> JURISPRUDENCIA Comente este artículo en www.riesgos-laborales.com FICHA TÉCNICA Autor: TOSCANI GIMÉNEZ, Daniel. Título: Los reconocimientos médicos de los trabajadores especialmente sensibles (I). Resumen: En esta primera parte, el artículo se centra en cómo los reconocimientos médicos constituyen una obligación específica que forma parte de la vigilancia de la salud de los trabajadores. El empresario debe adaptarlos al estado de la salud de cada empleado a través de evaluaciones específicas. La ley permitirá detectar si las condiciones subjetivas de los trabajadores, les convierte en especialmente sensibles a efectos preventivos, por su parte el artículo 37.3 del RSP establece que los reconocimientos médicos estarán adaptados específicamente en relación a los trabajadores especialmente sensibles. La obligatoriedad estará justificada en los casos en los que el riesgo se considere suficiente para adoptar medidas preventivas o de protección, entre las cuales está cambiar de puesto de trabajo. No obstante, no se podrían imponer reconocimientos médicos genéricos, sino únicamente aquellas pruebas que tuvieran como finalidad, detectar la especial sensibilidad a los riesgos inherentes al puesto de trabajo, o comprobar la efectividad de las medidas preventivas adoptadas a tales efectos. En la segunda parte, que se publicará en el número de enero de 2012, el autor analizará los diferentes protocolos sanitarios que se deben emprender en los diferentes casos. Descriptores: • Jurisprudencia • Vigilancia de la salud • Salud laboral LOCALIZADOR EN EL BUSCADOR DE LA WEB: DT0000172069 18 • Gestión Práctica de Riesgos Laborales Los reconocimientos médicos de los trabajadores especialmente sensibles (I) Los reconocimientos médicos son algo más que meros chequeos, y este concepto debe ser desterrado de la LPRL. Solo, en algunas ocasiones, cuando el riesgo se considere suficientemente importante para adoptar medidas de protección, estará justificado su obligatoriedad convirtiéndose en verdaderas pruebas específicas que permitan detectar los peligros que existen para este tipo de trabajadores. Daniel Toscani Giménez. Profesor TU. Universidad de Valencia. Nº 88 • Diciembre de 2011 a efectos preventivos3. En efecto, el art. 37.3 del RSP establece que los reconocimientos médicos estarán relacionados a los riesgos de cada puesto de trabajo y específicamente en relación a los trabajadores especialmente sensibles4. A ún cuando el art. 25 dela LPRL no menciona directamente a los reconocimientos médicos o en términos más generales, la vigilancia de la salud, sin embargo, como señala la doctrina1, se presupone y constituye una obligación específica que forma parte del deber general de vigilancia de salud de los trabajadores debiendo, el empresario adaptar a estos trabajadores la obligación de vigilancia periódica del estado de salud a través de evaluaciones específicas. En este sentido, los exámenes tendrán que adaptarse a las condiciones de mayor sensibilidad de estos trabajadores y su periodicidad deberá determinarse en función de las circunstancias personales del trabajador y la posibilidad y gravedad del riesgo2. En realidad estamos ante una concordancia necesaria que relaciona la obligación empresarial del art. 22, con el párrafo segundo del art. 25 del mismo cuerpo normativo. De tal modo que la vigilancia de la salud vendrían a objetivizar las situaciones de especial sensibilidad de los trabajadores contempladas en la ley, esto es, permitirá detectar si las condiciones subjetivas de los trabajadores, les convierte en especialmente sensibles 1 LÓPEZ AHUMADA, J.E., “Los trabajadores sensibles a los riesgos laborales. Protección jurídico-laboral”, Madrid, 2010, pág. 111. 2 GOÑI SEIN, J.L., “El SIDA y la relación de trabajo”, RL., nº. 17, 1997, pág. 681. Nº 88 • Diciembre de 2011 De esta manera, por regla general, en los supuestos en los que la obligatoriedad de los reconocimientos médicos se impone en tutela de la salud del propio trabajador, es preciso partir desde el referido principio de voluntariedad y como hemos visto se mantiene que los exámenes no pueden imponerse si únicamente está en juego la salud del propio trabajador, sin el añadido de un riesgo o peligro cierto objetivable, pues el trabajador es libre de disponer de la vigilancia de la salud. No obstante, la tutela se debe poner en relación con el concepto de trabajadores sensibles a los riesgos ( art. 25 LPRL, debiendo incluirse la normativa relacionada