EL OBSTINADO EMBATE CONTRA LA RESERVA FORESTAL THOMAS VAN DER HAMMEN Rubén D. Utria1 1. ANTECEDENTES: En ejercicio de sus funciones constitucionales y legales La Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) y con el fin de estabilizar, interconectar y preservar la unidad funcional de los ecosistemas hídricos de los cerros Orientales del norte de la Capital y del Río Bogotá, la Corporación Ambiental de Cundinamarca (CAR) estableció en 2004 el área de Reserva Forestal Productiva y de Protección Ecológica en el Borde Norte de la Capital. Esta Reserva cumple, además, la importante función de garantizar el área de reserva y protección ecológica entre Bogotá y Chía, necesaria para impedir la conurbación desordenada y antiecológica entre el Distrito y el municipio de Chía, que requiere la planificación regional metropolitana. En su proyecto de Plan de Ordenamiento Territorial (POT) 1998-2000 la Administración Distrital y su Alcalde (entonces el Dr. Enrique Peñalosa) incluyó la urbanización de buena parte de la citada Reserva. En el trámite oficial de coordinación con la CAR, esta Corporación (en cumplimiento de sus funciones y con base en estudios propios y la asesoría técnica de expertos)2 objetó la inclusión de la urbanización propuesta, motivo por el cual el citado alcalde apeló esta decisión ante el Ministerio del Ambiente en su carácter de instancia superior en este caso. Para atender esta apelación el Minambiente nombró un panel de expertos urbanistas y ambientalistas,3 quienes después de varios meses de estudio del tema respaldaron la posición de la CAR. Esta recomendación fue adoptada por el Ministerio y debidamente notificada al Alcalde Distrital. No conforme con estos fallos de confirmación de la vigencia de la citada Reserva ecológica, el alcalde apeló al Consejo de Estado, alta Corte que respaldó la objeción de la CAR en reconocimiento del valor ecológico de la citada Reserva y también le ordenó a ésta Corporación precisar sus límites, reglamentar su funcionamiento y establecer el correspondiente Plan de Manejo de dicha Reserva. Este mandato fue debidamente cumplido por dicha corporación en 2014 y al mismo tiempo la denominó Reserva Forestal Productora Thomas Van der Hammen, en reconocimiento de la importante contribución científica y profesional de este profesor en el estudio del ecosistema de la Sabana de Bogotá y otros del país. En esta forma el litigio entre la CAR y la Administración Distrital quedó resuelto y con el fallo del Consejo de Estado pasó definitivamente a constituir “materia juzgada”. 2. EL OBSTINADO CONFLICTO Ahora, como hace 16 años, el mismo Alcalde Distrital vuelve a insistir obstinadamente en su propósito de urbanizar este ecosistema con su previamente rechazado proyecto de “Ciudad Norte”, incluyéndolo en su proyecto de Plan de Ordenamiento Territorial (POT) próximo a ser presentado al Concejo Distrital para su aprobación. En esta ocasión el argumento jurídico esgrimido por el alcalde parece ser que la CAR tiene en la actualidad una Junta Directiva con nuevos miembros y, por tanto, la creación de la Reserva puede ser reversada. 1 Asesor Internacional en Planificación del Desarrollo Regional y Urbano. Entre éstos actuaron el Profesor Thomas Van der Hammen y el suscrito planificador Rubén D. Utria. 3 Integraron este panel los siguientes expertos: Jorge Acevedo, Eduardo Aldana, Julio Carrizosa, Mauricio Correal, Luis Mauricio Cuervo, Raúl Jaramillo, Manuel Rodríguez, Rogelio Salmona, Germán Samper, Thomas Van der Hammen y Gerardo Ardila, quienes concluyeron que la zona norte debía recuperarse y conservarse debido a su riqueza ecológica y paisajística. 2 1 Este obsesivo embate anti-ambientalista carece de fundamentos legales, urbanísticos, ecológicos y económicos. En efecto, constituye un abierto desafío a los procedimientos y fallos de las instituciones establecidas por la ley para definir casos como éste. Tampoco lo es apelar al relevo de la Junta Directiva de la CAR porque esto sería prejuzgar sobre la decisión que pueda tomar dicha Junta o, quizás, suponer que sus miembros podrían ser manipulados para echar atrás la Resolución que estableció la Reserva. Si este es el argumento jurídico para la insistencia, esto podría resultar ofensivo para la honorabilidad de dichos nuevos miembros. Al respecto de esta extraña insistencia del alcalde de Bogotá, deberían ser tenidos en cuenta como antecedentes los recientes fallos de protección de los páramos y de los ecosistemas afectados por la explotación minera. Asimismo, el fallo reciente de la Corte Suprema de Justicia en el sonado caso de los manglares de Cartagena, que ampara estos ecosistemas de interés ambiental como bienes de uso público y de valor ecológico que deben ser protegidos. Esta actitud de las altas Cortes confirma y hace valer la Constitución Nacional en sus artículos 8, 58, 79, 80 y 313 y el conjunto de leyes vigentes sobre esta materia y, por tanto, puede considerarse fuera de lugar cualquier empeño obsesivo de urbanización de ecosistemas protegidos, como es el caso de la citada Reserva Thomas Van der Hammen de Bogotá. No tiene seriedad profesional alegar que hay que urbanizar porque en la Reserva “hay solo unas vacas” y “algunos predios son propiedad de particulares”. Por otra parte, carece de toda compostura profesional y de gestión administrativa desconocer el dictamen científico-técnico del respetable Panel de Expertos citados, amén de la opinión técnica de numerosos profesionales del urbanismo y el ambientalismo, quienes han expresado su rechazo a este intento, tanto hace 16 años como en el presente. Al respecto adquiere mucho valor la reciente posición de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales sobre