Un Congreso más representativo y eficiente

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/ Opinión
Un Congreso más representativo y eficiente
POR Luis París Chaverri -
Actualizado el 4 de agosto de 2014 a: 12:00 a.m.
Es incuestionable que gran parte de los problemas del país están directamente ligados al
desempeño de las instituciones que nos hemos dado para el gobierno de la Nación y que
el funcionamiento de algunas de ellas es deficiente e ineficaz, que otras adolecen de
falta de transparencia y que muchas carecen de la sensibilidad necesaria para atender las
demandas y las expectativas de los ciudadanos.
Quizá el mejor ejemplo del descontento y malestar de la gente con sus instituciones es
el que genera el quehacer de los señores diputados en la Asamblea Legislativa. El
ciudadano no se siente adecuadamente representado –reconociendo que, aunque vota,
no elige– y considera que los resultados de la gestión de los llamados “padres de la
Patria” no son oportunos ni beneficiosos.
La opinión pública, medida en forma constante por diversas encuestas, es severa al
valorar el trabajo de los legisladores, asignándoles las más bajas calificaciones y
evidenciando la falta de credibilidad hacia el primer poder de la República.
Reforma ambiciosa. Hemos expuesto en otras oportunidades que el país debe abocarse a
definir y realizar una reforma que, con el objetivo de actualizar nuestro sistema político,
contemple temas como la conveniencia o no de instaurar un sistema parlamentario,
sobre el voto preferente, la reelección de diputados, los distritos electorales, la paridad
de género, la revocatoria de mandato, el fortalecimiento municipal, la división
territorial, los procesos electorales, los partidos políticos, las instituciones
descentralizadas, las potestades de la Sala Constitucional y de la Contraloría General de
la República.
Es necesario y urgente que, como un primer paso hacia una reforma política más
ambiciosa e integral, los partidos y sus fracciones parlamentarias cojan el toro por los
cuernos y elaboren y propongan proyectos para realizar cambios constitucionales,
legales y reglamentarios dirigidos a mejorar la calidad y el funcionamiento de nuestro
órgano legislativo, que es al fin de cuentas el que debe derivar los demás cambios.
Fundamentales son las reformas para reducir el quórum exigido para sesionar y para
evitar el “filibusterismo” parlamentario, así como para establecer un mecanismo que
transparente las actuaciones de cada diputado.
Además, es imperioso que se tramiten iniciativas para procurar que el elector pueda
realmente escoger a sus representantes, que se autorice la reelección de los diputados y
que se instituya la revocatoria de mandato, reformas que favorecerían y permitirían un
sustantivo mejoramiento en la calidad de los diputados y una efectiva rendición de
cuentas, ya que obliga a los partidos a ser más selectivos en la escogencia de sus
candidatos y le otorga al elector un mayor control sobre sus representantes.
Otro cambio que debe realizarse, aunque sea impopular y se prevea una fuerte oposición
de la opinión pública, es el de la cantidad de diputados, actualmente insuficiente para
atender, con seriedad, responsabilidad y calidad, el trabajo en el plenario y en el
sinnúmero de comisiones permanentes, especiales, específicas y de subcomisiones.
Se debe tener en cuenta que, aunque el número de electores ha aumentado
significativamente (3.065.000 en el 2014), la cantidad de diputados (57) sigue siendo la
misma desde 1962, año en el que el padrón electoral era de 485.000 personas.
Actuar pronto. Sobre estos aspectos existen iniciativas serias de organizaciones de la
sociedad civil que podrían servir de base para el análisis y debate de estos temas, como
la del grupo Poder Ciudadano ¡Ya!, que ha elaborado una propuesta de reforma para la
elección de diputados. En ella se establece un “sistema mixto proporcional”, con el
propósito de mejorar la representatividad a través de la creación de distritos electorales.
En esta materia no podemos seguir esperando que se aclaren los nublados del día, como
hemos hecho durante tanto tiempo.
La dificultad para tomar decisiones, para llegar a acuerdos, esa angustiante parálisis en
que hemos caído, esa repudiable cultura de no dejar hacer, de oponerse a todo por
deporte, es consecuencia de un sistema político que favorece y alienta esas situaciones y
actitudes, de un sistema anquilosado que ya no da para más, que requiere reformas
profundas que deben ser emprendidas con esmero pero también con presteza.
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