Lo único que hace falta es tener conciencia de los

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“Lo único que hace falta es tener conciencia de los defectos, cosa que en la
labor revolucionaria equivale a más de la mitad de la corrección de los
mismos”
“Solo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión
de combatiente de vanguardia”
Lenin, ¿Qué hacer?
Recientemente, puede descubrir la existencia de una organización llamada Front Revolucionari
dels Països Catalans (FRPC). Según me dijo uno de sus militantes (con el que he hablado muy
poco aún y con quien espero tener la oportunidad de debatir más en profundidad) es una
organización joven –de apenas un año–, y ese es el motivo, me dice, por el cual no se puede leer
mucho sobre ellos, aunque sí existen un par de documentos que resultan de interés para abordar
la tarea de conocer su línea política y su ideología; uno llamado “ideología” en el que resumen
sus posiciones políticas y que también utilizaron a modo de manifiesto fundacional y otro con
relación a la consulta independentista en Catalunya.
La tendencia de todas las organizaciones “dels Països Catalans” a supeditarse al modelo y a las
estructuras de la Esquerra independentista (EI) puede suscitar la sospecha de que, como otras
organizaciones, esta sea una más de entre todas que no difiera de su línea revisionista y
oportunista. De primeras, parece que no haya ningún vínculo formal entre la primera
organización y la segunda; pero debemos ser cautos e intentar averiguar si los métodos y la
ideología de la EI han impregnado al FRPC, porque las malas costumbres se pegan y más
cuando estas están muy arraigadas. Vayamos por partes.
En su perfil de twitter, los del FRPC se describen así: “Som el Front Revolucionari dels Països
Catalans, l'organització juvenil Marxista-Leninista, internacionalista, feminista i antifeixista”.
Si vemos cuál es la definición de Arran, la principal organización juvenil de la izquierda
independentista catalana, en su perfil de twitter, vemos esto: “Organització juvenil de
l'Esquerra Independentista. Independència, socialisme i feminisme”. Es sorprendente que
aparezcan más –ismos en los que se autodenominan marxistas-leninistas, si tenemos en cuenta
que el marxismo-leninismo no es un sector parcial de una lucha política o económica en el
marco del capitalismo, sino el instrumento que nos permite construir una cosmovisión
revolucionaria (a través de la incorporación y renovación ideológica constante) que sirva para
urdir la revolución proletaria mundial.
Aunque no es el momento, si se repasan brevemente cuáles son las principales características de
la EI se distinguen unos cuantos rasgos que comparten todas sus organizaciones en sus distintas
formas: asamblearismo (horizontalidad), independentismo (que cae, muchas veces, en el
nacionalismo más burdo y reaccionario), feminismo y una ambigua reivindicación del
socialismo como meta (“Reivindiquem la necessitat d’acabar amb el sistema capitalista i la
seva injustícia mundial; per això apostem per la construcció del socialisme [sic], el qual ens ha
de conduir a una societat sense clases [sic] ni opressions de cap tipus [sic]” Arran), pero
prescindiendo del marxismo-leninismo y del materialismo histórico y dialéctico como métodos
para elaborar esta posible “construcción”, de la que no se dice, en ningún momento, ni cómo
piensan construir ni mucho menos cómo piensan destruir lo anterior, evidentemente. Para la EI,
el marxismo es una posibilidad más entre otras para elaborar sus análisis, reduciendo así el
único elemento que nos brinda la única posibilidad teórica y práctica que existe para la
emancipación no solo del proletariado, sino de la humanidad, al papel que le asignó el
posmodernismo.
Creo que es conveniente hacer esta recapitulación de los elementos más característicos de la EI
para discernir con más precisión si el FRPC está en el mismo camino que ellos o, por el
contrario, no hay relación política entre ellos.
En el documento de su página donde explican cuál es su ideología y cuáles son los principios
por los que se rigen, dejan bien claro, al principio, que no tienen nada que ver con otras
organizaciones: “El FRPC (Front Revolucionari dels Països Catalans) naix com una alternativa
a l’actual moviment anticapitalista del jovent arreu dels Països Catalans”. Se puede ver, pues,
que su voluntad es desmarcarse políticamente de la EI. El texto sigue así: “creiem que la
necessitat principal és la consciència de classe cap al nostre poble, on a través del nostre
treball, la població estiga conscienciada sobre quins són els nostres opressors, de com
alliberar-nos i quines vies d’alliberació tenim”.
