12 falsos mitos sobre las nulidades matrimoniales en la Iglesia

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12 falsos mitos sobre las nulidades matrimoniales
en la Iglesia Católica
MITO NÚMERO UNO:
Una persona divorciada está automáticamente excomulgada de la Iglesia
católica
La verdad es que el divorcio en sí mismo no afecta o altera la situación de la
persona en relación con la Iglesia Católica. El divorcio es una declaración hecha
por los tribunales civiles y por las leyes civiles. Aunque muchos hayan pensado
que los divorciados están excomulgados, y por lo tanto no pueden recibir los
sacramentos, eso es un error.
MITO NÚMERO DOS:
Un proceso de nulidad cuesta miles de dólares
La verdad es que ningún tribunal en el mundo pide “miles de dólares” por un
proceso, aunque los costos demandados por este tipo de procesos puede variar de
un tribunal a otro. En la Arquidiócesis de Baltimore, el pago requerido puede
variar desde cien dólares hasta unos quinientos, dependiendo del tipo de caso. Pero
también es cierto que el pago hecho por el solicitante del proceso de nulidad
representa la mitad del costo real del caso. Es una falsedad que el proceso cuesta
miles de dólares. Esto es un hecho real: ningún pedido de alguna persona ha sido
descartado por el tribunal porque no haya podido pagar el costo del proceso.
MITO NÚMERO TRES:
Solo los matrimonios católicos necesitan ser anulados
La verdad es que todo matrimonio es considerado una promesa para toda la vida,
hasta la muerte. No hay diferencia si esa promesa ha sido hecha en una ceremonia
católica o no. Nadie está considerado libre de contraer otro matrimonio mientras
estén pendientes las promesas hechas en una unión anterior, sin importar cuál haya
sido su religión o congregación religiosa a la que está afiliado. Todo matrimonio
anterior debe ser investigado y anulado antes de que una persona pueda contraer
nuevas nupcias. Es un error pensar que no se necesite un proceso de nulidad si la
persona no se ha casado en una ceremonia católica.
MITO NÚMERO CUATRO:
Si una nulidad es declarada por el tribunal, los hijos pasaran a ser ilegítimos
La verdad es que una nulidad del matrimonio eclesiástico está relacionada
solamente con los esposos y no afecta a los hijos. Una nulidad no tiene efectos
sobre la legitimidad de los hijos u otros acuerdos relacionados con los hijos, como
por ejemplo la custodia o el mantenimiento de los mismos. Estos últimos ejemplos
son temas tratados por las leyes civiles, y una nulidad eclesiástica no tiene ningún
efecto para las leyes civiles. Es un error decir o pensar que los hijos pasan a ser
ilegítimos si se declara la nulidad canónica del matrimonio.
MITO NÚMERO CINCO:
Toma de tres a cinco años lograr una declaración de nulidad
La verdad es que cada caso es diferente. Algunos procesos judiciales son más
largos que otros, pero son pocos los casos que toman más de 18 meses desde el
comienzo hasta el final. Algunas décadas atrás los procesos tomaban varios años,
pero ahora los procesos más largos toman entre 9 a 18 meses de duración. Algunos
procesos pueden ser finalizados en un mes o incluso menos. Es un error decir que
el caso de nulidad típico demora unos tres años o más para finalizar.
MITO NÚMERO SEIS:
Cualquiera que solicita la nulidad (y espera el tiempo necesario) logra su
nulidad
La verdad es que los tribunales a veces deniegan la nulidad del matrimonio. El
peso de probar que el matrimonio es nulo recae sobre el que solicita el proceso. La
Iglesia Católica supone y presume que todo matrimonio es una unión válida, y para
declararlo nulo tiene que haber suficientes fundamentos. El tribunal ayudará al
solicitante del proceso a dar los pasos que sean necesarios para desarrollar el caso,
pero si de todos modos no hay pruebas suficientes de la nulidad, el tribunal deberá
declarar que el matrimonio es válido. Es pues un error pensar que todos los
procesos terminan en nulidad.
