Derechos colectivos, información y consulta, negociación y acción

Anuncio
Derechos colectivos, información
y consulta, negociación y acción
colectivas en la Constitución Europea
FRANCISCO RAMÓN LACOMBA PÉREZ *
JOSÉ SALIDO BANÚS**
1. INTRODUCCIÓN
E
l Título IV de la Parte II del Tratado
por el que se establece una Constitución Europea (en adelante, TCE) reúne, bajo la rúbrica «Solidaridad», la mayoría de los derechos de contenido social de la
Carta de los Derechos Fundamentales de la
Unión1, que adquiere, de esta manera, pleno
valor jurídico2. Tales derechos podrán, por
* Profesor Titular de Derecho del Trabajo y Seguridad Social. Universidad de Valencia.
** Profesor Titular de Derecho del Trabajo y Seguridad Social. Universidad de Valencia.
1
Otros derechos de contenido social se reconocen,
por ejemplo, en el Título I, de la Dignidad, donde figura
la prohibición de la esclavitud y el trabajo forzado (artículo II-65); en el Título II, de las Libertades, en el que se
reconoce la libertad de reunión y de asociación (artículo II-72), el derecho a la formación profesional y permanente (artículo II-74.1) y la Libertad profesional y el
derecho a trabajar (artículo II-75); y en el Título III, de la
Igualdad, donde se recogen la prohibición de toda discriminación (artículo II-81) y el principio de igualdad
entre hombres y mujeres (artículo II-83).
2
De acuerdo con lo dispuesto en el artículo II-111
TCE, las instituciones, órganos y organismos de la Unión,
en todo caso (incluso, aunque carezca de competencias), y los Estados miembros, cuando apliquen el derecho comunitario, han de respetar los derechos y observar los principios de la Carta, así como promover su aplicación, con arreglo a sus respectivas competencias.
tanto, alegarse ante un órgano jurisdiccional
en lo que afecte al control de la legalidad de
los actos legislativos y ejecutivos de las instituciones y organismos de la Unión y de los
Estados miembros, no así por cualquier ciudadano de la Unión por la vía de un recurso
general o de amparo por violación de derechos fundamentales ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, ya que esta última posibilidad no se ha contemplado en el
TCE3.
Junto a la afirmación de determinados
derechos de carácter individual4 y de otros de
3
Los particulares sólo están legitimados para interponer el recurso contra decisiones europeas por las que
se establezcan medidas restrictivas, regulado en los artículos III-365 TCE y siguientes, siempre que se trate de
medidas de las que sea destinatario el particular o que le
afecten directa e individualmente; y el recurso de personal previsto en el artículo III-372 TCE. En el planteamiento de cuestiones prejudiciales, el papel del particular se contrae a intentar convencer al órgano jurisdiccional nacional para que eleve la cuestión ante el Tribunal
de Justicia de la Unión.
4
La protección en supuestos de despido injustificado (artículo II-90), el derecho a unas condiciones de trabajo justas y equilibradas (artículo II-91), la prohibición
del trabajo infantil y el derecho de los jóvenes a la protección en el trabajo (artículo II-92) y el derecho a la
conciliación de la vida familiar y la profesional (artículo
II-93).
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
323
ESTUDIOS
protección social5, y tras la proclamación de
la libertad sindical en el artículo II-72 TCE,
el mencionado Título IV reconoce dos derechos de naturaleza colectiva: el derecho a la
información y consulta de los trabajadores en
la empresa (artículo II-87)6, que ha sido objeto de regulación por diversas directivas
comunitarias7, y el derecho de negociación y
de acción colectiva (artículo II-88) 8 , con
expresa exclusión, sin embargo, del derecho
de huelga de las competencias de la Unión
(artículo III-210.6 TCE), que no está autorizada, pues, a establecer regulación alguna
del derecho de huelga.
Mientras el derecho de negociación y de
acción colectiva ha sido reconocido por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos como
uno de los elementos del derecho de sindicación establecido en el artículo 11.1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, de 4 de
noviembre de 19509, y, por tanto, se entiende
El derecho de acceso a los servicios de colocación
(artículo II-89), el derecho a la Seguridad Social y ayuda
social (artículo II-94) y el derecho a la protección de la
salud (artículo II-95).
6
Artículo II-87. Derecho a la información y consulta
de los trabajadores en la empresa. Deberá garantizarse a
los trabajadores o a sus representantes, en los niveles
adecuados, la información y consulta con suficiente
antelación, en los casos y condiciones previstos en el
Derecho de la Unión y en las legislaciones y prácticas
nacionales.
7
Directivas 2002/14/CE (marco general relativo a la
información y a la consulta de los trabajadores),
98/59/CE (despidos colectivos), 2001/23/CE (traspasos
de empresas) y 94/45/CE (comités de empresa europeos).
8
Artículo II-88. Derecho de negociación y de
acción colectiva. Los trabajadores y los empresarios, o
sus organizaciones respectivas, de conformidad con el
Derecho de la Unión y con las legislaciones y prácticas
nacionales, tienen derecho a negociar y celebrar convenios colectivos, en los niveles adecuados, y a emprender, en caso de conflicto de intereses, acciones colectivas para la defensa de sus intereses, incluida la huelga.
9
Artículo 11 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales. Libertad de reunión y de asociación. 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión pacífica y a
5
324
protegido por éste, el derecho a la información y consulta de los trabajadores en la
empresa, en cambio, es un derecho que no
deriva de los Tratados CE ni se encuentra
garantizado expresamente en el Convenio
Europeo de Derechos Humanos.