Leyendo estas líneas, parece que no tienen muy clara la diferencia entre la conciencia de clase,
que es la conciencia que tiene el obrero por el mero hecho de encontrarse en una situación
antagónica a la del capitalista y que lo conduce a las luchas económicas y sindicales por las
mejoras parciales, y la conciencia revolucionaria, que es la que se introduce desde el exterior, la
que necesita una elaboración teórica previa hecha por la vanguardia y la que aspira, no a la
mejora de las condiciones laborales, sino a destruir estas relaciones sociales antagónicas. Lenin,
en su libro ¿Qué hacer? muestra por qué los revolucionarios debemos preocuparnos por
introducir conciencia revolucionaria en las obreras: para no ceder terreno ideológico a la
burguesía y porque no aspiramos a liderar ni a dirigir un movimiento sindical, sino uno
revolucionario.
“Los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata [revolucionaria]. Esta solo podía ser
introducida desde fuera. La historia de todos los países atestigua que la clase obrera […] solo
está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista [de clase, sindicalista], es decir,
la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos…” [1]
Además, en la palabra “poble”, entre otras cosas, se puede ver un rastro de sus vestigios
nacionalistas; no se han desembarazado aún de la noción incluyente e integradora de pueblo,
que incluye, a veces, alianzas hasta con la mediana burguesía y que no diferencia entre clases
sociales, entre explotadas y explotadores, dando así un carácter revolucionario al conjunto de la
población dels Països Catalans, como si fuera mayor la opresión nacional por parte del estado
español, que la propia opresión del sistema capitalista que da tanto rédito económico a muchos
burgueses catalanes, y con el que se sienten muy a gusto.
Por otra parte, a pesar de que solo es un manifiesto fundacional de una organización joven, se
agradecería que las frases ampulosas no fueran solo eso y que, cuando hablan de cuáles son las
vías que tiene el proletariado para su liberación, no dejen el tema sin abordarlo. Así que,
aprovecho la ocasión para lanzarles una pregunta: ¿cuál es la vía efectiva, según el criterio del
FRPC, por la que el proletariado puede alcanzar su liberación? Uno de sus militantes me hizo
saber que el fin de su organización era la Revolución proletaria y, al preguntarle cómo pensaban
llevarla a cabo me contestó: “[a partir de introducir] consciència de classe i nació (sobretot al
PV i Balears) primer que res. Seguida d'un enfortiment intel·lectual polític i una posterior
prenguda d'armes contra la burgesia i l'espanyolisme.” Lo peor no es la tendencia a no
distinguir entre la conciencia de clase y la conciencia revolucionaria (de lo que ya he hablado
antes), sino la voluntad de hacer una defensa y propugnar los beneficios del nacionalismo, como
si a través del nacionalismo se estimulara la capacidad revolucionaria de las masas. Es harto
peligroso (además de reaccionario), y mucho más viendo a qué han conducido las aventuras
nacionalistas en las exrepúblicas soviéticas, hacer esta apología del nacionalismo y que este sea
utilizado por los revolucionarios. Por otro lado, es evidente que, dentro de la legalidad burguesa,
los comunistas siempre tenemos que estar a favor de que la nación oprimida tenga derecho a la
autodeterminación, pero los clásicos ya avisan:
“Marx, sabedor de que solo la victoria de la clase obrera podrá traer la liberación completa de
todas las naciones, no hace de los movimientos nacionales algo absoluto”. [2]
Después de esto, es preciso detenerse en el concepto “conciencia de nación”. ¿Qué es la
“conciencia de nación”? ¿En qué aspectos materiales se manifiesta? Más allá de lo idealista que
resulta este concepto, se sabe que los del FRPC manejan, en relación con la cuestión nacional,
los mismos términos y las mismas concepciones que RC, por lo tanto, ellos entienden que els
Països Catalans no son una nación sino un pueblo. La contradicción terminológica entre lo que
proponen en su manifiesto y lo que luego manifiestan sus militantes conduce a la confusión,
deja entrever, de nuevo, que hace falta un reforzamiento en el aspecto teórico de sus militantes y
que, en realidad, el concepto “conciencia de nación” les sirve para salir del atolladero y barnizar
con terminología seudomarxista un nacionalismo implícito, por lo que parece.
