“Hay que hacer una reforma profunda del acceso a la judicatura

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Nº 97/Abril 2012
Entrevista
Eugeni Gay Montalvo, vicepresidente del Tribunal Constitucional
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“Hay que hacer
una reforma
profunda del
acceso a
la judicatura”
Procuradores
Con el mandato
caducado desde
finales de 2010, el
vicepresidente del
Tribunal Constitucional,
Eugeni Gay Montalvo,
se ha significado por
reclamar la renovación
pendiente de este
órgano esencial de la
democracia. Incluso
llegó a firmar una carta
de renuncia, que no fue
aceptada. Si se le habla
de modernización de la
Justicia pide que antes
se realice un debate
serio, a su juicio todavía
inédito en España,
sobre el concepto de la
independencia judicial, y
se reforme el sistema de
acceso a la judicatura.
Así, cuestiona el
papel protagonista de
algunos preparadores
en el sistema de
oposiciones, o que
jueces y magistrados
puedan pertenecer
a asociaciones. Y en
cuanto a su opinión de
la Procura, nada mejor
que su experiencia
como abogado: jamás
ha llevado un asunto
sin procurador.
lo es ahora. Y además entiendo que
no hay excusa. Es un imperativo de la
Constitución que no tienen más remedio que cumplir, y más quienes asumen
la responsabilidad del nombramiento
de todos los cargos de obligado consenso, pero especialmente del Tribunal
Constitucional, porque es quien corona el edificio de la democracia constitucional española, como el de casi todos
los países de nuestro entorno cultural,
geográfico y jurídico.
–¿Qué consecuencias tiene
esta dificultad de los grandes partidos en encontrar espacios de
consenso en torno a instituciones
claves del Estado?
–Las consecuencias son más por
el ejemplo poco edificante que ofrece
que por su efecto jurídico real. El Tribunal Constitucional sigue existiendo
y funcionando, pero no conforme a las
previsiones de certeza en el ­mandato y
los periodos de renovación. Lo que no
es ejemplar es que quienes tienen por
misión el cumplimiento de la Constitución no lo hagan, por razones que
pueden ser muy respetables, no lo
dudo. Hay que encontrar una forma de
desatascar esta situación.
–Usted habla incluso de que
pone en riesgo la democracia.
¿Hasta qué punto?
–Afortunadamente la democracia
en nuestro país está muy asentada,
muy arraigada, esto es algo importan-
tísimo. Lo que sí pone en riesgo es la
credibilidad de la misma. ¿Cómo puede
el legislador exigir el cumplimiento de
sus leyes, si no cumple en aquello que
es fundamental? Tiene una función no
solamente de obligado cumplimiento
constitucional, sino también de responsabilidad en el ejercicio de la función
pública y de ejemplaridad en su conducta política, especialmente en servir
al poder y no abusar o aprovecharse
de él. En definitiva, en el escrupuloso
cumplimiento de la legalidad por parte
de todos los poderes.
–¿Hablamos entonces de un
riesgo más simbólico que real?
–A veces es difícil distinguir ­entre
lo formal y lo material, porque las formas son necesarias para hacer efecti­
vos los derechos. No podríamos hablar
de un derecho adjetivo que no respon­
da a la existencia de un derecho sustantivo. La misma función de los procuradores, que es precisamente la de
vigilar y corregir el proceso en la defensa de los intereses de sus clientes, tiene
una importancia enorme. Imaginemos
que se saltan las reglas del proceso;
¿cómo puede uno defenderse si ocurre
eso? Por tanto, las forma y el fondo
tienen mucho que ver.
–Junto con otros dos magistrados, usted presentó hace 9 meses
su renuncia, que no ha sido aceptada, en un claro intento de forzar
la renovación.
Procuradores
Entrevista
–¿Cree usted que en España
faltan juristas de reconocido prestigio?
–Yo creo que no, tenemos muchísimos juristas, extraordinarios, de reconocido prestigio. Es un país donde
el estudio del Derecho, el cultivo de la
ciencia y la doctrina jurídicas, el nivel
de los juristas, es altísimo, no puede
envidiar a ningún país. Tenemos una
sólida y gran tradición jurídica, somos
herederos de Roma.
