delito contra la vida y la salud de los trabajadores

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> JURISPRUDENCIA
FICHA TÉCNICA
AUTOR: XXXXXXXX,
TOSCANI GIMÉNEZ,
Xxxxxx. Daniel
TÍTULO: Xxxxxxxxxxxxxx.
Responsabilidad penal en el
delito contra la vida y la salud de los
trabajadores
FUENTE: Gestión Práctica de Riesgos
Laborales, nº 55, pág. 36, diciembre
2008.
FUENTE: Gestión Práctica de Riesgos
Laborales, nº 55, pág. 36, diciembre
2008.
RESUMEN: Xxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxx
xxxxxxxxxx xxxxxx xxxxxxxx. Xxxxx
RESUMEN:
xxxxxxx xxxxxxxxxx
La ley también
xxxxxxxxxx
contempla
xxxxx
el
xxxxxxxxx
delito contra
xxxxxxxxxxx
la vida xxxxxxxx.
y la salud de los
trabajadores cuando se pone en peligro
a
DESCRIPTORES:
este colectivo, es decir, cuando no se
dan
suficientes condiciones de seguridad;
• Xxxxxxxxxxxx.
en
consecuencia, se trata de un delito de
• Xxxxxxxxxxxx.
riesgo
y no de resultado. Así, y para que
• Xxxxxxxxxxxx.
se consuma el delito, no es necesario
que debido a la omisión de las medidas
de seguridad se produzca un accidente con lesiones o muerte. Sin embargo,
existe una serie de dudas acerca de la
posibilidad de concurso de este delito
con otros, y las posibles personas que,
además del empresario, pueden ser castigadas (representantes legales, profesionales y trabajadores técnicos, servicios
de prevención o representantes de los
trabajadores en PRL). Éste es el primero
de cuatro artículos, que se publicarán en
Gestión Práctica de Riesgos Labores, analizando la responsabilidad del empresario
en los ámbitos penal, civil, administrativo
y en materia de seguridad social.
DESCRIPTORES:
• Jurisprudencia
• Normativa
• Delitos
• Sanciones
• Responsabilidad penal
• Imprudencia
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Responsabilidad penal en el
delito contra la vida y la
salud de los trabajadores
No es preciso que se produzca un accidente con lesiones o muerte de uno
o varios trabajadores para que el empresario incurra en un delito con responsabilidad penal, ya que de lo que se trata, precisamente, es de evitar
ese resultado. Esta obligación legal incluye no sólo al empresario sino
también a los mandos intermedios o los superiores, cuando se detecte
omisión dolosa o imprudente grave.
Daniel Toscani Giménez, doctor en Derecho y profesor titular de la Universidad
de Valencia.
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a tutela jurídico-penal de la vida y salud
de los trabajadores se confía específicamente a los arts. 316 y 317 del Código
Penal. El primero de ellos establece
que “los que, con infracción de las normas de
prevención de riesgos laborales y estando legalmente obligados, no faciliten los medios necesarios para que los trabajadores desempeñen
la actividad con las medidas de seguridad e
higiene adecuadas, de forma que pongan así en
peligro grave su vida, salud o integridad física,
serán castigados con las penas de prisión de 6
meses a 3 años y multa de 6 a 12 meses”. Así,
resulta evidente que el precepto remite en general a la infracción de las normas de prevención de
riesgos laborales.
L
Por su parte, la jurisprudencia establece que
esta remisión es, tanto a las previsiones de la Ley
de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL), como
a las contenidas en cualquier otra norma dictada
en la materia, con independencia de su rango
jerárquico, ya sea legal o reglamentaria (STS de
26 de julio de 2000). Además, debe existir una
concreta relación de causalidad entre la infracción
de la norma de prevención de riesgos laborales y
el peligro grave para la vida y salud de los trabajadores. De tal forma que la primera debe provocar
el segundo (STS de 29 de julio de 2002).
Concurrencia con otros delitos
Cuando la infracción de normas de prevención de riesgos laborales produzca el resultado lesivo que se pretende evitar, se puede pensar que
el delito de resultado –la muerte o lesiones del
trabajador– absorbe al de peligro. Sin embargo, no
siempre es así, ya que la conducta típica consiste
en poner en peligro la vida o salud de los trabajadores, en plural, del colectivo. Por ello, no queda
subsumido por el posterior delito de lesiones o
muerte de uno o algunos de ellos, siempre que
existan más empleados que, aunque no sufran un
resultado lesivo o dañino, sí estén expuestos y trabajando en la misma situación de peligro. En estos
casos, existe un concurso de delitos (SSTS de 14
de julio de 1999 y de 04 de junio de 2002).