con los trabajadores nocturnos y el trabajo a turnos)5. Es a la luz de dichos preceptos que debe interpretarse la alusión al «peligro» que represente el estado de salud para el trabajador; de manera que la obligatoriedad únicamente estará justificada en aquellos casos en los que el eventual riesgo presente, en función de la actividad que desarrolla el trabajador, realidad y entidad suficiente para considerar necesaria la adopción de medidas preventivas o de protección, entre las cuales está el cambio de puesto de trabajo. En este sentido, parece lógico entender que será posible imponer los controles sobre la salud cuando sea preciso identificar trabajadores sensibles en relación con los riesgos presentes en la concreta prestación que resulten incompatibles con ciertos estados biológicos, por un lado, y por otro, la adopción de los reconocimientos médicos que permitan identificar el grado de sensibilidad que presenta el trabajador a determinados condicionantes ambientales presentes en la prestación de trabajo. No obstante, precisamente por ello, no se podrían imponer reconocimientos médicos genéricos, sino únicamente aquellas pruebas 3 LÓPEZ AHUMADA, J.E., “Los trabajadores sensibles a los riesgos laborales. Protección jurídico-laboral”, Madrid, 2010, pág. 112. 4 COS EGEA, M., “Los trabajadores especialmente sensibles a determinados riesgos en la doctrina judicial”, Aranzad Social, nº. 12, 2010. 5 LOUSADA AROCHENA, J. F.: La vigilancia de la salud laboral de los trabajadores, «Poder Judicial», 1997, núm. 48, pg. 559; GARCÍA BLASCO, J. y GONZÁLEZ LABRADA, M.: «La salud de los trabajadores» en SEMPERE NAVARRO, A.V.; CARDENAL CARRO, M.: Derecho de la Seguridad y Salud en el trabajo, 2ª ed., Civitas, Madrid, 1998, pg. 214. http://riesgoslaborales.wke.es/94f3e31 que tuvieran como finalidad, bien detectar la especial sensibilidad a los riesgos inherentes al puesto de trabajo, bien comprobar la efectividad de las medidas preventivas adoptadas a tales efectos. Por lo tanto, en determinados ambientes laborales, donde los riesgos objetivos sean lo suficientemente graves, probablemente cabría la imposición de un reconocimiento médico inicial obligatorio a tales fines si los trabajadores no hubieran informado voluntariamente de tales circunstancias personales que les hacen especialmente sensibles a los concretos riesgos objetivos graves presentes. Entre otras razones porque los Tribunales entienden, de forma irrazonable a mi modo de ver, que el empresario tendrá responsabilidad en aquellos casos en que el trabajador sufre una daño como consecuencia de una dolencia que previamente no haya comunicado y que un reconocimiento médico pudo haber detectado pero por no haberlo llevado a cabo no se le pudo facilitar la protección adecuada6. A mi juicio, es más razonable entender que si no se ha comunicado una circunstancia personal, por parte del trabajador, que es necesaria para que el empresario cumpla con las medidas preventivas pertinentes y que no fuera notoria, no se podrá exigir responsabilidad a la empresa, siempre y cuando ésta, por su parte, hubiera cumplido con sus obligaciones de informar a los trabajadores de los concretos riesgos específicos del puesto de trabajo para trabajadores especialmente sensibles7. En cualquier caso, tal excepción deberá interpretarse restrictivamente para no constituirse en un portón abierto para imponer de forma general exámenes médicos en los procesos de selección como ya hemos argumentado. La obligación del trabajador de comunicar datos sobre su salud en el momento de la contratación Por ello, a continuación procede analizar las obligaciones del trabajador de comunicar a la empresa ciertas condiciones personales que deba conocer el empresario para cumplir con sus obligaciones de prevención de riesgos laborales. En el momento 6 SSTSJ de Cantabria de 4 de mayo de 2005 AS 1035 y del País Vasco de 28 de junio de 2005 AS 2418. 