PALEOESTOMATOLOGÍA ACCIDENTAL: MARCAS Y HUELLAS EN

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VII Congreso Nacional de Paleopatología
PALEOESTOMATOLOGÍA ACCIDENTAL: MARCAS Y HUELLAS EN LOS DIENTES
ACCIDENTAL PALEOSTOMATOLOGY: MARKS AND TRACKS IN THE TEETH
Trancho Gayo, GJ.1; Prieto Carrero, JL.2
1
Departamento de Zoología y Antropología Física. Facultad de Biología. Universidad Complutense. Madrid 28040
e-mail: [email protected]
2
Instituto Anatómico Forense de Madrid- Ciudad Universitaria. Madrid 28040
RESUMEN
En este trabajo presentamos una serie de reflexiones sobre aspectos metodológicos relacionados con las
lesiones accidentales que pueden sufrir los dientes y que provocan cambios en la morfología de la corona.
Específicamente se analizan algunas modificaciones estructurales asociadas con actividades como dieta,
bruxismo, traumatismos orales, hábitos higiénicos y piercing perioral.
Palabras clave: Dentición, Lesiones accidentales, Bruxismo, Trauma dental, Piercing perioral.
SUMMARY
In this work we presented a series of reflections on methodologic aspects related to the accidental injuries
that can undergo the teeth and that cause morphological changes in the dental crown. Some associate
structural modifications with activities like diet, oral bruxism, traumatic injuries, hygienic habits and piercing are
specifically analyzed.
Key words: Teeth. Accidental injuries. Bruxism. Dental traumatism. Perioral piercing.
INTRODUCCIÓN
La morfología inicial de las piezas dentarias viene determinada por la composición genética del individuo.
Los genes son responsables de establecer forma, tamaño, color, calidad del esmalte, etc. Pero los
dientes, al igual que el resto de estructuras esqueléticas, están sometidos a distintas condiciones
medioambientales que pueden alterar su apariencia. Las piezas dentales sufren modificaciones
estructurales por causas intencionales y no intencionales (Alt y Pichler 1998). Las primeras pueden
considerarse voluntarias ya que el individuo modifica de forma consciente la morfología de la corona (caso
de la cirugía reparadora o la mutilación dental). Las segundas aparecen
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Grupos de Trabajo
de forma involuntaria o accidental, asociadas bien a actividades vinculadas con la dieta (atrición,
microdesgaste), fenómenos parafuncionales (abrasión, bruxismo), actividades ocupacionales (uso de los
dientes como herramienta), traumatismos (fracturas y luxaciones) o hábitos higiénicos y culturales
(palillos, pipa de fumador, piercing) entre otros. El presente trabajo intenta llamar la atención sobre
algunos aspectos relacionados con las lesiones accidentales, continuando así análisis previos relativos
a las lesiones intencionales del diente (Trancho y Robledo 2002) y no tiene en cuenta, en ese contexto,
las modificaciones producidas por la caries.
Dieta y Parafunción
Tres son los aspectos que podemos incluir en este apartado: atrición, abrasión y erosión dental. La
masticación del alimento provoca la atrición del esmalte, la aparición de facetas de contacto
interproximal y el desarrollo de microestrías.
El desgaste mecánico de la superficie de la corona depende de factores genéticos, de la composición de
los nutrientes y del tiempo de utilización de las piezas dentarias, por lo que su análisis ofrece
información sobre la edad del individuo en cualquier especie (Baker 1959; Molnar 1963; Scout 1979;
Brothwell 1987 y Smith 1984). Su análisis, aporta además datos culturales esenciales sobre el patrón
alimenticio y el aprovechamiento del entorno. En realidad, cuando el diente emerge en la cavidad oral y
comienza a ser funcional también se inicia el desgaste macroscópico del ápice de sus cúspides, la
posterior aparición de islas de dentina y la paulatina disminución de la altura de la corona (Smith 1984).
