LA CONFESIÓN (RECONCILIACIÓN) Colección Liturgia 12 COMISIÓN DIOCESANA DE LITURGIA DIÓCESIS DE CHOSICA (LIMA-ESTE) LA CONFESIÓN (RECONCILIACIÓN) “Jesús no sólo exhortó a los hombres a la penitencia, para que abandonando la vida de pecado se conviertan de todo corazón a Dios, sino que acogió a los pecadores para reconciliarlos con el Padre. En el sacramento de la penitencia los fieles obtienen de la misericordia de Dios el perdón de las ofensas que han hecho al Señor y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia a la que ofendieron con su pecado y que con su amor, su ejemplo y su oración les ayuda en el camino de la propia conversión” (Ritual, 1 y 4). LA CONFESIÓN (RECONCILIACIÓN) I/. LOS NOMBRES DEL SACRAMENTO A este sacramento se le denomina con tres nombres. Cada uno acentúa un aspecto u otro y no siempre los más importantes. ! Se le llama Penitencia, término que expresa el proceso nacido de la fe que señala el comienzo de la conversión. El nombre viene del latín “poena” que es la satisfacción por una culpa. Penitencia significa así arrepentimiento y conversión que es lo propio del sacramento y de la actitud cristiana ante el pecado. También se aplicó el término a las prácticas piadosas de la vida ascética en expresión como “hacer penitencia”. ! Se le llama también Reconciliación que señala el término del proceso de conversión en que el pecador, se reconcilia con Dios y con la Iglesia por medio del ministro que le perdona en nombre de Dios. ! Pero el nombre más popular ha sido y es el de Confesión, término que ha ocupado durante siglos toda la perspectiva del sacramento. Se le llama sacramento de la “Confesión” y al sacerdote “confesor”. Este nombre deriva del acto de confesar o reconocer los pecados ante el ministro de la Iglesia, elemento que es necesario en el sacramento, pero no el más importante. 1 II/. EL PECADO Y EL MISTERIO DE LA GRACIA Todos los hombres tenemos experiencia de la existencia del mal en el mundo. Unos son provocados por el hombre, otros por la naturaleza como catástrofes o por deterioro físico como enfermedades. Una pregunta angustiosa que siempre ha inquietado al hombre es por qué sufren los inocentes. 1. El sentido del pecado A nivel mundial se advierte una severa crisis sobre el sentido del pecado; el hombre quiere liberarse de la conciencia de culpa, reivindica su libertad, justifica sus malos actos como efectos de fuerzas instintivas, se ve lleno de poder y autonomía y no reconoce a nadie a quien tenga que darle cuenta de sus actos. Para grandes sectores de la humanidad no cuentan los valores morales sino la eficacia y el progreso técnico. Hay un gran vacío de valores espirituales. Cada vez hay más gente que dice “yo no hago nada malo”. Falta una educación profunda sobre el sentido de la vida humana y sobre el sentido del pecado. Frente a los que no ven pecado en nada están los neurotizados y traumatizados que viven inmersos en una conciencia dominada por el pecado. Antes del Concilio eran muchos los que se confesaban con frecuencia y la confesión tenía una forma estereotipada. Hoy la inmensa mayoría de católicos viven alejados de este sacramento. En algunas partes se prefieren las celebraciones comunitarias sin confesión individual. La Reconciliación ha sufrido un gran retroceso en la Iglesia. Unos por vergüenza a decir sus pecados, otros por la pérdida del sentido de pecado, tanto personal como social, son pequeñas minorías las que se acercan a este sacramento. Esta situación plantea dos retos: educar a los cristianos en 2 la conciencia del pecado personal y social y organizar liturgias vivas que celebren la “metanoia” o conversión humana y el perdón divino. 2. Fundamentación bíblica Para la revelación bíblica el pecado es una ruptura de la alianza con Dios. Ya en las primeras páginas la serpiente, que representa la fuerza del mal, hace fracasar el plan de Dios (Gen 3). Dios rehace su plan, elige a Abraham y hace alianza con él, libera a su pueblo de la esclavitud y extiende su alianza a todo el pueblo. Pero el pueblo es infiel a esta alianza, se va en pos de otros dioses y desconoce las cláusulas de la alianza (los Mandamientos). Es una traición al amor de Dios que los profetas llaman adulterio y prostitución (Oseas 1-2). Estos malos comportamientos dañan no sólo al individuo sino a la comunidad que da las espaldas al Dios de la alianza. Para el NT el pecado reside en el corazón del hombre (Lc 17, 21). Aquí se libra la lucha entre el bien y el mal, la unión y amistad con Dios (vida de la gracia) o el rechazo de Dios (vida de pecado). El pecado se concreta en actitudes no evangélicas como: mentira e hipocresía, orgullo y vanidad, apego a las riquezas, injusticia y explotación de los demás. Si toda la Biblia se resume en amar a Dios y al prójimo (Mc 12, 28-34 y paral.), el pecado también tiene también estas dos vertientes. La parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32) ilustra bien ambos aspectos. El hermano menor rompe con su padre y organiza la vida a sus espaldas. Pero a la vez rompe con toda la familia y comunidad. El hermano mayor es ejemplo del que cumple las reglas, pero no hace comunidad, es egoísta pues no se alegra de la vuelta de su hermano. 3 El pecado además es un poder que domina el mundo. Se hace presente en estructuras sociales, en sistemas de valores, en tradiciones y costumbres, en ideologías y mentalidades de grandes sectores de la sociedad, es el “pecado del mundo” (Jn 1, 29). El hombre está vendido al poder del pecado (Rom 7, 7-24) que trae consigo la muerte eterna (Rom 5). De esta situación nos ha librado Dios que en la muerte de su Hijo por nuestros pecados nos ha reconciliado con él y ha formado un pueblo nuevo y una alianza nueva y eterna en su sangre con todos los que creen en Cristo. Dios ha derramado su amor en nuestros corazones y es su Espíritu el que nos guía en nuestro caminar con él. Así hay dos maneras de vivir: la vida “en el Espíritu” y la vida “en la carne” (Rom 8), la vida de amistad con Dios (gracia) y la de rechazo de su plan salvador (pecado). 