^CRITICA DE LIBROS Hernández Luna, Juan: Samuel Ramos (etapas de su formación espiri­ tual). Morelia, Michoacán, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1982. 226 pp. e ilustraciones (Biblioteca de Nicolaítas Notables, 16). He aquí un libife sin pretensiones sensacionales, en el que la ima­ gen del maestro de “Historia de la Filosofía en México” en aquel vetus­ to edificio de Mascarones durante el año de 1942, abre el camino para la indagación sobre la vida de Samuel Ramos Magaña, que, en este prim er volumen de tres prometidos, se detiene en los momentos en que se anuncian la madurez y la plenitud del filósofo. El tramo inicial que recorre Hernández Luna para llevarnos al Zitácuaro en que nació Samuel Ramos Magaña (1897), seguir a su familia a la ciudad de Morelia, cuando el padre fue nom brado profesor de la Es­ cuela de Medicina en 1907, la infancia y la formación del adolescente que inicia los estudios para seguir la profesión del padre y que sale a la ciudad de México para continuarlos en 1916, está hecho de la recupera­ ción de historias y linajes michoacanos, del ambiente culto de la ciudad de Morelia en la que concurren afluentes de otras poblaciones del Esta­ do. Así se mencionan y se exploran con simpatía libros, andanzas de compañeros de generación, maestros, afanes literarios, diversiones y el primer gusto por el filosofar; también, la tranquilidad de aquella ho­ norable familia Ramos Magaña, sacudida por la m uerte del padre en 1915 y por las inquietudes de la Revolución. Es entonces cuando decae la Escuela de Medicina en Morelia y el joven que acaba de pasar allí su prim er año de estudios sale a la ciudad de México para continuarlos en la Escuela Médica becado por el Estado de Michoacán. Un segundo tramo es el que describe el encuentro de Ramos con un grupo que asiste a las conferencias de Antonio Caso, el maestro indiscutido de filosofía, en la Escuela de Altos Estudios. Sus estudios científicos en la Escuela Médico Militar y los hábitos de reflexión que ya llevaba desde su ciudad de Morelia son la base de su inclinación por la filosofía. Bajo el magisterio de Caso y en aquel ambiente entusiasta, define Ramos su vocación filosófica; y así, en 1919, no se inscribe ya en la Escuela Médico Militar y se dedica de lleno a la filosofía. Sin embargo, en los años veinte, cuando José Vasconcelos encabeza la magna obra de la Educación Pública, en compañía de otros jóvenes Samuel Ramos prueba la experiencia de la traducción en obras de Plotino y los empe­ ños en una filosofía abierta a la experiencia de un México que busca su expresión propia frente a la filosofía cientificista y materialista y frente al espíritu de imitación que había nutrido la enseñanza formal. Y, si bien, esta empresa ya la habían iniciado Caso y su generación, los jóve­ nes que laboran con ella reclaman el derecho a ir más allá y por su cuenta y riesgo. Así, para 1922, en un ensayo Ramos declara su inconformidad con la obra de Caso, con su filosofía de aula de clase, cuando dice: “¿Se­ rá Caso una víctima del magisterio? Quizá la exigencia pedagógica de repetir las explicaciones, de condensarlas en fórmula sistemática, las ha convertido en clisés que han apresado la movilidad de su pensamien­ to” (cit. p. 96). Era ya el colaborador de Vasconcelos, reclamando una filosofía de lo posible y que atendiera a la experiencia propia. Nace ahí, bajo la en­ señanza de Vasconcelos y el espíritu crítico de Pedro Henriquez Ureña, la reflexión sobre México que habría de definirse en su obra más cono­ cida, El perfil del hombre y la cultura en México (1934). Para llegar a ésta, tendría que pasar por otras experiencias, gratas e ingratas, como la de colaborar incansablemente desde la redacción de La Antorcha con el Vasconcelos político, expatriado en los años siguientes. Pero lo cierto es que la filosofía que reclama la experiencia con­ creta como base y como tema afloraba en la obra de destacados autores de la época en otros países: José Ortega y Gasset, en España; Benedetto Croce, en Italia, y Max Scheler en Alemania. Sus libros circulaban en ediciones al alcance de los hispanoamericanos, eran traducidas y devo­ radas por los interesados en la renovación filosófica y, también, en sus idiomas originales en los que, vocados como Ramos, se iniciaron para no tener que esperar traducciones del italiano y del alemán, pues el francés, desde hacía mucho, era lengua franca en los medios académi­ cos mexicanos y los filósofos galos bien conocidos por la obra de Caso. Con éste entraría Ramos en una polémica que trascendió hacia 1927. El maestro Caso dejó de ser el indiscutido y no tardó en declarar su protesta frente al discípulo rebelde que le atacaba ya desde la razón vital, la razón histórica y la antropología filosófica y filosofía de los va­ lores (cuyo aprendizaje y utilización cuenta Hernández Luna en los tra ­ mos tercero y cuarto del libro). No es, hay que advertirlo, un puro recuento de ideas asimiladas y expresadas por Ramos lo que nos entrega Hernández Luna en esas como en otras partes de su libro. En todas ha procurado revivir el ambiente intelectual y los personajes que lo rodean. Es bajo esa luz donde se com­ prende la polémica con Caso que culmina en 1927 y que, justo es decir­ lo, fue revalorado en los años cuarenta por José Gaos cuando habló de Antonio Caso como un existencialista avant la lettre, como un hombre que encontró en La existencia como economía, como desinterés y como caridad (1915) y en otras obras la superación de los límites impuestos por el positivismo y el ciencismo materialista. Pero, y también es justo decirlo, a Ramos y a su generación se impuso como maestro y éstos res­ pondieron con la actitud del verdadero filósofo: buscar y encarar por propia cuenta la verdad, oponiéndose a la obra del maestro —deber de todo verdadero discípulo, según señalaba el mismo Gaos. Pero volvamos al hilo del relato que nos hace Hernández Luna, para encontrar en el quinto tramo del libro al Samuel Ramos que em­ prende un viaje a Europa en 1927 como parte de la comisión mexicana destacada para asistir al décimo aniversario de la Revolución Soviética. Con Diego Rivera y otros mexicanos, Ramos aprecia la experiencia postrevolucionaria de aquel país y discurre sobre la necesidad de expresarla en el arte y en la filosofía. Para afianzar sus conocimientos pasa por Ale­ mania en busca de Max Scheler, el pensador más inquieto de su época —probablemente de este siglo— y llega a París, donde permanece alar­ gando sus escasos recursos; asiste a las clases de la Sorbona y nutre su ex­ periencia artística. Esto habría de fructificar en sus obras de estética, apuntadas desde antes y confirmadas después en trabajos de mayor ex­ tensión. Así, a principios de los años treinta, tenemos ya a un Samuel Ra­ mos prestigiado como maestro y como autor y con un puesto en la Secre­ taría de Educación Pública que dirigía Narciso Bassols. No es la suya, entonces, una existencia cómoda y tranquila; sus reflexiones críticas so­ bre la psicología del mexicano en la revista Examen despiertan anim ad­ versión, pues el hecho de que hablara de temas ingratos y que para ha­ cerlo se valiera de las expresiones que la propia realidad analizada le proporcionaba, dieron pie a la acusación en los medios convencionales de difusión y hasta la acusación en los tribunales penales. Ramos y otros autores como Jorge Cuesta defendieron el derecho a la libertad de ex­ presión y, bajo ésta necesariamente, de pensamiento; asumieron el de­ ber de encarar de frente y con los instrumentos del intelectual la reali­ dad mexicana, y lo cierto es que lograron la absolución en aquel proceso penal de 1933. Estaba ya en ciernes el gran libro de Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México, publicado al año siguiente. Pero en el umbral de esta obra —anunciada desde mucho entes— detie­ ne Hernández Luna el sexto y penúltimo tramo del libro, y termina ahí su relato, pues el séptimo es el de ilustraciones. Es una lástima no tener ahora a la mano los otros dos tomos que anuncia el autor. Pero así lo exige la consistencia editorial de esta obra y, también, la coherencia histórica. Otro México y, en él, otro Samuel Ramos se nos presentarán a partir de 1934, fecha de importancia en la política y, también, en la cultura, señalada precisamente por esa obra de Ramos de la que —quiérase o no— han arrancado muchas de las re­ flexiones sobre México y lo mexicano. Ese corte no es arbitrario. Recordemos que Enrique Krauze aban­ donó el relato sobre los Caudillos intelectuales de la revolución Mexi­ cana en 1934, cuando el grupo que siguió a Caso y a Vasconcelos —la generación de Ramos, precisamente— se dispersó; y que el mismo autor retomó los hilos de su relato desde el pasado hacia el presente al seguir a uno de ellos cuando escribió la biografía intelectual de Daniel Cosío Villegas. Esperamos, pues, que Juan Hernández Luna nos entregue pronto los volúmenes anunciados para seguir a Samuel Ramos en su madurez y en su plenitud. Estamos seguros de que estos libros nos traerán, como éste, una amena y llana narración enriquecedora de la historia de la fi­ losofía en el México del siglo XX. Andrés Lira El Colegio de Michoacán Hamel, Rainer Enrique: Análisis conversacional. Un método de análisis sociolingüístico y pragmático con algunas proposiciones de investigación en México. Cuadernos de la Casa Chata, 79, CIESAS, 1983; 68 páginas, un anexo, 12 pp. y bibliografía 11 pp. Un triple propósito anima el presente trabajo: presentar el análi­ sis conversacional como corriente de investigación sociolingüística y