NORMAN PROVENCHER HACIA UNA TEOLOGÍA DE LA FAMILIA: LA IGLESIA DOMÉSTICA Este estudio desea esbozar algunos elementos de una teología de la familia que no se limiten a la dimensión conyugal y sacramental. Considera a la familia cristiana como un lugar privilegiado de la Iglesia, e incluso como Iglesia, siguiendo las líneas del Vaticano II que califica a la familia de «Iglesia doméstica, y a Pablo VI que en la Evangelii nuntiandi explica que esto significa que, en cada familia cristiana, deberían encontrarse los diversos aspectos de la Iglesia entera. Vers une théologie de la familia: l’Eglise domestique, Eglise et Théologie, 12 (1981) 934 Hay que reconocer el esfuerzo que han hecho últimamente los teólogos por renovar la teología del matrimonio. Se ha estudiado ampliamente la indisolubilidad y ahora se busca dar una significación teológica a la realidad de la pareja, poniendo de relieve el amor conyugal, cuya finalidad no se limita a la procreación. También desde hace unos años se ha desarrollado la pastoral familiar, aunque a menudo ha sido más bien una pastoral conyugal que se dirige, casi exclusivamente a la pareja, olvidando la dimensión familiar. Este interés de la Iglesia por la familia se da en un momento en que bastantes cristianos toman sus distancias ante la enseña nza oficial de la Iglesia, especialmente en lo que concierne a la sexualidad y fecundidad; esto tendría que interrogar a quienes ejercen el ministerio de la enseñanza en la Iglesia. A lo largo de nuestra reflexión teológica es necesario estar presente en la realidad de la familia hoy. En medio de la sacudida que afecta a todas las instituciones, seria raro que la familia quedara protegida, como un islote bien guardado. No se trata sólo de la regulación de la natalidad, del aumento de los divorcios entre los católicos o de la cohabitación juvenil como transición al matrimonio. Más allá de estos problemas que cuestionan el matrimonio tradicional, algunos llegan a preguntarse si el matrimonio y la familia, tales como los comprende la Iglesia, representan realidades posibles y deseables, o si son alienantes y como caricaturas de lo humano auténtico. ¿Se puede hablar de familia en singular? ¿Se puede presentar un único modelo de familia a todos los pueblos? Cada vez resulta más ilusorio hablar de "la" familia y presentar la teología de la familia como si sólo existiera bajo la forma "normar que comprende padre, madre e hijos. Hay que admitir que las Iglesias occidentales han ejercido a menudo un dominio cultural sobre otros pueblos. Desde hace unos años la familia se ha visto modificada por el dominio creciente del hombre sobre las condiciones de vida, especialmente en el campo de la fecundidad, que ha provocado una revolución inédita para la mujer, desde que puede programar los nacimientos, cambiando con ello la condición de la madre y originando un nuevo tipo de relaciones hombre- mujer y una nueva visión de la familia. Nos encontramos, también, ante una familia más restringida, con menos hijos y sin los abuelos en casa en la mayoría de los casos. Ha aumentado el número de familias separadas y ha crecido el número de mujeres y hombres que educan solos a sus hijos, como consecuencia del divorcio o del abandono de un cónyuge. Hay que citar también a los divorciados, NORMAN PROVENCHER vueltos a casar, que aciertan en su segunda unión y que educan cristianamente a sus hijos. La familia toma muchas formas y no se las puede tachar simplemente de excepción o de desviación ante un único modelo. Y el teólogo no puede presentar un solo modelo de familia cristiana, sin correr el riesgo de imponer un tipo de familia, producto de circunstancias históricas concretas. Su trabajo ha de consistir en revelar, con humildad y con un gran deseo de respetar lo humano, la Buena Nueva liberadora a cristianos que están comprometidos con situaciones inéditas, para las que las soluciones de ayer ya no son