Esta circunstancia va a condicionar de
manera significativa la determinación del
contenido esencial de tales derechos. Así, de
acuerdo con lo dispuesto en el artículo II112.3 TCE, el sentido y el alcance del derecho
de negociación y de acción colectiva deberán
ser iguales a los que le confiera el Convenio
Europeo de Derechos Humanos en tanto que
elemento integrante del derecho de sindicación. Es decir, los Tribunales nacionales de
los Estados miembros de la Unión deberán
remitirse a este texto y también a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos y, en su caso, a la del Tribunal de
Justicia de la Unión Europea para establecer
el sentido y el alcance reales de este derecho.
Asimismo, cualquier modulación o limitación en el ejercicio del meritado derecho deberá estar establecida ya en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, precisarse por ley
y respetar el contenido esencial del derecho
(artículo II-112.1 TCE).
En definitiva, el legislador comunitario y
el nacional –éste sólo cuando aplique el derecho comunitario–, al regular los derechos de
negociación y de acción colectivas, y los órganos jurisdiccionales, en el ejercicio de sus fun-
la libertad de asociación, incluido el derecho de fundar,
con otras, sindicatos y de afiliarse a los mismos para la
defensa de sus intereses. 2. El ejercicio de estos derechos no podrá ser objeto de otras restricciones que
aquellas que, previstas por la ley, constituyan medidas
necesarias, en una sociedad democrática, para la seguridad nacional, la seguridad pública, la defensa del orden
y la prevención del delito, la protección de la salud o de
la moral, o la protección de los derechos y libertades ajenos. El presente artículo no prohíbe que se impongan
restricciones legítimas al ejercicio de estos derechos
para los miembros de las Fuerzas Armadas, de la policía
o de la Administración del Estado.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
FRANCISCO RAMÓN LACOMBA PÉREZ y JOSÉ SALIDO BANÚS
ciones, van a encontrarse, de hecho, vinculados por el Convenio Europeo de Derecho
Humanos. No obstante, precisa el artículo II112.3 TCE que, aunque el sentido y el alcance del derecho de negociación y de acción
colectiva deban ser iguales al del Convenio
Europeo de Derechos Humanos, ello no ha de
impedir «que el Derecho de la Unión conceda
una protección más extensa». Esto último
convierte al Convenio Europeo de Derechos
Humanos y la jurisprudencia del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos en el mínimo
de referencia de este derecho para el legislador de la Unión. La omisión en este punto del
Derecho de los Estados miembros no impedirá a éstos, cuando apliquen el derecho comunitario, reconocer mayor amplitud y extensión a estos derechos que las reconocidas por
el Convenio Europeo de Derechos Humanos o
el propio Derecho de la Unión.
Los derechos a la información y consulta
de los trabajadores en la empresa reciben,
como hemos adelantado, un tratamiento distinto en el TCE a efectos de su interpretación,
debido a que los mismos no se encuentran
garantizados expresamente en el Convenio
Europeo de Derechos Humanos. En efecto,
según el mismo artículo II-112 TCE, el legislador comunitario y el nacional no se encuentran aquí con un límite mínimo como el señalado para el derecho de negociación y de
acción colectiva. El legislador podrá fijar restricciones en el ejercicio de este derecho, sin
que deba sujetarse a ningún tope mínimo,
aunque el propio artículo II-112.1 TCE señala determinadas exigencias generales: «cualquier limitación del ejercicio de los derechos y
libertades reconocidos por la presente Carta
deberá ser establecida por la ley y respetar el
contenido esencial de dichos derechos y libertades (que corresponderá fijar al Tribunal de
Justicia de la Unión Europea10). Dentro del
respeto del principio de proporcionalidad,
10
Véanse el Preámbulo de la Carta de Derechos
Fundamentales de la Unión (Parte II del TCE), así como
los artículos II-111, III-365 y IV-438 TCE, entre otros.
sólo podrán introducirse limitaciones cuando
sean necesarias y respondan efectivamente a
objetivos de interés general reconocidos por
la Unión o a la necesidad de protección de los
derechos y libertades de los demás».
Estas últimas exigencias generales, la
referencia al Convenio Europeo de Derechos
Humanos y al resto de las obligaciones internacionales comunes a los Estados miembros11, así como la inspiración de la Carta en
los derechos que emanan de las tradiciones
constitucionales de los Estados miembros12,
garantizan que el régimen de derechos fundamentales del TCE, y, en concreto, el contenido de los derechos de información y consulta y
de negociación y acción colectivas no va a
entrar en colisión con la configuración de los
derechos y libertades de las Constituciones
nacionales europeas y, en particular, de la
Constitución española, máxime si se tiene en
cuenta lo dispuesto en su artículo 10.2.
No obstante, a pesar de la vinculación
genética existente entre la Carta y el resto de
normas y tradiciones constitucionales, lo
cierto es que va a producirse, en el ámbito de
cada Estado miembro, la coexistencia de dos o
tres regímenes de tutela de los derechos fundamentales (la Constitución nacional, el TCE
y, en muchos casos, también el Convenio
europeo), cuya articulación corresponderá, en
nuestro caso, al Tribunal Constitucional, tal
y como ha recordado éste en su Declaración
1/2004, de 13 de diciembre de 2004, en la que
expresamente señala que «los problemas de
articulación entre regímenes de garantía son
característicos de nuestro sistema de derechos
fundamentales, correspondiendo a este Tribunal Constitucional la función de precisar el
concreto contenido de los derechos y libertades
11
Junto al citado Convenio, se refiere el TCE a las
Cartas Sociales adoptadas por la Unión y por el Consejo
de Europa, así como a la jurisprudencia del Tribunal de
Justicia de la Unión Europea y del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos.
