Variaciones regionales en la fecundidad y la migración en

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V ARIACIONES REGIONALES
E N LA F E C U N D ID A D Y LA M IGRACION
E N EL ESTA D O D E M ICHOACAN
W illia m W . W in n ie
Universidad de Guadalajara
Michoacán es uno de los estados de la República que
presenta las mayores complejidades dentro de un país que
tiene una geografía muy variada. La entidad, en microcos-'
mos, abarca muchas de las variaciones que se presentan al
nivel nacional y los contrastes jnter-regionales dentro del
Estado son muy marcados, tanto en las características del
medio natural como en muchos aspectos socioeconómicos,
entre ellos, el grado de urbanización.
Si dejamos a un lado las tres grandes metrópolis del
país (México, D.F., Guadalajara y Monterrey), en el siguien­
te nivel de las estructuras urbanas nacionales, Morelia relu­
ce como “centro secundario”, si no como "metrópoli emer­
gente”, mientras algunas otras ciudades como Zamora y
Uruapan probablemente deben ponerse en un próximo
niyel de ciudades secundarias. En fuerte contraste, Michoa­
cán también incluye numerosas comunidades de ascenden­
cia indígena que, si bien muestran un alto grado de mestiza­
je ailtural, por lo general se hallan en el polo opuesto al de
los principales centros urbanos en las variaciones internas
que se observan entre los municipios del Estado.
Para el análisis de las variaciones internas en los nive­
les de fecundidad y migración, se adoptó un esquema de
siete regiones basado en el nivel del saldo migratorio en
relación con otras características pero con más ponderación
en el primero de estos factores. Estas siete regiones son las
siguientes:
Morelia (el municipio
—equilibrio migratorio
entero)
—
fuerte rechazo
Las Montañas del Centro
— rechazo, un poco menos
El Bajío
fuerte
La Ciénega
— rechazo
El Oriente
— rechazo
El Suroeste
— muy fuerte rechazo
El Oeste
— fuerte atracción
La cultura indígena no fue tomada en consideración
como variable en la definición de estas regiones, por la
sencilla razón de que un análisis preliminar demostró la
ausencia de relaciones significativas, al nivel del municipio,
entre el porcentaje de la población que hablaba lenguas
indígenas en 1970 y otras características registradas en el
censo de ese año1.
La siguiente exposición de resultados sobre el presente
tema, entonces, está presentada en términos de las siete
regiones ya mencionadas. Los principales (pero no los úni­
cos) datos que se tomaron en consideración están resumidos
en el Cuadro 1.
CUADRO 1
Siete regiones definidas para el análisis sododemogiáfico, Michoacán, 1960-70
Concepto
Población total, 1970 (miles )
Población total, 1960 (miles)
Saldo migratorio 1960-70, miles
Por mil habs. de 1960
Hijos por mujer 45-49,1970
Pct. con primaria completa,
población de 15 años o más
Pct. PEA Sector;agropecuario
Ingresos LT $500/mes
Pct. mujeres 12 o más en PEA
Pct. viviendas:
1 -2 cuartos
Agua entubada dentro la viv.
Drenaje
Piso que no sea de tia ra
Con electricidad
Con televisión
Cocina con gas o elec.
Consuman pan 7 dús/semana
Consumen carne 4 -7 dúaftcm.
Estado
entero
Morelia
Bajío Ciénega Montañas
Centro
Oriente
2324
1852
- 278
- 150
7.1
218
153
+ 2.3 + 16 6.5
361
320
88.5
277
7.6
542
454
- 95.8
- 211
7.1
203
185
- 57.3
- 310
7.1
397
332
- 6 9 .9
- 209
7.5
15.4
59.0
52.5
10.6
37.5
23.8
40.1
16.9
11.2
72.5
60.4
7.0
15.1
59.9
41.2
10.2
10.5
63.0
67.7
10A
77.2
34.3
31.9
44.0
48.9
16.8
29.1
39.0
20.4
61.5
60.7
67.2
69.8
69.2
353
50.4
57.5
37.8
75.6
26.7
22.7
373
453
16.9
23.5
31.7
17.0
72.4
38.7
35.3
47.8
613
223
36.8
45.1
19.6
82JO
25 JS
20.5
36.0
42.2
12.6
15.5
27.6
14.2
Suroeste
Oeste
55
55
- 23A +
- 346 +
7.0
548
353
523
148
6.7
11.6
54A
60.6
9.6
1JS
79.1
48.9
7-1
14A
563
47.9
11.7
81.9
27.0
26.0
41.4
31.5
11.0
20.6
29.2
18.0
88.0
19.6
15.8
22.9
20.5
2.9
16.8
22.5
14.7
82.6
35.0
31.4
41.8
49.5
11.4
29.8
43.9
21A
FUENTE: Archivo MPOCC del CISE (precunoi del sistema ‘DEMOMUNICIPAL’O, corrida SUMAR de 23/5/80:
los datos de entrada provienen de los crasos generales de población de 1960 y 1970. El procedimiento
para d cálculo de los saldos migratorios se basa en ana suposición de crecimiento natural parejo entre los
diferentes municipio» del Estado y la forma en que se calaíta aparece en el programa DEM3A del siste­
ma DEMOMUNICIPAL. Los resultados presentados en este cuadro quedan sujetos a rectificaciones basa­
das en una nueva corrida del sistema DEMOMUNICIPAL que corregirán los últimos (y, por lo general,
muy pequeño*) errores encontrados en la conversión y bomprobadón de los datos del archivo i original
al nuevo sistema.
Morelia
El municipio de Morelia se trata separadamente, como
una de las siete regiones contempladas en este trabajo,
debido a las muchas e importantes diferencias que existen
entre la ciudad (localidad) de Morelia y el resto del Estado,
así como el gran tamaño de su población que, en 1970,
representó el equivalente del 30 por ciento de la población
total de la más populosa de las otras regiones y el 74 por
ciento del total de su municipio2.
Físicamente, Morelia se encuentra sobre el límite entre
las tierras accidentadas del Eje Neovolcánico y las llanuras
del Bajío hacia el norte: una posición que teóricamente es
muy ventajosa para el desarrollo de un 'centro gestor” ya
que una ciudad en tal posición geográfica puede beneficiarse
de los dos distintos conjuntos de recursos que se presentan
en las dos regiones. Su posición dentro de la red de trans­
portes también es favorable en este mismo sentido.
