5 Conclusiones y recomendaciones El perfil de los jóvenes con ‘fracaso’ está asociado en muchas ocasiones a todo un conjunto de situaciones de desventaja social, desde pertenencia a minorías étnicas a personas que viven situaciones económicas cercanas a la pobreza, cuando no directamente propias de la pobreza. Pero ‘fracasan’ también jóvenes que pertenecen a familias acomodadas, de profesionales, donde no existen carencias económicas, pero donde suelen darse otra serie de problemáticas, más condicionadas por la incomunicación que por las privaciones materiales. Seguir entendiendo el fracaso escolar como rendimiento insuficiente del alumnado conduce a un callejón sin salida, entre otras cosas porque la concepción del rendimiento educativo en términos de éxito y fracaso es una visión dicotómica que empobrece la realidad del aprendizaje. Mientras toda la comunidad educativa no entienda que si el sistema desprofesionaliza al educador/a, autoculpabiliza al individuo y deslegitima la escuela, se esta reforzando el escalonamiento social con base en los méritos escolares y se está generando un caldo de cultivo para el conformismo y la exclusión social. Las causas señaladas por los agentes institucionales, es decir, desde dentro del sistema educativo, señalan al alumnado como pagano de un sistema inadecuado en sus contenidos, en sus ritmos, en sus métodos, otorgando una importancia menor a los factores que tradicionalmente se han asociado al fenómeno, y que casi siempre eran factores centrados exclusivamente en el alumno, al ser el único evaluado, en sus capacidades, su motivación o su comportamiento. Así pues, podría hablarse de varios grupos de factores explicativos del fracaso escolar, a saber: • Factores estructurales y de cambio social, que fundamentalmente hacen referencia al espíritu de los tiempos, y a su interpretación por parte de los más jóvenes, y que se suelen traducir en un profundo desinterés por lo que se les ofrece en los establecimientos educativos. La desmotivación, como se señalaba antes, parece más de tipo ambiental que de tipo personal. No obstante, factor estructural y de cambio social puede considerarse también la profunda transformación de la institución familiar, que ni puede, ni sabe ni quiere ya encargarse de funciones que ahora se le encargan al sistema educativo, pero que éste tampoco cumple. • Factores internos, propios del sistema educativo mismo, como la cultura del profesorado, que les hace contemplarse más como enseñantes que como educadores, en un Jóvenes y fracaso escolar en España 295 tiempo en que aprender por uno mismo lo que tradicionalmente solo se aprendía en la escuela, es más fácil que nunca; mientras que encontrar una autoridad legítima y legitimada por los propios jóvenes en sus trayectorias hacia la edad adulta es más difícil que nunca. Los jóvenes se oponen al autoritarismo de casa y al verticalismo de la escuela, pero no encuentran referentes más que en el grupo de pares, que suele afrontar idénticos problemas. La metodología pedagógica y didáctica; la organización de la convivencia y las relaciones escolares; la falta de atención a la diversidad del alumnado; los criterios de evaluación y promoción que utiliza el profesorado para tomar decisiones sobre evaluación o promoción, o sobre la adquisición de competencias por parte del mismo, son los principales factores de este tipo. • Factores personales, que no psicológicos, de los propios alumnos, en cuanto miembros de un sistema de consumo que los incita a poseer cosas, y que adelanta sus deseos de emancipación económica, lo que asocian de manera irremisible al acceso inmediato al trabajo, y no a la finalización de sus estudios. Estudios y trabajo no forman parte de la misma familia en el imaginario de muchos jóvenes con ‘fracaso escolar’, ni en el de muchos otros que ‘progresan adecuadamente’. Las nuevas familias tampoco tienen mucho tiempo para apoyar a estos jóvenes cuando empiezan a tener problemas, normalmente desde la primaria; en ocasiones, se constata una relación entre la conflictividad familiar y los malos resultados académicos. Algunos jóvenes, además de no contar con el apoyo