Asociaciones libres y pensamiento onírico de la vigilia

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REV. DE PSICOANÁLISIS, LXI, 3, 2004, págs. 769-780
Asociaciones libres y pensamiento onírico
de la vigilia
*Antonino Ferro
Los conceptos de asociaciones libres y de rêverie pueden ser revisitados haciendo referencia a un modelo de la mente inspirado en Bion (1962, 1963, 1965) y en algunos desarrollos de su pensamiento (Ferro, 1992, 1996, 1998, 1999a, 2002a, 2002b). Podemos considerar a las asociaciones libres como el modo más adecuado para entrar en contacto con
el pensamiento onírico de la vigilia siempre operante en cada mente: por parte del paciente
es el modo de permitir que los “derivados narrativos” (Ferro, 1999b, 2001) experimenten el
menor grado posible de deformación, en tanto que por parte del analista es el modo de sintonizarse con los derivados narrativos de su propio pensamiento onírico.
En cuanto a las rêveries, las considero uno de aquellos momentos felices en los que
hay un acceso a la imagen directamente y sin mediaciones (Ferro, 2000).
En el presente trabajo me referiré siempre a lo visual, ya sea en lo que respecta a la secuencia de elementos alfa, a sus derivados narrativos, o a las rêveries. Pero el mismo discurso podría ser multiplicado examinando todos los otros vértices de formación de los elementos alfa: acústicos, olfativos, gustativos, cenestésicos, táctiles (Bion, 1962; Di
Benedetto, 2000).
De entre todas las vías posibles para aproximarme a este tema me es más afin proponer una reflexión sobre las continuas señales que los pacientes nos brindan para encontrar una vía más adaptada a su abordaje.
La formulación interpretativa, sus modos, el grado de exhaustividad, no pueden derivarse de nuestro “compromiso” con una teoría fuerte acerca de la interpretación, sino más
bien de una siempre más afinada capacidad para recoger las respuestas, las coloraturas
emotivas que el paciente introduce en el campo luego de nuestras intervenciones (Nissim
Momigliano, 2000).
La “escucha de la escucha” (Faimberg, 1996) no sólo debe hacernos reflexionar sobre
el modo en que ha funcionado la mente del paciente después de nuestro “estímulo” interpretativo, sino en igual medida debe hacernos reflexionar sobre el modo en que nosotros
mismos funcionamos y en cómo podemos funcionar “aquel día, con aquel paciente” para
favorecer el mayor número de transformaciones posibles.
Esta manera de funcionar con el paciente en un modo “dúctil” comporta la presencia
*Miembro de la Sociedad Psicoanalítica Italiana. Dirección: Via Cardano 77, 27100 Pavia, Italia. Correo
electrónico: <[email protected]>.
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de una teoría fuerte, que es una expansión de las reflexiones de Bion relacionadas con el
funcionamiento onírico de la mente también en el estado de vigilia.
La misma comunicación de un paciente, “Cuando era pequeño mi padre jamás me tomaba de la mano. Sólo pretendía que me fuera bien en la escuela y si no era así me abrumaba con lecciones privadas y a veces me golpeaba”, puede ser tomada según el modelo prevalente del analista como una escena de la infancia que ayuda a reconstruir la novela familiar, puede ser vista como una fantasía inconsciente persecutoria respecto de un
objeto interno frío y prepotente (que en ocasiones podría ser “proyectada” sobre el analista e interpretada en tal sentido), o también como la descripción puntual del vértice del
paciente de aquello que está sucediendo en la sesión analítica en tal momento.
Desde una cierta óptica radicalmente relacional, el mencionado material podría ser interpretado explícitamente como atinente al hic et nunc: ello aplastaría la escena analítica,
la “plancharía” sobre un plano actual, bidimencionalizándola sobre un eje horizontal haciéndole perder la profundidad relacionada con el eje vertical de la Historia (Di Chiara,
2001).