> Es el caso, por ejemplo, de una obra en la
que un trabajador puesto a disposición a través de una ETT sufre un accidente y fallece.
En concreto, el trabajador se encontraba realizando determinadas tareas en el interior de
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una zanja, cuando se produjo un desprendimiento que le causó la muerte. No se habían
entibado las paredes de la zanja, ni se habían
realizado taludes de desmochado de los bordes, conforme preveía el plan de prevención;
tampoco estaba señalizada la zona contigua
de seguridad para que no se colocara ningún tipo de carga. La sentencia condena a la
coordinadora de seguridad de un delito contra los derechos de los trabajadores y otro
de homicidio imprudente (sentencia de la
Audiencia Provincial, SAP, de Zamora de 21
de noviembre de 2005).
> Otro ejemplo es el de una empresa contratista que había subcontratado los trabajos de
soldadura. Dos de los trabajadores enviados
a la empresa principal por la subcontratista
subieron a un altillo de tres metros de altura sin protección perimetral; cuando trataron
de descender por la escalera, que era inadecuada por ser de tijera, ésta se desequilibró,
cayendo un trabajador al suelo que se lesionó. La sentencia condena al jefe de obra y al
encargado de la obra principal por la comisión
de un delito imprudente contra los derechos
de los trabajadores y una falta de imprudencia
por las lesiones sufridas por el trabajador (SAP
de Barcelona de 15 de marzo de 2005).
> Otra sentencia condena al director de los
trabajos diarios, al capataz y al coordinador
de seguridad como autores de un delito doloso contra los derechos de los trabajadores,
en concurso con un delito de homicidio imprudente: un trabajador fallece al limpiar un
molde para la fabricación de escayola, cuyos
mandos se encontraban a centímetros de
la cubeta sin ningún tipo de separación protectora; el operario los activa accidentalmente, lo que hace descender la plancha que
le atrapa (SAP de Cantabria de 31 de marzo
de 2004).
> También se condena por delito de homicidio imprudente, en concurso con un delito
contra los derechos de los trabajadores, a
un arquitecto técnico quien, encargado de la
seguridad de la obra, no observó las correspondientes medidas de seguridad, ya que
los andamios estaban sin mallas protectoras
ni barandas, lo que ocasionó la caída de un
trabajador y su muerte (SAP de Madrid de
27 de septiembre de 2005).
> También se condena al jefe y al encargado
de obra, que era a su vez el vigilante de seguridad, por un delito contra los derechos
de los trabajadores y lesiones imprudentes,
al desatender la comprobación de que los
topes de unos tablones que hacían de barrera estuvieran correctamente colocados, por
lo que se produjo la caída de una máquina
dúmper que maniobraba en las inmediaciones del forjado (SAP de Barcelona de 5 de
octubre de 2004).
> Otra sentencia es la que condena al director
y al jefe de obra por un delito contra el derecho de los trabajadores y otro de lesiones
imprudentes, al proceder con el más absoluto desprecio hacia las normas de prevención:
ausencia de plan de prevención de riesgos
laborales, así como de cascos y de arneses,
además de consentir que dos pintores –contratados por ellos para pintar un patio de luces– se colocaran en una escalera de mano,
situada sobre un andamio sin sujeción, lo
que provocó la caída de ambos desde una
altura superior a tres plantas (SAP de Sevilla
de 12 de marzo de 2004).
¿Qué conducta se castiga?
De este modo, lo que se castiga en este delito no son los resultados lesivos de la omisión de
seguridad en trabajadores concretos, algo que de
producirse se castiga con los delitos de lesiones
u homicidio e, incluso, puede concurrir, como de
hecho muestran las sentencias; en este caso, la
conducta delictiva consiste en poner en peligro
la vida o salud de los trabajadores, en plural, del
colectivo. Esto significa aminorar las condiciones
de seguridad dirigidas al grupo de asalariados
quienes, de esta forma, están sometidos a condiciones de inseguridad.