Desde la Colonia, Morelia ha gozado de comunicacio­
nes comparativamente buenas con la ciudad de México. En
tiempos más recientes, quedaba sobre la principal carretera
totalmente pavimentada entre Guadalajara y la capital fede­
ral hasta* que se abrió la "Vía Corta” de Zapotlanejo a
Irapuato. Cuenta además con servicio directo a la capital por
ferrocarril. Las comunicaciones internas entre Morelia y los
principales centros urbanos a su alrededor —sean de su
propio Estado o de Guañajuato— también son comparati­
vamente buenas.
En lo económico, la ciudad es fundamentalmente un
centro del sector terciario —comercio y una gran variedad
de servicios para una área bastante grande que probable­
mente va más allá del límite entre los estados de Michoacán
y Guañajuato. És de muy poca importancia su sector indus­
trial, excepto por el surtido usual de industrias locales de
alimentos y bebidas y algo de artesanía.
Como municipio (y "región”), Morelia es, para los
propósitos de este trabajo, la región de menor fecundidad
en todo el Estado y su saldo migratorio de 416 por mil
habitantes entre 1960 y 1970 al inicio del período es el único
de signo positivo al nivel regional salvo el del Oeste. Las
otras cinco regiones —que se consideran separadamente en
las próximas secciones antes de contemplar el caso especial
que representa el Oeste de Michoacán dentro del Occidente
de México en general— son de expulsión migratoria que
varía entre “fuerte” (La Ciénega y el Oriente) y “muy
fuerte” (El Bajío, las Montañas del Centro y el Suroeste).
El Bajío Michoacano
La distinción adoptada en el presente estudio entre
esta región, la Ciénega y las otras regiones que colindan con
ellas hacia el sur, concede más importancia al nivel del saldo
migratorio que a las características naturales. Por esta ra­
zón, algunos municipios como Coeneo o Tinguindín que
probablemente habrían quedado en otras regiones si se
hubiese dado más ponderación al aspecto físico, se clasifica­
ron en los primeros dos grupos para los propósitos del
presente trabajo.
El Bajío, al nivel de regiones socioeconómicas en gene­
ral, abarca una gran extensión territorial al extremo sur de
la Altiplanicie Mexicana, de clima subhúmedo si no real­
mente lluvioso en los meses de verano y muchas tierras
planas de alta productividad agrícola (sobre todo, cuando
hay riego, que no es muy raro en el Bajío). Es una región
extensa y densamente poblada que, con la excepción de las
sierras (relativamente pocas para un país de relieve tan
accidentado) que interrumpen la continuidad de sus llanu­
ras de alrededor de 1 700 metros sobre el nivel del mar, ha
sido muy importante como productor de alimentos para
otras regiones desde hace tiempo.
Una parte de esta rica región queda dentro de los
límites del Estado de Michoacán —una parte pequeña—,
comparada con la que corresponde al Estado de Guañajuato
y con menos extensión en tierras planas de alta productivi­
dad en relación con la extensión en cerros, entre los cuales
muchos son conos volcánicos de diferentes tamaños. Es, sin
embargo, una región grande e importante en el desarrollo
sociodemográfico de Michoacán: sus 361 038 habitantes en
1970 representaban el 15.5 por ciento de la población total
del Estado.
El Bajío Michoacano es una región netamente rural en
la cual Zacapu (31 989 habitantes), con un saldo migratorio
de apenas más de 36 por mil al nivel de la cabecera y menos
36 al nivel municipal, es el único centro urbano de cierta
consideración. Al mismo tiempo, la región está muy bien
comunicada por carreteras modernas al nivel regional y, a
veces, al nivel del municipio concreto con los principales
centros urbanos de las estructuras regionales del Occidente
del país que le quedan más cercanos.
El bajo grado de urbanización se puede observar en la
composición de la PEA (población económicamente acti­
va): entre las demás regiones, sólo el Suroeste, además del
Bajío, tenía más del 72.5 por ciento de la población en el
sector agropecuario, en 1970. Niveles inferiores al prome­
dio estatal en los servicios públicos —muy inferiores en
agua y drenaje, aún más en 'electricidad— también son
sintomáticos de la falta de desarrollo urbano.
En ingresos, solamente la región de las montañas del
Centro mostró un porcentaje significativamente mayor de
la PEA con ingresos de menos de $500 por mes. Entre los
otros indicadores de niveles de vida, el Bajío quedó abajo del
promedio estatal en la calidad de los pisos (tierra o no), en el
uso de gas o electricidad para cocinar y en el consumo de pan
de trigo y carne pero sin diferencias notables en los demás
indicadores. En educación, el promedio con seis años o más
dé estudios también fue notablemente inferior a la cifra
correspondiente para el Estado entero; y la escasez de
oportunidades económicas para la mujer es clave: tienen la
tasa más baja de participación en la PEA de las siete regio­
nes.
En términos generales, entonces, se trata de una re­
gión comparativamente rica en cuanto a su medio natural
para la agricultura y bien comunicada con la superestructura
regional y nacional. A la vez, sin embargo, es una región
netamente rural, con altas densidades demográficas en rela­
ción con la cantidad de tierras agrícolamente productivas,
muy poco desarrollo urbano interno y niveles de vida y de
educación más pobres que los bajos promedios para el
Estado en base de la mayoría de los indicadores contempla­
dos en el Cuadro 1.
Dentro de este contexto, el Bajío Michoacano tenía el
más elevado nivel de fecundidad entre las siete regiones del
Estado contempladas aquí3; junto con una emigración neta
bastante fuerte. Tiene tierras ricas pero sobrepobladas, por
defecto de oportunidades dentro de sus propias comunida­
des locales, lo que lleva a complementar los ingresos fami­
liares por medio de emigraciones laborales a plazo más o
menos corto dirigidas predominantemente a los Estados
Unidos, o bien, como otra alternativa, a la emigración en
forma más permanente hacia centros urbanos nacionales.
Las nuevas oportunidades para la absorción de la creciente
oferta de mano de obra proveniente de su sector juvenil se
hacen más escasas cada año que pasa, debido a la combina­
ción de ausencia de una mejor explotación de los recursos
naturales que permitiría una ampliación considerable de su
sector primario, junto con la ausencia notable del desarrollo
interno de un sector dinámico de empleo urbano.
La
Ciénega
La Ciénega muestra algunas similitudes y algunos con­
trastes con el Bajío. En el primer sentido, es una región bien
comunicada con las superestructuras regionales y naciona­
les y comparativamente bien dotada de recursos para la
agricultura (aunque se halla muy densamente poblada). En
el segundo sentido, La Ciénega es notablemente más urba­
nizada que el Bajío con base en todos los indicadores e inclu­
ye Zamora, una de las 'ciudades secundarias” del Occidente
del país que ha tenido un mayor dinamismo en los últimos
dos decenios.