Obviamente, a nivel microscópico también se desarrollan alteraciones en el esmalte (Puech 1979,
Puech 1986). Las partículas abrasivas contenidas en el propio alimento rozan dicho tejido produciendo
microestrías cuyo patrón (número, longitud, anchura, profundidad, orientación, etc.) varía en función del
tipo, tamaño, adherencia y concentración del nutriente, dependiendo de la zona, presión y dureza del
esmalte dental (Teaford 1991; Hillson 1996; Pérez-Pérez 1999) (Fig. 1).
La utilización de técnicas de microscopía electrónica para estimar el patrón de microestriación dental
permitió establecer, a mediados de los años 80, el distinto tipo de dieta de Australophitecus africanus y
Paranthropus robustas (Grine 1984,1986). Desde entonces son numerosos los análisis de paleodieta
basados en dicha técnica no destructiva aplicados a poblaciones humanas del pasado (ver revisión en
Trancho y Robledo 2002).
La abrasión es consecuencia del desgaste no alimenticio; de entre las diversas causas que la originan
destacaremos en estas líneas al bruxismo. Su denominación procede del griego brychein: apretamiento
dentario. Se trata de un síndrome parafuncional que puede ocurrir de manera inconsciente y espontánea
de día (bruxomanía) o de noche (bruxismo) y que consiste en apretar o rechinar los dientes al margen
de los movimientos funcionales de la masticación y deglución (Shatkin 1992). El apretamiento se define
como una oclusión intensa e inútil en posición estática de ambos maxilares. El rechinamiento se refiere
a la oclusión intensa pero con una relación dinámica, con movimientos no funcionales persistentes o
repetidos.
Existen, por tanto, dos tipos de bruxismo: el denominado céntrico (llamado también clenching) típico de
los apretadores, preferentemente diurno, con áreas de desgaste limitadas a la cara oclusal, menor
desgaste dentario -que interesa especialmente a los dientes anteriores - pero con mayor afectación
muscular y el tipo excéntrico característico de los frotadores, generalmente nocturno, en el que las áreas
de fricción sobrepasan la cara oclusal produciendo un gran desgaste pero con una menor afectación
muscular.
La mayoría de los autores consideran al bruxismo como una manifestación de hiperactividad muscular
masticatoria sin significado funcional ya que no sirve para triturar el alimento. Los datos epidemiológicos
demuestran que la prevalencia en poblaciones actuales de Estados Unidos varía entre el 50% y el 85%
de los individuos analizados, aunque sólo entre el 5% y el 20% se reconocen a sí mismos como
bruxadores (Thompson 1994). La máxima prevalencia aparece hacia los 35-40 años, siendo la
afectación diurna más frecuente en los varones y la nocturna en las mujeres (Glaros 1981), si bien éstas
presentan la alteración con una frecuencia cuatro veces mayor. En realidad todos bruxamos, pero no
todos sufrimos de bruxismo. Para diagnosticarnos como bruxadores debe tratarse de un hábito
frecuente, persistente, intenso y que se produzca durante largos períodos.
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VII Congreso Nacional de Paleopatología
En la actualidad se proponen esencialmente tres posibles agentes etiológicos: razones oclusales,
psicológicas y neurofisiológicas (Ripollés 2002). Se ha sugerido que un contacto anómalo entre los
dientes de arcadas opuestas sería un factor predisponente, pero hoy se considera que estrés,
personalidad (depresión), factores del SNC, tipo de dentadura y posición durante el sueño podrían ser
causas desencadenantes de este comportamiento patológico (Miguel 1992; Klineberg 1994;
Fernández-Pérez 1995a y 1995b; Kieser 1998). En los últimos años se ha demostrado la
participación de mecanismos fisiológicos dopaminérgicos en la génesis de movimientos esterotipados,
caso de las disquinesias orales. Estos datos sugieren que la hiperactividad de los músculos de la
masticación se originaría a partir de una preponderancia del sistema dopaminérgico y una hipofunción
de los circuitos colinérgicos y GABA.
