el trastorno mental

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EL TRASTORNO MENTAL
Por el Dr. Mariano RUIZ-FCNES, profesor dr Criniino10,qin en el Doctorado en
Dereclio.
Un libro
El doctor Enrique C. Henriquez ha publicado en La Habana un libro
fundamental, bajo el titulo Trastornos mentales transitorios y responsabilidad criminal. Lleva un prólogo de mi eminente colega Luis Jiménez de Asúa
y lo ha editado el benemérito Jesús Montero, que, con inteligente diligencia, presta constantes servicios a la difusión de obras jurídicas y criminológicas.
El libro de Henriquez, no es uno más, es uno solo. Quiero decir, un
estudio nuevo y agotador sobre un tema nuevo. Si con razón afirmaba
Hamlet que hay muchas cosas en el cielo y en la tierra que no conoce nuestra filosofía, es cierto también que cada vez se van explorando más amplios
territorios del "eterno dolor" "entre la perdida gente", de acuerdo con los
versos inmortales.
Caracteristicas
Henriquez resume en esta forma las características del trastorno
mental:
1. E s transitorio, y el sujeto es normal antes y después del suceso
patológico.
2. Es de corta duración.
3. H a de ser producido adecuadamente por una causa cualificada.
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4. H a de asumir un grado suficiente de perturbación.
5 . No ha de ser voluntario ni previsible, es decir, no existe el trastorno mental concurrentemente con el dolo, cuando se quiere el delito y se
puede cometer, ni con la culpa, no se quiere el delito, pero se puede cometer: el trastornado mental no quiere la acción del crimen ni puede prever
que la realizará.
6. El supuesto delincuente ha de obrar por una impulsión o inhibición, de carácter irresistible.
Con profunda penetración psicológica, Henríquez descompone los dementos integrantes del trastorno mental. Como la vida es más rica que la
ciencia, una casuística de los actos humanos le brinda materiales sobrados
para esta tarea de análisis. Una fina intuición, que es a la vez obra de la inteligencia y de la ciencia, le permite descifrar el mayor secreto de la Criminología, esto es, que entre el delincuente normal, que obra por estímulos
conocidos, que constituyen la dinámica psicológica de la vida cotidiana, y
el enfermo de asilo, que consuma un delito como episodio de su enfermedad,
existe un sujeto criminal que no es el normal ni el enfermo. Su vida consciente se afecta por una pausa inconsciente y en ella unos mecanismos obscuros desencadenan una conducta delictiva. Vuelve a la normalidad, pero
lleva sobre si la carga dolorosa de un crimen. H a sido protagonista de un
mal sueño, que no sólo le deja un recuerdo amargo, sino que arrastra a
su paso una víctima y una vida y, a veces, no una vida odiada, sino querida
y una víctima a la que se sentía vinculado por los lazos inás puros del
amor o de la ternura. E n la inmensa gama del homicidio existen toda clase
de conductas dramáticas. Entre ellas las que pueden resumirse en la conocida imagen de Oscar Wilde en La balada de la cárcel de Reading : "todos
matan lo que aniati". Todos no, pero algunos sí, como estos trastornados
mentales transitorios.
Evolución
L a ciencia ha separado, con exceso de pretensiones, la razón de la locura y ha pronunciado para ello un veredicto tajante. La dictomia sano-enfermo se halla henchida de matices. Al medirlos se está frecuentemente expuesto al error. La cuantía de la responsabilidad es una de las determinuciones más difíciles que pueden exigirse a la justicia humana y a sus auxiliares periciales. Los semilocos y semiresponsables de Grasset pertenecer,
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a la historia. También es historia aquella iórrnula de imputabilidad de algunos códigos penales que hablaban de la locura y de la imbecilidad o de la
dernericia, como si el cuadro de las enfermedades mentales fuera tan restringido. La detneiicia del Código penal francés era contemporánea de
Piiiel, que ya liizo bastante con librar a los locos de sus cadenas y con
destruir el birbaro prejuicio multisecular, expresado en el conocido refrán español "cl loco por la pena es cuerdo". No obstante, después de Pinrl,
y aún ahora, hay mucha gente que cree como un magistrado francés, eamoco por su inmensa limitación mental, quc "la locura se cura en la plaza
de la Gréve". E1 loco es intiinidable pero 110 es responsable. Los progresos
de la terapéutica psiquiátrica han arrebatado al conocido invento de M. Gui110th su poder de sanar. Todo esto es cierto aunque la barbarie humana siga
siendo casi unánime, con frase, corregida, de Valle-Inclán.
E1 trastorno mental traiisitorio se incorpora a las legislaciones en la
reforma de 1932 del Código penal español. Se refiere la reforma al Código
penal de 1870, de amplia boga en la Ainérica hispana, cuyas calidades
crecen con el tiempo. como las de los buenos vinos. A este Código sigue, en
España, el de 1928, con el que gana la estupidez humana una de sus batallas
más relevantes. Pertenece a la Dictadura del General Primo de Ribera, crepúsculo sombrío de la inteligencia española. Participa de las soinbras de
este crepúsculo. Tiene, sin embargo, adiriiradores y discípulos: cuantos
llevan a gusto las cadenas, aquellas cadenas a las que deseaba larga vida un
populacho enardecido por Fernando VII.
