SER PERSONA HOY ¿PARA QUE VIVIMOS? A esta pregunta todos respondemos en y con nuestra vida. Las ilusiones, los planes, los proyectos, las ideas que cada uno tenemos responden a esta pregunta. Una respuesta real, concreta, práctica. La verdadera. Porque puede suceder que teóricamente demos una respuesta muy bonita que después no se concreta en nuestra vida. Lo que realmente, pues, define nuestra respuesta es la práctica diaria. La sociedad también responde a esta pregunta con hechos y no con palabras. Por ejemplo: una sociedad que hable de paz, pero que aumenta el presupuesto para armamentos, es una sociedad realmente violenta y opresiva. La cuestión del para qué, la cuestión del sentido de la vida es fundamental en la persona y en la sociedad. La respuesta práctica a esta pregunta dice mucho más que todas las mejores teorías juntas. Precisamente éste es el gran fallo de nuestra sociedad y de nosotros como personas. Hemos cambiado las respuestas constructivas de amor, solidaridad, fe por respuestas del estilo “sálvese que pueda”. Hemos olvidado el compromiso por una persona más digna y libre y lo hemos sustituido por personas atadas al tener más y más. Nuestro horizonte humano se reduce a pasarlo bien hoy. Pasarlo bien yo y los míos. La actitud de servicio a los demás, de ayuda, de compartir... la hemos sustituido por el deseo de poder. El que más puede es el más razonable en este ambiente. Porque puede vivir mejor, y éste es el ideal que más se vive o se añora hoy. La suprema ilusión es situarse bien en esta sociedad que busca la satisfacción inmediata de los deseos; en la que sólo es feliz el que triunfa; en la que triunfa el que más puede servirse de más cosas. Por eso preguntamos con frecuencia: “Y esto ¿para qué sirve?”. Si la respuesta es: “para ser más libre, para ayudar a los demás, para traer más justicia”, la respuesta no nos sirve. Este es el gran problema actual que genera otros problemas. Porque lo veamos o no lo queramos ver, los problemas concretos de desencanto social, de paro, de pobreza... tienen aquí su raíz y su fundamento más profundos. Por tanto, comenzar a cambiar esta raíz es comenzar a cambiar la sociedad. Proyecto inmenso, lejano. Pero proyecto imprescindible. Quienes se lanzan por este camino pueden ser tachados de ilusos o de tontos que no saben vivir, pero son los únicos que dignifican esta sociedad y que están haciendo algo para que sea más humana. No es el Gobierno de turno el que puede motivar este cambio de mentalidad. No se hará desde fuera. Es la persona. Es cada uno el que ha de decidirse. Porque, aunque alcancemos un nivel alto de bienestar, aunque todos los hombres y todos los países lo alcanzasen, todavía seguirá dentro de nosotros la pregunta: “¿para qué la vida?”. El puro tener nunca nos llenará interiormente, a no ser que hayamos matado a nuestra humanidad, si es que podemos. Por eso necesitamos, aunque exteriormente no las valoremos, personas que vivan de otra manera y que nos ofrezcan razones profundas por las que vivir. Jesús Moreno.