Si es tan frecuente ¿por qué no aparece en las publicaciones de Paleopatología?. Probablemente
porque no lo buscamos en nuestros análisis en el laboratorio. ¿Qué signos debemos buscar?. La Tabla I
muestra un conjunto de signos y síntomas que podemos detectar en aquellos individuos aquejados de
bruxismo. Los síntomas aparecen a distintos niveles: dentario, alveolar, muscular y articular (Rodríguez
1998). Obviamente algunos de ellos sólo pueden observarse en el individuo vivo mientras que otros se
presentan en material arqueológico; para diferenciarlos, éstos últimos se representan en cursiva.
BRUXISMO
Nivel dentario
Facetas de desgaste
Fracturas coronales
Erosiones cervicales
Malposición dentaria
Hipercementosis
Nivel alveolar
Nivel muscular
Dolor facial
Destrucción de soporte
Fatiga muscular
Abscesos periapicales
Contractura de
Torus linguales o
palatinos
cuello
Fuerzas oclusales
anómalas
Mialgia en cervicales
Hipertrofia de
Oclusión traumática
masetero
Nivel articular
Alteración ATM
Ruidos articulares
Reducción de
movimientos
Desviación
mandibular
Hipersensibilidad
pulpar
Pulpitis y
calcificaciones
Tabla I: Síntomas y signos de bruxismo en restos esqueléticos (cursiva) y en el individuo vivo
Otro proceso involuntario que afecta a la morfología de las piezas dentarias es la erosión dental.
Consiste en la pérdida irreversible de los tejidos duros mediante procesos químicos en los que no
intervienen las bacterias. Se produce como consecuencia de la disolución mineral del diente cuando se
pone en contacto con productos ácidos intrínsecos (reflujo intestinal, vómitos) o extrínsecos (bebidas o
comidas). Son factores de riesgo añadido la ingesta de cítricos, vinagre, zumos de frutas, bebidas no
alcohólicas o isotónicas y la secreción salivar disminuida (menos de 0.1 ml/min).
En general, cuando se analiza la presencia de erosión en el cuello del diente se considera muy probable
la ingesta de cítricos; sin embargo, debe señalarse que no son éstos los únicos responsables
alimenticios con un bajo pH. La Tabla II recoge el rango de pH de diferentes nutrientes, frutas, bebidas,
condimentos u otros, en los que se muestran niveles claramente ácidos y por tanto potencialmente
responsables de las alteraciones indicadas.
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Grupos de Trabajo
Frutas
PH
Frutas
pH
Albaricoque
3.5-4.0
Limones y Limas
1.8-2.4
Arándanos
2.3
Manzanas
2.9 - 3.5
Cerezas
Frambuesa
3.2 - 4.7
2.9-3.7
Melocotones
Naranjas
3.5 - 4.0
2.8 - 4.0
Fresa
3.0 - 4.2
Pera
3.4-4.7
Bebidas
PH
Bebidas
PH
Café
2.3-3.3
Sidra
2.9 - 3.3
Cerveza
4.0 - 5.0
Té negro
4.2
CocaCola
2.7
Vino
2.3 - 3.8
Pepsi
2.7
Zumos de fruta
2.9 - 3.4
Condimentos
PH
Condimentos
PH
Ketchup
3.7
Mostaza
3.6
Mayonesa
3.8-4.0
Vinagre
2.4-3.4
Otros
PH
Otros
pH
Encurtidos
2.5 - 3.0
Yogourt
3.8 - 4.2
Jalea de frutas
3.0-4.0
Vegetales fermentados
3.9-5.1
Tabla II: Niveles y rango de pH en diferentes nutrientes
En países occidentales avanzados, el 8% de los adolescentes presentan exposición de dentina por erosión
en el primer molar definitivo y en la superficie lingual de la dentición superior; aproximadamente un 2% lo
hace en los incisivos. ¿Cuál es la prevalencia en poblaciones históricas o prehistóricas de la Península
Ibérica?. Sencillamente lo ignoramos; no conocemos publicaciones sobre estos aspectos en series
arqueológicas. Nadie parece haberlas observado o al menos nadie las ha identificado y ha dado a conocer su
presencia. Estas líneas son una llamada de atención, una propuesta de análisis, esperamos que en los
próximos años conozcamos más sobre este interesante aspecto cultural y sobre sus implicaciones en la
dieta o comportamiento alimenticio.
