ATENCIN A LA DIVERSIDAD: PRINCIPIOS BSICOS

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ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD: PRINCIPIOS BÁSICOS
José Luis Diego Martín.-
La LOGSE establecía como principios básicos de atención a la diversidad los de de
normalización, contextualización, significatividad, realidad y participación. Por su
parte, la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOE), en su artículo 74,
sobre alumnado que presenta necesidades educativas especiales, establece que “la
escolarización del alumnado que presenta necesidades educativas especiales se regirá
por los principios de normalización e inclusión y asegurará su no discriminación y la
igualdad efectiva en el acceso a la permanencia en el sistema educativo…”. La Ley
17/2007, de 10 de diciembre, de Educación de Andalucía (LEA), amplía los principios
citados por la LOE señalando que la escolarización se regirá por los principios de
normalización, inclusión escolar y social, flexibilización, personalización de la
enseñanza y coordinación interadministrativa.
Además de estos principios, las corrientes pedagógicas vienen poniendo el énfasis,
también, en los de individualización, sectorización e integración.
1. Principios de normalización e integración:
El principio de normalización parte del concepto de que la vida de las personas
discapacitadas debe ser la misma que la de cualquier ciudadano en cuanto a su
ritmo, oportunidades y opciones, tanto si viven en una institución como en la sociedad.
La normalización implica que en la medida de lo posible todas las personas deben
tener los mismos derechos y obligaciones. Esto no significa negar la discapacidad,
sino tender al desarrollo de las capacidades individuales de cada sujeto recibiendo
atención particular a través de los servicios ordinarios y propios de la comunidad,
teniendo presente que solo en los casos necesarios podrá recibirla en instituciones
específicas.
La normalización se planteó como un objetivo a conseguir, mientras que la
integración sería el método de trabajo para conseguirlo.
La normalización implica poner al alcance de las personas discapacitadas unos
modos y unas condiciones de vida diarios lo más parecidos posible a las formas y
condiciones de vida del resto de la sociedad, entre las que destacan las siguientes:
− Relativas al ritmo y tipo de actividades diarias de cualquier persona de la
colectividad (horarios, trabajo y descanso).
− En relación a las características de cada etapa evolutiva (niño, adolescente,
joven, adulto, anciano).
− En relación a su intimidad y a sus derechos constitucionales (deseos,
opciones y aspiraciones).
− En relación a sus recursos económicos (ingresos para vivir).
− En cuanto a las relaciones afectivas y sexuales (debe relacionarse con personas
del sexo opuesto en condiciones semejantes a las de sus conciudadanos).
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Con el tiempo son muchas las aportaciones que se han venido haciendo al
concepto de normalización. Se ha puntualizado que no se trata de normalizar a las
personas sino al entorno en el que se desenvuelven, lo que llevará implícito que los
medios y condiciones de vida se adecuen a las necesidades del discapacitado. Será
necesario modificar el ambiente empobrecido del individuo y propiciar un mejor
autoconcepto del mismo, que sin duda, redundará en prepararle para hacer un
aprendizaje de mayor eficacia.
La aplicación del principio de normalización, en definitiva, requiere de una
planificación por parte de las instituciones públicas que deberían tomar medidas
desde el mismo momento que nace el niño. La normalización del entorno supone la
organización de los servicios que han de prestarse y una planificación donde las
asociaciones de padres, y las asociaciones de personas afectadas deben
participar activamente.
En estrecha relación con el principio de normalización se plantea el de integración
que, como hemos dicho, sería el método de trabajo para conseguir la
normalización.
Parece haber unanimidad al aceptar que, ante todo, la integración debe perseguir
que las relaciones entre los alumnos se basen en el reconocimiento de la integridad
del otro, compartiendo derechos y valores.
En cambio no existe pleno acuerdo en la aceptación del propio concepto de
«integración», ya que nace en los diferentes países occidentales con matizaciones
que dificultan hablar de un enfoque unívoco. Todo ello, a pesar de aceptarse que el
principio de integración aparece como referencia a cuatro niveles globalizados e
interrelacionados: físico, funcional, social y comunitario.
− La integración física hace referencia a la participación y comunicación del
individuo dentro de su entorno. Este nivel de integración resulta bastante
escaso pues sólo se llegan a compartir espacios comunes, patios y comedores.
− La integración funcional es aquella que se produce cuando el niño
discapacitado desarrolla las mismas actividades que sus compañeros o muy
similares. Podemos distinguir tres niveles de integración funcional:
o Co-utilización de recursos con los alumnos de centros ordinarios, pero en
momentos diferentes.
o Utilización simultánea de los servicios por parte de todos los alumnos.
o Cooperación, cuando se establece una relación activa entre ambos grupos
en la utilización de recursos.
