LA COMPETENCIA Y EL

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SPEECH/02/79
Prof. Mario Monti
Comisario europeo responsable de la política de competencia
LA
COMPETENCIA
Y
EL
CONSUMIDOR: ¿Cuáles son los
objetivos de la política europea de
competencia?
Día europeo de la competencia en madrid
Casino de Madrid, 26 de febrero de 2002
Sr. Vicepresidente del Gobierno, Señores y Señoras Eurodiputados, Señoras y
Señores,
Me gustaría expresar mi gratitud a la Presidencia española, y en especial al
Vicepresidente Sr. D. Rodrigo Rato, por haber organizado este Día europeo de la
competencia en Madrid. También deseo dar las gracias al Sr. D. Luis de Guindos,
Secretario General de Política Económica y Defensa de la Competencia, y al Sr. D.
Gonzalo Solana, Presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia y a sus
servicios por el entusiasmo y esfuerzos en la organización de esta iniciativa. Con
carácter más general quiero subrayar su importante y permanente contribución al
funcionamiento eficaz y ágil de la "familia" de autoridades de competencia de la
Unión Europea. En este contexto, deseo expresar mi estima por las medidas
adoptadas recientemente por el Gobierno para reforzar el cometido de las
autoridades de competencia en España y en especial el hecho de que se haya
dotado al Tribunal de personalidad jurídica y de unos recursos cada vez mayores.
Éste es el quinto Día de la competencia desde que hace dos años, en Lisboa,
inauguramos la tradición de organizar este acontecimiento bajo cada presidencia
con objeto de incrementar la concienciación de la opinión pública sobre las ventajas
de la normativa de competencia en términos de precios más bajos, más innovación
y mayores posibilidades de elección.
Agradezco al Parlamento Europeo su reiterado apoyo en este ámbito y acojo con
satisfacción la presencia en esta sesión de los Señores y Señoras Eurodiputados,
del Vicepresidente de Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del
Parlamento Europeo, Sr. D. José Manuel García-Margallo, así como la de los Sres.
Luis Berenguer y Jonathan Evans.
Tengo la firme convicción de que, cuando las fuerzas de la competencia
intervienen, los productores se esfuerzan más por captar clientes ofreciéndoles
menores precios, mayor calidad y mejor servicio que cuando el mercado está
controlado por un monopolista o por un puñado de empresas. Las autoridades
reguladoras deben velar por que el mercado sea suficientemente competitivo,
especialmente impidiendo la creación o consolidación de posiciones dominantes al
examinar las fusiones y adquisiciones de empresas. Pero incluso cuando hay
muchos operadores presentes en el mercado, dichas autoridades deben
permanecer atentas para velar por que las empresas no intenten lograr beneficios
ilícitos fijando los precios y repartiéndose los mercados.
Quisiera ser más preciso y presentar algunos ejemplos recientes que ilustran
claramente cómo defendemos el interés del consumidor:
Un buen ejemplo es el del sector del automóvil. Estoy seguro de que no han
olvidado que hace tres semanas la Comisión Europea propuso unas nuevas
normas de competencia para el sector de la distribución de automóviles, que
pretenden resolver los problemas de competencia que existen bajo el régimen
actual y mejorar las condiciones de compra de coches en la UE.
El régimen actual no prevé la suficiente competencia entre distribuidores
autorizados de la misma marca. Es bien sabido que cada distribuidor autorizado
tiene su propio 'coto de caza' y no puede arrebatar clientes a su vecino.
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El régimen actual no ha solucionado los problemas a los que se enfrentan los
consumidores cuando intentan comprar un coche en el extranjero. Puede que esto
no preocupe a los consumidores españoles ya que, tal como refleja la encuesta
bianual de la Comisión sobre precios, España es uno de los países de la UE donde
es más barato comprar un coche. Sin embargo, los consumidores podrían estar
interesados en saber que, según la última encuesta publicada ayer, un Peugeot
106 es alrededor del 15 por ciento más caro en España que en Portugal (por no
hablar de Grecia, en donde es incluso más barato, aunque, creo, está un poco
demasiado lejos...).
Por último, el régimen actual no introduce suficiente competencia en el
mantenimiento posventa y en las reparaciones, que, ¿saben ustedes? representan
el 40 por ciento del coste total de un coche durante su vida útil.
El nuevo proyecto de reglamento de exención por categorías adoptado por la
Comisión a comienzos de este mes pretende resolver esta situación y beneficiar a
los consumidores europeos. Dará paso a una mayor utilización de las nuevas
técnicas de distribución tales como las ventas por Internet. Introducirá más
competencia entre los distribuidores autorizados, facilitará considerablemente las
compras transfronterizas de vehículos nuevos y permitirá que los distribuidores
autorizados vendan coches de marcas diferentes. Todo esto supondrá una mayor
competencia de precios y más posibilidades de elección para los consumidores.
