dadas en cada una de las sociedades.
A esta altura de la reflexión empiezan a aparecer situaciones problemáticas: en
primer lugar, se generan inquietudes con respecto a definición de las
finalidades u orientaciones del proceso: ¿qué tipo de finalidades se propone
para el desarrollo de las sociedades? ¿Quién las propone? ¿Para qué?
¿Cuándo? ¿Quiénes se benefician de ellas? En segundo lugar, se plantea la
inquietud sobre la formulación de ideas en términos abstractos y las
posibilidades de realizarlas a partir de situaciones concretas.
Concentremos la atención en la primera inquietud. La finalidad de los procesos
de desarrollo se plantea en términos de orientación o de focalización de ellos;
se estaría hablando del “focus” o “foco”, como atractor y orientador del proceso.
Si se logra identificar cuáles son estos atractores comunes a las múltiples
dinámicas de la sociedad, se estará planteando la multiplicidad de enfoques de
desarrollo.
Para comenzar, se puede identificar un primer enfoque del desarrollo, que tuvo
su inicio en el período de posguerra a finales de la década del cuarenta, tal
como ha sido referenciado por Arturo Escobar, en su texto La Invención del
Tercer Mundo, la finalidad señalada para las dinámicas de las sociedades
occidentales era, en ese momento, contribuir a la reconstrucción de los países
europeos. Las características de los países europeos antes de la guerra se
convirtieron en referente para el resto de naciones y en punto de partida de
aquellos; para lograrlo se establecieron mecanismos que permitieran una
reproducción ampliada de capital y por esta vía alcanzar el crecimiento
económico, que pasaría de ser un medio para convertirse en un fin en sí
mismo. Desde la década de los 50 hasta el presente se han elaborado diversas
teorías dotadas de modelos e incluso de estilos de desarrollo, que apuntan a
garantizar el crecimiento económico de los distintos países, tanto del norte y
del sur, como del este y el oeste. En el primer enfoque de desarrollo se reúnen
todas las teorías y políticas que desde perspectivas abstractas y concretas
tienden a conducir las dinámicas de la sociedad en su conjunto para lograr
mayores niveles de crecimiento económico, siendo considerado éste como “la”
finalidad del Desarrollo. Es de anotar, que a pesar de haberse reflexionado
sobre la importancia de tener en cuenta las situaciones concretas de cada uno
de los países, las dinámicas les son impuestas desconociendo sus historias,
características territoriales, la cultura y peor aún, el deseo de la mayor parte de
la población. Son por lo tanto dinámicas descontextualizadas y carentes de
sentido para la mayor parte de la población.
Desde el inicio de este enfoque en los años 50 varios autores empezaron a
alertar sobre las consecuencias negativas del crecimiento económico para la
población, sobre todo al hacerse evidente que la lógica de éste se contrapone a
la del bienestar de la mayoría de ella, y a la de la conservación de gran parte
de los elementos de la naturaleza. Para ellos, el bienestar de la población y la
satisfacción de las necesidades humanas no puede ser un resultado
secundario y supuesto del crecimiento económico; estos deben constituirse en
la finalidad o foco del desarrollo. Surge con fuerza este enfoque que logra
expresarse en la teoría del “Desarrollo a Escala Humana” planteada por el
CEPAUR bajo la coordinación de Manfred Max Neef. Estas posiciones dan
lugar al segundo enfoque del desarrollo, que plantea como finalidad de las
dinámicas societales, la satisfacción de las necesidades humanas en toda su
complejidad.
Por otra parte un conjunto de autores críticos del desarrollo en su enfoque
convencional, ha dado pautas sobre lo que debería ser el desarrollo, basados
en reflexiones y en experiencias con grupos humanos en distintos contextos.