–Entonces, ¿por qué cuesta tanto renovar órganos tan relevantes
como el Tribunal Constitucional?
–Quizás faltan los “buscadores”
–contesta entre risas–. Es una c­ uestión
simplemente de consensuar los nombres, y más de llegar a acuerdos que
de empecinarse en unos determinados
juristas. Son muy importantes las personas que estén en el Tribunal Constitucional, pero no hay nadie imprescindible; lo importante es que sean independientes y de reconocido prestigio,
que es lo que dice la Constitución.
–Son ya 16 meses de retraso
los que lleva el Congreso de los
Diputados en renovar a los tres
magistrados que ya han cumplido su mandato, entre ellos usted.
El Senado tardó tres años y un
mes en la anterior renovación. ¿Es
aceptable esta demora?
–No es aceptable desde ningún
punto de vista. Ni lo fue entonces ni
Nº 97/Abril 2012
Nacido en Barcelona en 1946,
Eugeni Gay se licenció en Derecho por la
Universidad de Barcelona y se graduó en
Derecho Comparado por la Universidad de
Estrasburgo. Fundó el despacho Gay-Vendrell
Abogados, que actualmente tiene oficinas
en Barcelona, Madrid, Vic y Buenos Aires.
En la Abogacía lo ha sido todo: decano
del Colegio de Barcelona durante ocho
años, presidente del Consejo General de
la Abogacía entre 1993 y 2001, presidente
de los profesionales liberales españoles
agrupados en Unión Profesional, y presidente
de los abogados europeos. Especializado en
derecho civil y mercantil, está casado, tiene
cuatro hijos, ocho nietos, y posee, entre otras
distinciones, la Orden de Caballero de la
Legión de Honor. Fue nombrado magistrado
del Tribunal Constitucional a propuesta del
PSOE en noviembre de 2001, y vicepresidente
en enero del pasado año.
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Entrevista
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–Es muy desesperante para nosotros. Y hay algo que es más triste; un
compañero falleció hace ya cinco años.
¿Era prescindible su presencia en el Tribunal? Yo creo que no. Si el Tribunal
se compone de 12 miembros, según la
previsión constitucional, llevar cinco
años con 11 magistrados es una disfunción. Evidentemente hay quórum, pero
el respeto a la persona que ha fallecido
también es algo que se ha de cuidar.
–¿Se podría pensar en algún
mecanismo jurídico que obligara
a los partidos a extremar el cuidado en la renovación de los órganos constitucionales? ¿Existe
alguna fórmula?
–Por ejemplo, que queden los magistrados sin jurisdicción hasta que
no sean sustituidos. O que el nombramiento de los sustitutos se haga a propuesta de los propios magistrados del
Tribunal; esto ocurre en algún tribunal
constitucional. Algo se ha de hacer.
–Tras más de 10 años en el Tribunal, ¿ha cambiado su visión del
país?
–El Tribunal Constitucional es una
atalaya, ciertamente, como hay tantas
otras. Tenemos una visión del conjunto
que yo calificaría de muy exacta. Esa visión me permite decir que estamos en
un Estado democrático arraigado. Desde el Estado de derecho se ha luchado y
se sigue luchando contra el terrorismo
y la delincuencia, contra la corrupción
política y transnacional; se han estable­
cido marcos de cooperación internacional importantísimos para la persecución
del delito y para la seguridad jurídica. Es
verdad que la democracia saca a la luz
las deficiencias, y sobre todo es transparente, o ha de serlo, y permite ver lo
que una dictadura no permite que se
sepa. Hemos avanzado muchísimo. En
ese trabajo ha tenido una importancia
enorme el Tribunal Constitucional. Denostado, criticado, que también se ha
de aceptar, porque nos equivocamos
como todo el mundo. En esa constante
búsqueda de la Justicia y preservación
de los valores democráticos, toda actitud y actividad delictiva, a la corta o a
la larga, cae aplicando el ordenamiento
del Estado de derecho. Pero eso requiere que todos, desde el más al menos
responsable, estemos en nuestro sitio.