12
Véase el Preámbulo de la Carta de los Derechos
Fundamentales de la Unión (Parte II del TCE).
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
325
ESTUDIOS
asegurados por el poder público español a
partir de la concurrencia, en su definición, de
normas internacionales y normas estrictamente internas, dotadas las primeras de instancias propias de protección y, por tanto, de
definición autorizada de su contenido y
alcance».
Pese a que, como advierte el propio Tribunal Constitucional, los concretos problemas
de articulación que pudieran suscitarse con
la integración del Tratado no pueden ser objeto de un pronunciamiento anticipado y abstracto, lo cierto es que no podemos resistirnos
a plantear algunas de las dudas de interpretación que, a priori, y desde la perspectiva de
nuestro ordenamiento jurídico interno, sugieren los artículos II-87 y II-88 TCE.
2. LOS DERECHOS DE INFORMACIÓN
Y CONSULTA
2.1. Consideraciones generales
Frente una deseada participación de los
trabajadores, a través de sus representantes,
en el funcionamiento de la empresa, se muestra ésta normalmente reticente. Sin embargo, la necesidad de legitimar los procesos de
cambio en la empresa, mediante un equilibrio
satisfactorio entre las necesidades y los intereses de los trabajadores y los de la empresa,
así como la exigencia de no vaciar de contenido la función de representación de los trabajadores, imponen un reconocimiento y una
regulación que aseguren la eficacia de los
derechos de información y consulta.
El artículo II-87 TCE señala que deberá
garantizarse a los trabajadores o a sus representantes, en los niveles adecuados, la información y consulta con suficiente antelación,
en los casos y condiciones previstos en el
Derecho de la Unión y en las legislaciones y
prácticas nacionales.
Como tal derecho no figura expresamente
reconocido en nuestro texto constitucional, si
326
bien, en el caso de la representación sindical
en la empresa, se ha engarzado directamente
con el artículo 28.1 de la Constitución, y en el
caso de la representación unitaria, con el
compromiso de los poderes públicos de promover «eficazmente las diversas formas de
participación en la empresa», al que se refiere el artículo 129.2 de la Constitución.
En el caso, por tanto, de la representación
unitaria, cuya creación es materia de ley ordinaria13, ni el derecho de información ni el de
consulta son derechos constitucionales, sino
una mera previsión constitucional abstracta
de naturaleza programática, concretada en el
artículo 4.1.g. del Texto Refundido del Estatuto de los Trabajadores (TRET), que establece el derecho básico de éstos a la «participación en la empresa», y en su desarrollo normativo.
Esta diferente naturaleza de los derechos
de información y consulta en el caso de la
representación unitaria, ¿debería conducir a
un cambio normativo en la Constitución
española y/o de la ley ordinaria que regula
tales derechos?. En mi opinión, y en la medida en que el artículo II-87 TCE se refiere a la
garantía de tales derechos «en los casos y
condiciones previstos en el Derecho de la
Unión y en las legislaciones y prácticas
nacionales», es obvio que el TCE no impone a
los Estados miembros el rango constitucional
interno de tales derechos ni, por tanto, su
regulación, en nuestro caso, mediante ley
orgánica cuando apliquen el derecho comunitario.
Con ello, lo que sí parece es que el TCE
desgaja del contenido de la libertad sindical
(artículo II-72 TCE), los derechos de información y consulta de los representantes sindicales en la empresa, a diferencia de nuestro
Derecho interno que, en este caso, debe acudir al desarrollo del artículo 28.1 CE a través
13
Sentencia del Tribunal Constitucional de 11 de
mayo de 1983.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
FRANCISCO RAMÓN LACOMBA PÉREZ y JOSÉ SALIDO BANÚS
de la Ley Orgánica de Libertad Sindical, para
regular este derecho en el caso de los delegados sindicales.
Curiosamente, sin embargo, la concreción
del mencionado derecho se realiza desde la
mencionada Ley Orgánica por remisión a los
derechos y garantías que el Estatuto de los
Trabajadores reconoce a los miembros de
comités de empresa.
2.2. La remisión al Derecho de la Unión
y a las leyes internas
Como acaba de señalarse, el artículo II-87
TCE impone a las instituciones y organismos
de la Unión y a los Estados miembros la
garantía de los derechos de información y
consulta de los trabajadores, «en los casos y
condiciones previstos en el Derecho de la
Unión y en las legislaciones y prácticas nacionales».
En nuestro ordenamiento jurídico interno,
el derecho de información de los representantes unitarios de los trabajadores se encuentra
regulado, en general, respecto a toda la información que, directa o indirectamente, puede
afectar a la situación futura y la evolución del
empleo en la empresa, en el artículo 64 TRET
y, en particular, en los supuestos de fusión y
escisión de sociedades, en los artículos 238 de
la Ley de Sociedades Anónimas y 94.1 de la
Ley de Sociedades de Responsabilidad limitada, donde se equipara el derecho de información de los representantes de los trabajadores
con el de los socios de la empresa.
