Resumen del artículo 7, Pacto de San José de Costa Rica

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Libertad y seguridad personales
(art. 7º, Pacto de San José de Costa Rica).
Resumen
Art. 7º. Consideración preliminar. Esta cláusula tutela a la
libertad física, la seguridad personal, y las formas mínimas de
protección legal de los detenidos (Corte Interamericana de DDHH,
“Sánchez vs. Honduras”, “Hermanos Gómez Paquiyauri”).
Art. 7-1: Toda persona tiene derecho a la libertad y seguridad
personales.
Es una regla general. Los demás incisos del art. 7 son
especificaciones de la misma (caso “Yvon Neptune vs. Haití”).
Protege a la persona contra actos cometidos por el Estado, o
perpetrados por particulares que son autorizados, tolerados, o no
investigados, o no sancionados, por el Estado (caso “Bámaca
Velásquez c. Guatemala”).
Sustancialmente protege a la libertad (en su versión de libertad
física o corporal). En términos generales, la libertad es la capacidad de
hacer y de no hacer lo lícitamente permitido. Implica el derecho de
toda persona de organizar, con arreglo a la ley, su vida individual y
social conforma a sus propias opciones y convicciones. La libertad del
art. 7-1 cubre los comportamientos corporales que presumen la
presencia física del titular del derecho y que se expresan en el
movimiento físico.
El concepto de seguridad, a su turno, incluye protección contra
toda interferencia a la libertad física. E incluye la ausencia de
perturbaciones que restrinjan o limitan la libertad más allá de lo
razonable (caso “Chaparro Álvarez”).
El art. 7-1 también tutela las amenazas contra la seguridad de
las personas no detenidas ni presas (Cabrera García y Montiel Flores
c. México”).
Por interpretación extensiva, la Corte Interamericana entiende
que el art. 7-1 del Pacto condena las sanciones privativas de la libertad
dictadas por órganos que carezcan manifiestamente de competencia o
de imparcialidad para juzgar al acusado (“Usón Ramírez vs.
Venezuela”).
Art. 7-2: Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo
por las causas y condiciones fijadas de antemano por las
constituciones políticas de los Estados partes o por las leyes dictadas
conforme a ellas.
Condena las restricciones a la libertad corporal dispuestas
inconstitucionalmente o ilegalmente. Por ejemplo, un arresto realizado
contra alguien que no es capturado in fraganti delito, sin mandamiento
judicial escrito y debidamente fundado, como lo exigía la constitución
local (caso “Castillo Páez vs. Perú”). También, incomunicaciones de
detenidos prolongadas ilegalmente (“Suárez Resero vs. Ecuador”).
Cubre dos hipótesis: a) las detenciones ilegales por causas o
condiciones no previstas por la ley (aspecto sustancial), o b),
violando los procedimientos legales (aspecto procesal).
Simultáneamente, esta norma recoge tres principios penales
decisivos: a) el de “reserva de la ley” “Chaparro Alvarez v.
Ecuador”), b) el de tipicidad, que requiere tipos penales y cláusulas
procedimentales precisos (idem), y c) el de “ley previa”, fijada de
antemano.
El concepto de “detención” incluye por ejemplo las “demoras”
con fines de identificación de personas (“Torres Millacura vs.
Argentina”, y el artículo protege tanto a los nacionales como a los
extranjeros (“Vélez Loor vs. Panamá”), y a los discapacitados
mentales (“Ximénez López vs. Brasil”).
De modo especial, esta norma rechaza las desapariciones
forzadas e involuntarias de personas, que importan además una
violación múltiple y continuada de varios derechos protegidos por el
Pacto de San José de Costa Rica y la Convención Interamericana
sobre desaparición forzada de personas (caso “Blake vs. Guatemala”,
“Sánchez vs. Honduras”, por ejemplo).
Art. 7-3. Nadie puede ser sometido a detención o
encarcelamiento arbitrarios.
El inciso condena los arrestos que, aunque fueren legales,
resultan arbitrarios por ser irrazonables, imprevisibles o faltos de
proporcionalidad.
Por ejemplo, las detenciones practicadas masivamente, sin
indicios serios de culpabilidad, al estilo de las razzias (casos “Bulacio
vs. Argentina”, “Chaparro”), o las consumadas con abuso de poder,
intimidaciones e impunidad (caso “Sánchez vs. Honduras”), o con
presiones, amenazas de muerte y desmoralización de los detenidos
(casi “Maritzia Urrutia vs. Gautemala), o los encarcelamientos
decididos sin indicios de participación en un delito (caso “Chaparro”,
“Acosta Calderón c. Ecuador”). También, las fundados en reglas
genéricas que por su imprecisión resultan de imprevisible aplicación
(“Torres Millacura vs. Argentina”).
Aclaración: si una detención es ilegal, no es necesario averiguar
si resulta también arbitraria, para generar responsabilidad para el
Estado: caso “Gangaran Panday vs. Surinam”.