Según mi modo actual de pensar, vería tales comunicaciones como seguramente atinentes al hic et nunc y como derivadas del sueño de la vigilia que el paciente está realizando en aquel instante relacional (Ferro, 2001), pero al mismo tiempo me haría una serie
de preguntas:
– ¿Cómo puedo intervenir para operar una transformación tal que permita, a la vez, dejar
de ser sentido como un padre desafectivo que se interesa en los resultados sin dar
ningún respiro?
– ¿Cómo puedo modificar mi modo de interpretar, mi modo de colocarme y hasta mi posición interna a fin de que comience a “operarse” esta transformación?
– ¿De dónde proviene la percepción que el paciente tiene de mí?
Tal percepción proviene de la “Historia” del paciente y puede implicar de mi parte una
“asunción de rol”. Proviene también de sus identificaciones proyectivas, así como de un
enactment, y proviene, de algún modo, de una forma mía de ser o de posicionarme respecto de él.
Llegado a este punto, optaré por una interpretación que en apariencia será “reconstructiva” o centrada “en la fantasía inconsciente” o “en la relación”, o quizás simplemente
“enzimática”, poniendo el máximo de atención en la ulterior “respuesta” del paciente a mi
intervención.
Supongamos que yo diga: “Tener al lado un padre así no es ciertamente algo que haga
amar el ‘estudio’. Aún más, lo pone a uno en un permanente estado de preocupación”.
Resulta obvio que estoy “poniendo sobre la mesa” una interpretación de transferencia: “Si
yo estoy a tu lado así, seguramente no te vuelvo fácil el trabajo en este estudio”.
El paciente podría responder: “Ayer fui a una muestra fotográfica, pero a mi criterio
todas las fotografías eran poco nítidas”, y yo no podría más que pensar que a mi interpretación le ha faltado “agudeza” y debería, por lo tanto, preocuparme en el sentido de
lograr un “mejor enfoque”.
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Si en cambio el paciente me dijera: “Ayer fui a la casa de mi tía, adonde se come bien
pero uno se llena siempre demasiado y se necesita después un día entero para hacer la
digestión”, yo debería entonces deducir que aquella formulación, ya a mi criterio suficientemente ligera y no saturada, era en aquel momento “demasiado pesada” para el paciente.
Supongamos que como alternativa habría podido considerar útil –en un momento diferente del análisis– una explicación “fuerte” de transferencia del tipo: “Usted me siente
poco afectivo, más interesado en los progresos de su análisis que en usted mismo, y siente que no le doy paz hasta que no realiza esos progresos”. El paciente podría también
aquí responder en una variedad de modos posibles, desde la frase “era lindo sin embargo cuando yo sentía que mi padre me entendía” hasta decir “he visto en la televisión un
documental sobre cómo hacen el foie-gras. Le meten continuamente alimentos con embutidos a las pobres ocas hasta que les crece un hígado de este tamaño”.
Debo decir que estos señalamientos, si son aceptados, permiten ajustes progresivos.
Naturalmente por parte del analista se daría lugar a decenas de diversas intervenciones partiendo ya de la primera formulación del paciente, desde “entendemos ahora una
de las raíces de su inhibición para el estudio” hasta “bueno, seguro que hoy prefiere estudiar con el colega que jamás lo apura y que respeta sus tiempos”.
Son, por lo tanto, infinitos los recorridos posibles, así como infinitos los “mundos” que
se pueden abrir.
A cada elección interpretativa subyacerá, sin embargo, un modelo de factor de interpretación: “quitar el velo de la represión”, “tomar el punto de emergencia de la angustia”,
describir “los fantasmas originarios” y en mi caso desarrollar la capacidad de pensamiento del paciente, en el sentido de desplegar aquella herramienta mental necesaria
para producir procesos de pensamiento y de formación de emociones a partir de estímulos sensoriales de todo tipo. Me resulta necesario el uso de un slang –inspirado en
Bion– que me lleva a decir que la meta de un análisis es el desarrollo de la función alfa
del paciente y, en consecuencia, de la capacidad de generar elementos alfa; el desarrollo de CF y, por lo tanto, de entretejer pensamientos y emociones; el desarrollo de la oscilación PS-D y, por consiguiente, de la originalidad creativa y del duelo; el desarrollo de
la oscilación entre Capacidades Negativas-Hecho Seleccionado y, por lo tanto, de la expectativa de que un sentido se cumpla y de la renuncia a todos los sentidos posibles a
favor de uno seleccionado.