7 STSJ de Madrid de 18 de mayo de 2000 nº. Rec. 1078/2000. Gestión Práctica de Riesgos Laborales • 19 > JURISPRUDENCIA Los antecedentes penales poseen una incidencia directa para ocupar un puesto de trabajo en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado o desempeñar funciones de magistratura, pero no se tendrán en cuenta si el individuo va a desarrollar otros puestos, así por ejemplo, el de comercial o ejecutivo. de la contratación, el trabajador tiene el deber de facilitar los datos sobre su salud de manera leal y verdadera, así como de colaborar en su obtención, especialmente cuando sean necesarios por razones de interés público, a los centros y servicios sanitarios (Ley 41/2005, art. 2.5), pero no a los empleadores. El empresario puede subordinar, como veremos, la contratación de un trabajador a un previo examen sanitario que demuestre su aptitud para el trabajo, e incluso tiene la obligación de hacerlo en algunos casos, pero si el empresario no dispone que se lleven a cabo estos reconocimientos médicos por servicios y personal autorizados, no puede exigir del trabajador que le proporcione informaciones sobre su estado de salud que no podría obtener ni siquiera de esos servicios sanitarios8. Es evidente que, aun cuando tal deber no se contiene expresamente entre los deberes laborales 8 STSJ de Valladolid de 21 de marzo de 2005 AS 442. 20 • Gestión Práctica de Riesgos Laborales de los trabajadores, es fácilmente reconducible al genérico deber de buena fe contractual y en concreto en materia de prevención de riesgos laborales se puede basar en la obligación de los trabajadores, que establece el art. 29.2 de la LPRL, de informar de inmediato a su superior jerárquico de cualquier situación que entrañe un riesgo para su seguridad y salud y de cooperar con el empresario para que éste pueda garantizar que sus condiciones de trabajo son seguras. De tal forma que, de conformidad con la doctrina, el trabajador no debe ocultar defectos de aptitud e incluso rechazar aquellos trabajos para los que sea manifiestamente inepto9. Ahora bien, debiendo estar obligatoriamente conforme con tal afirmación, a mi modo de entender, no sería necesario un elemento anímico o subjetivo a la referida obligación de informar del trabajador, esto es, que no sería imprescindible que la comunicación fuera conveniente o adecuada 9 BARREIRO GONZÁLEZ, G, ““Diligencia y negligencia en el cumplimiento”, Madrid, 1981, págs. 178 a 188. a los fines que se pretenden, hecha con la finalidad expresa de poner en conocimiento del empresario la citada información. De tal forma que mientras el trabajador aporte, pusiera a disposición o revelara al empleador la correspondiente información, sería suficiente, con independencia de las razones que le llevaran a obrar de tal forma. Piénsese, por ejemplo, en un trabajador que tiene declaradas unas lesiones permanentes no invalidantes como consecuencia de un accidente no laboral, mientras practicaba alguna modalidad deportiva. Durante la entrevista no se comunica expresamente dicha circunstancia, pero al final de la misma, al comentar los intereses y aficiones del trabajador, éste le hace saber al empresario, a título anecdótico, que practica el referido deporte y que en una ocasión sufrió un accidente que le ha dejado secuelas. Del mismo modo y siempre desde mi punto de vista, tampoco será obligatoria la comunicación Nº 88 • Diciembre de 2011 expresa de ineptitudes obvias, notorias o evidentes, de tal forma que objetivamente el empleador debería haber detectado a simple vista, por ser meridiano para cualquier persona con idénticas aptitudes y cualidades. Piénsese, por ejemplo, en un trabajador que tiene declarada una lesión permanente no invalidante por la amputación de varios dígitos de una mano, etc. Es más, habría que cuestionarse incluso, a mi juicio, la obligatoriedad de comunicar al empresario cualquier tipo de merma o discapacidad personal. Así pues, en primer lugar, es innegable que en la determinación de la referida obligación de buena fe contractual concurre un elemento predominantemente subjetivo. Hasta el punto que, como destaca la doctrina, en la valoración de la concurrencia o no de culpa del trabajador, habrá de tenerse en cuenta necesariamente la personalidad del trabajador, para acabar estimando la concurrencia de aquélla sólo cuando el trabajador acepte un trabajo que, en su lugar, otra persona con iguales aptitudes y cualidades no hubiera aceptado o cuando acepta un puesto que, de haberlo examinado a conciencia habría podido reconocer su falta de aptitud para llevarlo a cabo10. De tal manera que en ocasiones el trabajador puede no comunicar expresamente al empresario una determinada merma física o psíquica, no porque busque ocultar su existencia de forma maliciosa, aun cuando sepa que pueda incidir sobre su capacidad de trabajo, sino simplemente porque, honestamente, no considere que dicha circunstancia suponga un impedimento para el buen cumplimiento de la obligación asumida, esto es que no va a ocasionar