la conveniencia y la necesidad de conservar y respetar esta estratégica Reserva ecológica. No tiene justificación urbanística ni de manejo estratégico del desarrollo urbano y metropolitano alegar que “Bogotá se ha quedado sin tierras para urbanizar”. Esto significa que la Capital está condenada a continuar su expansión horizontal antiecológica, antiurbanística y antieconómica para favorecer la especulación de tierras periurbanas y suburbanas, a pesar de que existen soluciones más eficientes, como la planificación regional metropolitana de la Sabana y el aumento estratégico de la densidad urbana de la Capital. No pensar en otras alternativas significa continuar aumentando aun más las distancias intraurbanas, particularmente cuando Bogotá carece de suficientes vías matrices y de un sistema eficiente de transporte público, cuya solución ha venido siendo aplazada inexplicablemente desde hace más de 40 años. No se puede acabar con esta Reserva Ecológica con el argumento de que el Distrito carece de tierras disponibles. En Bogotá hay amplia disponibilidad de tierras para construcción de viviendas para la población actual y futura, si se tiene en cuenta que alrededor del 30% de sus asentamientos están constituidos por áreas deterioradas, desvalorizadas, sin protección antisísmica y algunas necrosadas, que requieren renovación urbanística. La ciudad está en mora de ser renovada y densificada en el centro, el centro-sur, el Sur y el Occidente. Como se sabe, en su conjunto el área urbana ha sido ocupada tradicionalmente en forma espontánea e irregular. Esta situación es insostenible y sigue esperando un tratamiento masivo de renovación urbana. Y ésta es la prioridad en Bogotá en materia de asentamientos, que podría lograrse combinadamente con la valorización que debe generar el Metro y la ampliación de los necesarios ejes viales de superficie, si es que su construcción no quede aplazada testarudamente por otros 15 años más. Esta solución puede ser más económica, de mayor 2 impacto urbanístico y contribuiría a no seguir extendiendo las distancias urbanas y las infraestructuras y los servicios; y se hace propicia si dicha remodelación forma parte del impacto renovador urbanístico y de revalorización predial derivado de la inaplazable construcción del Metro de Bogotá. 4 Es bien sabido que este ha sido uno de los muchos impactos positivos de la implantación de un sistema integrado y multimodal de transporte público vertebrado por un metro pesado y subterráneo. 3. ALGUNAS PRECISIONES PERTINENTES Al respecto deben tenerse presentes, entre otras, las siguientes consideraciones: Esta Reserva ecológica y urbanística no constituye un patrimonio exclusivo para la Bogotá del presente sino también (y fundamentalmente) para la Bogotá del futuro y sus nuevas generaciones. Además, no constituye un tema del exclusivo interés del Distrito Capital sino de un patrimonio ecológico y territorial de toda la Sabana. Esta consideración debe estar presente en la agenda de todo gobernante responsable de la Capital y en la consciencia de todos sus ciudadanos; y debería ser tratada como un aspecto de la vida metropolitana y materia de consulta con los municipios de la Sabana. 5 La vigencia de esta Reserva permite subsanar el censurable vacío que la legislación colombiana sobre Áreas Metropolitanas dejó para el control de la conurbación incontrolada y antiecológica en ecosistemas frágiles como el de la Sabana de Bogotá. Una parte de los recursos del Programa de viviendas gratis y subsidiadas, podría destinarse a renovación urbana en vez de extender sistemáticamente las distancias urbanas de la Capital. No se puede seguir sacrificando a Bogotá con la falta de un POT que la defienda de las presiones de los especuladores de la tierra urbana, que en su afán de valorizar sus tierras periurbanas y suburbanas, le han hecho tanto daño a la ciudad conduciéndola por el camino de un desarrollo horizontal desmedido y antiecológico. Resulta inaceptable el argumento del alcalde de que el área de la Reserva “Solo tiene pastos”; y que en la Reserva ya se encuentra en marcha un proceso de urbanización avanzado. La actitud de una buena y sensata administración distrital sería paralizar la urbanización en marcha y limpiarla progresivamente de los usos inapropiados e ilegales del suelo. El tema de esta Reserva constituye un asunto serio de gran importancia para la Capital; y no se lo puede banalizar utilizando demagógicamente y con trucos de marketing publicitario (”Ciudad la Paz”) apelando irrespetuosamente al más sentido propósito de los colombianos, que es LA PAZ, para desatar un vergonzoso proceso especulativo de tierras. Finalmente, Bogotá no debiera dar mal ejemplo de desdén ecológico a las demás ciudades del país sacrificando una Reserva ecológica imprescindible, particularmente ahora que todas ellas tienen que enfrentar un nuevo urbanismo, que tendrá que ser profundamente ecológico para enfrentar los embates catastróficos del cambio climático planetario ya en marcha. (RU/15/03/16 Reserva Forestal Van der Hammen) 4 Un estudio preliminar de este tipo de soluciones permite establecer que solo con renovación urbana sobre el gran eje NQS se podrían acomodar en las áreas más deterioradas actualmente una población adicional de 2 millones de habitantes, con un rediseño de dos manzanas a cada lado y un modelo habitacional del estilo Supercuadras de Brasilia de 6-7 pisos. Véase el libro “Bogotá, una metrópolis en crisis”. Rubén D. Utria, Fundación Ciudades Mejores, Editorial Difundir. Bogotá 2011. 5 Véase Hacia un Desarrollo Regional Metropolitano Concertado y Democrático de la Sabana de Bogotá. Fundación Friederich Ebert Stiftun (Fescol). Edit. Difundir Ltda. Bogotá, 2002. 3