El principio de protección de la confianza legítima

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El principio de protección de la confianza legítima ¿Intento de inclusión en el
Ordenamiento peruano?
EL PRINCIPIO DE PROTECCIÓN DE LA CONFIANZA LEGÍTIMA ¿INTENTO DE INCLUSIÓN EN EL
ORDENAMIENTO PERUANO?
Alejandro Arrieta Pongo*
I.
INTRODUCCIÓN
El valor de los principios generales del Derecho, que a su vez puede predicarse a favor del
principio de protección de la confianza legítima, radica justamente en su calidad de ser, valga la
redundancia, “principios”. El Derecho no es únicamente la ley pues ésta constituye sólo su
manifestación positiva; la ley, es más bien expresión de valores que subyacen a todo
ordenamiento jurídico, valores a los que solemos identificar con el nombre de principios
generales del Derecho1.
Precisamente, por lo anterior, se entiende que cuando se habla de “principios” se hace referencia
a fundamentos, valores jurídicos primarios que se encuentran en la base de cualquier
Ordenamiento jurídico a manera de cimientos; dotando a éste de coherencia, sentido y vida 2. De
esta característica deriva su vocación de “generales”, pues ellos no se circunscriben a un
precepto concreto sino que alimentan toda institución jurídica, inspirándolas en mayor medida
unos y menor otros3.
Así entendidos, cobra sentido que de ellos se prediquen tres funciones trascendentales a la hora
de comprender sus alcances, a saber: informadora, en cuanto inspiran al legislador y sirven de
fundamento del ordenamiento jurídico; normativa o integradora, al actuar como fuente
supletoria ante el vacío o la laguna legal o de la costumbre; e interpretativa, al operar como
criterio orientador del juez o intérprete4.
La importancia de los principios, tal como se viene afirmando, les viene dada por su propia
naturaleza, sus funciones y, en gran medida, por su vocación de permanencia, que los hace no
caducables frente a los cambios legislativos y los ubica, incluso, por encima de los sistemas
jurídicos nacionales.
Dicho todo lo anterior conviene ahora preguntarnos dónde encontramos a aquellos principios
tan valiosos. En respuesta a esta interrogante GARCÍA DE ENTERRÍA afirma que “(…) Los
principios generales del Derecho, (…), son un fruto de la propia vida jurídica y tienen, por tanto,
dos formas capitales de manifestación; la práctica aplicativa del Derecho y especialmente la
jurisprudencia, que es la práctica dotada de una mayor auctoritas y a la vez con más capacidad
conformadora de la aplicación futura, y la doctrina, o la ciencia jurídica, en la medida en que
*
Estudiante de undécimo ciclo de la facultad de Derecho de la Universidad de Piura. El autor agradece al
Doctor Víctor Baca Oneto por haber autorizado la publicación del presente trabajo, así como por su
apoyo indispensable para la elaboración del mismo.
1
Bien se ha dicho que “(…) Los principios generales del Derecho expresan los valores materiales básicos
de un ordenamiento jurídico, aquellos sobre los cuales se constituye como tal, las convicciones éticojurídicas fundamentales de una comunidad”. GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, TomásRamón, Curso de Derecho Administrativo, I., Civitas, Navarra, 2006, p. 85.
2
En este sentido CASTILLO BLANCO, Federico A., La protección de la confianza en el Derecho
Administrativo, Marcial Pons, Madrid, 1998, p. 38.
3
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón, Curso…, pp. 85-86.
4
CASTILLO BLANCO, Federico A., La protección…, pp. 38-39.
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ésta cumple con su función propia, que no es la de una mera esquematización convencional del
Derecho con fines expositivos o didácticos, sino iluminar el sistema institucional del
ordenamiento, explicar sus conexiones propias y permitir con todo ello un funcionamiento más
afinado del mismo”5.
De este modo, GARCÍA DE ENTERRÍA pone de manifiesto dos fuentes tradicionales del Derecho a
las cuales se puede acudir para poder acceder al conocimiento de los referidos principios. Por un
lado destaca el arte de la prudencia en la determinación de lo justo, la jurisprudencia. Sin duda
que, al menos en teoría, la práctica de los jueces esta dotada de la mayor auctoritas¸ no en vano
existe el principio iura novit curia6. Por el otro, la ciencia jurídica de quienes conocen el ars
iuris, o arte del derecho, se propone como el segundo modo de conocer a aquellos principios.
Es justamente el “valor” de los principios generales del Derecho el que inspira la necesidad de
estudiar un principio desarrollado en el derecho comparado de manera rigurosa; además de la
proximidad de ordenamientos, como sucede con el español, y los diversos elementos del
Derecho peruano que hacen pensar, al menos intuir por su apariencia, que no es un principio
totalmente ajeno a nuestro sistema jurídico.
En base a las consideraciones vertidas solo resta precisar que este trabajo ésta dirigido a analizar
la doctrina y jurisprudencia comparada a fin de lograr una comprensión cabal de la importancia
del principio de confianza. Todo esto con el objetivo de, llegado el momento, analizar el
ordenamiento peruano y explorar las posibilidades de su inclusión, o no. A esta misión están
consagradas las líneas siguientes.
II.
EL PRINCIPIO DE PROTECCIÓN DE LA CONFIANZA LEGÍTIMA
2.1.
Sobre sus Orígenes
2.1.1. La jurisprudencia alemana y el Tribunal de Luxemburgo
Explica GARCÍA MACHO que el principio protector de la confianza legítima tiene su origen en el
derecho alemán, con exactitud en el derecho administrativo alemán, cuando litigantes alemanes
lo aducen ante el Tribunal de Justicia7, el cual, junto con la doctrina, lo incorporan al Derecho
comunitario dentro del grupo de principios de la seguridad jurídica 8.
Pero la irradiación del reconocimiento de este principio no se va a detener pues, luego de ser
desarrollado por el Tribunal de Justicia de las Comunidades (o Tribunal de Luxemburgo)9, se va
proyectar a varios países europeos, dentro de éstos con especial relevancia a España10.
El Tribunal de Luxemburgo ha reconocido al principio de protección de la confianza legítima
como un principio general del Derecho que forma parte del derecho comunitario. De este modo
se ha abierto una nueva vía de atribución de responsabilidad frente a los países miembros de la
comunidad cuando mediante actos administrativos o legislativos que, aún siendo válidos y
5
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón, Curso…, p. 89.
