1. El sistema internacional

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1. PACENZA: Más allá de un siglo de condicionamientos internacionales (2062)
1. Introducción
Las interpretaciones acerca de los vínculos internacionales con América Latina desde la colonización europea a la
actualidad, tienen una importancia crucial para entender muchas de las luchas políticas, ideológicas y académicas
que han atravesado este último siglo y que se han manifestado en oposiciones irreconciliables, no sólo desde lo
político sino también desde los paradigmas que le dieron sustento.
Desde el punto de vista de las Ciencias Sociales, se expresa en las llamadas1) teorías de la modernización o
desarrollo por un lado, y 2) las teorías dependentistas por el otro.
1) Las teorías desarrollistas interpretan la relación internacional como un vínculo necesario para la salida de la
etapa de subdesarrollo y el logro del crecimiento económico, desde un punto de vista positivista, e interpretando al
subdesarrollo como etapa anterior al desarrollo; los teóricos como Rostow aseguran que la inversión de capitales
extranjeros en estas economías posibilitarían el despegue, la salida del subdesarrollo, el “take off” y la entrada a una
economía desarrollada.
2) Por el contrario, los pensadores que se insertan en el marco teórico de la teoría de la dependencia ubicados en
torno a la CEPAL1, han puesto en evidencia que son justamente estos condicionamientos internacionales los que
produjeron el desarrollo de los países centrales y el subdesarrollo de los periféricos. El desarrollo – subdesarrollo, es
visto como dos caras de una misma moneda, en un único contexto mundial en el cual los condicionamientos
económicos y políticos de las potencias hegemónicas hacia nuestros países posibilitó el desproporcionado
crecimiento de los países centrales y la pobreza y dependencia de los países llamados periféricos. La categoría
dependencia denota, en primer lugar, la particular forma en que los países de la región se insertaron en el desarrollo
capitalista mundial: como tributarios de centros hegemónicos cuya función primordial fue succionar gran parte de
las producciones nacionales en pro de su propio crecimiento y desarrollo.
Es necesario analizar las características fundamentales del capitalismo como sistema cuyos rasgos fundamentales
son:
1) el capitalismo aún en su prehistoria (acumulación originaria de capitales) es un sistema mundial polarizado en
centros hegemónicos, metrópolis y áreas dependientes ligados entre sí con concretas relaciones de explotación en
el sentido arriba indicado. Lo que interesa remarcar aquí es el concepto de totalidad metrópoli – satélite, como
desarrollo dialéctico de un único sistema mundial en el que desde sus inicios, el pasaje a formas superiores de
organización social de las naciones centrales es imposible sin la explotación subdesarrollante de otras áreas. En
este sentido, es Marx el primero que llama la atención sobre la importancia del sistema colonial (en el momento de
predominio del capital comercial y usurario en Europa), para la expansión de las manufacturas que tienen allí un
mercado fundamental y fuente de acumulación de capital en base a la expropiación de las colonias, el oro
proveniente del saqueo colonial y la explotación agrícola y minera de los países colonizados. Esta acumulación de
grandes sumas de dinero por parte de los comerciantes es lo que posibilitará la inversión de las mismas en el proceso
productivo posibilitando la aparición, desarrollo y posterior predominio del capital industrial, consolidando así al
capitalismo como sistema.
El sistema colonial es un factor esencial para el surgimiento del capitalismo que operará sobre nuevas bases. Esto
nos lleva a una segunda característica:
2) Si bien la característica principal del sistema – explotación subdesarrollante – permanecerá inmutable, las formas
que va asumiendo dicha característica no permanecen inalterables sino que, por el contrario, van cambiando en
función de los cambios operados en los países centrales. Hasta mediados de los 60 las formas de vinculación han
sido: exportación de manufacturas, exportación de capitales para la extracción de productos agrícolas y mineros,
copamiento de las industrias nativas respectivas, inversiones a través de la multinacionalización con predominio del
capital financiero. A partir de la década del 50 se produce la “integración económica”, la célula será la corporación
gigante multinacional, cuyo objetivo más importante es cooptar los mercados de nuestros países asociándose con los
industriales nacionales.
Dado que toda interpretación de los acontecimientos y procesos sociopolíticos, siempre está apoyada en elementos
valorativos, pretendemos dejar expresado que las interpretaciones aquí realizadas expresan también una posición
político ideológica que no pretende ser neutra o valorativa. Nuestra interpretación del contexto internacional y de los
efectos en nuestros países se ubica en el marco de las Teorías de la Dependencia, nos proponemos además poner en
evidencia que la pretendida neutralidad de las teorías economicistas de la modernización y/o desarrollistas reflejan
también posiciones altamente valorativas.
2. Breve síntesis de las características de España y de la relación colonial
España coloniza América en el momento en que prevalecía el precapitalismo comercial, construye estados
coloniales dependientes políticamente del rey de España y su objetivo fundamental era la extracción de oro y
plata, el metálico. Los colonizadores españoles buscaban metales preciosos o materias primas reclamadas por el
mercado mundial, y mano de obra indígena fácilmente explotable. Los “descubrimientos” abrieron un período de
intensa expansión en la vida económica europea: nuevos lugares para comerciar, nuevos mercados para los
1
CEPAL: Comisión Económico para América Latina.
1
productos del propio país, nuevos artículos para el viejo continente. Esto implicó una intensa actividad comercial y
el comienzo histórico del subdesarrollo en nuestro continente.
América presenta notables desigualdades en el nivel de desarrollo entre EEUU y el sur del continente. A esta
desigualdad se le suma una paradoja: las regiones más florecientes en el momento de la colonización son hoy las
más empobrecidas y las áreas más rezagadas son hoy las más desarrolladas. Muchas explicaciones se han dado
respecto a este tema, siendo una de las más conocidas las explicaciones culturalistas que tratan de encontrar las
causas de la desigualdad en las características del colonizador, en su cultura y en las formas en que transplantaron su
organización social los anglosajones en el norte y los españoles en el sur.
Según la explicación culturalista, el sur de América fue conquistado por una España feudal que traspasa a sus áreas
dependientes estas formas organizativas, por el contrario, los colonizadores ingleses, implantan una organización
anglosajona más progresista. Establecen que las relaciones sociales en las áreas colonizadas están determinadas por
un factor genético que supuestamente los colonizadores transplantan. Al centrar la explicación en los factores
culturales, estas teorías dejan de lado el análisis de los determinantes básicos: el entorno geográfico, fundamento del
desarrollo de las fuerzas productivas.
Si centramos nuestra explicación en el entorno geográfico veremos que las relaciones sociales en las áreas
colonizadas están determinadas por las condiciones materiales que la nueva situación les impone: tipo de productos
a exportar, índole de las relaciones sociales que encuentran en el área, escasez o abundancia de mano de obra,
organización de la misma a la llegada del colonizador, etc., es en función de estos factores que los colonizadores
organizarán la vida social para que mejor sirva a sus propios fines.
El colonizador español creó la encomienda2 al encontrar cultivos de exportación y abundante mano de obra
explotable y el anglosajón la pequeña granja al carecer de ambos, y no porque hayan sido fieles a su proyecto feudal
o capitalista.
Las diferencias entre el norte y el sur de los EEUU son prueba suficiente de lo anterior: los plantadores del sur de
los EEUU emplearon trabajo esclavo y los colonizadores del norte fundaron su desarrollo en el trabajo personal en
pequeñas granjas. Siendo que ambos eran ingleses, evidentemente la explicación culturalista deja de tener
fundamento y no puede sostenerse. Los puritanos del norte no tuvieron escrúpulos para esclavizar a sus semejantes
ya fueran negros o indígenas, se esforzaron igual que los españoles para reducir a los indígenas al estado de
servidumbre, pero las características de los “piel roja” hacía que no los pudieran reducir a trabajar bajo el látigo.
En Am. Latina, al igual que los anglosajones del sur de los EEUU se encontraron con productos fáciles de exportar
con vistas al mercado mundial, pero a diferencia de los colonizadores del sur norteamericano, no dependieron de la
mano de obra africana ya que se encontraron con gran cantidad de población indígena fácilmente explotable. En las
colonias españolas cristalizó pronto un sistema de explotación capitalista en gran escala, basado en el trabajo del
indio o del blanco proletarizado, con destino al mercado mundial. La economía colonial es la producción en gran
escala (minas, obrajes, plantaciones) para el mercado. Los indios comenzaron a producir para el mercado mundial y
local y el señor encomendado vivía con la mente puesta en el mercado.
En el norte de EEUU los colonizadores también buscaban oro, su interés era igual que los españoles, pero la zona
geográfica que cayó en sus manos no contaba con tan preciado tesoro; además en lugar de indígenas para someter a
la esclavitud, los ingleses se encontraron con un inmenso territorio de tierra virgen apenas colonizadas por los
indios, que preferían la muerte antes que el cautiverio. Al no encontrar ni masas de indígenas para explotar ni
productos de exportación – agrarios o minerales – requeridos por el mercado mundial, se organizan a partir del
trabajo familiar en pequeñas granjas, acompañado de la industria artesanal. Los granjeros producían para el mercado
mundial, pero también intercambiaban entre sí y con los artesanos y a partir de ello fue entretejiéndose un sólido y
extenso mercado interno. Por otra parte, la presencia de grandes bosques, la cercanía del mar empujaba hacia la
construcción de barcos, que fue siendo la base de su producción industrial.
En síntesis, es en el medio geográfico – en el amplio sentido de disponibilidad de medios de trabajo, mano de obra y
medios de vida – en donde hay que buscar las razones que hicieron que se desarrollara un tipo de organización
social y de relaciones sociales tan diferentes.
3. El proyecto hegemónico inglés
El desplazamiento de España como centro hegemónico y su reemplazo por nuevas potencias que advienen
aceleradamente al industrialismo, en particular Inglaterra, redefinen la problemática de la región, en la medida que
las formas de penetración de ambas potencias producen efectos diferentes en las economías latinoamericanas.
El período de dominio de España se caracteriza por la prevalencia de la doctrina mercantilista, que rige en Europa
desde el siglo XV hasta el XVIII, manifiesta que la riqueza de los estados reside en la posesión de metales, oro y
plata. España impone hasta mediados del siglo XVIII:
Encomienda: consistía en “encomendar” un determinado grupo de indígenas a un español, lo cual generaba en éste - el
encomendero- una serie de deberes, (tales como su protección, educación y evangelización) y derechos que consistían en
cobrarles un tributo.
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2
∙
Monopolio comercial: Buenos Aires es puerto cerrado hasta 1776 y el comercio está reglamentado entre la
metrópoli y las colonias.
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Promoción de monocultivos agropecuarios y minero extensivos en gran escala, sobre la base de trabajo
servil/esclavo de indios y negros.
∙
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Predominio del sector exportador.
No está interesado en el desarrollo manufacturero, esto permite el desarrollo de la industria en el interior
del Virreinato.
∙
Luego del tratado Apodaca – Canning, se instaura el libre comercio con Inglaterra y el comienzo de la era
neocolonial.
A fines del siglo XVIII se produce la disgregación del imperio español y portugués. España no logra superar su
etapa mercantil y se hace cada vez más dependiente de los centros industriales; hacia mediados del XVIII es donde
se pone de manifiesto la decadencia española, las industrias textiles ocupan un lugar indiscutible, tanto en el
mercado nacional como internacional. Los estrangulamientos estructurales de la economía española hacían que ésta
no pudiera aprovechar la acumulación originaria de capitales que el saqueo y la explotación de áreas coloniales
provocaba, lo que transformaba a la península ibérica en un intermediario entre Latinoamérica y las naciones que
iban consolidando la nueva estructura industrial.
Hacia mediados del siglo XVIII, - las industrias textiles ocupaban un lugar de indiscutible preeminencia – los
artículos manufacturados provenientes de la lana, la seda y el lino, representaban los mayores volúmenes de
intercambio comercial, siguiendo a continuación los artículos importados del lejano Oriente.
En ese momento Francia e Inglaterra eran los grandes competidores del comercio mundial. Francia que inició el
proceso de industrialización bajo la protección del Estado, llevaba cierta ventaja sobre Inglaterra hasta el
advenimiento del maquinismo, hecho que se pondrá de manifiesto en la Revolución Industrial. De todos modos,
hasta el surgimiento del maquinismo, Francia continuó por delante de Inglaterra en lo que hace a la habilidad del
trabajo manual y al empleo de la energía hidráulica. Holanda que por su flota y volumen de capital acumulado
estaba capacitada para jugar el rol de proveedor de manufacturas pero no contaba con el poderío militar como para
garantizar el distante comercio con Asia y América y además tejer la trama de pactos militares necesarios para
debilitar rivales en su provecho. Alemania permanecía dividida y carente de capitales tanto industrial como
comercialmente como para intentar el dominio de los mercados mundiales. Si nos situamos a principios del siglo
XIX el panorama que se nos presenta es de clara hegemonía británica. Francia había quedado desgastada por las
guerras napoleónicas, había perdido casi todos su imperio colonial, en Alemania si bien se había producido la
reforma agraria, se encontraba debilitada por la falta de unidad nacional.
Los inventos aplicados al campo de la industria por parte de Inglaterra jugaron un rol de primera línea en la
consolidación de las tendencias esbozadas en este período, pero estos inventos fueron una respuesta a las
oportunidades comerciales que eran cada vez mayores. El desarrollo de la economía inglesa no dependió
originalmente de mejores métodos de producción sino de la creciente expansión de los mercados extranjeros, lo que
le daba a los comerciantes ingleses la oportunidad de colocar cada vez más productos en zonas marginales
pertenecientes a otras potencias, como es el caso de Am. Latina. En el interior de Inglaterra se han consolidado dos
revoluciones que se complementan entre sí: la revolución agraria (cercamientos de las tierras) y la revolución
industrial. Nos referimos a las transformaciones en el uso de la tierra, como la práctica cada vez más extendida de
los acotamientos y la introducción de la agricultura científica. Las leyes de cercamiento serán la expresión de la
revolución agrícola, se transforman las tierras comunales sin cercado en propiedades cerradas. Se reúnen las
parcelas dispersas a favor de grandes propietarios. Los cambios en el régimen agrario desalojaron del campo a los
excedentes de población que fueron posteriormente absorbidos por la Revolución Industrial. El factor que acelera el
ritmo de la transformación son las guerras acaecidas a principios de siglo, que ocasionan la suba de los precios del
trigo, de la carne y de casi todos los productos agrícolas; la población en constante aumento y los ejércitos en el
extranjero crearon una demanda cada vez mayor de alimentos.
El siglo XVIII fue un período en el que se desarrolló al máximo el capitalismo mercantil y esto benefició al país que
estaba en mejores condiciones para explotar un mercado mundial en creciente expansión: Inglaterra. Inglaterra se
beneficia de la experiencia colonial pionera de España y Portugal, pero al contrario de éstas, la riqueza acumulada
mediante el comercio no fue utilizada para perpetuar “el capitalismo de botín” o para construir un sistema de
plantación burocrático colonial, sino que estableció una nueva división del trabajo internacional, transformando a las
tierras colonizadas en fuente de recursos para el desarrollo del capitalismo industrial.
El comercio inglés consistía en: esclavos de África a América, minerales y comestibles de América a Europa, bienes
manufacturados baratos de Europa a África y América; este comercio triangular posibilitó la industrialización de
Manchester, Liverpool, Bristol, etc. La estructura social inglesa en la que la burguesía comercial se asoció a la
aristocracia inglesa, compartiendo el poder político y el proyecto industrialista, fue una de las claves del predominio
de Inglaterra sobre los otros países europeos. La revolución industrial transformó a Inglaterra en el taller del mundo,
esto produce un crecimiento increíble de la producción que necesita de nuevos mercados de colocación. La
economía metropolitana no puede confiar en el mercado interno, dado la disociación de la vida campesina en aras de
la revolución industrial, en las ciudades el nivel de vida era bajísimo. La potencia hegemónica buscará en el espacio
socio – económico mundial la solución que su propio desarrollo ha generado.
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La incorporación de Am. Latina bajo su área de influencia se va gestando en los momentos previos a la
emancipación. Su presencia en el continente es sistemática y se da por la trata de negocios, el comercio vía
contrabando y la diplomacia inglesa con sus agentes secretos, elementos en los que se apoya para socavar la
dominación española. En el primer momento intentan la conquista directa (1808) y luego apoyará las guerras de la
independencia, llevadas a cabo por las clases urbanas y nativas que luchan contra España en la medida que esta
frena su desarrollo. Hábil maniobra de Gran Bretaña, ya que España está invadida por el ejército napoleónico y éste
puede ocupar el lugar de aquél.
La independencia de las colonias norteamericanas, lo que implica la pérdida de unos de sus mercados más fuertes y
el bloqueo jacobino y napoleónico intensifican su interés por el dominio de Am. Latina. El proceso de penetración
inglesa abrirá en A. Latina la etapa Neocolonial cuya función principal será asegurar un mínimo orden interno
para que se posibilite la entrada de manufacturas. En este momento se observa la migración de súbditos británicos,
comerciantes, hacendados, mineros, etc., en busca de fortuna y cuyo objetivo principal era mediante la creación de
cámaras comerciales y otras organizaciones de tipo mercantil, actuar como condicionantes de la política local; la
parte más rica del comercio local quedará en manos de los ingleses. De 1850 en adelante se consolida la etapa
neocolonial, con la instauración de estados formales y la ruta de Liverpool suplanta a la de Cádiz.
La producción de carbón y hierro creció rápidamente, las minas eran más profundas y grandes que en etapas
anteriores, las fundiciones ya organizaban su producción con sentido capitalista. En todas las industrias comenzaba
la aplicación de la energía a vapor: las fábricas de cerveza, las minas, las obras hidráulicas demandaban energía de
vapor.
Buenos Aires, que hasta 1776 era puerto cerrado se convirtió en punto de conexión con el exterior. Se exporta cuero,
cebo y carne salada. La oligarquía terrateniente gobernará desde 1820, se forman los grandes latifundios argentinos,
en el cual el alambrado y el ganado cumplirán un papel fundamental.
Inglaterra maneja el comercio exterior y tiene el control de los medios de cambio. Si bien las formas de
penetración inglesa se manifiestan principalmente en el comercio de manufacturas hasta bien avanzado el siglo
XIX; en la segunda mitad del siglo, el advenimiento del capital financiero la relegará a un papel secundario ante la
avalancha de capitales exportados. La forma de penetración en esta etapa será vía exportación de capitales. (al
mundo subdesarrollado) y préstamos. En nuestro país, se crea el Banco de Descuentos en 1820, institución creada y
manejada por Inglaterra y en cuyo directorio los comerciantes ingleses ocupaban los principales puestos. El banco
comienza a emitir papel moneda, en ausencia de oro y plata, evaporados de la circulación, el banco tiende a
remediar la escasez de circulante a condición de dejar en manos foráneas el control absoluto de la moneda local, con
esto se completa el juego de pinzas operando en complicidad con las clases urbanas nativas: monopolio comercial y
financiero de nuestro país, en este contexto es que se otorga el préstamo de la Baring Brothers, con ellos Gran
Bretaña logra el monopolio comercial y financiero, el crédito de la Baring Brothers era para: proveer agua corriente
a la Capital, construir un puerto, establecer tres ciudades sobre la costa y crear pueblos de frontera. La ley de
Enfiteusis3 era la garantía de pago. Por supuesto, que no hubo ni puerto ni planta de agua corriente y el crédito se
terminó de pagar recién a mediados del siglo siguiente.
En 1808 se produce la alianza angloespañola por la que Gran Bretaña se une a España contra Francia. A cambio de
asistencia militar, se le permite a Inglaterra comerciar con las colonias, el tratado de Apodaca – Canning4 sellará
este pacto que durará hasta 1850, es la etapa del capitalismo libre–empresista.
Cuando se inicia la penetración inglesa la relación entre los sectores agrarios, mercantiles y mineros será diferente a
la que integraba cuando España operaba como centro hegemónico, sectores florecientes en la etapa anterior se verán
subordinados a la hegemonía de sectores otrora secundarios en la estructuración que España había impuesto. A estos
cambios entre sectores, se le sumará el florecimiento de regiones que eran áreas marginales para la península
ibérica, como es el caso de Argentina, mientras que inversamente, países como Perú y Bolivia y sobre todo México,
antes puntos nodales dentro del proyecto español, no logran reconquistar la preponderancia que tenían en la época
colonial. Las modificaciones en el “perfil social” del continente están determinadas por las formas de penetración
que las nuevas potencias industriales efectúan en A. Latina, las que a su vez están condicionadas por los cambios
cualitativos que la Revolución Industrial impone sobre la organización interna de los centros hegemónicos.
La etapa en que Inglaterra opera como nuevo centro hegemónico, puede dividirse, para su estudio en dos períodos:
1. Desde 1809, fecha de la firma de los adicionales al tratado Apodaca–Canning (de alianza anglo– española
contra Napoleón), donde España a cambio del apoyo de Inglaterra contra Francia abre América a las
introducciones de manufacturas inglesas, hasta 1859 en la cual se consolida la etapa libre–empresista.
2. Desde 1850 – 70 hasta 1930, etapa en que se consolida el tránsito del capitalismo libre–empresista al
imperialismo, en la que se producen nuevas modificaciones en la forma de penetración e interacción con las
clases dominantes.
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"Enfiteusis": Todas las tierras públicas de la provincia quedaron hipotecadas como garantía del empréstito con la firma inglesa
Baring Brothers. Es el goce perpetuo o a largo plazo de la tierra mediante el pago de un arrendamiento -canon- al propietario.
Algunos ven en las leyes de enfiteusis de la tierra pública dictadas entre 1822 y 1826 una política social en beneficio de "los que
trabajan la tierra, los que la hacen producir directamente con su afán y desvelos"
Apodaca – Canning: Alianza entre España e Inglaterra frente a la amenaza francesa que abre los puertos americanos a las
mercaderías inglesas.
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En síntesis, los acontecimientos que marcan las diferencias entre la Europa del primer cuarto del siglo XIX con la
mitad del XVIII fueron:
 El uso extendido de la energía mecánica en Inglaterra.
 Rápido progreso del comercio de ultramar.
 Veloz crecimiento de EEUU como mercado y fuente de abastecimiento de Europa.
 Derrota de Francia en su competencia con Inglaterra en el ámbito comercial, industrial y naval.
 Apertura de A. Latina a Londres.
 Destrucción total de los resabios feudales en Europa.
En la década de 1860 se producirá un hecho fundamental: en EEUU, el norte industrialista derrota definitivamente
al sur agrícola y esclavista, imprimiendo al desarrollo del país características cualitativamente diferentes a la etapa
anterior. Hacia 1900 la hegemonía inglesa es notable y se produce vía exportación de capitales, vía crédito y la
inversión de capitales, especialmente en la industria del ferrocarril en colonias y neocolonias. En 1873 se produce la
concentración de capitales con la formación de monopolios y trust 5, hasta ese momento era posible lograr un
desarrollo autónomo.
La libre empresa y el libre comercio eran las formas predominantes hasta antes de la crisis, las células del sistema
eran las empresas individuales relativamente pequeñas que dado su peso equivalente se disputaban una pequeña
fracción del mercado, no estando ninguna de ellas en condiciones de ejercer más influencia que las otras, dado que
cada vez era necesario contar con más capital para iniciar el proceso productivo, imposible de ser aportado por un
solo empresario, el resultado será la unión de capitales para formar la corporación moderna. La fase competitiva del
capitalismo destruye la libre competencia.
El monopolio significa en esencia, la capacidad de influenciar de tal forma en el mercado que prácticamente hay una
única determinación sobre el precio de la mercancía. El criterio es el dominio del mercado. Se detiene la inversión
en el sector monopólico y aparecerá la presión para encontrar las salidas alternativas a la exportación de capital al
mercado subdesarrollado, solución que permite acrecentar la tasa de ganancia.
En la etapa anterior, en la cual dominaba la libre concurrencia, la característica era la exportación de manufacturas y
la importación de materias primas. Lo típico, luego de 1873, es la exportación de capitales (tránsito al
imperialismo).
El capital exportado e invertido en nuestros países, no se utiliza en la inversión en la industria, sino que se destina al
proceso de desarrollo de producción primaria exportadora, siendo muy poca la cantidad destinada a la producción de
manufacturas para el mercado interno. El imperialismo no reforma las relaciones sociales existentes, sino que por el
contrario refuerza las formas anteriores (latifundio con relaciones serviles o semiserviles) porque las mismas son
funcionales al sector exportador en su conjunto.
En este período (1870 – 1914), se produce en Europa una expansión notable del crecimiento económico y de la
población, debido al mejoramiento de las condiciones de vida por el desarrollo científico. La población se
incrementó en un 45%, esto se reflejó en el aumento de la demanda de alimentos y materias primas. En este período
se producen las migraciones internacionales hacia EEUU, Australia, Canadá, Argentina, etc. La migración hacia
estas regiones fue la forma en que los países centrales solucionaron sus estrangulamientos internos, sacando de su
territorio la población excedente que no podía integrarse a las nuevas reglas de juego. Esta inmigración resultará
congruente con las tendencias del conjunto del sistema mundial en la medida que refuerza y crea: las tendencias a la
urbanización y al surgimiento y consolidación de los sectores secundarios (pequeños talleres) y terciarios con los
que se estimulan nuevas inversiones y la importancia de artículos manufacturados, al ampliarse en forma
considerable el mercado interno.
Históricamente, la etapa que estamos considerando se caracteriza por:
1. La adopción por casi todos los países de Europa (en especial Inglaterra, Alemania, Francia, Japón y EEUU)
de la forma de estructuración económica interna monopólica con la fusión de empresas industriales y
financieras.
2. Inglaterra va perdiendo su rol de primera potencia mundial acosada por nuevos rivales, particularmente
EEUU, Alemania, Japón.
3. El agravamiento y eclosión de las pugnas entre los países centrales, derivadas de las tendencias
expansionistas que sufren las distintas economías monopolizadas, lo que culmina en la primera guerra mundial
y su consecuencia fundamental: el ascenso de EEUU al primer plano mundial en lo que se refiere al proceso
industrial y financiero.
4. La unificación definitiva del mundo en una nueva realidad política e ideológica: países neocolonialistas y
coloniales y metrópolis, que eclosionará en los años siguientes.
4. Características económicas de los centros hegemónicos a partir de 1873
∙
Concentración de la producción y del capital que crea el monopolio.
5
Trust: se refiere, dentro del ámbito económico, a un grupo de empresas cuyas actividades se hallaban controladas y dirigidas por
otra.
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Fusión del capital bancario con el industrial. Se produce la unión de capitales para formar las compañías
por acciones.
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Exportación de capitales a diferencia de exportación de mercancías.
Formación de asociaciones internacionales que pugnan por el reparto del mundo.
La fase competitiva del capitalismo destruye la libre concurrencia y crea el capital monopólico.
El capital monopólico crea sus propias contradicciones, dado que a medida que se van creando nuevos
mercados, se crea un exceso de capacidad productiva que no puede utilizarse y aparece la tendencia a la baja de
la tasa de ganancia y la necesidad de exportar capitales.
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Terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias más importantes, situación que se
redefinirá en los conflictos de las dos guerras mundiales.
5. Breve historia del capital monopolista: la importancia del ferrocarril
Dentro del desarrollo del capital monopólico cobra importancia la industria ferrocarrilera que comienza en 1860 y
que está asociada a la segunda Revolución Industrial. En sus orígenes los industriales formaron las primeras
sociedades por acciones uniéndose a los ahorristas.
La industria del ferrocarril fue muy importante por el desarrollo que produce en las industrias conexas (carbón,
hierro) y la consolidación de una nueva tecnología basada en la ciencia, química e ingeniería. Además, la instalación
de ferrocarriles implica la ampliación al máximo del mercado interno de las potencias hegemónicas y se integra al
mercado mundial con el transporte marítimo, reforzando la expansión del comercio internacional y la creación de un
único sistema económico internacional. La construcción de ferrocarriles se integra en el comercio mundial con la
navegación, el uso del metal en el transporte marítimo para la construcción de la quilla de los barcos, permite
trasladar bienes de gran peso y volumen: alimentos, materias primas, vías férreas, maquinarias, etc., posibilitando
hacer llegar las manufacturas importadas, en los países periféricos, más allá de los límites costeros y por otra parte,
succionar las materias primas de regiones más remotas.
Esta industria fue pionera en la exportación de capitales, ya que la construcción de vías férreas promueve la
movilización de capitales desde el centro a los países periféricos, dando origen así a la inversión en gran escala, que
tiene como base la gran corporación. Todos los estados latinoamericanos son inducidos por los intereses extranjeros
y los grupos dominantes locales ligados a ellos, a promover importantes obras de infraestructura (transportes,
comunicaciones, servicios públicos), destinadas a crear la base para la expansión de la producción primaria con
destino al mercado extranjero.