1.a República vuelve al Código de 1870 e introduce en él algunas reformas, unas de carácter politico, otras de índole técnica. Entre las Últimas figura el trastorno mental transitorio. Diferencia el caso del e~zajenado,
expresión que parrció afortunada al malogrado y gran psiquiatra Sanchis
Banús, porque caracterizaba con fortuna la enfermedad mental y favorecía
la concordia entre los médicos y los juristas, y el trastorno mental transitorio. Queda excluido aqui.1 transitorio que haya sido provocado por e1
autor "culposa o intencionalmente". Esta fórmula de Sanchis Banús fué
aceptada por la Comisión reformadora del Código. que presidía Luis Jiméncz de Asúa, con ciertas aclaraciones y reformas. El trastorno mental transitorio era una causa de inirnputabilidad y no daba lugar a la imposición de
iiledidas de seguridad. Debía considerarse la excepción de que se produjera
en un sujeto "no sólo de base psicopática, sino de índole peligrosa", como
señala Asúa. Tal circunstancia habría de dar lugar a la internación del delincuente eri u11 hospit;rl de enfermos mentales. 1.a redacción definitiva del
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precepto legal es la siguiente : ". . . el enajenado y el que se halle en situación de trastorno mental transitorio, a no ser que éste haya sido buscado
de propósito."
El propio Asúa sintetiza asi los requisitos acogidos por la jurisprudencia posterior a la reforma, para apreciar la exención de responsabilidad
del trastornado mental ininmputable:
lo Una perturbación mental de causa inmediata, evidenciable, pasajera, que termina con la curación, circunstancia esta última, que la diferencia de la enajenación mental permanente.
2Q Una base patológica probada.
39 Que anule el libre albedrío y que produzca inconsciencia, no bastando la mera ofuscación.
Una sentencia del Tribunal Supremo de España de 26 de enero de
1934, precisa el concepto de trastorno mental transitorio con justeza irreprochable: es "todo aquél de causa inmediata, necesaria y fácilmente evidenciable, de apariencia más o menos brusca, de duración, en general, no
muy extensa y que termina con la curación, sin dejar huella producida por
el choque psíquico de un agente exterior, cualquiera que sea su naturaleza".
Aunque el concepto es preciso y claro, la sentencia duplica su interpretación con esta otra fórmula, asimismo afortunada: ". . . una verdadera reacción de situación, que produce en el individuo la alteración de su mente, en
términos tales que le hacen irresponsable de los actos en aquel momento
ejecutados por el mismo." Podríamos comentar tan acertado concepto,
insistiendo en que el trastorno mental es transitorio, es decir, constituye una
situación no un estado, de duración brusca y breve, por eso es exacto llamarle reacción; se presenta como una pausa patológica entre dos estados
de normalidad y rompe la identidad personal de un individuo irresponsable
no idéntico a sí mismo en ese momento.
La eximente pasa amputada al Código de Defensa social cubano. El
articulo 35 declara inimputable en su inciso A) al enajenado y al que se
halle, al tiempo de cometer el delito, en estado de trastorno mental, aunque
fuese transitorio. Criticando este precepto, uno de los más eminentes entre
los comentaristas del Código penal cubano, Diego Vicente Tejera, elogia
la fórmula española, pero la encuentra ociosa cuando coexisten con ella
casos de inimputabilidad especiales, como la narcomania y la embriaguez.
Por ello estima infeliz la exportación del precepto.
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El episodio criminal
De Greef habla en su "Introducción a la criminología", libro notable
porque recoge experiencias del autor, que dirige como médico los servicios
de Antropología penitenciaria de la prisión de Lovaina, de la impulsión
morbosa eii el hombre normal. C n a de sus formas es la liberación de una
agresión latente. Como todas las liberaciones implica la liquidación de una
angustia. E1 hombre angustiado se encuentra en esta situación por múltiples causas: uiias fisicas y otras psiquicas. No es siempre, aunque puede
llegar a serlo en ocasiones, un enfermo mental. El capítulo más dificil de
la Criininologia, como señala el propio De Greef, no es el de los delincuentes normales, ni el de los enfern~osde asilo, es el de los criminales psi.copatológicos. Entre el homicida que reaciona cn una riña aceptada y el
epiléptico que mata en un período de remisión, entre dos accesos, hay una
gama múltiple y variada. El vanidoso es una etapa del paranoico, separado
de él por la normalidad. Todos estos matices son de dificil diagnóstico, parten de la Psicologia e invaden la Psiquiatría; pero, a veces, sin haber recorrido por completo la vía dolorosa, producen una explosión de graves
consecuencias individuales, porque arrebatan una vida; y sociales, porque
despiertan una alarma colectiva justificada.
