lo grande, lo bello, lo bueno... Y darnos nuestros hombres a la

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Academia Nacional de Historia Militar
lo grande, lo bello, lo bueno... Y darnos nuestros hombres a la
Magistratura y al Parlamento, al Episcopado y a la Diplomacia,
al Foro y a la Prensa, al Ejército y a las Ciencias Exactas, a la
Universidad y al Taller, sin ruido, sin alardes vanos, sin pretensión
de ninguna clase. Es la generosidad de la mayoría de nuestros
conciudadanos la que suele asignarnos tal o cual sitio prominente
en esto o en aquello”...
¡La Morlaquía cantarina!
¡Esdrújula Morlaquía por el modo de hablar nuestro,
de nuestras gentes!
ESTO ES MORLAQUIA:
Hombres de bien, hombres cultos.
Y Morlaquía se ha hecho palabra de poesía, vocablo de
sentimiento, dicción literaria de primerísima expresión.
Manuel M. Muñoz Cueva, que fue un maestro queridísimo,
abrió todo un ciclo renovador y novísimo de literatura folklórica y
nativista con su libro: “Cuentos Morlacos”, siempre insuperables,
originales; cuentos que se complementaron, años más tarde, con:
“Otra vez la Tierra Morlaca”, nuevos cuentos morlacos bien
acogidos. En el intermedio escribió y publicó “Una Vida Morlaca”
(Biografía de Nicanor Aguilar, sacerdote sapiente; y, al mismo
tiempo, mentor de muchos, si nó de todos los poetas cuencanos
que se acogieron a su manteo), que tiene todas las apariencias de
ser una biografía de Cuenca.. El doctor Manuel María Ortiz, poeta
y científico, escribió un libro de versos: “Bajo el Sol de Morlaquia”,
que no se sabe cuándo se podrá leer de nuevo. José María Astudillo
Ortega, que tanto hizo por nuestras letras terruñales, nos regaló
sus “Morlacadas” y después otras páginas más -puras morlacadas-,
que cuentan la vida y la muerte de nuestros tipos populares, artistas
y bohemios y gente de escoplos y pinceles. Alfonso Andrade
Chiriboga, humorista, cronista y poeta de abundosa tinta, hizo
“Espigueo” y con otros jóvenes periodistas de los años treinta, la
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Segundo semestre •
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