3. Dimensión ética y dimensión religiosa Usamos la palabra “pecado” para hablar de los males provocados por el hombre a sí mismo, a otros hombres o a la naturaleza, males en los que se implica la libertad y decisión de su conciencia. Esta conciencia la tenemos todos, los no creyentes como dimensión ética de la vida y los creyentes como dimensión religiosa. Para los primeros el pecado es un desorden que atenta contra los valores humanos y morales aceptados. Para el creyente el pecado es una ruptura de su alianza de amor con Dios, una infidelidad, una pérdida de salvación. El pecado está en el corazón del hombre que se cierra a Dios y se concentra en sí mismo y en su propio interés. 4. Clases de pecados ! Hay muchas categorías de pecados, según su género, magnitud, grado de conciencia y de consentimiento, los hay de palabra, de pensamiento, de obra y de omisión. 4 ! La principal división de los pecados los clasifica en “mortales” porque matan la vida de la gracia y en “veniales” los que rechazan la voluntad de Dios pero no apagan la vida de la gracia. Es una clasificación hecha desde la dimensión religiosa o desde la fe. “El pecado mortal supone un fallo fundamental de la existencia cristiana... implica una opción fundamental contra Dios, que puede manifestarse en actos singulares o aislados, pero que de ordinario se expresa en situaciones, en actitudes o en un conjunto de actos” (Ritual 46). Para los pecados mortales es necesaria la reconciliación sacramental (ib. 45). Para que haya un pecado mortal se necesitan tres condiciones: materia grave, advertencia perfecta (darse cuenta) y consentimiento pleno. ! El pecado venial se expresa en los fallos y ligerezas de la vida cotidiana que debilitan nuestro amor a Dios y a los hermanos, pero que no nos excluye del Reino de Dios. No es necesario confesarlo pues se perdona por acciones penitenciales de la liturgia, por las prácticas ascéticas y además por la reconciliación sacramental (ib. 47). ! Todos los pecados son personales, pero unos dañan principalmente al que lo comete y otros dañan además al prójimo. Por eso se habla del pecado “social” en cuanto que hay pecados en los que la responsabilidad es colectiva (compartida por muchos) y que también dañan a muchos (injusticias sociales). ! Uno de los mayores peligros de hoy es relativizar nuestros pecados personales y enfatizar únicamente los 5 sociales, el pecado “organizado” que existe en la sociedad como el poder del dinero, de la violencia, del hedonismo, del egoísmo, del individualismo y de la mentira con cara de formas sociales. Todos tenemos en nuestro corazón malas inclinaciones fruto de nuestra condición humana y pecadora, la tentación nos acecha constantemente y a veces nos instalamos en costumbres y hábitos pecaminosos. ! A muchos hoy día les resulta difícil reconocer sus fallos como culpa ante Dios, es decir, como pecado. Falta la perspectiva de la fe. Se ven los fallos de los demás más que los propios y se tratan de justificar los pecados como efectos de la naturaleza, del carácter y de las circunstancias. 5. El pecado en la Iglesia La Iglesia es a la vez santa y pecadora (necesitada de incesante purificación, LG 8),pero no en el mismo plano. Es santa porque Cristo su Cabeza es santo y porque ella vive y celebra las cosas santas (misterios, sacramentos, testimonio). En su ser la Iglesia es santa como confesamos en el Credo. Pero a la vez es pecadora en las debilidades y pecados de sus miembros, es decir en el plano sociológico. Y puesto que está llamada a ser santa como Cristo su Cabeza, los pecados de sus miembros llevan siempre un componente de escándalo o mal ejemplo. 6. El perdón de los pecados Hay tres sacramentos que, según las diversas circunstancias, alcanzan el perdón de los pecados: el Bautismo, la Eucaristía y la Penitencia. El Bautismo perdona todos los pecados. La Eucaristía perdona los pecados veniales, pues los mortales es necesario confesarlos antes. El sacramento de la Penitencia lo ejerce 6 la Iglesia en nombre de Cristo para perdonar todos los pecados cometidos después del Bautismo: los que rompen nuestra relación con Dios (mortales) y también los que la debilitan (veniales). Estos también se perdonan con otras prácticas penitenciales: el amor al prójimo, la oración y las obras de misericordia. III/. BREVE HISTORIA DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA El perdón de los pecados forma parte importante del ministerio de Jesús. El anuncia el perdón, llama a la conversión, acoge a los pecadores (Lc 15, 1 s.) y perdona los pecados con la autoridad de Dios (Mc 2, 7) y otras veces a la curación física acompaña el perdón de los pecados como curación espiritual (Mt 9, 1). Su muerte y resurrección tienen un sentido expiatorio: murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación (Rom 4, 25). Después de la resurrección comunica el Espíritu a sus discípulos y les encarga el perdón de los pecados en su nombre (Jn 20, 22-23). Y Jesús da a Pedro como su representante en la Iglesia el poder de actuar en su nombre: atar y desatar (Mt 16, 19) y también a la Iglesia en su conjunto (Mt 18, 18). Los apóstoles anuncian el perdón, llaman a la conversión y bautizan para el perdón de los pecados. La Iglesia a través de su historia ha conocido diversas formas de celebración de este sacramento. Básicamente han sido tres: 7 ! En los primeros siglos (s. I-VI) existió la “Penitencia pública” que se permitía una sola vez en la vida y estaba