Persiguiendo conejos: explicitación y seguimiento virtual de reglas

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Persiguiendo conejos: explicitación y seguimiento virtual de reglas.
Comentario a “Seguir un conejo” de Pedro Karczmarczyk 1.
Justina Díaz Legaspe, UNLP.
[email protected]
1. Pedro2, interesado como está en el fenómeno de la reificación de las instituciones, necesita de
un concepto de seguimiento de reglas que trascienda al mero actuar conforme a una regla, y que sea al
mismo tiempo diferente al actuar por reglas implicadas. Encuentra este concepto en el seguir una regla
virtualmente. El punto definitorio de este concepto es que, si bien el actor sigue una regla sin ser
consciente de la misma, en el momento de justificar sus acciones es capaz de enunciar dicha regla. Esto
parece resolver el problema de Pedro, pero sólo momentáneamente: el trabajo presenta a un objetor
extrañamente interesado en la gastronomía que lo conmina a “ampliar su dieta”, en contra de todos los
cánones alimenticios vigentes en el verano, poniéndole frente a él un contraejemplo no considerado: el
caso de juegos con reglas implícitas 3, donde el actor no puede justificar sus acciones enunciando la
regla porque ésta, al no ser implícita, no es enunciable.
En respuesta al objetor, pedro presenta un segundo concepto: partiendo de la idea
wittgensteiniana de “ver como”, sostiene que el actor puede considerar que debe actuar de cierta manera
puesto que ve el caso actual como un caso más de aplicación de una regla implícita que ya ha aplicado
en ocasiones anteriores. La justificación de la acción no se realiza en estos casos a través de la
enunciación de la regla sino a mostrándola a través de juicios de similitud. Así, incluso en casos de
juegos de reglas implícitas sin posibilidad de enunciación post hoc, podemos sostener que hay
seguimiento de reglas.
Tal como Pedro plantea la situación, la diferencia entre una acción de seguimiento de reglas y un
mero actuar conforme a reglas se plasma en el nivel de la justificación de las acciones: así,
consideramos que un actor está siguiendo una regla, y no meramente conformándose a una, cuando
puede traer esa regla al juego de dar y recibir razones 4 en que consiste la justificación. Este planteo
incluye, además, la diferenciación entre reglas explícitas, formuladas lingüísticamente antes, durante o
después de la realización de la acción, y reglas implícitas, entendidas como patrones normativos que
rigen la conducta de los miembros de una comunidad, aun cuando no hayan sido formuladas
verbalmente en ninguna ocasión.
Sostendré a continuación que Pedro está en lo cierto: incluso en los casos de juegos de reglas
implícitas, debemos considerar que el actor está, de todos modos, siguiendo una regla, aun cuando no
pueda enunciarla en el momento de la justificación. Mis críticas, entonces, no serán tanto hacia Pedro
como hacia su objetor gastronómico: sostendré que el contraejemplo que éste presenta no es en
realidad tal, sino una variante del concepto de seguimiento virtual de reglas que presenta Pedro. Por otro
lado, sostendré no sólo que los juegos de reglas implícitas no pueden funcionar como contraejemplos,
sino que además no hay posibilidad de pensar contraejemplos como los que necesitaría el objetor
1
Agradezco los comentarios y las discusiones de Pedro Karczmarczyk, Martín Ahualli y Julio Montero,
que además de contribuir a darle forma a este trabajo, me divirtieron muchísimo.
2 Siguiendo las ideas plasmadas por Wittgenstein, L. en su (1953).
3 Los conceptos de “implicito” y “explícito” pertenecen a Brandom, R. (1994).
4 Sellars, W. (1952).
gastronómico; en otras palabras, quiero sostener que no puede haber casos donde se apliquen los
criterios normativos de corrección / incorrección, y sin embargo, no exista regla alguna, o bien exista una
regla implícita que no sea explicitable.