El nuevo proyecto de reglamento también aumentará las posibilidades de elección
de los consumidores en el sector de los servicios posventa al permitir que todos los
talleres cualificados se incorporen a la red de reparadores creada por los
fabricantes. Los talleres independientes también tendrán acceso a toda la
información técnica necesaria para reparar automóviles, de modo que podrán
ofrecer un servicio de calidad similar al de los talleres de reparación oficiales. Por lo
tanto, no es de extrañar que la principal oposición a las nuevas normas proceda
principalmente de los fabricantes de vehículos, pero también de los distribuidores
autorizados, que perderán la protección contra la presión de la competencia,
protección inexistente en otros sectores.
Me gustaría subrayar que no se puede decir en modo alguno que la Comisión esté
llevando a cabo una política anti-industrial. Al contrario, los altos directivos del
sector industrial han pedido reiterada y explícitamente a los políticos que abran los
mercados y se aproximen al modelo económico de los EE.UU.. Se considera, con
razón, que el mayor dinamismo que existe en los EE.UU. se debe a una política
más orientada hacia el consumidor, que fomenta la eficacia y en último término
beneficia al sector de la producción.
Estos cambios eran necesarios desde hace tiempo si tenemos en cuenta el
comportamiento ilícito de ciertos fabricantes por lo que se refiere a las ventas
transfronterizas. Quisiera insistir en que los ciudadanos tienen derecho a comprar
un coche nuevo allí donde sea más barato, que suele ser lo que quiere todo el
mundo si se considera el alto coste que ello supone. Como ya saben, los coches
nuevos son los únicos artículos, desde la creación del mercado único europeo en
1993, que están exentos de impuestos si se compran en un país que no sea el de
residencia. Esta es la razón por la que la Comisión publica los precios sin
impuestos. Éstos se pagan posteriormente en el país de residencia.
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La Comisión impuso el año pasado a Daimler-Chrysler una multa de casi 72
millones de euros por impedir a los consumidores de otros Estados miembros
comprar en los distribuidores autorizados alemanes y por incurrir en una colusión
para controlar los descuentos ofrecidos a los consumidores en Bélgica. Esto
equivale a fijar los precios de reventa, una práctica ya sancionada por la Comisión
en decisiones anteriores contra Volkswagen y Opel Nederland.
Otro ejemplo es el del sector bancario. Poco después de la introducción del euro
iniciamos procedimientos contra bancos de varios Estados miembros porque
teníamos motivos para creer que estos bancos habían fijado colectivamente las
comisiones cobradas en concepto de cambio de divisas de la zona del euro.
Gracias a nuestra intervención la mayor parte de los bancos recortaron
considerablemente o suprimieron sus comisiones en beneficio de los
consumidores.
Hablemos también del sector de la aviación, que afecta a millones de pasajeros en
toda Europa. En julio de 2001 la Comisión decidió multar a SAS y Maersk Air por
aplicar un acuerdo secreto de reparto del mercado que afectaba a los viajeros entre
Copenhague y Estocolmo, una de las rutas más usadas del norte de Europa.
Merced a esta decisión se restableció la competencia entre SAS y Maersk Air, así
como la presión competitiva sobre las tarifas de las líneas aéreas.
Podría también mencionar las medidas tomadas por la Comisión para proteger la
competencia en los mercados de la cerveza belga y luxemburgués, así como
muchos otros ejemplos.
Sin embargo, añadiré que otra manera importante de fomentar la competencia
consiste en liberalizar los sectores industriales controlados aún por monopolios o
en los que no hay suficiente competencia. En este contexto me congratulo al
comprobar los esfuerzos de la Presidencia española por llegar en el Consejo a un
acuerdo político sobre la apertura de los mercados del gas y la electricidad.
Un ejemplo excelente del éxito en la apertura de los mercados a la competencia
son las telecomunicaciones puesto que en la mayor parte de los Estados
miembros las tarifas de las llamadas internacionales bajaron un 40%, por término
medio, entre 1997 y 1999.
El reto actual, porque aún quedan retos, es la apertura a la competencia del bucle
local en las redes de telecomunicaciones, es decir, el último tramo de la conexión a
los hogares de los clientes, pero tengo entendido que éste será el tema central de
la segunda sesión de hoy.