− La integración social es aquella que se produce cuando el discapacitado
forma parte real del grupo, manteniendo intercambios significativos con sus
compañeros.
− La integración a la comunidad sería el último peldaño de la integración, al
conseguirse las mismas condiciones, atribuciones y obligaciones que
cualquier ciudadano.
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Algunas de las ideas básicas en las que se insiste para conseguir que la
integración resulte eficaz son:
− Detección precoz de las necesidades existentes, lo que exige actuar desde el
momento que se observe cualquier tipo de alteración.
− Plantear una estimulación temprana, desde el mismo momento de la
detección y diagnóstico, entendiendo que cualquier pérdida de tiempo en estos
casos, puede cuestionar el desarrollo del niño o de la niña y el éxito de la
propia integración.
− Implicación y participación activa de los padres en los procesos de
aprendizaje, lo que exige que desde los centros se propicien fórmulas
organizativas que lo faciliten.
− Enseñanza individualizada, lo que exige una labor cooperativa del equipo
de profesorado, que lleva consigo realizar una planificación adecuada de la
actividad docente, implantando una organización flexible de los programas.
− Apoyo efectivo al profesorado, tanto en lo que se refiere a los recursos
humanos y materiales necesarios como desde el punto de vista de su
formación. Con respecto a este último aspecto, la formación, que
consideramos de especial relevancia, conviene precisar que hoy día parece
necesaria:
o Una formación no sólo a nivel teórico sino basada en la experiencia del
trabajo con el alumnado con necesidades educativas especiales.
o Una formación en centros, que responda a las necesidades concretas que
puedan existir.
o Una formación que permita organizar una red de apoyo al profesorado en
general y a los tutores, en particular, del alumnado con necesidades
educativas especiales.
o Una formación que incluya asesoramiento tanto interno como externo al
centro.
A modo de resumen de los dos principios analizados podemos decir que:
ƒ
La normalización implica proporcionar a las personas que presentan
necesidades educativas especiales, particularmente a aquellas con discapacidad,
los servicios y las ayudas técnicas para que logren calidad de vida, los
beneficios de sus derechos humanos y el desarrollo de sus capacidades.
ƒ
La integración se refiere a que estas personas tengan acceso a los mismos
derechos, oportunidades y tipo de experiencias que tiene el resto de su
comunidad, con el fin de que participen activamente en los ámbitos familiar,
social, escolar y laboral, eliminando la segregación.
En estrecha relación con estos dos principios se plantean los de sectorización e
individualización, que comentamos a continuación.
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2. Principios de sectorización e individualización:
Ambos principios han de considerarse en estrecha relación con los dos anteriores
(normalización e integración) y hacen referencia a:
ƒ
La sectorización consiste en que todos los niños y niñas puedan ser educados y
recibir los apoyos necesarios cerca del lugar donde viven. Se trata, por tanto,
de descentralizar los servicios aproximándolos a las regiones y/o localidades
en donde viven las personas que los necesitan, integrándolos en la escuela
regular y no en instituciones especializadas.
ƒ
La individualización de la enseñanza tiene que ver con la necesidad de adaptar
la enseñanza a las necesidades y particularidades de cada alumno, mediante
adecuaciones al currículo. No se trata, por tanto, de adaptar al niño o la niña al
currículo establecido, ni de elaborar currículos específicos (como en su día lo
fueron los P.D.I. o Programas de Desarrollo Individualizados), sino de adaptar el
currículo ordinario a las necesidades y características de cada uno. En definitiva,
se trataría de “dar a cada alumno o alumna lo que necesita”.
Para conseguir que estos principios sean una realidad es necesario:
− Llevar a cabo una valoración y seguimiento por parte de los profesionales de
los Equipos de Orientación de Zona o Centro, teniendo en cuenta que no se
trata sólo de evaluar al niño o a la niña sino de asesorar a los familiares, al
equipo directivo y al profesorado, lo que existe una importante tarea de
coordinación de todo el personal implicado en la atención del niño o la niña.
− Realizar una atención individualizada, tanto por parte del profesorado, en
general, como de los especialistas que procedan (Pedagogía Terapéutica,
Audición y Lenguaje, etc.), de forma coordinada.
− Establecer condiciones administrativas que resulten adecuadas, entre las que
cabe destacar la reducción de la ratio. Aunque esta es una medida que ha
venido recogida en distintas disposiciones legislativas, hasta el momento no se a
acabado de concretar y, sobre todo, de hacerse efectiva. Cabe esperar que en los
momentos actuales, cuando se desarrolle la LEA, dicha medida acabe siendo una
realidad.