2. ¿Por qué puede pensarse que el contraejemplo del objetor gastronómico no es un verdadero
contraejemplo? Para que lo fuera, debería postular una situación donde la regla no fuera enunciable. El
objetor apela al concepto de reglas implícitas, aparentemente sobre el supuesto de que hay problemas
en la explicitación de lo implícito. Esto introduce alguna confusión: ¿quiere decir entonces que las reglas
implícitas no son enunciables, pero sí explicitables? ¿Quiere decir que no son explicitables de ningún
modo?
Pedro diferencia entre enunciar la regla y mostrarla. Enunciar una regla es, obviamente,
formularla lingüísticamente. Si camino con un amigo por la estación de subte Diagonal Norte, y lo hago,
como experta que soy en el manejo de subtes, por mi derecha, ante la pregunta de mi amigo (no tan
diestro como yo) de por qué caminamos por la derecha, puedo enunciar la regla diciendo: “En las
grandes ciudades, cuando hay una aglomeración de gente en movimiento en ambas direcciones, hay
que caminar por la derecha de uno”. Mostrar la regla es algo más complejo: Pedro ilustra estos casos a
través de los juicios de similitud: ante un caso como el anterior, yo podría haber optado por una
respuesta como ésta: “Cuando estuvimos en la estación Independencia también había mucha gente y
también caminamos por la derecha”. Si mi amigo da por buena la respuesta 5, lo que hice no fue enunciar
la regla sino señalarla, exhibiéndola a través de otro caso de su aplicación.
Volvamos al concepto de explicitación. Entendemos por explicitación el llevar algo a su
formulación lingüística: explicitamos reglas, compromisos, actitudes, etc., cuando somos capaces de
traer dichos elementos a un plano discursivo. Pero ¿para qué explicitamos cosas? Nos vemos llevados a
explicitar ciertas cuestiones cuando queremos hacer algo con ellas: explicitamos nuestros compromisos
inferenciales cuando queremos aclarar o criticar el contenido de nuestros conceptos 6, explicitamos reglas
cuando queremos estipular cómo seguir cierto juego de aquí en más 7, cuando queremos enseñárselo a
alguien o corregirlo8, o incluso cuando queremos describir las acciones de una comunidad. En todos los
casos, ponemos nuestros compromisos en palabras porque queremos discutir acerca de ellos. Y en
general, esta discusión se da en el plano de dar y recibir razones: la crítica, la estipulación de reglas, la
enseñanza, la corrección y la descripción se plantean en el contexto de la justificación de las acciones
ligadas a aquello que se explicita: así, la explicitación tiene su lugar en el contexto de la justificación,
conformando en muchos casos las razones que intercambiamos cuando discutimos sobre una movida en
la práctica.
Una acción es considerada como una movida dentro de una práctica cuando es pasible de ser
considerada correcta o incorrecta en el marco de esa práctica. Un guiño en el juego del truco puede ser
considerado una movida cuando el jugador lo realiza como parte del juego, pero si el guiño es causado
por tic nervioso involuntario del jugador, esta acción deja de ser considerada como incorrecta, sea cuales
hayan sido las dramáticas consecuencias de este hecho para la pareja jugadora. Simplemente, no era
una movida en el juego; sólo se parecía, contingentemente, a una movida en él.
5
Volveré más adelante sobre lo que sucede cuando mi amigo no da por buena la respuesta.
Brandom, R. (1994).
7
Lance, M. y O’Leary-Hawthorne, J. (1997).
8 Penelas, F. y Barrio, E. (2003).
6
La enunciación de una regla es una movida en el juego de dar y recibir razones: prueba de ello
es que podemos cometer diferentes errores al enunciar la regla que conduzcan a sostener que la
enunciación es incorrecta9. Si la enunciación es un caso de explicitación, y un caso de movida dentro del
juego de justificar10, ¿lo es también el mostrar la regla? Creo que sí. De acuerdo con la definición dada
arriba, mostrar la regla será un caso de movida en la justificación siempre que podamos decir que un
acto de mostrar una regla puede ser correcto o incorrecto como movida en este juego. Al final del trabajo
Pedro presenta errores pasibles de ser cometidos al justificar que pueden aplicársele a los juicios de
similitud, de modo de decir que son incorrectos, con lo cual mostrar puede ser entonces parte del juego
de justificar. También es un modo de explicitación: poner la regla en el interior del juego de dar y recibir
razones por medio de un juicio de similitud es tan efectivo a los fines de la explicitación como la
enunciación misma, en tanto permite vislumbrar la regla y discutirla.