DOMINGO, Rafael y RODRÍGUEZ-ANTOLÍN, Beatriz, Reglas jurídicas y aforismos, Aranzadi, Pamplona,
2001, pp. 72-73.
7
GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido y límites del principio de la confianza legítima: estudio
sistemático en la jurisprudencia del Tribunal de Justicia”, REDA 56, 1987, pp. 561-562.
8
GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido…, p. 570.
9
Sobre el origen alemán de principio, CASTILLO BLANCO comenta la Sentencia de 1 de febrero de 1990
(Ar. 1258) del Tribunal Supremo, en CASTILLO BLANCO, Federico A., La protección…, pp.290-291.
10
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón, Curso…, p. 96.
6
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El principio de protección de la confianza legítima ¿Intento de inclusión en el
Ordenamiento peruano?
legítimos, importan una violación al principio de seguridad jurídica o de confianza legítima que
los ciudadanos depositan en la estabilidad del Ordenamiento jurídico comunitario11.
Esta inclusión dentro del ordenamiento comunitario importa grandes consecuencias debido a
que, en virtud de los principios de primacía12 y efecto directo13 del derecho comunitario, el
principio de confianza vendría a ser de aplicación a todos los estados miembros de la
comunidad, al menos en su ámbito de competencia; y, por ende, involucraría el sometimiento de
todas las instancias nacionales, incluidas la legislativa y la Administración Pública14, a las
normas comunitarias y la obligación de responder pecuniariamente en casos de
incumplimiento15.
2.1.2. El Ordenamiento español
En el Ordenamiento español la base normativa, que ha permitido plantear la responsabilidad
patrimonial del Estado, ha sido el principio de seguridad jurídica reconocido en el artículo 9.3
de la Constitución española y, a partir de éste, la jurisprudencia ha justificado la plena vigencia
del principio de protección de la confianza legítima en el Derecho español16.
Tal como se ha expresado en el apartado anterior, es en la jurisprudencia alemana donde se
reconoce la vigencia de este principio, para luego pasar al Tribunal de Luxemburgo, y de ahí a
los países miembros de la comunidad17. España es pues uno de los países que, influenciado por
esta corriente, acoge el principio y lo desarrolla doctrinariamente a partir del año 198718. Ya han
pasado más de dos décadas de serias, rigurosas y reconocidas elaboraciones jurisprudenciales y
doctrinales, incluso de reconocimientos legales, razones que, junto con la de proximidad de este
Ordenamiento jurídico al peruano, justifican que en el presente trabajo se le dedique especial
atención.
2.2.
Conceptualización y fundamentos
2.2.1. Concepto y notas características
2.2.1.1. Concepto
La consagración del principio de confianza legítima es una de las tendencias del Derecho
Público que, en uno de sus aspectos principales, exige “el mantenimiento de las situaciones
11
ALONSO GARCÍA, María Consuelo, La responsabilidad patrimonial del Estado-Legislador, Marcial
Pons, Madrid, 1999, p. 109.
12
De acuerdo al principio de primacía, los tratados y el Derecho comunitario priman sobre el Derecho de
los estados miembros de la Comunidad Europea. Así se puso de manifiesto en la célebre sentencia
Costa/ENELl (1964). PEREIRA MENAUT, Antonio-Carlos, CANCELA OUTEDA, Celso, BRONFMAN
VARGAS, Alan, HAKANSSON NIETO, Carlos, “La Constitución Europea”, Publicaciones de la Cátedra
Jean Monnet, Universidad de Santiago de Compostela, A Coruña, 2000, p. 325.
13
El Derecho Comunitario y sus tratados no sólo se aplican de manera directa sino que además, éstos, se
aplican directamente en los países parte de la Comunidad. Principio consagrado en la Sentencia Van
Gend & Loos (1962). Ibídem, p. 325.
14
SANZ Rubiales, Íñigo, “Confianza Legítima y poder legislativo”, RDUdeP 2, 2001, pp. 99-100.
15
ALONSO GARCÍA, María Consuelo, La responsabilidad…, p. 42.
16
Ibídem, p. 111.
17
MARÍN RIAÑO, Fernando, “La recepción del principio de confianza legítima en la Jurisprudencia del
Tribunal Supremo”, La Ley, 1989-II, p. 605.
18
Salvo omisión nuestra el primer trabajo que se conoce respecto del principio de la confianza legítima,
en España, es el elaborado por GARCÍA MACHO. GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido y límites…, pp.
557-571. BACA ONETO sostiene igual creencia. BACA ONETO, Víctor Sebastián, La invalidez de los
contratos públicos, Civitas, Navarra, 2006, p. 336.
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legales anteriores, o al menos un cambio pausado y no abrupto, con un régimen transitorio
adecuado”19. En otras palabras, mediante este principio se busca proteger la confianza que los
particulares pueden haber depositado en la estabilidad de determinada normativa (aplicación del
principio frente al Estado Legislador), o en la permanencia de determinado acto administrativo
(aplicación administrativa).
Con referencia a las dos aplicaciones del principio de protección de la confianza, ambas
vertientes serán estudiadas más adelante, por ahora se analizará las notas que han caracterizado
al principio de protección de la confianza que, además de servir para identificarlo, actúan a
manera de filtros al no permitir que cualquier tipo de situación intente ser protegida por este
principio.
2.2.1.2. Notas características
a) El carácter subjetivo del principio
La aplicación del principio de confianza legítima viene condicionada, en primer lugar, por su
vinculación con el principio de seguridad jurídica. Teniendo en cuenta que aquél se ubica dentro
de la vertiente subjetiva de éste, su aplicación no puede ser sino en función a sujetos
determinados20.
Lo que se protege es la confianza defraudada en los sujetos afectados21, solo en aquellos que
proyectaron sus conductas en función de la certeza de la estabilidad de determinado marco
normativo y/o actuación administrativa y que, producto de esa defraudación, han sufrido
perjuicios patrimoniales. De modo que la protección de la confianza se debe realizar teniendo en
cuenta la situación subjetiva concreta, esto es, caso por caso22.
El presente apartado pone de manifiesto un tema del que lamentablemente no nos ocuparemos
con rigurosidad al no ser el fin del presente trabajo, por lo que solo nos limitaremos a señalar
unas breves anotaciones; nos referimos al hecho de determinar en qué medida el principio bajo
análisis puede ser empleado como parámetro de constitucionalidad.