“El marxismo-leninismo siempre ha hablado de autodeterminación nacional, y el apelativo de
«pueblos» ha sido utilizado para designar realidades sociales y políticas de países coloniales y
semicoloniales, así como para defender, a partir del VII Congreso de la Internacional
Comunista, tácticas de alianzas entre el proletariado, la pequeña burguesía y la burguesía
democrática en los Frentes Populares y los sistemas de democracias populares.” [3]
El significado que otorgan a la palabra pueblo y cómo la diferencian de nación no se sabe,
porque rehúyen a contestar cuando se les pregunta, aunque el parecido con RC, como digo, es
sospechoso, aunque militantes de ambos bandos lo nieguen. Imagino que los del FRPC, cuando
utilizan el concepto pueblo, no se refieren a ninguna de estas definiciones, porque no son
aplicables, de ningún modo, a la realidad de els Països Catalans. Además, hay que añadir que,
por mucho que se empeñen en aplicar el concepto de pueblo a els Països Catalans, los tratan
como una nación, ya que no entienden ni aceptan que la consulta se pueda dar solo en el
principado catalán (que sería una nación y que, por consiguiente, al no aceptar su
autodeterminación, se ponen al lado de la reacción, porque la niegan), sino que solo admiten que
la consulta englobe el marco entero de els Països Catalans, a los que queda claro que por mucho
que les pongan otras etiquetas, en su fuero interno, los conciben como una nación, una práctica
habitual de la EI.
Siguiendo con las premisas que proponen para llegar a la revolución proletaria, lo del
“fortalecimiento intelectual y político” (¿de quién?, ¿sobre qué base?) y lo de “tomar las armas
(¿qué armas? ¿de dónde salen?) contra la burguesía y el españolismo”, no hay por donde
cogerlo de lo abstracto que es, además, entre un acto y el otro media un abismo de tan enormes
dimensiones que no puede sino terminar en un fracaso estrepitoso. Pensar que porque ¿las
masas? adquieran conciencia política, de repente, se van a lanzar a la lucha armada, no tiene
otro resultado que, como ya hemos visto en otras organizaciones del estado, la formación de una
organización terrorista, donde es la propia vanguardia del partido, totalmente aislada de las
masas, la que lleva a cabo actos de terror. El problema de este planteamiento es que no se
vincula el proceso de conquista de las masas con el proceso, y la necesidad, de construcción de
poder revolucionario, cosa que solo se puede llevar a cabo mediante la línea militar proletaria,
en el marco de la guerra popular.
Su manifiesto sigue por estos derroteros: “Apostem per l’alliberament del proletariat […] a
través de l’extinció [sic] de l’estat capitalista i la implantació d’un estat socialista en la qual
s’eliminin les desigualtats i classes socials a través de la dictadura del proletariat”.
Este enaltecimiento del socialismo, mejor dicho, del estado socialista y no del comunismo
(¿hay algún problema con la palabra comunismo que yo no sepa? Porque Arran también la
evita), evidencia una (otra) carencia teórica importante, pues es sabido que durante el
socialismo, periodo previo al comunismo en el que el proletariado ejerce su dictadura de clase,
las clases sociales siguen existiendo, y no es hasta llegar al comunismo cuando las clases, por
fin, desaparecen. Además, el capitalismo no se extingue, lo que dice mucho de su idea de cómo
superarlo (mecánicamente) sino que es el poder revolucionario del proletariado el que lo
destruye. En el artículo “Stalin, clases sociales y restauración del capitalismo” del blog
Revolución o Barbarie [4] se hace un análisis pormenorizado de cómo las clases siguieron
existiendo en la URSS de Stalin y cómo su errónea lectura condujo, entre otras cosas, a una
limitación en el desarrollo del socialismo y al triunfo de la línea derechista dentro del Partido
(pues se pensaba que todo ataque contra el socialismo no podía sino venir desde el exterior).
