Áreas residenciales y desarrollo urbano en Bogotá

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Áreas residenciales
y desarrollo urbano
en Bogotá
Tania Maya Sierra
Arquitecta, Maestría en Historia del Arte
y la Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia
Palabras clave
Áreas residenciales, Bogotá,
desarrollo urbano, gestión pública.
Keywords
Residential areas, Bogota,
Urban development, public gestion.
Areas residenciales y desarrollo urbano en Bogotá. La intervención estatal
La autora confronta lo que ha sido el planeamiento urbano con la concepción de
las áreas residenciales en Bogotá durante el siglo XX, a partir de la intervención
estatal. Repasa las políticas institucionales que han gestionado la construcción de
los ejemplos más significativos e incursiona en las formas que asumieron en la
organización y caracterización de la residencia, examinando su participación en el
desarrollo urbano. La articulación de la ciudad fue una preocupación constante en
su planeación pero a su vez las áreas residenciales constituyeron cada una a su
manera una forma propia de hacer ciudad. La oposición, la discontinuidad y el
imposible encuentro de uno y otro determinaron la desarticulación entre políticas y
acción, entre áreas residenciales y ciudad. Cuando finalmente coinciden sucede
en detrimento de las áreas, el espacio urbano y la calidad de vida.
Residential areas and urban development in Bogota. The state intervention
The author confronts what has been the urban planning with the conception of the
residential areas in Bogotá during the 20th century, when the state intervention
begun. She reviews the institutional politics that have managed the construction of
the most significant urban examples and go into the forms that they assumed in the
organization and character of the houses, analyzing their participation in the urban
development. The articulation of the city was a constant concern in the planning,
but at the same time the residential areas became each one of them, in its own
way, a particular form of creating the city. The opposition, the discontinuity and the
impossible encounter of each one determined the disarticulation between politics
and actions, residential areas and city. When they finally coincided, it occurred in
detriment of the areas, urban space and life quality.
23
INTRODUCCIÓN
El desarrollo de las áreas residenciales en Bogotá y, en general
en el país, ha tenido un proceso particular. La intención de
adentrarse en él surge de una preocupación, hoy creciente, por
reflexionar sobre el tema desde la arquitectura y el urbanismo en el
contexto colombiano. En el presente texto se indagan las
consideraciones que sobre el las áreas residenciales se
contemplaron en el planeamiento urbano durante el siglo XX –
contenidas en el marco legislativo y programas- a cargo de las
administraciones nacional y distrital y las concepciones que guiaron a
los agentes directos involucrados en su realización, en este caso las
entidades estatales que se han encargado del desarrollo de los
proyectos de vivienda en Bogotá, según las escalas dimensionales
establecidas para su intervención.
Para ello, es necesario revisar los modelos y reflexiones que
orientaron su ejecución, así como confrontar las políticas
establecidas con los proyectos realizados. Se exponen algunos de
los ejemplos más representativos, a través de los cuales se busca
identificar las concepciones de ciudad y áreas residenciales que
determinaron sus formas e incursionar en el papel que jugaron en el
desarrollo urbano de Bogotá.
El sentido de las áreas residenciales.
Las áreas residenciales entendidas como una función urbana
que se establece como parte definida y diferenciada de la ciudad, son
definitivas en su desarrollo urbano. Con ellas, la organización de la
residencia en la ciudad asume una forma específica. Su aparición,
puede rastrearse en Europa desde la revolución industrial, momento
desde el cual han experimentado un proceso de transformación que
ha conducido a la forma moderna. Esta nueva forma que adopta la
residencia es caracterizada por proyectos de vivienda masiva y en
serie y encarna un nuevo significado del residir, cuyo contenido
descansa sobre una concepción de vivienda y ciudad diferente a la
que albergaban las formas residenciales anteriores.
Las áreas residenciales surgen de las necesidades de un
momento histórico, es decir, las condiciones estructurales de la
ciudad y sus problemas demandan una solución, un cambio en su
forma que obedezca a las nuevas circunstancias; respuesta que,
basada en el examen de las formas existentes y características de
una sociedad, se convierte en regla. En este sentido, resulta
indispensable la construcción de una teoría del proyecto, donde el
tipo se conciba como una estructura de la forma capaz de múltiples
24
desarrollos1, donde siguiendo a Carlos Martí, sólo el entronque con la
experiencia precedente establece una posibilidad de progreso2.
Los elementos que han definido las áreas residenciales y el
desarrollo urbano han cursado un proceso histórico. De acuerdo con
Antonio Monestiroli, es posible identificar tres momentos: Primero,
una continuidad lógica condujo del tipo edificatorio a la morfología
urbana; luego, una relación recíproca se estableció entre tipología y
morfología urbana, aunque ambas se desarrollaron de modo
independiente; y finalmente, el trazado viario que, como elemento
ordenador y configurador no sólo de las áreas residenciales sino
también de la ciudad, invirtió la lógica constructiva en su desarrollo e
introdujo un elemento novedoso: el plan. Un instrumento mediante el
cual cada elemento puede ser llevado a un nivel de generalidad,
permitiendo organizar y guiar el desarrollo de la ciudad y sus áreas
residenciales3. Así, la aparición de cada elemento, vinculado al
contexto cultural y momento histórico en que emerge, propone una
nueva manera de proceder.
Los discursos, los modelos, las necesidades, los valores de una
sociedad, ya sea la “burguesa o la capitalista”, han definido el tipo de
vivienda y su forma residencial. Los modelos de áreas residenciales
propuestos y los proyectos ejecutados en otros países, han sido
referencias importantes en el desarrollo que han tenido en el país,
momento que se puede ubicar a partir de los años treinta. Desde
entonces se emprendió la realización de los primeros proyectos de
áreas residenciales. Seguir el proceso de su conformación en
Bogotá, implica revisar las
condiciones de la época, los
planteamientos, políticas y modelos que guiaron la ejecución de los
proyectos.
Bogotá, las condiciones para la adopción de nuevas formas
residenciales.
La densificación de Bogotá a principios del siglo XX, fue una
condición que planteó la necesidad de nuevas soluciones. La Bogotá
de 1920 tenía prácticamente las mismas construcciones que cien
años atrás y cinco veces la población, su espacio urbano se había
compactado. El crecimiento demográfico incrementó la necesidad de
vivienda y, asimismo, las dinámicas urbanas que se generaron
condicionaron de un modo particular la conformación de la ciudad,
donde los problemas de estructura urbana y social se hicieron
evidentes.
1
2
3
Martí Arís, Carlos; Las variaciones de la identidad. Ensayo sobre el tipo en arquitectura.
Barcelona: Demarcación del Colegio de Arquitectos de Cataluña, Ediciones del Serbal,
1993, p.11.
Ídem.
Ver Monestiroli, Antonio; La arquitectura de la realidad. Barcelona: Demarcación de
Barcelona del Colegio de Arquitectos de Cataluña, Ediciones del Serbal, 1993, pp.53 y ss.
25
A pesar, de los intentos por combatir estos problemas, mediante
la creación de instituciones y el establecimiento de mecanismos y
políticas institucionales, no hubo una respuesta oportuna por parte
del Estado en el control y planeación de la ciudad como tampoco en
lo referente a la solución de vivienda.
En los primeros treinta años, el Estado se había centrado en la
construcción de edificios institucionales, para lo cual había creado el
Ministerio de Obras Públicas –MOP-(1905) con el fin de racionalizar
los procesos de ejecución de obras estatales, especialmente, el
desarrollo de las obras civiles de la capital y del resto del país; se
previó la creación de una oficina, que tendría a su cargo el
mantenimiento, diseño y construcción de edificios públicos. La
realización de estas obras era parte de un proyecto represado desde
el siglo anterior; por ello, la mayoría de los esfuerzos y recursos
estatales fueron dirigidos a la ejecución de edificios
gubernamentales. Sólo hasta finales de la década del veinte, el
M.O.P incluiría en sus programas la construcción de vivienda.
La aparición de asentamientos en la periferia urbana, ocupados
por la población de escasos recursos y la acción especulativa que se
dio con los terrenos libres de la ciudad, que determinaron la
existencia de grandes vacíos urbanos, condujeron a la
desarticulación del espacio urbano. Las políticas especulativas del
suelo, definieron más que cualquier otra política de estado, el
desarrollo de la ciudad y algunas áreas residenciales.
Las condiciones de hacinamiento, insalubridad y pobreza en las
que se encontraba gran parte de la población requerían acciones
prontas. Pequeños barrios obreros de casas en serie, promovidos por
sociedades de caridad, como la sociedad San Vicente de Paul, o
entidades gremiales, como el Círculo de Obreros de Bogotá o La
Junta de Habitaciones para Obreros4 y grandes viviendas construidas
individualmente por un arquitecto reconocido, como iniciativa privada
en la construcción de vivienda a particulares, fueron los primeros
intentos por dar respuesta a la demanda de vivienda, además de las
construcciones de áreas marginales que en el tiempo crecen de
manera desproporcional, a pesar de las políticas que el gobierno ha
establecido para lograr su control y mejoramiento.
El modelo residencial, correspondiente a las quintas suburbanas
anteriores a este período, trató de sistematizarse, se estandarizó con
base en el patrón distributivo de los espacios componentes de la
vivienda y buscó aplicarse a las casas que se construyeron para los
distintos sectores de la población; de acuerdo con los recursos
disponibles, se introdujeron variaciones en las dimensiones y uso de
materiales. Este proceso tipológico tuvo como referente los procesos
europeos donde se denota, en particular, la influencia de la burguesía
industrial internacional5.
4 Ver Saldarriaga, Alberto; Estado, ciudad y vivienda. Urbanismo y arquitectura de la vivienda
estatal en Colombia, 1918-1990. Corporación Colegio de Villa de Leyva, CEHAP, CITCE;
Bogotá: INURBE, 1996, p.47.
5 Ver Arango, Silvia; Historia de la arquitectura en Colombia, Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia, 1989, pp.177 y ss.
26
Imagen 1. Panorama del crecimiento de Bogotá
en la década del 30. Vista desde los cerros
orientales hacia el occidente.
Fuente: Del Castillo, Juan Carlos; Bogotá,
El Tránsito a la Ciudad Moderna 19201950.
Algunos de los elementos que prefiguraron el terreno para el
desarrollo de las áreas residenciales fueron entre otros, la atención a
los problemas que en varios frentes experimentaba la ciudad y el
afán de responder a las demandas de la sociedad, mediante la
proposición de políticas y acciones más eficaces por parte del
Estado; la consolidación de un proceso de cambio, que indicaba un
punto de quiebre entre los órdenes anteriores –el colonial y
republicano- y el deseo de modernización, como la búsqueda de
mecanismos para llevarla a cabo; además de las influencias externas
de las ideas del urbanismo y arquitectura de la época. Estos
elementos determinaron nuevos enfoques sobre la ciudad y la
residencia, e implicaron también la presencia de nuevas técnicas.
La ciudad de los nuevos barrios.
En la década del treinta, Bogotá sufrió una densificación del
centro y una marcada expansión lineal en sentido sur –norte, debida
en gran medida al desarrollo comercial y administrativo de la ciudad y
a la especulación del suelo, donde grandes áreas se dejaron sin
desarrollar en la zona occidental de la ciudad. Conforme a ello, la
articulación del tejido urbano, la definición de una forma unitaria para
la ciudad, el control y dirección de su desarrollo y la construcción de
vivienda aparecen como objetivos en los primeros Planes de
Desarrollo de la ciudad, previstos por la administración municipal. Los
modelos iniciales de áreas residenciales intentaban dar respuesta a
todo ello.