El acceso desagregado al bucle local se impuso en Europa mediante un
Reglamento de diciembre de 2000, pero hasta ahora aún está pendiente de
aplicación en la mayor parte de casos. Si no se facilita este acceso, los nuevos
operadores del mercado tienen que hacer frente a unos altos costes que frustran
sus programas empresariales y tienen también que enfrentarse a las prácticas
obstructoras de los antiguos monopolios. De hecho, algunos de los nuevos
operadores se han retirado ya de este proceso de apertura o se han apartado del
mercado doméstico lo cual es perjudicial para los usuarios.
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Mis servicios están trabajando actualmente de forma prioritaria en asuntos de
competencia que consisten en prácticas abusivas de los actuales operadores de
telecomunicaciones con objeto de impedir la entrada de los nuevos operadores en
los mercados locales de telecomunicaciones, que abarcan tanto los servicios de
telefonía como los nuevos servicios de banda ancha. Este comportamiento impide
que los consumidores disfruten de un acceso sencillo y barato a Internet y limita la
libertad de elección a este respecto. Los casos de precios predatorios y de precios
comprimidos se hallan en una fase avanzada de la investigación y cabe esperar
que este año se adopten las correspondientes decisiones finales.
Otra prioridad es el mercado de los teléfonos móviles. El estudio sectorial de la
Comisión sobre los precios internacionales de la itinerancia ha revelado que los
operadores de móviles pueden estar aplicando unos precios excesivos. Hemos
limitado nuestras investigaciones a varios Estados miembros en los que la situación
es más grave y pretendemos tomar medidas concretas este año, de tal modo que
no se aprovechen de los usuarios que utilizan sus teléfonos móviles en el
extranjero. Las tarifas de terminación de los móviles también son motivo de
preocupación: como estas tarifas al por mayor no son visibles para los
consumidores - ni quien llama ni quien recibe la llamada conocen las tarifas
cobradas por la terminación – los operadores móviles tienen la posibilidad de
aplicar precios excesivos sin que se sepa. También en estos casos las
investigaciones avanzan de forma prioritaria y espero poder anunciar unos
progresos concretos antes del verano.
Otro tema importante que debe tratarse aquí es el de la retransmisión de
acontecimientos deportivos.
Pero antes de entrar en este tema, permítanme primero subrayar, para aquellos de
ustedes, y para el público en general, que se preguntan qué relación tiene la
política de competencia con el deporte, que la Comisión no pretende en modo
alguno regular la forma en que se juega o se organiza el fútbol o cualquier otro
deporte.
Nuestra intención es intervenir lo menos posible y hacerlo sólo y cuando esté
justificado desde el punto de vista de comercial del deporte.
Las normativas deportivas sobre cómo se organizan los campeonatos, la manera
en que un entrenador dispone su equipo de fútbol, cómo un árbitro dirige el juego,
si se selecciona a un jugador de judo para representar su país en los Juegos
Olímpicos o si se suspende a un nadador por consumir sustancias prohibidas no
son de la incumbencia del departamento de competencia de la Comisión y las
veces que hemos recibido denuncias a este respecto, las hemos rechazado.
Pero todos sabemos que el fútbol, y éste no es de ninguna manera el único
ejemplo, se ha convertido en un gran negocio.
Recuerdo que allá en 1948, cuando asistí por primera vez a un partido del A.C.
Milán, que aquel mismo día se convirtió en "mi club", la entrada a un partido de
fútbol era algo asequible para todo el mundo. Hoy en día, un abono de temporada a
cualquiera de los grandes clubes europeos es algo que hay que presupuestar
cuidadosamente, fruto indudable de las cantidades astronómicas alcanzadas en el
mundo de los traspasos de jugadores y de la comercialización del deporte.
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Esto, por supuesto, no siempre es del agrado de los aficionados al deporte que se
quejan a menudo de la subida de las tarifas de suscripción a las televisiones de
pago, que también en parte son fruto de las enormes sumas pagadas por las
empresas de televisión por los derechos de retransmisión de acontecimientos
deportivos.
Lo cual, como ya he dicho, me lleva al otro tema del Día de la competencia:
derechos de retransmisión de acontecimientos deportivos y política de
competencia.
Como todos sabemos, la venta de derechos de transmisión es una de las fuentes
más importantes de ingresos para los organizadores de acontecimientos deportivos
y para los clubes de fútbol, y el valor de esos derechos se ha disparado
radicalmente en los últimos 10 años.
Quisiera poner algunos ejemplos: los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984
generaron 308 millones de euros en derechos de televisión, mientras que los
Juegos de Sydney en 2000 llegaron a 1.400 millones de euros. Del mismo modo,
las empresas de radiodifusión pagaron 2.600 millones de euros en 2000 por el
derecho a retransmitir tres temporadas de la primera división de fútbol inglesa.