Procuradores
“Afortunadamente
la democracia en
nuestro país está
muy asentada, muy
arraigada, esto es
algo importantísimo”
“La salud de la
Constitución es
buena, creo que no
precisa de ninguna
reforma especial”
–Conmemoramos en estos días
el bicentenario de la Constitución
de Cádiz. ¿Qué significó este texto en la historia de España?
–La Constitución de Cádiz fue efímera en el tiempo, pero es una de las
más importantes que ha producido la
humanidad. Los españoles no somos
conscientes de eso. Fue de aplicación
directa en dos hemisferios y cuatro con­
tinentes. Las dos constituciones anteriores, la francesa, que también fue efímera en el tiempo, y la norteamericana,
que sigue en vigor, tuvieron en ese momento una aplicación en una sociedad mucho menor. La Constitución de
Cádiz fue insólita, de una gran fuerza,
y sirvió de modelo y ejemplo para la
constitución de Nápoles y el Reino
de las Dos Sicilias, Noruega, Portugal
o Bélgica después de su independencia. Se estudió y trabajó en Rusia a
instancias del propio Zar Alejandro I,
aunque luego prohibió terminantemente que se siguiera por esa senda.
Y sobre todo sirvió para casi todas
las constituciones americanas en países de habla hispana.
–¿Cuánto de ella sigue vivo
en la Constitución actual?
–La Constitución de 1978 es heredera directa de la de Cádiz por dos
cosas. Una, por el consenso, por el
espíritu que la anima y la vocación
que tiene de perpetuidad, en el buen
sentido de la palabra, de duración
en el tiempo, sabiendo que en esta
vida y en el Derecho no hay nada
perpetuo; y otra, porque está hecha
a base de renuncias para abrazar a
todos, lo que no ocurre con todas las
constituciones que hemos tenido en
estos 200 años.
–¿Y qué salud tiene nuestra
Constitución actual?
–Ha tenido reformas pequeñas, una
para acomodarla a las exigencias de la
Unión Europea, y la última del artículo
135 referida a la contención del gasto,
que parece razonable, si bien desde mi
punto de vista ya lo preveía ese mismo
artículo y no era necesaria una puesta
en escena. Pero son dos reformas que
están implícitas en el mismo espíritu
que la inspiró. Lo que es importante
es cómo la ha ido interpretando el Tribunal Constitucional, impidiendo que
envejeciese a lo largo de estos 34 años.
“El titular del juzgado
x es el que debe ser
independiente de
todos los poderes,
incluso del influjo
de sus compañeros”
Procuradores
Entrevista
“Y lo que tampoco
puede ser es que
los jueces queden
involucrados en
el devenir de su
sociedad, y participen
en el diálogo social.
Tienen que tener
independencia
absoluta, sin
adscripción a grupos
políticos o de otro
tipo”
función exacta que debe desempeñar
en nuestra sociedad.
–Usted ha alertado de que en
Europa la economía está teniendo un peligroso efecto dominante sobre el Derecho que pone en
riesgo sus valores. ¿Cómo nos
defendemos de ese ente tan abs­
tracto que son los mercados financieros?
–El Derecho no puede quedar subyugado a la economía o a la desregulación, no se puede vivir en la anarquía, sólo se puede jugar con reglas
claras y en igualdad de armas. En el
momento en que la anarquía política
o económica arrincona al ­Derecho,
volvemos al tiempo del Neanderthal,
se destruye la sociedad. Desde su
fuerza coercitiva, el Derecho no puede permitir que alguien que juega
fuera de él le imponga sus normas.
Y eso ocurre en el mercado. ¿Cómo
puede competir una empresa euro­
pea con otra de un país donde no
hay seguridad social, horarios de trabajo, derecho a la huelga, o impuestos? Es imposible. ¿Cómo le puedo
pedir a un empresario al que le cuesta 100 producir en un país europeo
que no deslocalice su empresa? Ese
empresario se irá donde le cueste 1,
y es lógico, pero lo que está haciendo sin darse cuenta es empobrecer su
país. Habrá trabajadores que perderán su trabajo y su poder
adquisitivo, y no comprarán sus productos. Y se irá
enriqueciendo cada vez
más quien no respeta las
reglas. El mercado, como
todo, ha de tener reglas.
