la pañoleta floreada

Anuncio
 LA PAÑOLETA FLOREADA Dr. Julio Pretti “Aparcà la mala” le dijo amable a Sócrates el botón de aquel elegante hotel céntrico , con inconfundible acento caribeño. El viaje hubiera resultado placentero sino fuera por esa pareja de viejitos que mientras compartían una enorme copa de helado que hacía las veces de almuerzo, no dejaba de parlotear en vivo tono. Tanto que el joven estuvo a punto de levantarse y cambiar de vagón, pero por suerte , el tren detuvo su andar y todos bajaron.De no haber sido por ese episodio, el viaje en si, resultó super confortable. Los asientos, la aten‐ ciòn del personal de abordo, la suave música ambiental, la temperatura y el paisaje, con el mar siempre a la derecha. Ese mar tan azul, tan calmo y apacible que hacía recordar las noches de Mérida con sus Serenatas Yucatecas a la luz de la luna. Como el hotel estaba a solo cien metros de la estación, Socrates los recorrió andando. Al fin y al cabo solo una maleta y su portafolios constituían todo su patrimonio. Acompaño al botones en su casi místico –por lo rutinario‐ recorrido: pasillo, elevador, pasillo, propina. Siempre es igual pensó y se tiro en el sofá para organizar sus pensamientos. Le habían asignado la habitación 4026. Trato de encontrar algún silogismo relacional con esas cifras, pero se quedo dormido. Sin embargo durante el devaneo del ensueño pre‐consciente, creyo descubrir la trama 4026, pero fue inútil. La perdió. Durante los días que estuvo en esa ciudad, recorrió los lugares más destacados. Los turísticos y los tradicionales. Y todo lo hacia a su manera. Siempre en cada nueva ciudad desde el centro hacia la periferia, en círculos concéntricos. “Asi se conoce mejor”, decía. Y en las ciu‐
dades ya conocidas en sentido inverso. Total ya la conozco, según sus dichos. Pero en cada paisaje, edificio o bosque y hasta en la gente misma, veìa o creía ver, o al menos intuir, la clave 4026. No tenia amigos. Claro, se había pasado casi toda la vida viajando, recorriendo el mundo, conociendo lugares. Asi es que cuanto mas conocía, aumentaba su acervo personal y su auto estima –su ego‐ se agrandaba con cada viaje. Sin embargo dentro de su alma había un agujero cada vez mayor. La soledad. Nunca formo pareja. No tenia hijos. No tenia con quien compartir las sensaciones que le producían lo que veía o escuchaba. Y entonces envidio a los viejitos del tren, que aun diciendo tonterías, usando palabras falaces, estaban juntos, unidos. Se tenían el uno al otro. Fue en ese momento en que una lagrima quiso escurrirse por su mejilla, pero de pronto, al ver pasar a un ciclista con el numero 26 en su espalda, se sorprendió urgando en su interior el significado del 26……………..4026. No te pongas triste Sócrates, veni a jugar con nosotros Griego, le decían sus compañe‐
ros de la primaria. Sin embargo el siempre recordaba a su padre, que lo había criado y educado lo mejor que pudo, ya que era hijo de madre desconocida, pues una serena madrugada de verano mientras iba al tambo a ordeñar, lo encontró en el portal del convento envuelto en una pañoleta floreada. El bebe le sonrió, casi diciéndole gracias. Y entonces decidió criarlo. A su lado había una nota que decía “ni nombre tiene, perdón”. Ese momento clave conmovió a toda Loma Verde, mi barrio‐pueblo, mi terruño. El lugar donde transcurrieron los años más felices de nuestras vidas. Y no importaba si las calles eran de tierra, no hubiese hospital, ni banco ni cine. O sea que se carecía de todos los servicios mas elementales. Pero había en mi querido pueblo mucha decencia y algo grandioso que com‐
prendi muchos años después: el sentido de la verdadera amistad. Desde siempre el padre de Socrates se esforzó para darle todo lo mejor que estaba a su alcance, hasta que un dia le confeso que iba a dejar en una cuenta corriente del banco de la ciudad, a su nombre Socrates Benavidez, la suma de 3 millones de pesos que había ganado en la lotería, para que cuando sea mayor, salga a conocer lugares……………Ah, y también le confe‐