Además, como establece la jurisprudencia,
las medidas de seguridad existentes en los puestos de trabajo y en las obras están previstas no
sólo para la seguridad de los trabajadores estrictu sensu, sino también de los técnicos de la obra
e incluso del subcontratista (según establece
una sentencia del Tribunal Superior de Justicia,
STSJ, de Baleares de 17 de mayo de 2000). De
forma que se puede cometer este delito contra
los trabajadores autónomos o, simultáneamente,
empresarios.
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> JURISPRUDENCIA
En consecuencia, se trata de un delito de
riesgo y no de resultado; su finalidad reside en
evitar precisamente ese resultado lesivo para la
vida o salud de los trabajadores. Así, para que
se consuma el delito, no es necesario que debido a la omisión de las medidas de seguridad
se produzca un accidente con lesiones o muerte.
Además, y de forma más concreta, el ilícito tipificado exige que el referido peligro provenga de no
haber facilitado los medios necesarios. De este
modo, se puede observar que la conducta castigada no es una acción positiva o de hacer, sino
una acción de omisión o de no hacer.
En cuanto a qué se debe entender por medio, por su parte, la jurisprudencia ha manifestado
que están incluidos en este concepto tanto los
medios personales como materiales, intelectuales
y organizativos; entre ellos, destaca muy especialmente el deber de información sobre el riesgo,
puesto que dicha información es un medio imprescindible para que el trabajo se realice bajo parámetros adecuados de protección. Información
que debe facilitarse, por supuesto, en términos
de adecuación a cada riesgo concreto y de forma
que resulte comprensible para los trabajadores
(STS de 12 de noviembre de 1998).
Por último, y en relación con la existencia de
los medios de seguridad necesarios a disposición
de los trabajadores, cabe preguntarse si también
se incluye en este concepto el deber de vigilar
el correcto cumplimiento de las normas de seguridad. En este sentido, son significativos los pronunciamientos de los tribunales en aquellas sentencias en las que se afirma que no es suficiente
con aportar las facturas correspondientes de compra de los medios de protección, ya que el RD
773/1997, en sus artículos 3 y 7 establece que
el empresario tiene la obligación de velar por que
la utilización de los equipos se realice conforme
a lo dispuesto en la normativa sobre utilización
y mantenimiento de los equipos de protección
individual. Este precepto está en consonancia con
el artículo 17 de la Ley de Prevención de Riesgos
Laborales, en el que se recoge la obligación del
empresario “de proporcionar los equipos de protección individual”, así como “la exigencia de velar por su uso efectivo, cuando por la naturaleza
de los trabajos realizados sean necesarios”.
El incumplimiento de estos deberes previstos en la normativa laboral debe entenderse, a
pesar del verbo genérico “facilitar” que emplea
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el legislador, como subsumido en una obligación
más amplia, referida a todas aquellas actividades
que posibilitan la eliminación del riesgo que se
crea. Es decir, la información, la formación, el
cumplimiento, la vigilancia y la exigencia. El deber
de facilitar los medios se satisface cumpliendo
todos y cada uno de los derechos instrumentales
en los que se diversifica el genérico derecho de
los trabajadores a una protección eficaz.
La jurisprudencia
establece que
la culpa penal
alcanza a todos
los que de facto
ejerzan funciones
de dirección
o mando
Personas que cometen el delito
De igual modo, es fácil observar que, aunque por regla general será el empresario el infractor, sin embargo, el deber de seguridad no
compete única y exclusivamente a éste. En este
sentido, la jurisprudencia establece que la culpa
penal alcanza a todos los que de facto ejerzan
funciones de dirección o mando (STS de 10 de
abril de 2001); así, los jueces mantienen que todas aquellas personas que desempeñan funciones de dirección o de mando en una empresa
y, por tanto, sean superiores intermedias o de
mera ejecución y mientras las ejerzan reglamentariamente como, de hecho, están obligadas a
cumplir y hacer efectivas las normas destinadas
a que el trabajo se realice con las prescripciones
elementales de seguridad.
Estos mandos incurren en responsabilidad
criminal si en el cumplimiento de tales deberes
se muestran remisos o indolentes; también si
con dicha conducta causan o contribuyen a que
se produzca un resultado lesivo o una situación
de grave peligro para la vida, la seguridad o la
integridad física de los trabajadores (SSTS de 10
de mayo de 1980, 12 de mayo de 1981 y 30
de marzo de 1990). No obstante, la atribución
de responsabilidad a los cargos intermedios está
condicionada a que tengan un dominio suficiente del hecho (SSTS de 03 de febrero de 1992 y
16 de julio de 1992 y STSJ de Cataluña de 16
de febrero 2000).