familiar en su proceso educativo, cuentan con problemas añadidos, fruto de los conflictos y las transformaciones por las que pasa su propia familia. Si como decíamos, substituimos la noción de “éxito escolar como excelencia educativa”, por la de “éxito escolar como garantía mínima de un acceso cualificado al mercado de trabajo”, podemos apreciar como la lucha contra el “fracaso escolar” se puede concretar en una serie de acciones globales que permitan garantizar ese éxito. En primer lugar, una mejora del sistema de educación primaria, ya desde los primeros años, que evite al máximo posible el retraso académico de los alumnos y la repetición de curso. Por lo tanto, sería importante hacer un seguimiento intensivo de aquellos alumnos que presenten dificultades de cualquier tipo por parte de el profesorado, pero también, buscando la implicación familiar. Para evitar el “fracaso escolar” en los cursos de la ESO, como hemos ido viendo, es muy importante asegurar un buen nivel ya desde los años anteriores. En segundo lugar, ya que los alumnos de la ESO se presentan como los más vulnerables al “fracaso escolar”, será también necesario, por lo tanto, insistir más todavía en el seguimiento continuo de los alumnos. Junto a estas medidas paliativas también serían necesarias otro tipo de medidas “cívicas” como podría ser el fomento del asociacionismo juvenil, o formas de ocio alternativas, etc. En cualquier caso, además de tomar medidas generales sería deseable una mayor implicación de las administraciones locales para intervenir mediante políticas de juventud, en los espacios y grupos más vulnerables al abandono escolar prematuro. Conviene recordar que el “fracaso escolar” es un comportamiento que afecta ya no sólo a jóvenes cuya familia tiene dificultades socioeconómicas, sino cada vez más, a jóvenes de familias de una posición social media-alta. Por lo tanto, esa incorporación temprana no se puede explicar únicamente por poder contribuir a una economía familiar precaria, sino que también existe un importante colectivo que busca cierta independencia económica que les permita llevar un modelo de vida de “alto consumo”. Las estrategias de intervención por lo tanto, han de ser diferentes para cada una de estas situaciones, para que resulten eficaces en cada contexto. Más allá de la ESO, todavía podemos pensar en el importante papel de la administración educativa para el fomento de la educación postobligatoria. Por un lado, incentivar a todos aquellos que han obtenido la titulación en educación secundaria a que continúen con los estudios, ya sea el bachillerato o la formación profesional. Y por otro lado, intentar vehicular a todos aquellos que no consiguieron dicha titulación, hacia programas de garantía social. Se trataría por lo tanto, de una intensa labor de información y aproxima- 296 ESTUDIOS ción a los jóvenes, haciendo hincapié en la precariedad a la que les puede conducir una baja cualificación. Y finalmente, en todos aquellos casos en que estas medidas preventivas fracasaran, sería interesante el desarrollo de una política de educación para adultos accesible y eficaz, que en cierta medida, permitiera reintegrar en el sistema educativo a todos aquellos jóvenes que en su momento decidieran abandonarlo para insertarse en el mercado de trabajo. Estos serían los elementos generales, pero como hemos visto existen colectivos específicos que habrían de merecer una atención específica. Este es el caso, por ejemplo de las mujeres: a pesar de que la situación de los chicos en relación al fracaso escolar, sigue siendo peor que la de las chicas, en cierta medida están siendo ellas las principales protagonistas del deterioro de la situación media de los jóvenes españoles, ya que son ellas las que llevan a cabo un empeoramiento cada vez mayor de su situación, acortándose la distancia que les separa de ellos. En cierta medida podemos pensar que cada vez son más las chicas las que toman como modelo las “trayectorias de riesgo” de los chicos. Como hemos dicho también es importante percibir los diferentes contextos socioeconómicos de los que proceden los jóvenes en cuestión, pues a pesar de que el