En una sociedad, los que
están en condiciones peores deben poder acceder
a unas condiciones mejores, pero no se ha de propiciar el camino inverso.
El Estado social y de derecho es la gran conquista
de la Humanidad que cristaliza en Europa después
de la II Guerra Mundial, y
ese es un esfuerzo constructivo en el que todos
renunciaron a cosas en
beneficio de todos.
Nº 97/Abril 2012
Para ello hay que estar muy atentos, y
sobre todo contar con la ayuda de todas las fuerzas políticas. Cuantos menos asuntos llegan aquí, quiere decir
que su esfuerzo por el consenso es mayor. La democracia está para respetar
todos los puntos de vista e ideologías,
no siempre el consenso es fácil, y no se
puede en según qué aspectos obligar al
consenso, aunque hay que llamar a que
se produzca. El Tribunal ha hecho una
gran interpretación adecuando nuestra
sociedad al funcionamiento social de
nuestro entorno. Y esa es la grandeza
de la democracia, que iguala pero sin
obligar a la igualdad.
–¿Y estaría de acuerdo en una
reforma de cierta profundidad de
la Constitución, en la línea que
en su momento propuso el Con­
sejo de Estado?
–No soy de los que creen en la sacralidad de los textos jurídicos. Lo que
sí es imprescindible es vivir en Derecho; la aspiración máxima de la comunidad humana es la Justicia y la Paz, y
no pueden alcanzarse si no es por el
camino del Derecho. En este sentido,
cuantas menos alteraciones abruptas
existan en el camino se circulará m
­ ejor,
lo cual no quiere decir que el camino
pueda ser más ancho, más fácil o empinado en algunos momentos. Le corresponde a la sociedad libre y soberana irlo descubriendo y desbrozando a
través de las consultas que someten
a su consideración los distintos partidos políticos. Mientras sea la sociedad la que quite y ponga gobiernos,
podemos estar tranquilos. En el momento en que alguien se alce con el
poder y no permita que otros criterios
distintos al suyo puedan expresarse,
es donde veo el peligro.
–Interpreto entonces que usted no la reformaría.
–Efectivamente, la salud de la
Constitución es buena, creo que no
precisa de ninguna reforma especial.
En algunas cuestiones que tienen
más importancia porque no quedaron definitivamente resueltas, como
es el caso del Senado, que en España tiene un papel extraño a diferencia de lo que ocurre en países como
Alemania, quizás sí valdría la pena
darle un mayor contenido sobre la
15
Entrevista
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–¿Qué opinión le merece el
giro legislativo que dado el Ministerio de Justicia tras el cambio
de Gobierno?
–Me parece fantástico que cambien
los gobiernos. No sólo conveniente,
sino imprescindible. Eso quiere decir
que la sociedad es sana. Y las políticas
han de responder y ser fieles a los programas, los ciudadanos han de exigir
su cumplimiento. Y si los políticos no
lo hacen, han de explicar por qué. O
como mínimo, disculparse.
–¿Qué hace falta, a su juicio,
para que la Justicia dé el salto de
calidad hacia un servicio público
moderno y eficaz?
–Ha de haber una reforma profunda
del acceso a la judicatura. Nos hemos
de replantear la función de lo que es
realmente la independencia judicial.
Es una cuestión que debemos meditar
en profundidad.
–¿Cambiando el sistema de
oposiciones?
–No hablo sólo del sistema de oposiciones a la judicatura, sino de quién
las prepara, de la importancia que tiene el preparador; de cómo alrededor
de determinados preparadores va un
número mayor o menor de personas.
Hay que replanteárselo. Hace muchísimos años que está igual, y aunque es
verdad que en muchísimas profesiones
se sigue la tradición, la profesión de
juzgar es, si me permite el símil, prácticamente sagrada. La vocación de
juzgar es muy especial, de sacrificio,
y esto no siempre se transmite de
padres a hijos.
–Y hablando de acceso a la
profesión, ¿qué le parece la nueva Ley para ejercer la Abogacía
y la Procura?