La equiparación de terceras personas –los
encargados– a la figura del empresario se fundamenta en la posición material común a tales
categorías profesionales. Conferido por el empresario, los encargados han asumido y ejercen el
poder de dirección del mismo modo; y, con ello,
los deberes de cuidado y la posición de garante
intrínseca a esta autoridad de dirección (SAP de
Burgos de 7 de noviembre de 2004).
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El delito se puede cometer, no sólo por administradores y encargados, sino también por todos aquéllos que teniendo la posibilidad
práctica de evitar la situación de peligro –y estando jurídico-laboralmente obligados a hacerlo– no lo hacen.
Por su parte, el art. 318 del Código Penal regula el supuesto de que los hechos punibles sean
atribuidos a personas jurídicas, dejando sentado
que en este caso se impone la pena señalada a
los administradores o encargados del servicio que
sean responsables y a quienes, conociéndolos y
pudiendo remediarlo, no adopten medidas. No
obstante, no es suficiente con ser administrador
o representante de una persona jurídica para ser
castigado de forma automática por este delito, sino que debe ser además culpable y, para ello, se
debe valorar su conducta.
Así, por ejemplo, en la sentencia sobre un
accidente laboral de un trabajador de la construcción que se cae de un andamio, se condena, junto al arquitecto técnico que supervisó las
medidas de seguridad del andamio, a uno de
los dos socios de la sociedad constructora que
era quien realmente gestionaba y controlaba el
desarrollo de la actividad social. No así al otro
que no participaba en dicha actividad (STS de 26
de septiembre de 2001).
Incluso, como se puede observar en el art.
318, el delito se puede cometer, no sólo por
administradores y encargados, sino también por
todos aquéllos que teniendo la posibilidad práctica
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de evitar la situación de peligro –y estando jurídico-laboralmente obligados a hacerlo– no lo hacen.
Es decir, aquéllos que teniendo jurídicamente la
obligación de seguridad la incumplen. Sin embargo, en estos términos tan amplios, la obligación de
responsabilidad puede recaer sobre un extenso y
heterogéneo conjunto de sujetos que van desde
el empresario y sus representantes legales, pasando por profesionales y trabajadores técnicos, servicios de prevención y hasta los representantes en
materia de prevención de riesgos laborales.
> Así, en el supuesto de un accidente mortal
en una obra, la sentencia estimó que aunque
el calificativo de autor, en sentido estricto, no
puede aplicarse a los técnicos, por no estar
obligados a facilitar o proporcionar los medios
idóneos para garantizar la seguridad de los
trabajadores, sí pueden ser condenados como
cooperadores necesarios en su modalidad de
omisión, en los casos en los que con su intervención se eviten los descuidos del empresario en facilitar los medios. Para ello, se
argumenta que el técnico, arquitecto superior
que había realizado el proyecto de protección
en la obra y le había sido asignada la función
de coordinador en materia de seguridad, estaba obligado a comunicar al empresario la ne-
cesidad imperativa de que éste proporcionara
unas medidas de seguridad adecuadas.
> También, en este sentido, es muy significativa una sentencia que condena, por lesiones
imprudentes de un trabajador de la obra, al
vigilante de seguridad. Así, aunque reconoce
que el vigilante de seguridad ni tenía ni podía
actuar por su cuenta para facilitar los medios
de seguridad y, por tanto, no se le puede imponer el delito que se analiza en este artículo,
sí determina que debería, al menos, haber
tratado de impedir que se realizasen los trabajos en la zona donde ocurrió el accidente,
con lo que hubiera salvado también su responsabilidad en orden al delito de lesiones
por imprudencia (STSJ de Aragón de 31 de
enero de 2000).
La delegación de las funciones del empresario en otras personas, trabajadores o servicios
de prevención no exonera al empresario de su
deber y, por tanto, de su responsabilidad y culpa
en esta materia (art. 14.4 de la LPRL). El empresario puede delegar en materia de seguridad en
un técnico con mayor pericia sobre esos temas,
al que traspasa las competencias que originariamente le asigna la Ley.