− Utilizar recursos específicos, entendiendo por tales tanto las propias
adaptaciones curriculares (significativas o no) como todos aquellos materiales
que sean necesarios (material impreso, informático, audiovisual, etc.).
− Mostrar actitudes favorables que permitan hacer efectivos todos estos
principios, lo que va a resultar incluso más decisivo que el hecho de disponer de
recursos. Dichas actitudes resultan básicas en el profesorado y el resto de
profesionales que trabajan directa o indirectamente con el niño o la niña, pero
no sólo, sino que deben estar presentes en toda la comunidad educativa.
− Entre dichas actitudes es necesario asumir que todos somos diferentes (en
cuanto a nuestras características, ritmos, estilos de aprendizaje, etc.) y, por tanto,
que las respuestas y estrategias educativas deben ser diversificadas.
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3. Principios de contextualización, significatividad, realidad y participación:
Aunque estos principios están en estrecha relación con los anteriormente señalados,
dado que la LOGSE, como hemos visto, los plantea de forma explícita, conviene que
aclaremos, aunque sea brevemente, a qué hace referencia cada uno de ellos:
ƒ
Principio de contextualización (también conocido como principio ecológico),
que hace referencia a la necesidad de un conocimiento lo más amplio posible
del centro educativo, su entorno y el entorno del grupo de alumnos y de cada
alumno concreto. Para la obtención de la información relevante se procederá a
evaluar cada uno de estos elementos o ámbitos por medio de las estrategias e
instrumentos más adecuados. Sólo a partir de este conocimiento será posible
proporcionar las respuestas que resulten más adecuadas, tanto desde el punto de
vista individual como a nivel de grupo.
ƒ
Principio de significatividad. Más que centrarnos aquí en el concepto de
“aprendizaje significativo” propuesto por Ausubel (capacidad de establecer
vínculos sustantivos y no arbitrarios entre lo que sabemos y lo nuevo que hay
que aprender), nos interesa la aplicación de dicho principio a la elaboración de
adaptaciones curriculares, que como hemos visto es uno de los aspectos básicos
a considerar entre las respuestas educativas al alumnado con necesidades
educativas especiales. Desde esta perspectiva el citado principio se conoce
también como principio de “priorización”, según el cual se plantea que las
adaptaciones del currículo pueden oscilar dentro de un continuo que va de lo
poco significativo a lo muy significativo. De esta manera, habría que comenzar
por modificar los elementos de acceso al currículo que permitan una atención
adecuada a las necesidades de cada alumno para continuar, si fuera necesario,
adaptando los elementos básicos del currículo (objetivos, contenidos,
competencias básicas y criterios de evaluación).
ƒ
Principio de realidad, que hace alusión a la necesidad de que toda
intervención educativa esté basada en planteamientos realistas, contando
con los recursos de los que disponemos y sabiendo con claridad cual es la meta
a la que queremos llegar (con objetivos concretos y realistas), evitando caer en
un idealismo poco productivo.
ƒ
Principio de participación e implicación, que pone el énfasis en la necesidad
de trabajar de forma coordinada, adoptando decisiones que impliquen la
adopción de acuerdos y, en la medida de lo posible, el consenso. No se trata, en
este sentido, de buscar soluciones que nos vengan dadas desde fuera, sino de
implicar a todos los profesionales que trabajan más directamente con el niño o la
niña. Desde esta perspectiva, cuando aplicamos este principio a las
adaptaciones del currículo es necesario insistir en que las mismas no son
responsabilidad de personal especializado y ajeno al centro sino, al contrario,
la competencia recae directamente en el tutor y en el equipo docente, en el
que están incluidos además del tutor, los profesores de apoyo, los profesionales
del Equipo de Apoyo Externo o del Departamento de Orientación y otros
profesionales que pudieran intervenir con el alumno. La propia familia, también,
debe tener su ámbito de participación a este nivel, contando con sus opiniones
y procurando su colaboración a distintos niveles.
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4. Principio de inclusión:
Este principio hace referencia al modo en que se debe dar respuesta en la escuela
a la diversidad y puede definirse, siguiendo a Stainback, como “el proceso por el cual
se ofrece a todos los niños, sin distinción de la discapacidad, la raza o cualquier otra
diferencia, la oportunidad para continuar siendo miembro de la clase ordinaria y
para aprender de sus compañeros, y juntamente con ellos, dentro del aula”.
Dado que este principio es bastante más reciente que los anteriores y, por tanto, más
desconocido, lo analizaremos de forma más amplia.