reservada a los pecados más graves (idolatría, asesinato, apostasía, adulterio). Se consideraba como un “segundo bautismo”. Se caracterizaba por ser un camino de expiación, largo y difícil que podía durar varios años y en el que el penitente debía demostrar su cambio interior y el propósito de evitar el pecado en el futuro. Concluía con una reconciliación eclesial en presencia de toda la comunidad cristiana, normalmente el día de Jueves Santo como preparación al Triduo Pascual. La reconciliación la efectuaba el obispo pronunciando la absolución mientras imponía las manos sobre la cabeza del penitente. El proceso era: arrepentimiento -penitencia larga- absolución con integración en la comunidad eclesial. ! Luego (s. VII-XI) por influencia de los monjes surgió la “Penitencia tarifada” obedeciendo a una nueva situación cultural y pastoral. La penitencia ya no era una sola vez en la vida sino que podía repetirse. Incluía el reconocimiento del pecado y el cumplimiento de una satisfacción prefijada según la clasificación que se tenía de los pecados (a cada pecado correspondía su satisfacción, de ahí el nombre de “tarifada”). Después de cumplir la satisfacción, el penitente recibía el perdón por medio de un sacerdote. El proceso era: arrepentimiento -satisfacción según una tarifaabsolución. Pero siempre los pecados graves necesitaban de la reconciliación sacramental para poder acceder a la eucaristía. ! La tercera fase (s. XI-XX) se ha llamado “Penitencia privada”: se suprime la satisfacción tarifada y se reduce el sacramento a la confesión de los pecados ante un sacerdote del que se recibe inmediatamente la 8 absolución después de aceptar una ligera satisfacción. Aquí se invierten los términos del proceso: se absuelve al penitente que después debe cumplir la satisfacción; antes ésta era previa a la absolución. En el s. XIII se ordena la confesión y comunión anual por Pascua. El pecado mortal debía confesarse antes de comulgar. La confesión se hacía en una especie de cabina llamada “confesionario” para preservar el secreto y el anonimato. Había muy poco diálogo, a lo sumo sobre el número y circunstancias del pecado. Esta práctica de la penitencia fue ratificada por el concilio de Trento (s.XVI) y así ha llegado hasta nuestros días. ! Por último el Vaticano II subrayó el sentido eclesial de la Penitencia (LG 11) y ordenó la revisión de los ritos y la fórmula del sacramento (Const. Lit. 72). IV/. EL NUEVO RITUAL DE LA PENITENCIA El nuevo “Ritual de la Penitencia” fue promulgado el 3 de diciembre de 1973 y su traducción española fue aprobada el 25 de enero de 1975. Lo citaremos con las siglas “RP”. Los aspectos más positivos son los siguientes: 1. Sentido de historia de la salvación: La Penitencia no es algo individual, intimista y desconectado de la realidad exterior que sólo sucede entre el penitente y Dios. Es más bien un momento privilegiado de la 9 historia de la salvación señalada por tensiones entre la gracia de Dios y el pecado de los hombres. Es el momento de la misericordia y acogida del Padre hacia el pródigo que regresa a él. La historia de salvación tiene su centro en Cristo que une a Dios y hombre en su persona (Encarnación) y lleva a cabo la reconciliación de los hombres con Dios por medio de su muerte y resurrección (Misterio Pascual); él es el único reconciliador. En la penitencia se proclama esta victoria de Cristo sobre el pecado en las lecturas, oraciones y sobre todo en la fórmula de la absolución. El Espíritu Santo es el que ha movido al pecador a reconciliarse y es el que hace efectiva la gracia pascual de Cristo en la reconciliación de cada penitente 2. Sentido eclesial: En la Penitencia la Iglesia proclama su fe, da gracias por la salvación de Cristo y la ofrece al pecador arrepentido. El pecado nos aparta de Dios y de su Iglesia y la Penitencia nos reconcilia con Dios y con la Iglesia. En su seno y por medio de ella Dios dispensa su perdón. “La Iglesia ha sido constituida instrumento de conversión y absolución del penitente por el ministerio entregado por Cristo a los apóstoles y a sus sucesores” (RP 8). La falta de sentido comunitario hace que muchos cristianos vivan la penitencia como algo que sólo les concierne a ellos con Dios. Y dicen: “Yo ya me confieso con Dios, ¿para qué hacerlo con un hombre?”. El cristiano es parte de una comunidad a la que daña con su pecado y a la que beneficia con su conversión. Como miembro de la Iglesia debe recibir por medio de ella (por sus ministros) la reconciliación con Dios y con la Iglesia. Es lo que expresa el texto evangélico: “A quienes ustedes perdonen sus pecados les quedan perdonados” (Jn 20, 23). El sentido comunitario de le Penitencia se ha expresado en nuevos ritos y en 10 celebraciones comunitarias que educan la conciencia pública de la dimensión eclesial y social del pecado. 3. Importancia de la Palabra de Dios: Se subraya que la Penitencia es una celebración con diversos ritos y con preponderancia de la Palabra de Dios. Se propone un rico leccionario para las celebraciones comunitarias y aún en la reconciliación individual se pide que el ministro o el penitente proclamen algún texto bíblico. Dios tiene la iniciativa y su Palabra es la que nos motiva y guía en el proceso de conversión (RP 17). Es muy pedagógico no centrarnos demasiado en nuestro pecado, sino acudir y abrirnos a Dios que en su Palabra nos tiende su mano y nos habla de misericordia y de perdón antes de que nosotros lo merezcamos. 