En el siglo pasado es Gran Bretaña quien toma la delantera, único país que, por un conjunto de factores, disponía de
un fuerte excedente de capitales para invertir en el exterior. Los primeros momentos del capital monopolista
encuentran a Inglaterra en el primer lugar de inversión ultramarina de capitales, producción manufacturera y
préstamos a los gobiernos coloniales y neocoloniales. EEUU también estaba pasando por la era del ferrocarril, pero
dado su inmenso espacio interior, el esfuerzo nacional estuvo dirigido a tratar de integrar su territorio, no tenía por
lo tanto, una capacidad excedentaria suficiente como para emprender la construcción de ferrocarriles en otro
espacio.
6. El escenario mundial después de 1873
En la segunda mitad del siglo pasado, los gobiernos de los países desarrollados buscan extender sus espacios
coloniales, no sólo con el objeto de obtener nuevos mercados, sino también para asegurarse fuentes de
abastecimiento de materias primas y alimentos y para evitar que países rivales ocupen los territorios. En esta etapa
comienza y se profundiza la ocupación total del territorio mundial, acrecentando las contradicciones entre las
potencias hegemónicas, hecho que se expresa en la violencia por la apropiación colonial. El ideal anterior del libre
comercio internacional, fue dejado de lado reemplazándose por los métodos más violentos.
Es el momento del reparto definitivo de la tierra, definitivo en el sentido que se han conquistado todas las tierras
disponibles. De modo que en adelante habrá disputas por un reordenamiento de ese reparto. Pero esas disputas sólo
se expresarán en un conflicto generalizado en 1914, con la primera guerra mundial. El surgimiento de la URSS
redefine la problemática, al combinarse las disputas entre un estado socialista, los países hegemónicos capitalistas y
el desarrollo y crecimiento de los movimientos de liberación nacional del tercer mundo.
7. Breve análisis de Estados Unidos
¿Cómo fue posible la velocidad de su desarrollo teniendo en cuenta que EEUU no se interesó por la apropiación
colonial con la intensidad que lo hicieron las potencias europeas?
Hacia mitad del siglo XVIII el norte y el sur eran exportadores de materias primas, pero en el norte existía la
manufactura de autoconsumo, desarrollada por los artesanos. En el sur no se manufacturaba nada, tenían cultivo de
plantaciones para la exportación, solucionando la falta de mano de obra con esclavos. En cambio la región norteña
se estructura sobre la agricultura de exportación y el comercio realizado por su marina mercante.
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En realidad el desarrollo industrial yanqui se realiza sobre la base de un colonialismo interno que los sectores
manufactureros del norte operan sobre el sector agrícola en su conjunto. La base de las nuevas industrias está dada
por el uso del hierro y el carbón, ambos se encontraban en abundancia en el territorio yanqui. Lo mismo podemos
decir respecto del petróleo, el cinc, el plomo, el cobre, etc, eran materiales que superabundaban.
Además un tercio del continente se hallaba cubierto de bosques y no había, a diferencia del territorio europeo, otra
región que tuviera un área tan importante de tierra fértil, apta para la producción de algodón, trigo, maíz y ganado.
Dos océanos como límites, una red fluvial de 27000 millas de ríos y canales navegables completaban un entorno
geográfico excepcional. Las riquezas naturales, presentes en una proporción inigualada en el resto del mundo, se
combinaba con el constante crecimiento del mercado interno, debido a las corrientes migratorias.
La entrada a la era del ferrocarril, luego de la guerra civil, termina de soldar ambos elementos, al llevar la
manufactura hasta los límites mismos del territorio nacional. Esto se combina con la transformación de la
agricultura, como resultado de la guerra civil, que impone a la oligarquía sureña la subdivisión de latifundios
esclavistas. Después de la guerra civil, con el triunfo del norte industrialista, por la renovación tecnológica de los
antiguos sectores agrarios, los EEUU llegaron a ser una gran nación agrícola, que lo convirtió en el granero del
mundo, formando la base de lo que será su evolución industrial y financiera.
En 1880 cuando se agotan las tierras disponibles y se consolidan las fronteras, esto obliga a los granjeros a invertir
en maquinarias para aumentar la producción, es así que se generaliza el uso de maquinarias y de aplicación de
métodos científicos, la especialización de los cultivos, factores que proporcionaron un impulso adicional a la
industria manufacturera. Se observa pues un sólido entramado entre la agricultura, la industria y los movimientos de
población. Recordemos que la inmigración se asienta en el campo, ya que la atracción era la colonización de zonas
rurales marginales, el campo atraía a la ciudad. Este entrelazamiento sumado a las características de su política
exterior darán por resultado un crecimiento económico cada vez mayor.
A partir de 1783 hasta 1880 inicia la expansión continental obteniendo Luisiana y La Florida (1806 y 1812
respectivamente), la anexión de La Florida pone en manos estadounidenses el control del Golfo de México y del
Mar de las Antillas. En 1836 anexiona Texas, perteneciente a México logrando la expansión en una amplia zona
comprendida por Texas, Arizona, Nuevo México, California, Nevada. En 1846 incorpora Oregon, Washington y
Montana. En 1850 inicia la expansión extracontinental con las conocidas intervenciones en Cuba, República
Dominicana, Nicaragua, ocupación de Haití, etc.
En 1898 y a modo de primer jalón, se produce la guerra con España, que concluye con la derrota de ésta en menos
de cuatro meses. En 1902 Venezuela era deudor de Inglaterra y Alemania, éstos junto con Italia la bloquean, esta
campaña se prolonga por varios meses, EEUU anuncia el famoso corolario Roosevelt a la teoría Monroe: “sólo los
EEUU podrán usar la fuerza en el caso que un país latinoamericano se convierta en deudor crónico”, asume de este
modo el papel de gendarme del continente. Se realiza un Tratado de Paz que especifica que las Islas de Puerto Rico,
Guam y las Filipinas serían entregadas a EEUU, abonándose a España 20 millones de dólares. La posición de
Filipinas tendrá una importancia crucial para la dominación del Pacífico y los mercados de China.
La causa de la expansión era la misma que para las potencias europeas: la búsqueda de materias primas para el
desarrollo de la manufactura. En este caso EEUU buscará aquellas que no tenía en cantidad suficiente, como el
caucho, la seda, el corcho, el yute, el estaño, el nitrato, el manganeso, etc., sumados a una serie de alimentos de tipo
tropical: café, cacao, azúcar, aceite de oliva, coco, etc.
Mientras la esfera de los negocios requería cada vez más capital, los bancos paulatinamente fueron desempeñando
un papel cada vez más importante en la expansión de las corporaciones. Más tarde se produce la fusión de la
industria y de los bancos resultando un proceso de concentración y control de los negocios, que tendrá efectos
importantes en el campo mundial y en la construcción de una nueva hegemonía.
8. De la hegemonia inglesa a la norteamericana
El acontecimiento que señala el ascenso de EEUU al lugar de primera potencia mundial fue la Primera
Guerra Mundial. Antes de este hecho, ya se había operado la penetración del capital norteamericano a todas las de
Am. Latina y del mundo, pero va a ser la rivalidad interimperialista que se expresa en la guerra de 1914, la que
permite consolidar la hegemonía mundial de EEUU. Al encontrarse las naciones europeas sumidas en la guerra, con
su producción manufacturera destinada enteramente a la producción de armamentos, los yanquis se convirtieron en
el principal abastecedor de alimentos y mercaderías de las naciones en guerra. Los aliados saldan con oro las
compras realizadas durante los primeros meses de guerra, luego pagan con el dinero recibido por la venta de sus
títulos e intereses norteamericanos a los mismos norteamericanos, con lo que se produce la defintiva
“nacionalización” de la economía de los EEUU para pasar, a continuación, a solicitar créditos de los banqueros
estadounidenses, con lo que aquélla pasa a ser nación acreedora mundial.
Los banqueros norteamericanos emitían préstamo tras préstamo para los gobiernos aliados, dinero que éstos
consumían en la compra de manufacturas y productos alimenticios de la misma economía norteamericana, es decir
que el dinero que salía de los bolsillos yanquis entraba por el conducto de los granjeros y manufactureros que
abastecían a los aliados. En 1917 los países aliados empiezan a sentir la bancarrota financiera, dada la imposibilidad
de seguir endeudándose; se avecinaba la crisis del 30 que arrastraría al mismo EEUU en la medida que su
prosperidad se hallaba entrelazada con la suerte de los combatientes, el próximo paso es ineludible, el 6 de abril de
1917 EEUU le declara la guerra a Alemania.
7
El final de la contienda dejó como saldo el debilitamiento relativo de las naciones europeas y la fortaleza absoluta y
relativa de los EEUU. Esta se había convertido en la potencia manufacturera y financiera más grande del mundo
capitalista, había dejado de ser nación deudora para pasar a ser acreedora y su capital excedente encontraba
oportunidades de inversión en todos los rincones del globo, tanto en países viejos como en nuevos. Cuando los
países de Europa levantan sus barreras proteccionistas, el inversor yanqui las “salta”, edificando la subsidiaria o
sucursal dentro del país.
El rasgo más importante del período de desarrollo hacia fuera, que se extendió desde fines del siglo XIX hasta 1930,
es la estrecha vinculación económica, comercial y financiera internacional que se traducía en el predominio de la
libra esterlina, moneda respaldada económica y militarmente.
A la configuración global del Imperio Británico y sus zonas de influencia, correspondían economías abiertas tanto
en el centro como en la periferia, en el centro estas ventajas eran las manufacturas y en la periferia las materias
primas. A esta organización estructural correspondía determinada organización del poder político: el Estado sólo
interviene para crear infraestructura y predomina la teoría liberal. Este período termina con la crisis de 1930, seguida
de un largo período que antecede a la hegemonía de EEUU, luego de la segunda guerra mundial. En esta crisis se
desintegran los mercados internacionales, desaparece tanto el mercado financiero privado internacional como las
inversiones directas, reduciéndose también el comercio. Ante la desaparición del sistema financiero privado
internacional, después de finalizada la guerra, se creó un sistema financiero internacional de carácter público.
9. El mundo de la Posguerra y la guerra fría
En la segunda guerra confluyen varios procesos:
∙
Una guerra interimperialista, producto de la pugna de las diferentes potencias por encontrar nuevos
mercados y nuevas fuentes de materias primas, que se traduce en los siguientes enfrentamientos:
∙
∙
∙
∙
Alemania contra Inglaterra en Europa.
EEUU contra Japón en el Pacífico y contra Alemania en Europa.
Un enfrentamiento social entre dos sistemas: capitalista y socialista.
Una guerra de liberación en Asia, fundamentalmente China e Indochina contra Japón. Gandhi en 1947
declara la independencia de la India; en 1949 asume Mao Tse Tung en China, integrándose al bloque soviético.
En A. Latina se desarrollan los movimientos tercermundistas que cuestionan la dominación de ambas potencias.
El fin de la posguerra conlleva a un cambio decisivo de las condiciones geopolíticas internacionales. Hasta entonces
los grandes ejes de confrontación mundial habían girado esencialmente alrededor de centros imperiales, que
buscaban su predominio a través de luchas interhegemónicas dentro del contexto de un mismo sistema productivo
global. Esta multipolaridad de potencias permitió diversos esquemas de alianzas y antagonismos – las dos guerras
mundiales – o acuerdos de expansión dentro de normas mutuamente aceptadas.
Luego de la finalización de la segunda guerra el surgimiento de la URSS como centro dominante de un bloque de
poder mundial, genera condiciones cualitativamente diferentes. Se produce entonces la estructuración de un sistema
bipolar, en el que los nacientes bloques de poder se conforman no sólo a través de una potencia central y naciones
periféricas más débiles, sino que además abarcan países con un considerable grado de desarrollo, incluso antiguas
potencias coloniales se someten ahora a la dirección de una nueva nación.
La debilidad europea en la posguerra permitirá la consolidación del bloque de poder capitalista que por primera vez
reconoce a un único país como núcleo conductor, confiriéndole la función de liderar al conjunto de naciones
occidentales y al Japón. Inglaterra fue primera potencia colonial, Francia nunca aceptó ese liderazgo y Alemania
entra en la guerra con el fin de recuperar su atraso en la expansión.
La URSS, que mantuvo una posición defensiva hacia occidente desde 1917 ha acumulado capacidad de decisión
para convertirse en una potencia militar a nivel internacional, cuestiona las bases mismas del sistema capitalista y
por lo tanto determina un reordenamiento global del conjunto. La contención del avance soviético se transforma en
una condición sine qua non para el despliegue de los objetivos fundamentales de occidente. Se torna necesario
garantizar la estabilidad y la existencia del capitalismo occidental con el fin de ejercer una acción común frente a un
bloque de poder que ha demostrado suficiente fuerza, dinamismo y peligrosidad para las naciones capitalistas.
Paralelamente, el control militar de Europa occidental y las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, otorgan al país
del norte el monopolio del arma decisiva, elemento que le sirve de presión hacia Europa y le da a ese país una clara
preeminencia en el Pacífico. Los países imperiales de la preguerra – Inglaterra, Francia, Holanda y Bélgica – son
desplazados por el liderazgo indiscutido de EEUU como potencia dominante del sector occidental.
Los tratados de Yalta (URSS) y Patsdam (RDA) coronan a los triunfadores. La URSS implementa una estrategia de
seguridad que abarca a los países de Europa oriental dando lugar a un salto cualitativo de su presencia política
internacional. El tratado de Yalta y Postdam será un jalón importante para fijar el comienzo del poder transnacional.
Tras los pasos del Plan Marshall6 que transfieren 13 mil millones de dólares a los países europeos del bloque
occidental, comienza un proceso de internacionalización de capitales con la correspondiente expansión de las
6
El Plan Marshall (denominado oficialmente European Recovery Program o ERP) fue el principal plan de los Estados Unidos
para la reconstrucción de los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial, a la vez que servía para repeler el avance
del comunismo.
8
grandes corporaciones estadounidenses, cuya finalidad no es meramente económica sino también política: se trata de
frenar el avance soviético. El Plan Marshall es el resultado de la vinculación de necesidades económicas y políticas.
El peligro de que Rusia invada Grecia y Turquía implicó que EEUU se preocupara por dominar el Mediterráneo, por
otra parte el Plan negaba apoyo a todo aquel que negociara con la URSS.
Por otra parte, la política de plena soberanía seguida por Argentina a partir de 1946 comienza a tener eco en
Yugoslavia con el Mariscal Tito, en la India con Nehrú, en Egipto con Nasser y en Indonesia con Sukarno, y se
forma el movimiento del Tercer Mundo que en 1955 dará comienzo al grupo de los “No Alineados”, movimiento
que será permanentemente socavado por EEUU a través de diferentes mecanismos, pero el más importante desde el
punto de vista político han sido los golpes de estado y la interrupción de los gobiernos democráticos.
Durante la segunda guerra los norteamericanos habían tenido un desarrollo prodigioso, centrado en la producción
bélica, el proceso de concentración de capital llega a proporciones gigantescas: luego de la guerra gran parte de la
producción bélica se había transformado en producción de consumo durables y no durables.
Para reanimar el ciclo económico fue necesario impulsar el comercio mundial en condiciones de paz. Pero para ello,
los monopolios requerían reglas precisas. La experiencia del New Deal 7, con su intervención del mercado interno
para resguardar el nivel de beneficios, ahora se pensaba extender a nivel mundial. Así en 1944 fue convocada la
conferencia de Bretton Woods, allí nace el Fondo Monetario Internacional (FMI). EEUU impone el congelamiento
del precio del oro a 35 dólares la onza troy y el dólar pasa a ser la divisa a nivel mundial, al mismo tiempo que las
mercancías norteamericanas habían sufrido un incremento entre el 200 y el 400% con relación a los precios de 1939.
En los decenios del 50/60 reaparece la inversión privada internacional directa encarada ahora por la empresa
transnacional, al comienzo norteamericana, luego europeas y japonesas. Estas aprovechan las políticas
proteccionistas de las economías nacionales y saltan las barreras instalando filiales. Es el comienzo del proceso de
transnacionalización productiva y financiera que luego se extiende a los estilos de vida y a la cultura.
Las condiciones de vida norteamericanas contrastan con la situación de profunda crisis de las metrópolis capitalistas
europeas, lo que las obliga a reconocer a EEUU como cabeza indiscutida por su capacidad de frenar el avance
soviético. A partir de esta posición EEUU genera un proyecto estratégico global.
Las profundas contradicciones entre los bloques da lugar a la guerra fría (1947 – 1955). Paralelamente la conmoción
de la guerra y la consecuente debilidad europea afectan profundamente las condiciones de Asia y África y el marco
político del continente latinoamericano.
Al iniciarse los primeros conflictos que llevan a la guerra fría, cuyos escenarios fueron: Grecia, Turquía,
Checoslovaquia, Polonia, Norteamérica comienza a implementar su proyecto estratégico de contención del avance
soviético sobre nuevas regiones bajo influencia occidental. Se jerarquiza la construcción de un cerco geopolítico de
bases aéreas en países clave que rodean a la URSS y su esfera de influencia, y señalará la dirección principal de los
flujos de inversión y de los programas de ayuda.
En este marco se estructura el Plan Marshall, que supone la redefinición del rol de Alemania y Japón en las nuevas
líneas de alianzas mundiales y una ayuda económica importante al mundo europeo, que incluirá sus áreas
periféricas, ya que la crítica situación económica de los países europeos los pone en una incapacidad para ejercer su
control sobre las áreas colonizadas. EEUU apoyará a las metrópolis en las diversas áreas del conflicto mundial.
ASIA: Inglaterra ocupaba la India, Francia Indochina y China, donde además de la presencia occidental se
encontraba Japón (desde 1930) y la península de Corea lo que hacía de esta región una zona latamente conflictiva.
La ocupación de Japón de estos territorios había debilitado la posición de las potencias occidentales, pero su derrota
luego de la guerra generó condiciones propicias para la independencia. Frente a esta situación EEUU vuelca sus
esfuerzos a sostener a los países que responden a occidente en Asia. 1949 marca un punto importante en el
fortalecimiento del bloque socialista en la región: la revolución china y el estallido de la primera bomba atómica en
la región dan a la URSS dos armas fundamentales en su disputa con occidente. La invasión de Corea del Sur dos
años después muestra la tensión en esta etapa.
MEDIO ORIENTE: En el período de la preguerra se encontraba dividido entre Francia e Inglaterra, años más tarde
dos fenómenos marcan el comienzo de un camino difícil: el movimiento nasserista en Egipto y la revolución
argelina deben enfrentar a las antiguas metrópolis que no están dispuestas a ceder sus dominios. Con la creación del
Estado de Israel se generará una situación de conflicto que aún hoy parece muy difícil de alcanzarse. La paulatina
intervención de EEUU en la zona responde a la crítica situación de las anteriores metrópolis occidentales, pero
también al hecho de que esa zona se convierte en una zona de interés económico y geopolítico.
A. LATINA: Una coyuntura favorece el acceso al poder de movimientos nacionales, como por ejemplo el
peronismo en Argentina, lo que marcará un nuevo período para A Latina que pronto comenzará a ser hostigada por
EEUU que derroca gobiernos populares mediante golpes militares. Bajo la bandera de la libertad los capitales y las
ideas norteamericanas pueden ingresar fluidamente, tanto en Europa como en el resto del mundo. La libertad que
7
El New Deal fue un conjunto de medidas económicas puestas en marcha por el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt
entre 1933 a 1937, para actuar de forma enérgica sobre lo que se consideraban las causas de la grave crisis económica de 1929.
Esta nueva política económica se fundamentaba en el intervencionismo estatal y en la firme creencia en las teorías del
subconsumo.
9
sentará las bases del poder transnacional será usada en un doble sentido: como opción al totalitarismo del bloque
soviético en el marco de la guerra fría y reclama a las naciones sometidas libertad de acceso a sus capitales. Pero
también se reserva para sí la libertad de emitir juicios sobre el carácter totalitario o no de los movimientos políticos.
El tratado de Bretton Woods consagra al dólar como medio de pago a nivel internacional. La creación del Banco
Mundial controlado por los intereses financieros yanquis favorecen de manera decisiva a EEUU y en particular a sus
grandes empresas que lograron crecer a un ritmo acelerado durante la guerra. La estrategia de contención del avance
soviético se acompaña de políticas culturales de propaganda mediante revistas, programas de TV y cine.
A fines del 50 confluyen una serie de procesos que dan lugar a un nuevo proyecto estratégico que se hará más
explícito con Kennedy en los 60. Ya no se trata de la contención sino de un proyecto superador de carácter global.
∙
∙
1949: EEUU pierde el monopolio del arma estratégica
1952: Producción de bomba de hidrógeno, las dos potencias alcanzan el poder disuasivo mutuo. Mutua
disuasión nuclear da comienzo al período de coexistencia pacífica entre las grandes potencias.
∙
1956: EEUU y la URSS frenan el avance anglo – francés en Egipto por la nacionalización del Canal de
Suez. Kruschev anuncia una desestalinización en el campo socialista, situación que queda oficializada en la
entrevista Eisenhower – Kruschev.
Hacia fines de la década del 50 la recuperación de los principales países europeos era un hecho. La creación del
Mercado Común Europeo en 1959 brindó importantes posibilidades de inversión a las empresas norteamericanas, se
produce en este período un cambio sustantivo en la orientación de los flujos de inversiones hacia las naciones
desarrolladas que alcanzará un 78%. El proceso de transnacionalización ha de impactar profundamente en las
relaciones entre países, la crisis cubana y el formal alineamiento de Fidel al bloque soviético, incentiva la
implementación de políticas para el continente latinoamericano. Hacia estos años surge la doctrina de seguridad y
desarrollo de Mac Namara y las etapas del crecimiento económico de Rostow, asesor directo de Kennedy, está
dirigido a fundamentar la nueva situación.
En síntesis las características más importantes de la fase transnacional son:
1. Afluencia de filiales manufactureras y/o de servicios, norteamericanas, europeas y/o japonesas.
2. Son plantas reconsumo interno de la nación receptora o para realizar exportaciones.
3. Internacionalización del capital y de los procesos productivos.
4. Crece el comercio internacional dentro de cada empresa.
5. Nueva lógica: dado el costo laboral o de las materias primas, algunos países periféricos producen y
exportan artículos de la industria de consumo.
6. Desde el punto de vista de la teoría social se desarrollan dos corrientes: desarrollista o teoría de la
modernización y teoría de la dependencia.
10. El Mundo Global y el fin del Mundo Bipolar
La desintegración de la URSS y la consiguiente caída del Muro de Berlín, ponen un fin a la “guerra fría” al
desaparecer uno de los bloques del mundo bipolar y la potencia que lo encabezaba. Los símbolos más
representativos del mundo bipolar son la separación de las dos Alemanias y el muro de Berlín.
La implosión de la URSS implicó el fin del mundo bipolar entre dos sistemas opuestos. Al caer el mundo comunista
arrastró también la caída del Tercer Mundo, que implicaba una partición del mundo tricotómico, URSS, EEUU y
países tercermundistas no alineados en ninguno de los dos polos. En el llamado Tercer Mundo, se produce el
agotamiento de los llamados movimientos de liberación nacional de A. Latina, típicos de todo el período anterior,
tales como el PRI, el APRA, el peronismo, etc., que buscaban vías alternativas al modelo dominante.
Paralelamente al derrumbe del bloque del este con la separación de los países bálticos (Letonia, Estonia, Lituania),
se produce una explosión de nacionalismos en la región que lleva a los pueblos de la ex URSS a adquirir y buscar
una mayor autonomía. La llamada perestroika, surgida a partir de los acuerdos de Rusia y EEUU implicó la
recepción de capitales europeos, principalmente préstamos de los bancos alemanes que quebraron con el colapso, a
la ex URSS. Los países del bloque socialista comenzaron a transitar de una economía planificada a otra de mercado,
mientras se acentuaba el fenómeno de mundialización que en este período se define como globalización. La caída
de la bipolaridad no significó el surgimiento de un mundo unipolar; desde el punto de vista económico hay una
multipolaridad que integran EEUU, la Unión Europea y Japón, y desde lo estrictamente militar, podemos hablar de
una unipolaridad por parte de EEUU, hecho que se profundiza con las políticas de Bush, luego de los
acontecimientos de las Torres Gemelas y los condicionamientos puestos a los demás países del mundo respecto a la
toma de posición en este conflicto. EEUU vuelve a asumirse como gendarme universal, preservador del orden
internacional y de los equilibrios regionales de poder. La lógica amigo – enemigo que en el mundo bipolar
funcionaba como capitalismo – comunismo, hoy se expresa en civilización – terrorismo.
Desde el punto de vista económico y a partir de fines de la década del 70, entra en crisis el modelo Keynesiano,
surgido luego de la crisis del 30 y de los acuerdos realizados después de la segunda guerra mundial. El llamado
Estado de Bienestar fue seriamente cuestionado y en los países centrales, especialmente Gran Bretaña y EEUU, con
M. Tacher y Reagan, comenzaron a instalarse y a exportarse los discursos neoliberales cuestionadores del modelo
keynesiano.
En nuestro país, como en muchos otros países latinoamericanos, esto implicó la caída del modelo sustitutivo de
importaciones y la inclinación, dictadura militar mediante, hacia políticas aperturistas, de ajuste fiscal, de
10
liberalización económica y el creciente financiamiento externo, que conducirá a la crisis de la deuda de los 80. La
necesidad de ajustes fiscales permanentes, está íntimamente relacionada con las presiones de los organismos
internacionales para reestructurar el pago de la deuda externa y para financiar la reconversión económica acorde con
el modelo hegemónico.
En forma simultánea y hacia el final de los 80, empieza a operar la reforma del Estado, cuyos rasgos más salientes
son:
o la disminución y/o el abandono por parte del Estado de las políticas sociales: se pasa de políticas sociales
universalistas dirigidas al conjunto de la población que aseguraban: protección en salud, educación,
convenios colectivos de trabajo, etc., surgidas de la alianza mercadointernista propias del modelo
keynesiano, que coincide en nuestro país con el modelo justicialista, a políticas focalizadas en los más
pobres.
o cae el convenio colectivo de trabajo y el concepto de trabajo estable y permanente y se propugnan políticas
de flexibilización laboral, con las graves consecuencias que ha tenido en nuestro país,
o la reducción del sostén de estructuras de seguridad social,
o la caída de la legislación laboral que aseguraba el contrato de trabajo y los procesos de vulnerabilización,
precariedad laboral, exclusión que Castel ha llamado “descolgamiento o desestabilización de los estables”,
poniendo en tela de juicio la concepción misma de los derechos sociales y de la democracia.
Los fenomenales cambios ocurridos son consecuencia de procesos de transformación profundos que han incidido
sobre la organización social, tales como:
1. La revolución científico-técnica y sus derivaciones al mundo de la producción y al plano de la
organización y la gestión.
2. La transformación del mundo del trabajo y sus efectos sociales.
3. La globalización económica.
Desde comienzos de la década de los 80, los sectores de avanzada en ciencia y tecnología – el complejo
teleinformático, los nuevos materiales, la biotecnología, entre otros – han establecido las bases de una
transformación en profundidad de las condiciones de producción e intercambio de la vida social de los hombres,
reformulando las condiciones laborales típicas de la etapa madura de la Revolución Industrial en los más diversos
aspectos.
En el Mundo del Trabajo se observa, en todo el orbe capitalista, una tendencia al descenso del nivel de empleo. A
diferencia del período de industrialización, en el que un aumento de la producción iba acompañado de un
incremento en el empleo, con las actuales tecnologías se observa una tendencia opuesta: la producción puede crecer
sin que paralelamente crezca el nivel de empleo. Porque la informatización desplazó trabajo del sector productivo al
sector servicios. El reemplazo de hombres por tecnología genera una disminución de la demanda de trabajadores por
parte de las empresas, segmentos enteros de calificaciones se convierten en “inservibles”. La movilidad de los
factores de producción produce una reorientación espacial de la producción según una lógica interna de la firma que
no tiene en cuenta a sus viejos operarios o empleados, sino que se toman decisiones de localización de inversión
según los costos laborales del país y la carga impositiva. Este proceso se acompañó con una baja en el nivel de
salarios y remuneraciones, con políticas de flexibilización laboral que tuvieron como efecto la segmentación y
precarización del mercado de trabajo, además del aumento de la desocupación abierta.
Desde el punto de vista económico, la globalización económica puede ser entendida como una nueva fase de
expansión del sistema capitalista (que viene desarrollándose desde la etapa de libre concurrencia) caracterizada por
los siguientes rasgos:
∙
Tendencia a la apertura de los sistemas económicos nacionales (y de sus respectivos mercados nacionales)
y, por lo tanto, disminución o cese de políticas estatales reguladoras y/o proteccionistas.
∙
∙
∙
Notorio incremento del comercio internacional
Expansión y crecimiento de los mercados financieros.
Reorganización espacial de la producción e interpenetración de las industrias a través (y no obstante) de las
fronteras nacionales.
∙
∙
∙
∙
Incremento de la movilidad de los factores de la producción.
Búsqueda permanente de la ventaja comparativa y de la competitividad.
Prioridad de la innovación tecnológica.
Descenso de los niveles históricos de la remuneración de la fuerza de trabajo.