En cuanto al derecho de consulta de los
representantes unitarios de los trabajadores,
el artículo 64.1.g TRET prevé la emisión de
un informe por éstos, con carácter previo a la
ejecución por parte de los empresarios de
aquellas decisiones consistentes en fusiones,
absorciones o modificación del status jurídico
de la empresa, cuando suponga cualquier
incidencia que afecte al volumen de empleo
(reestructuraciones de plantillas, ceses, etc.).
Específicamente, el Estatuto de los Trabajadores establece también el derecho de información y consulta de los representantes unitarios de los trabajadores en supuestos concretos, como los de movilidad geográfica (artículo 40), modificaciones sustanciales de las
condiciones de trabajo (artículo 41), subcontratación de obras y servicios (artículo 42),
sucesión de empresa (artículo 44), suspensión
o extinción colectivas de contratos (artículos
47 y 51), etc.14.
Muchas de estas normas incorporan las
Directivas comunitarias que, en determinados sectores, han abordado la regulación de
los derechos de información y consulta de los
trabajadores. En concreto, las Directivas
98/59/CE, en materia de despidos colectivos;
2001/23/CE, en situaciones de traspasos de
empresas; y 94/45/CE, relativa a los comités
de empresa europeos. Actualmente, la Directiva 2002/14/CE, que se define como marco
mínimo de garantía de los derechos de información y consulta de los trabajadores, regula
por primera vez estos derechos con carácter
general15, si bien, en esta materia, el Derecho
español reconoce hoy mayor extensión y
garantía a tales derechos que la propia normativa comunitaria16.
La cuestión que, por tanto, debemos plantearnos es si, entre el límite mínimo que
actualmente representa la Directiva
2002/14/CE y la actual y más protectora regulación del Derecho interno español, cabría
14
España, además, ya ratificó, el 21 de junio de
1982, el Convenio nº 135 de la OIT, sobre la protección
y facilidades que deben otorgarse a los representantes
de los trabajadores.
15
El plazo máximo previsto para la trasposición de
esta Directiva finaliza el 23 de marzo de 2005 (artículo
11).
16
Véase, a este respecto, GARCÍA GUTIÉRREZ, M.L.,
«La Directiva 2002/14/CE, 11 de marzo, por la que se
establece un marco general relativo a la información y a
la consulta de los trabajadores en la comunidad europea», Actualidad Laboral núm. del 20 al 26 de enero de
2003.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
327
ESTUDIOS
con todas las bendiciones del TCE un cambio
normativo regresivo en cuanto a la regulación
de estos derechos. O, es más, podemos preguntarnos si una norma comunitaria posterior puede rebajar los niveles de protección en
esta materia, en los términos previstos en el
artículo II-112.1 TCE. La respuesta en ambos
casos debe ser afirmativa.
En efecto, el artículo II-87 TCE deja el contenido de los derechos de información y consulta en manos, en un nivel básico, del Derecho de la Unión y, en lo restante, a merced del
Derecho interno. A pesar del riesgo que supone que el contenido de un derecho fundamental sea el que señalen la norma europea y/o la
interna, y más aún cuando basta una ley ordinaria para ello, esta solución parece la más
apropiada en una materia cuya regulación en
el ámbito comunitario ya existe y está claramente consolidada tras la consulta a los
interlocutores sociales por parte de la Comisión europea, en el marco del diálogo social
europeo, a la vista de la diversidad de prácticas nacionales existente.
Es un hecho incontestable que los sistemas nacionales de información y consulta de
los trabajadores se basan en las condiciones
específicas de cada Estado miembro por lo
que respecta a las relaciones laborales colectivas, las disposiciones legislativas internas y
las condiciones establecidas por convenio
colectivo en cada sector de producción.
No se ocupa, pues, el TCE de precisar con
carácter general el contenido de tales derechos, sino que la concreción de su alcance
corresponderá, escalonadamente, al legislador comunitario, al nacional y, finalmente, a
los órganos jurisdiccionales internos, que
adecuarán a las singularidades de su ordenamiento jurídico aspectos como qué deberá
entenderse por «suficiente antelación»; qué
información concreta, en cada caso, deberá
suministrarse por parte de la empresa a los
representantes de los trabajadores; qué duración máxima corresponderá, en cada caso, al
período de consultas, etc.
328
Las anteriores conclusiones son igualmente aplicables cuando se trata del ejercicio de
los derechos de información y consulta por la
representación sindical. El artículo II-87
TCE no distingue entre representación unitaria y sindical cuando se refiere a los «representantes de los trabajadores» y, además, el
derecho de libertad sindical incluido en el
artículo II-72 TCE no parece comprender los
de información y consulta, contemplados al
margen de aquélla.
En el Derecho español, aunque resulte
contradictorio con su inclusión en el contenido de la libertad sindical, el contenido de los
derechos de información y consulta de los
representantes sindicales no figura en la Ley
Orgánica de Libertad Sindical, sino que se
fija mediante la remisión a lo dispuesto en el
Estatuto de los Trabajadores.
Como ha señalado el Tribunal Constitucional, «…en el artículo 28.1 CE se integra… el
derecho a llevar a cabo una libre acción sindical, comprensiva de todos los medios lícitos y
sin indebidas injerencias de terceros17, y, en
coherencia con dicho contenido constitucional, la Ley Orgánica 11/1985, de 2 agosto, de
libertad sindical…, reconoce en su artículo
2.1.d. «el derecho a la actividad sindical»,
regulando su ejercicio dentro de la empresa en
sus arts. 8 a 11. Sin necesidad de su exposición exhaustiva, es de señalar que para el
cabal ejercicio de la acción sindical, la Ley
Orgánica de libertad sindical otorga a los
delegados sindicales iguales derechos y
garantías que el estatuto de los trabajadores
destina a los miembros de comités de empresa
y a éstos como instituciones de representación
electiva de los trabajadores. De este modo, a
través de la explícita remisión a lo dispuesto
Por todas, SSTC 94/1995, de 16 de junio [RTC
1995, 94], F. 2; 127/1995, de 25 de julio [RTC 1995,
127], F. 3; 168/1996 de 29 octubre [RTC 1996, 168], F.