forzosamente su ejecución defectuosa. En consecuencia la considera irrelevante o incluso no se le ocurre o no se acuerda por la poca importancia que le puede otorgar. Pero es que incluso desde una perspectiva objetiva, a mi juicio, al trabajador no se le puede exigir, a efectos del cumplimiento del principio de buena fe contractual, la comunicación al empleador de toda limitación funcional. Evidentemente, en principio, sólo aquellas que puedan incidir de una forma significativa y objetiva sobre los requerimientos propios de la profesión para la cual se le pretende contratar. Así, por ejemplo, mientras un supuesto de pérdida auditiva severa del trabajador podrá afectar al rendimiento de un auxiliar administrativo, intérprete, ejecutivo, comercial, etc., es fácil pensar en otros puestos de trabajo que aun cuando podría conllevar dificultades para la interrelación social, no incidiría directamente sobre las funciones esenciales del concreto puesto de trabajo, no configurando en consecuencia un supuesto de ineptitud. Piénsese, por ejemplo, en las labores de limpieza en un domicilio. Solo excepcionalmente ciertos aspectos de la vida personal del trabajador podrán tener una incidencia directa, profesional o laboral sobre el concreto puesto de trabajo Asimismo, una incapacidad permanente total para la profesión habitual, como su propio nombre indica, únicamente inhabilita para dicha profesión y no para el desempeño de cualquier otra. Entendiendo por tal las labores que se desarrollan al ocurrir el accidente y con las que se obtiene el medio fundamental de vida, aun cuando con anterioridad o posterioridad al accidente el trabajador haya desempeñado otro tipo de trabajos. Así, la profesión habitual, tampoco será necesariamente la desempeñada en el momento de solicitar la prestación, por ejemplo11. Del mismo modo, no cabe identificar profesión habitual con puesto de trabajo habitual. Por ello, a la 11 SS.T.S. de 31 de mayo de 1996, Ar. 4713, de 23 de noviembre de 2000, Ar. 10300, 7 de febrero y 9 de diciembre de 2002, Ar. 3504 y 1947. 10 BARREIRO GONZÁLEZ, G., op. cit., pág. 188. Nº 88 • Diciembre de 2011 Además, no hay que olvidar que el ordenamiento jurídico social sólo establece una prohibición expresa de contratar en estos supuestos, esto es el art. 25.2 de la LPRL que dispone expresamente que los trabajadores no serán empleados en aquellos puestos de trabajo en los que, a causa de sus características personales, estado biológico o por su discapacidad física, psíquica o sensorial debidamente reconocida, puedan ellos, los demás trabajadores u otras personas relacionadas con la empresa ponerse en situación de peligro o, en general, cuando se encuentren manifiestamente en estados o situaciones transitorias que no respondan a las exigencias psicofísicas de los respectivos puestos de trabajo. Por lo tanto, fuera de estos supuestos, al no haber una prohibición explícita de contratar o emplear tampoco se podría considerar, a mi modo de ver, obligatoria la comunicación al empleador de una circunstancia personal que no suponga un peligro laboral o que no suponga una ineptitud manifiesta. Así, por ejemplo, es cuestionable el deber legal de comunicar, en cualquier caso unas lesiones permanentes no invalidantes o incluso, a mi juicio, una incapacidad permanente parcial leve, que no olvidemos que no inhabilita para el desempeño de las funciones o tareas esenciales de la profesión habitual y que, en cualquier caso, pudiera suponer una limitación puntual para tareas muy concretas, esto es, cierta limitación, pero en ningún caso la imposibilidad, aun cuando la jurisprudencia, erróneamente a mi modo de ver, habilite en estos casos para despedir por ineptitud como veremos. http://riesgoslaborales.wke.es/94f3e31 Gestión Práctica de Riesgos Laborales • 21 > JURISPRUDENCIA dentro del mismo grupo profesional que la profesión habitual del trabajador o tratándose de categorías profesionales equivalentes. No hay que olvidar que el propio art. 141.1 de la LGSS establece que la pensión de incapacidad permanente total para la profesión habitual es, en principio, compatible con el salario que pueda percibir el trabajador en la misma empresa u otra distinta. Ahora bien, el artículo 24.3 de la Orden de 15 de abril del año 1969, aclara que cuando la invalidez del trabajador afecte la capacidad exigida, con carácter general, para desempeñar el nuevo puesto de trabajo, aquél podrá convenir con el empresario que el salario