Más abajo, enumeran sus bases ideológicas. En este punto, una retahíla interminable de –ismos,
otra vez como en su descripción de twitter, redunda una y otra vez sobre aspectos que ya se
incluyen de por sí en el marxismo-leninismo como expresión de la teoría revolucionaria y de
vanguardia del proletariado (solo si esta misma teoría es un corpus vivo y dialéctico capaz de
evolucionar, de superarse y negarse a sí mismo). Son solo los dogmáticos, que creen que el
marxismo-leninismo es algo irrefutable e inamovible, quienes ven la necesidad de
complementarlo, asumiendo el carácter parcial y oportunista de cada lucha e intentando
imprimirle un carácter de clase [¿?].
Sus bases ideológicas son (por orden): el internacionalismo, el marxismo, el antifascismo, el
republicanismo, el euroescepticismo (¿? Suena a PCPE, que relega la revolución a las calendas
griegas para ponerse a la cola de la aristocracia obrera y la pequeña burguesía radicalizada que,
en su programa burgués, apuestan por recuperar la soberanía nacional –capitalista– huyendo del
monopolismo imperialista), el laicismo, el ecologismo (¡de clase!), el centralismo democrático y
el feminismo (de clase). Es curioso, cuando menos, que no aparezca entre todos los –ismos
habidos y por haber el leninismo, ya que se declaran una organización marxista-leninista, y que
sí aparezcan específicamente, por ejemplo, el internacionalismo o el centralismo democrático,
que son elementos inherentes al marxismo-leninismo. Más allá de esta curiosidad, hay algunas
particularidades que deben ser comentadas.
Esta exposición ideológica compartimentada,
dividida, diferenciada, que destaca por su unilateralidad, es un planteamiento que choca contra
la concepción más elemental de la dialéctica:
“Por oposición a la metafísica, la dialéctica no considera la naturaleza como un conglomerado
casual de objetos y fenómenos, desligados y aislados unos de otros y sin ninguna relación de
dependencia entre sí, sino como un todo articulado y único, en el que los objetos y los
fenómenos se hallan orgánicamente vinculados unos a otros, dependen unos de otros y se
condicionan los unos a los otros.” [5]
Por lo tanto, entender el marxismo-leninismo como un conglomerado de objetos y fenómenos
desligados, y no como un todo articulado donde los objetos y fenómenos dependen unos de
otros (lo que sería la ideología de vanguardia marxista-leninista a través de su avance
dialéctico), significa dar al traste con cualquier posibilidad de formular una teoría revolucionaria
sólida, cuya base sea el materialismo dialéctico (porque elucubraciones metafísicas sin ninguna
ligazón con lo real hay a patadas), y la importancia de una teoría desarrollada y capaz de generar
una organización revolucionaria es capital en el movimiento comunista.
En el párrafo donde plantean su marxismo, dicen esto: “Ens considerem marxistes perquè som
materialistes, és a dir, ens adaptem a la realitat i emancipem tot tipus de consciència i
espiritualitzat [sic]; tot això ho apliquem a la dialèctica, ja que això només fa que el poble no
pugui veure tota la realitat de situacions i el que està passant al voltant d’ells.” Para empezar,
que [se] emancipan todo tipo de conciencia es falso, porque antes ya se ha visto cómo hablan
del concepto de “conciencia nacional” como algo que incluyen dentro de su imaginario, pero,
además de esta contradicción dentro de su “corpus teórico”, su concepción del materialismo
dialéctico (que parece que lo conciben como dos cosas distintas, primero el materialismo y,
posteriormente, a este se le aplica la dialéctica) es totalmente vulgar y empirista, pues creen que
“todo” se halla en lo material y que, por lo tanto, la identidad y la lucha de los contrarios, por
ejemplo, no existe:
“La dialéctica es la doctrina de cómo los contrarios pueden ser y cómo suelen ser (cómo
devienen) idénticos, en qué condiciones suelen ser idénticos, convirtiéndose el uno en el otro,
porque el entendimiento humano no debe considerar estos contrarios como muertos, sino como
vivos, condicionales, móviles y que se convierten el uno en el otro” [6]
Tal como señala Mao, una contradicción siempre tendrá un aspecto principal y otro secundario:
en la contradicción entre la práctica y la teoría, la práctica es el aspecto principal; de esto, pero,
no se infiere que, en un momento concreto, fruto del desarrollo de esta contradicción, la teoría
no pueda devenir el aspecto principal. Los del FRPC se olvidan del desarrollo dialéctico, ya que
no plantean que el desarrollo provenga de una contradicción, de una evolución cualitativa, lo
que los sitúa, indefectiblemente, en el campo de la metafísica. Al “emancipar la conciencia
(¿será emanciparse de ella?)”, lo único que consiguen es no atender, por su concepción
mecanicista y unilateral del materialismo, a una de las infinitas contradicciones que están en
constante pugna en cualquier fenómeno de la naturaleza y la sociedad.