resultado sea el mismo, fracaso escolar, las variables que inciden pueden ser muy diferentes. En todo esto también será importante por lo tanto, tener en cuenta el elevado índice de diversidad que acogen las aulas: culturales, lingüísticas, etc. Conviene diseñar estrategias específicas de integración evitando al máximo las repercusiones negativas que puedan tener sobre el resto de los alumnos. En este mismo sentido conviene potenciar las medidas de detección y tratamiento de necesida ades educativas especiales, para minimizar el impacto sobre el rendimiento educativo de propios alumnos afectados y sus compañeros. No obstante, el concepto mismo de necesidades educativas especiales parece que necesita ser revisado, pues existen en la actualidad múltiples circunstancias vitales de los jóvenes, que podrían conducirles a situaciones de especial necesidad educativa, aunque habitualmente son tratados como simples alborotadores. La estigmatización es un hecho del que cada vez se queja un mayor número de alumnos. Comprensible si, al mismo tiempo, escuchamos el discurso juvenil a propósito de la figura del profesor como la figura del enemigo. La familia no suele apoyar mucho tampoco. Si antes eran solo las madres las que solían acudir a los centros a colaborar con el sistema en el proceso educativo de sus hijos, ahora son cada vez menos las que pueden permitirse tal lujo, debido a sus propias obligaciones laborales, o que quieren permitírselo, al considerar esa tarea una labor propia del sistema educativo, al que se acude como a cualquier centro comercial, dispuestos a reclamar por incumplimiento de contrato (para con los hijos), pero con los que no se quiere o no se puede colaborar. De modo que los padres suelen conocer solo una versión de las cosas: la de sus hijos; los hijos solo una versión de las mismas cosas: las de sus profesores; y los profesores, que se sienten con poca autoridad y con un enemigo de dos caras: el alumnado, y sus familias. Finalmente, conviene no olvidar el incremento de conflictividad en las aulas. Para reconducir esta situación puede ser interesante desarrollar modelos y programas de convivencia, de carácter reeducativo en los que intervienen todos los actores (alumnos, centros educativos y familiares) como los que se están llevando a cabo en algunas comunidades autónomas. Las medidas a emprender pues, incluyen en primer lugar, a todos los agentes directamente implicados en el proceso educativo: profesorado, directores de centros, administración educativa, y evidentemente a los alumnos y sus familiares. Pero, tal y como hemos visto, otros aspectos contextuales pueden también influir de manera muy decisiva en la actitud de los alumnos hacia su trayectoria educativa, por lo tanto como indica Álvaro Marchesi (2006) es importante que la lucha contra el fracaso sea un “compromiso social” en el que se vean implicado el máximo de colectivos y administraciones posibles. Jóvenes y fracaso escolar en España 297 Propuestas orientadoras y Principios de actuación recomendados • Apoyar una mejor valoración del proceso de aprendizaje y de la enseñanza como herramienta básica universal. • Dotar de estabilidad laboral y mejorar el estatus del personal docente de los Programas de Garantía Social y de Tránsito al Trabajo. • Mejorar la formación específica del profesorado. • Establecer mecanismos para la detección temprana del riesgo de fracaso (prevención del fracaso Vs. Medidas paliativas). • Mejora de los Programas de Garantía Social, mediante la creación de alianzas con otros actores y la búsqueda de recursos de programas transversales o afines. • Mejorar la dotación de los Departamentos de Orientación. • Facilitar la innovación en el diseño de la oferta formativa. • Impulsar la educación permanente. • Favorecer el reenganche de los jóvenes que se desvincularon de los estudios en Secundaria, sin titular en ESO, y se incorporaron al mercado laboral en condiciones precarias o con baja cualificación. • Creación de una ley específica de absentismo escolar. • Retomar la figura de aprendiz y promocionar esta figura. • Mejorar los sistemas de control y evaluación públicos. 298 ESTUDIOS