Y como resultado de todo lo anterior:
∙
∙
Aumento de la interdependencia entre países o economías diferentes y,
Consolidación de una definida tendencia a la formación de polos económicos regionales (ALCA, NAFTA,
MERCOSUR, etc)
A estos rasgos podríamos agregar:
∙
Ensanchamiento del campo geográfico, mayor densidad de los intercambios, red global financiera, mayor
poder transnacional
11
∙
Se puede distinguir entre lugar de inversión, lugar de producción, lugar de declaración fiscal y lugar de
residencia, lo que resulta que los dirigentes puedan vivir donde les resulte más atractivo, más seguro y pagar los
impuestos donde sean más baratos.
∙
Polarización social, pobreza global: conflictos transculturales en lugares concretos. La globalización
implica la acción de fuerzas globalizadoras y fuerzas localizantes, cada aumento de la globalización causa un
incremento en la localización. Las primeras serán consecuencia de los actores económicos mientras que las
segundas serían producto de actores políticos, culturales y sociales, por ejemplo: la Liga del Norte de Italia, el
desarrollo de las lenguas regionales, el retorno del culto religioso, las cofradías musicales, especialmente en los
jóvenes (rockeros, ricoteros, cuarteteros, etc).
La globalización es un proceso complejo que abarca fenómenos políticos, económicos, culturales y la construcción
de nuevas identidades. En la etapa anterior actuaban, en el plano internacional actores de naturaleza nacional, los
Estados Nacionales, y a nivel local los sindicatos, partidos políticos, fuerzas armadas, etc., y actores en ambos
planos de naturaleza transnacional. Hoy se ha tejido una trama en la que actúan actores nacionales, transnacionales y
subnacionales, tanto en el plano internacional como nacional. La globalización implica una disminución de la
autoridad de los Estados Nacionales y una crisis del concepto de soberanía nacional. Las fronteras entre países
se vuelven más porosas; el territorio, rasgo definitorio de la definición del Estado se desvanece, de allí que se
comienza a hablar de desterritorialización.
La globalización posibilita lo que siempre estuvo en germen en el capitalismo: que los actores transnacionales
puedan desempeñar un papel clave no sólo en la configuración de la economía y en la sociedad en su conjunto, sino
que también socava las economías nacionales y produce subpolitización de un alcance nuevo y de consecuencias
imprevisibles.
Vamos a destacar los rasgos nuevos de la globalización:
∙
Nuevo es la percepción de transnacionalidad en el turismo, en el consumo, en los medios de
comunicación, en los estilos de vida.
∙
∙
∙
Nuevo es la translocación de la comunidad, el trabajo y el capital.
Nueva es la conciencia del peligro ecológico global.
Nueva es la percepción de los otros transculturales en nuestra propia vida con todas sus contradictorias
certezas.
∙
∙
∙
Nuevo es el nivel de circulación de las industrias culturales globales.
Nuevo es el nivel de concentración económica y la volatilidad de los capitales financieros.
Nueva es la desaparición del trabajo como integrador social y los crecientes niveles de exclusión y
precarización laboral. Ricos globalizados y pobres localizados.
El advenimiento de los procesos de globalización económica y política ha implicado la crisis y ruptura del modelo
sustitutivo y la implantación en toda la región y muy especialmente en nuestro país, del modelo aperturista; sus
rasgos fundamentales, en cuanto a las políticas públicas y al rol del Estado están en el cuadro que a continuación
presentamos.
MODELO DE ACUMULACIÓN REGULACIÓN
Modelo de acumulación: estrategias de acumulación de diversos grupos hegemónicos que determinan la estructura
social.
Estado
Rol
Rasgos
Políticas públicas
Modelo Sustitutivo
Mayor autonomía relativa del Estado
Interventor, impulsor del Desarrollo,
garante del Bienestar. Empresario y
empleador
Distribución, desarrollo, Articulador
regional de sujetos colectivos,
autarquía, pleno empleo, regulación
Centralización
económica,
nacionalización (empresas públicas:
YPF, SOMISA, ENTEL, etc)
desarrollo, distribución, regulación
del capital y trabajo, planificación
Modelo Aperturista
Con reestructuración y globalización,
orientado al sector externo, menor
autonomía relativa del Estado que ha
perdido la soberanía.
Subsidiario. Rol “fiscal”, garante de
equilibrios
macroeconómicos,
garante de reglas de juego
Estabilización,
competencia,
saneamiento fiscal, inserción en la
economía mundial, búsqueda de
equilibrios macroeconómicos
Descentralización, regionalización,
privatización
(conglomerados),
estabilización,
desregulación,
flexibilización, reducción del gasto,
políticas sociales “minimalistas”,
12
Regulación
global, provisión de bienes públicos, focalizadas
políticas sociales universales
Fordismo
periférico,
principios Posfordismo, exportación y mercado
tayloristas, mercado protegido
interno.
2. ROFFMAN Y ROMERO: El modelo agroexportador (1852 – 1930) (F.7072)
Segunda etapa: La producción de bienes primarios exportables
Esta etapa tiene una fecha de iniciación imprecisa, que corresponde a la aceleración y el aumento de los cambios
iniciados con la industrialización de los países centrales en la etapa anterior, pero termina inequívocamente con la
crisis mundial de 1930. En esta fecha, el desarrollo capitalista de los países centrales sufre una brusca detención, que
desorganiza las relaciones internacionales y revitaliza los procesos de desarrollo que tienen lugar en el seno de las
naciones periféricas.
1. El sistema internacional
La producción industrial se generalizó, a otros países y ramas de la industria, como modo de producción
dominante en Europa occidental y en EEUU, afianzándose así el núcleo de los países centrales. Estos países se
convirtieron decididamente en imperialistas asumiendo la necesidad de organizar la economía mundial en función
de sus propias necesidades, incorporando al sistema económico capitalista vastas regiones. Esta organización se
basó en la especialización funcional de las distintas áreas y la división internacional del trabajo.
El aumento de población y/o el traslado de grandes masas de la actividad agrícola a la producción industrial
provocó, aparte de los excedentes demográficos que necesitaban emigrar, un aumento en la demanda de alimentos y
materias primas para la industria. De ahí que fuera necesario para los países centrales organizar en la periferia
economías primarias, productoras de alimentos y materias primas para la exportación y consumidoras de las
manufacturas europeas. En función de estos cambios las áreas coloniales pasaron a ser primordialmente productoras,
quedando relegadas en su papel de mercados, hasta entonces dominante. Ello determinará una nueva e importante
función de las áreas coloniales: recibir las inversiones de capitales de los países centrales para comenzar la
producción.
Los intercambios internacionales quedaron firmemente asentados sobre la base de la circulación de productos
primarios de la periferia al centro y manufacturas de éste a aquéllas. Estos dos aportes – población e inversiones –
correspondían tanto a los requerimientos de esas regiones para expandir su producción cuanto a las propias
necesidades internas de los países centrales, que trasladaban a la periferia las contradicciones surgidas del desarrollo
capitalista. Los excedentes demográficos de los países centrales se volcaron – junto con los capitales – hacia las
regiones periféricas.
El capital acumulado, que no encontraba ya áreas rendidoras de inversión en la metrópoli, halló en la misma
periferia la solución a la tasa decreciente de la ganancia. En ese sentido, la expansión imperialista no sólo aseguró el
dominio del mundo a los países capitalistas sino que evitó, además, su propia destrucción interna.
El desarrollo capitalista trajo aparejado en los países centrales un proceso de concentración y centralización
económica que llevó a la integración de las distintas ramas de la producción, el comercio y el financiamiento. De ese
modo, si en la primera parte de la etapa el dominio de Inglaterra fue indiscutido, aparecieron hacia su fin nuevos
competidores (Alemania y luego EEUU), siendo las regiones periféricas el campo de la disputa. La primera guerra
mundial sirvió para dirimir las supremacías y allanar el camino al crecimiento norteamericano.
2. El sistema nacional
La relación de la Argentina con los países centrales se modificó profundamente en esta etapa, en la que se dio un
acelerado crecimiento económico en función de las necesidades de los países centrales. El crecimiento, inducido
exteriormente, reveló un grado muy alto de integración de la economía argentina al mercado mundial: la etapa
puede caracterizarse por la presentación de una frontera muy débil frente al sistema internacional de dominación.
2.1 La función económica
La incorporación de Argentina al sistema mundial que se estructuraba, como productora de materias primas
alimenticias, se vio favorecida porque la región litoral, la más apta para ello, no era una “zona vacía” y ya tenía
orientada su producción hacia la actividad agropecuaria; sólo fueron necesarias algunas adaptaciones. Para realizar
esa adaptación, la Argentina recibió del exterior, importantes contingentes de inmigrantes y gran cantidad de
capitales. Los inmigrantes, provenientes en su mayoría de las penínsulas ibérica e itálica, se instalaron masivamente
en el litoral y en particular en los centros urbanos portuarios. Las inversiones extranjeras no se dirigieron a la
actividad productiva directa, que quedó a cargo de inversores locales, sino a la creación de una infraestructura de
transporte (ferrocarriles y puertos), al control del sistema de comercialización y al financiamiento del Estado
nacional; estas tareas por su magnitud, estaban fuera del alcance de los inversores locales.
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La acción de las inversiones locales y extranjeras, así como el eficaz funcionamiento del Estado, permitieron una
rápida expansión de la producción litoral.
Las grandes etapas del desarrollo de esta producción primaria fueron:
o la colonización agrícola en Santa Fe y Entre Ríos,
o el desarrollo de la producción lanera en Buenos Aires,
o las transformaciones que provocó la aparición del frigorífico y el desarrollo de la agricultura.
Simultáneamente, el crecimiento de los centros urbanos, producido tanto por la concentración de actividades
terciarias como por la instalación de plantas de elaboración primaria, y acentuado por la política de tierras, estimuló
el desarrollo de una industria manufacturera que empezó a sustituir algunas importaciones. Esta expansión sostenida
de la producción se tradujo en un constante incremento del comercio externo y una modificación de las relaciones
con la metrópoli.
Con saldos favorables en la balanza comercial, la Argentina pudo eliminar el déficit de la balanza de pagos, cuyos
saldos negativos en la etapa anterior debían ser en parte reinvertidos en el país.
El control británico de los transportes y la comercialización externa y los mismos préstamos que recibía el Estado se
tradujeron en un estrechamiento de las relaciones financieras y en una gran sensibilidad local a las fluctuaciones
cíclicas metropolitanas, tal como ocurrió en las crisis de 1857, 1874 y 1890. El crecimiento hizo que los
desequilibrios existentes en Litoral e interior se acentuaran. Sin embargo, se produjeron dos variantes con respecto a
la situación anterior: el aumento de las importaciones y el establecimiento de la red ferroviaria acercaron los
mercados del Interior a Buenos Aires, modificando la situación de dispersión del mercado nacional existente hacia
el comienzo de la etapa. Las regiones de Cuyo, Corrientes y el Noroeste, vinculadas hasta entonces con los
mercados de Chile, Brasil y Bolivia respectivamente, se acercaron a Buenos Aires, en cuanto a las importaciones
primero y a las exportaciones después. Por la otra parte, en el Interior, surgieron dos regiones de la agricultura
moderna, que produjeron para el mercado nacional y que constituyeron los únicos casos en esta etapa de
modernización agrícola en el Interior.
2. 2 El sistema de dominación
El proceso de expansión económica descripto fue conducido por la oligarquía terrateniente; la consolidación de la
hegemonía interna y la adaptación a la estructura internacional de dominación le permitió convertirse en
intermediaria entre los estímulos externos y el sistema nacional, en el que conservó el control del proceso
productivo directo. Consolidado el dominio interno y modernizado el aparato estatal, el proceso de crecimiento
económico movilizó a nuevos grupos sociales – las clases medias – que se incorporaron al sistema de dominación
dentro de los marcos fijados por la oligarquía.
a) La consolidación del sistema nacional de dominación
Las características básicas de la oligarquía terrateniente se conformaron en la etapa anterior, cuando la expansión
ganadera dio origen al sector empresarial agrario. Cuando se inició el proceso de expansión, la oligarquía lo condujo
de modo tal que las bases de su hegemonía – la posesión de la tierra – no se vieran alteradas; la expansión se realizó
al ritmo de la progresiva conquista y ocupación de nuevos territorios, que fueron entregados por el Estado a precios
muy bajos, a los que ya entonces eran grandes propietarios. El mismo carácter militar de la ocupación evitó que
pequeños colonos se apropiaran de ella, como hubiera ocurrido en el caso de una frontera abierta, creando una
amplia clase de pequeños y medianos propietarios. La tierra a conquistar se puso en venta antes de hacer efectiva la
conquista. Esta instrumentalización del poder político que hizo la oligarquía se completó, desde 1880 y hasta la
crisis de 1890, con la sostenida inflación del valor de los bienes raíces a causa de la especulación, que impidió que
las tierras escaparan del control de los que ya las tenían.
Los excedentes originados en la expansión agropecuaria fueron así canalizados por la oligarquía, que logró
mantenerse cerrada y acrecentar su poder interno. Su eficacia fue mayor en la medida que logró superar las
divisiones dentro de las clases, que la habían enfrentado en la etapa anterior. Esta progresiva cohesión interna se fue
logrando a través de distintas etapas (dentro de la oligarquía)
a- Durante el período 1852 – 62 la división del Estado argentino en dos sectores enfrentados – Buenos Aires y la
Confederación – parecía indicar que aún se prolongaban las luchas anteriores, agravadas por el aumento del poder
del Litoral no porteño, que era capaz de discutir con Buenos Aires la hegemonía nacional. Esa situación terminó con
la victoria de Mitre en Pavón y la posterior reunificación.
b- Las primeras presidencias (1862 – 80) correspondieron a una etapa de consolidación del poder del Estado
nacional, el cual, no obstante, debió combatir aún fuertes focos de resistencia, no sólo por los levantamientos de los
caudillos provinciales, sino también por la revolución mitrista de 1874. Sin embargo, se dio para entonces un
principio de entendimiento entre los sectores provinciales y el gobierno nacional (acuerdo Sarmiento – Urquiza),
que se reforzó a partir de 1880.
c- Luego de resolver el problema de la Capital, Roca logró articular los distintos grupos locales en una agrupación
política, el Partido Autonomista Nacional, que aseguró la continuidad y la canalización de las tensiones políticas
internas de la oligarquía dentro del marco legal durante 25 años. Esa integración fue conducida por el sector más
poderoso de la clase terrateniente, el porteño, aunque comenzaba a hacerse sentir el peso creciente de sectores
recientes incorporados al proceso de expansión económica del Litoral agropecuario, como Córdoba, de donde
surgieron Roca y Juárez Celman.
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A través del Partido Autonomista Nacional la oligarquía terrateniente incorporó al sistema de dominación, con un
papel subordinado, a la oligarquía del interior, cuya integración era fundamental en el nuevo Estado nacional. Esa
participación, que debía asegurar la tranquilidad interior, le daba incluso a las oligarquías marginales un innegable
peso político
b) La modernización institucional
La función de la oligarquía en el plano político fue organizar el Estado nacional de modo tal que pudiera operar
efectivamente sobre el proceso expansivo que se desarrollaba. Esta acción, que acompañó a todo el proceso de
modernización y racionalista de la actividad económica, correspondió a un programa altamente coherente, iniciado
en 1852 y acelerado luego de la pacificación roquista de 1880
a- El primer paso fue la consolidación de la unidad nacional, acabando con los particularismos políticos locales y
afirmando el poder del Estado. Esto demandó un proceso largo y conflictivo en el que se incluyó el acuerdo e
integración de las oligarquías mencionados antes y la eliminación de los núcleos de oposición mediante el uso de la
fuerza, como ocurrió con los caudillos luego de 1862. La unificación política se produjo paralelamente al proceso de
unificación económica y de conformación del mercado interior. No hablamos ya, como en la etapa anterior, de
poderes a nivel local, pues quedaron subsumidos dentro del Estado.
b- La unificación se prolongó en la tarea de dotar al país de un armazón político - institucional que comprendió
básicamente la sanción de la Constitución y la creación de los poderes nacionales. Este armazón fue el sostén del
orden interno y la garantía indispensable para la concurrencia de las inversiones exteriores. Cuando Mitre asumió
sus funciones de presidente constitucional de la República Argentina, al propio tiempo se había alcanzado uno de
los objetivos de la política británica. La respuesta que recibió la política del Gral Mitre de alentar las inversiones
extranjeras fue casi instantánea. Al cabo de tres años, hombres de negocios e ingenieros británicos habían
establecido bancos y compañías ferroviarias y tranviarias en la Argentina; a estas siguieron después obras de
utilidad pública como las de gas, aguas corrientes y sistemas de cloacas. Un examen de estas inversiones hace saltar
a la vista inmediatamente la enorme importancia del poder del Estado en cuanto a asegurar el proceso en virtud del
cual fondos de Gran Bretaña eran destinados a la adquisición de bienes y servicios que contribuían directa o
indirectamente al desarrollo económico del país.
c- El Estado nacional se apoyó en la fuerza militar, garantía del mantenimiento del orden interno. La acción de los
caudillos, anárquica y sin perspectivas, no podía en definitiva evitar ese proceso de incorporación de la Argentina
como economía primaria exportadora. En segundo lugar, el Ejército sirvió para expandir y defender la frontera,
ganando tierras a los indios y asegurando el reparto de las mismas dentro de la clase dominante. Recordemos que el
sector militar insumió durante este proceso alrededor del 50% del presupuesto del Estado.
d- El Estado actuó normalmente como intermediario de la inversión extranjera, que en buena parte se canalizó a
través de préstamos al mismo. La política económica adoptada fue sistemáticamente liberal, evitando cualquier tipo
de interferencia en la actitud privada, excepto en aquellos sectores, por su carácter deficitario, no eran absorbidos
por ningún inversor privado.
e- Esta política liberal entronca con una concepción más general del Estado, de carácter decididamente secular y
moderno. La obra de modernización estatal incluyó importantes realizaciones en la promoción de la educación, la
laicización de algunas actividades tradicionalmente eclesiásticas, como la misma educación, el Registro Civil, etc.
El funcionamiento del Estado todo fue modernizado siguiendo criterios de eficacia y agilidad, pero manteniendo su
control intacto en manos de los sectores tradicionales, que se resistieron a innovar en este campo y ampliar la
participación política.
f- La escasa participación política tenía que ver, fundamentalmente, con el carácter marginal de los contingentes
inmigratorios, la lucha política que se producía, plagada de irregularidades, no era más que la competencia entre las
fracciones de la propia oligarquía para adueñarse del poder. En cambio, toda la clase dominante trató, como tarea
política fundamental, de lograr un cierto consenso del conjunto de la población para los valores y objetivos – es
decir, para el programa – de los grupos dirigentes. En un nivel, el periodismo y, dentro de un plan más general, la
educación, se organizaron para difundir entre la población esos valores – que se sintetizaban admirablemente en la
noción de progreso – y sobre todo para excluir a la Iglesia como posible competidora dentro del ámbito de la
sociedad civil. Ese sentido tuvo toda la legislación laica, que buscaba, en definitiva, lograr el control por parte del
Estado sobre una Iglesia a la que se quería convertir en su intermediaria para la obtención del consenso en la
sociedad civil.
c) La integración al sistema internacional de dominación
Toda estructura de poder tiene un carácter bipolar, originándose por un lado en una relación de fuerzas de los
sectores dominantes internos y por otro en una alianza con el poder metropolitano.
En esta etapa la oligarquía gobernante recibía su poder tanto del control interno de la producción como de su
capacidad para negociar eficazmente con el exterior. Sin embargo, su función primordial se orientó en este último
sentido y consistió en asegurar que el grueso del excedente fuera remesado al exterior, quedando el productor local
como último y modesto eslabón en una larga cadena de beneficiarios
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d) La incorporación de las clases medias
El crecimiento del sector primario exportador provocó una expansión económica global de la sociedad. Esta se
diversificó, apareciendo nuevos grupos, algunos de los cuales se incorporaron al sistema de dominación. Tal fue la
característica de la experiencia que la Argentina vivió con el Radicalismo. La inmigración masiva modificó
profundamente la estructura demográfica del país. La población se duplicó y hubo un fuerte predominio de
extranjeros. Sin embargo, el efecto fue distinto según las regiones; la población inmigrante se concentró
preferentemente en los centros urbanos del Litoral, acentuando aún más la tradicional separación Interior – Litoral.
El establecimiento del Estado nacional amplió el sector burocrático; éste, de escasa significación en la etapa
anterior, creció, extendiéndose por todo el país. En los centros urbanos del Litoral se concentraron las actividades
secundarias y terciarias (manufacturas y servicios) en relación con los efectos secundarios y derivados del proceso
de inversión. En el sector rural, los intentos de colonización primero y el régimen de arrendamientos después,
crearon un amplio estrato intermedio, que escapó a la dicotomía estanciero – peón propia de la etapa anterior.
En síntesis, estamos ante el proceso de expansión y diversificación de la sociedad y aparición de las clases medias.
Estas se caracterizaron por su heterogeneidad y por el carácter marcadamente encontrado de sus objetivos útimos.
Tenían, en cambio, un rasgo común: su condición de marginales en un sistema político que mantenía todas las
características tradicionales – a pesar de la acción modernizadora que en otros campos desarrolló la oligarquía – y
que les vedaba totalmente la posibilidad de incorporación. Esta marginalidad, que se mantenía también para los
sectores bajos criollos, fue la fuente de numerosas tensiones y conflictos, sobre todo cuando la expansión económica
creó las condiciones para una movilidad social que los rígidos parámetros de la sociedad oligárquica procuraban
frenar. Las tensiones se caracterizaron, entonces, por el interés de estos sectores de incorporarse a una sociedad que
les parecía legítima y llena de posibilidades, y cuyos fundamentos últimos no pretendían cambiar. Así, la mayoría de
los movimientos sociales y políticos de la etapa tuvieron estas características.
En la zona rural, la tensión creada por la superexplotación a que eran sometidos los arrendatarios no hizo crisis hasta
que no se produjeron dificultades reales en la expansión de la agricultura. El Grito de Alcorta, un movimiento de
chacareros y arrendatarios que no sumó a sus reivindicaciones la de los jornaleros pero que sí contó con la adhesión
de los grupos comerciales de la zona, procuraba incorporar a ese sector rural medio a la organización social vigente
en mejores condiciones, y representaba en definitiva, la última etapa de la incorporación del inmigrante a la
sociedad, el momento en que este cree que es importante luchar por mejorar su situación en un lugar que ha dejado
de ser de paso para convertirse en residencia definitiva.
La misma tendencia a la incorporación predominó en la acción gremial del incipiente movimiento obrero. Mientras
la línea socialista intentaba incorporar a la clase obrera – en su mayoría extranjera – a la vida política, afirmando que
desde el Parlamento y mediante la sanción de leyes sociales se iba a mejorar su condición, la línea sindicalista –
escindida del socialismo – manifestaba desconfianza hacia la acción política y sostenía que, a través de los
sindicatos, a los que consideraba el único medio de expresión y acción de los obreros, se podían lograr esas mismas
reformas. Socialistas y sindicalistas coincidieron en una misma actitud poco propicia a los choques frontales con el
régimen. Sólo los anarquistas, que tuvieron extraordinaria vigencia en la primera etapa del movimiento obrero,
especialmente entre los sectores artesanales, se manifestaron partidarios de la acción violenta y de la ruptura con el
sistema, aunque sin elaborar una metodología clara para lograr ese derrumbe que anunciaban como inminente.
Ni la protesta rural ni la protesta urbana se vincularon con el movimiento político de las clases medias y, en el caso
del socialismo, manifestaron siempre una decidida repulsa hacia el radicalismo. Esos sectores de clase media
expresaron sus reivindicaciones en el plano político, y su programa, el de la Unión Cívica Radical, fue el del
sufragio universal y la vigencia de la Constitución. Movimiento esencialmente heterogéneo, unía a grupos de
intereses encontrados, que sólo un programa que significara la posibilidad de la incorporación a la vida política
podía convocar. Las pocas veces que se intentó precisar en detalle las opiniones del partido en materia económica y
social, estallaron las divisiones y escisiones. Frente a una oligarquía que no se resignaba a abandonar el control del
aparato del Estado, la UCR liberó un combate largo y paciente, en el que se esforzó por limitar su lucha a la
intransigencia y la abstención electoral. La ley Sáenz Peña, que concretó en 1912 el sufragio universal, garantizaba
de todos modos que los viejos sectores dominantes no desaparecerían por completo de la escena política.
El triunfo del radicalismo fue un importante paso adelante en la concreción de una Argentina transformada y
adaptada a las modalidades del sistema capitalista, pues significó la ampliación del sistema de poder, la
incorporación de vastos sectores y, en conjunto, la adaptación de la vida política a las pautas de los países europeos.
Esto no implicó, empero, una alteración real en los fundamentos del poder. Efectivamente, pese a su carácter
marcadamente popular y a su prédica antioligárquica, el radicalismo no se propuso nunca, ni en la práctica política
ni siquiera en su programa, modificar los parámetros fundamentales de la Argentina exportadora. Su acción de
gobierno respetó los intereses agropecuarios; no modificó el latifundio ni se debilitó el poder de los frigoríficos;
tampoco hubo tipo alguno de política de promoción industrial, pese a que la Guerra Mundial creó condiciones reales
objetivas que fueron desaprovechadas. En algunos aspectos secundarios, como la posición internacional ante la
guerra o el avance norteamericano, y también en materia universitaria, pudo el gobierno radical adoptar posiciones
progresistas, mientras que los tibios intentos de nacionalismo económico, faltos de proyecciones reales, fueron
fácilmente frenados por los grupos tradicionales, que conservaron buena parte del poder efectivo. Frente al
movimiento obrero, el radicalismo debió sufrir la contradicción entre su carácter popular y su falta de un programa
alternativo. En los primeros años se adoptó una política comprensiva, negociadora y paternalista, especialmente con
los trabajadores directamente ligados a la exportación (ferroviarios, marítimos y portuarios). La actitud del gobierno
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radical ante las huelgas de 1917, la Semana Trágica y las huelgas de la Patagonia de 1921 demostró que, en
definitiva, el radicalismo debía adoptar la clásica política represiva.
El radicalismo reunía, en equilibrio inestable y delicado, a grupos de la oligarquía – que integraban la elite dirigente
– y a sectores medios; durante el gobierno de Alvear ese equilibrio se rompió. Al tiempo que se retrocedía en
aquellos aspectos políticos en que el primer gobierno radical había avanzado, se organizó desde la presidencia una
tendencia antiyrigoyenista, de carácter fuertemente oligárquico. En los últimos años pareció que el irygoyenismo,
vuelto al poder después de un masivo y espectacular triunfo en 1928, evolucionaba en sus declaraciones de
principios hacia una posición más avanzada; pero, de todos modos, se mantenía en los hechos dentro de los
parámetros tradicionales. Sólo la quiebra del sistema internacional de 1930 llevó a la crisis definitiva de este sistema
político y a la restauración de la oligarquía.
3. La configuración espacial
A. Los inversores europeos
Desde mediados del siglo XIX la Argentina comenzó a ser receptora de un sostenido flujo de capitales europeos,
que se hizo más intenso en el período de 1880 – 1914, decayó durante la Guerra Mundial y reapareció en la década
del 20. Esos capitales emigraron de la metrópoli empujados por la disminución de la tasa de ganancia que había
provocado la acumulación de capital.
Se advierte desde el principio una clara división de funciones entre la inversión extranjera y la local, orientándose la
primera hacia préstamos al Estado y creación de una infrestructura, y sólo secundariamente a la inversión directa,
que quedó a cargo de inversores locales. Durante el siglo XIX, esas inversiones provinieron fundamentalmente de
Gran Bretaña, que hacia 1900 totalizaba 4/5 partes de la inversión extranjera. Posteriormente, la competencia
interimperialista se reflejó en la Argentina con la aparición de capitales alemanes y norteamericanos; luego de la
guerra, y hasta 1930, la influencia de estos últimos se acentuó, pugnando por los británicos por el control de los
frigoríficos.
Muchas empresas norteamericanas se instalaron en la década del 20. Las firmas más conocidas son General Electric,
Chrysler, General Motors, IBM, RCA Víctor, Colgate – Palmolive, y se dedicaron con preferencia a la
intermediación o el armado de bienes de consumo importados, duraderos o no. Las inversiones extranjeras se
radicaron casi en su totalidad en la región pampeana, teniendo la mayoría de ellas como objetivo final estimular la
producción agropecuaria. Esta selección obedeció, en primer lugar, a las aptitudes y recursos naturales de la región y
a su ubicación cercana a los puertos de salida. Además, fue decisivo el hecho de que ya tuviera su producción
orientada hacia las actividades agropecuarias, de modo que el proceso de inversión sólo debió acentuar algunos
rasgos ya existentes para acondicionar la región. El Litoral se amplió considerablemente con respecto a la etapa
anterior; la extensión de la frontera y la expulsión del indio prolongaron sus límites hacia el sur y el norte,
incorporándose a la región pampeana Entre Ríos, el centro y sur de Santa Fe y el sur de Córdoba. Esta región
naturalmente apta no disponía de mano de obra suficiente, de modo que el primer requerimiento y el primer sector
donde se localizó la inversión de capital extranjero fue la inmigración. Esta llegó en una primera etapa en virtud de
los planes de colonización organizados por los gobiernos de Entre Ríos y Santa Fe, que incluían la entrega de tierras
en propiedad a los colonos extranjeros.
