Let other people play other things- the king of game is still

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Texto por Jesús Terreros Andreu
“Let other people play other
things- the king of game is
still the game of kings” *
* “Dejemos que la gente juegue a otras cosas, el rey de los juegos es todavía el juego de los reyes”.
competición 103
los “Indios Chapaleufú”, el irrepetible
equipo de los hermanos Heguy que
llegaron a sumar 40 puntos de handicap.
P
acíficos centauros, condotieros de la
paz, jinetes y caballos en perfecta
sintonía, trotan con fuerza y
elegancia sobre la piel de toro en los torneos
deportivos que se disputan en España desde
1872, fecha de la fundación del “Jerez Polo
Club”. Unos años más tarde, S.M. Alfonso XIII,
primer monarca europeo que practicó el Polo
en público, inauguraba el campo de Polo de la
Casa de Campo. La temporada de Polo en
España, hoy por hoy se reparte entre
Sotogrande (Cádiz), Madrid y Barcelona.
Los orígenes del polo son inciertos pero ya
en Persia se jugaba el Pulu (que significaba
Raíz de sauce) 500 años antes de Cristo, en
los tiempos de Darío el Grande. El llamado
Sagol Kangjei se jugaba en la India
(Manipur) alrededor del año 300 antes de
Cristo y entre los antecedentes históricos,
se hallan las pinturas chinas sobre seda que
reproducen al Emperador Hsuang-Tung
practicando este deporte.
En el siglo XIX los colonizadores ingleses y,
sobre todo, los militares británicos
destinados en la India, no tardaron en
admirar este juego que aprendieron y
acabaron introduciendo en Europa. En
1869 se jugó por primera vez en Inglaterra
al polo moderno entre oficiales de la
caballería y en 1875 se creó el primer
club de polo, la Hurlingham Polo
Association de Londres que elaboró el
primer reglamento y otorgó el primer
trofeo. Un año más tarde, el polo ya se
practicaba en Estados Unidos en la
escuela de equitación de Dickler y en el
Westchester Polo Club, los americanos
aportaron al deporte el sistema de
handiccaping o igualas que
está
universalmente extendido. En Argentina el
polo tuvo una aceptación inmediata y de
hecho, uno de los trofeos de más prestigio,
la Copa de América entre Estados Unidos y
Argentina, que se celebró por primera vez
en 1928, ha sido ganada por este último
país en la mayoría de las ocasiones. Desde
entonces, Argentina y Gran Bretaña son
las referencias de este deporte, a uno y
otro lado del océano. Los caballos se crían
y adiestran exclusivamente para el polo en
Argentina, en estancias y fincas rurales
del oeste bonaerense y se importan a
Estados Unidos y Gran Bretaña.
Argentina es también una
cantera inagotable de
excelentes jugadores
a través del mundo,
la mayoría de ellos
siguen la estela de
Los que participan directamente en el
juego viven intensamente entre el sudor y
la satisfacción, todo un festival de veloces
movimientos no programados, carreras sin
circuito ni pauta, sometidas, no obstante,
a reglas y derechos de paso que permiten
la diversión y seguridad de los jinetes. Los
ocho jugadores, repartidos en dos equipos,
se mueven sobre una cancha de casi
50.000 m2 arrebatándose la posesión de
la bola durante seis periodos (como
máximo) de siete minutos y consiguiendo
a fuer de destreza, resistencia física y
precisión en el golpe, esos goles tan
buscados sobre unas porterías con algo
más de siete metros de anchura.
La elegancia del juego y el ambiente
glamoroso que rodea al deporte hace que
sea uno de los reductos del esplendor de
una época dorada. El polo es más que un
deporte, es un estilo de vida. Glamour y
acción se dan la mano en los grandes
torneos internacionales durante toda la
temporada, Palm Beach, Sotogrande, Newport , Saint Moritz, Londres, lujo, belleza y
caballerosidad. Los espectadores encuentran
el momento para lucir trajes de lino
engalanados con sombreros Panamá, blazer
azul y vaqueros blancos. “A la gente le gusta
“vestirse” con dicho motivo y hacer de la
ocasión, un día especial” comenta Jeremy
Hackett. Un día de polo suele ir
acompañado con picnics servidos desde la
parte trasera de los vehículos servidos con
generosas cantidades de champagne. El té es
otro gran protagonista de los partidos, sobre
todo en Gran Bretaña, donde la Familia Real,
gran habituada a los campos de polo, no duda
en compartir una taza con los extenuados
jugadores. Deporte de reyes que hace honor a
su divisa, por ello, el Sultán de Brunei,
Hassanal Bolkiah, también es un apasionado
del polo, el deporte de los caballos y los tacos.
Quienes se acercan a la cancha para
presenciar el encuentro disfrutan de un
espectáculo de arte y maestría en la
monta, dura competencia, caballerosidad,
señorío, juego en equipo, compenetración
perfecta entre el hombre y el équido,
armonía en el movimiento, naturaleza a
merced del raciocinio. Y, por si fuera poco,
a toda esa sinfonía de precisos movimientos
aún se añade una nota especial de interés,
propia de los deportes en los que se libra
una lucha abierta de poder entre dos
equipos rivales. No obstante, y siendo así,
la armonía vertical entre el jinete y el
caballo se complementa con una armonía
horizontal entre los jugadores, una suerte
de traditio en el comportamiento
deportivo, unas buenas maneras que quizá
hundan sus raíces en la conveniencia de
evitar graves lesiones por conductas
temerarias o quizá sean el necesario
complemento transversal a la inteligencia
y la destreza que cabalgan sobre el donaire
y la fuerza de una bella bestia. Sean
cuales sean las razones últimas, sea
realmente consuetudinaria o bien
reglamentaria la fuerza que obliga,
condotieros de la paz son, porque librando
contienda deportiva son capaces de evitar
hostilidades gratuitas.
En este contexto de prácticas deportivas en
el entorno de la mismísima realeza, ojalá la
pose regia y el límpido comportamiento
sean siempre indicio de altura y señorío en
los que practican el juego y, aunque este
deporte nunca llegue a ser popular, ojalá
nunca esa altura y señorío en la conducta
sean campo vedado para ningún estrato de
la sociedad. A buen seguro, el ejemplo de
estos jugadores puede llegar a calar en los
profesionales y en la afición de otras
prácticas deportivas y llegamos a
contemplar la belleza del espectáculo sin
estridencia, viviendo en el campo y en la
grada una cortesía que trascienda la regla.
Y puestos a soñar, quizá consigamos, por
extensión, ese propósito de mantener en
la vida una pose regia, de no apearnos
casi nunca de nuestra posición natural ni
en el juego, ni en el trabajo ni en nuestras
relaciones más personales, de no llegar a
conculcar las reglas, no ya del Polo sino
de la naturaleza, repudiando las
aberraciones que nos abajan de la
cabalgadura y nos convierten en una
bestia bípeda sin entrañas.
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