LIBRO AHORRO E INVERSION TOTAL

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CEACCU, Marzo 2008
Edita:
© de esta edición:
CEACCU
CEACCU, Marzo 2008
Autoras:
Lourdes Ferrando Villalba, Inés Kuster Boluda y Natalia Vila López
Depósito Legal:
ISBN-10:
M-17205-2008
978-84-691-2449-9
Esta publicación ha sido subvencionada por el Ministerio de Sanidad
y Consumo-Instituto Nacional del Consumo.
El contenido de la misma es responsabilidad de sus autores.
Diseño, Fotomecánica
y Producción Gráfica:
Servigrafía. [email protected] - [email protected]
NÚM. 03
ÍNDICE
ESTUDIOS Y DOCUMENTACIÓN
La protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
NOTA DE LAS AUTORAS
Lourdes Ferrando Villalba, Inés Kuster Boluda
y Natalia Vila López . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 7
1.
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 9
2. OPERACIONES DE AHORRO E INVERSIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 12
A. La cuenta corriente bancaria. El servicio de caja. . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 14
a) La titularidad de la cuenta corriente bancaria.
b) Las cuentas de titularidad plural.
c) Las obligaciones del banco y del consumidor.
1. Obligaciones de la entidad de crédito.
a) Atender las órdenes de pago del consumidor
b) Obligaciones de información al consumidor
c) Realización de otras gestiones integradas en el servicio de caja
2.Obligaciones del consumidor titular de la cuenta.
a) La provisión de fondos.
b) Deber de comunicar determinados hechos a la entidad.
c) El pago de las comisiones, intereses y gastos pactados.
d) La restitución de los abonos realizados en su cuenta por error.
B. Los depósitos bancarios de dinero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 25
a) Tipos de depósitos bancarios de dinero.
Depósitos a la vista y a plazo.
b) Algunas cuestiones comunes a las cuentas y depósitos
1. Tipo de interés, comisiones, y gastos repercutibles:
su establecimiento y modificación unilateral por la entidad.
2.Cancelación de las cuentas y depósitos.
C. Las inversiones en renta fija. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 31
a) Concepto y clases
b) La deuda pública
c) Renta fija privada.
d) Derecho de información al consumidor inversor en
productos de renta fija.
D. La renta variable. Las acciones cotizadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 38
a) Los derechos del accionista
3
b) Las operaciones que afectan al accionista
1. Ampliaciones de capital
2.Reducciones de capital
3.Ofertas públicas de venta y ofertas públicas de suscripción
(OPV/OPS)
4. Ofertas públicas de adquisión (OPAS)
5. Fusiones y escisiones
6. Desdoblamiento y agrupación de acciones
c) Información al consumidor inversor
E. Los fondos de inversión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 48
a) Tipos de fondos
b) Cuestiones a considerar al contratar un fondo de inversión
c) La gestión de carteras de inversión
F. Las órdenes de valores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 57
a) Concepto, finalidad y clases
b) Procedimiento de emisión de la orden
c) La información al consumidor en la emisión de órdenes de
valores.
d) El seguimiento de la orden y la verificación de su ejecución
G. Los planes de pensiones y de jubilación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 63
a) Los planes y fondos de pensiones
b) Tipos de planes de pensiones
c) Las aportaciones del consumidor al plan
d) Planes de pensiones y planes de jubilación
H. Otros productos de ahorro e inversión: depósitos
estructurados o indexados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 68
3. OPERACIONES DE CRÉDITO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 71
A. Las garantías en las operaciones de crédito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 73
1. Tipos de garantías
2. La garantía personal
B. El préstamo hipotecario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 76
1. La garantía hipotecaria
2. La constitución de la hipoteca
3. Las hipotecas que más inciden en las operaciones bancarias
4. Tipos de préstamos hipotecarios
5. Información al consumidor
6. El coste de los préstamos hipotecarios
7. Subrogación y modificación de préstamos hipotecarios
a) Los requisitos de la subrogación
b) La formalización de la subrogación
c) Los gastos del cambio de entidad acreedora
C. El crédito al consumo. La tutela del consumidor de crédito . . . . . .Pág. 88
1. Concepto y ámbito de aplicación de la Ley de crédito al consumo
2. La formalización del contrato de crédito al consumo
3. La TAE.
4. Los derechos del consumidor
5. Los contratos vinculados
D. La utilización de las tarjetas de crédito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 91
1. Concepto y caracteres de las tarjetas de crédito
2. Las obligaciones de las partes del contrato
3. La responsabilidad de la entidad emisora
E. La refinanciación de hipotecas y la reunificación de créditos . . . . .Pág. 94
4. EL DERECHO DE INFORMACIÓN DEL CONSUMIDOR
DE SERVICIOS DE AHORRO E INVERSIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 97
4
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
A. El deber de informar en las normas específicas sobre
tutela del consumidor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 100
1. El concepto de consumidor
2.Las condiciones generales de la contratación y el régimen de
protección de los consumidores en la LCGC de 1998
3.Normas de tutela del consumidor en el TRLGDCU, en particular el
derecho de información del consumidor.
4.El deber de informar en las normas sectoriales del mercado financiero.
5.Normas de conducta en los mercados de valores. La normativa MIFID
y sus repercusiones para los usuarios de servicios de inversión.
6.La reciente regulación de otros sectores de inversión:
¿ya es seguro invertir en sellos?
7. La prestación de servicios financieros a distancia.
5.
ESTUDIO CUANTITATIVO: LOS ESPAÑOLES ANTE EL AHORRO
Y LA INVERSIÓN. ENCUESTA DE CEACCU. Informe elaborado por
CREED ESPAÑA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág.
A. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág.
B. Metodología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág.
C. Análisis cuantitativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág.
125
127
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128
1. Relación con las entidades financieras.
2.Conocimiento y uso de productos financieros.
3.Tarjetas de crédito y tarjetas de débito
4.Planes de jubilación y planes de pensiones
5.Tipos de depósito
6.Préstamos hipotecarios
7. Otros productos financieros
8. Perfil de los entrevistados
9.Conclusioness
10.Anexo - Cuestionario
6. VALORACIÓN DEL GRADO DE INFORMACIÓN DE LOS
CONSUMIDORES ESPAÑOLES SOBRE LOS PRODUCTOS DE AHORRO
E INVERSIÓN A PARTIR DE LOS DATOS CUANTITATIVOS DE LA
ENCUESTA DE CEACCU. Informe elaborado por:
Inés Kuster Boluda y Natalia Vila López . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 187
A. Objetivos y metodología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 189
B. Análisis de la predisposición al ahorro del consumidor español .Pág. 190
C. Análisis de la relación consumidor-entidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 192
1. Elección y motivos de uso de entidades financieras
2.Contratos con las entidades financieras.
D. Análisis global de los productos financieros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 196
1. Información general sobre productos financieros
2. Productos financieros usados/contratados
3. Productos financieros no usados/no contratados
E. Análisis de cada producto financiero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 202
1. Tarjetas de crédito y de débito
2. Planes de jubilación y planes de pensiones
3. Depósitos a plazo fijo, estructurados e indexados
4. Préstamos hipotecarios
5. Otros productos financieros
F. Implicaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Pág. 208
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
Nota de las autoras
El estudio encargado por CEACCU que ahora se presenta se integra dentro del conjunto
de análisis efectuados en diversos países occidentales cuya finalidad es poner de
manifiesto que la mayor parte de los consumidores tienen dificultades para gestionar
su situación financiera.
En concreto, de la encuesta de población realizada por CEACCU, cuyas conclusiones se
incluyen al final de este volumen, se desprende cómo gran parte de los consumidores
no son capaces de evaluar los riesgos que están asumiendo en la contratación masiva
de operaciones de crédito, acusando además un casi total desconocimiento de los
productos de inversión y sus principales características.
Es sobre todo en el ámbito de los servicios de inversión en el que los consumidores
muestran su incapacidad para comprender y asimilar la mayor parte de la información
que se encuentra a su alcance.
Por ello, CEACCU quiere sumarse a las iniciativas de los gobiernos de nuestro entorno,
de las autoridades de supervisión y regulación (Banco de España, Comisión Nacional del
Mercado de Valores), e insistir en la necesidad de que los consumidores de estos
servicios tomen conciencia de la importancia que tiene para efectuar un consumo
responsable la mejora de su formación en este campo. La educación financiera es un
complemento esencial de las normas de tutela para reforzar la posición del consumidor.
El estudio que CEACCU presenta tiene, por tanto, la finalidad de convertir al consumidor
de servicios financieros en un consumidor activo, capaz de tomar decisiones financieras
fundadas. El consumidor podrá y deberá, no obstante, completar la información en él
contenida por el asesoramiento experto de intermediarios y asesores financieros, así
como con información obtenida de otras fuentes privadas.
El análisis efectuado se estructura en dos bloques bien diferenciados: de un lado, el
marco teórico de las operaciones de ahorro, inversión y crédito, a cargo de Mª de Lourdes
Ferrando Villalba; de otro, la valoración del grado de información de los consumidores
españoles sobre los productos de ahorro e inversión, a partir de los datos cuantitativos
de la encuesta de CEACCU, parte que ha sido desarrollada por Inés Kuster Boluda y
Natalia Vila López.
El trabajo que presentamos alcanzará su objetivo si proporciona al consumidor la
información básica para introducirse y participar en el complejo mercado financiero.
Lourdes Ferrando Villalba
Inés Kuster Boluda
Natalia Vila López
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1. Introducción
Lourdes Ferrando Villalba
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
1. Introducción
En la actualidad, la oferta de servicios bancarios al alcance del consumidor de
productos de ahorro e inversión se ha incrementado considerablemente en relación
con la situación existente hace pocas décadas, dado que junto a los productos o
servicios tradicionales, así las cuentas corrientes, las libretas de ahorro o los depósitos
a plazo fijo, nos encontramos con nuevas modalidades de productos de ahorro e
inversión que se ofertan a los consumidores y respecto de los cuales no disponen
frecuentemente de la información suficiente para poder tomar una decisión
patrimonial responsable.
Del mismo modo, la evolución del consumo en nuestro país ha hecho que en los
últimos tiempos el recurso al crédito se convierta en habitual por parte de la mayoría
de los consumidores, accediendo a él a través de los tradicionales préstamos o
créditos, o mediante otras modalidades crediticias como el uso de tarjetas de crédito.
El consumidor es el primer responsable de la gestión de su ahorro, por lo que en
primer lugar debe requerir la máxima información sobre la empresa con la que va a
contratar así como sobre los productos en los que va a colocar su ahorro. De hecho,
dicha comprobación resultará sencilla cuando las relaciones se entablen con las
entidades que tradicionalmente han ofertado este tipo de servicios, esto es, las
entidades de crédito debidamente autorizadas para ofertar dicho tipo de servicios,
situación que es fácilmente comprobable a través del Registro de entidades del Banco
de España o, en su caso, cuando se trate de entidades de inversión, en la CNMV. Junto
a éstas, actualmente los consumidores se ven literalmente en ocasiones abordados
por las ofertas agresivas de contratación que les dirigen otras entidades, en muchos
casos no autorizadas por nuestra legislación para ofertarlos. Por ello, respecto de las
empresas de servicios de inversión, el consumidor deberá comprobar que se trata de
entidades debidamente autorizadas y habilitadas para prestar servicios de inversión,
formalizando su relación contractual en un documento, del cual le deberán entregar
una copia firmada que deberá conservar, exigiendo, en su caso, la utilización de
contratos tipo cuando sean obligatorios. Asimismo, deberá exigir que le remitan toda
la documentación sobre la posesión de los valores y efectivo depositados, y
cerciorarse de que la entidad va a mantenerle informado por escrito sobre el estado
de sus inversiones, sin permitir que los extractos remitidos por la entidad sean
genéricos, lo que no le permitiría conocer los costes y la rentabilidad de sus
operaciones.
Respecto de los productos de inversión, el consumidor debe informarse de todas sus
características antes de contratar, sobre todo de sus riesgos, que suelen ser mayores
cuando las expectativas de rentabilidad son también más elevadas. Ha de recordar
siempre que ganancias pasadas no garantizan beneficios futuros. Debe leer la
publicidad sobre los distintos productos con cautela, sin olvidar la letra pequeña de
los anuncios y demás folletos publicitarios, y solicitar a las entidades colocadoras el
folleto y el tríptico informativo. Nunca debe adoptar sus decisiones sobre inversión
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
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por rumores o confidencias, deberá buscar si es posible un asesoramiento experto o,
al menos, preguntar al intermediario financiero y exigirle aclaraciones sobre aspectos
tan relevantes para su patrimonio como las comisiones y demás gastos de la
operación, su rentabilidad, y el grado de riesgo que se asume por la inversión.
En todo caso, le resulta conveniente al consumidor la diversificación de inversiones,
con el objetivo de disminuir el riesgo.
En relación con las operaciones crediticias resulta incluso más evidente la
importancia que adquiere el hecho de que el consumidor cuente con una información
clara, completa y ajustada a su nivel de conocimientos y experiencia financiera, de las
características, plazo y coste de la operación contratada.
El estudio que se presenta tiene un objetivo esencial, como es el de poner de
manifiesto la escasa información y, por ende, formación que en relación con los
productos de ahorro, crédito e inversión más complejos poseen los consumidores
españoles. Para paliar, en la medida de lo posible, esta situación, el estudio empírico
de la encuesta efectuada sobre la población española, se acompaña de un análisis de
las características esenciales de los principales productos o servicios financieros a los
que recurren los consumidores españoles.
Las páginas que a continuación se presentan no quieren, en ningún caso, sustituir el
asesoramiento experto que el consumidor deba en cada caso obtener, ni tampoco
deben suponer la única fuente de información al consumidor, sino que se ofrecen
como un instrumento más al consumidor para conseguir el objetivo que CEACCU
desea conseguir: una mayor formación del consumidor español, que le permita
realizar contrataciones de servicios de forma consciente, libre y responsable, así como
conocer cuáles son sus derechos y las posibilidades de reclamación ante su
incumplimiento.
2. Operaciones de Ahorro e Inversión
A. La cuenta corriente bancaria.
La cuenta corriente bancaria es un contrato de gestión en virtud del cual el Banco
se compromete a realizar por cuenta de sus clientes cuantas operaciones son
inherentes al servicio de caja, realizando las correspondientes anotaciones
contables.
El rasgo delimitador del contrato es el servicio de caja, que obliga a la entidad de
crédito a cumplir las órdenes o instrucciones del cliente. De hecho, el primer
contrato que suele un consumidor celebrar con una entidad de crédito, cuando se
dirige a ella con la finalidad de solicitar algún tipo de producto o servicio suele
ser la apertura de una cuenta corriente (o bien, como veremos, de un depósito
bancario a la vista, tradicionalmente documentado en libreta de ahorros).
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El contrato de cuenta corriente bancario aparece normalmente en la práctica
unido a otros contratos que le permiten al consumidor la realización de la
necesaria provisión de fondos en la cuenta para que la entidad de crédito pueda
atender las instrucciones que consistan en disposiciones de fondos (por ej.,
transferencias) o pagos (tarjetas, pago de cheques u otros títulos librados contra
la cuenta, pago de recibos domiciliados, entre otras operaciones integrantes del
servicio de caja). Estos contratos que suelen vincularse a la cuenta corriente
bancaria son la apertura de crédito y el depósito, pero no deben confundirse con
la propia cuenta, que es un contrato autónomo con un régimen jurídico propio.
Si nos encontramos con un depósito en cuenta corriente, la consecuencia
práctica para el consumidor será la de ver limitada su disponibilidad y los
servicios de caja de la entidad de crédito depositaria hasta el importe de la suma
depositada. Ello otorga a la entidad de crédito el derecho de incumplir total o
parcialmente las instrucciones del consumidor cuando la orden exceda de la
disponibilidad de fondos existente a su favor, aunque las entidades puede
efectuar los pagos ordenados, dando lugar a un descubierto en cuenta corriente
que aparecerá como un crédito vencido y exigible inmediatamente por la entidad
concedente. Por el contrario, si nos encontramos ante una apertura de crédito
puede que tal saldo deudor no sea todavía exigible por la entidad de crédito, por
no haber llegado el momento del vencimiento del plazo fijado en el contrato. En
efecto, el contrato de apertura de crédito, permite al consumidor disponer, hasta
el límite del crédito concedido, y conforme a los pactos establecidos por las
partes, de aquellas cantidades que requiera para su actividad en el momento que
lo precise, evitando así el pago de unos intereses por la totalidad de la cantidad
que le hubiera sido entregada, así como, cuando se trate de la modalidad de
apertura de crédito en cuenta corriente, la utilización por el consumidor de los
servicios de caja, propios de la cuenta corriente bancaria.
El contrato de cuenta corriente bancaria es un contrato autónomo de gestión de
los intereses del consumidor, es un contrato atípico, siendo, por tanto, la fuente
principal de su regulación el propio contrato, además de las normas generales,
sectoriales, o de defensa del consumidor y adherente a condiciones generales de
la contratación, que analizaremos, y que resulten de aplicación. Por último, el
contrato de cuenta corriente bancaria es un contrato de adhesión, integrado por
condiciones generales de la contratación, a las que el consumidor se adhiere al
contratar, sin posibilidad además de negociar su contenido.
a) La titularidad de la cuenta corriente bancaria.
La persona legitimada para la disposición de la cuenta es el titular de la
misma, siempre y cuando concurran en él los necesarios requisitos de
capacidad. Si se trata de un incapaz o de un menor de edad, dispondrá de la
cuenta su representante legal, y en el caso de que el titular sea una persona
jurídica, las personas físicas que la representen.
Junto al titular pueden aparecer, no obstante, otras personas igualmente
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legitimadas para disponer de la cuenta, denominados autorizados. Para que
estas personas ostenten dicha legitimación, ha de preceder una declaración
de voluntad del titular que les permita operar en la cuenta, en las condiciones
y con los límites cuantitativos y temporales establecidos en el documento de
autorización. El autorizado, si no es fijada limitación alguna en el documento
de autorización, podrá actuar a todos los efectos como el titular, con la
diferencia de no poder cancelar la cuenta y de que no será el responsable
tributario por los rendimientos obtenidos, en su caso, por los fondos
depositados en la misma. El autorizado no podrá, salvo que ello esté
expresamente previsto en un pacto especial, originar descubiertos en cuenta
corriente, esto es, realizar disposiciones que superen el saldo existente en ese
momento en la cuenta. En el supuesto de que se hubiera originado un
descubierto en cuenta corriente, el autorizado no responderá del mismo,
dado que no se le aplica la presunción de propiedad o titularidad de los
fondos propia del titular.
La autorización puede otorgarse en escritura pública de apoderamiento con
carácter general o especial, en cuyo caso la entidad de crédito, tras la
realización del correspondiente bastanteo de poderes, identificará a la
persona autorizada para actuar en relación con la cuenta del poderdante,
pero normalmente, en relación con consumidores personas físicas, y cuando
la autorización se refiere a una concreta cuenta, se firma únicamente el
documento de autorización. Este documento está a disposición del
consumidor en formato normalizado y en él deberá firmar igualmente el
autorizado con el objeto de tener constancia de su identidad y firma, cuya
correspondencia deberá comprobar la entidad cuando el autorizado pretenda
hacer uso de la autorización concedida.
El consumidor podrá, en todo caso, revocar las autorizaciones concedidas, si
bien deberá notificar dicha revocación de forma fehaciente a la entidad de
crédito, con la finalidad de que ésta impida a partir de ese momento realizar
disposiciones al autorizado.
En el supuesto de fallecimiento del titular de la cuenta, ello lleva consigo la
extinción de la autorización, de modo que si le consta este hecho, el
autorizado no debe realizar disposición alguna, e igualmente, si le consta a la
entidad de crédito no debe permitir efectuar disposición alguna siguiendo las
instrucciones del autorizado. En el supuesto de que el autorizado efectuara
alguna disposición tras el fallecimiento, queda obligado a reintegrar los
fondos de que dispuso a los herederos del fallecido.
b) Las cuentas de titularidad plural.
Las cuentas corrientes bancarias pueden tener varios titulares, que optarán
por la forma dispositiva que más les convenga, mancomunada o conjunta, o
indistinta o solidaria.
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Las cuentas mancomunadas exigen la necesaria concurrencia de todos, o
algunos de sus titulares conjuntamente, para disponer de los fondos y realizar
las operaciones derivadas del servicio de caja. Las cuentas solidarias, por el
contrario, permiten disponer de la cuenta y realizar todas las operaciones
inherentes al servicio de caja a uno de sus titulares, siempre y cuando no
exista alguna limitación a la facultad dispositiva derivada del contrato.
Normalmente, en los clausulados generales, las entidades de crédito
determinan la forma de disposición que tiene la cuenta cuando son varios los
titulares (o los autorizados, que cuando son varios pueden también
organizarse del mismo modo). No obstante, en el supuesto de que nada se
dijera al respecto, se contempla en los formularios contractuales un régimen
supletorio, que para algunas entidades es la forma solidaria y para otros la
mancomunada. A falta de esta especificación, la regla general en nuestro
derecho es que la solidaridad no se presume, aunque la jurisprudencia ha
permitido en algunos supuestos deducir su carácter indistinto de los hechos
coetáneos y posteriores de los contratantes. La entidad de crédito que
permita la disposición vulnerando la forma dispositiva escogida por los
consumidores, incurrirá en responsabilidad, si bien conserva una acción de
repetición frente al titular que cobró indebidamente.
La titularidad plural de la cuenta puede constituir el origen de variados
conflictos. Podemos pensar en el supuesto de fallecimiento de un titular,
cuando se quiera modificar la forma dispositiva, o cuando la entidad proceda
a la compensación del saldo por deudas de uno de los titulares, o en las
mismas circunstancias, al embargo del mismo.
En el supuesto de fallecimiento de uno de los titulares concurren los intereses
de los herederos del causante con los propios de los titulares supervivientes y
los de la entidad de crédito, encontrándose esta última sometida por la
legislación tributaria a especiales obligaciones de información y control que
pueden conllevar incluso su responsabilidad subsidiaria por la deuda
tributaria. Es común, no obstante, incluir en los condicionados generales de
las cuentas una cláusula que haga recaer la responsabilidad por la
notificación del fallecimiento a la entidad de crédito sobre los supervivientes
o los herederos del fallecido, respondiendo éstos por tanto de la omisión o
demora y advirtiéndoles la entidad de crédito sobre la necesidad de cumplir
con las obligaciones tributarias.
La entidad de crédito asume desde el momento en que conoce el hecho del
fallecimiento una obligación de información sobre las posiciones del
causante en la entidad (cuentas y demás contratos de que sea titular) frente
a aquellos que acrediten su condición de herederos o representantes de los
mismos, nombrados en el testamento como personas encargadas de la
administración o gestión del patrimonio del causante (albaceas, contadorpartidor), y otras personas que acrediten interés particular legítimo en su
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conocimiento. El cumplimiento de esta obligación es imprescindible para
poder efectuar las operaciones correspondientes al inventario de bienes del
causante, aceptación y partición de la herencia, así como para el
cumplimiento de las obligaciones tributarias.
La actuación de las entidades de crédito en estas ocasiones pasa por el
bloqueo de la cuenta para evitar en muchas ocasiones disposiciones
fraudulentas que perjudiquen el derecho de los herederos. No obstante, a
falta de prueba sobre la titularidad total de los fondos por el fallecido, al
existir varios titulares, deberá aplicarse la presunción de propiedad de los
mismos por cuotas entre ellos, de forma que se retendrá, en su caso, la parte
proporcional del saldo de la cuenta que correspondiera al titular fallecido en
el momento del fallecimiento, sin perjuicio de que los herederos u otros
interesados puedan aportar a la entidad, o, en su caso, en el eventual pleito
que pueda plantearse, prueba de la titularidad exclusiva o en superior
proporción, por parte de su causante. Puede igualmente el consumidor
solicitar que la entidad pague las obligaciones tributarias que procedan en su
caso con los fondos que mantiene de titularidad del fallecido, cumpliendo con
el procedimiento establecido para ello.
El segundo de los supuestos controvertidos es el del procedimiento para
efectuar la modificación de la forma dispositiva, que además es un pacto
entre los titulares, respecto del cual la entidad no debe manifestar nada más
que, en su caso, el necesario preaviso que se contemple para esta notificación
con el fin de que los sistemas internos de la entidad permitan registrar la
modificación. El problema se plantea cuando no son todos los titulares, de
común acuerdo, los que plantean la modificación, y desean, por ejemplo, que
la cuenta deje de ser solidaria y se convierta en cuenta mancomunada. En
este caso, la entidad de crédito, a falta de disposición expresa en el contrato,
creemos, deberá modificar la forma dispositiva por entenderse aquí que esta
petición supone la quiebra de la relación de confianza que llevó a las partes a
contratar la cuenta con forma de disposición solidaria.
Las entidades de crédito incluyen, por otra parte, como veremos en la segunda
parte del presente estudio, la denominada cláusula de cuenta única en sus
formularios contractuales, permitiéndose de este modo la compensación de
los saldos acreedores y deudores del consumidor, de forma automática y sin
previa notificación a éste. Cuando existe una total reciprocidad entre los
titulares de las posiciones activas y pasivas (deudas y créditos) no existe aquí
problema alguno, al tratarse de la aplicación de la compensación tal y como
está regulada en nuestro Código Civil, pero sí cuando la deuda de uno de los
titulares se compensa con el saldo de la cuenta que es, además, de otros
titulares con carácter solidario. En este supuesto, aun cuando jurídicamente
podría defenderse la posibilidad de proceder a la compensación, reclamando
después los demás titulares de la cuenta contra el deudor, el Servicio de
Reclamaciones del Banco de España ha tenido ocasión de manifestarse al
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
respecto, señalando que no se permite dicha compensación cuando no existe
una completa identidad entre los titulares de la posición deudora y los
titulares de los fondos compensados. Esta posición del SRBE es coherente, por
otra parte, con su posición de exigir para otro acto extintivo, como es la
cancelación de la cuenta, la firma de todos los cotitulares solidarios.
Por último, puede ocurrir que el saldo de la cuenta pueda verse embargado
por la ejecución de deudas contra uno de los titulares. La cuestión aquí es si
podrá solicitarse el embargo total del saldo de una cuenta de titularidad
plural por deudas de uno solo de los cotitulares. La legislación tributaria en
este caso establece que sólo podrá efectuarse el embargo de la parte que
corresponda al deudor, de modo que a falta de prueba sobre la proporción en
que cada cotitular es propietario, se aplicará la presunción de propiedad por
partes iguales y únicamente hará efectivo el embargo la entidad de crédito
sobre la parte del saldo que se presume propiedad del deudor. Lo que la
entidad de crédito no podrá realizar nunca es generar un descubierto en
cuenta corriente por el hecho de proceder a un embargo de la cuenta. En este
caso, se notificará a la autoridad que ordene el mismo la inexistencia de saldo
o su importe, pero no podrá practicarse el embargo por el total.
c) Las obligaciones del banco y del consumidor.
Dada la atipicidad (ausencia de un régimen legal, aun dispositivo) que
caracteriza la cuenta corriente bancaria, las obligaciones de las partes quedan
fijadas por las estipulaciones contractuales, y a ellas habrá que atender para
determinar cuándo nos encontremos ante un supuesto de incumplimiento
contractual. No obstante, podemos efectuar una exposición general de cuáles
son estas obligaciones.
El contrato de cuenta corriente bancaria impone, por su propia naturaleza,
obligaciones específicas al gestor, en este caso, la entidad de crédito, en el
sentido de desempeñar a favor del consumidor cuentacorrentista un servicio
de caja. El consumidor, por su parte, deberá proveer de fondos a la entidad
comisionista. En el contrato de cuenta corriente bancaria tal provisión puede
proceder de un depósito, préstamo o apertura de crédito previos, entre otros
mecanismos posibles. De dicha provisión podrá el cuentacorrentista disponer
dentro del ámbito del servicio de caja, de modo que la entidad de crédito no
podrá liberarse de su obligación cuando lo estime oportuno, sino que tiene la
obligación de conservar los fondos a disposición del consumidor durante todo
el tiempo de duración del contrato, cumpliendo las instrucciones (“órdenes”)
que éste le dirija. La entidad de crédito cobra, a su vez, como contrapartida por
sus servicios, una comisión específica por cada una de las prestaciones que
realiza.
La cuenta corriente bancaria presupone una relación duradera entre el
consumidor y el banco, que se inicia con la apertura de la propia cuenta. Para
proceder a la apertura de la cuenta el consumidor precisa poseer capacidad
jurídica general, razón por la cual sólo las personas jurídicamente capaces
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podrán abrir una cuenta corriente bancaria. En todo caso, la entidad de
crédito podrá reservarse el derecho de abrir o no una cuenta a personas físicas
o jurídicas cuando lo estime conveniente, aun cuando posean capacidad
suficiente para hacerlo.
El procedimiento para la apertura de la cuenta será el recogido, en cada caso,
en las normas internas correspondientes de cada entidad, que podrán
incorporar la obligación por parte del consumidor de autorizar determinadas
averiguaciones o comprobaciones (solicitud de referencias bancarias).
Con carácter general, en la apertura de la cuenta deberá la entidad cumplir
con las normas sectoriales, en concreto con el contenido de la Circular del
Banco de España 8/90, al efecto de proporcionar al consumidor la
información necesaria y copia del documento contractual, ya que se establece
que las entidades tienen la obligación de entregar el documento contractual
en la apertura de cuentas corrientes a la vista y libretas de ahorro y en los
depósitos a plazo cuando éstos sean inferiores a 60.000 euros. Estas
obligaciones informativas de las entidades frente a los consumidores serán
detalladamente analizadas en otro apartado del presente trabajo.
No debe olvidarse a estos efectos, el necesario cumplimiento que en
determinadas Comunidades Autónomas españolas debe realizarse de los
requisitos lingüísticos.
1.
Obligaciones de la entidad de crédito.
La entidad de crédito, dentro del servicio de caja que caracteriza a las
cuentas bancarias, queda obligada a realizar múltiples operaciones en
cumplimiento de las instrucciones del consumidor. Realizamos una
enumeración que no pretende ser exhaustiva, clasificando estas
operaciones en dos grandes grupos:
a) Atender las órdenes de pago del consumidor.
Naturalmente, para que la entidad de crédito quede obligada a atender
la orden de pago de su cliente, es presupuesto necesario la existencia
de fondos en la cuenta. En el caso de que, existiendo dichos fondos en
la cuenta, la entidad no cumpla la orden de pago, queda sujeta a la
responsabilidad por los daños y perjuicios que su incumplimiento le
ocasione. El importe de la indemnización comprenderá, al menos, los
intereses que el cuentacorrentista deba satisfacer como consecuencia
del retraso en el pago, además de todos aquellos que pueda probar
derivados de dicha actuación del banco.
En los supuestos de inexistencia de fondos en la cuenta, las entidades
de crédito permiten la existencia de descubiertos en la cuenta,
cumpliendo las órdenes de pago del consumidor. Esta posibilidad,
discrecional para las entidades de crédito, en el sentido que analizarán
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en cada caso la oportunidad de dicha actuación, permite al consumidor
atender al pago, pero deberá devolver la cantidad en cierto modo
adelantada por la entidad de crédito pagando, en su caso, los intereses
y la comisión pactados contractualmente. No obstante, la actuación
discrecional del banco no puede comportar para él una situación de
incertidumbre sobre la realización de pagos sin fondos o no sobre su
cuenta cuando nos encontremos ante una relación duradera ante el
consumidor y el banco. Quiere ello decir que si la entidad viene
autorizando siempre estos descubiertos, que después son
regularizados por el consumidor, quedará vinculada por esta actuación
previa si se dan idénticas circunstancias, por lo que no podrá actuar de
forma contraria a como lo venía haciendo hasta el momento sin poner
esta situación de forma inmediata en conocimiento del cliente, para
que éste evite en la medida de lo posible los efectos de esta actuación,
dado que confiaba en que la entidad vendría atendiendo igualmente
dichos pagos y lo contrario supondría faltar al principio de buena fe
que debe presidir el cumplimiento de los contratos (arts. 57 C. de co y
1258 C. civil).
Cada entidad establece los canales a través de los cuales es posible
recibir las órdenes o instrucciones del cliente. Hoy en día, como
veremos en el apartado correspondiente cada vez más nos servimos de
medios de comunicación electrónicos para la realización de las
gestiones bancarias, que nos permiten una mayor flexibilidad de
horarios y nos evitan incómodos desplazamientos. De hecho, la
reciente Ley de impulso a la sociedad de la información, obliga a las
entidades de crédito a facilitar el acceso a los consumidores a los
servicios bancarios por estos medios de comunicación, debiendo
establecer sistemas adecuados para ello. En estos casos, al igual que
cuando se nos solicita en la oficina la confirmación escrita de la
instrucción emitida, se establecen los mecanismos oportunos para
dotar de seguridad a las instrucciones emitidas y acreditar su
confirmación por el legitimado para efectuarlas.
En cumplimiento de su obligación de atender las órdenes de pago del
consumidor, la entidad de crédito tampoco podrá efectuar pago alguno
a tercero con cargo a la cuenta sin haber recibido con anterioridad
instrucciones en este sentido, aun cuando le conste que dicho tercero
es acreedor del titular de la cuenta. No podrá, naturalmente realizar
dicha disposición contraviniendo una prohibición expresa del titular.
La entidad de crédito, en el marco del servicio de caja, deberá gestionar
diligentemente el cobro de los efectos o documentos (letras de cambio,
pagarés, cheques, remesas de recibos, etc.) presentados por el titular de
la cuenta. La condición de comisionista de la entidad de crédito le
sujeta a un especial deber de diligencia, respondiendo por los
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perjuicios ocasionados por su omisión o demora. En todo caso, el deber
de buena fe en la ejecución de los contratos impone igualmente al
consumidor la obligación de colaborar con la entidad de crédito en la
gestión de estos documentos, de modo que se facilite su cobro.
Por lo tanto, la entidad de crédito incurrirá en responsabilidad cuando
incumpla las instrucciones del consumidor, a no ser que exista una
modificación de circunstancias (por ejemplo, ante el cumplimiento de
una instrucción relativa a una orden de valores) que imponga a la
entidad velar por sus intereses y, o bien, solicitar confirmación de la
instrucción o proceder a su incumplimiento para evitarle ulteriores
perjuicios (resultaría aquí de aplicación el art. 255 C. de co.).
b) Obligaciones de información al consumidor.
Se afirma con carácter general la existencia de un deber general de
informar a cargo de la entidad de crédito cuentacorrentista en el
contrato de cuenta corriente bancaria. Integrante del contenido del
contrato es una obligación de la entidad de crédito de informar
periódicamente sobre la marcha de la cuenta, obligación que no puede
limitarse al mero envío de unos extractos de cuentas con una
periodicidad determinada y recogida normalmente en los documentos
contractuales. Por el contrario, el deber que pesa sobre la entidad se
extiende a la obligatoria comunicación de los saldos y envío de
extractos cuantas veces y en los momentos en que el consumidor lo
solicite. La obligación de información se extiende durante un plazo
razonable de tiempo, que bien podrá ser el de conservación de los libros
del comerciante.
Normalmente, al extracto periódico de la cuenta se añaden hojas
informativas sobre el “movimiento” de la cuenta hasta el día de la
fecha de la hoja, de tal modo que se notifique al consumidor la
incidencia que sobre el saldo tiene toda operación a los pocos días de
haberla realizado. El consumidor deberá manifestar su conformidad o
disconformidad con las partidas de los extractos que le sean aportados
en el plazo que se haya pactado. De no hacerlo así, se presumirá su
aceptación del saldo y la liquidación de la cuenta. El consumidor debe
en esta actuación mostrarse igualmente diligente y, en caso de
detectar que no recibe en la periodicidad pactada o solicitada por él, los
extractos de su cuenta, deberá reclamarlos en la entidad
correspondiente, haciendo uso de su derecho a ser informado.
Esta rendición de cuentas que la entidad efectúa a través de la
información al consumidor sobre los movimientos y saldos de su
cuenta, permite a éste comprobar la corrección de dichas operaciones
y confirmar, en todo caso, el cumplimiento por parte de la entidad de
sus instrucciones. La información proporcionada al consumidor deberá,
por tanto, para cumplir esta finalidad, ser clara, comprensible y
suficiente.
Como señala el SRBE (Memoria del SRBE de 1998) “la normativa de
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disciplina obliga a la remisión periódica de extractos, en los que deben
recogerse necesariamente determinados extremos que la propia
normativa relaciona, a fin de que los clientes puedan comprobar la
exactitud o realidad de sus operaciones. Sin embargo, no establece la
obligación de practicar una información o comunicación general
relativa a operaciones de un período amplio –aparte de los extractos
antes referidos- como consecuencia de peticiones concretas de los
clientes. No obstante, se estima que facilitar dicha información,
accediendo en cada caso a la petición del cliente, constituye una buena
práctica bancaria, en atención a los principios de claridad y
transparencia, así como de mutua confianza y buena fe que han de
presidir las relaciones banco-cliente. Además, en tales casos, la entidad
está legitimada para adeudar la correspondiente comisión, siempre
que esté recogida en sus tarifas y registrada en el Banco de España y
que, evidentemente, responda a un servicio prestado al cliente a
solicitud suya”.
Conforme dispone igualmente la normativa sectorial “será gratuita la
entrega de extractos con periodicidad mensual o por plazo superior,
por lo que en los demás casos podrán cobrarse las comisiones
tarifadas, esto es, si se trata de entrega de extractos, a expresa petición
del cliente, por plazo inferior al mensual o de extractos distintos a los
periódicos. Bien entendido debe quedar que la pretensión de algunas
entidades de percibir una comisión por la entrega de extractos de
movimientos en las ventanillas de las oficinas, extractos que
normalmente se limitan a un reducido número de días, no parece que
sea un correcto uso bancario, puesto que es obligación de las entidades
depositarias informar al día de la situación de las cuentas y justificar su
saldo, no teniendo el titular que soportar los retrasos en los procesos
contables o de expediciones de información, máxime cuando para
conseguir ésta tiene que desplazarse personalmente a las oficinas de
la entidad”.
No se repercutirán al consumidor los posibles gastos de gestión en la
comunicación de informaciones sobre sus cuentas a autoridades
tributarias, policiales, administrativas o judiciales, o a cualquier otro
legitimado de interés público.
c) Realización de otras gestiones integradas en el servicio de caja.
La entidad de crédito asume, por último, dentro del servicio de caja, la
obligación de efectuar diversas gestiones a favor del consumidor,
muchas de las cuales suponen una disposición de fondos de su cuenta.
Así, por ejemplo, le proporcionará diversos medios de pago autorizados
contra la cuenta, como las tarjetas de crédito o los cheques de cuenta
corriente, que permitirán al consumidor disponer de los fondos sin
necesidad de retirar efectivo de su cuenta. Otras operaciones, como el
cambio de moneda o la intermediación en otros sectores, como el
asegurador, se integrarán igualmente dentro de la oferta de servicios a
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prestar a los consumidores, dentro de la tendencia a la universalización
de los servicios bancarios.
Interesa aquí, en concreto, realizar alguna breve referencia a diversos
servicios como la realización de las transferencias bancarias que
además, en nuestro país generan en la actualidad numerosos
movimientos de fondos, dada la cada vez mayor presencia de
población procedente de otros países que mantienen familiares
directos en sus países de origen a los que envían periódicamente parte
de sus ingresos en España.
La transferencia bancaria es, por tanto, una operación que forma parte
del servicio de caja que oferta la entidad a los consumidores. A través
de la transferencia el consumidor ordena a su banco que, con cargo a
su disponibilidad de fondos, abone una cantidad de dinero en la cuenta
de otra persona, quien, a su vez, es cliente del mismo banco o de otra
entidad, solicitándole además que verifique las correspondientes
operaciones contables de cargo y abono en sus respectivas cuentas.
Desde un punto de vista económico, la transferencia es un servicio más
del banco que hace posible pagar deudas pecuniarias sin necesidad de
manipular ni de movilizar el dinero (se trataría de un medio de pago o
de movimiento de fondos).
La transferencia pone en marcha una pluralidad de relaciones jurídicas:
de una parte, la del cliente ordenante con su banco o entidad, que
realiza la transferencia; de otra, la relación entre las entidades
bancarias, así como la relación entre el cliente beneficiario y su propia
entidad, de la que recibe el abono en cuenta; por último, la relación
subyacente entre ordenante y beneficiario, que es la que justifica la
transferencia.
La entidad a quien se ordena llevar a cabo la transferencia está
obligada a aceptar y a verificar la orden que recibe de su cliente,
siempre que éste posea en él fondos o disponibilidad crediticia, con
independencia de que tenga conocimiento de que ordenante y
beneficiario han pactado o no este medio de pago. Una vez se ha
efectuado la transferencia, se producirá en la cuenta del ordenante una
reducción de la disponibilidad (adeudo en cuenta). Distinto de la
transferencia es el traspaso entre cuentas del cliente dentro de la
misma entidad, que debe efectuarse en tiempo real (no debe
producirse ninguna diferencia de valoración) y no debe generar en
ningún caso coste alguno para el cliente.
2.
22
Las obligaciones del consumidor titular de la cuenta.
El consumidor asume diversas obligaciones frente a la entidad. La
primera de ellas es realizar la provisión de fondos necesaria para que la
entidad quede obligada a ejecutar sus instrucciones. El consumidor
deberá igualmente realizar las oportunas notificaciones a la entidad de
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crédito, pagar comisiones por los servicios prestados, así como restituir
los abonos realizados por error por la entidad de crédito.
a) La provisión de fondos.
El art. 250 C. de co. impone al comisionista la obligación de proveer de
fondos al comitente, como presupuesto para que la entidad quede
obligada a ejecutar las instrucciones de su cliente, y, como
consecuencia de ello, en los formularios contractuales suele aparecer
una cláusula por la que la entidad no quede obligada a admitir
disposiciones que supongan descubiertos en la cuenta.
En el caso de que, por la confianza que le mereciese el consumidor, y
para gestionar adecuadamente sus intereses evitándole mayores
perjuicios, la entidad autorizase el descubierto, podrá exigir su pago
inmediatamente al cuentacorrentista, devengándose un interés por el
período en que el descubierto subsista. La mayoría de formularios
contienen una cláusula estableciendo que en estos casos el
descubierto deberá ser reintegrado por el titular de forma inmediata y
sin necesidad de requerimiento alguno. En todo caso, aun cuando
dicha cláusula no se hubiera incorporado al condicionado general del
contrato, la posibilidad de exigir inmediatamente el pago del
descubierto se derivaría del tenor del art. 1158 del C. civil, que permite
al que pagase por cuenta de otro reclamar del deudor lo que hubiera
pagado, siempre que no lo hubiera hecho contra su expresa voluntad.
La autorización del descubierto por parte de la entidad comportará
para el consumidor el deber de satisfacer los correspondientes
intereses por descubierto fijados en el contrato y debidamente
contenidos en el folleto de tarifas de comisiones, condiciones y gastos
repercutibles a clientes de la entidad. No obstante, al tratarse de un
consumidor, la fijación de la TAE del descubierto en cuenta corriente no
es libre, sino que debe ajustarse al límite máximo imperativo
establecido por la Ley de crédito al consumo y por la Circular 8/1990,
del Banco de España, en el sentido de que la TAE del descubierto (que
deberá integrar, por lo demás, todos los costes adicionales de la
operación, además del tipo de interés) no podrá exceder de 2,5 veces el
interés legal del dinero. Además de la limitación anterior, contenida en
el art. 19, 4 de la Ley de Crédito al Consumo, el TRLGDCU contempla
expresamente como cláusula abusiva en su art. 89, 7 “la imposición de
condiciones de crédito que para los descubiertos en cuenta corriente
superen los límites que se contienen en el artículo 19, 4 de la Ley 7/1995,
de 23 de marzo, de Crédito al Consumo”.
b) Deber de comunicar determinados hechos a la entidad.