La transformación demográfica decisiva se produjo a mediados de la década del 70 con la llegada masiva de
contingentes inmigratorios de las zonas mediterráneas, atraídos por las facilidades que otorgaba el gobierno
argentino para su desplazamiento. Pese a esto, la ley Avellaneda de 1876, que establecía un amplio fomento estatal a
la inmigración, cerró prácticamente todos los caminos para la apropiación de la tierra por el inmigrante. Esta ley
consta de dos partes: la primera, dedicada a la inmigración, establece facilidades para un amplio fomento de la
misma. Es la más completa y elaborada de la ley. La segunda, dedicada a la colonización, recopila las anteriores
medidas parciales sin crear una forma que permita el verdadero acceso a la tierra para el inmigrante. Entre los
sistemas de colonización que establece, el que promueve la colonización por empresas particulares, en tierras
exploradas o no, dio lugar a la especulación y el abuso. Aún así, hubo reticencias por parte de los terratenientes para
un empleo de la mano de obra que podría obligarlos a aumentar los gastos en el rubro salarios. Sólo con el
desarrollo de la agricultura, asociada a la ganadería, y la generalización de los arrendamientos, se llegó a un sistema
que posibilitaba su utilización con bajos costos.
El grueso de las inversiones británicas se orientó hacia las inversiones estatales, las cédulas hipotecarias y los
ferrocarriles y puertos, a través de los cuales las inversiones operaron directamente sobre la producción. Las
inversiones extranjeras controlaban también la comercialización y elaboración primaria – a través de los
intermediarios cerealistas y los frigoríficos – así como las fuentes de financiamiento. En esta etapa se construyó
prácticamente toda la red ferroviaria, que cubrió densamente la región litoral y se prolongó en ramas troncales por
todo el país, siguiendo las rutas ya estructuradas en la etapa anterior. Estas inversiones tuvieron dos tipos de efectos
distintos. A corto plazo los inversores ferroviarios obtuvieron importantes beneficios, tanto por las ganancias que
dejaba la explotación, cuanto por las concesiones de tierras – enormemente valorizadas a partir de la existencia del
ferrocarril – que obtuvieron las compañías a los costados de las vías; no menor importancia tuvo el impulso que
recibió la industria ferroviaria inglesa. A mediano plazo, la red ferroviaria estimuló notablemente la producción
agropecuaria, posibilitando la colocación de los productos en los mercados y haciendo rentable una actividad como
la agricultura, que hasta entonces no había encontrado condiciones favorables para desenvolverse. El ferrocarril
orientó la producción en el sentido de las necesidades de la metrópoli, pues a la influencia del trazado se sumó el
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utilizar sistemáticamente la tarifa diferencial para alentar la producción primaria y desalentar las manufacturas. El
ferrocarril cubrió densamente zonas hasta entonces despobladas, y las estaciones, construídas para realizar el
embarque del cereal o el ganado, fueron el origen de gran parte de nuevos centros urbanos de la pampa húmeda.
El ferrocarril contribuyó también a consolidar la posición de Buenos Aires como centro exportador – importador,
sobre todo luego de la construcción del nuevo puerto y la centralización de las líneas férreas, que le permitió
desplazar a los puertos de Rosario y La Plata, hasta entonces rivales. Los préstamos al Estado fueron utilizados para
la realización de aquellas obras públicas que por su carácter deficitario no podían ser emprendida por los inversores
extranjeros. El grueso de los gastos del Estado correspondió, sin embargo, a la creación y mantenimiento de la
administración y al mantenimiento del orden interno, condiciones indispensables para el crecimiento económico que
ese estaba generando. Parte de los fondos se orientaron, a través de las cédulas hipotecarias y los préstamos
bancarios, a financiar la especulación en tierras de los sectores localmente dominantes
B. Las inversiones locales
La inversión de los sectores locales se orientó con preferencia a la adquisición y especulación en tierras. Hasta 1880,
el Estado expandió la frontera y la ocupó militarmente, permitiendo que ésta pasara a manos de los que ya eran
terratenientes y evitando su dispersión entre muchos pequeños propietarios. No sólo quedó así asegurada la
existencia del latifundio sino la abundante disponibilidad de una abundante mano de obra desocupada. Luego de
1880, las inversiones ferroviarias, la colonización y la expansión de la producción hicieron de la tierra un valor de
especulación, cuya reventa dejaba altos márgenes de beneficio. Este tipo de inversión tenía la ventaja de permitir
rápidas ganancias y una acelerada capitalización; generalmente la actividad especulativa se apoyaba en el sistema
crediticio estatal, por medio de las cédulas hipotecarias.
Para lograr el crecimiento de la producción, la inversión en tierras estuvo acompañada por inversiones de capital
para la explotación rural: aguadas y molinos, mestizaje de razas ovinas primero y bovinas después, alambrado de
campos y, finalmente, praderas de alfalfa. Estas inversiones tuvieron, empero, menos efectos que la ocupación de la
tierra. Reacios a invertir el excedente acumulado en un aumento de la tecnificación agrícola, los empresarios rurales
estimularon un tipo de agricultura extensiva y de muy baja productividad, cuyos resultados dependían directamente
de las áreas cultivadas.
C. Las etapas de la producción
La producción del Litoral varió fundamentalmente a lo largo de esta etapa; las diversas formas que asumió
dependieron del desarrollo de las fuerzas productivas internas, las posibilidades tecnológicas y el cambio de la
composición de la demanda mundial. Esta estuvo en constante aumento desde 1880 hasta 1914, estabilizándose
después hasta la crisis de 1930. A partir de 1855, la lana suplanta al ganado vacuno y el tasajo y pasa al primer lugar
como rubro de exportación. La expansión del ganado ovino se produce con grandes variaciones en precios en el
mercado mundial, con períodos de baja como el de la década del sesenta y el de los años que van desde 1875 a 1910,
en que la lana argentina obtiene precios más bajos que la australiana. La intensificación del refinamiento de los
ganados tiende a contrarrestar estas condiciones adversas. También la expansión cerealera se produce en momentos
de baja de precios. No obstante, la expansión se mantiene, en virtud de los bajos costos de producción y por el
proceso de inflación de la moneda argentina, que no afecta a los productores.
Agotadas las perspectivas del cuero y el tasajo, se produjo en el último período de la etapa anterior el desarrollo de
la cría de ovejas en la provincia de Buenos Aires. Esta explotación, en relación directa con el desarrollo de la
industria textil inglesa, ocupó progresivamente las mejores tierras de la provincia de Buenos Aires, desplazando la
oveja merina al ganado vacuno criollo. En este período, las exportaciones de lana y de grasa alcanzaron los más
altos valores e incrementaron el volumen total de las exportaciones.
En Entre Ríos y Santa Fe se realizó la empresa colonizadora, aunque la falta de apoyo de los propios empresarios
contribuyó a su fracaso. El aumento rápido que experimentó el valor de la tierra, a pesar de dicho fracaso, llevó a los
empresarios a acabar con la experiencia colonizadora y el reparto de tierras. El perfeccionamiento de la cámara
frigorífica, logrado hacia 1890, abrió a las carnes argentinas la posibilidad de llegar al mercado europeo,
introduciéndose así profundos cambios en la producción. La oveja merina fue reemplazada por la Lincoln al tiempo
que el vacuno comenzó a recuperar importancia, volviendo a ocupar los mejores pastos de Buenos Aires y después
desplazando al lanar hacia el sur. La alta exigencia de calidad del frigorífico condujo al refinamiento en la cría de
ganado, desarrollándose el mestizaje e importándose las razas actuales. Se produjeron las inversiones ya citadas y se
difundió la técnica del pastoreo en praderas artificiales de alfalfa, que repercutió sensiblemente en la agricultura. Por
otra parte, las exigencias del frigorífico acentuaron la división del trabajo, distinguiéndose el criador del invernador,
encargado del engorde final del animal antes de su utilización. La difusión de la técnica del enfriado, que requería
suministros de carne más constantes y de mejor calidad, acentuó esta diferenciación, dando predominio definitivo a
los invernadores. Este predominio se liberó, gracias al ferrocarril, de las exigencias geográficas, distribuyéndose las
tierras de invernadas a lo largo y a lo ancho de la pampa. En el rubro de productos ganaderos se advierte la enorme
importancia de las lanas a fines del siglo XIX y aun a comienzos del siguiente. El ganado vacuno termina
desplazando a las lanas del primer lugar como consecuencia de la aplicación del sistema del chilled beef.
La agricultura se desarrolló, desde 1880, directamente vinculada con esa expansión agrícola. La necesidad de
alfalfar los campos, unida a la poca tradición agrícola y a la escasez de la mano de obra empleada hasta entonces,
obligó a los ganaderos a recurrir al trabajo de los inmigrantes. El arrendatario recibía una parcela y la cultivaba
durante tres años, con lino y trigo, entregándola plantada con alfalfa al fin del período al ganadero. A partir de esta
situación se produjo el intenso desarrollo agrícola de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba. La abundante
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mano de obra disponible, que con el sistema de arrendamiento prácticamente no significaba gastos, la infraestructura
ya montada y la posibilidad de un cultivo extensivo hicieron que los gastos de inversión fueran muy bajos y las
ganancias altísimas. Si bien la productividad era baja, las extensiones cultivadas eran amplísimas y la Argentina se
convirtió en 1914 en el tercer exportador mundial de granos. Luego de 1920, las circunstancias del mercado
mundial, el cese de la explotación de nuevas tierras y el aumento del consumo interno llevaron a la tecnificación
agrícola.
Las regiones del Interior no sufrieron mayores modificaciones en su estructura productiva, que conservó sus rasgos
tradicionales, perdurando incluso las antiguas formas de servicio doméstico personal. El incremento de las
exportaciones concluyó definitivamente con algunas artesanías que habían logrado sobrevivir hasta entonces; entre
los censos de 1869 y 1895 han desaparecido en el Interior los telares domésticos y la artesanía textil.
En este cuadro general hay dos excepciones, Tucumán y Mendoza, que constituyeron dos islotes de agricultura
moderna. Tanto el azúcar tucumano como la vid mendocina superaron la limitada producción tradicional local y se
expandieron, cubriendo todo el mercado interno. Las fuertes inversiones – los ingenios, por ejemplo – para la
elaboración de la materia prima se justificaron en tanto valorizaban esa misma materia prima, quedando el proceso
productivo bajo control de los sectores locales dominantes. Sin embargo, esa expansión requirió el apoyo decidido
del Estado nacional. Los bancos nacionales suministraron los créditos para la adquisición de las maquinarias
tucumanas, desviando así parte del excedente acumulado para la capitalización de la oligarquía tucumana. El Estado
construyó el ferrocarril, indispensable para alcanzar el mercado interno, especialmente el Litoral. Finalmente, la
política proteccionista oficial, al excluir el azúcar cubano, mucho más barato, permitió que la producción tucumana
se desarrollara en condiciones de rentabilidad. Esa política estatal sólo pueda analizarse en el marco de la necesidad
de los sectores terratenientes del Litoral de lograr la hegemonía incluyendo de algún modo a los grupos dominantes
del Interior en los beneficios de la expansión litoral y logrando con ello el apoyo político indispensable.
D. Inversiones y apropiación del excedente
Los beneficios de la expansión, originados en la llanura litoraleña, se concentraban mediante diversos mecanismos
en el extranjero o en Buenos Aires, afectando diferencialmente a las zonas de generación y recepción del excedente.
La parte principal de las ganancias era remesada al exterior bajo diversas formas: servicio de la deuda externa del
gobierno, remisión de utilidades de las empresas ferroviarias, frigoríficos, pagos a compañías de transportes o
seguros, etc. Otra parte del excendente se concentraba en los puntos de vinculación de la producción local con el
mercado externo; tal era el caso de Buenos Aires y los demás puertos litorales. Esto se debía a diversos factores:
1. La posición del centro del poder administrativo – la Capital Federal - , hacia donde se derivaba parte de los
ingresos (impuestos, etc).
2. La ubicación en ese lugar de la cabecera de las líneas marítimas internacionales y el desarrollo del puerto,
construído con fondos estatales.
3. La ubicación, consecuentemente con lo anterior, de las terminales de las líneas férreas, cuya política de
concentración llevó al predominio del puerto de Buenos Aires sobre los demás.
4. La localización de los centros comercializadores de la producción. El caso de la agricultura es muy típico.
Hacia fines de siglo estaban instaladas las cuatro firmas acopiadoras que ejercían un control monopólico del
mercado y del crédito, fijando el precio que se pagaba a los agricultores y controlando el financiamiento de la
producción. Esto les permitió concentrar todos los beneficios de la actividad agrícola.
5. La instalación de los centros portuarios del Litoral (Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca, etc) de frigoríficos y
molinos harineros, que efectuaban la elaboración primaria del producto, fijando el precio el productor.
Estos factores muestran que, si bien la actividad agropecuaria estaba en manos de empresas locales, el grueso de las
ganancias se concentraba en el sector exportador, controlado por el inversor extranjero. En efecto, aunque éste no
domina la totalidad del proceso económico, controla las actividades claves del país: elaboración primaria, transporte,
financiamiento, comercio exterior, a las que se suman el transporte de ultramar y los seguros. La desigual
participación del sector local y del extranjero en las ganancias provocó el surgimiento de oposiciones en épocas de
contracción de las ganancias, pues los sectores extranjeros tendían a descargar las pérdidas en los locales. La
especialización y la división del trabajo, por otra parte, beneficiaron a las actividades más cercanas a la
comercialización, como en el caso de los invernadores y criadores.
Estos factores caracterizaban el proceso de dependencia externa y, consecuentemente, provocan un fenómenos
similar a nivel interno. No sólo se originó un fuerte desnivel productivo y de ingresos en el Litoral con respecto al
Interior sino que, dentro de la región litoral, los ingresos se concentraron en un polo, que fue el puerto de Buenos
Aires, que sólo debió competir con el otro gran puerto, Rosario.
E. La traslación de ingresos y la conformación de la red urbana
Se agregaron además las variadas actividades administrativas que la parte comercial y finaciera de la economía
exportadora requería, y el propio aparato burocrático de la administración pública, que creció a medida que el
Estado aumentó su desarrollo. Se expandieron así los sectores secundarios y terciarios, cuyo desarrollo no fue
concomitante con un real crecimiento industrial, proceso característico de las economías exportadoras. Este conjunto
de actividades creó un mercado potencial que estimuló la localización de inversiones en función de su demanda.
Este aspecto fue fundamental en la evolución regional, pues representó la aparición de un mecanismo endógeno que
actuó acentuando los factores exógenos y garantizando su circularidad.
Tuvo así lugar un desarrollo manufacturero incipiente, no sólo en las actividades de elaboración primaria para la
exportación sino en las industrias alimentarias, la construcción, etc. La demanda ya existente, la oferta de fuerza de
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trabajo proveniente de una inmigración no absorbida totalmente y la dependencia de los insumos importados – entre
ellos los combustibles – que entraban por el puerto acentuaban la pauta de localización en los centros portuarios. El
desarrollo de la manufactura estuvo limitado por la competencia de productos europeos, cuya introducción se vio
favorecida tanto por la política librecambista como por la política crediticia del gobierno, que no alentaba a las
nacientes manufacturas. En tanto la política aduanera benefició a los productos de lujo, se mantuvo para la industria
local la posibilidad de llegar al sector de bajo consumo, desarrollándose así una producción muy variada, de
pequeñas empresas, sin capacidad para crecer por encima de su modesto nivel. La Guerra Mundial, aunque creó las
condiciones favorables para un cierto desarrollo industrial que sustituyera las importaciones, no pudo ser
aprovechada, pues la industria local tenía una organización muy débil y no pudo superar los primeros problemas de
abastecimiento. El período de la guerra fue de recesión y la industria sólo comenzó a recuperarse hacia 1919.
F. El papel del Estado
Si bien el Estado actuó parcialmente en el proceso de inversión, cumplió importantes funciones favorables a éste:
a. Realizó la unificación y organización del Estado nacional, condición necesaria para la localización de las
inversiones extranjeras.
b. Aseguró el mantenimiento del orden interno.
c. Llevó a cabo la política de incorporación de tierras, que fue uno de los factores dinámicos del crecimiento,
asegurando su entrega en grandes extensiones al sector terrateniente.
d. Mantuvo una política monetaria y crediticia acorde con las necesidades de los grandes productores
agropecuarios, canalizando así el crédito externo.
e. Reorientó parte de los ingresos de la actividad agropecuaria hacia las regiones marginales, bajo la forma de
subsidios del gobierno central, mantenimiento de la administración, etc, garantizando así el equilibrio del
sistema nacional total.
f. Estimuló el proceso exportador ante la necesidad de recaudar fondos a través del sistema aduanero, principal
mecanismo para incorporar ingresos al erario. Es de destacar, al respecto, el efecto espacial de la política de
inversión que el sector público encaraba en los recursos fiscales, recaudados en forma creciente a medida que se
expandía el flujo exportador. Dicha política se financiaba con el producto de las tarifas aduaneras, tanto en
forma directa como indirecta.
En el primer caso, los recursos se extraían directamente de rentas generales. En el segundo, la inversión se realizaba
a través de un empréstito externo, que luego se amortizaba, precisamente con los fondos provenientes del
intercambio comercial con el exterior. De una u otra manera, entonces, el limitado proceso inversor estatal estuvo
ligado a la suerte del “proyecto nacional dominante”.
g. El papel del Estado inversor fue determinante como conformador del espacio. La política adoptada durante el
período, al respecto, fue en un todo compatible con la desarrollada por el agente decisional privado. Deben
destacarse la construcción del puerto Madero, en la Capital Federal, y el tendido de la primera línea ferroviaria,
más tarde vendida a capitales ingleses. Asimismo, construyó monumentales edificios públicos en las ciudades
más importantes del país, utilizando así el excedente económico generado en la imposición tributaria a la
actividad agroexportadora en gastos urbanos de carácter suntuario. Así, pues, el comportamiento del Estado fue
decisivo en la concentración geográfica argentina, que se refleja en la particular configuración de la red de
centros urbanos.
4. La estructura de centros urbanos
El efecto de los procesos descriptos – tanto los que se relacionan con el sistema global como los que se vinculan a la
estructura urbana regional – consistió en un acelerado desequilibrio ecológico – demográfico a lo largo del período.
Dicho desequilibrio se manifestó en un rápido crecimiento poblacional de los núcleos del sistema urbano – regional
que actuaron como ejes de vinculación con el Resto del Mundo.
El proceso migratorio externo e interno se orientó decididamente a reforzar el esquema concentrador. Este
fenómeno debe ser entendido como un obligado reflejo del sentido centrífugo que exhibe el mecanismo de
traslación interregional del excedente económico, y del que sólo escapan las zonas favorecidas por el poder central
(Tucumán, Mendoza). Una parte significativa de la migración externa , en un comienzo destinada a las tareas
agropecuarias, desistió de ese propósito – fundamentalmente por el sistema de propiedad y tenencia de la tierra rural
mencionado – Es así como permanece en los núcleos urbanos de ingreso al país (Buenos Aires y Rosario).
A su vez la migración interna comienza a manifestarse desde la primera verificación censal, en 1869. Es decir que
las condiciones ya comentadas en que opera el sistema socioeconómico generan un efecto de expulsión poblacional
desde las zonas no privilegiadas por tales condiciones. La desigualdad estructural en la posición relativa de cada
región con referencia al proceso exportador agropecuario (y todos sus efectos secundarios) identifica a las zonas
emisoras y receptoras de los migrantes internos.
La lista de los centros urbanos, ordenados por rango – tamaño, puede confeccionarse en tres momentos distintos del
período analizado, merced a los datos registrados en los censos nacionales correspondientes:
1. En primer término, el centro nacional de decisiones acusa un papel cada vez más preeminente (Buenos Aires).
El proceso de concentración demográfica en la cúspide, a través de un progresivo distanciamiento del resto de
los núcleos urbanos, fue ininterrumpido en toda la etapa.
2. En segundo término, el orden de ubicación de las ciudades se va modificando entre censo y censo. Esta
modificación exhibe características definidas con respecto al papel de cada una de ellas en el proceso
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agroexportador y las distintas dimensiones que lo configuran. Córdoba, que ocupa el segundo lugar en 1869,
desciende al tercer lugar en 1895. La reemplaza en tal ubicación, en el limtado plazo de 25 años la ciudad de
Rosario, casi duplicándola en población. El tercer censo vuelve a encontrar a Rosario en segundo lugar,
superando a Córdoba en una proporción similar a lo anterior. La ciudad – puerto del Litoral, segundo núcleo
concentrador de la red ferroviaria, sede de los principales casos de intermediación para la exportación cerealera
y de los agentes financieros extranjeros y centro de atracción migratorio, logra desplazar netamente a Córdoba,
de limitado papel en el período.
3. En tercer término, surgen otros núcleos urbanos con particular ímpetu, sobrepasando a centros fundados en las
primeras épocas de la ocupación española. La recién fundada La Plata exhibe en 1895 una población
ligeramente inferior a Córdoba, ocupando el cuarto lugar en la lista, posición que mantiene en 1914. Además de
sus funciones administrativas, para las cuales fue originariamente establecida, La Plata posée frigoríficos y
puerto exportador. Finalmente, Bahía Blanca ocupa el octavo lugar, también a pocos años de su fundación. Se
convierte rápidamente en núcleo concentrador de la producción regional para la exportación. Frigoríficos
extranjeros y puerto triguero caracterizan el papel económico del núcleo urbano. Por otra parte, el puerto es
adjudicado a la misma empresa – de capitales ingleses – que obtuvo la concesión de la línea ferroviaria Buenos
Aires – Mar del Plata – Bahía Blanca.
4. En último término, si se observa la ubicación geográfica de los diez centros más significativos en 1914, se
advertirá que seis de ellos se encuentran establecidos sobre las vías fluviales o marítimas de salida de productos
agropecuarios al exterior. Estas ciudades – puertos están vinculadas a las zonas “puestas en valor” para servir a
la actividad rural exportadora. La mayoría de dichos centros superan a los tradicionales núcleos del noroeste
originados en la Colonia y que, con Buenos Aires, constituyeron la base de vinculación con el comercio
altoperuano en aquella época.
Los flujos migratorios tuvieron un papel fundamental en la alteración del esquema urbano – regional preexistente.
Las migraciones internacionales afectaron fundamentalmente las ciudades – puertos y las zonas agrícolas
colindantes. Ya en 1869, en la Capital Federal el porcentaje de extranjeros con relación a los nativos era casi el
mismo. La distribución por edades de la población de origen extranjero demostraba la presencia dominante del
inmigrante en las edades activas y la alta proporción de personas de sexo masculino en dicho sector de la población,
que alcanzaba el 256%.
La migración interna es mucho más ilustrativa en cuanto al proceso de marginalidad espacial de grandes zonas del
Interior, causado por los diversos factores citados anteriormente. Las principales unidades geográficas receptoras de
un flujo migratorio interno son las del Litoral (Capital Federal, provincias de Buenos Aires y Santa Fe), Tucumán,
Mendoza y Córdoba: hay un polo central de atracción, que es la región geográfica vinculada a la división
internacional del trabajo, y polos secundarios, que constituyen los núcleos en donde los sectores dominantes locales
han conseguido cristalizar alianzas con el poder central para mantener procesos productivos regionales en marcha.
3. SVAMPA: La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo (2058)
Los momentos de la mutación económica
Durante décadas en la Argentina imperó un modelo de integración de tipo nacional-popular, cuya máxima
expresión fue el primer peronismo (1946-1955).
Este modelo se caracterizaba por 3 rasgos mayores:
1- En el plano económico presentaba una concepción del desarrollo vinculada a la etapa de sustitución de
importaciones y la estrategia mercado-internista.
2- Reconocimiento del rol del Estado como agente y productor de la cohesión social, principalmente por
medio del gasto público social. Esta política se tradujo en la ampliación de la esfera de la ciudadanía a
través del reconocimiento de los derechos sociales expresados en el art. 14bis de la C.N.
3- Tendencia a la homogeneidad social, visible en la incorporación de una parte importante de la clase
trabajadora, así como la expansión de las clases medias asalariadas.
El desmantelamiento de este modelo societal y su reemplazo por un nuevo régimen, centrado en la primacía del
mercado, conoció diferentes momentos.
1) El cambio en el régimen de acumulación conoció un primer intento con el “Rodrigazo”, bajo el gobierno de
Isabel Martínez de Perón (1974- 1976). El ministro de Economía Celestino Rodrigo (1975) aplicó drásticas medidas
de ajuste que implicaron una devaluación del 100% y un aumento de las tarifas de los principales servicios públicos,
que en algunos casos llegó a un 200%. Impulsado por el ministro José López Rega, el plan de Rodrigo implicaba
una reorientación fundamental de la economía, pues apuntaba a poner fin a la política económica nacionalista y
reformista, característica del peronismo, para dar paso a una política de estabilización y ajuste, asentada en una
alianza con los grupos económicos. Esta primer tentativa por cambiar el régimen de acumulación encontró grandes
obstáculos en las movilizaciones populares espontáneas que paralizaron el país y culminaron con una huelga general
decretada por la CGT, lo cual determinó el final abrupto del plan de ajuste y la renuncia de Lopéz Rega.
2) La segunda tentativa arrancó con el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. El objetivo de la dictadura militar
fue llevar a cabo una política de represión y refundar las bases materiales de la sociedad.
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Mediante el terrorismo de Estado, apuntó al exterminio y disciplinamiento de vastos sectores sociales movilizados;
por otro lado puso en marcha un programa de reestructuración económico-social.
El nuevo régimen de acumulación supuso la puesta en marcha de un modelo asentado en la importación de bienes
y capitales y en la apertura financiera. Estas medidas implicaban la interrupción de la industrialización sustitutiva,
y propiciaban el endeudamiento de los sectores público y privado.
La lógica de acumulación desencadenada por este proceso centrado en la valorización financiera apuntó también a
liquidar las posibilidades de una coalición nacional-popular, al tiempo que fue sentando las bases de un sistema de
dominación centrado en los grandes grupos económicos nacionales y los capitales transnacionales, que finalmente
terminaría de concretarse en 1989, a partir de la alianza política entre estos sectores y el peronismo triunfante.
El proceso de desindustrialización iniciado por la dictadura militar produjo importantes cambios en la estructura
social argentina, a través de la expulsión de mano de obra del sector industrial al sector terciario y cuentapropista, y
la constitución de una incipiente mano de obra marginal.
El deterioro de los salarios reales y la baja de la producción produjeron la contracción de la demanda interna, lo cual
fue acompañado por el fuerte incremento de las disparidades intersectoriales. Por último, la eliminación de las
negociaciones colectivas y la caída del salario impactarían negativamente en la distribución del ingreso.
Ahora bien, aunque la dictadura logró crear las bases de un nuevo orden económico, ello no significa que no haya
habido luego tentativas de reorientar el sistema hacia una economía productiva. Así, durante los primeros años del
gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989), en medio de la efervescencia democrática, hubo ciertos ensayos que se
propusieron reorientar le desarrollo, acorde al modelo de acumulación precedente. Dichas tentativas se dieron en el
marco de la crisis de la deuda externa que sacudió a gran parte de los países latinoamericanos a partir de los años
`80, y en un contexto de aumento de las demandas y expectativas populares.
Sin embrago, el nuevo gobierno no contó con el coraje político ni tampoco con las alianzas necesarias para ir hasta
el fondo de la cuestión.
Por un lado, las acciones del gobierno de Alfonsín dejaron entrever una debilidad creciente en relación con los
poderosos sindicatos peronistas. (La CGT impulsó 13 paros grales. entre el ´84 y ´88)
Hacia fines de los ´80 el país se hundía cada vez más en una crisis económica reflejada en la importante caída de la
inversión interna y extranjera, la creciente fuga de capitales y el récord inflacionario que trepó al 388% en 1988.
Finalmente, el gobierno de Alfonsín naufragaría sin dar con la clave de la constitución de una nueva alianza políticaeconómica, que apuntara tanto a consolidar el recobrado marco institucional como a sanear una economía
severamente deteriorada. Se tornaba cada vez más evidente la disociación entre una democracia representativa 8 y
una democracia sustantiva9.
La debacle del Plan Austral y la entrada en un período de inflación, culminaría en la crisis hiperinflacionaria de
1989, impulsada en parte por los grandes grupos económicos (el “golpe del mercado”). Estos sucesos determinarían
el retiro anticipado de Alfonsín.
La Argentina de principios de los 90 era una sociedad empobrecida y atravesada por nuevas desigualdades, que ya
había experimentado una primera gran desilusión respecto de las promesas sustantivas de la democracia. El país
asistía a la crisis estructural del modelo nacional-popular, sin por ello descubrir la fórmula que permitiera
reencontrar las claves perdidas de la integración social.