Al contemplar la urbanización de esta región, diversos
argumentos (que no se presentan aquí, por falta de tiempo y
espacio) favorecen el tratamiento de Zamora y Jacona en
forma conjunta. Entre los otros seis centros en esta región
que contaban con 10 000 habitantes o más al nivel de la
localidad en 1970, Jiquilpan, La Piedad y Tangancícuaro
tuvieron saldos de migración neta cerca del equilibrio para
los diez años anteriores, mientras Purépero, Sahuayo y
Yurécüaro mostraron un fuerte rechazo.
El papel de estos centros en el desarrollo demográfico
de La Ciénega se considera más adelante. Por el momento,
lo importante es que esta región, con una población que
representa el 23.3 por ciento del total del Estado para 1970 y
la mitad más de la que tenía el Bajío, cuenta con ocho
(contando separadamente Zamora y Jacona) de las 17 loca­
lidades en Michoacán que tenían 10 000 habitantes o más en
1970, contra una sola en el Bajío. Estas ocho localidades
agrupaban el 31.2 por ciento del total de los habitantes de
las 17 del grupo y el 41.9 por ciento de los que no estaban
concentrados en Morelia. Representaron el 36.3 por ciento
de la población total de La Ciénega contra el 8.9 por ciento
de la población del Bajío Michoacano que vivía en Zacapu y
el 16.8 por ciento en promedio para el total del Estado
menos esta región y la ciudad de Morelia.
Claramente, La Ciénega es una región muy altamente
urbanizada de acuerdo con los patrones predominantes en
el Estado de Michoacán. Ésta conclusión encuentra respaldo
en el dato del 59.9 por ciento de la PEA dedicado al sector
agropecuario contra niveles notablemente mayores en las
otas regiones salvo Morelia y el Oeste.
En vista de lo anterior, no es sorprendente que La
Ciénega siga después de Morelia entre las siete regiones,
con un bajo porcentaje de su PEA con ingresos mensuales
de menos de $500 (1970) y un alto porcentaje de viviendas
con agua, drenaje y electricidad. Lo mismo sucede con res­
pecto a los otros indicadores de la calidad media de la vida
material al nivel regional, con las únicas excepciones en el
consumo de pan de trigo y carne. Que el porcentaje de
mujeres económicamente activas esté muy cerca del prome­
dio para el Estado es sugerente en relación con algunas
características de la urbanización que están fuera del alcance
del presente estudio.
El promedio, para 1970, de hijos nacidos vivos a muje­
res de 45-49 años de edad es de 7.1 —comparativamente
alto— tanto para la región como para el Estado:'un poco
más bajo que el 7.6 para el Bajío pero bastante más alto que
el 6.5 para Morelia. La emigración neta es menos fuerte de
La Ciénega que del Bajío pero, con saldo de menos 211 por
mil habitantes de 1960 a 1970, es notablemente mayor que
el promedio estatal. Esta región también es fuente impor­
tante en las migraciones laborales de mexicanos a los Esta­
dos Unidos.
Los resultados del estudio comparativo de La Ciénega y
el Bajío sugieren hipótesis de gran relevancia en la elabora­
ción de políticas demográficas intraestatales en todo el país.
Consideramos aquí dos regiones que presentan muchas
similitudes en sus características naturales y sus comunica­
ciones con el resto del mundo: una, el Bajío, muy poco
urbanizada y la otra, La Ciénega, con un alto grado de
urbanización.
Comparando estas dos regiones entre sí, con los pro­
medios estatales y, en menor grado, con Morelia y las demás
regiones del Estado de Michoacán, encontramos que la
mayoría de las variables contempladas al nivel regional en
el Cuadro 1 muestran patrones del tipo esperado en base al
concepto de diferencias rural-urbanas en cuanto al rango de
La Ciénega entre las regiones del Estado. Sin embargo, el
hecho de que esta región quede al nivel medio de toda la
entidad en fecundidad y experimente un ritmo de migración
neta aun más fuerte que el Estado en general durante los
sesentas, exige una consideración más profundizada del
juego entre los diferentes componentes de las estructuras
regionales, lo cual se presenta a nivel hipotético en los
próximos párrafos.
El grado de urbanización dentro de esta populosa re­
gión es una cuestión muy relativa: no es tan sencillo el
problema de la definición rural-urbana para que podamos
llegar a decisiones de planificación a base del número de
habitantes en la localidad o aun, al próximo nivel de com­
plejidad, el porcentaje que depende directamente del sector
agropecuario. El centro Zamora-Jacona, como se ha men­
cionado antes, es claramente de fuerte crecimiento urbano
que, con base en su centralización comercial y de servicios
para una extensa área, genera los nuevos empleos necesa­
rios para absorber una inmigración neta comparativamente
fuerte.
Este no es el caso en los otros seis centros de la región
que tenían 10 000 habitantes o más en 1970. Al nivel de la
localidad, Jiquilpan, La Piedad y Tangancícuaro recibieron
aproximadamente el mismo número de migrantes que per­
dieron durante los sesentas (fueron "de equilibrio”), mien­
tras Purépero, Sahuayo, y Yurécuaro tuvieron saldos migra­
torios de fuerte rechazo. Cuando se comparan los saldos
calculados para la cabecera con datos similares para la
totalidad de los respectivos municipios, sin embargo, queda
claro que, con la única excepción de Yurécuaro (¿sería
reflejo, tal vez, de la baja relativa del ferrocarril dentro de
las estructuras del transporte al nivel nacional?), es muy
justificado pensar en estas pequeñas ciudades como centros
de retención migracional dentro de una región de rechazo:
rechazo permanente, dirigido hacia los principales centros
urbanos del país, y rechazo temporal por el alto grado en
que contribuye a las migraciones laborales de mexicanos a
los Estados Unidos.
Estas pequeñas ciudades, aunque en grado diferencial
entre, ellas, lograron en los sesentas desarrollar y retener
dentro de sus respectivas áreas de influencia, alguna parte
de las funciones urbanas que necesariamente crecen en
importancia relativa con el transcurso del tiempo bajo el
modelo de desarrollo adoptado por el país. En términos de
este modelo, la experiencia histórica de centros de nivel
shnilar en los Estados Unidos es muy relevante: con el
mejoramiento de los medios de transporte, ya no era nece­
sario tener tanta dispersión del sector terciario entre una
muchedumbre de centralizaciones locales y esto, junto con
las economías de escala y de aglomeración para el creci­
miento de los sectores no-agrícolas, provocó "la decadencia
de centros urbanos menores”, sobre todo en el Medio-Oeste
de dicho país, que recibió tanta atención en la literatura de la
sociología rural hace algunos decenios.
