1LA PRINCESA INCOMPLETA

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CUENTOS QUE NOS UNEN. Relatos que transmiten los Ordenes del Amor según Bert Hellinger.
Maita Angeles Cordero. Ed. Alma Lepik
LA PRINCESA INCOMPLETA
Había una vez un país. En el país había un castillo y en el castillo una
princesa llamada Teresa.
Vivía rodeada de cariño y comodidad. Sus padres la querían como mejor
sabían querer, el lugar era hermoso y las gentes que allí habitaban,
amables y bondadosas. Pero la princesa no era feliz.
Sospechaba que en los sótanos del castillo vivía un tenebroso monstruo,
dispuesto a salir de su escondrijo en cualquier momento y a destruir la paz
que en su país reinaba.
El miedo a que eso no sucediera oprimía el corazón de la princesa,
impidiéndole disfrutar de la belleza y el cariño de todo lo que le rodeaba.
La pequeña, sin quererlo, siempre estaba al acecho por si el desconocido
intruso salía de su escondrijo.
Sus padres, preocupados, no entendían por qué a su hija los jardines le
parecían grandes, las nubes altas, las cerezas pequeñas, el mar
inquietante,…
Era como si algo le faltara, como si estuviera incompleta. Nada le
satisfacía, parecía que realmente ese monstruo se hubiera apoderado de
su alma.
Una noche en la que el sueño se había escapado por la ventana,
salió a pasear por los frondosos jardines y en un rincón cerca de los muros
descubrió a una anciana.
-¿Me cuentas una historia para que venga el sueño?, le pidió la niña.
-Está bien, te contaré una historia contestó la anciana.
Hace muchos , muchos años, en este castillo vivía una joven llamada
Lucía.
-¿Lucía?, exclamó la niña, ¡pero si yo me llamo Teresa Lucía!.
-Si, se llamaba como tú, respondió la anciana.
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Ella se sentía fascinada por este lugar –continuó narrando-, sabía
que entre sus muros se escondía un secreto, pero era incapaz de
descubrirlo y eso, aunque le inquietaba, también le hacía sentirse
profundamente vinculada con esta morada.
¡Uhh… igual que yo!, murmuro Teresa.
Un día, la joven encontró en una desconocida estancia a una mujer
que tejía una larguísima bufanda. Era tan larga que se deslizaba por la
escalera desapareciendo de la vista.
-¿Para quién es esta bufanda?, preguntó la joven.
-Para una niña que va a nacer.
-¿Y por qué es tan larga?, comentó Lucía.
-Me comprometí a tejer hasta que su madre me lo dijera, contestó la
señora.
-Ah!, seguro que es para mi, exclamó la joven.
-No puede ser para ti, me la encargaron hace muchos, muchos años, por
eso es tan larga, dijo.
-¿Sabes cuál es el nombre de esa niña?, preguntó Lucía intrigada.
-Lo tejí al principio de la bufanda pero hace tanto tiempo que le olvidé, si
quieres saberlo síguela y al final lo descubrirás.
La joven la siguió a través de corredores y estancias desconocidas
para ella, hasta llegar al sótano más profundo donde desaparecía tras una
misteriosa puerta.
Cuando la abrió, descubrió que la bufanda rodeaba el cuello de una
niña. Se acercó hasta llegar y la reconoció, entonces le dijo:
-“Pero si yo te conozco”.
La niña le contestó: -“Yo también te conozco”.
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-Al verte me doy cuenta que te he buscado durante toda mi vida, incluso
te confundo conmigo misma, murmuro Lucía.
-¿Pero si tú eres tú? ¿Quien soy yo?.
-Tu eres Lucía y yo soy una niña de tu familia que también se llamaba
Lucía, respondió la niña.
-Viví hace muchos años y mi muerte fue tan dolorosa que quisieron
olvidarme. De mi recuerdo, sólo queda tu nombre.
-¿Y por qué me confundo contigo?, preguntó la joven.
-Porque en el corazón de todos permanece mi presencia y tú has querido
recordárselo.
-Gracias por hacerlo pero no olvides que tu eres tú y yo soy yo.
Y donde estoy, estoy bien, no te necesito, contestó la niña.
-¿Entonces ahora puedo vivir mi propia vida?, murmuró Lucía.
-Si y así yo me puedo ir, indicó la niña soltándose la bufanda que rodeaba
su cuello.
-Siempre estarás en mi corazón, le susurro Lucía despidiéndose de ella.
En ese momento, Lucía se sintió completa y se dio cuenta que estaba
representando a aquella niña para que nadie la olvidará. Al verla a ella fue
como si todos los de su familia la hubieran reconocido. Había descubierto
el secreto que escondían los muros del castillo.
Teresa se había quedado dormida. Cuando en la mañana siguiente
despertó, observó que a su alrededor todo era diferente. Miró el jardín y
le pareció hermoso.
Descubrió que la distancia hace más bonitas a las nubes. Que a las cerezas,
su tamaño las convierte en más sabrosas. Sintió que al mar no necesitaba
entenderle, sólo aceptarlo como era. Entonces pensó que todo estaba en
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su lugar y que ella no necesitaba preocuparse de lo que no le
correspondía. Desde entonces es feliz.
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