3) La gran mutación se consumaría durante el tercer momento de la secuencia, esto es, durante el largo gobierno de
Carlos Menem, entre 1989 y 1999.
El año 1989 significó el final de un ciclo político-económico. En el nivel internacional colapsaron los socialismos
reales, proceso ilustrado por la caída del muro de Berlín. El hecho terminaba con la división más emblemática de la
guerra fría, al tiempo que anticipaba el triunfo del ideario capitalista.
El fin del mundo bipolar abrió un amplio espacio político-ideológico que sería ocupado por el neoliberalismo,
rápidamente sacralizado en términos de “pensamiento único”.
En los países latinoamericanos se registraba un aumento de la pobreza en un 25% y, tanto en Venezuela como en
Argentina, la crisis desembocó en saqueos y revueltas masivas.
La hiperinflación en nuestro país trajo consigo una mayor caída del salario real, la contracción de la actividad
económica, la suspensión de la cadena de pagos y el reemplazo de la moneda local por el dólar.
8
Democracia representativa: está orientada hacia la consolidación del marco institucional y el respeto de la reglas de
juego entre los partidos políticos.
9
Democracia sustantiva: apunta a consolidar el marco institucional y a sanear la economía severamente deteriorada.
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También desembocó en el acuerdo entre diferentes actores sociales sobre ciertos puntos básicos, referidos, en
especial, al agotamiento de la vía nacional-popular10.
La hiperinflación terminó por afianzar aquellas posturas que afirmaban la necesidad de una apertura del mercado y
un achicamiento radical del Estado.
En tercer lugar la hiperinflación confrontó a los individuos con la pérdida súbita de los marcos que rigen los
intercambios económicos, a través de la desvalorización y desaparición vertiginosa de la moneda nacional.
En cuarto y último lugar, la experiencia traumática de la hiperinflación habría de asestar un rudo golpe al imaginario
integracionista que había alimentado las prácticas y representaciones de vastos sectores sociales, incluidas las clases
medias y parte de las clases populares. La sociedad argentina asistía al final de un modelo de integración social que,
desde los comienzos de la república, había asegurado canales importantes de movilidad social ascendente.
La crisis hiperinflacionaria apuró el recambio presidencial y sentó las bases para el consenso neoliberal en diferentes
sectores sociales.
Otro suceso que en 1989 tendría vastas repercusiones políticas en los años por venir, tenía que ver con la cuestión
militar. Las fuerzas armadas ejercían presiones reclamando que el gobierno pusiera fin a las causas por la violación
de los derechos humanos registradas bajo la última dictadura.
Por oto lado, en el ´89 se condensaron grandes derrotas en el campo de los movimientos sociales. Ej. El intento de
copamiento del regimiento La Tablada, por parte de una fracción del “Movimiento Todos por la Patria” que culminó
en una represión sangrienta ordenada por el gobierno alfonsinista. Este hecho aceleró el proceso de quiebre
ideológico de lo que quedaba de la izquierda populista, lo cual se tradujo en el fin de un tipo de militancia política y
social.
El Octubre de 1989 el nuevo gobierno de Menem firmó el primero de los 2 decretos que otorgaban la amnistía a la
cúpula militar, anteriormente condenada por crímenes de lesa humanidad, así como a los altos dirigentes de
Montoneros, la organización armada peronista de los años 70.
Los indultos, que complementaban a aquellas ya firmados por Alfonsín, incitaron una oposición generalizada.
En consecuencia, este conjunto de hechos diferentes pondría de manifiesto una inflexión en los sistemas de acción
colectiva, lo cual sería corroborado luego tanto por la desmovilización y fragmentación de las organizaciones de
derechos humanos, como por la crisis de un tipo de militancia política en los barrios populares. La época que se
abría revelaría una concepción diferente respecto de la relación entre lo social y lo político, en el marco de un nuevo
modelo, marcado por el desdibujamiento de los antagonismos políticos y el aumento de la polarización social.
EL NUEVO ORDEN NEOLIBERAL
Desde 1983 hubo una creciente institucionalización del sistema partidario en la Argentina. Dicha
institucionalización debe interpretarse en el marco de las especificidades del caso argentino, tradicionalmente
caracterizado por un sistema político débil y por una fuerte articulación entre el sistema político, los actores sociales
y el Estado. Esta situación expresaba una anomalía, ya que cuanto más fuertes eran los grupos sociales, menor
parecía ser su expresión orgánica a través de los partidos políticos. Esto se debía, por un lado, a que los sectores
conservadores argentinos nunca pudieron consolidar un partido de derecha fuerte y, por ende recurrían a la
intervención de los militares, y por otro lado, los sectores populares lograron su representación por medio de
partidos-movimientos (yrigoyenismo y peronismo), en los cuales el rol y la autonomía del partido político aparecía
como débil con relación al conductor carismático y, en el caso del peronismo, hacia las corporaciones sindicales.
La progresiva institucionalización del sistema político partidario, se dio con ciertos inconvenientes tales como las
rebeliones militares durante el período de Alfonsín y primer año del gobierno de Menem, como la constante presión
de los grupos económicos, dramáticamente ilustrada por el primer brote hiperinflacionario de 1989 considerada
como un “golpe de mercado”.
Lo propio del período que se abre de 1983, y sobre todo a partir de 1987, es el acercamiento entre los sectores
económicamente dominantes y los partidos políticos mayoritarios.
La acción de los sectores dominantes se orientó a la colonización de los dos grandes partidos políticos existentes, a
través de la infiltración del discurso económico liberal, como eje de la solución de los problemas argentinos.
La puesta en marcha de un nuevo programa liberal, mediante la alianza entre importantes grupos socio-económicos
y el gobierno democrático, se tornaría posible con la asunción de Menem.
nacional-popular: modelo de integración social que el peronismo había puesto en
vigencia en 1945, y luego Alfonsín lo intentó recrear.
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La campaña electoral de Menem se fundó en el llamado populista, pero terminó construyendo una nueva alianza
político-económica que le permitió dar cauce a la demanda de ejecutividad, mediante una estrategia liberal,
orientada a la deslegitimación y desmantelamiento completo del modelo nacional-popular.
La entrada en un nuevo orden liberal puso fin a la distancia entre el sistema de poder y el sistema político.
Se habría una nueva época marcada a la vez, por la polarización y la fragmentación social, así como por la
hegemonía de los grupos económicos en alianza con el partido mayoritario.
La transformación tan radical del proyecto económico exigió una alianza política entre el Partido Justicialista con
los sectores dominantes representados por los grandes grupos económicos (ya no con los sindicatos como lo había
hecho tradicionalmente).
Fue esta nueva alianza la que hizo posible la aplicación de la reforma del Estado, a partir del abandono de una
política de concertación social y de la asunción de una gestión decisionista.
Sólo tras un período signado por la puesta en escena de nuevas alianzas económicas y por un conjunto de planes
sucesivos de estabilización económica, se consolidó en el país la liberalización de la economía, a partir del Plan de
Convertibilidad y la reforma del Estado.
El Plan de Convertibilidad produjo una verdadera transformación de las reglas de juego económicas:
o la paridad entre el dólar y el peso.
o la restricción de la emisión monetaria.
o la reducción de las barreras aduaneras.
o la liberalización del comercio exterior.
o el aumento de la presión fiscal.
o la supresión de los principales mecanismos de control del Estado sobre la economía, a favor de las reglas
del mercado.
o se liberalizó la inversión extranjera en Argentina.
Así se logró salir de la espiral hiperinflacionaria aplicando una severa política de ajuste y de estabilización,
complementada por una política de apertura del mercado nacional a las importaciones y las inversiones extranjeras.
Esta estrategia de shock logró detener la hiperinflación, lo cual contribuyó a recuperar parte de la credibilidad ante
los mercados internacionales, al tiempo que facilitó, en los primeros años del Plan de Convertibilidad, la
recuperación económica y la reducción de la pobreza.
Asimismo, la adopción de la convertibilidad supuso el abandono de una política monetaria autónoma, lo cual
acentuó la dependencia estructural del país frente al mercado internacional y sus sobresaltos coyunturales y no
permitió tampoco desarrollar un nivel de competitividad suficiente.
El nuevo orden impuso un modelo de “modernización excluyente”, impulsando la dualización de la economía y la
sociedad.
La pauta general fue el incremento de la productividad, con escasa generación de empleo y deterioro creciente de las
condiciones laborales.
Asimismo, el nuevo modelo modificó la inserción de la economía en el mercado mundial, ya que la apertura a las
importaciones condujo a una “reprimarización de la economía”.
Las limitaciones propias del modelo de modernización excluyente se harían notorias a partir de 1995, momento en
el cual el crecimiento se estanca, debido a una combinación de elementos externos e internos.
LA REESTRUCTURACIÓN DEL ESTADO
El proceso de reestructuración del Estado fue crucial. El nuevo modelo de gestión se caracteriza por las “5 R:
Reestructuración. Reingeniería, Reinvención, Realineación, Reconceptualización.”
El programa de ajuste, basado en la reestructuración global del Estado, puso en vigor una fuerte reducción del gasto
público, la descentralización administrativa y el traslado recompetencias (salud y educación) a los niveles provincial
y municipal, así como una serie de reformas orientadas a la desregulación y privatización que impactaron
fuertemente en la calidad y el alcance de los servicios, hasta ese momento en poder del Estado nacional.
Las reformas conllevaron una severa reformulación del rol del Estado lo cual trajo como correlato una nueva matriz
social caracterizada por la polarización y multiplicación de las desigualdades. Por otro lado, la desregulación de los
mercados acompañada de la introducción de nuevas formas de organización del trabajo, produjo la entrada en la era
de la flexibilización y la precariedad laboral y una alta tasa de desempleo.
A lo largo de los 90 la dinámica de consolidación de una nueva matriz estatal se fue apoyando sobre tres
dimensiones:
1. el patrimonialismo: característica que asumió el proceso de vaciamiento de las capacidades institucionales del
Estado. Se vincula con la pérdida total de la autonomía relativa del Estado, a través del carácter que adoptaron las
privatizaciones. El proceso de privatizaciones implicó la destrucción de las capacidades estatales, así como la
constitución de mercados monopólicos.
2. el asistencialismo: Refuerzo de las estrategias de contención de la pobreza, por la vía de la distribución de planes
sociales y de asistencia alimentaria a las poblaciones afectadas y movilizadas.
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3. el reforzamiento del sistema represivo institucional: Reforzamiento del sistema represivo institucional,
apuntando al control de las poblaciones pobres, y a la represión y criminalización del conflicto social.
El Estado aumentó su poder de policía, deslizándose hacia un “Estado de Seguridad”.
EL IMPACTO DEL PROCESO DE PRIVATIZACIONES
El proceso de reestructuración del Estado mediante las privatizaciones tuvo 2 etapas:
1) Primer Etapa de Privatizaciones: Desde 1989 (asunción de Menem) hasta 1991. Este período abarcó la
transferencia a manos privadas de las empresas relativas a los medios de comunicación y de transporte. (Ej.
ENTEL, Aerolíneas Arg, Red vial y líneas de ferrocarriles, Canles de tv y radios, Petroleras,etc.)
Esta etapa estuvo acompañada por fuertes conflictos laborales, con movilizaciones de los trabajadores.
2) Segunda Etapa (1991-1994) Servicios Públicos:
Esta etapa abarcó la privatización del servicio eléctrico, gasífero, de agua y cloacales, así como también el resto de
los ferrocarriles, las áreas petroleras remanentes, las firmas siderúrgicas, aprox. 500 edificios públicos, red de
subterráneos, el mercado de haciendas, el hipódromo, etc.
Esta fase estuvo menos marcada por los conflictos sindicales porque el Estado prometió la distribución de acciones a
los trabajadores, garantizando una participación de los sindicatos en el proceso de privatización.
El impacto social del desguace del estado sobre el empleo fue devastador. Por lo general. los despidos masivos se
combinaron con planes de retiro más o menos compulsivos, implementados en un lapso muy breve, durante el
período previo a la privatización cuando las empresas eran declaradas “sujetas a privatización”.
Las consecuencias de este proceso se hicieron visibles en el aumento de la proporción de empleo precario y en
negro. La ausencia de una planificación y una estrategia de reconversión económica hizo que parte de las
indemnizaciones desembocara en emprendimientos comerciales individuales (kioscos, remiserías) o fuera destinada
al consumo y adquisición de bienes (autos, casas). Poco tiempo después, gran parte de estos comercios cerraron y
parte de los bienes fueron vendidos aumentando la desocupación en un nivel muy superior al resto del país.
Se realizaron un conjunto de reformas laborales que trajeron aparejado el desmantelamiento del marco regulatorio
anterior, fundado en los derechos del trabajador y el poder de negociación de los sindicatos.
Así, la implementación de un modelo de acumulación flexible produjo una estructuración diferente del mercado de
trabajo, reflejada en la multiplicación de las formas de contratación (empleo autónomo, tercerización,
subcontratación, trabajos temporarios.) Ello se hizo efectivo en 1991, gracias a la sanción de la Ley 24.013 o
“Nueva Ley de Empleo”. Esta ley planteaba una doble estrategia: por un lado, la flexibilización del contrato de
trabajo formal y la creación de “nuevas modalidades de contratación” destinadas a facilitar la entrada y la salida del
mercado de trabajo; por el otro, el desarrollo de políticas sociales compensatorias. También redujo los aportes
patronales a la seguridad social, modificó las normas sobre accidentes y enfermedades laborales y creó un seguro de
desempleo que cubría sólo ciertos sectores del mercado formal.
En fin, la precarización laboral fue acompañada por nuevas formas de contratación por medio de los contratos de
“prestación de servicios” y la derivación a terceros o externalización.
Más aún, estas transformaciones aceleraron el proceso de quiebre del poder sindical y acentuaron el proceso de
territorialización de las clases populares, visible en el empobrecimiento y la tendencia a la segregación socioespacial. (Ej. la autosegregación de las clases medias superiores en urbanizaciones privadas, así como la segregación
obligada de los excluidos del modelo hacia las villas de emergencia y asentamientos).
MODERNIZACIÓN EXCLUYENTE Y ASIMETRÍAS REGIONALES
El doble proceso de modernización y exclusión se reprodujo en cada una de las regiones que integran el sistema
económico nacional.
La política de apertura económica significó el desmantelamiento de la red de regulaciones que garantizaban un
lugar a las economías regionales en la economía nacional.
Esta política mantuvo las asimetrías regionales preexistentes, al tiempo que conllevó a la crisis y desaparición de
actores sociales vinculados al anterior modelo (economías regionales ligadas a empresas estatales, pymes,
minifundios) y en muchos casos condujo a la reprimarización de la economía, a través de la expansión de enclaves
de exportación.
El proceso de modernización excluyente implicó la introducción de un nuevo modelo agrario. El nuevo modelo trajo
consigo aumentos importantes de la producción y la productividad. Pero afectó severamente a pequeños y medianos
propietarios, favoreciendo la concentración de la producción en unidades de mayor tamaño.
Así, en primer lugar durante los primeros años de la década del 90, el discurso oficial se centró en dos ejes: la
modernización, mediante la incorporación de nuevas tecnologías, y la competitividad, mediante la producción en
gran escala.
25
En segundo lugar, el proceso de apertura económica posibilitó la introducción de nuevas tecnologías que
modificaron bruscamente el modelo local de organización de la producción, orientada a l mercado externo (ej.
producción de soja transgénica).
Durante la década del 90 asistimos al final de la “excepcionalidad argentina” en el contexto latinoamericano que
consistía en la presencia de una lógica igualitaria en la matriz social. La excepcionalidad fue incluyendo fuertes
referencias a un modelo de integración favorecido por la existencia de un Estado Social y por último, involucraba
tanto a las clases medias como a las clases populares.
Las transformaciones de los 90 desembocarían en un inédito proceso de “descolectivización” de vastos sectores
sociales, y que hace referencia a la pérdida de los soportes colectivos que configuraban la identidad del sujeto y, por
consiguiente, a la entrada en un período de “individualización” de lo social.
Al ritmo de las privatizaciones, las desindustrialización y el aumento de las desigualdades sociales, el paisaje urbano
también reveló transformaciones importantes.
Al empobrecimiento visible de importantes centros regionales hay que sumarle la imagen desoladora que presentaría
el cordón industrial de las áreas centrales, como Bs. As., Córdoba y Rosario.
El proceso de descolectivización y desincorporación producido por el colapso de los marcos sociales y laborales que
acompañó a la privatización de las empresas públicas incluyó también la destrucción de las identidades individuales
y sociales, afectando especialmente los contornos tradicionales del mundo masculino, ya que estos factores
impulsaron la entrada de las mujeres en el mercado laboral.
CAPÍTULO 2
MUTACIONES DE LA POLÍTICA Y MODELO DE DOMINACIÓN
GLOBALIZACIÓN Y NUEVA DEPENDENCIA
En líneas generales, la globalización puede ser considerada como un proceso de superación de las fronteras
políticas, sociales y económicas, lo cual está en el origen de la transformación del Estado nacional y la emergencia
de nuevas formas de soberanía, así como de una nueva articulación entre economía y política.
Este proceso implicó el desmantelamiento de los marcos de regulación colectiva y la afirmación de la primacía del
mercado, en función de las nuevas exigencias del capitalismo. Al mismo tiempo, esto supuso un debilitamiento del
Estado nacional como agente regulador de las relaciones económicas, así como el surgimiento de nuevas fronteras y
nuevas formas de soberanía.
Todo ello tarjo aparejada una nueva división del trabajo internacional, que benefició a las naciones desarrolladas y
potenció las asimetrías entre las naciones del Norte y del Sur.
La gravedad de la crisis que atravesaban los países latinoamericanos a fines de los 80 daba cuenta del agotamiento
del modelo de acumulación anterior, visible en la crisis fiscal del Estado, el creciente endeudamiento externo y la
entrada en un contexto de hiperinflación.
Pero reconocer el agotamiento del modelo anterior no significaba que la única solución a la crisis fuera la salida
neoliberal.
En América Latina, la entrada en un nuevo orden socio-económico implicó la conjunción de dos procesos
diferentes: por un lado, la profundización de la trasnacionalización de la economía, por el otro, la reforma drástica
del aparato estatal, que produjo el desmantelando del marco regulatorio del régimen anterior.
Este doble proceso desembocó en la institucionalización de una nueva dependencia, cuyo rasgo común sería la
exacerbación del poder conferido al capital financiero, por medio de sus principales instituciones económicas (FMI,
Banco Mundial).
La economía se separó y autonomizó, disociándose bruscamente de otros objetivos, entre ellos, la creación de
empleo y el mantenimiento de un cierto estado de bienestar; ejes del modelo de acumulación anterior.
En estas latitudes el proceso de reestructuración del Estado fue crucial. El Estado fue reformulado y reapareció bajo
nuevos ropajes (la triple dimensión: patrimonialismo, asistencialismo y reforzamiento del sistema represivo
institucional).
En consecuencia, en diferentes países periféricos se impuso un esquema de crecimiento económico disociado del
bienestar del conjunto de la sociedad, esto es, una “sociedad excluyente”, modelo donde convergen modernización
económica y dinámica de polarización social.
En Argentina, la confluencia de una tradición hiperpresidencialista y una visión populista del liderazgo (marcada
por la subordinación de los actores sociales y políticos al líder), aceleró la desarticulación de lo económico respecto
26
de lo social, al tiempo que garantizó el proceso de construcción política de una suerte de “nueva soberanía
presidencial”, frente al vaciamiento de la soberanía nacional.
Se fue configurando un modelo de dominación apoyado sobre tres ejes centrales:
1. la sumisión de la política a la economía.
2. la consolidación de una democracia presidencialista fuertemente decisionista.
3. el desarrollo de nuevas estructuras de gestión, que condicionaron el hacer político tanto “desde arriba”
como “hacia abajo”.
LA SUMISIÓN DE LA POLITICA A LA ECONOMÍA
El rasgo más notorio del “modelo argentino” fue el alcance que tuvo la subordinación de la política a la economía,
como resultado del reconocimiento de la “nueva relación de fuerzas”.
La pérdida de autonomía de la política con relación a la economía puede leerse en dos niveles:
1. La primacía de la economía adoptó distintos registros de inflexión. Esto aparece reflejado en la retórica de
Menem haciendo hincapié en la urgencia de la crisis o “situación desesperada”. Esta estrategia de
legitimación tenía como objetivos subrayar el carácter ineluctable de las reformas para desactivar las
críticas al nuevo programa y hacer desaparecer el carácter político de la decisión. Reconociendo y
aceptando de entrada la pérdida de autonomía de la política, la estrategia tendía a despolitizar las
decisiones.
2.
La subordinación de la política a la economía condujo a una naturalización de la globalización, en su
versión neoliberal. Se naturalizó la nueva dependencia, al darse por sentada la identificación entre el orden
liberal y la nueva dinámica globalizadora.
La inocultable rigidez del modelo estaba vinculada a las proporciones que tomó la nueva dependencia, a través de la
reducción del espacio de la política y la centralidad de los mandatos económicos; pero también al efecto traumático
e inhibidor de la hiperinflación en los comportamientos sociales de los argentinos. Así, con el correr de los años,
transformada en imperativo categórico, la “convertibilidad” funcionaba no sólo como el máximo principio de
regulación de la sociedad post-inflacionaria, sino, en el límite, como único principio de legitimidad en medio de la
recesión económica y la inestabilidad de las posiciones sociales.
La sumisión de la política a la economía tuvo su expresión en un acto único (el viraje neoliberal, realizado en 1989),
que hizo hincapié en el argumento de la crisis y la situación desesperada, ésta se fue construyendo y prolongando en
movimientos sucesivos, mediante los diferentes arreglos políticos e institucionales. Finalmente, lo que al inicio de la
década apareció, en medio de una crisis mayor, como una aceptación de la pérdida de autonomía de la política, a lo
largo de una década de convertibilidad, terminó por convertirse, durante el gobierno de Fernando de la Rúa, en una
suerte de horizonte insuperable, anclado en la sola certeza de la estabilidad de la moneda.
EL GIRO PRESIDENCIALISTA: ENTRE EL DECISIONISMO Y EL PERSONALISMO
Pese a su reconocida subordinación al “nuevo orden económico”, la década del 90 no implicó en absoluto una
evacuación de la política. En realidad, este proceso fue acompañado por una práctica política decisionista, así como
por la consolidación de un tipo de liderazgo personalista.
El decisionismo es un estilo político en el cual el líder interviene como autoridad soberana y fuente absoluta de la
decisión política.
En términos institucionales, el proceso de construcción de la soberanía presidencial aparece ilustrado por los
decretos de “necesidad y urgencia” que la Constitución habilita para el caso de las “situaciones extraordinarias”, y
en el uso de veto presidencial.
El resultado fue un “decretismo”, que amplió las facultades del Ejecutivo, otorgándole el poder de legislar, y
facilitándole obviar las dificultades de una confrontación democrática.
A su vez, este proceso de construcción de la soberanía presidencial fue favorecido por una democracia de tipo
presidencialista.
La práctica política de concentración del poder, orientada hacia el control y dominio de diferentes actores sociales
tanto hacia adentro, con relación al partido político y las corporaciones sindicales, como hacia fuera, en referencia a
las fuerzas militares y la posición política, permitió a Menem disciplinar vastos sectores sociales y estructurar un
nuevo consenso. Esta política se prolongó en los gobernantes que lo sucedieron hasta el presente.
Esta tendencia a la normalización del “Estado de excepción”, visible en la concentración de poder en el Ejecutivo y,
por ende, en la alteración de la división republicana de poderes, alcanzó 2 situaciones extremas:
1) los poderes extraordinarios otorgados a Menem en la primera etapa de su gobierno y,
2) la cesión de poderes otorgada al Min. de Economía Cavallo en el último tramo del gobierno de De la Rúa.
27
El segundo rasgo asociado al nuevo estilo político es la proliferación de liderazgos personalistas. El tipo de
liderazgo personalista se fue consolidando a partir de 1983. Esta nueva figura se halla asociada al proceso de
restablecimiento del juego democrático. Su surgimiento corresponde a una situación de crisis social, de
ingobernabilidad, de descomposición de antiguos actores sociales, incluso de anomia. Estos nuevos procesos dan
lugar a una serie de popularidades evanescentes y transitorias. El interés por su persona es momentáneo y, ligado al
deseo de descubrir la “persona” detrás del rol. La identificación es con la persona del presidente y no con la figura
de líder carismático. El liderazgo personalista se coloca más cerca de un “carisma de situación”; fenómeno que no
está determinado por los componentes mesiánicos del líder sino por un estado de stress agudo en la sociedad que
predispone a la gente.
En resumen: mientras que el líder carismático se vincula con lo político desde la distancia en la cual lo colocan sus
supuestas cualidades excepcionales, el actual líder personalista asegura una forma de vinculación gracias a la
proximidad de su carácter. El líder personalista actual es un fruto de la situación: un “agente”, antes que un “actor”.
De ahí que en algunos casos, la personalización del liderazgo pueda dar lugar a la consolidación de figuras
desprovistas de todo carisma político (De la Rúa, Kirchner). Como la identificación se realiza con los límites de la
persona, sólo dura mientras los límites humanos se encubren detrás del prestigio de la función.
El período que se abre a partir de 1989 instala un vaivén constante, atravesado de tensiones y ambivalencia no
siempre circunstanciales, entre la afirmación decisionista y la tentación delegativa.
La consolidación de este tipo de liderazgos va acompañada de la importancia que han cobrado los medios masivos
de comunicación. Los liderazgos personalistas tendieron a apoyarse en una lógica más bien mediática, más que en
las estructuras de base.
Uno de los corolarios de este proceso fue que se aceleró la desarticulación de lo político respecto de lo social, y la
política se tornó cada vez más autorreferencial, es decir, se encapsuló, como lo ilustran la autonomía de los líderes y
los partidos con relación al electorado y la tendencia de la llamada “clase política” a realizar acuerdos secretos,
sustrayendo las decisiones políticas incluso al debate parlamentario. (Ej. Pacto de Olivos: reforma de la CN para la
reelección de Menem).
La situación descripta anteriormente da lugar a la consolidación de “democracias delegativas”, en las que la
situación de crisis y emergencia socioeconómica heredada, así como la debilidad de los actores sociales, conducen
al presidente a arrogarse la potestad absoluta. Este tipo de democracias se caracterizan por la falta de rendición de
cuentas horizontal (hacia los otros poderes y su propio partido) y vertical (hacia sus electores).
La consolidación de un estilo político decisionista viene a expresar la convergencia entre una tradición
hiperpresidencialista, un vínculo populista (caracterizado por la subordinación de los actores sociales y políticos al
líder), y un liderzazo personalista.
LA TRIPLE INFLEXIÓN DE LA POLÍTICA COMO “GESTIÓN”
La tercera inflexión se refiere al pasaje a un determinado modo de “hacer política” vinculado al mandato de los
organismos multilaterales, que puede ser sintetizado como un nuevo modelo de gestión estatal.
Las nuevas estructuras de gestión se asientan sobre tres características fundamentales:
1. la exigencia de profesionalización,
2. la descentralización administrativa y
3. la focalización de la política social.
A su vez, estas estructuras se nutren de un modelo de gerenciamiento, “la cultura del management”, que se propone
alcanzar una mayor eficacia mediante la reducción de los costes y la adecuación a la demanda del beneficiario,
planteando una distancia crítica tanto respecto del tradicional estilo político como del tipo burocrático clásico.
Así, frente al primer modelo, plantea la necesidad de llevar a acabo una nueva división del trabajo político,
profesionalizando las funciones; frente al segundo, postula la descentralización administrativa y la focalización en el
tratamiento de los problemas, con el objeto de lograr una mayor eficiencia y “equidad”.
Dentro del nuevo modelo de gestión adquiere centralidad la figura del experto. Según esta concepción, la
profesionalidad y el conocimiento colocarían al experto en una posición óptima para aprehender el interés público o
general y, en consecuencia, para implementar las políticas más adecuadas.
Lo particular en el nuevo modelo es el lugar privilegiado que ha ido cobrando el experto en economía. Este modelo
se impondría en Argentina a partir de 1989 como un mandato político obligatorio. Esto aparece ejemplificado por el
hecho de que, en la actualidad, cualquier político con aspiraciones electorales debe contar con sus equipos técnicoeconómicos.
El modelo argentino ha encarnado la vinculación orgánica entre elites tecnocráticas y mundo empresarial.
28
Así, una de las claves del período fue la rápida conformación de un nuevo entramado económico, una especie de
“comunidad de negocios”, entre grupos económicos nacionales y empresas trasnacionales, asociados en la
adquisición de empresas estatales privatizadas.
La fuerte imbricación entre el equipo económico y los grupos privados favoreció y potenció de manera decisiva este
proceso, lo cual contribuyó a la instalación de un Estado patrimonialista.