Parece que procesos similares —no idénticos— han
tenido cierta incidencia en el desarrollo demográfico en
México a partir del año 1960 o antes; también parece que el
caso especial del Estado de Michoacán y, muy especialmen­
te, el estudio comparativo del Bajío y La Ciénega, ofrecen
hipótesis muy sugestivas en relación con la elaboración de
las políticas demográficas a nivel intraestatal.
En el caso del Bajío Michoacano observamos una re­
gión con un mínimo de desarrollo urbano interno, alta
fecundidad y una fuerte emigración hacia destinos fuera de
sus propios límites. Al parecer, las mismas conclusiones son
igualmente aplicables a La Ciénega si se excluyen los cen­
tros urbanos contemplados anteriormente.
Los contrastes importantes entre el Bajío y La Ciénega
en la fecundidad, el saldo migratorio y otros diversos indica­
dores parecen ser reflejo, en gran parte, de dos modelos
diferentes para la participación de la región agrícola de este
nivel en el proceso más amplio del desarrollo o moderniza­
ción al nivel nacional. Dicho proceso más amplio abarca
muchos cambios de diversos tipos: la re-estructuración de
un sistema que, históricamente, era netamente rural con la
gran mayoría de la población dependiente directamente del
sector primario, hacia otro sistema en que una pequeña
fracción de la fuerza de trabajo hace la función de ese sector
para todos y la mayoría está dividida entre funciones secun­
darias y terciarias —que es, más bien que uno de los cam­
bios, una expresión más explícita de lo que ha implicado-"el
desarrollo” históricamente en todo el mundo. Este proceso
no requiere, indispensablemente, el patrón de "metropolización” de la población que caracterizó el desarrollo de los
países más industrializados hasta los últimos años cuando,
al menos en los Estados Unidos, se nota una nueva tenden­
cia hacia la "desmetropolización” de una sociedad muy
urbanizada (para bibliografía, ver Winnie, Arroyo y Guzmán, 1981). Una cuestión —la redistribución intersectorial
de la fuerza de trabajo— es básica e indispensable dentro del
llamado proceso de desarrollo; mientras otra cuestión —la
redistribución territorial de la población— no es ni básica ni
indispensable como factor en el desarrollo en la época
moderna cuando el movimiento de bienes, personas e ideas
entre un lugar y otro es potencialmente tan fácil. Que los
países ya altamente desarrollados pro lo general han segui­
do un modelo de metropolización de la población dentro de
su proceso de desarrollo, no demuestra que sea un compo­
nente indispensable del desarrollo. Dada la tecnología mo­
derna de transportes y comunicaciones, otras alternativas
están disponibles ahora a países como México que obvia­
mente van a experimentar profundos cambios en sus es­
tructuras existentes en los próximos decenios y que, por
medio de políticas oficiales explícitas, se proponen contro­
lar y dirigir estos cambios para lograr "una vida mejor” para
sus respectivas poblaciones. "Una vida mejor” es un concep­
to muy objetivo cuya definición dpende de los valores cultu­
rales de la sociedad de que se trate. A pesar del predominio
del modelo de metropolización en los países ahora más de­
sarrollados, ese modelo no es el único alternativo actual­
mente disponible para la planificación del futuro desarrollo
de México; tampoco es muy consistente con algunos de los
valores culturales que idealizan la vida en el campo y los
pueblos (a la vez que el comportamiento real de la pobla­
ción ha conducido a una creciente metropolización en los
últimos decenios).
Al contrastar el Bajío y La Ciénega, en el caso del
Estado de Michoacán, encontramos dos patrones muy dis­
tintos entre sí de la participación de la región de este nivel
en el desarrollo del país.
En el Bajío, se presenta un modelo de la participación
de una región rural en una tendencia de fuerte metropoliza­
ción. Sus centros de posible desarrollo urbano interno no
muestran señales, en los datos actualmente disponibles, de
ser otra cosa que centros pequeños y decadentes al igual que
las "pequeñas ciudades” del Medio-Oeste de Estados Uni­
dos hace como 40 años: la 'exportación” principal de la
región es población que llega a ser parte del "ejército de
trabajo de reserva” en Guadalajara y la ciudad de México o,
en forma temporal, en los Estados Unidos.
La Ciénega, en cambio, parece ofrecer posibilidades
para la adopción de un modelo muy diferente, a pesar de
que, en los sesentas, también fue una región cuya "exporta­
ción” principal fue población, producto del elevado creci­
miento natural que las estructuras locales eran incapaces de
absorber económicamente en su totalidad. El contraste con
el Bajío, y las posibilidades para seguir otro modelo, radican
en la tasa notablemente más baja de emigración que caracte­
rizó La Ciénega en los sesentas y la presencia en esta región
de importantes señales de desarrollo urbano interno duran­
te el mismo período. Si no hubiera sido por el atractivo (o, al
menos, la retención demográfica al nivel local) de ZamoraJacona y los otros cinco centros antes considerados en ese
sentido, la expulsión poblacional de La Ciénega durante los
sesentas habría sido notablemente más fuerte que la expul­
sión del Bajío Michoacano (Cuadro 2).
CUADRO 2
Población total de 1960 y 1970 y Saldo Migratorio 1960-70
La Cienega de Michoacán por componentes urbano-rurales
Población total
Componente
Total Regional
Total, Sector Urbano
Zamora (localidad)
Jaco na (todo el municipio)
La Piedad (localidad)
Tangancícuaro (localidad)
Jiquilpan (localidad)
Puréparo (localidad)
Sahuayo (localidad)
Resto de la Región
Sector Urbano
Zamora + Jacona
Otros Cinco Centros
Tres centros de “equilibrio”
Dos centros de “rechazo”
Balance Regional
Sin Zamora-Jacona
Sin Z-J y tres de equilibrio
Sin total, sector urbano
1970
1960
542,054
187,351
57,775
26,078
34,963
12,650
15,960
11,198
28.727
354,703
187,351
83,853
103,498
63,573
39,925
542,054
458,201
394,623
354,703
453,854
129,925
34,372
14,245
24,337
9,355
11,862
10,093
25,661
323,929
129,925
48,617
81,308
45,554
35,574
453,854
405,237
359,583
323,929
Migración neta 1960-70
Por mil
Número h abs1960
- 95,787
+ 4,756
+ 9,469
+ 6,058
+
760
497
711
2,987
7,337
-1 0 0 ,5 4 3
+ 4,756
+ 15,527
- 10,771
448
- 10,323
- 95,787
-1 1 1 ,3 1 5
-1 1 0 ,8 7 2
-1 0 0 ,5 4 3
- 211
+ 37
+ 275
4- 425
+ 31
53
60
- 296
- 286
- 310
+ 37
+ 319
- 132
10
- 289
- 211
- 275
- 308
- 310
FUENTE: Archivo MPOCC (precursor del sistema DEMOMUNICIPAL) y sujeto a rectifi­
caciones menores.Ver las aclaraciones del Cuadro 1.