Evidentemente, esto no sería de nuestra incumbencia si no fuera por que esos
derechos se venden a menudo con carácter colectivo. Por 'colectivo' mercado
refiero a la práctica consistente en que un determinado organismo, generalmente
una organización deportiva, vende los derechos conjunta o colectivamente, en vez
de ser los clubes u otras entidades quienes lo hacen por separado.
Esta práctica puede tener efectos contrarios a la competencia y más aún si los
derechos se venden de forma exclusiva y por un largo periodo. Los acuerdos
colectivos de venta pueden producir efectos restrictivos ya que equivalen a un
mecanismo de fijación de precios, limitan la disponibilidad de los derechos de
retransmisión de acontecimientos deportivos y consolidan la posición de mercado
de las empresas de radiodifusión más importantes. Esto limita la competencia entre
estas empresas y reduce las posibilidades de elección del consumidor.
Prestamos especial atención a que ninguna posesión de este tipo de derechos
impida la aparición de nuevas tecnologías tales como Internet, en detrimento del
consumidor europeo.
Indudablemente, un contrato exclusivo para un acontecimiento deportivo o para una
temporada de un determinado campeonato no plantea normalmente ningún
problema de competencia.
Sin embargo, la exclusividad que es de larga duración y que abarca una amplia
gama de derechos puede ser inaceptable. Podría dar lugar a compartimentar el
mercado y redundar en perjuicio del interés público.
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La combinación de venta colectiva restrictiva y exclusividad de larga duración
puede afectar a veces seriamente al funcionamiento normal de los mercados. Los
derechos pueden llegar a tener precios tan elevados que los compradores dudan
en invertir. Puesto que el valor de los derechos no se define en función de
condiciones competitivas normales, las empresas que deciden agenciarse el único
grupo valioso de derechos se ven abocadas de forma injustificada a incurrir en
riesgos financieros importantes. Esto desemboca en una situación del mercado
altamente frágil, lo cual es perjudicial para todas las partes interesadas: los
usuarios, el sector de los medios de comunicación y las asociaciones deportivas.
Los usuarios pueden quedar excluidos o tener que pagar precios exorbitantes por
programas populares. El sector de los medios de comunicación puede sufrir tal
como se refleja en los recientes informes de prensa sobre Alemania y el grupo
Kirch. Las federaciones deportivas pueden ver cómo se hunden sus organismos de
comercialización tal como ocurrió recientemente con ISL, el agente de la UEFA.
Finalmente, estamos particularmente dispuestos a velar por que la posesión de los
derechos no impida la aparición de nuevas tecnologías tales como Internet, en
detrimento del consumidor europeo. Éste no es un ejercicio abstracto destinado a
favorecer a unas tecnologías específicas más que a otras. Se trata de los
consumidores, que deben tener la mayor posibilidad de elección de medios cuando
deseen tener acceso a programas populares. En este contexto, nos proponemos
controlar la explotación de los nuevos medios (Internet, redes móviles) en relación
con los acontecimientos deportivos importantes.
Como ya saben, en julio del año pasado la Comisión se opuso a la manera en que
la UEFA vende los derechos de retransmisión de las fases finales de la Liga de
campeones de la UEFA, competición en la que, por cierto, un club querido por la
mayoría de los habitantes de esta ciudad está obteniendo resultados especialmente
buenos. Aprovecho la ocasión para desear al Real Madrid un feliz centenario...
El pasado mes de noviembre la UEFA contestó a los cargos presentados y
actualmente está discutiendo con mis servicios las modificaciones de su política
comercial.
En lo que atañe más directamente a España, la Comisión también se opuso
enérgicamente en 2000 a la monopolización por Sogecable y Telefónica de los
derechos de retransmisión del fútbol español. Estoy satisfecho con los progresos
alcanzados hasta ahora, que han contribuido a que bajaran las tarifas de
suscripción a la televisión de pago, pero aún subsisten algunos problemas. ¿Se
justifica, por ejemplo, que las dos principales plataformas digitales de España se
unan para comprar esos derechos y que lo hagan por un periodo tan largo, hasta
2009? Les dejo que se lo piensen...
Para finalizar, pienso que las autoridades de competencia pueden estar orgullosas
de la repercusión positiva de su trabajo y de los palpables beneficios para los
consumidores: precios menores, mayores posibilidades de elección, y más
innovación.
Señoras y señores, estoy deseando que empiecen los debates de este Día europeo
de la competencia y espero que constituya para todos nosotros un acontecimiento
interesante e instructivo.
Confío en que de esta forma podamos también contribuir a dar una imagen de la
Unión Europea como proyecto no sólo de los políticos o en beneficio de la actividad
empresarial, sino como un proyecto para la ciudadanía.
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