La alineación de los planetas

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La alineación de los planetas
Escrito por Rosa María Horche Ruiz
Domingo, 24 de Enero de 2010 16:59 - Actualizado Lunes, 25 de Enero de 2010 00:13
El timbre del teléfono no dejaba de sonar. Ana se hizo la remolona tapándose la cabeza con la
almohada, pero al final no tuvo más remedio que coger el auricular: ¿diga? -contestó con mal
humor. -¡¡Felicidades cariño!! -dijo una voz al otro lado-. ¡Mamá, todavía es de noche! –Ya,
pero quería ser la primera en felicitarte, cumples 15 años y hoy te esperan muchas sorpresas,
ya verás.
-Vale, me conformo con que llegues a tiempo para la fiesta de esta noche. Su madre pareció
dudar: -¡La fiesta… bueno… ya veremos! -¿Cómo que ya veremos?¡mamá! -¿mamá? La
comunicación se había cortado.
Colgó el teléfono y se quedó sentada en la cama, pensativa; ¿se iba a perder su madre la
fiesta de cumpleaños? Los últimos días había estado un poco rara; ella pensaba que sería por
el ajetreo de la mudanza ya que se acababan de trasladar a aquella zona al lado del mar.
La casa que había sido de la familia de su madre, era grande y muy luminosa; desde cualquier
rincón se podía disfrutar de unas vistas excelentes, gracias a los enormes ventanales que
tenía. Estaba construida sobre una roca del acantilado que sobresalía hacia el agua. De lejos,
todos decían que parecía un gran pájaro que quisiera echar a volar. Ana se levantó y abrió la puerta que comunicaba con la enorme terraza que rodeaba la casa.
Desde ella, se accedía por unas escaleras, a la pequeña cala situada varios metros más abajo.
El sol estaba saliendo, aunque todavía era una manchita roja en el horizonte a la que se podía
mirar. La brisa fresca le traía olor a sal, a algas, y a yodo. Respiró profundamente. Le gustaba
aquel sitio.
Una gaviota pasó volando muy cerca y fue a posarse en la fina arena de la playa. Al seguirla
con la mirada, le pareció que algo brillaba entre las rocas. Aún no había mucha claridad por lo
que la lucecita resultaba más visible, juraría que parpadeaba, como si fuera un mensaje en
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Sin pensarlo dos veces, bajó las escaleras y al acercarse pudo ver que la luz venía de un
pequeño farolillo que una muñeca Barbie, tenía en la mano. En aquel momento, el sol iluminó
la escena, y Ana, boquiabierta vio que la muñeca, no era tal, sino una jovencita de carne y
hueso que además tenía alas, ya que haciendo uso de las mismas, se había colocado a la
altura de su cara agitando el farol:
-¡Ana, ya puedes cerrar la boca. –Le dijo. –Sé que esto resulta muy extraño, pero te aseguro
que soy real. Es muy importante que hablemos!
Ana la miraba atónita; aquello no podía ser; estaba soñando o se había vuelto loca. En aquel
momento, como si hubiese leído su pensamiento, la Barbie le dio un tirón de pelo: -¿Qué, te
convences? Si estuvieses soñando, ya te habrías despertado.Ven siéntate y escucha que
tengo que contarte una historia: me llamo Celia, y soy la centinela de estas tierras, junto con
mis hermanas.
­-Hace mucho tiempo, todo lo que ves a tu alrededor, pertenecía a un antiguo reino que vivía
muy feliz, pues sus reyes y gobernantes eran gente honesta que velaban por el bienestar de
todos sus súbditos. La tierra era muy fértil y les brindaba toda clase de frutas, verduras,
hortalizas, etc., además tenían el mar donde pescaban y unos grandes bosques que les
proporcionaban caza, leña, así como gran variedad de hierbas y plantas medicinales, con las
que el curandero preparaba remedios muy efectivos contra cualquier dolor o enfermedad que
pudiera surgir. Como ya he dicho, eran gentes honradas, y muy comprometidas con el medio que habitaban;
sólo cogían lo necesario para vivir, respetando al máximo la naturaleza. Todos tenían los
mismos derechos y obligaciones y disponían de lo suficiente para vivir con comodidad. Pero el día que murió el viejo curandero, empezaron los problemas; su sucesor no estaba de
acuerdo con estas reglas. Él, consideraba que su trabajo era el más importante y merecía más
recompensa. Así que un buen día se fue al bosque y recolectó unas hierbas que conocía con
las que preparó un mejunje que dejó secar y después machacó hasta reducir a polvo.