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No obstante, esa transferencia de competencia no supone la exoneración o exclusión de los
deberes que el empresario, como garante originario, ha de desempeñar incluso en los casos de
delegación. Además, debe proporcionarle en todo
caso al técnico de seguridad los medios necesarios para cumplir en la práctica las medidas de
protección y cerciorarse con periodicidad de que
este trabajador lleva a cabo de forma correcta su
cometido. Es decir, también tiene una obligación
de vigilar el correcto desempeño de las funciones.
Del mismo modo, la jurisprudencia estima
que tampoco, en los casos de delegación general,
quien delega queda automáticamente liberado,
puesto que además de su deber “in eligendo”, de
encomendar únicamente a personas o servicios
capacitados para asumir esa actividad, tiene una
obligación de vigilancia que le exige la comprobación periódica de su cumplimiento.
> En este sentido, por ejemplo, la jurisprudencia
ha estimado que es responsable el arquitecto
técnico que da instrucciones al encargado de
obra, delegando en éste las funciones de vigilancia de seguridad de los trabajadores, cuando
no son respetadas. El arquitecto técnico, como
director ejecutivo y material directo de la obra
debe impartir esas indicaciones y controlar que
dichas medidas se hayan ejecutado materialmente. De tal modo que si confía en un tercero y abandona sus facultades y obligaciones, la
delegación no le exime de la responsabilidad
por la omisión de esas medidas legales (STSJ
de Aragón de 31 de enero de 2000).
De esta manera, la responsabilidad se distribuye
en cascada a quienes tienen el poder de dirección y
de organización del trabajo. Es decir, se debe revisar
a lo largo de la cadena de mando hasta llegar a los
encargados directos del servicio en que se aprecia
la omisión normativa, para depurar las eventuales
obligaciones de cada uno de los mandos intermedios. En la atribución de los deberes de los encargados directos no opera el efecto exonerador de
responsabilidad de los escalones superiores, si en
estos se puede detectar igualmente algún tipo de
omisión dolosa o imprudente grave.
> En otra sentencia se determina que la responsabilidad penal, en un accidente mortal
que ocurre en la empresa, no sólo alcanza al
encargado de mantenimiento, que fue quien
asignó al trabajador, víctima del accidente, su
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tarea concreta, sino también a los gerentes
que conocían aquélla y las condiciones en
que se desempeñaba y que, con su capacidad y rango de dirección podían haberlo impedido (STS de 22 de diciembre de 2002).
La transferencia
de competencia
no supone la
exoneración o
exclusión de los
deberes que
el empresario,
como garante
originario, ha
de desempeñar
incluso en
los casos de
delegación
Es preciso destacar también que algunas sentencias pretenden apreciar un consentimiento en el
riesgo de la propia víctima, con el propósito de plantear una eficacia justificante en aquellos supuestos
en que el trabajador lleva a cabo una conducta temeraria, incumpliendo las normas de seguridad por
propia voluntad, por comodidad o por desprecio
del peligro. Sin embargo, la gran mayoría de la jurisprudencia establece que el derecho de los trabajadores a unas condiciones de trabajo seguras no es
disponible. De ahí que sea irrelevante el supuesto
consentimiento del trabajador o la aceptación explícita o implícita del riesgo. El trabajador debe ser
incluso prevenido de su propia falta de diligencia,
exigiéndole de forma coactiva, si fuera necesario, el
cumplimiento de las normas de seguridad.
El dolo y la imprudencia grave
El art. 317 del Código Penal aminora la pena
cuando el delito se comete por imprudencia grave, castigando entonces la infracción con la pena
inferior en grado. Es evidente entonces que sólo
será relevante para la aplicación del delito la comisión del peligro por dolo o imprudencia grave,
relevando, en consecuencia, al ilícito administrativo los casos de imprudencia leve o simple. Así,
entre los ejemplos que han tenido la consideración de comisión dolosa del delito destacan:
> El caso de una mina, cuyo cierre se había decretado por la autoridad laboral por incumplimiento de las medidas de seguridad: en concreto, los cascos utilizados por los mineros no
eran reglamentarios, el ventilador de lámina
no estaba homologado y existía un compresor
cuyos gases eran captados por el ventilador
que los introducía en el interior de la mina.
El director de la mina procedió a romper el
precinto que había colocado la Inspección
de Trabajo y reanudó la actividad, sin que se
hubieran subsanado las irregularidades en
materia de seguridad (SAP de León de 5 de
febrero de 2004).