–Se ha hecho una reforma importante, aunque insuficiente y no del
todo satisfactoria. Lo importante es
sobre todo la práctica. No se aprende
un oficio sabiendo sólo la teoría. Hay
una parte que es el estudio, la capacitación universitaria, que es fundamental, y otra es la capacitación profesional que sólo se adquiere desde
el ejercicio. No puede ser que esta
formación sea otra prueba de acceso
sin una práctica real, y que además
esté en prórrogas permanentes. Han
Procuradores
de existir unas verdaderas tutorías en
las que una persona, antes de ser abogado o procurador, haya podido ejercer bajo la responsabilidad de su tutor.
Y exactamente igual para los jueces,
como existe en otros países europeos.
Y es importante que el abogado haga
de juez, y al revés, antes de dedicarse
a su misión.
–¿Por qué es importante este
cambio de papeles en el proceso
de formación de jueces y letrados?
–Porque la Justicia no es algo de
una persona, sino de toda la sociedad. El juez se convierte en el árbitro y
debe ser absolutamente independiente, pero con conocimiento de lo demás, de todo lo que ha ocurrido. Debe
saber lo que es estar en las prisiones,
lo que es defender, la angustia de la
“Ha de haber unas
verdaderas tutorías en
las que una persona,
antes de ser abogado
o procurador, haya
podido ejercer bajo
la responsabilidad
de su tutor”
gente, la angustia de tener que prepa­
rar en plazo y en tiempo un escrito y
del esfuerzo que eso representa. Y el
abogado ha de estar en el lugar del
juez, que tiene que decidir, y al que
por tanto se le ha de dar los elementos
suficientes y bastantes para esa decisión, ni más ni menos. Y eso no se
aprende si no se ha ejercido o si no se
ha visto. Hay gente que cree que por
mandarle a un tribunal una demanda
de 400 páginas es un trabajo extraordinario; pues no es así. Los asuntos
normalmente tienen un núcleo del problema, y hay que abordarlo, desentrañarlo y hacerlo inteligible al juez. Se le
ha de facilitar el ejercicio de su función
jurisdiccional. Y el juez, al responder,
ha de comprender la situación de las
partes, y ha de ser enormemente didáctico no sólo para quien recibe la
sentencia, sino para la sociedad. Y
no sólo didáctico, sino comprensivo
y respetuoso con las partes.
–Cuando dice que debemos
replantearnos el papel del juez y
el concepto de la independencia
judicial, ¿en qué está pensando?
–El juez no es un funcionario, es
un poder independiente al servicio
de los ciudadanos, como todos los
poderes públicos. Hace falta una reflexión en profundidad de todas las
fuerzas políticas, pero también de los
colectivos implicados en ello: procuradores, abogados, jueces y
magistrados… A veces hablamos mucho de la informática,
de los medios audiovisuales,
de la racionalización del trabajo, o de los equipamientos.
Sí, sin duda alguna todo eso
es muy importante e imprescindible, pero lo que es más
importante es tener las ideas
claras de por qué y para qué
se hace, y entonces veremos
cómo el juez, consciente de
que eso es así, llevará su juzgado al día. Y si no puede hacerlo, lo razonará y exigirá los
medios.
–¿Esa independencia
puede impedir incluso a
los jueces pertenecer a
asocia­ciones profesionales?
“¿Por qué no
pueden hacer los
procuradores las
funciones que
realiza el huissier en
Francia? Eso cabría
perfectamente, puede
abaratar costes. Y
sobre todo, como
existe en otros
países, vale la pena
profundizar en ello”
planta baja, la recuerdo perfectamente, algunas veces los ordenanzas me
daban caramelos. Era muy divertido.
–¿Cómo valora la evolución de
la Procura en todos estos años?
–Ha mejorado muchísimo, ha cambiado espectacularmente. Están muy
bien preparados, tienen oficinas extraordinarias y representan un gran
servicio para los letrados. Jamás en
la vida como abogado he llevado un
asunto sin procurador, porque es la
seguridad en el proceso y el control
de los asuntos, es decir, quien te advierte de si hay algún plazo que se te
puede pasar por alto, quien te envía la
notificación… Te permite trabajar con
mayor holgura y sin nervios. Además
es un gran interlocutor y un gran mediador en la Administración de Justicia. Me parece una profesión no sólo
digna y de grandísima y larguísima
tradición en nuestro país, sino que se
ha adecuado a los tiempos actuales.