Art. 7-4. Toda persona detenida o retenida debe ser informada
de las razones de su detención y notificada, sin demora, del cargo o
cargos formulados contra ella.
El inciso comienza custodiando el derecho de defensa de las
personas privadas de su libertad (caso “Instituto de Reeducación del
Menor vs. Paraguay”, por ejemplo). Tiene una serie de reglas
iniciales, después completadas por el art. 8º del Pacto. Incluye dos
rubros a informar: a) las razones de la detención; b) los cargos que se
le imputan al detenido.
Protegen al arrestado aunque hubiera sido detenido “in fraganti
delito” (“López Álvarez vs. Honduras”).
Para la Corte Interamericana de Derechos Humanos, esta
información debe suministrarse a la persona arrestada a) por escrito
“Chaparro Alvarez”), b) desde el momento mismo de la detención
(caso “Hermanos Gómez Paquiyauri vs. Perú”, “Sánchez vs.
Honduras”), y c) antes de que sea llamada a prestar declaración
(caso “Tibi vs. Ecuador”).
Todo ello en lenguaje llano, simple y comprensible para el
arrestado (caso “Yvon Neptune vs. Haití”). No basta, además,
mencionar solamente las bases legales de la detención (“Chaparro
Alvarez”). También se le debe permitir comunicar con un familiar,
abogado o funcionario consular, quienes deberán poder reunirse con él
en privado (“Bulacio vs. Argentina”, “Hermanos Gómez Paquiyauri
vs. Perú”). El aislamiento en que se encuentre no debe impedirle
lograr una defensa efectiva para sus derechos (caso “Suárez Rosero”)
Art. 7-5: Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin
demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para
ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro de
un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que
continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías
que aseguren su comparecencia en el juicio.
Esta cláusula incluye diversos subtemas:
a)
derecho a comparecer. El sujeto privado de su libertad
(esté o no esté sometido a un proceso penal), tiene el
derecho de ser llevado personalmente ante un juez o
funcionario similar, para favorecer el principio de
inmediación. No es suficiente con que se comunique a
éste el arresto. Tal comparendo debe realizarse “sin
demora”, o sea, de inmediato (caso “Tibi vs.
Ecuador”). Algunas veces la Corte Interamericana ha
reputado inconvencionales plazos legales procesales
que según las circunstancias, reputó excesivos para tal
trámite (“Castillo Petruzzi vs. Perú”, “Cabrera García y
Montiel Flores c. México”).
b)
Derecho al control judicial. El inciso programa la
revisión judicial de los arrestos, a fin de evitar las
capturas ilegales o arbitrarias. Debe tratarse de un
“juez”, o de un “funcionario autorizado por la ley para
ejercer funciones judiciales”. En el caso “Tibi vs.
Ecuador”, se determinó que un agente fiscal del
ministerio público no estaba legalmente dotado de
atribuciones como para ser asimilado a un juez. El
derecho al control judicial involucra que al detenido se
le dé un trato compatible con la presunción de
inocencia que lo ampara (caso “Hermanos Gómez
Paquiyauri vs. Perú”).
El control judicial tiene por meta, asimismo, que
se trate al imputado de manera acorde con la
presunción de inocencia, garantizar los derechos del
detenido y restringir las medidas cautelares o de
coerción para admitir solamente las fue fueren
indispensables (“Tibi vs. Ecuador”).
c)
Derecho a ser juzgado en un plazo razonable. Este
principio se repite en el art. 8º del Pacto de San José de
Costa Rica. La razonabilidad del plazo, según la Corte
Interamericana, depende básicamente de estos factores:
(i) la complejidad de la causa; (ii) la conducta procesal
del inculpado; (iii) la conducta de las autoridades
judiciales. Para la duración del proceso, cabe sumar
todo el lapso de su tramitación, desde el primer acto
procesal (en el proceso penal, desde la aprehensión del
inculpado), incluyendo los recursos planteados y el
dictado de sentencia definitiva (casos “Genie Locayo”
y “Suárez Rosero vs. Ecuador”, por ejemplo).
d)
Limitación de la prisión preventiva. Según
jurisprudencia de la Corte Interamericana (“Tibi vs.
Ecuador”, por ej.), la prisión preventiva, para resultar
compatible con el Pacto de San José, y en particular,
con el principio de presunción de inocencia, aparte de
estar prevista en la ley, tiene que cubrir estos recaudos:
(i)
Como pauta general, cabe advertir que es la
medida cautelar más severa que se puede aplicar
al imputado de un delito;
(ii)
tiene por objetivo asegurar que el acusado no
impedirá el desarrollo del procedimiento ni
eludirá la acción de la justicia (“peligrosidad
procesal”). En tal sentido, no debe significar un
anticipo de pena, ni cumplir fines preventivogenerales o preventivo-especiales (casos “Usón
Ramírez vs. Venezuela”, “Barreto Leiva”).