1; 168/1996, de 29 de octubre, F. 3; 107/2000, de 5 de
mayo [RTC 2000, 107], F. 6, y 121/2001, de 4 de junio
[RTC 2001, 121], F. 2.
17
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
FRANCISCO RAMÓN LACOMBA PÉREZ y JOSÉ SALIDO BANÚS
en el artículo 64 LET, se reconoce a los delegados sindicales el derecho a acceder a la misma documentación e información que la
empresa ha de poner a disposición del comité
de empresa, por lo que les compete conocer,
entre otros extremos, de «las estadísticas sobre
el índice de absentismo y sus causas, los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales y sus consecuencias, los índices de siniestralidad, los estudios periódicos o especiales
del medio ambiente laboral y los mecanismos
de prevención que se utilicen» (artículo 10.3.1
LOLS, en relación con el artículo 64.1.8
LET)…».
2.3. Los niveles adecuados
de la información y consulta
A pesar de la remisión al Derecho de la
Unión y a las legislaciones y prácticas nacionales, el artículo II-87 TCE intenta establecer determinados parámetros mínimos en
relación con el contenido de los derechos de
información y consulta que reconoce.
Así, el TCE establece la titularidad de
estos derechos, que corresponde a los trabajadores o a sus representantes, sin distinción
entre la representación unitaria o la sindical.
Impone, igualmente, la anticipación a las
decisiones empresariales, al señalar que la
información y consulta serán «con la suficiente antelación», aunque no concreta qué anterioridad debe ser la mínima para evitar un
ejercicio tardío de tales derechos.
Por último, el precepto se refiere al nivel
en que deberán aplicarse los procedimientos
de información y consulta con la expresión
«los niveles adecuados».
En las explicaciones elaboradas para guiar
en la interpretación de la Carta de los Derechos Fundamentales, que deberán ser tenidas debidamente en cuenta por los órganos
jurisdiccionales de la Unión y de los Estados
miembros, según lo dispuesto en el artículo
II-112.7 TCE, se señala que «la referencia a
los niveles adecuados remite a los niveles previstos por el Derecho de la Unión o por el
Derecho o las prácticas nacionales, lo que
puede incluir el nivel europeo cuando la legislación de la Unión lo prevea».
Tan amplia expresión comprende necesariamente la referencia no sólo a los niveles
funcionales (centro de trabajo, empresa, grupo de empresas, etc) y geográficos (nacional,
europeo), sino también a los niveles de participación de los representantes (grado de acceso y alcance de la información y de sujeción
empresarial a los informes emitidos). Tales
niveles deberán ser, afirma el TCE, «los adecuados», que significa los que se prevean por
el legislador comunitario y el nacional.
En definitiva, queda claro que no se asegura como contenido mínimo de los derechos de
información y consulta un nivel concreto de
ejercicio de estos derechos. Corresponderá al
Derecho de la Unión y a las Leyes internas y
prácticas de cada Estado miembro decidir
cuáles son los ámbitos adecuados para ello.
3. LOS DERECHOS DE NEGOCIACIÓN
Y ACCIÓN COLECTIVAS
3.1. Consideraciones generales
El artículo siguiente, es decir el II-88 TCE
lo dedica el Tratado al «Derecho de negociación y de acción colectiva», que como el resto
de derechos reafirmados, reconocidos, protegidos y reforzados por el mismo, se fundamenta en «las tradiciones constitucionales y
las obligaciones comunes a los Estados miembros, del Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y de las libertades Fundamentales, las Cartas Sociales
adoptadas por la Unión y el Consejo de Europa, así como la jurisprudencia del Tribunal de
Justicia de la Unión Europea y del Tribunal
Europeo de Derechos humanos». Es por ello
por lo que no es de extrañar que su texto se
compadezca bien, por lo menos en una primera aproximación, con la regulación española
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
329
ESTUDIOS
sobre la materia, que como es notorio bebe18
en la misma fuente que integra a las Normas
y Tratados Internacionales así como a los
Convenios Internacionales de la OIT19.
Por otra parte, cabe destacar que se trata
de un artículo que, como otros, necesariamente se incardina, en sus fundamentos y alcance con otros artículos pertenecientes a los
Títulos I y II del propio Tratado.
En efecto, no cabe concebir un derecho a la
negociación colectiva y al conflicto laboral de
igual carácter, si de forma previa no se han
prohibido radicalmente la esclavitud o los
trabajos forzados (artículo II-65 TCE). Tampoco es concebible el reconocimiento de aque-
El artículo 10.2.CE. señala que: «Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que
la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las
mismas materias ratificados por España».