El caso concreto de Zamora-Jacona es muy relevante
en cuanto a la política de reorientación de las migraciones
dentro de la Política Demográfica Regional ya establecida
para el país (CONAPO, 1979). Dentro del conjunto regio­
nal, la inclusión de este centro de atracción tiene el efecto de
reducir de 1960-70 el saldo de 275 emigrantes netos por mil
habitantes al inicio del período para el resto de la región, a
los 211 para su totalidad. En términos absolutos, ZamoraJacona representó en los sesentas, la "reorientación” de
aproximadamente 15 500 migrantes netos desde otros des­
tinos que— en ausencia de datos directos pero tomando en
consideración los resultados del estudio de seis ciudades
menores del Estado de Jalisco (Arroyo, Winnie y Velázquez,
1980)—, probablemente llegaron de residencias anteriores
dentro de la misma región.
Los tres centros "de equilibrio”, en cambio, son más
relevantes en relación con la "política de retención”. Como
son centros urbanos pequeños dentro de zonas de fuerte
emigración neta, su tasa migratoria neta de menos 10 por
mil es reflejo de su capacidad durante los sesentas para
ampliar sus funciones urbanas para las zonas alrededor de
ellos con el consecuente crecimiento del empleo para soste­
ner económicamente un crecimiento demográfico cerca del
volumen del crecimiento natural de sus respectivas pobla­
ciones iniciales. Su efecto combinado al nivel regional redu­
jo el saldo medio a menos 275 por mil para la región,
excepto Zamora-Jacona, desde el nivel de menos 308 por
mil cuando se excluyen estos centros también.
Hasta dos de las urbanizaciones "de rechazo” contri­
buyeron un poco a la retención migracional al nivel regional,
en el sentido que su rechazo fue menor que el promedio
para la región menos los otros centros contemplados ante­
riormente. Su efecto en este sentido fue pequeño y cambia el
promedio de menos 308 obtenido en la* etapa anterior al
análisis a menos 310, lo cual, con un cambio de apenas dos
puntos, no merece mucha atención debido a la imprecisión
de los datos y métodos utilizados en el cálculo de los saldos.
Estos resultados tienen implicaciones muy i m p o r t a n ­
tes en relación con las evaluaciones de las políticas demo­
gráficas existentes que se efectúen en el futuro así como en
la elaboración de las políticas demográficas intraestatales.
Es necesario tomar en consideración también, para su ade­
cuada interpretación, que la comparación entre sí de los
resultados preliminares del presente estudio de Michoacán
y conclusiones del mismo nivel de los otros siete estudios
sociodemográficos estatales elaborados por el CISE en cola­
boración con el CONAPO, da lugar a la conclusión que el
nivel del saldo migratorio estatal no es más ni menos que el
resultado de la combinación de las muy variadas situaciones
que se presentan al respecto entre las diferentes regiones
que integran cada uno de estos ocho Estados4. Que el Estado
de Michoacán sea de fuerte rechazo migracional al nivel de
entidades federativas enteras es muy cierto: pero esconde
los hechos de la atracción de Morelia, la retención de los
centros urbanos de La Ciénega y la falta de retención del
Bajío (sin considerar las otras cuatro regiones, una de las
cuales es de fuerte atracción).
Con base en estos resultados, juntos, parecería conve­
niente contemplar la reformulación de las políticas demo­
gráficas existentes en términos de unidades de tamaño
sub-estatal que en algunos casos podrían ser regiones so­
cioeconómicas enteras y, en otras, ciudades concretas
—reconociendo, simultáneamente, la autonomía que co­
rresponde a cada entidad federativa; el hecho de que algunas
de estas unidades socioeconómicas tienen partes en dos
estados diferentes (como en el caso de La Ciénega y el Bajío,
en cuanto a regiones, y La Piedad en cuanto a ciudades se
refiere); y la conveniencia de hacer la coordinación de las
diferentes políticas intraestatales, primero entre estados
vecinos y luego al nivel regional para llegar, al final de cada
etapa del proceso, a u n reajuste de la Política Demográfica
del país que la mantiene actualizada con base en los mejores
conocimientos disponibles acerca del desarrollo de los pro­
cesos relevantes junto con las intenciones existentes a los
diferentes niveles para tomar medidas que puedan influir
en estos procesos al nivel de tales unidades.
También conviene contemplar, dentro de las evalua­
ciones y reajustes que se hagan en las políticas demográficas
del país, la necesidad de hacer explícito el modelo de estruc­
turas socioterritoriales que se quiere tener en el futuro. Es
obvio y explícito en las políticas existentes, que ya se consi­
dera excesiva la concentración metropolitana que existirá
en las ciudades (zonas metropolitanas) de México, Guadala­
jara y Monterrey en el año 2000 si no se cambian las
tendencias del pasado reciente: pero no se define un modelo
alternativo. Un posible modelo sería de un país con un
número mucho mayor de centros metropolitanos, cada uno
con una población que se contaría a base del número de
millones de sus habitantes en el año 2000; y otro, sería de
una estructura en que la concentración de población y fun­
ciones urbanas en ‘ciudades millonadas” quedaría cerca del
mínimo necesario para el eficiente funcionamiento de la
sociedad entera, mientras la gran mayoría de la población
urbana se dispersaría entre un número mucho mayor de
ciudades pequeñas. Cambios habrá. Los problemas son
complejos para cada posibilidad alternativa —la lista de
posibilidades no se agota con las que se han mencionado
aquí— pero la necesidad de una mejor definición de las
políticas demográficas parecería justificar el trabajo necesa­
rio para contestar las preguntas: ¿Qué tipo de sociedad se
quiere para el México del año 2000? Y ¿cómo debe estar
distribuida su población para disfrutar los beneficios que se
buscan?