Si recorriéramos los ejemplos mencionados, podríamos imaginar que la primera formulación del paciente, “Cuando era pequeño mi padre jamás me tomaba de la mano. Sólo
pretendía que me fuera bien en la escuela y si no era así me abrumaba con lecciones privadas y a veces me golpeaba”, podemos pensarla como uno de los derivados narrativos
(Ferro, 2001, 2002a, 2002b, 2002c), entre los tantos posibles, de una secuencia de elementos alfa que podríamos imaginar pictografiada del siguiente modo:
CONDENADO
NIÑO
---------- A TRABAJOS ---------- PERRO
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EN EL BOSQUE
FORZADOS
GOLPEADO
Lo que resulta importante es considerar que la formación de pictogramas emotivos es
continua (y forma el pensamiento onírico de la vigilia) y que los “derivados narrativos” pueden ser muy diversos a condición de que sean compatibles con la secuencia de elementos alfa. Por ejemplo, el mismo “clima” emotivo podría ser producido por un paciente que
hubiese comenzado la sesión diciendo “ayer he visto por televisión ese filme donde había
un terrible capitán de un barco que trataba muy mal a todos los marineros infligiendo continuos castigos”, o diciendo quizás “hacer el amor con Martina es extenuante porque no
hay ninguna circulación afectiva, está totalmente tomada por el logro del propio placer y
no le interesa ninguna otra cosa”.
De ello derivan dos consecuencias que, a mi criterio, revisten importancia: que las “asociaciones libres” son en realidad “asociaciones obligadas”, en el sentido de que derivan instante por instante de los fotogramas visuales (o pictogramas emotivos) que genera continuamente la función alfa dando vida al “pensamiento onírico de la vigilia”; en tanto que son
absolutamente libres en lo que respecta al “género narrativo seleccionado”, que puede “ir
de pesca” en una infinidad de géneros expresivos (filmes, recuerdos de la infancia, anécdotas, diario íntimo, etcétera).
Los “géneros literarios” son, en consecuencia, infinitos, siendo obligatoria la coherencia entre cada uno de ellos y la secuencia de elementos alfa del pensamiento onírico de
la vigilia a los cuales permite expresividad.
El sueño narrado durante la sesión puede también ser considerado –casi paradójicamente– como un “derivado narrativo” (una asociación libre obligada) respecto del momento en el que el sueño es narrado: es decir, como algo que da expresividad al pensamiento onírico de la vigilia que se ha formado en ese momento. Pensamos que merecerá
ser profundizada la comparación entre secuencias de elementos alfa y el concepto de travail de la figurabilité de César y Sara Botella (2001) propuesto como medio de acceso del
analista a las “memorias sin recuerdo” y como vía para revelar lo “negativo del trauma”,
es decir, el aspecto no representable de cada trauma infantil.
El analista hace una interpretación refinada y compleja a un paciente. Como respuesta, el paciente dice que le viene a la mente un sueño: estaba en la escuela y la maestra
hacía fórmulas sobre el pizarrón usando “murrine”.1 Él no entendía y, lleno de rabia, quería
romperlas.
Este sueño es justamente algo que permite expresividad a las emociones del paciente en el momento en el que lo relata, siendo por lo tanto elegido como derivado narrativo
de su secuencia alfa. No sería de diferente valor una comunicación del tipo: “ayer escuché
un canal de televisión árabe sin entender una palabra”, o, también, “recuerdo que cuando
era pequeño no lograba jamás entender las explicaciones del maestro y eso me daba
rabia”.
Merece una ulterior reflexión la profunda diferencia entre el sueño que es narrado espontáneamente y aquel que es narrado a pedido del analista (práctica esta última no correcta aunque no infrecuente: el analista que en un momento de cansancio, de silencio,
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pregunta: “¿Hubo algún sueño?”).