necesariamente eficaces e iluminadoras. UN RECONOCIMIENTO OFICIAL El Vaticano II reconoce que la familia es una especie de Iglesia, "la Iglesia doméstica". Es la primera vez que el magisterio emplea esta expresión que ya encontramos en S. Juan Crisóstomo. La familia es considerada como la célula, cuyo desarrollo constituye la comunidad eclesial, el semillero de miembros de la Iglesia. Pero sobre todo, la familia cristiana es considerada ya como una realización o un tipo de Iglesia a la que el Concilio da el nombre de "Iglesia doméstica": "Es necesario que por la palabra y por el ejemplo, en esta especie de Iglesia que es el hogar, los padres sean para sus hijos los primeros heraldos de la fe, al servicio de la vocación propia de cada uno y muy especialmente de su vocación sagrada". Es una especie de Iglesia porque en ella los padres transmiten la fe a sus hijos y les permiten realizar su vocación. También Pablo VI ha utilizado este nombre en diversas ocasiones. En mayo de 1970 ante los Equipos de Ntra. Señora les recordó, refiriéndose a la Lumen Gentium, que la caridad conyugal "transforma la comunidad de vida de los esposos en lo que podríamos llamar, según la enseñanza autorizada del Concilio, la Iglesia doméstica". Quería significar que la familia es una verdadera "célula de Iglesia", como decía Juan XXIII, célula de base, célula germinal del organismo eclesial. Continúa la misma alocución llamando la atención sobre la hospitalidad que considera como "una forma eminente de la misión apostólica del hogar". Evocando la hospitalidad del hogar de Aquila y de Priscila añade: "En estos tiempos tan duros para muchos, ¡qué gracia el ser acogidos "en esta pequeña Iglesia", según la palabra de 'S. Juan Crisóstomo, el entrar en su ternura, descubrir su maternidad! ( ...) un hogar cristiano es "el rostro sonriente y dulce de la Iglesia". Es un apostolado irreemplazable el que habéis de llevar a cabo generosamente, un apostolado del hogar para el que la formación de los novios, la ayuda a los jóvenes matrimonios, el socorro a los hogares en peligro, constituyen dominios privilegiados". En 1975, en la Evangelii muntiandi, Pablo VI vuelve sobre el mismo título de Iglesia doméstica. Explica que toda la Iglesia es llamada a evangelizar y propone a los laicos la evangelización del vasto y complicado mundo de la política, de lo social, de la economía, de la ciencia, pero también de las realidades como el amor, la educación de los niños, la familia. Presenta la familia como uno de los campos de la evangelización, pero subraya también su acción pastoral y la sitúa entre los obreros de la evangelización. "La familia, como la Iglesia, ha de ser un espacio donde el evangelio es transmitido y donde el evangelio resplandece". NORMAN PROVENCHER En otras palabras, la familia no es una Iglesia porque ella contribuye a darle nuevos miembros, sino porque los diversos aspectos de la Iglesia se encuentran en ella. LA IGLESIA QUE ESTÁ EN LA CASA DE... Los primeros cristianos de Jerusalén conocían dos tipos de reuniones: en el Templo para la oración (Hch 2,46; 3,11; 5,12) y en las casas (kat'oikon) donde realizaban la fracción del pan (2,46; 5,42). En este gesto que tenía lugar en las casas particulares, los cristianos descubrían su identidad y tomaban, progresivamente, distancias con relación a la fe judía. Kat' oikon ekklesia no significa ciertamente la asamblea de la familia, sino la asamblea de cristianos que se reúnen en una casa. Este es el significado de esta expresión que la Vulgata traduce por ecclesia domestica. Pero es gracias a estos hogares, que tan a menudo cita Pablo, que se realiza la evangelización. Los hogares se convirtieron en lugares de acogimiento de la Asamblea cristiana y en centros de expansión de la fe. El primer hogar de evangelización en Europa fue el de Lidia, la comerciante de Filipos, que recibe a Pablo (Hch 16, 14-15) y que daba hospitalidad a los cristianos a