El consumidor queda sometido a una obligación de diligencia, en el
sentido de que deberá comunicar a la entidad de crédito cualquier
variación de circunstancias que afecte o pueda afectar a la cuenta
corriente. Así, desde la variación de los datos inicialmente
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proporcionados a la entidad (téngase en cuenta, que es importante
para la entidad tener localizado al consumidor, para poderle enviar las
informaciones en forma de extracto, así como realizar otras
comunicaciones o advertencias cuando fuera necesario). Si el
consumidor incumple esta obligación, no podrá después alegar la falta
de recepción de los extractos.
Del mismo modo, el consumidor debe reclamar los extractos y apuntes
no recibidos puntualmente. Así, en algunas sentencias de Audiencias
Provinciales se ha estimado que el cliente no puede
extemporáneamente alegar la no recepción de dichos apuntes para
impugnarlos (por ejemplo, cuando desde hace dos años no recibe
extractos por haber cambiado de domicilio, o por haber autorizado que
la documentación relativa a los mismos se remitiera a otra persona, por
ejemplo, un autorizado en la cuenta).
c) El pago de las comisiones, intereses y gastos pactados.
El consumidor queda igualmente obligado al pago de comisiones por
los servicios prestados por la entidad. Los consumidores, en la
actualidad, se ven beneficiados en parte por la competitividad
generada entre las entidades en este sector, hasta el punto de que la
mayor parte de gestiones ordinarias comprendidas en el servicio de
caja no generan para ellos el pago de comisiones en gran número de
entidades de crédito. No obstante, determinadas operaciones, como
transferencias de fondos al exterior, operaciones crediticias o el uso de
tarjetas de crédito todavía comportan para el cliente el pago de una
contraprestación por la prestación de estos servicios.
Las entidades de crédito no podrán en ningún caso cobrar comisiones
por servicios no solicitados por el cliente o no prestados efectivamente
por la entidad. El importe de las comisiones, salvo algunos supuestos
de limitación legal en determinadas operaciones (por ejemplo,
descubiertos en cuenta corriente de consumidores o subrogación de
préstamos hipotecarios), es libre, debiendo las entidades, no obstante,
cumplir con las obligaciones formales de depósito y autorización de las
mismas en el Banco de España (allí, por ejemplo, podremos consultar
estos documentos cuando no tengamos el ejemplar junto con la
documentación contractual, consulta que podremos realizar
igualmente a través de Internet, en la página web del Banco de España,
www.bde.es). No obstante, la aplicación de los importes relativos a
comisiones cuando exista un máximo y un mínimo deberá realizarse
atendiendo a las circunstancias del caso, no pudiendo cobrar un
importe que objetivamente sea considerado excesivo.
Como en numerosas ocasiones ha señalado el SRBE, “tres son los
requisitos establecidos para que el cobro de comisiones por parte de
las entidades sea procedente: uno, de índole formal, consistente en que
la comisión esté debidamente recogida en el folleto de tarifas de la
entidad registradas en el Banco de España y, en su caso, en el
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documento contractual; los otros, de índole material, son que las
comisiones respondan a servicios efectivamente prestados por las
entidades y que tales servicios hayan sido solicitados o aceptados por
el cliente”, siguiendo, en consecuencia, los dictados de la normativa
sectorial que impone estos requisitos para que el cobro de comisiones
sea legítimo.
d) La restitución de los abonos realizados en su cuenta por error.
El principio de buena fe que preside la ejecución de los contratos
somete igualmente al consumidor, como hemos señalado, a una
obligación de diligencia, por lo que cuando aprecie que en su cuenta se
ha realizado un apunte indebido abonándosele una cantidad que no le
corresponde, deberá inmediatamente restituirla a la entidad que ha
cometido el error. Se trataría, según la jurisprudencia de un supuesto
de cobro de lo indebido y, en último término de un caso de
enriquecimiento injusto por parte del cuentacorrentista. Lo que no
parece posible es que, en los casos en los que el consumidor hubiera
dispuesto (incluso por desconocimiento o por error pensando que era
un abono en cuenta legítimo) de esta cantidad indebidamente
abonada, se origine un descubierto posteriormente en la cuenta como
consecuencia del adeudo de la entidad de crédito, y se cobren intereses
como en un descubierto ordinario (SAP Madrid (Sección 20ª) de 23 de
enero de 1993 (AC 1993, 33). Nuestros tribunales hacen depender la
consideración de la existencia de mala fe en el consumidor titular de la
cuenta, no del hecho de la disposición indebida, sino de la falta de
restitución de dicha cantidad ante el requerimiento de la entidad de
crédito (SAP Madrid (Sec. 11ª) de 29 de mayo de 1990, RGD 19990, 7826;
SAP Ciudad Real de 24 de octubre de 1996, AC 1996, 2043).
Las entidades de crédito deberán, ante la comisión de un error por
abono indebido en una cuenta, contactar con el titular de ésta, en el
supuesto de existencia de saldo suficiente, notificarle inmediatamente
el adeudo y, en caso contrario, negociar con el titular la forma de
retroceder el apunte sin causar ningún perjuicio al consumidor. Esta es,
además, la solución que con carácter general, el SRBE aconseja a las
entidades de crédito, que no deberán proceder al adeudo sin más en la
cuenta en la cual se abonó indebidamente.
B. Los depósitos bancarios de dinero.
Los depósitos bancarios de dinero pueden definirse como aquellas operaciones
en las cuales las entidades de crédito son receptoras de fondos de sus clientes
(captación de fondos del público), cuya propiedad adquieren, comprometiéndose
a restituirlas en la misma moneda y en la forma pactada, pagando al depositante
un interés fijado por la ley o con él convenido. De hecho, el consumidor de este
tipo de productos ve transformado su derecho de propiedad sobre el dinero
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depositado en un derecho de crédito frente al banco por la restitución de una
suma equivalente. El hecho de que la entidad adquiera la propiedad de estos
fondos es lo que permite a la entidad utilizarlos en la concesión de créditos u
otras operaciones, si bien las normas sectoriales obligan a las entidades de
crédito a conservar ciertos porcentajes de liquidez para garantizar el cobro de su
crédito a los clientes y dotar de seguridad al mercado bancario.
a) Tipos de depósitos bancarios de dinero. Depósitos a la vista y a plazo.
Los depósitos bancarios de dinero se clasifican tradicionalmente como
depósitos a la vista y depósitos a plazo. En los primeros, la finalidad
perseguida por el consumidor será normalmente la obtención de los servicios
de caja por parte de la entidad depositaria; en los segundos, la finalidad
principal es la inversión, dado que se caracterizan por gozar de una
remuneración más elevada que los depósitos a la vista. No obstante, en la
actualidad, la operativa bancaria nos ofrece productos que se encuentran a
medio camino entre unos y otros, ofertándose depósitos a la vista con elevada
remuneración pero que no permiten el acceso a determinados servicios
tradicionalmente integrados en el servicio de caja, como la domiciliación de
recibos o el libramiento de cheques contra la cuenta. Del mismo modo, se
comercializan depósitos a plazo, en los que se, si bien se fija un período de
vencimiento determinado, no se penaliza al cliente por la disposición con
anterioridad al vencimiento, siempre y cuando haya cumplido con un período
mínimo de duración del contrato.
Nos referimos exclusivamente aquí, como puede observarse, al depósito de
dinero, si bien el depósito bancario puede recaer sobre otros bienes, como los
valores negociables, hablándose entonces de depósito administrado de
valores, que comportará para la entidad, además de la custodia de dichos
valores, su administración.
Son depósitos bancarios a la vista aquellos depósitos de dinero efectuados
por un cliente en una entidad de crédito, y que pueden revestir diversas
modalidades (cuenta ahorro vivienda, libreta de ahorro, Plan de Ahorro, Renta
Monetaria, entre otros), siendo su principal característica el hecho de poder el
consumidor solicitar la restitución de los fondos depositados en el momento
que desee, sin tener que esperar al vencimiento de plazo alguno.
Los titulares de los depósitos a la vista dispondrán, por lo general, de un título
de legitimación como es la libreta de ahorros, en la cual se procederán a
reflejar los apuntes contables relativos a las operaciones ordenadas por el
consumidor. No obstante, la posición reflejada en la libreta puede coincidir o
no con el saldo efectivo de la cuenta, dependiendo de que ésta haya sido o no
recientemente objeto de actualización.
Los titulares de la cuenta deberán custodiar diligentemente la libreta
entregada por la entidad, debiendo comunicar inmediatamente la
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sustracción o extravío de la misma, en este último caso sirviéndose del
procedimiento establecido, en su caso, en el formulario contractual.
La titularidad de una cuenta de ahorro permite a su titular beneficiarse del
servicio de caja ofertado por las entidades de crédito, normalmente con las
características, obligaciones y efectos propios de las cuentas corrientes
bancarias.
A diferencia de los depósitos a la vista, en los depósitos a plazo, su titular ha
de esperar al vencimiento para poder solicitar a la entidad de crédito la
restitución total o parcial del dinero depositado. Tradicionalmente se les ha
venido denominando imposiciones a plazo fijo.
En ellos, la entidad limita sus obligaciones a respetar el plazo, abonando al
vencimiento los intereses pactados en el contrato. El consumidor deberá, por
su parte, mantener igualmente el depósito durante el plazo
contractualmente pactado, así como custodiar diligentemente la libreta
entregada por la entidad como título de legitimación y liquidación del
depósito contratado.
Una vez llegado el vencimiento, si el consumidor o la entidad no manifestaron
una voluntad contraria a la renovación dentro del plazo estipulado, el
depósito se renovará automáticamente, aplicándose a partir de este
momento el tipo de interés aplicable a este tipo de operaciones de acuerdo
con las oscilaciones sufridas por el mercado y la política comercial de la
entidad. Deberá tenerse en cuenta en este tipo de depósitos que el art. 85, 2
del TRLGDCU, considera cláusulas abusivas “las cláusulas que prevean la
prórroga automática de un contrato de duración determinada si el
consumidor y usuario no se manifiesta en contra, fijando una fecha límite que
no permita de manera efectiva al consumidor y usuario manifestar su
voluntad de no prorrogarlo”. Por lo tanto, el plazo fijado por la entidad para
dicha manifestación deberá ser lo suficientemente extenso y adecuadamente
comunicado al cliente para permitirle manifestar, en su caso, su voluntad
contraria a la prórroga. Naturalmente, ya tendremos ocasión de manifestar
nuestra opinión sobre la debida actuación de las entidades de crédito, que
deberán advertir este hecho, no sólo, estimamos, en el formulario contractual,
sino también en un momento próximo al inicio de dicho plazo para el
consumidor, aun cuando fuera acompañando a un extracto ordinario que
contenga información sobre dicho plazo. En dicha comunicación la entidad
deberá incorporar las nuevas condiciones que tendrá el depósito, en el caso de
que el consumidor no se oponga a la renovación o prórroga, ya que será esta
información la determinante para el consumidor a la hora de tomar la
decisión.
Si bien el establecimiento del plazo en los depósitos de este tipo se establece
en beneficio de las dos partes, entidad de crédito y consumidor, y, por lo tanto,
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tanto uno como otro deberían esperar al vencimiento del plazo para proceder
a la cancelación, se reconoce al consumidor la posibilidad de solicitar una
cancelación anticipada.
No obstante, dado que la entidad de crédito quiere obtener una
compensación por el período de tiempo que el titular no ha mantenido el
depósito, se establece usualmente a cargo de este último una penalización
por cancelación anticipada, de forma que el consumidor deberá soportar un
menor rendimiento del depósito, penalización que dependerá del tipo de
depósito a plazo ante el cual nos encontremos.
Dicha penalización tiene un límite máximo natural, como es el importe que el
cliente debería recibir en concepto de intereses, dado que se trata de un
depósito a plazo en el cual el capital no debe sufrir merma alguna (a
diferencia de otros productos de inversión que, aun recibiendo la
denominación de depósitos no comparten con estos la misma naturaleza y
que son objeto de tratamiento en otro apartado, como los depósitos
estructurados o indexados).
b) Algunas cuestiones comunes a las cuentas y depósitos.
1.Tipo de interés, comisiones y gastos repercutibles: establecimiento y
modificación unilateral por la entidad.
Las entidades de crédito son libres para establecer el tipo de interés de
las operaciones que ofertan, las comisiones y los gastos repercutibles a
los consumidores. No obstante, existen algunos límites legales al cobro
de intereses y comisiones (por ejemplo, la TAE del descubierto en
cuenta corriente de consumidores o la comisión por subrogación de
préstamos hipotecarios). Por otro lado, cuando se habla de comisiones
deben conjugarse los principios de libertad en su establecimiento y de
proporcionalidad con respecto al servicio que remuneran.
Los contratos bancarios son contratos onerosos, lo que tiene su
plasmación en las distintas formas de remuneración: tipo de interés,
comisión, gasto repercutible y, en ocasiones, una combinación de ellas.
Por interés debe entenderse aquella cantidad de dinero que se debe
pagar por la utilización o disponibilidad de un capital ajeno, cuya
cuantía depende de la duración del uso o disposición de ese capital y
no de las ganancias o beneficios que de él puedan obtener el deudor o
un tercero.
La comisión se devenga por la prestación de un servicio,
independientemente de la duración del contrato, debiendo además
obedecer a un servicio efectivo solicitado por el cliente dentro del
marco general de gestión de sus intereses, no permitiéndose el cobro
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de comisiones por servicios irreales, ficticios, innecesarios, o de ningún
modo instados por el cliente de la entidad.
Por último, gastos repercutibles son aquellos costes adicionales que
asume la entidad de crédito en la gestión de los intereses de sus
clientes y que, por su falta de habitualidad o previsibilidad, no se
encuentran incluidos en las comisiones correspondientes. En el
contrato que una a la entidad con su cliente deberá constar, al menos,
su concepto.
En el contrato debe constar igualmente la forma de modificar el tipo de
interés, las comisiones y gastos repercutibles, que siempre deberán
haber cumplido con el control formal de depósito y autorización por el
Banco de España. De este modo, si nos encontramos con una cuenta
corriente bancaria o una cuenta de ahorro, estipuladas por plazo
indefinido, la entidad podrá modificar cualquiera de estas condiciones,
siempre y cuando en el contrato se recoja dicha posibilidad, indicando
además la forma de efectuar dicha modificación.
La modificación practicada deberá ser comunicada a los consumidores
afectados, estableciendo la Circular 8/90 del Banco de España que puede
sustituirse la comunicación individualizada de la variación a los clientes
por la publicación en el tablón de anuncios de la modificación con una
antelación de dos meses a su entrada en vigor. La notificación a los
consumidores deberá efectuarse, no obstante, por escrito, en la primera
comunicación que se les remita en el marco de la relación contractual.
En relación con los contratos de depósito a plazo no resulta muy común
la variación del tipo de interés durante su vigencia, pero sí, como se
expuso en el apartado correspondiente, es posible que el consumidor
ejercite un derecho de cancelación anticipada.
Para la introducción de nuevas condiciones relativas a comisiones o
gastos al consumidor que no se habían practicado con anterioridad,
resultará necesario comunicar dicha variación a los afectados, por
escrito e individualmente, y con una antelación razonable a la entrada
en vigor de las nuevas condiciones, reconociendo expresamente el
derecho de resolución que éstos pueden ejercitar.
No podrán cobrarse al consumidor comisiones o gastos no
contemplados en el contrato ni en las tarifas de la entidad
debidamente autorizadas por el Banco de España.
2.-
Cancelación de las cuentas y depósitos.
Se reconoce a ambas partes en los contratos de cuenta corriente y
depósitos a la vista, la facultad de resolver unilateralmente el contrato,
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29
al tratarse de relaciones de carácter indefinido. Cuando se trata del
consumidor, éste podrá solicitar la cancelación de la cuenta cuando lo
desee, respetando el plazo de preaviso pactado en el contrato. No
obstante, normalmente se permite al consumidor proceder a la
cancelación cuando lo desee sin necesidad de preaviso alguno,
exigiéndole la entidad la devolución de todos los documentos que le
entregó en ejecución del contrato (tarjetas, talonarios de cheques y
pagarés, etc.).
La entidad de crédito podrá igualmente proceder a la cancelación de la
cuenta cuando así lo estime conveniente, si bien deberá igualmente
proceder a la notificación de la misma con un preaviso razonable y de
forma que quede constancia de la comunicación, con la finalidad de
evitar cualquier perjuicio al consumidor (por ejemplo, puede tener
recibos domiciliados pendientes de cobro, haber librado cheques
contra dicha cuenta, etc.). No es necesario alegar causa justificativa
alguna de la denuncia unilateral del contrato, al tratarse de una
relación de carácter indefinido.
Desde el momento en que se procedió a la cancelación de la cuenta,
ésta deja de devengar intereses a favor del titular, que podrá retirar los
fondos existentes en el momento que quiera. Si el saldo fuera deudor,
deberá reponer inmediatamente el efectivo o continuará devengando
intereses por descubierto a favor de la entidad de crédito, que podrá
reclamar judicialmente su pago en caso de falta de regularización del
mismo.
Cuando se trata de operaciones a plazo, como ya se indicó, éste se
establece en beneficio de las dos partes, razón por la cual ambas lo han
de respetar. La entidad de crédito podrá proceder a la cancelación del
depósito a plazo por efecto de la compensación a que da lugar la
cláusula de cuenta única inserta en el contrato único firmado por el
cliente (supuesto de cuenta en descubierto por el pago de una cuota de
amortización del préstamo hipotecario del consumidor, y para cuya
regularización se utilizan los fondos depositados en el depósito a plazo
por el mismo consumidor). El consumidor, asimismo, podrá también
cancelar anticipadamente el depósito, asumiendo por ello el pago de la
penalización fijada en el contrato. No obstante, al posible ejercicio
abusivo de la posibilidad reconocida a las entidades de crédito de
cancelar anticipadamente estos depósitos en el ejercicio de una
cláusula de compensación incluida en el contrato con el consumidor y,
en principio lícita, nos referimos en la segunda parte de este estudio,
publicado igualmente por CEACCU.
En el momento de extinción de la cuenta la entidad asume una
importante obligación de información, ya que deberá rendir cuentas al
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consumidor de las operaciones y movimientos de la misma y de su
saldo, con el objeto de que éste pueda comprobar su corrección. En
todo caso, debe notificar al consumidor con la antelación necesaria y
razonable, si no se fijó en el contrato, su voluntad de rescindir el
contrato.
3.-
Cuentas y depósitos abandonados.
Cuando el titular de las cuentas y depósitos no ha ejercitado el derecho
de propiedad en un plazo de veinte años, se entienden legalmente
abandonados. A partir de este momento, la gestión, administración y
la calificación definitiva de los bienes corresponde a las Delegaciones
Provinciales de Economía y Hacienda a través de la Dirección General
del Patrimonio, tras lo que pasan a ser propiedad de la Administración
General del Estado.
Los titulares, o sus derecho-habientes podrán efectuar las
reclamaciones pertinentes del saldo existente en sus cuentas, durante
el transcurso de estos años, directamente a la entidad. Si la
reclamación se efectúa después, se deberá reclamar ante la Delegación
Provincial de Economía y Hacienda por el procedimiento económicoadministrativo.
No obstante, las entidades suelen prever en sus clausulados
contractuales que si las cuentas permanecen inactivas (sin
movimientos) durante un período de tiempo determinado, pasen a
una situación concreta, que puede suponer en algunos supuestos
incluso, pérdida del derecho a cobro de los intereses pactados en el
propio contrato. La entidad deberá informar adecuadamente al
consumidor en estos supuestos de la situación que pasa a tener su
cuenta, no pudiendo efectuar modificación alguna en las condiciones
de la misma si no se contempló dicha situación en el contrato o ha sido
debidamente comunicada al consumidor. En nuestra opinión, el
consumidor tendría derecho, aún para el caso de que el contrato
incorporara una cláusula en la cual expresamente se estableciese esta
circunstancia, a ser informado con la debida antelación, del cambio de
situación de su cuenta y de las consecuencias que ello conlleva.
C. Las inversiones en renta fija.
a) Concepto y clases.
Los activos de renta fija constituyen un amplio conjunto de valores
negociables emitidos por las empresas y las instituciones públicas, que
representan préstamos que estas entidades reciben de los inversores. De este
modo, mientras la renta variable confiere también derechos políticos a los
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31
consumidores (se convierten en accionistas), no así la renta fija, con la que se
convierte en un mero acreedor de la sociedad emisora, contando con
derechos económicos exclusivamente. Ello constituye su principal
característica, dado que en la renta variable en caso de liquidación de la
sociedad, el acreedor tendrá prioridad frente a los socios, y además el
accionista cuenta con una serie de derechos cuyo ejercicio requiere un mayor
compromiso que los del inversor en renta fija.
Tradicionalmente, en la renta fija los intereses del préstamo estaban
establecidos de forma exacta desde la emisión al vencimiento, pero en la
actualidad existen posibilidades más sofisticadas, con intereses variables
referenciados de determinados indicadores (tipos de interés, índices
bursátiles, una concreta acción, entre otros).
Dentro de los valores de renta fija podemos distinguir dos clases:
Deuda Pública, valores emitidos por el Estado, las Comunidades
Autónomas y otros Organismos Públicos.
Renta Fija Privada, conjunto de valores de renta fija emitidos por empresas
del sector privado. Los emisores tienen a su cargo la obligación de editar y
registrar en la CNMV un folleto informativo cada vez que realizan una
emisión de este tipo, si va dirigida al público en general.
b) La Deuda Pública (Letras del Tesoro, Bonos y obligaciones del Estado, Deuda
autonómica y de otros organismos públicos).
Dentro de la deuda pública, conviene distinguir distintos productos:
Letras del Tesoro, que son activos a corto plazo (máximo 18 meses)
emitidos por el Estado a través de la Dirección General del Tesoro. Son
siempre al descuento y se representan exclusivamente mediante
anotaciones en cuenta, por lo que no se entrega al inversor un título físico.
El Tesoro las emite a través de subastas competitivas, ofreciéndose en la
actualidad tres tipos según su momento de vencimiento: a 6, 12 y 18
meses. El inversor podrá contratarlas en el mercado primario o secundario,
a través de cualquier entidad financiera, o bien a través del propio Banco
de España.
Bonos y obligaciones del Estado. Son los principales instrumentos de renta
fija a medio plazo (bonos) y largo plazo (obligaciones) emitidos por el
Estado. Su rendimiento es explícito, devengando un interés fijo que se
abona mediante cupones anuales. En la actualidad se emiten bonos a 3 y
5 años y obligaciones a 10, 15 y 30 años.
Pueden adquirirse en el mercado primario o secundario, de forma similar a las
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letras del Tesoro. En la página web de la Dirección General del Tesoro, puede
obtener información sobre cualquier emisión de deuda pública del Estado,
acudir a las subastas de deuda y contratarla sin coste alguno (www.tesoro.es).
La Deuda Pública del Estado español tiene otorgada la máxima calificación
crediticia por parte de las agencias calificadoras más prestigiosas.
Deuda autonómica y de otros organismos públicos (corporaciones locales
y otros entes públicos), que pueden emitir valores a corto plazo (pagarés)
y a largo plazo. Sus características son similares a las de las Letras del
Tesoro y los bonos y obligaciones del Estado.
En la página web del Banco de España –Boletín de la Central de Anotacionespuede consultar información sobre precios cotizados y operaciones cruzadas
de la renta pública negociada (www.bde.es).
c) Renta Fija privada (pagarés de empresa, bonos y obligaciones, obligaciones
canjeables y/o convertibles, cédulas hipotecarias, titulización hipotecaria o
de activos, participaciones preferentes).
De otro lado, podemos considerar renta fija privada, los siguientes productos
financieros:
Pagarés de empresa: valores cupón cero (valores con vencimiento cortomedio plazo en los que los intereses se abonan al vencimiento junto con
el principal) emitidos al descuento. Su rentabilidad es la diferencia entre el
precio de compra y el valor nominal del pagaré que se recibe en el
momento de la amortización. Son a corto plazo, con vencimientos entre 7
días y 25 meses, siendo los plazos más frecuentes a 1, 3,6,12 y 18 meses.
La negociación de los pagarés en el mercado primario se efectúa a través
de subastas competitivas o bien por negociación directa entre el inversor
y la entidad financiera.
Bonos y Obligaciones, que son valores a medio y largo plazo, con
características muy diversas dependiendo del tipo de emisor y también de
la emisión concreta de que se trate (diferencias que pueden plasmarse en
su vencimiento, tipos de interés, periodicidad de los cupones, precios de
emisión y amortización, prelación de derechos en caso de liquidación,
opciones de convertibilidad, cláusulas de amortización, garantías, etc.).
Pueden distinguirse a su vez Bonos y Obligaciones Simples, Obligaciones
subordinadas (que se sitúan detrás de todos los acreedores comunes en
cuanto a la prelación de créditos) o Bonos y Obligaciones indiciados,
referenciados o indexados (con una rentabilidad ligada a una cesta de
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acciones, a la evolución de un índice). El cliente debe en este caso tener en
cuenta que si la evolución de dichas referencias es desfavorable, podría
incluso obtener pérdidas, puesto que además de asumir el riesgo de
evolución de tipos de interés propio de la renta fija, asume el riesgo propio
del índice de referencia.
En el capítulo II del Folleto informativo y el tríptico informativo
proporcionado al inversor se expone el procedimiento de colocación en el
mercado primario.
Obligaciones convertibles y/o canjeables, que son aquellas que pueden
transformarse en otro activo financiero, bien una acción u otra clase de
obligaciones, en una fecha determinada, si el propietario ejercita su
opción de convertibilidad.
Hasta la fecha de conversión, el tenedor recibe intereses mediante el cobro
de los cupones periódicos. Se denomina cupones al importe de los pagos
periódicos de intereses pactados en la emisión.
El número de acciones que se entregarán por cada bono u obligación, la
forma de determinar los precios y las fechas de canje o conversión figuran
en el folleto de emisión. Una vez llega la fecha del canje, el inversor puede
ejercitar la opción de conversión, si el precio de las acciones ofrecidas en
canje o inversión es inferior a su precio de mercado, o bien mantener las
obligaciones hasta la fecha de la siguiente opción o hasta su vencimiento.
Cédulas hipotecarias, que son valores de renta fija emitidos
exclusivamente por entidades de crédito, respaldados por su cartera de
préstamos hipotecarios. Por ley se establece un límite al volumen de
cédulas hipotecarias emitidas y no vencidas, que es el 90 % de los
capitales no amortizados de todos los créditos hipotecarios de la entidad
aptos para servir de cobertura.
Su duración suele ser a medio plazo, contando con distintas modalidades
según sus condiciones de amortización y el tipo de interés. La entidad
emisora se reserva la facultad de amortizar anticipadamente la emisión,
de forma total o parcial. Suelen darles liquidez, siempre que el volumen de
valores que asuma la entidad, que tenga en su cartera, no supere el 5 % de
la emisión.
Titulizaciones Hipotecarias o de Activos. Es un método de financiación de
empresas que se basa en la venta o cesión de activos a un tercero que a su
vez, financia la compra emitiendo valores que se colocan entre los
inversores.
Son emisiones con un rating muy elevado, pero que pueden resultar de
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difícil comprensión para el inversor minorista, colocándose normalmente
entre inversores institucionales.
En España, el procedimiento de titulización consiste en que la entidad
cedente, que desea financiarse, vende los activos a un fondo de
titulización, que carece de personalidad jurídica y está administrado por
una sociedad gestora. A su vez, el fondo emite valores, respaldados por los
activos que ha adquirido, que son los que se colocan entre los inversores.
Cuando la garantía consiste en préstamos hipotecarios cedidos por
entidades de crédito, los valores emitidos son adquiridos por un fondo de
titulización hipotecaria, que emite bonos de titulización hipotecaria. Si
consiste en otros activos, éstos son adquiridos por un fondo de titulización
de activos, que emitirá bonos o pagarés de titulización.
Participaciones preferentes, valores no contemplados en las leyes
españolas, y que se emiten a través de una sociedad extranjera y filial de
una entidad española que a su vez, actúa como garante.
No se trata de un producto de renta fija tradicional, contando algunas
emisiones con escasa liquidez, por lo que es recomendable aquí, como
siempre, la consulta con profesionales y una lectura detenida del folleto y
el tríptico informativo.
Las características más destacadas de las participaciones preferentes son:
la atribución a sus titulares de una remuneración predeterminada (fija o
variable), no acumulativa, condicionada a la obtención de suficientes
beneficios distribuibles por la sociedad garante; en cuanto a la prelación
de créditos se sitúan detrás de los acreedores comunes y subordinados y
antes de las acciones ordinarias; son perpetuas, aunque el emisor podrá
acordar la amortización una vez transcurridos al menos cinco años desde
su desembolso, previa autorización del garante y del Banco de España, en
su caso.
d) Derecho de información del consumidor inversor en productos de renta fija.
La CNMV obliga a las sociedades emisoras a revelar a los potenciales
contratantes aquella información relativa a la compañía emisora y a la propia
emisión, y ello no sólo en el momento previo a la contratación (información
precontractual), sino a lo largo de la vida de la inversión, así como en el
momento de liquidación o reembolso de la misma.
En el momento previo a la contratación, el cliente o consumidor debe contar
con la información mínima recogida en el denominado folleto de emisión,
que recoge una completa información sobre la situación del emisor y los
valores ofrecidos en la emisión, con objeto de que los potenciales inversores
puedan hacer un juicio fundado sobre la inversión propuesta. Entre la
información contenida en los folletos de emisión, pueden destacarse las
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35
cuentas auditadas de la sociedad emisora, la relación de sus actividades, las
perspectivas de negocio, resultados, esto es, todos aquellos indicadores que
puedan dar información al futuro contratante sobre la solvencia y situación
financiera del emisor. Igualmente, los folletos de emisión se refieren a los
principales riesgos relativos a la oferta y al emisor, identificando también las
compañías autorizadas en su caso para la colocación y aseguramiento,
refiriéndose al régimen fiscal aplicable a la inversión por último. Este folleto
de emisión debe encontrarse obligatoriamente a disposición del público en
todos los puntos de venta, sean sociedades emisoras o intermediarios
financieros (incluidos, por tanto, los bancos y otras entidades de créditos que
actúen como tales).
Un resumen de dicho folleto de emisión se contiene en el tríptico informativo,
que expone de forma sencilla los principales datos y riesgos relativos a la
oferta y al emisor. Es obligatorio tenerlo igualmente en todos los puntos de
venta a disposición del público inversor, siendo fundamental que el
consumidor lo lea detenidamente antes de contratar el producto.
Durante la vida de la inversión, la sociedad emisora deberá informar al
consumidor de sus cuentas anuales auditadas conforme a la legislación sobre
sociedades anónimas. Deberá el inversor atender, en este caso, a la posible
existencia de salvedades en el informe de auditoria que podrían implicar
ciertas irregularidades en la situación financiera de la entidad. Igualmente, el
inversor recibirá periódicamente (trimestral y semestralmente) información
sobre la evolución de la sociedad, siendo la información remitida con
periodicidad semestral la más completa al respecto.
Además de estas obligaciones de información, la sociedad emisora asume
una importante obligación de advertencia al inversor, debiendo informarle de
toda circunstancia, hecho o decisión que pueda influir decisivamente sobre la
cotización de sus valores.
En todo caso, aun cuando no se disponga de estos documentos o
informaciones, dado que serán de obligado depósito y comunicación a la
CNMV, podremos consultarlos igualmente en su página web (www.cnmv.es).
En todo caso, el inversor en renta fija, deberá requerir de la sociedad emisora
o del profesional o entidad que actúe como intermediario, la información
relativa al tipo de interés, si éste es fijo o variable, en este último caso cómo
se calcula, y la periodicidad de los pagos (este dato influye en la rentabilidad
final del producto). En relación con los productos de renta fija con interés
variable referenciados al rendimiento de índices o cestas, es fundamental
igualmente conocer correctamente el precio de emisión y el de reembolso,
dado que aquí el de reembolso puede ser inferior al nominal del valor y la
evolución desfavorable de dichas referencias podría ocasionarle pérdidas.
Asimismo, es muy importante conocer los datos relativos a la evolución de los
tipos de interés, dado que si se efectúa una inversión en el mercado
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secundario a corto plazo y suben los tipos, la rentabilidad de los productos de
renta fija bajará, pudiendo sufrir incluso pérdidas.
Del mismo modo, en ocasiones existen emisiones que en un primer momento
tienen un interés elevado, plasmado en el pago del primer cupón, pero
posteriormente la inversión se beneficia de un interés considerablemente
más bajo, de modo que la tasa de rentabilidad disminuye considerablemente.
Por ello, conviene comparar detenidamente las tasas de rentabilidad de los
productos y emisiones similares.
Por último, un aspecto a considerar igualmente es la fecha y las condiciones
de la emisión, debiendo tener en cuenta la disponibilidad temporal del dinero
invertido a la hora de determinar si la inversión será a corto, medio o largo
plazo. En este punto, debe confirmarse igualmente si el emisor tiene la
posibilidad de amortizar anticipadamente, de forma total o parcial, la
inversión. De este modo, puede ocurrir, en el caso de amortización anticipada
total, que si los tipos de interés bajan, el emisor ejercite este derecho y el
inversor deba reinvertir en un momento en el cual los tipos de interés son
considerablemente menores al momento de la inversión inicial; por el
contrario, cuando los tipos suban, el emisor no ejercitará su derecho de
amortización, quedando vinculados hasta el vencimiento por una inversión
remunerada a un interés muy inferior al de mercado.
Otra opción que el inversor puede encontrar en la contratación de estos
productos es el establecimiento por el emisor de un calendario de
amortización, recibiendo en las fechas pactadas el inversor un porcentaje de
su inversión inicial, debiendo proceder, en su caso a la reinversión de estas
cantidades.
El inversor debe ejercitar activamente su derecho de información, requiriendo
del emisor o intermediario toda esta información, y puede comprobar incluso
por su cuenta que el folleto informativo de la emisión se encuentra inscrito en
la CNMV (a excepción de las emisiones de Deuda pública). El inversor debe
igualmente leer detenidamente la información contenida en la
documentación entregada por el emisor o intermediario, debiendo solicitar
aclaración de aquellos aspectos que no entienda. Nunca debe conformarse el
inversor con la información, resumida y sesgada contenida en meros folletos
publicitarios, debiendo en todo caso conservar toda la documentación
entregada por el emisor o intermediario, aun cuando constituya mera
publicidad comercial, dado que ella integra igualmente la oferta de contrato,
conforme a lo establecido en la legislación que tutela a los consumidores y
usuarios.
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D. La renta variable. Las acciones cotizadas.
Cuando se adquiere una acción el titular se convierte igualmente en propietario
de una parte proporcional del capital social de una sociedad anónima,
representada por la propia acción.
Las acciones pueden estar representadas por títulos físicos o por anotaciones en
cuenta, si bien las sociedades anónimas cotizadas sólo pueden representarlas de
esta última forma, a través de registros informáticos.
Una de las clasificaciones de las acciones que más interesan al inversor es la que
hace referencia a los derechos concedidos al titular, y así puede hablarse de:
Acciones ordinarias, que son las más habituales y que confieren como
derechos económicos el de participar en la distribución de beneficios de la
sociedad (derecho al dividendo), y, llegado el caso, en el producto de la
liquidación de la sociedad. Incorporan el derecho político de asistencia y voto
en las Juntas, así como el derecho de suscripción preferente.
Acciones privilegiadas, que incluyen algún privilegio económico adicional con
respecto a las acciones ordinarias, generalmente un mayor dividendo. Estas
emisiones son escasas y no deben confundirse con las participaciones
preferentes.
Acciones sin voto, que conllevan los mismos derechos que las ordinarias, salvo
el voto en las Juntas generales, concediéndose al titular como
contraprestación, el derecho a un dividendo mínimo, adicional al distribuido
para las acciones ordinarias.
Acciones rescatables, de reciente implantación en nuestra legislación, pueden
ser amortizadas o rescatadas por la sociedad emisora a solicitud de ésta, de
los accionistas, o de ambos. No tienen, por tanto, una duración
indeterminada, puesto que en los acuerdos de emisión se fijan las
condiciones para el ejercicio del rescate. Si la posibilidad de rescate se reserva
exclusivamente al emisor, no podrá ejercitarlo hasta que no transcurran 3
años desde la fecha de emisión.
Las acciones poseen, evidentemente un valor económico o patrimonial, siendo
transmisibles. No obstante, las condiciones de la transmisión son distintas según
estemos ante acciones cotizadas o no cotizadas.
Si se trata de sociedades anónimas cotizadas, la titularidad de la acción supone
para el inversor evidentes ventajas con respecto a las acciones no cotizadas, dado
que no ha de buscar, si desea liquidar su inversión, esto es, vender sus acciones,
un comprador, puesto que el mercado le aporta instantáneamente la
contrapartida de su venta.
No obstante, no todas las sociedades pueden ser admitidas a cotización, sino que
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la Comisión Nacional del Mercando de Valores deberá comprobar previamente
que se cumplen los requisitos legales. Se establecen, así, requisitos para los
distintos mercados, según los valores sean nacionales o extranjeros, etc.
Asimismo, la CNMV vigila la liquidez de las compañías cotizadas, promoviendo la
exclusión de las que no ofrezcan una garantía de liquidez razonable al inversor.
a) Los derechos del accionista.
La titularidad de la acción, además de la propiedad de una parte proporcional
del capital social de la sociedad emisora, confiere al socio un conjunto de
derechos, tanto políticos como económicos. Debe destacarse en este punto la
importancia de ejercer los derechos políticos, puesto que es la única vía para
influir en la toma de decisiones que afecten a los intereses del inversor.
Como principales derechos del accionista podemos mencionar:
El derecho al dividendo, parte del beneficio que la sociedad decide repartir
entre sus propietarios, la rentabilidad del valor. Repartir o no dividendos es
una decisión de la Junta general, siempre y cuando se cumplan los
requisitos legales, por lo tanto no existe un derecho absoluto al cobro de
dividendos por parte de los accionistas, sino que será la Junta general, y
sólo en el supuesto de existencia de beneficios distribuibles (que no
queden sujetos, por ejemplo, a la cobertura de reservas legales u otras
obligaciones de la sociedad), la que decidirá repartirlos o no. No obstante,
la legislación sobre sociedades anónimas establece ciertas limitaciones
para garantizar el cobro del privilegio a los titulares de acciones
privilegiadas en las que el privilegio consiste en el cobro de un privilegio
preferente o adicional al de las acciones ordinarias.
Derecho de suscripción preferente, que confiere al accionista la posibilidad
de adquirir nuevas acciones de la sociedad con preferencia a terceros en
una ampliación de capital con la emisión de nuevas acciones o de
obligaciones convertibles en acciones. El accionista podrá ejercitar dicho
derecho o transmitirlo a un tercero. Si la ampliación de capital se realiza
con cargo a reservas de la sociedad, el accionista no ha de efectuar ningún
desembolso y se denomina derecho de asignación gratuita.
Derecho a la cuota de liquidación, cuando la sociedad quede disuelta y se
liquide, el accionista tendrá derecho a su parte proporcional una vez
pagadas las deudas de la sociedad.
Derecho de asistencia y voto en las Juntas generales, que son las
asambleas de los socios. Para ejercitar este derecho ha de poseer, por lo
general, un número mínimo de acciones que se fija en los estatutos, pero
puede agruparse con otros accionistas para alcanzar este mínimo,
asistiendo uno de ellos como representante.
Derecho de información sobre la situación de la empresa. Desde la
convocatoria de la Junta, cualquier accionista tiene derecho a obtener de
forma inmediata y gratuita las cuentas anuales, el informe de gestión y
cualquier documentación que deba someterse a la Junta. Además, los
accionistas pueden pedir informes o aclaraciones por escrito, antes de la
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celebración de la Junta general, y también durante su celebración podrán
solicitarlos verbalmente sobre los puntos del Orden del día. En la actualidad,
la legislación sobre sociedades anónimas permite al accionista solicitar el
denominado complemento del orden del día de la reunión, incluyendo en él
los asuntos que tenga por conveniente.
Derecho de transmisión de las acciones sin ninguna restricción en cuanto a
las sociedades cotizadas. Las acciones de sociedades no cotizadas pueden
estar sometidas a alguna limitación, si bien estas limitaciones sólo podrán
recaer sobre acciones nominativas y deberán figurar expresamente
establecidas en los estatutos de la sociedad. En ningún caso, se permitirá la
existencia de restricciones que comporten la práctica intransmisibilidad de
la acción, ni la imposibilidad de cobro del valor real de la acción o la
obligación de transmitir número distinto de acciones para las que solicitó la
autorización por el socio, entre otras cláusulas ilícitas.
Derecho de impugnación de acuerdos sociales, bien individualmente el
accionista o de acuerdo con otros, puede ejercitar una acción judicial para
impugnar los acuerdos de la Junta que sean contrarios a la ley, a los
estatutos, o que lesionen en beneficio de uno, varios accionistas o de
terceros, los intereses de la sociedad.
Derecho de separación: consiste en recibir el importe de sus acciones en
supuestos como la sustitución (no mera modificación) del objeto social,
cambio de domicilio al extranjero, o transformación de la sociedad en
colectiva o comanditaria, esto es, una sociedad personalista (ya que en este
supuesto el socio pasa de tener una responsabilidad limitada a su
aportación al capital social a tener responsabilidad ilimitada si es socio
colectivo, de modo que respondería con todo su patrimonio personal, de
forma solidaria e ilimitada con los restantes socios, en el supuesto de que el
patrimonio de la sociedad fuera insuficiente para el pago de las deudas de la
misma).
Derecho de convocatoria de la Junta, derecho conferido al accionista o grupo
de ellos que representen el 5% del capital. Si una vez solicitada la
convocatoria, los administradores no la convocaran, el Juez ordenaría la
celebración de la misma.
Derecho de representación proporcional en el Consejo: los accionistas
pueden elegir de forma proporcional a su participación en el capital social el
número de administradores que corresponda, a menos que los estatutos
restrinjan dicha posibilidad (a través de los denominados blindajes).
b) Las operaciones que afectan al accionista.
A lo largo de la vida de la sociedad pueden afectar al accionista diversas
modificaciones estatutarias, bien relativas al capital social, a la propia
estructura u organización de la sociedad, o bien referidas a operaciones sobre
los valores. Conviene, por tanto, incidir brevemente en algunas de ellas:
1. Ampliaciones de capital. Son operaciones de financiación empresarial que
incrementan los fondos propios de la sociedad (salvo si se realizan con cargo
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a reservas). Puede ampliarse capital emitiendo nuevas acciones o elevando
el valor nominal de las existentes. El contravalor del aumento (la aportación
que deberá efectuarse en concepto de capital social) puede consistir tanto
en nuevas aportaciones (dinerarias o no) a la sociedad como en la
transformación de reservas con las cuales ya se contaba en el patrimonio
social.
La ampliación de capital social es una decisión de la Junta general, si bien se
puede delegar algún elemento del acuerdo y su ejecución en el Consejo de
Administración.
Si se trata de ampliaciones de capital con aportaciones no dinerarias, debe
proporcionarse a los accionistas al tiempo de la convocatoria de la Junta, un
informe de los administradores, en el que se describan detalladamente las
aportaciones, las personas que las efectúan y el número y valor nominal de
las acciones a entregar. En las sociedades cotizadas, además, podrá consultar
dicha información en el folleto informativo de la operación.
Si la ampliación es por compensación de créditos, los acreedores pueden
cambiar sus créditos por acciones de la sociedad, pasando de ser acreedores
a accionistas.
Cuando se aumenta el capital por conversión de obligaciones en acciones,
serán de aplicación las condiciones establecidas en el momento de la
emisión.
En las ampliaciones de capital mediante la emisión de nuevas acciones con
aportaciones dinerarias, pueden acudir a la ampliación tanto los antiguos
accionistas como el público en general. El precio de las nuevas acciones
dependerá del tipo de ampliación:
-
a la par, si el precio de las nuevas acciones coincide con el valor nominal.
con prima de emisión: el precio de las nuevas acciones es el valor nominal
más una cantidad denominada prima de emisión.
con cargo a reservas: ampliaciones liberadas, que consisten en utilizar las
reservas disponibles, las primas de emisión y la reserva legal (la parte que
exceda del 10% del capital ya aumentado) como contravalor de las
nuevas acciones, entregándose de forma gratuita a los accionistas.