Las Montañas del Centro
Esta región es bastante grande en su extensión total y
bastante sobrepoblada en términos de los recursos que tiene
para el sostenimiento de su población agrícola ya que una
gran parte de sus tierras son de pendientes muy fuertes,
laderas de sierras que, en el mejor de los casos, pueden
cultivarse un año o dos de cada diez sin provocar una
destrucción permanente de la baja capacidad productiva que
actualmente tienen. Los recursos agrícolas, la población y
toda la actividad económica se hallan fuertemente concen­
trados en los valles y cuencas intermontanas que, por lo
general, son de poca extensión en cada caso.
Ligeramente menos de dos de cada tres trabajadores de
esta región se dedicaban al sector agropecuario en 1970:
más que en La Ciénega, pero menos que en el Bajío. De
nuevo había un solo centro urbano de 10 000 habitantes o
más en 1970 —Pátzcuaro— cuyo saldo de emigración en los
sesentas fue tan alto que su "retención” de población se
redujo a un nivel muy relativo, como en el caso de los
centros de rechazo en La Ciénega.
Esta es la región más pobre del Estado en términos del
porcentaje de la PEA con ingresos de menos de $500 men­
suales en 1970. Es notablemente peor que el Estado en
general en todos los servicios públicos y en los demás
indicadores del nivel medio de vida material asociados con
la vivienda, así como en el nivel educativo de su población.
La actividad económica de la mujer se acerca al promedio
estatal —pero, en este caso, podría ser reflejo más bien de
premuras económicas que de cambios en el papel de la
mujer dentro de la sociedad más general.
Según el medidor adoptado para este estudio, la fecun­
didad quedó en el nivel del promedio estatal en 1970: esto
podría ser reflejo de defectos en los datos básicos, o bien, de
una fecundidad más baja de lo que sería de esperar debido a
la escasa urbanización y los bajos niveles de vida.
La emigración de esta región es muy fuerte y, para los
sesentas, la tasa fue notablemente más alta aun de la que se
observó para el Bajío. La ciudad de México fue mucho más
importante que Guadalajara en las migraciones nacionales
de largo plazo, y, a corto plazo, Dinerman (1978) ha señala­
do movimientos de esta naturaleza hacia la costa del Pacífi­
co además de los que se dirigen a los Estados Unidos que, al
parecer, son menos intensos de esta región que del Bajío y
La Ciénega.
El Oriente
Cubre una extensa región para la cual el número de
habitantes por kilómetro cuadrado sería engañoso: gran
parte de la extensión es de tierras montañosas de muy baja
productividad. También es una región netamente rural, con
solamente dos centros de 10 000 habitantes o más en 1970:
Hidalgo y Zitácuaro. El primero de estos centros fue de
equilibrio al nivel de la localidad, mientras el segundo fue de
leve atracción; concentraban, entre ellos, apenas el 15.5 por
ciento de la población total de la región, que al nivel regio­
nal tenía muy poco menos de dos terceras partes de su PEA
en el sector agropecuario.
El Oriente quedó en el mismo nivel que el Bajío en
cuanto al porcentaje de la PEA con ingresos de menos de
$500 mensuales en 1970 y también bastante abajo de los
promedios estatales en servicios públicos así como en otras
medidas del nivel de vida asociados con la vivienda y la
educación.
Es una región de muy alta fecundidad, aun para el
Estado de Michoacán; y su emigración durante los sesentas
fue bastante fuerte, aunque menos que la de las regiones de
rechazo consideradas anteriormente. Su participación en
las migraciones laborales de corto plazo hacia los Estados
Unidos, al parecer, también fue a ritmos menores.
El Suroeste
La Costa de Michoacán es una parte del litoral del
Pacífico que tiene tierras planas solamente en pequeñas
extensiones. Aquí, con el nombre del Suroeste, considera­
mos un grupo de cinco municipios, dos de los cuales están en
la costa mientras los otros tres se encuentran un poco más al
interior en la zona montañosa entre las playas y el Valle del
Tepalcatepec. Melchor Ocampo (Lázaro Cárdenas) que
también está en la costa, se considera en la región de
atracción del este debido a la fuerte inmigración que experi­
mentó durante los sesentas y Arteaga, de poco rechazo,
también está incluida en ese grupo de municipios.
Los cinco municipios del Suroeste, tal como se definió,
aquí agrupaban solamente el 2.4 por ciento de la población
estatal en 1970 y no había ninguna urbanización importan­
te dentro de ellos. Con el 79.1 por ciento de la PEA en el
sector agropecuario, ésta es la región más rural del Estado.
A pesar de que el porcentaje de la PEA con ingresos de
menos de $500 mensuales es comparativamente bajo, todos
los demás indicadores de niveles de vida contemplados en el
Cuadro 1 muestran condiciones peores que los promedios
estatales; en la mayoría de los casos peor que las de cualquie­
ra de las otras seis regiones. En educación el promedio
regional es el más bajo entre las siete regiones; y la actividad
económica de la mujer también es muy limitada.
El número de hijos por mujer de 45 -49 años de edad es
aún más bajo que en las Montañas del Centro y, como en
aquel caso, no se sabe si se trata de defectos en los datos o de
una situación real asociada con la pobreza. Aunque uno de
los municipios (Coahuayana, en el límite con el Estado de
Colima) experimentó una inmigración neta de cierta im­
portancia en los setentas, la región en general tiene la más
alta tasa de emigración neta de Michoacán.
El Oeste
Esta región es de interés especial por ser una de las
pocas áreas del Occidente del país que ejerció un importante
atractivo migratorio durante los sesentas. El Oeste de Mi­
choacán abarca un total de 23 municipios localizados en su
mayor parte en el Valle del Tepalcatepec y las sierras del Eje
Neovolcánico al norte. Es una región variada en sus caracte­
rísticas físicas y económicas que incluye la ciudad secundaria
de Uruapan y los centros menores de Apatzingán, Los
Reyes y Nueva Italia.
Con el 30 por ciento de su población en estos cuatro
centros de 10 000 habitantes o más en 1970, el Oeste tiene
un alto grado de urbanización para Michoacán, donde el
promedio estatal fuera del municipio de Morelia es de sólo
22 por ciento. La composición de la PEA, con apenas el 56
por ciento en el sector agropecuario, también muestra la
importancia de la urbanización en esta región.