La idea de “inclusión” surge en la Conferencia de la UNESCO de 1990,
celebrada en Tailandia, en la que se promovió la idea de una Educación para todos. A
raíz de esta conferencia, en la llamada Conferencia de Salamanca, en 1994, se admitió
la idea de inclusión prácticamente de forma generalizada como principio y política
educativa, proclamándose algunos principios que han de guiar la política y práctica
educativa para conseguir la construcción de una educación para todos. Entre dichos
principios o ideas generales podemos destacar los siguientes:
− La educación inclusiva se presenta como un derecho de todos los niños y
niñas, y no sólo de los calificados como con “necesidades educativas
especiales”, insistiendo en el derecho a ser diferente y valorando la
diversidad como positiva (nos permite enriquecernos). Se trata, en definitiva,
de aceptar a todos los alumnos valorando sus diferencias, o como señala
Ainscow “una escuela que no solo acepta la diferencia, sino que aprende de
ella”.
− Se niega, por su carácter excluyente, la utilización de espacios y tiempos
separados para cualquier alumno en determinados momentos.
− El principio de participación y colaboración entre profesorado, alumnado y
familias resulta básico para conseguir una escuela inclusiva.
− La inclusión se entiende como un proceso que no puede darse nunca por
finalizado, sino que debe buscar, de manera continuada, las formas más
adecuadas de responder a la diversidad. Se trata de aprender a convivir con la
diferencia y de aprender a aprender de la diferencia.
− Uno de sus objetivos prioritarios es la eliminación de barreras, a través de
políticas y prácticas inclusivas.
− Aunque se orienta a todo el alumnado, pone el énfasis en la atención especial
de aquellos grupos de alumnos en peligro de ser marginados, excluidos o con
riesgo de no alcanzar un rendimiento óptimo (grupos de riesgo).
− Promueve los principios de “asistencia” (presencia y puntualidad),
“participación” (la escuela debe contar con la opinión del alumnado) y
“rendimiento” (entendiendo como tal el referido a los resultados escolares del
alumnado, y no sólo a los resultados en los tests o exámenes).
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− Se insiste en la distinción entre integración e inclusión:
o La integración se basa en la normalización del alumnado con n.e.e.,
mientras que la inclusión se presenta como un derecho humano, para todo
el alumnado, entendiendo la heterogeneidad como normal.
o La integración se centra en la búsqueda de apoyos y recursos profesionales
para el alumnado con n.e.e., mientras que la inclusión, desde un modelo
sociocumunitario, pone el énfasis en una organización en la que todos los
miembros están capacitados para atender a la diversidad.
o La integración pone el énfasis en la adaptación curricular para el
alumnado con n.e.e., mientras que la inclusión propone un currículo común
para todos en el que implícitamente vayan incorporadas esas
adaptaciones. Por tanto, las adaptaciones del currículo son un factor claro
en ambas perspectivas, lo que varía es el enfoque que se le da a dichas
adaptaciones.
o La integración utiliza la separación, que puede llevar a la segregación,
mientras que la inclusión está en contra de dicha separación.
o La escuela integradora se centra en el diagnóstico, mientras que la
inclusiva pone el énfasis en la resolución de problemas en colaboración.
o La escuela integradora se centra en los principios de igualdad y
competición mientras que la inclusiva lo hace en la equidad, cooperación
y solidaridad.
Para llevar a la práctica los principios de la escuela inclusiva es necesario que el
personal educativo, en especial el profesorado, tenga una visión y una actitud positiva
acerca de la inclusión. Por tanto, es necesario que se dé una implicación activa del
profesorado y de la comunidad educativa, en general. Otras ideas que deben
asumirse son:
− Considerar la diversidad como algo valioso, entendiendo que con ella se dan
las mejores oportunidades para aprender.
− La denominada “cultura del esfuerzo” debe compaginarse con la “cultura del
gozo”, de manera que el alumnado, que debe esforzarse por aprender, se sienta a
gusto aprendiendo, a pesar del esfuerzo que ellos supone (siguiendo un símil,
sería como lo que ocurre con los alpinistas, que realizan un gran esfuerzo pero
gozan cuando llegan a la cumbre).
− Es necesario sentirse seguros, evitando ansiedades, miedos al fracaso o al
ridículo, dado que toda persona debe sentirse capaz de alcanzar lo que se le pide,
pues no se le puede o debe pedir algo superior a sus capacidades potenciales.
− La escuela debe asumir una política de igualdad, de acuerdo con la cual todos
tienen derecho a recibir una educación de calidad, en la misma clase que sus
compañeros de la misma edad. Esto no significa que todos sean tratados igual,
sino que todos sean tratados “igual de bien”, en función de sus diferencias.