L a impulsión morbosa del hombre normal nace, devasta y pasa. Se libera por el crimen o por el suicidio, pero en muclios casos permanece ignorada o se frustra sin consecuencias delictivas. Podemos hacernos la ilusión de que el sujeto la ha dominado, sin olvidarnos de la parte considerable que el azar juega en nuestro destino. Una de las mejores páginas de
la Criminologia moderna es la que dedica Hentig a la influencia del azar en
el delito en su reciente libro Crime, causes alid conditions (hay traducción
española, con el titulo de Crirninologia). A propósito de la liberación del
miedo, es decir, sobre el impulso morboso del miedo en una personalidad
normal, se refiere De Greef al fino estudio dc un caso que hace Stefan
Zweig, en su novela corta de este titulo. Se trata, coino es sabido, del ardid
de un cónyugue enamorado, que trata de hacer liquidar a su esposa, víctima
de un engaño adulterino, el penoso episodio. Se vale para ello de una vieja
actriz que, con la amenaza de denunciarla, llega a colocar a la infiel en tal
situación de angustia, que se decide a liquidarla por el suicidio. Interviene
a tiempo el marido generoso y le descubre la farsa. Este complejo de miedo
es el mismo que engendra el nudo de la gran novela Demián de Hesse, drama del niño atormentado o los sufrim'ientos de la protagonista de El prima
Braulio, adúltera también, aterrorizada por el chantage de una doméstica.
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Los modelos literarios abundan. Lo que preocupa al criminólogo no es el
suceso, demasiado cotidiano, sino el desenlace criminal, por fortuna restringido. No preocupa, en cambio, al jurista el problema de la responsabilidad de estos sujetos, inimputables siempre, siempre que no se trate de
aprovechados o de simuladores, especie que abunda en la dilatada fauna
criminal.
El tiempo del miedo
La historia nos da cuenta de los grandes miedos durante ciertas epidemias bélicas o en determinados periodos oscurecidos o convulsos. Bernanos ha dedicado un libro al gran miedo de los que piensan bien o bien
pensantes. E n toda crisis moral el miedo conquista sus derechos a perturbar
la mente humana. Yo vivi en Europa, y, en un observatorio de las calidades
intelectuales y geográficas de Bélgica, el gran miedo a la última guerra y
fui testigo del negocio que hacian para apaciguarlo los adivinos y los profetas de aquellos tiempos cobardes. A la guerra ha sucedido, como ha señalado uno de los mayores prestigios de la psiquiatria: Alexander, en un
buen libro, una "era criminal". E n ésta es donde los temores se agitan, los
hombres se aterran, crecen los delitos y hay quienes piensan liberarse con
la doble y siniestra terapéutica del crimen y de la locura, que brotan, como
plantas parásitas, allí donde la razón se permite unas vacaciones.
Entonces los trastornados mentales transitorios son legión y cosecha
abrumadora los llamados crímenes sin causa, es decir, con causas desconocidas para el hombre medio, pero susceptibles de ser captadas por los médicos y los criminólogos. E n épocas de crisis, de miedos colectivos e individuales, el miedo a otra guerra, el miedo a la revolución, el miedo al
desempleo, el miedo a la d s e r i a , el miedo a la tiranía, el espectro sangriento del crimen, puede convertirse en una hada perversa pero liberadora
de la angustia.
El libro de Henriquez es inactual por sus elevadas calidades científicas, actual porque ésta es la era triste de los trastornados mentales transitorios, delincuentes o no, que tratan de evadirse de un mundo lleno de agresiones para la inteligencia y la afectividad.
Alexander es partidario de elaborar un nuevo orden, pero considera
una empresa fútil intentarlo, sin preparar antes a los hombres emocionalmente. Esa preparación emocional -la pedagogía de las emociones- alcanza también a la justicia, cuya crisis es actualmente una de las más profundas que atacó jamás a una institución humana. Ya que empleamos este
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adjetivo no seria ocioso que al consignar, doloridos, el hecho impresionante
de una deshumanización, nos aplicáramos a la tarea de rehumanizarla. U n
diagnóstico tiene un valor instrumental, aparte de constituir una especulación lograda, porque orienta un tratamiento. Con razón el doctor Henriquez
señala que "el estudio de los finos mecanismos del espíritu, de la inteligencia, el sentimiento y las acciones de la persona humana, en toda su extensión y profundidad, es de los que mejor pueden asegurar el progreso,
de los que más pueden acercarnos a un ideal de cultura, de belleza, de equidad y de amor, sin el cual la vida no valdría la pena de ser vivida". De
acuerdo con estos conceptos. Sería una injusticia olvidar que el doctor
Henriquez escribe muy bien. El estilo de un expositor de las geometrías
euclidianas, sobria vestidura de un tema abstracto, no puede parangonarse
al que exigen estos problemas del "obscuro dominio", que ejerce sobre
la naturaleza humana el impulso del crimen. Abordarlos con la austera elevación del matemático o describirlos con la expresión precisa del botánico, equivaldría a despojarlos de su pobre humanidad. Para asomarse a
estas miserias es necesaria la misericordia, que no es sólo un don de la
inteligencia, sino de la sensibilidad.
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