19
Entre otros además del citado en el p.p. 1, en el
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, ambos de la ONU de 19 de diciembre de 1966
y ratificados por España en 13 de abril de 1977. El Convenio Europeo para la protección de los Derechos
Humanos y las Libertades Fundamentales de 4 de
noviembre de 1950 (Consejo de Europa) y la carta Social
Europea, hecha en Turín el 18 de octubre de 1961, ratificada por España el 29 de abril de 1980 y su Protocolo
Adicional, hecho en Estrasburgo el 5 de mayo de 1988 y
ratificado por España el 7 de enero de 2000. Convenios
Internacionales de la OIT núms. 87 sobre Libertad Sindical y protección del Derecho de Sindicación de 9 de
julio de 1948, ratificado por España en 13 de abril de
1977; 98 de aplicación de los principios de los derechos
de sindicación y de negociación colectiva, de 1 de julio
de 1949, ratificado por España en 13 de abril de 1977;
135 sobre protección y facilidades a representantes de
trabajadores en la empresa de 23 de junio de 1971, ratificado por España el 8 de noviembre de 1972; 151
sobre protección del derecho de sindicación y procedimientos para determinar las condiciones de empleo en
la Administración de 27 de junio de 1978, ratificado por
España en 22 de junio de 1984 y el 154 sobre fomento
de la negociación colectiva, de 19 de junio de 1981,
ratificado por España en 26 de julio de 1985, entre
otros.
18
330
llos derechos si no se han declarado fundamentales el derecho a la libertad de reunión y
de asociación «especialmente en los ámbitos
político, sindical y cívico, lo que supone el
derecho de toda persona a fundar con otras
sindicatos y a afiliarse a los mismos para la
defensa de sus intereses»(artículo II-72 TCE).
Es por ello por lo que podría asegurarse a
priori, que de la lectura contrastada del citado artículo, no se desprende como necesaria e
inmediata consecuencia, la exigencia de una
modificación normativa de la actual regulación española tanto en materia de negociación colectiva como de conflicto colectivo. Es
más, se puede afirmar que en el Texto Constitucional español de 1978 se recogen, sino
con más, al menos con la misma amplitud y
garantía el reconocimiento de tales derechos.
Conviene no obstante matizar que el Tratado, como es de ver en su Preámbulo, atribuye carácter fundamental a ambos derechos20,
en tanto que nuestra Ley de Leyes, solo concede tal calificación al derecho de huelga, al
situarlo sistemáticamente en el artículo 28.2
de la Sección Primera (De los derechos fundamentales y de las libertades públicas) del
Capítulo Segundo (Derechos y Libertades)
del Título Primero (De los Derechos y Deberes Fundamentales), y no así al derecho a la
negociación colectiva y al derecho al conflicto
colectivo que se ubican en el artículo 37 de la
Sección Segunda (De los derechos y deberes
de los ciudadanos), de los citados, capítulo y
título. Sin embargo, no creo que tal apreciación justifique un cambio normativo en la
cúpula del ordenamiento jurídico, por cuanto
la protección constitucional de tales derechos
en éste, está en la línea de garantía que de los
mismos pretende el Tratado21.
20
Párrafo 4 del Preámbulo: «Por ello es necesario,
dándoles mayor protección mediante una Carta, reforzar la protección de los derechos fundamentales a tenor
de la evolución de la sociedad...»
21
Salvo que se entienda que esa garantía pasa por el
hecho de que su desarrollo se deba llevar a efecto
mediante Ley Orgánica.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
FRANCISCO RAMÓN LACOMBA PÉREZ y JOSÉ SALIDO BANÚS
Es más, si tenemos en cuenta que el ejercicio de tales derechos se va a desarrollar de
conformidad con el «Derecho de la Unión y
con las legislaciones y prácticas nacionales»,
bastaría recordar que dentro de los Aspectos
Sociales de la Construcción Europea recogidos en el Protocolo sobre la Política Social y
Acuerdo sobre la Política Social del Tratado
de la Unión Europea (Tratado de Maastricht), de 7 de febrero de 1992, los Estados de
la Comunidad Europea, a excepción del Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte,
ya «deseaban» aplicar la Carta comunitaria
de los Derechos Sociales Fundamentales de
los Trabajadores de 9 de diciembre de 1989,
que en su apartado 12 recogía el derecho de
los empresarios o de las organizaciones de
empresarios y de las organizaciones de trabajadores, «en las condiciones establecidas por
las legislaciones y prácticas nacionales, a
negociar y celebrar convenios colectivos» . Y
el apartado 13 que señalaba a su vez que «el
derecho a recurrir en caso de conflicto de
intereses, a acciones colectivas, incluye el
derecho a la huelga...»22. Es decir que, incorporados estos principios en el ordenamiento
jurídico español desde la adhesión de España
a la Unión Europea, no ha sido necesario, no
ya reformar las declaraciones constitucionales sobre tales materias, sino ni tan siquiera
las normas de desarrollo, tanto orgánico como
ordinario, para dar satisfacción a los citados
derechos, que hoy recoge casi de forma literal
el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, por cuanto nuestra normativa ya les da cumplida cobertura.
3.2. El intríngulis terminológico
Sin perjuicio de lo anterior y dada la técnica legislativa empleada por la Unión Europea
en la redacción de ciertos documentos, es
posible que de la lectura sosegada del artícuPlanteamientos que fueron reforzados por el Tratado de Niza (2001/C 80/01), al modificar el artículo
137 del Tratado de la Unión.
22
lo pueden aparecer algunas sombras interpretativas, situadas más bien en el terreno de
la anécdota que en el de la gravedad o dificultad discursivas.
En efecto. ¿Por qué el Tratado se refiere al
derecho a negociar y celebrar convenios colectivos, cuando bastaría una única mención
para referirse al hecho mismo de su negociación?.