Yo recuerdo, por ejemplo, que antes
muchos procuradores llevaban administraciones de fincas, entre ellos un
tío mío. Eso lo vi desaparecer porque
el procurador cada vez tenía una mayor presencia en el pleito y no podía
dedicarse a otras tareas.
–¿Existe incompatibilidad entre las profesiones de abogado y
procurador?
–Son funciones distintas. Incompatibilidad absoluta la hay entre abogado y auditor, porque el abogado
debe cuidar el secreto profesional y el
auditor debe poner en conocimiento
de los accionistas el funcionamiento
Procuradores
Entrevista
“Los procuradores
españoles están muy
bien preparados,
tienen oficinas
extraordinarias y
representan un gran
servicio para los
letrados. Jamás en
la vida como abogado
he llevado un asunto
sin procurador”
Nº 97/Abril 2012
–El Poder Judicial ha de ser independiente de todos los poderes, eso
es innegociable, pero debe estar legitimado por alguno, al mismo tiempo.
En el tránsito del Estado absolutista
al democrático lo más importante fue
garantizar la independencia del Poder
Judicial, que estaba en manos del rey,
de los señoríos… El siglo XIX representó un avance extraordinario, aunque
desgraciadamente quedó cortado por
los regímenes totalitarios que sometieron también a los jueces a su arbitrio. Sin independencia absoluta el más
fuerte de los hombres es muy débil.
¿Cómo es posible que jueces hechos y
derechos caigan de rodillas ante Hitler,
Mussolini o Franco? Pues fue posible.
Y lo que tampoco puede ser es que los
jueces queden involucrados en el devenir de su sociedad, y participen en el
diálogo social. Tienen que tener independencia absoluta, sin adscripción a
grupos políticos o de otro tipo. Esto
es algo especialmente importante para
mí. La independencia del Poder Judicial
no es la de los jueces en general; es la
de cada juez. El titular del juzgado x es
el que debe ser independiente de todos
los poderes, incluso del influjo de sus
compañeros. Y él ha de poner la sentencia conforme a la Ley, ante sí y por sí.
En nombre del Rey, naturalmente, porque no está fuera de la sociedad, pero
él es el responsable, y con su sentencia
compromete a toda la sociedad porque
es de obligado cumplimiento.
–Usted es nieto y bisnieto de
dos insignes procuradores barceloneses, y ya de niño, cuando
acompañaba a su abuelo, pudo
­conocer muy de cerca la profesión. ¿Es cierta la anécdota de que
los empleados del Colegio de Barcelona le daban caramelos?
–Entonces a los niños se les ­daban
muchos caramelos, incluso en la calle,
y en casa me decían: “No cojas caramelos de desconocidos”. Yo acompañaba a mi abuelo, que ya estaba jubilado. Entonces él tenía 80 u 81 años.
Iba a ver a colegiados más jóvenes y a
algunos amigos de su época, porque
los procuradores siempre han tenido
entre ellos una vida social intensa. Y
en la sala de notificaciones del viejo
Palacio de Justicia, que estaba en la
17
Entrevista
Nº 97/Abril 2012
18
de la sociedad, es decir, debe ser el juez
de cuentas; y juez y parte no se puede
ser. El procurador es el representante y
el letrado es el defensor; es decir, entre
letrado y causídico no hay una incompatibilidad absoluta, pero sí que hay
una diferenciación clara de profesiones,
de manera que el abogado defiende y
el procurador representa. Hay algunos
lugares donde esto se cuestiona. Yo
nunca lo he cuestionado, al contrario,
siempre he dicho que era muy importante la figura del procurador, del representante, quizá porque la he conocido,
y así lo veo. Lo cierto es que en países
donde el procurador como profesión
no existe como aquí lo tuvieron que
inventar, por ejemplo en Italia.
–Los procuradores reclaman un
nuevo campo de actuación en la
Justicia del siglo XXI. ¿Hay terreno para darles más funciones?