Traumatismos y fracturas
Otra alteración que provoca modificaciones en los tejidos dentarios son las lesiones traumáticas. Su carácter
puede ser agudo o crónico, su origen interno o externo, incluso llevarse a cabo por diferentes razones: con
una finalidad cultural, terapéutica, intencional o fortuita. Obviamente las fracturas están influenciadas por
factores como el comportamiento, biología y medio ambiente. Siefkin (1995) sugiere diversos agentes
causales: consumo de alimentos duros, fabricación y utilización de herramientas, enfrentamientos
interpersonales, golpes o caídas accidentales, etc.
Los varones sufren más lesiones que el sexo femenino, y las edades más afectadas corresponden a la
adolescencia (11-15 años). Los incisivos centrales superiores temporales y permanentes son los dientes más
afectados. Este tipo de lesiones interesa al 20-25% de la población actual (Andreasen 1984); sin embargo,
son marcadamente escasas las referencias a su prevalencia en poblaciones del pasado si las comparamos
con las dedicadas a otros traumatismos óseos (García-Ballesta 2003). ¿Qué significa este dato?. Creemos
evidente que pasamos por alto su análisis. Pudiera aducirse que tanto el mal estado de conservación de los
restos, como la pérdida postmortem preferencial de las piezas uniradiculares (las más propensas a sufrir
lesiones traumáticas) son responsables de la falta de información. Sin embargo, debe aceptarse que muy
probablemente nuestras observaciones simplemente no se realizan porque no
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VII Congreso Nacional de Paleopatología
buscamos dicho indicador paleopatológico y por ello la frecuencia registrada es una subestima de la real.
Un caso paralelo y aparentemente sencillo sería determinar la prevalencia de fracturas del esmalte en forma
de pérdida de pequeñas lascas (chipping), lesión relativamente frecuente en poblaciones antiguas debido a
la utilización de la boca como tercera mano.
Como problema añadido señalaremos la necesidad de definir criterios metodológicos que pudieran ser
consensuados y utilizados por el mayor número de investigadores interesados en estos aspectos.
Afortunadamente, una reciente revisión (Prieto 1999) proponía pautas de clasificación y un nuevo
protocolo mediante el que se lograba registrar tanto las lesiones que afectan al diente como aquellas que
interesan al tejido óseo adyacente, facilitando al mismo tiempo su aplicación a la dentición temporal y
permanente.
Hábitos higiénicos y culturales
Ciertas actividades profesionales y algunos hábitos culturales pueden llegar a ser responsables de
alteraciones accidentales de la corona dental. Pensemos en pautas de comportamiento repetido de
profesionales como costureros, peluqueros, cesteros, zapateros, músicos u oficinistas. Estas personas suelen
introducir entre los dientes instrumentos duros como alfileres, agujas, orquillas, fibras vegetales, clavos,
embocaduras de instrumentos de viento, lapiceros o clips. Algo similar ocurre con respecto al uso de
elementos de higiene como los cepillos y palillos de dientes o las alteraciones producidas por hábitos como
la utilización de pipas de fumador, piedras para inducir la salivación (pastores), palitos, cuchillos y piercing.