so que se marcharia con la piba de sus sueños. Una joven trigueña de ojos color tanzanita, la Negra Anchoberry, con quien se iria a vivir a Mina Clavero. Y allí empezó la soledad de Socrates Benavidez. Desde entonces. Desde que viaja. Esa noche camino mucho. Hacia tiempo que no recordaba sus orígenes aca en Loma Verde, con sus hermosas y relucientes calas en las zanjas de las calles. La fábrica de dulce de leche, el club Los Merinos. Pero especialmente recordó a la directora de la escuela primaria, que a su vez había sido su maestra, la señora Catalina, doña Bocha. Y andando, andando, después de recorrer diferentes barrios, llego hasta el hotel. Se acosto cansado pero contento. “Voy a soñar con el 4026”, dijo. Pero soño que se incendiaba el Central Park. El teléfono lo saco de la ducha. Señor en quince minutos el coche pasara por usted para llevarlo al aeropuerto. Desde aquí arriba las cosas se ven diferentes, dijo mientras daba un ultimo vistazo a la ciudad y terminaba de vestirse. Ya me voy. “otro ladrillo en la pared; parezco Pink Floyd”. Tenia una capacidad casi ilimitada para adaptarse a los lugares nuevos. Es asi que antes de emprender el próximo viaje, señalaba en un globo terráqueo girando, su próximo destino. Y alla iba. Pero para no parecerse mezquino, lo hacia tres veces, y luego elegia. Socrates tenia el segundo dedo de ambos pies, mas largo que los otros. Por eso el papa cuando lo vio siendo un recién nacido, lo bautizo asi. Pero no por eso sus compañeros de la pri‐
maria le decían Griego. Era por lo de Socrates. Y fue por llamarse asi, Socrates Benavidez, por haber ido a la escuela de Loma Verde y por estar cansado de andar de trotamundos, es que decidió parar. Fue justo en el momento en que estaba en en la iglesia San Pietro in Vincoli, en Roma intentando comunicarse con Moises, mientras pensaba “majestuosa divinidad ante insignifi‐
cante criatura”, aunque sin animarse a definir quien era uno y otro. Entonces sintió frio. Un fino sudor cubrió su frente. Lo había descubierto. Su visión se obscureció por completo. Se mantuvo asi unos minutos hasta que llego un grupo de turistas japoneses y le coloco monedas a la maquina para que se vuelva a encender la luz que ilumina la obra del gran Miguel Angel, y recupero la visión. Pero en ese sublime instante de oscuridad y silencio, pudo definir su próximo destino. Que no seria un destino turístico precisamente. Se incorporo. Le dolían las rodillas por la falta de costumbre de ir a rezar a la iglesia. Y salió a la calle dispuesto a tomar la decisión final. Fue en ese momento en que pensó “que lindo dia para estar triste”. Pero Roma es muy grande, Italia muy bella, Paris muy lejano, asi que con su nostalgia a cuestas, Socrates Benavidez pensó en la cicuta de su antecesor, pensó en los niños, en el arco iris y por fin se tomo un avión para Sudamerica y fue a la Abadia del Niño Dios en Victoria, Entre Rios para ver si le permitían alojarse. Hace ya varios años que el Hermano Socrates elabora con gran rigor, el afamado Licor Monacal. Su formula secreta se la trasmitió en el siglo pasado, el Reverendo Martinez . Asi que hoy dirige la refinería de licor artesanal mas acreditada del mundo. Y Socrates ya no esta solo. Todas las mañanas desde bien temprano, y todas las tardes hasta el anochecer, dice “cada hora una copita estimula y sienta bien; muy bien” Cierto dia paso a visitarlo el Foine, su gran amigo de la infancia. Socrates no lo reconoció. El nos contaba con mucha rabia y tristeza “esta hecho bolsa, pero se siente feliz”. Asi es que sus compañeros de la abadia ya no lo dejan leer los diarios ni que mire tele‐
vision. “Es inútil, ora un poco y a dormir, que mañana será otro dia”. Y Socrates en su encuentro con Morfeo sonríe porque su almita viajera lo ha llevado hasta Loma Verde, su lugar en el mundo, el querido terruño, donde compartió su digna pobreza con momentos de gran gozo y alegría entre sus amados amigos, sus calles de tierra, sin asfaltar y sus blancas flores. Y a la mañana siguiente bien temprano, cuando el hermano Socrates despierta con el canto de una calandria, observa en un rinconcito de la habitación, a su vieja maleta cubierta por antiguas calcomanías y por el polvo del camino, compañeros inseparables de tantos emocionados recuerdos, maravillosos paisajes, imborrables momentos de felicidad, y piensa……….”y mi portafolios ?” FIN JUTTI PRELIO
Descargar