En 1929 se crea el Departamento de Urbanismo, como
dependencia de la Secretaria de Obras Públicas, el cual se debía
encargar “del planeamiento de la ciudad futura, del estudio de la
legislación que reglamente las urbanizaciones y facilite la apertura y
ensanche de las vías urbanas y, en general, de todos los problemas
de urbanismo relacionados con el desarrollo de Bogotá” 6. Se contrató
como director del Departamento al arquitecto austriaco Karl Brunner y
se diseñó un programa para adelantar el plan formulado, el que
comprendió la definición del perímetro urbanizable, la densidad de
población, la zonificación por áreas funcionales de la ciudad y el
fomento de la construcción de habitaciones baratas y de la formación
de barrios obreros.7
El control del crecimiento de la ciudad buscó establecerse
mediante la definición de nuevos barrios que, para entonces,
representaban la unidad urbana a partir de la cual se delimitaban las
áreas que constituían la ciudad. Los nuevos barrios, como propuso
6
7
Concejo de Bogotá, Acuerdo Distrital No. 28 de 1933 (Agosto 11).
Concejo de Bogotá; Acuerdo Distrital No. 42 de 1933 (Diciembre 7).
27
Imágen 2. Plan Vial propuesto para el área
central Bogotá.1936.
Fuente: Hofer, Andreas; Karl Brunner y el
urbanismo europeo en América Latina.
Imagen 3 La ciudad de los nuevos barrios.
Fuente: Del Castillo, Juan Carlos; Bogotá,
el Tránsito a la Ciudad Moderna 19201950.
Brunner, ocuparían en primer lugar las áreas libres existentes en la
ciudad que, como consecuencia de la expansión descontrolada de
ésta, habían quedado sin desarrollar. A partir de ellos y mediante la
definición de un trazado vial que planteó para Bogotá, se tejería la
desmembrada ciudad y se lograría su unidad. Asimismo, Brunner
enfatizó que cada barrio debía diseñarse acorde con sus
características sociales y físicas particulares, a fin de lograr una
imagen singular; algunos de estos principios fueron inspirados en los
planteamientos del movimiento “city beautiful”.
Muchos de los barrios, fueron concebidos a partir de la definición
de reglas físicas: un tamaño específico, concentración alrededor de
un espacio público como parques, con equipamientos y servicios
comunales complementarios y una definición social (barrios
residenciales de clases altas o medias, barrios para empleados y
barrios obreros), era una forma de concebir la ciudad por medio de
unidades independientes, autodefinidas pero que se relacionaban
entre sí8.
La actividad del Departamento, en sus primeros años, se centró
en el tema de los barrios obreros9 y en la ejecución de las obras con
motivo de la celebración del cuarto centenario de Bogotá en 1938,
para lo cual desde 1933, cuando la ciudad contaba con 270.000
habitantes aproximadamente, se había creado el Plan de mejoras y
obras públicas10, en el que se incluía la construcción del Barrio
Obrero Centenario. Con su ejecución (1938) se lograron varios
objetivos: la creación de un área residencial en una zona previamente
establecida para su implantación, el alojamiento para una parte de la
población menos favorecida que habitaba en condiciones de
precariedad e insalubridad el Paseo Bolívar. Cuya evacuación
permitiría, además, la transformación de esta zona en un espacio
público para la ciudad, según lo contemplado en el programa de
saneamiento.
En su planteamiento, Brunner aplicó el plan-modelo para un
barrio obrero en Bogotá, desarrollado en 1935, que contemplaba la
dotación de centros sociales y recreativos, y que contenía,
“principalmente una serie de indicaciones acerca del tamaño de las
manzanas y los lotes, la construcción y las tipologías, así como sobre
la forma y las dimensiones de los establecimientos sociales.”11 Con
base en estas directrices, algunas variaciones tipológicas y
dimensionales que Brunner introdujo y según las determinantes
urbanísticas se construyó el barrio. Éste se concibió como un
ARANGO, Silvia; Op. Cit., p.199.
Muestra de ello es la creación, en 1935, de la oficina de "Planos Obreros", como
dependencia de la Secretaria de Obras Públicas, destinada exclusivamente a la confección
de planos para la construcción de casas en los barrios obreros de la ciudad. Consejo de
Bogotá, Acuerdo No.19 de 1935, (Diciembre 4).
10 Ver Consejo de Bogota: Acuerdos Distritales No.34 de 1933, No. 12 de 1935 y No. 19 de
1935.
11 Hofer, Andreas; Karl Brunner y el urbanismo europeo en América Latina, Bogotá: El Áncora
Editores/ Corporación la Candelaria, 2003, p. 141.
8
9
28
Imagen 4. Modelo Barrio Obrero, plano (1935).
Fuente: Hofer, Andreas; Karl Brunner y el
Urbanismo Europeo en América.
Imagen 5. Barrio Obrero Centenario, plano del
sector central (1938).
Fuente: Hofer, Andreas; Karl Brunner y el
Urbanismo Europeo en América.
Imagen 6. Barrio Obrero Centenario, frente de
un par de casas (1938).
Fuente: Hofer, Andreas; Karl Brunner y el
Urbanismo
Europeo
en
América.
elemento autosuficiente al interior de la ciudad, se previó la
incorporación de equipamientos colectivos como una escuela y la
delimitación de áreas libres para el desarrollo de diversas
actividades.
Como punto de partida para su diseño Brunner planteó un
esquema reticular, con base en el cual se conformaron lotes
cuadrados subdivididos en cuatro predios en los que se dispusieron
las viviendas, de manera que dos pares de casas se adosaban y se
ubicaban en el centro del gran lote. Las viviendas se construyeron de
una planta y con 45 M2 de área aproximadamente. Por cada conjunto
de ocho casas se delimitaron áreas constituidas por dos lotes que se
destinaron para lavaderos y patios comunes. La urbanización se
complementó con la asignación de predios para huertas que
permitieran el autoabastecimiento de sus habitantes. El barrio obrero
el Centenario se construyó en varias etapas y finalmente contó con
500 viviendas. Se constituyó en un importante referente en la
construcción de “vivienda social” en Bogotá.12
Igualmente Brunner intervino en la proyectación y construcción
de diferentes barrios en Bogotá, como el Bosque Izquierdo, El
Campín, San Luis; diseñó algunas urbanizaciones para barrios como
Palermo y Ciudad del Empleado.
Entre los proyectos desarrollados por Brunner, quién intentó
trasladar modelos preexistentes al nuevo contexto con el que se
enfrentaba, se destaca la ciudad satélite. Previamente a su visita al
país en 1933, había diseñado en la década del veinte un modelo de
áreas residenciales basado en el modelo de “ciudad jardín”,
propuesto por Howard en Inglaterra, y en la idea de los “New Towns”
de Estados Unidos, surgidos, de la necesidad de responder a la
ciudad de masas, de buscar soluciones a los problemas de higiene y
descongestionar los centros urbanos. Sin embargo, en la práctica
muchos de los proyectos de este tipo no se articulaban
adecuadamente con el resto de la ciudad, y se desarrollaron como
“urbanizaciones unifamiliares de baja densidad”13. Con base en ello
Brunner en 1926 propuso el modelo de ciudad agrupada, con la que
se pretendía la conexión de diversas ciudades satélites distribuidas
estratégicamente en la ciudad y referidas a un centro.
A partir de estos planteamientos y acorde con la tendencia de
expansión de Bogotá, Brunner proyectó en 1942 una ciudad satélite
al occidente de la ciudad, la que se localizaría cerca a la ciudad
universitaria. Esta ubicación permitiría romper con la polarización
norte sur de la ciudad y economizar en la infraestructura de servicios
domiciliarios y públicos, contrarrestando el incremento presupuestal
que se generaba con el crecimiento lineal. Asimismo, mediante esta
intervención se daría una solución a la densificación del centro de la
12
13
Ver Ibíd., p. 142 y ss.
Ibíd.; p.128.
29
Imagen 7. Ciudad Satélite de Bogotá,
proyectada por Brunner en 1942.
Fuente: Hofer, Andreas; Karl Brunner y el
Urbanismo Europeo en América.
Imagen 8. Ciudad Satélite y sus conexiones
con la ciudad.
Fuente: Hofer, Andreas; Karl Brunner y el
Urbanismo
Europeo
en
América.
ciudad y, finalmente, ayudaría a relacionar partes del espacio urbano
que se encontraban desarticuladas. La ciudad satélite se proyectó
para 50.000 – 60.000 habitantes, con un área aproximada de 450
hectáreas, donde se lograría una densidad de 110 -130 hab./ha. Se
implantaría con forma en herradura y sería atravesada por
importantes vías que permitirían la conexión con el tejido urbano, los
cuales se extenderían hasta conectarse con el centro de la ciudad y
contribuirían, así, a su ensanche. Esta conexión se lograría por medio
del trazado de un eje verde que empataría con la Universidad
Nacional y se prolongaría diagonalmente en un park –way.
La ciudad satélite fue concebida como una entidad autónoma dentro
de la ciudad, destinada para alojar sectores de estratos medios,
empleados y obreros; la cual además de contar con las edificaciones de
vivienda abiertas o agrupadas, estaría dotada con equipamientos
colectivos de salud, educativos, culturales y deportivos; también se
previó un área en su periferia para ser destinada a actividades
comerciales. La ciudad-satélite, como la mayoría de los proyectos de
Brunner, estaría conformada por un circuito de cordones verdes,
marcados por los senderos peatonales, y áreas reservadas para parques
y jardines que debían bordear las viviendas; elementos propios de la
“ciudad jardín” y del suburbio norteamericano. Este proyecto no fue
realizado, el único elemento que se construyó fue el Park Way.
A pesar de buscarse la consolidación del tejido urbano mediante la
articulación de las zonas inconexas – a través de los nuevos barrios-, la
ciudad se polarizó entre el centro y los barrios que se iban conformando,
éstos se desarrollaron con difíciles posibilidades de conectarse,
impidiendo la consolidación de la ciudad y, por el contrario, agudizando
su desarticulación y contribuyendo a su dispersión. Además, aunque se
pretendía dar prioridad a la ejecución de zonas residenciales para los
estratos más bajos de la población, en su mayoría los fragmentos
desarrollados por el Departamento de Urbanismo estuvieron dirigidos a
satisfacer las condiciones de la demanda proveniente de sectores de
ingresos altos en trance de abandonar el centro terciarizado o a las
franjas de capas medias en formación14.
Primeras experiencias del Estado como actor en el
desarrollo de áreas residenciales.
La gestión adelantada por el Estado en la atención a la demanda
de vivienda había sido muy limitada y carente de direccionamiento.
En 1932 se había fundado el Instituto de Acción Social, cuyas
acciones estaban dirigidas especialmente a los campos de la salud y
la educación y no tanto a la construcción y saneamiento de las
viviendas15. El Estado buscó plantear propuestas con mayor fuerza
en este sentido y se ocuparía de la construcción de vivienda
Cortés, Rodrigo; Del Urbanismo a la Planeación en Bogotá (1900-1990). Esquema inicial y
materiales para pensar la trama de un relato. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
Facultad de Artes, 1995. (Trabajo Inédito), p.20.
15 Noguera, Álvarez, Castro; La ciudad como espacio educativo. Bogotá, Sociedad
Colombiana de Pedagogía, Arango Editores, 2000. Citado en: Hofer, Andreas; Op. Cit., p.139.
14
30
mediante la creación de entidades específicas que a partir de los
años treinta empezaron a surgir en el país: el Banco Central
Hipotecario –BCH- (1932), que reemplazó al Banco de Crédito
Hipotecario (1883); el Instituto de Crédito Territorial – ICT-(1939); la
Caja de Vivienda Popular (1942), que sustituyó al Instituto de Acción
Social; la Caja de Vivienda Militar (1947), el Banco de Ahorro y
Vivienda (1965), el Fondo Nacional del Ahorro (1968), el Instituto
Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana – INURBE(1991) y Metrovivienda (1998).
La contribución del Estado para canalizar recursos hacia el
sector de la construcción de vivienda ha sido muy limitada, pues esos
recursos son captados a través de entidades públicas y privadas que
construyen directamente o financian a los constructores16. La
política aceptada del laissez- faire, que dejaba la industria y el
comercio a los industriales mientras asumía un papel proteccionista
en lo referido a educación, salud y vivienda, determinó, en gran
medida, el curso que tomó el desarrollo de la vivienda en el país.