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− El profesorado debe facilitar el aprendizaje, creando un ambiente propicio en
las clases, organizando las actividades de aprendizaje, los recursos y
procedimientos, y proporcionando las condiciones para aprender. La
motivación, en este sentido, va a resultar decisiva.
− La escuela debe preparar para la cooperación y no para la competición,
enseñando a compartir, a cooperar con los demás. La organización del trabajo
del aula debe permitir que los alumnos puedan aprender unos de otros,
estructurando el aprendizaje de forma cooperativa.
− El planteamiento del currículo es otros de los aspectos básicos, como ya hemos
comentado, de manera que la escuela debe plantear un currículo común, en el
que vayan implícitas las adaptaciones que sean necesarias, programando de
manera que todos puedan aprender, personalizando la enseñanza y el
aprendizaje.
− También es necesario insistir en la propia autonomía del alumnado, que deberá
desarrollar estrategias de autorregulación del aprendizaje.
− El objetivo de la educación es preparar al alumnado para una participación
activa y completa en la comunidad. Desde esta perspectiva, la educación va
mucho más allá del simple aprendizaje de contenidos, debiendo procurar, por
ejemplo, promover amistades, desarrollar habilidades físicas, establecer
relaciones sociales positivas, etc.
Por su parte, la LEA completa el principio de inclusión con los de flexibilización,
personalización y coordinación interadministrativa, como ya hemos comentado.
Estos tres principios no deben entenderse como principios diferentes al de inclusión,
sino como aspectos básicos a tener en cuenta para conseguir ésta.
No insistiremos en el principio de personalización, al que ya hemos hecho
referencia al hablar del de individualización.
Con respecto a la flexibilización conviene advertir que no sólo se refiere a
flexibilizar el tiempo de escolarización del alumnado que lo precise, sino a los
programas o medidas ofertadas, que deben adoptar este carácter. En este sentido y
aunque no entremos a describir cada una de las medidas de flexibilización que se
proponen, entendiendo que son conociditas, podemos destacar, entre otras, las
siguientes:
− Orientación educativa y acción tutorial.
− Refuerzos, recuperaciones y otros apoyos.
− Agrupamientos específicos y grupos flexibles.
− Optatividad.
− Programas de diversificación curricular.
− Programas de Cualificación Profesional Inicial.
− Programas adaptados, a nivel de ciclo, curso o individualmente. Etc.
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En lo que se refiere a la coordinación interadministrativa la LEA quiere poner el
énfasis en la actuación comunitaria que requiere la inclusión, en la que la
participación puede y debe venir no sólo desde el centro, sino también de otras
administraciones. La importancia de dicha colaboración es tal que la citada Ley dedica
un título completo dedicado a la misma (Título VII: “Colaboración de otras
administraciones y entidades”). Aunque no podemos entrar aquí a describir todo lo
especificado en dicho título sí podemos destacar las referencias que en el mismo se
realizan a:
− La cooperación con las corporaciones locales, que participarán en la
programación de la enseñanza y en la vigilancia del cumplimiento de la
escolaridad obligatoria. Igualmente cooperarán en la creación, conservación,
mantenimiento y vigilancia de los centros docentes, así como en las actividades
o servicios complementarios.
− La cooperación con las universidades, en cuestiones como la realización de
trabajos de investigación educativa, la formación inicial y permanente del
profesorado, las prácticas en el sistema del alumnado matriculado en las
universidades, la elaboración y difusión de materiales pedagógicos y de apoyo al
currículo, etc.
− La cooperación con otras administraciones educativas, con el fin de mejorar
la calidad del sistema educativo y garantizar la equidad.
− La cooperación de otras entidades, como el voluntariado, que podrá
colaborar en actividades complementarias y extraescolares, en la apertura de los
centros docentes al entorno social, en ofrecer alternativas para utilizar el tiempo
libre, etc.
La importancia de este tipo de colaboración es tal que la propia LEA crea el “Censo
de Entidades Colaboradoras de la Enseñanza”, que será público y que tendrá por
objeto la inscripción de las entidades a las que nos hemos referido.
Todos los principios e ideas hasta aquí expresados pueden parecernos una utopía
pero, como señalan algunos autores, nuestro trabajo como educadores es esforzarnos
por un ideal y no aceptar con resignación las condiciones insuficientes y poco
deseables del sistema establecido. En este sentido, para finalizar nos parece bastante
acertada la frase de Marsha Forest: “la educación que demos a los estudiantes mañana,
no puede ser mejor de la que soñemos hoy”.
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