MITO NÚMERO SIETE:
Si durante el matrimonio nacieron hijos, el matrimonio no puede ser anulado
La verdad es que la Iglesia Católica considera que la apertura a la vida, o sea la
disponibilidad para traer hijos a la vida es una parte natural y esencial del
matrimonio. Si de hecho han nacido hijos en el matrimonio o no, eso no tiene
relación con la posible nulidad del vínculo sacramental entre los esposos. Si hay
hijos, es importante que ambos padres cumplan con sus obligaciones naturales y
legales respecto de sus hijos. Es un error, por lo tanto, pensar que un matrimonio
no puede ser anulado si hay hijos nacidos de esa unión.
MITO NÚMERO OCHO:
El ex – cónyuge tiene que estar de acuerdo para que la nulidad sea concedida
La verdad es que los dos cónyuges tienen igual derecho a pedir la declaración de
nulidad. La nulidad puede ser pedida por una sola parte o por ambas. Y si una parte
no está de acuerdo en pedir la nulidad, eso no impide que la otra parte del
matrimonio la pueda pedir. El tribunal no puede declarar la nulidad simplemente
porque ambos estén de acuerdo en pedirla, ni dejar de hacerlo si una parte no está
de acuerdo. La nulidad se declara o no de acuerdo con los fundamentos jurídicos
de la petición de nulidad. Es un error, por lo tanto, creer que los dos esposos deben
estar de acuerdo en la petición de la nulidad.
MITO NÚMERO NUEVE:
Una declaración de nulidad es simplemente “el divorcio católico”
La verdad es que el divorcio concedido por las leyes civiles y la nulidad concedida
por los tribunales de la Iglesia son muy diferentes. El divorcio está relacionado con
las realidades legales del matrimonio, como por ejemplo los gastos para la
educación de los hijos. La nulidad canónica está relacionada con los aspectos
espirituales y religiosos del sacramento del matrimonio. En tanto que el divorcio se
concentra en el tiempo de la finalización de una relación matrimonial, el proceso
de nulidad se concentra en el origen de esa relación, para descubrir si hubo allí una
causa de nulidad. El divorcio está regulado por leyes civiles y la nulidad está
regulada por las leyes de la Iglesia. Es un error, por lo tanto, pensar o decir que la
nulidad es simplemente el divorcio concedido por la Iglesia.
MITO NÚMERO DIEZ:
Una nulidad significa que el matrimonio nunca existió
La verdad es que un proceso de nulidad matrimonial no puede borrar la historia
vivida. La nulidad eclesiástica trata sobre la validez del matrimonio como
sacramento, y no toca los aspectos legales, emocionales, históricos que pudieran
estar implicados. Una nulidad declara que el matrimonio que se celebro en realidad
no fue sacramento, pero no declara que la boda nunca existió. Es un error, por lo
tanto, pensar que la declaración de nulidad pretende que el matrimonio nunca haya
existido.
MITO NÚMERO ONCE:
El tribunal eclesiástico es como un tribunal civil, con jueces, testigos, abogados,
y exámenes de las partes.
La verdad es que el tribunal eclesiástico es la corte canónica de la Iglesia, y es
diferente de las cortes civiles de los estados. Dependiendo del tipo de caso, los
esposos pueden tener acceso a abogados, podrá haber uno o tres jueces, etc. pero la
mayor parte del proceso es por escrito. Nunca se ven en la Iglesia esas escenas
dramáticas de la televisión donde aparecen los jueces civiles y los testigos. Si una
persona ofrece un testimonio, se hace en una entrevista privada y nunca con
exámenes y discusiones en público. Es un error pues, imaginarse el proceso de
nulidad como los procesos que aparecen en la televisión
MITO NÚMERO DOCE:
La idea de una nulidad es un puro legalismo en la Iglesia Católica
La verdad que una nulidad está revestida de ciertas formalidades legales con el fin
de proteger los derechos de las personas. Sin embargo, el proceso de nulidad es
mucho más que un conjunto de formalidades legales. Las personas que han
realizado su proceso de nulidad matrimonial han sido capaces de encontrar paz y
una mirada más profunda sobre su propia vida y su matrimonio. Es un error pensar
o decir que la única preocupación de la Iglesia es un puro legalismo vacío de
contenido humano. A través de este proceso canónico, la Iglesia invita a las partes
a realizar un proceso de sanación, perdón y nueva vida.
Para mayor información, por favor, contacte las oficinas del tribunal o a su
Parroquia más cercana.
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