Ciencia y tecnología: avances y retrocesos

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Ciencia y tecnología: avances y retrocesos
Este siglo ha traído nuevos descubrimientos para prolongar la vida, pero también para destruirla
CARL SAGAN
(Artículo publicado en el diario "EL PAÍS" el 19-5-96 , meses antes de su muerte.)
El siglo XX será recordado por tres grandes innovaciones: unos medios de salvar, prolongar y
mejorar la vida sin precedentes; unos medios, también sin precedentes, para destruir esas vidas
que se trata de salvaguardar, que incluyen, por primera vez el riesgo de desaparición de toda la
civilización mundial; y un conocimiento, igualmente sin precedentes, de nosotros mismos y del
universo que nos rodea. Estos tres formidables desarrollos han sido posibles por la ciencia y la
tecnología, una espada con dos filos.
Salvar, prolongar y mejorar la vida humana.
Hasta hace unos diez mil años, con la invención de la agricultura y la domesticación de animales,
la comida para consumo humano se limitaba a frutas y verduras, que crecían espontáneamente en
el medio natural, y a la caza. Pero la dispersión de los frutos naturales era tal que la Tierra no
podía alimentar más que a unos diez millones de habitantes. Por contraste, al final del siglo XX
habrá seis mil millones de habitantes, lo que quiere decir que el 99% de nosotros debemos nuestra
existencia a la tecnología agrícola y a la ciencia, que conlleva factorías, genética animal,
conductas, fertilizantes químicos, pesticidas, preservativos y nuevos sistemas de arado que se
combinan con irrigación y refrigeración en contenedores, trenes especialmente acondicionados,
almacenes y medios de conservación en los hogares. Muchos de los más espectaculares avances
en tecnología agrícola, incluyendo la revolución verde, se han conseguido en este siglo.
Mediante el saneamiento urbano y rural, agua potable y otras medidas de limpieza, la aceptación
de la teoría de los gérmenes como productores de enfermedades, los antibióticos y otros fármacos,
la biología genética y molecular, la ciencia médica ha mejorado notablemente la salud y el
bienestar de la gente en todo el mundo, pero especialmente en los países desarrollados. La viruela
ha sido erradicada a nivel mundial, la zona de la Tierra donde predomina la malaria se reduce año
tras año, y las enfermedades que yo recuerdo de mi niñez, como la tos ferina, sarampión y polio,
casi han desaparecido en nuestros días.
Entre las más importantes invenciones del siglo XX están los relativamente baratos métodos de
control de la natalidad, que, por primera vez, permiten a las mujeres mantener un control seguro en
su destino reproductivo y ayudan a la emancipación de la mitad de la especie humana. Estos
métodos permiten un marcado descenso en el peligroso incremento de la población en muchos
países sin requerir una opresiva restricción de la actividad sexual. También es cierto que la química
y la radiación que producen nuestra tecnología ha inducido enfermedades nuevas y que tienen
incidencia en la provocación del cáncer. La proliferación de cigarrillos a nivel mundial lleva a
estimar que se producen por esta causa tres millones de muertes al año, todas ellas, naturalmente,
evitables. La Organización Mundial de la Salud estima que para el año 2020 el número de estas
muertes de fumadores llegará a ser de diez millones al año.
Pero la tecnología nos ha dado mucho más de lo que nos quita. El signo más elocuente de esto
es que la expectativa de vida en Estados Unidos y Europa Occidental en 1901 era de 45 años,
mientras que hoy se aproxima a los 80, un poco más para las mujeres y un poco menos para los
hombres. La expectativa de vida es, probablemente, el más efectivo indicador individual de la
calidad de vida, porque si uno está muerto ciertamente que no lo está pasando nada bien. Dicho
esto, todavía existen mil millones de nosotros sin una alimentación adecuada, y 40.000 niños
mueren diariamente por falta de asistencia y alimentos en nuestro planeta.
Por medio de la radio, la televisión, los magnetófonos, discos compactos, teléfonos, faxes y las
redes de información por ordenadores, la tecnología ha cambiado drásticamente la cara de la
cultura popular. Ha hecho posible los pros y los contras del entretenimiento a nivel mundial, de las
corporaciones multinacionales sin lealtad a ningún país determinado o grupos afines
transnacionales y con un acceso directo a los puntos de vista políticos y religiosos de otras
culturas. Como vimos en la muy atenuada rebelión de la plaza de Tiananmen y la de la Casa
Blanca en Moscú, los faxes, teléfonos y redes de ordenadores pueden ser poderosas herramientas
para los levantamientos políticos.