Por último, el nuevo estilo de gestión incorporó un esquema binario o polar, que derivaba del diagnóstico que la
elite tecno-política hacía de la crisis. En consecuencia, en nombre de la eficiencia y modernización, el léxico de los
funcionarios se fue nutriendo de oposiciones binarias, de fuerte connotación excluyente.
moderno/eficiente = viable → (asociado al nuevo estilo de gestión)
atrasado/ineficiente = no viable → (anterior estilo de gestión)
Ahora bien, el viejo estilo de gestión englobaría nada menos que al conjunto de las empresas estatales, numerosas
economías regionales y, por supuesto, la totalidad de las administraciones provinciales. Todo esto fue catalogado
por el nuevo modelo como “inviable”.
El nuevo estilo de decisión se aplicó sobre todo en las áreas centrales -y nacionales- de la economía argentina,
mediante la implementación sistemática de una política social focalizada y la descentralización administrativa.
Las consecuencias fueron múltiples:
- la focalización trajo consigo una orientación hacia una política social particularista destinada a aliviar la pobreza;
- la descentralización, por su parte, implicó el trasvasamiento de responsabilidades administrativas del Estado
nacional a los municipios y provincias.
Ambos procesos, piezas claves de la reforma del Estado, conllevaron una reformulación de la relación con los
sectores populares, visible en la tendencia a reducir la política a la gestión de las necesidades básicas, así como en la
emergencia de nuevas fronteras entre política local y acción territorial.
La focalización indicó un claro giro de la política hacia el mundo de las necesidades básicas, mediante la
multiplicación de las formas de intervención territorial en el mundo popular. Recordemos que los signos iniciales de
este viraje comienzan a manifestarse a partir de 1987, con la implementación de las primeras políticas sociales
focalizadas, destinadas a los habitantes cadenciados de los barrios. El Plan PAN (Programa Alimentario Nacional),
lanzado en 1985, durante el gob. de Alfonsín, es un ejemplo de ello. Sin embargo, estas nuevas estrategias de
intervención social se consolidan en el nivel provincial durante la gestión de Cafiero, para ser, finalmente,
implementados en escala nacional a partir de Menem.
Como correlato de estas estrategias de intervención, en la década del 90 emergió un entramado político constituido
por una red de nuevos militantes sociales, fuertemente dependientes de la ayuda del Estado.
En resumen, la consolidación de las nuevas estructuras de gestión pondría al descubierto la emergencia de un nuevo
modelo de dominación, no sólo “hacia arriba”, su puesta en marcha se tradujo en una nueva y estrecha articulación
entre elites técnicas y grupos privados, sentando las bases de lo que Basualdo llamaría una nueva comunidad de
negocios. “Hacia abajo” el nuevo modelo fue consolidando una matriz asistencial, a partir del desarrollo de
estrategias de contención de la pobreza, por la vía de la distribución de planes sociales y de asistencia alimentaria a
las poblaciones afectadas y movilizadas. La nueva división del trabajo político apuntó también a encapsular el
conflicto en los barrios ya despolitizar la figura del militante. En la medida en que la situación social se fue
agravando y la política implementada por el Partido Justicialista fue contestada por nuevos actores sociales, el
Estado debió intervenir, tanto para desarrollar planes de contención social más vastos, como para reforzar el sistema
represivo institucional, judicializando y reprimiendo el conflicto social.
LOS AVATARES DEL MODELO DE DOMINACIÓN POLÍTICA (1989-2001)
A los largo de los 90 se fue configurando un nuevo modelo de dominación política; el mismo que, con ciertas
variantes, impera aún en Argentina (2005).
Pese a la continuidad del modelo de dominación política en el marco de la nueva dependencia, se han venido
manifestando una diversidad de estilos políticos en los últimos quince años.
En lo que se refiere al período analizado que comprende entre 1989 y 2001, el modelo de dominación política
encontró una nueva inflexión durante el gob. de De la Rúa. (1999-2001).
- subordinación de la política a la economía. (recesión, ajustes, arreglos con FMI)
- rápida licuación del capital político de la Alianza.
- cuestionamiento de la capacidad de conducción del presidente.
La sumisión al poder económico terminó por habilitar el retorno triunfal de Cavallo.
Con Menem pudimos ver el éxito de la gestión decisionista y el “personalismo” del liderazgo que permitieron
pensar la política como algo más que “clientelismo afectivo”, orientado a la gestión de las necesidades básicas.
En cambio con la Alianza, pese a que una de sus mayores promesas fue la de depurar las instituciones e impulsar la
apertura del espacio público esto no pudo ser alcanzado poniendo en evidencia la incapacidad de De la Rúa de
desempeñar el rol y de sostener un “efecto de posición”, que caracteriza al liderazgo personalista.
29
Los componentes de dominación político se fueron desarticulando uno tras otro. Completamente desmantelado, el
principio rector - el dictado de lo económico y la sacralización de la convertibilidad- continuaba su fuga hacia
adelante, tras los sucesivos ajustes y aparentes “soluciones al problema de la deuda, pactados con los organismos
multilaterales de crédito (blindaje, megacanje, etc.) En medio de una recesión sin precedentes, el modelo de
dominación se desarticulaba por completo.
***
La naturalización de la relación entre globalización y neoliberalismo tuvo dos consecuencias mayores:
1) Contribuyó al desdibujamiento de la política entendida como esfera de deliberación y participación, como
espacio de disputa y de conflicto, en función de los diferentes modelos de sociedad existentes.
2) La reducción de la política potenció la desarticulación entre el mundo de la política institucional y las
formas de politización de lo social.
El intento de sutura de la política en el marco del nuevo orden económico originó importantes tensiones y conflictos
en la sociedad, que abrieron la brecha para un doble cuestionamiento del modelo dominante. Así mientras que el
primer fenómeno - la suspensión de la política como esfera de deliberación- dio origen a un discurso político
centrado en la demanda de transparencia y la apelación al “buen funcionamiento” de las instituciones republicanas,
el segundo -la politización de lo social- desembocó en la acción colectiva no-institucional.
Ambas demandas interpelaban al Estado de distintas maneras.
La 1ª aspiraba a erosionar las bases del Estado patrimonialista, en función de un discurso moralizador, apoyado en la
denuncia de la corrupción de la clase política y la no separación de los poderes. Esta fue canalizada por los nuevos
partidos centro-izquierda (Frepaso).
La segunda responsabilizaba al Estado por la situación de precarización y exclusión que padecían vastos
contingentes de argentinos, vehiculizando las demandas de inclusión social. Esta demanda tendió a generar nuevas
formas de participación, cuyo corolario fue la innovación de las formas de autoorganización de los social y la
ampliación de las bases asistenciales del Estado.
4. TORRADO: Procreación en la Argentina (7004)
En esta historia hay un hito – la crisis internacional de 1930 – que separa dos etapas de muy distinta naturaleza: la
primera, caracterizada por la prolongada vigencia de una estrategia de desarrollo basada en el sector agroexportador;
la segunda, asentada en la industrialización sustitutiva para el mercado interno (aunque esta última se diferencia
internamente).
Antes de 1930: el modelo agroexportador
Las transformaciones que experimenta la economía argentina a partir de la segunda mitad del siglo XIX están
directamente determinadas por la coyuntura de los mercados internacionales de materias primas por ese entonces,
signada por el notable acrecentamiento de su demanda en los países que se consolidaban como centros industriales,
fundamentalmente en Europa. Se induce así una nueva división internacional del trabajo que favorece la
incorporación a la economía mundial de las regiones productoras de bienes primarios, vía la inversión de capitales y
las migraciones internacionales desde el centro a la periferia. La Argentina fue uno de los países donde este proceso
se verificó en forma típica. Las élites ilustradas que condujeron al país durante este período – totalmente
subordinadas a los grandes propietarios terratenientes de la pampa húmeda – se abocaron entonces a resolver cuatro
cuestiones prioritarias:
a) la organización nacional;
b) la atracción de capitales externos que posibilitaran el desarrollo de formas modernas de producción agropecuaria;
c) la promoción de la inmigración europea;
d) la educación universal y obligatoria.
La unidad nacional y la organización institucional (que se completaron hacia 1880, después de varias décadas de
luchas civiles) eran indispensables para asegurar las inversiones extranjeras y la continuidad de las actividades
económicas. Los nuevos capitales debían permitir la modernización productiva y, sobre todo, asegurar la
implantación de un sistema nacional de transporte (que se centró en el tendido ferroviario) que posibilitara la
movilización de bienes y personas de acuerdo a la nueva dinámica económica. La promoción de la inmigración
europea tenía por objetivo “poblar el desierto”, modificando de paso sustancialmente la composición de la población
criolla de antigua raigambre. La universalización de la educación buscaba asemejar el elemento humano nacional al
de los países europeos que servían de paradigma. Puede considerarse que todos estos objetivos se alcanzaron durante
el lapso 1870 – 1930. En efecto, durante esas seis décadas se incrementaron vertiginosamente el volumen y el valor
de las exportaciones, el capital instalado, el producto nacional y el producto per capita (esto último a pesar del
notable incremento de la población).
Otros efectos no previstos se derivaron de la obstaculización del acceso de los inmigrantes a la producción
agropecuaria como producto de la persistencia de un régimen de propiedad de la tierra que – sobre todo en la zona
pampeana – implicaba altísima concentración latifundiaria. El asentamiento en las ciudades de la mayoría de los
recién llegados, propició una temprana e importantísima urbanización en las áreas que se incorporaron a las nuevas
actividades agroexportadoras, la que fue acompañada por una muy incipiente industrialización ligada a la
30
preparación de productos primarios para la exportación y por un muy considerable desarrollo del sector terciario
(comercio y servicios).
Entre 1889 y 1914 la tasa de crecimiento intercensal de la población es notablemente alta (igual o superior al 30%),
un ritmo cuya mayor parte es atribuible a la inmigración europea. Dado que su localización espacial no fue uniforme
en el territorio nacional, dicho porcentaje es sustancialmente superior en las grandes ciudades de la región
pampeana. Nótese también que, entre esas dos fechas censales, el porcentaje de población urbana subió de 29% a
53% (en función del asentamiento de los inmigrantes extranjeros) y que el porcentaje de analfabetos descendió de
71% a 37%.
En lo que concierne a la estratificación social, ese perfil se trastoca profundamente durante la vigencia del modelo
agroexportador: se aprecia la rapidísima expansión de los sectores medios, que pasan del 10% de la población
activa en 1869, a 25% en 1895. Si este análisis se limita exclusivamente al sector “urbano”, los resultados son aún
más espectaculares ya que el volumen de los estratos medios se cuadruplica, con creces, pasando del 5% a 22%. Una
evolución semejante debió verificarse hasta mediados de los años 30. Todo lo anterior significa que, en menos de
una generación, surgió un amplio estrato medio, por lo que, necesariamente, sus miembros debieron reclutarse entre
los estratos populares, urbanos y rurales, y la movilidad social resultante debió ser no sólo de carácter
“intergeneracional” sino también de naturaleza “intrageneracional”, esto último sobre todo entre los extranjeros cuya
extracción social originaria era por demás modesta.
Para el período de la inmigración masiva, el hecho fundamental que afectó la movilidad social en la Argentina
durante esta etapa – en extremo elevada por comparación a patrones internacionales – fue el crecimiento muy rápido
de la proporción de estratos medios que acabamos de reseñar. Debido a esta expansión estructural (y en la hipótesis
de ninguna movilidad de descenso entre las personas de origen medio 11), durante dicho período, en la población
total, por lo menos un 20% de las personas de origen popular ascendió a los estratos medios, lo que a su vez
implicaba que el 66% de los individuos ubicados en posiciones ocupacionales de clase media eran de origen
popular, habiendo ascendido vía intergeneracional o intrageneracional. Estos parámetros eran notoriamente
diferentes entre la población nativa y la extranjera. Las cifras indican que el proceso de movilidad social ascendente
fue mucho más acentuado entre los extranjeros – que representaban en esa época entre 50% y 60% de los estratos
medios.
Por otra parte, los datos precedentes se refieren a todo el territorio nacional cuando, en realidad, las tasas de
movilidad debieron haber sido muy desiguales entre regiones, en razón del muy dispar desarrollo del país durante el
modelo agroexportador. En efecto, dado que los cambios estructurales se concentraron por entonces en el Área
Metropolitana y en la región pampeana, la ampliación de los estratos medios debió haber sido comparativamente
mucho más marcada en estas áreas (que son también las que absorbieron prácticamente todos los flujos migratorios
externos). Al finalizar el modelo agroexportador con la gran crisis mundial, sin embargo, se percibían ciertos
aspectos negativos en el sistema socio – económico que el proceso, bien dejó intactos, bien engendró. Entre los
primeros, el más importante era la persistencia – sobre todo en la zona pampeana – de un régimen de propiedad
fundiaria que actuó como determinante fundamental del futuro desarrollo agropecuario. Entre los segundos, el más
grávido de consecuencias era, sin duda, el grado de dependencia externa (respecto a la demanda de productos
agrícolas y a la entrada de nuevos capitales) en que se había situado la economía argentina, fenómeno que se designa
habitualmente con la expansión “vulnerabilidad económica externa”.
Ahora bien, una de las principales consecuencias de la crisis de 1930 fue la modificación sustancial del sistema que
había regido hasta entonces el comercio internacional, sobre todo entre el centro y la periferia. En la Argentina,
pues, las consecuencias de la depresión fueron inmediatas y se tradujeron en disminución de las exportaciones,
deterioro de la relación de intercambio entre los productos nacionales y los bienes de importación, drástica
disminución de la entrada neta de capitales, aumento de los servicios de la deuda externa, cierre del país a la
inmigración extranjera, etc. Razones todas que explican el viraje sustancial de la orientación de los modelos de
desarrollo a partir de 1930.
Después de 1930: la industria como eje del desarrollo
En efecto, como consecuencia de la crisis mundial, la Argentina debe abandonar el modelo agroexportador. Se inicia
entonces un proceso de desarrollo basado en la industrialización sustitutiva de importaciones que habría de perdurar
casi 50 años, aunque con sensibles diferencias en las tres estrategias (“justicialista”, “desarrollista” y “aperturista”)
que se suceden en este lapso.
Antes de entrar a analizar cada modelo, señalemos que tienen un rasgo común, por lo menos en lo que concierne al
empleo: si bien a diferente ritmo, todos indujeron al crecimiento de actividades no – agropecuarias, razón por la
cual, invariablemente, se verificó una notable transferencia de mano de obra agropecuaria hacia los sectores
“urbanos” (migraciones internas de la población nativa).
Por otra parte, en lo que concierne a la movilidad social también pueden señalarse algunos rasgos permanentes a lo
largo de los tres modelos: la expansión contínua de la educación formal en el conjunto de la población: el fenómeno
de devaluación de las credenciales12, el acceso diferencial de cada estrato a cada nivel educacional (en especial, la
11
Una hipótesis irrealista, ya que el propio Germani demuestra que existió en todo momento un volumen no
despreciable de movilidad descendente.
12
Las expresiones “devaluación educacional” o “devaluación de las credenciales” designan un proceso en el que la
exigencia de credenciales o títulos educativos para acceder a una misma posición ocupacional va creciendo
31
práctica inexistencia de la educación como canal ascencional para la clase obrera) en fin, el crecimiento demográfico
diferencial entre estratos (más lento en los de clase media).
El modelo justicialista 1945 – 1955
El período 1930 – 1945 estuvo signado por el estancamiento de la actividad agropecuaria tradicional y por el
estímulo a la actividad industrial, verificándose concomitantemente una moderada implantación de capital extranjero
mediante la inversión directa en actividades industriales que funcionaban en condiciones oligopólicas. Sin embargo,
hacia 1945, predominaban en la estructura industrial las empresas pequeñas y medianas de capital nacional. En el
plano político, varias estrategias alternativas de industrialización se disputaban la hegemonía a comienzos de la
década de 1940. En estas circunstancias, en 1945 hace su aparición el movimiento que lidera el General Juan
Domingo Perón como expresión de una nueva alianza de clases: la de la clase obrera y los pequeños y medianos
empresarios industriales. El nuevo bloque, apoyado en una línea nacionalista de las FFAA es portador de un
proyecto de desarrollo industrial radicalmente distinto al propugnado hasta ese momento por las diversas tradiciones
de la antigua clase dominante.
En esta estrategia – de corte “distribucionista” – la industria constituye el objetivo central del proceso de desarrollo.
Se impulsa una industrialización sustitutiva basada en el incremento de la demanda de bienes de consumo masivo en
el mercado interno, la cual es generada a través del aumento del salario real. El modelo requiere así medidas
redistributivas del ingreso que impulsan la demanda interna y la ocupación industrial y, por lo tanto, la acumulación.
El principal mecanismo para lograr estos objetivos fue la reasignación de recursos para la producción a través de la
acción del Estado. Ello se logró mediante la expropiación parcial de la renta agraria a través de la nacionalización
del comercio exterior de productos agropecuarios, transfiriendo los recursos así obtenidos al financiamiento del
desarrollo industrial centrado en industrias de consumo masivo (particularmente, alimentos y textiles). Las medidas
que impulsaron la industrialización (tales como la protección arancelaria, el privilegio fiscal, el crédito subsidiado,
el estímulo a la importación de bienes de capital, el manejo selectivo del control de cambios, etc) beneficiaron sobre
todo a los pequeños y medianos empresarios de origen nacional y, paralelamente, a los asalariados industriales. Por
otra parte, el Estado también extiende su campo de acción económica y social al nacionalizar o crear importantes
empresas de servicios públicos, y al acentuar su estrategia redistributiva a través de la asignación creciente de
recursos a la educación, la salud, la vivienda y la seguridad social.
El balance de la estrategia justicialista de sustitución “fácil” de importaciones se traduce, en primer término, en
altísimos niveles de creación de empleo “urbano”, logrados en un contexto de plena ocupación. Debe destacarse que
– por única vez en la historia de la Argentina moderna – la industria manufacturera asume el liderazgo de ese
proceso, expandiéndose con un perfil interno que, a pesar del predominio absoluto de las pequeñas empresas en el
conjunto de las nuevas plantas que entonces se establecen, favoreció netamente la creación de puestos asalariados
tanto de clase obrera como de clase media. En efecto, el rasgo más específico del modelo justicialista fue su superior
capacidad de creación de empleo industrial, aunque no puede afirmarse que la industrialización sustitutiva de esta
etapa liderara un importante crecimiento de la economía. Empero, también fue importante en este lapso la creación
de empleo por parte de los otros dos sectores no agropecuarios (construcción y terciario).
En lo que concierne a la estructura social, puede observarse que hasta 1945, la población activa “urbana” contenía
cerca de 40% de puestos de clase media y 60% de puestos de clase obrera, con neto predominio del empleo
asalariado en ambos colectivos. En total, las posiciones asalariadas representaban 72% del empleo global, un nivel
definitivamente asimilable a países capitalistas relativamente desarrollados. Por un lado, el crecimiento global del
empleo involucró en forma más o menos pareja tanto al empleo asalariado como al empleo autónomo (empleadores
y cuenta propia), de suerte que puede estimarse que, hacia 1955, la distribución de posiciones desde esta óptica era
bastante similar al comienzo alrededor de 72% de asalariados y 28% de autónomos. Por otro, si bien es cierto que la
clase media crece algo más rápido que la clase obrera, este lapso es el de menor distancia relativa entre las
velocidades de expansión de ambos colectivos, al tiempo que también en ambos se incrementa más velozmente el
estrato asalariado. A mediados de la década del 50, el volumen de la clase media es algo superior (habría pasado,
digamos, del 41% al 43%) y algo inferior el de la clase obrera (de 59% a 57%). Pero la composición interna de cada
clase había cambiado muy poco respecto al momento inicial, aunque se observe una incipiente asalarización de la
clase media y, por única vez, una levísima asalarización de la clase obrera. En lo que respecta a la movilidad social,
los migrantes internos alimentaron principalmente la expansión del estrato obrero asalariado (lo que puede
considerarse un movimiento ascendente, dadas las modestas posiciones que la mayoría de ellos ocupaba en sus áreas
rurales de origen), así como también el crecimiento de los pequeños propietarios de la industria y el comercio (un
estrato de menor crecimiento demográfico comparativo), experimentando en todos estos casos movilidad ascendente
de carácter intrageneracional (desde luego, esto no excluye que muchos de dichos migrantes debieron incorporarse
al empleo urbano en puestos manuales no calificados y en el servicio doméstico). Por otra parte, la rápida expansión
de las posiciones no manuales asalariadas (empleados en la industria y la administración pública), debió nutrirse de
los estratos autónomo y asalariado de clase media que se habían conformado con anterioridad a 1945 – los que ya
debían haber incorporado por completo la obtención de la credencial educativa de nivel primario y comenzaban sin
duda a acceder al nivel secundario – ( debe recordarse que, en este momento, la cantidad de educación formal
necesaria para acceder a posiciones administrativas asalariadas no debía exceder en mucho el nivel primario). En
paulatinamente, a medida que aumenta la oferta de mano de obra más educada como producto de la expansión del
sistema educativo.
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este último caso, debió primar un tipo de movilidad intergeneracional que, a pesar de realizarse entre segmentos
pertenecientes a una misma clase social, sin duda se visualizaba como ascendente, vista la alta valoración social de
las posiciones no manuales asalariadas. Por otra parte, no se detecta en este momento ni empleo precario ni empleo
marginal. En suma, desde el punto de vista ocupacional, el panorama de conjunto durante el justicialismo es el de un
proceso generalizado de movilidad estructural ascendente, desde modestas posiciones rurales a posiciones urbanas
autónomas de clase media y asalariada de clase obrera, y desde segmentos inferiores a segmentos superiores dentro
de la clase media. Complementariamente, todas las evidencias disponibles llevan a concluir que esta movilidad
ocupacional ascendente fue efectivamente acompañada por un movimiento también ascendente en la escala de
ingresos.
En lo que concierne al nivel de vida, durante esta etapa se constatan evidentes progresos en los tres principales
sectores del bienestar. Así, en el área de la salud, la esperanza de vida alcanza niveles y ritmos que colocaban a la
Argentina en situación muy favorable respecto al conjunto de naciones de A. Latina e incluso respecto a varios
países europeos. En lo que concierne a la vivienda, todos los indicadores observables llevan a concluir que la
situación habitacional urbana experimentó algunas mejoras entre 1947 y 1950. En fin, en lo que respecta a la
educación, durante 1947 – 1955 se completa la incorporación de la población a la enseñanza primaria y se avanza en
la escolarización secundaria y superior a los ritmos más rápidos del período 1945 – 1980.
Como visión global, puede decirse que el modelo justicialista favoreció la expansión cuantitativa de los
componentes sociales del bloque que le sirvió de apoyo para su surgimiento (la clase obrera y los pequeños y
medianos empresarios industriales), al tiempo que fortaleció (porque existían desde antaño) el aumento cuantitativo
de las capas medias asalariadas, sobre todo en el sector público. Además de su carácter “distributivo”, otros dos
adjetivos podrían calificar los efectos de esta estrategia sobre la estructura social: se trata de una dinámica
“relativamente modernizadora” e “incluyente”. Con este último neologismo se contrasta el modelo justicialista con
aquellos otros a los que es práctica común calificar de “excluyentes”, en razón, justamente, de su incapacidad para
incorporar al empleo y el bienestar a importantes contingentes de la fuerza de trabajo total. El modelo justicialista no
indujo un gran crecimiento económico global ni una modernización destacable de la estructura social, pero tuvo el
mérito de no segmentar los mercados de trabajo ni excluir a franjas importantes de la población de los frutos del
desarrollo logrado.
Una serie de restricciones estructurales y coyunturales en las variables que sostenían la acumulación interna se
conjugaron para interrumpir el crecimiento industrial impulsado durante el período justicialista.
Entre ellas pueden citarse:
a) la acérrima oposición del sector agroexportador que, al disminuir la producción exportable, favoreció una crisis
en la balanza de pagos que redujo la capacidad de importación de los bienes intermedios y de capital indispensables
para continuar y profundizar la industrialización sustitutiva;
b) la no menos virulenta oposición de los grandes empresarios que retrotrajeron la inversión y trataron de recuperar
ingresos a través del aumento de precios, con la consiguiente inflación;
c) el fracaso en la tentativa de obtener capitales externos que – aceptando la estrategia “distribucionista” –
permitieran superar el estrangulamiento externo de la economía. Estas fueron las principales fuerzas que se
conjugaron para derrocar al gobierno justicialista, en 1955.
El modelo desarrollista: 1958 – 1972
En el contexto de una autoritaria proscripción del peronismo de la vida política nacional, en 1958 accede al poder un
nuevo bloque caracterizado por la alianza de la burguesía industrial nacional y el capital extranjero, corporizado este
último por grandes empresas transnacionales norteamericanas que afluyen entonces al país en magnitudes
significativas. En esta nueva estrategia – de corte “concentrador” – la industria también constituye el objetivo central
del proceso de desarrollo. Pero, a diferencia del modelo justicialista, se impulsa ahora una industrialización
sustitutiva de bienes intermedios y de consumo durable, en la que el incremento de la demanda está asegurado por la
inversión, el gasto público y el consumo suntuario del reducido estrato social urbano de altos ingresos. Este modelo
implica, por lo tanto, un proceso regresivo de concentración de ingresos. El Estado también cumple un rol crucial en
esta estrategia, coadyuvando al intenso esfuerzo de capitalización y concentración económica que se despliega
durante más de una década, mediante sus funciones como productor de bienes y servicios y como agente distribuidor
de los recursos sociales.
En lo que concierne a la distribución social de la fuerza de trabajo, la creación de empleo urbano es aún más rápida
que durante el período precedente, pero, en este proceso, el papel de la industria manufacturera es prácticamene
nulo. No obstante, es preciso calificar esta afirmación desde diversos ángulos. Porque lo que en realidad acontece, es
que la nueva estrategia industrializante destruye un número muy considerable de pequeños y medianos
establecimientos industriales (con la consiguiente desaparición de los empresarios, obreros asalariados y artesanos
por cuenta propia empleados en los mismos); pero, al mismo tiempo, crea empleo asalariado de clase media
(empleados administrativos y, de manera incipiente, técnicos industriales) a un ritmo tan veloz que compensa con
creces el número de puestos eliminados. De manera que, si bien puede afirmarse que en lo que concierne a la
creación cuantitativa de empleo, el desempeño de la industria es nulo durante el período desarrollista, esta
afirmación sería totalmente errónea en términos cualitativos. Por otra parte, aunque es verdad que la creación de
empleo “urbano” es aún más rápida que durante el justicialismo, el contexto ya no es de pleno empleo. Así, si bien
es cierto que la tasa de desempleo abierto nunca se alejó demasiado de valores usuales en economías capitalistas, en
algunos años de este período la misma alcanza valores que señalan sin ambages una subutilización visible de la
mano de obra “urbana”.
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Por su parte, los efectos de la estrategia desarrollista sobre la estructura social son radicalmente diferentes a los del
período precedente. Por otro, se acelera el crecimiento de la clase media por comparación al de la clase obrera, al
tiempo que se modifica profundamente la composición interna de ambos agregados. Dentro de la clase media, la
expansión relativa beneficia casi exclusivamente al estrato asalariado. Por el contrario, dentro de la clase obrera,
predomina ahora el crecimiento del estrato autónomo. En otros términos, se experimenta un cierto proceso de
asalarización de la clase media y de desestabilización de la clase obrera.
El balance final del desarrollismo es una estructura social “urbana” en la que la clase media representa alrededor del
45% y la clase obrera cerca del 54%, con un más neto predominio del estrato asalariado dentro de la primera y con
un incipiente crecimiento del estrato autónomo dentro de la segunda. La clase media asalariada alcanza durante esta
etapa su ritmo más rápido de expansión, con la particularidad de que ahora crecen más velozmente sus categorías
ocupacionales de mayor requerimiento educacional (profesionales y técnicos). En su gran mayoría, este movimiento
ascensional debió haber sido alimentado – vía intergeneracional – desde la clase media autónoma en su conjunto,
desde las propias posiciones técnico – profesionales, y desde las categorías más bajas de la clase media asalariada
(empleados administrativos y comerciales). En relación a esta dinámica, es verosímil que durante esta etapa
comenzará a experimentarse una devaluación de las credenciales de nivel medio, atribuible a la rápida expansión de
la matrícula secundaria que comienza ya durante el justicialismo. En lo que concierne a la clase obrera asalariada,
durante el desarrollismo disminuye en términos absolutos el número de obreros de la industria (comparativamente
más calificados que los de otros sectores “urbanos”), razón por la cual este sector dejó de constituir un canal de
incorporación laboral para los migrantes recientes.