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Por la noche, cuando todos dormían, se dirigió al río que abastecía la ciudad y poco a poco, a
la vez que iba recitando un conjuro, esparció sobre las aguas el brebaje que pronto se
distribuyó a todas las fuentes. Nadie se dio cuenta, pues el compuesto aquel no tenía olor, ni sabor, y todos bebieron del
agua contaminada y con ella regaron sus huertos. Al poco tiempo, la gente empezó a enfermar;
primero fueron los más débiles: los ancianos y los niños y luego poco a poco, todos los demás.
Entonces, Hades que así se llamaba el brujo, montó un negocio de aguas medicinales, “muy
beneficiosas para la salud” -según decía-, pero que en realidad sacaba de un pequeño
manantial que brotaba en una cueva debajo de su casa y que no había contaminado. Después
le añadía el antídoto contra el veneno y pregonaba su “agua curativa traída de lejanas
montañas”. Todos la compraban ya que confiaban en él y se sentían mejor después de
beberla.
También preparó distintas formas de remedio: pastillas, jarabes, ungüentos, jabones y aceites
que iban muy bien para la enfermedad y les puso un precio, cada vez más abusivo, que la
gente pagaba sin protestar pues todo lo daban por bien empleado.
Así se fue enriqueciendo, pero nunca tenía suficiente. Cuando controlaron la epidemia, se
inventó otra. Esta vez fue un líquido que echaba sobre los troncos que se apilaban en el
aserradero y que al quemarse en las estufas y chimeneas, producía un humo tóxico, pero
indetectable, y vuelta a empezar.
Ana miraba al hada sin comprender -¿Qué tiene que ver todo esto conmigo? -¡Más de lo que tú
piensas! -La esposa del mago era una antepasada tuya, y una bruja muy poderosa, que al
averiguar los tejemanejes de su marido, decidió intervenir; no podía contárselo a nadie pues
todos le estaban muy agradecidos a Hades por cuidar de su salud y no la hubieran creído; pensarían que tenía envidia de él. Así que nos pidió ayuda a nosotras, las guardianas del bosque y uniendo nuestra magia,
pudimos encerrar al brujo dentro de la roca sobre la que está construida tu casa. Desde
entonces muchas mujeres de tu familia que han heredado los poderes de tu abuela, se han
convertido en las centinelas del secreto, procurando paliar en lo que pueden, los efectos de los
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venenos del brujo, así como su desmedida ambición que también se extendió por el mundo,
afectando de diferente forma a las personas-.
Ana estaba cada vez más asustada. Había visto en la tele un reportaje sobre personas que
oían voces y tenían alucinaciones ¿cómo se llamaba la enfermedad? ¡Ah sí: esquizofrenia! Celia podía adivinar lo que estaba pensando por la cara que tenía: -¡No te preocupes, no estás
loca! -¿Pero cómo voy a.....? -¡Tienes unos poderes que despertarán poco a poco con mi
ayuda.
-¡¿Poderes?! -¡vale, ya me quedo mucho más tranquila! Contestó con ironía.
-¡Mira, hay que volver al pasado. Al momento en que el brujo estaba haciendo un conjuro que
lo protegería para siempre de cualquier hechizo que se hiciera contra él volviéndole
invulnerable. Eso es lo que han estado haciendo las mujeres de tu familia a través de los
siglos: impedir que complete el conjuro.
-Cada 300 años, cuando se alinean los planetas, aquel malvado, tiene la posibilidad de volver a
la vida y acabar su trabajo. Eso sucederá muy pronto, y ahí es donde entras tú; acabas de
cumplir 15 años y eres la siguiente guardiana. Tu misión es evitarlo.