El porcentaje de la PEA con ingresos de menos de $500
por mes es comparativamente bajo —48 por ciento— pero
muchos otros indicadores de los niveles de vida son simi­
lares a los promedios estatales, siendo significativamente
más desfavorable para la región solamente en el porcentaje
de las viviendas con menos de tres cuartos, con piso de
tierra, sin televisión y sin el uso de gas o electricidad para
cocinar. El nivel educativo también es ligeramente inferior
al promedio estatal.
La fecundidad media en el Oeste es más baja que en
cualquier otra región de Michoacán con la única excepción
de Morelia a pesar de que los otros indicadores ya considera­
dos son de niveles que normalmente serían asociados con
un número ligeramente mayor de hijos por mujer. Tal
diferencia es del tipo que resultaría si las mujeres inmigran­
tes fueron de menor fecundidad que las nativas, pero no
existen datos que permitan determinar si tal diferencia
existe o no.
Los saldos migratorios varían considerablemente en­
tre los diferentes municipios de esta región que en prome­
dio recibió una importante inmigración neta: 52 250 más
inmigrantes que emigrantes entre 1960 y 1970, o sea el
equivalente del 14.8 por ciento de su población total de
1960. Aparte de los cuatro municipios con centros de 10 000
habitantes o más, once de los otros fueron de atracción o al
menos de equilibrio migratorio, mientras solamente ocho
fueron claramente de rechazo poblacional que fue fuerte en
un solo caso (Cuadro 3).
CUADRO 3
Población total de 1960 y 1970 y saldo migratorio 1960-70
el oeste de Michoacán por componentes urbano-rural
Población total
Componente
1970
TOTAL REGIONAL
Mpios con Loes de Mas de 10,000:
Cabeceras
Uruapan
Apatzingán
Los Reyes
Nueva Italia (Múgica)
1960
Migración neta 1960-70
Por mil
Número habs. 1960
548,331
352,983
+ 52,253
+
148
82,677
44,849
19,452
14,718
45,727
19,568
9,796
6,896
+ 18,413
+ 17,348
+ 5,685
+ 5,026
+
403
887
580
729
+
+
+
Población total
Migración neta 1960-70
Componente
1970
Por mil
Número habs. 1960
1960
Mpios con Loes de Mas de 10,000:
Otras Localidades (Lt 10,000)
Uruapan
Apatzingán
Los Reyes
Múgica (Nueva Italia)
19,972
22,021
14,111
7,898
15,494
11,407
9,502
8,246
+
+
Otros Mpios. - Atracción
Melchor Ocampo (L. Cárdenas)
Buenavista
Parácuaro
Taretan
Charapan
Nuevo Parangaricutiro
89,320
24,319
23,768
17,674
8,319
8,659
6.581
48,025
7,704
14,100
11,360
5,178
5,516
4,167
+ 21,826
+ 13,492
+ 3,952
+
1,709
+ 1,112
+
907
+
725
+ 454
+ 1751
+
280
+
150
+
217
+
164
+
174
Otros Mpios. - Equilibrio
Gabriel Zamora
Peribán
Cherán
La Huacana
Paracho
74,595
11,295
10,341
10,239
24,016
18,704
52,987
7,895
7,288
7,267
17,073
13,464
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
158,718
7,020
21,596
16,506
23,758
19,094
17,363
36,768
16,613
125,335
5,186
16,100
12,570
17,965
15,040
13,866
28,376
16,232
Otros Municipios - Rechazo
Nuevo Urecho
Aguililla
Arteaga
Turicato
Tepalcatepec
Chilchota
Tacámbaro
Tancítaro
_
—
—
—
—
—
-
1,803
5,990
757
3,691
128
199
99
26
22
218
17,426
268
1,031
1,160
1,490
2,043
2,124
3,111
6,199
+
+
_
—
—
—
—
—
—
-
116
525
80
448
*2
25
14
4
1
16
139
52
64
92
83
136
153
110
382
FUENTE: Archivo MPOCC (precursor del sistema DEMOMUN1CIPAL) y sujeto a rec­
tificaciones menores. Ver las aclaraciones del Cuadro 1.
Todos los centros que tenían 10 000 habitantes o más
en 1970 fueron de muy fuerte atracción: juntos recibieron
inmigración neta equivalente al 89 por ciento del total para
la región durante los sesentas. Cabe mencionar, sin embar­
go, que no se sabe en qué grado el crecimiento de Apatzingán y Los Reyes fue realmente "urbano” (aparte del criterio
del número de habitantes) ya que en 1970 tenían el 52 y el
47 por ciento, respectivamente, de la PEA de la localidad en
actividades primarias.
Al otro extremo, los ocho municipios de rechazo expe­
rimentaron emigraciones netas durante el mismo decenio
que totalizaron 17 400 y, además, las partes de los munici­
pios de Uruapan y Múgica (Nueva Italia) fuera de sus
cabeceras también fueron de rechazo y elevan la suma de la
emigración neta de las unidades consideradas separada­
mente en el Cuadro 3 a 22 900. Dicha parte de Múgica y
Tancítaro destacan por el muy alto nivel de sus tasas de
emigración neta y juntos representaron el 43 por ciento de
dicha suma. .
Estas emigraciones netas contrapesaron el 30 por cien­
to de las inmigraciones netas a las otras partes del Geste y
no se sabe en qué medida se trata de flujos más o menos
locales entre unidades vecinas dentro de la misma región.
La cercanía de Tancítaro y Múgica a Uruapan, junto con
resultados del estudio de los orígenes de migrantes a seis
ciudades menores de Jalisco ( Arroyo, Winnie y Velázquez,
1980), dan lugar a fuertes sospechas de que una parte
impértante del rechazo de las áreas con saldos negativos fue
dirigida a las localidades de Uruapan y Nueva Italia y que
representó una parte importante de las llegadas en estas
ciudades. En la medida en que esto sucedió, se trata de la
retención migratoria al nivel local por medio del desarrollo
de una ciudad secundaria y una ciudad menor dentro de la
misma zona.
Es difícil que un proceso de tal naturaleza haya sido de
mucha importancia en el caso de los otros municipios de
atracción o equilibrio de esta región -—con la única excep­
ción de Melchor Ocampo donde el inicio del desarrollo del
complejo Lázaro Cárdenas debe haber sido el factor princi­
pal en la triplicación del número de habitantes entre 1960 y
1970 y la inmigración llegó predominantemente del mismo
Estado de Michoacán —solamente 2 186 inmigrantes pro­
cedieron de otros estados o del extranjero (Censo 1970,
Michoacán, Cuadro 12)—, frente a una inmigración neta
estimada en 13 490. En los otros diez municipios, las cabece­
ras (cuando no sean mejor calificadas como meras aldeas
agrícolas) representaban en 1970 urbanizaciones mínimas
de tamaño tan pequeño (el más grande, Paracho, tenía una
población total de 9 352) que su efecto en este sentido no
puede haber sido el factor principal én el crecimiento de la
población total de estos dos grupos de municipios, juntos,
de 101 012 en 1960 a 163 915 en 197Q en el cual el compo­
nente de inmigración neta se estima en cerca de 22 000.