El ICT fue un organismo que marcó el desarrollo de las áreas
residenciales en el país, especialmente entre los años 30 y 70,
periodo durante el cual sus políticas de acción cambiaron
sustancialmente. En un principio, desarrolló proyectos a nivel rural,
más tarde, desde finales de la década del cuarenta su acción se
extendió a escala urbana mediante la realización de numerosos
proyectos de vivienda masiva. De los proyectos realizados por el ICT
a lo largo de todo el territorio nacional, el 23% fueron construidos en
Bogotá, porcentaje equivalente a la ejecución de unas 120.000
viviendas.
Las intervenciones del Instituto tuvieron marcadas influencias de
la Arquitectura y Urbanismo modernos, en particular de los
postulados del CIAM17, cuyas ideas estaban siendo adoptadas en
ese momento en el país. A partir de un criterio funcional nuevas
escalas dimensionales se establecieron para la organización y
planeamiento de la ciudad, como la definición de unidades vecinales,
que el ICT aplicó para el desarrollo de proyectos en diferentes
ciudades.
Al respecto, veáse Gómez Merlano, Antonio; El Estado y la vivienda, realidad y
perspectivas, Tesis de grado para optar al título de Doctor en Ciencias jurídicas y
Socioeconómicas. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá: (s.n.), 1980.
17 Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna. El primer congreso fue fundado en
1928 con la declaración de la Sarraz. El segundo Congreso tuvo lugar en Frankfurt en
1929 y abordó el estudio de la vivienda mínima. El tercer Congreso reunido en Bruselas en
1930, se centró en el estudio de la parcelación racional. En el cuarto Congreso, celebrado
en Atenas en 1933, se elaboró la Carta del Urbanismo. La mayoría de sus postulados
fueron adoptados en el país, pero éste último fue el más decisivo en la orientación del
planeamiento urbano, especialmente a finales de la década del cuarenta. Los CIAM
continuarían desarrollándose hasta 1956, cuando sus principios son reevaluados y surge
el TEAM X.
16
31
Con la construcción de estas unidades se pretendía romper con
los sistemas tradicionales de loteo y de trazado de la red vial, y
establecer un nuevo esquema de ordenamiento del espacio urbano
acorde con las funciones urbanas de la ciudad - concebida como la
unidad funcional mayor-: habitar, trabajar, recrearse y circular.18 Con
base en ello se disponen las unidades de vivienda en determinadas
áreas y se generan espacios libres comunes entre ellas, se
introducen servicios comunales y equipamientos colectivos como
establecimientos educativos, sedes de culto y centros deportivos,
también se destinan áreas para locales comerciales, y se diseñan las
vías diferenciando las vehiculares de las peatonales; así, estos
elementos, de manera conjunta y articulada, conforman la unidad
vecinal.19
El proceso tipológico, a partir del cual el ICT generó los
proyectos, comprendía la tipología de la trama urbana, del
subconjunto urbano, del subconjunto arquitectónico y de la unidad de
vivienda. Los elementos urbanos que definieron la mayoría de
proyectos fueron la supermanzana y la red peatonal. En cuanto a la
primera, el subconjunto urbano que predominó fue la manzana
alargada conformada por lotes rectangulares de frente angosto y por
la disposición de casas en hilera20. Los accesos a la vivienda se
plantearon a través de caminos peatonales jerarquizados, que
conformaban una red que se articulaba con las zonas de parqueo y
acceso al conjunto; las vías también eran jerarquizadas acorde con
su uso y a medida que penetraban en el conjunto disminuían sus
dimensiones hasta rematar en un cul de sac.
La unidad de vivienda era concebida desde sus funciones: servir,
dormir y estar; entre las formas que se adoptaron se planteó la
“unidad arquitectónica modelo”, que consistía, básicamente, en la
disposición de una serie de construcciones específicas con el
propósito de ilustrar sobre la forma apropiada que debería asumir la
organización social–física. Esta concepción de la arquitectura por
medio de modelos ejemplarizantes, promulgada por los progresistas,
se aplicó de manera especial para vivienda de sectores de bajos
recursos21. Era una manera de introducir en la sociedad, a través de
las nuevas formas, un nuevo modo de vida, a partir de lo cual un
nuevo significado del residir empezaría a permear todas las capas de
la población hasta ser reconocidas como el lugar de la residencia.
El ICT se centró en investigaciones y en el análisis dimensional
de los espacios que, en conjunción con el estudio de sistemas
constructivos y materiales, permitieron el establecimiento de un
módulo básico como punto de partida para la configuración del
Le Corbusier. Principios de Urbanismo (La Carta de Atenas -1933). Barcelona: Planeta –
Agostini, 1993, p.119.
19 Téllez, Germán; La arquitectura y el urbanismo en la época actual. En: Manual de Historia
de Colombia, T.III, Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1980, p.377.
20 Saldarriaga, Alberto; En: Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana
–INURBE-; Instituto de Crédito Territorial ICT. Medio siglo de vivienda social en Colombia
1939-1989, Bogotá: INURBE, 1995, p.62.
21 Ver Arango, Silvia; Op. Cit., p. 203.
18
32
sistema de diseño. Mediante el cual, se buscaba producir un proceso
orgánico que partiera de la definición modular de la vivienda hasta la
configuración total del conjunto, y que admitía introducir cambios en
los diseños a través de la racionalización de sus elementos. Esto
posibilitaba la expansión de las viviendas como del conjunto, en
algunos casos el crecimiento de la vivienda estaba previsto tanto en
sentido vertical como horizontal. Mediante este tipo de conjunto
arquitectónico se concibe la vivienda como una agregación de
elementos modulares, con una función específica, pero susceptibles
de variaciones.22
El estudio de los diseños también se enfocó a la reducción de
costos tanto de la urbanización como de las viviendas. Se buscó un
aumento de las densidades y se establecieron especificaciones
mínimas en todos los aspectos del proyecto. Con el fin de ocupar
todo el terreno disponible se produjeron agrupaciones compactas,
con lo cual desaparece el concepto de lote y urbanización
independientes de las soluciones de vivienda, ya que el proyecto
forma una unidad indisoluble en su parte urbanística y arquitectónica
23
.
El barrio Los Alcázares (1949) fue el primer proyecto de vivienda
masiva que emprendió el Instituto en Bogotá, ubicado entre las calles
68 y 73 y entre las carreras 24 y 32, se diseñó dentro de un esquema
urbano tradicional: trazado vial ortogonal, manzanas y predios
rectangulares, y viviendas en hilera de doble crujía. Se previó la
dotación de equipamientos y servicios comunales como parque
público, cooperativa, iglesia y escuela, que estarían distribuidos a lo
largo de un gran eje verde, lo que se desarrolló parcialmente. La
urbanización comprendió, inicialmente, 137 viviendas, de las cuales
52 fueron diseñadas por el Instituto y las otras 85 por tres firmas
privadas24. Posteriormente se construirían 187 viviendas más, para
un total de 324, entre 1953 y 1957. Aunque el barrio fue concebido
para clase obrera fue ocupado por grupos más solventes de la
población.
Este proyecto, fue un caso “mixto”, en el que se conjugaron en el
diseño la intervención estatal y privada y, del mismo modo, dos tipos
de vivienda: por un lado, “la casa modelo”, aplicada por las firmas
tradicionales, basada en una distribución espacial convencional; y por
el otro, la “unidad tipo” desarrollada por el grupo del Instituto, en la
que se introdujeron algunos cambios en cuanto a la configuración
espacial, se invirtió el orden en la disposición de los espacios (zona
de servicios adelante, zona social en la parte posterior de la casa), su
diseño modulado permitió la expansión y repetición en “serie” de la
vivienda. Este modelo, inspirado en las casas de Pessac que Le
Corbusier construyó en 1926, se impondría más adelante en la
Revista Escala, Núm. 52-53, Bogotá, p.44.
Ibíd., p.45.
24 De las viviendas asignadas a las firmas tradicionales, 46 correspondieron a los Arquitectos
Herrera y Nieto Cano, 22 a la firma Trujillo Gómez y Martínez Cárdenas y las 17 restantes al
Grupo Santander. Ver Arango, Silvia; Op.Cit., p.225.
22
23
33
Imagen 9. Panorámica del Barrio Los
Alcázares, primer sector recién construido.
Fuente: Revista PROA, No. 28.
Imagen 10. Conjunto de casas del Barrio Los
Alcázares, diseño del equipo dirigido por Jorge
Gaitán Cortés (1949).
Fuente: Arango Silvia; Historia de la
Arquitectura
en
Colombia.
realización de otros proyectos en Bogotá, como en las casas de Niza,
realizadas por el BCH durante las décadas del sesenta y setenta25.
En este mismo año, el ICT emprendió el diseño de la Unidad
Vecinal de Muzú, la cual era una de las tres unidades de ese tipo que
se realizaron en esa época en el país (también estaban la unidad Vecinal
de Cúcuta y la de Tulúa). Para su construcción se dispuso de un terreno
de 35 has., ubicado en el sector sur-occidental de la ciudad, próximo a la
zona industrial; en el que se levantaron 1216 viviendas, superando la
meta programada de 1034, previstas para 6.558 habitantes. Este
proyecto fue considerado como “unidad piloto”, por sus funciones
sociales, su esquema urbanístico, la composición arquitectónica de las
viviendas y el carácter innovador de sus sistemas constructivos. Con él
se buscó poner de manifiesto los planteamientos urbanísticos heredados
del urbanismo científico y lograr que nociones como “colectividad” y
“homogeneidad” caracterizaran la forma residencial adoptada para el
proyecto.
Representó, en la práctica, la introducción de la supermanzana
como nuevo componente de la estructura urbana, en la que se
implantaron, de forma perpendicular, los “módulos” de vivienda,
compuestos por hileras de ocho casas, de una y dos crujías. Este tipo
de parcelación, por enfrentamiento de los módulos, tuvo varias
ventajas: permitió la conformación de diversos espacios públicos, la
distribución de los equipamientos colectivos, ahorro en las vías
vehiculares y la racionalización en las redes de servicios26. Las
unidades de vivienda se ciñeron a los mismos programas y
esquemas de distribución planteados por el Instituto, siguiendo el
modelo de Pessac.
Esta obra, significó también un campo de experimentación de
sistemas constructivos, donde se estudiaron técnicas y materiales,
especialmente métodos de prefabricación que hasta ese momento eran
desconocidos en el país, lo que permitió el empleo de paneles, lozas y
bóvedas ensambladas in situ y reducción de los costos de construcción.
Un caso representativo del perfeccionamiento de las formas
prefabricadas lo constituye las 4014 viviendas del Barrio Quiroga que el
ICT construyó con entre 1951 y 1962. Este tipo de estudios estaba a
cargo de los Talleres de Investigación y Aplicación de Materiales –TIAM, dependencia del Instituto, donde además de explorar nuevos sistemas
se buscaba mejorar las técnicas tradicionales de construcción. Al
respecto, vale la pena señalar el apoyo del Centro Interamericano de
Vivienda y Planeamiento – CINVA- creado en 195127, no sólo por la
asesoría que en este campo prestó al Instituto, sino también porque
durante su existencia, hasta 1974, aportó notablemente al estudio de la
vivienda en el país.
Ver Arango, Silvia; Op. Cit., p.225.
Ver Revista PROA, No.30, Bogotá, 1949.
27 El CINVA se constituyó mediante convenio entre la Unión Panamericana y el Gobierno
Nacional. Como representantes de éste último frente al CINVA se encomendaron al ICT y a la
Universidad Nacional. Ver: Ministerio de Desarrollo Económico, Instituto Nacional de Vivienda
de Interés Social y Reforma Urbana –INURBE-; Op.Cit.; p.68.
25
26
34
Planeación de la ciudad y áreas residenciales, encuentros y
desencuentros.
Imagen 11. Plano urbanístico de la Unidad
Vecinal de Muzú.
Fuente: Revista PROA No.44, Bogotá, 1951.