Por último, puede conjeturarse que el canal de movilidad laboral más importante – tanto para los migrantes internos
recientes como para los obreros autónomos y asalariados desplazados de sus antiguas posiciones en la industria y el
transporte – fue el empleo autónomo de clase obrera en el sector servicios el que, durante esta etapa, aseguraba
iguales o mejores ingresos que muchas posiciones obreras asalariadas. Por lo demás, no se detecta durante este lapso
empleo marginal, aunque sí empleo precario tanto de clase media como de clase obrera. En suma, en relación a la
movilidad social ocupacional, el panorama de conjunto durante el desarrollismo es de mucha mayor complejidad
que durante el justicialismo. A la continuada y masiva transferencia de población desde el campo a la ciudad se
acompañan ahora múltiples trasvasamientos dentro de la población urbana nativa o residente citadina de antigua
data. Desde el punto de vista ocupacional, esta estrategia parece caracterizarse por la coexistencia de fuertes flujos
de movilidad estructural ascendente y descendente, acompañados de importantes movimientos intersectoriales
presumiblemente neutros desde una perspectiva jerárquica (también debió ser más intensa la movilidad por
reemplazo). Correlativamente, desde la óptica de los ingresos, todas las evidencias sugieren que la estrategia
desarrollista induce en promedio una movilidad descendente relativa, que constituye el efecto neto, por un lado, del
mejoramiento de las posiciones correspondientes a la clase “alta” y a los segmentos superiores de la clase media, por
otro, del empeoramiento de las posiciones propias de la clase obrera y de los segmentos inferiores de la clase media.
Todo lo anterior se traduce en un deterioro generalizado de los niveles de vida. Así, el empeoramiento relativo de las
condiciones de salud se expresa a través de un hecho inusitado respecto a parámetros internacionales: la disminución
absoluta del valor de la esperanza de vida al nacimiento, particularmente en los estratos sociales más desfavorecidos
del conurbano bonaerense. En lo que respecta a la situación habitacional, todos los indicadores disponibles sugieren
que la misma se deterioró progresivamente durante el modelo desarrollista, afectando comparativamente más a la
población de menores recursos. Por último, en relación a la educación, durante este período comienzan a
manifestarse síntomas inequívocos de retraso escolar en el nivel primario, al tiempo que continúa el progreso de la
escolarización media y superior pero a ritmos más lentos que durante el modelo justicialista.
En síntesis, el balance global del modelo desarrollista en relación a la estructura social muestra alguna de las
bondades prometidas por sus estrategas, pero también muchos rasgos que difícilmente podrían ser catalogados como
tales. Por un lado, es cierto que durante 1958 – 1972 se verifica en promedio una notoria modernización y
complejización de la estructura social en todos los sectores productivos (incluído el sector público), cuya
manifestación más evidente es la rápida expansión de puestos de clase media asalariada. Pero, por otro lado, son
impactantes otros hechos (aumento del cuentapropismo obrero, incremento del empleo precario, tanto de clase
media como de clase obrera, franco deterioro o estancamiento de los niveles de bienestar de las capas sociales más
modestas) que justifican que también se lo califique como “excluyente”. En efecto, si bien el desarrollismo indujo
un elevado crecimiento económico global y una innegable modernización de la estructura social, ambos elementos
se lograron al precio de marginar a una parte considerable de la población de los logros del desarrollo económico.
El freno a este modelo estuvo dado por la convergencia de factores económicos y políticos de índole adversa. Entre
los primeros, se cuenta la recurrencia de las crisis de la balanza de pagos, agravadas ahora por la remisión de
utilidades y pagos por tecnología al capital extranjero. Entre los segundos, la agudización del conflicto social,
manifestado en las movilizaciones de protesta que, en 1969, en varias aglomeraciones urbanas, tradujeron el rechazo
de los sectores populares respecto a los objetivos del modelo desarrollista. Cabe destacar que estas movilizaciones
tuvieron como corolario, durante 1970 – 1973, una aguda crisis institucional que se resuelve con el llamado a
elecciones generales y con la asunción del tercer gobierno justicialista, en mayo de 1973.
5. SVAMPA Cap. 4. Continuidades y rupturas de los sectores dominantes (2059)
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 Introducción
La teoría social considera como sectores dominantes a aquellos actores sociales que ocupan un lugar privilegiado a la vez económico y político- dentro del modelo de acumulación capitalista, vinculado al control de empresas, cuyo
carácter puede ser muy variado (nacional o asociado con el capital internacional, o bien, de carácter multinacional).
Gran parte de los análisis acerca del carácter de los sectores dominantes ha provenido de la economía y la sociología
política y se articulaban en torno a tres preguntas:
1) En el marco de un análisis histórico de las relaciones de clase, los estudios ponían el acento en la
composición interna del actor y sus relaciones externas, estableciendo cuáles eran los vínculos de
cooperación o de conflicto entre las diferentes fracciones de la burguesía y el resto de los actores sociales.
2) Dadas las condiciones de inserción económica de Am. Latina en el proceso de división internacional del
trabajo, los análisis apuntaban a poner de manifiesto los niveles de dependencia o subordinación de la
burguesía local respecto al capital internacional.
3) Los estudios abordaban la cuestión acerca de si existía o no una clase dirigente, definida ésta por su
capacidad de control y dirección del desarrollo general de la sociedad.
Buena parte de la literatura latinoamericana pareció concluir en el carácter más bien dominante de la burguesía. Esto
sucede también entre aquellos que utilizan la noción de “elite en el poder”.
En Argentina, estas tres preguntas aparecían articuladas en los análisis que sobre las relaciones de clases de la
sociedad contemporánea realizaron en su momento distintos investigadores.
Pero este no es el caso de la época actual, que añade a la ya notoria escasez de estudios sobre el tema, una suerte de
apatía o desconfianza generalizada hacia todo tipo de análisis que evoque categorías como la de “clase social” o,
más sencillamente, que apueste a una visión, más integral de las diferentes dimensiones del actor en juego. La
referencia a “los sectores dominantes” constituye todavía un lugar común dentro de las ciencias sociales, pero éstas
no engloban los planos estructural, organizativo y político.
En la actualidad, salvo raras excepciones, el estudio de la dinámica de los sectores dominantes parece haber quedado
confinado al espacio de la economía y de la sociología económica.
Un grupo de investigación de sociología económica de FLACSO, desarrolla un abordaje de las clases dominantes en
términos de “cúpula económica”, definición que incluye tanto a los conglomerados económicos de origen extranjero
y los grupos económicos locales, como a las empresas transnacionales y las empresas locales independientes.
DEL EMPATE SOCIAL A LA GRAN ASIMETRÍA
Entre 1880 y 1930, las clases dominantes argentinas se caracterizaron por un fuerte dinamismo social y económico,
estrechamente asociado a las ventajas comparativas que tuvo su inserción internacional, como productora y
exportadora de carnes y cereales. Durante esta etapa de gran prosperidad, las clases dominantes pusieron en marcha
un proyecto modernizador, que trajo aparejada la integración socio-económica de vastos sectores de la sociedad. Sin
embargo, esta dimensión integracionista que dotaba a la Argentina de altos niveles de homogeneidad social era
acompañada por una tendencia política excluyente, con una definición restrictiva de la democracia, y que
involucraba tanto ala población de origen inmigrante como a las clases medias y populares nativas.
Luego de la sanción del voto universal y obligatorio, en1912, una de las grandes dificultades de la elite dirigente
sería la dificultad de consolidar en el nivel nacional un partido conservador. Por ello, los portavoces privilegiados de
las elites serían, por un lado, las corporaciones tradicionales representadas por la Sociedad rural Arg. y la Unión
Industrial Argentina; por el otro, el Ejército, cuya entrada en la escena política se produciría con el golpe de Estado
de 1930.
Así, arrancaba el proceso de conformación de una elite oligárquico-militar cuyo protagonismo se extendería durante
50 años.
Frente a la complejidad de los cambiantes escenarios internacionales, así como a la diversidad de conflictos que
recorrían la tumultuosa y modernizada sociedad argentina, la élite oligárquica abandonaría prontamente el camino
del reformismo institucional para agudizar sus comportamientos autoritarios.
Así, durante los años 30, aparecen claramente cristalizados dos de los núcleos identitarios de los sectores
dominantes; a saber, el liberalismo económico y el conservadurismo político.
La irrupción del peronismo, con sus novedosas formas de democracia plebeya y sus líderes carismáticos, añadiría
un tercer rasgo identitario: el antiperonismo militante. sin embrago, el pasaje de un modelo nacional-popular
implicaría importantes cambios en la estructura económica del país, lo cual pondría en evidencia el declive de la
burguesía agropecuaria, como agente del progreso socio-económico, así como la emergencia de un nuevo
empresariado nacional, asociado al desarrollo sustitutivo. La CGE, entidad representativa del nuevo actor
económico, ilustraba la alianza entre un sector de la burguesía (el empresariado nacional) y los sectores populares,
representados por los grandes sindicatos.
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El programa de industrialización sustitutiva restaría dinamismo económico a la elite agropecuaria, aunque ésta
seguiría conservando una gran centralidad económica y política. En efecto, estos sectores mantuvieron la capacidad
para presionar y desarrollar estrategias ofensivas, orientadas a obtener, tras la crisis de la balanza de pagos, masivas
transferencias de ingresos en su beneficio. Pero su centralidad seguiría siendo también cultural, pues pese a que las
referencias a la burguesía agropecuaria, como núcleo de la elite dirigente, remitían cada vez más al pasado, ésta
continuaría ejerciendo un poder de fascinación social por medio de la propiedad terrateniente, como encarnación
paradigmática a la vez despasado glorioso y de la riqueza consolidada.
El nuevo escenario aceleró la dinámica de polarización política. Este cuadro de “empate social” o “hegemónico”
revelaba tanto las oscilaciones de los sectores dominantes como el vacío político producido por la caída del
peronismo, y la entrada en un período atravesado por la recurrente inestabilidad institucional.
En los 70 se inicia el proceso de concentración, época en la cual se interrumpe la industrialización sustitutiva, al
tiempo que se opera una transferencia de excedente desde el Estado a los grandes grupos económicos. Asimismo,
este proceso marca el reemplazo del liderazgo de las empresas nacionales, por empresas extranjeras diversificadas
y/o integradas.
La política económica de la dictadura militar significó el ingreso en una primera etapa de fuerte concentración de los
grupos económicos, hecho que se iría acentuando luego de la hiperinflación de 1989.
La reinstalación del régimen constitucional trajo consigo nuevos desafíos, a partir del abandono de las posiciones
golpistas y la aceptación de las nuevas reglas de juego por parte de las elites económicas.
En adelante, la acción de los sectores dominantes se orientaría a la colonización de los dos grandes partidos políticos
existentes, mediante la difusión de un discurso económico liberal, como eje de la solución de los problemas
argentinos. Este discurso asumiría un nuevo alcance, luego del fracaso ostensible del Plan Austral, en 1987,
momento a partir del cual los sectores dominantes impulsarían una campaña sistemática a favor de la necesidad de
realizar profundas reformas estructurales.
El triunfo final de la estrategia de los grandes grupos económicos no hubiera sido posible sin aquel golpe de Estado
de 1976, que desembocaría en una verdadera revancha de clase, por medio de la mayor represión política de la
historia argentina del siglo XX. La resolución final del empate social marcaría entonces la entrada en un período
signado por las grandes asimetrías, entre las elites cada vez más internacionalizadas del poder económico y los cada
vez más fragmentados y empobrecidos sectores populares y medios.
CONCENTRACIÓN ECONÓMICA Y EXTRANJERIZACIÓN DEL CAPITAL
El gobierno de Menem abrió las puertas al establecimiento de una alianza entre los sectores dominantes, nucleados
en los grandes grupos económicos, y la diligencia política, de origen peronista.
El correlato económico de esta nueva alianza fue la modalidad que adoptaron las privatizaciones de las empresas
públicas. Esa modalidad posibilitó la reconfiguración positiva de los grupos económicos nacionales, que
reorientaron sus actividades hacia los servicios.
La desregulación económica potenció la dinámica desindustrializadora característica de la economía argentina desde
mediados de los 70, acentuando su tendencia concentracionista, así como el proceso de extranjerización.
Esta dinámica implicó el colapso y cierre de numerosas pequeñas y medianas empresa, que se encontraron en
condiciones desventajosas para competir frente a la apertura de los mercados.
La constitución de una alianza con el peronismo y, a partir de ello, la apertura de nuevas oportunidades económicas,
favorecida por el contexto internacional, dio paso a una nueva época.
El período se caracteriza por la fuerte concentración de la riqueza y de la producción y, al mismo tiempo, por el
creciente proceso de extranjerización de la economía argentina.
EMPRESARIADO, PRIVATIZACIONES Y SECTOR FINANCIERO
Entre los rasgos presentes en los grupos económicos dominantes podemos citar:
- el carácter dependiente del gran empresariado respecto del Estado.
- la profundización de una perspectiva “cortoplacista”, asociada a la dominación del capital financiero.
Una parte importante de los grandes empresarios nacionales supo adaptarse exitosamente a los nuevos tiempos,
mientras que los pequeños y medianos empresarios quebraban o eran absorbidos por firmas mayores. En realidad,
estos grandes grupos pasaron de una relación de tipo prebendario con el Estado, ala constitución de un vínculo de
tipo patrimonial con un Estado neoliberal. Una vez más, las privatizaciones fueron el marco ideal para garantizar el
acceso y saqueo del Estado por parte de los grupos privados.
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El pasaje a un nuevo modelo apuntó a la creación de un escenario de fuerte reducción de incertidumbre para la
ansiada movilidad de los capitales, gracias a la desregulación y al déficit de controles estatales.
El gobierno de Menem utilizó el conjunto de herramientas institucionales disponibles para intervenir de manera
decisiva a favor del capital, descuidando deliberadamente los controles y la formulación de marcos regulatorios,
tanto en lo que respecta al movimiento de capital como a la privatización de empresas.
Las opciones político-económicas del gobierno menemista impulsaron la radicalización de la valorización del
capital financiero.
Favorecido por la estabilidad monetaria, el sector financiero logró expandir notoriamente sus servicios,
modernizando su oferta y aumentando el volumen de créditos.
En este escenario de expansión, el capital financiero contaría con diferentes voceros institucionales, académicos y
mediáticos, repartidos en grupos de interés, fundaciones y universidades privadas. Este conjunto de actores aparecen
como la ilustración de un ethos, esto es, el conjunto de coordenadas éticas e ideológicas que orientan la acción de un
grupo o individuo, asociado a la nueva etapa de acumulación del capital y, muy especialmente, a las exigencias del
capital financiero en el contexto de la nueva dependencia. Un ethos que impulsa el desarrollo de prácticas
empresariales disociadas del contexto nacional y cada vez más marcadas por las referencias al mercado global y la
internacionalización de la economía.
MODELO AGRARIO Y ¿NUEVOS? PERFILES EMPRESARIOS
Desde mediados de los 90, asistimos al desarrollo de nuevas tramas productivas en el agro argentino, que han
modificado bruscamente el modelo local de organización de la producción. Este nuevo modelo, que se caracteriza
por el uso intensivo de biotecnologías, ha colocado a la Argentina no sólo como uno de los grandes exportadores
mundiales de cultivos transgénicos, sino como uno de los países mejor posicionados en términos tecnológicos.
Dichas innovaciones implicaron un gran desarrollo del sector agroalimentario, incrementando notoriamente su peso
relativo en la economía argentina.
El creciente desarrollo de la agroindustria muestra “como tendencia la reformulación del perfil empresarial,
traccionado por el mercado internacional”. Se trataría aquí de una figura empresarial que se ha desarrollado en el
marco de un mercado abierto y competitivo, de alta rentabilidad, por medio del aprovechamiento de las nuevas
tecnologías. Este modelo articularía diferentes actores económicos.
Dada la heterogeneidad de los actores que asoman en el nuevo mapa agrario, dicho modelo daría cuenta de la
emergencia de una nueva clase empresarial, surte de “nuevos ricos”, que no provienen solamente de los grandes
emporios económicos y financieros, sino también de ciertos establecimientos o productores (medianos) del campo.
Estos actores habrían acertado en la búsqueda de una “diversificación”, mediante una modalidad muy extendida en
los 90: el contratismo y el tercerismo.
Otro elemento novedoso es el surgimiento de organizaciones empresariales vinculadas a este sector agroindustrial.
(Aapresid, Aacrea, etc). Dichas corporaciones, que comienzan a ser reconocidas por el Estado como los nuevos
referentes del mundo agrario, se hallan en proceso de formación.
Es demasiado pronto para establecer cuán fuertes o vulnerables son los diferentes actores presentes en la nueva
trama productiva; sin embargo, no es menos cierto que la expansión del modelo - y su alta rentabilidad actual- está
estrechamente vinculada con cuestiones de orden coyuntural (entre otros, los precios favorables en el mercado
internacional).
LAS MARCAS DEL MIMETISMO CULTURAL
Algunos elementos dan cuenta de las transformaciones de los sectores dominantes, en especial, ciertos cambios
ligados a las fracciones más tradicionales de la elite.
En términos generales ya l igual que en otras sociedades, los sectores dominantes argentinos se han caracterizado
por el desarrollo de una sociabilidad de tipo comunitario. En realidad, pese a que suscriben un discurso
individualista, centrado en la competencia, las clases dominantes se han caracterizado por desarrollar un
“colectivismo práctico”: prácticas y estrategias sociales encaminadas a la conservación de las posiciones y la
reproducción social dentro del espacio social.
Dichas prácticas fueron definiendo los diferentes círculos de pertenencia, que abarcaban los deportes “exclusivos”,
realizados colectivamente (golf, polo), los lugares de sociabilidad y “de encierro” que permitían la práctica del
“ostracismo social”. El corolario inevitable de este estilo de vida sería, sin duda, una sociabilidad homogénea,
intensa, de carácter mundano, con rasgos comunitarios, visible en la contigüidad e interpenetración de los diferentes
círculos sociales.
Sin embargo, la sociabilidad sin duda comunitaria de la elite oligárquica encontró un límite tangible en el carácter
“socialmente abierto” de la sociedad argentina.
El “arribismo” de los inmigrantes, el carácter aluvional de la sociedad argentina impedía tal cierre, los cual no
tardaría en manifestarse en la composición misma de la elite, nutrida de nuevos ricos, muchos de ellos de sonoros
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apellidos inmigrantes. Aún así, durante mucho tiempo, la elite logró conservar la exclusividad de ciertos espacios de
sociabilidad, dosificando la entrada de nuevos ricos.
El establecimiento de una alianza con el peronismo triunfante produjo en las elites argentinas, tradicionalmente
liberales y profundamente antiperonistas, una importante recomposición. Lo más notorio de los 90 es que las clases
altas fortalecieron su seguridad ontológica, esto es, su confianza de clase, al encontrar en su adversario histórico, e l
peronismo, un inesperado aliado.
En un contexto de alta rentabilidad económica y de fuerte afirmación política, la elite tuvo que resignar ciertos
criterios de afirmación del nivel social, para aceptar la entrada de “nuevos ricos”, que el régimen menemista, del
cual ella era socia fundamental, iba generando.
El resultado fue la ampliación de los espacios de sociabilidad y sociabilización, que posibilitaron el contacto y
vinculación con la clase política y los “nuevos ricos” emergentes.
La alianza establecida con el peronismo en su inflexión neoliberal se realizó en un contexto de modernización y
globalización de las elites lo cual facilitó el paso hacia la ostentación desmedida y el exhibicionismo más
desenfrenado.
Los gestos del menemismo para con los sectores tradicionales de la elite fueron ostensibles, abarcando desde el
discurso de la conciliación hasta el reconocimiento de las reivindicaciones de la SRA, incluidas la liberación de
controles y precios, la supresión del impuesto a las importaciones, y la venta del predio de Palermo a un precio por
demás irrisorio.
Sin embargo, es necesario destacar una diferencia esencial en lo que se refiere a la transformación cultural de la
clase política peronista y la de las fracciones más tradicionales de los sectores dominantes. Para una parte de la clase
política, esta reconfiguración cultural supuso un quiebre ideológico, a partir del abandono del ideario
tradicionalmente peronista y la conversión al neoliberalismo. No pocos de ellos, hasta ayer irreverentes defensores
de lo popular, se convirtieron en nuevos ricos, motivo por el cual se apresuraron a abandonar toda referencia a una
ética ciudadana o una supuesta moral colectiva, para celebrar hiperbólicamente la asociación entre mercado e
individuo, entre res publica y asuntos privados. En un marco de comunión con as clases dominantes, el elemento
plebeyo fue expurgado y reconvertido en función de un nuevo estilo, asociado al kitsch y el consumo ostentoso.
ELITISMO, SOCIALIZACIÓN HOMOGÉNEA Y VISIONES DE LA POBREZA
En los 90 se redefinen los espacios de sociabilidad y de sociabilización. Esto aparece ilustrado en la expansión de
las urbanizaciones privadas.
Lo que nos interesa analizar es en qué medida esta nueva dinámica privatizadora afectó las pautas y
comportamientos de la elite, lo cual trajo aparejado tanto una apertura social como la reformulación de las
tradicionales estrategias de distinción. Recordemos que el impulso mayor de las urbanizaciones privadas ocurrió en
un contexto de notorio aumento de las desigualdades sociales: frente a la deserción del Estado y el vaciamiento de
las instituciones públicas, se fueron desarrollando modalidades privatizadas de la seguridad y de la integración
social, que marcarían nuevas y rotundas formas de diferenciación entre los “ganadores” y los “perdedores” del
modelo neoliberal.
La autosegregación urbana se haría extensiva a otros sectores sociales.
Los nuevos enclaves fortificados incorporaron y modificaron un estilo de vida ya existente, el de countries o clubes
de campo, estrechamente vinculados al estilo de vida tradicional de las clases altas y medias-altas, caracterizados
por una intensa vida social y recreativa.
Por otro lado, el correlato de esta búsqueda de homogeneidad social, por parte de los sectores altos y medios-altos
consolidados, ha sido la transformación del “mercado educativo”, visible en la proliferación de centros de enseñanza
privados.
En el campo educativo, quizá lo más notorio durante los 90 fue la creación de un conjunto de universidades
privadas, claramente de elite. Esos centros privados de elite abren nuevos espacios de vinculación entre la elite
consolidada y la emergente.
Por otro lado, en el marco de la gran brecha social afianzada en los 90 se observa que en el interior de los sectores
dominantes se desarrollan nuevas “concepciones” acerca de la pobreza. Tradicionalmente la cultura de la
beneficencia era ejercida por las mujeres provenientes de las clases altas.
En los últimos 15 años, el lugar de la “ayuda social” cambió notablemente. Durante los 90, en consonancia con la
dinámica neoliberal, el Estado argentino fue consolidando nuevas modalidades de intervención sobre lo social, lo
que aparece ilustrado hoy paradigmáticamente por una batería de planes sociales focalizados. Lo particular es que en
la implementación de estas políticas de “contención social”, que apuntan a incluir al excluido en tanto excluido,
recomendadas y controladas por los organismos multilaterales, tienden a participar también una serie de agentes
socales, entre ellos ONG, fundaciones privadas y empresas,
38
En este contexto, se fueron creando también fundaciones de nuevo tipo, más profesionalizadas, ligadas a la acción
del llamado “tercer sector”, que agrega a la asistencia social focalizadas (la acción comunitaria), ciertos objetivos de
formación y capacitación.
Estas nuevas formas de intervención sobre lo social se inscriben en un determinado marco ideológico y
epistemológico, atravesado por las exigencias de individualización y la demanda de autoorganización de los sectores
populares, propias del capitalismo contemporáneo.
LAS MARCAS DE LA DISTINCIÓN
El mimetismo cultural de las elites operado en los 90 no significó empero el borramiento absoluto de las marcas de
la distinción.
La reformulación de las estrategias de distinción puede ser ilustrada por un lado, en la flexibilización de los códigos
de pertenencia; por el otro, en la reafirmación del estilo de vida asociado a la elite, como símbolo de la distinción.
El primero se refiere a las diferentes estrategias de adaptación de la elite, frente a la flexibilización inevitable de las
condiciones de acceso a los espacios de sociabilidad tradicionales.
Por ej, a fin de adaptarse a la nueva ola, algunos countries elitistas optaron por flexibilizar el pago de la cuota de
ingreso, o disminuyendo su costo.
En segundo lugar, pese a los cambios registrados en los sectores dominantes, la distinción, esto es, aquello que es
considerado como “legítimo” continúa haciendo referencia al estilo de vida de la elite oligárquica, tradicionalmente
asociada al campo. En este sentido, el discurso publicitario de los 90 respecto de las urbanizaciones privadas oferta
este estilo selecto, añorado y “exquisito”, propio de la “ruralidad idílica”, que alude a la vinculación con el pasado
rural del país.
5. SVAMPA Cap. 5. La fragmentación de las clases medias (2059)
 Clases medias consideradas como un rasgo particular de la estructura social respecto a otros países
latinoamericanos
 factor esencial en los sucesivos modelos de integración social.
 la crisis de los 80 y el pasaje a nuevo modelo de acumulación en los 90 desmontan el anterior
modelo de integración y echan por tierra la representación de una clase media fuerte y hasta cierto punto
culturalmente homogénea, asociada al progreso y la movilidad social ascendente.
RASGOS GENERALES DE LAS CLASES MEDIAS
 Cuatro rasgos mayores:
1. Designa un vasto conglomerado social, con fronteras difusas  categoría intermedia cuya debilidad estribaría en
su posición estructural.
 tercer actor sin peso específico propio, situado entre los dos grandes agentes sociales y políticos de la sociedad
moderna: la burguesía y las clases trabajadoras.  Esta debilidad estructural explica tanto sus comportamientos
políticos como sus rasgos culturales.
 políticos  sus dificultades en desarrollar una conciencia de clase autónoma se verían reflejadas en una vocación
histórica por las alianzas.
 cultural  las clases medias se verían ilustradas por el desarrollo de conductas imitativas de los sectores
superiores  La consolidación de estas pautas culturales facilita la instrumentalización política de las clases medias
por parte de la burguesía.
2. Otro de los rasgos mayores de las clases medias ha sido la heterogeneidad social y ocupacional  El criterio de
diferenciación más clásico distingue entre trabajo manual y no manual, cuello azul y cuello blanco. Gran
heterogeneidad dentro de estos grupos a su vez. Individualismo exacerbado. Imposibilidad de unificar sus intereses
de clase.
3. Una nota constitutiva de la identidad de las clases medias ha sido la movilidad social ascendente  Esto ha
contribuido al aumento de la importancia de la educación como canal privilegiado para la movilidad ascendente y la
reproducción social. La confianza en la movilidad social ascendente ha sido acompañada de una visión optimista
del proceso social.
4. Aparecen definidas positivamente por su capacidad de consumo y por el acceso a un determinado estilo de vida,
caracterizado por un modelo–tipo donde se conjugan la aspiración residencial, el automóvil y la posibilidad de
esparcimiento. Se manifiesta también en el agrupamiento en zonas de residencia homogénea y la formación de
grupos de status.
39
Las clases medias irían definiéndose como “clases de servicios”. Esta categoría se apoya en el fuerte incremento
registrado en el sector de servicios.
La clase de servicios se distingue de la clase obrera por realizar un trabajo no productivo y en la calidad del empleo.
Se trata de un trabajo donde se ejerce autoridad o bien se controla información privilegiada. Este tipo de trabajo
otorga cierto margen de discrecionalidad y autonomía al empleado y como contrapartida resulta el compromiso
moral del trabajador con la organización.
LAS CLASES MEDIAS EN LA ARGENTINA
A lo largo del S XX las clases medias latinoamericanas se constituyeron en un agente central en el proceso de
desarrollo. Esto se debe a 2 rasgos:
1) la preocupación que poseen por la educación (instrumento por excelencia de las movilidades sociales
ascendente y criterio distintivo respecto a otras clases).
2) la expansión de las clases medias urbanas también está vinculada al desarrollo del Estado. El Estado intervino
activamente como productor de bienes y servicios, en el marco del régimen de industrialización sustitutiva.
El modelo nacional-popular sería el encargado de contribuir a la consolidación de vastas franjas de funcionarios y
profesionales ligados a la administración pública, así como a los servicios de educación y salud. Este modelo entra
en crisis en los 80 y 90 con la aplicación de políticas de ajuste fiscal y de reducción del Estado.
Se puede afirmar como rasgos coincidentes de las clases medias argentinas tanto su centralidad como el rol
integrador que desempeñaron en la sociedad durante casi un siglo.
Clases medias urbanas, educadas, dinámicas, modernizadoras, y en gran medida, de origen inmigrante. Hace
referencia a 2 componentes: 1) progreso y la movilidad ascendente y 2) homogeneidad racial y cultural.
 Conductas imitativas de los sectores altos  estrategias de dif respecto de las clases populares. Mayor
expresión a partir de 1945  antiperonismo militante.
 Economía peronista  Desde una perspectiva económica, la acción de gobierno del primer peronismo (1946 –
1955) benefició amplios sectores de la clase trabajadora y sectores medios mediante el impulso al sector asalariado,
dependiente del Estado, hecho que encontraría una continuación e incremento en la política de las administraciones
posteriores. A partir de los años ´60 los estratos medios se convertirían en los principales proveedores de demanda
de puestos gerenciales, burocráticos y administrativos.  peso mayor de los sectores asalariados. Clase media de
servicios ligada al Estado (empleo público) y a los servicios sociales públicos y privados. Entre 1960 y 1970 el total
de la clase media autónoma pasaría del 14,3 % al 11,8% mientras que la asalariada aumenta del 28,4% al 33,1%.