Ya hemos señalado que los accionistas de una sociedad que amplía capital
mediante la emisión de nuevas acciones, tienen derecho de suscripción
preferente frente a terceros no accionistas, de modo que esto les permita
mantener el mismo porcentaje de participación en el capital social.
No obstante, la Junta general, al adoptar el acuerdo de ampliación de
capital puede decidir simultáneamente excluir este derecho, debiendo
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41
proporcionarse en este caso al tiempo de convocatoria de la Junta un
informe de los administradores relativo a la propuesta, al tipo de emisión
de acciones y a sus destinatarios, así como un informe del auditor de
cuentas de la sociedad.
Los derechos de suscripción preferente son valores igualmente
transmisibles en Bolsa, pudiendo el accionista decidir entre mantener o
aumentar su participación, pudiendo comprar incluso más derechos de
suscripción preferente; vender estos derechos en bolsa, o bien vender
parte de ellos para financiar el ejercicio de los restantes.
Las sociedades cotizadas, siempre que amplíen capital, tienen la
obligación de elaborar y registrar un folleto y tríptico informativo cada vez
que realizan una ampliación de capital. En él, existe un capítulo 0, en el
cual se destacarán los riesgos que, en su caso, pueda llevar la operación.
2. Reducciones de capital.
Las reducciones de capital se han de acordar en la Junta general de
accionistas. Puede reducirse el capital principalmente por dos motivos:
porque el capital social de la empresa excede de las necesidades de la
misma, o bien porque la sociedad debe ajustar la cifra de capital a su
patrimonio cuando ha sufrido pérdidas.
En el primer caso, la reducción puede suponer devolución de aportaciones
a los socios, o bien la constitución o incremento de las reservas de la
sociedad. En el segundo, existen dos formas de llevar a cabo la reducción:
reduciendo el valor nominal de las acciones, o bien amortizándolas.
Existe también una operación financiera destinada al saneamiento
económico de una sociedad que consiste en reducir el capital social y
ampliarlo simultáneamente, conocida como operación acordeón. La
finalidad de la operación es la de conseguir que con carácter previo a la
entrada de nuevo capital en la sociedad, se absorban las pérdidas.
3. Ofertas públicas de venta y ofertas públicas de suscripción (OPV/OPS).
Mientras las primeras son operaciones sobre valores ya existentes, en las
segundas se trata de valores que han de ser emitidos. Finalidad de la
segunda es obtener financiación para la sociedad del mercado y de la
primera garantizar la liquidez de la sociedad previamente a su admisión a
cotización o, en el caso de que ya cotice, incrementar dicha liquidez.
Por lo tanto, la oferta pública de venta (OPV) se efectúa con el fin de
vender una parte o todo el capital social de la compañía, a un público
determinado y en una proporción que se detalla en ella, resultando
apropiada para privatizaciones o salidas a bolsa de empresas públicas
(Iberia, Repsol, etc.), para la salida a bolsa de empresas privadas, y para la
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venta de una participación significativa en el capital de una sociedad,
efectuada por un accionista mayoritario o de control.
Una oferta pública de suscripción es una oferta pública de venta de
valores efectuada a través de una ampliación de capital en la que uno,
varios o todos los accionistas renuncian al ejercicio del derecho de
suscripción preferente. La operación pueden llevarla a cabo sociedades
cotizadas y no cotizadas, cuando precisan captar fondos para llevar a
cabo proyectos nuevos, y estas últimas para alcanzar también una mayor
difusión accionarial que les permita acceder al mercado.
Si la OPV o la OPS están dirigidas al público en general, la sociedad
emisora está obligada a registrar en la CNMV un folleto informativo, que
ofrecerá al inversor una completa información sobre los datos de la
emisión. El folleto incluye un capítulo 0, que es fundamental para el
inversor, pues en él se describen los riesgos financieros tanto del emisor,
como del negocio y de la operación y, en su caso, el plan de negocio
elaborado por los administradores.
Esta información debe ser cuidadosamente leída por el inversor, en su
caso, solicitar al intermediario o al profesional especializado aclaraciones
o explicaciones sobre cualquier cuestión que no consiga entender
perfectamente.
En estas operaciones suele ocurrir que los inversores soliciten importes
superiores a los que tienen previsto invertir, lo que constituye una mala
práctica, entre otras razones, porque cuando se produce un número muy
elevado de peticiones y la demanda supera la oferta, la adjudicación de
los valores se efectúa mediante un prorrateo, que normalmente da
prioridad a las primeras peticiones y a los antiguos accionistas de la
sociedad. Si los inversores realizan dichas peticiones exageradas, están
sobredimensionando la demanda, y en consecuencia, se presiona al alza
el precio definitivo. Simultáneamente se distorsiona la operación
dificultando la adjudicación y, en última instancia, si la oferta no cuenta
con la demanda prevista, le podrían adjudicar un número de títulos
superior al realmente deseado (porque lo solicitó previamente), con un
posible descubierto en cuenta de efectivo, al cargar el importe de la
compra, y además, si abrió varias cuentas, un número equivalente de
comisiones asociadas.
4. Ofertas públicas de adquisición de acciones (OPAs).
Oferta pública de adquisición es la operación mediante la cual una
persona, física o jurídica, ofrece a los accionistas de una compañía
cotizada la adquisición de sus acciones u otros valores convertibles en
éstas, a cambio de un determinado precio, que normalmente es superior
al de mercado, con la finalidad de obtener una participación significativa
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que permita reafirmar su poder dentro de la compañía.
La legislación española, con el objetivo principal de proteger a los
pequeños accionistas respecto de los posibles acuerdos entre el oferente y
determinados accionistas para la compra de sus acciones, establece la
obligación de formular una OPA en determinados supuestos.
Las OPAs pueden ser amistosas y hostiles, según existan o no acuerdos
entre la sociedad oferente y los administradores y la dirección de la
sociedad afectada. Algunas sociedades, por ello, incluyen restricciones
estatutarias destinadas a limitar dicha posibilidad que, en determinadas
circunstancias pueden lesionar los intereses del inversor.
Puede ocurrir igualmente que se formulen OPAs competidoras, intentando
mejorar la oferta inicial. Si se produce esta circunstancia, el primer
oferente podrá modificar sus condiciones mejorando la primera oferta.
Por último, una OPA de exclusión es una oferta de la sociedad dirigida a
sus propios accionistas, con el objeto de dejar de cotizar en bolsa. La OPA
supondrá en estos casos la última oportunidad de los accionistas de
vender sus acciones en el mercado antes de que pertenezcan a una
compañía no cotizada. El precio requiere en estas OPAs autorización de la
CNMV, debiendo la sociedad aportar una valoración de experto
independiente. Estas OPAS pueden materializarse igualmente por el
“procedimiento alternativo”, que consiste en que la sociedad o el socio
mayoritario efectúan una orden de compra en el mercado a un precio fijo
durante un período determinado (de aceptación de la oferta).
Las consecuencias que este tipo de OPAS tienen para los accionistas son
evidentes, dado que la sociedad dejará de cotizar en el mercado de valores,
de modo que las acciones carecerán de liquidez, siendo mucho más difícil
la desinversión del accionista. Por otro lado, el accionista será titular de un
derecho de información más limitado, regido exclusivamente por la
legislación de sociedades anónimas, y en el supuesto de existir uno o
varios socios mayoritarios, el protagonismo de los minoritarios será
mucho menor, dado que además, el número de éstos se habrá reducido
drásticamente tras la aceptación de la OPA de exclusión.
De otro lado, una OPA puede ser total o parcial, en este último caso cuando
no va dirigida a la totalidad de las acciones existentes. En este caso,
cuando el número de aceptaciones por los accionistas exceda el máximo
de la oferta, se realizará un prorrateo entre los aceptantes.
La contraprestación de una OPA puede ser dinero, canje de acciones (se
entregan acciones de la oferente a cambio de las de la sociedad afectada
por la OPA), o ambas cosas a la vez, en cuyo caso se denomina mixta. En el
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caso de las OPAs de exclusión la contraprestación ha de ser siempre en
efectivo.
La aceptación de la OPA siempre es voluntaria para el accionista-inversor.
La aceptación se manifestará de forma expresa a través de la firma de la
orden de aceptación en la entidad depositaria de sus acciones
(normalmente una entidad de crédito). Sobre la entidad depositaria pesa
la obligación de informar al inversor de la existencia de la OPA y
solicitando sus instrucciones al respecto. En relación a estas instrucciones,
en el caso que el oferente haya designado una entidad para la ejecución
de la operación, es conveniente que le indique a la entidad depositaria que
se tramite la orden de aceptación a través de ésta, dado que suele asumir
algunos de los gastos de los accionistas aceptantes.
Deberá tenerse en cuenta, por último, que una OPA puede estar
condicionada a la obtención, por parte del oferente, de una participación
mínima en el capital de la afectada, quedando sin efecto en caso contrario.
En el supuesto de negarse a aceptar la oferta, dado que es voluntaria, podrá
optar por continuar siendo accionista de la sociedad afectada o, si lo desea,
vender las acciones en bolsa. La aceptación deberá efectuarse dentro del
plazo marcado, que no podrá ser inferior a un mes. Además, en el supuesto
de que no existan opas competidoras, la orden de aceptación será
irrevocable, de modo que es muy conveniente esperar al final del plazo
indicado para la aceptación para adoptar la decisión al respecto. En los
supuestos de opas de exclusión, al constituir, como hemos señalado, la
última oportunidad para el accionista de vender sus acciones en un
mercado de valores, deberá estar muy atento a los plazos de aceptación
cuando no le interese la situación que resulte de dicha OPA.
Una vez formulada la OPA, la sociedad oferente está obligada a registrar en
la CNMV un folleto explicativo de la operación, en el que el inversor va a
encontrar la respuesta a casi todas las cuestiones que le suscite la
operación, puesto que contiene información sobre la propia OPA, sobre la
sociedad y su grupo, sobre la finalidad de la adquisición e intenciones de la
adquirente sobre la actividad futura de la afectada, etc.
Asimismo, el inversor interesado tiene a su disposición el anuncio de la
oferta, resumen de los principales elementos del folleto explicativo y que
se publica en un periódico de ámbito nacional y en las páginas webs de la
sociedad afectada y de la CNMV, al igual que el folleto explicativo. El
Consejo de Administración de la sociedad afectada contendrá la opinión
de los administradores de la sociedad afectada, que se puede consultar en
la página web de esta sociedad y en la de la CNMV. En todo caso, los
documentos que acompañan al folleto explicativo pueden solicitarse en el
registro de la CNMV.
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45
Además de esta información, el accionista puede tener en cuenta datos
adicionales a la hora de tomar la decisión sobre la aceptación de la OPA,
como son la situación financiera y actividad de la sociedad oferente en
una OPA de canje (se ofrecen acciones de la oferente a cambio de las de la
sociedad afectada); la estructura accionarial de la sociedad afectada
después de la ejecución de la OPA; la existencia de eventuales acuerdos
entre la sociedad oferente y los administradores o accionistas de la
afectada; las condiciones de financiación de la operación; la finalidad de la
OPA y las intenciones de la oferente sobre la actividad futura de la
sociedad afectada; por último, la posición de los administradores
accionistas y otros accionistas significativos, como los institucionales (por
ejemplo, fondos de inversión), que puedan decidir aceptar la oferta.
5. Fusiones y escisiones.
Se trata de modificaciones estructurales societarias, que afectan de modo
esencial a la estructura y organización de la sociedad.
La fusión es una operación de concentración empresarial, que puede tener
por objeto crear una nueva sociedad o la absorción de una sociedad. La
legislación española contempla en la fusión la necesaria protección de los
accionistas, a través de la elaboración de un proyecto de fusión por los
administradores, un informe de uno o varios expertos independientes, un
informe de los propios administradores, un balance de fusión y la
comunicación de todos estos documentos a los accionistas. Éstos deberán
manifestarse en la Junta general en apoyo o no del proyecto de fusión, y
deben atender de forma esencial a la ecuación de canje, que supone en
qué proporción serán intercambiadas las acciones de una sociedad por las
de otra, y que dependerá de la valoración de las distintas sociedades
participantes en la operación.
La escisión es una operación de reestructuración que puede tener por
objeto crear una nueva sociedad a partir de una rama de actividad de la
sociedad existente, transmitir una rama de actividad a una sociedad ya
existente, o incluso desaparecer la sociedad original para dar lugar a varias
sociedades.
6. Desdoblamiento y agrupación de acciones (splits y reversal splits).
El desdoblamiento o split consiste en dividir el valor nominal de las
acciones en una proporción determinada y, simultáneamente, multiplicar
el número de acciones y dividir su cotización en la misma proporción. El
objetivo de la operación es proporcionar mayor liquidez a los valores, ya
que el accionista poseerá más valores, pero con un precio
proporcionalmente menor, si bien en teoría la operación no altera el valor
de la inversión para el accionista.
El agrupamiento de acciones o contra-split es la operación contraria al
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desdoblamiento, por lo que se utiliza cuando las acciones tienen una
cotización muy baja.
c) Información al consumidor inversor.
En varios apartados de la presente guía hemos destacado ya la importancia
de la transparencia informativa en el sector financiero. En este sentido, las
entidades de supervisión, -bien la CNMV, bien el Banco de España- están
realizando verdaderos esfuerzos y dedicando gran parte de sus actuaciones a
la mejora de la información proporcionada a los inversores. El mismo objetivo
cumplen las normas europeas, algunas de ellas ya en parte transpuestas al
ordenamiento nacional, como veremos, por ejemplo, al tratar de la normativa
MIFID.
En realidad, existe información de acceso público en el mercado sobre las
compañías, información que el inversor debe consultar y utilizar antes de
realizar una operación societaria sobre acciones, o de acudir a la Junta general
o delegar su voto.
Antes de una operación societaria sobre acciones, el inversor deberá consultar
el folleto y el tríptico informativos, que deben proporcionar al inversor las
sociedades emisoras y los intermediarios financieros que intervengan en la
colocación. Aparte de estos documentos, al inversor le interesa conocer la
realidad societaria de la entidad, y así deberá consultar los estatutos sociales,
los folletos explicativos de OPAs, las cuentas anuales auditadas, la
información periódica trimestral y semestral sobre la evolución de la
sociedad, las participaciones significativas, cuando existan, los hechos
relevantes y el cuestionario sobre el Código de Buen Gobierno de las
sociedades cotizadas, que hace referencia al grado de cumplimiento de las
recomendaciones de dicho Código.
Toda esta información es de libre acceso a través de la red telemática, en la
página web de la CNMV, www.cnmv.es.
De otro lado, hemos señalado que resulta conveniente para el inversor
obtener información antes de ejercer el derecho de voto en la Junta general.
La información puede obtenerla por las propias sociedades, a través de sus
informes anuales con cuentas auditadas e informe de gestión; de la mayoría
de los grandes emisores, que disponen de oficinas de atención al accionista;
para determinadas operaciones también será conveniente la consulta del
informe de los administradores; y, por último, podrá consultar información no
oficial, de analistas financieros, periodistas, profesores…, pero en este caso sin
olvidar que dicha información puede no ser completa u objetiva.
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E. Los fondos de inversión.
La inversión colectiva, una de cuyas manifestaciones más conocida es la inversión
en fondos, goza de evidentes ventajas para el pequeño y mediano inversor. La
más importante es que le permite efectuar una gran diversificación del riesgo,
pudiendo de este modo limitar las pérdidas y garantizar una parte de beneficio,
más o menos estable dependiendo del tipo de fondo en el cual se participe. Pero
tampoco debe olvidarse que las decisiones de inversión son tomadas por un
inversor profesional, dedicado de forma habitual y plena a dicha función, además
de que al tratarse de inversiones de mayores cantidades de dinero (la suma de las
aportaciones de todos los partícipes) puede conseguirse mayor rentabilidad y
menores costes.
La oferta de productos de inversión colectiva es variada en nuestro país, sin que
pueda limitarse exclusivamente a la inversión en fondos, aunque ésta sea la
inversión colectiva con mayor número de partícipes y mayor patrimonio.
En efecto, existen fondos de inversión mobiliaria y sociedades de inversión
mobiliaria, que se diferencian en que los primeros carecen de personalidad
jurídica, puesto que son un patrimonio en el cual cada ahorrador se convierte en
un partícipe de dicho fondo, debiendo ser gestionados por una Sociedad Gestora
de Instituciones de Inversión Colectiva (SGIIC); mientras que las segundas sí
poseen personalidad jurídica, se trata de sociedades anónimas, convirtiéndose
en sus accionistas los ahorradores que aportan su dinero. Asimismo, existen
fondos de inversión inmobiliaria y sociedades de inversión inmobiliaria, que se
diferencian de los primeros en que invierten en inmuebles y no en valores
mobiliarios.
Dado, no obstante, que las mayores cifras de inversión se producen en fondos de
inversión mobiliaria, conviene analizar brevemente algunas cuestiones de
interés en relación con este tipo de inversión colectiva que permite al pequeño
inversor, al consumidor de productos de inversión, invertir pequeñas cantidades.
Con carácter previo, no obstante, conviene señalar que la sociedad gestora del
fondo es la entidad que toma las decisiones de inversión y ejerce todas las
funciones de administración y representación del fondo. La entidad depositaria,
por otra parte, tiene la función de custodiar el patrimonio del fondo, y asume
también algunas facultades de control sobre la actividad de la gestora, tutelando
a los partícipes.
a) Tipos de fondos.
En nuestro país se ofrece una amplia variedad de fondos de inversión,
clasificados según los valores en los que se invierte (vocación inversora), con
la finalidad de que el consumidor pueda adoptar la decisión sobre la inversión
lo más ajustada posible a sus preferencias y necesidades. Dicha información
debe figurar en su Reglamento y en el folleto explicativo que debe figurar a
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disposición del consumidor.
Los fondos, hasta la reciente reforma efectuada por la Ley de Instituciones de
Inversión colectiva de 2003, se clasificaban en dos grandes grupos: FIM
(Fondos de Inversión Mobiliaria) y FIAMM (Fondos de Inversión en Activos del
Mercado Monetario).
Los FIAMM invertían en activos de renta fija a corto plazo (plazo remanente
de reembolso inferior a los 18 meses) y no podían invertir en renta variable.
Eran, en consecuencia, los que conllevaban menores riesgos pero también
menor rentabilidad, pudiendo incluso ésta ser negativa si invertían en activos
con plazo remanente de reembolso inferior a los seis meses.
Los FIM podían invertir en una gama más amplia de productos, permitiendo
una mayor combinación de activos en beneficio de la rentabilidad del
inversor.
Los fondos garantizados garantizan la recuperación, en un período de tiempo
determinado, de un porcentaje de la inversión inicial. El fondo no puede
llamarse garantizado si la garantía es meramente parcial. A su vez, existen
fondos garantizados de renta fija (GRF) y de renta variable (GRV).
Son fondos creados para lograr un objetivo concreto de rentabilidad, pero
para ello es necesario invertir o aportar durante un período limitado de
tiempo y, además, mantener la inversión todo el período fijado. Para ello,
suelen penalizar las operaciones de suscripción y reembolso efectuadas fuera
de los plazos fijados con elevadas comisiones, o bien, limitar a una sola
participación la posibilidad de entrar en el fondo fuera del período de
suscripción. Son datos que el consumidor deberá conocer para poder valorar
si es conveniente esa inversión.
Lo fundamental en este tipo de fondos es cerciorarse de conocer el momento
en el cuál vence la garantía, ya que su suscripción será rentable si se pretende
mantener la inversión hasta la fecha en la que se garantice dicha rentabilidad
o capital, o si la suscripción se efectúa fuera de plazo.
Otra categoría o clase de fondo son los fondos globales, fondos que no tienen
definida con precisión su política de inversión. Se caracterizan precisamente
por su libertad para no fijar previamente los porcentajes en los que se va a
invertir en renta fija o variable, la moneda en que se denominan los activos o
la distribución geográfica de la inversión.
Otra clasificación de los fondos los distingue según su especialización:
Fondtesoros, que sólo invierten en Deuda del Estado, puesto que sus SGIIC
han firmado con el Tesoro público un convenio para adquirir la deuda.
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Fondos índice, que son aquellos que deciden las inversiones tomando
como referencia un determinado índice bursátil o de renta fija.
Necesariamente deben indicar en su denominación la expresión índice o
cualquier otra indicativa de su naturaleza.
Fondos especializados en valores no negociados en mercados secundarios,
bien de renta fija, bien de renta variable. A estos fondos, además de los
riesgos ordinarios, se añade un riesgo adicional, al existir menos
regulación sobre los emisores de estos valores.
Fondos de fondos, que son aquellos que a su vez invierten en otros fondos.
Deben contener la expresión “de fondos” o bien identificarse mediante sus
siglas.
FIM principales, aquellos que tienen como partícipes a otros fondos,
llamados fondos subordinados, que igualmente deberán identificarse
claramente como tales, a través de la expresión “subordinados” o de sus
siglas.
Fondos en divisas, en una moneda distinta del euro, cuya denominación
debe recogerse de forma expresa en su Reglamento.
En la actualidad es posible comercializar un fondo con varias referencias
comerciales. Éstas deberán constar necesariamente en su Reglamento y en la
publicidad deberá incluirse también la denominación del fondo. Las
Sociedades Gestoras (que necesariamente gestionan el patrimonio del fondo,
que carece de personalidad jurídica), pueden registrar un fondo con una única
denominación que puede ser distribuido con distintos nombres o marcas,
dando lugar a los denominados fondos multimarca.
La nueva Ley de Instituciones de Inversión Colectiva permite asimismo la
creación de fondos de inversión por compartimentos en los que bajo un único
contrato constitutivo y reglamento de gestión se agrupen dos o más
compartimentos, debiendo quedar reflejada esta circunstancia
expresamente en dichos documentos. Cada compartimento recibirá una
denominación específica en la que necesariamente deberá incluirse la
denominación del fondo. Cada compartimento emitirá sus participaciones,
que podrán ser de diferentes clases.
La nueva Ley de Instituciones de Inversión Colectiva y su Reglamento
(promulgados en los años 2003 y 2005, respectivamente) han ampliado
considerablemente, por tanto, el número de fondos ofertados al inversor,
pudiendo asimismo destacar, además de las nuevas modalidades de fondos
antes mencionadas, los fondos de inversión libre y los fondos de fondos de
inversión libre. Resulta interesante hacer referencia a las características y
riesgos de este tipo de fondos.
Los fondos de inversión libre (FIL), también conocidos con la denominación de
hedge funds o fondos de inversión alternativa. Estos fondos de inversión se
destinan preferentemente a los inversores cualificados (bancos,
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aseguradoras, fondos de pensiones…), por lo que no están sometidos a las
restricciones ordinarias de inversión del resto de fondos, pudiendo invertir en
cualquier tipo de activos y endeudarse en mayor medida que el resto de
fondos (incluso en varias veces su patrimonio).
En general se caracterizan por su escasa liquidez, fijando incluso en muchas
ocasiones un período mínimo de permanencia en el fondo durante el cual no
se permite reembolsar. Se trata, en consecuencia, de fondos con elevado nivel
de riesgo que exigen una inversión mínima de 50.000 euros.
Otro tipo de fondos, sí indicados para el consumidor, son los fondos de fondos
de inversión libre, que no son más que instituciones de inversión colectiva
creadas para permitir a los inversores particulares acceder a los productos de
inversión alternativa.
Entre sus características, pueden destacarse las siguientes:
1) Son fondos de fondos, esto es, que no invierten directamente en valores,
sino en otros fondos de inversión.
2) Los fondos en los que invierten han de ser, en su mayoría, fondos de
inversión alternativa o hedge funds.
3) En cuanto al nivel de riesgo, dado que pueden permitirse otras estrategias
de inversión, pueden implicar índices de riesgo más elevados, pudiendo
variar notablemente el rendimiento a lo largo de la existencia del fondo,
sin tener necesariamente que estar ligada a la evolución de los mercados
de valores.
4) En general son menos líquidos que los fondos tradicionales. El valor
liquidativo (precio de la participación) suele publicarse con una
periodicidad de tres o incluso seis meses, o incluso mensual. En cuanto al
reembolso, suelen permitirse cada tres o seis meses, con determinadas
particularidades que se hallarán determinadas en el folleto informativo
del fondo:
a) La suspensión del derecho de reembolso en algunos fondos que
establecen un período mínimo de permanencia.
b) La fijación de un límite máximo de reembolso en una determinada
fecha, con prorrateo cuando las solicitudes de reembolso superen esa
cifra.
c) Los períodos de preaviso no pueden superar en 15 días naturales el
período de cálculo del valor liquidativo.
d) El pago de los reembolsos al partícipe se puede retrasar hasta el doble
del plazo establecido para el cálculo del valor liquidativo, con el límite
de seis meses desde la fecha de la solicitud, lo cual constituye un plazo
considerable teniendo en cuenta que el plazo para reembolso en los
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fondos tradicionales es de 3 días hábiles desde la fecha del valor
liquidativo aplicable.
5) Otra de los rasgos característicos de estos fondos es que tienen libertad
para el establecimiento de las comisiones, ya que no les resultan
aplicables los límites máximos establecidos para los fondos tradicionales.
6) Antes de contratarse este fondo, el inversor debe firmar un documento de
consentimiento, en el que declara haber sido informado de todos los
riesgos inherentes al producto. La entidad tiene la obligación de
entregarle una copia del documento de consentimiento, que deberá ser
conservada junto con el folleto y la solicitud de suscripción mientras sea
partícipe del fondo.
Aun cuando estos fondos resultan más adecuados para el consumidor que los
fondos de inversión libre, dada su liquidez limitada y más elevado riesgo, no
resulta recomendable que invierta la totalidad de sus ahorros en este
producto, debiendo consultar adecuadamente el folleto informativo antes de
invertir y asegurarse de entender por completo sus características, contenido
y grado de riesgo antes de firmar el documento de consentimiento.
Otra de las novedades introducidas por la nueva normativa sobre
instituciones de inversión colectiva, permite al consumidor de productos de
inversión acceder a los fondos cotizados o ETFs (siglas en inglés de Exchange
Traded Funds), un fondo de inversión que cotiza en bolsa como una acción,
beneficiándose de las fluctuaciones del mercado, y que replica cualquier
índice.
Mientras un fondo tradicional cuenta con un valor liquidativo al que se
realizan todas las suscripciones y reembolsos del día, los ETFs cotizan en el
mercado como una acción, lo que permite al consumidor entrar y salir en el
día a precios diferentes. El fondo va ajustando su valor según fluctúa el precio
de los activos en cartera.
Dada la amplia variedad de fondos existente en el mercado, la opción por uno
u otro queda a la decisión libre del consumidor. No obstante, éste debe
adoptarla teniendo en cuenta su capacidad y deseo de asumir riesgos (su
grado de aversión al riesgo), perfil de inversor que deberá predeterminar la
entidad oferente o intermediaria requiriendo información al futuro inversor
sobre su situación económico-financiera y su experiencia en el mercado
financiero.
El inversor, sobre todo cuando hablamos del pequeño y mediano inversor, que
carece de un elevado patrimonio, esto es, del modelo de consumidor de
fondos de inversión, debe saber que puede sufrir pérdidas en sus inversiones
en renta variable, pero también en renta fija, aunque con la primera, por su
propia naturaleza, asume mayor riesgo.
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Con la renta fija se asume, en primer lugar, el riesgo de que el emisor no
atienda su obligación de pago al vencimiento (riesgo de crédito, que es
prácticamente inexistente en el caso de la Deuda Pública), así como el riesgo
de tipo de interés, puesto que la cotización de los activos de renta fija baja
cuando los tipos de interés suben. Por lo tanto, el margen de rentabilidad será
más elevado cuanto más se mantenga la bajada de tipos.
A su vez, cuanto mayor sea el vencimiento de los activos de renta fija más
difícil resultará aprovechar los beneficios de una eventual subida de tipos,
puesto que si se espera al vencimiento, no será posible reinvertir el capital.
Además, si los valores no son en euros se asume el riesgo de tipo de cambio,
arriesgándose a que la moneda extranjera se deprecie respecto del euro.
Asimismo, en el caso de inversiones en países emergentes nos encontramos
con el denominado riesgo país, asumiendo el inversor que acontecimientos
de índole diversa (conflictos bélicos, crisis políticas o económicas, etc.) afecten
a las inversiones.
En los fondos de inversión hay que recordar, por último, que no se garantiza el
capital invertido, excepto en los supuestos de los FI (fondos de inversión)
garantizados y con las matizaciones antes expuestas.
b) Cuestiones a considerar al contratar un fondo de inversión.
Una vez predeterminado el perfil de riesgo del consumidor, éste debe atender
a cuestiones esenciales con carácter previo a la suscripción de participaciones
del fondo. Algunas de estas cuestiones son las siguientes:
1) ¿Quién oferta o vende el producto? Desde hace algún tiempo el inversor
tiene la posibilidad de suscribir participaciones de un fondo directamente
en las Gestoras o a través de agentes y apoderados. No obstante, lo normal
será realizar la contratación a través de un intermediario financiero, bien
una entidad de crédito, bien una sociedad o agencia de valores.
Igualmente, pueden suscribirse participaciones de un fondo a través de
Internet, en cuyo caso la entidad debe proporcionarle la misma
documentación que si la suscripción la efectuara en un entidad financiera.
2) La identidad del gestor y el depositario de los valores. La gestión de los
fondos es desarrollada necesariamente por una Sociedad Gestora, que
debe seguir fielmente la vocación inversora declarada en el folleto de
emisión del fondo. Puede ocurrir que la Sociedad Gestora no pertenezca al
mismo grupo financiero que el intermediario a través del cual realiza la
suscripción el consumidor, de ahí la importancia de conocer este dato.
El depositario del fondo es aquella entidad de crédito o sociedad o agencia
de valores en que invierte un fondo. Estas entidades deben contar en todo
momento con los medios y capacidades necesarios para el cumplimiento
de sus funciones.
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3) Recepción de la documentación explicativa sobre el fondo que suscribe. En
concreto, el consumidor debe recibir el folleto explicativo del fondo, la
última memoria anual y el último informe trimestral. Esta documentación
se deberá proporcionar igualmente de forma obligatoria aun cuando la
contratación se efectúe por vía telefónica o por Internet.
El folleto recoge datos tan importantes como los siguientes:
-
-
-
las comisiones a cobrar y su forma de cálculo.
la forma de hacer la suscripción y el reembolso y el valor liquidativo o
precio aplicable, debiendo destacar aquí que el valor liquidativo del
fondo no refleja el efecto divado del cargo individual al partícipe de la
cantidad debida en concepto de comisión por la gestión de resultados.
la vocación inversora del fondo, esto es al línea de gestión a seguir,
debiendo indicar si se usarán instrumentos financieros derivados.
el público inversor al cual va en principio dirigido, que tendrá directa
relación con la vocación inversora del fondo y la determinación del
perfil de inversor del consumidor.
el régimen fiscal aplicable, según el inversor sea residente o no
residente.
En todo caso, tanto en el folleto (tanto el completo como el simplificado)
como en los informes periódicos (anual, semestral y dos trimestrales) que
se publiquen, las Sociedades Gestoras deben informar sobre los
procedimientos para evitar los conflictos de intereses, ya que las
decisiones sobre gestión se han de adoptar en exclusivo interés de los
partícipes.
El folleto debe reflejar también cualquier vicisitud que afecte al propio
fondo (modificación de la política de inversión), al depositario o a la
gestora, entre otras, puesto que en este caso el consumidor debe ser
informado y tiene derecho de separación. En estos casos, el valor
liquidativo de las participaciones del partícipe que se separa será el
correspondiente a la fecha de la inscripción de la modificación en los
Registros de la CNMV.
Todas las modificaciones del Reglamento de los fondos deben ser
publicadas en el Boletín Oficial del Estado y comunicadas por la Sociedad
Gestora a los partícipes en el plazo de diez días desde que se autorizó la
modificación.
Existe obligación de notificar y un correspondiente derecho de reembolso
por parte de los partícipes cuando se establezca o se eleve el importe a
cobrar por comisión de reembolso, aunque no se modifique el Reglamento
del fondo.
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Normalmente la documentación antes mencionada se entrega al
consumidor en forma simplificada, lo que no obsta para que éste pueda
solicitar la copia completa.
4) Las comisiones que van a cobrar. Existen unas comisiones de gestión
máximas que pueden ser cobradas a los fondos por las Sociedades
Gestoras y que pueden ser calculadas en función del patrimonio y de los
resultados del fondo de inversión, además de los máximos establecidos en
la normativa aplicable (el Reglamento de Instituciones de Inversión
Colectiva establece expresamente que el máximo será del 2,5 % cuando se
compute en función del patrimonio; del 1’8 % cuado se haga en función de
los resultados; y cuando se tengan ambos datos en cuenta, el 1’35 % del
patrimonio y el 9% de los resultados, estableciéndose también normas
para facilitar el cómputo y evitar un pago excesivo por parte de los
inversores; para los fondos de inversión en activos del mercado monetario,
o FIAMM, mientras su política de inversiones les permita calificarse como
tales, permanecerán sujetos a los límites establecidos para ellos en el
cobro de comisiones, que son del 1% cuando la comisión se calcula
atendiendo al patrimonio del fondo; del 10% cuando se calcule en relación
con los resultados y del 0,67 % del patrimonio y del 3,33 % de los
resultados cuando se tengan en cuenta ambas circunstancias para su
cálculo. En todo caso, en relación con estos FIAMM, las comisiones de
suscripción y reembolso no pueden superar el 1% del valor liquidativo de
las participaciones, así como la retribución al depositario no puede
superar el 1’5 por 1000 anual del patrimonio custodiado).
5) El precio del fondo. Las Sociedades Gestoras están obligadas a vender y
comprar participaciones en los fondos que gestionan en el momento en
que los interesados lo deseen. El precio de las participaciones se denomina
valor liquidativo (que resulta de dividir el patrimonio del fondo entre el
número de participaciones del mismo, atendiendo en su caso, a las
distintas clases de participaciones), y se fija diariamente: cada día se divide
el valor del patrimonio entre el número de de participaciones que existen
en circulación.
Cuando se suscriba un fondo de inversión, no sólo hay que contemplar el
valor liquidativo, sino que puede existir una comisión de suscripción. Se
calculará sobre el importe total de la operación de compra de
participaciones y se sumará al mismo, incrementando el desembolso por
parte del inversor. Reglamentariamente se han establecido también los
máximos para dichas comisiones.
6) La forma en que se efectúa el reembolso. Cuando el consumidor solicita el
reembolso, el cálculo de la rentabilidad se efectúa por diferencia entre el
valor liquidativo de la participación en el momento de la suscripción y en
el momento del reembolso.
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En este punto, conviene realizar algunas advertencias en relación con los
fondos garantizados. La primera de ellas es asegurarse de qué se
garantiza, sólo el capital (fondos garantizados de segunda generación) o el
capital y la rentabilidad. En segundo lugar, conviene cerciorarse de las
comisiones que pueden cobrarse por la suscripción y reembolso fuera de
los períodos establecidos por las Sociedades Gestoras, ya que suelen ser
muy elevadas. Asimismo, si se solicita el reembolso antes del vencimiento
de la garantía, ésta no se aplicará, y el reembolso se efectuará conforme al
valor liquidativo aplicable a la fecha de tal solicitud. Y, por último, el
consumidor deberá informarse adecuadamente sobre el vencimiento del
fondo, para poder determinar si se genera automáticamente un nuevo
período de inversión garantizado o el fondo se transforma en otro con
distinta vocación inversora, así como el tiempo de preaviso para no ser
penalizado si se decide no reinvertir.
c) La gestión de carteras de inversión.
La gestión de carteras de inversión es un contrato mercantil por el cual el
gestor se obliga a administrar la cartera de valores o conjunto determinado
de activos financieros del inversor a cambio de una remuneración.
Puede desarrollarse el contrato exclusivamente por entidades de crédito,
sociedades y agencias de valores y por sociedades gestoras de carteras,
empresas de servicios de inversión que, como ya señalamos, únicamente
pueden prestar este servicio.
Pueden distinguirse dos modalidades del contrato de gestión de carteras de
inversión:
contratos de administración asesorada de carteras de valores, en los que la
entidad gestora se limita a proponer al consumidor una serie de
operaciones, siendo éste quien decide si se ejecutan o no.
contratos de administración discrecional o integral de carteras de valores
en los que la entidad goza de un amplio margen de actuación, de modo
que podrá efectuar las operaciones que considere convenientes, sin tener
que preavisar al consumidor, si bien deberá seguir sus instrucciones.
La cartera puede contener valores e instrumentos financieros negociables,
pero también dinero. Estos valores pueden ser de renta fija o variable, y
también pueden formar parte de la cartera otros instrumentos financieros
como los contratos a plazo, los contratos de permuta sobre tipos de
interés, opciones, etc.).
La principal obligación del inversor es la de remunerar la actividad del
gestor, de acuerdo con las tarifas de comisiones que tenga establecidas la
entidad gestora (puede adoptarse un sistema de comisión fija por
volumen de cartera, de comisión variable por obtención de resultados, o
una combinación de ambos o modelo mixto). Dado que el contrato tiene
unos costes mínimos bastante elevados para el consumidor, es
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recomendable para medianos y grandes inversores.
La entidad de gestión asume, por su parte, las siguientes obligaciones:
- realizar actos de disposición para conservar e incrementar el valor de la
cartera.
- actuar de forma leal, anteponiendo siempre los intereses del consumidor
a los suyos propios.
- seguir en su actuación las instrucciones del consumidor, para cuya
constancia suele exigirse la forma escrita. Las instrucciones pueden ser
vinculantes o meramente indicativas.
- informar al consumidor sobre la evolución de su cartera. Cuando la cartera
presente pérdidas a final de un mes con respecto al anterior, o cuando así
lo exija el nivel de riesgo por razones de prudencia, la información deberá
ser remitida mensualmente.
F. Las órdenes de valores.
Las órdenes de valores constituyen el vehículo a través del cual los
consumidoress pueden acceder a los mercados. Una vez el consumidor ha
elegido una entidad con la cual contratar, y ha abierto una cuenta de valores,
deberá realizar la selección de los activos y dirigir al intermediario
correspondiente una orden de valores, verificando posteriormente su ejecución y
la liquidación de la operación.
a) Concepto, finalidad y clases.
Son órdenes de valores aquellos mandatos e instrucciones que los inversores,
en nuestro caso los consumidores, dirigen a las entidades habilitadas para
prestar servicios de inversión con las que se encuentran previamente ligados
contractualmente, para la ejecución de una operación relacionada con valores
negociables.
Existe una gran variedad de órdenes de valores, si bien aquí nos referiremos a
las más comunes entre los consumidores.
1. Compraventa de valores de renta fija, renta variable y productos derivados
en mercados secundarios.
Debemos distinguir la contratación que se lleva a cabo en cada uno de los
mercados:
- Bolsa: En ellas coexisten dos sistemas de contratación, el mercado de
corros, con contratación de viva voz, diaria, entre las diez y las doce de
la mañana, con escaso volumen en la actualidad, y el mercado
continuo, sistema electrónico.
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Dentro del horario de contratación abierta (de 9 a 17’30 horas) y en el
segmento general, pueden distinguirse los siguientes tipos de órdenes,
clasificadas según su precio y su volumen.
Según su precio, las órdenes de valores pueden ser: limitadas, de mercado
y por lo mejor. La orden limitada se formula con un precio máximo para la
compra y mínimo para la venta; la de mercado se introduce sin límite de
precio y se negocia a los mejores precios de contrapartida existentes, por
lo que es muy arriesgada para el inversor; la orden por lo mejor se
introduce también sin límite de precio y se negocia a los mejores precios
de contrapartida existentes, con la diferencia de que si no hay suficiente
contrapartida, la parte no negociada queda limitada a ese precio.
Según su volumen, pueden ser de ejecución mínima, todo o nada, de
ejecutar o anular o de volumen oculto. Estamos ante una orden de
ejecución mínima cuando se especifica la cantidad mínima de valores que
debe ser ejecutada; todo o nada es aquella orden que se ejecuta en su
totalidad o se rechaza, orden de ejecución mínima, la de ejecutar o anular
se ejecuta inmediatamente y la parte no ejecutada se elimina del sistema,
las de volumen oculto se introducen mostrando al sistema sólo una parte
del volumen a negociar, por lo que una vez ejecutada esa parte, va
saliendo el resto en paquetes previamente definidos.
Las órdenes permanecen durante su plazo de vigencia, que puede ser
como máximo de noventa días, cancelándose automáticamente al llegar
ese momento. Si no se dice nada, son válidas exclusivamente para la
sesión en la que se introducen.
La prioridad en los mandatos viene determinada por el precio (el mejor
tiene prioridad) y el momento de introducción (la orden más antigua).
Los datos de una orden introducida y no negociada totalmente pueden
modificarse, excepto su carácter de compra o venta y su valor. Si se
modifica el precio o el volumen se pierde la prioridad temporal,
considerándose como una nueva orden. Resulta igualmente posible
cancelar la totalidad de una orden o una parte de la misma no ejecutada.
No existen limitaciones en cuanto al número de valores de una orden,
admitiéndose cualquier cifra a partir de una acción.
Las variaciones en la unidad de precio (en España en euros) se producen,
para valores con precio hasta 50 euros, de 0’01 en 0’01 euros y para valores
de más de 50 euros, de 0’05 en 0’05.
Iberclear realiza las labores de liquidación y compensación de las
operaciones bursátiles tres días después de la fecha de negociación.
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-
-
MEFF, mercado de productos derivados. Todas las órdenes transmitidas
a MEFF son firmes y vinculantes desde el momento en que se
introducen en el sistema de negociación, pudiendo ser modificadas o
canceladas siempre que no hayan sido ejecutadas. Las órdenes tienen
vigencia hasta el fin de la sesión y la prioridad en la ejecución se
establece primero por precio y después por antigüedad.
AIAF, mercado en el cual se negocian los pagarés de empresa, bonos y
obligaciones, cédulas hipotecarias y territoriales, titulizaciones y
participaciones preferentes. En estos casos, el consumidor debe
informarse sobre los últimos precios cruzados y compararlos con los
ofrecidos por su intermediario. En todo caso, su entidad está obligada
a ofrecerle la mejor contrapartida existente entre las ofertadas por
todos los intermediarios. La liquidación de las operaciones ejecutadas
se realiza en la fecha hábil acordada en el momento de la contratación.
2. Adquisición de valores en una OPV, la aceptación de una OPA o las
instrucciones en una ampliación de capital, aspectos ya tratados con
anterioridad.
3. Suscripción, reembolso y traspaso de participaciones en fondos de
inversión. En cuanto a la orden de suscripción de participaciones en fondos
de inversión, en ningún caso puede conllevar para el inversor la obligación
de abrir una cuenta de valores o una cuenta corriente asociada en la
entidad depositaria o comercializadora. La suscripción de participaciones
en un fondo de inversión de nueva creación no puede efectuarse hasta
que no se haya registrado en la CNMV su folleto informativo.
Las cantidades resultantes de la ejecución de las órdenes de reembolso
son abonadas normalmente por el depositario, conforme a los plazos
máximos previstos, pudiéndose efectuar en efectivo, mediante talón
nominativo o mediante ingreso en cuenta corriente.
En cuanto a la orden de traspaso de fondos de inversión entre distintas
sociedades gestoras, el consumidor deberá emitir la orden escrita a la
gestora de destino, que la remitirá a la de origen en el plazo máximo de un
día hábil desde la recepción de la solicitud debidamente cumplimentada.
La sociedad de origen dispone como máximo de dos días hábiles para
efectuar las comprobaciones pertinentes, efectuando el traspaso
mediante transferencia bancaria. La transmisión de la información
financiera y fiscal se hará a partir del tercer día hábil desde la recepción de
la solicitud.
4. Suscripción de contratos financieros atípicos. Son contratos no negociados
en mercados secundarios organizados, por los que una entidad de crédito
recibe dinero o valores asumiendo la obligación de reembolsarlos en
función de la evolución de determinados valores, sin comprometerse a la
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devolución íntegra del principal. La entidad de crédito deberá en este caso,
acompañar al contrato, el folleto informativo inscrito en la CNMV. Se trata
de productos con elevado riesgo, que en los últimos tiempos han
ocasionado numerosas reclamaciones de inversores que, atraídos por su
elevada rentabilidad, han confundido este tipo de contratos con
tradicionales depósitos bancarios a plazo.
b) Procedimiento de emisión de la orden.