A pesar de los pasos dados en cuanto al planeamiento urbano,
la exigencia de un Plan Regulador para controlar la expansión de la
ciudad, en la década del cuarenta, era evidente. Para el efecto, se
expidió la Ley 88 de 1947 que debía aplicarse a las demás ciudades
del país y se contrató a Le Corbusier, quién diseñó la primera etapa
del Plan Piloto, base para el Plan Regulador; la siguiente etapa
estuvo a cargo de Paul L. Wiener y José Luis Sert (1953). Con el
Plan Piloto se definieron el perímetro urbano, el trazado del plan vial
a partir de un sistema jerarquizado y la zonificación de la ciudad,
acorde con las actividades funcionales de la misma, donde los
sectores se establecieron como las nuevas unidades urbanas. La
definición de estos elementos, mediante un instrumento de
planeación, sería determinante en el posterior desarrollo de las áreas
residenciales;
No obstante, el Plan pasó a ser el fondo contra el cual contrastar
todos los episodios que debieron ser legalizados, […] las obras
más importantes que fueron adelantadas en Bogotá durante la
época de la dictadura y muchos de los desarrollos en barrios
residenciales
–sobre todo los obreros- estaban por fuera de los límites de las
zonas definidas funcionalmente o por fuera del perímetro
urbanizable.28
Imagen 12. Unidad Vecinal de Muzú, maqueta
de un grupo de ocho casas.
Fuente: Revista PROA No.44, Bogotá, 1951.
Imagen 13. Casas del Barrio Quiroga.
Fuente: Instituto Nacional de Vivienda de
Interés Social y Reforma Urbana –INURBE-;
Instituto de Crédito Territorial ICT. Medio siglo
de vivienda social en Colombia 1939-1989.
Durante la década del cincuenta la ciudad fue objeto de grandes
cambios. Para 1951, Bogotá tenía 700.000 habitantes
aproximadamente; los problemas sociales y la necesidad de vivienda
crecieron descomunalmente, los programas y acciones emprendidas
hasta ese momento resultaron insuficientes frente a la gran demanda,
siguieron formándose barrios clandestinos ocupando, en condiciones
de riesgo, la periferia urbana. Por otra parte, los planes fueron
inoperantes, aún teniendo la base del Plan Piloto este periodo de
obras y no planes, transcurrido durante la dictadura militar de Rojas
Pinilla (1953-1957), se caracterizó por una proliferación de obras
civiles realizadas de manera muy pragmática e inmediatista, donde
no se midió su impacto en la conformación de la ciudad29, como el
trazado de grandes ejes viales que conducían a la periferia urbana,
especialmente a los accesos de la ciudad, y a partir de los cuales se
fueron conformando diversos barrios que determinaron la estructura
“tentacular” que caracterizó a Bogotá.
28
29
Cortés, Rodrigo; Op. Cit., p.29.
Ibíd., p.32.
35
Imagen 14. Plan Piloto para Bogotá: Perímetro
urbanizable (1951).
Fuente: Caicedo Vargas, Hernando (Comp.);
Le Corbusier en Colombia.
Imagen 15. Centro Urbano Antonio Nariño.
Fuente: Arango, Silvia; Historia de las
Arquitectura en Colombia.
Imagen 16. Centro Urbano Antonio Nariño,
interior del conjunto.
Fuente:
Instituto
Nacional
de
Vivienda de Interés Social y Reforma
Urbana –INURBE-; Instituto de Crédito
Territorial ICT. Medio siglo de vivienda
social
en
Colombia
1939-1989.
Al inicio de la década, dadas las condiciones de crecimiento
demográfico y expansión descontrolada de la ciudad y con base en
las recientes experiencias de construcción de vivienda masiva, se
consideró que la solución a ésta no se encontraba en las unidades
individuales sino en edificaciones en altura. Con éstas se lograrían
densidades mayores, se requerirían terrenos con áreas menores, de
los cuales había mayor disposición en zonas próximas al centro de la
capital30. Se decidió, así, en 1951 construir sobre un gran parque de
la calle 26 el Centro Urbano Antonio Nariño, CUAN, cuya ejecución
se inició al año siguiente y se terminó en 1958 y cuyo diseño estuvo a
cargo de los arquitectos Rafael Esguerra, Néstor Gutiérrez, Enrique
García, Juan Menéndez
y Daniel Suárez. Se programó la
construcción de 960 apartamentos para ser habitados por 6.400
personas. Sobre la extensa superficie, en medio de amplias zonas
verdes y sueltos en las supermanzanas se dispusieron 23 edificios,
con alturas de 4 y 13 pisos, de los cuales 15 eran bloques
residenciales y el resto estaban destinados para equipamientos y
servicios comunales. El conjunto fue novedoso en todos sus
aspectos, representó la primera experiencia oficial de multifamiliares
en el país, que evocaban los construidos en Europa en la postguerra, basados en la Unité d´habitation de Le Corbusier en
Marsella.31
Varias de las intervenciones del ICT en Bogotá, a través de los
diversos proyectos de vivienda masiva que comprendieron vastas áreas,
implantados en supermanzanas y concebidos por lo general dentro de
“sistemas cerrados”, irrumpieron en el espacio urbano impidiendo en
muchos casos la continuidad del tejido, lo que conduciría al aislamiento
de estas áreas del resto del conjunto urbano. Si bien se dio una
coincidencia entre los programas y planes de la ciudad y las entidades
estatales promotoras de las áreas residenciales en cuanto a la
concepción de los elementos urbanos propios del Urbanismo Moderno,
en las acciones no se dieron incidencias recíprocas, como tampoco una
articulación de objetivos que buscaran efectos concretos en la
constitución de la ciudad. Lo que pudo haber obedecido, entre otras
circunstancias, no sólo a una incapacidad operativa o a las fuertes
determinantes que han incidido en el desarrollo urbano y de las áreas
residenciales, sino también al intento por acoger unos principios,
sustentados por elementos culturales e ideológicos originados en otros
contextos, sin un estudio profundo de las condiciones estructurales de la
ciudad.
La densidad, factor determinante en las soluciones de
vivienda.
Establecido el gobierno civil en 1958, se creó el primer Plan de
Desarrollo Nacional y bajo el lema “Alianza para el progreso” se
buscó promover la política de “vivienda económica”. El gobierno
30
31
Arango, Silvia; Op. Cit; p. 225.
Téllez, Germán; Op. Cit., p.378
36
distrital, en cabeza del alcalde Jorge Gaitán Cortés (1961-1966),
quién también había dirigido el grupo de diseño del ICT en sus
primeros años, retomó la planeación de la ciudad que había sido
abandonada durante la dictadura militar.
En este proceso se revisaron los conceptos que, con base en los
postulados del CIAM, habían orientado los planes anteriores y se
buscaron establecer objetivos acordes con las circunstancias de la
ciudad, para orientar su desarrollo a partir de la institucionalización
de los procesos; producto de ello fue el documento Planificación en
Bogotá (1964). Con el fin de combatir la configuración “tentacular” de
la ciudad y de integrar a su estructura las áreas sin desarrollar que
resultaron de ese proceso, el plan propuso un sistema anillar que
permitiera la articulación de estas zonas y controlar la expansión
urbana. Igualmente, el plan estableció diversas categorías de
zonificación de la ciudad, donde se rompió con la rigidez de la
zonificación monofuncional y se incluyó la clasificación de zonas
mixtas (comercial – residencial) y se reglamentaron áreas como
residencial transformable.32
El plan también comprendía programas específicos para la
realización de proyectos de vivienda, donde se precisaban los
modelos posibles para su desarrollo: el edificio multifamiliar en altura,
de alta densidad y ocupación mínima de área, considerado por las
entidades estatales como la mejor solución para desarrollar proyectos
dirigidos a sectores medios y populares. El otro modelo, fue la
vivienda unifamiliar de baja densidad, tipo suburbio norteamericano,
previsto para sectores de ingresos altos y aplicado por los
promotores privados; este modelo también fue utilizado en algunos
proyectos estatales, pero con densidades mayores mediante la
compactación de las viviendas, como se puede apreciar en los casos
expuestos. Sin embargo, el Estado en la práctica, había optado por
las unidades unifamiliares para adelantar los proyectos de vivienda
masiva, actitud que contradecía los objetivos de controlar la
expansión urbana a los que las soluciones de vivienda en altas
densidades, en cambio, si respondían. 33
En este período donde los principios del Movimiento Moderno
estaban siendo reevaluados en función de generar intervenciones
que respondieran a las condiciones locales, el BCH fue la entidad
estatal que lideró la ejecución de proyectos guiados por este tipo de
búsquedas. El BCH era la primera entidad del Estado que a partir de
la década del treinta asumió la construcción de vivienda. Su acción
fue más limitada que la del ICT, caracterizándose por desarrollar
proyectos a menor escala en diversos sectores de la ciudad y
dirigidos, especialmente, a la clase media, donde la mayoría de los
diseños eran encomendados a arquitectos reconocidos en el medio.
En su etapa inicial sobresalen proyectos como el Barrio Restrepo
(1935 -1937), Las Mercedes (1935), Bosque Calderón Tejada (1935),
Muequetá (1939) y la Urbanización BCH (1939). Durante los años
32
33
Ver Cortés, Rodrigo; Op. Cit., pp. 34 y ss.
Ibíd., p.39.
37
Imagen 17. Interior del Conjunto Multifamiliar
Calle 26, diseñado por Arturo Robledo (1964).
Fuente::A.A.V.V. Manual de Historia de
Colombia, Vol.III.
Imagen 18. Casas Urbanización Polo Club.
Fuente: A.A.V.V. Manual de Historia de
Colombia,
Vol.III.
cincuenta se destacan las agrupaciones de viviendas unifamiliares
que construyó en el Barrio la Soledad (1953), Quinta Mutis (1955) y
Veraguas (1957). De la década del sesenta, sobresalen proyectos
como el Conjunto Multifamiliar Calle 26 (1964) y las primeras etapas
de la Urbanización Niza (1964 -1969).
Gran parte de las intervenciones promovidas por el Banco se
enmarcaron dentro de los esquemas urbanísticos tradicionales, pero con
los que se exploraron diseños más variados y novedosos, atendiendo de
manera especial a la composición arquitectónica34. Esta concepción
cobró fuerza, sobre todo, en los proyectos que construyó desde finales
de la década del cincuenta en Bogotá, un ejemplo de ello lo constituyó el
conjunto multifamiliar El Polo (1959), cuyo diseño estuvo a cargo de los
Arquitectos Guillermo Bermúdez y Rogelio Salmona. Fue construido de
cierta manera como una segunda etapa en la construcción del barrio; la
primera etapa se había desarrollado recientemente con la ejecución de
las viviendas unifamiliares del Polo Club, proyectadas por las firmas
Robledo, Drews y Castro, y Ricaurte, Carrizosa y Prieto.
El conjunto El Polo, localizado entre la Avenida Cundinamarca y
la Diagonal 87 y entre las transversales 23 y 24, es uno de los
proyectos más representativos de esta búsqueda por concebir una
arquitectura a partir de las características del lugar y en el que, sin
abandonar del todo los principios del Movimiento Moderno, se
introdujeron nuevas formas de diseño urbano y arquitectónico, y
donde se optó por una densidad intermedia entre las opciones de alta
y baja densidad consideradas en ese momento. Los criterios formales
se enmarcaron dentro de una corriente que estaba surgiendo en el
país, “topológica” u “orgánica”, de la que su mayor exponente sería
Rogelio Salmona.
El diseño de los multifamiliares, con 60 apartamentos, se basó
en dos grupos de bloques de 4 pisos, dispuestos en un predio
irregular y cuya ortogonalidad fue contrastada mediante la
implantación del conjunto en “abanicos geométricos”35. A través de
éstos se configuraron varios tipos de apartamentos y se lograron
conformar áreas libres variadas y diferenciadas acorde con su uso;
senderos peatonales y vías vehiculares de acceso al conjunto que
conectan con las zonas de servicios, zonas verdes y zonas de juegos
infantiles y esparcimiento. Este tipo de disposición en abanicos, luego
de una constante indagación en las posibilidades geométricas que
ofrecían, fue aplicada por Salmona en diseños posteriores, como en
Timiza, donde se desempeñó como asesor del proyecto, y en Las
Torres del Parque, con un mayor grado de complejidad.