En el primer caso, el sueño tiene un doble o un triple valor: el valor de testimoniar una
disponibilidad a un nivel de comunicación más profundo; el valor de la elaboración que ha
sido cumplida en el sueño; el valor de ser también un derivado narrativo del pensamiento
onírico de la vigilia de aquel momento y, por lo tanto, permitir un “carotaggio”2 en una toma
directa del campo emotivo actual.
Llegado a cierto punto de una sesión (la última de la semana), Rosella me cuenta
haber recibido una extraña llamada telefónica nocturna de alguien que decía ser un antiguo novio, que le preguntaba qué número de pie calzaba. Luego cuenta haber tenido un
sueño: había alguien a quien su perro guardián no sólo no ladraba sino que, lo que es
más, continuaba dormido. Este alguien desarmaba la manija de una puerta-ventana, penetraba así en la casa, y ella se encontraba con este “desconocido en la cama”... sentía
mucho miedo.
El sueño aparece en el momento en que Rosella ha iniciado el análisis, pero en un encuadre cara a cara, ya que aún no ha aceptado recostarse puesto que “debía mirar y permanecer vigilante” (poco sirvieron las interpretaciones al respecto). Pero hacia el fin de la
semana se encuentra descolocada por el nuevo clima que vive: llamadas telefónicas inesperadas, un interés que teme morboso (¿o será el príncipe azul?), perdiendo su estado
de vigilancia (el perro duerme). Alguien desmonta sus defensas y se encuentra en una
cercanía no prevista que la asusta, y con la idea del diván (analítico) que se avecina.
Esto describe ya sea la elaboración del “tema” o la actualidad del clima relacional: el
sueño es también un derivado narrativo del pensamiento onírico de la vigilia. Es decir, con
otro lenguaje, el sueño es también una asociación libre respecto del “pensamiento onírico de la vigilia”, que permite dar expresividad.
El lunes siguiente, en cambio, resulta muy difícil hablar con Rosella: grandes silencios,
frialdad ante mis intentos de interpretar el largo desapego, todo ello sin que Rosella ofrezca algún pretexto y, más aún, mostrando sólo una actitud de oposición.
En este punto –a efectos de reabrir un diálogo– le pregunto si ha soñado, que es como
preguntarle “¿quieres o no retomar la comunicación conmigo?”. Rosella responde que sí
y procede a relatarlo: se separaba del novio después del tiempo transcurrido juntos, entraba en la casa donde se hallaba el padre mirando televisión. Sale luego afuera con la intención de un gesto autoagresivo, vuelve a su casa porque se ha olvidado algo, pero en
aquel momento regresa la madre, quien se dirige a la cocina con las compras y se muestra afectuosa con ella. Agrega que el sueño no le hace pensar en nada. Yo podría interpretarlo al menos respecto de algunos significados que me parecen evidentes (la separación, la desesperación que ha experimentado, el reencuentro), pero encuentro que esto
1. Murrine: pequeños y coloridos mozaicos venecianos que se usan como diminutas joyas: colgantes,
aros, etcétera. [N. de la T.]
2. Carotaggio: expresión utilizada metafóricamente y que proviene del lenguaje técnico geológico. Indica
la trepanación del subsuelo con la extracción de una muestra de terreno llamado “carota” o “zanahoria”.
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sería intrusivo y decodificante, considerándola una operación “fría”, hecha sobre el relato
de un sueño y no sobre un sueño espontáneo y caliente.
Espero hasta que Rosella, luego de echar una mirada a su alrededor, me pregunta:
“¿Pintó usted esta habitación?”. Está llena de rebarbas, como si el que la pintó lo hubiera hecho “a las apuradas”. (He aquí ahora la asociación “caliente” con el sueño, asociación que es, a su vez, un derivado narrativo del pensamiento onírico de la vigilia.)
Le pregunto si le he parecido poco profesional y chapucero, y sobre todo impaciente
al ser “yo” quien le preguntara si es que había soñado. Ella responde que sí, y agrega que
en ese momento recuerda otro sueño: encontraba una persona que tenía un perro, a
quien le cuenta acerca de su perra labradora y de las travesías por las que había pasado
hasta decidir ocuparse de ella. La cachorrita había sido abandonada, golpeada, maltratada y, por lo tanto, no confiaba más en nadie, al punto que era casi imposible acercársele.