-Pero, ¿cómo voy a contarle todo esto a mi madre? ¡jamás me creerá! Tu madre ya lo sabe,
pero no puede ayudarte, ella ya no tiene sus poderes y correría un gran peligro si estuviese
cerca.
Celia señaló al cielo con su diminuta mano: -¡ya está empezando!
Ana miró al horizonte. Unos círculos de diferente tamaño se dirigían lentamente hacia el Sol.
-¿Son planetas? –Sí. Antes de las 12 de la noche habrán concluido su alineación y en ese
momento Hades recobrará la vida.
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Una gaviota pasa volando y sus graznidos sorprenden a Ana ya que puede entender lo que el
pájaro dice: “la hora se acerca, mira la roca”. Levanta la cabeza hacia su casa y a un lado se ve
una grieta que poco a poco se va ensanchando, dejando caer trozos de piedras, como si fuera
un huevo preparándose para dejar salir al polluelo. -¡Vale, te creo. La roca ha empezado a romperse y ese monstruo del demonio va a salir. Yo ya
estoy bastante asustada así que tú me dirás qué hacemos!
Al volverse ve a Celia rodeada de un montón de Barbies igualitas a ella cada una con una
piedra en la mano que a una señal dejan en el suelo formando un redondel a su alrededor.
Luego sacan de unos saquitos que llevan a la espalda, montones de hojas, hierbas y flores
silvestres muy olorosas y las esparcen por el interior del círculo. Ana se agacha y al coger un
puñado siente que algo dentro de ella está cambiando. Celia la mira y sonríe: -La fuerza de la
naturaleza, nos ayuda a despertar tus poderes. Ahora cierra los ojos y piensa en tus
antecesoras, ¿recuerdas sus nombres?
-¡Sí, mi madre y mi abuela me los enseñaban cuando era pequeña! -Estupendo, ahora
llámalas una a una y pídeles ayuda.
Ana con los ojos cerrados va repitiendo los nombres de las poderosas brujas que son sus
antepasadas, rogándoles que la protejan y la lleven atrás en el tiempo. El círculo de piedras
empieza a girar a su alrededor y lentamente se va levantando del suelo transformándose en
figuras blancas y transparentes que emanan una luz que la envuelve por completo. Luego la
luz sobrepasa su altura y todo desaparece.
Entonces se dan cuenta que ya no están en la playa, sino en una cueva repleta de probetas de
cristal y cacharros extraños con un fuego en medio donde cuece un caldero enorme que
despide un olor asqueroso.
Un ruido de pasos, hace que se escondan detrás de unos sacos que están arrimados a la
pared en el momento que el brujo entra y vacía el zurrón sobre la mesa. Un montón de ojos y
corazones sanguinolentos se esparcen sobre ella. Ana está a punto de gritar, pero una mano
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tapa su boca impidiendo que las descubra. Hades después de haber añadido el contenido del
saco al caldero, le da vueltas con un palo a la vez que murmura unas palabras extrañas. Luego
sale de la cueva otra vez.
La mano que aprieta su boca se afloja, y Ana respira aliviada. Al volverse, su sorpresa es
mayúscula; es su madre quien ha evitado que gritara.
-¡Mamá! ¿Cómo has llegado hasta aquí? –Con la ayuda de las hadas, ya que mis poderes
disminuyen a la vez que aumentan los tuyos, pero tenía que ayudarte. Jamás me habría
perdonado si te sucede algo. –Ahora tienes que hacernos invisibles, yo ya no puedo, y ese
malvado no tardará en volver para añadir el último ingrediente de su encantamiento; después
de los ojos de tritón y los corazones de serpiente, debe añadir las alas de un hada y el
sortilegio estará concluido.
-¿Las alas de un hada? –Sí, y si fueran las de Celia que es su reina, le vendrían mucho mejor,
así que tienes que darte prisa y conseguir que desaparezcamos.
-¡Mamá, no tengo ni idea de cómo lograrlo, yo no tengo poderes! –¿Ah no? Entonces, ¿quién
entendió lo que decía la gaviota? Y ¿quién os ha traído hasta aquí?