Existen diversos procedimientos para emitir una orden de valores: de forma
presencial, por teléfono, fax o Internet. Al inversor particular o consumidor no
le conviene dar una orden verbal, puesto que en ellas la comunicación de la
ejecución sirve como confirmación de la orden, encontrándose esta opción
recomendada exclusivamente para los inversores profesionales.
La forma presencial supone que el consumidor acude a la sucursal de la
entidad para dar una orden por escrito, cumplimentando y firmando el
impreso correspondiente. Todo mandato, con independencia de su efectiva
ejecución se incorpora a un registro de justificantes de órdenes de la entidad,
debiéndose conservar durante un período mínimo de seis años.
Una vez emitida la orden sus efectos se consideran firmes, enviándose al
miembro del mercado para su contratación si la entidad no lo es.
Cuando la contratación se efectúa por la vía telefónica conviene diferenciar
según que el consumidor haya firmado previamente con la entidad un
contrato del tipo banca telefónica, o no lo hubiera hecho. En el primer caso,
cuando se ha previsto expresamente dicho medio de comunicación de las
instrucciones del consumidor, éste se acreditará conforme al procedimiento
establecido por la entidad, conservando la entidad una grabación de la orden
durante un período mínimo de tres meses, ampliables si consta la
disconformidad del consumidor ordenante. En el supuesto de que se trate de
una orden dada ocasionalmente por teléfono, se exigirá siempre en este caso
la confirmación escrita de la orden. La entidad puede incluso condicionar la
tramitación y ejecución de la orden a esta confirmación. Pero puede
entenderse también tácitamente confirmada cuando el receptor de la orden
comunica al ordenante la ejecución y liquidación de la operación y éste no
manifiesta su disconformidad en el plazo indicado por la entidad, que no
podrá ser inferior a quince días desde la recepción de la información.
Es posible igualmente usar el fax, pero únicamente cuando la entidad lo
acepta como válido.
Por último, debe destacarse el elevado número de contrataciones on-line,
debiendo el consumidor valorar la adecuación de la entidad oferente a la
normativa legal sobre normas de conducta, resultando fundamental que
dispongan de un sistema que garantice la seguridad y confidencialidad de las
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transacciones, que permitan dibujar el perfil del inversor, que den
información sobre el margen para modificaciones y cancelaciones y los
derechos del consumidor ante la indisponibilidad del sistema. Estas órdenes
se incorporarán igualmente a un registro magnético para ser archivadas. Para
la emisión de órdenes de valores por vía telemática es necesario contar con
algún sistema de identificación del ordenante. En este supuesto de
contratación on line conviene que el inversor verifique las probabilidades de
que su orden pueda realmente ser ejecutada de acuerdo con los últimos
precios de cruce del mercado.
c) La información al consumidor en la emisión de órdenes de valores.
En cualquier caso, antes de dar la orden de valores el consumidor debe
realizar la comprobación de que la entidad se encuentra habilitada para
prestar servicios de inversión en España (podrá comprobar que se encuentra
registrada en el Registro correspondiente, del Banco de España o de la
Comisión Nacional de Mercado de Valores, dicha información se puede
consultar telemáticamente, en las páginas web de estas entidades,
www.bde.es y www.cnmv.es ). Antes de dar un mandato debe analizar todos
los gastos asociados a la orden, a su posible modificación o cancelación, a la
liquidación de la operación, así como las condiciones del mercado en general
y del valor objeto de la orden en particular.
Existen una serie de cuestiones que el consumidor debe necesariamente
preguntar a su intermediario. Éstas son:
Las comisiones que podrá cobrar por la prestación del servicio, ya que las
entidades financieras están obligadas a especificar los importes exactos
que se devengan por un determinado servicio, así como a informar de las
comisiones aproximadas asociadas a una concreta operación. El
consumidor debe adoptar una posición activa, reclamando toda esta
información.
Además, cuando se trata de órdenes que se tramitan y ejecutan sobre
valores negociados en un mercado secundario, se trata de fases
independientes que pueden no ser realizadas por la misma entidad si el
intermediario con el que el consumidor contrata resultar no ser miembro
del mercado, pudiéndose cobrar al consumidor simultáneamente: la
comisión impuesta por la entidad intermediaria por la tramitación de la
orden; la comisión correspondiente al miembro del mercado cuando el
intermediario no lo es y los gastos derivados de las sociedades rectoras de
los mercados y de los servicios de compensación y liquidación. Y aún más,
si se trata de una venta, se repercutirá la comisión de custodia y
administración de los valores transmitidos.
Existe libertad para la fijación de las comisiones, con los límites
establecidos en las normas especiales de aplicación (por ejemplo, el
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Reglamento de Instituciones de Inversión Colectiva, que fija, como vimos,
las comisiones máximas a cobrar en la gestión de fondos de inversión, así
como otras normas que tutelan al consumidor) pero éstas deben cumplir
un requisito previo, que es el de su comunicación a la CNMV, así como la
publicación de un folleto de tarifas máximas aplicables. Todo servicio de
inversión habitual no tarifado o no recogido en dicho folleto no puede ser
gravado con ninguna comisión. Ni tampoco pueden imponerse
comisiones superiores a las tarifadas.
El folleto de tarifas, una vez registrado, debe estar a disposición del público
en el domicilio social y en el tablón de anuncios de cada sucursal,
pudiéndose igualmente consultar en el registro oficial de la CNMV y en su
página web.
Las empresas de servicios de inversión deben entregar a los consumidores,
junto con la copia del documento contractual, una copia de las tarifas
aplicables a sus operaciones, o bien incorporarlas directamente al propio
contrato. No puede efectuarse una remisión genérica al folleto de tarifas
sin entregarlo al consumidor.
El régimen de comisiones puede ser modificado, pero dicha variación debe
comunicarse necesariamente a los consumidores, que dentro de un plazo
de dos meses podrán optar por rescindir la relación contractual sin que les
resulten de aplicación las nuevas tarifas.
La provisión de fondos y valores. Las entidades financieras deberán
cumplir las órdenes de sus clientes, si bien podrá supeditarse su ejecución
a la disposición de efectivo o valores suficientes. No obstante, las
sociedades de valores y las entidades de crédito permiten la operativa en
descubierto durante la sesión en curso y antes del cierre del mercado, e
incluso determinadas empresas de servicios de inversión ofrecen a los
consumidores la posibilidad de estipular un contrato de préstamo de
valores.
En todo caso, para permitir la tramitación y ejecución de una orden de
valores, ésta debe ser clara y precisa, de modo que tanto ordenante como
receptor conozcan exactamente su alcance.
d) Seguimiento de la orden y verificación de la ejecución.
Una vez el consumidor ha emitido la orden de valores a través de cualquier
medio admitido por el intermediario y reconocido como válido por la CNMV,
éste debe verificar determinados aspectos de la orden y si es miembro del
mercado introducirá él mismo la orden, si no deberá dirigirla a una sociedad
o agencia de valores y bolsa o a una entidad de crédito que lo sea. Este
miembro del mercado gestionará la introducción de la orden en el mercado.
La entidad está obligada a entregar al consumidor un justificante de todas las
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órdenes dadas por escrito. Lo que no puede establecerse de forma estricta es
un plazo para la ejecución de la orden, puesto que sólo es posible estimar un
plazo máximo de referencia, ya que en muchos casos serán las propias
circunstancias del mercado las que determinarán la mayor celeridad o no en
su ejecución. Por ello, el consumidor deberá estar atento a la evolución del
mercado, consultando a su intermediario sobre el estado de la misma,
pudiendo así reaccionar ante cambios inesperados en las condiciones del
mercado. En todo caso, nuestra legislación de mercados de valores, establece
unas normas de conducta que las entidades oferentes de estos servicios
deberán cumplir, entre las que se cuenta la aplicación del denominado
principio de mejor ejecución, en el sentido de que deberá ejecutarse la orden
de la forma que mejor sirva a los intereses del consumidor, atendiendo a las
circunstancias de precio, celeridad, evolución del mercado, entre otras, por lo
que no necesariamente la ejecución más diligente coincidirá con la ejecución
realizada al mejor precio, si ello supone dilatar en exceso su ejecución en
contra de los intereses del consumidor.
Independientemente del método utilizado para la emisión de la orden, la
entidad con la que contrató el consumidor deberá facilitarle para cada
liquidación practicada un documento o extracto comprensivo de todos los
términos vinculados a cada operación. Igualmente, deberá proporcionarle
clara y detalladamente toda la información que el consumidor solicite.
Si se trata de un contrato de depósito y administración de valores de duración
superior a un año o indefinida, la entidad deberá remitir información sobre la
composición de su cartera de valores con periodicidad anual. No obstante,
cuando se hayan producido variaciones en su composición, la información
debe ser trimestral y si invierte en derivados o productos de alto riesgo,
mensual.
Igualmente, como ya se apuntó, las sociedades gestoras de fondos de
inversión asumen importantes obligaciones informativas frente a sus clientes
y partícipes en los fondos por ellas gestionados.
G. Los planes de pensiones y jubilación.
En la actualidad, numerosos consumidores contemplan la evolución
demográfica y sobre todo el aumento de la esperanza de vida con cierta
preocupación, dado que el sistema público de pensiones garantiza cada vez una
pensión menor en relación con los ingresos obtenidos durante los últimos años
de actividad. Por ello, el recurso a estas formas de ahorro se ha hecho muy
popular, entre otras razones, por mejorar el nivel de vida de los consumidores en
este período de su vida, y, también fundamentalmente por las ventajas fiscales
que estos productos tienen en la actualidad.
a) Los planes y fondos de pensiones.
Los planes de pensiones son contratos en los que se fijan las condiciones y
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características de un programa de ahorro-jubilación, así como los derechos y
obligaciones de los promotores y partícipes. Son de constitución voluntaria,
sin que sus prestaciones sean sustitutivas de las de la Seguridad Social.
Los fondos de pensiones son los instrumentos encargados de realizar
inversiones con el patrimonio del plan, rentabilizando las aportaciones de los
consumidores.
Pertenecen a todos los partícipes de un plan, pudiendo un mismo fondo
contar con varios planes.
Los planes de pensiones cuentan con tres elementos constitutivos: la entidad
gestora, que gestiona el patrimonio del fondo, lo administra y proporciona
información al respecto; la entidad depositaria, responsable frente a la
gestora, partícipes y beneficiarios del correcto cumplimiento de las
obligaciones del plan; y la comisión de control, que controla el
funcionamiento del fondo y de los planes adscritos.
Otros sujetos que pueden identificarse en el esquema de funcionamiento de
los planes son el promotor, aquel que crea el plan y participa en su gestión
posterior; el partícipe, para quien se crea el plan; los beneficiarios, quienes
recibirán las prestaciones, hubieran sido o no partícipes; y el defensor del
partícipe, que está encargado de arbitrar entre los beneficiarios y los
partícipes ante reclamaciones de éstos ante los fondos de pensiones o las
entidades promotoras de los planes. Su decisión no debe demorarse más de
tres meses, siendo vinculante para las entidades implicadas.
b) Tipos de planes de pensiones.
Dependiendo del número de planes integrantes de un fondo, se habla de
fondos multiplan (varios planes cuyo patrimonio es invertido por el fondo) o
monoplan (un solo plan).
En todo caso, puede tratarse de un plan de pensiones abierto o cerrado. En el
primer caso, canalizan el patrimonio de planes distintos a los originarios,
debiendo tener un patrimonio mínimo de 30 millones de euros. En el caso de
los fondos cerrados, no está permitida esta posibilidad.
Conforme al criterio de quién sea el promotor del plan, podemos distinguir
entre:
-
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Planes de empleo, en los que el promotor es cualquier entidad, sociedad o
empresa, siendo partícipes sus trabajadores.
Planes asociados, siendo promotor cualquier asociación o sindicato, para
que sus asociados, miembros o afiliados puedan participar en ellos.
Planes individuales, en los que son promotores las entidades financieras,
pudiendo ser partícipe cualquier persona física.
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A su vez, según las obligaciones estipuladas los planes de jubilación pueden
ser:
-
De aportación definida: se define la cuantía de las participaciones de los
promotores y de los partícipes.
De prestación definida: se define la cuantía de la prestación del partícipe
o beneficiario, variando sólo las aportaciones.
De aportación mixta, que definen tanto la cuantía de la prestación como
de la aportación a realizar.
Los planes de empleo y asociados pueden ser de cualquiera de estas tres
modalidades, los planes individuales sólo pueden ser de aportación
definida.
Otro criterio de clasificación de los planes es su inversión, y así podemos
distinguir:
-
Renta fija: no pueden invertir en renta variable.
Renta fija mixta I: máximo de inversión en renta variable, el 15%.
Renta fija mixta II: inversión en renta variable entre el 15 y el 30% de sus
activos.
Renta variable: cartera integrada por activos de renta variable con un
mínimo del 75%.
Renta variable mixta: activos de renta variable entre el 30 y el 75% de su
cartera.
c) Las aportaciones del consumidor al plan.
El consumidor puede pactar la realización de aportaciones periódicas al plan,
con la periodificación que estime conveniente (mensual, trimestral,
semestral), realizándose la misma normalmente a través de su domiciliación
en una cuenta del partícipe. Pero igualmente podrá realizar una aportación
extraordinaria, cuyo pago se realiza por lo común a través de un cheque o de
una orden de cargo en cuenta del consumidor.
La cantidad que el consumidor puede aportar a un plan de pensiones
encuentra dos límites: en primer lugar, el límite mínimo establecido por el
plan en concreto, dado que permitir aportaciones extraordinariamente
reducidas supondría un coste adicional que reduciría la rentabilidad del plan.
En segundo lugar, se establecen un límite máximo en la legislación vigente,
que dependerá de las circunstancias del consumidor (edad, matrimonio
cuando el cónyuge no obtenga rentas).
Un consumidor puede dejar de realizar aportaciones a un plan y en este caso
pasaría a ser un partícipe en suspenso, manteniendo la condición de tal y los
derechos devengados con anterioridad, capitalizándose las aportaciones que
hubiera realizado hasta el momento a la misma tasa de rentabilidad del plan.
El consumidor puede igualmente cambiar de un plan a otro, sin que ello tenga
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coste alguno. En el supuesto de que se imponga una comisión o se repercuta
un gasto excesivo por dicha gestión, el consumidor podrá reclamar ante el
órgano supervisor, la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones, así
como podrá acudir a las asociaciones de consumidores con el objeto de obtener
el adecuado asesoramiento.
d) El cobro de la prestación.
Una vez producida la contingencia que el plan asegura, el partícipe (cuando la
contingencia es la jubilación) o en otro caso el beneficiario por él designado
adquieren el derecho al cobro de la prestación, debiendo solicitarlo en el plazo
de seis meses. Dicho cobro puede realizarse en dos modalidades diferentes,
como son el rescate total de la misma o la renta vitalicia o temporal. En el
primer supuesto, el beneficiario del plan recibirá en una vez la cantidad que le
corresponda como dinero acumulado; en el segundo caso, cobrará una renta
durante el tiempo que dure su vida o durante el tiempo que permita
mantenerla el dinero acumulado, realizando para determinarlo una serie de
cálculos financieros.
En todo caso, el consumidor puede tener más de un plan y definir en cada uno
de ellos cómo desea cobrar la prestación, no existiendo incompatibilidad entre
ninguna de estas formas de cobro y la percepción de la prestación
correspondiente del sistema público (Seguridad Social o derechos pasivos de los
funcionarios).
Las contingencias que pueden dar derecho al cobro de la prestación son: la
jubilación o situación asimilable; la invalidez total y permanente para la
profesión habitual, la invalidez absoluta y permanente para todo trabajo y la
gran invalidez; la muerte del partícipe o beneficiario; la enfermedad grave e
incluso el pase a la situación de desempleo, como consecuencia de un
expediente de regulación de empleo aprobado por la autoridad laboral.
Las personas que no dispongan de rentas del trabajo, así las amas de casa,
podrán igualmente contratar un plan de pensiones, pudiendo su cónyuge, si se
cumplen las normas fiscales, deducirse parte de dichas aportaciones al plan. Así
también, puede contratarse un plan para que sea cobrado por un minusválido,
cuando éste tiene un grado de minusvalía mínimo del 65%, pudiendo cobrarse
sólo en forma de renta.
e) Planes de pensiones y planes de jubilación.
Conviene distinguir los planes de pensiones de otros productos de ahorro, como
los planes de jubilación.
Los planes de pensiones constituyen una modalidad de ahorro colectivo que
permite agrupar las aportaciones de un gran número de consumidores en un
fondo, invertirlo y obtener la mayor rentabilidad posible al mismo por los
expertos que lo gestionan. Las ganancias obtenidas se suman al capital y
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generan, de nuevo, nuevas ganancias. Su principal inconveniente es que son un
producto sin liquidez, de modo que sólo podrá rescatarse el dinero en caso de
fallecimiento o de acaecimiento de alguna de las contingencias previstas.
El plan de jubilación es una modalidad aseguradora, es un seguro a plazo
determinado, que garantiza al asegurado un capital determinado en caso de
supervivencia y otro distinto en caso de muerte. Incluso algunos planes de
pensiones ofrecen, además de la rentabilidad garantizada, un rendimiento
adicional dependiendo de la evolución de los títulos (normalmente de renta
fija) que forman su cartera. El consumidor podrá, a diferencia de lo que ocurre
con los planes de pensiones, recuperar su dinero cuando quiera, pero debe
informarse de los períodos en los que no se aplique la garantía, de modo que
puede ocurrir que si dispone durante los primeros años desde que inició el plan
de jubilación, se vea sujeto a fuertes penalizaciones que le podrían suponer
incluso pérdida del capital invertido.
Ante el incremento en la oferta de este tipo de servicios, muchas veces el
consumidor se encuentra inseguro y no acierta a decidir cuál de estos dos
productos le va a interesar más. En principio, el consumidor debe saber que el
plan de pensiones es adecuado para aquellos consumidores que pueden
mantener fuertes niveles de inversión sin necesidad de rescate, esto es que
pueden asumir la falta de liquidez del plan, para aquellos que deseen completar
en el momento de jubilación su pensión procedente del sistema público, o
incluso, para aquellos que quieran obtener mayores beneficios fiscales a su
inversión.
Los planes de jubilación serán más adecuados para los consumidores que
deseen invertir a largo plazo (no sólo para completar la pensión) y que puedan
precisar el rescate de su inversión en un momento determinado.
La rentabilidad obtenida por uno y otro producto, dependerá del tipo de plan
que se contrate. En los planes de jubilaciones, la rentabilidad se conocerá en su
mayor parte de antemano, en el momento de contratar, interesa aquí sobre
todo al consumidor conocer el período en el que se aplicarán penalizaciones por
el rescate. Debe asimismo saber el consumidor que en los primeros años de vida
del plan es cuando se cargan la mayor parte de comisiones, de modo que la
rentabilidad es mucho menor a la pactada. En el supuesto de los planes de
pensiones, la rentabilidad dependerá del tipo de plan que se contrate y de la
composición de su cartera, esto es, de los títulos en los que invierta.
Naturalmente, a mayor riesgo mayor rentabilidad esperada, debiendo no
obstante aconsejar al consumidor que diversifique sus inversiones atendiendo
al horizonte temporal que le falta hasta su jubilación. Cuanto menos tiempo
reste hasta la jubilación, menor inversión en renta variable debería realizar. Por
el contrario, una persona joven que contrata un plan de pensiones puede
permitirse el aumentar el porcentaje de inversión en renta variable, asumiendo
una posición más prudente conforme se acerque la fecha de jubilación.
Otro criterio a tener en cuenta es la fiscalidad de los planes y fondos de
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pensiones, dado que para obtener la máxima ventaja fiscal, los planes de
jubilación deben mantenerse durante bastantes años.
H. Otros productos de ahorro e inversión:
los depósitos indexados o estructurados.
En las últimas décadas, la evolución del ahorro de las familias españolas ha
llevado a la proliferación de contratos de inversión en productos distintos a los
tradicionalmente ofertados por la banca. Así, han aparecido en el mercado los
denominados depósitos indexados o estructurados. Su finalidad no es otra que
mejorar la rentabilidad de los depósitos tradicionales, a través de la referencia a
índices bursátiles, evitando los costes y efectos de la negociación directa en
Bolsa.
Los depósitos indexados o estructurados son, por tanto, depósitos a plazo en los
cuales la rentabilidad pactada no se encuentra predeterminada, como en los
depósitos a plazo tradicionales, sino que se determinará en un momento
posterior, normalmente el vencimiento del mismo, por la evolución que hayan
sufrido determinados índices a los que se encuentran vinculados.
El consumidor, no obstante, debe encontrarse bien informado de la especial
naturaleza de estos productos. De hecho, deberá tener en cuenta que si los
índices o conjunto de índices de referencia se encuentran en niveles muy altos,
será muy difícil obtener una mayor rentabilidad, quedando expuesto a una
tendencia bajista de los mismos, que le podría suponer incluso pérdida de parte
de la cantidad invertida, en el caso de querer recuperar antes del período pactado
el dinero y tener que hacer frente a las comisiones establecidas en el contrato.
Los depósitos estructurados son contratos complejos con dos partes bien
diferenciadas: una primera que se comercializa como un plazo fijo tradicional,
con una rentabilidad superior a la del mercado normalmente, y una segunda que
es aquella cuya rentabilidad va referenciada a la evolución (rentabilidad media o
global) de un índice o conjunto de índices bursátiles. Normalmente, las entidades
de crédito comercializan estos productos haciendo referencia a sus ventajas,
dado que permiten al cliente participar en la inversión bursátil sin asumir
pérdidas de capital. No obstante, debe alertarse al consumidor, dado que el
hecho de no mantener la inversión durante el tiempo previsto puede suponer
que finalmente, la parte de capital cuya rentabilidad esté indexada o
referenciada sufra merma dado que ha de afrontar un coste elevado en
comisiones, que harán disminuir la rentabilidad inicialmente prevista por el
consumidor. En todo caso, éste debe ser informado sobre la modalidad de cálculo
de la rentabilidad de la parte referenciada del depósito estructurado, así la
rentabilidad será mayor si la referencia es el incremento global de un índice que
si se trata de su rentabilidad media, por ejemplo.
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En la actualidad, la mayor difusión de estos productos de ahorro ha permitido
establecer directrices por parte del Banco de España, así como una labor de
información por parte de las asociaciones de consumidores, en el sentido de
alertar a los clientes cuando el producto que contratan se comercializa bajo la
denominación depósito a plazo, pero su rentabilidad queda indeterminada, por
depender de la evolución de los índices bursátiles establecidos en la oferta de
contrato. En la Comunidad Valenciana, por ejemplo, asistimos hace unos años a
la comercialización masiva por una entidad de gran implantación en nuestro
territorio de productos que se ofertaban con rentabilidad asegurada, como
verdaderos depósitos a plazo, pero que en realidad tenían la rentabilidad
condicionada a la evolución de determinados índices bursátiles. En aquel
momento, dichos índices bursátiles sufrieron elevadas pérdidas y los
consumidores, que en un momento inicial perdieron el 25 % de su inversión, han
llegado a asumir hasta el 75% de pérdidas debido a que la entidad devolvió el
capital en forma de títulos de los valores de referencia. En la actualidad, dicha
situación, que fue llevada a los tribunales por determinadas asociaciones de
consumidores, ha tenido un pronunciamiento favorable para los consumidores
por parte de la Audiencia Provincial de Valencia, condenando a la entidad de
crédito por la comercialización de un productos ofreciendo unas condiciones que
no le eran propias, sino de un producto totalmente seguro, con rentabilidad
garantizada o asegurada, como es el tradicional depósito a plazo fijo.
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3. Las operaciones de crédito
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3. Las operaciones de crédito
A. Las garantías en los préstamos bancarios.
1. Tipos de garantías.
El préstamo bancario de dinero es aquel contrato por el cual la entidad de
crédito entrega una suma de dinero determinada, obligándose quien la recibe
(prestatario) a restituir otro tanto de la misma especie y calidad en la época
convenida y a pagar el importe de los intereses pactados.
Por el contrato de préstamo se obliga el banco a entregar el capital objeto del
préstamo en el momento pactado, pudiendo el prestatario exigir esta entrega
desde el momento de perfección del contrato, que variará dependiendo de la
modalidad de préstamo ante el cual nos encontremos, principalmente
atendiendo a las garantías exigidas para su concesión por la entidad de
crédito.
Las entidades de crédito suelen exigir garantías de diversa naturaleza, cuya
finalidad es la de ofrecer mayor seguridad a la entidad de crédito de que
percibirá el importe del capital (principal) más los intereses en el supuesto de
que el prestatario no los reembolse voluntariamente.
Las garantías más comunes son:
a) La personal, mediante fianza, usualmente solidaria, constituida por una o
varias personas distintas del prestatario. En ocasiones, dicha garantía se
instrumenta a través de un aval cambiario, si la obligación de pago de
capital e intereses se incorpora a una o varias letras de cambio aceptadas
por el prestatario, haciendo coincidir su vencimiento con las fechas de
restitución del préstamo.
b) La garantía hipotecaria, mediante hipoteca constituida sobre bienes
inmuebles de titularidad del prestatario o mediante hipoteca mobiliaria
constituida en la forma establecida en la Ley de hipoteca mobiliaria y
prenda sin desplazamiento de la posesión.
c) Garantía pignoraticia, mediante prenda constituida sobre títulos-valores
(por ejemplo, acciones de una sociedad anónima), o sobre mercancías
(warrants); o mediante prenda sin desplazamiento, constituida en la
forma establecida en la Ley mencionada.
La libertad de contratación que preside nuestro ordenamiento, permite que,
ante las circunstancias concretas, relativas al prestatario, su situación
financiero-patrimonial, y la cantidad solicitada a crédito, el banco decida
solicitar garantías adicionales a las anteriormente mencionadas. De forma
reiterada, el Banco de España, a través de las resoluciones de su Servicio de
Reclamaciones, así como el propio Tribunal de Defensa de la Competencia, en
la resolución de algún conflicto sometido a su jurisdicción, han reconocido la
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libertad que tienen las entidades para solicitar aquellas garantías que
estimen convenientes para garantizar la satisfacción de su crédito.
No obstante, cuando se trate de contratos de préstamo a consumidores, no
debe olvidarse el contenido de la legislación que los protege, en el sentido de
no permitirse la exigencia de garantías desproporcionadas al riesgo asumido.
No obstante, no existirá desproporción según esta misma normativa cuando
el contrato de financiación o garantía se ajuste en su contenido a lo
establecido en la normativa bancaria.
2. La garantía personal. La fianza o aval.
Otra modalidad de garantía muy utilizada en la práctica bancaria responde a
la solicitud de garantías por parte de terceros que se obligarán ante el banco
a cumplir subsidiaria o solidariamente con las obligaciones propias del
deudor principal. De este modo, se celebra un contrato entre el acreedor y el
fiador, que añade a la responsabilidad personal del deudor principal la de otro
sujeto. La responsabilidad asumida por el fiador es accesoria y, en principio,
subsidiaria de la principal. Ello quiere decir que la fianza no puede existir sin
una obligación válida, que el fiador no puede obligarse a más que el deudor
principal y que si la obligación principal deja de existir por la razón que sea,
también lo hará la obligación del fiador.
La fianza podrá ser prestada por uno o por varios fiadores (supuesto de
cofianza), en cuyo caso deberá hacérseles asumir la fianza como solidaria, no
sólo respecto al deudor principal, sino también entre ellos, renunciando
expresamente al denominado beneficio de división, que les permitiría
rechazar una reclamación por el total de la deuda garantizada, ya que aquel
beneficio les permite dividir su cuantía en tantas partes como cofiadores son.
Por lo tanto, si el consumidor se convierte en cofiador solidario, le podrá ser
reclamado el pago total de la deuda.
La fianza es un contrato formal que requiere la forma escrita para su validez,
sin embargo no se requiere una forma determinada al margen de esta
exigencia de que conste por escrito. No obstante, para que goce de eficacia
ejecutiva, deberá constar el afianzamiento en la escritura de préstamo o la
póliza de crédito cuya obligación de pago se encuentra garantizada.
La fianza puede otorgarse además sin que intervenga el banco, de forma que
en este caso se tratará de un contrato a favor de tercero, que podrá exigir su
cumplimiento siempre que hubiera dado su aceptación, que puede ser
expresa o tácita antes de que se revoque la fianza constituida a su favor.
La fianza ha de ser expresa, no se presume nunca. Por ello, ha de ser objeto de
una interpretación restrictiva, en beneficio del fiador. Éste, por otro lado, dada
la subordinación y accesoriedad de la obligación que asume, no podrá
obligarse a más de aquello a lo que se obligó el deudor garantizado.
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En principio, el consumidor goza de los denominados beneficios de división,
que consiste en la posibilidad de dividir la deuda con los restantes cofiadores,
cuando sean varios, y de excusión, que es una consecuencia del carácter
subordinado de la obligación del fiador, que consiste en la posibilidad que
tiene el fiador de oponerse a la reclamación efectuada por el acreedor si le
consta que el deudor principal tiene bienes para responder. Deberá, en vía de
excepción a la reclamación del acreedor, señalar los bienes del deudor que
puedan realizarse en garantía, que se hallen en territorio español y sean
suficientes para cubrir la deuda.
El beneficio de excusión no jugará cuando el fiador haya renunciado
expresamente al mismo o cuando la fianza se pactó con el carácter de
solidaria, es decir, cuando el fiador se obligó solidariamente con el deudor.
Tampoco cabrá el beneficio de excusión en caso de insolvencia del deudor
principal o cuando no sea posible demandarlo judicialmente en nuestro país.
En estos casos, la posición del fiador es como la de un deudor solidario ante el
banco, si bien en el plano interno, si el banco reclama el pago al fiador, éste
tendrá la posibilidad de dirigirse contra el deudor principal.
El fiador podrá exigir al deudor que pague la obligación afianzada o que le
sustituya ante el acreedor con otra garantía, lo que deberá consentir el banco
cuando el fiador sea demandado judicialmente para el pago, en caso de
concurso del deudor principal, cuando el deudor principal se obligó a relevarle
de la fianza en un plazo determinado y no lo ha hecho, cuando la deuda ya sea
exigible por llegada del momento del vencimiento de la misma y al cabo de
diez años, cuando la obligación garantizada no tiene estipulado un período
de duración determinado.
En caso de que el fiador pague, podrá reclamar al deudor principal lo pagado
por dos vías: mediante el ejercicio de la acción de reembolso, debiendo el
deudor abonar lo pagado por el fiador en concepto de principal, intereses,
gastos, daños y perjuicios; o mediante la subrogación en los derechos que el
acreedor tenía contra el deudor.
En caso de que el fiador pagase antes de la llegada del vencimiento, no podrá
exigir el pago al deudor principal hasta este momento.
En el supuesto de pago por el fiador sin comunicación al deudor principal,
éste le podrá oponer al fiador todas las excepciones que pudiera tener frente
al acreedor en el momento de efectuarse el pago. Además, si debido a la falta
de comunicación, el deudor procede a realizar un segundo pago, el fiador sólo
podrá reclamarle la restitución de lo pagado por él al banco acreedor.
Suele pactarse un período de duración de la fianza, como fecha de
vencimiento de la garantía. Ello no impide una reclamación posterior, ya que
dicha fecha se establece como plazo de garantía, que supone que el fiador
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responderá por las obligaciones nacidas antes de dicha fecha. No obstante,
para reclamar su cumplimiento al fiador, el plazo de prescripción de la acción
será de 15 años.
El supuesto normal de extinción de la garantía es la extinción de la obligación
garantizada, por pago o por otra causa. También se extingue cuando por
algún hecho del acreedor, el fiador no puede subrogarse en los derechos del
acreedor y en caso de prórroga de la obligación principal concedida por el
acreedor al deudor principal sin el consentimiento del fiador.
B. El préstamo hipotecario.
1. La garantía hipotecaria.
El cumplimiento de las obligaciones del prestatario en un contrato de
préstamo bancario de dinero puede garantizarse de diversas formas, y una de
ellas es la constitución de una hipoteca sobre un bien inmueble, cuyo valor en
el porcentaje establecido por la entidad cubra las responsabilidades
hipotecarias. Por lo tanto, se trata de una modalidad del préstamo bancario
de dinero atendiendo a las garantías de las cuales dispone la entidad de
crédito para asegurar el pago por parte del prestatario del capital prestado
más los intereses pactados.
Nada obsta a que la garantía hipotecaria se constituya sobre un bien distinto
al que se pretende adquirir con el importe del préstamo garantizado con la
hipoteca (de hecho, es usual hipotecar bienes que ya se encontraban dentro
del patrimonio del solicitante del préstamo hipotecario; así también, en
aquellos supuestos en los que resulta necesario para el prestatario, puede
constituirse una hipoteca unilateral por éste, pudiendo ser posteriormente
aceptada por una entidad crediticia). Por lo tanto, siempre que de la tasación
del bien resulte un valor que sea suficiente para cubrir el importe del
préstamo, junto con los demás gastos y responsabilidades a los que se ha de
extender la hipoteca, podrá hipotecarse cualquier bien titularidad del
prestatario, o, incluso de otra persona que constituye la garantía a favor del
prestatario (p. ej., padre que constituye la hipoteca sobre su piso garantizando
el pago del préstamo solicitado por su hijo).
2. La constitución de la hipoteca.
La hipoteca es un contrato formal en nuestro ordenamiento, lo cual quiere
decir que la ley exige el cumplimiento de una serie de formalidades
necesarias para su perfección. De este modo, sólo existirá hipoteca cuando se
haya formalizado en escritura pública ante Notario y se inscriba en el Registro
de la Propiedad, dándose de este modo publicidad a la afección del bien
inmueble hipotecado al pago de las obligaciones derivadas del contrato de
préstamo garantizado con la hipoteca.
Aún cuando aparentemente pueda parecer que la contratación de un
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préstamo hipotecario supone un mayor coste del crédito, dado que la ley
exige el cumplimiento de las formalidades antes mencionadas, la garantía
hipotecaria y la seguridad y menor grado de morosidad que conlleva
permiten a los prestatarios beneficiarse de unos tipos de interés más bajos
que los aplicados a los préstamos con garantía personal, así como también de
plazos más largos para la devolución del préstamo.
Las entidades de crédito suelen exigir, junto con la constitución de la garantía
hipotecaria garantías adicionales, y además puede hacerlo libremente. Es
habitual que se exijan algunas garantías de tipo personal y del propio
inmueble sobre el cual va a recaer la hipoteca. Los bancos pueden solicitar las
garantías que estimen convenientes para conceder una operación de crédito,
si bien éstas no deberán ser desproporcionadas al riesgo asumido.
La Ley obliga al titular de un préstamo hipotecario a contratar un seguro de
incendios sobre el inmueble a hipotecar. No obstante, se recomienda al
cliente la contratación de un seguro multirriesgo del hogar (que cubra otros
riesgos además del incendio, así robo, daños, agua, daños a terceros, etc.)
También es habitual recomendar a los clientes la contratación de un seguro
de vida, que cubra el riesgo de fallecimiento del titular de un préstamo,
cancelando la compañía de seguros el capital pendiente de pago en ese
momento. Naturalmente, si la entidad estima que resulta necesario, dadas las
circunstancias concretas de la operación, solicitar este seguro al prestatario o
prestatarios, podrá exigirlo como condición para la concesión de la operación,
y así se ha manifestado en alguna resolución el Tribunal de Defensa de la
Competencia. No obstante, deberá valorarse, por ejemplo, la conveniencia de
exigir ineludiblemente esta garantía en préstamos hipotecarios en los que el
valor del bien y la situación financiera del prestatario y su entorno familiar no
hagan prever dificultades en el cobro del préstamo en caso de fallecimiento.
Lo que en ningún caso podrá realizar la entidad, como ha destacado en alguna
de sus resoluciones el Tribunal de Defensa de la Competencia, es obligar al
consumidor a contratar dichos seguros en entidad perteneciente al mismo
grupo de la concedente del préstamo hipotecario.
Si se trata de un préstamo hipotecario de autopromotor (aquel que construye
su propia vivienda), el seguro decenal regulado en la Ley de Ordenación de la
Edificación garantiza los daños causados en el edificio por vicios o defectos
que afecten a los elementos estructurales y que comprometan directamente
la resistencia mecánica y la estabilidad del edificio. No es obligatorio este
seguro para autopromotores individuales de una vivienda de uso propio, sin
embargo será obligatoria la acreditación de dicho seguro cuando en una
transmisión no motivada por la muerte de una persona (así, una venta de la
vivienda, por ejemplo), lo exija el nuevo adquirente, contratándose dicho
seguro desde el momento de la transmisión hasta el término de los diez años
de plazo fijados en la Ley.
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3. Las hipotecas que más inciden en las operaciones bancarias.
Además de la hipoteca ordinaria o “de tráfico”, que es aquella en la que la
obligación asegurada tiene existencia cierta y su cuantía está determinada,
hay que destacar la hipoteca de seguridad, aquella constituida en garantía de
determinadas obligaciones, cuyos elementos no están todos registralmente
determinados.
Dentro de las hipotecas de seguridad, se destacan las hipotecas de máximo
(en la que no se ha determinado la cuantía de la obligación, por ejemplo
hipoteca en garantía de cuentas corrientes); las hipotecas de obligaciones
futuras o sujetas a condición o término (la indeterminación recae sobre la
existencia o efectividad de la prestación); hipoteca en garantía de títulos
valores, endosables o al portador (p. ej., hipoteca cambiaria).
4. Tipos de préstamos hipotecarios.
El cliente solicitante de un préstamo hipotecario debe elegir el tipo de
préstamo que más le convenga, atendiendo a sus necesidades, situación
financiera y destino del objeto del mismo.
Los factores determinantes de esta elección son los siguientes:
a) El importe del préstamo, entendido como la cantidad que la entidad de
crédito entrega al cliente al concederle el préstamo. El importe del
préstamo se determina normalmente a través de dos tipos de límites: 1. El
valor de la vivienda (como máximo el 100% del valor de tasación de la
vivienda, aportando garantías adicionales). 2. Los ingresos del solicitante
(capacidad económica), limitándose el importe para que las cuotas de
amortización del préstamo no superen el 35 o el 40% de los ingresos
líquidos justificables del solicitante y poder así hacer frente a los pagos sin
problemas.
b) El interés, entendido como remuneración o precio que obtiene el banco
por el hecho de haber prestado el importe del préstamo durante un
tiempo determinado pactado en el contrato.
Para posibilitar una comparación entre las diferentes ofertas y, de este
modo, favorecer unas mejores condiciones de competencia en el sector
bancario, surgió la fórmula de la Tasa Anual Equivalente (en adelante, TAE).
La TAE tiene en cuenta la periodicidad del pago, el interés nominal, el
plazo, las comisiones iniciales a favor de la entidad financiera, excepto los
gastos complementarios o suplidos, que se detallarán uno a uno.
Dependiendo del tipo de interés del préstamo, éstos pueden clasificarse
en préstamos hipotecarios de tipo fijo y de tipo variable. Los primeros se
caracterizan porque el tipo de interés establecido en el contrato
permanece inalterable durante toda la vida de éste. El riesgo de interés, de
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que suban o bajen los tipos, es sufrido tanto por el banco como por el
consumidor prestatario, puesto que si los intereses bajan éste no podrá
beneficiarse de este descenso en el coste del crédito, mientras que si los
intereses suben la situación será la contraria, siendo la entidad financiera
la perjudicada al no poder repercutir al consumidor el aumento en el
porcentaje de intereses.
Como consecuencia de ello, los plazos suelen ser más cortos en los
préstamos a interés fijo, con el objeto de reducir al máximo las variaciones
de los tipos de interés. No obstante, los préstamos a interés fijo permiten
conocer desde el primer momento con exactitud el importe exacto de las
cuotas de amortización durante toda la vida del préstamo, siendo ésta su
principal ventaja.
Por el contrario, cuando se trata de un préstamo a interés variable, se trata
de operaciones en las cuales el tipo de interés varía cada cierto período de
tiempo, de acuerdo con las normas establecidas contractualmente. Al
acusar tanto la entidad financiera como el consumidor las variaciones en
el tipo de interés, los bancos aceptan plazos de amortización más largos
que los utilizados en préstamos a interés fijo.
Para los consumidores este tipo de préstamos goza de evidentes ventajas,
como son las menores cuotas a pagar, ya que pueden disponer de mayor
plazo, y además que podrán beneficiarse de las bajadas de interés que
determine el mercado.
Para conocer cómo se fijan en concreto los intereses en una operación
determinada de préstamo a interés variable, deberá atenderse al
contenido del contrato firmado por las partes y, por tanto, a la escritura del
préstamo hipotecario, que deberá concretar esta determinación, así como
la forma de notificación al prestatario las modificaciones que existan en el
tipo de interés en el momento de su revisión, el nuevo tipo aplicable y el
período de vigencia del mismo.
El índice de referencia es aquella variable que determina el tipo de interés
del préstamo en un período determinado de tiempo. En el año 1994 se
definieron 6 índices de referencia oficiales y en junio de 1999 se incorporó
el Euribor a un año, comúnmente utilizado en la actualidad.
Los índices de referencia deben reunir una serie de requisitos básicos:
-
Ser públicos y fácilmente verificables por el cliente. Son publicados por
el Banco de España mensualmente en el BOE.
Ser objetivos, ya que los datos que sirven para su cálculo son aportados
conforme a lo establecido por el Banco de España.
Ser neutrales, ya que ninguna entidad financiera puede influir en su
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determinación.
Pueden utilizarse como índices de referencia los oficiales o también aquellos
índices de referencia no oficiales que cumplan el requisito de objetividad. En
todo caso, en la escritura del préstamo hipotecario deberá quedar claramente
identificado el índice utilizado, sea oficial o no, así como su forma de
aplicación y la notificación de sus variaciones.
Dentro de los índices de referencia oficiales, los más usuales son:
1) Referencia interbancaria a 1 año: Euribor. Se trata del tipo ofertado por el
grupo preseleccionado de entidades de crédito en el mercado de depósitos
interbancarios en euros para el plazo de 1 año. El índice representa la
media mensual de los valores diarios de dicho índice.
2) IRPH de cajas de ahorros. Tipo medio de los préstamos hipotecarios a más
de 3 años para la adquisición de vivienda libre concedidos por las cajas.
3) IRPH de bancos. Tipo medio de los préstamos hipotecarios a más de 3 años
para la adquisición de vivienda libre concedidos por los bancos.
4) IRPH del conjunto de entidades de crédito. Tipo medio de los préstamos
hipotecarios a más de 3 años para la adquisición de vivienda libre
concedidos por el conjunto de entidades de crédito.
5) Índice activo de referencia CECA. Tipo medio de las operaciones en
préstamos personales de 1 año a menos de 3 años y de los préstamos
hipotecarios para la adquisición de vivienda libre de 3 o más años.
6) Tipo de rendimiento de la Deuda Pública de plazo entre 2 y 6 años. Tipo de
rendimiento interno en el mercado secundario de la Deuda Pública de
plazo entre 2 y 6 años.
Entre los índices de referencia no oficiales, merece ser destacado el Euribor a
plazos de 1 a 12 meses, tipo ofertado por el grupo preseleccionado de
entidades de crédito en el mercado de depósitos interbancarios en euros para
plazos comprendidos entre 1 y 12 meses. Diariamente se publica por Bridge
Telerate a las 11 horas; el Eonia es la media ponderada de todas las
transacciones no garantizadas día a día, realizadas en el mercado
interbancario, iniciadas dentro del área del euro por el mismo grupo de
bancos/cajas que configuran el Euribor.
Las entidades financieras añaden al tipo de interés de referencia un
determinado importe que se denomina diferencial del préstamo y que se
especifica normalmente fijando un porcentaje sobre el índice de referencia
utilizado, aun cuando también puede especificarse estableciendo un importe
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fijo durante toda la vida del préstamo.
5. El período de interés en los préstamos hipotecarios a tipo variable.
El plazo de amortización del préstamo es el tiempo que se ha acordado en la
escritura de préstamo para que el cliente devuelva a la entidad financiera la
totalidad de la cantidad prestada, que, normalmente puede llegar hasta los
30 años, dependiendo de la cantidad prestada, de la edad del solicitante y de
la regulación de determinados préstamos (sometidos a convenio).