asignado a ese puesto de trabajo se reduzca en la proporción que corresponde a su menor capacidad, sin que tal reducción pueda exceder, en ningún caso, del 50 por ciento del importe de la pensión. En consecuencia, el legislador está pensando en aquellos supuestos en que las secuelas no imposibiliten la realización de las tareas básicas de una profesión distinta, ni siquiera una disminución suficiente en el rendimiento normal para constituir una incapacidad permanente parcial, pero sí inciden de alguna manera en la capacidad exigida para el desempeño del nuevo puesto de trabajo, de tal modo que también en estos casos, que se muestran, el trabajador deberá informar al empresario de su situación a efectos de que éste pueda llevar a cabo o no la disminución del salario. la LPRL debe dejar atrás el antiguo concepto de reconocimientos médicos para los trabajadores, como si se tratara de meros chequeos que se realiza a cualquier paciente, para así convertirse en verdaderos reconocimientos médicos específicos y periódicos. hora de valorar una incapacidad, cabe distinguir entre el concreto puesto de trabajo que desempañaba el trabajador en la empresa y la profesión habitual de ese mismo trabajador, siempre y cuando, evidentemente, la profesión habitual permita su ejercicio en empleos o puestos de trabajo distintos, pero propios del mismo grupo profesional. De tal forma que, partiendo de la definición del art. 137.2 de la LGSS, que entiende por profesión habitual la que ejercía el interesado o del grupo profesional en que aquélla estaba encuadrada, antes de producirse el hecho causante, resulta evidente que el concepto de grupo profesional obligará a tener en cuenta y 22 • Gestión Práctica de Riesgos Laborales abarcar otros oficios o profesiones que ostenten un grado de dificultad o penosidad similar a la profesión habitual del incapacitado, aun cuando éste no los ejercía en el momento de producirse el hecho causante o incluso nunca los haya ejercido12. De tal modo que, de acuerdo con tal interpretación, parecería que el trabajador únicamente tendría el deber de comunicar al empresario su situación de incapacidad permanente total cuando éste lo quisiera contratar para un puesto de trabajo incluido 12 TOSCANI GIMÉNEZ, D., “El régimen jurídico de las pensiones de incapacidad permanente: Derechos y obligaciones de solicitantes y beneficiarios”, Valencia, 2006, pág. 38. En cualquier caso, aun tratándose de circunstancias personales que objetivamente pudieran incidir en la capacidad de trabajo, la cuestión se presenta problemática, compleja y casuística, asimismo, en cuanto a la obligación de comunicar dichas circunstancias personales cuando pudieran conllevar una discriminación por parte del empleador. Por ejemplo, el hecho de estar embarazada una mujer o ser portador del virus VIH, etc. En efecto, aun cuando se podría pensar que el trabajador debe comunicar al empleador aquellas circunstancias que pudieran representar una ineptitud para el trabajo objeto del contrato que se celebra, no ya sólo desde la perspectiva de la buena fe contractual como se ha visto, sino más importante todavía, si cabe, desde la óptica de la prevención de riesgos laborales, con base en el art. 29.2 de la LPRL, que obliga aquél a informar de cualquier situación que a su juicio entrañe un riesgo para la seguridad y salud de los trabajadores y para que el empresario pueda llevar a cabo de forma eficaz la perceptiva evaluación de riesgos laborales, debiendo tener en cuenta dichos aspectos en dichas Nº 88 • Diciembre de 2011 evaluaciones y adoptar las medidas preventivas y de protección necesarias, teniendo en cuenta las capacidades profesionales de los trabajadores en materia de seguridad y salud en el momento de encomendarles las tareas13. Previendo, además, expresamente que el empresario garantizará de manera específica la protección de los trabajadores que, por sus propias características personales o estado biológico conocido, incluidos aquellos que tengan reconocida la situación de discapacidad física, psíquica o sensorial, sean especialmente sensibles a los riesgos laborales14. No obstante, tampoco hay que olvidar que, la jurisprudencia constitucional, en línea con lo mantenido por el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, en lo que parece ser o al menos se podría considerar además como una corrección de lo que venía siendo la interpretación predominante de la jurisprudencia ordinaria, viene otorgando una protección