“La identidad de los contrarios (¿no sería más justo decir su "unidad"?, aunque la diferencia
de los términos identidad y unidad no tiene, en este caso, una importancia esencial. Ambos
términos son justos en cierto sentido), constituye el reconocimiento (el descubrimiento) de la
existencia de tendencias contradictorias, que se excluyen mutuamente y antagónicas en todos
los fenómenos y procesos de la naturaleza (entre ellos también los del espíritu y los de la
sociedad). La condición para conocer todos los procesos del mundo en su "auto-movimiento ",
en su desarrollo espontáneo, en su vida real, es conocerlos como una unidad de contrarios. El
desarrollo es "la lucha" de los contrarios. Las dos concepciones fundamentales (¿o las dos
posibles?, ¿o las dos que se observan en la historia?) del desarrollo (de la evolución) son: el
desarrollo en el sentido de disminución y aumento, como repetición, y el desarrollo en el
sentido de la unidad de los contrarios (el desdoblamiento de la unidad en dos polos que se
excluyen mutuamente y la relación entre ambos).” [7]
Es necesario también atender a la concepción –equívoca– que tienen del fascismo, algo que no
deja de ser habitual entre muchas de las organizaciones comunistas del estado. Ellos dicen que
el fascismo es “la dictadura terrorista oberta que desencadenen els grans monopolistes i
financers quan assumeixen definitivament les regnes de l’Estat en arribar el capitalisme a la
seva última fase. Frena l’ascens del moviment obrer i tracta de superar la crisi que aquesta
etapa engendra inevitablement”. Según esta definición de fascismo, lo que se suele denominar
como “el mundo occidental” estaría bajo una férrea dictadura fascista. El fascismo, que se suele
confundir con la dictadura de la burguesía (que no es otra cosa que la democracia burguesa) es
una solución de emergencia de un sector de la burguesía monopolista que ve peligrar sus
privilegios y que, ante el estallido de una –posible– situación revolucionaria, impone su régimen
de explotación en el que otras fracciones de la burguesía –más débiles– quedan excluidas [8].
Concluir que las actividades típicas y normales de un estado capitalista en la fase imperialista
del desarrollo del capitalismo no son propias de las democracias burguesas (es decir, de la
dictadura de clase de la burguesía) conduce a dos posturas erróneas: la primera es que, debido a
su materialismo mecanicista, intuyan que, mecánicamente, la superestructura que se desarrolla
en la estructura imperialista es el fascismo; la segunda, la que lleva a la idealización de la
democracia burguesa, porque se considera que las actividades que lleva a cabo un país
imperialista exceden los límites de lo que se consideraría “normal” y “lógico” en democracia
burguesa, como si la gran burguesía se viera alguna vez sujeta a restricciones, cuando, de hecho,
no es así, sino que el imperialismo es la manifestación actual de la dictadura de clase de la
burguesía. Esta confusión de la que se acaba de hablar, se manifiesta en este párrafo de su
manifiesto: “El feixisme és el monopolisme en la política, el control del poder per un reduït
nucli dels sectors financers més poderosos. És la súper estructura política que adopten els
països imperialistes, de manera que, si la democràcia burgesa correspon al capitalisme
premonopolista, el feixisme és la forma d’Estat del capitalisme monopolista.” La confusión y la
dependencia directa que suponen que existe entre el imperialismo como estructura y el fascismo
como superestructura es diáfana, pero, mientras el imperialismo es algo que deviene por el
desarrollo del proceso económico histórico del capitalismo, totalmente ajeno a los procesos
históricos subjetivos, es decir, es una etapa a la que llegará el capitalismo, tarde o temprano, allá
donde exista y se desarrolle con normalidad, el fascismo no es algo “científico”, sino que
depende de la situación política (y eso engloba también la economía) de cada país. Los E.E.