Al respecto, el carácter subjetivo de la confianza juega en contra del papel de ésta como
parámetro de constitucionalidad de las leyes. Por ello, somos de la postura que solo cuando la
ruptura de la confianza legítima afectara a la generalidad de sujetos, se podría pensar en la
procedencia de la confianza legítima como justificación para declarar la inconstitucionalidad de
una norma23, mediante el control “concentrado”.
De no ser aquél el caso, entonces la protección de la confianza solo se realizará en relación a
sujetos determinados24/25. De lo contrario la declaración de inconstitucionalidad de una norma
por solo afectar a un sujeto, y no a la generalidad de particulares, aparece como
19
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón, Curso …, p. 96.
BACA ONETO, Víctor Sebastián, “El carácter necesariamente originario de la invalidez del acto
administrativo: Exposición y crítica de la noción de invalidez sobrevenida”, RDUdeP 6, 2005, p. 46.
21
Efectivamente, lo que se protege es la confianza y no un derecho adquirido porque el particular es
conciente que no ha adquirido aún un derecho. Si el particular ya gozará de un derecho adquirido le
correspondería alegar el principio de los derechos adquiridos y no el de confianza legítima. GARCÍA
MACHO, Ricardo, “Contenido…, p. 560.
22
SANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza Legítima…, pp. 95 y 114.
23
Ídem.
24
BACA ONETO, Víctor Sebastián, “El carácter…, p. 46.
25
A nivel jurisprudencial se puede consultar al respecto las Sentencias del 5 de marzo de 1993 (Ar.
1623), y del 27 de junio de 1994 (Ar. 4981).
20
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El principio de protección de la confianza legítima ¿Intento de inclusión en el
Ordenamiento peruano?
desproporcionada para el control de constitucionalidad26; no obstante no se descarta de plano la
posibilidad de utilizar al referido principio respecto del control “difuso” de la constitucionalidad
de las normas.
Otro de los motivos que se ha puesto de manifiesto a favor de no considerar a la vulneración de
la confianza legítima como razón suficiente para declarar la inconstitucionalidad de la norma, es
que con esto se podría estar tendiendo a la “petrificación del ordenamiento jurídico”27. Se
sostiene que el legislativo es un poder que detenta la nota de soberanía por delegación y desde
este punto de vista es el facultado para dictar leyes sin más limitaciones que las impuestas por la
Constitución28 (principio democrático29). De modo que el papel limitador de la confianza
legítima se vería restringido por la nota de legitimidad connatural al Parlamento3031.
b) La generación de la confianza
Presupuesto necesario para que se produzca la ruptura de la confianza es, como resulta obvio,
que ésta se genere. Por ello se requerirá de una determinada acción por parte de los poderes
públicos destinada, aún de modo implícito, a crear en los particulares una esperanza fundada en
que determinada situación jurídica se mantendrá en el tiempo32.
La responsabilidad tanto de la administración como del legislador, por la ruptura de la
confianza, viene atribuida porque ambos han llevado a cabo una serie de actuaciones que
tendieron a generarla en los miembros de la comunidad política33.
SANZ RUBIALES ha explicado con acierto que el comportamiento generador de confianza por
parte del Estado “consta, al menos, de dos fases: una primera, generadora de la confianza en los
particulares: una regulación legal, una actuación administrativa (fomento, planes), incluso una
decisión judicial; y una segunda, que se lleva a cabo, en este caso, mediante una actuación
legislativa [o administrativa], que quiebra la confianza alentada previamente por el Estado”34.
26
SANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza Legítima…, p. 114.
ALONSO ha señalado que la solución a la pugna entre la estabilidad normativa y la dinámica legislativa
podría venir por la adopción de la indemnización como mecanismo que vendría a reparar el perjuicio
sufrido en violación del principio de seguridad jurídica. ALONSO GARCÍA, María Consuelo, La
Responsabilidad…, p.111. Acorde con ésta solución BACA ONETO ha expresado que “no puede
consagrarse la petrificación del ordenamiento, y ello implica, (…), que la vulneración del principio de
confianza no genera la inconstitucionalidad de la ley, sino únicamente el nacimiento de una obligación
de indemnizar,(…)”. BACA ONETO, Víctor Sebastián, “El carácter…, p. 46. En el mismo sentido
GARCÍA LUENGO hace ver la necesidad de asegurarle al legislador un ámbito de configuración propio
que le permita concretar las políticas por las cuales se le ha otorgado la representación. GARCÍA
LUENGO, J., “¿Retroactividad normativa o protección de confianza? A propósito de la sentencia del
Tribunal Constitucional de 31 de octubre de 1996”, en El Derecho Administrativo en el umbral del
siglo XX., Homenaje al Profesor Dr. Ramón Martín Mateo, Tirant lo Blanch, Valencia 2000, t. II, p.
2515.
28
SANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza Legítima…, p. 103.
29
GARCÍA LUENGO, J., “¿Retroactividad…, p.2519.
30
SANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza Legítima…, 2001, p. 103. Este autor llega a insinuar que los
problemas que plante la aplicación de la principio de confianza con respecto a la producción legislativa
se presentan en cierta medida porque se trata de un principio nacido en el ámbito de la actuación
administrativa llegando a colisionar con la cláusula de Estado democrático. (pp. 102-103). Asimismo,
al ser la Administración Pública un poder fuertemente limitado, mucho más que el poder legislativo, de
modo que al momento de analizar los alcances del principio de confianza en relación con el poder
legislativo se debe tener en cuenta esta menor limitación. (pp. 94-95).
31
GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido…, p.571.
32
ALONSO GARCÍA, María Consuelo, La responsabilidad…, p. 110.
33
SANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza Legítima…, p. 118.
34
Ibídem, p. 119.
27
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Consecuencia de todo lo anterior, no procederá la responsabilidad de la Administración o el
legislador, cuando éstos no proporcionaron a la víctima las seguridades concretas en orden al
mantenimiento de la situación jurídica por ellos creada35.
c) Nota de Legitimidad
También se debe tener en cuenta que no se trata de la confianza en general sino que este
sustantivo viene matizado por el adjetivo legítima. De modo que no se busca amparar aquella
confianza que no sea conforme con el Ordenamiento jurídico36. La confianza no es pasible de
ser amparada cuando no encuentra cobertura jurídica que justifique la protección que se
solicita37.
d) Afectación a la «previsibilidad» de la actuación estatal
Lo que se pretende con la aplicación de este principio es que no se produzcan cambios bruscos
en el ordenamiento jurídico; “dicha afectación [modificación normativa] afecta a expectativas
basadas en la previsibilidad del ordenamiento, exigida por el principio de seguridad jurídica” 38.