pesar de todos los peligros (16,40). Podríamos citar también el bautismo de Cornelio y de su casa que reviste una gran importancia teológica, porque se trata de la entrada de los paganos en la Iglesia (Hch 10,1...) y los diversos hogares citados por Pablo en los que se reúne la Iglesia de Dios, como Rm 16,23: "Os saluda Gayo quien me hospeda a mí y a toda la Iglesia" (Ver también: 1 Cor 1,14; 16,19; Rm 16,4; Col 4,15; Flm 2). Antes que los cristianos tuviesen sus edificios de culto, es cierto que la casa jugó un gran papel en la evangelización, tanto por la acogida a los misioneros, como por la hospitalidad a los cristianos necesitados y por el testimonio de la fe de sus miembros. La evangelización se realiza continuamente en el cuadro doméstico y no es exagerado afirmar que, en el orden de las instituciones, es la familia, ante todo, la que ha permitido al Evangelio ser fermento en la masa. La casa ofrece recursos importantes para la evangelización por la hospitalidad, las relaciones de parentesco y de vecindad, los contactos de todo tipo. Y no hay que olvidar el lugar de las mujeres en el nacimiento de las primeras comunidades. Por reunirse en las casas privadas, la mujer podía ejercer un papel de acogimiento y una gran influencia sobre el clima espiritual de la comunidad (cfr Rm 16,12 y Flp 4,2). Al elaborar una teología de la familia podemos sacar provecho de lo vivido por la comunidad primitiva. Podemos ver que el servicio del Evangelio y el de la pastoral, lejos de sugerir una separación de las estructuras de la institución familiar, buscan apoyarse en lo que estas estructuras les pueden ofrecer. La familia con su red de relaciones humanas, su práctica de la hospitalidad, con el matrimonio que asegura la permanencia, ofrece cuadros que permiten el servicio de la palabra, de la Eucaristía y de la ayuda fraterna. La familia se convierte en un centro de vida eclesial y de evangelización. NORMAN PROVENCHER "HACED DE VUESTRA CASA UNA IGLESIA" Durante los siglos II y III la casa familiar cede progresivamente su sitio a un lugar fijo de reunión más amplio. También los responsables de la comunidad se reagrupan, e incluso bajo la influencia del monacato, al principio del s. IV, guardan la ley del celibato. La familia y la casa privada resultan cada vez menos importantes para la organización de la Iglesia. Con todo, el matrimonio y la familia continúan interesando. Algunos Padres de la Iglesia emparentan, en su naturaleza profunda, la comunidad de la Iglesia y la comunidad conyugal. Apoyándose en S. Pablo (Ef 5,32) ven en el matrimonio un "icono" o una "imagen substancial" de las relaciones misteriosas entre Cristo y la Iglesia. La familia aparece como un lugar privilegiado de la presencia de Cristo. Según Juan Crisóstomo "donde el marido, la mujer y los hijos viven en la concordia, la estima y enlazados por la verdad, allí reside Cristo". Clemente de Alejandría aplica a la familia la palabra de Jesús: "¿Quiénes son los dos o tres reunidos en nombre de Cristo, en medio de los cuales está el Señor? El hombre, la mujer y el hijo, porque el hombre y la mujer están unidos por Dios". Vemos, pues, que germina la idea de que la Iglesia está donde Cristo se hace presente en una comunidad que confiesa la verdadera fe, que ora y que ama. Juan Crisóstomo termina uno de sus sermones diciendo: "Haced, cada uno de vosotros, de vuestra casa una Iglesia". Esta recomendación parece que entusiasmó a su auditorio porque al día siguiente empieza su predicación con estas palabras: "Ayer, en efecto, cuando yo os dije: "Que cada uno de vosotros haga de su casa una Iglesia", habéis dado grandes aclamaciones de agrado". A menudo vuelve sobre el tema y anima a que practiquen la hospitalidad, especialmente con los pobres y a que dirijan bien sus casas: "Si administramos así nuestras casas, nos hacemos aptos para dirigir la Iglesia, porque el hogar es una pequeña Iglesia". En el hogar