El período de interés es el período de tiempo durante el cual el tipo de interés
de un préstamo a interés variable no sufre modificación. Así, cuando el tipo de
interés pactado sea variable, se distingue entre:
-
Período de interés inicial: Plazo durante el cual permanece vigente el tipo
de interés pactado en el contrato de préstamo.
-
Período de interés variable: Período al cual le afectarán ya las variaciones
en el tipo de interés y que durará hasta la cancelación del préstamo. Las
variaciones del tipo de interés dependerán en su cuantía de las variaciones
que sufra el índice de referencia fijado en el contrato y en cuanto a su
periodicidad a lo establecido en las cláusulas contractuales, siendo lo
usual una periodicidad anual.
En este período de interés variable, la cuota de amortización del préstamo (el
importe que el cliente se compromete a pagar periódicamente a la entidad
prestamista en concepto de intereses y devolución del capital prestado) se
modificará tras cada revisión del tipo de interés.
A la forma de calcular las cuotas de amortización de un préstamo se le
denomina sistema de amortización, existiendo diversos sistemas de
amortización: cuota constante (la más habitual, en la que el cliente siempre
paga el mismo importe -capital e intereses- en tanto no varíe el tipo de
interés, si bien en el momento inicial el consumidor abona un porcentaje
mucho mayor de intereses que de capital); cuota decreciente o cuota de
capital constante (se amortiza siempre la misma cantidad de capital,
reduciéndose progresivamente los intereses y, por tanto, la cuota a pagar);
cuota creciente (la cuota va aumentando periódicamente atendiendo a un
porcentaje prefijado; si bien inicialmente se paga menos, al final del período
de amortización el total de los intereses pagados es mayor que en el resto de
sistemas de amortización).
5. Información a la que tiene derecho el consumidor.
La regulación de esta materia se encuentra en la Orden Ministerial de 5 de
mayo de 1994, sobre “transparencia de las condiciones financieras de los
préstamos hipotecarios”, que pretende garantizar una correcta información a
los prestatarios hipotecarios, y fomentar condiciones de competencia entre
las entidades de crédito.
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La norma citada se aplica a aquellos préstamos hipotecarios en los que la
garantía real, la hipoteca, recae sobre una vivienda; en los que el titular del
préstamo sea una persona física y en los que el importe del préstamo no
supere los 150.253, 02 euros.
El cliente deberá recibir un folleto informativo, documento que recogerá, de
modo orientativo y de forma clara las condiciones financieras de los
préstamos hipotecarios, y que será de entrega obligatoria y gratuita a todo
solicitante de un préstamo hipotecario.
Una vez haya sido aprobada la solicitud del préstamo del cliente, deberá
hacérsele entrega de la oferta vinculante, que es un documento firmado por
un representante del banco en el cual se recogen las condiciones financieras
del préstamo en el mismo orden con el cual aparecen en la escritura pública
del préstamo (capital del préstamo, sistema y plazo de amortización,
intereses ordinarios, comisiones aplicables y gastos a cargo del prestatario).
Esta oferta vinculante contará con una validez mínima de 10 días hábiles
desde su entrega al cliente.
Naturalmente, la oferta vinculante obliga al banco, dado que tendrá que
respetar durante el plazo pactado las condiciones contenidas en la misma. Por
el contrario, el consumidor no se encuentra por su recepción forzado a
contratar esta operación con la entidad, sino que puede libremente
rechazarla.
En el supuesto de que no la rechace, sino que la acepte, el préstamo
hipotecario se formalizará en escritura pública, comprobando el Notario
autorizante de dicha escritura que no existen discrepancias entre las
condiciones financieras de la oferta vinculante y las cláusulas financieras del
contrato, debiendo advertir al consumidor si apreciara alguna e informarle en
este caso de su derecho a desistir de la operación. El Notario cumple una
función informativa, de modo que resolverá en el acto de la firma de la
escritura aquellas dudas que puedan plantear los interesados. En concreto, el
Notario interviniente informará sobre los siguientes aspectos:
Las discrepancias existentes entre la oferta vinculante y el contenido
financiero del documento contractual, pudiendo desistir, en este caso, de la
operación.
En las operaciones a tipo de interés variable, se debe advertir cuando: a) El
índice de referencia no sea uno de los oficiales definido en la Circular 8/90 del
Banco de España; b) El rédito del primer período está bonificado, para que
pueda conocer con exactitud el alcance monetario de sus pagos; c) La posible
existencia de límites a la evolución admisible en el tipo de interés, sobre todo
cuando no sean idénticos al alza y a la baja.
La facultad de prepago, incidiendo en la falta de mención de la misma o, por
lo general, de su coste y las condiciones para su ejercicio.
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Si el préstamo está denominado en divisas, advertir sobre el riesgo de
fluctuación del tipo de cambio.
Comprobará el notario igualmente que de las cláusulas no financieras del
contrato no se deducen comisiones o gastos que debieran haberse incluido en
las condiciones financieras.
El titular del préstamo podrá leer la escritura pública con anterioridad al acto
de la firma, pudiéndola examinar en el despacho del Notario al menos
durante los tres días hábiles anteriores a su firma. No obstante, puede en el
acto de la firma expresamente renunciar a dicho derecho de examen previo
de la escritura de constitución de la hipoteca.
El consumidor ostenta el derecho de elegir Notario autorizante de la escritura
de constitución de hipoteca. No obstante, no podrá imponerle al banco un
Notario que no tenga por razón de su competencia territorial conexión
alguna con los elementos personales o reales del negocio. De hecho, en los
préstamos hipotecarios gravados con el Impuesto de Transmisiones
Patrimoniales, en el apartado Actos Jurídicos Documentados, caben tres
notarios competentes:
-
El correspondiente al territorio donde se encuentra el inmueble
hipotecado.
El competente en el territorio en el que el sujeto pasivo (prestatario) tenga
su domicilio fiscal.
El notario de cualquier otra circunscripción siempre y cuando la cuota
resultante no sea diferente a la calculada en los dos casos anteriores.
6. El coste de un préstamo hipotecario.
En un préstamo hipotecario se producen gastos previos a la formalización,
gastos de formalización y otros gastos.
Como gastos previos a la formalización del préstamo, han de destacarse la
tasación (valoración del inmueble a hipotecar por un perito independiente y
autorizado por el Ministerio de Economía y Hacienda); la verificación registral
(comprobación en el Registro de la Propiedad de la existencia o no de cargas
sobre la vivienda que se va a hipotecar).
Los gastos derivados de estas actividades previas a la formalización
soportarlos el solicitante con independencia de que el préstamo sea
finalmente concedido o denegado por la entidad de crédito.
Son gastos de formalización:
-
-
La comisión de apertura, cobrada por las entidades de crédito de una sola
vez, al inicio del préstamo, adoptando la forma de porcentaje del importe
del préstamo.
La comisión de subrogación, en su caso (véase el apartado
correspondiente a la subrogación y modificación de préstamos
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-
-
hipotecarios).
Gastos de notaría, derivados del otorgamiento de la escritura pública, cuya
cuantía dependerá de los aranceles establecidos oficialmente.
Impuestos, ya que la constitución de hipoteca está sometida al Impuesto
de Actos Jurídicos Documentados (se calcula aplicando un porcentaje, que
depende de cada Comunidad Autónoma, a la responsabilidad hipotecaria,
que es aproximadamente el doble del importe del préstamo).
Gastos de inscripción en el Registro de la Propiedad, cuya cuantía
dependerá igualmente de los aranceles oficiales en cada momento
vigentes.
Otros gastos posibles son los derivados de:
-
-
-
-
Intereses de demora, aplicable a aquellas cantidades que, llegados sus
vencimientos, no han sido abonadas. Es una penalización al titular del
préstamo por incumplir sus obligaciones de pago.
Comisión de cancelación anticipada y comisión de entregas a cuenta o de
cancelación anticipada parcial, aplicándose un porcentaje sobre la
cantidad cancelada o entregada a cuenta.
Comisión por modificación de contrato, a cobrar por el banco cuando, a
petición del consumidor y previa aprobación por la entidad financiera, se
modifique alguna de las condiciones establecidas en el contrato original.
Se calcula aplicando un porcentaje sobre el capital pendiente de pago en
el momento de modificación del contrato.
Comisión por reclamación de cuotas impagadas, a pagar en el momento
de regularizar la deuda, conforme a lo establecido en el contrato.
Debe recordarse que únicamente podrán cobrarse al consumidor aquellas
comisiones que, previa comunicación y depósito en el Banco de España, se
encuentren recogidas en la escritura de préstamo.
Además de estos gastos indicados en la formalización del préstamo, el deudor
deberá afrontar la devolución periódica del capital prestado más los intereses
convenidos, así como el pago de las comisiones pactadas en el contrato. Al
respecto, en relación con el posible cobro de una comisión por amortización
anticipada debe tenerse en cuenta que conforme a la Ley de subrogación y
modificación de préstamos hipotecarios, dicha comisión en los préstamos a
interés variable no puede superar el 1 por 100 del capital que se amortiza
aunque se hubiera pactado una comisión mayor, ya que se trata de un límite
máximo imperativo establecido por la Ley.
7.- Subrogación y modificación de préstamos hipotecarios.
Se conoce por subrogación con carácter general la sustitución de la persona
del deudor hipotecario, debiendo consentir la misma el banco acreedor. En
estos supuestos se produce una sustitución de una de las partes del contrato,
procediéndose, por lo tanto, al otorgamiento de escritura pública, que deberá
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ser convenientemente inscrita en el Registro de la Propiedad.
Además de este supuesto de subrogación, se permite que el deudor
hipotecario pueda solicitar al banco una modificación de las condiciones de
su préstamo, que van desde la variación del tipo de interés a la ampliación del
plazo, modificaciones que dada la creciente competencia entre entidades en
este sector, cada vez se ve más favorecida por las propias entidades. En estos
supuestos de subrogación de nuevo deudor y modificación de las cláusulas
financieras del préstamo hipotecario a instancias del consumidor, cargará
éste con todos los gastos derivados de la formalización, además de asumir el
pago de la comisión por subrogación o modificación a la que, en su caso, se
hubiera obligado contractualmente.
Cuando el consumidor pretende ampliar el plazo de su hipoteca, el límite
máximo de la comisión que pueden cobrar las entidades es el 0’1 por cien de
la cifra de capital pendiente de amortizar.
En la actualidad, se habla de subrogación en otros supuestos en los que no
estamos propiamente ante una subrogación sino ante una especie de
traslado de la hipoteca y el préstamo garantizado con ella a otra entidad que
ofrece condiciones más favorables para el deudor. Se trataría, en definitiva, de
una subrogación del nuevo acreedor, pero a instancias del deudor,
naturalmente, siempre con el consentimiento del nuevo acreedor, pero sin
necesidad de contar con el consentimiento del acreedor primitivo. Esta
subrogación es posible aun cuando el préstamo no contemple la
amortización anticipada, por preverlo así la Ley de subrogación y
modificación de préstamos hipotecarios.
a) Los requisitos de la subrogación.
En primer lugar, la entidad que esté dispuesta a subrogarse presentará al
deudor una oferta vinculante, en la que constarán las condiciones
financieras del nuevo préstamo hipotecario. Si el consumidor las acepta,
ello permitirá a esta entidad notificar dicha oferta al acreedor actual y le
requerirá para que le entregue en un plazo máximo de siete días
naturales, certificación del importe del débito del deudor por el préstamo
hipotecario en el que se ha de subrogar.
Una vez entregada la certificación la entidad acreedora tendrá derecho a
enervar la subrogación si en el plazo máximo de quince días naturales a
contar desde dicha entrega, formaliza con el deudor novación modificativa
del préstamo hipotecario. En caso contrario, para que la subrogación surta
efectos bastará que la entidad subrogada declare en la misma escritura
haber pagado a la acreedora la cantidad acreditada por ésta, por capital
pendiente e intereses y comisión devengados y no satisfechos. Se
incorporará a la escritura un resguardo de la operación bancaria realizada
con tal finalidad solutoria.
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Si el pago no se hubiera efectuado aún porque la entidad acreedora no
hubiera comunicado la cantidad acreditada o se negase a admitir su pago,
bastará con que la entidad subrogada la calcule, bajo su responsabilidad y
asumiendo las consecuencias de su error, que no serán repercutibles al
deudor, y, tras manifestarlo, deposite dicha suma en poder del notario
autorizante de la escritura de subrogación, a disposición de la entidad
acreedora. A tal fin, el notario notificará de oficio a la entidad acreedora,
mediante la remisión de copia autorizada de la escritura de subrogación,
pudiendo aquella alegar error en la misma forma, dentro de los ocho días
siguientes.
En este caso, y sin perjuicio de que la subrogación surta todos sus efectos,
el juez que fuese competente para entender del procedimiento de
ejecución, a petición de la entidad acreedora o de la entidad subrogada,
citará a éstas, dentro del término de ocho días a una comparecencia, y,
después de oírlas, admitirá los documentos que se presenten, y acordará,
dentro de los tres días, lo que estime procedente.
b) La formalización de la subrogación.
La subrogación, al igual que cualquier otra modificación del préstamo
hipotecario, será necesario otorgarla en escritura pública, que será inscrita
en el Registro de la Propiedad.
El hecho de la subrogación no surtirá efecto frente a tercero si no se hace
constar en el Registro por medio de una nota marginal, que expresará las
circunstancias siguientes:
- La persona jurídica subrogada en los derechos del acreedor.
- Las nuevas condiciones pactadas del tipo de interés, del plazo del
préstamo, o de ambas.
- La escritura que se anote, su fecha, y el notario que la autorice.
- La fecha de presentación de la escritura en el Registro y la de la nota
marginal.
- La firma del registrador, que implicará la conformidad de la nota con la
copia de la escritura de donde se hubiere tomado.
El registrador podrá proceder a la inscripción de la subrogación aun
cuando no se hubiera practicado todavía la notificación al primitivo
acreedor. El registrador no calificará nuevamente las cláusulas inscritas del
préstamo hipotecario que no se modifiquen.
En concreto, en la escritura de subrogación que suponga cambio de
entidad acreedora (el cliente se lleva la hipoteca a otro banco en este
caso), establece la Ley de subrogación y modificación de préstamos
hipotecarios que sólo se podrá pactar la modificación del tipo de interés
tanto ordinario como el de demora inicialmente pactado o vigente, la
ampliación del plazo del préstamo, o ambas.
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c) Los gastos del cambio de entidad acreedora.
Además de los gastos notariales y registrales, que se calcularán tomando
como base la cifra pendiente de amortizar en el momento de la
subrogación, el cliente deudor deberá afrontar el pago de la comisión que
se derive de las estipulaciones contractuales. En concreto, se trata del
posible cobro de la comisión por cancelación anticipada de su crédito. En
los préstamos a interés variable, dicha comisión se calculará sobre el
capital pendiente de amortizar, de acuerdo con las siguientes reglas:
1) Cuando se haya pactado amortización anticipada sin fijar comisión, no
habrá derecho a percibir cantidad alguna por este concepto.
2) Si se hubiese pactado una comisión de amortización anticipada igual o
inferior al 1 por 100, la comisión a percibir será la pactada.
3) En el resto de casos, la entidad acreedora sólo podrá recibir como
máximo el 1 por 100 de la cantidad pendiente de amortizar, cualquiera
que sea la comisión pactada. No obstante, si la entidad de crédito logra
demostrar que la cancelación anticipada le ha ocasionado un daño
económico producido directamente por dicha cancelación que no
implique la mera pérdida de ganancias (en concepto de los intereses
no devengados), podrá reclamarlo.
En relación con las otras modificaciones de préstamos hipotecarios
distintas al cambio de entidad acreedora, si estas modificaciones se
pactan entre acreedor y deudor de común acuerdo, las escrituras públicas
que las documenten estarán exentas del impuesto de Actos Jurídicos
Documentados cuando se trate de una entidad financiera de las
comprendidas en el ámbito de aplicación de la Ley (lo están los bancos y
cajas tradicionales, entre otras entidades) y la modificación se refiera a las
condiciones del tipo de interés inicialmente pactado o vigente, a la
alteración del plazo del préstamo, o a ambas.
Para el cálculo de los honorarios notariales y registrales de dicho tipo de
escrituras se tendrá en cuenta como base la que resulte de aplicar a la cifra
del capital pendiente de amortizar en el momento de la novación el
diferencial entre el interés del préstamo que se modifica y el interés
nuevo. Si se trata de novaciones modificativas relativas a la alteración del
plazo del préstamo, se tomará como base el 1 por 100 de la cifra del capital
pendiente de amortizar en el momento de la novación.
En concepto de comisión por ampliación del plazo del préstamo, el banco
no podrá cobrar más del 0,1 por 100 de la cifra de capital pendiente de
amortizar.
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C. El crédito al consumo. La tutela del consumidor de crédito.
1. Concepto y ámbito de aplicación de la Ley de Crédito al consumo.
Un crédito al consumo es aquel por medio del cual un empresario concede
crédito a un consumidor para financiar la adquisición de bienes o de servicios.
No es necesario que se trate de un contrato de préstamo, sino que puede
realizarse a través de una apertura de crédito, de un aplazamiento de pago,
esto es, como establece la Ley de crédito al consumo, mediante cualquier
medio equivalente de financiación, siempre y cuando sirva para satisfacer
necesidades personales al margen de su actividad empresarial o profesional.
No todo crédito al consumo entra dentro del ámbito de aplicación de la Ley de
crédito al consumo, que establece una especial protección para los
consumidores de crédito. En efecto, sólo se aplicará a aquellos créditos cuya
cuantía se encuentre entre los 150 euros (límite mínimo) y los 20000 euros
(límite máximo; aunque en este caso, si se supera por arriba este límite
igualmente son aplicables determinadas normas de la Ley,
fundamentalmente las relativas a la oferta vinculante, la publicidad y el coste
total del crédito).
Se excluyen igualmente de la aplicación de la Ley de crédito al consumo:
-
-
Aquellos contratos en los que el consumidor haya de reembolsar el crédito,
bien dentro de un único plazo que no rebase los tres meses, bien en cuatro
plazos, como máximo, dentro de un período no superior al año.
Los contratos en los que el crédito sea gratuito.
Los créditos bancarios en cuenta corriente que no constituyan cuenta de
tarjeta de crédito.
2. La formalización del contrato de crédito al consumo.
Establece la Ley de crédito al consumo que los créditos al consumo que se
encuentran dentro de su ámbito de aplicación deberán formalizarse por
escrito, siendo en caso contrario nulos.
Se formalizarán en tantos ejemplares como partes intervengan en la
operación, debiéndose entregar a cada una de ellas su ejemplar debidamente
firmado.
El contrato deberá contener de forma necesaria las siguientes menciones:
1) La indicación de la TAE y de las condiciones en que podrá modificarse. En
caso de que no sea posible indicar dicha tasa, deberá hacerse constar, al
menos, el tipo de interés nominal anual, los gastos aplicables a partir del
momento en que se celebre el contrato y las condiciones en las que podrán
modificarse. En caso de que no se contenga esta mención en el contrato,
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el consumidor sólo deberá abonar el interés legal.
2) Una indicación del importe, el número y la periodicidad o las fechas de los
pagos que deba realizar el consumidor para el reembolso del crédito y el
pago de los intereses y los demás gastos, así como el importe total de esos
pagos, cuando sea posible. Si falta esta mención y no existe omisión o
inexactitud en el plago, el consumidor sólo deberá pagar el precio al
contado o el nominal del crédito en los plazos convenidos. Si existe
omisión o inexactitud en los plazos, dicho pago no se podrá exigir al
consumidor antes de la finalización del contrato.
3) La relación de elementos que componen el coste total del crédito, con
excepción de los relativos al incumplimiento de las obligaciones
contractuales, especificando cuáles se integran en el cálculo de la tasa
anual equivalente, así como la necesidad de constitución, en su caso, de un
seguro de amortización del crédito por fallecimiento, invalidez,
enfermedad o desempleo del titular. No podrá exigirse al consumidor el
abono de gastos que no consten en el contrato, ni la constitución o
renovación de garantía alguna.
Para el supuesto en el cual estos contenidos se encuentren en el contrato,
pero sean inexactos, se modularán teniendo en cuenta el perjuicio sufrido por
el consumidor a causa de tal inexactitud.
3. La TAE (tasa anual equivalente).
La TAE no es más que el coste total del crédito expresado en un porcentaje
anual sobre la cuantía del crédito concedido. El coste total del crédito
comprende los intereses y todos los demás gastos y cargas que el consumidor
esté obligado a pagar para el crédito, incluidos los de seguros de amortización
del crédito por fallecimiento, invalidez, enfermedad o desempleo del titular,
que sean exigidos por el empresario para la concesión del mismo. La TAE se
calculará mediante una fórmula matemática publicada en un Anexo de la Ley
de crédito al consumo.
Con carácter necesario, la publicidad y los anuncios y ofertas exhibidos en
locales comerciales, en los que se ofrezca un crédito o la intermediación para
celebrarlo, siempre que indiquen el tipo de interés o cualesquiera cifras
relacionadas con el coste del crédito, deberán mencionar también la tasa
anual equivalente, mediante un ejemplo representativo.
4. Los derechos del consumidor.
Además de los beneficiosos derechos de defensa que la Ley atribuye al
consumidor en el supuesto de contratos vinculados, merece ser destacada la
facultad de ejercitar el vencimiento anticipado del crédito, que podrá llevar a
cabo de forma total o parcial, quedando únicamente obligado al pago de la
comisión establecida por el concedente del crédito, que no podrá superar el 1’5
% o el 3 %, según se pactase el crédito con o sin modificación de su coste.
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El consumidor tendrá derecho a que le sea entregada antes de la celebración del
contrato una oferta vinculante de crédito, siempre que lo solicite. Esta oferta
vinculante deberá contener todas las condiciones del crédito y deberá
mantenerla la entidad durante un plazo mínimo de diez días.
Asimismo, en los supuestos de cuenta corriente de crédito, el consumidor
tendrá derecho a ser informado en el momento de celebrar el contrato o con
anterioridad del límite de crédito, del tipo de interés anual y los gastos
aplicables a partir de la celebración del contrato, así como las condiciones
necesarias para su modificación, y del procedimiento para la resolución del
contrato. En todo caso deberá informarse al consumidor del tipo de interés
efectivo anual aplicado y de los posibles gastos, así como de sus eventuales
modificaciones. La Ley de crédito al consumo establece igualmente un límite
imperativo al cobro de intereses en créditos que se concedan en forma de
descubiertos en cuenta corriente, que no podrán superar las 2,5 veces el interés
legal del dinero.
5.- Los contratos vinculados.
Son contratos vinculados aquellos contratos de financiación y de adquisición de
bienes y servicios que van íntimamente ligados, en expresión de la Ley, cuando
entre la entidad financiadora y el proveedor de los bienes o servicios existe un
“acuerdo previo, concertado en exclusiva”.
Cuando se cumplan los requisitos del art. 15 de la Ley de crédito al consumo, el
consumidor podrá ejercitar contra la entidad financiadora todos los derechos
que tuviera frente al proveedor de los bienes o servicios.
Estos requisitos deben darse de forma cumulativa y son los siguientes:
1. Que el consumidor, para la adquisición de los bienes o servicios, haya
concertado un contrato de concesión de crédito con un empresario distinto del
proveedor de aquéllos.
2. Que entre el concedente del crédito y el proveedor de los bienes o servicios,
exista un acuerdo previo, concertado en exclusiva en virtud del cual aquél
ofrecerá crédito a los clientes del proveedor para la adquisición de los bienes o
servicios de éste.
3. Que el consumidor haya obtenido el crédito en aplicación del acuerdo previo
mencionado anteriormente.
4. Que los bienes o servicios objeto del contrato no hayan sido entregados en todo
o en parte, o no sean conformes a lo pactado en el contrato.
5. Que el consumidor haya reclamado judicial o extrajudicialmente, por cualquier
medio acreditado en derecho, contra el proveedor y no ha obtenido la
satisfacción a que tiene derecho.
En este caso, el consumidor podrá ejercitar los derechos de que disponga frente
al proveedor igualmente frente al concedente del crédito.
6. Asimismo, si se dan las tres primeras circunstancias mencionadas, el
consumidor podrá, en caso de haberse obligado cambiariamente, oponer al
tenedor de la letra o pagaré, al que afecten estas circunstancias del art. 15, las
excepciones personales que tuviera frente al proveedor de los bienes o servicios.
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D. La utilización de las tarjetas de crédito.
1. Concepto y caracteres de las tarjetas de crédito.
Las tarjetas se clasifican, según su actuación en relación al pago o
cumplimiento de obligaciones de dinero, entre tarjetas de crédito (en sentido
estricto), de débito y de compra. Éstas últimas son emitidas por empresas que
permiten así el pago de bienes y servicios a sus titulares en sus
establecimientos. Junto a estos tres tipos de tarjetas han aparecido
recientemente las tarjetas recargables, que permiten sustituir así al dinero en
metálico.
Las tarjetas de crédito son aquellas que cumplen su función de medio de
pago mediante la concesión de un crédito a su titular. Permiten la adquisición
de bienes y servicios en los establecimientos adheridos, como la obtención de
efectivo a crédito en los lugares determinados en el contrato, con el límite
fijado en el mercado. Las tarjetas de crédito bancarias normalmente
incorporan a las funciones de la tarjeta de crédito las propias de la de débito,
fundamentalmente por cuanto permite acceder a la cuenta vinculada a la
tarjeta. La tarjeta de débito permite acceder a la cuenta y efectuar compras,
cargando en el mismo momento el importe de las mismas en la cuenta
vinculada a la tarjeta, sin que exista, por tanto, concesión de crédito alguna
por parte de la entidad. Se trata, por tanto, de un contrato de crédito sometido
a la regulación antes analizada al tratar del crédito al consumo, dada la
calificación de consumidor que tiene su titular.
Mediante el contrato de tarjeta de crédito, la entidad emisora y/o gestora de
la tarjeta se obliga frente al titular a poner a su disposición una cierta
cantidad de dinero que pagará a determinadas personas (establecimientos
adheridos) durante el plazo preestablecido, previa utilización de un
documento que la entidad facilita, y a la prestación, en su caso, de otros
servicios complementarios. Por su parte, el consumidor asume la obligación
de reembolsar las sumas de dinero de que hubiera dispuesto y a pagar una
cuota, los intereses acordados y su correcta utilización.
2. Obligaciones de las partes en el contrato de tarjeta de crédito.
La entidad emisora y/o gestora de la tarjeta se obliga respecto al consumidor
a:
1) Concederle crédito, normalmente estableciendo un crédito rotativo para
cada uno de los períodos del contrato (un mes), hasta un límite
establecido previamente (límite de disposición de la tarjeta) y negociado
entre la entidad y el consumidor. Siempre y cuando el consumidor liquide,
esto es, pague al vencimiento el total importe dispuesto a crédito, se
abrirá un nuevo período crediticio en el cual podrá continuar disponiendo
del límite máximo de su crédito. En todo caso, el consumidor debe
cerciorarse de la modalidad de pago de su tarjeta de crédito, ya que para
el supuesto de aplazamiento del pago y abono mensual sólo de un
mínimo preestablecido el consumidor puede verse expuesto al pago de
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2)
3)
4)
5)
elevadas tasas de interés por la cantidad aplazada, además de la
correspondiente comisión que la entidad, en su caso, pueda cobrarle por la
tenencia de la tarjeta. No obstante, en la actualidad, los consumidores
pueden beneficiarse de la utilización de tarjetas de forma gratuita, dado
que las comisiones pagadas por los establecimientos adheridos a las
entidades emisoras de las tarjetas compensan a estas entidades la
disminución de sus ingresos por pago de comisiones por parte de los
consumidores.
La entidad debe entregar al consumidor la tarjeta, por medios que
aseguren su recepción por el titular legítimo, recomendando el SRBE que
dicha remisión no se efectúe conjuntamente con el Número de
indentificación personal o PIN, de modo que pudiera ser utilizada
fraudulentamente por persona distinta al titular. Asimismo, la entidad
deberá prestar asistencia al titular, dándole una nueva tarjeta cuando se
deteriore o extravíe, así como cuando caduque o le fuera sustraída.
Deberá entregarse al consumidor un ejemplar de las cláusulas
contractuales, tal y como imponen tanto la normativa sectorial bancaria
como la LGDCU.
La entidad deberá satisfacer al establecimiento que la admitió como
medio de pago el importe de los pagos efectuados con ella. La entidad
deberá comprobar la regularidad de las facturas presentadas por el
establecimiento adherido, como paso previo a la realización del pago
correspondiente.
Deber de informar al consumidor de las operaciones llevadas a cabo con la
tarjeta, con el objeto de que éste pueda comprobar su corrección, así como
comunicarle cualquier vicisitud o variación que afecte a su cuenta. En todo
caso, deberá comunicarle los medios a través de los cuales puede poner en
conocimiento de la entidad, en su caso, el extravío, sustracción o
falsificación de la tarjeta. Deberá contar en estos casos con mecanismos
de seguridad que permitan el bloqueo de la tarjeta y eviten al consumidor
perjuicios ulteriores por su uso fraudulenta, sin que pueda excusarse
aduciendo que se comunicó, por ejemplo, fuera del horario habitual de
oficinas.
Son obligaciones del titular de la tarjeta:
1) El pago de la cuota por uso de la tarjeta establecida en el contrato.
2) La devolución de las cantidades de que ha dispuesto a través de la
cuenta bancaria vinculada a la tarjeta. La falta de pago puede dar lugar
a la resolución del contrato por incumplimiento, si bien la entidad
deberá justificar adecuadamente esta consecuencia en relación con el
consumidor.
3) La utilización correcta de la tarjeta, de acuerdo con la finalidad
perseguida por el contrato. El consumidor no puede aprovecharse, por
ejemplo, de un fallo mecánico del cajero o de la falta de diligencia del
aceptante para usar abusivamente de la tarjeta. Deberá firmar la
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tarjeta, utilizarla sólo en los establecimientos adheridos o como
mecanismo de obtención de efectivo en cajeros automáticos, deberá
acreditar en todo caso su identidad, la firma de la factura y, en su caso,
deberá teclear el correspondiente número de identificación personal.
4) Como deberes adicionales se impone al consumidor la conservación
adecuada de la tarjeta de crédito, la obligación de mantener en secreto
el número personal de la misma, y la obligación de adoptar las medidas
necesarias para garantizar la seguridad del instrumento de pago y del
procedimiento. Deberá, asimismo, notificar a la mayor brevedad
posible, la pérdida o sustracción de la tarjeta, y deberá por último
comprobar la regularidad de los extractos sobre operaciones que la
entidad le remita.
3. La responsabilidad de la entidad emisora.
La entidad emisora incurre en responsabilidad por la ejecución defectuosa de
la obligación de atender sólo los pagos procedentes del legítimo titular de la
tarjeta.
En consecuencia, responderá:
1) Por no haber proporcionado al consumidor toda la información relevante
sobre comisiones y gastos, que además deberá comunicarse cuando el
consumidor vaya a efectuar alguna operación que los comporte con
tarjeta en un cajero automático.
2) Por las operaciones ejecutadas por el titular si no las atiende por causas no
imputables a éste (por ejemplo, por un error en la cuenta de adeudo o por
error en cuanto al saldo existente en la misma).
3) Cuando el titular desee realizar la operación y no pueda ejecutarla por
falta de funcionamiento de los mecanismos puestos a su disposición por
el emisor o, en su caso, por otro empresario que mantiene con éste un
contrato de colaboración.
4) Cuando la tarjeta no sea aceptada por un establecimiento adherido, por
mera negativa, por defecto de funcionamiento o por desautorización
errónea de la tarjeta.
5) Cuando el emisor corresponda de forma incorrecta la operación, o facture
al titular una operación no autorizada por él.
6) Por las disposiciones realizadas fraudulentamente por terceros, siempre y
cuando el titular haya actuado de forma diligente en la comunicación al
emisor del extravío o sustracción de la tarjeta. En este punto conviene
detenerse brevemente, dado que si bien el consumidor está sometido a un
deber de diligencia, en el sentido de controlar la posesión de la tarjeta y
comunicar a la mayor brevedad posible que ya no está en su poder, bien
por extravío o por sustracción, la entidad de crédito asume gran parte de
las disposiciones efectuadas de forma ilegítima, no pudiendo imponer al
consumidor, por ejemplo, pruebas prácticamente imposibles de efectuar
para él, como la de la correcta conservación del PIN, sino que deberá ser la
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entidad la que demuestre lo contrario. Por tanto, la entidad no podrá
exonerarse de responsabilidad alegando que el consumidor no conservó
correctamente el número personal, o la tarjeta, dando lugar al uso
fraudulento. De hecho, el Código europeo de buena conducta para la
protección de los consumidores establece un límite mínimo de 150 euros,
a partir del cual la entidad deberá asumir los perjuicios derivados de la
utilización ilegítima, aun cuando se tratara de disposiciones realizadas
antes de la notificación de la sustracción a la entidad, siempre y cuando no
se pueda demostrar el fraude del consumidor titular de la tarjeta. Este
criterio es reconocido por el SRBE como buena práctica bancaria en las
relaciones con los consumidores.
E. La refinanciación de hipotecas y la reunificación de deudas.
En el momento actual, se aprecia la tendencia creciente del consumo de crédito
en nuestro país, de hecho el análisis económico que sigue a la presente
introducción teórica, incide en el perfil consumista a crédito del consumidor
español. Se contratan, por tanto, por la mayoría de consumidores, productos de
crédito, no atendiendo en la misma medida a la oferta de productos de ahorro e
inversión.
La creciente situación de endeudamiento del consumidor español trae como
consecuencia que, ante un empeoramiento de la situación económica, éste se ve
compelido a buscar soluciones para obtener un crédito en mejores condiciones,
aún a costa de alargar el plazo, o bien contrata un nuevo préstamo, en muchas
ocasiones hipotecario, que le permite cancelar las deudas crediticias procedentes
de otras operaciones (créditos al consumo, tarjetas, descubiertos) agrupándolas
en un solo préstamo, cuya cuota mensual es más reducida y le permite vivir de
forma más cómoda.
La creciente demanda de este tipo de servicios financieros obliga a efectuar una
mención de las situaciones de desinformación en las cuales puede verse el
consumidor y, sobre todo, de las consecuencias económicas que para el
consumidor pueden tener, dado que en relación con estas operaciones no todo
son ventajas, como pueda parecer.
En realidad, la reunificación de deudas y, sobre todo la refinanciación de
hipotecas, es un negocio que vienen ofertándose por las entidades de crédito
tradicionales, de hecho se ha mencionado la denominada hipoteca abierta como
uno de sus antecedentes inmediatos. No obstante, la oferta creciente de dichos
servicios por los establecimientos financieros de crédito dedicados a esta
actividad principalmente, y su gran difusión en los medios publicitarios imponen
un análisis más detallado.
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El uso que está dando el público a esta operación entraña un gran riesgo, dado
que se está utilizando la función de garantía del inmueble hipotecado para cubrir
pagos que reducen el patrimonio del consumidor, y no para respaldar la inversión
patrimonial que supone la compra de una vivienda. Además, la publicidad
comercial sobre estos productos, muy agresiva, incide en considerarlos casi como
productos de ahorro, dado que el efecto inmediato para el consumidor será una
reducción en la cuota crediticia a pagar mensualmente, pero la reducción sólo es
aparente. Y ello por las siguientes razones:
-
-
En primer lugar, el consumidor ve ampliado el plazo de devolución del nuevo
crédito hipotecario o, en su caso, del previamente existente (de hecho, las
entidades de crédito únicamente suelen proceder a la contratación de estas
operaciones cuando el consumidor ya era titular de un préstamo hipotecario).
Ello comporta un nuevo gasto que compromete en el futuro la solvencia del
consumidor.
En segundo lugar, no siempre existe certeza sobre la naturaleza de la entidad
que oferta el producto o servicio, dado que muchas veces se encuentran en la
frontera entre las empresas de servicios de inversión y las entidades de
crédito, ni siquiera se trata en muchas ocasiones de establecimientos
financieros de crédito, con el consiguiente riesgo para el consumidor. Muchas
veces son simples intermediarios entre el consumidor y el concedente del
nuevo crédito, que en ocasiones podrá ser una entidad de crédito, pero
normalmente sólo cuando el consumidor alcance un nivel mínimo de
solvencia. En los casos en los que el intermediario se limita a poner en
contacto a particulares, uno deudor necesitado de refinanciación y otro
concedente del nuevo préstamo hipotecario es donde el consumidor queda
totalmente desprotegido, dado que las normas que lo tutelan, entre ellas la
Ley de Condiciones generales de la contratación, el TRLGDCU o la Ley de
crédito al consumo, no resultarían de aplicación al faltar la consideración de
profesional en el particular concedente de crédito.
En los supuestos en los que la actuación del intermediario o de la entidad, reside
en la concesión por una entidad debidamente autorizada de un nuevo préstamo
o la modificación de condiciones del anterior, el consumidor debe solicitar
información sobre los costes de dicha modificación y de la apertura del préstamo
hipotecario. De hecho, a estas cuestiones ya hemos hecho referencia con
anterioridad al tratar del préstamo garantizado con hipoteca. Además, el
consumidor debe ser consciente de que tendrá que asumir el pago de las
correspondientes comisiones y gastos por vencimiento anticipado de sus deudas
anteriores, que naturalmente soportará él mismo. Cómo puede publicitarse en
muchas ocasiones como gratuita la operación es algo que sorprende a todos y
que es claramente constitutivo de publicidad engañosa para el consumidor. El
consumidor no puede llevarse a engaño por el hecho de que en el momento de
proceder a la reunificación no le sea exigido un determinado desembolso, dado
que estos gastos por cancelación de los créditos anteriores, así como las posibles
comisiones que devengue la refinanciación puede encontrarse incluidos en el
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principal del préstamo, en cuyo caso, el cliente pagará menos al mes por más
cantidad y por más plazo de tiempo, o bien el consumidor declara recibir un
préstamo por una cantidad superior a la efectivamente percibida, cuya diferencia
se cifrará en la cantidad debida por estos conceptos. Por lo tanto, el cliente debe
cerciorarse también en las entidades que ostentan un crédito o préstamo
anterior que se va a reunificar o refinanciar, de cuáles son estos costes de
cancelación o comisiones que deba soportar y que deberá computar a la hora de
calcular el coste económico final de la refinanciación.
El consumidor debe ser además muy cauto en cuanto al tipo para subasta que se
fije en este préstamo hipotecario, cuando se trata de intermediarios no
sometidos a la normativa sobre entidades de inversión o de crédito, muchas
veces el tipo para subasta fijado en la escritura de hipoteca es muy reducida. En
estos casos, si el consumidor no paga el préstamo y se ejecuta la garantía, esto
es, se subasta la vivienda hipotecada, el consumidor no obtendrá en muchas
ocasiones más que la cancelación del préstamo, pero ninguna cantidad adicional,
aun cuando el valor del bien superara en gran medida el del préstamo concedido.
Igualmente, deberá el consumidor vincular el pago de la última cuota del
préstamo a la cancelación de la garantía hipotecaria, dado que en caso contrario,
dado el plazo de duración del contrato, puede ocurrir que si el refinanciador era
un particular, no pueda contactarse con él para el otorgamiento de la
correspondiente escritura.
Las entidades oferentes de estos servicios están sometidas a las normas
sectoriales relativas al sector financiero, cuando de entidades de crédito o de
inversión se trate, por lo que en estos casos deberán cumplir con todas las
obligaciones informativas antes mencionadas y que se dirigen a garantizar al
consumidor un nivel mínimo de información al respecto. Igualmente quedarán
vinculadas por las normas generales de tutela del consumidor.
Del informe que a continuación se comentará se deduce que el consumidor
español, ante su situación creciente de endeudamiento y el frecuente recurso al
crédito está, en su mayor parte, informado sobre la esencia de esta operación, es
consciente de que aun cuando le permite sobrellevar mejor la subida de los tipos
y una situación de crisis de su situación económica particular, asume a largo
plazo una deuda mayor. Hasta qué punto es consciente el consumidor del nivel
de compromiso que ello puede suponer para su solvencia en el futuro es un
elemento que no conocemos, pero que dependerá de las perspectivas
económicas que tenga el consumidor, de la situación económica general y del
grado de información que sobre la operación en concreto haya adquirido el
consumidor, conociendo plenamente cuáles son sus obligaciones y los costes
finales de la operación.
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
4. El derecho de información del consumidor de
servicios de ahorro e inversión.
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
4. El derecho de información del consumidor de
servicios de ahorro e inversión.
Las entidades de crédito y demás operadores que prestan sus servicios en el
sector bancario y en el mercado de valores tienen a su cargo el deber de informar
a los consumidores sobre las características, evolución y liquidación de los
servicios que contraten o piensen en el futuro contratar. De hecho, estas
entidades son profesionales cualificados a los que se puede exigir, no sólo la
diligencia media ordinaria, la que en Derecho se denomina la del buen padre de
familia, sino que en el desempeño de sus funciones quedan obligados a actuar
con un plus de diligencia, con la diligencia media del buen banquero o del buen
oferente de servicios de inversión, en su caso. En este sentido, nuestro Tribunal
Supremo ha tenido multitud de ocasiones para manifestar hasta qué punto las
entidades de crédito y otros intermediarios financieros quedan sometidos a la
obligación de actuar con diligencia en las relaciones con sus clientes (en este
sentido, STS 15 de julio de 1988, RJ 1988, 5717: la diligencia “que corresponde al
demandado como Banco, comerciante experto que, normalmente, ejerce
funciones de depósito y comisión, por lo cual, según establecen los artículos 255
y 307 del Código de Comercio, se le exige un cuidado especial en estas funciones,
sobre todo si se tiene en cuenta que las entidades encuentran una buena parte
de su justo lucro en tales cometidos”). Esta diligencia que podríamos llamar de
grado superior exigible a las entidades que ofertan servicios financieros
encuentra su fundamento en el carácter profesional o cualificado que se
presume en estas entidades y que es fuente de la confianza del cliente (sea
consumidor o no) en la misma, procediendo a la contratación de un producto o
servicio, lo que hace nacer entre ellos la denominada relación de clientela.
Uno de los deberes integrantes de este standard de diligencia exigible a las
entidades que actúan en estos sectores económicos es el deber de informar, que
se impone imperativamente sobre ellas, no sólo en la normativa sobre tutela de
los consumidores y usuarios y de los adherentes a condiciones generales de la
contratación, sino igualmente y, con más detalle, en las normas sectoriales y
leyes especiales es reciente la reforma, por ejemplo, de las normas de conducta
en la LMV por efecto de la Directiva de 2004, Normativa MIFID relativas al sector
bancario y los mercados de valores o la promulgación de la Ley de prestación de
servicios financieros a distancia.
Las razones que exigen la imposición de especiales deberes informativos en estos
sectores residen en las propias características de los productos financieros, dado
que suelen ser en muchas ocasiones bastante complejos, haciendo necesaria
para un cliente medio una exposición clara por el profesional sobre sus
características, suelen comportar un componente de riesgo, esto es, de pérdida
de parte de la inversión efectuada, y por último, dada la agilidad en la creación
de nuevas fórmulas o productos de inversión, son muy novedosos, de modo que
en muchos casos no pueden ofrecerse referencias sobre el rendimiento o
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evolución de esos productos en el mercado.
Por ello, creemos necesaria una breve exposición sobre las normas que afectan
a los consumidores de servicios financieros, y que imponen a las entidades
oferentes especiales obligaciones informativas, que si son correctamente
cumplidas cumplirán un doble objetivo: la tutela del consumidor, de un lado,
que podrá tomar su decisión inversora con un pleno conocimiento de su
capacidad financiera y de las características del producto o servicio que
contrata; y, de otro, la existencia de un mercado de servicio de inversión más
eficiente y competitivo. No obstante, excluimos en este punto del trabajo el
tratamiento particular de aquellas normas sobre la materia que ya han sido
objeto de tratamiento específico en otros apartados, al tratar, por ejemplo, de
la contratación de servicios financieros a distancia, o de las operaciones
hipotecarias.