La masiva introducción en el mercado en los años cuarenta de los libros de bolsillo trajo la
literatura mundial y la personalidad de los grandes pensadores pasados y presentes de la vida
cotidiana de cada ciudadano. Incluso cuando el precio de estos libros se ha incrementado
actualmente, todavía se dispone de grandes ofertas, como los clásicos de Dover Books, a un dólar
por volumen. Junto al progreso cultural, esas corrientes son las aliadas de la democracia
jeffersoniana. Sin embargo, lo que pasa por alfabetización en Norteamérica a finales de siglo XX es
un conocimiento muy rudimentario de la lengua inglesa, porque la televisión, en particular, aparta a
la masa ordinaria de la lectura de libros. En orden a la consecución de grandes audiencias, la
televisión se ha rebajado al nivel de programas de bajo relieve cultural, en vez de tratar de enseñar
e inspirar a sus telespectadores.
Desde sujetapapeles, bandas de goma, secadores de pelo, bolígrafos, lápices, ordenadores,
máquinas para dictar y copiar, batidoras eléctricas, microondas, aspiradoras, máquinas de lavar
vajillas y ropa, secadores, enorme despliegue de luces interiores y exteriores, hasta automóviles,
aviones, maquinaria de herramienta, estaciones hidroeléctricas, fábricas de producción en línea y
un masivo equipo de construcción, la tecnología de nuestro siglo ha eliminado el trabajo penoso y
ha creado más tiempo para recreo, alegrando la vida de mucha gente. También cabe apuntar en el
haber de la tecnología el fin de muchas rutinas y comportamientos que existían en 1901.
El uso de la tecnología como salvadora de vidas difiere de un país a otro. Estados Unidos, por
ejemplo, tiene el mayor índice de mortalidad infantil de los países industrializados. Hay más
jóvenes negros en la cárcel que en las escuelas. Sus estudiantes siguen una rutina de aprendizaje
con pobres resultados en ciencias generales y matemáticas, si se les compara con estudiantes de
la misma edad en otros países. La disparidad de los ingresos reales entre ricos y pobres y el
declive de la clase media ha ido aumentándose marcadamente en los últimos 15 años. La alta
tecnología industrial ha ido abandonando las tierras norteamericanas, por lo que después de liderar
el mundo en casi todos los aspectos hacia la mitad de siglo, existen al final de él signos de declive
en los Estados Unidos. La calidad del liderazgo tiene mucho que ver con esto, pero también puede
deberse a la disminución de la capacidad crítica en materia política de los ciudadanos.
Tecnología totalitaria
Los medios para hacer la guerra, para realizar matanzas en masa y para la aniquilación de pueblos
enteros han alcanzado niveles sin precedentes en el siglo XX. En 1901 no había aviones militares,
ni misiles, y la más poderosa artillería sólo podía alcanzar unas cuantas millas y matar a un puñado
de personas. En el segundo tercio del siglo se habían acumulado unas 70.000 armas nucleares.
Muchas de ellas se acoplaban en cohetes estratégicos que las lanzaban desde silos o desde
submarinos, con una autonomía capaz de alcanzar virtualmente cualquier rincón del mundo,
siendo cada cabeza nuclear suficiente para destruir por entero una gran ciudad. Hoy, estados
Unidos y la antigua Unión Soviética se encuentran en el proceso de una gran reducción del
armamento nuclear, tanto en cabezas como en sistemas de lanzamiento. Pero, aunque todos esos
tratados -que aún no están ratificados- se observan escrupulosamente, tanto Estados Unidos como
Rusia tendrán todavía poder nuclear suficiente como para destruir toda nuestra civilización y,
quizá, la especie humana. Otros formidables arsenales nucleares están en posesión del reino
Unido, Francia, China e Israel, con Pakistán, India y muchas otras naciones capaces de disponer
de armas nucleares a corto plazo.