encuentra los elementos importantes de la Iglesia: la mesa de la Palabra, la hospitalidad, el testimonio de la fe, la presencia de Cristo. San Agustín, por su parte, asemeja el papel del padre al del obispo porque los dos son responsables de la fe de una comunidad: "El nombre de Obispo significa el que vigila desde arriba... Cada uno de vosotros, en su casa... debe considerarse como revestido de las funciones de obispo para ver cuál es la fe de los que le están sometidos a fin de que ninguno de ellos caiga en la herejía, ni su esposa, ni su hijo, ni su hija, ni su servidor, porque han sido rescatados por un precio muy alto". Estos textos de Agustín sugieren que se reconozca como un verdadero ministerio la misión de los padres de educar la fe de sus hijos. LOS COMPONENTES DE LA IGLESIA DOMÉSTICA Iluminados por los textos del Nuevo Testamento y de la Iglesia Primitiva y los Padres, vamos a presentar los diversos elementos que hacen de la familia una Iglesia. Son realidades que encontramos de alguna manera en todo grupo cristiano, pero que en la familia son vividas de manera especial. NORMAN PROVENCHER La familia, lugar de la presencia de Cristo La Iglesia, sacramento de Cristo resucitado, aunque no se identifica con Cristo, es el lugar donde Cristo se revela y se hace presente al mundo. El Vaticano II indica las diversas presencias de Cristo, en la liturgia, especialmente en la Eucaristía, pero también en su Cuerpo que es la Iglesia, en la comunidad local y en la familia cristiana. Y esto no sólo porque "donde hay dos o tres reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20). La carta a los efesios (5,21-33) nos muestra una presencia particular de Cristo en la familia. Pablo sitúa el matrimonio en el corazón del misterio cristiano afirmando que la unión conyugal tiene por vocación el reflejar la unión de Cristo y de su Iglesia. Hemos de ver en el matrimonio más que una simple comparación o una imagen de la unión de Cristo y la Iglesia. Se trata de una presencia del misterio cristiano en la pareja. La unión de dos cristianos en el matrimonio es "un signo que, no solamente representa el misterio de unión de Cristo con la Iglesia, sino que lo contiene y lo irradia por la gracia del Espíritu Santo, que es su alma viviente" (Pablo VI). La pareja cristiana es un sacramento que comunica y revela a los demás el misterio de intimidad que Cristo mantiene con la Iglesia. Más aún, la familia que ejerce la hospitalidad y el acogimiento, sobre todo de los pobres, prolonga y manifiesta en la vida concreta la presencia salvífica del Señor que la Asamblea cristiana celebra en la Eucaristía. La familia, un lugar de evangelización Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento utilizan el vocabulario de las relaciones familiares para manifestar el ser íntimo de Dios. Yahvé es el esposo fiel, el padre misericordioso, etc. Para traducirnos el misterio de su ser profundo, Jesús no ha encontrado expresiones más adecuadas que las que evocan la paternidad y la filiación: él es Hijo amado de Dios, el Padre. La experiencia sana de la vida conyugal y familiar ayuda a captar y a aceptar la revelación bíblica de Dios. La familia es, normalmente, el medio privilegiado de humanización donde se aprende a ser hombre y mujer: el niño es formado por el medio familiar, en la familia despierta a los valores morales y espirituales. Por esto la familia juega un papel irreemplazable en la transmisión de la fe. La familia no es una escuela donde el Evangelio es enseñado como un saber, sino un medio de vida donde las realidades se hacen familiares al niño por la vivencia y la experiencia. La transmisión del Evangelio en la familia se realiza más bajo la forma de educación que de instrucción. El hogar cristiano transmite los valores evangélicos que se van impregnando serenamente. Por una manera vital e íntima de valorar las personas y las cosas, el medio familiar va formando la