CONSEJOS PARA DISFRUTAR EN LA MONTAÑA Por los Dres. Kepa Lizarraga y Javier Serra. La práctica del montañismo es una de las actividades deportivas que, por sus amplios contenidos, merece ser considerada como mucho más que un deporte. El contacto con la naturaleza, salvaje o humanizada, el descubrimiento de ancestrales culturas, representadas por sus restos arqueológicos y la aproximación a las formas de vida primigenias de nuestro entorno, como el pastoreo, por citar solo unos ejemplos, contribuyen a formar, entre otras cosas, un carácter de respeto por lo natural que buena falta nos hace. Sin embargo, la montaña guarda celosamente muchos de sus encantos y tan sólo los descubre a quienes se aproximan a ella con la debida preparación y respeto. El resto de la gente debe sufrir, en ocasiones con excesiva dureza, el error de minusvalorar sus riesgos. Si analizamos los accidentes sufridos durante la práctica del montañismo, veremos que muchos de ellos son generados por el exceso de confianza, la falta de preparación física o técnica, errores en la elección y uso del material y, generalizando, por la falta de conocimientos suficientes. Con el fin de disminuir el riesgo y disfrutar así con mayor plenitud, vamos a presentaros algunas sugerencias que aumentaran la seguridad en las excursiones. Calzado: Lo que más vamos a hacer en el monte es andar y, por lo tanto, deberemos escoger cuidadosamente lo que vamos a ponernos en los pies. En general, frente a las deportivas bajas que pudiéramos utilizar en verano, el calzado más adecuado es aquel que protege la articulación del tobillo de las posibles torceduras, es decir, las botas, adaptando sus materiales y características a la estación del año. A la hora de comprarlas conviene recordar que los pies tienden a hincharse mientras andamos, por lo que al probarlas, con los calcetines que vamos a utilizar, convendrá que quede un pequeño hueco de unos 7 a 10 mm entre la punta de los dedos y la puntera de la bota, cosa que podemos comprobar si, antes de atarlas, golpeamos de puntera contra el suelo (suavemente) y examinamos la distancia que queda entre pié y bota a nivel del talón. El siguiente paso es comprobar que sujeten bien el pié al atarlas, para lo que golpearemos de nuevo, pero esta vez con el talón, haciendo que esta zona se acople a la trasera de la bota. A continuación, y tensando desde los primeros ojales, ataremos con fuerza suficiente, pero sin cortar la circulación y comprobaremos que, al flexionar el pié, éste no se mueve dentro de la bota. Calcetines: El buen acabado interior que tienen casi todas las botas de hoy día, hace innecesario llevar tantos y tan gruesos calcetines como se empleaban hace unos años. En la mayor parte de los casos bastará con llevar un par, especialmente si son de los denominados “técnicos”, con distintos espesores para cada zona del pié. Si no nos parece suficiente, podemos recurrir a un par fino, que sea de nuestra talla, y otro un poco más grueso, pero sin dibujos marcados o “canalé”. Vestuario: En montaña la climatología varía con extraordinaria rapidez y nuestra ropa debe poder adaptarse a las condiciones ambientales más cambiantes. Como, por otra parte, no podemos llevar todo un armario ropero en la mochila, debemos escoger prendas que nos permitan adaptarnos a todas las situaciones. Habitualmente, se utiliza una primera capa o camiseta interior, apropiada para estar directamente en contacto con la piel y para absorber o evacuar el sudor, según nos convenga, seguida por otra capa, que pudiera ser un jersey de lana o un “forro polar”, cuya finalidad es la de aislarnos de la temperatura exterior, atrapando aire entre sus fibras. Como tercera y última capa, debemos pensar en prendas que nos aíslen del viento y de la lluvia, tal como chubasqueros, de los que encontraremos gran variedad en cuanto a materiales, diseño y precios, debiendo escoger el que mejor se adapte a nuestras necesidades y posibilidades. Otras piezas importantes del equipo son las que podemos agrupar, para memorizar mejor, como las “3 ges”: gorro, guantes y gafas. Gorro: para protegernos del sol y del frío. Conviene que sea de tejidos naturales y que disponga de alguna visera o similar para cubrir mejor la cara, orejas, nuca y ojos. Guantes: Son importantes para proteger las manos del frío y de las erosiones que nos produciría un resbalón en la nieve o rocas. Si somos muy frioleros o tenemos problemas de circulación, unas manoplas nos resultarán más eficaces, sobre todo si las combinamos con unos guantes finos interiores. Gafas: En el monte recibimos mucha más radiación ultravioleta que a nivel del mar, sobre todo si hay nieve. Para evitar las posibles, y graves, lesiones que pueden sufrir los ojos, es preciso utilizar unas gafas que se adapten bien al contorno de nuestra cara, que sean de materiales resistentes a los golpes y con una óptica que impida el paso de los rayos UV. En cuanto a cómo llevar las cosas, si el volumen es pequeño, una riñonera bien diseñada nos permitirá transportar cómodamente el material requerido por una salida mañanera. Cuando su tamaño sea insuficiente, debemos pensar en una mochila como el medio ideal, siempre que podamos regular sus tirantes y banda de cintura a nuestra talla, dejando que la mayor parte del peso recaiga en la cinta que rodea las caderas, para evitar así una sobrecarga en los hombros y los consiguientes riesgos para la columna vertebral lumbar. También debemos acostumbrarnos a llevar con nosotros un pequeño botiquín con las cosas que nos puedan solucionar en primera instancia los pequeños accidentes y otros medios básicos, como brújula, plano de la zona, cantimplora con su contenido, alguna prenda de repuesto y elementos de supervivencia, como un silbato, una manta de aluminio, un mechero, un cordino, una pequeña linterna y lo que pensemos que pueda ayudarnos a superar mejor los imprevistos de ese medio atractivo pero exigente que es la montaña.