En 1964 la población llegaba casi a 1.600.000 habitantes, lo que
indicaba que en treinta años había crecido más del 500% y con
respecto a la década anterior casi se había triplicado. En proporción
aún mayor aumentó la necesidad de vivienda, si se tiene en cuenta
que para esa fecha su déficit no se había superado. Dadas las
34
35
Téllez, Germán; Op. Cit., p.385.
Samper Martínez, Eduardo. Arquitectura moderna en Colombia, época de oro. Bogotá:
Diego Samper Ediciones, 2000, p.116.
38
Imágen 19. Planta del Conjunto El Polo (1959).
Fuente:
Samper
Martínez,
Eduardo.
Arquitectura moderna en Colombia, época de
oro.
Imagen 20. Interior del Conjunto El Polo.
Fuente: A.A.V.V. Manual de Historia
Colombia, Vol. III.
de
Imágen 21. Ciudad Kennedy, panorámica
(1961-1967).
Fuente: Instituto Nacional de Vivienda de
Interés Social y Reforma Urbana –INURBE-;
Instituto de Crédito Territorial ICT. Medio siglo
de vivienda social en Colombia 1939-1989.
circunstancias, durante la década del sesenta el Estado emprendió la
construcción de grandes áreas residenciales, con proyecciones de un
mayor número de viviendas por proyecto que el contemplado en las
realizaciones anteriores.
En 1964 la población llegaba casi a 1.600.000 habitantes, lo que
indicaba que en treinta años había crecido más del 500% y con
respecto a la década anterior casi se había triplicado. En proporción
aún mayor aumentó la necesidad de vivienda, si se tiene en cuenta
que para esa fecha su déficit no se había superado. Dadas las
circunstancias, durante la década del sesenta el Estado emprendió la
construcción de grandes áreas residenciales, con proyecciones de un
mayor número de viviendas por proyecto que el contemplado en las
realizaciones anteriores.
El ICT se propuso la ejecución de un proyecto sin antecedentes
en el país: Kennedy, al sur-occidente de la ciudad, proyectado para
200.000 habitantes e iniciado en 1961. Entre sus varias etapas de
ejecución y los diversos tipos de proyectos que lo integraron
comúnmente agrupados bajo el nombre Ciudad Kennedy, alcanzó las
14.000 viviendas. El esquema urbanístico se basó en
supermanzanas sobre las que se dispusieron las unidades de
vivienda, donde se conjugaron unifamiliares y multifamiliares de 5
pisos y para los que se hicieron minuciosos estudios en sus diseños
con el fin de lograr las mayores densidades en las dos soluciones de
vivienda.
El Conjunto Banderas, construido por el Instituto entre 1970 y
1973, fue otro caso de estudio y de experimentación en el diseño, su
trama urbana fue definida por supermanzanas y una malla
discontinua. El conjunto se compone por bloques de 5 pisos, cada
uno integrado por dos unidades de vivienda y se disponen adosados
y desplazados unos de otros generando espacios alternados.
Mediante este sistema se buscaba la optimización del espacio
urbano, de los espacios habitables y de los materiales de
construcción; de esta manera se pretendía responder a los
requerimientos de densidad y reducción de costos. El conjunto de
multifamiliares albergó 950 viviendas.
Durante las décadas sesenta y setenta el ICT desarrollaría diversos
proyectos de vivienda masiva en Bogotá, muchos de ellos superarían
las mil unidades de vivienda, entre los que se cuentan Timiza (196681), La Esmeralda (1967-68), La Española (1967-68), Pablo VI –I
Etapa (1967), Pablo VI –II Etapa (1972-80), Quirigua (1970), Garcés
Navas (1971), Las Lomas (1971-73), El Tunal I (1972), Molinos
(1977-87).
39
Imagen 22. Timiza, maqueta del conjunto
(1966-1981).
Fuente: Samper Martíez, Eduardo; Arquitectura
Moderna en Colombia época de oro.
Sin duda, la cantidad de viviendas construidas por el ICT
representó un aporte para la sociedad. Igualmente, es significativa su
contribución en la conformación del espacio urbano de muchas de las
intervenciones mediante la introducción de nuevos elementos y
esquemas urbanísticos, como también las posibilidades que ofrecían
sus diseños arquitectónicos. A pesar del establecimiento de “modelos
urbanísticos y arquitectónicos” y de la elaboración de ciertas normas
por parte del Instituto, y de involucrar en los diferentes procesos
otros actores públicos y privados, no se percibe un direccionamiento
preciso en la concepción los diversos proyectos en cuanto a su
incidencia en la configuración de la ciudad.
Por otra parte se debe señalar que, pese a que la deficiencia de
vivienda aún no estaba del todo resuelta y a los efectos que tenía el
incremento de los barrios clandestinos en la estructura urbana, no se
emprendieron acciones enfocadas a su solución por parte de los agentes
estatales directamente encargados de la producción de vivienda,
tampoco en los planes formulados para el desarrollo de la ciudad se
establecieron las medidas requeridas para su tratamiento.
El modelo económico y los conjuntos arquitectónicos.
Imagen 23. Conjunto Banderas, panorámica
(1970-1973).
Fuente: Instituto Nacional de Vivienda de
Interés Social y Reforma Urbana –INURBE-;
Instituto de Crédito Territorial ICT. Medio siglo
de vivienda social en Colombia 1939-1989.
A finales de los años sesenta, con la asesoría del economista
Lauchlin Currie, la planeación económica entró a dirigir el desarrollo
de Bogotá. A partir del enfoque económico la ciudad es concebida
como un producto, y la estructura urbana pasa a ser pensada en
términos de eficiencia y productividad. Desde esta perspectiva, se
invierte la lógica en el planeamiento de la ciudad. El espacio físico ya
no es considerado como un elemento primordial en el desarrollo
social sino como un medio para alcanzar tanto éste como el
desarrollo económico, donde la industria de la construcción pasa a
ocupar el primer lugar, pues es considerada como el motor que
impulsa todo el desarrollo.36
Con base en ello, se definió el Plan de Desarrollo Nacional “Las
Cuatro Estrategias”, durante el Gobierno de Misael Pastrana, 19701974, orientado por el Departamento Nacional de Planeación –DNP-,
recientemente creado, y se promovió la política “Vivienda popular y
vivienda comercial”. En este marco, con el fin de estimular al sector
de la construcción e impulsar el capital tanto público como privado en
función de las políticas establecidas, se implementó un nuevo
sistema financiero, la Unidad de Poder Adquisitivo Constante –
UPAC- que, según Currie, era indispensable para financiar el
36
Del Castillo, Juan Carlos; Cortés, Rodrigo y Salazar, José; La Recuperación Urbanística de
Bogotá. En: Revista Foro; Territorio, Ciudad y Democracia, No. 25, Bogotá, Diciembre de
1994, p. 76.
40
ambicioso plan de vivienda que se pretendía con el nuevo gobierno,37
de modo que mediante el ahorro se lograra financiar la vivienda. Este
sistema determinaría el papel que desempeñarían las entidades
estatales en la gestión y realización de las áreas residenciales,
encaminando su desarrollo hacia la “producción” de vivienda en el
país para clases media y alta y favoreciendo las soluciones
individuales.38
El plan se basó en los estudios que se habían realizado durante
la administración distrital de Virgilio Barco (1966 -1969),
especialmente Alternativas para el desarrollo de Bogotá, bajo la
dirección de Currie, y del que se alcanzaron a poner en marcha
algunas de sus propuestas que, entre otros puntos, señalaba la
necesidad de urbanizar la ciudad, a través de la densificación de su
espacio urbano, lo que implicaba optar por la solución multifamiliar
de alta densidad y definir el perímetro de red de servicios públicos,
dando prioridad a las zonas que contaban con éstos y que se
encontraban cercanas a los lugares de trabajo. A su vez, se pretendió
impulsar la Renovación Urbana lo que, entre otras disposiciones,
indicaba que las soluciones de alta densidad debían desarrollarse, en
primer lugar, próximas al centro urbano. Como aplicación del plan, a
partir de diversas iniciativas, una serie de “torres” de viviendas
empezaron a ocupar la periferia del centro de Bogotá: Torres de
Fenicia, Torres Blancas, Torres Jiménez de Quesada y Torres del
Parque, distribuidas a partir del eje de la carrera 3ª, recientemente
trazada. 39
Las Torres del Parque (1971), es un proyecto que surge como
una búsqueda, entre otras, de responder con soluciones de alta
densidad a los requerimientos del momento mediante una
arquitectura que, además, busca obedecer a las cualidades del lugar.
Su diseño y construcción hacen parte de un proceso tipológico y
morfológico, pero que en la práctica representa un caso aislado.
El conjunto residencial, dirigido a clase media, fue diseñado por
Salmona y promovido por el BCH. Ubicado entre la carrera quinta y la
Plaza de toros de Santamaría, y entre la calle 27 y el Parque de la
Independencia. En su implantación Salmona recurre nuevamente a
los “abanicos geométricos”, a partir de los cuales se generan tres
torres escalonadas de diferentes alturas que rodean circularmente la
plaza de toros, la cual es el centro del esquema y desde donde
parten los ejes del diseño. Un módulo único es rotado para permitir
variaciones en forma y altura, con base en el cual se conforman los
diferentes elementos constitutivos de la unidad de vivienda.
Como señala Kalmanovitz, con la implementación del UPAC se buscaba evitar que el
sistema bancario y financiero siguieran operando con tipos de interés inferiores al nivel de
precios; así, al elevar el interés, promoviendo el ahorro y activando figuras como los
certificados a término, certificados de cambio y títulos, se libera el mercado y escasea el
dinero, esa es la clave de la política monetarista. Según Currie, con la aplicación del sistema
de valor constante, el valor agregado de la construcción privada fue del 68% real entre 1972 y
1974. Kalmanovitz, Salomón; Economía y nación. Una breve historia de Colombia. Bogotá:
Tercer Mundo, 1994. p. 474.
38 Arango, Silvia; Op. Cit., p.251.
39 Cortés, Rodrigo; Op. Cit., pp. 43-47.
37
41
Imagen 24. Conjunto Residencial Torres del
Parque, Rogelio Salmona (1971).
Fuente: Sociedad Colombiana de Arquitectos;
Anuario de la Arquitectura en Colombia.
Imagen 25. Planta del Conjunto Torres del
Parque.
Fuente: Samper Martínez, Eduardo.
Arquitectura moderna en Colombia, época
de oro.
Las Torres del Parque se integran al espacio urbano reservando
gran porcentaje de área para zonas libres, destinadas a las diferentes
circulaciones trazadas para acceder al conjunto y a otros espacios
públicos, y las que conforman un circuito de senderos que se
conectan con las vías que delimitan al conjunto, con el parque y con
la zona intermedia de la Plaza y el Planetario. Dada la inclinación del
terreno, el manejo de dichos espacios se da a través de la
combinación de rampas y escalinatas, y la ubicación a diferentes
niveles de pequeñas plazoletas para recreo y descanso. En cuanto a
su relación con el paisaje existente, ésta se logra mediante el manejo
de alturas de los edificios, determinado por los cerros orientales y la
búsqueda de captación de la luz, variable en Bogotá, intención que
se refuerza con la disposición intercalada de balcones y el manejo
especial del ladrillo en las fachadas.
El conjunto se compone de una torre central de 39 pisos con
112 apartamentos; otra torre ubicada al norte, de 32 pisos con 117
apartamentos y, finalmente, otra al sur de 22 pisos y 65
apartamentos; con un total de 294 apartamentos para 1.400
habitantes. Se contemplaron varios tipos de apartamentos, de una,
dos y tres plantas, con áreas que oscilan entre los 60m2 y 165 m2.