En este sentido, se sancionan las variaciones normativas que no son razonablemente previsibles
o no tienen un periodo transitorio que atenúe el cambio y que, por tanto, importan un cambio
brusco39/40.
Debe agregarse que la irresistibilidad de la medida se toma en cuenta teniendo presente que la
víctima pese a haber actuado de manera diligente, no ha podido prever la acción pública41 o
legislativa. De modo que no se protegerá la negligencia de quienes se dicen afectados. El
Derecho no protege a los negligentes, reza un conocido aforismo jurídico.
e) Nacimiento de la obligación de resarcir los daños causados
35
ALONSO GARCÍA, María Consuelo, La responsabilidad…, p. 111.
Dice GARCÍA MACHO que “solamente se considera infringida la confianza legítima cuando la medida
normativa tomada es legal, pero hasta tal punto desestabilizadora que rompe los límites razonables en
las relaciones entre la Administración y los administrados”. GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido…,
p. 571.
37
Como ejemplo de una situación donde no se puede justificar la protección de la confianza, GARCÍA
MACHO cita un caso en el cual la normativa era provisional, donde el interesado debió actuar de
manera diligente, prevenido de la transitoriedad de la medida y contando con la nueva regulación.
GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido…, p. 561. El mismo autor explica que para el Derecho alemán,
un caso donde la confianza se presenta como digan de protección, es aquel donde el particular ha
realizado gastos o inversiones que no pueden ser restituidos, o bien lo pueden ser con graves perjuicios
para su patrimonio. Para este autor “cuando el acto administrativo irregular garantiza al particular una
prestación en dinero (subvenciones, ayudas), o en especie divisible, no es posible la revocación del
acto si el beneficiario ha confiando en la estabilidad y durabilidad del acto (confianza legítima),
siempre que esta confianza se considere digna de protección después de la ponderación de intereses en
juego, o sea el interés individual y el general”. Ibídem, p. 562.
38
BACA ONETO, Víctor Sebastián, “El carácter…, p. 45-46.
39
GARCÍA MACHO refiriéndose a las dos aplicaciones del principio de confianza ha expresado que “La
violación de la confianza aparece como reacción del juez a una utilización abusiva de la norma jurídica
o acto administrativo, que sorprende la confianza de las personas destinatarias de la norma, que no
esperaban tal reacción normativa, al menos sin unas ciertas medidas transitorias que paliasen esos
efectos tan bruscos”. GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido…, pp. 560 y 571.
40
Conforme a esta exigencia, en Derecho comunitario el plazo otorgado por las Directivas comunitarias a
los Estados miembros para su desarrollo suele ser razonablemente amplio para dar lugar a que los
particulares (en especial, los operadores económicos) puedan adecuar su estructura y funcionamiento a
la futura legislación, cuyo contenido conocen de antemanoSANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza
Legítima…, p. 100.
41
ALONSO GARCÍA, María Consuelo, La responsabilidad…, p. 110.
36
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El principio de protección de la confianza legítima ¿Intento de inclusión en el
Ordenamiento peruano?
El conocimiento del Derecho y el actuar coherente de los poderes públicos conduce al particular
a proyectar su conducta sobre la base de la confianza que en él ha generado la ordenación
vigente. En base a esta confianza el particular realiza una serie de actos concretos. Cuando la
variación imprevisible de la norma rompe con la confianza previamente generada en el
administrado y le causa daños, entonces se genera el nacimiento de una obligación a indemnizar
por parte del agresor42.
Así las cosas, una vez producido el perjuicio quien lo alega tiene que acreditarlo de manera
suficiente para que, una vez efectuada la individualización del daño43, recién pueda proceder la
indemnización44.
En España el otorgamiento de la indemnización respectiva, ordenada por el Tribunal
Constitucional español, se ha verificado cuando la existencia de políticas de fomento llevó a
operadores económicos a realizar una serie de inversiones que se vieron frustradas por un
imprevisible cambio legislativo45/46.
f) Exigencia de una conducta concreta del particular
Muy ligado al apartado anterior se encuentra la exigencia de una conducta efectiva por parte del
particular para que pueda nacer en éste el derecho a recibir una indemnización por los daños que
la defraudación de su confianza le pudo ocasionar. En efecto, el daño causado va a medirse en
función de su actuación concreta amparada en la norma que abrigaba aquella conducta47.
Precisamente, el carácter subjetivo del principio exige que quien se dice afectado lo demuestre,
lo acredite, para poder ser indemnizado.
g) Ausencia del deber jurídico de soportar el perjuicio
Por otro lado, se requiere que quien alega sufrir perjuicios por el cambio normativo, y por ello
solicita la reparación del mismo, posea intereses patrimoniales legítimos y no se encuentre en el
deber jurídico de soportarlos4849. De modo que la ley que rompe con la confianza no llegaría a
ser necesariamente inconstitucional sino antijurídica50, por ocasionar sacrificios patrimoniales
sin ninguna justificación a un sujeto concreto.
También se ha planteado, a nivel de doctrina, que frente a las críticas que trae consigo entender
a la antijuridicidad como ausencia de obligación de soportar los daños, puede sostenerse que la
42
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44
45
46
47
48
49
50
BACA ONETO, Víctor Sebastián, “El carácter…, p. 46.
Sentencia del Tribunal Supremo del 16 de septiembre de 1997 (Az. 6411), en el FJ 3.
ALONSO GARCÍA, María Consuelo, La responsabilidad…, p. 21-22.
SANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza Legítima…, p. 113.
A pesar de la existencia de plazos para la transposición de las directivas no han sido ajenas al Derecho
comunitario las situaciones donde un Estado miembro ha incumplido con los plazos para que entre
vigencia una Directiva. Ante esta situación, el Tribunal de Luxemburgo resolvió ordenando la
aplicación inmediata o retroactividad de la Directiva cuya aplicación debió preverse. Habida cuenta
que este caso evidencia la frustración de la confianza legítima, el mismo Tribunal declaro que procede,
a favor de los perjudicados, el derecho a recibir una indemnización por los daños sufridos a cargo del
Estado responsable de aquella aplicación tardía. Ibídem, p. 102.
BACA ONETO, Víctor Sebastián, “El carácter.., p. 46.