Conviene, con carácter previo, resaltar que la normativa aplicable al
consumidor o usuario de servicios financieros puede clasificarse, como ya se ha
apuntado, en dos grupos de disposiciones claramente diferenciados. En primer
lugar nos encontramos con aquellas normas aplicables a todo cliente de
servicios de inversión, considerando, por tanto, que las obligaciones y derechos
en ellas establecidos constituyen el mínimo esencial y necesario para lograr
una correcta información y, en consecuencia, una contratación consciente y
adecuada a los intereses, no sólo de la entidad de crédito, sino también y con
carácter fundamental, de la clientela. El segundo grupo de normas está
integrado por aquellas que son aplicables exclusivamente al consumidor, o, en
su caso, adherente a condiciones generales de la contratación, por entender
que en estos supuestos, la posición del empresario oferente de los servicios
impone el establecimiento de normas de tutela especiales para este grupo de
contratantes.
En consecuencia, la propia legislación refleja el diferente contenido de los
conceptos de cliente de servicios financieros y de consumidor. El primero, más
amplio y general, incluye como subgrupo el de los consumidores (o, más
correctamente, usuarios) de operaciones o servicios financieros. Del mismo
modo, diferencia nuestro ordenamiento la situación del contratante que no se
adhiere a condiciones generales de la contratación de aquel que simplemente
presta su consentimiento a un contenido contractual previamente redactado
por el empresario oferente, sin que exista negociación individualizada del
contrato.
A. El deber de informar en las normas específicas de tutela de
los consumidores y usuarios.
En nuestro ordenamiento contamos actualmente con dos normas esenciales
en este ámbito de tutela de los consumidores y usuarios, que configuran el
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marco general de protección, como son el Texto Refundido de la Ley General
para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, aprobado por Real DecretoLegislativo 1/2007, de 16 de noviembre (BOE de 30 de noviembre de 2007), y la
Ley de Condiciones Generales de la Contratación de 1998.
La primera de las normas citadas, refunde en un mismo texto diversas normas
de tutela de los consumidores y usuarios, como la Ley General de 1984, parte de
la Ley de Ordenación del Comercio Minorista, la Ley de garantías en la venta de
bienes de consumo, la legislación reguladora de los contratos celebrados fuera
de los establecimientos mercantiles y el régimen de la responsabilidad civil por
daños causados por productos defectuosos.
La referencia, por lo tanto, a esta norma, resulta necesaria, dado que además
ha supuesto una modificación del concepto de consumidor y usuario respecto
de la Ley General de 1984.
1. El concepto de consumidor.
En efecto, el art. 3 del Texto Refundido dispone que “a efectos de esta norma
(…), son consumidores y usuarios las personas físicas o jurídicas que actúan
en un ámbito ajeno a una actividad empresarial o profesional”,
considerándose por otra parte empresario “a toda persona física o jurídica
que actúa en el marco de su actividad empresarial o profesional, ya sea
pública o privada”.
La distinción con la norma anterior resulta evidente, dado que el art. 1, 2º de
la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios establecía
expresamente: “son consumidores o usuarios las personas físicas o jurídicas
que adquieren, utilizan o disfrutan, como destinatarios finales, bienes
muebles o inmuebles, productos, servicios, actividades o funciones,
cualquiera que sea la naturaleza pública o privada, individual o colectiva, de
quienes los producen, facilitan, suministran o expiden”, excluyendo
expresamente de dicha calificación a “quienes, sin constituirse en
destinatarios finales, adquieran, almacenen, utilicen o consuman bienes o
servicios, con el fin de integrarlos en procesos de producción,
transformación, comercialización o prestación a terceros”.
De este modo, queda matizado, pero simultáneamente ampliado, el
concepto de consumidor o usuario, bastará con acreditar un uso o disfrute
ajeno a la actividad empresarial o profesional, para justificar la aplicación
de la norma. Evidentemente, este uso ajeno a la actividad empresarial o
profesional implicará un uso como destinatario final del bien o servicio, no
permitirá en ningún caso la incorporación del bien o servicio, ni aún de
forma indirecta al proceso de producción o transformación propio de dicha
actividad. La modificación en el texto supone, principalmente, evitar en la
medida de lo posible las dudas en la interpretación de la condición de
consumidor o usuario, en aquellos supuestos, sobre todo en el caso de
personas jurídicas en los que resultaba dudosa la naturaleza de
destinatario final de los bienes o servicios. De este modo, bastará con
justificar que el bien o servicio contratado no es propio de la actividad, para
permitir la aplicación directa de la norma. Se trata, en definitiva, de una
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aplicación del principio vigente en materia de tutela del consumidor, que
establece que en un supuesto de duda en la interpretación de un contrato,
la interpretación que debe adoptarse ha de ser la más favorable al
consumidor o usuario.
2. Las condiciones generales de la contratación y el régimen de protección de los
consumidores en la LCGC de 1998.
Como expresamente establece el TR LGDCU en su art. 59, 3, los contratos con
consumidores y usuarios que además incorporen condiciones generales de la
contratación están sometidos a la Ley 7/1998, de 13 de abril, sobre condiciones
generales de la contratación.
De este modo, se hace necesario, para completar el análisis de estas normas
generales, realizar una somera referencia al régimen de tutela contenido en
la Ley citada, que resultará de aplicación al consumidor o usuario que
simultáneamente pueda calificarse como adherente a condiciones generales
de la contratación. Debe resaltarse, no obstante, el distinto ámbito de
aplicación del TRLGDCU y de la LCGC, ya que mientras el primero se aplica
únicamente a los consumidores o usuarios, la segunda comprende en su
ámbito subjetivo de aplicación, no sólo a los consumidores o usuarios, sino a
todo adherente a condiciones generales de la contratación, pueda incluirse o
no en la categoría de consumidor, en sus relaciones con un profesional
(entendido como “persona física o jurídica que actúe dentro del marco de su
actividad profesional o empresarial”).
La propia Ley se encarga, en su art. 1 de definir las condiciones generales de la
contratación, como “las cláusulas predispuestas cuya incorporación al
contrato sea impuesta por una de las partes, con independencia de la autoría
material de las mismas, de su apariencia externa, de su extensión y de
cualesquiera otras circunstancias, habiendo sido redactadas con la finalidad
de ser incorporadas a una pluralidad de contratos”. Puesto que dicha
definición resultaría incompleta, dado que plantearía dudas de calificación
cuando parte de las cláusulas contractuales se negociaran individualmente y
el resto pudieran considerarse condiciones generales de la contratación, la Ley
establece a continuación que “el hecho de que ciertos elementos de una
cláusula o que una o varias cláusulas aisladas se hayan negociado
individualmente no excluirá la aplicación de esta Ley al resto del contrato si la
apreciación global lleva a la conclusión de que se trata de un contrato de
adhesión”.
Las condiciones generales de la contratación deben ser objeto de un doble
control: formal y material, o de contenido, para considerarlas incorporadas a
un contrato. En este sentido, es necesario que el adherente efectúe un acto
formal de aceptación expresa de dichas condiciones generales, siendo
firmado por todos los contratantes. El predisponente deberá informar
expresamente al adherente de la existencia de estas condiciones generales y
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deberá facilitarle un ejemplar de las mismas, considerándose en caso
contrario que no han sido aceptadas (arts. 5 y 7 LCGC). Para los contratos que
no deban formalizarse por escrito, la Ley flexibiliza este requisito de
información al consumidor, en el sentido de permitir cualquier otra forma de
publicidad de las condiciones generales (a través de su exposición en lugar
visible en su establecimiento; por su inclusión en la documentación
entregada al adherente; o de cualquier otra forma) que “garantice al
adherente una posibilidad efectiva de conocer su existencia y contenido en el
momento de la celebración”. En los supuestos de contratación telefónica o
electrónica, con carácter general se establece la obligación de que conste la
aceptación de todas y cada una de las cláusulas del contrato, debiendo
enviarse inmediatamente al consumidor justificación escrita de la
contratación efectuada, que contenga todos los términos de ésta (art. 5, 4
LCGC).
En todo caso, la redacción de las cláusulas que contengan condiciones
generales de la contratación deberá ajustarse a los criterios de transparencia,
claridad, concreción y sencillez (art. 5,5 LCGC), de tal modo que las cláusulas
ambiguas u oscuras serán interpretadas a favor del adherente, estimándose
asimismo, en caso de contradicción entre las condiciones particulares y las
generales de un contrato, de aplicación preferente las primeras, a no ser que
considerar lo contrario sea más beneficioso para el consumidor (art. 6 LCGC).
En relación con el segundo de los controles mencionados, el de contenido, la
LCGC se limita a establecer que las condiciones generales de la contratación
que sean abusivas serán consideradas nulas, si bien reserva dicho control a
aquellas condiciones contenidas en un contrato celebrado con un consumidor
(art. 8, 2 LCGC).
3. Normas de tutela del consumidor en el TRLGDCU, en particular el derecho de
información del consumidor.
El texto refundido de la LGDCU contiene numerosas obligaciones de
información a cargo del empresario oferente de los bienes o servicios. Estas
obligaciones tienen como sujeto pasivo al consumidor o usuario, quien podrá
alegar el incumplimiento de estas obligaciones tanto a través de los
mecanismos de reclamación extrajudiciales (como el sistema arbitral o en los
ámbitos que nos afectan, ante los correspondientes Comisionados para la
Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros), como ante los tribunales
ordinarios, pudiendo reclamar la indemnización por los daños y perjuicios
que, en dicho caso, les hubiera producido el incumplimiento de la obligación
informativa (véase en concreto el art. 8 del TR, que contiene los derechos
básicos de los consumidores y usuarios). Estos derechos son irrenunciables
por el consumidor o usuario, lo que quiere decir que la cláusula contractual
que recoja dicha renuncia expresa del consumidor será considerada nula,
como establece el art. 10 del TR, de este modo el empresario no podrá nunca
beneficiarse de esta situación en perjuicio del consumidor.
El nuevo texto legal recoge un elenco de derechos del consumidor, si bien
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nosotros nos centraremos en los relativos a la información debida al
consumidor o usuario. La razón de concentrar nuestro análisis en los deberes
informativos no es otra que tanto la información precontractual, como la
correcta formación y documentación del contrato, son las que permiten al
consumidor, en primer lugar, un correcto ejercicio de su derecho de optar
entre las ofertas de determinados servicios financieros y, posteriormente, un
control informado de la actuación de las entidades oferentes y la posibilidad
de ejercitar sus derechos legítimos.
Podemos, atendiendo a las normas que contiene el TRLGDCU establecer una
especie de periodificación de la obligación de información a cargo de las
entidades financieras, distinguiendo tres momentos distintos: el previo a la
contratación, el momento de contratar o de formalización de la relación
contractual, y el de la extinción del contrato.
1) La información precontractual. El nuevo TR establece en su art. 60, bajo la
rúbrica “información previa al contrato”, que el consumidor deberá recibir,
antes de contratar, toda la información relevante, veraz y suficiente sobre
las características esenciales del contrato, en particular sobre sus
condiciones jurídicas y económicas, y de los bienes o servicios objeto del
mismo. En concreto, dicha información deberá contener, entre otros
aspectos contenidos en el precepto, la correcta identificación del oferente,
la fecha de entrega, de ejecución del contrato y su duración, el
procedimiento de que dispone el cliente para poner fin al contrato, las
garantías ofrecidas, la existencia, en su caso, de un derecho de
desistimiento, el plazo y la forma de ejercitarlo (improbable, no obstante,
su existencia, en el tipo de servicios a los que nos referimos), y, sobre todo,
“precio completo, incluidos los impuestos, o presupuesto, en su caso. En
toda información al consumidor sobre el precio de los bienes o servicios,
incluida la publicidad se informará del precio final completo, desglosando,
en su caso, el importe de los incrementos o descuentos que sean de
aplicación, de los gastos que se repercutan al consumidor y usuario y de
los gastos adicionales por servicios accesorios, financiación u otras
condiciones de pago similares”.
La Ley no se refiere exclusivamente a aquellos aspectos a los que la
información proporcionada por el empresario se ha de referir, sino que
contempla igualmente las características que objetivamente, en cuanto a
su redacción y exposición, ha de reunir. En efecto, la información debe
ponerse a disposición del consumidor de forma clara, comprensible y
adaptada a las circunstancias. Estas circunstancias serán, naturalmente
las objetivas del producto o servicio. En relación con los servicios
financieros, la entidad oferente asume una obligación de informar sobre
las características objetivas del producto o servicio, sobre su complejidad,
sobre su grado de riesgo, y sobre todas las demás características que lo
definan y que permitan al cliente saber qué obligaciones asume por la
contratación del mismo, así como cuáles son sus derechos y expectativas.
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Es en este punto donde se ha planteado en ocasiones la cuestión sobre si
las entidades financieras ostentan la obligación de informar de forma
objetiva sobre los rasgos característicos de los productos, como señala la
propia Ley, prestando información sobre sus condiciones jurídicas y
económicas, pero pueden obviar sus particularidades técnicas, cuando le
parezcan obvias al profesional. Las entidades oferentes de servicios
financieros deberán ofrecer una información completa sobre todos estos
aspectos, debiendo asimismo advertir al cliente cuando estimen que
dichos productos o servicios no son ajustados a su capacidad o intención
de contratar (al respecto, por ejemplo, analizaremos en relación con la
nueva normativa MIFID, la elaboración del perfil de inversor).
La información no sólo debe cumplir estos criterios de corrección objetiva,
sino que la expresión “adaptada a las circunstancias” permite entender
que deberá ser ajustada a la experiencia y conocimientos que tenga el
cliente en este concreto sector de la contratación. Por ello, la entidad
financiera deberá ajustar la información objetiva que está obligada a
prestar sobre el producto o servicio a la experiencia y competencia técnica
del cliente, en este caso, del consumidor. En consecuencia, puede afirmarse
que las entidades financieras, asumen un verdadero deber general de
informar a los consumidores, debiendo adaptar en todo caso la
información a las circunstancias de su destinatario, lo que en definitiva
implica la asunción de un deber de consejo o asesoramiento, puesto que
deberán advertirle de aquellas cuestiones relativas al producto que, por
ejemplo, supongan una situación de riesgo para su patrimonio o intereses
económicos, cuando la entidad sea consciente de que el consumidor los
desconoce o es razonable pensar que así sea.
Resulta en relación con la prestación de información fundamental la
previsión expresa de la gratuidad de la misma para el consumidor, en
ningún caso la obtención de la información precontractual necesaria
podrá comportar para el mismo coste alguno, que, de igual modo, no
podrá repercutirse en un momento posterior, por ejemplo, cuando se haya
procedido a la contratación del producto o servicio (no sería posible, por
ejemplo, incluir un gasto por la entrega previa de documentación o
información, ya que ello supone una obligación de la entidad de la cual no
puede desvincularse).
En el supuesto de que el empresario oferente de los servicios financieros
hubiera omitido información relevante ello no comportará la nulidad del
contrato, sino que éste se integrará conforme al principio de buena fe
objetiva, en beneficio del consumidor (art. 65 TRLGDCU). La integración del
contrato se efectuará, en todo caso, atendiendo al contenido de la oferta,
promoción y publicidad de los bienes o servicios, que deberá ajustarse a la
naturaleza, características, utilidad o finalidad y a las condiciones jurídicas
o económicas de la contratación (art. 61). Ello quiere decir que cualquier
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folleto informativo proporcionado por la entidad, anuncio publicitario en
diversos medios de comunicación o cualquier otro medio de promoción
del producto se considerará parte del contrato, debiendo interpretarse con
el resto de documentación y pruebas de la contratación efectuada en
beneficio del consumidor. Por lo tanto, resultarán de aplicación las
condiciones más beneficiosas para éste, bien se trate las contenidas en el
propio contrato estipulado entre las partes, bien de las reflejadas en la
publicidad, oferta o promoción del producto o servicio.
2) La información contractual. El empresario deberá entregar al consumidor
justificación de la contratación efectuada, haciendo en ella referencia a las
condiciones esenciales de la contratación y, en su caso, a la existencia de
condiciones generales de la contratación, que han de ser objeto de
aceptación expresa por el consumidor y de entrega al mismo por el
empresario. La formalización del contrato y la entrega de esta
documentación contractual serán gratuitas para el consumidor, cuando
legal o reglamentariamente deba documentarse éste por escrito o en
cualquier otro soporte de naturaleza duradera. Se excluyen, naturalmente,
aquellos contratos que deban formalizarse en escritura pública.
En todo caso, son consideradas cláusulas abusivas “las declaraciones de
recepción o conformidad sobre hechos ficticios, y las declaraciones de
adhesión del consumidor y usuario a cláusulas de las cuales no ha tenido
la oportunidad de tomar conocimiento real antes de la celebración del
contrato” (art. 89, 1 TRLGDCU), así como “la imposición al consumidor de
los gastos de documentación y tramitación que por ley corresponda al
empresario” (art. 89, 3 TRLGDCU).
3) La información en el momento de extinción del contrato. En relación con
la extinción del contrato, el TRLGDCU se refiere fundamentalmente a
garantizar al consumidor el ejercicio de su derecho de poner fin al
contrato, de modo que el empresario deberá informarle de forma expresa
del procedimiento a través del cual podrá ejercitar este derecho en los
contratos de tracto sucesivo o continuado, prohibiéndose con carácter
general (art. 62) aquellas cláusulas que impongan obstáculos onerosos o
desproporcionados para el ejercicio de los derechos reconocidos al
consumidor en el contrato, y, en concreto, el de poner fin al mismo, por
ejemplo, estableciendo una duración excesiva para el contrato.
El consumidor, en todo caso, podrá poner fin al contrato en la misma
forma en que lo celebró, sin ningún tipo de sanción o de cargas onerosas
o desproporcionadas, tales como la pérdida de las cantidades abonadas
por adelantado, el abono de cantidades por servicios no prestados
efectivamente, la ejecución unilateral de las cláusulas penales que se
hubieran fijado contractualmente o la fijación de indemnizaciones que no
se correspondan con los daños efectivamente causados (art. 62, 3
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TRLGDCU).
En concreto, es considerada cláusula abusiva “la limitación o exclusión de
la facultad del consumidor y usuario de resolver el contrato por
incumplimiento del empresario” (art. 86, 5 TRLGDCU), así como la
“autorización al empresario para resolver el contrato discrecionalmente, si
al consumidor y usuario no se le reconoce la misma facultad” (art. 87, 3
TRLGDCU). Asimismo, son igualmente consideradas abusivas, entre otras,
“las estipulaciones que impongan obstáculos onerosos o
desproporcionados para el ejercicio de los derechos reconocidos al
consumidor en el contrato, en particular en los contratos de prestación de
servicios o suministro de productos de tracto sucesivo o continuado, la
imposición de plazos de duración excesiva, la renuncia o el
establecimiento de limitaciones que excluyan u obstaculicen el derecho
del consumidor a poner fin a estos contratos, así como la obstaculización
al ejercicio de este derecho a través del procedimiento pactado, cual es el
caso de las que prevean la imposición de formalidades distintas de las
previstas para contratar o la pérdida de las cantidades abonadas por
adelantado, el abono de cantidades por servicios no prestados
efectivamente, la atribución al profesional de la facultad de ejecución
unilateral de las cláusulas penales que se hubieran fijado
contractualmente o la fijación de indemnizaciones que no se
correspondan con los daños efectivamente causados” (art. 87, 6 TRLGDCU).
El estudio pormenorizado de las cláusulas abusivas en los contratos
financieros será objeto de análisis en la segunda parte del estudio que se
presenta, de modo que nos remitimos a lo expuesto en esta parte del
trabajo.
4. El deber de informar en las normas sectoriales del mercado financiero.
Como ya señalamos con anterioridad, el segundo grupo de normas de tutela
del consumidor de servicios financieros se integra dentro de lo que se
denomina normativa sectorial, normas aplicables a las entidades oferentes
de servicios en este mercado, y que podemos clasificar por sectores de
actividad (sector bancario, del mercado de valores y de seguros).
Como primera nota común a este conjunto normativo que va a analizarse a
continuación, naturalmente sin pretensiones de exhaustividad, debemos
resaltar el hecho de que son normas que resultan de aplicación a todo cliente,
sin establecer discriminación alguna en relación con la condición de
consumidor o no del cliente. No obstante, como veremos a continuación, la
normativa sí que efectúa, sobre todo en la reciente reforma de la Ley de
Mercado de Valores, una gradación en la intensidad de la obligación de
información a cargo de las entidades financieras atendiendo a su carácter
empresarial o experiencia financiera.
En general, el establecimiento de esta normativa sectorial supone la
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imposición de un nivel mínimo que posibilita a las entidades financieras
participar en el mercado en condiciones de igualdad y libertad. Por otra parte,
desde la perspectiva del cliente de servicios financieros, constituye una
garantía de que su elección de servicios financieros en el mercado ha estado
precedida de una información adecuada y de que el contenido contractual se
ajusta a la utilidad y ventajas que del producto o servicio pretende obtener.
Las normas sobre transparencia bancaria imponen obligaciones de
información en las diferentes fases del contrato. En la fase precontractual se
establecen normas dirigidas a su correcta formación, de modo que no se
induzca a error al contratante sobre las características, coste o beneficios de
la operación que celebra. Por otra parte, en la fase de ejecución del contrato,
las normas se refieren fundamentalmente a la documentación por escrito del
contrato, con el fin de facilitar la prueba de su existencia y contenido, así como
a la puesta en conocimiento del cliente de las circunstancias que afecten o
puedan afectar a su relación contractual. Por último, se establecen también
obligaciones de información a cargo de las entidades de crédito en la fase de
liquidación contractual, subrayándose el interés del cliente en conocer el
balance o resultado final de la operación que celebró con la entidad de
crédito, única forma de que dispone para comprobar la actuación correcta de
ésta, y de no ser así, en su caso, entablar la reclamación correspondiente.
Las normas sobre información precontractual imponen a la entidad de crédito
la obligación de procurar al cliente actual o potencial un conocimiento
general sobre las condiciones que aplica en las operaciones bancarias, con el
fin de que aquél pueda optar por la entidad que mejor sirva a sus intereses.
La información puede entenderse en este ámbito principalmente como
publicidad interna de las entidades de crédito y se refiere básicamente a tipos
de interés, comisiones y gastos repercutibles, así como a las normas sobre
fechas de valoración.
Las normas sobre tipos de interés pretenden limitar el ámbito de actuación de
las entidades de crédito tras la liberalización iniciada por la Orden de 3 de
marzo de 1987, en aras de la protección de la clientela bancaria, para la que
resulta primordial conocer el coste económico efectivo de las operaciones que
va a realizar con la entidad de crédito por él escogida. Para ello, la información
debe ser proporcionada de forma semejante por todas las entidades de
crédito, puesto que sólo de este modo podrá realizarse una comparación
efectiva, finalidad a la que sirven igualmente estas normas sobre tipos de
interés (así, por ejemplo, la fórmula de cálculo de la TAE o tasa anual
equivalente, y la obligación de incorporar a la misma toda comisión o gasto
que comporte para el cliente el contrato).
En relación con la publicación de los tipos de interés, el art. 3 de la OM de 12
de diciembre de 1989 establece la necesidad de anunciar los diferentes tipos
de interés a aplicar por las operaciones que celebren, y en concreto a la
obligatoriedad de anunciar los tipos de interés preferenciales, los tipos
108
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aplicables a descubiertos en cuenta y a excedidos en cuenta de crédito,
debiéndose expresar en términos de coste efectivo equivalente (TAE), tanto
en las comunicaciones a los clientes como en la publicidad general de la
entidad. Esta norma ha sido desarrollada por la Norma Primera de la Circular
8/1990, de 7 de septiembre, sobre transparencia de las operaciones y
protección de la clientela.
El art. 5 de la OM de 12 de diciembre de 1989, por otra parte, reconoce el
principio de libertad de establecimiento de comisiones, pero a continuación
somete dicho establecimiento a dos tipos de controles: 1) Un control formal:
registro previo en el Banco de España y posterior publicidad de las tarifas de
comisiones, que tendrán carácter de máximo y que, además, conforme
dispone el art. 6º de la OM citada, deberán redactarse de forma clara, concreta
y fácilmente comprensible por la clientela; 2) Un control material: que
respondan a servicios aceptados o solicitados en firme por el cliente y que
dichos servicios se hayan prestado de forma efectiva.
Esta norma fue objeto de desarrollo por la Norma Tercera de la Circular del
Banco de España 8/1990, que debe completarse con lo dispuesto en la Norma
Sexta en cuanto a la entrega de las tarifas de comisiones, así como respecto
al contenido contractual en operaciones activas o pasivas en las que
intervenga el tiempo y que exigen una mayor concreción de su coste efectivo
para el cliente. En efecto, la Norma Sexta, número 6, letra c) establece la
necesidad de recoger en el clausulado contractual, de forma explícita y clara,
“las comisiones que sean de aplicación, con indicación concreta de su
concepto, cuantía, fechas de devengo y liquidación, así como, en general,
cualquier otro dato necesario para el cálculo del importe absoluto de tales
conceptos”, no siendo admisible una remisión genérica a las tarifas.
La Norma Tercera de la Circular 8/90 reconoce a las entidades de crédito total
libertad en el establecimiento de las tarifas de comisiones, condiciones y
gastos repercutibles a la clientela por las operaciones o servicios realizados o
iniciados en España, que serían los que se incluirían en el ámbito territorial de
la norma. No obstante, deberán someterse a las limitaciones que tanto la OM
de 12 de diciembre de 1989 como la propia Circular establecen.
La regulación contenida en la Norma Tercera de la Circular 8/90 se ocupa de
los siguientes aspectos:
1º) Es necesario que las tarifas de comisiones y gastos recojan todas las
operaciones y servicios habitualmente prestados por las entidades de
crédito, por lo que no se requiere la inclusión de “comisiones derivadas de
servicios financieros de carácter excepcional o singular y las que puedan
corresponder a garantías crediticias, a aseguramiento de emisiones
privadas y a servicios de factoraje sin recurso”. No obstante, podrán figurar
unas comisiones “indicativas” en relación con dichos supuestos.
Igualmente, las tarifas de comisiones y gastos repercutibles indicarán los
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
109
supuestos y la periodicidad con que sean aplicables, no tarifándose los
servicios u operaciones no practicados.
Tampoco se incluirán en las tarifas, aunque sí en los contratos
correspondientes, las penalizaciones o indemnizaciones que deba pagar el
cliente por incumplimiento de sus obligaciones contractuales o que sean
consecuencia expresa de la compensación del lucro cesante en que incurra
la entidad.
Dada la importancia que tiene el hecho de reflejar detalladamente en las
tarifas los conceptos por los que puedan cobrarse comisiones y repercutir
gastos a la clientela, así como la periodicidad e importes máximos de las
primeras, las entidades de crédito deberán ser extremadamente
cuidadosas en la construcción de sus clausulados contractuales y en la
elaboración de sus tarifas de comisiones y gastos, con la finalidad de
contemplar, en la medida de lo posible, todas aquellas operaciones que
realicen de forma habitual.
En consecuencia, salvo en el supuesto de las comisiones meramente
indicativas, las entidades no podrán cargar cantidades superiores a las que
se deriven de las tarifas, aplicando condiciones más gravosas, o
repercutiendo gastos no previstos.
Ello se hace especialmente necesario en la actualidad que nuestro TS va
dejando atrás la doctrina mantenida hasta mediados de la década de los
noventa, en el sentido de considerar un uso mercantil el cobro de intereses
o de comisiones por las entidades de crédito, lo que en opinión de nuestro
Alto Tribunal las legitimaba para cobrarlos aun cuando no se hubieran
pactado de forma expresa en el contrato o no se hubiera determinado su
importe.
2º) Tanto las comisiones como los gastos repercutibles deben responder a
servicios efectivamente prestados o gastos habidos. No podrán cargarse
comisiones o gastos por servicios no aceptados o solicitados en firme por
el cliente.
La modificación que de la Circular 8/1990, ha realizado la Circular 3/2001,
de 24 de septiembre, se centra básicamente en la regulación de las
transferencias de fondos con el exterior. En materia de comisiones y
gastos, se establece que si en una transferencia regulada por la Ley
9/1999, de 12 de abril, sobre transferencias transfronterizas, no se indica de
forma expresa que las comisiones y gastos son total o parcialmente a
cargo del beneficiario, no se podrá cargar a éste ninguna comisión o gasto
por dicho servicio. Del mismo modo, ordenada una transferencia, deberá
ejecutarse por su importe total, a no ser que el ordenante hubiera
especificado que los gastos debían correr total o parcialmente a cargo del
110
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beneficiario, debiéndose informar en todo caso a la entidad del
beneficiario y a las entidades intermediarias, en caso de existir.
3º) Se ha de dar publicidad entre la clientela de los tipos de interés,
comisiones y gastos repercutibles, de tal modo que las tarifas deberán
recogerse en un folleto, redactado de forma clara, concreta y fácilmente
comprensible, que deberá ser supervisado por el Banco de España o, en su
caso, por la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Se permite
asimismo la existencia de folletos parciales, entendiendo por tales
aquellos que recojan exclusivamente las condiciones aplicables a una o
varias operaciones de uso común por los clientes, debiendo constar en
ellos su carácter parcial. La existencia y disponibilidad del folleto de tarifas
–que contendrá asimismo las normas de valoración- deberá figurar en el
tablón de anuncios que toda oficina bancaria abierta al público tiene
obligación de situar en un lugar que atraiga la atención del cliente y de
forma que su contenido resulte fácilmente legible. Cuando la entidad
ofrezca la posibilidad de realizar operaciones a través de Internet, se
indicará que dicho folleto también está disponible en sus páginas, citando
la dirección de Internet en la que pueda consultarse. Además, es
destacable el hecho de que dicha información debe ser pública, en el
sentido de no encontrarse restringida exclusivamente al cliente efectivo
de la entidad, sino a todo potencial cliente, acogiendo aquí un concepto
amplio de cliente bancario.
4º) Además, el cliente tendrá derecho, en los supuestos contemplados en la
Norma Sexta, Primero, y, en todo caso, siempre que lo solicite, a la entrega
de la copia del documento contractual y de las tarifas de comisiones y
normas de valoración, que podrá hacerse efectiva mediante la entrega del
folleto, total o parcial, en su caso. No será necesario entregar dichas tarifas
en los supuestos de préstamos hipotecarios en los que se hubiera
entregado folleto informativo y proporcionado la oferta vinculante al
cliente, conforme a la OM de 5 de mayo de 1994.
La propia Circular 8/90 que, con carácter general y en desarrollo de la OM
de 12 de diciembre de 1989, se ocupa de la transparencia de las
operaciones y la protección de la clientela, establece reglas especiales para
las operaciones activas, debido a la importancia que tiene en ellas la
correcta determinación del coste efectivo del servicio para el cliente.
Recoge también la propia Circular 8/1990 normas aplicables a las
operaciones sobre valores, así como, desde fecha reciente, normas
aplicables a las operaciones de transferencia con países terceros, sean o no
integrantes de la UE. No obstante, a dichas normas nos hemos referido o
lo haremos a continuación, en relación con cada una de las operaciones o
servicios afectados, de modo que nos remitidos a lo expuesto en cada uno
de los apartados correspondientes del presente estudio.
5. Normas de conducta en los mercados de valores. La normativa MIFID y sus
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
111
repercusiones para los usuarios de servicios de inversión.
Analizadas anteriormente las diferentes modalidades contractuales que
pueden conllevar la ejecución de órdenes de valores, nos detendremos aquí
en el análisis de las obligaciones específicas de información que pesan sobre
las entidades financieras en la prestación de servicios de inversión.
La actividad de inversión mobiliaria es uno de los sectores que en la
actualidad más preocupa a los consumidores y en la prestación de estos
servicios participan no únicamente las entidades propiamente dedicadas a la
inversión mobiliaria, sino también, y fundamentalmente, en cuanto a las
relaciones con los consumidores se refiere, las entidades de crédito, para las
que resulta fundamental, hoy en día, la prestación de estos servicios de
intermediación mobiliaria. Téngase en cuenta, de otro lado, que se trata de un
sector respecto del cual las entidades de crédito obtienen gran parte de sus
ingresos en concepto de comisiones, dado que en la realización de
operaciones bancarias ordinarias, la mayor parte de las entidades oferentes
han optado por no cobrar comisiones a los clientes particulares o domésticos.
Las normas de conducta en los mercados de valores son un conjunto
heterogéneo de reglas dirigidas principalmente a la imposición de
obligaciones a las entidades financieras que desarrollan su actividad en el
sector de la inversión mobiliaria. Estas obligaciones y, en particular, las
relativas a la información y al asesoramiento a los clientes, encuentran su
origen y fundamento en la naturaleza fiduciaria (basada en la confianza) de
la relación que se establece con el cliente. Integran estas normas de conducta,
en primer lugar, la LMV y sus disposiciones de desarrollo (entre ellas las
dictadas por los órganos de supervisión), así como los reglamentos internos
de conducta. Estas normas encuentran su fundamento último en el principio
de protección al inversor consagrado en el art. 13, 2 LMV, manifestación a su
vez del principio constitucional de protección al consumidor.
Las normas de conducta se basan fundamentalmente en el principio de
concesión de absoluta prioridad a los intereses del cliente. Ello supone, de un
lado, la necesaria separación de patrimonios entre el prestador del servicio y
los inversores, así como la resolución de los conflictos de intereses entre
clientes sin beneficiar a uno de ellos en particular.
Fundamental resulta igualmente la protección de los datos relativos a las
personas y entidades que actúan en los mercados de valores y a las
operaciones que celebran, sin perjuicio de los deberes de comunicación y
colaboración con las autoridades judiciales y administrativas. Debe evitarse
sobre todo el posible uso abusivo o desleal de la información prohibiendo la
LMV el uso indebido de información privilegiada. Igualmente, se establecen
normas que imponen a los emisores de valores informar al público, en el plazo
más breve posible, sobre todo hecho o decisión que pudiera influir de forma
sensible en la cotización, y se consagra el principio de separación de funciones
en la organización empresarial, para evitar que la información derivada de
112
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
operaciones mobiliarias no esté al alcance de personal que trabaje en otro
sector de actividad.
Junto a estas normas, principalmente dirigidas al funcionamiento de las
entidades que actúan en el mercado de valores, se establece otro conjunto de
normas sobre entrega del documento contractual e información a los
clientes. De tales normas se desprende que además de las obligaciones
periódicas de información sobre todos los asuntos concernientes a las
operaciones de los clientes, deberán ser estos informados sobre ellas siempre
que lo soliciten. Dicha información deberá ser “clara, precisa, suficiente y
entregada a tiempo para evitar su incorrecta interpretación”; asimismo,
deberá incidir en los riesgos inherentes a cada operación, sobre todo en lo que
respecta a productos financieros de alto riesgo, de forma que el cliente
conozca con precisión los efectos de la operación que contrata. Sólo de este
modo la información servirá a su finalidad de permitirles la adopción de
decisiones correctas sobre la inversión, dedicando la entidad “a cada uno el
tiempo y la atención adecuados para encontrar los productos y servicios más
apropiados a sus objetivos” (RD 629/93, de 3 de mayo, sobre normas de
actuación en los mercados de valores y registros obligatorios).
La información, por tanto, no sólo deberá reunir unas condiciones “objetivas”
de corrección plasmadas en su claridad, precisión, suficiencia y oportunidad,
sino que además habrá de ajustarse a la experiencia y especiales
circunstancias del cliente. Este requisito de corrección “subjetiva” de la
información en el sector mobiliario responde a la idea de que no todos los
clientes estarán necesitados de la misma protección respecto de los deberes
de información a cargo de la entidad, puesto que ello dependerá de la
experiencia y conocimiento que sobre el funcionamiento y características del
mercado mobiliario posea en concreto cada uno de ellos.
Para adecuar su actividad de información y asesoramiento a las
circunstancias de cada cliente, las entidades financieras deberán disponer de
sistemas de información adecuados y actualizados, pero simultáneamente
deberán recopilar información sobre el mismo, con el fin de poder determinar
la extensión de estos deberes. En este punto incide especialmente la nueva
normativa europea, estableciendo un nivel mínimo de obligaciones
informativas en relación con cada tipo de cliente, de este modo no se deja al
arbitrio de la entidad prestadora de servicios de inversión la determinación de
la intensidad en el cumplimiento de las obligaciones de información.
A la concreción de las obligaciones de información y tutela del inversor se
refiere la normativa MIFID. Con esta denominación se alude a la Directiva
2004/39/CE del Parlamento Europeo y el Consejo, relativa a los mercados de
instrumentos financieros, por la que se modifican las Directivas 85/611/CEE y
93/6/CEE del Consejo y la Directiva 2000/12/CE del Parlamento Europeo y del
Consejo y se deroga la Directiva 93/22/CEE del Consejo.
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113
La Directiva MIFID es una de las normas europeas a las que se aplica el
denominado “procedimiento LAMFALOUSSY”, que supone la implementación
de la normativa en distintos niveles (cuatro en concreto), que van
concretando las reglas contenidas en la norma original, en este caso, la
Directiva 2004/39/CE. En este caso, el nivel 2 está integrado por el
Reglamento CE 1287/2006, de la Comisión, de 10 de agosto de 2006, por el que
se aplica la Directiva 2004/39/CE del Parlamento Europeo y del Consejo en lo
relativo a las obligaciones de las empresas de inversión de llevar un registro,
la información sobre las operaciones, la transparencia del mercado, la
admisión a negociación de instrumentos financieros, y términos definidos a
efectos de dicha Directiva y, por otro lado, la Directiva 2006/73/CE, de la
Comisión, por la que se aplica la Directiva 2004/39/CE, del Parlamento
Europeo y del Consejo, en lo relativo a los requisitos organizativos, y las
condiciones de funcionamiento de las empresas de inversión, y términos
definidos a efectos de dicha Directiva. El nivel 3 está constituido por las
recomendaciones, interpretaciones comunes y códigos voluntarios
procedentes de la CESR (Comité europeo en el que participan los órganos
supervisores de los mercados de valores de los Estados miembros) y el nivel 4
lo constituirán los instrumentos de la Unión Europea dirigidos a controlar el
cumplimiento de la normativa por los Estados miembros.
La Directiva MIFID supone una transformación importantísima de nuestro
mercado de valores, fundamentalmente porque pretende lograr la
configuración de un mercado de valores único en la Unión Europea a través
del establecimiento del principio de pasaporte único, de modo que las
entidades únicamente tendrán que cumplir con los requisitos de autorización
del Estado de origen para poder prestar libremente los servicios de inversión
en el resto de Estados miembros, naturalmente con los controles necesarios
por parte del Estado en el cual se ejercen y con ciertas especialidades cuando
los servicios de inversión se presten a través de sucursales.
MIFID supone igualmente diversas modificaciones en la organización de los
mercados de valores, entre las que podemos destacar las siguientes en
relación con la normativa anterior (Directiva 93/22/CEE, del Consejo, de 10 de
mayo de 1993, relativa a los servicios de inversión en el ámbito de los valores
negociables):
-
114
Se incluyen las actividades de asesoramiento en materia de inversión
entre las materias necesitadas de autorización.
Se amplía la relación de instrumentos de inversión, incluyendo derivados
sobre materias primas y otros instrumentos asimilados a los tradicionales.
Reconoce la posibilidad de negociación de dichos instrumentos
financieros en mercados organizados distintos a los tradicionalmente
considerados (por ejemplo, las acciones podrán negociarse en mercados
distintos a las Bolsas de Valores).
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-
-
-
Se establece un régimen homogéneo en cuanto a la ejecución de las
órdenes de los clientes, atendiendo a sus conocimientos y experiencia en
el sector financiero, que asegure una alta calidad en su ejecución.
Presta una especial atención al establecimiento de procedimientos que
eviten o mitiguen, en la medida de lo posible, la existencia de conflictos de
intereses entre los intereses de la entidad y de los inversores.
Por último, cuestión que nos interesa sobremanera en este estudio, se
refuerzan los instrumentos de protección de los inversores, clasificándolos
en uno de los tres grupos siguientes: contraparte elegible, profesionales y
minoristas, con un nivel creciente de protección respectivamente.
Esta normativa entró en vigor en noviembre de 2007, y ha comportado en
nuestro ordenamiento la modificación de la Ley del Mercado de Valores, por
la Ley 47/2007, de 18 de diciembre (BOE de 20 de diciembre), que entró en
vigor el pasado 21 de diciembre.
La mencionada reforma de la LMV supone la introducción de la Normativa
MIFID de nivel 1 y en parte del nivel 2 de normativa, como señala la Exposición
de Motivos de la Ley, y a los efectos que aquí nos interesan, supone una nueva
regulación de las normas de conducta de las empresas de inversión e,
igualmente, de las entidades de crédito que presten servicios de inversión,
conforme establece el art. 65 LMV. De este modo, las entidades de crédito, una
vez obtenida la preceptiva autorización para la prestación de servicios de
inversión, quedarán sometidas a las obligaciones impuestas por esta Ley. En
concreto, la nueva redacción dada a los arts. 78 y ss. de la LMV supone una
importante
novedad
en
las
relaciones
con
los
clientes/inversores/consumidores, en distintos aspectos como son la
intensidad de las obligaciones de información de las entidades financieras
prestadoras de servicios de inversión o los principios que deben regir la
actuación de estas entidades en sus relaciones con los clientes.
El art. 78 bis LMV establece una clasificación tripartita de los clientes de
empresas de servicios de inversión y otras entidades oferentes de dichos
servicios (como las entidades de crédito). De este modo, los clientes deberán
ser catalogados e incluidos en una de las tres categorías siguientes:
1) Cliente profesional. Estaremos ante un cliente profesional cuando el
cliente goce de la experiencia, conocimientos y cualificación necesarios
para tomar sus propias decisiones de inversión y valorar los riesgos que
ellas pueden comportarle. De este modo, se incluyen expresamente
dentro de esta categoría, entre otras, entidades de crédito, empresas de
servicios de inversión, entidades aseguradoras, instituciones de inversión
colectiva y sus sociedades gestoras, fondos de pensiones y sus sociedades
gestoras, fondos de titulización y sus sociedades gestoras, entidades que
operen con derivados, entidades que operen por cuenta propia, inversores
institucionales, y las entidades de capital riesgo y sus entidades gestoras.
Así también, los Estados y administraciones regionales, los organismos
públicos gestores de la deuda pública, los bancos centrales, y organismos
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
115
internacionales y supranacionales como el Banco Mundial, el Banco
Central Europeo, el Banco Europeo de Inversiones y otros similares. Por
último, podrán ser considerados clientes profesionales los empresarios,
siempre y cuando cumplan al menos dos de los siguientes parámetros: a)
que el total de las partidas de su activo sea igual o superior a los 20
millones de euros; b) que el importe de su cifra anual de negocios sea igual
o superior a los 40 millones de euros; c) que sus recursos propios sean
iguales o superiores a los 2 millones de euros.
2) Cliente no profesional o minorista, que será aquel no profesional.
3) Contraparte elegible, integrándose aquí las instituciones y entidades
establecidas en el art. 78 ter LMV, así como los clientes profesionales
respecto de aquellos servicios de inversión respecto de los cuales puedan
ser considerados como tales. En este último caso, deberán consentir
expresamente ser tratados como contraparte elegible.
Resulta interesante destacar que la clasificación efectuada por las
entidades no resulta en absoluto inmodificable, sino que por propia
voluntad de los clientes, pueden éstos reclamar, bien un nivel de
protección mayor (cliente profesional que solicita un trato no profesional)
o, al contrario, solicitar ser calificado como cliente profesional. En este
segundo caso, la modificación de la calificación efectuada no es libre, sino
que la LMV establece expresamente que se ha de solicitar la calificación
con carácter previo y deberá comprender dicha solicitud una renuncia
expresa a la protección que como cliente no profesional le pudiera
corresponder. En todo caso, será la propia empresa oferente de los
servicios de inversión la que deberá aceptar esta modificación en el
tratamiento del cliente, atendiendo a los conocimientos y experiencia de
éste y a su capacidad para valorar los riesgos que comprenden las
decisiones sobre inversión. Para establecer requisitos homogéneos que
permitan tomar este tipo de decisiones, la LMV establece que en todo
caso, deberán cumplirse al menos dos de los siguientes requisitos: a) la
realización de operaciones significativas en los mercados de valores
durante los últimos cuatro trimestre, realizando al menos diez por
trimestre; b) que el valor del efectivo y valores depositados supere los
500.000 euros; c) que el cliente ocupe o haya ocupado durante al menos
un año un cargo profesional en el sector financiero que requiera
conocimientos sobre los productos o servicios previstos.