Los primeros pisos se han destinado para locales comerciales, áreas
de servicios y centros comunales, y bajo la plataforma sobre la que
se eleva el conjunto se encuentra un gran parqueadero subterráneo,
ocupando un área continua a la que se tiene acceso desde
cualquiera de los tres edificios. El área total construida de las torres
es de 60.000 m2. 40 Esta obra constituyó un importante aporte a la
fisonomía de la ciudad y al desarrollo de nuevas formas residenciales
a partir de conjuntos arquitectónicos, un buen ejemplo para sortear
adecuadamente soluciones en altura, de modo distinto al proceder en
el diseño de las torres vecinas.
Las soluciones mínimas sustituyen a las áreas residenciales.
En la década del setenta se dio el primer paso institucional en el
tratamiento de asentamientos ilegales, una de sus aplicaciones la
constituyó el Programa Integral de Desarrollo Urbano de Zonas
Orientales de Bogotá –PIDUZOB- (1972 - 1978), el que agrupaba
varios subprogramas de obras, entre ellos la ejecución de viviendas.
Con este tipo de programas se impuso la planeación zonal sobre la
planeación general de la ciudad, representaba una forma de concebir
la ciudad por partes, pero donde no se tenía en cuenta su
articulación, este tipo de concepciones y de intervenciones dan
cuenta de un plan que se entiende más como acción que desde su
función orientadora del desarrollo urbano, lo que generó una
dispersión de intervenciones sin que se midiera su impacto sobre la
totalidad de la ciudad.41
Sociedad Colombiana de Arquitectos; Anuario de la Arquitectura en Colombia, Volumen 2,
Bogotá: SCA, 1973, p.142.
41 Ver Cortés, Rodrigo; Op. Cit.; pp. 55 y ss.
40
42
Imagen 26. Panorámica del Barrio Quirigua;
Fuente:
Instituto
Nacional
de
Vivienda de Interés Social y Reforma
Urbana –INURBE-; Instituto de Crédito
Territorial ICT. Medio siglo de vivienda
social en Colombia 1939-1989, p.77.
Según las nuevas políticas de desarrollo y las condiciones de la
ciudad, el ICT también enfocaría su atención a los barrios
clandestinos, participó en la clasificación de barrios anormales -con
respecto a reglamentación urbana- y contribuyó a establecer
orientaciones para su mejoramiento. Lo cual hacía parte del
planteamiento de “Normas mínimas de urbanización, servicios
públicos y comunitarios” (1971) que, para su elaboración requirió la
contratación de la firma privada Consultécnicos Ltda. y se contó con
la participación del DAPN y el Departamento Administrativo de
Planeación Distrital –DAPD-. Con la formulación de las “normas
mínimas” se buscó responder con “soluciones realistas” a la
demanda creciente de vivienda de los sectores de bajos ingresos42;
se advirtió que de acuerdo con las experiencias y las nuevas políticas
económicas, no era posible atacar el problema mediante la
realización de vastos proyectos.
Para lograr la “normalización de barrios” se propusieron las
soluciones de “mejoramiento progresivo” para la construcción de
nuevas viviendas. La acción se centró en resolver prioritariamente las
necesidades básicas, entre las que se contaba proveer de
infraestructura física y servicios públicos domiciliarios. De acuerdo
con las condiciones se plantearon modelos urbanísticos y
arquitectónicos, se fijaron normas en cuanto a la densidad
inmobiliaria (cantidad de lotes por hectárea) y se
precisaron
parámetros para la definición de los diferentes elementos de la
estructura urbana (áreas de usos privados, áreas de uso público,
áreas de uso comunal); se realizaron estudios que permitieran
determinar el dimensionamiento y diseño de la vivienda, con el fin de
desarrollar modelos que lograran ser replicables43.
Con las soluciones mínimas se redujeron al máximo las
especificaciones de los diversos componentes de las áreas
residenciales (desde las dimensiones de las vías y los lotes hasta la
disminución de la cantidad y áreas de los espacios integrantes de la
vivienda), la adopción de tales medidas se sustentaba en la
necesidad de lograr una relación equitativa entre “beneficio social” y
“costo económico” que, en lo posible, no implicara subsidios ni
utilidades. Con ello, el lote individual se impuso sobre el concepto de
urbanización o de área residencial.
Durante la década del setenta, muchos de los proyectos del ICT
estarían determinados por la aplicación de las “normas mínimas”. A
la par que la entidad desarrollaba grandes proyectos de soluciones
de vivienda masiva, dentro de los esquemas operacionales propios
del Instituto, también emprendió proyectos de desarrollo progresivo
por autoconstrucción de viviendas unifamiliares como los barrios
Quirigua (1970) y Tisquesuza (1971), más adelante realizaría el
proyecto Bachué (1986), única experiencia del Instituto en ejecución
de multifamiliares, de tres pisos, por autoconstrucción. Si embargo,
Saldarriaga, Alberto; En: Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana
–INURBE-; Instituto de Crédito Territorial ICT. Medio siglo de vivienda social en Colombia
1939-1989,Op. Cit.; p. 68.
43 Ibíd., pp. 69 y ss.
42
43
muchos de los proyectos por autoconstrucción liderados por
entidades estatales no contaron con la adecuada asistencia técnica,
además la falta de recursos de los propietarios para continuar con la
construcción de sus viviendas impidió la consolidación
y
mejoramiento previstos para los barrios. Las casas inconclusas y las
urbanizaciones incompletas caracterizarían a la mayoría de estos
desarrollos, condición que en contravía de lo esperado contribuyó al
detrimento del espacio urbano.
Antes de los años setenta, ya se habían dado otras experiencias
de desarrollo de viviendas por autoconstrucción, un ejemplo de ello lo
constituyen algunas de las casas realizadas en Ciudad Kennedy que
presentaron similares problemas a los enunciados. Como caso
contrario a estas experiencias se destaca el Barrio la Fragua (1960),
proyectado por Germán Samper, donde se realizaron 632 viviendas
por acción comunal, en el que se logró la organización y participación
de la comunidad y, aunque sus resultados arquitectónicos no fueron
sobresalientes, su calidad espacial sería mejor que la de los
desarrollos posteriores realizados por este sistema,44 debido en parte
a que en ese momento los proyectos no se supeditaban
exclusivamente a la especulación del suelo y su rentabilidad. Durante
la década del ochenta el ICT disminuiría su actividad y su acción se
centraría a culminar proyectos iniciados en los años anteriores.
La renovación urbana a partir de las áreas residenciales.
A finales de la década del setenta, el rol económico que debía
cumplir el espacio urbano se evidenció mediante la agudizada
mercantilización del suelo, para el efecto se introdujo la norma como
el elemento encargado de regir el desarrollo urbano, la cual buscó
hacerse operable mediante la inclusión de instrumentos dirigidos a la
asignación de tratamientos y áreas de actividad, éstas fueron las
bases sobre las que se desarrolló el Acuerdo 7 de 1979. De esta
forma, las intervenciones, consideradas desde las nuevas categorías
de tratamientos a aplicar: rehabilitación, desarrollo, conservación o
renovación urbana, empezaron a realizarse de acuerdo con la
valorización del suelo en la zona a “tratar”. Las funciones urbanas
antes diferenciadas, entre las que se encontraba la residencial, a
partir de ese momento se agruparon bajo el término genérico de
áreas de actividad múltiple.45 Tales directrices fueron el reflejo de la
crisis de la planeación que se experimentaba en aquel momento, la
nueva reglamentación y no una planeación urbana definiría la
constitución de la ciudad y sus áreas residenciales.
[…] fue necesario que la pretendida racionalidad se basara en
reforzar normativamente la tendencia «espontánea» de
localización de las actividades especializadas […] y actividades
Saldarriaga, Alberto y Fonseca, Lorenzo; Un siglo de Arquitectura colombiana. En: Nueva
Historia de Colombia, Tomo VI, Bogotá: Planeta, 1989, p.199.
45 Ver Cortés, Rodrigo; Op. Cit., pp. 61 y ss.
44
44
múltiples […]. Es decir, se borró toda diferencia morfológica o
tipológica de la ciudad existente: […] porque se hizo caso omiso
de las formas concretas que habían asumido las zonas
residenciales, definiendo para éstas un modelo de ocupación
general (la ciudad compacta de 5 pisos y usos múltiples). 46
En este contexto, en la década del ochenta se concibieron
planes especiales para la ciudad como el Plan Centro, cuyos
antecedentes se ubican en las políticas del Plan Nacional de
Desarrollo 1970 -74, en el que se contemplaba la recuperación del
área central de la ciudad y la intervención en el centro tradicional.
Con base en ello se decidió dar prioridad a los programas de
recuperación de los centros urbanos y la revitalización de zonas
históricas mediante la incorporación de actividades que los
reactivaran como la residencia, con lo que se contribuiría a una “sana
redensificación de las zonas urbanas”.47 Varios estudios y programas
se realizaron durante los años ochenta hasta definir el Plan Centro,
mediante el cual se buscaba la valorización, recuperación y
reactivación de este sector de la ciudad que había entrado en un
paulatino deterioro durante las décadas precedentes y que, según la
nueva normativa y de acuerdo con las actividades que se venían
desarrollando en el él, fue considerado como área de actividad
múltiple.
El BCH, durante la década del ochenta, participó en la
elaboración y ejecución de los programas especiales previstos para
la ciudad. La entidad había logrado subsistir en un momento en que
las políticas gubernamentales estaban orientadas a beneficiar a la
empresa privada, debido a la acomodación y ajustes en su marco
operativo según las políticas del momento, pero sin sacrificar la
calidad de sus intervenciones, por esa época había concluido
exitosamente los diversos proyectos de Niza, al noroccidente de la
ciudad.
Uno de los proyectos que el BCH emprendió en este periodo fue
Nueva Santa Fe, iniciado en 1986, el cual hacía parte del programa
de Renovación Urbana de la entidad y que desde 1979 se había
definido como prioritario en su actividad (de este tipo de
intervenciones el Banco ya había tenido algunas experiencias en
otras ciudades del país). En el marco del Plan Centro, con el fin de
revitalizar el sector se decidió incorporar la actividad residencial al
Sector de Santa Bárbara, el cual formaba parte de un plan mayor de
redesarrollo “Plan de Renovación Centro Sur”. El proyecto se
presentó como la primera fase del “desarrollo semilla” que
46
47
Ibíd., pp.65-66.
Banco Central Hipotecario; Revivir la ciudad. Bogotá: BCH, 1988, p.8.
45
contribuiría al reordenamiento físico48 y social de la zona y la ciudad,
a la vez sería un “proyecto modelo”, es decir, un ejemplo
demostrativo para incitar a otras entidades a desarrollar proyectos
similares.
Con base en ello, el Banco con el apoyo de la Alcaldía Distrital,
del DAPD y del DAPN, por medio de FONADE, promovió la ejecución
del proyecto y mediante concurso se eligió la propuesta presentada
por Rogelio Salmona, Jaime Camacho, Julián Guerrero y Arturo
Robledo. Este último se retiraría y entraría a formar parte del equipo
el arquitecto Pedro Mejía. Para su construcción se destinaron diez
manzanas que fueron totalmente demolidas para dar lugar al
Conjunto Nueva Santa Fe de Bogotá; el centro a pesar de las
profundas transformaciones que había sufrido durante el pasado
siglo no había sido intervenido de modo integral desde la
reconstrucción motivada por la destrucción parcial de la que fue
objeto en 1948 por El Bogotazo49.
El proyecto se localizaría entre las calles cuarta y séptima, y
entre las carreras cuarta y séptima, en pleno centro administrativo de
la ciudad, próximo a las sedes de los entes gubernamentales más
importantes de la ciudad y del país. Sus principales vecinos al norte
son el Palacio Presidencial y el área de conservación de la carrera
octava y al Occidente la Avenida de Los Comuneros, designada
entonces como zona especial de renovación y actividad múltiple. Con
la introducción de la actividad residencial en esta zona se pretendía
también la activación del sector como un polo de desarrollo y la
inserción de nuevas formas que representaran la modernización de
su espacio urbano.