La ausencia del deber jurídico de soportar los daños ha sido resaltada por ALONSO al analizar la
Sentencia de 19 de diciembre de 1989 (Az. 9867). ALONSO GARCÍA, María Consuelo, La
responsabilidad…, p. 21.
Al respecto, puede verse la Sentencia del Tribunal Supremo de 16 de septiembre de 1997 (Az.6411),
F.J.3°.
ALONSO GARCÍA, María Consuelo, La responsabilidad…, p. 120-125.
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antijuridicidad consiste en la imposición de un sacrificio especial, que se completa por el
principio de confianza51.
No siendo el objeto de este trabajo el manifestarse sobre la adecuada conceptualización del
contenido de la antijuridicidad, nos limitaremos a señalar que, a efectos de lo que nos interesa,
debe destacarse que para que se produzca la ruptura de la confianza, y se genere la obligación de
indemnizar los daños, quien los padece debe encontrarse en la situación legítima de poder
reclamar por ellos.
h) La protección no es respecto de de «meras» expectativas
Basándose en la exigencia de una actuación concreta por parte de quien alega haber sufrido
daños a causa de la ruptura de la confianza se suele distinguir entre expectativas legítimas y
meras expectativas52. Aquéllas exigen “un hecho adquisitivo, ya realizado en parte”, esto es, una
conducta real del particular, un movimiento de riqueza efectivo realizado en base a la confianza
generada por la actuación estatal53. Las segundas solo vendrían a configurarse como “esperanza
de la adquisición futura de un derecho”54.
Las meras expectativas se identifican con la simple especulación o expectativa55; este sería el
caso de los particulares que se presentan a un concurso público. Siendo que, solo las
expectativas legítimas son protegidas por el principio de confianza56. Así, quien se dice afectado
y reclama la reparación de los daños que ha sufrido, debe acreditar la conducta objetiva de la
Administración57, o del legislador, que fue lo suficientemente idónea para producir la confianza
legítima que se alega lesionada.
2.2.2. Fundamentación
2.2.2.1. Desde el principio de Buena Fe
Antes del reconocimiento del principio de confianza en el Derecho español, la protección de las
situaciones jurídicas que este principio acoge, era realizada mediante la aplicación del principio
general de la buena fe58/59. Y aún cuando ya mediaba el reconocimiento explícito de aquél en el
derecho español, el uso del mismo se entendía incluido dentro del principio de buena fe60; sin
51
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60
SANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza Legítima…, pp. 118-119.
Ibídem, p. 111.
Con acierto MARÍN RIAÑO ha precisado que para dispensar la protección de la confianza no bastará una
simple convicción psicológica sino que la confianza debe basarse en signos externos suficientemente
concluyentes de la Administración que permitan confiar en la legalidad y, consecuencia de ésta,
estabilidad de la actuación administrativa. MARÍN RIAÑO, Fernando, “La recepción…, p. 606.
Al respecto, puede verse la la STS de 5 de diciembre de 1995 (Ar. 9061) en el FD 3°.
ALONSO GARCÍA, María Consuelo, La responsabilidad…, p. 110.
STC de 5 de diciembre de 1995 (Ar. 9061) FD 3°.
Explica BACA ONETO la necesidad que la confianza “esté basada en una conducta de la Administración
objetivamente capaz de producirla (pues no basta una simple convicción subjetiva)”. BACA ONETO,
Víctor Sebastián, La invalidez…, pp. 336-337.
GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús, El principio general de la buena fe en el Derecho Administrativo, Civitas,
Madrid, 1999, p. 51.
GARCÍA LUENGO, Javier, El principio de protección de la confianza en el Derecho Administrativo,
Civitas, Madrid, 2002, pp.109-110.
Como ejemplo de la aplicación de la buena fe para fundamentar la protección de la confianza legítima,
se puede considerar la sentencia de 28 de febrero de 1989 (Sala 3.a Secc. 3.a) (Az. 1458), una de las
primeras sentencias que ya incorporan el principio de protección de la confianza, donde se concluyó
que se quebrantaba la buena fe del administrado al negarle la continuación de la subvención para el
centro de estudios que venía percibiendo. En el caso resuelto un propietario de un centro de enseñanza
de formación profesional fue subvencionado durante el período de 1982-1983 por entender la
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Ordenamiento peruano?
embargo, después, a través del desarrollo jurisprudencial, pasó a adquirir sustantividad propia a
través de numerosas sentencias, para finalmente ser recogido legislativamente.61
Ha sido GONZÁLEZ PÉREZ quien, en su obra dedicada al estudio de la buena fe en el Derecho
administrativo, ha precisado que “la buena fe incorpora el valor ético de la confianza”. Continúa
el autor “Esta confianza es la que cabe esperar de las personas con que nos relacionamos y que
en el ámbito de las relaciones jurídico-administrativas corresponde a la actuación que cabe
esperar de una Administración respecto de otra o respecto del administrado, o del administrado
de la Administración”62.
Después de dejar sentado que una de las grandes contribuciones del principio general de la
buena fe a las relaciones jurídicas, incluidas las jurídico-administrativas aún con las
especialidades de la materia, es la incorporación del valor ético de la confianza, conviene
realizar una pregunta capital ¿el principio de la buena fe difiere realmente del principio de
protección de la confianza? ¿El fundamento de la protección de la confianza le viene dado por el
principio de la buena fe o por el principio de seguridad jurídica?
Por su parte, BACA ONETO califica a la discusión suscitada por estas interrogantes como
“estéril” pues “incluso quienes creen que el principio de confianza es una manifestación del
principio de seguridad jurídica y no de la buena fe reconocen la identificación entre el primero y
este último, que además ha servido como punto de partida de la dogmática sobre la protección
de la confianza en todos los sistemas de Derecho comparado63”.
GONZÁLES PÉREZ, no comprendiendo la diferencia de porqué el principio de protección de la
confianza se debe aplicar a situaciones distintas a las que se debe aplicar el principio de buena
fe, concluye de modo bastante práctico en que “siempre podrá la jurisprudencia utilizar uno u
otro para extender debidamente la protección de la confianza legítima, de modo que no se quede
inmune ningún ámbito de las relaciones. Al fin y al cabo es lo que hizo nuestra jurisprudencia
[la española] antes de la recepción formal del principio de protección de la confianza
legítima”64.
Compartimos estas posturas por lo que, llegado el momento de analizar el caso peruano, no nos
detendremos en realizar diferenciaciones de los alcances y efectos entre el principio de
confianza y el de la buena fe.