(iii)
debe ser idónea e indispensable para cumplir
con el fin perseguido;
(iv)
opera siempre que no exista otra medida menos
gravosa para alcanzar el objetivo propuesto, por
lo que es de naturaleza excepcional;
(v)
Debe resultar proporcional, de tal forma que el
sacrificio impuesto al derecho a la libertad no
resulte exagerado o desmedido, en función de la
finalidad propuesta. Si la restricción carece de
motivación suficiente, violará el Pacto (casos
“Yvón Neptune vs. Haití”, “García Asto y
Ramírez Rojas”, por ejemplo);
(vi)
Tienen que existir indicios básicos de
participación o de culpabilidad respecto del
sujeto al que se aplica (“Chaparro Alvarez vs.
Ecuador”).
(vii)
como medida cautelar, es revisable, en función
de estos parámetros: cesación de las causas
legítimas que justificaron adoptar la prisión
preventiva; conclusión del límite eventualmente
fijado por la ley; superación del plazo razonable,
según el principio de proporcionalidad (“Bayarri
vs. Argentina”).
e)
Pautas para la detención de menores.
Como directriz general, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos advierte que existe un corpus iuris internacional en la
materia, presidido por el art. 19 del Pacto de San José de Costa Rica
(“Todo niño tiene derecho a las medidas de protección que su
condición de menor requieren por parte de su familia, de la sociedad
y del Estado”) y su protocolo adicional en materia de derechos
económicos y sociales, pero integrado también, por ejemplo, por la
Convención de los derechos del niño (ONU), y las Reglas mínimas de
Beijing para la administración de justicia de menores.
Igualmente como directriz general, la Corte Interamericana
alerta que los menores gozan de los derechos generales de los
detenidos, propios de la dignidad de la persona humana (“Instituto de
Reeducación del Menor vs. Paraguay”). En tal sentido, (i) el Estado no
solo no debe atentar contra los derechos de los detenidos, (obligación
negativa), sino que tiene que adoptar las medidas necesarias para
garantizar las condiciones mínimas compatibles con la dignidad
humana (obligación positiva). (ii) El Estado, en definitiva, es el
garante del detenido, atento el “fuerte control” que ejerce sobre el
mismo. (iii) Ello le obliga a diseñar y aplicar una política de
prevención de situaciones críticas (caso “Hermanos Gómez
Paquiyauri”, “Cárcel Urso Blanco”). (iv) La situación de detención
implica forzosamente la limitación de otros derechos, como los de
privacidad e intimidad familiar, pero no de todos, como los de
integridad personal, dignidad humana, vida, debido proceso o libertad
religiosa, v. gr. (“Instituto de Reeducación…”).
Directrices específicas para los menores:
a) derecho especial de informar a los familiares, de la
detención del menor. Es a los fines de tutelar a niños, que se
encuentran en situación de vulnerabilidad (“Bulacio vs.
Argentina”).
b) Derecho a la libertad durante el proceso, como regla,
incluso con mayor intensidad que los adultos. Ello obliga a
aplicar la prisión preventiva con mayor excepcionalidad,
dentro del plazo más breve posible, y utilizar en lo posible
medidas sustitutivas, como la supervisión estricta, la
custodia permanente, la asignación a una familia, el traslado
a su hogar o institución educativa, la libertad vigilada, etc.,
“de manera adecuada y proporcional a las circunstancias y a
la infracción” (“Instituto de Reeducación…”).
c) Derechos procesales, a la jurisdicción específica y a
procedimientos igualmente especiales, en razón de su
situación de vulnerabilidad. En particular, para contar con
asesoramiento psicológico durante el procedimiento, control
sobre la manera de prestar declaración testimonial y
regulación de la publicidad de los procesos (“Instituto de
Reeducación…”).
d) Condición de los niños detenidos. El Estado debe adoptar
todas las “medidas especiales orientadas al interés superior
del niño” (“Bulacio vs. Argentina”, caso de los “Niños de la
calle”), entre ellas: (i) cuidar especialmente de la
supervivencia y desarrollo físico, mental, espiritual, moral,
psicológico y social del niño; (ii) velar por su salud y
educación, para no destruir sus proyectos de vida, ni
privarlos de sus derechos civiles, económicos, sociales y
culturales (“Instituto de Reeducación…”). (iii) constituyen,
por ende, omisiones del Estado, la no separación de los
menores de los adultos, sea como castigo o por necesidad; la
falta de supervisión periódica en el campo de la salud; la
ausencia de implementación de programas de educación,
como no evitar riñas entre los menores, ni adoptar medidas
para prevenir los incendios. (iv) E implican actitudes
estatales lesivas de los derechos de los niños, imponerles
medidas crueles, inhumanas o degradantes para ellos,
atendiendo su situación de vulnerabilidad, como celdas de
aislamiento, maltrato, incomunicaciones, amenazas de daños
reales e inminentes, o permitir un clima carcelario de
violencia, inseguridad, abuso, corrupción, desconfianza y
promiscuidad, donde rige la ley del más fuerte (“Instituto de
Reeducación…”).
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