Por añadidura, las horrendas armas químicas y biológicas están en muchas manos, y no todas
responsables, en el mundo. En un siglo agitado por el fanatismo, radicalismo ideológico y líderes
locos, esta acumulación de armas letales no se compagina bien con un plácido futuro para la
humanidad. Más de 150 millones de personas han muerto durante el presente siglo en guerras o
depuraciones bajo órdenes directas de líderes nacionales.
Nuestra tecnología ha llegado a ser tan poderosa que no solamente a propósito, sino
inadvertidamente, podemos alterar el medio ambiente en una gran escala y amenazar a muchas
especies sobre la Tierra, incluida la nuestra. Los gases contaminantes y los compuestos de
bromina atacan peligrosamente la protectora capa de ozono. La quema de combustibles fósiles
produce un calentamiento global que amenaza con adquirir peligrosas proporciones para el final
del siglo próximo. Destruimos un acre de floresta cada segundo, y con ello exterminamos cada día
la vida de muchas especies. Además, acumulamos letales residuos radiactivos y químicos que
contribuyen a la lluvia ácida, y es probable que haya otros ataques de nuestra tecnología al medio
ambiente que por ahora desconocemos y de los que, por tanto, somos ignorantes. El simple factor
es que estamos realizando experimentos sin precedentes sobre el medio ambiente con la sola
esperanza de que los problemas que causen puedan ser solventados por sí mismos, fiándonos de
la sabiduría de la naturaleza. La única nota positiva y brillante es el Protocolo de Montreal y los
subsiguientes acuerdos internacionales, en los que las naciones industrializadas se comprometen
a la reducción paulatina, hasta su desaparición, de la producción de sustancias contaminantes que
puedan atacar a la capa de ozono. Pero la reducción de las emisiones de bióxido de carbono a la
atmósfera y la solución a los problemas de la acumulación de residuos químicos y radiactivos, así
como otros del orden ambiental, han tenido un lento progreso hasta ahora, lo que lleva a
desconfiar de su pronta erradicación.
Venganzas étnicas y xenofóbicas han tenido lugar en cada continente, y se han producido
intentos de aniquilación de grupos étnicos enteros, siendo los más notables en la Alemania nazi,
pero no menos importantes en Ruanda, la antigua Yugoslavia y en muchas otras partes. A través
de la historia de la humanidad han existido tendencias similares, pero sólo el siglo XX ha dispuesto
de la tecnología necesaria para acometer las matanzas en masa. Los bombardeos estratégicos,
los misiles y la artillería de largo alcance tienen la ventaja de que los combatientes en una guerra
no han de llegar a enfrentarse cara a cara, con la agonía que esto representa en sus temores y
remordimientos. Sus conciencias no se turban porque la tecnología hace su trabajo. El
presupuesto militar mundial al final de siglo es cercano al billón de dólares, y ante esto ha de
pensarse cuántos alimentos y artículos de primera necesidad podrían comprarse para grandes
sectores de gente necesitada con tan sólo una fracción de esa cifra.
El siglo XX ha estado marcado por el colapso de monarquías e imperios y el alza de
democracias, al menos nominales, así como numerosas dictaduras ideológicas y militares. Los
nazis tenían una lista de gentes reprobables condenadas a un exterminio sistemático: judíos,
homosexuales, lesbianas, socialistas y comunistas, disminuidos físicos y mentales y personas
originarias de África (que casi no existían en Alemania). En el régimen militar pro vida de los nazis,
las mujeres estaban relegadas a kinder, küche, kirchen (niños, cocina e iglesia). Hay que imaginar
como se sentiría un buen nazi en una sociedad como la norteamericana, que domina el planeta
más que cualquier otro país, y en la que los judíos, homosexuales, disminuidos y africanos de
origen tienen todos los derechos; los socialistas son, al menos en principio, tolerados, y las mujeres
ocupan puestos de trabajo en cifras récord.
Thomas Jefferson afirmó que una democracia no era un régimen práctico si los ciudadanos no
estaban educados para ello. Por mucha protección que la gente pueda tener en la Constitución y
en las leyes, Jefferson pensaba que siempre habría una tentación en los poderosos, los ricos y los
faltos de escrúpulos de minar el ideal de un Gobierno otorgado por el pueblo y dirigido por él. El
antídoto a esto es el apoyo vigoroso a la expresión de puntos de vista, alfabetismo y cultura
generalizados, debates positivos, una común familiaridad con los pensamientos críticos y
escepticismo en los pronunciamientos de los que tienen autoridad hasta que no demuestran sus
buenas intenciones, que es, además, el eje central de los métodos científicos.