conciencia en sus zonas más hondas. El respeto al otro, el sentido de trascendencia, la fidelidad, el coraje en la prueba... se transmiten al niño. La familia bien inserta en la tradición cristiana permite al niño una asimilación vital del cristianismo. La enseñanza, la catequesis, la predicación posibilitarán, luego, formular la experiencia cristiana. En una familia todos los miembros evangelizan y son evangelizados. "Allí, los esposos encuentran su vocación propia: ser el uno para el otro y para los hijos testimonios de la fe y del amor en Cristo" (Lumen Gentium). La Evangelii nuntiandi expresa bien lo que acontece en la familia cristiana cuando afirma que los hijos comunican el Evangelio a NORMAN PROVENCHER sus padres. En efecto los hijos enseñan a orar y a hablar con Dios con un frescor y una espontaneidad que reanima la fe de los padres. Y al mismo tiempo la familia cristiana ejerce una irradiación al exterior: "se hace evangelizadora de muchas otras familias y del medio donde está insertada" (Evangelii nuntiandi). La familia cristiana es Iglesia en tanto que es el espacio vital donde la Buena Nueva llega a las personas. La familia, un lugar de oración Aunque entre los judíos y al principio del cristianismo, cuando el culto se celebraba en las casas particulares, la liturgia doméstica era muy amplia, ahora, en cambio, es extremadamente reducida. El Vaticano II anima a la familia a ser "un santuario de la Iglesia en la casa" por la oración en común. Como comunidad concreta en el interior de la Iglesia, la familia tiene necesidad de expresar su relación de fe. Sea leyendo la Biblia o una parte de la liturgia de las horas, en la comida, etc. Muchos acontecimientos son susceptibles de ser celebrados en casa en un ambiente religioso: el nacimiento y bautismo de un hijo, el traslado a una nueva casa, la muerte de un familiar. Son prácticas todavía limitadas y habría que animar al desarrollo de una liturgia familiar que asegurara a la familia la vitalidad de la fe y le permitiera identificarse como Iglesia doméstica. La familia, un lugar donde se vive el amor El matrimonio es considerado como el sacramento del amor del que los hijos son el fruto. La familia se funda menos en el derecho que en el amor. La misión particular de la familia es permitir al niño que viva el amor que le dé confianza en la vida. Los lazos afectivos vividos en la familia son para él una referencia vital estable en la movilidad de los lazos sociales y un lugar de humanización que lo abre progresivamente a la reciprocidad, al don y a la libertad. En cuanto a los adultos, ellos se realizan en sus relaciones de pareja y también en su experiencia de padres. La familia es como un crisol donde el ser de cada miembro se constituye en la relación de amor a :los otros miembros. En medio del anonimato de la civilización urbana e industrial, la familia puede favorecer el compartir, la comunión y el perdón, puede ser una especie de oasis donde se experimenta el amor. El amor en la familia, especialmente para los padres, es vivido a menudo como una experiencia pascual. Dar la vida a un niño, y permitir que se haga adulto, implica para los padres renunciar a una parte de ellos mismos. Los padres deben aceptar que no se puede imponer al niño la imagen y la parte de ellos mismos que desearían ver prolongada. Ellos mueren, por tanto, para que el hijo pueda vivir y así participan en la pasión de Cristo. Los padres ejercen su tarea y su autoridad como el que sirve (Lc 22,36). La mesa juega el papel de símbolo de toda la vida familiar, donde el padre y la madre sirven a los pequeños. NORMAN PROVENCHER El amor vivido en la pareja y en :la familia no es algo solamente psicológico, nos remite a Dios, fuente de todo amor. "El acto conyugal mantiene y fortifica el amor, y su fecundidad conduce a la pareja a su pleno desarrollo: se convierte en la imagen de Dios, fuente de toda vida" (Pablo VI a los Equipos de