2.2.2.2. A partir del principio de Seguridad Jurídica
61
62
63
64
Administración que cumplía los requisitos que establecía la normativa vigente. Durante el primer
periodo 1983-1984, se abonó parte de la subvención, sin embargo, el 13 de enero de 1984, la Dirección
General del Patronato de Formación Profesional, mediante acuerdo, denegó al Colegio la subvención
para el curso 1983-1984 y exigió el pago de lo indebidamente percibido. Ante esta situación el
Tribunal Supremo Español resolvió considerando que si bien la actuación administrativa no permite al
particular obtener la subvención a futuro, si le permite percibirla para el período 1983-1984. Ello
porque al haber otorgado la Administración una subvención durante el período 1982-1983, y parte de
la misma correspondiente al período 1983-1984, tales actuaciones fueron actos lo suficientemente
concluyentes para, conforme a la buena fe y al uso, generar confianza en el particular que se le
entregaría la subvención correspondiente al período 1983-1984.
Esta fuerte corriente jurisprudencial desembocará en la consagración legislativa del principio, que se
incorporará al nuevo artículo 3 introducido en la LPC por la LEY 4/1999: <<las Administraciones
públicas… igualmente deberán respetar los principios de buena fe y de confianza legítima>>”. GARCÍA
DE ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón, Curso …,, p. 96.
GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús, El principio general…, p. 53.
Sirva como fundamento de las afirmaciones de este autor todo el elenco de obras citadas en su obra.
BACA ONETO, Víctor Sebastián, La invalidez…, p. 335.
GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús, El principio general…, p. 54-55.
96
Alejandro Arrieta Pongo
Es común en la jurisprudencia española, y en su doctrina, manifestar que la protección de la
confianza legítima encuentra su fundamento en el principio de seguridad jurídica65, doctrina
nacional también es conforme con esta precisión66. Esta derivación jurisprudencial reviste
especial importancia porque implica dotar de rango constitucional al principio de protección de
la confianza, esto debido a que el principio de seguridad jurídica se encuentra recogido en el
artículo 9.3 de la Constitución Española, de modo que el rango constitucional de éste, como es
lógico, también se predicará de su derivado, el principio de confianza67.
Cuando se menciona que el principio bajo estudio encuentra su fundamento en el de seguridad
jurídica es importante precisar que tal basamento se refiere al ámbito subjetivo de este principio,
y esto sucede porque tradicionalmente se suele advertir que el principio de seguridad jurídica
tiene dos vertientes, una objetiva que viene a ser la seguridad jurídica estrictu sensu y una
vertiente subjetiva.
La vertiente objetiva es externa -más no extraña o indiferente- al sujeto pues es la exigencia de
regularidad y coherencia en la estructura y actuación de los poderes públicos. Este aspecto de la
seguridad jurídica permite a los particulares adquirir certeza del Derecho, confianza en aquella
actuación regular68 y organizar su conducta presente y programar su actuación (jurídica,
económica, etc.) futura bajo pautas razonables de previsibilidad69, lo cual viene a constituir la
vertiente subjetiva del principio.
2.2.3. Ámbito de aplicación
2.2.3.1. Frente a la actuación administrativa
La primera manifestación del principio de protección de la confianza se originó en tierras
germanas, y fue frente a la actuación administrativa70, específicamente, con relación a la
revocación de actos administrativos irregulares71.
Hasta antes de la formulación del principio de confianza, para la Administración Pública la
revocación de actos administrativos no presentaba ningún inconveniente, sino que sólo bastaba
la invocación del principio de legalidad para revocar, sin más, el acto administrativo irregular 72.
Sin embargo, tal como lo ha precisado GARCÍA MACHO, a partir de la sentencia dictada por
Tribunal Contencioso-Administrativo de Berlín, del 14 de noviembre de 1956, confirmada por
el Tribunal Federal Contencioso-Administrativo (BVerwGE 9, 251 y ss), que se evidenció la
insuficiencia de la doctrina tradicional de la revocación del acto administrativo irregular basada
en el principio de legalidad73.
65
En esta postura encontramos a GARCÍA MACHO. GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido y límites…, p.
562 y 570. La misma posición es sostenida por GARCÍA DE ENTERRÍA y FERNÁNDEZ, en GARCÍA DE
ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón, Curso…, p. 96. También SANZ RUBIALES, Íñigo,
“Confianza Legítima…, pp. 95-96. Así también GARCÍA LUENGO, J., “¿Retroactividad…, p. 2515.
66
Así BACA ONETO, Víctor Sebastián, “El carácter…, p. 46.
67
Sanz Rubiales, Íñigo, “Confianza Legítima…, pp. 95-96.
68
PÉREZ LUÑO, Antonio-Enrique, La seguridad Jurídica, Ariel, Barcelona, 1994, pp. 29-30
69
SANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza Legítima…, p. 96.
70
GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido y límites…, pp.562 y 570. SANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza
Legítima…, p. 94.
71
Ibídem, p. 561.
72
Ibídem, p. 561-562.
73
Ibídem, p. 562-563.
97
El principio de protección de la confianza legítima ¿Intento de inclusión en el
Ordenamiento peruano?
La insuficiencia mencionada se manifiesta porque la revocación de actos administrativos
irregulares afecta las expectativas favorables del administrado74, vulnerando su confianza,
también digna de protección. Si bien el principio de legalidad es un principio indispensable en
el Estado de Derecho, también es cierto que la seguridad jurídica tiene la misma importancia, y
ésta, a su vez, alberga al principio de confianza75. Por ello, al existir un conflicto entre ambos
principios, lo que va a corresponder es la ponderación para determinar qué interés es digno de
protección.
Cuando los administrados confían de manera legítima en la estabilidad o durabilidad de una
situación jurídica, y en base a dicha confianza efectúan gastos o inversiones, dicha confianza no
puede ser defraudada por la Administración y por ello, previa ponderación individualizada de
cada situación jurídica, debe proceder, si así se determinase, la protección de la confianza
legítima.
2.2.3.2. Ante el Estado Legislador: “Leges non sunt de facili
mutandae”
El desarrollo del principio de confianza no se ha detenido en el ámbito de las relaciones
jurídico-administrativas, es así como en la actualidad su aplicación se ha extendido frente al
poder legislativo76. Y ha venido a ser el Tribunal de Justicia de Luxemburgo quien ha ampliado
el campo de aplicación de este principio a la sucesión normativa, explicando que antes de la
expedición de normas comunitarias se debe de tener en cuenta la confianza que los particulares
han depositado en la permanencia de determinada regulación77.