Había debido esforzarse mucho hasta poder llevarla a su casa y lograr que progresivamente llegara a confiar en ella.
Le digo que la situación me recuerda al filme Baila con lobos, y a todo el tiempo y la
atención que le había llevado al soldado hasta lograr que el lobo que había aparecido
cerca de su casa se mostrara confiado, hasta llegar a la escena conmovedora en la que
come el alimento que él le ofrece, finalmente sin experimentar ya miedo ni desconfianza.
Rosella dice a continuación: “Y no es necesario decirnos quién es la cachorrita abandonada, maltratada y que poco a poco está aprendiendo a confiar”.
En tanto que el primer sueño, “sonsacado”, remite al trabajo onírico y abre una vía
para retomar la conversación, el segundo, “espontáneo”, testimonia ya también los nuevos elementos alfa del pensamiento onírico de la vigilia que se van formando y cuya producción continúa en los derivados comprendidos tanto por mi “asociación-interpretación”
como por la respuesta de la paciente.
La silla de ruedas de Stefano: asociaciones libres y rêverie
En el caso de Stefano, un joven y talentoso abogado, un leve retraso mío en responder
al portero eléctrico y en abrir el pequeño portón que conduce a mi consultorio da lugar a
una sesión muy intensa en la que Stefano “descubre” los afectos de profunda ternura y
de preocupación que de niño sentía hacia el padre: los mismos que ha experimentado
en el breve pero significativo intervalo transcurrido entre su hacer sonar el timbre y mi
respuesta a él abriéndole el portón. La sesión finaliza ocupándonos del tema de la capacidad de Stefano para vincularse mucho a las personas aun si el tiempo transcurrido
sólo ha sido breve, tal como está ocurriendo conmigo. Una última imagen es la de la utilidad de un montacargas en el edificio donde está ubicado mi consultorio, y de cómo al
menos un ascensor sería útil si se diera el caso de que “alguno tuviese una pierna rota
o tuviera necesidad de usar una silla de ruedas”.
A pesar del buen clima emotivo imperante en la sesión, durante la cual Stefano se
emociona al descubrir los sentimientos de afecto que experimenta hacia mí, la imagen
que se me forma respecto a la “silla de ruedas” es la de Tony Perkins en el filme Psicosis.
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Naturalmente, no puedo más que reservar para mí mismo esta imagen puesto que no
tengo ningún enganche narrativo para utilizarla, aunque se trate de un personaje aparecido ya en algunas sesiones anteriores.
Antes de la sesión del día siguiente me interrogo acerca de qué actitud tomar con
Stefano acerca del cambio “liras-euros”, preguntándome si es que debo redondear el
cambio a mi favor dado que desde hace algún tiempo no he aumentado mis honorarios.
Al comienzo de la sesión siguiente Stefano dice que ha dormido muy poco, pues estuvo despierto hasta tarde: tuvo que asistir en calidad de abogado penalista a un joven
que ese mismo día había asesinado a una prostituta negra por cuestiones de dinero.
Agrega que el juez había permitido que el joven volviera a su casa dado que no existía
peligro ni de fuga ni de contaminación de pruebas: se trataba de una persona normal, casado desde hacía tres años y con un hijo pequeño, que había actuado en un estado de
“exaltación patológica”. Stefano se detiene largamente en el relato de este “caso”, en el
que se ha quedado pensando aun después de haber regresado a su propia casa, por el
temor que sentía de que a causa de un sentimiento de culpa, más que hacer mal a otros,
el joven pudiese hacerse mal a sí mismo y quizás también a su familia. Me resulta inmediato el enganche de este material con mi rêverie del día anterior relacionada con la
escena de la silla de ruedas del filme Psicosis.
En el ínterin, Stefano agrega que “cuando era niño le había despedazado el brazo a
la maestra”, y que le parecía inevitable realizar un “análisis profundo” de tal acontecimiento.