intensa en relación a la discriminación por ciertas circunstancias personales y, especialmente por razón de embarazo, hasta el punto de otorgar a la mujer el derecho a no comunicar su estado, incluso en el supuesto de que sea requerida para ello por parte del empleador15. En cualquier caso, parece una cuestión meridiana que el trabajador sólo tendrá el deber de informar al empleador de aquellas circunstancias personales que pudieran incidir directamente sobre su capacidad profesional o aptitud, de lo contrario formarían parte de su esfera íntima y personal, debiéndose entonces respetar los derechos fundamentales, en especial el principio de igualdad y no discriminación y el derecho a la intimidad y a la libertad ideológica16. De esta forma, sólo excepcionalmente ciertos aspectos de la vida personal del trabajador podrán tener una incidencia directa, profesional o laboral sobre el concreto puesto de trabajo. Así, por ejemplo, antecedentes penales, para ocupar un puesto de trabajo en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado o desempeñar funciones de magistratura. Toxicomanía, alcoholismo o drogadicción, para volar aeronaves, conducir autobuses, etc., el estado de salud, pues, evidente existirá la obligación del trabajador de comunicar al empleador que, por ejemplo, es portador del virus VIH cuando se le pretende contratar, por ejemplo, para realizar las funciones de dentista, ATS, cirujano, etc., pero no cuando vaya a desempeñar otros puestos de trabajo, así por ejemplo, las labores de comercial o ejecutivo, aun cuando la empresa no lo hubiera contratado para dichos puestos de haber conocido estas circunstancias, por razones de imagen de la misma organización. Los exámenes no pueden imponerse si únicamente está en juego la salud del propio trabajador, pues él es libre de disponer de la vigilancia de la salud 13 Arts. 14, 15, 16 de la LPRL. Cabe recordar, asimismo, que en relación con los datos sanitarios, el artículo 22 de la La ley de Prevención de Riesgos Laborales establece que los reconocimientos médicos serán voluntarios y sólo, excepcionalmente, cuando esté justificado y resulte imprescindible por razones de prevención de riesgos laborales se le podrá obligar al trabajador a someterse a los mismos. Si bien es cierto, incluso en tales supuestos que se han mencionado anteriormente, los servicios médicos concretos deben limitarse a comunicar al empresario la aptitud o no aptitud del trabajador para el desempeño del concreto puesto de trabajo, quedando prohibido el conocimiento, por parte del empleador, del dato médico concreto en que se basa tal valoración. Mientras que, por regla general, otros aspectos no podrán constituir nunca una ineptitud del trabajador y, en consecuencia, no tendrá la obligación de comunicárselos al empleador en el momento de la contratación: datos familiares, datos genéticos, vida sexual, orientación sexual, estado civil, ideología, creencias religiosas, etc., no sólo por el respeto a la intimidad del trabajador, sino precisamente por el riesgo o peligro de discriminación. Pudiendo, en consecuencia a mi juicio, mentir el trabajador si es indagado explícitamente sobre tales materias por parte del empleador, sin que ello suponga una vulneración del principio de la buena fe contractual y, por ende, sin que el empresario pueda despedir al trabajador posteriormente por la vulneración de tal principio. Además, se debe recordar que tal principio es recíproco, debiendo regirse las actuaciones del empresario, asimismo, por la buena fe contractual. Por otra parte, cabe traer a colación la jurisprudencia del Tribunal Superior que defiende que incluso en las denominadas empresas ideológicas o de tendencia, el derecho de tales organizaciones a exigir el respeto a su ideario o programa, por parte de sus trabajadores no debe traducirse en la licitud de investigar la ideología y creencias de sus empleados en potencia a efectos de proceder a la contratación, prevaleciendo el artículo 16 de la Comisión Europy el derecho a negarse sobre la ideología17.¾ 14 Arts. 25 y 28 de la LPRL. 15 STJCE de 4 de octubre de 2001, STC 17/2003 de 30 de enero y STC 92/2008. 17 LÓPEZ GANDÍA, J., “Las obligaciones del empresario (III): Otros derechos del trabajador”, en Compendio de Derecho del Trabajo Tomo II. Contrato individual 2010, págs. 467 y 468. 16 Arts. 16 y 18 de la CE. Nº 88 • Diciembre de 2011 http://riesgoslaborales.wke.es/94f3e31 Gestión Práctica de Riesgos Laborales • 23