Haciendo una recopilación y confrontación de las ideas y características de sus
maneras de comprender el desarrollo de la sociedad, se puede configurar un
nuevo enfoque que no rompe con el anterior, sino que lo complementa. En este
enfoque la intencionalidad del desarrollo no está predeterminada, sino que la
define cada grupo humano que asume de manera consciente su propio
proceso; se plantea en términos de realización humana, lo que no excluye la
satisfacción de las necesidades humanas, pero dota esta satisfacción de un
sentido particular. A este enfoque lo hemos definido como “construcción sociocultural múltiple histórica y territorialmente determinada”.
Algunas de características del enfoque de desarrollo comprendido como
“Construcción Socio Cultural Múltiple, Histórica y Territorialmente
Contextualizada”:
Humano: En este enfoque el ser humano se considera sujeto de desarrollo.
Ser sujeto significa ponerse en el centro de su propio mundo: conocer su
pasado, identificar las dinámicas de su presente, poder imaginar su futuro,
construir una identidad propia, afirmar su libertad. Requiere en términos de
Alain Touraine un proceso de „subjetivación‟ que implica la recomposición de
una experiencia de vida personal autónoma. (Touraine, 2000: 61). La
construcción de una identidad requiere de una interpretación de la propia
historia, de los vínculos con „otros‟ significativos y de la búsqueda de un sentido
u horizonte de vida. Esta se da a partir de la conciencia de la propia existencia,
del deseo personal y el intercambio con otros; el sujeto se concibe de manera
integral, como ser físico, biológico, social, político, económico, afectivo,
espiritual; como un ser que está relacionado con un entorno que tiene
capacidad de memoria, de conocimiento, de relación, de disfrute y de
sufrimiento. Se habla de la potenciación del ser humano, no de manera
utilitarista sino para transformarse en „persona‟ humana, capaz de conocer,
transformar y amar; se trata de alguien que es capa de conocer lo que subyace
en su propio ser y expresarlo o lanzarlo hacia el exterior (jectum)
Dotado de sentido: El sujeto, a partir de la toma de conciencia de su propia
existencia, puede dotarla de sentido y marcar objetivos para ella. Según
Bertalanffy la especificidad de ser humano estriba en que posee mundos
simbólicos, que son más que fenómenos biológicos de ajuste y utilidad en la
lucha por la supervivencia (Bertalanffy, 1986: 46). Se plantea la creación de
imaginarios que conceden direccionamientos a las actuaciones de los sujetos.
Se construye a partir de la base social: la configuración de sujetos, como ya
se expresó, incluye el relacionamiento con “otros” significativos; se plantea
como una dinámica en donde la relaciones inter-subjetivas se dan como
elementos constitutivos de los procesos de subjetivación. Esta dinámica,
genera la constitución primaria de lazos, que permiten la configuración de
grupos humanos que comparten significados, en su forma de ser, estar y
proyectar su existencia. El reconocimiento y la comunicación con otros, permite
la construcción de „proyectos‟ en común; la unidad en función de un proyecto
colectivo permite concebir una „común-unidad‟, es decir una comunidad
concebida como una figura móvil que se construye y de-construye a partir de
las confluencias y diferencias de imaginarios, voluntades y deseos de quienes
hacen parte de ella y no como instancia cerrada, ideologizada, con una
existencia definida y una identidad permanente, dominada por estructuras de
autoridad. La comunidad así concebida, se refiere, como lo plantea Lash, ante
todo a significados compartidos mas que a intereses compartidos; y como lo
afirma Luhmann, a „telos‟ o finalidades compartidas. La idea de un sujeto que
se relaciona con otros y construye identidad con ellos, rompe con la idea de
unidad de la modernidad, y con la de fragmentación de la posmodernidad; se
da paso a lo que Lucio Capalbo denomina proyecto „transmoderno‟
y A.
Touraine construcción de una „nueva modernidad‟.