4. Diversas formas de celebración: El nuevo Ritual presenta la Reconciliación como una celebración de la misericordia de Dios en sus diferentes formas. Aún en la Reconciliación individual se han de acentuar los elementos de la celebración: la acogida y saludo, la proclamación de la Palabra de Dios, la oración del penitente, la fórmula sacramental, la acción de gracias y despedida. Hay que hacer un gran esfuerzo por educar a la gente en este sentido y los sacerdotes en desprenderse de las formas estereotipadas de épocas a n t e r i o r e s . L a c e l e b ra c i ó n comunitaria tiene dos formas, una con confesión y absolución individual y otra (muy restringida en los casos) con absolución general. 11 V/. EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA A/. Sentido: Hay obligación de confesarse al menos una vez al año y también cuando uno tiene pecado grave antes de acceder a la comunión. Pero es muy conveniente hacerlo de vez en cuando. No se puede señalar tiempo, pues depende de las exigencias de cada uno. Pero hay que evitar dos extremos: no hacerlo en grandes períodos de tiempo o por el contrario repetirlo con tanta frecuencia que corra el peligro de convertirse en rutina. El sacramento de la Penitencia es una acción de Cristo y de la Iglesia. Es reconciliación con Dios y a la vez con la Iglesia. Penitente y ministro celebran el amor de Dios misericordioso que acoge en su amistad al pecador y restablece lo que el pecado ha dañado en lo más profundo de su corazón. Esto es algo propio de cada persona. Pero la fe se vive en comunión con la comunidad de hermanos que forman la Iglesia. El pecado del cristiano afecta a su relación con Dios y con la Iglesia. Y el perdón restablece la comunión con Dios y con la Iglesia. El perdón lo recibe de Dios a través de la Iglesia. El ministro, en nombre de la Iglesia, declara esta comunión. Ya que la mayoría de los cristianos, bautizados de pequeños, no han tenido la experiencia de un catecumenado previo al bautismo, se hace urgente la educación en el sentido del pecado y la llamada a la conversión. Hace falta despertar la fe del cristiano que le ayude a reconocer ante Dios su pecado, a luchar contra el mal y a recibir el perdón de Dios a través de los ministros de la Iglesia. 12 B/. El Ministro El ministro competente para administrar el sacramento de la Penitencia es el obispo y el sacerdote que, según las leyes canónicas, tiene facultad de absolver (RP 9,b). El sacerdote, además de tener la ordenación sacerdotal, debe tener la facultad para oír confesiones dada por su obispo y que es válida para el mundo entero, a no ser que algún obispo se la restrinja (Cc. 967-969). En peligro de muerte puede absolver cualquier sacerdote (C. 976). Para ejercer este ministerio, normalmente es conveniente vestir alba y estola, pero son los obispos quienes establecen las normas sobre vestiduras litúrgicas en este sacramento (RP 14). C/. El examen de conciencia Es anterior a la confesión. Es un examen interior del propio corazón a la luz de la Palabra de Dios en estos tres aspectos: a/. En relación con Dios: ¿Tengo mi vida centrada en Dios como valor supremo? ¿Rezo algo cada día y lo hago con atención? ¿Leo la Palabra de Dios? ¿Respeto el nombre de Dios? ¿Voy a misa los domingos y fiestas? ¿He procurado que mis hijos estén bautizados, hagan su primera comunión y confirmación y participen en la vida de la Iglesia? b/. En relación con el prójimo. ¿Cómo es mi comportamiento en la familia? ¿Soy persona de paz o violenta, de diálogo o impongo mis criterios, de ayuda o egoísta, rencorosa o comprensiva? ¿Sé reconocer errores y pedir perdón? Como padre o madre ¿me preocupo 13 de la vida cristiana de mis hijos? Como hijo o hija ¿respeto y ayudo a mis padres? ¿Alimento odios, rencores, cóleras o venganzas? ¿He agredido o hecho daño a alguien? ¿He practicado algún aborto, aconsejado o participado para que se haga? ¿Soy fiel en el amor del matrimonio en hechos y en deseos o traiciono a mi esposa o esposo? ¿He usado mal mi sexualidad? ¿He robado a alguien o le he engañado en negocios? ¿Miento, engaño o calumnio a los demás? ¿Me dejo llevar por la envidia? ¿Ayudo en algo a los demás? C/. En relación conmigo mismo: ¿Cumplo mis responsabilidades en la familia (como padre, hijo, hermano), en el trabajo o en el estudio? ¿Tengo mal carácter y vivo criticándolo todo? ¿Respeto mi cuerpo y el de los demás? ¿Tomo licor en exceso o consumo drogas? ¿Me dejo dominar por el materialismo y el afán de pasarlo bien? ¿Vivo de acuerdo a lo que me gusta o a lo que es mi deber? ¿He omitido hacer algo que era mi obligación? D/. La Contrición: Es el acto principal del penitente, un dolor del alma y un detestar el pecado cometido con propósito de no pecar en adelante. Debe significar una verdadera “metanoia” o conversión, es decir, un cambio íntimo de la persona (su manera de pensar, juzgar y actuar) impulsado por la santidad y el amor de Dios. Este arrepentimiento se expresa ante Dios y a él se le pide el perdón. De esta contrición del corazón depende la autenticidad del sacramento de la penitencia (RP 6 a). E/. Explicación de los Ritos del Sacramento 1. Acogida y saludo: El pecador se dirige al ministro como representante de 14 Cristo en una actitud que expresa la decisión del hijo pródigo: “Me levantaré e iré a mi padre” (Lc 15, 17). El sacerdote lo acoge amablemente con un simple gesto o con una frase sencilla. El penitente se arrodilla y hace la cruz diciendo “En el nombre del Padre...” Sigue una invitación del ministro a la confianza en Dios. El tradicional saludo “Ave María purísima” es una frase devocional que no tiene nada que ver con el sacramento de la penitencia. 2. Palabra de Dios: Es una elemento fundamental en las celebraciones comunitarias; en la reconciliación individual es libre. Aunque la tradición de los últimos siglos no la tomaba en cuenta en la reconciliación, hay que ir introduciéndola aunque sea con textos breves para que (como en los demás sacramentos) quede clara la relación entre lo que anuncia la Palabra y lo que realiza el Sacramento de la Reconciliación. 