Entre las determinantes urbanísticas que se consideraron en la
implantación del conjunto fue lograr su relación con la malla vial
circundante, para ello el plan previó su incorporación mediante la
ampliación de la calle 7 y su conexión con la avenida circunvalar.
Acorde con la morfología urbana del centro histórico, el trazado en
damero, el planteamiento urbanístico partió de un esquema reticular
con el que se buscaba dar continuidad al tejido existente y a través
del cual se delimitaron nueve manzanas de iguales dimensiones y
características, desarrolladas a partir de la definición de una
“manzana tipo”.
Se programó la construcción de un área residencial con 1.661
viviendas distribuidas en varios conjuntos de multifamiliares, que
ocuparían aproximadamente 13 Hectáreas. En su configuración se
adoptó el tipo claustro, predominante en el sector y que fue aplicado
El concepto de reordenamiento es asumido en el plan desde su variedad de tratamientos:
Redesarrollo, renovación urbana (conservación, restauración, rehabilitación y
remodelación), reconstrucción, renovación puntual, polos de atracción, proyectos de
conjunto y renovación “semilla” este último, dentro del que se inscribe el proyecto de Nueva
Santa Fe, se define como “la transformación de ciertas áreas de la ciudad, a escala
pequeña, que permitan una revitalización parcial, mediante proyectos-modelo que
estimulen la valorización y cambios de usos en zonas de mayor extensión, buscando un
efecto multiplicador”. Ibíd., pp.7-8.
49 Ver Banco Central Hipotecario; Programa de Renovación Urbana “Nueva Santa Fé de
Bogotá”, Bogotá: BCH, 1985.
48
46
Imagen 27. Interior Conjunto Nueva Santa Fe.
Fuente: Revista HABITAR, No. 156.
Imagen 28. Conjunto Nueva Santa Fe, vista
desde el Centro Comunal.
Fuente: Revista HABITAR, No. 156.
Imagen 29. Calle 6, vista desde el Archivo
General de la Nación hacía los cerros
orientales.
Fuente: Revista HABITAR, No. 156.
Imagen 30. Centro Comunal, Conjunto Nueva
Santa Fe.
Fuente: Revista HABITAR, No. 156.
como forma preferencial para la conformación de la vivienda, como
la casa con patio, y también empleado en la disposición de otra clase
de edificios de mayor escala como conventos y hospitales, propios de
la arquitectura religiosa y civil del periodo colonial. Con base en esta
disposición los edificios son agrupados de manera que forman una
unidad y que, siguiendo un mismo paramento, construyen la
manzana. Cada conjunto define a su interior patios centrales
compuestos por una variedad de plazas y zonas verdes, donde se
alternan zonas duras y blandas según los usos de las áreas libres y
la topografía del lugar, se manejan diversos niveles para la ubicación
de los diferentes tipos de espacios, como zonas de juegos, de
descanso y senderos peatonales. Las diferentes plazas buscan ser
interconectadas mediante una variedad de circulaciones en los
primeros pisos del conjunto.
Con el fin de que el proyecto se integrara a su entorno se buscó
una concordancia volumétrica con los edificios vecinos mediante la
definición de un perfil urbano continuo con edificios de uno a cinco
pisos, alternando las diferentes alturas y dando un tratamiento
especial a las esquinas con el fin de romper con la homogeneidad y
otorgar una fisonomía propia al conjunto. Otro de los énfasis del plan
era la recuperación del espacio público del sector, a lo cual el nuevo
conjunto contribuiría con la dotación de espacios públicos y la
generación de galerías en los primeros pisos de los edificios, los
cuales albergarían diversos usos mixtos como equipamientos
colectivos, servicios comunales, instalaciones deportivas, locales
comerciales y oficinas. De esta manera también se lograría un
conjunto autónomo dentro del sector, que además complementaría el
desarrollo de las actividades múltiples de la zona.
Se plantearon diversos tipos de apartamentos, según la variedad
de los habitantes que los ocuparían, se contemplaron, por ejemplo, el
apartamento tipo de una planta para una familia, el apartamento
duplex y el apartaestudio. Se definió un área promedio de 72 m2 por
unidad de vivienda. Los diseños se basaron en diferentes sistemas
de modulación, buscando la optimización de los espacios
componentes de la vivienda. De acuerdo con la concepción del
espacio habitable como una entidad flexible para su ocupación se
previó la generación de espacios que permitieran una variedad de
usos de acuerdo con las diferentes modalidades de habitación.
Finalmente se destinó un área para estacionamientos subterráneos,
con diversos accesos vehiculares y peatonales, la cual era una
solución novedosa en el centro tradicional.
Del proyecto, sólo se construyeron tres manzanas en la parte
nororiental del barrio, las manzanas vacantes tuvieron distintos
destinos: una fue reservada para la construcción del Salón Comunal
del conjunto, algunas fueron ocupadas por el Archivo del Distrito, por
la Superintendencia Bancaria, por parqueaderos de la Policía
Nacional, y en otras dos se construiría en la década del noventa el
Archivo General de la Nación, diseñado por Rogelio Salmona; en la
actualidad dos manzanas aún permanecen desocupadas. Aunque
inconcluso, el proyecto Nueva Santa Fe introdujo un nuevo modelo
de área residencial en el centro urbano. Sus esquemas urbanísticos y
47
Imagen 31. Maqueta del proyecto general del
Parque Central Bavaria. Tomada de: Revista
Habitar, No. 162, p.19
Imagen 32. Panorámica del Conjunto Parque
Central Bavaria. Tomada de: Sociedad
Colombiana de Arquitectos –SCA-; Arquitectura
en Colombia y el sentido del lugar, últimos 25
años. p. 78.
Imagen 33. Interior del Conjunto Parque
Central Bavaria. Tomada de: Revista
Habitar,
No.
147,
p.24.
arquitectónicos contribuyeron a su recuperación, sin embargo la
pretendida articulación con el entorno no se logró totalmente, no sólo
porque el conjunto no se terminó o porque no se ejecutaron muchas
de las obras programadas en el Plan Centro, sino también porque su
configuración privilegió el interior del conjunto y se negó, de cierto
modo, al espacio adyacente.
Nueva Santa Fe constituye una obra que fue más allá de las
visiones con las que se enfocó el Plan Centro, según el cual el aporte
de los proyectos al reordenamiento físico se medía especialmente de
acuerdo con la aplicación de técnicas de planificación integral y de
las normativas, y según su capacidad efectista. En la formulación del
plan se carecía de una concepción de la planeación que desde un
nivel general contemplara el desarrollo urbano y que explicitara el
papel de las áreas residenciales como función urbana en el
ordenamiento físico y estructuración de la ciudad.
Nueva Santa Fe fue el último proyecto del BCH, en cuya
ejecución actuó como promotor directo. Mientras la actividad estatal
fue decayendo en la realización de proyectos de vivienda masiva
desde la década del ochenta, la intervención privada aumentó
notablemente, favorecida por los modelos económicos y políticas
gubernamentales que desde los años setenta se venían
implementando en el país, y prácticamente a partir de los años
noventa monopolizaría la producción de áreas residenciales en la
ciudad. En este contexto, otro ejemplo de este tipo de intervenciones
en el centro urbano de Bogotá, dentro de los lineamientos del Plan
Centro, lo constituye el Parque Central Bavaria (1989), proyecto
adelantado por iniciativa privada, ubicado en el Centro Internacional,
ocupando el área correspondiente a la antigua fábrica de la
cervecería Bavaria. En el que se conjugó el diseño de nuevos
edificios y espacios públicos con la restauración y actualización de
edificios y áreas preexistentes, que se sometieron a procesos de
renovación y reciclaje.50
Ciudades dentro de la ciudad, modelos de consolidación y
desarrollo urbano.
A finales de los años ochenta se emprendió el proyecto de
Ciudad Salitre, cuya realización se había contemplado desde finales
de la década del sesenta en el Estudio alternativas para la ciudad
(1967) donde se planteaba
la “obtención de una ciudad
económicamente eficiente, la cual debería lograrse mediante un
proceso acelerado de densificación y organización del espacio físico
sería una de las directrices que
disponible”51, este principio
orientarían el proyecto. Propuesta que, en la línea de estudios sobre
el desarrollo urbano de Bogotá, fue complementada con los
Sociedad Colombiana de Arquitectos –SCA-; Arquitectura en Colombia y el sentido del
lugar, últimos 25 años. Bogotá: SCA, 2004, p.78.
51 Alcaldía Mayor de Bogotá, Gobernación de Cundinamarca, BCH; Ciudad Salitre. Breves
consideraciones sobre su génesis, diseño, objetivos, y estrategia de ejecución, Bogotá,
1989, p.2.
50
48
planteamientos que introdujo Fase II(1973) el cual en el marco de la
“Planeación integral” propuso el modelo de “Ciudades dentro de la
ciudad”.
A partir de este modelo, basado en la Teoría de los Anillos de
Chicago y recomendado por el Banco Mundial, se formuló el
desarrollo radiocéntrico para Bogotá sobre seis anillos. De acuerdo
con este esquema el centro urbano se definiría como la Zona 1, es
decir, como la zona de mayor concentración de servicios
especializados y a partir de la cual se generarían subcentros en las
zonas no urbanizadas, con los cuales se introducirían nuevos
servicios y se establecería el reordenamiento físico de la ciudad.52
Dentro de estos lineamientos se había orientado el Proyecto de
Nueva Santa Fe de Bogotá y las demás intervenciones de este tipo
que se efectuaron en el centro urbano.
Su aplicación buscó oficializarse con el programa de gobierno
“Para cerrar la brecha” (1974-1978) bajo la presidencia de Alfonso
López Michelsen, con el que se perseguía promover el crecimiento y
urbanización de la ciudad y crear nuevos sistemas de financiamiento
para el desarrollo de la vivienda, de acuerdo con el modelo
económico que se había impuesto y según los planes previstos; sin
embargo, la implementación del modelo urbano debió esperar
algunos años para concretarse.
El BCH inscrito dentro de estas políticas formuló el programa
“Revivir la ciudad” a finales de los años ochenta, donde se concebía
la vivienda como un componente del desarrollo urbano y se señalaba
su necesaria inclusión en los Planes Nacionales de Desarrollo53.
Entre los modelos a aplicar para la realización de proyectos
específicos que contribuyeran al reordenamiento físico de la ciudad,
la entidad retomó el de “ciudades dentro de la ciudad”; modelo
entendido como un tipo de tratamiento que “plantea un crecimiento
hacia adentro, equilibrando los diferentes sectores del Área
Metropolitana y de sus zonas satélites, promoviendo centros cívicos y
polos de atracción en lugares estratégicos.”54
De acuerdo con estos criterios se promovió la ejecución de
Ciudad Salitre, cuyo papel sería el de lograr la integración espacial y
urbana, la consolidación y descentralización de la ciudad, y ser un
modelo de desarrollo urbano; se constituyó en el proyecto bandera
de la administración de Virgilio Barco (1986-1990).
El gran predio que se había reservado para su construcción fue
por mucho tiempo un globo de tierra, uno de los mayores vacíos
urbanos existentes en la ciudad que había representado
un
obstáculo para su desarrollo, impidiendo su expansión en sentido
oriente-occidente y la continuidad de su malla vial. El terreno
correspondiente a la vieja Hacienda el Salitre, propiedad de José
Joaquín Vargas y que había sido vendido a la Gobernación de
Ver Instituto Javeriano de Vivienda y Urbanismo –INJAVIU-; Cronología de las acciones del
Estado en la administración regional y urbana, Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana,
Facultad de Arquitectura y Diseño, INJAVIU, (s.f), p. 8. (Documento Inédito).
53 Ver Banco Central Hipotecario; Revivir la ciudad. Op. Cit., p.7.
54 Ibíd., p.13
52
49
Imagen 34. Panorámica del Conjunto sauzalito,
Vista oriente-occidente.