Para el Tribunal Comunitario el principio de confianza viene a ser una derivación del de
seguridad jurídica, a partir de la vertiente subjetiva de éste. Así las cosas, la aplicación de este
principio, según el Tribunal de Luxemburgo, no puede ser general sino que debe llevarse a cabo
caso por caso, tratándose de proteger las expectativas legítimas de los particulares frente a las
variaciones imprevisibles del ordenamiento jurídico78.
La exigencia de estabilidad del Derecho -o al menos, la proscripción de un cambio imprevisible,
abrupto, cuando éste atente contra la confianza de los ciudadanos- no es un vano requerimiento
al Estado79, o a cualquier comunidad política, pues de su mantenimiento depende la existencia
de un clima de confianza en su contenido80.
74
75
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78
79
80
A decir de GARCÍA LUENGO “el principio de protección de la confianza nace como límite a las
potestades de revisión de oficio de los actos administrativos, campo en el que la doctrina mayoritaria
lo considera como una manifestación de la seguridad jurídica que exige a la Administración el
mantenimiento de sus decisiones en cuanto las mismas son el resultado de un proceso de aplicación del
Derecho que la misma ha realizado”. GARCÍA LUENGO, J., “¿Retroactividad…, p. 2515.
GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido…, p. 562.
GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido…, p. 563.
SANZ RUBIALES, Íñigo, “Confianza Legítima…, p. 95.
Ibídem, p. 95.
“Leges non sunt de facili mutandae (Sto. TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae 1-2 q. 97, a. 2 c.). La
ley humana no debe modificarse fácilmente. Tan solo, explica el Aquinate, pro magna utilitate vel
necesítate. La razón que da es que las leyes alcanzan su máxima eficacia con el transcurso del tiempo:
leges habent maximam virtutem ex consuetudine. SANTO TOMÁS se apoya en el conocido texto de
ULPIANO, D. 1.4.2, en que el jurista advierte que sólo una razón de utilidad evidente justifica establecer
algo nuevo en contra del Derecho que durante tiempo se vino observando: in rebus novis constituendis
evidens esse utilitas debet, ut recedatur ab eo iure, quod diu aequum visum est”. DOMINGO, Rafael y
RODRÍGUEZ-ANTOLÍN, Beatriz, Reglas jurídicas…, pp. 75-76.
PÉREZ LUÑO, Antonio-Enrique, La Seguridad…, p. 34.
98
Alejandro Arrieta Pongo
No obstante las aplicaciones realizadas por el Tribunal Español ante la abrupta sucesión
normativa81, aún hay doctrina que considera que la aplicación del principio bajo análisis frente
al Estado Legislador constituye un exceso82.
III.
INTENTO DE INCLUSIÓN EN EL ORDENAMIENTO PERUANO
3.1.
Desde el principio de la buena fe: La buena fe como límite a la revocación
de actos administrativos
El Derecho peruano, aún cuando pudiera pensarse lo contrario, también se ha manifestado sobre
el tema de protección de la confianza de los administrados y lo ha hecho a partir del principio
general de la buena fe.
Ha sido en un caso de conflicto de competencia donde el Tribunal Constitucional83, pese a
constatar la existencia de actos irregulares que se dictaron contraviniendo el principio de
legalidad, sentenció señalando que no es posible anular cada uno de los actos administrativos
cuya nulidad podría afectar legítimos derechos de terceros, generados por el principio de buena
fe de los mismos, desestimando el pedido de la demandante que solicitaba que el Tribunal
disponga la nulidad de todos los actos administrativos dictados por la demandada.
La sentencia bajo comentario se resolvió el recurso interpuesto por la Municipalidad Distrital de
San Pedro de Lurín, contra la Municipalidad Distrital del Santísimo Salvador de Pachacámac.
En este caso, notamos que aún habiendo constatado la existencia un acto administrativo
irregular, por haber sido dictado en manifiesta contravención del principio de legalidad
(recordemos que la Municipalidad de Pachacámac había invadido facultades que la Constitución
atribuye de manera exclusiva al Congreso de la República.), el Supremo Intérprete de la
Constitución advierte que no procede declarar la nulidad de todos los actos administrativos, y
justifica la protección de todas estas situaciones jurídicas por haberse generado derechos que
tienen cobertura jurídica al encontrarse bajo el amparo del principio de la buena fe.
Constatamos afortunadamente, al contemplar la citada sentencia, que en el caso peruano, aún
cuando el principio confianza no se ha recogido de manera explícita por la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional, las situaciones jurídicas, que este principio ampara, son protegidas
mediante la invocación del principio general de la buena fe como límite al poder de revocación
de los actos administrativos. Presentándose, de esta manera, una situación similar a la que
operada en el caso español cuando el principio de protección de la confianza aún no gozaba de
reconocimiento jurisprudencial84.
Consecuencia de este reconocimiento podemos afirmar que nuestra jurisprudencia ya ha
empezado a andar los primeros pasos para el reconocimiento del principio protector de la
confianza, es más, creemos que ya lo ha hecho aunque de manera implícita.
81
El Tribunal Supremo Español reconoció la existencia de responsabilidad patrimonial del legislativo en
los supuestos de vulneración del principio de confianza legítima, en las Sentencias del 5 de marzo de
1993 (Az. 1623), 27 de junio de 1994 (Az. 4981), y 16 de septiembre de 1997 (Az. 6411). En estas
sentencias se resolvieron los recursos interpuestos por tres sociedades pesqueras por medio de los
cuales reclamaban al estado Español el pago de una indemnización por los perjuicios económicos
sufridos como consecuencia de las modificaciones normativas producidas como consecuencia de la
adhesión de España a la Comunidad Europea. También sirven como ejemplo de obligación
indemnizatoria por actos legislativos, las Sentencia del Tribunal Supremo de 8 de octubre de 1998 (Az.
7903) y 9 de octubre del mismo año (Az. 7905).
82
Así puede verse en GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón, Curso…, p. 97.
83
EXP. N° 001-2001-CC-TC, publicada el 15 de mayo del 2003.
84
En este sentido GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús, El principio general…, p. 51.
99
El principio de protección de la confianza legítima ¿Intento de inclusión en el
Ordenamiento peruano?
3.2.
Desde el principio de Seguridad Jurídica.