 Antiperonismo  el peronismo con sus rasgos plebeyos y devastadores afectaban a la clase media a través de sus
pautas de comportamiento y sus modelos culturales.
 la oposición de las clases medias se vio acentuada por el carácter autoritario respecto del mundo
de la cultura.
 peronismo  les negó una inclusión simbólica dentro del discurso político oficial.
→ las clases medias optaron por el rechazo y desprecio hacia los sectores populares
 aceleración de la lógica igualitaria  reducción de las distancias económicas entre clase obrera
y media.
→ el carácter plebeyo y la lógica igualitaria que el peronismo impulsó desde el Estado,
generaron en las clases medias la necesidad de producir y reforzar la distancia cultural y simbólica, por medio de
nuevos mecanismos y estrategias de diferenciación social.
 1960  proceso de modernización social  hondas transformaciones en las pautas culturales e ideológicas de
las clases medias. Nuevos valores, nuevas prácticas de consumo y estilos de vida.
esta apertura cultural comenzó a articularse con la exigencia del compromiso político. La peronización de
la juventud y de los sectores intelectuales, procedentes de las clases antiperonistas posibilitaba la alianza entre los
sectores medios y los populares
 época de oro de las clases medias que afirmaban independencia cultural respecto de las clases mas altas
y buscaban asociación con los sectores populares peronistas. Gran confianza en su capacidad de acción histórica.
 1970
–
1990

tragedia
política,
fragmentación
y
empobrecimiento.
HACIA LA HETEROGENEIDAD Y LA POLARIZACIÓN SOCIAL
El modelo de integración social se asentó en la afirmación de estilos residenciales y espacios de socialización mixtos
que apuntaban a la mezcla entre distintos sectores sociales. El marco propicio para dicha integración eran los
espacios públicos.
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 Hasta mediados de los 80  espacios de socialización pública, mixta y exitosa. La plaza, la esquina de barrio, un
colegio.
 1990  entrada en una sociedad excluyente que deja de lado esta representación integradora de la sociedad
argentina  distanciamiento en el interior mismo de las clases medias  procesos de polarización y vulnerabilidad
social.
 clases medias se van estrechando, empujados por la movilidad descendente (empleados y profesionales
del sector público, cuentapropistas, pequeños comerciantes, medianos y pequeños productores agrarios.
 clases medias van desarrollando nuevas estrategias de sobrevivencia.
 sector de “ganadores” de las clases medias  distancia de los sectores populares y de la clase media
empobrecida, mediante consumo suntuario y seguridad privada.
EMPOBRECIMIENTO Y MULTIPLICACIÓN DE ESTRATEGIAS DE ADAPTACIÓN.
 “Perdedores”  grupos sociales que formaban parte de la clase media autónoma y asalariada.
 Segmentación social  consolidó una fractura intraclase en dos tiempos:
a) fines de los 80` inflación e hiperinflación (deterioro salarial y pérdida de poder adquisitivo), la degradación de
los servicios públicos y la privatización de los servicios básicos contribuyeron al empobrecimiento de los sectores
medios, en un contexto signado por la precarización laboral y la inestabilidad. Aumento de heterogeneidad
acompañada de fuerte polarización social.
b) mediados de los 90  empobrecimiento no sólo se vincula a la pérdida de poder adquisitivo sino también al
desempleo. Mayor distancia entre distintos sectores de la misma clase que se comprenden en términos de reducción
de oportunidades de vida.
 Ruptura de lazos culturales existentes entre los distintos estratos de la antigua clase media.
 La tendencia más gral del período es a la polarización social.
 Nueva pobreza  Características:
 en términos urbanos es más difusa y dispersa.
 residencia en barrios de clase media e incluso alta (pobreza “puertas adentro”). El
empobrecimiento condujo a una relocalización urbana.
→ el carácter intersticial o híbrido de la nueva pobreza daba cuenta de semejanzas con los sectores medios
consolidados en variables como el nivel educativo o la composición de la familia, pero a la vez, revelaban mayor
proximidad con los pobres estructurales en término de ingresos, características de empleo y ausencia de cobertura
social.
 en los 90 la pobreza creció en un 67%, cifra dentro de la cual se encuentran ex integrantes de
las clases medias, nuevos pobres, que se incrementaron en un 338%.
 el empobrecimiento puso de manifiesto el colapso de los marcos sociales que estructuraban la
identidad de los sujetos y orientaban sus prácticas.
 el empobrecimiento trajo aparejados importantes cambios en las prácticas y orientaciones de la
acción que deben interpretarse como formas de adaptación frente al desajuste visible entre el rol y la posición social
anterior. Como consecuencia de ello, se multiplicaron las estrategias individuales  lo cual derivó en la existencia
de un circuito cada vez más segmentado de servicios (mejores y peores escuelas públicas), y por otro lado, en la
diferenciación social respecto de los pobres estructurales.
EMPOBRECIMIENTO Y EXPERIENCIA DEL TRUEQUE
 Trueque como estrategia de sobrevivencia (1995)  organización estructurada sobre la base de redes
(“nodos”). El trueque se convirtió en una red extensa de intercambio de bienes, servicios y competencias
heterogéneas.
 se postula como una alternativa a un patrón de desarrollo que ha llevado a la exclusión social a amplios sectores
de la población. Basado en 2 valores fundantes: “confianza y reciprocidad” “Barajar y dar de nuevo las reglas del
juego social.
Consecuencias de la expansión del trueque:
 Permitió la reconstitución de las identidades individuales. Posesión común del Capital humano. La actividad de
trocar permitía revalorizar capacidades negadas y descartadas por el mercado formal.
 La experiencia daba cuenta de la emergencia de un espacio de sociabilidad, donde confluyen sectores medios
empobrecidos con sectores populares.
 No fue la expresión de una adhesión masiva a un nuevo tipo de economía alternativa sino que estuvo ligada a la
crisis económica que incitó a los individuos a buscar en esta actividad un medio para afrontar la escasez de moneda
y el aumento de los precios dentro del mercado formal.
 Las redes no pudieron procesar este crecimiento explosivo y la mayoría estallaron en una crisis de inflación de
créditos y de corrupción por falta de controles endógenos y de una regulación exógena.
Trueque como:
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→ “mercado sui generis”
→ espacio de sociabilidad, apertura y cruce entre las clases medias empobrecidas y los sectores populares.
→ representa la afirmación de una estrategia individual.
→ realización de una economía alternativa.
EL ASCENSO Y LA BÚSQUEDA DE LA DISTANCIA SOCIAL
 1er momento→ reconocimiento de la producción de nuevas brechas en el seno de las clases medias ilustrado por
la expansión de consumos y estrategias de inclusión cada vez más diferenciadas en términos capital económico y
cultural.
 2do momento de la fractura intraclase  aparece reflejada en nuevos estilos residenciales, modelos de
socialización y formas de sociabilidad emergentes.  visible en la autosegregación de los sectores medios-altos y
medios en ascenso en barrios cerrados con seguridad privada. Clase media de servicios.  ruptura del rol integrador
de la clase media  se naturaliza la distancia social.
 Countries  modelo de socialización y de sociabilidad. privatización de los servicios y homogeneidad social.
Distanciamiento de las clases medias respeto de los sectores empobrecidos y búsqueda de afinidades electivas con
las clases altas.
ENTRE EL CONSUMO Y EL VÍNCULO PRIVILEGIADO CON LA CULTURA
 Sectores medios de las clases medias  severamente disminuidos en términos cuantitativos, amenazados por la
inestabilidad económico – social.
 buscan reafirmar una identidad en crisis  acción individualista – estratégica que apunta a la integración x
medio del consumo.
5. SVAMPA Cap. 6. La transformación y territorialización de los sectores populares (2059)
LA DOBLE CONFIGURACIÓN DE LO “POPULAR”
 Clases obreras o trabajadoras  3 dimensiones diferenciadas y contrapuestas a la burguesía:
1. dimensión económica: designa al sector social que ocupa una posición desventajosa en la estructura
productiva, caracterizado por la no propiedad de los medios de producción y, en consecuencia, obligado a
vender su fuerza de trabajo en el mercado.
2. dimensión cultural: incluye tanto los modelos de socialización como los estilos de vida.
3. dimensión política: alude a las formas de organización y la acción colectiva resultante.
 Sectores subalternos  desde la modernización constituyen un conglomerado más amplio y heterogéneo que el
de la sola clase obrera.
En los países latinoamericanos existe un proletariado multiforme y heterogéneo, en el cual se entrecruzan y al
mismo tiempo se escinden estructuras y estilos de vida tradicionales y modernos, correspondientes a diferentes
modelos culturales y formas de desarrollo económico. Estas sociedades periféricas son dependientes de los países
centrales, por tanto, la acción de los sectores populares no estaría exclusivamente determinada por la lucha de clase,
sino también por las luchas por la integración nacional y contra la dominación extranjera.
Entre las décadas de 1930 y 1950, el carácter subalterno y la dependencia terminaron por habilitar el llamado
nacionalista y desarrollista del proletariado latinoamericano. Este doble llamado encontró su expresión política en el
populismo, fenómeno estructurado institucionalmente en torno a un líder carismático y un proyecto nacional basado
en una coalición de clases sociales. Dicho proceso signó el éxito de la noción de “pueblo” por sobre la de “clase
social”.
Hacia los años 60, desde la perspectiva del marxismo, se elaboraron otras nociones para dar cuenta del carácter
multidimensional de la realidad social latinoamericana.
La teoría de la marginalidad consideraba que la especificidad latinoamericana en relación con las sociedades
centrales, residía en la “masa marginal” o “polo marginal”: esto aludía a los múltiples tipos de relación con los
medios de empleo, subrayando el carácter deficitario de los mecanismos de integración sistémica proporcionados
por un mercado y/o por el Estado.
PERONISMO, INTEGRACIÓN Y SECTORES POPULARES
 Lo popular  en Argentina se definió efectivamente en oposición a otros grupos sociales.
 Peronismo: entre 1946 y 1955 llevó a cabo el proceso de configuración de la clase popular,
mediante la integración socio – económica y simbólica en términos de “pueblo trabajador” (derechos sociales). Este
proceso conllevó la legitimación de la acción sindical y la valorización de los valores obreristas.
42
Los sectores populares remitían en lo político a una afirmación plebeya, visible tanto en la apelación a la cultura del
trabajo y el obrerismo como en el lenguaje herético e iconoclasista con relación a la cultura oficial.
 la conciencia clasista se obtuvo más en la plaza que en la fábrica, el trabajo no
desempeñó un rol determinante a la hora de definir la dominación social.
 Peronismo  2 vías de integración social:
1) apoyada en la figura del trabajador mediante la afirmación de los sectores obreros como fuerza social nacional y
de la consolidación de valores como la justicia social y la dignidad del trabajo.
2) apuntaba a la figura del pobre por medio de las políticas sociales compensatorias.
Estas 2 vías conllevaban tanto la puesta en ejercicio activo de los derechos del trabajador y del seguro social como
el mantenimiento y reforzamiento de principios asistencialistas y clientelares.
La figura del pobre se constituía como una prolongación casi natural de la imagen del “pueblo-trabajador”, pues ahí
donde la intervención del Estado se manifestaba como insuficiente, la beneficencia emergía con el fin de colmar
tales vacíos sociales. Pero mientras el Estado regulador se erigía como mecanismo “impersonal” de redistribución,
la beneficencia guardaba un carácter personalizado y discrecional. La posterior crisis y quiebre de las bases
industriales del peronismo potenciaron los elementos asistencialistas, ya presentes en la matriz original.
El peronismo fue el gran lenguaje político que permitió, desde la experiencia popular, desactivar la verticalidad del
vínculo social.
 Década del 90  El peronismo deja de ser el principio de articulación entre una identidad obrera, un sentimiento
nacional y una conciencia popular.
*identidad obrera  entró en crisis con la transformación del mercado laboral, la precarización y la inestabilidad de
las trayectorias laborales.
*sentimiento nacional  fue diluyéndose debido a que las demandas populares no encontraron correlato en un
programa de políticas publicas, que apuntara a la integración social y nacional.
*conciencia popular  fue desdibujándose a medida que la heterogeneidad social fue multiplicando los registros de
desigualdad, y que las divisiones ideológicas comenzaron a reducirse a diferencias respecto de la implementación de
políticas, o cuestiones de orden ético en torno de un único modelo socio-económico.
El peronismo fue perdiendo la capacidad de articular las diversas dimensiones de la experiencia social y política,
reduciéndose a un dispositivo de control y dominación política de los sectores populares, por medio de las diferentes
y nuevas formas de intervención territorial.
DESCOLECTIVIZACIÓN Y TRANSFORMACIONES DE LA SUBJETIVIDAD POPULAR
A partir de los 70, la dinámica descolectivizadora y el empobrecimiento del mundo popular originaron un proceso
de descolectivización, que fue traduciéndose en profundos cambios del tejido social popular. Sus implicancias
fueron tanto en el plano objetivo como en el subjetivo, en el nivel social como en el cultural.
*plano objetivo  (1)Para el sector de los menos calificados de la clase trabajadora formal, el proceso arranca en
1976 con la última dictadura militar y se acentuó con los posteriores gobiernos. Muchos trabajadores se vieron
excluidos del mercado formal y se desplazaron hacia actividades propias del sector informal ya sea por cuenta
propia o en relación de dependencia.
Este proceso de pauperización de las clases populares aparece ilustrado por las tomas ilegales de tierras
(asentamientos) que expresan la emergencia de una nueva inscripción territorial de las clases populares. Así, dentro
del barrio surgieron nuevos espacios organizativos como los comedores populares.
(2) A esta primera ola desindustrializadora, le sucedió una segunda, ya bajo el gobierno de Menem a raíz de la
implementación de una serie de reformas estructurales encaminadas a abrir la economía, privatizar las empresas
públicas, descentralizar la administración pública y controlar la mano de obra mediante la flexibilización laboral.
Esto afectó a trabajadores del cordón industrial del conurbano bonaerense, así como a los empleados dependientes
de la órbita del Estado.
Este proceso se caracterizó también por intensos procesos de movilización colectiva.
(3) Por último, en 1995, con el “efecto Tequila”, se inició una tercera ola que abrió una nueva etapa de crisis
económica y desempleo. La recesión económica se instaló sobre todo a partir de 1998 lo cual terminaría por acelerar
el proceso de expulsión del mercado de trabajo y el aumento de la inestabilidad laboral. En este período se producen
los primeros piquetes.
*plano subjetivo  el rol que desempeñaron los sindicatos en el proceso de desestructuración subjetiva fue mayor.
La subordinación de gran parte de ellos (a excepción del sector estatal) a las orientaciones del gobierno justicialista
generó una desorientación en los individuos.
Los cambios estructurales generaron un proceso de desinstitucionalización que repercutió sobre las identidades
laborales y produjo una fuerte crisis de las identidades políticas.
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Los modelos de subjetivación que fueron cobrando importancia en los procesos de construcción de las identidades
se distancian de los roles sociales y profesionales, y remiten cada vez más a nuevos registros de sentido centrados en
el primado del individuo, en la cultura del yo y en los consumos culturales. El resultado de ello ha sido la
emergencia de identidades sociales más volátiles y más débiles que antaño, menos definidas por la pertenencia a
colectivos sociales y políticos, si bien fuertemente marcadas por una matriz conflictiva de las relaciones sociales.
LAS NUEVAS RELACIONES LABORALES: JUVENTUD Y LÍMITE DE LA INSERCIÓN
En la sociedad actual los jóvenes constituyen el sector más vulnerable de la población, pues vienen sufriendo los
múltiples efectos de la desindustrialización y la desestructuración del mercado de trabajo. En 1999 los jóvenes
desocupados duplicaban la tasa nacional de desempleo: 27%. Actualmente, 6 de cada 10 jóvenes son pobres.
Los jóvenes carecen de calificación laboral y oportunidades educativas. Incremento de la deserción escolar (aprox.
25%).
El mundo laboral en el que tienen que incluirse aparece sacudido por transformaciones:
→ económicas (desindustrialización y pasaje a una economía de servicios);
→ laborales (cambios en el interior de las empresas) y
→ sindicales (descrédito y perdida de peso de los sindicatos).
La irrupción del modelo neoliberal en el mercado laboral fue tan violenta que parecen quedar pocos vestigios del
modelo peronista que articulaba bienestar social, derechos sociales y orgullo del trabajador industrial. Los jóvenes
reorganizan su subjetividad en función de otros ejes, tales como la identificación a través de la ropa o la música, que
le procuran mayor sensación de realización personal y les permite definir positivamente nuevas afiliaciones y
pertenencias.
 El trabajo, concebido como precario e inestable, deja de ser el principio organizador en el proceso de afirmación
de la subjetividad y otros componentes, ligados al consumo, gustos musicales, entre otros, adquieren mayor peso.
Una consecuencia de la nueva dinámica laboral es que los modelos de subjetividad emergentes se construyen a
distancia del mundo del trabajo.
El trabajo es un factor de integración social que aparece relativizado en su importancia como principio de
individualización y espacio de construcción de un colectivo social, un “nosotros”.
CULTURA POPULAR Y ESTIGMATIZACION DE LA JUVENTUD: EL HORIZONTE DE LA
EXCLUSIÓN
Las demandas de consumo de aquellos jóvenes cuya situación es de mayor vulnerabilidad y desorganización social
y las demandas de consumo de jóvenes provenientes de sectores con mayores oportunidades de vida son las mismas
debido a que los primeros han sido socializados en un medio urbano con influencia de los medios masivos de
comunicación. Sin embargo, pese a esta tendencia homogeneizadora, producto de la difusión transversal de los
consumos, los modos de apropiación son divergentes, pues también dependen del grupo social de pertenencia.
La oposición a la policía como elemento cultural aparece sobre todo por el rechazo que sufren los de sectores más
bajos. Este tópico tiene sus orígenes en la última dictadura militar y encuentra continuidad en la actualidad de la
mano del Sistema represivo institucional.
 Jóvenes como destinatarios privilegiados del nuevo modelo de relaciones laborales y por otra parte, como la
expresión por antonomasia de la “población sobrante”.
LA MUTACIÓN ORGANIZACIONAL: HACIA EL MUNDO COMUNITARIO DE LOS POBRES
URBANOS
El nuevo régimen de acumulación, en la Argentina, terminó de liquidar la estructura salarial anterior, que ofrecía
protección social, estabilidad laboral y derechos sociales. La sociedad argentina no contó con centros de formación
o reconversión laboral, ni con políticas estatales.
A partir de 1987 hasta la actualidad, los diferentes gobiernos fueron multiplicando las formas de intervención más
específicamente políticas en el mundo popular, que encontrarían su expansión durante el gobierno de Menem.
Los primeros ensayos de asistencia alimentaria de los 80 fueron seguidos por una política más sistemática de ayuda
social, que incluía la salud y la infancia.
La política en los barrios tendió a recluirse en su dimensión más asistencial, despojándose de sus lazos tanto como la
militancia política como con el mundo sindical. Las razones de tal inflexión es el triunfo del peronismo en su
versión neoliberal.
El modelo de dominación política se basa en tres supuestos centrales:
1. la división del trabajo político por medio de la profesionalización de las funciones.
2. la política de descentralización administrativa.
44
3. la focalización de la ayuda social.
Estos tres ejes de la política neoliberal fueron la clave para la reformulación desde el Estado de la relación con las
organizaciones sociales.
El Partido Justicialista, desde las distintas instancias del Estado, tanto por intermedio de las nuevas estructuras de
gestión (descentralización y nueva división del trabajo político), como de los “viejos” estilos centralizados,
comandó la reorientación organizacional del mundo popular. Así, tras la crisis del mundo de los trabajadores
urbanos, se creó un mundo caracterizado por redes y organizaciones territoriales, atravesado por nuevas formas de
“clientelismo afectivo”  tipo de relación que expresa la convergencia aleatoria entre la dimensión utilitaria de la
política y la dimensión afectiva manifiesta en las distintas modalidades de identificación con los líderes. El
clientelismo afectivo se fue convirtiendo en una manera estable de definición del vínculo político “desde abajo” en
el período pospopulista.
En resumen, en medio de la crisis y la desaparición de las instituciones típicas de la sociedad salarial, estas redes
territoriales se fueron densificando y orientando cada vez más a la gestión de las necesidades básicas, configurando
de manera incipiente los contornos de un nuevo proletariado, multiforme y heterogéneo, caracterizado por la
autoorganización comunitaria.
MUNDO PERONISTA, BRECHAS CULTURALES Y NUEVAS MILITANCIAS
 La transformación del peronismo en los sectores populares encuentra tres grandes inflexiones
1. (1989 -1995) Etapa inicial del gob. de Menem, aparece asociada al debilitamiento del peronismo en términos
socio culturales. Debilitamiento del peronismo en términos identitarios y la difusión de culturas alternativas, que
conducirá a la multiplicación de los grupos de pertenencia. Esta primer brecha sociocultural aparece manifiesta en la
dificultad de transmisión del peronismo en el marco familiar.
2. 1996-97 vinculada al desarrollo de formas de (auto)organización de lo social y nuevas figuras de la militancia
territorial, por fuera de y confrontadas con la estructura del partido peronista. Surgimiento y expansión de las
organizaciones piqueteras, muchas de ellas definidas por fuera y en confrontación con las estructuras tradicionales
del PJ. El peronismo en tanto lenguaje político desde el cual los sectores populares inteligían la dominación social,
se desdibuja aceleradamente.
Esta brecha fue introducida por las religiones alternativas. Esto se comprende al tener en cuenta que la hegemonía
del peronismo en los sectores populares se tradujo en una homogeneización político-cultural, expresada en la
subordinación y la deslegitimación de otras prácticas o creencias populares. Durante los 90 hubo un notorio
crecimiento de las religiones pentecostales y evangelistas dentro de los sectores populares, lo cual quebró la ilusión
del monopolio de lo popular por parte del peronismo, estrechamente asociado al catolicismo.
3. 2002 se origina como producto de la masificación de los planes sociales en el empobrecido mundo popular.
***
En la Argentina la reconfiguración de la matriz popular en términos territoriales/comunitarios apareció como una
exigencia para contener el conflicto social, frente a la destrucción del mundo obrero popular. En medio de cambios
de todo orden, el ethos de las clases populares, ligado a la lucha sindical y la toma de tierras, sufrió un impacto
mayor, en virtud de su vínculo estrecho e ineludible con el PJ que, desde los diferentes niveles del Estado, sería el
encargado de llevar a cabo las llamadas reformas estructurales. Así, a fines de los 90, la nueva matriz popular indica
tanto el declive del mundo obrero, como la emergencia de un conjunto heterogéneo de organizaciones territoriales.
En la actualidad, este nuevo tejido territorial, cuyos contornos asoman a partir de la multiplicidad de las redes de
sobrevivencia y la experiencia de la segregación socioespacial, abarca un conjunto muy vasto y heterogéneo de
organizaciones, desde ONG; organizaciones religiosas; diferentes agrupaciones piqueteras, que realizan un trabajo
de organización territorial; en fin, comedores y sociedades de fomento.
El nuevo modelo coloca en el centro la figura del militante social, mediador imprescindible en el mundo de las
necesidades básicas.
En suma, en el marco de este proceso de reconfiguración territorial, surge un nuevo proletariado, multiforme,
plebeyo y heterogéneo, que no sólo es el asiento de prácticas ligadas al asistencialismo y al clientelismo afectivo,
promovidas desde diferentes instancias y organizaciones, sino también el locus de nuevas formas de resistencia y
prácticas políticas.
6. BECCARIA Y VINOCUR: La pobreza del ajuste o el ajuste de la pobreza (7077)
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La medición de la pobreza
En el presente trabajo se combinan las dos aproximaciones tradicionalmente utilizadas para la medición de la
pobreza: la denominada línea de pobreza (LP) y la de necesidades básicas insatisfechas (NBI).
La primera presupone la determinación de una canasta básica de bienes y servicios de costo mínimo que se
construye respetando las pautas culturales de consumo de los estratos populares en un determinado momento
histórico. Esta canasta normativa, una vez establecido su valor, define la LP.
La valorización de una canasta de alimentos de costo mínimo, a su vez, permite determinar la línea de indigencia
(LI).
La segunda aproximación remite a las manifestaciones materiales que evidencian falta de acceso a ciertos servicios
como vivienda, agua potable y educación. Así, según el criterio de las NBI se considera como pobres a los hogares
que responden a, por lo menos, uno de los siguientes indicadores:
Sus integrantes padecen hacinamiento (conviven más de tres personas por cuarto)
Sus viviendas carecen de servicio higiénico con arrastre de agua.
Sus viviendas son precarias (construidas con desechos o en terrenos de tenencia precaria).
Hay niños en edad escolar que no asisten a la escuela (deserción escolar).
Hay cuatro personas o más por miembro ocupado y el jefe de hogar tiene un nivel de instrucción igual o menor
a segundo grado de primaria (baja capacidad de subsistencia).
Ambos métodos evalúan situaciones diferentes. El de las NBI, la pobreza histórica o “estructural”, es decir, la de
aquéllos sectores que han sufrido carencias esenciales por generaciones y que difícilmente puedan superarlas
mediante estrategias individuales, aun cuando sus ingresos pueden ser superiores al valor de la LP; estos sectores
requieren programas sociales, como los de crédito para la vivienda, construcción de redes de agua potable, etc.
El método de la LP toma en cuenta aquella situación de pobreza que sólo se expresa en ingresos insuficientes y que
en la Argentina es resultado de un proceso de pauperización. Este enfoque da lugar a una clasificación de los
hogares en cuatro grupos principales: no pobres, transicionales, pauperizados y estructurales.
NECESIDADES BÁSICAS
Ingresos respecto de la
LP
SATISFECHAS
INSATISFECHAS
MAYORES
No pobres
Transicionales
MENORES
Pauperizados
Estructurales
Con el afán de aproximarnos a una mejor comprensión de las modificaciones ocurridas se buscó identificar grupos
de distinto grado de intensidad de la pobreza entre los pobres por NBI (estructurales y transicionales). De esta
forma se definieron los siguientes estratos:
Pobreza extrema: constituído por aquellos hogares que presentasen al menos una de las siguientes cuatro
condiciones:
1) ingresos inferiores al valor de la LI;
2) vivienda precaria;
3) vivienda sin servicio higiénico de arrastre;
4) hacinamiento y además tenencia precaria de la vivienda (es decir, cuyos ocupantes no son propietarios del
terreno en el que está ubicada)
Pobreza estructural no extrema: constituído por aquellos hogares con al menos una de las siguientes
condiciones:
1) hacinamiento;
2) deserción escolar;
3) tasas de dependencia de cuatro;
4) tenencia precaria de la vivienda. En todos los casos, con ingresos inferiores a la LP, pero superiores a la LI.
Pobreza estructural con ingresos suficientes: constituídos por hogares con las mismas características que el
subgrupo anterior, pero con ingresos mayores que la LP.
El grupo de los NBI con ingresos suficientes, junto con sectores de clase media y media baja, han sido las
principales víctimas de la pauperización argentina que se inicia a mediados de los setenta. La complejidad de la
estructura social argentina, caracterizada por la presencia de una variada capa de clases medias dio lugar a un
corrimiento descendente: la heterogeneidad se trasladó hacia abajo. La estructura comenzó a polarizarse, producto
de los cambios regresivos en la distribución del ingreso.
El proceso que se inició a mediados de la década del 70 tuvo como resultado un incremento de la pobreza global,
explicado por la caída de los ingresos de un segmento social muy significativo. Si bien los pobres por NBI
representan actualmente una proporción algo menor que 15 años atrás, sus condiciones de vida empeoraron, tanto
por la disminución de su capacidad de consumo como por la intensidad de las carencias. Esto da como resultado una
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estructura social sumamente heterogénea, compuesta por sectores que tienen muy distinto origen, disímiles
expectativas y experiencias organizativas y que, en consecuencia, poseen vivencias también diferentes sobre las
causas y sobre las respuestas que mejor se adecuen a la coyuntura.
Unos, los estructurales, habitan espacios relativamente homogéneos, tienen referencias culturales similares y, si bien
han visto deteriorarse su tradicional ámbito organizativo (la fábrica, el taller), pueden reconstruir a partir de su
comunidad cierta capacidad de gestión y organización.
Otros, los pauperizados, residen en un heterogéneo y vasto espacio urbano que dificulta reconocerse entre pares.
Formaron parte de una cultura que tuvo en el ascenso social su paradigma, con escasa experiencia organizativa,
tanto a nivel laboral como social. Tienen, por otro lado, una percepción de pérdida en su calidad de vida que genera
frustración, pues carecen de vías apropiadas para canalizar sus demandas, y, como única alternativa, visualizan la
respuesta individual, muy alejada de cualquier convocatoria solidaria.
La consolidación del nuevo esquema de acumulación que se ha ido cristalizando aceleradamente, más abierto a la
competencia internacional y con una menor participación del Estado en la regulación de los mercados, puede
también acentuar y reafirmar el proceso de exclusión social que se verifica desde mediados de los setenta. Ello
implicaría la consolidación de un escenario en el que la persistencia de la pérdida de la calidad de vida de los
pauperizados los convierte en estructurales, sino en ésta, en la futura generación.
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