–Vamos, concéntrate. Intervino Celia. –El tiempo pasa muy deprisa. –Tienes que desearlo con
el corazón para que funcione.
-¡No lo conseguiré. Esto es como en un examen: a mayor presión, mayor bloqueo. Nada más
decirlo, se fijó en que su madre y ella habían desaparecido de cintura para abajo. -¡Hurra, lo
conseguí. Gritó entusiasmada, pero entonces un portazo anunció que Hades volvía.
Celia y su madre susurraron a la vez: -¡Vaaamos! -¡Ay Dios, no puedo! Por más que lo
intentaba, no desaparecían más que sus piernas. Los pasos, se oían cada vez más cerca.
Entonces por arte de magia, apareció en la mano de su madre un velo muy fino que tiró al aire
y que muy suave se posó sobre ellas haciéndolas invisibles, justo en el momento en que el
brujo entraba.
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Esta vez, de su zurrón sacó a una de las hermanas de Celia atada, que se debatía inútilmente.
Cogió una jaulita y metió al hada en ella mientras decía: -tú pondrás el broche de oro a mi
conjuro y después nadie podrá nada contra mí. Pero aún es pronto. Debo evitar que mi esposa
sospeche. Volveré luego. Y sonriendo maliciosamente añadió: -No te marches.
La madre de Ana parecía muy cansada: -Lo siento cariño, ese era mi último poder, a partir de
ahora estarás sola. Escúchame con atención; tenemos una ventaja; al retroceder en el tiempo,
todo esto está pasando por primera vez. Por lo tanto, él no tiene ni idea de que llevamos siglos
y siglos evitando que concluya su sortilegio. Tu misión es liberar a la princesa y escapar, pero
ha de ser en el último momento, para que no tenga tiempo de capturar otra hada.
Al decir esto, su madre y Celia empiezan a desaparecer, como si se difuminaran. A la vez unas
imágenes muestran la roca sobre la que se encuentra su casa, desmoronándose, como si el
gran pájaro fuera a echar a volar y comprende que el momento ha llegado, pero al verse sola
está aterrorizada, cree que se va a desmayar. No sabe qué hacer. El hada la mira con simpatía
y susurra: -¡Ánimo, sé valiente!
Entonces entra Hades que se ha vestido para la ocasión con ropas muy lujosas; es indudable
que piensa hacerse el dueño y señor de toda la comarca. Levanta sus brazos y el caldero
empieza a hervir a borbotones.
Ana permanece en un rincón sin respirar, mientras él se dirige hacia la jaula con un puñal de
plata en la mano. Coge a Lidia y se dispone a cortarle las alas. Ana avanza hacia él, pero
entonces, el velo que la hace invisible resbala y cae al suelo. Se queda petrificada; el brujo la
ha descubierto, ya no podrá quitarle al hada; le cortará las alitas. Todo se ha perdido. Pero
Hades está quieto; mirándola asombrado ¿quién es esa jovencita?, es idéntica a su esposa a
la que ha dejado en el jardín, pero ésta lleva una extraña indumentaria ¿qué está pasando?
Aprovechando su desconcierto, Ana corre hacia él y le arrebata a Lidia de las manos. En ese
momento, el círculo de luz que la trajo aquí vuelve a abrirse y Ana sin pensarlo salta hacia él
que inmediatamente se cierra. Acto seguido, se encuentra en la pequeña cala debajo de su
casa. Llega a tiempo de ver todos los planetas en perfecta alineación con el Sol y como las
piedras que caían de la roca, vuelven a su sitio y las grietas que amenazaban con destruir su
casa, desaparecen.
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Celia y su madre corren hacia ella gritando y riendo; -¡¡Todo ha salido bien, estaremos
tranquilas otros 300 años!!
Lidia intentando librarse de las manos de Ana dice: -Yo también estoy muy contenta, pero
necesitaría respirar un poco.
Desde la terraza de la casa, su padre las llama. -¿Dónde os habíais metido? los invitados ya
están llegando. Estaba preocupado. Ha habido un temblor de tierra y vosotras por ahí toda la
tarde. -¿Es que no os habéis enterado?
Rosa Mª Horche
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