Cada uno de estos elementos pueden llegar a producir modificaciones características lo que permite
asociar pautas de comportamiento específico al individuo que las presenta. Sirvan aquí como ejemplo las
huellas de utilización de palillos de dientes o las marcas de cuchillos de sílex en Atapuerca y la alteración del
borde incisal en el caso de la utilización de pipas de fumador (Fig. 2).
•.
Finalmente, dada su aparente "modernidad" nos referiremos al piercing. El término proviene del inglés to pierce
(perforar) y corresponde a la práctica de agujerear diferentes partes del cuerpo con el objetivo de colocar
objetos de adorno. En realidad, se trata de una práctica muy extendida; se conoce su utilización, referida a la
perforación auricular o nasal, en numerosos grupos humanos de los cinco continentes. Existen referencias
de su uso en época prehispánica en el continente americano, especialmente en jíbaros y otros pobladores
amazónicos; pero hoy también se conoce como práctica muy antigua entre los egipcios, pigmeos Aka y
Masai africanos. A mediados de los años sesenta, como consecuencia del movimiento Punk, se extendió en
el mundo occidental la práctica de perforar diversas zonas corporales: cejas, nariz, labios, lengua, pezones,
ombligo, pene y vulva. En el siglo XXI puede afirmarse que este tipo de decoración corporal se produce en
cualquier zona del cuerpo, sin ningún tipo de restricciones. Evidentemente ha perdido su sentido original; el
piercing se utilizaba como método de identificación de grupo, para diferenciar castas y/o jerarquías sociales.
En la actualidad, en la sociedad occidental, está más relacionado con aspectos de moda, belleza y sexo.
Puesto que este trabajo tiene como centro de análisis las estructuras dentales nos referiremos aquí a los
piercing orales o periorales exclusivamente. Suelen colocarse en el labio superior, inferior, lengua o frenillos
y presentan un período de cicatrización que normalmente varía entre uno y cuatro meses, dependiendo del
individuo. Las complicaciones de la herida habituales son las infecciones locales, tengan un origen
bacteriano o viral, pero mucho más importantes suelen ser las lesionas traumáticas o las erosiones en las
piezas dentarias en la zona de contacto con el objeto extraño y las alteraciones del borde gingival. En el vivo
se aprecia edema, trauma gingival, modificación de la masticación, sensibilización a las aleaciones,
endocarditis y obstrucción de las vías aéreas (Wise 1999). A nivel paleopatológico suele detectarse abrasión
de la superficie dental, fracturas del esmalte y modificaciones traumáticas severas del borde alveolar (Fig. 3).
Nuestra experiencia profesional demuestra que no es muy frecuente observar lesiones como las que
aparecen en la Figura 3. Sin embargo, en poblaciones antiguas y actuales del Norte de África o del
continente sudamericano se producen este tipo de alteraciones con relativa frecuencia. Las
modificaciones son consecuencia de la utilización de objetos culturales en madera, marfil, hueso o
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Grupos de Trabajo
piedra, cuya morfología es similar a los actuales piercing labiales y que en Hispanoamérica de conocen con el
nombre de tembetá. Obvio resulta señalar que en estos casos, sólo una adecuada información arqueológica
facilitaría la correcta interpretación paleopatológica de la lesión observada.
Sirvan los ejemplos expuestos en este texto de motivo de reflexión sobre aspectos puntuales
relacionados con la modificación morfológica de las piezas dentarias. En nuestra opinión, su análisis
permitiría entender pautas de conducta social y económica que de otra forma podrían pasar
desapercibidas aún a pesar del detallado estudio de los restos humanos. Creemos que en nuestro afán por
reconstruir la forma de vida de las poblaciones del pasado no debemos olvidar el análisis de indicadores
paleopatológicos como los aquí indicados.
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Grupos de Trabajo
Índice de Figuras
Figura 1.- Microestriación dental.
Figura 2.- Alteración por uso de pipa de fumador (Modificado
del original).
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Figuras 3 y 4.- Alteraciones del borde alveolar y distintos piercing
labiales prehispánicos sudamericanos.
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