Revelaciones científicas
Cada rama de la ciencia ha experimentado espectaculares avances en el siglo XX. Los más
profundos fundamentos de la física han sido revolucionados por las teorías especial y general de la
relatividad y las nuevas leyes de la mecánica. Ha sido el siglo en el que la naturaleza de los
átomos -con protones y neutrones componiendo un núcleo central y rodeados de una nube de
electrones- se comprendió por primera vez; cuando los componentes que constituyen los protones
y neutrones fueron apreciados primeramente y cuando una multitud de exóticas partículas
elementales de corta vida se mostraron ante la administración de aceleradores de energía y rayos
cósmicos. La fisión y la fusión han hecho posible la consecución de las armas nucleares, las
centrales de energía de fisión (un avance de inciertos beneficios) y la perspectiva de centrales de
energía de fusión. La comprensión de la decadencia de la radiactividad hizo posible conocer la
edad de la Tierra (unos 4.600 millones de años) y el tiempo de origen de vida en el planeta, hace
unos 4.000 millones de años.
En geofísica se descubrieron las capas tectónicas, una especie de cinta transportadora que lleva
con sus movimientos de la vida a la muerte bajo la corteza terrestre y que se mueve a un promedio
de una pulgada al año. Las capas tectónicas son esenciales para estudiar y comprender la
naturaleza e historia de la composición y topografía del fondo de los mares. Ha emergido un nuevo
campo de geología planetaria en la que las formas externas y el interior de la Tierra pueden ser
comparadas con las de otros planetas y sus lunas, y la química de las rocas de otros mundos determinada bien remotamente o bien por traer muestras a nuestros laboratorios, logradas por las
naves espaciales o por la caída de meteoritos que ahora se reconoce pertenecen a esos mundospuede ser comparada con la composición de las rocas terrestres.
La sismología ha sondeado la estructura del interior profundo de la Tierra y ha descubierto bajo
la corteza terrestre una capa semilíquida, un centro de hierro líquido y otro sólido más abajo, todo
lo cual debe ser explicado si deseamos conocer el proceso de formación de nuestro planeta.
Algunas extinciones de vida en el pasado pueden ser comprendidas ahora ante la evidencia de
innumerables bocas volcánicas que emergían en la superficie y generaban mares de lava que
cubrían lo que hasta entonces era tierra sólida. Otras destrucciones de tierra potencialmente
habitable se debían al impacto de grandes cometas o asteroides cercanos a la Tierra que
incendiaban los cielos y cambiaban el clima. En el siglo próximo, como mucho, estaremos en
condiciones de hacer un inventarío de cometas y asteroides y ver si alguno de ellos tiene nuestro
nombre.
Un hecho de celebración científica es el descubrimiento de la naturaleza y función del ADN, la
molécula clave responsable de la herencia genética en los humanos y en la mayoría de las plantas
y animales. Hemos aprendido a leer el código genético y hemos podido realizar mapas de un buen
número de organismos en los que se detallan los genes, conociendo las funciones que tienen a su
cargo. Los expertos genéticos están en el buen camino para hacer un mapa del genoma humano,
lo que representará un acontecimiento de extraordinaria importancia, con un enorme potencial,
tanto como para lo bueno como para lo malo. El aspecto más significativo de la historia del ADN es
que el proceso fundamental de la vida puede comprenderse en términos físicos y químicos. No
parece estar implicada en el proceso una fuerza vital sobrenatural, un espíritu, un alma. Como en
neurofisiología, la mente parece ser la expresión de millones y millones de conexiones neuronales
en el cerebro más alguna química simple.
La biología molecular permite ahora comparar dos especies, gen por gen, bloque molecular por
bloque molecular, para descubrir el grado de relatividad. Estos experimentos han demostrado la
profunda similitud de todos los seres de la Tierra y han confirmado las relaciones generales
previamente encontradas en la evolución de la biología. Por ejemplo, los humanos y los
chimpancés comparten el 99,6% de sus genes activos, confirmándose así que los chimpancés son
nuestros parientes más próximos y que compartimos con ellos un reciente ancestro común.