Me pregunto cómo proceder, puesto que no puedo ciertamente decirle: “Usted me
habla de una parte de sí que...”. Ello coincidiría con aquellas interpretaciones que F.
Guignard (1999) ha denominado interpretaciones-tapón, cuyo efecto es el de saturar el
sentido e impedir posteriores desarrollos narrativos.
Decido entonces dar un rodeo en torno al problema diciendo: “Me viene a la mente el
libro de Perec, La vida. Instrucciones para su uso, en el que describe un edificio donde
viven muchas personas diferentes, y en el fondo, en sólo dos días, estamos pasando de
ver el mundo de los afectos más tiernos e intensos al mundo de quien pierde la cabeza
y da muerte.
Stefano afirma conocer “el libro”. Yo continúo diciendo que es verdad lo que decíamos
hace un tiempo en cuanto a que el alma humana es un arpa con “n” número de cuerdas.
“Sí, no como la de los romanos –responde– que tenía sólo dos o tres cuerdas y a propósito, ¿cómo se llamaba?” “Lira”, respondo, y a esta altura me siento autorizado para continuar diciendo: “Entre las cuerdas podemos encontrar la del afecto y la de la ternura hacia
mí tal como sucedió ayer, pero también aquella que suena diciendo ‘sucia prostituta te
mato por todo lo que me cuestas’ y sobre la ‘silla de ruedas podemos hacer subir en el
montacargas a Tony Perkins con su ira’”.
“Creía conocerme –dice luego de un breve silencio–, pero jamás habría creído estas
cosas de mí. Sin embargo es bello (retomando una metáfora nuestra) agregar también
estas vías a nuestra ciudad.”
Esta última situación clínica permite reflexionar respecto de todo el radio de posibilidades, respecto de los modos en los cuales las mentes de analista y paciente pueden en-
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trar en contacto con “el pensamiento onírico de la vigilia” del campo: hay una escisión que
tiende a recomponerse. De uno y otro lado tenemos los “derivados narrativos” de analista y paciente, y por otra parte la rêverie del analista que testimonia un contacto sin intermediaciones con el pensamiento onírico, que debe encontrar un tejido narrativo para
poder ser puesto en palabras y compartido. El equivalente de la rêverie del analista podría
ser una rêverie del paciente (“... no sé porqué, pero me ha venido a la mente la imagen
de...”) o, en casos más raros, la proyección a lo externo de un fotograma del pensamiento onírico de la vigilia mediante la formación de un flash visual (“... sobre la pared de enfrente veo...”), que daría testimonio de un adecuado funcionamiento de su función alfa, y
al mismo tiempo un defecto en la capacidad de contención de las imágenes (constituiría
un primer escalón respecto de posibles transformaciones en alucinosis). La capacidad narrativa de las mentes de ambos encuentra un modo sin cisuras de integrar “narrativamente” la escisión, tal como bien lo ejemplifica Neri (1979, págs. 27-32) mediante el juego
de la “cuna de cordel”, el cual merece ser citado en toda su extensión:
En la situación analítica, los diversos elementos sobre los que opera el pensamiento (pensamientos, emociones, fantasías) corresponden a un “Campo” común. Como consecuencia de
ello, la transformación atañe contemporáneamente a todos los elementos: allí donde uno se modifica, se modifica el conjunto. Una imagen que da cuenta de la globalidad de la transformación
con la que opera el pensamiento de grupo es la de la “Cuna de cordel”.
El juego de la cuna de cordel se practica con un cordel de alrededor de 50 centímetros de
largo, cuyos extremos han sido precedentemente anudados. Enlazando el cordel entre los
dedos de ambas manos, puede ser compuesta una primera figura. El jugador que le sigue (habitualmente se juega de a dos, pero puede jugarse también con más de dos jugadores) utiliza
el mismo cordel recogiéndolo del jugador precedente y, según el modo en que realiza tal operación, aporta modificaciones al entrelazado que le ha sido pasado por este último.
De lo planteado deriva un conjunto de reflexiones respecto de las asociaciones libres.