En consecuencia, el consumidor será calificado como cliente no
profesional o minorista, de modo que se beneficiará del nivel más elevado
de protección dispensado por las entidades financieras oferentes de
servicios de inversión. Esta tutela al consumidor inversor se articula a
través de las siguientes obligaciones: obligaciones de diligencia y
transparencia, obligaciones de información y obligaciones en la ejecución
116
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de las órdenes de los clientes.
La obligación de diligencia y transparencia impone, en primer lugar, a las
entidades financieras la gestión de los intereses de sus clientes como si
fueran propios, impidiendo particularmente la percepción de honorarios o
comisiones distintos de los regulados por la Ley, esto es, la prohibición de
los denominados “incentivos”.
Las obligaciones informativas se refuerzan con la introducción de la
normativa MIFID en nuestro ordenamiento, de modo que el
consumidor/inversor deba encontrarse en todo momento informado. La
información deberá ser clara, imparcial y no engañosa, incluida la
información contenida en la publicidad de los productos o servicios de
inversión, que deberá poder delimitarse claramente de otro tipo de
informaciones no publicitarias.
En todo caso, el cliente, aun potencial, tiene derecho a la obtención de
información sobre los siguientes aspectos: la entidad y los servicios que
presta; sobre los instrumentos financieros y las estrategias de inversión
(en este caso contendrá orientaciones y advertencias apropiadas sobre los
riesgos asociados a ellos); sobre los centros de ejecución de órdenes y
sobre los gastos o costes de la operación, de modo que ello le permita
realizar una correcta valoración del riesgo y el rendimiento de la operación
proyectada. Esta información podrá prestarse al cliente en un formato
normalizado.
El consumidor deberá recibir en todo momento información sobre el
servicio prestado, y los costes de las operaciones y servicios realizados por
cuenta del cliente. Asimismo, la entidad deberá estar debidamente
informada sobre el cliente, de modo que pueda cumplir con las
obligaciones inherentes a la prestación del servicio de inversión. A estos
efectos, la LMV distingue según el tipo de servicio a prestar al cliente,
como tendremos ocasión de señalar más adelante.
Las entidades financieras quedan sujetas igualmente a una obligación de
ejecución de las órdenes de sus clientes conforme al principio
denominado “de mejor ejecución”. Este principio supone que las entidades
de crédito deberán elaborar un reglamento o protocolo de actuación o
gestión de órdenes de sus clientes, que éstos deberán conocer con
antelación y que les permita dar cumplimiento a las mismas atendiendo a
factores tales como el precio, los costes, la rapidez y agilidad en la
ejecución y liquidación, el volumen, la naturaleza de la operación y
cualquier otro elemento relevante para la ejecución de la orden.
Cuando el cliente emita una instrucción específica, la entidad deberá
cumplir la orden siguiendo sus instrucciones. En el supuesto de que se
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117
trate de un cliente minorista (en todo caso, un consumidor) que no dé
instrucciones específicas, el mejor resultado posible para el consumidor se
determinará en términos de contraprestación total, que estará integrada
por el precio del instrumento financiero y los costes relacionados con la
ejecución (comisiones del centro de ejecución, las de compensación y
liquidación y las pagadas a terceros implicados en la ejecución).
Como ya hemos tenido ocasión de manifestar, dentro de las obligaciones
de información establecidas por la LMV se integra la de mantenerse
informada la entidad oferente de los servicios sobre la capacidad y
situación financiera y patrimonial del consumidor. En este sentido, la LMV,
en su art. 79 bis distingue según el tipo de servicio que se preste al
inversor: asesoramiento o gestión de carteras, o bien mera ejecución de
órdenes de valores o comercialización de servicios de inversión.
En el primer supuesto enunciado, esto es, cuando la entidad financiera
presta a sus clientes el servicio de asesoramiento financiero o está en
condiciones de gestionar su cartera de inversiones, la LMV establece
expresamente que la información que la entidad deberá recabar versará
sobre los conocimientos y experiencia del cliente, incluido el cliente
potencial, en relación con el sector de los servicios proyectados; sobre su
situación financiera y los objetivos de su inversión, con la finalidad de que
la entidad pueda recomendarle los servicios de inversión que más le
convengan. La entidad únicamente queda obligada a obtener esta
información cuando se trate de clientes minoristas, no cuando se
encuentre ante un cliente profesional. Además, en el supuesto de que le
resulte imposible obtener dicha información (por ejemplo, el cliente se
niega a proporcionarla), la entidad no podrá recomendarle ningún
producto o servicio de inversión.
Cuando se preste un servicio distinto al enunciado anteriormente, la
entidad únicamente deberá recabar información sobre los conocimientos
y experiencia del consumidor en el sector de la inversión que solicita, para
poder estimar si es adecuada o no para él. Si la entidad estima que la
inversión solicitada no resulta adecuada para el cliente, actual o potencial,
deberá advertírselo, lo que podrá realizar en un formato normalizado.
Igualmente, en un formato normalizado podrá advertirle que no se ha
recabado información suficiente para realizar esa valoración o bien, ante
la negativa del consumidor a prestar la información solicitada, que no es
posible efectuarla.
Cuando la entidad, por último, se limite a prestar el servicio de ejecución o
transmisión de órdenes de valores, con o sin prestación de otros servicios
auxiliares de inversión, en relación con los denominados instrumentos
financieros no complejos. Estos instrumentos, resumiendo el contenido
del art. 79 bis LMV son aquellos, bien respecto de los que existe un
118
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conocimiento medio suficiente por parte del cliente minorista, bien que
tienen elevado grado de liquidez y escaso riesgo, o bien que se encuentran
negociados en un mercado regulado que ofrece, por los controles
intrínsecos al mismo, suficiente protección para el consumidor de
productos de inversión. No obstante, la entidad sólo podrá eximirse del
cumplimiento de esta obligación cuando el servicio se preste a solicitud
del consumidor, y se haya informado debidamente a éste sobre la
inexistencia de la obligación de valorar la adecuación del servicio de
inversión a sus condiciones subjetivas.
6. La reciente regulación de otros sectores de inversión: ¿ya es seguro invertir en
sellos?
Aun cuando no se trate propiamente de productos o servicios de ahorro,
crédito o inversión, típicamente integrados en el mercado financiero, creemos
conveniente realizar una breve alusión a la reciente Ley 43/2007, de 13 de
diciembre, de protección de los consumidores en la contratación de bienes
con oferta de restitución del precio (BOE de 14 de diciembre), que entró en
vigor el pasado 15 de diciembre.
Esta Ley encuentra su razón de ser en uno de los principales fraudes a
consumidores/inversores de las últimas décadas en nuestro país, como es el
caso de Fórum Filatélico y Afinsa Bienes Tangibles. El objetivo de la misma no
es otro que ofrecer un régimen de protección al consumidor en relación con
la inversión en bienes tangibles más eficaz que el diseñado por la Ley de
Instituciones de Inversión Colectiva de 2003 en su Disposiciones Adicionales
4ª y 5ª que no ha proporcionado una tutela eficaz en este sector, y que son
derogadas expresamente por la Ley.
En concreto, la Ley 43/2007 se aplica a las relaciones entre un empresario y un
consumidor domiciliado en España (aun cuando el empresario no tenga su
domicilio en nuestro país):
1) Cuyo ejercicio no se encuentre regulado por la legislación financiera.
2) Dirigidas a la comercialización de bienes, con oferta de restitución
posterior, en uno o varios pagos, de todo o parte del precio pagado por el
consumidor o una cantidad equivalente, con o sin promesa de
revalorización de este importe. En particular, quedan sometidas a las
disposiciones de la Ley las relaciones de los consumidores con empresarios
o profesionales que comercializan bienes mediante contratos de mandato
de compra y venta de bienes y otros contratos que permitan realizar esta
actividad, percibiendo el precio de adquisición de los mismos o una
comisión y comprometiéndose a enajenarlos por cuenta del consumidor
entregando a éste, en varios o en un único pago, el importe de su venta o
una cantidad para el supuesto de que no halle un tercero adquirente de
los bienes en la fecha pactada; o bien comercializan bienes mediante
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119
estos contratos con ofrecimiento de revalorización, o, en su caso, con
garantía de restitución del precio de adquisición o de cualquier otro
importe. Cuando la Ley habla de “bienes” se refiere, como expresamente
indica su art. 1, 2º, a “sellos, obras de arte, antigüedades, joyas, árboles,
bosques naturales, animales en todo caso” y otros bienes susceptibles de
ser objeto de esta actividad.
El concepto de consumidor adoptado por esta Ley coincide con el de la
LGDCU en su redacción anterior, y en este sentido reproduce exactamente
el tenor literal del art. 1, 2 de aquella norma con anterioridad a su
refundición, incidiendo en el carácter de destinatario final de los bienes o
servicios.
La Ley, prácticamente en su totalidad, va dirigida a reforzar las
obligaciones informativas de los empresarios oferentes de estos servicios,
de modo que las comunicaciones e informaciones recibidas por los
consumidores expresen de forma clara y veraz la verdadera naturaleza de
estos servicios, indicándose expresamente en las comunicaciones
comerciales que los bienes a los que se refieren no tienen garantizado
ningún valor de mercado, y que, en el supuesto de que se ofrezca la
restitución del precio, se informará de igual manera. En todo caso, la
información al consumidor no debe resultar confusa, de modo que se
prohíbe la utilización de términos propios de los mercados de inversión
regulados como inversión, ahorro, rentabilidad, interés o equivalentes (art.
2).
Al igual que en las normas estudiadas con anterioridad, se establecen
específicas obligaciones informativas al empresario en el momento previo
a la contratación y en el momento de su formalización.
En el momento previo a la contratación de estos servicios, el empresario
deberá poner a disposición del consumidor toda la información relevante
sobre las circunstancias económicas y jurídicas del contrato a celebrar, de
forma clara y veraz (la norma es coincidente con la establecida en la LMV),
especificando en concreto la identificación del empresario oferente, los
bienes objeto del contrato, el coste total del mismo, la oferta de restitución
del precio, en su caso, y las garantías establecidas, entre otras cuestiones
que configuran un nivel mínimo de información obligatoria para el
empresario (véase art. 3). Esta información deberá mantenerse durante un
mínimo de quince días naturales, durante los cuales no se podrá celebrar
el contrato ni adelantar cantidad alguna. La información se prestará
gratuitamente en soporte que permita la debida constancia,
reproducción, conservación y acceso a la misma, así como la prueba de la
fecha de recepción por el consumidor.
La formalización del contrato se realizará necesariamente en escritura
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pública, de modo que se introduce un ulterior control formal y de
contenido del contrato, por las disposiciones relativas al contrato, su
nulidad y garantías, normas cuyo cumplimiento será supervisado por el
notario autorizante de la misma, quien deberá igualmente comprobar que
se ha respetado el plazo de quince días naturales desde el momento de la
entrega de la oferta vinculante con la información obligatoria establecida
en la propia Ley.
La escritura pública reflejará un solo contrato que comprenda todas las
operaciones comerciales contratadas con el consumidor, y contendrá
todos los compromisos adquiridos por las partes, los derechos y
obligaciones asumidos por las partes en cada operación comercial, las
causas de nulidad del contrato, así como la indicación expresa de que los
bienes a través de los que se realice la actividad no tienen garantizado
ningún valor de mercado. El consumidor dispondrá de cinco días hábiles
anteriores a la fecha de la firma de la escritura para consultar los términos
de la escritura, incluida la constitución del aval o garantía similar
impuesto en el art. 6 de la Ley. En cuanto a los gastos de formalización del
contrato y de sus modificaciones, aclaraciones o subsanaciones
posteriores, correrán a cargo del empresario o profesional, si bien el
consumidor deberá abonar los correspondientes a la primera copia y a
aquellas otras que él desee solicitar adicionalmente.
Con carácter previo a la formalización del contrato, el empresario o
profesional deberá suscribir un aval bancario o seguro de caución que
garantice el importe fijado en la oferta de restitución del precio, garantía
que deberá mantenerse durante toda la vida del contrato y testimoniarse
por el notario autorizante, debiéndose entregar en todo caso al
consumidor copia del contrato debidamente firmado y fechado. En caso de
no mantener la entidad la garantía hasta la finalización del contrato, ello
legitimará al consumidor para ejercitar la acción de nulidad del contrato.
Efectivamente, se consideran nulos los contratos celebrados
contraviniendo el tenor de la Ley, pudiendo el consumidor ejercitar esta
acción individual de nulidad. El consumidor se limitará a alegar en este
caso el incumplimiento del empresario o profesional, correspondiendo a
este último la prueba del cumplimiento de las obligaciones a él impuestas
por esta Ley.
El nuevo texto legal concluye con la tipificación de infracciones y
sanciones por vulneración de los derechos de los consumidores, así como
con una serie de medidas de apoyo a los perjudicados por el fraude de
Fórum Filatélico y Afinsa.
Para los contratos celebrados con anterioridad a la entrada en vigor de la
Ley, pero cuya renovación expresa o tácita se produzca tras su entrada en
vigor, será de aplicación en los contratos de duración superior a 10 años que
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a su entrada en vigor tengan un plazo de vigencia superior a 5 años.
Esta disposición, de carácter transitorio, será de aplicación siempre que los
contratos se adapten, en el plazo máximo de 3 años, a lo dispuesto en la ley
respecto al establecimiento de garantías, salvo que las partes, en dicho
plazo y de común acuerdo, opten por resolver el contrato y, en su caso,
negociar uno nuevo en otras condiciones. Lo dispuesto en esta última
disposición transitoria no será aplicable a los contratos de empresas que
esté incursas en procedimientos concursales.
7. La prestación de servicios financieros a distancia.
En la actualidad, la mayor parte de los consumidores tienen acceso a las
nuevas tecnologías y contratan con las entidades financieras a través de
medios de comunicación a distancia. En algunos supuestos nos hemos referido
ya a las especiales características que la información en estos casos adquiere,
dado que la inexistencia en la mayoría de ocasiones de una documentación
escrita a disposición del cliente en el mismo momento de conocer la oferta
contractual y su contenido, así como en el momento de prestar su
consentimiento, hace que las entidades vean reforzado su deber de informar al
consumidor.
La normativa sectorial del sector financiero estableció desde el primer
momento la obligación de proporcionar de forma inmediata una copia escrita
de la contratación efectuada y de la documentación necesaria para el
consumidor, así el condicionado general aplicable a la operación contratada, el
folleto de tarifas, gastos y comisiones, entre otros.
La reciente Ley de impulso a la sociedad de la información obliga además a
estas entidades a proveerse de mecanismos que permitan la oferta de sus
servicios a través de estos mecanismos de comunicación a distancia. Además,
contamos en la actualidad con otra nueva norma, la Ley sobre prestación de
servicios financieros a distancia, que establece una novedosa y completa
regulación en tutela del consumidor. La Ley reconoce un conjunto de derechos
a los consumidores cuando contraten con estas entidades, que son declarados
expresamente irrenunciables.
En concreto, se reconoce en esta Ley el deber de las entidades oferentes de
ofrecer al consumidor en un soporte duradero toda la información relativa al
contrato, declarándose aplicables los preceptos relativos al contenido mínimo
de la información precontractual y contractual contenidos en la Ley, y relativos
a los aspectos esenciales del oferente, del producto o servicio contratado, a las
obligaciones de las partes en el contrato y, fundamentalmente, a las
repercusiones que en el patrimonio del consumidor tendrá el concreto
contrato celebrado.
Insiste la legislación en vigor en la necesidad de informar al cliente sobre el
ejercicio del derecho de desistimiento, que se reconoce al consumidor, a
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excepción de los supuestos de contratos directamente afectados por las
fluctuaciones del mercado, algunos tipos de seguros, los préstamos
hipotecarios o los planes de pensiones, entre otros comprendidos en la Ley, por
entender que el consumidor no puede ejercitar este derecho por ser contrarios
a la naturaleza de los mismos. Tampoco gozará el consumidor de este derecho
cuando los contratos estén intervenidos por Notario, en cuyo caso éste deberá
dar fe del cumplimiento por las entidades de sus obligaciones informativas.
La norma se aplicará a aquellos supuestos en los que la entidad ofrece el
servicio y se contrata por el consumidor por un medio de comunicación a
distancia, previamente dispuesto por el proveedor, y siempre y cuando de la
contratación resulten obligaciones para el consumidor.
El aspecto fundamental de la Ley, además del hincapié que efectúa en las
obligaciones informativas de las entidades proveedoras, es el reconocimiento
expreso del derecho de desistimiento del consumidor, que podrá ejercitar
dentro de los catorce días naturales siguientes a la fecha del contrato,
ampliándose el plazo a treinta días naturales si se trata de seguros de vida.
El consumidor deberá ejercitar su derecho de desistimiento en la forma
prevista en el contrato, y siempre mediante un procedimiento que deje
constancia de la notificación efectuada. El proveedor no podrá cobrarle, en
caso de ejercitar este derecho, más que por el servicio realmente prestado
hasta el momento del desistimiento. Toda otra cantidad deberá ser
reembolsada por el proveedor en el plazo máximo de treinta días naturales
desde que se ejercitó el derecho por el consumidor. En todo caso, el proveedor
no podrá cobrarle si no justifica haber cumplido con sus obligaciones
informativas o si inició el cumplimiento del contrato antes de transcurrir el
plazo de desistimiento y sin solicitud del consumidor. Si esta actuación supuso
un cargo en la tarjeta de crédito del consumidor, éste deberá ser
inmediatamente anulado.
El legislador contempla para el supuesto de ejercitar el derecho de
desistimiento sobre un contrato a distancia que se encuentra vinculado con
otro contrato, que ambos quedarán sin efecto, sin que el consumidor tenga
que efectuar ulteriores gestiones para evitar perjuicios.
Esta Ley se ocupa, por otra parte, de la delicada cuestión de las renovaciones
tácitas de determinados contratos que suponen un pago inmediato o
aplazado para el consumidor, estimando que no se considerará renovación
tácita en estos casos, debiendo consentir expresamente el consumidor.
Igualmente, para el supuesto de servicios no solicitados, el consumidor no
debe quedar expuesto a la obligación de comunicar el rechazo de la oferta, su
falta de negativa no puede entenderse como consentimiento. En todo caso, no
quedará sujeto a pago alguno en concepto de comisiones u otros, a no ser que
hubiera hecho uso efectivo del servicio y únicamente por el período efectivo de
disfrute, sin que pueda entenderse que ha realizado una contratación nueva
por el hecho de proceder a dicho pago.
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5. Estudio cuantitativo: Los españoles ante el
ahorro y la inversión. Encuesta de CEACCU.
Informe elaborado por CREED ESPAÑA.
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5. Estudio cuantitativo: Los españoles ante el ahorro y la
inversión. Encuesta de CEACCU. Informe elaborado
por CREED ESPAÑA.
A. Introducción
Con el objeto de conocer el grado de satisfacción, conocimiento y confianza sobre
las entidades y productos financieros, CEACCU (Confederación Española de Amas
de casa, Consumidores y Usuarios) contrata los servicios de la consultora Creed
España para la realización de una encuesta de ámbito nacional dirigida a los
usuarios de algún tipo de producto financiero.
La información obtenida a través de dicha encuesta permitirá establecer
conclusiones acerca de los siguientes aspectos:
Relación, confianza y hábitos en el trato con las entidades financieras.
El conocimiento, uso y percepción de los diversos productos financieros
existentes en el mercado.
La utilización, conocimiento y hábitos de y sobre las tarjetas bancarias y
comerciales.
La percepción sobre los planes de jubilación y los planes de pensiones.
El conocimiento, uso y experiencia en la contratación de préstamos
hipotecarios.
Percepción sobre otros servicios financieros (reunificación de deudas,
garantía de depósitos e inversiones en artículos de lujo).
El presente documento refleja, de forma estructurada, las conclusiones obtenidas a
partir de la aplicación de dicha investigación.
B. Metodología
Esquema de actuación
Muestreo estratificado con afijación proporcional. Diseño y aplicación de
cuestionario. Control de calidad 100% cuestionarios. Codificación y grabación de
los resultados.
Tabulación de datos. Análisis cuantitativo
Características muestrales
Ámbito: Nacional.
Universo: Individuos que tengan algún tipo de relación con una o más entidades
financieras.
Edad: de 18 años en adelante.
Metodología: Encuesta personal.
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Tamaño de la muestra: 1.600 encuestas distribuidas de forma proporcional
entre las 17 Comunidades Autónomas.
Error muestral: para el conjunto de la muestra, y en el supuesto de muestreo
aleatorio simple, será del ±2,5% para un nivel de confianza del 95% (1,96
sigmas) y suponiendo la máxima variabilidad (P=Q).
Fechas de actuación
Confección del cuestionario:
Realización de las entrevistas:
Grabación, tabulación, edición informe:
4 de diciembre 2007
5 al 12 de diciembre de 2007
13 al 17 de diciembre de 2007
C. Análisis cuantitativo
1. Relación con las entidades financieras
Cerca del 85% de los entrevistados que trabajan con algún banco, lo hacen
exclusivamente con uno. La edad media de relación es ligeramente superior a
los 10 años.
Son las personas más jóvenes y las de menor capacidad de ahorro las que
trabajan con menos bancos.
Se produce un hecho muy similar en el caso de las cajas de ahorro, aunque la
edad de relación es 4 años superior a la de los bancos, y en el de las
cooperativas de crédito. En este último caso, el nivel de respuesta es muy bajo.
La banca tradicional es la que se utiliza mayoritariamente con cerca del 95%
de los encuestados. El mayor uso lo realiza la gente de mayor edad y los que
son muy jóvenes (menos de 20 años).
La banca On-line la utiliza un 15%, principalmente gente joven y de mediana
edad y con alto nivel de estudios.
Los contratos se formalizan, de manera absolutamente habitual, en la propia
oficina bancaria.
Esporádicamente, se realiza a través de Internet y, en menor medida, de de
forma telefónica. Los usuarios de Internet suelen ser de mediana edad y con
un alto nivel de estudios.
Cuando se contrata un producto financiero, en torno al 70% conserva la
documentación y se informa de los costes de los productos. En estos casos, los
que más se preocupan son los que poseen una mayor capacidad de ahorro.
El menor interés, menos del 50%, se produce a la hora leer toda la información
del contrato, incluida la letra pequeña. Son las mujeres y los de mayor nivel de
estudios los que dedican más tiempo a informarse de todas las cláusulas del
contrato.
Respecto a la banca tradicional, los aspectos que producen menor
satisfacción son el coste de las comisiones y la accesibilidad horaria.
En la banca On-line, la mayor satisfacción se produce en la accesibilidad
horaria y la rapidez en la atención. La peor valoración es para la atención
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personalizada.
Los mayores problemas que se producen en las entidades financieras son la
limitación del horario para el pago de recibos y la obligación de utilizar, en
algunos casos, los medios electrónicos, por ejemplo, tener que sacar dinero en
los cajeros electrónicos.
La dificultad de acceso a la sucursal y la negación a devolver recibos
indebidamente cobrados son los problemas menos habituales.
Cerca del 30% de los entrevistados se considera nada informado de los
distintos productos financieros que existen en el mercado.
Las personas que se consideran menos informadas son las de mayor edad y
las que son muy jóvenes, con bajo nivel de estudios, sin trabajo y con menor
capacidad de ahorro.
Menos del 15% se consideran totalmente informados.
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2. Conocimiento y uso de productos financieros.
Los productos financieros a los que más riesgo se les atribuye son a las
acciones y los fondos de inversión variable. Concretamente, las acciones son a
las que se asocia con un nivel de riesgo muy alto.
Los productos que se consideran menos arriesgados son la cuenta corriente y,
en menor medida, las tarjetas y los planes de pensiones y jubilación.
Los que se consideran más rentables son, principalmente, las acciones y otros
títulos, fondos y depósitos.
Como menos rentables se identifica a las tarjetas, cuenta corriente y los
préstamos, tanto hipotecarios como personales.
La asociación a beneficios fiscales es similar al caso de rentabilidad excepto
en los préstamos hipotecarios, al que se le atribuyen mayores beneficios
fiscales.
Los productos financieros a los que más riesgo se les atribuye son a las
acciones y los fondos de inversión variable. Concretamente, las acciones son a
las que se asocia con un nivel de riesgo muy alto.
Los productos que se consideran menos arriesgados son la cuenta corriente y,
en menor medida, las tarjetas y los planes de pensiones y jubilación.
Los que se consideran más rentables son, principalmente, las acciones y otros
títulos, fondos y depósitos.
Como menos rentables se identifica a las tarjetas, cuenta corriente y los
préstamos, tanto hipotecarios como personales.
La asociación a beneficios fiscales es similar al caso de rentabilidad excepto
en los préstamos hipotecarios, al que se le atribuyen mayores beneficios
fiscales.
Los productos financieros más utilizados son la cuenta corriente (totalidad de
entrevistados) y las tarjetas. Después de estos productos, muy usuales, los
siguientes son los préstamos hipotecarios.
Los menos utilizados, o previstos para contratar en un futuro, son los títulos.
En relación a todos los productos financieros analizados (cuenta corriente,
depósito a plazo fijo, fondos de inversión, tarjetas, planes de jubilación y
pensiones, títulos, préstamos hipotecarios y créditos personales), los
entrevistados consideran que la fuente de información que más les influyó, o
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que más les puede influir, es el asesoramiento que les ofrecen en su entidad
bancaria habitual. Esta opinión se acentúa cuando hablamos de préstamos
hipotecarios y créditos personales.
Los motivos por los que se contrata un producto financiero son los siguientes:
Se consideran imprescindibles: cuenta corriente, tarjetas y los préstamos
hipotecarios y personales.
Por la alta rentabilidad: fondos, tanto de renta fija como de renta variable.
Por tener un riesgo bajo: los depósitos a plazo fijo y los planes de
pensiones y jubilación.
Para diversificar inversiones: las acciones.
Los productos con los que se está más satisfecho con su contratación son la
cuenta corriente y las tarjetas. Los títulos y los fondos de inversión son los
menos atractivos para quien los contrató.
La información que ofrece la entidad bancaria es menos adecuada en el caso
de los títulos y los fondos de inversión.
En general, cerca del 55% de los entrevistados no conoce perfectamente los
conceptos por los que le cobra su entidad. El mayor desconocimiento recae en
los créditos personales y los fondos de inversión.
El principal motivo para no contratar un producto financiero es la falta de
disponibilidad de dinero. La falta de información, o la dificultad para su
entendimiento, es el otro motivo principal.
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3. Tarjetas de crédito y de débito.
El 70% de las personas encuestadas conoce las diferencias entre las tarjetas
de crédito y las de débito.
Entre las personas que no distinguen entre las dos tarjetas (16,5%) los más
habituales son los de mayor edad, los jubilados y los de menor nivel de
estudios.
El tipo de tarjeta más habitual es la de débito, con un uso del 70%. La tarjeta
de crédito está contratada por el 61% y posee tarjetas comerciales un 36%.
Con porcentajes similares en torno al 83%, los entrevistados opinan que,
utilizando la tarjeta de débito, el pago se cobra en el momento, con la tarjeta
de crédito, el pago se aplaza en el tiempo y que, con las tarjetas comerciales,
se obtienen ventajas adicionales como puntos, aparcamiento gratis, etc.
Relativo al uso de tarjetas bancarias, los individuos coinciden en un alto nivel
de acuerdo con los siguientes casos, ordenados de mayor a menor acuerdo:
Es imprescindible que al comprar pidan el DNI para comprobar que se es
el titular.
Hay muchos servicios que no se pueden contratar sin tarjeta, así que la
emisión por parte de la entidad bancaria debería ser gratuita.
Deberían de tomarse medidas de seguridad adicionales.
Las tarjetas de crédito fomentan el gasto y el endeudamiento.
En el caso de pérdida o robo de la tarjeta, cerca del 90% contactaría
urgentemente por teléfono con la entidad emisora.
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4. Planes de jubilación y planes de pensiones.
Cerca del 50% de los entrevistados no conoce las diferencias entre planes de
jubilación y planes de pensiones. Es la gente joven, con menor nivel de
estudios y menor nivel de ahorro, la que menos las distingue.
Menos del 20% considera que conoce perfectamente las diferencias entre los
dos tipos de planes.
Para los planes de pensiones, las afirmaciones con las que se está más de
acuerdo son, por un lado, considerarlos un producto de ahorro para prevenir
el futuro y, por otro, que poseen beneficios fiscales. No se está de acuerdo con
que es una cuenta asociada a jubilados.
En el caso de los planes de jubilación, se asocia a una cuenta para jubilados y, al igual
que en el caso de los planes de pensiones, que posee beneficios fiscales.
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5. Tipos de depósitos.
Las diferencias entre depósitos a plazo fijo, estructurados e indexados, son
conocidas por menos del 10%.
Los que mayor desconocimiento tienen son la gente joven, los de menor nivel
de estudios y los de menor nivel de ahorro.
Los aspectos que parecen más adecuados a los distintos depósitos son:
Los depósitos a plazo fijo: existe un plazo de vencimiento con rentabilidad
determinada.
Los depósitos indexados: la rentabilidad suele ir referenciada a un índice.
Los depósitos estructurados: la rentabilidad está sujeta a determinadas
variables.
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6. Préstamos hipotecarios.
Se consideran obligatorios de asumir con la entidad financiera, en más de un
50%, los siguientes conceptos, en el caso de contratar un préstamo
hipotecario:
Seguro de vida: Principalmente los individuos con vivienda propia,
mediana edad y con poca capacidad de ahorro.
Pago de comisiones: Solteros, de baja edad, nivel de estudios alto y gran
capacidad de ahorro.
Gastos de notaría y registro.
El seguro de incendios es el que se considera menos obligatorio.
En el caso de contratar un préstamo hipotecario, habitualmente la entidad
obligó a contratar algún tipo de seguro con ellos.
Sobre la contratación de un préstamo hipotecario, se está más de acuerdo con
que la cuota varía en el tiempo y más en desacuerdo con que la cuota es fija.
Existen dudas sobre el cálculo de las cuotas y las cantidades a pagar.
El general no es habitual que el Notario advierta de alguna cláusula abusiva
en contrato durante la firma de un crédito. Existe un alto nivel de falta de
respuesta y de falta de recuerdo.
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7. Otros productos financieros.
Sobre el servicio de reunificación de deudas, se está de acuerdo, con niveles
similares, en que:
Permite disminuir el importe de las cuotas que se pagan.
Incrementa el plazo para liquidar las deudas contraídas.
Tiene comisiones y gastos extra que debe asumir el usuario.
Incrementa la deuda original a pagar al incorporar comisiones.
Y se está en desacuerdo con que:
No supone gastos ni comisiones extra ya que las asume el oferente.
La entidad lo concede siempre, independientemente de la solvencia del
usuario.
Se concede sin que la entidad solicite garantías adicionales.
Existe abundante información sobre este servicio.
La información facilitada es clara y veraz.
Cerca del 65% no sabe que existe un fondo de garantía en el caso de quiebra
de la entidad bancaria. Son los jóvenes y de mayor edad, con menor nivel de
estudio y sin trabajo, los que menor conocimiento tienen acerca de este
aspecto.
Un 20% considera que hay una garantía del 100% de la inversión.
Cerca del 60% no tiene constancia sobre inversiones en arte, joyas, sellos, etc.
Más del 25% considera que este tipo de inversiones no tienen ningún tipo de
garantía.
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8. Perfil de los entrevistados.
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9. Conclusiones
Se puede considerar que la mayoría de la población es fiel a una única entidad
bancaria y se siguen utilizando de manera tradicional, contratando los
servicios directamente en las oficinas.
El nivel de conocimiento de servicios bancarios está estrechamente ligado a
la edad, al nivel de estudios y al nivel de ingresos de los individuos.
La cuenta corriente y las tarjetas bancarias se consideran prácticamente
imprescindibles.
Existe poco uso de otros productos financieros como depósitos, títulos, etc.,
principalmente por falta de dinero.
El conocimiento sobre las características de las tarjetas de crédito, débito y
comerciales, es bastante alto.
Por el contrario, hay una importante falta de conocimiento acerca de los
planes de pensiones y jubilación y los distintos tipos de depósitos.
Se tiene la percepción de que es obligatorio contratar algún tipo de seguro
con la entidad financiera cuando se pide un préstamo hipotecario.
Aunque no de forma general, existe bastante conocimiento de las
consecuencias de contratar un servicio de reunificación de deudas.
Existe un importante desconocimiento sobre los fondos de garantía y sobre la
oferta de otros tipos de inversiones como en arte, joyas, etc.
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10. Anexo - Cuestionario
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6. Informe: Valoración del grado de información
de los consumidores españoles sobre los
productos de ahorro e inversión a partir de los
datos cuantitativos de la encuesta de CEACCU
Inés Kuster Boluda
Natalia Vila López
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6. Informe: Valoración del grado de información de los
consumidores españoles sobre los productos de
ahorro e inversión a partir de los datos cuantitativos
de la encuesta de CEACCU elaborado por Inés Kuster
Boluda y Natalia Vila López
A. Objetivos y metodología
Este Informe tiene como objeto mostrar una visión general sobre el grado de
satisfacción, conocimiento y confianza de los consumidores españoles sobre las
entidades y productos financieros.
De manera más específica, a través del presente informe, se pretende lograr los
siguientes subobjetivos específicos:
Conocer la predisposición al ahorro del consumidor español, así como el
perfil que lo caracteriza.
Analizar la relación del consumidor con su entidad financiera,
determinando los motivos de elección, la forma de contratación, la
satisfacción y la calidad percibida de la entidad.
Conocer el grado de conocimiento y uso, así como la percepción y las
motivaciones del consumidor español acerca de los principales productos
financieros ofertados en el mercado.
Descubrir para cada uno de los principales productos financieros, dónde y
en qué medida se producen las mayores confusiones y sus posibles
implicaciones.
Para alcanzar los mismos, se han analizado los resultados facilitados por la
consultora Creed España, contratada por la Confederación Española de Amas de
casa, Consumidores y Usuarios (CEACCU).
Dichos resultados se han obtenido a partir de una encuesta personal dirigida a
1.600 consumidores españoles, con una edad superior a los 18 años y con algún
tipo de relación con una o más entidades financieras.
El ámbito del estudio comprende todo el territorio nacional, siendo la muestra
proporcional entre las 17 Comunidades Autónomas Españolas.
A continuación se exponen las principales conclusiones extraídas con los citados
datos, así como las implicaciones que conlleva tanto para entes públicos y
privados relacionados con este sector, como para consumidores actuales y
futuros de productos financieros.
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Previo a la exposición de las mismas, entendemos necesario aclarar el significado de
ciertos conceptos recurrentes en el informe:
Consumidor financiero: individuo de más de 18 años que posee una relación al
menos con una entidad financiera y, por tanto, es usuario habitual de
productos/servicios financieros.
Consumidor español: individuo que reside en el territorio nacional.
Productos ahorradores o potenciadotes del ahorro: aquellos productos financieros
que fomentan el ahorro del consumidor (planes de pensiones/jubilación, depósitos
a plazo fijo/estructurados/indexados; títulos).
Productos anti-ahorro: aquellos productos financieros que disminuyen la capacidad
de ahorro y estimulan el gasto del consumidor (tarjetas de crédito/débito, créditos y
préstamos hipotecarios y personales).
B. Análisis de la predisposición al ahorro del consumidor español
En este punto se analiza cual es el perfil de ahorro del consumidor del territorio
español en lo que a productos financieros respecta.
Sólo el 20% de los encuestados declara ahorrar más de 3.000 euros al año.
Más aún, solo el 5% de los encuestados considera que pertenece a una
familia con gran capacidad de ahorro.
Casi la mitad de los consumidores encuestados (49%) no sabe lo que ahorra, o no
quiere contestar a esta pregunta.
Además, el 46% considera que su familia generalmente no ahorra, o ahorra con
mucha dificultad.
Los resultados comentados ponen de manifiesto que el consumidor español
promedio es más gastador que ahorrador.
Las variables más relacionadas con la situación familiar ante el ahorro son
dos: el nivel de escolaridad y el estado civil. Concretamente, son aquellos
encuestados con niveles de estudios superiores y casados/con pareja los
que exhiben una situación ante al ahorro más favorable.
El 8% de los encuestados no sabe, o no ha querido opinar, acerca de su situación
familiar ante el ahorro.
El 46,3% de los encuestados que indica que pertenece a “una familia con gran
capacidad de ahorro” tiene estudios universitarios y en un 58,8% de los casos vive
casado/a en pareja.
No obstante, se aprecia que el 58,3% de los encuestados de menos de 20 años se
define como “una familia que difícilmente ahorra” o que “generalmente no
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ahorra”. La misma situación se repite para el 70% de los encuestados de más de
75 años, que también se caracterizan por ser poco o nada ahorradores. Por el
contrario, en torno a un 50% de los individuos entre 20 y 54 años declaran que
son familias “que ahorran siempre algo al año” o “con gran capacidad de ahorro”.
En torno al 60% de los encuestados que pertenece al segmento de “familias con
gran capacidad de ahorro” o “familias que siempre ahorran algo al año” tienen
vivienda en propiedad. Además, en ambos casos se trata de encuestados que
mayoritariamente trabajan por cuenta ajena.
El 49% de los encuestados no sabe, o no ha querido declarar, acerca de su
capacidad de ahorro.
Las variables que mejor explican la capacidad de ahorro son el nivel de
escolaridad y el estado civil. Concretamente, son aquellos encuestados
con niveles superiores de estudios y casados/con pareja los que más
ahorran.
El 59,9% de los entrevistados que ahorran más de 18.000 euros al año tiene
estudios universitarios y el 100% está casado o tiene pareja.
No obstante, con relación a la edad, se observa que el 93,4% de los encuestados
que ahorran más de 18.000 euros al año son personas de más de 25 años. Por el
contrario, el segmento de menos de 25 años es el que menos ahorra (menos de
6.000 euros al año).
En lo relativo a posesión de vivienda, el 86,7% de los encuestados que ahorra más
18.000 euros al año declara que ya tiene vivienda en propiedad.
En cuanto a su situación laboral, el 53,3% de los que ahorran más de 18.000 euros
al año son trabajadores por cuenta ajena. Los trabajadores por cuenta propia
declaran ahorrar menos, así como los que no trabajan fuera de casa o están
parados.
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Un reducido número de encuestados afirma tener una situación familiar
favorable al ahorro. En torno a la mitad de la muestra afirma no ahorrar, o tener
grandes dificultadas para hacerlo.
Adicionalmente, la mitad de la muestra no sabe, o no ha querido declarar, cual
es su capacidad de ahorro anual en euros.
Las variables que mejor explican tanto la situación familiar ante el ahorro, como
la capacidad de ahorro son dos: el estado civil y el nivel de estudios.
C. Análisis de la relación consumidor-entidad
En este apartado se abordan aquellas conclusiones relativas a la elección y
motivos de uso de las entidades financieras. De este modo, se diferencia entre
el análisis banca tradicional versus banca on-line, y entre diferentes tipos de
entidades financieras (cajas de ahorro, bancos y cooperativas de crédito).
Al mismo tiempo, se contemplan aspectos relacionados con el proceso de
contratación.
1. Elección y motivos de uso de entidades financieras
En este apartado se analiza el tipo de entidad con la que trabaja el
consumidor: tradicional versus on-line. Adicionalmente, se ha diferenciado
entre bancos, cajas de ahorro y cooperativas de crédito.
1.1. Banca tradicional versus banca on-line
El 79,7% de los entrevistados hacen uso de la banca tradicional,
mientras que sólo el 0,4% recurren de manera exclusiva a la banca online. Adicionalmente, un 19,9% emplean conjuntamente la banca
tradicional y la banca on-line y/o telefónica, mientras que únicamente
el 0,1% usa sólo banca telefónica.
La banca tradicional sigue siendo el formato estrella con mayor
aceptación entre el consumidor español. Esta aceptación se produce
especialmente entre la gente de mayor edad o la que es muy joven, es
decir, los dos segmentos menos familiarizados con las nuevas tecnologías.
Por su parte, los adeptos a la banca on-line son consumidores jóvenes y de
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mediana edad, con un nivel de educación superior, capaces de comprender
y confiar en las ventajas que este canal puede ofrecer.
Entre los motivos de satisfacción en el uso de la banca tradicional los
consumidores entrevistados destacan, por una parte, aspectos
relativos a la información (frecuencia de envío de información y calidad
de la información recibida) y, por otra, la disponibilidad de oficinas
físicas.
Estos resultados ponen de manifiesto que los consumidores prefieren los
formatos clásicos aún cuando son más lentos en la atención, menos
accesibles en términos horarios y percibidos más caros.
En los casos en los que se recurre a la banca on-line, se destaca como
motivos principales de satisfacción la accesibilidad horaria y la rapidez en
la atención.
Es de resaltar un tercer motivo de satisfacción en el uso de banca on-line,
la disponibilidad de sucursales físicas, lo que pone de manifiesto la
necesidad del consumidor de disponer de un lugar físico donde poder
acudir ante cualquier duda, queja o reclamación.
Estos resultados evidencian que si bien el consumidor puede hacer uso de
los servicios on-line ofrecidos por la banca tradicional, es menor el número
de consumidores que confía de manera exclusiva en aquellas entidades
que operan bajo el formato on-line. Entre los motivos de no uso los
consumidores mencionan como debilidades, la falta de atención
personalizada y la poca diligencia en la resolución de problemas.
La banca tradicional es la más implantada en nuestro país. La presencia física y
la información facilitada (preferentemente de forma personalizada) son los
aspectos mejor valorados.
La banca on line tiene un reducido porcentaje de adeptos que conceden especial
importancia a la accesibilidad horaria y a la rapidez que permite este formato de
prestación de servicios. Es por ello que se asocia a consumidores que valoran
mucho su tiempo.
1.2. Bancos, cajas de ahorro y cooperativas de crédito
El 65% de los entrevistados recurren a los servicios de las Cajas de
Ahorro, el 56% utiliza bancos, y apenas un 2% confía en las
Cooperativas de Crédito.
El usuario de Cajas de Ahorro puede calificarse de consumidor fiel,
puesto que la duración promedio de la relación consumidor-caja de
ahorro es de 14 años.
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El 85% de los consumidores que trabajan con Cajas de Ahorro lo hacen
exclusivamente con una, lo que corrobora el nivel de lealtad de dicho
consumidor. El mismo se caracteriza por su juventud y su reducida
capacidad de ahorro.
Por el contrario, el consumidor más maduro, con mayor capacidad de
ahorro suele trabajar con más de una Caja de Ahorro.
El consumidor entrevistado que trabaja con Bancos mantiene una
relación media de 10,5 años el mismo.
El 84,6% de los consumidores de Bancos trabaja de manera exclusiva con
un solo banco. Dicho resultado, junto con la duración de la relación, apunta
que se trata también de un consumidor fiel que además se caracteriza por
pertenecer al segmento de consumidores más jóvenes y con menor
capacidad de ahorro.
Al igual que en el caso de las Cajas de Ahorro, el consumidor de mayor
edad suele trabajar con un mayor número de Bancos para diversificar el
riesgo de sus inversiones.
El consumidor que trabaja con Cooperativas de Crédito mantiene una
relación media de 7,5 años con la misma.
De los 30 consumidores de Cooperativas de Crédito, el 83,3% trabaja de
manera exclusiva con una única cooperativa.
Los consumidores que trabajan con alguno de estos tres formatos de
entidad financiera y que mantienen una relación más duradera con los
mismos, se caracterizan por pertenecer al segmento de más edad, no
solteros y con vivienda propia.
Los principales problemas con los que se encuentran los consumidores
al tratar con entidades financieras son: (1) la limitación del horario para
el pago de recibos, (2) la obligación para utilizar los medios
electrónicos, y (3) el no poder utilizar servicios si no es en la entidad que
los contrató.