–Creo que sí. Le hablaba antes de
los jueces, de los abogados… Creo que
es muy importante que nos fijemos
cómo son elegidos los jueces europeos, cuál es el papel de los abogados en Europa, de los procuradores,
la importancia que tiene el derecho
de defensa desde el primer momento,
la igualdad de armas, lo innecesario
que es que quien ejecute no pueda ser
un colaborador de la Justicia, como es
colaborador de la Justicia quien está
en sustitución de su representado permanentemente ante el juez. Se puede
decir que ya está el justiciable con su
correo electrónico, y desde el juzgado
le pueden escribir por mail; si hacen
esto yo les aseguro que en dos días
el órgano judicial no puede funcionar.
Pues de la misma manera no puedes
tener al justiciable permanentemente
en el juzgado esperando a que le notifique el juez, para eso están los procuradores. Hoy en día, por ejemplo, en
la ejecución, ¿por qué no pueden hacer los procuradores las funciones que
realiza el huissier en Francia? Eso cabría perfectamente, puede abaratar costes. Y sobre todo, como existe en otros
países, vale la pena profundizar en ello.
–Creo que esta postura suya sobre los procuradores no es nueva.
–Yo coincidí, como presidente de
la Abogacía, con José Granados como
presidente de los procuradores, y siem-
Procuradores
“Hay que cuestionarse
aquello que es nuclear
para la Justicia, y es
que sea independiente,
efectiva y eficaz.
En esas tres cosas
hemos de profundizar.
Todavía no hemos
tenido en el país
un debate serio
sobre esto”
pre le animé a que esto que él anhelaba lo llevase adelante. Y le prometí
ayuda. En más de una ocasión estuvimos juntos viendo al ministro de Justicia de aquellos tiempos para hablar
de esta situación, con apoyo explícito
mío, personal y como presidente de la
Abogacía.
–¿Sería necesario un nuevo
pacto de Estado sobre la Justicia
como el que se firmó en 2001?
–Ha de haber un debate sobre
la Justicia en profundidad. Nosotros
conseguimos un pacto de la Justicia
cuando yo era presidente, a finales
del siglo pasado. Recuerdo que los
portavoces de los grupos socialista y
popular dijeron en aquellos momen-
tos que no hacía falta ese
pacto, y aquello se estaba
poniendo fatal; pero en la
época del ministro Acebes
se llegó a un acuerdo para
la Justicia que para mí fue
muy importante. He de reconocer que el papel que
desempeñó Ángel Acebes
fue fundamental; siempre
tuvo interlocución, no sólo
constante, sino también exquisita, con la Abogacía y
con la Procura. Luego se ha
vuelto a intentar, el Consejo General de la Abogacía
y el Consejo General de
Procuradores siguen en esa
línea de alcanzar un pacto
de Estado. Pero el debate
no debe hacerse para saber si hay
que poner más o menos juzgados, o
el papel de los secretarios, o de tal o
cual profesión; ya está bastante claro, y en algunas cosas incluso hemos
complicado más la estructura. Debe
haber un debate en profundidad en
el que se pueda hablar a pecho descubierto, sin miedo a ningún tipo de
fantasmas y sin ánimo de ofender a
nadie. Hay que cuestionarse aquello que es nuclear para la Justicia, y
es que sea independiente, efectiva
y eficaz. En esas tres cosas hemos
de profundizar. Todavía no hemos
tenido en el país un debate serio sobre esto.
–Tras toda una larga vida
profesional en la que ha podido
poner a prueba sus convicciones y vocación, ¿por qué merece
la pena dedicarse a la Justicia, en
cualquiera de sus facetas o profesiones?
–La Justicia es aspiración de la humanidad. Por tanto, dedicarse a ella es
una tarea noble, era lo más noble que
había en Roma. ¿Cómo se llega a la
Justicia? Solamente a través del Derecho. La Biblia es muy sabia en las explicaciones. La Justicia salomónica te
lleva a la espada y al niño colgado de
los pies en manos de un justiciero. No
existe la Justicia salomónica, pues es
una injusticia casi siempre. q
RAÚL DE ANDRÉS
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