Fuente:
Alcaldía
Mayor
de
Bogotá,
Gobernación de Cundinamarca, BCH; Ciudad
Salitre. Breves consideraciones sobre su
génesis, diseño, objetivos, y estrategia de
ejecución.
Imagen 35. Planta del Conjunto Sauzalito.
Fuente: Revista Escala No. 156.
Imagen 36. Fachadas del Conjunto
Sauzalito. Fuente: Archivo personal del
autor.
Cundinamarca,
comprendía
inicialmente
1.000
hectáreas,
paulatinamente se fueron destinando algunas de sus áreas para
diversos usos y proyectos, finalmente el área prevista para
desarrollar Ciudad Salitre fue aproximadamente de 243 has.
Ciudad Salitre se determinó dentro de una normativa especial, a
la cual debían ceñirse los diseños urbanos y arquitectónicos de los
diferentes proyectos que lo conformarían. Se fijaron y clasificaron en
dos grupos los usos permitidos: “edificaciones habitacionales” y
“edificaciones de actividad múltiple”, estas últimas se subdividieron
en tres categorías: “instituciones públicas”, “instituciones privadas” y
específicamente “áreas de actividad múltiple”; para cada uno de
estos usos se asignaron manzanas. La construcción de los diversos
conjuntos residenciales se adjudicó a diferentes promotores,
distinguiendo los estatales de los privados. Con respecto a los
proyectos que serían emprendidos por entidades públicas sobresale
el Fondo Nacional del Ahorro, la cual se encargaría del desarrollo de
15has.
En cuanto a las “edificaciones habitacionales” se realizaron
diversas propuestas acorde con la población variada que se
esperaba albergar, se plantearon desde bloques sueltos de
multifamiliares hasta conjuntos residenciales de
soluciones
unifamiliares y multifamiliares, que actualmente componen el gran
conjunto, además de los diversos equipamientos de carácter zonal y
de mayor escala que lo complementan. Los proyectos se concibieron
con el fin de ofrecer “imágenes de conjuntos diferentes a las de su
propia periferia, como nuevos modelos de ejecución de la vivienda de
hoy, rompiendo con la manzana convencional y armando conjuntos
autónomos insertos en supermanzanas urbanas.”55
Dentro de los usos previstos se programó la construcción de
20.000 viviendas. En la primera etapa, se promovió la ejecución de
1.150 viviendas, que integrarían el Conjunto Sauzalito desarrollado
por el BCH mediante fiducia mercantil y el cual constituyó un ejemplo
donde se combinó la acción interinstitucional entre el BCH y la
Beneficencia de Cundinamarca, con participación del Instituto de
Desarrollo Urbano –IDU-, esta entidad actuó como financiera del
proyecto. De acuerdo con las políticas establecidas para el desarrollo
de los proyectos que conformarían Ciudad Salitre, el Conjunto
Sauzalito fue el único en el que la fiducia intervino como promotor,
esto con el fin de que el proyecto representara un modelo a seguir e
incentivara la inversión de otras firmas constructoras en la realización
de los demás proyectos habitacionales programados para el sector.
La construcción del conjunto residencial Sauzalito estuvo a cargo
de la firma Drews y Gómez en asocio del Arquitecto Ignacio Vega. Se
asignó un lote de 8.5 has., ubicado al norte de la Terminal de
Transportes de Bogotá, dentro del par vial conformado por las
avenidas de la Esperanza y de la Constitución, donde se delimitaron
tres manzanas en las que se implantaron seis agrupaciones, dos por
cada manzana, que conforman respectivamente tres conjuntos: Los
Revista Escala, No. 156, Grandes Proyectos Urbanos, Vivienda y Tecnología, Bogotá,
1991, p.9.
55
50
Imagen 37. Esquema Urbanístico de Ciudadela
Colsubsidio.
Imagen 38. Panorámica Ciudadela Colsubsidio.
Imagen 39. Interior de un conjunto multifamiliar,
Ciudadela Colsubsidio.
Fuente: SCA. Arquitectura en Colombia y
el sentido del lugar, últimos 25 años.
Alcaparros, Los Laureles y Los Arrayanes. Cada conjunto es
integrado por multifamiliares de cinco pisos con un promedio de 200
unidades de vivienda por edificio.
Las agrupaciones se disponen sueltas, bordeando las manzanas
de manera que conforman su cerramiento, se relacionan entre sí a
través de un eje peatonal central que se conecta con los ejes viales
que rodean el proyecto y desde los cuales se accede a los edificios.
En su implantación se previeron amplias áreas de cesión, destinadas
a zonas verdes y zonas de juegos. Cada uno de los conjuntos cuenta
con zonas de parqueos para residentes y visitantes, así como con
otros servicios comunales; y para complemento del conjunto
residencial en su totalidad se previó la dotación de equipamientos
colectivos, un colegio, un parque y varios locales comerciales.
Los diseños parten de la generación de módulos que se articulan
a puntos fijos, buscando su flexibilidad formal y dimensional con el fin
de permitir variaciones en cada uno de los espacios componentes de
la unidad de vivienda y lograr la rotación de sus elementos, para dar
movilidad al conjunto. De este modo, a partir de módulos básicos se
establecieron varios tipos de apartamentos de una a cuatro alcobas,
con áreas que oscilan entre los 46 y 83 m2.
En el diseño de Sauzalito, se retomaron algunos de los
elementos urbanos y arquitectónicos de conjuntos habitacionales
desarrollados en las décadas anteriores en Bogotá; sin embargo,
representa otra concepción de conjunto residencial, no sólo porque
hace parte de un modelo diferente de desarrollo urbano y residencial,
sino también por la concepción de su escala y configuración, donde
no se explicita una búsqueda de integración con el espacio urbano y
donde por el contrario el conjunto termina cerrándose a la ciudad. Por
otra parte, la definición de las unidades habitacionales a partir de un
módulo básico obedece exclusivamente a la intención de lograr la
racionalización de los elementos pero no a una búsqueda formal que
se emprenda desde su comprensión estructural.
La construcción del Conjunto Sauzalito puede considerarse
como la última experiencia de desarrollo de áreas residenciales de
intervención estatal. Ciudad Salitre continúa desarrollándose y los
demás proyectos habitacionales que lo integran son realizados por
promotores privados, como ha sucedido en el resto de la ciudad.
Donde, también otros tipos de entidades, mediante diversas figuras y
sistemas económicos, han emprendido diferentes proyectos. Al
respecto, dentro de la concepción de ciudades de la ciudad vale la
pena mencionar el proyecto de Ciudadela Colsubsidio, en el
occidente de la ciudad, diseñado por las firmas Esguerra Sáenz y
Samper (1986-1994) y GX Samper Arquitectos (1995-2004), del cual
se destaca su configuración espacial por rotondas que, además de
caracterizar singularmente al conjunto, permite la creación de
diversos espacios urbanos, donde se definen claramente los
espacios públicos que se integran a la ciudad y los recintos que se
desarrollan al interior del conjunto.56
Sociedad Colombiana de Arquitectos –SCA-; Arquitectura en Colombia y el sentido del
lugar, últimos 25 años. Op. Cit.; p.82.
56
51
La década del noventa representa un momento de cambio en la
construcción de la residencia en la ciudad, no sólo en cuanto al
declive de la acción estatal y monopolización de la construcción y
mercado inmobiliario por parte de la empresa privada, sino también
respecto a la escala de las intervenciones, a la segregación aún más
marcada en el tipo de población a la que se destinan, e igualmente
en lo relativo al enfoque desde el que se concibe la residencia, el
cual no marca precisamente un camino evolutivo.
Actualmente se ha dado un paso decisivo en la planeación de la
ciudad, mediante el planteamiento y puesta en marcha de los Planes
de Ordenamiento Territorial –POT- y la búsqueda de articulación
entre las entidades y las actuaciones urbanísticas. Sin embargo, la
reflexión y la práctica en el desarrollo de las formas residenciales en
la ciudad aún se encuentran en saldo. Las acciones recientes han
propendido más hacia el desarrollo de soluciones individuales, donde
el papel limitado que juega el Estado a través de MetroVivienda
(1998), enfrenta el tema de la vivienda desde una nueva versión de
las “soluciones mínimas”. En este tipo de soluciones, al obviar la
función de las áreas residenciales en el desarrollo de la ciudad, no se
logra medir su impacto en la configuración de su espacio urbano y no
sólo termina por sustituir, sino que contradice, el concepto de áreas
residenciales.
Conclusiones
Acorde con lo expuesto, se advierte cómo a lo largo del siglo XX
en Bogotá diversas reflexiones y acciones se emprendieron en el
desarrollo de la vivienda. Se establecieron políticas para su gestión,
se implementaron estrategias de acción, se fijaron normativas para
su realización y se crearon diversos instrumentos de planeación; se
planteó como objeto primordial en los planes de desarrollo de los
gobiernos distritales y nacionales, diversas entidades se crearon para
su realización y su financiación.
Asimismo, se aplicaron y diseñaron modelos los cuales, en su
mayoría, tuvieron como referentes distintos desarrollos de otros
países, orientados por distintas corrientes del pensamiento urbano y
arquitectónico, y que intentaron adaptarse al contexto, acorde con los
recursos y capacidades operativas para realizar los proyectos. Se
estudiaron y aplicaron diversas técnicas constructivas, con lo que se
abrió un campo de experimentación a partir de la ejecución de
proyectos, en particular, de vivienda masiva.
No obstante, muchas de estas acciones fueron dispersas y
desarticuladas. Si bien, en las primeras décadas, se intentaron
resolver los problemas que la ciudad enfrentaba, y que también
concernían a la vivienda, los objetivos se centraron en responder a
las demandas que plantearon la densificación, la desordenada
expansión y los problemas de higiene; supeditando a estos factores
las reflexiones y acciones relativas al desarrollo de las formas
residenciales.
La mayoría de las propuestas estuvieron encaminadas a resolver
el déficit de vivienda y no orientadas a partir de una base conceptual
52
que permitiera comprender y abordar el objeto, y en consecuencia,
lograr su adecuada intervención. Donde es difícil encontrar una
correspondencia entre las concepciones que alientan los diferentes
niveles de intervención, no sólo en cuanto a la concepción del área
residencial como componente de la ciudad, sino también respecto a
las políticas fijadas y las acciones concretas.
Esta ausencia, como la falta de un proceso continuo en el
planeamiento de la ciudad y su instrumentalización, pueden
considerarse unas de las principales causas que impidieron que la
reflexión fuera llevada a un nivel mayor del que implica la urgencia de
dar respuesta a una necesidad apremiante y que, desde allí, se
lograra el desarrollo de un proceso tipológico – en términos de
progreso cognoscitivo y formal fundamentado en las condiciones de
la ciudad y su seguimiento histórico- y la construcción de un modelo
consistente que lo iniciara y posibilitara su consecución, mediante
acciones coordinadas y sólidas.
Por ello, si se mira con atención el caso de Bogotá, no se puede
hablar estrictamente de una reflexión sobre las áreas residenciales, a
pesar de los aportes que constituyen diversas exploraciones hechas
al respecto, como la búsqueda por una tipificación de los elementos y
los aciertos en algunos proyectos realizados; éstos pueden
considerarse como casos aislados y no como producto de un proceso
sistemático de estudio e intervención. Estos casos, o proyectos
ejemplarizantes, deben ser retomados para tener un punto de partida
desde el cual reemprender un proceso que, apenas iniciado, ha sido
truncado y desplazado por otros aspectos.
En este sentido es necesario reanudar la reflexión sobre el tema,
teniendo en cuenta que la concepción sobre las áreas residenciales,
entendidas como una función urbana que cumple un papel
estructurante de la ciudad, debe descansar sobre una concepción de
ciudad y debe estar orientada por el conocimiento de la misma.
Igualmente, no se puede olvidar que el surgimiento de cada
nueva forma residencial obedece a un momento histórico, que está
referida a las transformaciones que sufren la organización social y
espacial de la ciudad, con las que se imponen nuevos modelos de
vida y se genera un nuevo significado del residir, donde la nueva
forma es asociada a la nueva forma del habitar.
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