Estos resultados evidencian que el consumidor financiero es todavía un
consumidor poco receptivo al empleo de las nuevas tecnologías en su
trato con entidades financieras. Es más, en su mayoría, los consumidores
no llegan a comprender cómo las nuevas tecnologías podrían mejorar el
servicio recibido de la entidad, y, por tanto, la percepción de calidad hacia
la entidad.
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Es de destacar que las entidades financieras han avanzado en su
estrategia de servicio al consumidor, siendo prácticamente nulas las
ocasiones en las que el consumidor tenga problemas para que se le
devuelvan recibos indebidamente cobrados y para el acceso a la sucursal.
No en vano, las entidades financieras siguen una política intensiva de
distribución a fin de acercarse al consumidor final.
Las Cajas de Ahorro es el formato financiero que más utilizan los consumidores
en nuestro país, seguido por los bancos y, a mayor distancia, por las cooperativas
de crédito.
El consumidor de entidades financieras es mayoritariamente un consumidor fiel
que trabaja con una misma entidad un mínimo de 7,5 años en promedio
(cooperativas de crédito) y un máximo promedio de 14 años (cajas de ahorros).
En buena parte de los casos operan con una única entidad.
2. Contratos con las entidades financieras
En el presente apartado se comenta tanto el lugar de formalización de los
contratos con las entidades financieras, como la actitud del consumidor
español en el proceso de contratación.
El 92,6% de los encuestados contrata físicamente en la oficina,
mientras que menos del 3% lo hace a través de Internet o del teléfono.
Estos resultados evidencian nuevamente la reticencia del consumidor hacia el
uso de las nuevas tecnologías, así como su preferencia por el trato
personalizado, directo y físico para la contratación de productos y servicios
financieros.
De nuevo, el segmento de mediana edad y mayor nivel de estudios es el más
proclive a la contratación a través de Internet.
El 76% de los encuestados conserva la documentación de los contratos,
el 69,8% se informa de los costes de los productos y el 64,8% se
informa perfectamente de sus derechos.
La mayoría de los consumidores muestran su preocupación y un elevado nivel
de implicación en la contratación de los servicios financieros. Casi el 50%
afirma leer toda la información que la entidad le proporciona, incluso la letra
pequeña.
Este elevado interés en el proceso de contratación se da más entre
consumidores:
Con mayor capacidad de ahorro (por lo general, el segmento de
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mayor edad). Este resultado es lógico pues asumen un mayor
nivel de riesgo y no quieren perder su ahorro.
Con mayor nivel de estudios. Poseen mayor formación y son
capaces de anticipar las consecuencias adversas de una
deficiente contratación.
De género femenino. Consecuencia de la incorporación de la
mujer al mundo laboral, éstas poseen un mayor nivel de
formación y capacitación para la toma de decisiones financieras,
al tiempo que presentan una mayor aversión al riesgo.
Sólo el 28,6% de los encuestados que contrata servicios on-line, declara
recibir información por escrito.
Este dato resulta alarmante y no contribuye a mejorar la imagen de la banca
on-line, más aún cuando se trata de una modalidad de prestación de servicios
financieros en expansión en nuestro país.
La oficina física y la atención personalizada son aspectos clave en el proceso de
contratación de los productos financieros.
La mayoría de los encuestados conserva la documentación de los contratos, se
informa de los costes y de sus derechos.
Las nuevas tecnologías aún juegan un moderado papel en los procesos de
contratación de productos financieros.
D. Análisis global de los productos financieros
En este apartado se comentan los principales resultados obtenidos del análisis
global de los productos financieros. De manera más específica, se exponen las
principales conclusiones relativas a la información general sobre productos
financieros, así como los motivos de contratación y no contratación de los
mismos por parte del consumidor.
1. Información general sobre productos financieros
A continuación se analiza el grado de información, así como los niveles de
riesgo, rentabilidad y beneficios fiscales asociados a los principales productos
financieros.
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Únicamente el 13,3% de los consumidores encuestados se considera
totalmente informado sobre los distintos productos financieros que
existen en el mercado.
Cerca del 30% de los encuestados se considera nada informado. Es
especialmente preocupante la falta de información tanto en el segmento de
mayor edad como en el segmento más joven. Por lo general, segmentos
caracterizados por un reducido nivel de estudios y, en el caso de los jóvenes,
con menor posibilidad de ahorro.
Estos datos denotan la falta informativa que existe en el público acerca de las
posibilidades que ofrecen las entidades financieras; situación que debería
tratar de enmendarse mediante programas integrales de comunicación tanto
personal como masiva. No en vano, como se comenta en líneas posteriores, es
el asesoramiento de la entidad la principal fuente informativa que los
consumidores utilizan para conocer y contratar los productos y servicios
financieros.
Los consumidores financieros asocian distintos niveles de riesgo a los
distintos productos financieros.
La cuenta corriente, libreta de ahorro, o cartilla es el producto financiero al
que se asocia un menor riesgo (77% de los encuestados declaran que no posee
nada de riesgo). Le siguen los planes de pensiones y de jubilación.
Por el contrario, los productos con mayor riesgo asociado son las acciones
(41% de los encuestados declaran que poseen un riesgo elevado), los
préstamos hipotecarios (31,8%), los fondos de inversión de renta variable
(27,8%) y los créditos personales al consumo (27,3%).
A mitad de camino entre estos dos extremos se sitúan tres productos
financieros con un nivel de riesgo percibido medio: la deuda pública, las
tarjetas de crédito/débito, y los fondos de inversión en renta fija.
Como cabía esperar, los consumidores financieros asocian distintos
niveles de rentabilidad a los distintos productos financieros.
El consumidor financiero opina que los productos menos rentables son: las
tarjetas de crédito/débito (70,9% de los encuestados declara que es nada
rentable) los créditos personales/consumo (67,8%), la cuenta corriente, libreta de
ahorro, o cartilla (68,4%), y los préstamos hipotecarios (65,4%).
Por el contrario, los productos percibidos con un mayor nivel de rentabilidad son
las acciones (88%), los fondos de inversión de renta variable (86%), los planes de
pensiones (86%), los fondos de inversión de renta fija (86%), los depósitos a plazo
fijo (75%), la deuda pública (74,5%), y los planes de jubilación (72%).
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Los consumidores financieros asocian beneficios fiscales distintos a los
diversos productos financieros.
El consumidor español asocia un nulo beneficio fiscal a los siguientes
productos financieros: las tarjetas de crédito/débito (75,8%), la cuenta
corriente, libreta de ahorro, o cartilla (75,4% de los encuestados), y los créditos
personales al consumo (60,7%).
Por el contrario, para el resto de productos financieros, la mayoría de
consumidores encuestados percibe algún tipo de beneficio fiscal,
especialmente para los planes de pensiones y de jubilación.
Los planes de pensiones y los planes de jubilación se perciben como de alta
rentabilidad, beneficios fiscales superiores y bajo riesgo.
La deuda pública y los fondos de inversión en renta variable se perciben como de
alta rentabilidad y riesgo y beneficio fiscal medio.
Todos ellos (planes de pensión y de jubilación, deuda pública y fondos de
inversión en renta variable) deberían ser propulsados debido a la buena imagen
global de que gozan entre los consumidores españoles.
La opinión en términos de riesgo-rentabilidad-beneficios fiscales no es tan
favorable hacia otros productos que, además, no potencian el ahorro.
2. Productos financieros usados/contratados
Se detalla a continuación el uso actual y futuro, así como las fuentes de
información empleadas y los motivos subyacentes en la contratación de los
principales productos financieros.
La mayoría de los consumidores encuestados cree que ha tomado la
decisión adecuada al contratar un producto financiero (85%) y conoce
los diversos conceptos por los que le cobra la entidad (70%).
Sólo en el caso de los títulos (acciones, títulos de deuda, bonos, etc.), el 30% de
los entrevistados cree que no ha tomado una decisión adecuada al
contratarlos. La razón puede hallarse en que este mismo porcentaje afirma
que no ha recibido la información adecuada sobre este tipo de productos,
especialmente sobre los conceptos por los que le cobra la entidad.
El 100% de los entrevistados dispone de una cuenta corriente, libreta
de ahorro o cartilla. El 87,1% posee alguna tarjeta de crédito o débito
espera poseerla.
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Frente a estos productos, existen otros con menor penetración en el mercado.
Se trata de los planes de jubilación, de pensiones y de previsión (37,2% de los
encuestados lo poseen o esperan usarlo), los depósitos a plazo fijo (29,7%), los
fondos de inversión (15,6%). Estos productos, a los que se les podría
denominar ‘ahorradores’ o potenciadores del ahorro, son demandados en
menor medida que los productos que podríamos calificar de ‘anti-ahorro’
(créditos, préstamos y tarjetas).
Todos los productos analizados son contratados por el consumidor
utilizando como fuente de información el asesoramiento que el
personal de la entidad le brinda.
Junto al asesoramiento del personal de la entidad, el consumidor busca
también información en familiares y amigos, salvo en el caso de los
préstamos hipotecarios donde la opinión de la familia no es tenida en cuenta
en la decisión de contratación.
Adicionalmente, la publicidad es considerada como la segunda fuente de
información más influyente para la contratación de préstamos hipotecarios y
títulos.
Internet es la fuente de información menos influyente en la decisión de
adquisición de un producto financiero.
Más del 50% de los encuestados señalan que resulta indispensable
disponer de cuentas corrientes, tarjetas de crédito/débito, préstamos
hipotecarios y préstamos personales.
A excepción de las cuentas corrientes, el principal motivo para la contratación
de productos ‘anti-ahorro’ subyace en la necesidad que el consumidor
financiero posee para hacer frente a diversos tipos de gasto. Dicho
comportamiento no hace sino empeorar la capacidad de ahorro del
consumidor español.
Es de destacar el alto grado de consenso que existe entre los entrevistados a
la hora de señalar como principal motivo para la contratación de productos
‘anti-ahorro’ y cuentas corrientes, su carácter imprescindible.
A la hora de contratar un plan de pensiones o de jubilación o un fondo
de renta fija o un depósito a plazo fijo, en torno al 30% de los
entrevistados menciona su bajo riesgo y elevada rentabilidad como
principal motivo.
Cabe señalar que la opinión expuesta procede de aquellos consumidores que
han contratado este tipo de productos ahorradores, estando realmente
convencidos de la idoneidad y ventajas de los mismos. Además, dichos
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consumidores declaran estar muy bien informados por su entidad sobre estos
productos.
Las ventajas de bajo riesgo y alta rentabilidad no aparecen mencionadas
como principal motivo de adquisición en el resto de productos contratados.
En la adquisición de acciones, en torno al 30% de los entrevistados
coincide en destacar que la principal motivación sería diversificar
inversiones y obtener alta rentabilidad.
Los encuestados de nuestra muestra que han declarado tener acciones, no
señalan, entre los motivos de compra, la posibilidad de rescatar el dinero.
Además, el 30% de estos consumidores afirman estar poco informados y
desconocer los diversos conceptos por los que la entidad les cobra.
Diversos son los motivos que llevan al consumidor a contratar deuda
pública y los fondos de renta variable.
Entre los motivos de adquisición de deuda pública, los 68 consumidores de
este producto en nuestra muestra, señalan varios como relevantes, sin
destacar ninguno: resulta imprescindible, ofrece bajo riesgo, ayuda a
diversificar inversiones, entre otros.
Entre los motivos de adquisición de fondos de renta variable, los 107
consumidores de este producto en nuestra muestra, señalan varios como
relevantes, sin destacar ninguno: ofrece alta rentabilidad, resulta
imprescindible, permite rescatar el dinero, resulta fácil de rescatar, entre
otros.
Los consumidores españoles entrevistados no ahorran. Los productos que estimulan
el ahorro y están mejor percibidos en términos de rentabilidad-riesgo-beneficios
fiscales se contratan menos. Aquellos que los han contratado, lo han hecho por sus
interesantes propiedades (alta rentabilidad y bajo riesgo).
Los productos anti-ahorro son los más demandados en el mercado (créditos,
préstamos y tarjetas),pese a que en términos globales no gozan de tan buena imagen
en rentabilidad-riesgo-beneficios fiscales. El principal motivo es que resultan
imprescindibles.
La mayoría de consumidores españoles es más proclive al gasto que al ahorro.
El personal de la entidad es, a día de hoy, la herramienta informativa más valorada por
el consumidor en el momento de la contratación de cualquier producto financiero.
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3. Productos financieros no usados/no contratados
En este apartado se hace referencia a los datos obtenidos acerca de los
productos financieros que el consumidor no usa o no ha contratado. Así,
analizaremos los principales motivos por los que no se han contratado.
Recordemos que la cuenta corriente era empleada por el 100% de la muestra,
por lo que no procede su análisis en este punto.
La mayoría de consumidores no contrata los productos financieros que
estimulan el ahorro porque no tienen dinero disponible.
Más del 50% de los encuestados afirman que no poseen dinero disponible
para poder contratar fondos de renta fija y de renta variable, depósitos a plazo
fijo, planes de pensiones y de jubilación, deuda pública y acciones.
No tener la suficiente información o no entender en qué consiste el
producto financiero, representa el segundo motivo para la no
compra/adquisición de productos de ahorro.
El segundo motivo que frena la contratación de fondos de renta fija y de renta
variable, depósitos a plazo fijo, planes de pensiones y de jubilación, deuda
pública y acciones, es la falta de información o incomprensión de la
información existente.
Tratándose de productos de no ahorro (tarjetas, préstamos
hipotecarios y préstamos personales), la falta de información no es el
principal motivo de su no contratación.
Los consumidores que señalan no disponer de este tipo de productos aducen
la falta de dinero y los elevados costes para su no contratación. Por el
contrario, la mayoría se considera bien informada sobre este tipo de
productos.
La mayoría de no consumidores de productos de ahorro aduce falta de recursos
y de información como principales motivos de la no contratación de los mismos.
La mayoría de no consumidores de productos de anti-ahorro aduce falta de
recursos y elevados costes como principales motivos de la no contratación de los
mismos. Sí se consideran bien informados.
Los consumidores demandan más cantidad y calidad informativa sobre los
productos de ahorro.
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E. Análisis de cada producto financiero
A continuación analizaremos las principales características de los principales
productos financieros.
1. Tarjetas de crédito y de débito
Comentamos los datos relativos al uso, caracterización y diferencias para las
tarjetas de crédito y las tarjetas de débito.
La mayoría de los encuestados tiene tarjetas de crédito y/o débito.
El 72% de los entrevistados dispone de una tarjeta de débito y el 60,8% posee
de tarjeta de crédito. Los individuos con mayor capacidad de ahorro se
decantan por las tarjetas de débito, mientras que los que tienen dificultades
en el ahorro optan por las de crédito.
Sólo el 35,7% posee tarjetas comerciales, especialmente el segmento
comprendido por consumidores de edad alta, con trabajo, vivienda propia y
dificultades para el ahorro.
El 30% de los encuestados afirma no diferenciar o no saber explicar las
diferencias existentes entre la tarjeta de crédito y la tarjeta de débito.
Esta confusión es mayor entre el segmento más joven o de mayor edad (por
lo general jubilados) y con menor nivel de estudios.
Por el contrario, el 70% de los encuestados afirma conocer perfectamente las
diferencias entre ambos tipos de tarjeta.
El 80% de los encuestados ha sabido elegir la definición correcta para
caracterizar las tarjetas de crédito, de débito y comerciales.
Es muy bajo el porcentaje de consumidores encuestados que no sabe que:
En las tarjetas de débito, el pago se cobra en el momento.
En las tarjetas de crédito, el pago se aplaza en el tiempo.
En las tarjetas comerciales, se ofrecen otras ventajas.
La mayoría de los encuestados está a favor de que las tarjetas
bancarias sean gratuitas (97%), que se solicite el DNI en el momento de
la compra (97%), que se tomen medidas adicionales de seguridad
(97%).
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Sólo el 3% de los encuestados no está de acuerdo en que las tarjetas emitidas
por los bancos sean gratuitas, en que se pida el DNI en los establecimientos y
en que se tomen medidas de seguridad adicionales.
La mayoría de los encuestados comparte la opinión que las tarjetas de
crédito fomentan el gasto y el endeudamiento (90%).
Los consumidores conocen la posibilidad de poder financiar sus compras
mediante el uso de tarjetas de crédito, sabiendo que con ello se aumenta su
nivel de endeudamiento.
El 89,2% de los entrevistados contactaría urgentemente por teléfono
con la entidad, si perdiera o le robaran la tarjeta.
Hasta un 31,9% de los consumidores entrevistados iría de inmediato a la
entidad para comunicar dicha pérdida o robo, especialmente el segmento con
menor nivel de estudios.
Un 44,4% denunciaría el robo en la comisaría.
Sólo un 3,4% de los entrevistados, esperaría un tiempo a ver si la encuentra,
antes de contactar con la entidad.
La práctica totalidad de consumidores tiene tarjetas de crédito y/o débito,
diferencia perfectamente entre ambas y sabe para lo que sirven. A demás, sabría
como reaccionar en caso de robo.
La práctica totalidad de los entrevistados es consciente de que las tarjetas de
crédito fomentan el gasto y el endeudamiento, frenando el ahorro.
2. Planes de jubilación y planes de pensiones
En este punto analizamos los datos relativos al uso, caracterización y
diferencias de los planes de jubilación y planes de pensiones.
Sólo el 19,1% de los entrevistados afirma conocer las diferencias
existentes entre planes de pensiones y planes de jubilación.
En torno al 80% de la muestra afirma que no hay diferencias, o que no sabe
explicarlas, entre planes de pensiones y de jubilación. Esta confusión es mayor
entre el segmento más joven, con un menor nivel de estudios y con menor
nivel de ahorro.
Con relación a los planes de jubilación, en torno al 50% de los
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entrevistados afirma que es un producto de ahorro para prevenir el
futuro, que posee beneficios fiscales y que garantiza el cien por cien de
la inversión más la rentabilidad.
La mayoría de los consumidores entrevistados (70,5%) asocia este producto a
los jubilados y sólo un 33,4% piensa que se puede rescatar el dinero en
cualquier momento.
Con relación a los planes de pensiones, la mayoría de los entrevistados
afirma que es un producto de ahorro para prevenir el futuro (78,8%),
que posee beneficios fiscales (60,5%) y que garantiza el cien por cien de
la inversión más la rentabilidad (51,1%).
Sólo un 28,9% asocia este producto a los jubilados y un 41,7% piensa que se
puede rescatar el dinero en cualquier momento.
Existe gran confusión sobre las diferencias que existen entre planes de
jubilación y de pensión.
Los planes de pensiones son percibidos como productos de ahorro con
beneficios fiscales.
Los planes de jubilación son percibidos como productos asociados a jubilados, de
ahorro para prevenir el futuro y, en menor medida, con beneficios fiscales.
3. Depósitos a plazo fijo, estructurados e indexados
A continuación se comentan los resultados referentes al uso, caracterización
y diferencias de los distintos tipos de depósito.
Sólo un 8,5% de los entrevistados afirma conocer las diferencias
existentes entre depósitos a plazo fijo, estructurados e indexados.
La casi totalidad de la muestra no es capaz de diferenciar las distintas
variantes de depósitos existentes en el mercado.
Con relación a los depósitos a plazo fijo, el 94,5% de los entrevistados
piensa que existe un plazo de vencimiento con rentabilidad
determinada.
La mayoría de los encuestados tiene claro lo que representa un depósito a
plazo fijo.
Sólo una minoría piensa que la rentabilidad va asociada a un índice, o que
dicha rentabilidad va asociada a determinadas variables. Estos consumidores
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
no serían capaces de diferenciar claramente un depósito a plazo fijo
tradicional de los denominados depósitos referenciados o indexados, en los
que la rentabilidad no está asegurada y, en algunas ocasiones, pueden
comportar incluso pérdida del capital invertido.
Con relación a los depósitos estructurados, la opinión de los
encuestados está muy dividida.
Una mitad de la muestra señala que la rentabilidad de estos depósitos está
sujeta a determinadas variables. La otra mitad considera que los depósitos
estructurados tienen un plazo de vencimiento con rentabilidad determinada,
o bien que la rentabilidad se referencia a un índice.
Estos resultados evidencian la confusión existente en cuanto a las
características que posee este tipo de depósito, que está compuesto
normalmente por dos productos o partes distintos: un tradicional depósito a
plazo, con un interés predeterminado y algo superior al normal en estas
operaciones, lo que hace atractiva para el consumidor la operación, y un
depósito referenciado a un índice o variable, que es el que hace aumentar o,
en su caso, disminuir la rentabilidad.
Con relación a los depósitos indexados, de nuevo, la opinión de los
encuestados está bastante dividida.
El 57% de los entrevistados afirma que la rentabilidad suele ir referenciada a
un índice, aunque sólo un 33,4% señala que la rentabilidad está sujeta a
determinadas variables, sin pensar que la referencia a un índice
necesariamente conlleva rentabilidad variable.
El consumidor financiero piensa que no tiene claras las diferencias entre los
distintos tipos de depósito.
La principal confusión se encuentra a la hora de diferenciar entre depósitos
estructurados e indexados. Si bien a los consumidores les cuesta más entender
el concepto de depósito estructurado que el de indexado.
4. Préstamos hipotecarios
Se comentan a continuación los resultados obtenidos con relación a los
préstamos hipotecarios
El 56,6% de los encuestados no posee ni ha tenido un préstamo
hipotecario.
CEACCU / ESTUDIOS Y DOCUMENTACIÓN
La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
205
Es mayoritariamente conocido entre los consumidores de préstamos
hipotecarios que las cuotas pueden variar en el tiempo; probablemente
debido a que la evolución y cambio de los tipos de interés es noticia constante
en los medios de comunicación masivos.
Sin embargo, una cuarta parte de la muestra no sabe que parte de esta cuota
corresponde a intereses y que parte a devolución del principal; desconociendo
además cómo calcular las cuotas a pagar.
En la contratación de un préstamo hipotecario, más de la mitad de los
encuestados considera obligatorio contratar un seguro de vida (58,2%),
pagar comisiones (56,4%) y asumir los gastos de notaria y registro
(55,8%).
Es de destacar como casi la mitad de la muestra desconoce la obligatoriedad
existente del pago de comisiones, y de gastos de notaria y registro.
Adicionalmente, en torno a la mitad de la muestra cree que es obligatorio
contratar seguros de vida y del hogar para poder formalizar un préstamo
hipotecario. Hágase notar que la ley no dice nada al respecto y que son las
entidades financieras las que pueden exigir la existencia de un seguro de vida
como garantía adicional a la hipotecaria. En este sentido, la mitad de los
consumidores que pidieron un préstamo fueron obligados a contratar algún
tipo de seguro con ellos, sin conocer su derecho a elegir entidad aseguradora.
Cabe añadir que sólo el 8% de los encuestados afirman haber sido advertidos
por el notario sobre la posible existencia de cláusulas abusivas en el contrato
que se estaba firmando.
Si bien la mayoría de consumidores de préstamos hipotecarios conoce que las
cuotas varían en el tiempo, una cuarta parte desconoce cómo calcularlas.
La mitad de los encuestados muestran conocimiento de los conceptos
obligatorios que se deben asumir en la contratación de un préstamo
hipotecario. Este mayor conocimiento se produce entre consumidores con
elevado nivel de estudios y gran capacidad de ahorro.
La mitad de los encuestados cree que debe asumir más gastos de los que
legalmente están estipulados.
5. Otros productos financieros
En este apartado comentaremos los resultados obtenidos con relación al
servicio de reunificación de deudas, el fondo de garantía de depósito e
inversiones, y las inversiones en ciertos productos no financieros.
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
Sobre el servicio de reunificación de deudas, el consumidor financiero
posee un conocimiento de lo que el mismo supone.
Así, más del 80% de los entrevistados está de acuerdo en que este servicio
permite incrementar el plazo para liquidar las deudas contraídas
disminuyendo el importe de las cuotas que se pagan, así como incrementar la
deuda original a pagar.
Del mismo modo, se comparte la opinión de que es un servicio que conlleva
ciertas comisiones y gastos extra que debe asumir el consumidor/usuario.
En torno al 60% de los consumidores encuestados sabe que las comisiones no
las asume el oferente, que la solvencia del usuario es analizada por la entidad
y que se suelen solicitar garantías adicionales.
A pesar de lo expuesto sobre el servicio de reunificación de deudas,
cerca del 60% de los encuestados opina que no existe abundante
información para la contratación de este servicio y que la existente no
es clara ni veraz.
Aún conociendo este tipo de servicio, el consumidor muestra su descontento
en cuanto a la información recibida, tanto por la cantidad como por el
contenido de la misma.
El consumidor financiero conoce de la existencia y funcionamiento del servicio
de reunificación de deudas ofrecido por algunas empresas, si bien demandan
mayor cantidad y calidad de información.
Con relación a los fondos de garantía de depósitos y de inversiones,
sólo el 3,7% de los encuestados conoce exactamente en qué consiste
dichos fondos.
Únicamente, una minoría de los consumidores entrevistados posee
conocimiento de que para todos los casos la indemnización máxima es de
20.000 euros por inversor; esto significa que aunque un inversor tenga
abiertas varias cuentas distintas en una misma entidad, el fondo nunca le
pagará más de los 20.000 euros.
Es de destacar el amplio porcentaje de encuestados (64,9%) que desconoce la
existencia de dichos fondos de garantía. Dicho colectivo se corresponde en
buena medida con consumidores jóvenes o muy mayores, con menor nivel de
estudios, sin trabajo y con dificultades para el ahorro.
El consumidor financiero desconoce totalmente la existencia y funcionamiento
de los fondos de garantía de depósitos y de inversiones.
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
207
Por último, sólo el 27,1% de los encuestados afirma que las inversiones
no controladas no poseen garantía alguna.
Adicionalmente, el 57,7% de la muestra desconoce la posibilidad de
inversiones en obras de arte, joyas, sellos, bosques naturales y otros tangibles
no controladas por el Banco de España ni por la Comisión Nacional del
Mercado de Valores.
Sólo una minoría de consumidores financieros conoce la existencia de
inversiones no controladas y sus condiciones.
F. Implicaciones
Las implicaciones que aquí se presentan son consecuencia de las conclusiones
obtenidas a partir de los resultados de la encuesta realizada a 1.600
consumidores de productos financieros con edad superior a los 18 años; datos
que han sido facilitados por la consultora Creed España.
Las mismas van dirigidas tanto a consumidores, como a aquellos entes públicos
y/o privados defensores de los derechos del consumidor financiero. La finalidad
no es otra que poder facilitar el conocimiento, la información y la confianza del
consumidor español sobre distintos productos financieros, en especial, aquellos
referidos a productos de ahorro e inversión.
Así, el principal dato preocupante es el que pone de manifiesto que el español
promedio no ahorra ni invierte, principalmente, porque afirma no disponer de
dinero para hacerlo. Es más, uno de cada tres consumidores financieros poseen
un préstamo hipotecario y uno de cada cinco reconoce disponer de préstamos
personales. Por el contrario, es más reducido el número de consumidores con
productos ahorradores (planes de pensiones y de jubilación, acciones y deuda
pública). Estos datos explican que la capacidad de ahorro del consumidor sea
escasa o nula. Las asociaciones defensoras del consumidor no deberían obviar
esta información. Del mismo modo, el consumidor debería llegar a ser consciente
de su baja propensión al ahorro y de las implicaciones negativas que ello
conlleva.
El estudio ha puesto de relieve como el nivel de escolaridad y el estado civil son
los aspectos más significativos a la hora de explicar la capacidad y propensión al
ahorro. De manera específica se comprueba que el perfil del consumidor no
ahorrador, que exhibe además una situación familiar ante el ahorro más
preocupante, es el de un individuo soltero y sin estudios universitarios (no
diplomado, licenciado, ni postgraduado). Por ello, tal vez resultaría interesante
promover desde las asociaciones de consumidores programas informativos de
estímulo al ahorro que ofrecieran ventajas en dos direcciones. Por un lado, a
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
hogares unipersonales donde un solo individuo debe hacerse cargo de gran
cantidad de gastos sin poder destinar parte de sus ingresos al ahorro. Por otro
lado, a individuos sin estudios universitarios que quizás desempeñen más
puestos de cuello azul que de cuello blanco, con niveles inferiores retributivos.
Sería interesante, en este sentido, diseñar programas de ahorro ad hoc para
“hogares unipersonales” e “individuos sin formación superior”.
Adicionalmente, otros colectivos “poco ahorradores” que podrían tratar de ser
informados y estimulados desde instituciones públicas y privadas defensoras del
consumidor, serían los trabajadores por cuenta propia y los individuos que no
trabajan fuera de casa; los que todavía no tienen la vivienda en propiedad y el
público joven (por lo general de menos de 25 años). Es por ello que, contemplando
las características de estos individuos menos ahorradores, se podrían crear
campañas de comunicación temáticas dirigidas “a la juventud”, “a los que viven
sin vivienda propia” o a “los trabajadores por cuenta propia” entre otros. Tales
campañas deberían de adecuarse a los consumidores a los que van dirigidas, y
diseñarse para satisfacer la problemática inherente a cada uno de ellos. En suma,
estas organizaciones deberían de conseguir que los oferentes de productos
financieros se interesaran por los colectivos de consumidores menos favorecidos,
y, en este sentido, intentar que desarrollaran programas de ahorro en mejores
condiciones para ellos.
En términos generales, el consumidor español se encuentra satisfecho tanto con
relación a la decisión de compra, como a la información recibida por parte de la
entidad. Es más, la mayoría de los encuestados conserva la documentación de los
contratos firmados con las entidades financieras, habiéndose informado
previamente de los costes y de sus derechos. Asimismo, afirma que el principal
motivo de adquisición de los diversos productos recae en el asesoramiento
recibido del personal de la entidad. No en vano, prefiere formalizar sus contratos
en la propia oficina física, confiando en menor medida en las nuevas tecnologías.
A pesar de lo expuesto, el consumidor debería continuar informándose de boca
del personal de contacto, aunque comparando diversas opiniones de diferentes
empleados, preferentemente de diversas entidades financieras, y, en su caso,
completando la información con otras fuentes (publicidad, Internet,
asesoramiento externo profesional, etc.).
Si bien Internet y las nuevas tecnologías presentan gran número de ventajas
tanto para los consumidores como para las propias entidades financieras, aún
sigue siendo incipiente su uso por parte del consumidor español. En este sentido,
los datos ponen de relieve la demanda por parte del consumidor de mayor
información y garantías. Adicionalmente, los datos han revelado como el
consumidor se siente seguro con el uso de la banca tradicional, tanto por la
frecuencia de envío y por la calidad de la información recibida, como por la
disponibilidad de oficinas.
Frente al caso anterior, en el que la banca tradicional hace uso de la banca on-line
CEACCU / ESTUDIOS Y DOCUMENTACIÓN
La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
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como complemento de su oferta física, existen entidades que sólo ofrecen sus
productos y servicios a través de Internet. Puesto que el consumidor ha señalado
que recibe escasa o insuficiente información por parte de estas entidades, se
debería hacer un esfuerzo por mejorar tanto la frecuencia de envío como la
calidad de la información que es remitida al consumidor final.
A la vista de lo expuesto, es necesario que el consumidor sea consciente de las
ventajas en costes y tiempo que tanto la banca telefónica, como la banca on-line,
le ofrecen. En cuanto a la banca telefónica, representa un canal sencillo de
interacción con la entidad a un coste muy bajo y que no necesita de
conocimientos tecnológicos. Los consumidores más maduros, menos
familiarizados con las nuevas tecnologías, deberían de vencer sus reticencias al
uso del teléfono para la contratación y seguimiento de sus productos y servicios
financieros. Con relación a la banca on-line, son también muchas las ventajas
que ofrecen, si bien es cierto que existe cierto temor y desconocimiento,
especialmente entre el segmento más maduro y más joven. En este sentido, son
especialmente útiles los cursos gratuitos o de bajo coste dirigidos al consumidor
que constantemente se promueven desde la Administración Pública.
Se deberían de realizar también campañas informativas para poner de
manifiesto las prácticas abusivas que se llevan a cabo desde las entidades
financieras, que, especialmente en las contrataciones virtuales, no facilitan toda
la información al consumidor que legalmente le corresponde.
El tipo de entidad financiera que cuenta con mayor demanda es la caja de
ahorros. Ahora bien, independientemente de que el consumidor acuda a una caja
de ahorros, a un banco o a una cooperativa de crédito, es de destacar la duración
de la relación con la entidad. Así, los datos muestran que son consumidores fieles
a los que les gusta el asesoramiento personalizado del personal de la entidad. El
consumidor de mayor edad trabaja con un mayor número de entidades, quizá
para diversificar los riesgos que conlleva operar con una sola entidad. Aún siendo
conscientes de que las entidades financieras desean tener clientes plenos
(clientes que tienen contratados diversos productos y servicios financieros con
una misma entidad), el consumidor debería de intentar trabajar con más de una
entidad. De este modo, ésta debería de ser la pauta dominante en el consumidor
por dos motivos. Primero, por las ventajas legales de cara a indemnizaciones que
conlleva en el supuesto de quiebra de una entidad financiera. Segundo, porque la
oferta en el mercado financiero es muy amplia, y si el consumidor no está
plenamente satisfecho con su entidad financiera, está en su derecho de cambiar
de entidad.
Los productos que estimulan el ahorro (planes de pensiones/jubilación,
depósitos a plazo fijo, etcétera) son percibidos como productos de bajo riesgo y
alta rentabilidad y beneficios fiscales. Estos productos, por una parte, ofrecen al
consumidor una alta rentabilidad, al tiempo que le permiten no asumir muchos
riesgos. Por otra, dependiendo del tipo de producto de que se trate, gozan de
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La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
ventajas fiscales que todavía los hacen más atractivos. Esto explicaría porqué los
consumidores que los han contratado están muy satisfechos con ellos y con la
información facilitada por la entidad. Consecuencia de ello, el consumidor
debería recibir más información que la procedente del personal de la entidad, es
decir, es necesaria una mayor labor informativa procedente de otras fuentes
fiables.
Los consumidores que no adquieren dichos productos aducen dos motivos
principales. Por un lado, la falta de dinero disponible para la contratación de estos
productos ahorradores, y por otro lado, la escasa o confusa información
relacionada con los mismos. Es por ello que, de acuerdo a lo planteado en líneas
previas, es importante que las entidades motiven a sus empleados a informar a
los consumidores a fin de que éstos estén mejor informados. Al mismo tiempo,
tanto desde las Administraciones Públicas como desde los medios de
comunicación masivos se podría intentar complementar (no sustituir) esta labor
informativa del personal de contacto.
Pese a las ventajas y propiedades que se reconocen a los productos denominados
‘ahorradores’, no es mayoritario el porcentaje de consumidores encuestados que
los contrata. Por el contrario, gozan de una alta aceptación en la muestra
aquellos productos ‘anti-ahorro’ (tarjetas de crédito/débito, créditos y préstamos
hipotecarios y personales). Es decir, la gente se endeuda consecuencia de que lo
consideran imprescindible. Necesitan estos productos para seguir adelante y no
porque sean especialmente atractivos en términos de riesgo, rentabilidad y
beneficios fiscales. En este sentido, y admitiendo que la mayoría del público no
puede prescindir de estos productos ‘anti-ahorro’, los productos de ahorro
deberían presentarse como una oferta complementaria a los mismos y no
sustitutiva. Se deberían de promover las ventajas por el uso de estos productos
de forma combinada.
Al analizar los principales productos financieros de manera aislada, se observa
que, salvo para las tarjetas de crédito y de débito, el desconocimiento y la
confusión del consumidor es evidente. Por tanto, son necesarios mayores
esfuerzos por parte de entidades públicas y privadas defensoras del consumidor
en sus campañas de comunicación de las características únicas de dichos
productos; y ello como primer paso para poder estimular el ahorro. Así, las
percepciones favorables hacia un producto derivan en actitudes de agrado hacia
los mismos, provocando intenciones de compra superiores tanto actuales como
futuras. En este sentido, sería de gran ayuda que el consumidor dispusiera de una
guía de presentación de estos productos ahorradores, de sus ventajas y de las
consecuencias negativas que podrían derivarse de su no utilización.
La principal confusión entre los planes de pensiones y de jubilación se da entre
consumidores más jóvenes, con menor nivel de estudios y menor capacidad de
ahorro. En este sentido, las campañas informativas sobre estos productos
deberían de realizarse con un lenguaje claro, directo y sencillo, donde se expliquen
CEACCU / ESTUDIOS Y DOCUMENTACIÓN
La Protección de los consumidores ante el ahorro y la inversión
211
las ventajas del ahorro, así como las de estos tipos de productos. Para ello, los textos
podrían acompañarse con fotografías ilustrativas que facilitaran la comprensión de
los beneficios que este tipo de productos pueden reportar en el futuro.
Con relación a los distintos tipos de depósito, los consumidores financieros tienen
problemas a la hora de diferenciar entre depósitos estructurados e indexados.
Dicha confusión es mayor cuando se les pide que definan las características de los
depósitos estructurados. Por este motivo, resulta prioritario que el consumidor
final conozca las diferencias existentes entre los distintos tipos de depósitos. Así,
debería desarrollarse material promocional capaz de complementar el
asesoramiento que se recibe en la entidad, al tiempo que sirva para instruir y
educar al propio personal de contacto que actúa de enlace entre la empresa y el
consumidor final.
Respecto a los préstamos hipotecarios, es de destacar que frecuentemente las
entidades financieras exigen un seguro de daños de la vivienda, ya que la seguridad
de aquéllas reside en el valor económico del bien hipotecado, por lo que en caso de
siniestro la ley prevé que la hipoteca se extienda a las indemnizaciones que en tales
casos deba cobrar el propietario. Adicionalmente, algunas entidades exigen
también que el consumidor financiero contrate un seguro de vida ya que a menudo
el pago regular de las cuotas se hace a cargo de la nómina o de los ingresos
profesionales del que pide el préstamo. En este sentido, no es de extrañar que los
consumidores perciban más obligaciones de las que realmente la ley estipula. Es
por ello importante que el consumidor disponga de la información completa y
abundante relativa a sus derechos y obligaciones en la contratación de este tipo de
préstamos.
De lo descrito en líneas previas, es recomendable que desde las distintas entidades
se informe al consumidor de las divergencias que puede encontrar entre distintas
entidades financieras oferentes de préstamos hipotecarios, no sólo en términos de
tipos de interés, comisiones o gastos de notaria a pagar, sino de otras obligaciones
en materia de seguros. El consumidor debería, además, conocer que no está
obligado a contratar el seguro de vida, y que, en todo caso, no puede ser obligado a
contratar los seguros en una entidad del mismo grupo que la entidad financiera
oferente.
Por otra parte, los resultados han puesto de manifiesto cómo un porcentaje muy
reducido de los consumidores financieros es advertido por el notario de la
existencia de posibles cláusulas abusivas en los contratos firmados sobre algún
tipo de crédito (de consumo, personal, hipotecario). Es por ello que las asociaciones
de consumidores y otros colectivos deberían dirigirse a los Colegios Oficiales a fin
de que éstos a su vez estimulasen al cuerpo notarial sobre el importante papel que
desempeñan en las buenas prácticas en la formalización de contratos. Deben ser
conscientes de que su labor informativa beneficia al consumidor final, evitando
que éste sufra perjuicios por la imposición posibles prácticas abusivas por parte de
ciertas entidades financieras.
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El consumidor financiero ha mostrado interés por el servicio de reunificación de
deudas. En este sentido, la mayoría de los consumidores entrevistados conoce
dicho servicio, al tiempo que demanda mayor cantidad y calidad de información.
Así, se debería realizar un esfuerzo por ampliar, por un lado, la información ofrecida
al consumidor y, por otro, las garantías relacionadas con la calidad de la misma:
veracidad y claridad. Debido al efecto fuente subjetivo, resulta clave elegir la fuente
informativa oportuna, que deberá de gozar de reconocimiento, credibilidad y
confianza entre los consumidores finales.
Existe un desconocimiento casi absoluto de la existencia y condiciones de los
fondos de garantía de depósitos y de inversiones. Creemos oportuno que se
informe al consumidor de la existencia de estos fondos, a fin de diversificar el
riesgo en los hogares y mejorar su estrategia inversora. Recordemos que una
entidad financiera garantiza 20.000 euros a cada consumidor, dato ampliamente
desconocido entre los consumidores encuestados.
Para finalizar, con relación a la inversión en tangibles (inversiones no controladas),
se trata de mercados mucho más cerrados, complicados, y menos organizados,
líquidos y transparentes que los financieros. Fruto de ello, las empresas oferentes
en este mercado marcan sus propias reglas, bien distintas entre sí, y desconocidas
por el público. Desde este ángulo, conviene enfatizar que resulta imprescindible
que el consumidor conozca bien tanto a las empresas que ofrecen este tipo de
inversión, como las condiciones y garantías que ofrecen para no errar en la
inversión. No en vano, un reducido porcentaje de los consumidores entrevistados
son conscientes del elevado riesgo que dichas inversiones suponen. A la vista de lo
expuesto, es prioritario difundir entre la sociedad las características de dichas
inversiones no garantizadas para evitar situaciones dramáticas que ponen en
peligro la estabilidad económica de los hogares.
Se debería de potenciar entre el consumidor de productos financiero el derecho a
reivindicar lo que es suyo de cara a la entidad financiera, haciéndole perder el
miedo a emprender medidas legales. Para ello, se le debería de informar del apoyo
que puede recibir desde asociaciones de consumidores y usuarios; y recordarle su
derecho a la protección jurídica, administrativa y técnica. Las prácticas abusivas
tienen su origen, con frecuencia, en consumidores desinformados sobre
instrumentos de apoyo al consumidor.
En suma, y recordando que quien tiene la información tiene el poder, hay que
equipar a los consumidores financieros con las armas informativas que precisan
para adoptar decisiones de compra adecuadas desde el conocimiento real y veraz
de los distintos productos financieros, así como de las entidades que los ofrecen.
Para ello, cobra especial protagonismo la variable comunicación. Es necesario
desarrollar programas integrales de comunicación dirigidos a todos los
participantes de este mercado financiero, tanto oferentes como demandantes.
A pesar de lo expuesto, los datos revelan que el consumidor español posee una
CEACCU / ESTUDIOS Y DOCUMENTACIÓN
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capacidad reducida de ahorro que difícilmente podrá aumentarse mientras que,
por un lado, no se presenten medidas para reducir el gasto ni estímulos para el
ahorro y, por otro, el consumidor siga hipotecando parte de su capacidad de ahorro
con el pago de préstamos y créditos.
Como colofón, se podrían resumir en 10 las principales carencias del consumidor en
su comportamiento frente al ahorro:
1. Desconocimiento de la importancia del ahorro, especialmente entre los
consumidores jóvenes.
2. Infrautilización de la banca telefónica y de la banca on line, especialmente
entre los consumidores más jóvenes y los más maduros.
3. Excesiva fidelidad y sometimiento a una sola entidad financiera, cuando
trabajar con un mayor número de entidades permite diversificar riesgo.
4. Desconocimiento de las ventajas que ofrecen los productos ahorradores.
5. Confusión respecto a las diferencias entre tarjetas de crédito y débito.
6. Ignorancia de las diferencias y características de los depósitos estructurados
e indexados.
7. Desconocimiento de las obligaciones legales en materia de seguros en la
contratación de préstamos hipotecarios, unido a una excesiva situación de
dominio por parte de la entidad oferente.
8. Carencia de suficiente información sobre las posibilidades que ofrecen el
servicio de reunificación de deudas.
9. Prácticamente nulo conocimiento de la existencia y las condiciones de los
fondos de garantía de depósitos y de inversiones.
10. Ingenuidad a la hora de escoger inversiones no garantizadas, desconociendo
los elevados riesgos que asumen.
Junto a las acciones que deberían llevarse a cabo por parte de los agentes que
integran este sector, las asociaciones en defensa del consumidor desempeñan un
papel clave de apoyo al consumidor en muchas ocasiones indefenso. Es por ello, que
dichas instituciones deberían darse más a conocer para que su interesante y
necesaria labor no pase desapercibida al consumidor. Se deberían difundir de
forma masiva publicaciones como las de CEACCU, disponibles de forma gratuita,
que se encuentran en la Web, pero que los consumidores desconocen.
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