Como ya he dicho, éstas no serían tan libres como podría parecer. Por lo tanto, en mi dialecto considero a las asociaciones libres del paciente como derivados narrativos de su
pensamiento onírico de la vigilia que presentan diversas gradientes de distorsiones y enmascaramientos de estos últimos.
Una joven y dotada analista realiza una compleja interpretación a una paciente. Ésta
“responde” a la interpretación diciendo que la noche anterior había pensado en ir a la pizzería con amigos y, en cambio, ellos habían insistido en ir a un restaurante de lujo, donde,
además, servían porciones que la asustaban; luego, al pagar la cuenta, se había sentido
desorientada. En otro momento de la misma sesión la analista recoge en primer término
lo que ha dicho la paciente y luego la emoción prevalente de la comunicación. Por último
la propone en la transferencia.
La paciente “responde” relatando el modo en que un tío se conmovió hasta las lágrimas al volver a encontrarse en su casa luego de un largo período de ausencia. En otro
momento de la sesión la paciente dice sentir que, para su novio, ella sólo está cuando él
“la ve o le habla por teléfono”. Estas breves viñetas de la sesión se prestan para poder subrayar cómo es sólo el paciente –si él es escuchado– quien nos dice continuamente el
modo en que debemos hablarle para allegarnos a él. En el primer caso, lo que la paciente dice después de la interpretación de la analista, y que no casualmente he llamado “resREV. DE PSICOANÁLISIS, LXI, 3, 2004, págs. 769-780
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puesta”, señala cómo la expectativa de una comida simple compartida con amigos (la
pizza) fue frustrada, y cómo ha sentido que la interpretación había sido “demasiada” y demasiado compleja, al punto de resultarle molesta. En este caso, la interpretación no ha
constituido un factor de crecimiento o de transformación.
En el segundo caso, en cambio, la “respuesta” a la interpretación expresa el sentimiento de reencontrarse en casa, comprendida, escuchada. El tercer ejemplo nos dice
qué es lo que por ahora debe “pasar” a través de la interpretación: “ser vista y serle allegada”.
Para finalizar, creo que el trabajo que realizamos cotidianamente mediante las transformaciones narrativas (Corrao, 1991), que son por su propia naturaleza inestables y reversibles, ofrece la posibilidad no sólo de expansión de los contenidos pensables (desarrollo de contenido), sino que también enriquece los instrumentos mismos del pensar (desarrollo del continente), permitiendo además el progresivo precipitar de las microtransformaciones del hic et nunc en transformaciones estables e irreversibles del mundo interno
(transformaciones de los objetos internos) y en reescrituras de la historia (novela familiar).
(Traducción de Estela L. Bichi)
Resumen
Inspirándose en las conceptualizaciones sobre el funcionamiento mental postuladas por Bion, el autor
considera las asociaciones libres como un “derivado narrativo” del pensamiento onírico de la vigilia,
y las rêveries como un momento de acceso directo a las imágenes de tal pensamiento onírico. El material clínico presentado pone en evidencia cómo tales “derivados narrativos” pueden ser utilizados
por el analista como señalamientos que el paciente provee continuamente acerca de su propio funcionamiento mental dentro del campo analítico. Señalamientos que permiten al analista modular la
propia actividad interpretativa de modo que ésta opere como un factor de transformación y no de persecución.
DESCRIPTORES: ASOCIACIÓN LIBRE / REVERIE / PENSAMIENTO ONÍRICO / INTERPRETACIÓN / FUNCIÓN ALFA / IMAGEN
Summary
FREE ASSOCIATION AND DREAM THOUGHT IN WAKING LIFE
Taking inspiration from Bion’s conceptualisation of mental functioning, the Author considers free association as “a narrative derivative” of dream thoughts in the waking state, and reveries as a moment of direct access to images of these dream thoughts. Clinical material is used to underline how
such “narrative derivatives” can be used by the analyst as indications continually provided by the
patient about his/her own mental functioning. These indications allow the analyst to modulate
his/her own interpretation activity so that it become a factor in transformation and not of persecution.
KEYWORDS: FREE ASSOCIATION / REVERIE / DREAM THOUGHT / INTERPRETATION / ALPHA FUNCTION / IMAGE
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