3. Confesión: Decir los pecados al confesor a la luz de la misericordia divina. El penitente abre su corazón al ministro de Dios y el ministro, como representante de Cristo, hace de juez misericordioso que pronuncia la sentencia de absolución o retención de los pecados (RP 6 b). El penitente expresa alguna fórmula de confesión general como el “Yo confieso...” u otra y luego dice sus pecados. La confesión de los pecados ha ocupado el puesto principal del sacramento. Es necesario confesar todos los pecados graves, pero lo principal es reconocer el pecado ante Dios, arrepentirse y comprometerse a cambiar. En la práctica muchas veces la confesión se convierte en desahogo psicológico de los problemas que vive el penitente. Hace 15 falta una educación para que se sepan diferenciar bien los pecados y los problemas que requieren un consejo. El perdón viene de Dios: el sacerdote lo declara en nombre de Dios y el penitente lo recibe de El. El lugar para desahogos y consultas debe ser otro y no el confesionario. En la confesión sacramental no se trata de proyectar la película de la vida con todos sus detalles ni por otro lado de hacer una alusión general a nuestra condición pecadora. Se trata de reconocer humildemente las fallas que tenemos y lo que hay de malo en nuestra vida. 4. Satisfacción: El sacerdote ayuda al penitente a hacer una confesión íntegra, le da consejos oportunos para empezar una vida nueva y en diálogo con él le impone una satisfacción que el penitente acepta como conveniente para reparar el daño del pecado. “La verdadera conversión se realiza con la satisfacción por los pecados, el cambio de vida y la reparación de los daños” (RP 6 c). La satisfacción tiene por objeto reparar el orden destruido y curar la enfermedad sufrida. Debe ser proporcionada a los pecados cometidos e ir encaminada sobre todo al servicio del prójimo (RP 18). El penitente la ha de cumplir después de la confesión. 5. Oración del penitente: El penitente manifiesta su arrepentimiento y el propósito de una vida nueva con alguna forma de oración con la que pide el perdón de Dios. 6. Imposición de manos y absolución: El sacerdote extiende las manos sobre el penitente mientras pronuncia la absolución. Lo más propio es que coloque sus manos sobre la cabeza del penitente y tras un breve silencio diga la absolución. Si no se puede, al menos debe extender la mano derecha (RP 19). La fórmula es 16 trinitaria: el perdón viene de la misericordia del Padre por el Misterio Pascual de Cristo y por la acción del Espíritu Santo. Y subraya el aspecto eclesial del sacramento que se otorga por el ministerio de la Iglesia (RP 19). 7. Acción de gracias y despedida: El penitente da gracias con una breve aclamación de acción de gracias tomada de la Sagrada Escritura. Y el sacerdote lo despide en la paz del Señor (RP 20). 8. Importancia de los diferentes gestos: El sacerdote declara el perdón en nombre de Dios. Debe actuar como médico que cura heridas del alma y como juez de las culpas confesadas. Pero también como celebrante del misterio de reconciliación del pecador con Dios. Es un ministro de Cristo y de la Iglesia que en actitud de fe y oración con el penitente realiza una acción salvadora a favor de éste. Este sentido de celebración del misterio es fundamental. Lo contrario es oír confesiones rutinarias como quien cumple unos requisitos mínimos e inexpresivos. Sacerdote y penitente no son protagonistas, ambos deben ponerse en presencia de Dios. La Penitencia es un sacramento es decir, acción de Cristo que aplica al penitente la fuerza de su muerte y resurrección. Y este misterio se realiza por medio de gestos externos del pecador que simbolizan su conversión, y del sacerdote que hacen presente la acción de Cristo. “El penitente celebra, junto con el sacerdote, la liturgia de la Iglesia que se renueva continuamente” (RP 11). 17 No todos los gestos tienen la misma importancia. Por parte del penitente los gestos fundamentales son: la confesión de los pecados y la manifestación de su dolor con una oración de contrición. Por parte del sacerdote las palabras de la absolución. A estos gestos hay que darles todo su relieve. El Ritual (n. 21) exige como obligatorios: la confesión de los pecados, la aceptación de la satisfacción, la invitación a la contrición, la fórmula de la absolución y la fórmula de despedida. Otros gestos son libres: el saludo y fórmula introductoria, la lectura de la Palabra de Dios, la exhortación del sacerdote y las plegarias de acción de gracias. F/. El lugar y tiempo de la reconciliación: “El lugar propio para oír confesiones es una iglesia u oratorio” (c. 964, 1). Lo mejor es tener una capilla independiente para la reconciliación y en ella una reja junto a la sede para que pueda ser usada libremente por quienes lo deseen (c. 964, 2). Fuera del confesionario no se deben oír confesiones si no es por causa justa (ib. 3). Los fieles pueden confesarse en cualquier tiempo y día. Pero es conveniente tener horarios fijos de confesiones en las parroquias y capillas. No es aconsejable confesarse durante la misa. El tiempo del año más adecuado para celebrar la misericordia de Dios en la reconciliación es el tiempo de Cuaresma, en el cual es conveniente organizar frecuentes celebraciones penitenciales para que los fieles tengan oportunidad de reconciliarse con Dios y con los hermanos y así celebrar con un corazón renovado el Triduo Pascual (RP 13). También es muy oportuno hacerlo en el mes de octubre y en Adviento. 