Ntra. Señora). Y a través del amor y de la ternura de los padres por los hijos, es ya el amor divino el que "hace nacer y abrirse en él su ser de hijos de Dios" (ibidem). Los padres son, pues, como los ministros de la gracia de Dios y su amor y autoridad tienen en él su fuente. El amor y el servicio de los padres contribuye de una manera concreta a hacer surgir la Iglesia en un medio humano muy determinado. LA IGLESIA DOMÉSTICA Y LA IGLESIA Una vez que hemos visto cómo la familia realiza, a su manera, los diversos aspectos de la Iglesia, conviene que nos fijemos también en sus límites. Hay que evitar considerar la familia como un absoluto. Jesús ha relativizado su importancia: ha mostrado que había que estar en las cosas del Padre (Lc 2,49), que hay un parentesco más profundo que el de - la sangre, el acogimiento libre de la Palabra (Lc 8,19-21), que el matrimonio es transitorio y sólo para este mundo (Mt 22,30), que la vinculación radical a su persona exige dejar a los padres y no dejarse absorber por las cosas de casa (Mt 10,35-38; Lc 14,26); ha prevenido, en fin, a sus discípulos de que la adhesión a su persona será a veces ocasión de división en el interior de la familia (Mt 10,34-39; Lc 12,51-53). El Reino o el mundo nuevo no son realidades del mismo orden que la familia. Desde la venida del Espíritu Santo se establece entre las personas una nueva red de relaciones que sobrepasa los cuadros de la familia terrestre. La Iglesia doméstica perdura durante toda la vida de la pareja, pero los hijos son llamados a formar su propio hogar o a vivir el celibato. Las familias no son más que una forma de comunidad, entre otras, en la Iglesia. Son unas células de la Iglesia que se regeneran continuamente. Se trata de una comunidad provisional. Y aunque sea una Iglesia no puede existir cerrándose sobre sí misma. Ha de estar abierta a otros espacios de Iglesia donde encontrará una identidad eclesial complementaria y enriquecedora. La fe la inserta en una comunidad más vasta donde debe integrarse para poder tener parte de toda la riqueza de la verdad revelada. La caridad la estimula a ir a los otros para ayudarlos y compartir. La esperanza, vivida desde una comunidad más amplia, tiene más facilidad de ser fuerte en las dificultades. Y, a la vez, es en la comunidad con el obispo o sus sacerdotes como la familia celebra los sacramentos, y en particular, la Eucaristía; es en esta comunidad más grande como se experimenta la catolicidad de la Iglesia. Se trata de una comunidad que ha de estar en comunión con la Iglesia. CONCLUSIÓN Este ensayo ha querido mostrar en qué sentido la familia cristiana puede llevar el titulo de Iglesia doméstica que le dan el Vaticano II y Pablo VI, siguiendo a San Juan Crisóstomo. No se trata de una simple imagen o de una vaga comparación, útiles para NORMAN PROVENCHER animar la vida cristiana de las familias. Sin ser una Iglesia local o particular, la familia cristiana es una verdadera célula de Iglesia. Encontramos en ella diversas realidades que son esenciales a la constitución misma de la Iglesia entera: la presencia de Cristo, la misión de evangelización, la vida de oración y de caridad. Representa, de alguna manera, una unidad fundamental de la Iglesia, y realiza su presencia concreta en un medio determinado. Hemos de admitir, con todo, que la familia no es siempre una realidad perfecta y acabada. A menudo es un proyecto, un poco como cualquier comunidad cristiana, como la Iglesia misma. Es importante elaborar una teología de la familia como Iglesia doméstica. A me nudo la pastoral de la familia se ha limitado a recordar deberes de unidad, de procreación, etc. Hay que revelar el sentido cristiano de la familia y mostrar su lugar y su papel en la Iglesia. Hay que dejar de considerar a la familia solamente como uno de los campos de la pastoral y entenderla como una presencia concreta de Iglesia. Tradujo y condensó: FRANCESC RIERA I FIGUERAS