Se fundamenta en las diferencias culturales y en las relaciones
interculturales: Mas que aceptar la multiculturalidad (o las diferentes
manifestaciones de la cultura en el ámbito de lo micro) de manera pasiva, se
trata de valorarla teniendo presente el principio ecosistémico, que plantea la
vulnerabilidad de un sistema vivo inversamente proporcional a la diversidad
que contiene; aplicado este principio a la sociedad, se trata en términos de
Adela Cortina de „tomar conciencia de que ninguna cultura tiene soluciones
para todos los problemas vitales y de que puede aprender de otras, tanto
soluciones de las que carece, como a comprenderse a sí misma.‟ (Cortina,
1999: 179). Por otra parte, se comprende la posibilidad de los sujeto de
pertenecer simultáneamente a múltiples organizaciones o grupos, que desde la
perspectiva de la modernidad pudieran ser opuestos o contradictorios. Esta
posibilidad, significa que cada sujeto puede ser parte de diferentes proyectos
sociales, constituyéndose él mismo, por su capacidad de comprenderlos de
manera particular, en una posibilidad de articularlos;
la manera como los
sujetos independientes resuelven las posibles contradicciones entre los grupos
diversos, se constituye en un punto de partida para la articulación de ellos en
un ámbito social ampliado y, por lo tanto en una de los fundamentos para la
constitución de redes sociales desde la base misma de la sociedad.
Democrático: La democracia vista desde la dialógica intercultural requiere la
incorporación de nuevos valores en las distintas formas de relación humana,
valores que se construyen en la vida cotidiana y no por normas. Alain Touraine
plantea la noción de democracia social o cultural, (Touraine, 2000: 43) que
implica relaciones de cooperación entre sujetos, antes caracterizadas en
términos de dominio y de distintos tipos de autoritarismos. Castoriadis por su
parte, plantea la necesidad de una democracia económica (Castoriadis, 2002:
173) y Luis Carlos Garay, articula estos dos tipos de democracia (económica y
social) y las denomina democracia „sustancial‟; ésta por su parte, se expresaría
en los componentes normativos y formales de la democracia, dando como
resultado una democracia „perfecta‟ (Garay, 2000: 167). Knight y Jonson
consideran la importancia de pasar a una democracia „deliberativa‟ en donde la
autonomía política se basa en la negociación que a su vez requiere de una
actitud propicia al diálogo; lo anterior implica desarrollar capacidades para
entrar en las lógicas del otro, más que en el desarrollo de capacidades de
expresión. La democracia así concebida tiene que ver con la posibilidad de
construir y de desarrollar proyectos de sociedad desde la base social, de
manera endógena y autodeterminada, es decir configurados por la confluencia
de sentidos particulares, y no por la imposición de valores e ideales de
sociedad que son prefigurados por individuos o grupos de poder.
Se basa en la libertad y valores de quienes participan en la dinámica de
desarrollo: la incorporación de los sujetos en un proceso de desarrollo se da
de manera consciente y libre; implica como lo expresa Emilio Martínez
independencia y autonomía, pero también participación y responsabilidad
(Martínez, 2000: 127). Por otra parte en este tipo de desarrollo se tiene cuidado
de respetar y promover los valores aceptados mundialmente (enfoque de
derechos) y aquellos que están vigentes en las localidades.
Integral, sistémico, sinérgico, emergente: El desarrollo concebido desde una
perspectiva integral significa, la articulación de distintas dimensiones de la vida
humana, tales como la económica, social, cultural, política, ambiental, sin que
primen unas sobre otras. Ahora bien, estas dimensiones no se consideran de
manera aislada o independiente; por el contrario se plantea una articulación
entre ellas, configurando sistemas que emergen y se retroalimentan; la
retroalimentación, a su vez, conduce a la noción de sinergia, ya que lo que
sucede en uno de esos sistemas afecta al resto.