18 G/. Excusas para no confesarse: ! Yo no tengo pecados. No es raro encontrar gente que no tiene el sentido del pecado. Resumen su vida en expresiones como ésta: “Yo no robo ni mato, no tengo pecado”. A todo lo demás no le dan importancia. ! Yo ya me confieso a Dios: Es una excusa muy frecuente y en muchos que están de buena fe. Dios es el que perdona, ¿para qué tengo que confesarme con un hombre? En esta excusa falta por completo el sentido eclesial (no se sienten parte de una Iglesia) y el sentido comunitario (el pecado se ve sólo como un asunto del individuo con Dios). Pero Dios ha querido darnos su perdón a través de sus representantes en la Iglesia. ! Me he confesado, pero no sé si Dios me perdona: Este es un problema psicológico. Muchos que se confiesan de algún pecado grave (aborto, asesinato...) reciben el perdón de Dios, pero ellos no terminan de perdonarse a sí mismos y siguen alimentando su trauma interior. El trauma por el pecado cometido lo hace aparecer como algo imborrable y que ellos creen imperdonable. Y en muchos casos ni se acercan a la Reconciliación. Les falta fe en la misericordia de Dios. ! Me da mucha vergüenza: Caso también muy frecuente que aleja del sacramento. El trato afable y comprensivo del confesor es algo decisivo para que esta clase de gente se sienta acogida. 19 VI/. RITO DE LA RECONCILIACIÓN DE UN PENITENTE Nota: S/. es sacerdote y P/. es penitente 1. Acogida El sacerdote acoge con bondad al penitente y le saluda con palabras de afecto. Luego el penitente, haciendo la señal de la cruz, dice: P/. En el nombre del Padre, + y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. El sacerdote invita al penitente a poner su confianza en Dios con estas o parecidas palabras S/. Dios, que ha iluminado nuestros corazones, te conceda un verdadero conocimiento de tus pecados y de su misericordia. P/. Amén. Otra fórmula S/. El Señor Jesús, que no vino a llamar a los justos sino a los pecadores, te acoja con bondad. Confía en él. 2. Palabra de Dios El sacerdote, si lo juzga oportuno, lee o dice de memoria algún texto de la Sagrada Escritura en el que se proclame la misericordia de Dios y la llamada a la conversión. S/. Pongamos los ojos en el Señor Jesús que fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. 20 Otros textos S/. El Señor nos dice: Si ustedes perdonan a los demás sus culpas, también su Padre del cielo los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco su Padre perdonará las culpas de ustedes. (Mt 6, 14-15) S/. La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera! (Rom 5, 8-9) S/. Si confesamos nuestros pecados, él que es fiel y justo nos perdonará los pecados y nos lavará los delitos.(1 Jn 1, 9) 3. Confesión de los pecados y aceptación de la satisfacción El penitente puede decir el “Yo confieso...” y luego confiesa sus pecados. Si es necesario, el sacerdote le ayuda a hacer su confesión, en diálogo con él le da consejos, le invita al arrepentimiento de sus culpas y le recuerda que por el sacramento de la Penitencia morimos y resucitamos con Cristo participando así en su misterio pascual. Luego le propone una obra de penitencia proporcionada a las culpas y que el penitente acepta como satisfacción de sus pecados y para enmienda de su vida. 4. Oración del penitente El sacerdote invita al penitente a que manifieste su arrepentimiento. Este lo hace con estas u otras fórmulas semejantes P/. Jesús, Hijo de Dios, apiádate de mí que soy un pecador. 21 Otras fórmulas P/. Padre, he pecado contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Ten compasión de este pecador (Lc 15, 18; 18, 13). P/. Señor, lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado (Sal 50, 4-5). P/. Dios mío, con todo mi corazón me arrepiento de todo el mal que he hecho y de todo lo bueno que he dejado de hacer. Al pecar, te he ofendido a ti que eres el Supremo Bien y digno de ser amado sobre todas las cosas. Propongo firmemente, con la ayuda de tu gracia, hacer penitencia, no volver a pecar y huir de las ocasiones de pecado. Señor, por los méritos de la pasión de nuestro Salvador Jesucristo, apiádate de mí. 5. Imposición de manos y absolución El sacerdote extendiendo ambas manos o al menos la derecha sobre la cabeza del penitente, dice: S/. Dios Padre misericordioso que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda por el ministerio de la Iglesia el perdón y la paz. Y YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO + Y DEL ESPÍRITU SANTO. P/. Amén. 6. Acción de gracias y despedida del penitente Luego ambos prosiguen S/. Da gracias al Señor porque es bueno. P/. Porque es eterna su misericordia. S/. El Señor ha perdonado tus pecados. Puedes ir en paz. 22 En lugar del diálogo anterior el sacerdote puede decir alguna de estas fórmulas: S/. La Pasión de nuestro Señor Jesucristo, la intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de todos los Santos, el bien que hagas y el mal que puedas sufrir, te sirvan como remedio de tus pecados, aumento de gracia y premio de vida eterna. Vete en paz. S/. Vete en paz y anuncia a los hombres las maravillas de Dios que te ha salvado. VII/. CELEBRACIÓN COMUNITARIA CONFESIÓN INDIVIDUAL Y I/. RITOS INICIALES: 1. Canto Reunidos los fieles, al entrar el sacerdote, se puede cantar un canto apropiado como “Caminaré en presencia del Señor”, “A ti levanto mi alma”, “Desde lo hondo” u otro. 2. Saludo S/. La gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo, nuestro Salvador, estén con todos ustedes. R/. Y con tu espíritu. 23 O bien éste u otros de la Misa S/. Hermanos: Que Dios abra sus corazones a su ley y les conceda la paz; que escuche sus oraciones y queden reconciliados con él. R/. Amén. 3. Oración S/. Oremos, hermanos, para que Dios, que nos llama a la conversión, nos conceda la gracia de una verdadera y fructuosa penitencia. (Momentos de silencio y prosigue) S/. Escucha, Señor, nuestras súplicas humildes y perdona los pecados de quienes nos confesamos culpables, para que así podamos recibir tu perdón y tu paz. Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén. Otras Oraciones S/. Señor Dios nuestro, que no te dejas vencer por nuestras ofensas, sino que te aplacas con nuestro arrepentimiento; mira a tus siervos que se confiesan pecadores ante ti y, al celebrar ahora el sacramento de tu misericordia, concédenos que, corregidas nuestras vidas, podamos gozar de las alegrías eternas. Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén. S/. Padre de misericordia y Dios de todo consuelo que no te complaces en la muerte del pecador sino en que se convierta; auxilia a tu pueblo para que vuelva a ti y viva. Ayúdanos a escuchar tu palabra, confesar nuestros pecados y darte gracias por el perdón que nos otorgas. Haz que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas en Cristo tu Hijo que vive y reina por los siglos de los siglos. R/. Amén. 24 II/. LITURGIA DE LA PALABRA: 1. Lecturas Se puede hacer una o varias lecturas intercaladas con un salmo o canto apropiado o un momento de silencio. Si se hace una sola lectura conviene tomarla del Evangelio. Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios (4, 23-32) Hermanos: Ustedes aprendieron a renovar su mentalidad y a revestirse de la nueva condición creada a imagen de Dios con una auténtica justicia y santidad. Por tanto dejen la mentira, hable cada uno con verdad a su prójimo porque como miembros dependemos unos de otros. Indígnense pero sin llegar a pecar; que la puesta del sol no los sorprenda con su enojo; y no dejen lugar al diablo. Que el ladrón no robe más, sino que trabaje dura y honradamente con sus propias manos para poder compartir con el necesitado. No salgan de su boca malas palabras, que el hablar de ustedes sea bueno, constructivo y oportuno; así harán bien a los que los oyen. No irriten al santo Espíritu de Dios que los selló para el día del rescate; nada de rencores, coraje, cólera, gritos ni insultos; destierren eso y toda mala voluntad. Sean serviciales y compasivos unos con otros perdonándose mutuamente como Dios los perdonó por Cristo. Salmos responsoriales Sal 50 Misericordia, Dios mío, por tu bondad Sal 94 Ojalá escuchen hoy la voz del Señor Sal 129 Del Señor viene la misericordia 25 Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (22, 34- 40) En aquel tiempo los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? El le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas. Lecturas del AT (se indica el Leccionario en que se encuentran) Deut 6, 4-9 Amarás al Señor tu Dios (Lec. V p. 119*) Deut 30, 15-20 Pongo delante de ti la vida y la muerte (Lec II p. 114*) Is 5, 1-7 Mi amigo tenía una viña (Lec. I p. 264) Ez 18, 20-32 Si el malvado se convierte vivirá (Lec. II p. 135*) Os 14, 2-10 Israel, conviértete al Señor (Lec. IV p. 531) Lecturas del NT (se indica el Leccionario en que se encuentran) Rom 15, 8-15 Dejemos las actividades de las tinieblas (Lec. I p. 6) Ef 2, 1-10 Dios nos ha hecho vivir con Cristo (Lec. IV p. 645) Sant 2, 14-26 Fe y obras (Lec. IV p. 468) Apoc 20, 11-15 Cada uno fue juzgado según sus obras (Lec. IV p. 688) 26 Lecturas del Evangelio (se indica el Leccionario en que se encuentran) Mt 5, 1-12 Las Bienaventuranzas (Lec. I p. 194) Mt 18, 21-35 Perdón de Dios y perdón al hermano (Lec. I p. 257) Mt 25, 31-46 El juicio final (Lec. I p. 290) Lc 15, 1-10 Parábolas de la oveja y moneda perdidas (Lec. IV p. 406) Lc 15, 11-32 El hijo pródigo (Lec. VI p. 198) Jn 15, 1-8 La vid y los sarmientos (Lec. VI p. 164) 2. Homilía: Partiendo de las lecturas debe conducir a los penitentes al examen de conciencia y a la renovación de vida. III/ RITO DE LA RECONCILIACIÓN 1. Confesión general de los pecados S/. Hermanos: Confesemos nuestros pecados y oremos unos por otros, por nuestra salvación. (Todos se arrodillan o se inclinan) Todos: Yo confieso ante Dios Todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa (golpes de pecho). Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a ustedes hermanos que intercedan por mí ante Dios nuestro Señor. S/. Pidamos humildemente a Dios misericordioso, que purifica los corazones de quienes se confiesan pecadores y libra de las ataduras del mal a quienes se acusan de sus pecados, que conceda el perdón a los culpables y cure sus heridas. 27 ! Que nos concedas la gracia de una verdadera penitencia. ! Todos: Te rogamos, óyenos. ! Que nos concedas el perdón y borres las deudas de nuestros antiguos pecados. ! Que los que nos hemos apartado de la santidad de la ! ! ! ! ! Iglesia consigamos el perdón de nuestras culpas y volvamos limpios a ella. Que a los que con el pecado hemos manchado nuestro bautismo, nos devuelvas a su primitiva blancura. Que al acercarnos de nuevo a tu altar santo, seamos transformados por la esperanza de la vida eterna. Que permanezcamos de aquí en adelante, con entrega sincera, fieles a tus sacramentos y mostremos siempre nuestra adhesión a ti. Que, renovados en la caridad, seamos testigos de tu amor en el mundo. Que perseveremos fieles a tus mandamientos y lleguemos a la vida eterna. S/. Con las mismas palabras que Cristo nos enseñó, pidamos a Dios Padre que perdone nuestros pecados y nos libre de todo mal. T/. Padre nuestro... S/. Escucha, Señor, a tus siervos que se reconocen pecadores y haz que, liberados por tu Iglesia de toda culpa, merezcan darte gracias con un corazón renovado. Por Jesucristo nuestro Señor. T/. Amén. 2. Confesión y absolución individual Los fieles se acercan a los sacerdotes y confiesan sus pecados, reciben la absolución y aceptan la satisfacción. Entre tanto se puede cantar algún canto penitencial o poner música suave de fondo. 