Si esto es así, los casos de juegos de reglas implícitas son en realidad casos atípicos de lo que
Pedro llama “seguir una regla virtualmente”: en ambos casos el actor sigue una regla aunque no esté
formulada en su mente cuando actúa; en ambos casos el actor es capaz de explicitar la regla,
presentándola como una razón para justificar su acción. La diferencia es meramente de forma:
explicitamos la regla enunciándola o mostrándola.
Ahora bien, la clasificación de los juicios de similitud como tipos de explicitación es limitada.
Podría suceder que nuestro interlocutor no admitiera un juicio de similitud como razón válida para mi
acción. Ante mi respuesta “caminamos por la derecha porque en la estación de Independencia también
caminamos por la derecha”, el interlocutor me pregunta por qué esto justifica mi acción: no quiere
ejemplos de aplicación de la regla, porque extraer la regla de estos casos podría ser (mal) entendido11
como un ejercicio de interpretación que puede llevar a innumerables problemas. Lo que quiere es la
enunciación de la regla. Si esto es así, mostrar la regla parece dejar de contar como caso de
explicitación; cuenta, en todo caso, como una proto-explicitación: esto es, el inicio de una nueva vía
discursiva dialógica, que llevará en última instancia a la enunciación de la regla con mayor o menor
precisión. Esto tiene consecuencias para el objetor gastronómico: si los juicios de similitud pueden ser
entendidos como vías potenciales a la enunciación, no existen casos donde las reglas no sean, en última
instancia, explicitables, en el sentido estricto que sólo comprende la enunciabilidad.
3. Así, el contraejemplo del objetor es meramente un caso más de seguimiento virtual de reglas,
donde la regla es siempre explicitable. Un contraejemplo genuino tendría que coartar la posibilidad de
9
Un tipo de error es enunciar una regla que no rige realmente el caso en cuestión. Otros están
relacionados con la mala enunciación. Según me señala Julio Montero, estos errores dependen siempre
de cuál sea el juego que se esté jugando. Si justifico el caminar por la derecha en el subte apelando a
que hoy es viernes, pero el juego que juego, dentro de mi neurosis obsesivo-compulsiva, es caminar por
la derecha los viernes, entonces no hay error en esta enunciación.
10 He aquí un supuesto que estoy presuponiendo y que podría serme criticado: que toda explicitación es
una justificación, aun cuando hay justificaciones que no son explicitaciones. Se me podría criticar en este
punto (lo cual sería muy interesante) que la postración de reglas son casos de justificación que no son
explicitaciones. A esto contestaría que sí son casos de explicitación, dada mi definición funcional del
concepto. Podría objetárseme que la mostración no es justificación (ergo, tampoco explicitación). En esta
caso contestaría que en ciertos casos vale como justificación (cuando el juicio de similitud es aceptado
como tal).
11 Tal y como señala Pedro Karczmarczyk, el modo correcto de entender los juicios de similitud es como
casos de ver-como: por tanto, no hay interpretación que medie entre la comprensión del caso particular y
la captación de la regla que se le aplica; esto debería ser entendido como un proceso inmediato.
explicitar las reglas. Ahora bien, no tiene sentido hablar de reglas en casos de ciertas acciones humanas
como las meras reacciones fisiológicas, que no son prácticas normadas (les ahorro aquí miles de
ejemplos escatológicos que podrían venir al caso). El objetor no puede apelar a estos casos sin interés,
sino a casos de prácticas (normadas) donde haya normatividad, pero donde no sea posible ningún tipo
de explicitación de reglas. En el caso anterior el salto de lo implícito a lo explícito puede ser pensado
como un problema epistémico: el actor puede enunciar la regla cuando la conoce claramente, puede
mostrarla cuando la conoce a modo de know-how pero tiene problemas de abstracción que le impiden
formularla de entrada. Ahora, en este caso, se trata de un problema ontológico: sencillamente, la regla
no es siquiera enunciable, o directamente no existe 12. Aun así, se trata de prácticas normativas, en las
cuales es posible afirmar que las movidas son correctas o incorrectas. Los juicios estéticos podrían ser
casos de lo que se tiene en mente cuando se piensa en este tipo de prácticas.