Auto-producido, auto-referenciado, auto-dirigido, auto-regulado, autopropulsado: En el nuevo enfoque del desarrollo, la auto-producción y autopropulsión contrastan con los procesos orientados por elementos exógenos y
condicionados por circunstancias e intereses generalmente externos. Se trata
de dinámicas que surjan de la base social a partir de la configuración de
sujetos individuales y colectivos, pero también, de la identificación de unas
potencialidades que se encuentran en las mismas localidades y que tienen que
ver con su historia, su cultura, sus recursos, y, en particular con los nexos y
vínculos de filiación que existen o se construyen entre los sujetos y entre estos
y sus territorios. La utilización de recursos no convencionales para la solución
de problemas y satisfacción de necesidades, se convierte en prioridad, lo que
puede significar recurrir a mecanismos de producción e intercambio de bienes
a través de mecanismos no monetarios. La auto-referencia también se refiere a
una mirada al pasado, con la que se valoren elementos que subyacen en la
historia propia de cada localidad y que siguen teniendo valor en el presente.
Por otra parte, la auto-produción o „auto-poiesis‟ del desarrollo tiene que ver
con la instauración de instituciones adecuadas para ello, que lo dirijan y lo
regulen; el auto gobierno como proyecto político, está en la base de esta
propuesta. Las nociones de auto-producción, auto-referencia, auto-dirección,
auto-regulación y auto-propulsión, permiten plantear un desarrollo autosustentable que se nutre a sí mismo y logra permanecer en el tiempo, siendo
consistente con las transformaciones propias de los grupos sociales y de los
territorios en los que se inscriben.
Territorializado y articulador de dinámicas macro y micro sociales: Las
dinámicas del desarrollo en el nuevo enfoque se establecen a partir de la
identificación de la lógica de los territorios, -con sus componentes materiales y
simbólicos- y de las territorialidades que se ejercen en ellos. Teniendo presente
el doble papel de territorio como soporte material y básico del desarrollo social
y como producción social derivada de la actividad humana que transforma con
su dinámica ese territorio que le sirve de base, tal como lo plantean María C.
Echeverría y A. Rincón (Echeverría y Rincón, 2000:21). Lo anterior no significa
que los territorios se aíslen de las dinámicas globales. Por el contrario, se
plantea la necesidad de establecer mecanismos de articulación de manera que
se logren beneficios de estas en lo micro y a su vez se impacten, en términos
positivos, por dinámicas locales.
La comprensión del desarrollo como múltiples procesos sociales que conllevan
la posibilidad de realizaciones heterogéneas de grupos con identidades
construidas desde sí mismos y no de realizaciones hegemónicas marcadas con
indicadores universales ligados a la medición del crecimiento económico, nos
lleva a la pregunta sobre la posibilidad de configurar redes sociales que
permitan, no solo la coherencia y consistencia de cada uno de los grupos que
se configuran y de sus objetivos propuestos, sino la posibilidad de hacer viable
la realización de los objetivos de cada uno de ellos, lo que significa la
coexistencia de múltiples proyectos colectivos y así mismo la posibilidad de
conectar la realización de varios de ellos; esto significa la necesidad de
construir redes sociales desde la base de la sociedad, a partir de significados
compartidos y no tanto de intereses comunes.
El reto que se plantea entonces es de orden metodológico; ¿cómo se logra la
construcción socio cultural múltiple y la realización de estos proyectos
colectivos? La respuesta está dada principalmente en la comprensión de lo que
hemos propuesto como participación de tipo “sinérgica” para el “Desarrollo
como Construcción Socio Cultural Múltiple” y que resulta de la sistematización,
análisis y valoración de varios tipos variables relacionadas con el asunto de
participación y trabajo consignado en el texto “De la participación destructora a
la participación sinérgica”. Para lograr dicha participación se requiere de
procesos pedagógicos tendientes a la formación de sujetos conscientes, libres,
con capacidad de construir sus propias identidades y de interactuar con su
entorno natural y social, de proyectar sentidos de su existencia de manera
colectiva y en diálogo con otras propuestas sociales.
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