El diagnóstico sociodemográfico inicial del Oeste de
Michoacán revela una extensa y populosa región con nive­
les de vida cerca del promedio para el Estado y un grado ele
urbanización más alto que el usual en las regiones. Destaca
como una de las pocas áreas de atracción migratoria dentro
de todo el Occidente de México durante los sesentas a jtesar
de la considerable variedad que se observa en los saldos
migratorios al nivel municipal que, se especula, puede refle­
jar, entre otras cosas, una retención por medio del desarro­
llo urbano de centros muy cercanos a zonas de expulsión
rural en algunas partes de la región junto con tendencias
más bien de desarrollo rural que, en los sesentas, posibilita­
ron el equilibrio si no una atracción al nivel municipal etf el
balance entre las salidas y las llegadas migratorias. Al nivel
de la región entera, se especula, incluso, que su menor
fecundidad en comparación con otras regiones del Estado*
podría haber sido resultado de una diferencia de fecundidad,
menor entre las mujeres inmigrantes que entre las nativas.
El Oeste de Michoacán es una región muy interesante
en términos sociodemográficos que parece merecer un estu­
dio más profundizado para explotar diversas hipótesis de
gran importancia para el futuro perfeccionamiento de las
políticas poblacionales del país a todos los niveles. Entre
estas cuestiones, una muy importante es: ¿En qué medida se
debió la atracción migratoria de esta región que se observa
para los sesentas a situaciones transitorias basadas en el
aprovecham iento de nuevos recursos naturales —
dado que con el tiempo se saturará de población— con otro
tipo de desarrollo, ahora principalmente urbano, que no
depende tanto de la integración de nuevos recursos natura­
les (agrícolas, mineros, forestales, etc.), en el sistema pro­
ductivo del país sino más bien en una más adecuada integració n de los r e c u r s o s h u m a n o s en a c t i v i d a d e s ,
principalmente en los sectores no-primarios, en que se
necesita el hombre para algo más que su fuerza bruta como
animal. Muchas de las tendencias relevantes al nivel nacio­
nal son hacia el reemplazo del trabajo físico del ser humano
con máquinas (capital), algo muy necesario si se desean
mejores niveles de vida material para la población en gene­
ral, ya que (distribúyase como quiera) el PNB por habitante
es tan bajo que el nivel medio de vida material tiene que ser
bajo también en la actualidad.
Al nivel de regionalización, —para Michoacán las po­
blaciones ’’regionales” variaron en 1970 de 55 000 en el
Suroeste hasta 542 000 en La Ciénega— otra cuestión, ya
mencionada antes, es muy importante en relación con este
gran conjunto de cambios que llamamos "desarrollo”: ' ¿qué
tipo de estructura socio-territorial es la que se quiere para la
sociedad nacional en el futuro? La transferencia intersecto­
rial de mano de obra que está implicada en lo mencionado
en el párrafo anterior, ¿debe hacerse, en el grado posible,
dentro de tales regiones? o, por el contrario, ¿debe hacerse
principalmente por medio de migraciones inter-regionales
dirigidas hacia metrópolis millonarias? Si se opta por la
primera alternativa, el estudio más profundizado del Oeste
de Michoacán podría dar resultados muy sugestivos para la
elaboración de las políticas relevantes.
NOTAS
1.
U n a lista de los municipios que integran cada región, con algunos datos selec­
cionados al nivel del municipio, está disponible en el C1SE; por m edio del sis­
tema ’'D em o m u n icip a l”, muchos otros datos al nivel del m unicipio pueden ser
listados e n form a sem ejante a muy bajo costo e, inclusive, se pueden hacer
cambios e n las definiciones regionales y obtener totales regionales para los
valores absolutos de interés. Con respecto al factor "población ind ígena”, se le
agradece m ucho a la antropóloga Betty Bell su participación en las evaluacio­
nes más detalladas que dieron lugar a esta conclusión referente al nivel del m u ­
nicipio sin excluir la posibilidad de que datos al nivel de la comunidad local p o ­
drían dar lugar a conclusiones diferentes.
2.
El resto del m u nicipio de M orelia tam bién es grande, tanto e n e x te n sió n c o m o
en población. C bm o se asemeja mucho más al "resto del E stado” que a la ciu­
dad de M orelia en los pocos datos disponibles al nivel de localidades, se puede
suponer que, por lo general, las diferencias al presente nivel regional entre
M orelia y los prom edios estatales son menores de lo que sería el caso si se refi­
rieran a la capital del Estado propia m en te dicho.
3.
D ebido a deficiencias e n las estadísticas vitales, el nivel de la fecundidad se ana­
lizó en base al núm ero de hijos nacidos vivos por mujer de 4 5 -4 9 años de edad
e n 1970. Este indicador también plantea algunos problemas, pero parece más
adecuado que cualquier otro que dependa del registro de nacimientos.
4.
E stos ocho estudios estatales están e n elaboración. El presente trabajo, c o m o
prim er p a so hacia lo que podría ser un nuevo capítulo en !a m onografía sobre
Michoacán d en tro de esta serie, no ha sido sujeto a la crítica de los ex p erto s del
C O N A P O , por lo cual las o p in io n e s expresadas son la responsabilidad de su
autor y no tienen carácter oficial.
OBRAS CITADAS
A r r o y o A l e j a n d r e J e s u s , W il lia m W . W in n i e y L u is A r t u ­
r o Y e l a z q u e z , Migración y Urbanización en el Estado de
Jalisco: El Caso de Seis Ciudades Menores, Guadalajara:
CISE, mimeo, 1980.
(Consejo Nacional de Población) Política D em o­
gráfica Regional, México: CONAPO, mimeo, 1979.
D i n e r m a n , I n a R., P atterns o f adaptation arnong
households of U.S.-bound migrants from Michoacan,
México, IMR 12 (4): 485-501, 1978.
C onapo
W in n ie , W il lia m W ., J e s ú s A r r o y o A le j a n d r e j t E l s a g u z m a n F lo r e s , Biobliografía de trabajo para eL estudio com­
parativo de las migraciones mexicanas. (E n p r e n sa ).
Descargar