28 3. Acción de gracias por la misericordia de Dios Terminadas las confesiones, el sacerdote que preside invita a la acción de gracias y a la práctica de las buenas obras. Se puede hacer alguna oración litánica o cantar algún canto como el “Magnificat”, “Hoy, Señor, te damos gracias”, “Te damos gracias, Señor”, “A Dios den gracias los pueblos”... Al final el sacerdote concluye: S/. Padre santo, tú nos has renovado a imagen de tu Hijo; concédenos tu misericordia para que seamos testigos de tu amor en el mundo. Por Jesucristo nuestro Señor. T/. Amén. RITO DE CONCLUSIÓN (El sacerdote bendice a todos diciendo) S/. El Señor dirija sus corazones en la caridad de Dios y en la espera de Cristo. R/. Amén. S/. Para que puedan ustedes caminar con una vida nueva y agradar a Dios en todas las cosas. R/. Amén. S/. Y que los bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo. R/. Amén. S/. El Señor ha perdonado sus pecados. Pueden ir en paz. R/. Demos gracias a Dios. 29 VIII/.CELEBRACIÓN COMUNITARIA ABSOLUCIÓN GENERAL Y Su uso está muy restringido por la ley canónica (c. 961). Son dos los casos admitidos: a) en peligro de muerte sin tiempo para oír la confesión de todos; b) en necesidad grave con gran afluencia de penitentes y pocos confesores, quedando la obligación de confesarse lo antes posible de los pecados graves. Ambas circunstancias deben ser juzgadas por el Obispo diocesano en diálogo con la Conferencia Episcopal. El Rito es el mismo de la Celebración Comunitaria con absolución individual. Después de la homilía, el sacerdote asigna una penitencia adecuada, el diácono o sacerdote invita a los que van a recibir la absolución individual que lo expresen con un signo (inclinarse o ponerse de rodillas). Sigue el acto de contrición, la letanía, el Padrenuestro y la absolución que el sacerdote pronuncia en plural. Y se termina con la acción de gracias y la bendición final. IX/. CELEBRACIONES COMUNITARIAS DE LA PENITENCIA Son celebraciones no sacramentales que tienen por objeto educar y hacer tomar conciencia al pueblo cristiano en el sentido del pecado y en su dimensión comunitaria y a la vez sirven también como preparación al sacramento de la reconciliación. En realidad son lo mismo que las celebraciones comunitarias pero sin confesión y absolución. Pero no deben confundirse unas con otras. Son útiles para educar el espíritu de penitencia en la 30 comunidad, para ayudar a la confesión individual, para educar a los niños en la conciencia de pecado y a los catecúmenos para su conversión. Son más necesarias donde no hay sacerdote como disposición para recibir el sacramento (RP 37). X/. VOCABULARIO PECADO: Rechazo de los valores aceptados en la vida personal o social (dimensión ética para el no creyente). Rechazo consciente y voluntario de la voluntad de Dios manifestada en su Palabra, en Cristo y en su Iglesia (dimensión religiosa para el creyente). PECADO MORTAL: El que da muerte a la existencia cristiana y organiza la vida del hombre al margen de Dios. Se le llama también “grave”. PECADO VENIAL: El que no rompe nuestra relación con Dios, pero sí la debilita con nuestras pequeñas fallas y ligerezas. Se le llama también “leve”. PENITENCIA: Término para designar al Sacramento que ratifica el perdón otorgado por Dios. El término “penitencia” destaca la actitud interior de conversión. RECONCILIACIÓN: Término para designar al Sacramento que destaca el efecto del mismo, la reconciliación con Dios y con los hermanos. CONFESIÓN: Término clásico y popular para designar al Sacramento y que destaca el reconocimiento de las culpas ante el sacerdote por parte del penitente. 31 CONTRICIÓN: Designa el arrepentimiento motivado por el amor a Dios y no motivado por el miedo a los castigos por el pecado. Es el arrepentimiento perfecto. ATRICIÓN: Arrepentimiento imperfecto basado en el miedo al castigo y no en el amor. El Concilio de Trento declaró que es suficiente para el sacramento de la penitencia. SATISFACCIÓN: Es la obra impuesta por el confesor de acuerdo con el penitente para que se cure del mal que padeció. Se cumple después de la confesión. Pero la verdadera satisfacción es el cambio de vida. ABSOLUCIÓN: Es la fórmula sacramental con al imposición de manos por parte del confesor que perdona en nombre de Dios. JUSTIFICACIÓN: Acto por el que Dios da al pecador su amor y su gracia. Y acto por el que el hombre acoge el perdón de Dios que lo transforma de pecador en justo. Es un término usado por los protestantes para subrayar que el perdón y la salvación no se deben a las obras del hombre sino al amor misericordioso de Dios. METANOIA: Término que designa el retorno a Dios, la conversión profunda de la mente y el corazón; en maneras de pensar y actuar. INDULGENCIAS: Remisión ante Dios de la pena temporal de los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa (c. 992) cumpliendo determinadas condiciones. 32 COLECCIÓN LITURGIA 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. La Liturgia El año litúrgico Los Sacramentos Catecumenado de adultos El Bautismo La Confirmación La Eucaristía Los Acólitos Lectores y Monitores Ministerios Musicales Ministros Extraordinarios de la Eucaristía La Confesión La Unción de los enfermos El Matrimonio Oración por los difuntos OBISPADO DE CHOSICA Calle Fray Martín de Porres s/n Urbanización El Descanso (Huaycán) Ate - Vitarte Telf. 359-4141 Fax 359-4074 INDICE Pág. I.- LOS NOMBRES DEL SACRAMENTO 1 II.- EL PECADO Y EL MISTERIO DE LA GRACIA 2 III.- BREVE HISTORIA DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA 7 IV. EL NUEVO RITUAL DE LA PENITENCIA 9 V.- EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA 12 VI.- RITO DE LA RECONCILIACIÓN DE UN PENITENTE 20 VII.- C E L E B R A C I Ó N C O M U N I TA R I A CONFESIÓN INDIVIDUAL Y VIII.- C E L E B R A C I Ó N C O M U N I TA R I A ABSOLUCIÓN GENERAL Y IX.- CELEBRACIÓN PENITENCIA X.- VOCABULARIO COMUNITARIA DE LA 23 30 30 31