El la Constitución peruana, a diferencia del caso español donde si existe un artículo
constitucional que recoge expresamente el principio de seguridad jurídica, no se cuenta con un
dispositivo jurídico de tal alcance. Por esto, a primera vista parecería que, desde un punto de
vista meramente formal, no existe una norma positiva de rango constitucional que, al hacer
mención a la seguridad jurídica, permita inclusión del principio de protección de la confianza
legítima en nuestro ordenamiento.
Sin embargo, esta laguna positiva ha venido a ser salvada por nuestro Tribunal Constitucional,
quien de manera expresa ha reconocido la vigencia del principio de seguridad jurídica en el
ordenamiento peruano. En efecto, el máximo intérprete de la Constitución al constatar esta
carencia, en un proceso inconstitucional, se adentró a determinar si el principio de seguridad
jurídica posee rango constitucional para, a partir de esta comprobación, establecer si puede
alegarse como parámetro de constitucionalidad de una ley o parte de esta.85.
Finalmente, en la sentencia que pronunció para poner fin al proceso de constitucionalidad, el
Colegiado concluyó: “El principio de la seguridad jurídica forma parte consubstancial del
Estado Constitucional de Derecho. La posibilidad de predecir las conductas (en especial, las de
los poderes públicos) frente a los supuestos previamente determinados por el Derecho, es la
garantía que informa a todo el ordenamiento jurídico y que consolida la interdicción de la
arbitrariedad. Tal como estableciera el Tribunal Constitucional español, la seguridad jurídica
supone "la expectativa razonablemente fundada del ciudadano en cuál ha de ser la actuación del
poder en aplicación del Derecho" (STCE 36/1991, FJ 5). El principio in comento no sólo supone
la absoluta pasividad de los poderes públicos, en tanto no se presenten los supuestos legales que
les permitan incidir en la realidad jurídica de los ciudadanos, sino que exige de ellos la
inmediata intervención ante las ilegales perturbaciones de las situaciones jurídicas, mediante la
"predecible" reacción, sea para garantizar la permanencia del statu quo, porque así el Derecho lo
tenía preestablecido, o, en su caso, para dar lugar a las debidas modificaciones, si tal fue el
sentido de la previsión legal”86.
Continuó el Colegiado: “Así pues, como se ha dicho, la seguridad jurídica es un principio que
transita todo el ordenamiento, incluyendo, desde luego, a la Norma Fundamental que lo preside.
Su reconocimiento es implícito en nuestra Constitución, aunque se concretiza con meridiana
claridad a través de distintas disposiciones constitucionales, algunas de orden general, (…), y
otras de alcances más específicos, (…)”87.
Queda sentado de este modo que el reconocimiento del principio de seguridad jurídica, en
palabras del Tribunal Constitucional, “es implícito en nuestra Constitución”, es decir, tiene
rango constitucional, además porque se trata de un principio que forma parte consubstancial del
Estado Constitucional de Derecho.88
A partir del lo expresado por el Tribunal, lo primero que se aprecia, y que nos interesa, es el
reconocimiento de los dos ámbitos de la seguridad jurídica, el subjetivo y el objetivo. En cuanto
a la vertiente objetiva, la seguridad jurídica –parafraseando en cierta media las expresiones del
Colegiado- expresa la exigencia de predectibilidad de las actuaciones del poder público, lo cual
se traduce como el deber, por parte del poder político, de actuar de modo coherente, ajustando
su conducta a los parámetros que impone el estar sometido al Estado Constitucional de Derecho.
85
EXP. N° 0016-2002-AI/TC, F.J. 3.
Ibídem, F.J. 3.
87
Ibídem, F.J. 4.
88
GARCÍA MACHO, Ricardo, “Contenido…, p. 561.
86
100
Alejandro Arrieta Pongo
Esta vertiente exige además no solo la pasividad de los poderes públicos para que se respeten las
situaciones subjetivas de los particulares, sino que además exige al poder político reaccionar de
modo inmediato ante cualquier eventual perturbación del estatus quo.
Respecto de la vertiente subjetiva de la seguridad jurídica se afirma que ésta hace referencia a la
expectativa razonable fundada del ciudadano de cual será la actuación de los poderes públicos.
Esto hace ver que se trata de la proyección de la seguridad objetiva sobre la situación personal
del ciudadano.
Consagrado de esta manera en nuestro ordenamiento el principio de seguridad jurídica, ya
podemos afirmar la existencia de los elementos necesarios para poder acoger en el seno del
Derecho peruano al principio de protección de la confianza legítima.
IV.
CONCLUSIÓN
En el caso peruano, ante la carencia del reconocimiento expreso del principio de seguridad
jurídica el Tribunal Constitucional reconoció a éste como uno de rango constitucional y
consustancial al Estado de Derecho, en un pronunciamiento que contiene los elementos
necesarios para pensar en el reconocimiento implícito del principio de confianza, a saber: la
exigencia de predectibilidad de la actuación de los poderes públicos, la conservación del estatus
quo y de la confianza.
Asimismo, el pronunciamiento del Colegiado sirve para advertir que en nuestro ordenamiento se
reconocen las dos vertientes de la seguridad jurídica: la objetiva, que exige a los poderes
públicos un actuar coherente, regular, creador de un clima de confianza en el particular basado
en el predecible actuar del Estado; y la subjetiva, por la cual el administrado confiando en la
garantía del actuar regular de los poderes públicos puede programar su conducta presente y
futura.
Por otro frente, el Supremo Intérprete de la Constitución también ha reconocido la existencia del
principio de buena fe, empleándolo como un límite a la facultad de revocación de actos
irregulares. Presentándose así un caso similar al producido en el Derecho español, pues en éste
cuando aún no existía el reconocimiento explícito del principio protector de la confianza, las
situaciones jurídicas que aparecían como dignas de protección eran amparadas en aplicación del
principio general de la buena fe.
Se produce, de esta manera, un contexto más que suficiente para que el principio de protección
de la confianza se incorpore de manera expresa a nuestro ordenamiento y pueda ser invocados
por quien se vea perjudicado patrimonialmente por el quebrantamiento de su confianza en la
estabilidad de determinado acto administrativo o norma legislativa, y proceda, de ser el caso, la
correspondiente indemnización. Incluso podríamos atrevernos a afirmar que este principio ya
existe en nuestro ordenamiento, aunque no de manera formal, su existencia si se verifica
materialmente, bastando para ello dar un vistazo a los pronunciamientos de nuestro Tribunal
Constitucional.
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