Conducta y lenguaje
En el siglo XX, por primera vez, los investigadores han vivido con otros primates, observando
cuidadosamente sus conductas en sus hábitat naturales y descubriendo muestras de compasión,
previsión, ética, técnicas de caza, peleas de grupos, políticas, manejo de herramientas,
manufacturas, nacionalismo rudimentario y muchas otras características que, en un principio, se
creían únicas del hombre. El debate sobre la habilidad de los chimpancés sobre el lenguaje todavía
continúa bajo estudio. Pero hay un bomobo (chimpancé enano) en Atlanta llamado Kanzi que usa
con facilidad un lenguaje simbólico de varios centenares de caracteres y que es autodidacto en la
fabricación de algunas herramientas.
Muchos de los más resonantes avances en química están conectados con la biología, pero debo
resaltar uno que posee la más amplia significación: se ha comprendido la naturaleza de las
conexiones químicas, las fuerzas que, en física cuántica, determinan qué átomos están dispuestos
a unirse con otros átomos, hasta qué punto y cuál es su configuración. También se ha sabido que
la radiación aplicada en unas no inverosímiles atmósferas primitivas de la Tierra y otros planetas
genera aminoácidos y otros componentes necesarios para la vida. Se ha hallado en los tubos de
ensayo que los ácidos nucleicos y otras moléculas se reproducen por sí mismos y reproducen sus
mutaciones. Todo esto ha llevado a que se obtuviera en el siglo presente un sustancial progreso
hacia la comprensión del origen de la vida. La mayor parte de la biología puede reducirse a la
química, y la mayor parte de ésta, a la física. Esto todavía no es completamente cierto, pero el
hecho de que exista una porción de certeza es el acontecimiento más importante en los esfuerzos
por conocer la naturaleza del universo.
La física y la química, ayudadas por los más poderosos ordenadores sobre la Tierra, han tratado
de entender los problemas y características del clima y la circulación general en la atmósfera
terrestre. Estos poderosos medios se usan para evaluar las futuras consecuencias de las continuas
emisiones de CO2 y otros gases a la atmósfera. Mientras tanto , y de manera más sencilla, los
satélites meteorológicos permiten efectuar predicciones del tiempo con varios días de adelanto,
ahorrando miles de millones de dólares en pérdidas de cosechas cada año.
Al principio del siglo XX, los astrónomos estaban anclados en el fondo de un océano de aire
turbulento y desistieron de seguir buscando mundos distantes. Pero al final del siglo, los grandes
telescopios permiten otear desde la órbita de la Tierra todos los cielos, con rayos gamma, rayos X,
luz ultravioleta, rayos infrarrojos y ondas de radio.
La primera transmisión de radio de Marconi a través del océano Atlántico sucedió en 1901. Ahora
podemos mantener comunicaciones por radio con cuatro naves espaciales detrás del límite
conocido de nuestro sistema solar y escuchar las emisiones naturales de radio desde distancias de
8 a 10.000 millones de años luz, así como el llamado fondo negro de radiación, que son los
residuos radiactivos del Big Bang, la vasta explosión que comenzó la actual configuración del
universo.
Se han lanzado naves espaciales exploradoras para estudiar 70 mundos y han aterrizado en tres
de ellos. El siglo ha visto la casi mítica aventura de enviar 12 seres humanos a la Luna y traerlos
sanos y salvos, con cerca de cien quilos de rocas lunares. Naves robot han confirmado que Venus,
debido a un masivo efecto de invernadero, tiene en su superficie una temperatura de casi 900
grados Fahrenheit; que hace 4.000 millones de años, Marte tenía un clima parecido a la Tierra; que
moléculas orgánicas caen sobre la luna de Saturno, Titán, como un maná del cielo, y que los
cometas están hechos de al menos un cuarto de materia orgánica.
Una vasta galaxia
Cuatro de nuestras naves espaciales están todavía en camino de las estrellas. Se han descubierto
recientemente otros planetas alrededor de éstas. Se ha revelado que nuestro Sol está en un
extremo remoto de una vasta galaxia compuesta por unos 400.000 millones de otros soles. Al
comienzo del siglo se creía que la única galaxia era la Vía Láctea, y ahora que pueden existir
100.000 millones de otras, rotando una sobre otra porque son los remanentes del Big Bang. Se
han descubierto exóticos habitantes del zoológico cósmico, que no podían ser ni soñados, incluso
al final del siglo, como púlsares o agujeros negros, cuya observación a distancia puede
desentrañar los misterios de las más complicadas preguntas que se hacen los humanos acerca del
origen, la naturaleza y futuro del entero universo.