Nuestro ordenamiento jurídico en este
sentido es más riguroso cuando define el convenio colectivo en el artículo 82.1 TRET
«como resultado de la negociación desarrollada por los representantes de los trabajadores
y empresarios...». La negociación en sí misma, ya implica ontológicamente el deseo y la
posibilidad de concluir el propio proceso negociador mediante la consecución de un acuerdo. Así pues, en mi opinión el término celebrar (referido gramaticalmente a realizar un
acto o una reunión) aunque no molesta sobra,
por cuanto puede encerrar un significado perverso en el sentido de que quienes celebren
finalmente el resultado de la negociación, no
sean exclusivamente las partes que la han
llevado a cabo, sino que a éstas se les pueda
añadir una tercera con capacidad suficiente
para incidir en los efectos aplicativos del propio instrumento, mediante una homologación
administrativa, pongo por caso. Circunstancia que de darse, chocaría frontalmente, en
nuestro ordenamiento jurídico con el derecho
a la libertad de negociación constitucionalmente declarado y legalmente garantizado.
Otra referencia terminológicamente complicada es la que consta en el artículo comentado, relativa al derecho a emprender, «en
caso de conflicto de intereses, acciones colectivas...»
Está claro que en este caso el término intereses no cualifica por sí mismo al conflicto y
por tanto el Tratado no limita su protección a
los conflictos de tal carácter, sino que se refiere a intereses generales de las partes entendidos como conveniencia o necesidad de
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
331
ESTUDIOS
carácter colectivo, en este caso de orden
material.
En ese sentido cabe señalar que nuestro
ordenamiento jurídico se ajusta radicalmente
a los postulados del Tratado, en tanto que
contempla no sólo la figura del conflicto colectivo como tal23, sino que da cobijo a diversos
tipos de éstos24 desde un punto de vista de su
contenido. De esta forma pueden mencionarse aquellos en los que la discrepancia de los
contendientes lo es respecto de la aplicación o
interpretación de una norma ya sea heterónoma o convencional, a los que denominamos
conflictos jurídicos o de aplicación y por otra,
aquellos que, bajo la denominación de conflictos de reglamentación, regulación, económicos o de intereses surgen cuando una de las
partes cuestiona, no la interpretación o aplicación de la norma sino su propia existencia,
pretendiendo modificarla o sustituirla por
una nueva.
Concepto jurídico indeterminado es, sin
duda, el de «acciones colectivas» al que se
refiere el Tratado para acometer la defensa
de los intereses de los protagonistas del contrato de trabajo y sus representantes, que
sólo puede ser concretado, hoy por hoy, ante
la ausencia de normas de homogeneización
de la Unión y resoluciones jurisdiccionales
del Tribunal de Justicia de la Unión Europea,
de conformidad con «las legislaciones y prácticas nacionales», a las que el texto del propio
Tratado remite.
Sin embargo dos cosas parecen claras en la
interpretación literal de este texto. La primera es que desde el punto de vista subjetivo el
derecho a la acción defensiva alcanza tanto a
trabajadores como a empresarios por cuanto
el artículo empieza señalando que: «Los trabajadores y los empresarios, o sus organizaciones respectivas [...] tienen derecho a...». Y
la segunda, desde un punto de vista material,
23
24
332
Real Decreto-Ley 17/1977, de 4 de marzo.
STS de 6 de febrero de 1984 (Ar. 1984/608).
es que, sean cuales sean las acciones reconocidas a las partes para la defensa de sus intereses en los diferentes ordenamientos jurídicos y prácticas nacionales de los Estados
miembros, la huelga debe figurar entre ellas.
Ni que decir tiene que esas regulaciones y
prácticas nacionales deberán ajustarse al
Derecho de la Unión sobre la materia, habida
cuenta de la explícita referencia que, desde
esta perspectiva, el Tratado recoge.
En este sentido, creemos que nuestro derecho patrio se ajusta en los grandes trazos a
las declaraciones constitucionales del Tratado, toda vez que el derecho de huelga está
reconocido en nuestra Carta Magna con
carácter fundamental (artículo 28.2 CE) y
también lo está, aunque con menor intensidad jurídica, el derecho «de los [trabajadores
y] empresarios a adoptar medidas de conflicto colectivo»(artículo 37.2 CE).
3.3. Los niveles adecuados
de la negociación y acción
colectivas: ¿una precisión
de alcance?
Quizás la expresión más disonante de este
artículo II-88 TCE es la que señala que el
derecho a negociar y celebrar convenios colectivos, se ejercerá, «en los niveles adecuados».
Disonante porque, de entrada plantea problemas de asignación subjetiva, con relación
a determinar quién es el encargado de definir
la idoneidad del nivel de negociación. En
segundo lugar porque da la sensación que esa
definición de los «niveles adecuados» tiene un
tono preventivo, en el sentido de que alguien
distinto a los protagonistas de las relaciones
laborales, pudiera definir, con parámetros de
conveniencia distintos a los de aquellos, cuáles tengan que ser esos niveles con exclusión
o inclusión, según los casos, de los que para
aquellos protagonistas pudieran ser interesantes.
En efecto, la primera de las cuestiones
puede tener, de entrada, dos soluciones en
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
FRANCISCO RAMÓN LACOMBA PÉREZ y JOSÉ SALIDO BANÚS
virtud de la literalidad del artículo. Una de
carácter heterónomo y otra respetuosa con la
autonomía colectiva de la voluntad de las
partes.