U.U., por ejemplo, no han tenido la necesidad de implantar, de facto, una dictadura fascista,
aunque sean el país imperialista por excelencia.
Lenin, en su brillante libro El imperialismo, fase superior del capitalismo, donde teoriza y
demuestra la tendencia del capitalismo a formar monopolios y a elidir cualquier atisbo de
práctica democrática que pudiera darse en él, ya sanciona las actitudes idealistas de algunos,
como, por ejemplo, la de Kautsky, que, ante este nuevo desarrollo del capitalismo, en lugar de
dedicarse al estudio, como hizo Lenin, de esta nueva etapa, se dedicaron a proclamar las
bondades del capitalismo premonopolista y librecambista, contra el que era mucha más sencillo
luchar. Sin lugar a dudas, esta actitud es antidialéctica, pues pensar que se puede retroceder,
volver a un estadio anterior del proceso histórico, es no entender, para nada, cómo funcionan los
procesos dialécticos. Con esto, no pretendo atribuirles a los militantes del FRPC la voluntad de
dar marcha atrás la historia, pero esta idealización de la democracia burguesa puede conducir a
este tipo de desviaciones idealistas.
“el viejo capitalismo, el capitalismo de la libre concurrencia, con su regulador absolutamente
indispensable, la Bolsa, pasa a la historia. En su lugar, ha aparecido el nuevo capitalismo.” [9]
Para no demorarme en cuestiones en las que, aunque no se haya incidido específicamente, ya se
ha hecho algún comentario y para no resultar repetitivo, me gustaría, en relación del
republicanismo que dicen profesar, hacer mención a un artículo que trata sobre esta cuestión y
que creo va a resultarles revelador [10]. Pero antes de dar por terminada esta crítica, no quisiera
acabar sin hacer algunas menciones a otro documento del FRPC, “Comunicat davant el
referéndum del 9N al principat”. En este comunicado manifiestan su postura ante el proceso de
independencia que se está llevando a cabo en Catalunya liderado por organizaciones de masas
de la pequeña burguesía radicalizada, de la aristocracia obrera y de la mediana burguesía, como
ANC, Òmnium, i que se plasman en el parlamento en Convergència i ERC.
Como no podría ser de otra forma, en su comunicado aceptan que el proceso soberanista es de
cariz burgués y que, si triunfase de la mano de Convergència i ERC, es decir de la pequeña y
mediana burguesía y de la burguesía no monopolista catalana, la independencia no resultaría
beneficiosa para el proletariado bajo ningún concepto. Si se examina el movimiento
independentista desde el materialismo dialéctico, se pueden extraer cuáles son los dos aspectos
contradictorios y antagónicos. Por un lado, están los que han visto la independencia no solo
como un objetivo chovinista, sino que no entienden el proceso independentista sin un cambio
político que vire hacia lo que ellos llaman socialismo. Estos son los que, hasta hace
relativamente poco tiempo, tenían peso dentro del movimiento, aunque el movimiento en sí por
aquel entonces fuera mucho más minoritario. Por el otro, están los que, recientemente y fruto de
las
profundas contradicciones que el desarrollo capitalista ha abierto en el seno de las
burguesías nacionales catalana y española, se han apuntado al carro de la independencia por
mero interés económico, ya que la burguesía no monopolista catalana (representada en CiU) y la
burguesía monopolista española, mientras la plusvalía de los trabajadores a los que explotaban
daba para todos, han sido muy amigas. Desde la posición de poder en la que se encuentra CiU,
con todo un aparato de producción cultural disponible a su antojo (Tv3, Rac1, La Vanguardia,
Catalunya Ràdio), el aspecto principal de la contradicción en el seno del independentismo, es
decir el independentismo revolucionario (llamémosle así), ha quedado relegado y denostado
hasta el punto de verse acusados, muchas veces, de españolistas o de ser contrarios al proceso de
secesión, en cambio, el independentismo burgués ha pasado a ser hegemónico, por lo que,
dentro del independentismo, desde el punto de vista marxista, ha habido un salto cuantitativo
regresivo.
