La gran afluencia de inmigrantes cambia hábitos alimenticios

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BILBAO
La gran afluencia de inmigrantes cambia hábitos alimenticios en
los comedores sociales
TERESA ABAJO| BILBAO
Los centros ofrecen platos alternativos a la carne de cerdo y preparan los cocidos sin
chorizo, lo que provoca algunas quejas
El 70% de los comensales son extranjeros, la mayoría musulmanes
A mediodía la mesa ya está puesta -cada cubierto con su yogur de postre y media
barra de pan encima del plato- en el comedor social que gestionan los franciscanos en
el barrio bilbaíno de Irala. En los fogones, el cocinero da el último hervor a un cocido
preparado con once kilos de lentejas. Saldrán 120 raciones; «para que puedan
repetir», porque las legumbres tienen mucha aceptación y más aún cuando empieza a
apretar el frío. El puchero está aderezado con abundantes verduras y patatas, pero ni
rastro de morcilla o chorizo. El menú se ha adaptado a las costumbres de los
musulmanes debido a la gran afluencia de inmigrantes, que suponen ya más del 70%
de los usuarios del centro.
Los tres comedores sociales de la ciudad sirven cada día, por término medio, 325
comidas y 134 cenas, con unos abonos que gestiona el Servicio Municipal de
Urgencias Sociales (SMUS). Es un servicio muy veterano -el primero se abrió en 1903que atiende a una clientela cada vez más joven. El 63% de los comensales tienen
entre 18 y 39 años. La presencia de inmigrantes magrebíes y subsaharianos ha
aumentado de forma progresiva desde 2001 y ya son los colectivos con mayor
presencia en la mesa.
Los voluntarios, entre ellos varias estudiantes,
sirven lentejas y pechugas de pollo con pimientos y
tomate en el comedor de Irala. / MITXEL ATRIO
TRES REFERENCIAS
Apostólicas: Gestionado por Cáritas, sirve
155 comidas al día en dos turnos, a partir de
las 12.30.
San Antonio: Los franciscanos ofrecen 112
comidas y 96 cenas al día.
Conde Aresti: El comedor más antiguo funciona desde 1903- sirve 58 comidas y 38
cenas al día.
Cada centro se ha ajustado a su manera al nuevo perfil de los usuarios, que tiene su reflejo en los pucheros. Los franciscanos sólo
ponen carne de cerdo un día a la semana. En su despensa, bien surtida de verduras, patatas, pasta y otros alimentos, hay una
sola ristra de chorizo, que se suele utilizar para hacer empanadillas. Otras se preparan con bonito. El comedor de las Apostólicas,
gestionado por Cáritas, sirvió ayer puré de verduras y chuletas de cerdo, con pavo como menú alternativo. Aquí también se
preparan los cocidos sin sacramentos, salvo excepciones. Durante el mes del Ramadán, cuando los musulmanes no comen hasta
el anochecher, «aprovechamos para poner chorizo y morcilla, y sólo les falta celebrarlo con pancartas», comentan sus
responsables.
«No sabe igual»
El que tiene más margen de maniobra es el centro de Conde Aresti. Al funcionar en el mismo edificio de la residencia, con la que
comparte la cocina, siempre hay alternativas para el primer y el segundo plato. Ayer, por ejemplo, había alubias -con sacramentoso espinacas. Puede resultar anecdótico, pero la ausencia de los ingredientes de siempre en un plato tan tradicional como el cocido
suscita quejas de los usuarios, entre los que hay personas mayores con gustos muy arraigados. «Sin chorizo ni morcilla no sabe
igual», dicen dos usuarios del albergue de Mazarredo. «Tendrían que idear una solución, como hacer un comedor para los
musulmanes», apuntan.
Más allá de las preferencias y las costumbres de distintas culturas, nadie cuestiona la calidad de las comidas, preparadas por
profesionales. Se guardan muestras durante quince días para los análisis sanitarios. A los responsables del servicio les preocupa
más controlar el absentismo, que ronda el 20%. Nada más llegar, se comprueba en el ordenador que los bonos están en vigor. La
falta de carné, al igual que llegar en estado ebrio o en malas condiciones higiénicas, impiden la admisión. También se contemplan
expulsiones por una semana, tres meses o seis, según la gravedad de la falta.
Toño Pérez, el encargado del comedor de Irala, donde las normas se exponen en castellano y en árabe, dice que los momentos
más conflictivos se vivieron hace tres años. Desde entonces, «los municipales están en la puerta» a la hora de entrada, aunque
«rara vez tienes que actuar. El ambiente es tranquilo y puedes hacer algo de labor educativa», dice. Él enfoca con perspectiva el
cambio que han experimentado los usuarios. Cuando se abrió el comedor en 1954 por iniciativa de cuatro mujeres del barrio,
atendía sobre todo «a los hijos de los inmigrantes. En los años setenta, venían muchos antiguos marineros», relata. «Luego llegó
el tema de la droga. Y desde hace unos años, los inmigrantes, el 60% magrebíes». Aun así hay una de las comensales, Merche,
«que sigue viniendo desde el principio».
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