> En una obra se procede a excavar el sótano de
un edificio, dejando las paredes sin apuntalar
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> También en el caso de un encargado de obra
que fue condenado por un delito imprudente
contra los derechos de los trabajadores, al no
facilitar a los trabajadores arnés y cinturones
de seguridad para moverse a más de dos
metros de altura del techo de la edificación;
ya que existía un grave riesgo de caída para todos los que trabajaban en el tejado, lo
que quedó demostrado por la caída de una
persona ajena a la obra que subió al tejado
para hablar con uno de los operarios (SAP de
Valladolid de 30 de enero de 2004).
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Compatibilidad con otras
responsabilidades
Las medidas de seguridad existentes en los puestos de trabajo y en las obras están previstas
no sólo para la seguridad de los trabajadores estrictu sensu, sino también de los técnicos
de la obra e incluso del subcontratista.
y totalmente verticales, incluso con inclinación
negativa en algunos tramos. La Inspección de
Trabajo compiló a que se tomaran las medidas oportunas que, tras no adoptarse, provocaron la paralización de la obra. No obstante,
la empresa pone de nuevo en marcha de
forma unilateral los trabajos. En la sentencia
se condena al arquitecto superior por delito
doloso contra los derechos de los trabajadores, argumentando que el arquitecto director
tiene un especial deber de vigilancia general
de la ejecución de la obra, singularmente por
lo que toca a la técnica constructiva elegida
para la elaboración de los muros del sótano,
al estar relacionado con la configuración arquitectónica de la obra.
Es evidente, en esta sentencia, que el técnico
conocía la deficiente ejecución de los trabajos
de excavación desde el punto de vista de la
seguridad, ya que tuvo conocimiento del expediente sancionador iniciado por la Inspección de Trabajo y de la paralización de la obra;
por tanto, no pudo alegar desconocimiento.
Por otro lado, por su notoriedad, debía haberse percatado en cualquier caso en sus visitas
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a la obra, tomando las medidas oportunas,
que finalmente omitió llevar a cabo (SAP de
León de 30 de septiembre de 2004).
> En otra sentencia se condena al empresario
principal de una obra, que obliga a los trabajadores de la empresa subcontratista a trabajar
a más de tres metros, sin que exista ninguna
medida de protección colectiva, ni haber facilitado cascos, cinturones o arneses de seguridad
(SAP de Álava de 22 de octubre de 2002).
Entre los ejemplos calificados como comisión imprudente del delito destacan:
> La sentencia en la que se condena al representante legal de una empresa constructora y
al arquitecto técnico de la obra como responsables de un delito contra los derechos de los
trabajadores, por imprudencia, tras constatar
la Inspección de Trabajo que en la obra faltaban barandillas, pasamanos en las escaleras
y barandillas en los huecos de los forjados,
lo que ponía en riesgo la integridad y la vida
de los trabajadores (SAP de Almería de 7 se
septiembre 2005).
En principio, la responsabilidad penal puede
dar lugar a otro tipo de responsabilidades, como
son: la patrimonial, para hacer frente a los daños y
perjuicios causados; la civil, aunque concurran determinados eximentes de responsabilidad penal;
y, por último, la de Seguridad Social, con el recargo
de prestaciones. Por el contrario, la responsabilidad penal no será compatible con la responsabilidad administrativa cuando exista identidad de
sujeto, hecho y fundamento. De lo contrario, en
estos casos se sancionarían dos veces los mismos
hechos, lo que está prohibido “non bis in idem”.
Finalmente, es importante resaltar que la incompatibilidad entre la responsabilidad penal y la
administrativa sólo se produce cuando concurran
ambas en un mismo infractor y ello sólo sucede si el empresario es una persona física. Por el
contrario, no existe incompatibilidad de responsabilidades penal y administrativa cuando el sujeto
infractor en vía administrativa sea una persona jurídica o cuando el responsable administrativo es el
empresario, persona física, y el responsable penal
es un subordinado suyo.
Con este artículo, se inicia una serie de cuatro,
que se publicarán consecutivamente en Gestión
Práctica de Riesgos Labores, analizando la responsabilidad del empresario en los ámbitos penal, civil,
administrativo y en materia de seguridad social.
El anteproyecto de reforma del Código Penal
incluye la responsabilidad penal de las personas jurídicas (no sólo de las físicas), con penas
que van desde la suspensión de actividades por
10 años hasta la disolución de la sociedad.
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