Como dice Lenin, el deber de todo comunista ante una situación como esta es reivindicar el
derecho de la nación oprimida a la autodeterminación, pero dejarse arrastrar con los ojos
vendados por las veleidades de un partido burgués seria la antítesis de la teoría leninista:
“El proletariado se limita a la reivindicación negativa, por así decir, de reconocer el derecho a
la autodeterminación, sin garantizar nada a ninguna nación ni comprometerse a dar nada a
expensas de otra nación” [11]
Además, no debemos perder de vista que, cuando Lenin escribe el citado libro, los países que
cita (Polonia, por ejemplo) son países cuyos capitalismo y democracia burguesa acaban de
nacer; por lo tanto, la independencia de estos países sería positiva en tanto que los ayudaría a
desarrollar el capitalismo, nada que ver con el desarrollo del capitalismo en el estado español y
en Catalunya hoy en día.
“La teoría marxista exige de un modo absoluto que, para analizar cualquier problema social,
se le encuadre en un marco histórico determinado, y después, si se trata de un solo país, que se
tenga en cuenta las particularidades concretas que distinguen a este país de los otros en una
misma época histórica” [12]
A pesar de todo esto, negarse a la autodeterminación de un país oprimido significa reforzar
ideológicamente a la gran burguesía del país opresor, que, por definición, es más reaccionaria;
pero era necesario hacer estas matizaciones, porque muchos se aprovechan de la teoría leninista
utilizando, como dice el mismo Lenin, la letra del marxismo contra el espíritu del marxismo. En
un conflicto nacional entre dos naciones capitalistas, cuya resolución solo responderá a los
designios e intereses de una u otra burguesía, los comunistas debemos apoyar a la burguesía
más débil (sin subordinarnos a ella, al contrario, extendiendo y propagando el marxismoleninismo), la que permita crear condiciones revolucionarias con más facilidad, pero, sin
embargo, si este proyecto de secesión se quiere hacer desde una perspectiva revolucionaria,
protagonizada por un partido comunista (que NO existe), ¿tiene sentido que, habiendo de
enfrentarse con un rival de semejante entidad, un país imperialista, los propios revolucionarios
se tiren piedras sobre su propio tejado? ¿Es inteligente que un partido comunista de una región
oprimida quiera enfrentarse contra el Estado privándose de la ayuda de los revolucionarios de
las demás regiones del Estado? Evidentemente, no.
El proletariado, para poder convertirse en clase dominante en un determinado territorio, debe
destruir la dominación de la burguesía que toma cuerpo en el conjunto del Estado. No puede
fraccionar su lucha en compartimentos nacionales. De hecho, tampoco puede enmarcar su
lucha exclusivamente al plano estatal, sino que esta debe estar inserta en el plano de la lucha
de clases revolucionaria a escala internacional [13].
En el caso del Estado español, entendemos que sería contraproducente y hasta suicida
proponer que el proletariado vasco, catalán, gallego, canario y español se unificaran formal e
indirectamente en la futura Internacional Comunista (o en un estadio «más avanzado de la
lucha de clases» en el Estado español), mientras luchan separados, sin su Partido unitario
(como el bolchevique, que agrupaba a los proletarios ucranianos, rusos, bielorrusos, armenios,
letones, lituanos, etc.) y cada uno por su cuenta contra la alianza conjunta de la burguesía
vasca, catalana y española. Es decir, mientras la burguesía del Estado español sí tiene su
aparato de dominación superior unificado, el proletariado estaría fragmentado y sin capacidad
suficiente para demoler el aparato de dominación política de la burguesía del Estado español.
[14]
La ideología comunista y el proletariado solo podrán ser independientes cuando dispongan de
un Partido comunista que actúe como tal, cuando no tengan que andar a la zaga de la pequeña
burguesía o de la burguesía no monopolista. En consecuencia, se nos plantea una cuestión de
gran interés: la necesidad de la reconstitución del Partido como expresión y garante de los
intereses y la ideología revolucionaria del proletariado.