La de carácter heterónomo plantea, a su
vez, como mínimo, dos opciones, a saber: Una,
que sea el Derecho de la Unión el que determine los niveles adecuados de negociación, y
dos, que sean las legislaciones y prácticas
nacionales las que se encarguen de dicho
cometido.
En cualquiera de los dos casos, salvo que
las normas contemplasen que el ámbito de la
negociación lo fijan las partes, estaríamos,
con referencia a nuestra actual regulación
sobre la materia (Título III del TRET), ante
un evidente retroceso del papel que empresarios y trabajadores y sus respectivos representantes tienen reconocido en la fijación de
las condiciones de trabajo. El vigente artículo
83.1 del citado TRET establece claramente
que «Los convenios colectivos tendrán el
ámbito de aplicación que las partes acuerden». Todo lo que suponga una injerencia de
los poderes o Administraciones Públicos en
esa libertad de determinación del ámbito
(territorial, funcional, personal y temporal)
del convenio colectivo cabe entenderla como
un paso atrás en el rol protagonista que nuestra Constitución de 1978, en su artículo séptimo, ya reconoció en su momento a los agentes
sociales, en la defensa de sus propios intereses.
Tampoco parece conveniente la expresión
de referencia, si la interpretación de la misma significa, con respeto limitado de la autonomía colectiva, la reducción de la negociación colectiva en sus propios términos, atribuyendo sólo a las asociaciones y organizaciones sindicales y patronales el papel hegemónico en la fijación de los espacios convencionales óptimos.
En este sentido, hay que entender que en
un mundo tan globalizado pero al mismo
tiempo tan diverso en cuanto a lo económico
se refiere y tan próximo al mismo tiempo en
factores de competitividad, la negociación
colectiva tiene que convertirse necesariamente en un instrumento, no sólo para fijar las
condiciones de trabajo, sino también para
resolver y pactar aspectos directamente relacionados con la gestión del día a día en las
empresas. En la medida en que alejemos la
negociación colectiva de la realidad cotidiana
y de los centros de decisión productiva, confiando su estructura y por ende y en buena
medida su negociación con carácter exclusivo
y excluyente a las grandes superestructuras
representativas, estaremos eliminando posibilidades de solventar los problemas y las discrepancias propias del ámbito socio-económico, allí donde se producen.
También la referencia constitucional,
interpretada contrario sensu parece querer
advertir y en sentido parecido a lo que se acaba de señalar, que hay espacios de negociación que no son adecuados. Teniendo presente que la negociación colectiva en los Estados
miembros goza de buena salud y dadas las
dificultades para practicar una negociación
colectiva de ámbito europeo da la sensación
de que, a modo de aviso para navegantes, el
texto del Tratado quiera sosegar aquel artículo 4.1 del Acuerdo sobre Política Social
dimanante del Protocolo sobre Política Social
del Tratado de Maastricht que literalmente
señalaba: «El diálogo entre interlocutores
sociales en el ámbito comunitario podrá conducir, si éstos lo desean, al establecimiento de
relaciones convencionales, acuerdos incluidos».
4. VALORACIONES FINALES
Las pretensiones del nuevo Tratado, en
cuanto a la configuración de los derechos fundamentales, son mucho más modestas de lo
que, a priori, se nos quiere transmitir.
Si la fuente de inspiración de la Carta de
Derechos Fundamentales de la Unión y, en
particular, de los derechos de información y
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
333
ESTUDIOS
consulta y de negociación y acción colectivas,
son las mismas normas, tradiciones y prácticas con las que ahora ha de convivir aquélla
(las que ya rigen en los Estados miembros),
sería ilógico encontrarse con contradicciones
entre los distintos regímenes concurrentes.
Los artículos II-87 y II-88 TCE de algún
modo reproducen en esencia nuestros valores
constitucionales en esta materia y, salvo en
algún matiz anecdótico, el legislador español
y nuestros órganos jurisdiccionales no han de
notar, pues, la entrada en vigor del nuevo
Tratado. Los Tribunales españoles fundamentarán sus resoluciones en las mismas
normas nacionales e internacionales a las
que ya venían acudiendo y a las que, precisamente, se remite el TCE; así como en otras
tantas vigentes en nuestro país y, ahora, a
mayor abundamiento y sin añadir nada, también en el TCE.
Tampoco los sujetos colectivos titulares de
los derechos reconocidos en estos artículos
van a notar la eficacia jurídica otorgada a la
citada Carta. Aunque, obviamente, desde
334
nuestro punto de vista, consideremos un
avance indiscutible la incorporación al Tratado de la mencionada Carta, al no verse acompañada ésta de la introducción de un recurso
de amparo al alcance de los particulares por
violación de tales derechos fundamentales,
apenas va a modificar la situación precedente, salvo por lo que tiene de ventajoso para el
Tribunal de Justicia de la Unión contar ahora
con un más correcto anclaje para su doctrina
jurisprudencial sobre los derechos fundamentales, sostenida antes mediante la forzada técnica de los principios generales.
Saludamos, en definitiva, con muy buen
ánimo el gran paso dado, al que reconocemos
un profundo valor político y una provechosa
contribución a la superación de la fragmentación normativa existente. Pero, nos quedamos con la sensación de que con el nuevo Tratado y, en lo que afecta a la configuración de
los derechos fundamentales en el ámbito de
la Unión Europea, no se ha querido más que
pasar como la luz a través del cristal: sin
dejar mancha.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
57
Descargar