Quizá el subproducto más impactante de la revolución científica ha sido hacer tambalear muchas
de nuestras más queridas y arraigadas creencias. El cuidado proscenio antropocéntrico de
nuestros antepasados ha sido reemplazado por un universo frío, inmenso, indiferente, en el que los
humanos están relegados a la oscuridad. Pero yo puedo ver en todo el proceso el surgimiento en
nuestras conciencias de un universo de una magnificencia, de un elegantemente intrincado orden,
más allá de todo lo que nuestros antepasados podían imaginar. Y si se entiende el universo como
un simple conjunto de leyes naturales, los que creen en Dios pueden atribuir esas maravillosas
leyes a una razón divina que preside toda la naturaleza. Mi propio punto de vista es que es mucho
mejor entender el universo como realmente es que pretender el universo que nosotros deseamos
que sea.
El que nosotros adquiramos la suficiente comprensión y sabiduría para entender las revelaciones
científicas del siglo XX habrá de ser el mayor desafío del siglo XXI.
Sagan, científico e intelectual
EL PAÍS
El astrónomo y divulgador científico estadounidense Carl Sagan nació en Nueva York el 9 de
noviembre de 1934 en el seno de una familia de origen ruso. La temprana lectura de los relatos de
ciencia-ficción de E.R Burroughs y de Isaac Asimov contribuyó a despertar el interés de Carl Sagan
por otros mundos. Tras doctorarse en Astronomía y en Física por la Universidad de Chicago,
alcanzó muy pronto reputación científica por sus investigaciones sobre Venus y Marte. Su teoría
sobre la elevada temperatura de Venus, planteada cuando aún era muy joven, fue confirmada
posteriormente por las naves espaciales soviéticas. Ha enseñado astronomía en Harvard, Berkley
y en la Universidad neoyorquina de Cornell y ha colaborado en los proyectos tecnológicos que
hicieron posible que el hombre llegara al espacio en los años setenta. Pero la pasión prioritaria de
Sagan es la exobiología, nombre con que designa la investigación científica de formas de vida
extraterrestre, debido a su firme creencia de que el hombre no es el único ser racional que habita
en cosmos.
Su entusiasmo por la razón y la ciencia y su necesidad de comunicar sin intermediarios con el
gran público lo han llevado a la divulgación científica. Es autor de la serie televisiva Cosmos, que,
producida por la empresa Carl Sagan Productions con un presupuesto millonario, ha alcanzado
gran popularidad a nivel internacional. Uno de sus últimos descubrimientos, fruto de una
investigación realizada en 1995 junto con el investigador Stanley F. Dermott, consiste en que en la
superficie de Titán, el satélite gigante de Saturno, se alternan continentes y lagos, lo que supone
una teoría alternativa a la visión más extendida hasta ahora entre los especialistas que afirmaban
que este satélite estaba cubierto sólo por líquidos.
En 1979, Sagan obtuvo el Premio Pulitzer por su obra Los dragones del edén, en la que estudia
la evolución de la inteligencia humana. Su tercera mujer, Ann Druyan, astrónoma y novelista, ha
colaborado en los libros Cometa y Sombras de antepasados olvidados e inspiró a Sagan la figura
protagonista de Contacto.
Sagan tiene una importante obra publicada:
Sombras de antepasados olvidados. En colaboración con Ann Druyan. Barcelona, 1993.
Contacto, Barcelona 1986.
El frío y las tinieblas. Obra colectiva. Madrid, 1986.
Cometa. En colaboración con Ann Druyan. Barcelona, 1986.
Cosmos. Barcelona 1982.
El cerebro de Broca. Barcelona, 1981.
Los dragones del edén. Barcelona, 1980.
La conexión cósmica. Barcelona, 1978.
Intelligent life in the universe. En colaboración con I.S. Schklovski. San Francisco, 1966.
Todo este artículo ha sido sacado de la pulbicación electrónica SUCCEDANI :
http://members.es.tripod.de/succedani/web.htm
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