Sin adentrarnos en el pantanoso problema de la estética, quiero pronunciarme en contra de este
tipo de contraejemplos. En mi opinión, no se trata meramente de que no existan empíricamente casos de
estas prácticas normadas donde la regla no sea explicitable, sino de que no podrían existir,
conceptualmente, casos de este tipo. La razón que voy a proponer aquí es simple: la explicitación de las
reglas tiene metas de carácter práctico, ya mencionadas, que resumiré en una sola palabra: explicitamos
las reglas detrás de nuestros juicios de corrección o incorrección cuando queremos hablar de la práctica.
Ahora bien, comprometernos con la idea de que existen juegos normados cuyas reglas no podemos
explicitar de ningún modo nos conduce a sostener que hay prácticas de las cuales no podemos hablar.
Prácticas cuyos conceptos o compromisos inherentes no podemos criticar ni corregir, prácticas que no
podemos enseñar, sobre las cuales no podemos teorizar. Las horripilantes consecuencias pragmáticas
de este compromiso quedan a la vista. Pero hay más horripilantes compromisos tras esta idea: el
concepto de explicitación de una regla como justificación a nuestras acciones está estrechamente
vinculado al concepto de responsabilidad: enunciar la regla que siguen mis acciones me responsabiliza
de éstas (puesto que acepto que la regla se me aplica, y puesto que muestro mi compromiso con la
regla) y al mismo tiempo, señala dónde debería apuntar mi interlocutor si quisiera mostrarme el error en
mis acciones. Sin la posibilidad de enunciar las reglas de una práctica, perdemos también la posibilidad
de considerar como agentes responsables tanto a los demás como a nosotros mismos. En conjunto, las
horripilantes consecuencias de una concepción de juego con reglas no explicitables son mucho más
serias que cualquier simpatía por la teoría estética más estrambótica.
4. En conclusión: Pedro tiene razón cuando afirma que hay formas de seguir reglas virtualmente.
Sin embargo, no es necesario separar los casos en los cuales enunciamos una regla para justificar
nuestra acción de los casos en los que lo hacemos apelando a juicios de similitud: ambos casos son
tipos de este seguimiento virtual de reglas, si consideramos (a) que la nota característica de este tipo de
proceder es la capacidad de explicitar la regla en el juego de justificación, y (b) que mostrar la regla es
una proto-explicitación, conducente en última instancia a una enunciación de la regla, por vacilante que
sea13. El objetor gastronómico no puede conminarnos, bajo ninguna circunstancia, a ampliar la dieta de
12
En conversaciones personales, Martín Ahualli parece oscilar entre una y otra opción. Me opongo a las
dos, pero la idea de que no haya reglas me parece más descabellada que la idea de que no sean
explicitables.
13 Siempre que el actor tenga intactas sus capacidades intelectuales relacionadas con la abstracción (y
por medio de mecanismos como el ver-como).
los casos a considerar, porque los casos que presenta ya están incluidos en nuestra dieta actual, y
porque, al igual que lo que sucede con los postres dietéticos, los casos de prácticas con reglas no
explicitables sencillamente no existen.
Justina Díaz Legaspe.
UNLP.
Bibliografía.
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- Díaz Legaspe, Justina (2002). “Describir, explicitar, normar”. Actas de las IV Jornadas de Investigación
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- Penelas, Federico (2002). “La meta de la explicitación”. Trabajo leído en el VI Coloquio Internacional
Bariloche de Filosofía. San Carlos de Bariloche, Fundación Bariloche.
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- Sellars, Wilfrid (1952). Science, Perception and Reality. Ridgeview, 1991.
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