Para ir terminando, el problema del que adolecen muchas organizaciones comunistas en el EE
es que abusan de sus coartadas. El abuso de fraseología revolucionaria, de palabras
grandilocuentes y actitudes férreas se escuda en la coartada de que, hoy en día, no hay procesos
revolucionarios a los que acogerse, por lo tanto, todo queda en frases, en palabras y en pose. El
materialismo dialéctico existe, entre otras cosas, para saber determinar qué hacer en cada
momento según se presenten las condiciones históricas, sociales, etc. Al final, la emancipación,
la toma de armas contra el españolismo, cuando se tiene que plasmar en la realidad queda en un
mediocre: “rebutgem el referèndum de la burgesia i, alhora, afirmem amb contundència que el
nostre referèndum és el que convoquen les classes populars, el que desobeeix la legalitat
burgesa vigent i permet construir uns Països Catalans lliures i socialistes”.
De un referéndum (que acepta y reproduce las formas políticas burguesas), que las clases
populares aún ni han convocado ni están por la labor, a la construcción de unos P.P. C.C. libres
y socialistas, de nuevo, hay un abismo infranqueable y un idealismo revolucionario que raya lo
infantil. Por otro lado, es curioso que nieguen la posibilidad de resolver el conflicto
independentista dentro del marco del imperialismo, cuando, de hecho, el derecho a la
autodeterminación es un derecho democrático-burgués.
Echando la vista atrás, se pueden sacar dos conclusiones generales, que también sirven para el
conjunto del movimiento comunista del estado: la primera es la necesidad de fomentar y
profundizar el conocimiento teórico del marxismo-leninismo y sus métodos de análisis así como
estudiar, para superarlas, todas las experiencias revolucionarias que se han dado; la segunda es
la necesidad imprescindible de reconstituir el Partido de vanguardia como única posibilidad de
otorgar, de verdad, independencia política, ideológica… del proletariado.
Para concluir, ahora ya sí, debo añadir que lejos están de mí las intenciones de dañar,
desprestigiar o atacar al FRPC, pues, para los comunistas, la aparición de organizaciones con
aspiraciones revolucionarias es positiva. Mucho menos mi crítica se debe a una guerra entre
siglas (porque no hay tales siglas, ni tiene sentido en el movimiento revolucionario pertrecharse
detrás de ellas). Pero, por otro lado, nunca hemos de dejar abandonada la crítica feroz y
contundente, el análisis esmerado y preciso que nos permita, entre todos, ser conscientes y
poder solventar los muchísimos errores en los que caemos constantemente y en los que vamos a
caer en el futuro. Por último, animo a todos los militantes del FRPC (así como a todos los
comunistas consecuentes y a mí mismo también) a no desocuparse jamás de la formación
teórica, porque “sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario.
Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que la prédica en boga del
oportunismo va unida a un apasionamiento por […] la actividad práctica” [15].
NOTAS:
[1]. V.I. Lenin, ¿Qué hacer? pág. 34.
[2]. V. I. Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminación, pág. 51.
[3]
https://revolucionobarbarie.wordpress.com/lucha-de-dos-lineas/respuesta-a-redrum-notas-
acerca-la-cuestion-nacional/nueva-respuesta-de-revolucion-o-barbarie-a-redrum/
[4]. http://revolucionobarbarie.wordpress.com/2014/01/05/stalin-clases-sociales-y-restauraciondel-capitalismo-2/
[5] I. Stalin, “Sobre el materialismo histórico y el materialismo dialéctico”.
[6]. V. I. Lenin, Resumen del libro de Hegel Ciencia de la lógica.
[7]. V. I. Lenin, “En torno a la cuestión de la dialéctica”.
[8]. Para una completa caracterización del fascismo, ver el artículo que trata la cuestión en el
blog Revolución Proletaria: http://revolucionprolet.blogspot.com.es/2012/12/el-fascismo-y-elestado-burgues.html
[9] V. I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, pág. 38.
[10]. “Arrepublicanados” del PCREE, http://pcree.net/LF35/Arrepublicanados.html
[11]. V. I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, pág. 21.
[12]. Ibid. pág. 17.
[13] https://revolucionobarbarie.wordpress.com/lucha-de-dos-lineas/respuesta-a-redrum-notasacerca-la-cuestion-nacional/nueva-respuesta-de-revolucion-o-barbarie-a-redrum/
[14] Íbidem.
[15] V. I. Lenin, ¿Qué hacer? pág. 27.
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